Posts written by Blackbirb.

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    Llevo mucho sin participar en algo del foro y tomaré esta oportunidad para dejar un grano de arena. La música forma parte del 90% de mis días, así que esta actividad me entusiasma mucho.

    1. Impossible (Orchestral ver.), de Nothing But Thieves.
    QUOTE
    Love, it stings and then it laughs
    At every beat of my battered heart
    A sudden jolt, a tender kiss
    I know I'm gonna die of this

    2. Remind Me, de Bastille
    QUOTE
    You break every silence,
    your voice is in my head
    It echoes through the nights
    when you're there with someone else

    3. Something I Need, de OneRepublic
    QUOTE
    You got something I need
    In this world full of people,
    there's one killing me
    And if we only die once,
    I wanna die with you
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    Siempre hablo de mis emplumadas en los juegos, y pienso que es hora que el forito las conozca.

    SPOILER (click to view)
    H6iF2j1S_o
    Ella es Uvita, tiene 4 años y es una tortolita. Aquí está sobre mi cabeza, pero su lugar favorito es en realidad debajo del cuello. Que no les engañe su tamaño de bolsillo; es muy temperamental y picotea cuando la molestan.

    QAvFYZOD_o
    Ella es Frijol. Tiene 2 años de que la rescaté. Tiene un ala rota y no puede volar, pero eso no le impide hacer travesuras. Parece un perrito, me sigue a todos lados y siempre debo regañarla por las cosas que se lleva al pico.
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    Venía entrando al foro, me topé con esto y dije "¿Pues por qué no?"

    Así que acá mi resultado
    SPOILER (click to view)
    JXgjqOlG_o
    Nunca he visto un combate de la UFC, ahí lo dejo :3c
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    Cabin In The Woods
    { 8/10 }


    Esperaba una película cliché más de terror, pero vaya grata sorpresa me he llevado.
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    QUOTE
    Fandom: Merlin (BBC)
    Pareja: Merlín / Arturo Pendragon (Merthur)
    Contenido: T
    Género: Romance, angst, post-canon AU.
    Tipo: Oneshot.
    Palabras: 3,499.
    Terminado: Sí.
    Disclaimer: Los personajes principales no me pertenecen.
    Resumen: Cientos de años habían transcurrido desde la última vez que escuchó esa melodía a orillas del lago. Y ahora, por razones desconocidas, había regresado a su vida.
    Notas: Contiene spoilers de la serie. Canción utilizada: It's been a long, long time - versión de Doris Day

    Ah, jeez, yo no iba a escribir Merthur porque, sinceramente, soy un poco más fan del Mercelot. PERO estaría mintiendo si dijera que estos dos no son soulmates material, además de que vi éste photoset en tumblr y la venita por el Merthur simplemente surgió.


    Call It Magic



    Una vez más se encontraba a orillas del lago, aquel lugar donde descansaba el cuerpo y espíritu de Arturo Pendragon.

    Sentado y con su mirada fija en el agua, Merlín sintió cómo el viento se colaba por sus prendas hasta los huesos. Era una sensación incómoda y a la cual no llegaba a acostumbrarse; sin embargo, lo que más le helaba la piel y retumbaba en su mente era el llanto desgarrador proveniente desde las profundidades del Lago de Avalon.

    Todas las noches compartía su tristeza en silencio. Nunca sintió la necesidad de preguntarle a aquella voz quién era o qué le ocurría, pues sabía que las palabras sobraban ante un dolor tan incesante como el que emanaba entre sollozos. Él lo había vivido en su momento y pese a la cantidad de años transcurridos desde ese suceso, su corazón no había sanado en lo absoluto.

    Aún le continuaba esperando; aún aguardaba por el día en que Arturo regresara como Rey de Albion.

    Merlín no se dio cuenta en qué momento el llanto ajeno cesó, sólo para ser reemplazado por su propio desconsuelo. Era ahora él quien, sin poderlo evitar, compartía su dolor y se mostraba vulnerable ante el lago y sus profundidades.

    ─Jamás pensé que estarías tan cerca de mí ─dijo la voz sin un ápice de tristeza en sus palabras, y lo suficientemente claro para que Merlín se sobresaltara.

    Empezó a limpiarse las lágrimas con la manga de su camisa, confundido. De todas sus noches frente al lago desde la muerte de Arturo, esta era la primera vez que escuchaba más que sólo llanto en medio de ese desolado ambiente. Se empezó a preguntar a qué se debía ese inesperado cambio, y con el transcurso de los segundos su corazón se aceleraba cada vez más. Al no escuchar nuevamente la voz, decidió romper él mismo ese silencio.

    ─¿Arturo? ─fue lo primero que acertó a preguntar. Arturo no era el único que descansaba en lo profundo, pero no podía evitar desear que fuera él quien le hablaba.

    No obstante, la voz no volvió a pronunciarse y en su lugar escuchó una leve melodía, una que no había rozado sus tímpanos desde los años sesenta y la misma que había resonado el día en que Arturo partió del mundo de los vivos. En aquel entonces no estaba seguro de su significado, pero ahora tenía una mejor idea de lo que trataba de comunicarle.

    Aun así, Merlín no logró reaccionar a tiempo y cuando se dio cuenta, vio que se encontraba nuevamente sobre su cama; agitado y sudoroso, en ─la ahora conocida─ Inglaterra.


    . . .




    El sonido de la alarma fue lo que logró levantar a Merlín finalmente. Llevaba alrededor de dos horas dándole vueltas al sueño que lo había despertado alterado, pero la época del año hacía que desease quedarse un poco más debajo de las sábanas. Para su desgracia y si quería seguir disfrutando de la calidez de un colchón y calefactor, tenía que ir a trabajar.

    Habían pasado ya varios siglos desde que se tuvo que acostumbrar a esa vida, a la de un humano común y corriente, adaptándose a los cambios según cada época. Presenció conflictos, hurtos de tierras, guerras y muertes; y pese a que intentó ayudar en cada gran suceso, con el paso de estos se daba cuenta de que no podía salvar a todos y de que la estupidez del hombre sobrepasaba sus poderes.

    Por ello pues, limitó el uso de su magia a ocasiones extremadamente necesarias, como el rejuvenecimiento de su ser cada cierto periodo de tiempo. Realmente no le molestaba el paso de los años en él, pero prefería su cuerpo más joven y ágil; además, el día en que Arturo se levantara, deseaba que lo viera como en los viejos tiempos.

    Luego de su rutina de todas las mañanas (que sólo consistía en comer algo y vestirse), salió a las calles de aquella pequeña ciudad camino a su trabajo. Se había hecho con un cargo dentro del área de medicina. No, no precisamente como médico o enfermero; era más bien un ayudante de limpieza en un hospital. La verdad es que no muchas cosas habían cambiado con su persona desde que era sirviente de Arturo, y aunque ese trabajo no le dejaba demasiado dinero, tampoco es que le importaba. Al menos lo poco que ganaba le bastaba para pagar el piso y sobrevivir (y para comprarse alguna que otra golosina. ¡Las maravillas que se habían inventado en esta época!)

    Al llegar al hospital, no pudo evitar darse cuenta de que algo estaba ocurriendo en la entrada, donde dos jóvenes se hallaban exteriorizando sus sentimientos a través de una lírica y una melodía. Al parecer, era una de esas raras ocasiones donde las canciones y almas de dos personas se sincronizaban.

    Era una leyenda que ya llevaba años cruzando de boca en boca y algunos, mayormente los más jóvenes y románticos, creían en ella fervientemente y juraban esperar por sus seres amados toda la eternidad, si ese era el caso. Por supuesto, la gran mayoría no lo hacía y simplemente se lanzaba a los brazos de quien la vida les ponía enfrente, haciendo durar las relaciones lo más que podían. Por otro lado, también existían los más escépticos, quienes simplemente se dedicaban a encuentros de una noche o centraban su atención en cosas más importantes como el estudio o trabajo.

    Merlín, maravillado, era el único que las observaba. Para él se trataba de un acto mágico que sólo podía ocurrir al encuentro de dos seres destinados a ser siempre uno, y cada vez que lograba ser partícipe de esto (que podía contarlas con una sola mano), se sentía menos solo en el mundo. Por supuesto, a lo largo de los años había conocido personas que en algún momento logró llamar amigos, y en el hospital todos lo trataban muy bien. Aun así, ser el único poseedor de magia y no poder mencionarlo a los demás llegaba a ser solitario gran parte del tiempo.

    Presenciar estos momentos de magia era, de cierta forma, reconfortante.

    Cuando las dos jóvenes se fueron tomadas de la mano, sintió cómo otra gran mano se posaba sobre su cabeza y le alborotaba el cabello.

    ─No te preocupes ─dijo una de las enfermeras, Judith─. Ya llegará tu turno y podrás hacer tu dueto en medio de una plaza o lo que sea.

    Merlín rió y se limitó a darle los buenos días. Realmente no deseaba hacer un dueto y mucho menos dar un espectáculo en una plaza llena de gente. Lo único que quería en esos momentos era hallar una respuesta a aquel recurrente sueño y saber si tenía alguna conexión con su espera por Arturo.


    . . .




    Aquel día transcurrió con normalidad (dentro de lo que cabe para un hospital) y para las diez de la noche, Merlín se encontraba una vez más en el piso que rentaba. Había pasado por algunos lugares antes de volver a casa, sin el objetivo de comprar algo en específico sino, más bien, como una rutina. Fue a varias plazas, se sentó en algunos parques y entró a múltiples centros comerciales; desgraciadamente, el resultado seguía siendo el mismo de todas las noches.

    Regresó a casa sin una pista de Arturo y simplemente se sentó sobre su cama a comer un postre que le había regalado Judith al término de su turno. Sabía que era adicto a los postres, y a veces a la enfermera le preocupaba que él no estuviera comiendo lo suficiente. Desalentado, empezó a preguntarse si ya era tiempo de moverse a otra ciudad.

    “Cuando Albion lo necesite, él se levantara nuevamente”, esas habían sido las palabras de El Gran Dragón y a las que se había aferrado en creer durante todos esos años, pero ninguna guerra o conflicto había sido lo suficiente para que eso pasara. Así que únicamente se dedicó a moverse de un lado a otro, con la esperanza de que su encuentro sea, más bien, fortuito.

    Pero había algo que aún le inquietaba, y es que esa melodía (distante y confusa) había retornado a su vida estando en aquel lugar. ¿Pero por qué ahora? ¿Se acercaría el tiempo de alguna guerra peor que todas las anteriores? Y de ser así, ¿sería el regreso de Arturo lo suficiente para ganarlas?

    Agotado tanto física como mentalmente y habiendo terminado de devorar el postre, se quedó dormido con migas sobre su rostro y sin haberse quitado el uniforme.

    Al despertar el día siguiente, sin embargo, no fue muy diferente del anterior. El sueño se había repetido y su cuerpo aún se encontraba desgastado por las largas horas de pie y las pocas de sueño.

    ─Tal vez debería dejar de comer antes de dormir.


    . . .




    Intentar llevar un día normal dentro del hospital requería de peripecias, incluso para Merlín. En un momento se encuentra arreglando las camas de algunos pacientes, y al siguiente se le puede encontrar limpiando el vómito de algún niño en la sala de espera. Lo cierto es que ningún día era el mismo y eso le agradaba; traía a su memoria recuerdos de una época en la que solía servir para un idiota, a quien terminó llamando su amigo.

    Lo que Merlín no esperaba aquel día era volver a escuchar una melodía, su melodía, fuera de sus sueños. Nuevamente era confusa, como si estuviese distorsionada, pero a diferencia del mundo onírico, esta vez sonaba más fuerte que las anteriores y parecía proceder de algo (o alguien) en movimiento.

    Salió a toda prisa de la habitación en donde se encontraba en busca del origen de la melodía, que con cada paso apresurado que daba retumbaba con más fuerza en su cabeza. Casi le daba la impresión de que se escuchaba dentro de todo el hospital, pero por los rostros de desconcierto (y uno que otro regaño que lograba oír) del personal al verlo recorrer las instalaciones con tal furor, sabía que todo estaba únicamente dentro de su propio ser.

    No fue hasta que llegó a la puerta de emergencias que lo vio, y a la melodía se le sumó una lírica que se hacía cada vez más clara, pero empezaba a desvanecerse nuevamente. El cuerpo de Arturo, al parecer inconsciente, estaba siendo llevado sobre una camilla dentro de aquella sala, y lo último que Merlín logró divisar antes de que las puertas se cerraran fue una gran mancha de sangre.

    Lo estaba perdiendo nuevamente. Arturo estaba frente a él, herido, y lo estaba perdiendo como hace mucho tiempo. Lo supo por la canción que ahora era más bien un susurro en su mente.

    ─¿Merlín? ¿Qué te ocurre? No puedes correr dentro del hospital ─escuchó a una voz masculina a sus espaldas. Volteó para encontrarse con el rostro de uno de los auxiliares que le había regañado en los pasillos. Tuvo que retener con todas sus fuerzas las ganas de abrir esas puertas e ir con Arturo.

    ─Lo siento ─trató de fingir una sonrisa─. Oí alborotos y quería saber qué ocurría. ¿Qué le pasó a ese hombre?

    ─Hubo un robo no muy lejos y ese policía salió herido por ayudar a la víctima ─
    los ojos de Merlín se abrieron de par en par─. Se lo han llevado para quitarle la bala.

    Merlín calló por varios segundos, los cuales no pasaron desapercibidos por el otro quien le escudriñó con la mirada.

    ─¿Lo conoces? ─preguntó el auxiliar y Merlín retomó su atención en él.

    ─¿Eh?

    ─Si lo conoces, al policía que entró ahí.

    ─Sí. Digo, no. No, no. No realmente ─
    mintió, más por la sorpresa que por voluntad propia. Nunca se le había dado bien mentir y prefirió marcharse hacia los baños lo más pronto que pudo antes de que el contrario se diera cuenta de ello.

    Arturo estaba ahí, a tan sólo metros de él y no podía verlo. Su condición era desconocida y él no podía hacer nada. Si lo perdía nuevamente, nada le aseguraba que lo volvería a ver dentro de otros cientos de años más. No, debía encontrar la forma de poder acercarse a él y salvarle, no le importaba si le veían usando su magia. Tenía que…

    Su pensamiento se detuvo al escuchar aquella composición retornar en su cabeza; en un segundo fue casi como un suspiro, ligero y casi imperceptible, elevando su volumen al compás de las manecillas de un reloj.

    But words can wait until some other day...

    Merlín sintió su pecho aligerarse y su corazón acelerarse al mismo tiempo. Arturo no poseía magia, pero algo dentro de sí le decía que esta era su forma de comunicarse con él y asegurarle que estaba bien. Todo iba a estar bien. Lo mejor que podía hacer era esperar para poder reencontrarse como era debido.


    . . .




    Nadie le mencionó a Merlín que esperar era un método más de tortura.

    Había intentado retomar su trabajo con la mayor normalidad posible, pero su impulso por salir en busca de Arturo ya había levantado múltiples cuestionamientos entre el personal de médicos y compañeros de limpieza, sin mencionar que se había mantenido limpiando en las salas aledañas a la de emergencias.

    Habían pasado unas cuantas horas y la música no había cesado, pero la lírica aún no terminaba de sonarle completa. Por intervalos escuchaba la misma línea una y otra vez, como si tratara de tranquilizarle. Ciertamente funcionaba, de lo contrario no se encontraría arreglando camas que ya se encontraban tendidas.

    Al terminar en aquella habitación, salió y echó una ojeada sobre su hombro en dirección a la puerta de emergencias. Cada vez que observaba, no sabía con certeza si alguien había entrado o salido, y eso de verdad le estaba poniendo los pelos de punta.

    ─Merlín ─dijo una voz aguda frente a él. Se trataba de Judith─. Ya está fuera de peligro. Lo han llevado a una habitación y se encuentra durmiendo ─se le dibujó una sonrisa en el rostro antes de acercarse a su oreja─. No tiene permitido las visitas, pero puede que tú no sepas eso.

    Merlín, confundido, vio como ella le hacía un ademán para que la siguiera por el pasillo, y así lo hizo.

    ─¿Por qué estás haciendo esto? ─preguntó cuando estuvo junto a ella.

    ─Todos te vimos desesperado cuando llegó, pero sólo yo me di cuenta de tu mirada, Merlín ─volteó levemente su rostro para mirarle con una sonrisa─. Lucías preocupado, y aun así tenías el mismo brillo en los ojos que cuando observabas a esas chicas el día de ayer.

    Merlín enmudeció mientras sentía cómo sus orejas elevaban de temperatura. Judith se percató de ello y soltó una risilla por lo bajo. Se detuvieron en una de las habitaciones y, al asegurarse de que no hubiera alguien más en el corredor, la enfermera abrió la puerta.

    ─Trata de no quedarte mucho tiempo.

    ─Gracias. ¡De verdad, gracias! ─Merlín le regaló la sonrisa más genuina de aquel día antes de entrar y poner seguro a la puerta.

    Haven't felt like this my dear...

    Lo primero que Merlín notó de Arturo fue que su cabello estaba más corto de cuando se conocieron. Mucho más corto.

    Se acercó a paso lento, inseguro de qué hacer. Era irónico que había pasado las últimas horas pensando en estar junto a él y ahora que lo estaba, le costaba siquiera dar unos pocos pasos hacia la cama en donde se encontraba durmiendo.

    It's been a long time...

    Tomó un banco y se sentó en él a la derecha de la cama. Su corazón parecía querer salir de su pecho con cada palpitación. Incrédulo a lo que sus ojos presenciaban, tomó la mano de Arturo y la palpó durante varios segundos. Quería convencerse de que no era un sueño.

    Esbozó una sonrisa.

    Sí, era real. Después de tanto tiempo, tenía a Arturo frente a él.

    Ah, kiss me once...

    Su corazón dio un vuelco cuando retomó su atención a la lírica en su cabeza. Había estado ahí todo el tiempo, sólo se había olvidado de ello.

    ¿Realmente debía hacerle caso a la canción dentro de su cabeza? Es decir, sí, había sido un movimiento acertado con anterioridad el haber esperado a que los cirujanos hicieran lo suyo para ayudar a Arturo; y claro, sus sospechas de que Arturo probablemente era lo que los jóvenes en la actualidad llamaban <alma gemela> eran elevadas, pero esto… Esto sobrepasaba los límites.

    then kiss me twice...

    Y aun así, Merlín se levantó e inclinó su cuerpo en dirección al de su Rey. Pudo sentir el roce de su respiración con su rostro al acercarse con el pasar de los segundos y las piernas empezaron a flaquearle. Jamás se había sentido tan nervioso. Seguramente si El Gran Dragón le mencionaba que esta era la manera en la que se reencontraría con Arturo…

    then kiss me once again...

    Tomó el rostro de Arturo y acortó la distancia entre sus labios. Su piel estaba reseca y sus labios eran ásperos; pero a Merlín le parecía perfecto.

    Sintió una mano igual de tosca tomarle por la nuca y profundizar el beso, pero Merlín dudaba de que Arturo fuera consciente de lo que estaba haciendo o de a quien estaba besando. Probablemente creía que se trataba de Gwen, ¡nada más lejos de la realidad!

    Se apartó de inmediato un tanto agitado y con las orejas enrojecidas, encontrándose con los orbes azules de Arturo que le miraban en total confusión.

    ─Lo siento, su Alteza. De verdad lo siento. Yo… ─se detuvo al notar que Arturo no le estaba prestando atención. Por el contrario, parecía que estaba buscando algo en la mesita junto a su cama─. ¿Arturo?

    ─¿Dónde están mis flores? ─
    le preguntó con una ceja elevada y una sonrisa ladina, pobremente oculta.

    ─¿Qué?

    ─Mis flores, ¿no le pones flores a todos los pacientes de aquí? ─ahora le sonreía por completo y Merlín no pudo evitar ser recíproco.

    ─It's been a long, long time… ─Merlín tardó un segundo en darse cuenta de que no era aquella voz dentro de su cabeza la que entonaba la lírica, sino Arturo, frente a él, y quien continuaba observándole. No era una mirada acusatoria como las que solía darle hace mucho tiempo, más bien parecía reconfortante. Como si no hubiera problema en acercarse y continuar en donde Merlín lo había terminado.

    ─Never thought that you’d be standing here so close to me… ─ahora eran sus labios que pronunciaban aquellas palabras que había escuchado antes, en lo más profundo de sus sueños. Nunca pensó que las diría a viva voz tan pronto, y mucho menos a él. Retomó su lugar en frente de aquel rostro que había añorado por tanto tiempo y escuchó la voz ajena nuevamente en un susurro:

    ─There’s so much I feel that I should say… ─

    ─But words can wait until some other day ─

    Los labios de Arturo dejaron de parecerle tan ásperos esta vez y se dedicó a besarlos una, dos y muchas veces más, hasta que ambos se vieron en la necesidad de respirar como era debido.

    ─Llegó mil años tarde, su Alteza ─dijo Merlín con una sonrisa antes de tomar asiento─. ¿Y por qué tuvo que escoger una profesión tan arriesgada? ¡Como si haber muerto antes no hubiese sido suficiente!

    ─Bueno, no es como que si fuera inmortal ─
    Arturo elevó una ceja, inquisitivo─. Lo que me lleva a preguntarme, ¿por qué sigues aquí? No me dijiste que eras inmortal, Merlín. ¿Hay algo más que me estés ocultando? ¿O tengo que volver a morir?

    Arturo rió, pero Merlín lo encontró menos gracioso. Aun así, no era momento para empezar de nuevo con las peleas.

    ─¿Y bien? ¿Ya está listo para retomar su reino y unir todo Albion? ─preguntó en su lugar. Vio cómo Arturo negó con la cabeza.

    ─Eso ya quedó atrás. Todo ha cambiado.

    ─Pero, Arturo ─
    dijo Merlín, confundido había esperado un largo periodo de tiempo para ello y ahora él decía eso─. Ese es tu destino. Sino, y no es que no me alegre de que haya regresado, ¿para qué habrá venido?

    ─Probablemente mi destino era volver para terminar aquello que quedó a orillas de Avalon.


    Ambos quedaron en silencio y Merlín sintió cómo sus orejas volvían a enrojecerse. Por supuesto, Arturo no perdió la oportunidad de hacer hincapié en ello y reírse de él.



    Seguramente si El Gran Dragón le mencionaba que esta era la manera en la que se reencontraría con Arturo… lo volvería a repetir una y otra vez.


    Edited by Blackbirb. - 9/9/2019, 01:39
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    Gone Girl.
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    ¿Por qué siempre que participo en un reto lo hago a última hora? Mala costumbre, igh uvu

    Jelou a todos~ Traigo mi aporte para esta actividad con una de mis parejas favoritas de Haikyuu!! ¡TenSemi! ¿Ya mencioné que las crackships son mi maldición? Ehé.

    Ah, llevaba meses sin dibujar (así que no esperen una obra de arte xd) y esta actividad fue perfecta para desafiarme a mí misma. El plan era hacerlo en digital, pero se me fue el tiempo de las manos por completo y quedó a lápiz. En fin, el dibujito en el spoiler uvu ↓

    SPOILER (click to view)
    o4eAtqJZ_o
    Beso en la mejilla + sorpresa = best.
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    Existe la demencia y la imprudencia, y yo me tambaleaba entre ambas mientras observaba a los ojos ajenos, sin hallar otra explicación lógica para mis actos.

    Estaba seguro de que cualquier otra persona en mi situación se hubiese mantenido alejado de la habitación en la que me hallaba. No, en realidad, cualquier otra persona con un poco de sentido común y un ápice de raciocinio no hubiese hecho lo que yo sí me atreví. ¿Intentar recrear una vida? ¿Quién me había dado la potestad de hacer tal cosa? Incluso si las posibilidades de tener éxito por aquel entonces eran nulas ─ahora vemos que no lo fueron tanto─, ¿por qué simplemente no lidié con el dolor como cualquier otro viudo? ¿Qué mal me hubiera hecho aceptar que mi esposa estaba muerta y que jamás la volvería a ver?

    Y aun así, en medio de ese cuarto de fríos matices, me encontraba con esa ocurrencia abominable; con sus ojos sobre los míos y una sonrisa imperturbable, aparentemente sincera e indiferente a lo que su existencia significaba para mí, y con un rastro de sangre descendiendo hasta su quijada.

    Sí, su sangre. Al parecer, era lo suficientemente humano para expeler aquel líquido viscoso, lo que a cualquier otro científico en mi lugar le hubiese maravillado descubrir. Probablemente hasta hubiesen empezado las conjeturas sobre si era capaz de sentir dolor y, de ser así, cuánta resistencia tendría ante ello; tampoco vacilarían en experimentar sobre su cuerpo para responder a sus hipótesis. Así es, éramos bestias sin escrúpulos.

    Pero en ese momento nada de eso me interesaba. Mi mente se encontraba enfocada en un hecho más importante para mí, y era que habían bastado unos cuantos minutos a solas para que esa cosa profanara el rostro con el que le había provisto; un rostro que no le pertenecía en lo absoluto.

    Fruncí el entrecejo y mi mandíbula se contrajo en un acto inconsciente. Ver la negligencia de sus propios actos reflejados en la herida sobre su ceja me causó cierta irritación. Estaba consciente de que eso no era mi esposa, sólo un intento fallido con sus facciones; pero mientras más le observaba, más intolerable se me hacía su imagen ensangrentada, llegando a sentir cómo mis manos me urgían aplicarle las atenciones necesarias; limpiarle y evitar que esa herida dejara cicatriz en mi trabajo. Y así me dispuse a hacerlo.

    Empecé a moverme por el laboratorio, tomando los diferentes elementos necesarios para realizar la curación. Era un cambio de eventos curioso si pensábamos en mi reacción inicial hacia él, «¿Él…?», y mis deseos de destruir cada poro de su cuerpo artificial. Sin embargo, pese a que en el fondo sabía que ahora esa idea ya no entraba a discusión, mis acciones tampoco debían confundirse como un acto de preocupación hacia su ser.

    Era el rostro sucio y lastimado de mi esposa lo que no soportaba ver; nada más, nada menos.

    Cuando me encontré nuevamente cerca de su cuerpo, mis piernas temblaron por un instante. Aquello no era una buena idea. Por alguna razón mi subconsciente me lo repetía, y aun así decidí ignorar todas y cada una de esas advertencias, poniéndome de cuclillas hasta quedar a su altura. Oh, qué grave error.

    Pocos eran los centímetros que nos separaban, llegando a sentir así cómo su respiración chocaba con la mía que se había vuelto a alterar por dicha cercanía. Sus ojos miraban a los míos, pero no parecía que realmente estuviera observando más allá de mi pupila. Y aun así, me inquietaba, por lo que mejor centré mi atención en el objetivo que me había llevado a tomar la decisión tan imprudente de acercarme.

    Era un desastre. En primer lugar, ¿cómo se había hecho esa herida? Si bien no era tan profunda para requerir sutura, sí tomaría cierto tiempo en cicatrizar completamente y de forma correcta. Eso, tomando en consideración la composición de un ser humano común y corriente; desconocía si las células de esta criatura eran siquiera capaces de llevar a cabo un proceso tan sencillo como la cicatrización.

    Inquieto ante esa observación, me levanté nuevamente y fui en busca de un analizador de sangre portátil. Si la combinación de genes había fallado, resultando en un ser de género masculino, de igual forma era posible que el resto de células hayan sufrido alteraciones a lo largo de su proceso de incubación, derivando en un ser incapaz de curar sus propias heridas u otros procesos normales para un humano normal.

    Volví a su lado con el aparato en cuestión y tomé una pequeña muestra de la sangre que permanecía fresca. Luego de un par de minutos ─en los que, cabe decir, no aparté mis ojos del aparato para evitar encontrarme con los suyos innecesariamente─, el resultado del análisis se mostró a través de la pequeña pantalla.

    Su composición sanguínea era como la de cualquier otro ser humano de su contextura y tamaño. Exhalé, ignorando si era de alivio o desconcierto, dejando a un lado el analizador y empezando a limpiar con una gasa aquel rastro de sangre.

    ─Igual a un humano... ─exterioricé de manera inconsciente mi pensamiento en un susurro casi inaudible, pero lo suficiente para que eso lo escuchara debido a la corta distancia que nos separaba. En ese punto, poco importaba si me estaba refiriendo a su capacidad de regenerar las células o a su torpeza. Lo único que deseaba era terminar pronto y alejarme de su… ¿persona?

    Aun así, aquella simple tarea era cada vez más complicada de realizar. No importaba que una gasa separara mis dedos del contacto directo con su piel, ni de cuánto me esforzara por evitar cualquier roce con su ser. Habían segundos en los que claramente podía sentir el frío de su cuerpo traspasar todas esas barreras impuestas por mí, volviendo a estremecerme de pies a cabeza. Aquello era una escena tan ridícula e inexplicable para cualquiera, incluso para mí que ya había experimentado demasiado para una sola mañana.

    Cuando me detuve en su mentón, mis ojos se movieron involuntariamente, una vez más, hacia sus labios, y observaron el desastre que también se encontraba ahí debido a las migas. No obstante, mis pensamientos me llevaron minutos atrás, al nombre que había sido expulsado por aquella boca.

    Edith.

    ¿Por qué la había mencionado? Y no, estaba completamente seguro de que ella no se encontraba dentro de ese cuerpo... o en algún lado, en realidad. Aunque los acontecimientos de esa mañana parecían sacados directamente de una novela de ficción, era absurdo creer que mi esposa aún se encontraba entre los vivos, evocada de alguna forma.

    Pero aquello no respondía a mi interrogante; ¿Por qué su primera palabra había sido el nombre de Edith?

    Fruncí el ceño al recordar súbitamente estudios de diez años atrás sobre epigenética, y de cómo sí era posible almacenar ciertos recuerdos en el ADN. «Pero por aquel entonces sólo se hablaba de experimentación en ratones de laboratorio», pensé, y lo poco que lograba recapitular sobre humanos se había quedado en hipótesis.

    Aun así, ¿era sensato fiarme de ello? Al ser un hombre de ciencias, ese era el mejor argumento que podía obtener por el momento.

    O tal vez podía averiguarlo por mis propios métodos.

    Busqué nuevamente la mirada ajena, pero esta vez de forma consciente. Ante los orbes inexpresivos a la par de los míos, me pregunté si esta criatura sería capaz de entender y responder a mi interrogante.

    Ciertamente había visto cómo obedecía a mi orden de alimentarse minutos atrás, pero también llegué a percibir el titubeo en su voz y sus acciones. Además, su capacidad del habla no parecía estar desarrollada como la de un adulto normal. Únicamente había proferido dos palabras desde su nacimiento, y habían sido pronunciadas de forma más bien torpe.

    Definitivamente, su nivel de comunicación era prácticamente inexistente y poco o nada iba yo a obtener de su parte.

    Desistí pronto de la idea y me apresuré en terminar de una vez por todas en curar su herida. Tan pronto como acabé de colocarle la gasa, me alejé de su lado y tomé asiento nuevamente en mi silla, sintiendo todo el peso de la situación en la que me encontraba caer sobre mis hombros.

    Aún no había llegado a términos concretos sobre lo que haría con éste ser.

    Exterminarlo no era más una opción, pero permanecer a su lado iba a terminar de enloquecerme, eso era seguro. Y aun así, tampoco podía entregarlo a nadie más. La universidad lo llevaría directamente a uno de los laboratorios gubernamentales más grandes, y todo el crédito se lo llevarían los grandes magnates. En el mejor de los casos, recibiría miserables distinciones bajo el espectro de esos malnacidos y me habría deshecho de mi creación. Pero eso era bueno… ¿verdad?

    Eché mi cabeza hacia atrás en un acto frustrado de aclarar mis ideas. No importaba el camino que escogiera, la desdicha me iba a perseguir por el resto de mis días.

    Un sonido desconocido y muy sutil me regresó de mis cavilaciones, y noté cómo mi creación me observaba con expresión indescifrable. Parecía… ¿turbado? Esa sería la segunda emoción dibujada en su rostro, siendo la primera la satisfacción manifestada con una sonrisa que no llegué a apreciar debido a mi cólera con su incompetencia.

    Ante tal panorama (y con el deseo de saciar mi curiosidad, pero eso no lo diría), supuse que lo mejor por ahora y si quería mantener mi poca sanidad casi intacta, era tratarlo como a cualquier otro de mis experimentos, en lugar de lo que realmente representaba su existencia para mí.

    Suspiré. Definitivamente estaba loco.

    Encendí mi reloj de muñeca. Todos los registros sobre la creación de lo que hubiese sido Edith se encontraban almacenados en ese pequeño aparato inteligente, y lo mejor era que continuara siendo de esa forma.

    ─Catorce de julio del dos mil veinticuatro ─empecé a hablar─. A las exactamente ocho de la mañana, el experimento...

    Enmudecí al percatarme del nombre que estaba a punto de pronunciar. A lo largo de esos dos años, había estado llamando al experimento con el nombre de la persona que, en teoría, debía estar ahora frente a mis ojos.

    Decidí eliminar esa grabación.

    Dios continuaba burlándose de mí, el muy cabrón.

    Era impensable llamar a esa aberración igual que mi mujer.

    Y por eso mismo, tampoco podía continuar tildándole de manera peyorativa mientras viviera bajo la sombra del rostro de ella.

    Giré en mi silla y busqué refugio junto al mesón. Habían tantos papeles esparcidos por todos lados que no se lograba divisar su superficie de mármol. Busqué entre ellos algo que me ayudara a lidiar con mi dilema, pues me estaba cansando de toda esa situación y no tenía intención de dar demasiadas vueltas en busca de un nombre.

    Tomé una hoja garabateada de fórmulas, de donde llamaban mi atención unos números ─¿o eran letras?─ resaltados en tinta roja.

    ─¿505? ─murmuré. Con mi inteligible letra inclusive para mí, aquel garabato fácilmente podía confundirse con esos números o un llamado de socorro. «S.O.S». Era hasta irónico pensarlo, teniendo en cuenta la situación en la que me hallaba. Sinceramente no recordaba por qué o para qué tenía escrito eso con tanto énfasis en el papel, pero supuse que serviría. Además, siendo el experimento ─y no el resultado─ de dos años la única excepción, todas mis demás investigaciones estaban registradas bajo números.

    Volví a encender el reloj.

    ─Catorce de julio del dos mil veinticuatro ─repetí mi diatriba─. A las exactamente ocho de la mañana, el experimento 505 terminó su proceso de incubación, siendo éste… ─me detuve. Finalmente, ¿había sido un éxito o un fracaso? Desde un punto de vista objetivo y según las observaciones, la construcción de un humano a partir de un código genético ya existente había sido exitosa.

    «Pero no desde mi punto de vista»

    Suspiré pesadamente. Tal disyuntiva me ocasionaría problemas en algún momento, estaba seguro de ello. Pero por ahora, debía ser consecuente con mis objetivos.

    ─… un fracaso. La mezcla de cromosomas dieron como resultado un cuerpo masculino. Se desconoce aún el motivo ─eché un rápido vistazo sobre mi hombro a 505. Parecía estar escuchando, mas no comprendiendo lo que decía─. El análisis hematológico indica que el resto de células no sufrieron alteraciones a lo largo de los cuatro meses de incubación. ─continué─. Sin embargo, sus capacidades motrices básicas y del habla parecen estar por debajo de la media de un adulto. Por el momento… ─le miré con escrutinio. ¿De verdad estaba dispuesto a tenerlo a mi alrededor? Todo indicaba que así era─… el experimento continuará en cuarentena para observación.

    Terminé la grabación y apoyé nuevamente mi peso en el respaldar de la silla. Me sentía exhausto, y apenas había transcurrido una hora desde su salida de la incubadora.

    ¿Qué debía hacer ahora? Dejarlo en el laboratorio era un claro signo de peligro. Si no lo había destruido yo, seguramente se destruiría a sí mismo de forma involuntaria en cosa de un día o menos. Pero llevarlo arriba para encerrarlo en alguna de las habitaciones vacías de la segunda planta implicaría cruzarme con Marcia de alguna manera. ¡Esa mujer estaba por todos lados! Si quería hacer eso, debía esperar a que saliera de compras como solía hacer algunos días; o en el peor de los casos, aguardar hasta el final de su jornada, pero eso iba a tomar sus buenas siete horas.

    Al parecer algo bueno debí haber hecho, porque cuando alcé la mirada hacia el monitor de la cámara de seguridad, vi cómo Marcia se alejaba de la entrada con un par de bolsas de tela bajo el brazo.

    Esa era mi oportunidad.

    El único problema con mi plan era que 505 no lograba caminar, o al menos eso era lo que infería dado que continuaba postrado en el suelo. De ser el caso, la única forma de subir era llevarle a cuestas.

    Masajeé el puente de mi nariz. Al parecer, no lograba salir de un dilema y ya me adentraba directamente a otro. Aun así, sabía que no tendría mucho tiempo y debía apresurarme.

    Me levanté del asiento con algo de cansancio. Las pocas horas de sueño estaban surgiendo efecto sobre mi cuerpo, lo que me llevaba a preguntarme si sería capaz de descansar sabiendo que esa cosa estaría a unas pocas habitaciones lejos de la mía. Suspiré, luego pensaría en eso.

    Mi cuerpo se posicionó frente al suyo, pero sin ponerme a su altura. Vi cómo aún sostenía con esmero el trozo de pan cerca de sus labios, como si estuviera a punto de darle otra mordida. ¿Le había gustado?

    ─Arriba ─por un segundo, mi voz titubeó. Al no obtener reacción alguna, señalé una de mis piernas con el índice y la recogí─. Así, arriba.

    Probablemente esperaba demasiado de su parte, pero si podía evitar el tacto de nuestros cuerpos lo haría.

    Aun así, tampoco era considerado un hombre en extremo paciente. Si en los próximos minutos no reaccionaba como esperaba, definitivamente debía hacerle frente al asunto y llevarlo sobre mis hombros.


    SPOILER (click to view)
    No veas el terrible zigzag que di para bautizar a tu muchacho, OTL.

    Ah~ Me disculpo tanto por la tardanza. Pues no, ya ves que no ando menos libre, sino todo lo contrario;;. Ni siquiera sé cómo he terminado de escribir esta respuesta y espero no decepcionarte con ella. Me costó un mundo agarrar concentración porque con la uni ando un poco liada. Igual, si algo no te gusta, dímelo y lo modifico.

    Ay, ya veo venir a tu chiquillo lleno de heridas ;; si ahora se me hizo difícil no tirarle a Abel encima, no sé cómo haré a medida que avancemos. Mira que yo también ya muero porque tengan esos momentos tiernos estos dos;; (maldita yo del pasado que hizo un pj tan sufrido y cabezota xD. Bueno, no).

    Y hablando de sufrimiento, holo(?). Asdkjka, te juro que no fue a propósito que me saliera esa canción mientras escribía la respuesta. Y para que veas que no miento, también se me cruzó esta en el camino y me fue inevitable no asociarla de cierta forma a nuestros chicos.

    Punto aparte, tienes permiso para manejar a Abel y hacer que cargue a tu niño (o no, bien sólo pueden ir caminando como humanos civilizados(?)) y llevarlo arriba. También te dejo una imagen de referencia de lo que sería el interior de la casa. Realmente no encontraba una que me convenciera totalmente, esa fue la mejorcita. La puerta al laboratorio estaría por el pasillo donde está el cuadro de la planta baja, al igual que la cocina, comedor y lavandería.

    Aprovecho para decirte que la próxima respuesta también tardará;; ando con mi proyecto de titulación y bueno, por eso ando con estrés 24/7(?).

    Y, ¡aaahhh, el mote! Se me hizo muy tierno, kajds i feel bautizada uvu.

    Bueno, ya, creo que no me olvido de nada.

    ¡Que te vaya muy bien! Nos estamos leyendo, Blut uvu<3.


    Edited by Blackbirb. - 9/8/2018, 06:12
  9. .
    ”Los humanos no pueden crear algo de la nada.”

    Mientras más observaba aquel cuerpo inerte dentro de la cámara, más sentía el tiempo alargarse paulatinamente como sombra en el crepúsculo, abrazándome y sin intención de soltarme. Nos habíamos hecho entre un lúgubre silencio y aunque el exterior no podía alcanzarnos, la voz dentro de mi cabeza no paraba de reprocharme lo que había hecho. Aquello se había convertido en un absurdo danzar de tonos agudos y graves de un momento a otro, y me costaba discernir entre el verdadero emisor de esa voz. En un segundo era yo, lo sabía; esa era mi voz llena de furor y desdén. Pero al siguiente… no más. Con esas mismas emociones, la voz se transformaba bruscamente en la de Edith.

    “Los humanos no pueden lograr nada sin aferrarse a algo.”

    En medio de lo que parecía una eterna espera de algo que no estaba seguro que ocurriría y en un violento mar de pensamientos que me empezaban a golpear cada vez más fuerte, exhalé. Desconocía el momento exacto en que había decidido retener oxígeno y no expulsarlo, incumpliendo con el simple ciclo que era respirar, pero al parecer lo último que restaba de mi capacidad de raciocinio se había marchado junto con mi previa regurgitación.

    «Cálmate» me dije en un intento desesperado por volver a mis cabales ─si es que aún era posible─, mas el corazón amenazaba con escapar de su cavidad torácica y en mis manos se había formado una corriente incontrolable de sudor. Tanto mi cuerpo como mi mente distaban demasiado de lo que realmente quería: control. Nada de lo que ocurría en ese espasmo de tiempo dentro de mi ser tenía sentido.

    Y mucho menos cuando, aún sin comprender el porqué de mis actos, mis ojos se detuvieron en un punto exacto del cuerpo ajeno, uno que logró trasladarme a épocas más felices en cuestión de un segundo y donde sólo nos encontrábamos su verdadera propietaria y yo: sus labios. Pálidos, carnosos y de apariencia delicada como el de cualquier fémina, aquellos labios eran la réplica perfecta de los que alguna vez tuve la dicha de poseer entre los míos; de acariciar con la yema de mis dedos y por donde mi nombre era pronunciado con dulzura. Pero esa perfecta curvatura estática se desvaneció sin previo aviso entre una respiración.

    Su respiración.

    Sí, eso estaba vivo.

    “Los humanos no son dioses.”

    Y aun así, ahí estaba yo. Estupefacto y con un escalofríos que nunca antes en mi vida había experimentado. El par de extremidades inferiores que tenían la labor de sacarme de ahí, ahora simplemente no me respondían. No poseía la fuerza suficiente para levantarme y salir corriendo; de prender fuego al lugar y terminar con mi propia existencia en el acto como forma de autocastigo. Pero sí lograba aferrarme con firmeza y de manera extrañamente dolorosa con mis manos a la silla, sin lograr alejar mi vista de aquellos orbes azules que se habían abierto de par en par junto con sus labios.

    Era sombrío pensar que conocía esos ojos a la perfección, y al mismo tiempo no. Me había perdido en ellos, en los de su verdadera poseedora de hace años incontables veces, y los había observado con tal intensidad que las emociones transmitidas por ella eran ahora un recuerdo perenne en mi memoria.

    Pero no estos. Esa mirada posada en un punto fijo que yo no lograba distinguir no emitía sentimiento alguno. Era un cadáver en vida, simplemente… vacío; como una nuez hueca arrojada sobre la nieve, sin deseos, sin motivaciones, sin… nada. ¿Acaso ésta criatura era siquiera capaz de poseer pensamientos o emociones como cualquiera de nosotros? Poco o nada sabía yo de eso.

    Y es que si bien lo había creado en base al recuerdo de mi difunta Edith, en el fondo estaba seguro de que yo no era dios alguno, pues mi madre siempre decía que Él, su dios, no cometía errores, y definitivamente eso no era más que un fallo para la humanidad; algo que no pertenecía en el mundo de los vivos y menos bajo la evocación de un ser que nunca más volverá.

    Seguí sus movimientos, petrificado por lo que veía y en un mutismo cerebral indefinido que me impedía mover alguna parte de mi cuerpo. ¿Estaba asustado? Sí, puedo confesar que sí lo estaba. Los humanos tememos y rechazamos aquello que desconocemos, y yo no conocía absolutamente nada de esta criatura a pesar de que mis propias manos habían asignado cada una de sus células. Tampoco importaba que llevara el rostro de mi esposa o que su cuerpo luciera igual al de ella en la mayoría de los rincones; simplemente no podía prever sus acciones ni actitudes.

    Y así como lo pensé, sucedió.

    Cuando logré entrar en razón sobre lo que ocurría, una mano fría y viscosa se posaba sobre mi mejilla. No, no una mano, su mano. A pesar de eso, no fue el tacto lo que generó el cosquilleo a lo largo de toda mi espina dorsal ni la pestilencia artificial ─claramente producto de los químicos─ que despedía su cuerpo y se adentraba por mis fosas nasales. No.

    Fueron las cinco letras que exhaló por su boca de forma lenta y tortuosa las causantes de éste nuevo estremecimiento.

    Edith.

    Me levanté súbitamente ante ese nombre, turbado y con el cejo fruncido mientras mi mirada se posaba sobre la suya, buscando… ¿Qué se suponía que buscaba? No lo sabía, pero sus ojos también parecían escudriñar cada ápice de lo que era mi cuerpo como si… me reconociera. ¿Era esto real? ¿Acaso Edith estaba dentro de aquel ser? Me fue imposible responder ante mis propias interrogantes. Dados los acontecimientos de los últimos minutos de mi vida, me atrevía a cuestionar la verdad de todo.

    Pero por otro lado, en mi interior sabía que era en vano aferrarse a un alma que llevaba demasiado tiempo desvanecida.

    Alma.

    ¿Era yo siquiera capaz de hablar sobre la existencia de un alma?

    Desistí de ese pensamiento. Continuaba confuso y el escenario en el que me hallaba se había vuelto insoportable. Debía salir de allí cuanto antes, y así lo hice. En un arrebato de fuerza o cobardía extrema ─poco me importaba en ese instante─, mis piernas finalmente se dignaron a andar y me llevaron fuera del laboratorio tan pronto como pudieron.

    Una vez hube cerrado la puerta ─con más fuerza de la necesaria, cabe decir─, exhalé. Nuevamente me había privado de manera inconsciente de la dicha (o desgracia, depende de cómo se le mire) que resultaba respirar. Apoyé mi cuerpo contra el metal, sin importarme ya demasiado cómo el frío se colaba entre mi ropa y acariciaba mi piel de forma desconsiderada.

    «¿Qué hice?» volví a cuestionarme apenas logré respirar de manera considerablemente normal; esa pregunta había empezado a constituir gran parte de mis pensamientos de aquel día y me atormentaba a cada segundo el hecho de haber sido tan arrogante por más de dos años, y no lograr responder a una interrogante tan simple como esa.

    Había sucumbido a mis deseos de complacencia y ahora debía afrontar las desastrosas consecuencias de mis actos. Ya era demasiado tarde para pensar en fatuos acontecimientos como querer volver atrás y evitar toda esta barbarie.

    Pero entonces mi cuestionamiento se reformulaba por uno más asequible, aunque no necesariamente más sencillo de contestar: «¿Qué haré ahora?»

    Observarlo resultaba en una serie de emociones negativas y reacciones indeseables que me impedían siquiera pensar y respirar con naturalidad. No obstante, destruirlo tampoco era una opción que entraba a juego dado lo que podía llegar a implicar su existencia para el resto de la humanidad. ¿Qué debía hacer, entonces, con aquella cosa al otro lado de la puerta?

    Una voz llamando mi nombre logró devolverme a la realidad, no sin antes haberme sobresaltado por la repentina atención.

    ─¿Joven Abel? ─repitió con cierto tono de intranquilidad y esta vez logré vislumbrar a la dueña de aquella voz de pie a mitad de las escaleras que conectaban a la primera planta. Que Marcia se encontrara cerca de mi laboratorio pese a las advertencias de jamás acercarse allí sólo era un indicio de que algo realmente la inquietaba─. ¡Gracias al cielo! ¡Me tenía con el Jesús en la boca! ─profirió, aparentemente aliviada y en ese acento al que aún no me llegaba a acostumbrar. Separé mis labios en un infructuoso intento por responder, pues parecía que mi voz se encontraba atascada con un nudo dentro de mi garganta. Ante mi silencio, ella continuó hablando─: Perdone que haya venido hasta aquí, pero llevaba mucho rato llamándole a su celular porque ya va tarde a su trabajo y cuando escuché que por fin descolgó, no me habló. Pensé que algo malo le había ocurrido.

    Mis ojos se ensancharon ante su declaración. ¿Tan absorto estaba en mis pensamientos y el ente detrás de la puerta que no había oído el sonar del teléfono? Pero más importante aún, esa cosa se hallaba deambulando en mi laboratorio. ¿Caminando? ¿Había logrado ponerse en pie?

    Era un verdadero dilema; si bien no concebía la idea de volver a entrar y siquiera respirar el mismo aire que eso, la sola idea de averiguar las reacciones de todo su ser ante los estímulos de lo que era un nuevo mundo me tentaba por sobremanera. Además, si era sincero conmigo mismo, tampoco podía permitirme dejarle ahí dentro y que destruyera las investigaciones que tanto esfuerzo me habían costado llevar a cabo y el resto de cosas a su paso. Debía tomar una decisión, pero ¿Qué?

    Al parecer Marcia notó mi turbación, pues cuando retomó la palabra el tono de su voz denotaba, una vez más, preocupación.

    ─¿Joven, se encuentra bien? Dios mío, está más pálido que un muerto ─la miré y fruncí el ceño. Ella era ajena a todo lo ocurrido detrás de la puerta a mis espaldas pero, ¿acaso era necesario ese tipo de bromas? Qué manía la de esa mujer de decir ciertas cosas en los momentos más inoportunos─. Apuesto que ha pasado toda la noche en vela. Venga, le he preparado un desayuno rápido antes de que...

    ─No ─
    logré articular, finalmente. El tono de mi voz era áspero, probablemente por la falta de hidratación a mi garganta desde la noche anterior. Ella me miró extrañada. Podía rechazar algunas de nuestras pláticas (porque la mujer también tenía una extraña afición por preguntar cosas fuera de lugar, de vez en cuando), pero jamás una de sus comidas. Por ello me apresuré en continuar─. Quiero decir, no iré a trabajar hoy. Sólo tráeme un café bien cargado.

    ─¿Y las tostadas?

    Lo pensé un minuto antes de acceder y ver cómo ella desaparecía entre las escaleras, sólo para volver pocos segundos después con lo prometido. Al parecer tenía todo previsto para que comiera; una lástima, porque mi plan distaba demasiado del suyo y ella lo desconocía.

    Antes de adentrarme nuevamente a lo que ahora era mi zona de tortura y viendo cómo Marcia empezaba a alejarse nuevamente por las escaleras, le llamé.

    ─Marcia, no importa qué tan preocupada estés por mí, nunca, repito, nunca vuelvas a acercarte al sótano. ¿Estamos?

    ─Sí, joven, disculpe nuevamente.


    Y sin más qué decir, desaparecí de su vista por aquella puerta de metal a mis espaldas.

    . . .



    Nunca consideré a Marcia una mentirosa. De hecho, era la mujer más honesta y sin pelos en la lengua que jamás había conocido luego de Edith. Y aun así, esperaba que me hubiera mentido con respecto al teléfono.

    Tan pronto como mi cuerpo fue abrazado por las bajas temperaturas de la habitación y me iba encaminando hacia donde no quería, mis ojos divisaron varios trozos de un dispositivo electrónico esparcidos sobre el suelo. Era mi móvil, o bueno, mejor dicho, lo que quedaba de él. Busqué a mi alrededor por el culpable de ello, cosa que no me tomó más de unos segundos dado que el laboratorio no era especialmente amplio.

    Aferrado aún al suelo, evité en la medida de lo posible cruzarme con su pálida e inexpresiva mirada mientras me acercaba sigiloso a sus espaldas. Esos ojos, pese a lo moribundo de ellos, poseían la capacidad de truncar la poca estabilidad que había logrado recobrar en pocos segundos. Debía alejarme de ellos mientras tuviera la oportunidad.

    Dejé el desayuno sobre un mesón a un lado y me quité el mandil blanco que llevaba. Trabajar en casa con uniforme era más bien una costumbre y no una pretensión, como podía aparentar. Con prenda en mano, me incliné hasta la altura en la que se encontraba y la coloqué sobre su piel, asegurándome de que nuestros cuerpos no rozaran el uno con el otro y que su parte baja estuviera cubierta por completo.

    Observar el miembro de otro hombre me era indiferente, en realidad, pero en ésta situación el problema radicaba en que no soportaría por más tiempo la imagen de mi mujer, o en tal caso, su rostro, con algo colgándole entre las piernas.

    Con el morbo, o mejor dicho, mis deseos de experimentar predominando sobre mis actos, tomé el platillo de nueva cuenta y lo coloqué junto a su cuerpo.

    ─Come ─dije impasible, dubitativo sobre si comprendería el significado de aquella palabra o si recibiría algún tipo de respuesta de su parte.

    Si esto era el avance más importante del siglo y mi soberbia me impedía deshacerme de él pese al calvario que eso implicaba, necesitaba conocer qué tan lejos había logrado llegar con ésta nueva criatura; cuáles eran sus habilidades y limitaciones, por ahora.


    SPOILER (click to view)
    ¡Por Abel dios! Quería tanto responder antes del viernes para leerte de nuevo, pero la vida me dijo "No, no, no, fuck you, fuck you" y pues bueno, apenas puedo ahora</3. Deberían de darme un premio o algo por no mandar al caño mis responsabilidades y ponerme a escribir de estos chiquillos, srsly.

    ¡En fin! ¿Cómo voy a querer cambiar algo de tu respuesta? ¡Me encantó! Ay, si es que ya me veo volviéndome loca por querer responderte al tiro y no poder porque same, el damn tiempo.

    Y hablando de respuestas largas... jelouuu (?). Me diste cuerda y la aproveché, así que tampoco te contengas en escribirme diez biblias porque me las leeré completas y lloraré porque oh, the angst in this is goin' to be strong.

    Ah, tocando un poco lo de Marcia, ¡ha entrado por fin en escena! No sé por qué pero me la imagino latina xD. Como que se super preocupa por Abel (y a la larga por tu nene<3), pero también es capaz de darle con la chancla si lo cree necesario, lmao. Huelo que va a defender a 505 con capa y espada de Abel, y me imagino un par de peleas de lo más curiosas entre estos tres.

    ¡Lo que me lleva a tu idea de los abrazos! Para mí es un sí. ¡Sí, sí, sí y más sí infinitos! Se me estrujó el corazón por lo tierno del acto y las inocentes intenciones de tu nene. Me imagino al pobre de Abel confundido al inicio del porqué del acto y dubitativo sobre si corresponderle o no al abrazo (en el caso que mencionas, que sería lo mejor para que 505 no salga herido físicamente(?) si es antes). Sí, definitivamente la anotaré porque no sólo de angst vive el hombre;;

    Uh boy, somos dos seducidos por la idea de 505 en sociedad(?). De hecho, sí lo había pensado y puede que llegue a ser más grande de lo que planteas. En esto no sólo se verían involucrados los colegas de Abel, sino que llegaría a ser algo gubernamental ya que estas universidades tienen lazos muy estrechos con el fin de recibir financiamiento y poder llevar a cabo sus investigaciones (eso de lo que me acuerdo haber leído, son las 4am no quiero buscar;; ). Se me ocurre que éste evento se daría cuando ambos se encuentren en un momento estable de la relación. O tal vez no tanto así, pero que al menos Abel haya aceptado que tiene sentimientos por 505 (y el chiquillo por él, tal vez, pero como es todo nuevo lo desconoce y me muero de amor de sólo pensarlo<3). Tal vez por aquí entre un antagonista con poder que haya conocido tanto a Abel como a Edith y un día vea a 505. Y bueno, ataría un par de cabos que sería el desencadenamiento de toda esta bomba. No sé, te lanzo esa idea porque luego me olvido xD ya me dirás luego, que aún queda mucho trecho que recorrer con estos dos.

    Ah, siento que se me escapa algo pero tengo demasiado sueño para darme cuenta el qué. Si me ves editando mañana, ya sabes(?).

    ¡Espero estés disfrutando el fin de semana! Nos vemos uvu.
  10. .


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    ─Why do you exist?
    ─…

    Maybe I’m living because I want to figure that out.




    • The Creator // Blackbirb.
    SPOILER (click to view)

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    We are as gods and might as well get good at it. ✧


    ✼ Nombre: Abel Prüssmann
    ✼ Edad: 32 años (al 2024)
    ✼ Fecha de nacimiento: 02 de febrero 1992.
    ✼ País de origen: Suiza
    ✼ Residencia actual: Berkeley, California, Estados Unidos.
    ✼ Profesión: Biotecnólogo. Especializado en el área de la biología genética y, recientemente, sintética.
    ✼ Estado civil: Viudo.
    ✼ Orientación Sexual: Heterosexual.

    ✼ Historia:
    Las primeras páginas del libro de la vida del Señor Prüssmann no son divertidas de ojear. No por ser trágicas, sino todo lo contrario: son demasiado tranquilas. Una mirada rápida a ellas y cualquier lector las describiría como ordinarias y una pérdida de tiempo. Sin embargo, debemos empezar a indagar por algún lado, ¿no?

    Abel Prüssmann nació en un hogar de mediana opulencia al norte de Ginebra, Suiza, bajo el amor incondicional de su madre y las estrictas, pero ineludibles normas de su padre. Pese a esto último, nunca sintió la necesidad de quejarse por la vida que le había tocado. Sabía que ambos le amaban y se preocupaban por su bienestar, aunque cada uno a su manera.

    Por un lado teníamos a su padre, Don Oscar Prüssmann, un hombre estoico de negocios internacionales que, a ojos de Abel, sólo su madre era digna de recibir leves sonrisas por su parte. Y por el otro teníamos a Carol Blom-Prüssmann, la primera mujer que amó y aquella que cumplía hasta el más absurdo de sus caprichos. Su mejor amiga por varios años y la que brindaba apoyo incondicional ante cualquiera de sus metas. Su padre solía llamarle cándida, pues muchas veces pecaba de ingenua con los deseos del ─por aquel entonces─ pequeño niño suizo.

    Sin hermanos o mascotas con quienes compartir aquel cariño ni riquezas, Abel se crió mucho tiempo con la fantasía de que el mundo estaba a su entera disposición. En la secundaria, aquel entorno no le hizo cambiar mucho de opinión, muy por el contrario; las jóvenes le deseaban y los varones le envidiaban, tanto por sus dotes físicos como por su inteligencia y elocuencia. De hecho, a pesar de encajar en el arquetipo de un “cerebrito”, era uno de los pocos que nadie se atrevía a mofarse.

    Pero la vida no es siempre color de rosas, y pronto Abel se estrellaría contra la primera gran roca que jamás haya conocido.

    Bajo una beca y con el afán de expandir sus conocimientos en biología y biotecnología, con dieciocho años y un llanto casi interminable de su madre (que sabía era más de felicidad que de tristeza), el joven Prüssmann fue aceptado en la Universidad de California (UC), en Berkeley, Estados Unidos.

    Le tomó pocos días dentro del instituto comprender dos verdades fundamentales: la primera, no sería el centro de atención. Exceptuando por unas cuantas personas que se acercaban a hablarle sólo por oír su acento, la mayoría se encontraban absortos en sus libros o en los laboratorios de química en el transcurso del día. Él mismo replicaba aquellas actitudes, pero no dejaba de resultarle incómodo. Como si algo le hiciera falta a su alrededor.

    La segunda, se había hecho ─sin saber cómo y en qué momento─ con un enemigo. O mejor dicho, una enemiga.

    Edith Sullivan era competitiva en todos los aspectos posibles. En cada clase que tenían juntos, se encargaba de ser la que contestara a las preguntas justo antes que él. Y no, no estaba siendo paranoico o deseoso de atención (esto último sí era verdad, pero no lo admitiría). En más de una ocasión la observó tomar materiales del laboratorio exactamente un segundo antes de que él los tomara. En la cafetería no era diferente: una malteada, un postre, un asiento dentro del comedor. Abel se vio en la obligación de caminar hasta las afueras del establecimiento y sentarse en el césped a comer porque aquel había sido el último asiento dentro del establecimiento. No le hubiese molestado de no ser por el clima y los mosquitos que disfrutaban de un festín con su cuerpo; mientras que Edith, la molesta Edith, almorzaba en el fresco interior. Era como si todo el tiempo buscara estar un paso adelante del suyo.

    No obstante, a lo largo de los meses Abel aprendió a jugar su mismo juego y pronto todo el campus conocía de aquella relación fulminante entre ambos. No fue hasta un par de años más tarde en aquel vaivén de perro y gato que, finalmente, el joven Prüssmann admitió que se había enamorado de su primera piedra. Se enamoró de su tenacidad, su perspicacia y de cómo sus ojos brillaban cuando obtenía la mejor nota en sus proyectos y recibía elogios. También se enamoró de su amabilidad hacia otros (menos él, claramente) y le hizo desear un poco de ella.

    Para su fortuna, aquel amor fue correspondido y contrajeron nupcias tres años más tarde. Ambos empezaron a trabajar para la UC Berkeley como investigadores una vez graduados debido a sus calificaciones y predisposición con el departamento de biología. Sin embargo, el deseo de ambos por procrear (en un futuro cercano al menos) también se vio truncado por esta decisión. Aun así, se tenían el uno al otro y eso era suficiente. Todo estaba bien.

    Pero Abel encontró una segunda gran roca frente a él y ha sido, hasta la actualidad, la peor de todas.

    En el invierno del 2022, inconscientemente, ambos se vieron expuestos a un químico dentro del laboratorio en el que se encontraban trabajando. Hicieron todo lo posible para evitar que el virus (aún desconocido) se expandiera en sus cuerpos; pero al tercer día y cuando pensaban que lo habían detenido mediante anticuerpos que se inyectaron, las células en el cuerpo de Edith empezaron a implosionar, causándole un ardor agonizante en cada parte de su cuerpo mientras su piel empezaba a desgarrarse centímetro a centímetro. Su cuerpo convulsionaba y su boca regurgitaba cada ápice de sus entrañas. Lo sentía como estar en el infierno.

    Abel, por primera vez en su vida, no sabía qué hacer. Se sentía completamente inútil en medio de su casa, aquella que había comprado para ambos, mientras su esposa se desvanecía en su regazo. Sabía que llevarla al hospital sería en vano; el virus apenas estaba siendo investigado y nadie sabría cómo detenerlo. El cuerpo ajeno yacía prácticamente destrozado en medio de la sala y sus ojos ya no mostraban destello alguno. Sin embargo, Edith, su amada Edith, continuaba respirando y su corazón, latiendo.

    En ese momento y con lágrimas en los ojos, Abel tomó la decisión de darle fin a lo que parecía un interminable sufrimiento para su esposa.

    Los días transcurrieron entre tribunales y papeles, y aunque logró salir de ello sin que su perfil se vea afectado por la práctica de eutanasia hacia su cónyuge, Abel no ha vuelto a ser el mismo desde esa noche. La melancolía y el odio hacia su persona se apoderaron de todo su ser, sin dejar de formularse a cada segundo la misma interrogante:

    «¿Por qué ella y no yo?»


    ✼ Lo que fue Abel y lo que es en la actualidad
    Antes de la mala jugada del destino, al joven suizo se lo catalogaba como un hombre apasionado por su trabajo. No era extraño verle hasta altas horas de la noche dentro del laboratorio, mezclando bacterias o enzimas en los reactores esperando por un resultado. Sin embargo, muchas veces su exceso de confianza le jugaba en contra dentro del área laboral, pues a su difunta esposa no gustaba quedarse atrás. Aun así, aquellas horas argumentando acerca de quién sería el más propenso a tener la razón, se reducían a besos y caricias bajo las sábanas.

    Ni Edith ni las personas cercanas a ambos cuestionaban el amor que traslucía cada gesto de Abel, y viceversa. Él no era exactamente entusiasta con proferir palabras de amor, en realidad, mas eran sus pequeñas acciones que lo delataban. A su manera, ambos lograron que su relación funcionara de la mejor forma posible.

    Pero aquellos días se han ido, y lo único que queda de ese joven Prüssmann es el nombre. Sus compañeros de trabajo lo encuentran un ser apático, incapaces de comprender en su totalidad la pérdida de su felicidad. O, al menos, eso es lo que piensa el suizo, quien prefiere enmudecer ante la presencia de terceros.

    Actualmente se encuentra con licencia laboral, sumido en la soledad de las enormes paredes de su hogar y con aspecto indiferente a lo que ocurre a su alrededor. Tanto sus padres como los de Edith han mostrado interés en visitarle, mas les ha rechazado de forma tajante, casi displicente para sus gustos.


    ✼ Probablemente aún disfruta:
    → Su trabajo. A pesar de haber perdido a su esposa bajo las garras de una investigación, es lo que sabe hacer mejor.
    → La buena comida; aunque últimamente sólo se encuentra comiendo fideos instantáneos debido a la desidia hacia sí mismo.
    → El frío. A veces le trae recuerdos de su ciudad natal.
    → Leer, ya sean libros de biociencia o cualquier otro género literario con el que tenga la oportunidad de cruzarse.


    ✼ Definitivamente detesta:
    → Perder. Es un muy mal perdedor. Curiosamente, en sus días de casado se encontraba mucho de éste lado de la línea.
    → Cocinar. Sinceramente, prefería estar rodeado de tubos de ensayo y con pinzas en mano en vez de un cucharón y una tabla de picar. Edith, por el contrario, disfrutaba de ambos tipos de utensilios.
    → Su egocentrismo. Considera que ha cambiado desde sus días de secundaria, pero le resulta difícil deshacerse por completo de aquella parte suya.


    ✼ Datos extra:
    → Tan pronto como terminó la carrera en genética, se interesó por la biología sintética, una rama relativamente nueva en comparación a las demás, donde se contempla la posibilidad de crear nuevos organismos y manipularlos.
    → Es ambidiestro.
    → Su deseo más cercano era tener un hijo.


    ✼ Apariencia:
    Con 1.83m de estatura, Abel suele parecer incluso más alto debido a su usual pose firme y contextura delgada, pero no por ello lánguida. Pese a no ejercitarse y limitarse a correr sólo cuando el tiempo está a su favor, su cuerpo se ha mantenido en buen estado sin mayor problema.

    De cabello dorado y corto, hoy en día se lo puede ver con una desaliñada barba de candado y unas ojeras bajo sus ojos color verde.

    { I | II | III | extra }


    • The creation // Blut.
    SPOILER (click to view)
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    Nombre: 505.
    Edad: 0 años.
    OS: Loadinglarger_blinking_text_cursor_by_neripixu-d6lwrhn
    RS: Error 404. Not found.
    Peso/Talla: 57 kg / 1,70 m.
    Para sentir al personaje: G o n e.





    Datos que podrían o no resultar de interés:


    I know nothing
    With any certainty.
    But the sight
    Of the stars
    Makes me dream.

    — Vincent Van Gogh
    .



    No es su culpa, es un recipiente vacío.

    Aberración, error, fracaso, humano. Muchos apelativos y ninguno que encaje en los recovecos de su existencia. ¿505? Tampoco parece un nombre, propiamente dicho, pero es lo único que puede identificarle como ente, como un algo, darle cierto sentido de identidad aunque no entienda realmente a qué se refiere el término, aprovechando la facilidad que otorga la impersonalidad de un número, por sobre la premisa de otra cosa.

    A los nombres se le asocian sentimientos (¿Sentimientos?). Algún puñado de emocionalidad que te haga sonreír, rabiar o llorar al recordarlo. Algo que haga temblar el corazón, evocar un sonrojo, algún tipo de reacción al menos. Por eso un número es terreno seguro, porque no evoca más que eso…matemática pura, fría, solitaria.

    Pero tecnicismos a un lado.

    ¿Qué es el mundo?, ¿Qué hay afuera?, ¿Cuál es el sentido de su existencia? Preguntas que a raudales se solapan entre las circunvoluciones de un cerebro recién estrenado y que, por lo mismo, no alcanzan a escalar los brumosos pasillos del inconsciente.

    Todo sucede en el soporífero devenir del reino de Morfeo, donde cualquier cosa es posible sin que ocurra realmente. Allí, y solo allí, se pintan las murallas de colores, al lienzo le salpican de pintura, y se encuentra con imágenes, meros flashes difusos aún, que le hacen ver con una interrogante en el rostro a su creador. Por supuesto al abrir los ojos poco es lo que recuerda (Por no decir nada), pero de cualquier forma se le queda esa rareza en los huesos cuando le mira a la cara, como si quisiera agobiarlo con preguntas (¿Qué era una pregunta?), como si entendiera lo que significan esos sonidos que escapan de la boca de alguien al hablar.

    Algo en su cerebro debió conectarse mal. Seguramente por eso sigue siendo el error 505; Un ente nacido de nada, arrastrando la nada, que ocasionalmente siente brotar en sus sinapsis primitivas un chispazo que le deja más confuso todavía.

    A veces un ligero borboteo emana desde el centro de su cuerpo, algo que podría haber tenido relación con su última comida, pero que al final parece que no. Al final…al final es como si algo dentro suyo le gritara que él es alguien, más allá de tecnicismos y formalidades, que en algún plano existencial diferente quizá entendía lo que era la risa, lo que era luchar por algo, pensar por su cuenta.

    Como si supiera, sin que ese bloqueo en su sistema quiera aceptarlo, que puede y debe aspirar a algo más que pasar las horas encerrado entre cuatro paredes, percibiendo un brillo raro en la ventana que, según escuchó alguna vez, era producido por algo llamado sol.

    Como si…

    Historia en construcciónlarger_blinking_text_cursor_by_neripixu-d6lwrhn



    Apariencia:

    Un cuerpo de complexión sumamente delgada, envuelto en una piel pálida que casi parece se traslucirá en cualquier momento. No es difícil sacar en limpio que no sale a tomar el fresco precisamente.

    Al conjunto se suma un par de orbes azuladas que solo reflejan lo que ven, meros espejos del exterior en lugar del interior que es, a fin de cuentas, lo que debiesen ser. Además de ello, le destaca una cabellera pelirroja ligeramente larga, que cae entre mechones de finos cabellos por su rostro incluso dificultándole la visión de vez en cuando o enmarcando su rostro de rasgos finos y delicados.

    Respecto a su guardarropa, va a depender enteramente de lo que le digan que debe usar. Si dependiera de él aquello, francamente no tendría problemas con pasársela desnudo por ahí a todas horas. Después de todo, tampoco es como que se pueda decir que conozca la vergüenza o el pudor.

    QUOTE
    5443dc0e76b4b48ebd41e2cd562168e8

    || II | III | IV ||

    Gustos:

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    Disgustos:


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    Corría el invierno de 2022 cuando perdí a mi esposa.

    Todo había sido tan rápido, tan inoportuno.

    Aún recuerdo la tormenta de aquella noche, incesante, igual que el llanto que vociferaba a través de todo mi ser. ¿Acaso no había leído en algún lado que ese hecho era sólo una falacia? ¿Aquel donde el creador refleja los sentimientos del ser humano en la naturaleza, con el único fin de crear una atmósfera? En ese momento no lo pensé de esa manera, pero ahora parecía que en efecto era eso lo que ocurría.

    Pero en mis espasmos de angustia y desolación no había cabida para otro pensamiento que no fuera la mujer en mis brazos, mi mujer, adormecida eternamente por la cruda mano del destino. El destino... ¿Realmente había sido él quien me la arrebató? No, el día de hoy puedo decir con certeza que no existe tal cosa. Ella no debió haberme abandonado, así como yo no debí quedarme sobre el infierno al que los demás llaman con disimulo “Tierra”.

    Sin embargo, no pude seguirla. Nunca tuve el valor suficiente para hacerlo y me carcome la conciencia cada vez que lo recuerdo. Me aferré tanto a la vida, aquella que habíamos estado construyendo juntos por siete años, que terminé cometiendo mi más grande error, aquel por el cual sería condenado o alabado por la sociedad.

    Pero sólo ahora lograba verlo; materializado frente a mis ojos, aquel era mi castigo.

    La fecha era 1 de marzo. Tomé el cuerpo de Edith entre mis brazos y la llevé al laboratorio que teníamos en el sótano. Lo habíamos montado por mero capricho de ambos; ella deseaba un lugar para llevar a cabo observaciones más exhaustivas de sus microorganismos, y yo podía estudiar con más calma las variaciones genéticas entre individuos. A pesar de ser mucho más pequeño que nuestro lugar de trabajo en la universidad, a ella nunca le importó.

    Mis manos temblaban cuando la hube colocado sobre uno de los fríos mesones y me disponía a tomar una muestra de su sangre. Muy en el fondo sabía que no era el momento, pero me cegaba el desasosiego, la furia e incertidumbre del porqué yo continuaba respirando mientras ella yacía inerte frente a mí. Debía analizarla. Necesitaba conocer las causas. Quería una respuesta.

    Y respuesta fue lo que no obtuve. Como dejaba entrever, sus células estaban destruidas; no había forma de analizar algo de ellas.

    «¿Y ahora qué?» recuerdo haberme preguntado mientras tomaba asiento junto a su cuerpo e intentaba entrelazar nuestros dedos, sin éxito. En ese momento quise llamar a la muerte, invocarla y exigir que me regresara a Edith, mi amada Edith. Pero no soy un sujeto creyente a pesar de que mi madre intentó que lo fuera en algún momento. La ciencia me la había arrebatado y no existía manera de reponer el daño causado.

    O eso pensé. Al menos reconozco haber tenido un pensamiento coherente previo a mis delirios de grandeza.

    Acaricié su cabello con amargura. Largo hasta los senos, liso y agradable al tacto; aquella melena pelirroja no se había visto afectada ante las reacciones virales como el resto de su cuerpo. Recuerdo haber tocado cada hebra por una cantidad de tiempo inexplicable, aferrándome a su recuerdo y a lo único que conservaba como tal de su exterior. A ojos ajenos, seguramente parecía un científico loco que emanaba desconsuelo por un cuerpo llagado, pero ni aquel entonces ni hoy me importó. «La quiero de vuelta» era mi mantra.

    Y con aquellas hebras enredadas entre mis dedos y susurros al vacío, pensé en el proyecto del genoma humano.

    Llevaban seis años trabajando en ello y el primer resultado había visto la luz dos años atrás; un trasplante de riñón totalmente funcional, colocado un año más tarde en un paciente. La iglesia enardeció contra lo que nosotros veíamos como un avance para la humanidad, y empezó un debate político-social que hasta la fecha sigue en pie, con resultados mayormente favorables para la biosintética.

    «Debí haberlo pensado dos veces» me digo ahora; «¿Qué he hecho?». No obstante, si existía la posibilidad de recrear a Edith sin la necesidad de desarrollar un código genético nuevo e insertar el suyo en células vivas, ¿por qué no la iba a tomar? Por aquel entonces me parecía lo más lógico y mi único soplo de esperanza.

    . . .



    Luego del funeral y las constantes visitas al juzgado, adquirí un semblante famélico durante un par de meses. Había empezado a utilizar cada resquicio de tiempo libre para trabajar en el desarrollo de todos los órganos, descuidándome por completo de mi salud y aseo de cada rincón de mi hogar que no fuera el sótano. No me importaba, en realidad. No recibía invitados y mi aspecto era el menor de mis intereses en esa época.

    No fue hasta que la señora Blom, mi madre, decidió visitarme sin previo aviso y observó las deplorables condiciones en las que había estado viviendo, que solicitó los servicios de una sirvienta. ¿Era realmente necesario? Sí, por supuesto que sí. Si no moría por alguna enfermedad gastrointestinal, seguramente me mataba la insalubridad que emanaba por toda la casa. Ese había sido su argumento. Sin embargo, en mi afán de excluir a todos de mi vida y mis asuntos, no había contemplado la idea de que en efecto, tanto ese lugar como yo necesitábamos de alguien.

    Aunque ese alguien en mi mente no era aquella mujer. Su cuerpo pequeño, arrugado en ciertos rincones y de caderas anchas, casi demacrado por los años; el rostro regordete y su cabello canoso, no reflejaba un ápice de lo que había sido la joven y risueña Edith. Yo la necesitaba hasta cierto punto, mas no era lo que buscaba.

    «¿Y esto era lo que buscabas?» me pregunté postrado sobre la fría y límpida losa de laboratorio. «¿Esta cosa es tu amada?»

    . . .



    Aquella mañana del 2024 había sido pronta y me encontraba sumergido entre las gélidas paredes del sótano, como hacía todos los días durante esos dos últimos años. Pero, a diferencia de mi rutina, en ese momento mis dedos tamborileaban sobre el mesón que alguna vez sirvió de cama y mis piernas se movían febrilmente mientras me consumía lo que consideraba una interminable espera.

    El monitor marcaba ese día como el inicio de una nueva esperanza; el día en que tendría a mi esposa una vez más entre mis brazos.

    La mezcla de químicos dentro de la incubadora se había ido tornando cada vez más oscura con el pasar de los meses, impidiéndome tener una vista previa del producto final que había estado desarrollando por tanto tiempo.

    El reloj interno de la cámara de incubación marcó las ocho de la mañana y el drenaje empezó. No logro describir la serie de sentimientos inusitados que me invadieron durante esos segundos que parecían eternos. Tampoco recuerdo en qué momento empecé a temblar. Perdí la audición momentáneamente, mas en mi cabeza lograba escuchar con claridad el retumbar de mi corazón. La cámara se abrió lentamente y mi estómago dio un vuelco. Palidecí; mis piernas flaquearon y caí de rodillas sobre la losa, tiritando.

    Tomé el cubo de basura cerca y mi cuerpo se contrajo frente a él, expulsando todo lo que encontrara a su paso y más. Me ardía la garganta y de mis labios pendían gruesos hilos de mucosidad una vez terminaron las arcadas. Pero esa era la menor de mis preocupaciones.

    «¿Qué he hecho?» fue lo primero que pensé. El cuerpo yacía aún inmóvil dentro de la cámara, pero mis ojos no se atrevían a observarle. Había reconocido ese color de piel antes de caer; la forma curva de sus labios y su nariz respingada. A pesar de encontrarse empapado, podía reconocer que el color de su cabello era idéntico al de ella.

    Pero eso no era Edith. Eso era un chico. Había creado un chico de pies a cabeza.

    Apreté mis puños fuertemente. Estaba seguro de no haber cometido ningún error. Me había asegurado de ello en los primeros meses e incluso logré hacerme con los avances dentro de la Universidad de Harvard. Entonces, ¿cuál fue mi error?

    Si dios existía, seguramente se estaba burlando de mí en esos momentos. Quise traspasar el velo de la muerte, hacerle quedar en ridículo y regresar a mi amada, pero él se regodeó de mi desgracia y dejó que creyera en una ilusión.

    ─¡Maldito sea el día en que dios creó al hombre! ─prorrumpí colérico, abatido como sanguijuela en el suelo. «Y maldito sea el hombre que confía en el hombre» cité segundos después la Biblia, un libro que poco interés me causaba y, sin embargo, recordaba algunos de sus pasajes por culpa de mi madre. No podía quedarme ahí en esa posición. Tenía que levantarme y destruir a la aberración que yo mismo había creado, era lo mínimo que podía hacer como perdón a la memoria de Edith.

    Edith.

    ¿Qué pensaría ella sobre mí? Si continuaba existiendo en alguna parte dentro del tiempo-espacio, ¿estaría decepcionada por lo que hice? ¿Sería capaz de perdonarme?

    Me levanté con pesadumbre y me acerqué a eso. ¿Qué era eso? ¿Podía considerar llamarle humano? No, claro que no. Su cuerpo podía lucir como tal, como el de un hombre, pero no emitía una pizca de humanidad. Las arcadas volvieron ante su imagen, y aunque logré retenerlas, el parecido inconcebible que tenía esta criatura con Edith no paraba de causarme repulsión.

    Estaba dispuesto a tomar un bisturí y destruir cada poro de su piel, cuando observé sus signos vitales en el monitor de la cámara.

    A pesar de que eran relativamente bajos, la criatura estaba viva.

    Mi creación, éste humano artificial, poseía signos vitales como yo.

    Me detuve en seco y mis piernas volvieron a flaquear, pero esta vez logré tomar una silla y sentarme. ¿Qué estaba pasando? Esta cosa no era lo que buscaba. Ese cuerpo no era el de Edith, y al mismo tiempo, lo era. Estaba desconcertado. ¿Qué debía hacer ahora? Quería destruirlo, arrancar cada pedazo de su piel y tirarlo a la basura. Quemarlo. Pero no podía. Dentro de mí estaba seguro que no me lo permitiría. Esto era el mayor avance dentro del mundo científico, por lo que todos llevábamos buscando años y años, sin resultados placenteros. Y yo, Yo lo había creado.

    Y aun así, no sentía el más mínimo regocijo dentro de mi ser.

    La cámara de seguridad me sacó de mis cavilaciones. Marcia, la sirvienta, había llegado y se abría paso por la entrada principal como todos los días. Ahora más que nunca no podía salir con esto a cuestas. No podían verlo, no por ahora. «¿Por ahora?»

    Decidí quedarme sentado y mis ojos recorrieron, sin poder evitarlo, la carne frente a mí, expectante de algún movimiento, un sonido, un suspiro. Algo.





    SPOILER (click to view)
    ¡Yay~! Por fin he podido darle inicio a nuestra historia<3.

    Me costó retomar éste tipo de narración, pero creo que no lo hice tan mal ─nótese el énfasis del creo xd─. Tampoco esperaba que me saliera tan largo éste comienzo, pero cuando me di cuenta no podía parar de escribir, I'm sorry</3.

    Se me ocurrió introducir a Marcia porque uno, Abel no logra funcionar bien si no hay alguien más a su lado. Esto tampoco quiere decir que sea completamente inútil, sólo necesita sentirse apoyado de una u otra forma; y dos, no quería que 505 se sienta solo cuando Abel tenga que salir al trabajo (aunque visto lo visto, creo que este día se merece un "descanso" xd). Se me ocurre que tu muchacho logre salir del laboratorio (o donde sea que lo vaya a encerrar) y se encuentren en algún momento. A ella la tenía proyectada como un apoyo para él, alguien que contraste la actitud que recibirá de su creador y le vaya generando emociones mayormente positivas. Pero no sé qué te parezca la idea.

    ¡Ah, casi se me olvidaba! Peleé mucho conmigo misma porque no me decidía entre ésta canción para el temita o una netamente instrumental. Ya ves cuál ganó, jaja uvu.

    Bueno, espero no me esté olvidando de nada.

    Edito: Ya ves que sí me olvidaba de algo OTL.

    El laboratorio en casa sería algo así y la incubadora estaría en el espacio del fondo. Sí, el condenado tiene dinero. Investigué un poco y ésta gente gana muy bien. Por ahora te debo la imagen de la vivienda.

    Ahora sí, cualquier cosa que no te haya gustado del inicio no dudes en hacérmelo saber y lo cambio.

    Nos estamos leyendo, ¡ten un buen fin de semana!


    Edited by Blackbirb. - 14/7/2018, 21:36
  11. .
    Me escapo cinco minutos de mis responsabilidades para responderte rápido. Ya ves que hasta el sábado no me aguantaba.

    ¡Ahh~! Ya con ese amor por Coldplay te has ganado más mi corazón ─si es que era posible─. ¿Petición para casar a nuestros chiquillos al ritmo de sus canciones? Yo digo que sí. Ya nos veo haciendo una playlist para el rol con mayor porcentaje de sus melodías (y no me estoy quejando, le voy de cabeza).

    Hoy mi cerebro se ha portado bien conmigo y ya tengo ideas anotadas para el starter, así que lo único que me falta es tiempo suficiente para ponerme con ello. Tan pronto como lo tenga, te lo envío por mp o edito éste mensaje, lo que salga primero, lol. ¡Ah! Y puedes llamarme como gustes. No tengo un mote en particular, así que tienes permiso de ponerte creativo(??) ok, ya XD. ¡Y el gusto de llevar a cabo esta aventura contigo es mío, Mr. Blut! uvu I still feel blessed, tbh.

    Bueno, con todo dicho, debo regresar a mi cueva</3.

    Éxitos y nos estamos leyendo pronto<3.


    Edited by Blackbirb. - 9/3/2021, 01:08
  12. .


    Tan pronto como te leí me puse a escribir la respuesta, pero me pudo el sueño a la mitad y pues sólo te dejé un +1 ;;



    Decir que tu muchacho me ha gustado es quedarme corta, así que de entrada te digo que está ACEPTADO. Mientras más me adentraba en su lectura (y, de paso, vociferaba unos cuantos “oh por dios” de por medio), más me invadían los sentimientos de aflicción, dolor, soledad y cariño. Me ha costado deshacerme del vacío en el pecho que me dejó, y más las ganas de querer abrazarlo muy fuerte (I’m soft too ;; ). ¿Cómo has logrado mostrar tanto de él mediante tan poco? Yo no lo sé, pero te aplaudo.


    Confieso que no esperaba que su nombre fueran números (y menos que me recordaran a la canción de AM, lol). Pero ha sido la razón detrás de su elección lo que me ha terminado de convencer. Por el momento, me gusta la idea que propones de que tenga un nombre como tal hasta que sea el momento adecuado.


    QUOTE
    al final es como si algo dentro suyo le gritara que él es alguien, (…) que en algún plano existencial diferente quizá entendía lo que era la risa, lo que era luchar por algo, pensar por su cuenta.

    Has transmitido en sólo dos líneas el porqué buscaba llevar ésta trama y el objetivo principal de ello. Punto aparte del romance y el aflorar de otros sentimientos afines a ello, me interesa que tu muchacho encuentre su lugar en el mundo. Que sepa que no es un engendro, mas sí un humano. Diferente, pero un sapiens más que puede llegar a pensar y sentir por voluntad propia.


    Por otro lado, admito que tuve dudas con la apariencia en un principio. Pero luego de leer que te tomaste el tiempo de buscar a alguien que te recordase a Edith, logré imaginármela por completo con la misma fisonomía. Eso es otro plus para ti porque no la había proyectado de alguna forma en concreto.


    Para mí es un a los recuerdos difusos en sueños. Tal vez, en principio, podrían despertarle leves sensaciones de regocijo, sin que realmente pueda llegar a entenderlas pues sólo conocería el trato desabrido de Abel. Pero en esos mismos cortos espasmos de aquellas memorias, podría entrever que su creador no siempre fue lo que es en la actualidad. Sí, me gusta muchísimo esta idea que has propuesto<3.


    Lol, no te contengas. Ya sea con ideas ─que me gusta mucho cómo piensas, te lo digo desde ya─ o canciones que te recuerden al rol, puedes compartirlas sin tapujo alguno. No me molestará en lo absoluto, muy por el contrario. La canción que escogiste sólo acrecentó la atmósfera de soledad (y eso fue un bien). Por mi parte, escuchaba ésta canción mientras trataba de reponerme de ello (pero igual terminó recordándome a nuestros chicos de cierta forma y me abrumé XD).

    Bien, ya habiendo dejado en claro las razones por las cuales me enamoré de tu muchacho, creo que es momento de pasar a los títulos y demás puntos previos al inicio del rol.

    Debo decir que el primer punto no se me da bien. Por el momento, estos son los que vengo a proponerte:

    QUOTE

    “The world is to us a secret which we desire to understand.”

    “What does it mean to be Human?”

    “Vivre. Ressentir. Pense.”

    “De Profundis Clamavi”




    Aun así, siéntete libre de dejar otros si los de arriba no te convencen. Ya eran las dos de la mañana cuando los iba escribiendo ;;.

    Pasando un poco a la forma de redactar y como mencioné en las reglas, escribo en tercera persona. Sin embargo, a mi punto de vista encuentro más interesante el uso de la primera para éste rol. Hace mucho que no experimento con ella y, si estás de acuerdo, podríamos llevarlo a cabo de esa manera. Ya me dirás qué te parece.

    Finalmente, quién abrirá el rol. Encuentro más adecuado que lo haga yo para dejar ver qué fue de Abel en esos dos años (que por cierto, haciendo las matemáticas, vendría a tener 32 años y no 30 como en la ficha), hasta el día en que su creación vio la luz. Pero lo tendría listo para el viernes o sábado a más tardar. Ahora, si tú posees algo más de tiempo libre que yo y deseas abrirlo, tampoco hay problema.

    Creo que eso es todo por ahora, Blut (¿Puedo llamarte así? Es el nick que más recuerdo, la verdad XD).

    Estaré esperando leer tu respuesta y empezar con ésta historia~~♡.

    Que te vaya muy bien, ¡nos leemos! uvu.


    Pd: Te respondo desde el móvil y no estoy segura si esto se verá bien;;

    Edited by Blackbirb. - 9/3/2021, 01:05
  13. .

    JDRW
    Mi cerebro cuando me levanté y leí tu nombre en mi tema. #I shit you not



    Holy shit, llevo todo el día con ganas de responderte y apenas tengo oportunidad de hacerlo. ¿Qué te digo? Definitivamente no esperaba verte por acá, pero boy I feel blessed. ¿Debería sentirme mal por tentarte con mi trama? Sí. ¿Lo estoy haciendo? No, nopiti, nope.

    Casi pensé que esta trama no interesaría por la misma razón de tirarse al vacío. Pero me alegro de no estar sola en éste barco, lmao. Pensar en todo lo que podría llegar a ser la creación de éste lienzo en blanco (no has podido describirlo de mejor forma<3); experimentar inseguridades, emociones, sentimientos por primera vez. Ay, que doy rienda suelta y me emociono yo sola de nuevo;;

    Rechazar la opción de no presentar ficha sólo habla muy bien de ti y tu predisposición con la historia. Aunque he de admitir que si sólo me traías una apariencia, para mí ya eras un rotundo debido a tu grata y prolija forma de escribir.

    Me has hecho caer en cuenta que olvidé por completo especificar el plazo que tendrías para traer a tu muchacho OTL. Pero no te preocupes, soy bastante paciente y sé que un personaje no siempre se crea en un par de horas. Tómate los días que consideres necesarios, que yo estaré muy ansiosa por ver lo que tienes planeado para este nuevo chiquillo.

    Bueno, creo que no tengo más que agregar por ahora.

    Edito: Mentira, sí tengo. Ya ves que voy por la vida olvidándome de todo.

    Tienes libertad para escoger el nombre que desees le sea dado a tu personaje por su creador. Si bien Abel lo considerará un monstruo al inicio, no puede ir llamándole de esa forma mientras lleva el rostro de su mujer.

    Ahora sí creo que no se me escapa nada.

    ¡Éxitos también en tu semana! Nos leemos<3.


    Edited by Blackbirb. - 9/7/2018, 20:21
  14. .

    ClearAgileAustrianpinscher



    Uh-oh... Yo definitivamente no debería estar por acá, y tú definitivamente no deberías estar leyendo esto, pero ya ves. No siempre es lo que uno debe sino lo que uno quiere. ¡En fin! Esta será la única ficha que dejaré por un tiempo (sí, claro) y espero sea por lo que has venido a curiosear. Pero antes de ir con el muchacho en cuestión, pediré que leas mis exigencias. No considero que sean muchas, pero eso lo juzgarás tú.

    R E G L A S

    QUOTE
    ✧ Las establecidas por el foro.
    ✧ Ortografía y redacción: No pido perfección, pero si escribes “haiga”, “x fabor” u “ola k ase” me temo que no funcionará. Tampoco pido que sepas a rajatabla el uso de los signos de puntuación (yo misma me confundo de vez en cuando), pero no me hagas leer un párrafo entero de corrido. Es agotador. Redacto en tercera persona y en tiempo pasado, pero no tendré problema en cómo tú redactes.
    ✧ Cantidad: Seré sincera, no me fijo en el número de renglones al momento de escribir, mas sí en las páginas de Word. Mi media es de una carilla en adelante, por lo que pido la misma cantidad de tu parte y no menos.
    ✧ No manejar a mi personaje, a menos que sea necesario. Los secundarios están a tu entera disposición.
    ✧ No comparto ficha. No me gusta y no logro hacerme a esa idea.
    ✧ No aparto ficha. Sin embargo, si estás interesado el personaje puedes comentar dejando constancia de ello. Si llegase a haber otro interesado, escogeré la ficha que mejor se adapte a lo que busco.
    ✧ Concurrencia: Seré bastante flexible en este punto dado que ni yo misma cuento con demasiado tiempo últimamente, salvo los fines de semana. Por ende, puedo ofrecerte una respuesta cada una o dos semanas.
    ✧ Ausencias y abandonos: Todos tenemos una vida fuera del foro y habrán momentos en los que me ausente más de lo que quisiera. Tienes carta blanca para mandarme un mp si no te he avisado de que me ausentaré por un periodo demasiado largo (entiéndase meses, no dos días, por favor). Yo haré lo mismo si veo aquel tipo de ausencia de tu parte.
    ✧ Divertirse. Después de todo, esto es un juego.


    ¿Ves que no fueron tantas? Si ya has leído hasta acá, te felicito. Ahora sí, la ficha.



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    { I loved her. I loved her more than anything }


    SPOILER (click to view)

    We are as gods and might as well get good at it. ✧


    ✼ Nombre: Abel Prüssmann
    ✼ Edad: 30 años
    ✼ Fecha de nacimiento: 02 de febrero 1992.
    ✼ País de origen: Suiza
    ✼ Residencia actual: Berkeley, California, Estados Unidos.
    ✼ Profesión: Biotecnólogo. Especializado en el área de la biología genética y, recientemente, sintética.
    ✼ Estado civil: Viudo.
    ✼ Orientación Sexual: Heterosexual.

    ✼ Historia:
    Las primeras páginas del libro de la vida del Señor Prüssmann no son divertidas de ojear. No por ser trágicas, sino todo lo contrario: son demasiado tranquilas. Una mirada rápida a ellas y cualquier lector las describiría como ordinarias y una pérdida de tiempo. Sin embargo, debemos empezar a indagar por algún lado, ¿no?

    Abel Prüssmann nació en un hogar de mediana opulencia al norte de Ginebra, Suiza, bajo el amor incondicional de su madre y las estrictas, pero ineludibles normas de su padre. Pese a esto último, nunca sintió la necesidad de quejarse por la vida que le había tocado. Sabía que ambos le amaban y se preocupaban por su bienestar, aunque cada uno a su manera.

    Por un lado teníamos a su padre, Don Oscar Prüssmann, un hombre estoico de negocios internacionales que, a ojos de Abel, sólo su madre era digna de recibir leves sonrisas por su parte. Y por el otro teníamos a Carol Blom-Prüssmann, la primera mujer que amó y aquella que cumplía hasta el más absurdo de sus caprichos. Su mejor amiga por varios años y la que brindaba apoyo incondicional ante cualquiera de sus metas. Su padre solía llamarle cándida, pues muchas veces pecaba de ingenua con los deseos del ─por aquel entonces─ pequeño niño suizo.

    Sin hermanos o mascotas con quienes compartir aquel cariño ni riquezas, Abel se crió mucho tiempo con la fantasía de que el mundo estaba a su entera disposición. En la secundaria, aquel entorno no le hizo cambiar mucho de opinión, muy por el contrario; las jóvenes le deseaban y los varones le envidiaban, tanto por sus dotes físicos como por su inteligencia y elocuencia. De hecho, a pesar de encajar en el arquetipo de un “cerebrito”, era uno de los pocos que nadie se atrevía a mofarse.

    Pero la vida no es siempre color de rosas, y pronto Abel se estrellaría contra la primera gran roca que jamás haya conocido.

    Bajo una beca y con el afán de expandir sus conocimientos en biología y biotecnología, con dieciocho años y un llanto casi interminable de su madre (que sabía era más de felicidad que de tristeza), el joven Prüssmann fue aceptado en la Universidad de California (UC), en Berkeley, Estados Unidos.

    Le tomó pocos días dentro del instituto comprender dos verdades fundamentales: la primera, no sería el centro de atención. Exceptuando por unas cuantas personas que se acercaban a hablarle sólo por oír su acento, la mayoría se encontraban absortos en sus libros o en los laboratorios de química en el transcurso del día. Él mismo replicaba aquellas actitudes, pero no dejaba de resultarle incómodo. Como si algo le hiciera falta a su alrededor.

    La segunda, se había hecho ─sin saber cómo y en qué momento─ con un enemigo. O mejor dicho, una enemiga.

    Edith Sullivan era competitiva en todos los aspectos posibles. En cada clase que tenían juntos, se encargaba de ser la que contestara a las preguntas justo antes que él. Y no, no estaba siendo paranoico o deseoso de atención (esto último sí era verdad, pero no lo admitiría). En más de una ocasión la observó tomar materiales del laboratorio exactamente un segundo antes de que él los tomara. En la cafetería no era diferente: una malteada, un postre, un asiento dentro del comedor. Abel se vio en la obligación de caminar hasta las afueras del establecimiento y sentarse en el césped a comer porque aquel había sido el último asiento dentro del establecimiento. No le hubiese molestado de no ser por el clima y los mosquitos que disfrutaban de un festín con su cuerpo; mientras que Edith, la molesta Edith, almorzaba en el fresco interior. Era como si todo el tiempo buscara estar un paso adelante del suyo.

    No obstante, a lo largo de los meses Abel aprendió a jugar su mismo juego y pronto todo el campus conocía de aquella relación fulminante entre ambos. No fue hasta un par de años más tarde en aquel vaivén de perro y gato que, finalmente, el joven Prüssmann admitió que se había enamorado de su primera piedra. Se enamoró de su tenacidad, su perspicacia y de cómo sus ojos brillaban cuando obtenía la mejor nota en sus proyectos y recibía elogios. También se enamoró de su amabilidad hacia otros (menos él, claramente) y le hizo desear un poco de ella.

    Para su fortuna, aquel amor fue correspondido y contrajeron nupcias tres años más tarde. Ambos empezaron a trabajar para la UC Berkeley como investigadores una vez graduados debido a sus calificaciones y predisposición con el departamento de biología. Sin embargo, el deseo de ambos por procrear (en un futuro cercano al menos) también se vio truncado por esta decisión. Aun así, se tenían el uno al otro y eso era suficiente. Todo estaba bien.

    Pero Abel encontró una segunda gran roca frente a él y ha sido, hasta la actualidad, la peor de todas.

    En el invierno del 2022, inconscientemente, ambos se vieron expuestos a un químico dentro del laboratorio en el que se encontraban trabajando. Hicieron todo lo posible para evitar que el virus (aún desconocido) se expandiera en sus cuerpos; pero al tercer día y cuando pensaban que lo habían detenido mediante anticuerpos que se inyectaron, las células en el cuerpo de Edith empezaron a implosionar, causándole un ardor agonizante en cada parte de su cuerpo mientras su piel empezaba a desgarrarse centímetro a centímetro. Su cuerpo convulsionaba y su boca regurgitaba cada ápice de sus entrañas. Lo sentía como estar en el infierno.

    Abel, por primera vez en su vida, no sabía qué hacer. Se sentía completamente inútil en medio de su casa, aquella que había comprado para ambos, mientras su esposa se desvanecía en su regazo. Sabía que llevarla al hospital sería en vano; el virus apenas estaba siendo investigado y nadie sabría cómo detenerlo. El cuerpo ajeno yacía prácticamente destrozado en medio de la sala y sus ojos ya no mostraban destello alguno. Sin embargo, Edith, su amada Edith, continuaba respirando y su corazón, latiendo.

    En ese momento y con lágrimas en los ojos, Abel tomó la decisión de darle fin a lo que parecía un interminable sufrimiento para su esposa.

    Los días transcurrieron entre tribunales y papeles, y aunque logró salir de ello sin que su perfil se vea afectado por la práctica de eutanasia hacia su cónyuge, Abel no ha vuelto a ser el mismo desde esa noche. La melancolía y el odio hacia su persona se apoderaron de todo su ser, sin dejar de formularse a cada segundo la misma interrogante:

    «¿Por qué ella y no yo?»


    ✼ Lo que fue Abel y lo que es en la actualidad
    Antes de la mala jugada del destino, al joven suizo se lo catalogaba como un hombre apasionado por su trabajo. No era extraño verle hasta altas horas de la noche dentro del laboratorio, mezclando bacterias o enzimas en los reactores esperando por un resultado. Sin embargo, muchas veces su exceso de confianza le jugaba en contra dentro del área laboral, pues a su difunta esposa no gustaba quedarse atrás. Aun así, aquellas horas argumentando acerca de quién sería el más propenso a tener la razón, se reducían a besos y caricias bajo las sábanas.

    Ni Edith ni las personas cercanas a ambos cuestionaban el amor que traslucía cada gesto de Abel, y viceversa. Él no era exactamente entusiasta con proferir palabras de amor, en realidad, mas eran sus pequeñas acciones que lo delataban. A su manera, ambos lograron que su relación funcionara de la mejor forma posible.

    Pero aquellos días se han ido, y lo único que queda de ese joven Prüssmann es el nombre. Sus compañeros de trabajo lo encuentran un ser apático, incapaces de comprender en su totalidad la pérdida de su felicidad. O, al menos, eso es lo que piensa el suizo, quien prefiere enmudecer ante la presencia de terceros.

    Actualmente se encuentra con licencia laboral, sumido en la soledad de las enormes paredes de su hogar y con aspecto indiferente a lo que ocurre a su alrededor. Tanto sus padres como los de Edith han mostrado interés en visitarle, mas les ha rechazado de forma tajante, casi displicente para sus gustos.


    ✼ Probablemente aún disfruta:
    → Su trabajo. A pesar de haber perdido a su esposa bajo las garras de una investigación, es lo que sabe hacer mejor.
    → La buena comida; aunque últimamente sólo se encuentra comiendo fideos instantáneos debido a la desidia hacia sí mismo.
    → El frío. A veces le trae recuerdos de su ciudad natal.
    → Leer, ya sean libros de biociencia o cualquier otro género literario con el que tenga la oportunidad de cruzarse.


    ✼ Definitivamente detesta:
    → Perder. Es un muy mal perdedor. Curiosamente, en sus días de casado se encontraba mucho de éste lado de la línea.
    → Cocinar. Sinceramente, prefería estar rodeado de tubos de ensayo y con pinzas en mano en vez de un cucharón y una tabla de picar. Edith, por el contrario, disfrutaba de ambos tipos de utensilios.
    → Su egocentrismo. Considera que ha cambiado desde sus días de secundaria, pero le resulta difícil deshacerse por completo de aquella parte suya.


    ✼ Datos extra:
    → Tan pronto como terminó la carrera en genética, se interesó por la biología sintética, una rama relativamente nueva en comparación a las demás, donde se contempla la posibilidad de crear nuevos organismos y manipularlos.
    → Es ambidiestro.
    → Su deseo más cercano era tener un hijo.


    ✼ Apariencia:
    Con 1.83m de estatura, Abel suele parecer incluso más alto debido a su usual pose firme y contextura delgada, pero no por ello lánguida. Pese a no ejercitarse y limitarse a correr sólo cuando el tiempo está a su favor, su cuerpo se ha mantenido en buen estado sin mayor problema.

    De cabello dorado y corto, hoy en día se lo puede ver con una desaliñada barba de candado y unas ojeras bajo sus ojos color verde.

    { I | II | III | extra }


    QUOTE

    Tramas y lo que busco, en orden de preferencia


    De antemano me disculpo ante cualquier biólogo dentro del foro por cualquier incongruencia dentro de la ficha. Soy nula con la biología, pero me aseguré de leer lo suficiente para no meter tanto la pata ¿lo habré logrado?. Me pudieron más las ganas de crear este personaje que otra cosa, pero bueno. Me dejo de embrollos para pasar, ahora sí, a las posibles tramas.

    1. Let's play God
    Actualmente ya hay estudios en biología sintética con el deseo de crear nuevas formas de vida, y se estima que dentro de diez años esto sea posible. Con eso (y tomándome un millón de libertades científicas, morales, religiosas y no sé cuántas más) va esta primera trama: crear un humano desde cero (tu personaje).

    Me explico. Mi muchacho está cegado por el dolor y lo único que tiene en estos momentos, le guste o no, son sus conocimientos en biología. Cansado de su letargo y creyendo que tiene el poder y los conocimientos suficientes, decide intentar recrear a su difunta esposa mediante su ADN. Le tomará alrededor de dos años completar este objetivo, siendo el experimento un éxito en cuanto a la fisonomía. Sin embargo, una vez dentro del tubo de incubación y mientras se empieza a desarrollar su creación, se dará cuenta que este nuevo tipo de humano no es una ella sino un él con el rostro de su esposa, y que el experimento fue un fracaso.

    Cabe decir que éste humano artificial tendría los conocimientos básicos de cualquier otro en edad adulta [caminar, comer, dormir, hablar (tal vez no muy fluido), etc]. Si lo deseas, incluso podría tener ciertos recuerdos de la difunta mediante el tacto (o no, está a elección tuya). Pero lo que no tendría serían emociones, por lo que las iría descubriendo y desarrollando a lo largo del rol.

    Lo que busco es un muchacho con apariencia de, máximo, treinta años. Al no tener una historia previa, siéntete libre de crear o no una ficha. Puedes hacerla con algunas de las características de la difunta, como no. O tal vez de hacia dónde quieres proyectar la personalidad de tu personaje. Tienes vía libre para traerme sólo una apariencia y tus ganas de ir con la historia (de ser necesario, me echaré un vistazo a tu forma de escribir y me basaré en ello para aceptar o no. Sorry not sorry). También ten muy en cuenta que mi personaje considera al tuyo una aberración a la memoria de Edith, por lo que el romance va a tardar mucho en llegar.

    2. H e a l
    Un compañero de trabajo. Esta trama no la he pensado a profundidad, la verdad, así que puedes traerme lo que tú creas conveniente.

    3. Cualquier otra propuesta




    ¡Nos estamos leyendo! uvu

    Edited by Blackbirb. - 10/7/2018, 10:57
  15. .

    QUOTE
    Fandom: Haikyuu!!
    Pareja: Kageyama Tobio / Hinata Shōyō
    Contenido: G
    Género: AU, Fluff.
    Tipo: Drabble.
    Palabras: 711.
    Terminado: Sí.
    Disclaimer: Los personajes no me pertenecen, pertenecen a Haruichi Furudate. Yo sólo los ocupé para crear este drabble.
    Resumen: Atesorarían cada momento de felicidad por toda la eternidad, aun si esa eternidad fuera hasta el día siguiente.
    Notas: Éste drabble, aunque se puede leer casi sin la necesidad de una historia previa, forma parte de un mundo post-apocalíptico que aún tengo en marcha. Será un long-fic (de todavía no sé cuántos capítulos, OTL) que espero poder postearlo pronto por aquí~. He de decir que no soy muy fan del KageHina, pero éste fanart se me hizo muy mono y fue el que me dio la inspiración para escribir~ Espero que lo disfruten.

    Melody & Harmony


    Kageyama no podía dormir.

    A pesar de los sucesos de aquel horrendo día, el Nicho se encontraba en absoluto silencio. No se oían los usuales pasos apresurados ni gritos en los pasillos. Tampoco se escuchaban los sollozos desesperados provenientes de la superficie y, en cualquier otra circunstancia, aquella soledad que reinaba dentro de la guarida le habría parecido reconfortante, incluso placentera.

    Pero no ahora. Lo único que estaba obteniendo de aquel escenario era una serie de preguntas sin respuestas y un terrible dolor de cabeza. Decidió cambiar de posición y recostarse de lado en aquella estrecha cama. De todas formas, el tejado no le parecía demasiado interesante.

    En medio de aquella oscura habitación, su vista se ajustó lo suficiente para apreciar el rostro de su compañero, profundamente dormido a su lado y ajeno a sus preocupaciones.

    Si bien Hinata era reconocido por su cantidad excéntrica de energía y su buena predisposición con sus compañeros, una vez que sus ojos se cerraban para descansar resultaba casi imposible regresarlo de aquel mundo de los sueños, al menos por un par de horas. En más de una ocasión esto les había causado complicaciones al equipo, pero en la actualidad ya todos habían encontrado la forma de lidiar con éste y casi todos sus demás hábitos.

    Kageyama lo observó, sin prestar atención al tiempo ni sus alrededores. Le apetecía más recorrer con la mirada cada esquina de aquel rostro frente al suyo, pensando cómo cada una de las imperfecciones del más bajo eran perfectas ante sus ojos. Notó cómo uno de los mechones naranjas caía despreocupado sobre el ceño que, muy a diferencia del suyo, permanecía totalmente relajado; sus párpados estaban totalmente inmóviles, y su nariz iba al compás del subir y bajar de su pecho al respirar. Kageyama no pudo evitar sonreír para sí mismo al llegar a sus labios que se encontraban ligeramente abiertos, y con un leve rastro de saliva que bajaba por su mentón hasta la almohada. Su respiración era calmada, suave y casi imperceptible; como si el peso de aquel corrompido mundo exterior fuera del tamaño de una pluma.

    Tobio no supo en qué momento su propia respiración había disminuido y tomado el mismo ritmo que la de su novio, pero se sentía aliviado. En más de una ocasión Hinata lograba sacarlo de quicio, a veces con sus acciones y otras, simplemente, con sus palabras. Pero al final del día y para sorpresa de nadie, ese mismo pequeño remolino de energía lograba brindarle lo que nadie más hacía: seguridad. Era él quien le daba la confianza para seguir adelante y, además, el único que lograba calmar ese torbellino que eran sus pensamientos.

    La mano de Kageyama viajó instintivamente hasta una de las mejillas de Hinata. Cada uno de sus dedos conocía a la perfección los más pequeños rincones del cuerpo de su novio y, aun así, no dejaba de asombrarle lo delicada que llegaba a ser aquella piel en comparación a la suya. Su pulgar le acarició levemente y su mirada continuaba fija sobre su rostro. No se había apartado de ahí un sólo segundo y tampoco tenía intenciones de ello.

    Sin embargo, no esperaba que aquel roce despertara a Hinata. Sus párpados se abrieron con pesadez y vio cómo ese par de orbes marrones buscaban en la penumbra. Kageyama sonreía, sin poder ─ni querer─ evitarlo. La vista de su somnoliento novio era algo que siempre apreciaba y agradecía, pues en sus condiciones actuales, cada momento de felicidad era atesorado por la eternidad, aun si esa eternidad fuera hasta el día siguiente.

    Hinata le observó por un par de segundos. Su cabeza daba vueltas y no sabía si ya era hora de levantarse. Todo estaba más oscuro que de costumbre; no había escuchado a Sugawara golpear la puerta para levantarlos, y tampoco oía alboroto alguno en los pasillos. Entonces, ¿qué hacía su novio despierto y mirándole con esa expresión?

    Se limitó a sonreírle de regreso antes de ser arrastrado nuevamente al mundo de los sueños en cuestión de segundos, no sin antes pensar en lo tonto que era su novio y en lo cálida que se sentía su mano sobre su rostro.

    Kageyama sintió un ardor en el pecho y, con aquella sonrisa frente a sus ojos, su insomnio desapareció por completo.




    Gracias por leer~~ ;u;


    Edited by Blackbirb. - 17/6/2018, 23:08
78 replies since 9/7/2016
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