Posts written by [Ray]

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    Bah, no tengo qué hacer así que ahí va una mía con una de mis sobrinas pequeñas. Sol que alumbra mis días oscuros. La adoro.

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    Anoche falleció un vecino. Oí a la familia llegar y dialogar a eso de las 3 de la madrugada y ya no pude dormir. Luego ya me iba al trabajo y me llama el encargado del área de logística para decirme que esta enfermo y no podrá presentarse hoy.

    A ver qué otra desgracia ocurre.
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    Necesito sacar la bilis. Y es que casi, casi, "casi" me agarro a putazos con ese pendejo de mi ex cuñado. Nada más porque mi sobrina no me dejó.

    Fui a casa de mi mamá porque se sentía mal, entonces le llamamos a mi sobrina que ya se va a graduar de Doctora para que le pusiera un medicamento y pues ella vino. Se quedó a comer, platicamos un rato y ya cuando se iba a ir le dije que si quería que la acompañará y me dijo que si. Salimos y nos encontramos con el cabron este y todavía tiene el descaro de decirle a mi sobrina "Hey, ¿Ya no te acuerdas que tienes papá, o qué? Pero como yo iba del lado de él, no pudo interceptarla ni nada. Ahí ya estaba emperradisimo yo y me iba a devolver, pero mi sobrina me agarró del brazo y siguió conversando como si nada para que lo ignorara. No sé de dónde saqué el autocontrol para no regresarme porque juro con el alma que quería darle mínimo unos cuantos derechazos. Me valía madre si llamaban a la patrulla o lo que sea.

    Entonces ya, seguimos caminando, riendo y platicando de Naruto.

    La verdad que bueno que la acompañé porque de seguro que este idiota si la sigue hasta la casa de mi hermana.

    Ni porque tiene orden de restricción y demanda el wey. Uff, pero ya. No hubo drama, no hubo golpes, no hubo nada.

    Siento que esto es como una bomba de tiempo. Lo odio tanto, tanto, tantísimo, que insisto en que un día le daré su merecido.
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    SPOILER (click to view)
    Mi ex jefe le llamó a mi hermana para preguntarle si aun no tenía celular. Después de lo del drama, como había dejado de usar el WhatsApp y me salí de todos los grupos, le pedí a mi hermana que mintiera y le dijera que se me había caído y aun no me compraba uno nuevo, así que "técnicamente" no tenía forma de contactarme directamente. La última vez que lo vi fue a mi negocio a llevarme un obsequio por mi cumpleaños. Rosas y una cadenita, y por supuesto llevó a su hijo como pretexto de que él quería verme.

    Imagino que mi ex jefe se pensaba que aun después de la horrible despedida que me dio, iba a seguir yendo a la empresa como si nada. Ya que vio que nada ahí viene él a buscarme. De nuevo hoy le llamó a mi hermana para decirle que Leo (su hijo) me extraña muchísimo y que quiere verme. Que el lunes iba a hacer una visita rápida nada más para que lo vea.

    No mentiré. Yo me encariñé mucho con ese niño. Lo llevaba al kinder, jugaba y coloreaba con él en mi hora de comida. Ese niño es un amor, pero desde que renuncié y mi jefe no dio indicios de querer seguir en contacto, traté de bloquear y anular mis emociones y simplemente hacer de cuenta que no hubo nada.

    Nadie me buscó. Ni siquiera a mis compañeros les importé lo suficiente para querer saber cómo estaba. Pasó más de un mes para que a mi jefe se le ocurriera "ver cómo me encontraba".

    Ahora estoy bien, estoy tranquilo, me siento libre, menos estresado y feliz. Para qué venir a joderme de nuevo. Para qué usar al niño de excusa.

    Lamento ser tan rencoroso, pero aun no puedo perdonarlo. Aún no quiero verlo, no quiero hablar con él y mucho menos quiero que seamos amigos. Necesito tiempo, necesito espacio.

    ¿Donde estaba él cuando yo lo necesitaba?

    Lo peor es que no podré decirle nada de esto o de lo que siento y pienso porque no quiero que Leo sea testigo de una discusión innecesaria. Por lo que, en síntesis, sólo me resta mostrarme cordial y amigable hasta que se vayan.

    Espero que en mi próxima vida Dios escriba un libreto sin tanto drama porque salgo de una y entro en nueve.


    Muero por ir al viaje de negocios que tengo programado para el próximo sábado porque cerca hay aguas termales y no desaprovecharé la oportunidad.
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    Podemos tener compañeros, amigos, jefes, familia, pareja, mascotas, pero siempre un rincón de nosotros se siente solo. Como si estuviera vacío, como si faltara alguien o algo. A veces falta alguien. Pero en otras ocasiones, no es que falte, es que ése es el momento de dejar de aferrarse o dar el paso definitivo. Entonces nos damos cuenta que nuestro sentimiento de soledad es necesidad de amor, afecto. Algo que se resuelve de a dos, aunque uno este acostumbrado a estar solo.

    Caray, no se por qué pienso tanta pendejada. Solo me tomé una caribe de durazno...y mi medicina.
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    Ayer sentí una ligera chispa de... no sé si simpatía o lástima por este tipo (Mi ex cuñado) cuando le vi pasar en el taxi. Fue solo un momento, pero me hizo dudar un poco en continuar con esto de la denuncia por la custodia.

    Después he recordado detalle a detalle lo que ha hecho los últimos años. Desde las golpizas que le daba a escondidas a mi hermana hasta orillarla a hacer lo que hizo. El haber molestado e intimidado a mi otra hermana. Hacer llorar a mi mamá una y otra vez al privarla de poder hablar con sus queridos nietos.

    Las mentiras que inventó de mi padre.

    Correr de la casa a mi sobrina luego de haberla golpeado. Y como plus no solo nunca la apoyó con su carrera de doctora sino que encima le exigía dinero para solventar los gastos de la casa cuando ella con esfuerzo podía ganar algo en trabajos temporales para pagar sus estudios.

    Y ahora el maltrato a mi pequeño sobrino. Ser tan jodidamente cretino para gritarle todas esas cosas, pegarle, tenerlo prácticamente traumatizado y no tratar su estado de salud cuando el niño se enferma a cada rato y podría sufrir de apendicitis...

    No. Si alguien se merece infelicidad en esta vida es él.

    Que pena que no valorara a una familia tan maravillosa y la terminara destruyendo.

    Que pena que ahora yo lo vaya a destruir a él al quitarle lo poco bueno que le queda.

    ..

    SPOILER (click to view)
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    Mi sobrina expresa mejor el cómo me siento al respecto. Pero yo no creo en el karma. Igual tendrá su merecido.

    Edited by [Ray] - 6/4/2024, 02:21
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    SPOILER (click to view)
    Le dedico este one shot a ~Yun~ con motivo de San Valentin atrasado. Disculpa la tardanza!



    Jack Skellington caminaba errante y confuso con las manos tras su espalda por el siniestro bosque colindante con la ciudad de Halloween. Tras sus pies que se hundían a cada paso bajo la marchita hojarasca, iba Zero.

    Cada año era lo mismo. Mismo número, mismo papel, mismos sustos y mismo resultado.

    Era el rey calabaza. Todos lo ovacionaban al término de su representación, pero después todo terminaba y había que hacer los mismos preparativos para el año próximo.

    Un año era mucho tiempo. Y Jack que sentía unas fuertes ansias de aventura, no podía esperar.

    –Vamos, Zero– pensativo, Jack se quitó una de sus costillas y la arrojó hacia el yermo y desolador paraje.

    Cada año sucedía lo mismo. Terminada la coronación era como si todo el entusiasmo y brío abandonarán su huesudo cuerpo como un exhalido. Y no quedaba nada más.

    Ya había arruinado la navidad una vez. Había aprendido de sobra su lección.

    ¿O no?

    Jack avanzó otro tramo al ver a su fantasmagórico perro dar vueltas alrededor del claro.

    –¡Zero, ven aquí!– le llamó, tratando de atraerlo con otra costilla.

    Zero ladró en respuesta. Su nariz se iluminó y Jack terminó de acercarse al claro.

    Las mismas puertas que vio el año anterior seguían ahí.

    Jack se llevó un huesudo dedo a la barbilla. Su curiosidad no tenía límites. Ya sabía lo que había tras la puerta del pino, pero ¿Qué había tras las otras?

    –No debería– se dijo, viendo detenidamente las coloridas figuras. Estaba aquella forma ovoide por la que Lock, Shock y Barrel extrajeron al señor conejo. Luego había una extraña ave en otro de los troncos. Un simple trébol y...esa extraña figura roja como la sangre.

    ¿Habría algo tétrico allí? ¿Algo por lo que valiera la pena arriesgarse?

    Los huesudos dedos de Jack encontraron la perilla de la puerta, pero antes de girarla, cedió y se volvió a Zero.

    –Es muy mala idea.

    De pronto la puerta se abrió y Jack se sintió absorber por una ventosa fuerza centrífuga que tiró de él hasta hacerlo caer dentro.

    –¡Otra veeez!– exclamó Jack durante la caída, tratando de asirse infructuosamente a algo. Giró sobre si mismo y cayó. Y siguió cayendo vertiginosamente en el vacío, girando y girando hasta que su espalda topó con un espeso arbusto.

    Al levantarse se dio cuenta de que había caído en la jardinera lateral de un gran caserón. Las amplias ventanas de celosía eran muy diferentes a las que estaba habituado a ver Jack en la ciudad de Halloween.

    Quiso echar un vistazo al interior de la vivienda, pero el silbido de un vendedor ambulante lo hizo volver su atención hacia la calle.

    Emocionado, Jack se aventuró a mirar entre los rosedales a aquel hombre que empujaba una especie de carromato construido en un resistente artesonado de madera.

    El vehículo estaba rodeado de toda suerte de artilugios que iban desde enormes ramos de rosas, hasta llamativas cajas forradas en satén.

    Jack miró asombrado del otro lado de la acera. Ahora que se fijaba mejor, había varios vendedores ambulantes exhibiendo y anunciando artículos similares.

    Fragancias exageradamente escandalosas, dulces y una gran variedad de chocolates.

    Jack no lograba ubicar casi nada de lo que veía, sin embargo, aquello le recordó vagamente a la aldea navideña. Había regalos por doquier, pero no se parecían en nada a los juguetes que repartía Santa Atroz. Tampoco había duendes o nieve blanca cayendo. De hecho, el clima era bastante fresco y había flores por todos lados a donde Jack miraba.

    La peculiar forma semicircular tono sangre volvió a aparecersele en cada esquina explorada.

    Pero Jack no pudo hacerse una idea de lo que representaba. No consiguió vincularla a nada, ni siquiera tras leer el letrero de una tienda.

    "Obsequios de San Valentin"

    ¿Sería algún pariente de Santa Atroz?

    Como de costumbre Jack estaba ávido de respuestas. Un remolino de preguntas se revolvía dentro de su cráneo.

    Tuvo que recordarse una y otra vez que no debía mostrarse públicamente para evitar espantos innecesarios. No debía llamar la atención. Sólo investigaría un poco, sacaría su sed de aventura y regresaría a buscar la puerta que lo llevaría de vuelta a la tierra de Halloween.

    ¿Qué tan malo podía ser?

    Las primeras horas Jack las invirtió en seguir a una pareja de jóvenes que iban tomados de la mano. Tuvo que escurrirse de callejón en callejón, saltando y camuflandose entre los postes, viéndoles entrar a diferentes establecimientos, hasta que los perdió de vista cuando ingresaron a un restaurante.

    –Extraño– comentó Jack, fijándose en otra pareja que se tomaba de la mano.

    ¿Sería alguna especie de ritual?

    ¿Qué significado podría tener la unión de los labios junto a la entrega de coloridas cajas rojas?

    ¿Por qué obsequiar chocolates cuando podían recibir muñecos de vudú o serpientes?

    ¿Y los sustos?

    Jack sonrió al máximo al oír un grito a la distancia. Tomó un globo y se cubrió la cabeza con él mientras se desplazaba hasta el origen del estruendoso ruido.

    No obstante, la decepción brotó como espuma, sagaz y segura, al ver a un hombre arrodillado sosteniendo una diminuta caja frente a una chica.

    Ni arañas venenosas, escorpiones o gusanos reptantes. Solo se trataba de una brillante piedra que el hombre colocó en el dedo medio de la fémina.

    Pero, ¿De qué iba todo el alboroto?

    Más besos acompañados de una serie de jubilosas felicitaciones y aplausos.

    Curioso, Jack recorrió el vecindario hasta que una amena melodía se hizo presente.

    El ruido procedía del interior de una vivienda. Saltar la portalada de hierro no fue impedimento alguno. En pocos minutos Jack penetró en la propiedad.

    Los visillos de color grisaceo conferían a la (Nada modesta) sala de estar en un ambiente de irrealidad. Las paredes estaban tapizadas de seda de color marfil.

    Había tres sofás oscuros forrados con almohadones azul rey, a juego con la alfombra del suelo.

    Pero, lo que más atrajo la atención de Jack fue el pálido y delgado muchacho de grandes ojeras y mirada apagada que deslizaba sus finos dedos al compás de las melancólicas notas.

    La canción se prolongó por unos minutos y Jack contuvo apenas sus ganas de aplaudir cuando la melodía terminó.

    "Que fascinante" pensó embelesado.

    Jack se habría presentado de muy buena gana de no ser porque, finalizada la extraña, pero fascinante pieza musical, aquel joven de oscuro cabello y elegante porte se puso de pie, tomó una solitaria rosa del florero junto a la chimenea y dio inicio a una serie de titubeantes y nerviosas frases. Un tartamudeo que parecía no tener fin y que estaba dirigido a una dama imaginaria de nombre "Valery".

    Dicho monólogo se prolongó por varios minutos en los cuales Jack contempló completamente anonadado los múltiples e infructuosos intentos del joven por hacerse entender.

    –¡Que maravilla!– no pudo evitar proclamarse a voz en grito al ver como el chico tiraba accidentalmente la vela de la mesita, provocando un pequeño incendio que consumió casi toda la alfombra del pasillo.

    Dado que las aldabas no estaban puestas, ni los pestillos cerrados, a Jack le fue muy sencillo colarse cual vil ladrón dentro del sobrio caserón estilo colonial que recordaba un poco a la guardida de los vampiros.

    De haber sido Halloween, Jack se habría sentido excelso por la reacción del dueño de la casa, cuyo pálido semblante se desencajó en mudo pasmo al verle.

    Sujetando el extintor con manos temblorosas, el apuesto joven empezó a dar traspiés sin dejar de apuntar con la boquilla de la manguera al cadáverico intruso.

    –¿Qui...Quien eres y co-como entraste?

    Jack, que había dejado de prestarle momentáneamente atención al chico para fijarse en los sofisticados muebles de la casa, se volvió para mirarlo.

    –Soy Jack Skellington– se presentó muy ufano–. Y he venido de la tierra de Halloween.

    –¿Se trata de una broma?– inquirió Victor atónito.

    –¿Broma?

    Jack ladeó la cabeza, curioso. Las rodillas del humano no dejaban de temblar. A duras penas no se había desmayado todavía, pero su cetrino semblante predecía un pronto desvanecimiento.

    Quizá fue mala idea no haber usado disfraz.

    –¿Vino a llevarse algo?– siguió acribillandolo el asustadizo muchacho–. Porque si es así, puede tomar lo que quiera, pero marchese ahora mismo.

    –No he venido a robar– río Jack jocoso–. Te he visto como tocabas esto– caminó despacio hacia el piano y acarició las teclas, produciendo un ruido irregular–. Lo haces muy bien.

    La adulación no obstante no surtió el efecto deseado y el joven seguía temblando, así que Jack se apresuró a agregar.

    –También escuché un poco lo que decías y hacías con la rosa. Ha sido un número divertido.

    –¿Divertido?– se desilusionó Victor, bajando la guardia. Por un momento pareció olvidarse del espanto. Se pasó las manos por el oscuro cabello y se hundió en el sofá a su espalda–. No se supone que sea así. Llevo toda la semana practicando y no consigo hacer esa tonta pregunta.

    –¿Qué pregunta?– ansió saber Jack.

    Victor suspiró largamente.

    –Si desea salir conmigo– dejó caer los hombros y negó con la cabeza–. Ni siquiera la conozco. Es idea de mis padres. Ven el día de San Valentin como una oportunidad perfecta para que yo dé el primer paso.

    Jack esbozó una animosa sonrisa.

    –Entonces tu debes saber de qué trata esta celebración– rodeó el sofá para encarar al muchacho–. Tienes que decírmelo todo. Me ahorrarías el viaje a la ciudad de Halloween para pedir su material de laboratorio al doctor Finklestein.

    –No estoy entendiendo una sola palabra de lo que dices– se exaltó Victor, huyendo del esquelético contacto–. Aún no me dices qué haces en mi casa...Santo cielo. Esto no...no puede ser real– se retorció la piel del brazo para convencerse de no estar soñando, pero cuando el dolor traspasó el umbral de la irrealidad, Victor se agobió aún más–. Eres la muerte, ¿No es así?

    Esta vez Jack si que rió con ganas por semejante confusión.

    –Pero si mi nombre es Jack Skellington– refutó–. ¡Oh, ya sé!– exclamó dando un aplauso–. Seguro que conoces a Santa Atroz. Soy amigo suyo.

    –¿Ah?– parpadeó Victor boquiabierto.

    –Santa Atroz– repitió Jack, extendiendo las manos como para abarcar un gran bulto–. El titán del traje sangre que atraviesa el cielo en Navidad...¿Qué haces?

    Victor había empezado a fijarse en el interior de su taza de té, la cual olfateó inseguro.

    –Me aseguro de que esto no tiene alcohol...u otra cosa– aclaró el elegante muchacho–. Quizá la servidumbre– meditó tocandose el rostro como si le hormigueara.

    Un tanto exasperado Jack dejó de lado su pantomima para sentarse.

    –¿Cómo puedo hacerte entender?

    –No quiero entender– negó Victor, azorado–. Quiero que te vayas para poder despertar de esta pesadilla.

    –Lo que hacías antes– dijo Jack como si no hubiera escuchado lo último–. Quieres salir con una chica.

    Con una ceja levantada, Victor lo miró cautamente de refilón.

    –¿Y?

    –Yo puedo ayudarte– sonrió Jack señalandose el pecho con orgullo–. Te ayudo a planear tu cita y a cambio tu me explicas qué es San Valentin.

    –¿Por qué aceptaría?– indagó Victor titubeante.

    –Porque es la única forma de que me vaya– sentenció Jack cruzándose de brazos y mediando una expresión solemne.
    **

    Mientras se adentraban en el denso bosque rodeado de abetos, arbustos, matorrales y bayas de acebo, Victor Van Dort no dejaba de mirar constantemente a sus espaldas, ni de retorcerse con nerviosismo las manos en tanto andaba con mansedumbre tras el esqueleto. Decir que estaba aterrado era lo de menos.

    Una parte de su subconsciente aún se aferraba a la idea de que él seguía durmiendo en la comodidad de su cama, atrapado en una larga pesadilla.

    Hasta hacía unas pocas horas todo parecía ir bien. Había practicado un poco en el piano y recitado un par de versos que tenía preparados para la ocasión.

    Pero se engañaba. Sus padres estaban decididos a tomar las riendas de su vida, y de su futuro al emparejarlo con una desconocida joven de buena familia, a la cual ni siquiera tenía idea de cómo empezar a seducir.

    Y por si fuera poco su sueño/pesadilla con el esqueleto parlanchin se estaba prolongando demasiado.

    Victor tuvo un sobresalto cuando la huesuda mano se posó firmemente sobre su hombro.

    –Es por aquí– indicó Jack sonriente, señalando hacia el arco de ramas flanqueado por altos setos que conducían a un claro.

    Victor tragó en seco al ver las cinco figuras talladas en las puertas de los troncos. Cuando el esqueleto le habló sobre "portales mágicos" creyó que su pesadilla estaría llegando a su fin, pero por lo visto no era el caso.

    –Es esta– repuso Jack dando un paso al frente de la puerta con el corazón al centro–. Por aquí he entrado.

    –¿De verdad pretendes que te siga?– cuestionó Victor, dudoso. El esqueleto parlante con esmoquin parecía amistoso y simpático hasta cierto punto, y además, si realmente era solo un sueño, no había nada que temer.

    ¿O si?

    Solo debía seguirle la corriente hasta por fin despertar.

    –¿Listo?– preguntó Jack, girando de la perilla con la silueta de calabaza. Victor no tuvo tiempo de dar su respuesta cuando los dos fueron absorbidos hacia el interior del hueco árbol.

    Cayeron en picada hacia un pozo que parecía no tener fin. Después todo quedó oscuro.

    –¡Jack!, ¡Jack!...¡Es Jack!

    Todavía desorientado y semidesvanecido por el golpe, Victor se mordió el interior de las mejillas para no gritar de espanto al ver a los tres monstruosos chiquillos correr en su dirección.

    El susto se le pasó un poco al verles quitarse las máscaras.

    –Y este, ¿Quién es?– se extrañó Lock, escudriñando de cerca al intruso. Shock y Barrel lo imitaron hasta que Jack interpuso el brazo a modo de barrera.

    –Es mi invitado– esclareció, tendiendole la mano a Victor para ayudarlo a levantarse–. Y más les vale no importunarlo mientras este aquí...¿Entendieron?– su tono se volvió amenazador.

    El trío de infantes asintieron de inmediato, pero mantuvieron en todo momento sus dedos cruzados tras de su espalda.
    **

    Llegaron a la enorme verja metálica. Un grupo musical constituido por seres descarnados tocaban sus instrumentos en una tétrica sinfonía que le puso a Victor la piel de gallina.

    Ya era muy tarde para dar marcha atrás. Había tratado de no mirar nada desde que salieron del bosque (Tal como Jack le había recomendado).

    Hasta ese momento Victor se había concentrado en mirar únicamente la punta de sus lustrosos zapatos. Pero al apartar su mirada de ellos, se encontró con el peculiar grupo. Después, se fijó en la extraña torre tras la verja.

    –Anda, sube– lo animó Jack una vez que abrió el portón.

    Victor, que ya sentía al menos un centenar de ojos puestos en él desde distintos puntos del lugar, optó por hacer caso. Subió corriendo la escalinata y entró como una exhalación en el hogar del esqueleto.

    –Se bienvenido y ponte cómodo– le instó Jack mientras encendía la chimenea.

    Victor observó la pizarra junto a los vitrales. Una silla eléctrica resplandecía en una esquina de la estancia, pero no fue sino hasta que sintió una caricia en la pierna, que el miedo se apoderó nuevamente de él.

    Sin poder evitarlo, Victor soltó un chillido, dio un salto hacia adelante y se sacudió animalillos imaginarios de la ropa.

    –¡Zero!– exclamó Jack encantado.

    El fantasmagórico cachorro que flotaba a pocos palmos del suelo, fue enseguida hasta él.

    Victor abrió la boca en sorpresa por el espécimen blanco nacarado que acababa de materializarse ante sus ojos. Era un perro...¡Un perro fantasma!

    –Ten calma, no muerde– lo tranquilizó Jack, dando suaves palmadas sobre la brumosa cabeza.

    Victor se armó de valor para ponerse en cuclillas. Zero se deslizó flotando hacia él y permitió que le prodigara caricias en el semiinvisible lomo.

    –Ya tendría que haber despertado– farfulló Victor en voz baja, confuso por el caudal de acontecimientos de su sueño. Creyó que si hacía caso al ente, le sería más fácil despertarse. Por lo visto se había equivocado.

    –Bien. Comenzaremos a instruirte en lo de tu cita– carraspeó Jack tras volver de la cocina con una jarra de un líquido semiespeso color esmeralda que vertió en dos vasos.

    Victor compuso un gesto de asco al mirar dentro de su vaso. Aquella sustancia verde burbujeaba y semejaba a vomito.

    –Agua fresca de pantano– aclaró Jack con una sonrisa radiante.

    –Estoy bien, gracias– rehusó Victor, tratando de que las arcadas que sentía no se hicieran muy evidentes.

    Jack acomodó su maletín junto a la pizarra. Encendió la bombilla del techo y se hizo con una larga rama de sauce.

    –Pues entonces empecemos ya– tomó el gis y comenzó a garabatear dos columnas.

    Victor veía todo intrigado. De no ser por el esqueleto que se hacía llamar Jack, el perro fantasma que daba vueltas a sus pies, el material de tortura y los murciélagos de las esquinas, se sentiría en una clase con su institutriz de infancia.

    –He notado algunas cosas sobre ti desde que te vi esta mañana– empezó Jack, finalizando su escrito–. Eres tímido, eres torpe y eres huidizo.

    Remarcó cada palabra con la tiza.

    Victor separó los labios para protestar, pero volvió a cerrarlos al no encontrar ninguna refutación convincente.

    Si era tímido. Por lo general esperaba a que otros hablaran primero para poder hacerlo él.

    Era tan torpe cuando se ponía nervioso que se le caían las cosas de las manos, tartamudeaba y cambiaba las palabras que tenía en mente.

    Y por lo general evitaba meterse en conflictos lo más que le era posible.

    En suma, Jack estaba en lo cierto.

    –Todo lo que necesitas– prosiguió Jack, uniendo las tres palabras en una flecha–. Es confianza en ti mismo. Y para ello debes practicar...pero no a solas– añadió cuando Victor pretendía refutar lo dicho–. Tienes que poner la teoría en práctica con una dama de verdad. Para que, llegada la hora, puedas hacerlo con la chica que te interesa.

    –Soy demasiado introvertido para invitar a salir a alguien– objetó Victor afligido–. Yo...en verdad no podría.

    –No tienes que hacerlo– una espléndida sonrisa afloró en Jack al oír el timbre. Se trataba del diablillo de Lock, quien llevaba de la mano a la mujer anfibio.

    Jack los dejó entrar de buena gana y luego hizo un gesto para instar a Victor a presentarse.

    El pálido semblante del muchacho se tornó aún más lívido al ver de cerca la piel verdosa cubierta de escamas.

    –Ah, bueno...me llamo Victor Van Dort– se obligó a decir.

    –Los dejaré un momento a solas– dijo Jack, tomando a Lock de los hombros para conducirlo también a la salida.

    **

    –¿Y bien?– preguntó Jack nada más entrar a su humilde morada una hora mas tarde–. ¿Cómo ha estado?

    Hecho un ovillo en la esquina del comedor, Victor no dejaba de temblar y de abrazarse las rodillas.

    La monstruosidad acuática se había fugado por la ventana, indignada y maldiciendo.

    –Qu...quería arrastrarme a las profundidades del lago– logró decir Victor cuando se hubo calmado–. No me ha dejado hablar en todo el rato y...

    –Ya esta bien– lo consoló Jack, sentándose a su lado. Acto seguido chasqueó sus huesudos dedos y Shock cruzó el umbral tomada de la mano de una anciana bruja–. Nuestra traviesa amiga ha tenido la gentileza de traer a su tatarabuela para que la conozcas.

    Con ojos desorbitados, Victor observó a la anciana de nariz puntiaguda y cabello entrecano.

    –Recuerda– le susurró Jack al oído–. Toma tú la iniciativa. Imagina que estás hablando con la chica que quieres conquistar.

    Soltando una siniestra risotada, Shock se alejó de su pariente para seguir al esqueleto.

    –¡Tratelo bien, anciana!– pidió Jack, agitando el brazo antes de salir de la casa.

    **

    En el claro horizonte la luz del sol poniente ya se ocultaba y el cielo iba tiñendose de una mezcla de tonos ópalos y rojizos.

    La noche pronto caería y Jack, que empezaba a sentirse preocupado con el irresoluto tema de su nuevo compañero, se llenó de una aguda frustración al abrir la puerta y descubrir a Victor oculto debajo de la mesa de experimentos, con los ojos cerrados y temblando.

    La vieja bruja cuyo rostro estaba surcado de arrugas hizo un gesto de ofensa al calarse bien el gorro en la cabeza.

    –En mis doscientos años no había conocido a tan poco hombre como este– bufó, enroscandose una cría de anaconda al cuello que pronto adquirió la forma de una bufanda.

    Jack la miró salir y azotar la puerta.

    –¿Pero que ha ocurrido?– se precipitó hacia el humano que yacía cubriéndose el rostro con el brazo.

    Atenazado por un espantoso temor, Victor se dispuso a explicar de carrerilla.

    –Fue realmente terrible– se restregó el rostro con las manos.

    –¡Espléndido!– felicitó Jack.

    –No, no lo entiendes. Te...tenía un muñeco de paja y le ha puesto un trozo de mi saco y un mechón de mi cabello y de pronto yo hacía lo mismo que el muñeco y....y....

    Las atropelladas y balbuceantes palabras se vieron interrumpidas cuando el más pequeño del trío de los chicos de Oogie Boogie entró en la estancia.

    –¡Jack, he traído a la mujer lobo!– anunció Barrel, haciéndose a un lado para exhibir a la aludida.

    A Victor se le pusieron los nervios de punta. Tomó a Jack del brazo y lo arrastró hasta el otro extremo de la habitación.

    –Ya es suficiente– se ofuscó tirándose del cabello–. Esto no esta funcionando.

    –Oh, vamos. No seas pesimista. La tercera es la vencida.

    –Lo que tu quieres es matarme de un susto– le recriminó Victor ceñudo, apuntándole el pecho con el dedo–. No saldré con una mujer lobo, ni con una momia o...lo que sea que pretendas...¿Cómo se supone que tenga una cita si no conozco a ninguna de esas...esas cosas?

    Jack se rascó pensativo la barbilla.

    –Pero has dicho que tampoco conoces a aquella humana– le hizo ver.

    Victor suspiró prolongadamente.

    –Es diferente– aclaró–. Ni siquiera se por qué estoy teniendo esta discusión contigo, siendo que no existes.

    –¿Jack?– presionó Barrel desde el umbral.

    Jack hizo un aspaviento con la mano para instarlo a retirarse.

    –De acuerdo. Si dices que no existo, no te molestara tener una cita conmigo.

    Consternado, Victor pestañeó.

    –¿Contigo?

    –¿Por qué no?...solo es una simulación. Además, ya no te asusto tanto, ¿Verdad?

    –Pues...– dudó Victor, entornando la mirada hacia la ventana, donde vio aparecerse el peludo rostro de la mujer lobo. El vello de la nuca se le erizó al imaginarse lo que le depararía una cita con ella–. Bien, bien. Una cita contigo y me llevas de vuelta a mi dormitorio, me ayudas a despertar o lo que sea que me haga salir de esta pesadilla.

    –Perfecto– pronunció Jack felizmente –. Pero tenemos que hacerlo lo más realista posible. Así podrás ponerlo en práctica con tu chica.

    Contagiado del entusiasmo de su amo, Zero ladró y correteó en círculos alrededor de Jack.
    **

    Jubiloso, Jack Skellington se había tomado su tiempo en hacer la estancia lo más acogedora posible para su invitado que aguardaba impaciente sentado en el sofá.

    A petición de Victor, Jack había bajado las cortinas para que ningún curioso les mirara. Aunque conociendo a los ciudadanos, seguramente estarían organizando una asamblea ahora mismo, o esperando todos reunidos y con los tímpanos agudizados afuera de la torre.

    No importaba ya, porque Jack estaba decidido a ayudar al joven humano y de paso, averiguar más sobre esa extraña celebración de San Valentin.

    –Ya puedes venir– anunció cuando terminó de poner la mesa.

    Jugueteando con sus manos para mitigar el nerviosismo que sentía, Victor fue a tomar asiento frente al esqueleto.

    Este era, de lejos, el sueño más estrafalario y largo que había tenido en toda su vida.

    –¿Qué problema tienes con las citas?– indagó Jack, levantando la tapa de la primera fuente–. Tarántulas con miel. Adelante, no te limites.

    Victor se estremeció al ver las enormes arañas del plato de peltre. Enseguida se excusó apartando su vajilla.

    –Todo– respondió con pesar– En una cita es importante hablar y yo me...me trabo mucho y nunca sé que decir. Confundo las palabras.

    –¿Desde cuando te pasa?– se interesó Jack levantando una ceja.

    –No lo sé. Mis padres siempre han elegido mis citas por mi. Nunca me han dado la libertad de elegir porque quieren que nuestro apellido tenga más renombre. Así que escogen a familias adineradas sin siquiera consultarme.

    Jack cruzó las manos sobre la mesa. Meditó un momento y se sonrió.

    –Mmh...¿Y por qué no te fugas?

    –¿Qué?– preguntó Victor, incrédulo–. No puedo hacer eso, les daría un gran disgusto.

    –Nadie debería obligarte a estar con alguien– opinó Jack mientras servía agua de lluvia en dos vasos.

    –No– Victor se rascó la nuca, incómodo–. Creo que no.

    De pronto un estruendoso rugido de tripas inundó la estancia.

    Visiblemente apenado, Victor se sujetó el estómago. Estaba hambriento.

    Divertido, Jack le acercó las tarántulas bañadas en miel.

    –Anda, come algo.

    –Preferiría...

    "Esperar a levantarme"

    –¡Ah, claro, debí adivinarlo. Eres vegetariano!– Jack se dio un golpe en la frente con el puño cerrado. Corrió a la nevera y buscó en los cajones hasta encontrar la ensaladera con apetitosas hojas verdes. Se lo entregó a Victor junto a otro vaso con agua.

    Aunque no quería probar nada de ahí, Victor cedió y se sirvió una pequeña ración de lo que supuso era alguna especie de lechuga. Pinchó la hoja más grande con el tenedor y se la llevó a la boca.

    –Delicioso, ¿No es así?– Jack le sirvió otro tanto, pero Victor no volvió a probar bocado, sino que, comenzó a rascarse los brazos con gran desespero.

    De repente sentía la garganta obstruida y le costaba respirar.

    Advirtiendo lo último, Jack se apresuró a socorrerlo. Lo abrazó por la espalda y ejerció presión en el pecho hasta que Victor escupió una maraña de hojas.

    –¿Qué diablos era eso?– preguntó Victor muy serio, quitándose el saco para registrar la urticaria de su piel.

    Jack se dio golpecitos en el mentón, extrañado por la reacción al alimento.

    –Hiedra venenosa– explicó serenamente.

    –Se acabó. Me largo.

    Enojado, Victor se levantó de la silla. No alcanzó a dar ni tres pasos cuando la puerta de la entrada de la torre fue azotada. El robusto alcalde asomó su expresivo rostro sonriente bajo el gran sombrero de copa.

    –¡¿En donde esta el forastero?!– quiso saber.

    Jack se asombró de verlo, pero pronto comprendió el asunto al ver a los tres chicos de Oogie Boogie riendo tras el cuerpo del alcalde.

    –Soy yo– farfulló Victor, levantando una temblorosa mano–. No se preocupe que ya estaba por irme....o despertarme...o lo que sea.

    –No, no– negó el alcalde, yendo a tomarlo del brazo. Jack los siguió a la entrada del portón, presto a explicar su nuevo yerro. Sin embargo no imaginó que toda la ciudad estaría reunida afuera de su casa. Parecía la víspera de Halloween.

    –Debiste decírmelo, Jack– reprendió el alcalde, alzando un dedo acusador hacia el esqueleto–. Hay que presentarlo cuanto antes. Todos quieren conocerlo y saber acerca de él.

    –No me parece prudente que...– trató Jack en vano. El alcalde ya había subido a su auto junto a Victor y la sirena del gato empezó a ulular para anunciar la próxima asamblea que tendría lugar en el centro de la plaza de la ciudad.

    –Que enredo– se lamentó Jack, acariciándose la huesuda nuca.
    **

    Los densos nubarrones ya se cernían en el cielo para cuando el alcalde subió a uno de los promontorios sujetando a un sudoroso, pálido y aterrado Victor Van Dort.

    La concurrencia de los ciudadanos había formado un círculo alrededor mientras susurraban impacientes toda vez que señalaban al humano.

    Jack llegó todo lo rápido que le fue posible, pero, por más que trataba, no era capaz de abrirse paso entre la curiosa muchedumbre que abarrotaba la plaza.

    –¿Cuál es tu nombre?– el alcalde acercó el megáfono hacia los labios azulados de Victor, pero este no podía hablar porque tenía la lengua hinchada a causa de la hiedra.

    –¡Se llama Victor Van Dort!– respondió la monstruosa dama de la laguna, acaparando en el acto la atención de todos los presentes–. ¡Y escuchen esto...no sabe nadar!

    Hubo un gran clamor. La concurrencia rompió en sonoras carcajadas en tanto Victor enrojecía hasta las orejas.

    –¡Eso no es nada!– comentó una de las brujas–. ¡Tampoco sabe bailar y cree que la magia no existe!

    Más risas diabólicas prorrumpieron en derredor. Victor empezaba a sentirse mareado cuando Jack se situó al frente y se hizo con el megáfono.

    –¡Amigos míos, no perdamos la cabeza!

    –¡Lo siento!– se disculpó el hombre decapitado de la orquesta. Jack negó en ademán.

    –Traje a Victor aquí porque quería conocer las festividades de su mundo.

    –¿Y cuales son?– preguntó el niño rollizo de párpados cocidos.

    Jack se alzó de hombros.

    –¡Solo es un amargado que no sabe cómo tratar a una dama!– contraatacó la bruja.

    –No es culpa suya– intervino nuevamente Jack, colocando un brazo sobre los hombros de Victor–. ¡Sus padres lo obligan a tener citas. No lo dejan decidir por si mismo!

    Las risas se propagaron una vez más.

    Irritado, colorado, humillado y a medio desmayarse, Victor apartó la huesuda mano de Jack y bajó los escalones sin querer mirar atrás.

    En poco tiempo cruzó el cementerio junto al gran kiosco principal. No dejaba de rascarse el cuello y los brazos a medida que se internaba en la inmensidad de aquel bosque.

    Ya encontraría el camino a su casa...su cama. ¡Lo que fuera!

    El punto era salir de ahí con urgencia.

    Desafortunadamente todos los raquíticos árboles se semejaban. Había murciélagos pendiendo por doquier, con sus diminutos y brillantes ojos relampagueando en la oscuridad de la noche.

    Victor tropezó al menos dos veces con las serpenteantes ramas de los sauces. E incluso le pareció ver la mano de un muerto sobresaliendo de la tierra.

    El pánico enturbiaba su sentido común. Sentía el estómago del revés. Los escalofríos le subían por la columna vertebral como grandes bloques de hielo.

    Estaba perdido.

    –¡Espera!

    La conocida voz se le antojó incluso agradable en aquellos momentos de angustia.

    Victor dejó de caminar errante. Una manta le rodeó los pies, pero pronto se enteró que se trataba de Zero. Jack llegó corriendo a su lado con una gran jarra de barro.

    –Bebelo– le urgió el esqueleto–. Es el antídoto de la hiedra. Me disculpo por no haber recordado tu condición humana.

    Aunque renuente al comienzo, Victor vio en la esquelética faz que Jack estaba realmente arrepentido, así que accedió a beber el viscoso brebaje.

    Casi al instante los molestos síntomas desaparecieron de raíz. Desde la picazón hasta la hinchazón en la lengua. Victor se sintió mejorado, aliviado y....somnoliento.

    Jack lo atrapó al vuelo justo cuando Victor se zambulló, literalmente, en un profundo sueño.

    –El doctor Finklestein dijo que solo era un efecto secundario– murmuró Jack al notar a Zero olfateando el rostro dormido como para verificar que siguiera con vida–. Vayamos a casa y mañana lo llevamos de vuelta a su mundo, amigo.

    **

    –Buenos días, dormilón.

    Lo primero que vio Victor al despertar fue el familiar cráneo. Miró aturdido alrededor, reconociendo al cabo el interior de la torre. Enseguida se tocó el rostro, se pellizcó el brazo y se restregó los párpados una y otra vez.

    Finos halos solares iluminaban los vitrales de la estancia. Afuera Victor reconoció a un grupo de vampiros que se cubrían alarmados con sus capas, resguardandose bajo sendas sombrillas oscuras para escapar de la luz del alba.

    –¿Aún estoy dormido?– preguntó Victor en voz alta. Jack había empezado a mover su mano de un lado al otro, esbozando su perenne sonrisa carismática.

    Desosegado, Victor bajó los pies del sofá.

    –Tengo que irme.

    –Ya lo sé– murmuró Jack en tono decepcionado–. Te acompañaré. Iba a hacerlo ayer, pero la poción del doctor Finklestein te puso a dormir y...

    –Un momento- lo interrumpió Victor con apremio–. ¿Ayer?

    Jack lo miró sin comprender.

    –¡La cita con lady Valery!– se escandalizó el joven aristócrata–. Le prometí a mis padres...

    –Tal vez ya sea tiempo de que empieces a tomar tus propias desiciones– aconsejó Jack, haciéndose con el murciélago disecado del perchero para ajustarselo al cuello del esmoquin.

    Victor agachó la cabeza, abrumado.
    **

    El camino al bosque era demasiado diferente de día que de noche. Después de atravesar el colorido campo de calabazas y algunos arbustos espinosos, ya estaban en el claro donde yacían los árboles de los portales.

    Estaba siendo una pesadilla muy larga y caótica y, por un instante, Victor se preguntó si acaso se encontraría enfermo y por ende no era capaz de despertar.

    –Hasta aquí llego yo– informó Jack en tono lacónico, estrechando la mano del humano con camaradería.

    Victor aceptó el gesto, tratando de ignorar la sutil y dolorosa punzada de la despedida. Había sueños en los que te encariñabas de las personas....o entes. Y este debía ser uno de esos.

    –Adiós, Victor Van Dort.

    Victor suspiró, incapaz de hablar, agitó el brazo y dio un salto hacia el interior del hueco árbol.
    **

    Habían transcurrido ya tres días desde la partida del humano y toda la ciudad de Halloween seguía preguntándose ¿Qué le pasaba a Jack?

    ¿Por qué no salía de su casa?

    ¿Por qué no se reunía para ver los planos de los preparativos del próximo año?

    ¿Por qué no enseñaba a los niños a asustar correctamente?

    Aunque Jack no abría la puerta a nadie, hubo quienes aseguraron ver su silueta deambular por las noches de orilla a orilla de la planta superior de su torre.

    Parecía obsesionado con algo en particular, pero el qué, nadie podía garantizarlo.

    Seguramente tenía que ver con la corta pero extravagante visita del humano.

    El alcalde vigilaba la portalada día y noche por si al esqueleto se le ocurría salir, pero hasta ahora no pasaba.

    Asimismo las botellas con mensajes de Sally muñeca de trapo se acumulaban bajo la ventana de Jack.

    El trío de Oogie Boogie había sugerido echar la puerta abajo para irrumpir en la torre, pero tal cosa no hizo falta.

    La cuarta noche la mayoría de los ciudadanos confundieron una silueta trajeada con la de Jack y todos empezaron a ovacionar en coro.

    Sin embargo el silencio predominó cuando la figura de Victor Van Dort quedó al descubierto bajo el claro de la luna.

    –¡No es Jack!– lloriqueó el niño rollizo. El hombre lobo aulló en son de nostalgia.

    –¿Pero que hace ese humano aquí?– se oyó un murmullo a la lejanía.

    No obstante la congregación pronto se dispersó y Victor tuvo el camino libre hasta la torre.

    Golpeó la aldaba vez tras vez, pero no hubo ninguna respuesta.

    –¿Jack?– alzó la voz, pegando el oído a la puerta para intentar escuchar. Zero atravesó la madera para repartir lametazos a diestra y siniestra, haciendo reír a Victor.

    Ante la conocida risa, Jack abrió la puerta. La ciudad entera volvió a congregarse a los pies de la escalinata de piedra. Victor se rascó la mejilla con pena al saberse observado por los presentes.

    –¿Victor?– se extrañó Jack–. ¿Qué haces aquí? ¿Te perdiste de regreso?

    Una inexplicable alegría se apoderó de Jack. Porque en el fondo sabía que no era el caso. Victor estaba ahí por voluntad propia.

    Pero aun había algo que le inquietaba.

    –¿Cómo estuvo tu cita?– inquirió por lo bajo, aunque de nada le sirvió porque Lock había subido para escuchar la conversación que más tarde contaría a cada ciudadano del pueblo.

    –En realidad, no fui– confesó Victor con media sonrisa nerviosa–. Tenías razón con que debo tomar mis propias desiciones. Mis padres no estuvieron muy felices, por supuesto, pero...ya lo aceptaran. Quería venir a agradecerte y aun te debo una explicación sobre San Valentin– hizo una pausa y contuvo la respiración–. Digo, si aun te interesa.

    Pletórico de alegría, Jack asintió. Tomó a Victor de la mano y tiró de él hacia el interior de la torre para después cerrar la puerta y echar el pestillo.

    Edited by [Ray] - 19/3/2024, 03:55
  8. .
    Que jodida vergüenza pasé hoy. Faltaron dos de mis trabajadores estrella y no me daba abasto en todas las áreas. Me hablaban de todos lados a la vez, el celular timbre y timbre y ya en un momento dado hice corto circuito. Me resbalé, me tiré el café encima, se me quebró mi termo y todos cuchicheando a mis espaldas.

    Esto quedará para la posteridad.
  9. .
    La favorita- de Yorgos Lanthimos.

    SPOILER (click to view)
    Ya a sabiendas de su brillante director, no se puede más que esperar lo mejor. Esta cinta presenta una portentosa ambientación para un drama de época con un elaborado comienzo arcaico, actuaciones solventes y un soberbio uso de la estética.

    Un mérito extraordinario y tan palpable que parece que cuando vemos una de las segmentadas escenas nos transportamos como por arte de magia a esa etapa de la gran bretaña en los años 1700. Lo que es el vestuario, el peinado, la musicalización (Que abarca una hermosa sinfonía clásica aleatoria que discurre desde Bach hasta Schubert), carruajes, mobiliario, paisajes, historia... Todo es de una factura exquisita y, en conjunto, todo un deleite visual y auditivo. Al igual que la interpretación de los actores principales. Como la estupenda Emma Stone y sus majestuosos primeros planos que nos detallan su gesticulación y el sentir de sus soliloquios, mismos que sumergen al espectador en una maraña de intenciones con doble sentido, pretendiendo ser ingeniosas o intencionadas y que logran acaparar desde el primer hasta el último plano. Ello sin menospreciar la espectacular actuación de Olivia Colman y Rachel Weisz.

    Los dobles ardides, la implacable seducción, el crudo romance, el sórdido drama, la devastadora guerra, el contexto histórico innovador. No hay un sólo ápice narrativo que no sea destacable en esta cinta.

    Como película, se adentra, de manera ejemplar, en las personalidades e historias de los personajes, escudriñando en sus sueños, fracasos y ambiciones, todo ello solventado por unas magníficas interpretaciones de todo el elenco.

    Sin duda una de las mejores de este gran director. Muero de ganas por ver pobres criaturas.
  10. .
    Jugar se había convertido más que en una rutina. Era como una segunda realidad alternativa donde, si te equivocabas, tenías la oportunidad de empezar de nuevo. El juego se rebobinaba, las vidas se recuperaban, los errores se reseteaban.

    En los videojuegos gozabas de una gran variedad de posibilidades. Tu elegías el escenario, la partida, el personaje, las armas, la ruta y las vertientes de las mismas.

    Dentro de los juegos, el margen límite de fallos de la vida real se desdibujaba. Habían reglas y todo estaba estipulado. No existía el azar, el destino, ni ninguna de esas tonterías de las que solía jactarse la gente. Si moría, siempre podía reiniciar la partida. En cambio, en el mundo real ¿Qué o quién podía señalar un camino a seguir sin resultados lamentables?

    Allí no podías comenzar de nuevo. Si errabas, tu fallo se veía reflejado en tu propio futuro y el de otros tantos.

    Arisu Ryohei ya ni siquiera recordaba en qué momento comenzó a interesarse más y más en aquellos juegos virtuales. Partidas en línea, juegos en solitario o comandados por bots. En realidad no importaba. Lo que le gustaba era estudiar al resto de jugadores e idear sus propias estratagemas en pos de salir victorioso.

    El riesgo, la adrenalina, el trabajo en equipo, la dificultad yendo en aumento con cada nuevo nivel.

    Racionalidad, logística, estadística, probabilidad, dificultad, género.

    Jugar era adictivo, emocionante y revitalizante. Le proporcionaba un motivo y algo en lo que centrarse.

    Todo ello, en conjunto, lo hacía sentir tan bien y tan vivo.

    Podía abstraerse horas enteras mientras la luz del monitor irradiaba a través de sus oscuras pupilas, sin que él se enterara de nada más allá de lo que veía.

    Iniciar. Avanzar. Seguir las reglas. Vencer obstáculos. Ganar.

    Arriba, abajo, seleccionar, AB, izquierda, derecha.

    Para cuando Arisu finalizó la partida su padre ya había vuelto de la oficina. La puerta de su habitación fue azotada y Arisu, mediando un inseguro titubeo de desconcierto, apagó la consola y se quitó el casco de los audífonos.

    –Es increíble. Perdiste otra entrevista de trabajo– rumió su padre, restregandose el cabello al verle nuevamente ahí. Porque si, Arisu había estado jugando desde el despuntar del alba y ahora, al dirigir una fútil mirada a las persianas junto a la cama, pudo advertir que había oscurecido.

    –Yo...lo...– empezó a decir, pero calló cuando su padre se llevó el índice a los labios. Su semblante estaba teñido de una honda indignación tras presenciar un nuevo fracaso.

    –No te esfuerzas lo suficiente, Arisu. Todo lo que haces es jugar. Estás desperdiciando tu vida.

    Arisu apenas tuvo tiempo de cerrar los ojos cuando la puerta de su dormitorio fue azotada con ira.

    La frustración empezó a gobernar cada una de sus articulaciones. Se levantó para estirarse y vio la hora parpadear en el reloj digital sobre la cabecera de su cama.

    Las siete menos cuarto.

    El mundo real era tan aburrido, tan simple y desprovisto de emoción. Allí no tenía a donde ir, ni tampoco en donde estar.

    Pero cuando Arisu jugaba, perdía la noción de todo. De su alrededor, del tiempo, a veces incluso de sí mismo. Y eso era, en definitiva, lo mejor de todo.

    **

    Había acordado reunirse en la terraza del edificio del instituto con sus amigos.

    Karube y Tatta ya lo esperaban apoyados de espaldas al barandal de concreto.

    –¿Y bien?– preguntó Tatta crispando un gesto de expectación que fue secundado por Karube.

    Arisu se alzó de hombros, se rascó el costado del cuello y fue a recargarse en el muro.

    –No fui a la entrevista. Yo...me olvidé– confesó entre incómodo y apenado. Era la segunda del mes que dejaba pasar. Quería convencerse de que no lo hacía intencionalmente, pero ¿Qué otro incentivo tenía?

    ¿Ganar dinero?

    ¿Acoplarse al mundo laboral?

    ¿Obedecer los deseos de su padre?

    Era tan monótono todo que Arisu solo quería sumergirse en los juegos de video hasta no pensar más en lo que le aquejaba actualmente.

    Tenía miedo. El miedo era lo que estaba siempre en el fondo. Un temor subyacente pero palpable.

    –Bueno, ya habrá otra oportunidad– lo animó Karube con cierta cautela, dándole una palmada en el hombro. Tatta asintió efusivamente mientras se quitaba la gorra y la lanzaba al aire para luego atraparla.

    –Tu papá es un amargado, Arisu. Que no te afecte lo que diga. Tienes mucho tiempo para encontrar algo que te guste.

    "Tiempo"

    Alicaído y con el músculo de la mejilla temblandole, Arisu blandió media sonrisa que aparentaba conformidad y se inclinó para echar un vistazo al vacío, donde se apreciaban pocas personas andando por la calle y unos dos peatones en el puente que cruzaba la avenida. Recordó al instante el final del juego del fugitivo, donde el tiempo era parte clave para la supervivencia. 50 minutos y debía estar en la línea de meta o moriría.

    Si aplicara la misma regla en el mundo real, ¿Cuántas posibilidades había de que saliera victorioso?

    –Seguramente ninguna– murmuró compungido por lo bajo, retrocediendo poco a poco.

    Notó que Karube y Tatta lo observaban preocupados.

    Intentó sonreír. De pronto era más difícil hacerlo.

    –Nos veremos otro día– se despidió alzando el brazo.

    "Igual que todos los días.

    Lo mismo de siempre."

    Meditó sintiéndose apabullado.

    **

    Que su padre cediera con el tema de la entrevista de trabajo no podía augurar nada bueno. Aún así Arisu se las apañó para no pensar en ello. Evadiendose como solía hacer, adentrándose en la red de juegos que tan bien conocía y quería.

    Era lo único que podía hacer.

    No. De hecho, era lo mejor que sabía hacer.

    Cada persona buscaba un significado a su vida, pero ¿Cuál era el de Arisu?

    Nunca le había apasionado nada. Se sentía constantemente atrapado, encadenado en sus propias tierras fronterizas de la indecisión y el miedo acerrimo a un inminente fracaso.

    No podía ganar en el mundo real, pero si en uno de fantasía. Una y otra vez, sin importar las rémoras o los rivales. Solo en los juegos podía pasar de la incertidumbre a la resiliencia.

    Apuntar, recargar, disparar.

    Caminar, elegir, avanzar.

    Trepar, recolectar objetos, matar al enemigo.

    Trazar, saltar, girar, repetir.

    Oprimió los botones del mando vez tras vez, hasta que los dedos se le entumecieron y tuvo que hacer una pausa para beber agua.

    Su padre había estado muy callado los últimos días en que Arisu había procurado estar presente durante la cena. Sólo unos minutos. Picoteaba la comida, movía sistemáticamente sus dedos bajo la mesa, rememorando anteriores jugadas, emulando una partida mental hasta que su padre se retiraba de la mesa. Entonces Arisu lo imitaba. Lavaba los platos y volvía a su refugio emocional y mental: los videojuegos.

    Las partidas en solitario se le daban la mar de bien. Sin embargo, cuando recibió una invitación para unirse a un juego de binas, no pudo rechazarla.

    Su compañero, el rey de corazones, no solamente superó las expectativas iniciales de Arisu al ayudarle a eliminar al resto de jugadores, sino que le ayudó a subir rápidamente de posiciones.

    Rondas completadas, Trampas evadidas. Apuestas superadas. Trucos dominados.

    Puntos en aumento y la adrenalina al tope. La sentía trepar en la piel, hormiguearle en el pecho y vibrarle en los labios.

    Aquel jugador era diferente a todos cuantos habían participado en anteriores partidas con Arisu. Sus tácticas estaban muy bien ideadas, pero aun así presentaban fallas esporádicas que pretendían hacer partícipe directo a Arisu, permitiendoles a ambos superar cada partida con ayuda del contrario.

    En suma, hacían un dúo bastante bueno.

    Con cada día, la dificultad de los juegos iba en aumento. Y Arisu, que se había ido desconectando día a día de su rutina real, se interesó por primera vez en aquel que parecía compartir un gusto en común.

    "¿Cómo te llamas?"

    Escribió un día en el chat tras finalizada la partida virtual.

    Arisu contuvo el aliento ante los puntos suspensivos que anunciaban una próxima respuesta. Pero su ánimo se desinfló ante la corta evasiva.

    "¿Eso importa?"

    Desanimado, Arisu dejó el mando junto al monitor.

    –Supongo que no– musitó para sí mismo antes de irse a la cama.

    De entre su repertorio de juegos, el favorito de Arisu era el de Borderland. En parte por el grado de dificultad aparentemente aleatorio distribuido a lo largo de las rondas, pero también debido a que le permitía explorar a detalle al resto de los jugadores en base a sus elecciones durante cada partida.

    Había equipos que solo se preocupaban por sobrevivir, pero no hacían ningún esfuerzo por seguir avanzando. Estaban en un punto muerto. Como Arisu en la actualidad.

    Había ideado, en base a la complejidad de cada juego, una red de estrategias a seguir para mantener con vida a su equipo.

    La peor parte de los juegos, se dio cuenta Arisu más tarde, no era perder la vida, sino perder a sus camaradas.

    Los juegos podían resultar tan realistas a veces.

    –Arisu– lo llamó su padre con aspereza.

    Arisu parpadeó y al siguiente segundo se descubrió a sí mismo sosteniendo el cartón de jugo de naranja junto a la nevera. Su padre lo miraba reprobatoriamente desde el extremo opuesto del comedor. A juzgar por su expresión parecía llevar varios segundos (¿O minutos?) observándolo.

    Desconcertado, Arisu dejó despacio el jugo sobre la mesa. A menudo le sucedían aquellos percances, intervalos vacíos de tiempo donde se encontraba haciendo una cosa diferente a la que recordaba con anterioridad. Un minuto estaba jugando con la consola y al siguiente se encontraba en otra parte de la casa.

    Como a todo lo demás en su vida, Arisu decidió no darle importancia. Esa sensación de irrealidad lo acompañaba todo el tiempo. No solo cuando jugaba, sino a cada minuto de su existencia. Era como si su cuerpo no se decidiera a qué realidad pertenecer.

    Ligeramente consternado, Arisu ya se había dado la vuelta para alejarse a su habitación cuando su padre le bloqueó el camino. Desde el divorcio apenas si hablaban. Arisu había optado por quedarse con él por el simple hecho de que no quería volver a instalarse en otro punto de la ciudad. Aquello implicaría también perder a sus amistades. Pero probablemente era todo. La relación con su padre nunca había ido del todo bien.

    –Iré a ducharme– intentó infructuosamente pasar. Su padre señaló hacia el vitral de la encimera, pero Arisu no quiso voltear. Sabía lo que su padre estaba viendo en su rostro.

    –¿Hace cuanto que no duermes, Arisu?

    –Lo haré ahora– replicó en lugar de contestar. Ya había dado tres, cuatro pasos, cuando sintió la presencia del hombre a sus espaldas. Entonces Arisu cedió con su idea de alejarse, se sostuvo del barandal, dio media vuelta y miró con fijeza el rostro severo tan similar al suyo.

    –Mañana viene el gerente de la compañía a cenar.

    –Genial– trató de no sonar irónico o cortante, pero ciertamente que le daba lo mismo.

    Su padre suspiró con pesar ante aquella actitud reticente que tan bien conocía.

    –También vendrá su hijo. Le conté un poco sobre ti y quiere que se conozcan y tal vez se hagan amigos.

    Arisu asintió mecánicamente. Era extraño que, desde la partida de su madre, está fuera una de las conversaciones más largas entre ellos. Se preguntó si su padre no se habría arrepentido de contarle al gerente sobre su existencia al notar un atisbo de preocupación en sus ojos. Seguramente su padre no había siquiera escatimado en la mínima posibilidad de que su jefe sugiriera una reunión como esa.

    –Esta bien.

    Aquello debería terminar ahí, pero su padre no se movió un ápice.

    –Le he dicho que eres recepcionista en el hotel de junto...solo no hables durante la cena. Responde lo que se te pregunte, ya me haré cargo del resto.

    Intranquilo, Arisu pasó un trago amargo. Las relaciones cimentadas en mentiras nunca prometían nada bueno. Pero qué esperaba. No podía decepcionar o avergonzar a su padre, porque no era lo que se esperaba de él.

    "Solo es una cena" se dijo súbitamente al seguir de largo el tramo de escaleras faltante.

    **


    Iba a ser un día atareado y fastidioso para Arisu. Había tenido que cancelar con sus amigos y su padre le había dejado algo de efectivo para que se hiciera cargo de tener todo listo para la cena.

    Arisu no había podido dormir en toda la noche. Había decidido quedarse jugando una partida tras otra en múltiples juegos de supervivencia en su patético afán de lidiar con el estrés que la situación le generaba.

    Tener visitas ya era bastante problemático, pero encima se trataba del jefe de su padre, lo cual, solo empeoraba las cosas.

    Lentamente el crepúsculo tras la ventana se fue tiñendo del suave naranja del ocaso.

    "Fin del juego"

    Arisu soltó el mando y se giró sobre la silla para ver el despuntar del alba en su pleno cenit.

    Fue a tomar el desayuno. Hojuelas de maíz con leche.

    Adherida a la nevera había una larga nota escrita por su padre. Arisu solo se molestó en leer los primeros encargos del día. Al parecer tendría que hacer las compras para la cena, recoger los trajes de la lavandería, hacer la limpieza de la casa y estar presentable para las ocho.

    El tedio y las responsabilidades iban al por mayor. Y Arisu se sentía demasiado cansado para iniciar, así que optó por tomar una leve siesta antes de comenzar con sus actividades del día.

    Fue a su habitación a acostarse y en menos de dos minutos ya estaba dormido.

    En su subconsciente desfilaron escenas de lo más rocambolescas relacionadas a cada juego en que había participado.

    El mundo virtual y el real se habían mezclado en una extraña distopía de supervivencia.

    Desde cartas y piezas gigantes, hasta juegos de destreza y habilidad física.

    Ciudades condenadas, torturas del medioevo, interminables masacres, violentos asesinatos en masa y putrefactos cadáveres por doquier.

    Arisu despertó intempestivamente en el momento que se creyó cayendo desde un globo aerostático suspendido a seis mil pies de altura.

    Un escalofrío le recorrió la columna al ver el número siete exhibido en el despertador.

    –Oh no. No, no, no...¡Maldición!

    Salió de un salto de la cama. El cuarto estaba tenuemente iluminado por la fría y azulada luz de luna que asomaba por los intersticios de la ventana.

    Aun tratando de espabilar, tomó la canastilla de ropa sucia del pasillo en el cuarto de lavado.

    Ya no había tiempo para colocar otro ciclo en la lavandería.

    A toda prisa Arisu introdujo una a una las prendas en la lavadora, vertió dos tapas con jabón líquido y posicionó la manguera en el interior.

    –Bien– respiró agitado y corrió de vuelta al comedor para buscar la guía telefónica.

    Tampoco había tiempo para hacer las compras, y mucho menos de preparar una cena medianamente decente. Su padre estaría realmente decepcionado si no hacía algo para solucionarlo.

    "Estas desperdiciando tu vida con esos tontos juegos, Arisu"

    Sacudió la cabeza y marcó el número de la comida cantonesa que tanto gustaba a Karube. Ordenó a su domicilio cuatro platillos diferentes del menú previamente articulado por la operadora y tras cortar la llamada fue a lavar los platos sucios.

    Aún no iba a la mitad de la nueva encomienda cuando se interrumpió abruptamente para correr al cuarto de lavado.

    –Esto no puede estar ocurriendo ahora– refunfuñó al ver el enorme y creciente charco de agua bajo la lavadora.

    De inmediato cerró el grifo y se sostuvo los rebeldes mechones oscuros de cabello al ver el estropicio.

    Miró su reloj de pulsera y la ansiedad se disparó aún más.

    Tenía solo media hora para tener todo listo.
    **

    A pesar de haber fregado y refregado los pisos en tiempo récord, Arisu no quedó conforme con el resultado. La casa estaba limpia, si, pero seguía pareciendo deslucida.

    ¿Siempre había sido así?

    Últimamente pasaba tanto tiempo en su habitación que, no reparaba en ese tipo de detalles. Quizá debió decorar desde mucho antes, pero ya no había tiempo para lamentarse.

    La comida cantonesa llegó ocho minutos antes de la hora acordada para la cena.

    Arisu se apresuró a servir los platos y cubiertos, después fue a su dormitorio a buscar alguna muda apropiada para la ocasión, pero no encontró ninguna. El único frac que conservaba era uno beige que se había teñido de rosa por culpa de un calcetín rojo que Arisu se olvidó de separar. Ahora la chaqueta del traje lucía de un rosa pálido.

    De no haber tomado aquella siesta habría podido llegar a tiempo por la ropa. Además, su padre le había advertido estrictamente que no usará ninguna de sus holgadas playeras o ropa casual.

    "Esto va a ser un desastre" pensó apoyando su frente contra la puerta del armario.

    Ojalá todo terminará pronto. Que los invitados se fueran rápido y el jefe de su padre no tuviera una impresión tan pésima de ellos. De lo contrario Arisu estaría castigado de por vida...en el mejor de los casos.

    **

    Cuando su padre atravesó el umbral, Arisu ya le esperaba de pie en el comedor. Se rascó el empeine tras su tobillo y trató de aplacar los nervios al ver al hombre trajeado que entraba junto a su progenitor. Un par de metros más atrás se aproximaba un enigmático y apuesto joven de rubios cabellos y mirada confiada y arrogante.

    –Bu-Buenas noches– balbuceó Arisu, haciendo una reverencia al verlos entrar a la penúltima sección de la estancia.

    –Linda chaqueta– elogió el rubio izando una de sus comisuras en lo que Arisu creyó una evidente burla. Y no era para menos. Una chaqueta rosa no era precisamente una prenda elegante.

    Una ola de calor le cosquilleó la cara. Mucho más al percibir el gesto reprobatorio de su padre, quien, evidentemente molesto, se llevó los dedos al puente de la nariz.

    –Ya sirvo la cena– se excusó Arisu yendo hacia la barra para servir un poco de ración en cada plato.

    –Tienes un hijo encantador– comentó el jefe de su padre al tener el apetitoso plato delante suyo.

    –Arisu es...bueno, tiene lo suyo.

    El comentario escueto y poco significativo de su padre dolió como un latigazo en pleno estómago. Afligido Arisu terminó de colocar el resto de los platos y fue a tomar asiento, pero antes de lograr su cometido el chico rubio carraspeó.

    –Me parece que no nos han presentado.

    Alentado por el codazo de su padre, Arisu se acercó al asiento del muchacho rubio y le estrechó la mano.

    –Soy Arisu– se presentó, sintiéndose incómodo bajo la soberbia y escrutadora mirada que parecía leer a través de él.

    –Chishiya– pronunció el muchacho dando un firme apretón que provocó una mueca de dolor en Arisu. Si que era fuerte.

    –Shuntaro Nagato– dijo el jefe de su padre tendiendole la mano. Arisu la aceptó y enseguida se reunió con su padre en la mesa.

    Fue Chishiya el primero en tomar un bocado de brocoli. Su expresión reflexiva le dio a entender a Arisu que estaba analizando algo, pero ¿Qué cosa?

    Su padre enrolló los fideos en el tenedor y se saboreó el primer bocado.

    –Nada como un buen plato de comida casera, ¿A qué si, Nagato?

    El susodicho le dio la razón al dar cuenta del arroz.

    –¿Tienen vaporera?– preguntó Chishiya con presunta inocencia. Arisu tensó las manos sobre el mantel. Lo había pillado. Había descubierto el embuste.

    –Yo...– quiso justificarse, pero no hizo falta pues Chishiya le sonrió con complicidad.

    –Es verdad– gesticuló con clara sorna–. Nada como la comida casera.

    En su fuero interno Arisu rogó que su padre no advirtiera la ironía implícita tras aquellas palabras.

    La situación marchó relativamente bien. El señor Shuntaro había empezado a abordar el tema de las finanzas y la bolsa de valores, tópicos de sobra conocidos por el señor Ryohei y esporadicamente comentados por Chishiya.

    Solo Arisu decidió mantenerse al margen en todo momento. Escuchaba, pero era poco lo que entendía, así que se abstenía de participar en la plática.

    De vez en cuando miraba a Chishiya con disimulo, perdiéndose sin pretenderlo en aquellos fríos ojos de pestañas tupidas, en su actitud reservada y su flématica elocuencia al expresarse.

    Pese a ello Arisu ansiaba que la cena acabara pronto para volver a sumergirse en su lugar seguro: Los videojuegos.

    –¿Entonces estás cursando la carrera de médico cirujano, Chishiya?– cuestionó el padre de Arisu tras un momentáneo silencio.

    Arisu siguió atento el semblante circunspecto del aludido. Desde su llegada la resolución en la mirada de Chishiya parecía fluctuar entre el aburrimiento y el desinterés. Arisu no distinguía emoción alguna en el muchacho, y aquello lo alteraba.

    ¿Cómo era capaz de dominarse en todo momento?

    ¿Acaso no tenía emociones?

    –En efecto– respondió Chishiya en voz baja–. Solo me faltan veinte créditos. Creo que los conseguiré en el próximo examen.

    "Presumido"

    Arisu rodó los ojos y tamborileó los dedos sobre sus muslos. Bastó ese movimiento para volverse el blanco visual de Chishiya.

    –Ah, es verdad– comentó el joven rubio–. Iba a preguntar qué carrera escogería Arisu, pero mi padre mencionó que trabaja de recepcionista en un hotel. Qué gran logro. Deberíamos brindar por Arisu.

    En una fracción de segundo Arisu sintió que los colores le subían al rostro. Fuera por la vergüenza o los nervios. Chishiya había dado nuevamente en el clavo al evidenciar otra de sus tantas mentiras. A ese tipo no se le escapaba nada.

    –Que buena idea, Chishiya– tosió el padre de Arisu, incómodo–. Anda hijo, ve a buscar una buena botella de vino de la bodega.

    A duras penas Arisu hizo lo que se le pedía. Tomó la primera botella al alcance y se hizo con algunas copas de la alacena.

    Si Chishiya o el señor Shuntaro empezaban a cuestionarlo sobre su "empleo" estaba acabado. No saldría de esa con una burda mentira, estaba seguro de ello.

    Turbado sirvió la primera copa al señor Nagato. La segunda la entregó a su padre. Estaba vertiendo el líquido adulterado en la tercera cuando sintió el suave roce de la mano de Chishiya sobre sus dedos.

    El corazón le latió desbocado, se le resbaló la botella y la copa rodó sobre el mantel.

    –¡Arisu!– exclamó su padre, escandalizado al ver el desastre. Arisu había derramado la copa en el regazo de Chishiya, quien se levantó despacio de su asiento.

    –¡Lo...siento!– se disculpó Arisu con la cabeza gacha. Sentía las piernas flojas y se había puesto lívido.

    El señor Nagato no le dio importancia, pero el padre de Arisu estaba escolarizado.

    –¡No te quedes ahí parado!– lo reprendió–. ¡Ve y dale una toalla! Prestale otros pantalones.

    Fuertemente azorado, Arisu asintió deprisa. Se volvió hacia Chishiya y pasó saliva.

    –Sígueme– murmuró dirigiéndose hacia el rellano.

    Llegaron a la segunda planta. Arisu abrió la puerta de su habitación y encendió las luces antes de hacerse a un lado.

    Cogió aire al señalar el armario.

    –Toma lo que quieras.

    Lo siguiente era salir, pero al recordar las múltiples afrentas durante la cena, se devolvió sobre sus pasos, cerró la puerta y se quedó viendo fijamente al intruso.

    –¿Qué pretendías al querer delatarme?– exigió saber.

    Totalmente indiferente por la increpación, Chishiya empezó a pasar los ganchos de la ropa uno por uno, inspeccionando las prendas a detalle en busca de algo adecuado.

    –En realidad...nada– suspiró y retrocedió un paso para encarar a Arisu–. No eres bueno mintiendo y si hubiera querido desbaratar tu poco convincente histrionismo, lo habría hecho– sonrió vagamente antes de hacerse con un sencillo pantalón de vestir oscuro.

    Arisu se dio la vuelta con las mejillas arreboladas al oír el ruido de la cremallera al ser bajada.

    –Derramaste una copa de vino en mi entrepierna–dijo Chishiya sosegado–.Y aún así ¿Te apena verme en ropa interior?...¿Acaso eres virgen?

    La certera e hiriente mofa irritó a Arisu, quien puso cara de ofendida sorpresa. Sin embargo, apenado como estaba, no supo cómo contraatacar.

    –Solo pienso que es inapropiado mirar cuando un extraño se está desvistiendo delante mío– aclaró de brazos cruzados–. Además, todo esto fue culpa tuya en primer lugar...¿Por qué me tomaste la mano de la nada?

    –Ah, Eso. Solo estaba viendo las callosidades de tus dedos. Muestra inequívoca de tu vicio a los videojuegos...descuida– añadió Chishiya al subirse los pantalones–. También me gusta jugar. De hecho, quiero retarte a una partida.

    Extrañado Arisu le devolvió la mirada. El brillo que despedían los ojos de Chishiya era como de una tierra distante, de un lugar extraño y místico que Arisu había visitado alguna vez, quizá en los sueños o en los videojuegos.

    –¿Con qué fin?– quiso saber.

    Chishiya tomó los controles junto al televisor y los sopesó con expresión serena.

    –El que pierda hará lo que el otro quiera.

    Arisu contrajo las cejas en señal de desconfianza.

    –¿Y qué es lo que quieres?

    Chishiya dejó los controles sobre la consola, hizo amago de sonreír pero sus labios apenas se crisparon en un gesto que mediaba entre la presunción y la melancolía antes de responder.

    –Una cita– dijo con las manos en los bolsillos y la vista clavada en el tejado.
    **

    Estupefacto, Arisu sostuvo el control aun cuando el resultado inminente fue exhibido en pantalla. Había tratado de asimilar su derrota minutos atrás, cuando se supo sin muchos puntos y sin mayores salidas.

    Había visto ese tipo de jugada antes, pero no lograba recordar bien en ese momento.

    –Pareces sorprendido– comentó Chishiya, impertérrito. Arisu frunció un poco los labios. Estaba perplejo. No acababa de entender cómo Chishiya, que había empezado el juego tomando desiciones como un snob, terminará derrotandolo limpiamente.

    Su estrategia había sido sublime, tanto así que, Arisu no la vio venir.

    Había aceptado jugar con Chishiya solo para demostrarle que, por lo menos en los juegos, no estaba a su nivel.

    Cuan equivocado había estado.

    Su seguridad se fue desvaneciendo como la niebla. Lo único en lo que Arisu se creía bastante bueno eran los videojuegos. Sin embargo había perdido uno de sus preferidos frente a un novato.

    –Lo hiciste bien– lo felicitó, no queriendo parecer mal perdedor. Alargó su mano hacia Chishiya y lo vio curvar el gesto en una pose pensativa.

    –No pareces convencido con el resultado. Juguemos a algo más...¿Qué tal...?

    –¿Por qué quieres tener una cita conmigo?– lo interrumpió bruscamente Arisu, poniéndose a la defensiva. No le encontraba ningún sentido a tan directa propuesta.

    –No eres como los demás. Hay algo en ti que me hace pensar que podrías entenderme– repuso Chishiya en tono de tedio.

    Arisu esperó que agregara algo más, pero Chishiya se mostró reacio a continuar, como si no valiera la pena explicar algo por demás obvio.
    **

    No era tanto el resultado de la partida, sino el hecho en sí de haber perdido por segunda ocasión, lo que más abrumaba a Arisu. Estaba tan acostumbrado a ganar, que le costaba aceptar la derrota.

    Y cuando Chishiya le propuso la revancha, no fue capaz de negarse.

    Los juegos de supervivencia eran los predilectos de Arisu. Mantener vivo a su equipo, acumular la mayor cantidad de puntos, reunir objetos de valor y vencer al jefe final. No obstante al haber resultado perdedor Arisu decidió dejar que Chishiya eligiera la segunda contienda. Estaba seguro de que elegiría un uno a uno, pero lo que no esperó Arisu fue verlo apagar la consola.

    –¿Qué haces?

    –Busco.

    Y en efecto, Chishiya caminaba por el cuarto mirando inexpresivo en derredor. Pasó frente al estante de juegos y acarició los diferentes empaques hasta llegar a una simple caja que contenía algunos juegos de mesa.

    –¿Póker?– se extrañó Arisu al ver el mazo de cartas en la mano derecha de Chishiya.

    –Póker– convino este con media sonrisa de autosuficiencia.
    **

    El juego estaba resultando bastante reñido. Iban casi a la par. Acababan de recibir dos cartas cada uno boca abajo. Debían combinarlas con cinco cartas comunitarias.

    Arisu estaba aún indeciso en la ronda de apuestas. No se estaba concentrando como debería por pensar en qué cartas tendría Chishiya.

    En el póker había que estudiar las cartas, sopesar las probabilidades y luego predecir los resultados.

    ¿Era correcto arriesgarse o debía esperar otro poco?

    Las cartas ciegas estaban en el centro y fue el turno de Arisu por repartir tres cartas y una nueva ronda de apuestas.

    Todo era tan ridículamente extraño.

    ¿Por qué querría alguien como Chishiya salir en una cita con él?

    No era que no le gustara, pero todavía no entendía su motivación o si había algo oculto tras esa petición. De cualquier forma Arisu podría haberse negado de buenas a primeras y todo habría acabado allí. Se habrían despedido escuetamente y ahora mismo Arisu estaría enfrascado en alguna partida en borderland con sus amigos.

    En cambio le había seguido el juego y estaba siendo arrinconado. Él, que nunca perdía, él que se sabía tantos trucos y jugadas por pasar la mayor parte de su tiempo en los videojuegos.

    Ya iban por la cuarta ronda de apuestas. Chishiya repartió la única carta comunitaria, cruzó las manos bajo su barbilla y se quedó contemplando a Arisu con sus bellos ojos rasgados de mirada imperturbable.

    Se veía demasiado seguro de sí mismo. Debía tener una buena mano.

    Arisu contaba con una escalera, pero si Chishiya tenía color o full, estaba acabado. No quería salir más humillado, así que dejó sus cartas boca abajo. Era lo más sabio.

    La mirada perennemente monótona de Chishiya se posó sobre las cartas de Arisu, quien podía sentir como si aquella expresión escrutadora lo absorbiera.

    –Así que te retiras– masculló Chishiya con serenidad, bajando su mano de cartas.

    10-2, 9-4, J-3.

    Arisu separó los labios en muda sorpresa. El pasmo se apropió de toda su faz. Chishiya acababa de marcarle un farol. Mejor que eso, le había ganado nuevamente.

    "Rayos"

    –Bueno– murmuró Chishiya dándole una palmada en el hombro a modo de camaradería–. Diez treinta de la mañana. Línea dos del metro de Shibuya.

    Arisu se quedó con las palabras atascadas en la garganta cuando vio salir al misterioso sujeto del cuarto.
    **

    Al menos una cosa buena había resultado de todo eso, y era que su padre estaba encantado por la buena impresión que causó en su jefe.

    Por lo visto Chishiya había hablado también a favor de Arisu porque su padre no tuvo más quejas al respecto, y eso era mucho decir, teniendo en cuenta el estropicio que había ocasionado.

    Era un verdadero fastidio tener que salir de la seguridad y comodidad de su casa para quedar con un tipo tan...¿Cuál era la palabra?

    ¿Raro? ¿Misterioso?

    Arisu suspiró hondo al bajar velozmente las escaleras del metro. Chishiya ya le esperaba de brazos cruzados junto a una de las columnas del anden. Vestía un elegante e impoluto traje blanco que recordaba a la bata de los médicos.

    Al verlo Arisu perdió momentáneamente el aliento. No negaba que Chishiya poseía un fuerte atractivo físico, pero no quería dejarse llevar por el exterior.

    Tres personas pasaron a su lado. Arisu se detuvo.

    Si Chishiya no hubiera volteado en su dirección, Arisu se habría regresado por donde había venido. La ansiedad social lo estaba matando. Saberse rodeado de extraños a kilómetros de su hogar para ir a una cita con don perfecto...bueno, en definitiva no era un plan usual en su rutina.

    –Arisu. Llegaste.

    Con la respiración agitada Arisu se acercó, sin comprender del todo aquella increpación implícita. Hasta que alzó el rostro hacia el reloj que marcaba las once con trece minutos.

    –No medí bien los tiempos– reconoció, sin querer entrar en detalles. No quería que Chishiya se enterara de sus escasas salidas.

    –No importa– resopló Chishiya componiendo su mejor semblante de apatía–. ¿Cara o cruz?– preguntó al arrojar la moneda al aire.

    Arisu boqueó inseguro cuando el rubio cubrió la moneda con su mano.

    –¿Cara?

    –Cruz– recitó Chishiya al descubrir la moneda–. Significa que me toca elegir el lugar.

    –¿Por qué no solo caminamos un poco y regresamos a nuestra casa?– meditó Arisu fingiendo fastidio para disfrazar su nerviosismo.

    Con las manos en los bolsillos, Chishiya lo miró de reojo.

    –Elegiste cara– refutó con su voz melíflua y sedosa.

    Arisu torció los labios antes de decidirse a seguirlo.
    **

    Tal vez habría sido más prudente haberle dicho a Chishiya que tenía nulo conocimiento de lo que se hacía en una cita. Arisu nunca había estado en una.

    ¿Qué se supone que debía hacer o no hacer?

    ¿Por qué no habían reglas o instrucciones como en los videojuegos?

    Si estuviera en una partida, lo habría encontrado hasta divertido. Sin embargo era algo real, tangible. De verdad estaba allí, sentado a la mesa de un lujoso restaurante de comida francesa, bajo el reflector de una lámpara de araña tallada en cristal, tratando de descifrar el intrínseco menú.

    –Eh, quisiera ordenar esto de aquí, por favor– señaló la segunda columna del tabloide y agradeció la copa con agua que el mesero acababa de dejarle.

    Chishiya también ordenó y Arisu trató de mentalizarse y convencerse a sí mismo de que todo iría bien y podría regresar pronto a su casa a procesar todo el atolladero del día anterior y de ese.

    –¿Así qué...recepcionista?– inquirió Chishiya arqueando una ceja con intriga. Arisu jugueteó ansioso con sus dedos. La ronda de preguntas incómodas había comenzado.

    –Si, bien. No estoy trabajando ahora mismo– admitió rehuyendole la mirada–. Es solo que aún no sé qué es lo que quiero...¿Ser? ¿Hacer?

    Era difícil, incluso para él mismo, pensar en el tema. Lo había evadido durante meses, protegido tras la muralla de los videojuegos.

    La verdad era que odiaba su inútil vida, su sosa relación con su familia, y como plus, no le encontraba significado a su propia existencia.

    –Ya veo– meditó Chishiya. Dio un sorbo a la copa con agua y la dejó despacio sobre la servilleta–. Entonces no eres solo un nerd obsesionado con los videojuegos, sino que no te decides qué hacer con tu vida. Vaya dilema.

    Golpe bajo para Arisu.

    Aun así, algo en la expresión de Chishiya le hizo pensar que lo estaba fastidiando a propósito. Quería hacerlo enojar, pero ¿Por qué?

    –Su orden.

    Antes de poder replicar nada llegó el mesero con la comida. Arisu suspiró aliviado al tener el plato ante él. Al menos ya tenía con que entretenerse sin necesidad de hablar. Comería y la cita se acababa.

    Ese era el plan.

    –Esto está muy duro– trató infructuosamente de pinchar un trozo de lo que parecía carne, pero el tenedor se resbalaba. Cuando por fin sujetó un trozo y se lo llevó a la boca, un sabor peculiar inundó sus papilas gustativas.

    –No sabía que te gustara el caracol. No pareces es tipo de persona.

    Ni bien Chishiya acabó la frase, Arisu escupió (De forma estrepitosa y ruidosa) el bocado. Desafortunadamente la comida salpicó el apuesto rostro del chico rubio.

    Viendo lo que había hecho, Arisu se levantó deprisa para tratar de limpiarlo.

    –Lo lamento tanto.

    –No pasa nada– lo tranquilizó Chishiya, quitándole la servilleta de la mano para limpiarse él mismo.

    Arisu fue a sentarse de nuevo y apartó el plato. Sentía tanta vergüenza que habría querido fugarse de algun modo. Si tan solo estuviera en un juego y hubiera algún túnel subterráneo secreto por el cual irse.

    Un molesto silencio se instaló entre ellos.

    –¿Por qué quieres ser médico?– se interesó Arisu, queriendo restar tensión al ambiente.

    Chishiya soltó un prolongado exhalido antes de mirarlo atentamente.

    –Supongo que me gustaría ser el héroe de alguien algún día– caviló en tono impasible, untando mantequilla en un pan.

    Arisu asintió a lo dicho. No quería reconocerlo, pero la compañía de Chishiya estaba siendo más grata de lo esperado. Quizá de no haber llegado tarde, y descontando el incidente con la comida, habrían podido tener una cita muy amena.

    –¿Qué me dices tu, Arisu?...¿Hay alguna profesión que te guste?

    Arisu estaba calibrando su respuesta cuando vio a un par de chicas encaminarse entre risas hacia una de las mesas más próximas de donde se encontraban ellos.

    Abrió los labios pasmado y tuvo que cubrirse el rostro con el menú al reconocer a su compañera de octavo grado junto a una chica de trenzas.

    –¿Te pasa algo?– preguntó Chishiya con curiosidad.

    Arisu negó con la cabeza, sin atreverse a retirar su vista de la inentendible carta. Usagi había cursado en su mismo grupo. Se habían hecho buenos amigos por un tiempo, pero después Arisu no supo más de ella. Sus llamadas siempre iban a parar al contestador y ahora estaba ahí mismo, saliendo con alguna amiga.

    ¿Qué diría si lo veía ahí?

    ¿Lo saludaría?

    ¿Lo ignoraría?

    Tampoco podía decirle que estaba en una cita con el hijo del jefe de su padre. Sería muy incómodo y lioso.

    –Arisu.

    –Estoy bien– carraspeó el aludido, bebiendo el resto de su bebida–. Solo necesito ir al baño.

    Se excusó y caminó cubriéndose el rostro con el menú.

    Una vez solo, se miró en el espejo del lavabo y se enjuagó el rostro con agua fría.

    Realmente no quería que Usagi lo viera. Pero no quería irse todavía. Chishiya podría malinterpretarlo como una negativa de su parte y todo terminaría allí.

    ¿Qué hacer?

    Arisu ahogó un grito cuando vio entrar a la acompañante de Usagi.

    –C-Creo que te equivocaste de baño– titubeó señalando la figura de la puerta.

    Sin embargo la chica de top azul y vaqueros no hizo el menor caso y siguió adelante para aplicarse una fina capa de labial frente al espejo.

    –Creo...

    –Ya te escuche– siseó ella, mirándo a Arisu de reojo–. Tal vez eres tu quien se equivocó de puerta– sonrió cuál gato de Cheshire, dejando a Arisu sin habla.

    No tuvo más remedio que retornar con Chishiya.

    –¿Podemos irnos?– preguntó Arisu en voz baja.

    Chishiya levantó una ceja a la espera de una explicación.

    –Es que no me estoy sintiendo bien.

    –Te dije que eras malo mintiendo– arguyó Chishiya con media sonrisa indolente.

    Arisu se mordió la lengua para no dejar escapar un insulto.

    La chica de las trenzas pasó junto a ellos y Arisu sintió más deseos que nunca de escapar al ver como lo señalaba con el dedo mientras le susurraba algo a Usagi en el oído.

    –¿Arisu?

    Usagi trataba de mirar hacia su mesa, pero Arisu agachó la cabeza y se encogió más y más en su asiento.

    –Deberíamos ordenar un postre– opinó entre balbuceos. Hizo amago de bajar la carta pero se percató de que Usagi y su amiga se habían levantado para ir hacia su mesa.

    En un último intento por escabullirse, Arisu arrojó intencionalmente el tenedor bajo la mesa y desapareció para pretender buscarlo.

    Lo único que podía hacer era esperar a que se fueran para salir, pero entonces Arisu notó el par de sandalias junto a Chishiya.

    Retrocedió hasta quedar a pocos centímetros de las rodillas del joven rubio.

    –¿Arisu?

    Tragó saliva tan pronto Usagi levantó el mantel y se asomó.

    –¿Qué haces ahí?

    –¡Ah, hola, Usagi!– fingió sorpresa y esbozó una tenue sonrisa–. Yo estaba...pues, estaba– empezó a tantear el suelo en busca del tenedor, pero la chica de trenzas se adelantó y soltó una risotada indiscreta.

    Arisu salió de debajo de la mesa a tiempo para ver a la chica haciendo un gesto obsceno con la lengua contra su mejilla.

    –¿Qué no es obvio?

    –¡No!, ¡No era eso!

    Sintió que el rostro se le encendía. Chishiya, que permanecía callado, lo miraba entre socarrón y divertido.

    –Vamos, Usagi– urgió la chica haciendo un puchero mientras tomaba a Usagi del brazo–. Se nos hará tarde para ver la premier.

    –Eh, si– asintió Usagi, igual de roja que Arisu. Se despidió con un vago ademán y siguió su camino hacia la salida.

    Arisu se dejó caer en la silla, golpeando accidentalmente la mesa con el pie y provocando que la copa de agua de Chishiya se derramará.

    Al instante Chishiya se levantó, sin embargo ya era tarde. Sus pantalones se habían empapado como antaño.

    –¿Desean pedir algo más?– preguntó un mesero que iba de paso.

    –La cuenta– dijeron los dos al unísono.

    **

    Caminaron un largo trecho en silencio. Arisu no quería admitirlo, pero sabía que lo único bueno de la cita era que ya había terminado.

    –Bueno– dijo Chishiya al detenerse en las escaleras que conducían a la estación del metro–. Esta ha sido, por mucho, la peor cita que he tenido.

    Arisu lo observó ofendido, pero no intentó defenderse pues sabía que Chishiya estaba en lo cierto. Ese tipo podía ser tan directo a veces.

    –Fue un absoluto desastre–. añadió Chishiya con franqueza–. Y me debes una más.

    –¿Qué?– se extrañó Arisu ante lo último.

    ¿Acaso había oído mal?

    –Perdiste dos veces– razonó Chishiya mostrando los dedos índice y medio–. Te veré en dos días. Misma hora, mismo lugar. Ah, me olvidaba...soy el rey de corazones.

    De nuevo no dio tiempo a Arisu de decir nada. Arisu lo vio perderse entre el gentío que esperaba el metro. Una tenue sonrisa le subió a los labios. Con razón se le hacían conocidas las estrategias de Chishiya.

    Era, hasta la fecha, la persona más misteriosa e impredecible de todas.

    Y le gustaba.
  11. .
    Me perdí de muchas cosas por estar con la depresión. Primeramente quiero agradecer las palabras tan bonitas y motivadoras de Yun y Ñeh. Me subieron mucho el ánimo. De verdad muchas gracias ♡ esto me ha hecho reflexionar y querer salir adelante con más ganas que nunca. Deseo que estén teniendo días llevaderos y de nuevo mil gracias por sus ánimos.

    Confieso que no quería ir al concierto del tal Fede Vigevani pero mi sobrinita esta muy emocionada y no le puedo quedar mal. Ni me sé las canciones pero ahí vamos a estar en primera fila. Necesitaré mucho café el día de hoy.
  12. .
    Harry Potter y el misterio del príncipe. Joanne Rowling.

    Entre más avanzo con los libros, más ansiedad me da no saber aún cómo termina.
  13. .
    SPOILER (click to view)
    Necesito sacar ya esto y pasar de página porque no me hace ningún bien seguir con estos pensamientos revoltosos, dañinos e intrusivos.

    Me dolió y mucho que mi jefe me despachara asi como asi cuando le entregué mi carta de renuncia y le dije que ya no iba a poder trabajar para él porque tenía que dedicarme por completo a mi negocio y las presentaciones.

    ¿Que qué esperaba?

    No sé. No la gran cosa. Tan solo que me confirmara lo que me había dicho el día que fue a visitarme cuando me di la jodida sobredosis. Que dizque yo era importante para él y que me quería mucho no solamente porque lo ayudara en la empresa. Lo que yo quería y esperaba era que me diera la certeza de su amistad, nada más que eso. Pero no, me dio la despedida más fría y triste de todas. Se notaba a leguas que estaba enojado por mi renuncia, pero yo intenté apoyarlo lo más que pude, porque él también me ayudó mucho a superarme. Aún cuando había (Y lo siguen habiendo) días en que termino terriblemente agotado y falto de energía. Aún cuando a veces dormía mal y me iba todo desvelado y cansado de mi negocio a la empresa. Y todo para qué. Para no dejarlo botado, para que no se sintiera "mal" como la primera vez que le planteé que ya iba a empezar a trabajar yo por mi cuenta y él me pidió casi llorando que no lo dejara solo. Y al final fue él quien me dio la espalda.

    Y a lo mejor actué muy infantil después porque me salí de todos los grupos y desinstalé el whatsapp. Porque me gusta más ser un cobarde que enfrentar directamente los problemas y expresar abiertamente lo que me aqueja.

    No quería que después me escribiera más mentiras tontas que luego yo me iba a tragar y a correr a su lado como siempre. Porque a muchos en algún punto nos gusta sentirnos valorados y útiles a ojos de nuestros seres queridos.

    Lo único que me quedó en claro de esto fue lo que ya sospechaba. Que nadie es indispensable en esta vida. Venimos solos y solos moriremos.
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    SPOILER (click to view)
    Me prometí a mi mismo no hacerlo de nuevo y pienso cumplirlo. Habrá momentos difíciles, pero no volveré a herirme o atentar contra mi vida. No por mi, sino por mi familia y por las personas que me rodean. Sufrí mucho por su pérdida así que sé lo que se siente y no quisiera repetir los mismos errores y causar el mismo daño. No pude salvarla, pero voy a vivir por ambos y trataré de ser fuerte. Quiero estar en la graduación de mi sobrina y aplaudir en su lugar, quiero hacer felices a las personas que amo y cumplir todos mis objetivos aunque sea a corto plazo o lo que me quede por delante.
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    La casa de los espíritus- Isabel Allende.

    Esta interesante hasta ahora.
385 replies since 10/12/2013
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