[Long-Fic] No puedo comprenderte (Sesshômaru/InuYasha)

Completo. Corregido el 04/04/2014.

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  1. Kayazarami
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    Nota: Hace unos meses edité esta historia y la corregí. Ahora, al copiarla al primer mensaje, me dice que me paso del máximo de carácteres permitidos, así que coloco aquí el capítulo final y el epílogo. :)

    Capítulo 11. Los sentimientos de Sesshômaru e InuYasha

    InuYasha enseguida comprendió, mientras el beso entre ellos se tornaba salvajemente delicioso, que una vez desatados los sentimientos de su hermano, este no iba a detenerse. Ese pensamiento en cierto modo lo alarmó. Él jamás había estado con un hombre por voluntad propia.

    Lo único que tenía claro es que los latidos alocados de su corazón lo impulsaban a seguir, a someterse a Sesshômaru, a pertenecerle a él para siempre. Quería hacerlo, deseaba que lo tomara con todas sus fuerzas. InuYasha imploraba por su cuerpo, anhelaba su amor y por ello pasó ambos brazos alrededor de su cuello.

    Pese a todo, los dolorosos recuerdos del daño soportado a lo largo de los años, del dolor que lo marcó hacia tres años y de lo que su propio padre había estado a punto de hacerle hacia apenas unas , saltaron de forma alarmante dentro de su cabeza e, impulsado por quien sabe que sentimiento, se sepaóo de Sesshômaru con brusquedad y se levantó rápidamente de la cama.

    —Esto…Lo siento. No sé lo que he estado haciendo —dijo jadeando, con la respiración acelerada, sin atreverse a mirarlo, de espaldas a él—. No puede ser. Somos hombres. ¡Pero lo peor es que somos hermanos! ¡Tenemos la misma sangre! —gritaba con todas sus fuerzas, maldiciéndose por ser tan débil, por no poder entregarse a Sesshômaru—. ¡Yo... Yo…! —susurró, con lagrimas en los ojos que comenzaron a caer con rapidez, formando dos pequeños ríos que recorrían sus mejillas hasta llegar al suelo—. ¡Yo te amo!

    Ni siquiera supo de donde habían salido aquellas dos últimas palabras, pero de repente su corazón ya no sangraba. Ya no había dolor, ni desesperación. No había nada. Solo Sesshômaru. Solo él pegado a su espalda, abrazándolo con fuerza mientras la lluvia de lágrimas continuaba.

    —¿De verdad? —lo escuchó susurrar con desesperación a su oído, erizándole la piel—. ¿Me amas? ¿A mi, que no fui capaz de protegerte? —InuYasha quedó impactado ante esta declaración. El mayor le estaba abriendo su corazón. Jamás antes lo había hecho con nadie, jamás—. Yo, que siempre te he herido, que te violé hace tres años. Yo, que vivo en un infierno cuando no estás cerca. Yo, que he amado a un niño que me exigió un beso.

    —Si —confesó, ahora ya más tranquilo, sin llorar, seguro—. Por que yo también te he amado siempre, desde el primer momento, desde que te pedí un beso. Quiero estar contigo, necesito estar contigo. Hazme olvidar. Por favor…—se giró y se pegó a su pecho con fuerza, agarrando la camisa con renovada desesperación—. Hazme olvidarlo todo., excepto a ti. A nosotros.

    Deseoso de cumplir la petición de InuYasha, Sesshômaru comenzó a besarlo con lentitud, cuidando de no resultar agresivo en ningún momento. Con delicadeza, lo deposito sobre la cama y se situó sobre él, mirándolo a los ojos.

    —InuYasha —casi gimió su nombre, mientras sus ágiles manos le apartaban la camisa a su hermano menor—. ¿Estás seguro? Después de esto no creo poder detenerme —despejo la parte superior del cuerpo bajo el suyo y lo admiró. InuYasha era, definitivamente, hermoso. No demasiado musculoso, pero de complexión fuerte y la piel tan blanca y suave que le entraban ganas de marcarla con sus dientes para que todos supieran que le pertenecía solo a él. Que era suyo.

    —Sí. Hazme tuyo, Sesshômaru —rogó el chico de cabellos plateados, arqueando la espalda ligeramente al sentir la lengua del mayor recorriendo todo su pecho desnudo. Un pequeño gemido escapó de su boca cuando él atrapó uno de sus pezones entre los labios y lo mordisqueo—. Haa…

    Mientras, siguiendo un plan cuidadosamente trazado por él mismo, Sesshômaru le quitaba los pantalones a su ahora amante. Al dejarlo totalmente desnudo, se medio incorporó y se sustrajo la camisa, ante lo que InuYasha se sonrojó, quedándole un semblante por demás provocativo y sensual.

    "Dios es injusto" pensó el joven, contemplando a su hermano, que lo miraba a su vez con el deseo tatuado en sus peligrosos ojos ámbares "Es demasiado perfecto"

    —¿Sucede algo? —pregunto el mayor, sonriendo al ver que el carmín de las mejillas del menor se estaba extendiendo por toda su cara—. ¿Acaso sientes vergüenza?

    —¿Qué otra cosa quieres que sienta? —le reprochó, tratando de mantener la calma al ver que Sesshômaru se estaba deshaciendo del resto de prendas que cubrían su cuerpo. Al final tan solo los boxers de InuYasha quedaron sobre la piel de él, mientras que su hermano se había quitado absolutamente todo—. Sesshômaru... Tú nunca te avergüenzas por nada, como eres perfecto…

    —¿Perfecto? —sonrió, con una sonrisa malévola y erótica, deslizando sus manos por todo el cuerpo que había bajo él, sometido a su voluntad y su deseo—. No sabes lo que dices. Eres tan hermoso, InuYasha…

    —¿Hermoso? No digas… Haaa… ahh... —se interrumpió, pues Sesshômaru había alcanzado su dolorosamente erecto sexo y lo acariciaba despacio con sus finos dedos, dándose tiempo para comprobar su calidez, su dureza, el tacto de su piel—. Basta… Haa… Por favor, esto no está bien…

    —Tienes razón, con esto no es suficiente… —murmuró más para si que para InuYasha y, tras mirarlo un momento a los ojos, para que el menor comprendiera sus intenciones, situó su cabeza a la altura de su sexo, lamiendo tan solo un poco la punta—. Así está mejor, ¿no crees? —el menor se mordía el labio, tratando de no gemir ante el leve contacto, se sentía demasiado duro como para poder pensar y la excitación la nublaba el juicio. Tan solo miró un segundo la posición de Sesshômaru y sintió como todo su rostro ardía—. Voy a probarte, InuYasha.

    Aquellas palabras, acompañadas de la respectiva acción, le hicieron gritar de placer, al sentir como el mayor se introducía toda su dureza en la boca y la lamía con pasión, bombeando cuando le placía, volviéndolo loco.

    —¡Sesshômaru! Haa… ¡Ahh! —gritaba una y otra vez, suplicando por que el tormento cesara, mientras su hermano continuaba torturándolo con sus labios, su lengua—. Noo… ¡Haa!

    Al cabo de un tiempo, sintió como su sexo deseaba estallar, arqueo la espalda, pero no pudo liberarse de su placentera agonía ya que su hermano lo sujeto con experiencia y lo obligó a besarlo en los labios, sin dejarlo respirar, sin poder liberarse de la enorme excitación de la cual era preso.

    —Ahhh… Haa… Por favor… Déjame… —suplicó, con los labios cubiertos de saliva, mirando los ojos ansiosos de su hermano—. Sesshômaru… No puedo más…Necesito…

    —No —cortó el mayor, situándose de nuevo sobre el, alzando sus piernas sobre sus hombros, colocándose—. Aún no, InuYasha.

    —Sesshômaru… Eso… —no podía pensar, la entrepierna le dolía y le palpitaba de deseo, pero la mano de su hermano aun le impedía descargar y aquella agonía insoportable continuaba. Sabía que iba a penetrarlo, que iba a hacerle daño, pero ni siquiera fue capaz de defenderse. Cerró los ojos y sintió como entraba en su cuerpo, despacio.

    —Relájate —susurró el mayor en el oído de InuYasha, acariciando ligeramente su endurecido sexo, tratando de hacer que olvidara el dolor y se concentrara en el placer.

    Dolía, dolía muchísimo más de lo que jamás hubiera podido recordar. Se sentía excitado como nunca antes y en cierto modo, le agradaba, pero el dolor era insoportable. No podía aguantarlo, cuando la imagen de su padre se pasó por su mente y abrió los ojos aterrado.

    —¡Sesshômaru no…! —iba a continuar diciendo "no sigas" pero entonces se percató de como estaba él. Tenía también los ojos fuertemente cerrados y su cuerpo temblaba ligeramente. Estaba muy excitado, pero seguía avanzando con lentitud en su interior, dándole tiempo a acostumbrarse. Porque no deseaba hacerle daño, porque lo amaba.

    —¿Quieres que pare? —pregunto el mayor sin abrir los ojos, sorprendiéndolo aún más.

    —¿Lo harías? —pregunto él a su vez, sintiendo como en su interior Sesshômaru se había detenido por completo—. ¿Pararías?

    —Si —respondió, abriendo los ojos, mirándolo. InuYasha reconoció el deseo en sus ojos, él cuerpo de su hermano le exigía tomarle, pero él no se había dejado llevar, aquello era más una tortura para el mayor que para él. Y aun así se detendría, se separaría de él para no herirlo, aguantaría por él—. ¿InuYasha? —llamó Sesshômaru, con algo de desesperación el la voz.

    —No pares —contestó el menor, mirándolo con todo el amor que nunca creyó que un día sería para él—. No pares, entra ya del todo.

    —InuYasha, no…

    —¡Hazlo! —le pidió—. Quiero sentirte dentro.

    Este obedeció. Dolía, por Dios como le dolía. Pero aguantó y Sesshômaru comenzó lento al principio, pero de nuevo él de dijo que fuera rápido y así fue. Sentía como el mayor jadeaba, mientras le penetraba una y otra vez, hasta que el dolor se apaciguó y el placer lo sustituyó volviéndolo loco, haciéndolo aferrarse a la espalda de Sesshômaru, arañándolo mientras le suplicaba que fuera más deprisa, más fuerte, más adentro.

    —InuYasha… —gimió Sesshômaru, tomando su sexo y masturbándolo con fuerza, sin dejar de penetrarlo, sin dejar de darle placer.

    —¡Ahhh… haa… ahhh! —gemía el menos, envuelto en la lujuria, deseándolo todo para él, deseando estar así para siempre, no tener que preocuparse por nada nunca más, ser incapaz de pensar—. No puedo más…¡Haaa!

    Poco después de que el se viniera entre sus vientres, Sesshômaru lo siguió en su interior, llenándolo de su esencia, para que ya nadie pudiera volver a tocarlo. Marcándolo como suyo para la eternidad.

    Tras culminar, Sesshômaru trato de separase de él, pero InuYasha no lo permitió.

    —Déjame estar así un poco más —pidió—. Quédate dentro de mí.

    —Como desees —respondió el mayor, abrazándolo con fuerza.

    —¿Qué haremos ahora, Sesshômaru?

    —Quiero estar contigo, no me importa donde —contestó sin dudar, meditando los tramites necesarios para estar juntos—. ¿Por qué no vienes a vivir conmigo a Europa?

    —¿Europa? —repitió—. Yo… —lo miró de nuevo y supo que, fuera a donde fuera, no quería estar sin él— …iré.

    Sesshômaru sonrió, como en contadas ocasiones hacia. Una sonrisa que tenía dueño. Una sonrisa que solo era para InuYasha.

    Fin



    Epílogo: Cuando tú no me comprendes.

    —No, no, no, no y no. InuYasha no puedes hacerme esto —susurró la chica cabizbaja, llorando en silencio.

    El aludido suspiró. No podía sentirse feliz por lo que estaba haciendo en ese momento, pero era necesario. Ya no había vuelta atrás. El tiempo de no comprender, de mentirse a si mismo, de engañarse, de no aceptar la realidad para ajustarse a lo que la sociedad y las personas consideraban correcto, había terminado. En el mismo instante en que había gritado su amor.

    ¿Condena o paraíso? Solo Dios podría enjuiciarlo por ello.

    —Lo siento, realmente lo siento, Kagome.

    La azabache alzó un poco la cabeza y lo miró. Se veía desolada. Estaba seguro de que había esperado de todo menos aquello cuando había ido a su apartamento para hablar. Kagome esperaba una apasionada reconciliación y él solo podía ofrecerle una excusa y una triste despedida, por que era el final, su final.

    —No te creo, dudo que tus sentimientos por mi se haya enfriado —determinó firmemente—. Simplemente han desaparecido, puedo verlo en tus ojos.

    —Si, es cierto —confesó—. No puedo negarte eso. Mira, yo te amaba, a mi manera, pero te he amado. Por eso creo que mereces algo mejor que una excusa, pero no sé que decirte que pueda dolerte menos que esto.

    —¿Y por que no pruebas con la verdad? —le increpó—. ¿Hay otra, no es cierto? ¿Quién es? ¿Kikyô, tu secretaria? Es ella; ¿no es cierto? —tomó la falta de respuesta por parte de él como un si—. ¡Lo sabía! ¡Sabía que su amor de juventud aún estaba en su interior, escondido, reprimido! ¡Tú nunca me has querido! ¡Solo has jugado conmigo mientras no podías tenerla a ella! ¡Te odio, no quiero volver a verte en lo que em queda de vida! —le exigió gritando y echando a correr hacia la puerta, por la que salió dando un fuerte portazo.

    Un vez su hubo marchado, InuYasha se dejo caer pesadamente en el sofá.

    Nunca habría imaginado que terminaría con Kagome. Tan solo dos meses antes él había estado seguro del resto de su vida: novios dos años más, hasta que ella terminará la universidad y después matrimonio. Muchos hijos, un hogar, una familia feliz...

    "Y todo eso se acabó" pensó"Mi vida perfecta, destruida por su regreso" suspiró y se llevó una mano a los labios, temblaban ligeramente "Y pese a todo...Pese a todo, no me siento desgraciado, ni infeliz. Me siento en paz. Ni siquiera puedo sentirme mal por haber dejado a Kagome. Por una vez en mi vida sé donde estoy y sé lo que quiero y ya no hay más dudas ni confusiones" se incorporó y miró el calendario.

    Ya había pasado una mes desde su regreso a Japón, solo.

    No por decisión propia. Por una vez no estaba huyendo, por una vez... Él quería ayudarlo, se sacrificaba por el otro.

    Sesshômaru estaba mal. Realmente mal no era la palabra correcta, él simplemente no podía perdonarse a si mismo lo que había sucedido entre ellos, lo que se juró que no volvería a suceder nunca. Por la noche, envueltos por la pasión, por los sentimientos, por las confusas emociones derivadas de todo lo sucedido con su padre, todo había sido perfecto. Se habían declarado, habían quedado en vivir juntos. Eran felices.

    Pero el amanecer trajo consigo algo más que la luz del Sol. Cuando InuYasha despertó, él ya no estaba en la cama abrazándolo. Se levantó, se duchó, tomó la ropa que encontró en una silla preparada para él y fue en su busca. Lo encontró en el balcón de la planta superior, con la miraba perdida en el paisaje. Cuando notó su presencia se dio la vuelta. Y su miraba le dijo a InuYasha que nada bueno tenía que decirle.

    "¿Cómo pudo ocurrir?" agarró un bolígrafo cercano y marcó con una X el día de hoy en el calendario"¿Cómo puede ser que él piense que yo estoy confundido, que no sabía lo que estaba haciendo, que todo es culpa suya, que me ha manipulado solo para satisfacer sus deseos, para que yo le dijera lo que quería oír? ¡Maldito idiota! "sus manos apretaron fuertemente el bolígrafo, al punto que se resquebrajó y la tinta comenzó a empaparle las manos y los pantalones, pero no le importó.

    Apoyo la cabeza en la fría pared, intentando detener la sensación de fuego que recorría sus ojos, para evitar llorar.

    —Sesshômaru... —suspiró, bebiendo el sonido de su nombre, como si solo eso pudiera mantenerlo cuerdo-—. Eres un idiota.

    Se separó de la pared, fue al baño y se limpió la tinta, se cambió de ropa y se fue al trabajo, aunque era su día libre.

    Por el camino, en su automóvil, no dejaba de pensar. Nunca dejaba de pensar. Él sabía que había sido un inseguro desde que se fue de la casa familiar, que aquello lo dejo demasiado marcado, que no había podido recuperarse. Que Sesshômaru tenía motivos para pensar lo que pensaba. Por esa parte, podía comprenderlo. Y también podría habérselo explicado, si él, el terco anarquista más grande del mundo, le hubiera dejado hablar en lugar de decir lo que tenía que decirle, darle un pasaje del primer vuelo a Japón y salir corriendo de su propia casa. Lo había enfurecido y entristecido y simplemente tomó el avión sin ánimos de más. Ya había pasado suficiente, no podía lidiar ya con eso, estaba en su límite.

    Y luego había tenido tanto tiempo para reflexionar, para entenderlo todo y llegar a una única conclusión: lo amaba.

    Más que a nada, más que a nadie. Por encima de todo. Y le dolía su ausencia. Cada día esperaba escuchar el ruido del apartamento contiguo y que él regresara, pero eso no ocurría.

    "No puedo ir" se repitió, por centésima vez "No puedo volver a Estados Unidos. Apenas ponga un pie en el país él ya sabrá que estoy allí y no estará dispuesto a escucharme. No me coge el teléfono ni por asuntos de la empresa, tienen que tratarlo todo nuestras secretarias, se ha creado otra cuenta de e-mail, se ha cambiado de teléfono móvil... Él simplemente no quiere escucharme. Esta empeñado en su versión y yo ya no sé siquiera si me sigue queriendo. Tanto decirme que me amaba para esto, para evadirme" aparcó el coche y siguió caminando hasta llevar al ascensor. Aquello le traía recuerdos. "Y cuanto lo odiaba por aquel entonces... No, es mentira. Solo lo amaba tanto que me destrozaba el daño que me había hecho" llegó a su planta y su secretaria se le quedó mirando con cara de pocos amigos.

    —Jefe, que yo recuerde es su día libre.

    —Tengo algunos asuntos pendientes, los resuelvo y vuelvo a casa a descansar —explicó brevemente tratando de llegar a su despacho, pero Kikyô se interpuso.

    —Ambos sabemos que eso no es cierto. Me has dado esa excusa todos los días libres que has venido y no te has ido hasta el anochecer. Llevas un mes trabajando hasta las tantas de la noche. Yo sé que la detención de tu padre pos posesión de drogas ha dejado a la empresa en mal lugar y tenemos que resarcirlo con mucho esfuerzo, pero eso no impide que descanses al menos una vez cada dos semanas. Lo necesitas InuYasha, cada vez haces peor cara.

    "Ah, Kikyô, si tu supieras que ni siquiera duermo... Y que nada tiene que ver con la detención de ese mal nacido..." Pensó con tristeza, apreciando el esfuerzo y la preocupación de ella "Necesito trabajar para mantener la mente ocupada".

    —Como tu superior que soy te voy a pedir que me dejes pasar, realmente tengo muchos asuntos pendientes.

    La mujer solo suspiró y se fue a su escritorio. InuYasha la miró con algo de culpa y entró a su despacho.



    Apretó el botón de desbloqueo automático del coche y miró el reloj. Las 02:00. De nuevo se había quedado trabajando hasta la madrugada. Ya no quedaba nadie en el edificio cuando había salido. Y Kikyô mañana miraría el registro de salida y le iba a dar una buena reprimenda. A veces la sentía más como su madre que como su secretaria.

    Arrancó el coche y tomó camino a su casa. Estaba cansado. Apenas dormía, apenas comía, apenas podía vivir. No sabiendo que le estaba haciendo daño a Sesshômaru, que él sufría y no podía ayudarlo por que no le permitía acercase a él. ¿Cuánto debería esperar esta vez? ¿Ahora le tocaba a él? ¡No iba a ser capaz de aguantar tres años hasta poder verlo nuevamente! ¡Quería estar con él, a su lado! Lo quería...

    Iba tan metido en sus pensamientos que no vio el Ford azul que ignoró que él tenía preferencia y siguió a más de 150 Km. Claro que él no sabia que en su interior viajaban un par de jóvenes amantes de la velocidad muy alcoholizados. Y cuando quiso darse cuenta, tenía el coche encima. El choque fue brutal y él salio despedido de su coche. Lo último que llegó a sentir a parte de la sangre, el ruido, los gritos de alarma de los peatones y el inaguantable zumbido en sus oídos, fue el rocé de unos labios fríos sobre los suyos. Y recordó aquel primer beso que exigió cuando era apenas un niño, aquel beso robado en el ascensor, aquella noche...

    "Al menos en mi vida ha habido algo hermoso y único" pensó por último y todo se convirtió en oscuridad.




    Lo habían despertado a las 03:00 de la mañana, recordándole que debería haber cambiado ya el tono de llamada de su móvil, el que venía de fábrica era realmente molesto. Había tomado el teléfono de mala gana, dispuesto a despedir al idiota que no lo había dejado seguir con su sueño, sobre todo con lo que le costaba conciliarlo últimamente.

    —¿El Señor Sesshômaru Taisho, familiar de InuYasha Taisho?

    —Así es. ¿Qué sucede? —se preguntó maldiciendo el escuchar su nombre y la sensación de amargura que esto le produjo.

    —Le llamamos desde el centro hospitalario Fukaji. Su hermano ha tenido un accidente de tráfico.

    —¿Un... accidente? —preguntó confundido.

    —Así es, señor. Un Ford se saltó la preferencia de carril y se fue contra el coche de su hermano, que no llegó a verlo.

    —¿Co…como se encuentra InuYasha?

    —Ahora mismo esta en el quirófano, pero no sé acerca de su estado, yo únicamente debo informarle y ...

    El mayor cortó la llamada sin muchos preámbulos, ya había escuchado suficiente. Se puso en pie, tomó una camisa y unos pantalones y llamó al aeropuerto para que alistaran su jeet privado para dentro de una hora. Las manos le temblaban, tenía un nudo en el estomago y solo rezaba por que el accidente no hubiera sido grave.

    —Mierda —dijo desesperado mientras echaba a correr hacia la salida dispuesto a coger su Ferrari más veloz.



    —Umgh... —gimió suave, mientras abría los ojos.

    Se sentía adolorido y destrozado. No podía abrir el párpado izquierdo por más que lo intentaba y el ojo derecho le escocía terriblemente. Todo era blanco. Una luz blanca ocupaba toda la estancia y él estaba confundido y no recordaba como había ido a parar allí. Y el dolor... Todo su cuerpo dolía y no le respondía. Estaba en una camilla desnudo con el pecho repleto de ventosas con cables que conectaban con una máquina y mediante varías vías en los brazos unos líquidos pasaban a su sangre.

    —¿Señor InuYasha Taisho? —preguntó alguien.

    Hizo un esfuerzo y trató de mover la cabeza hacia la voz, pero su cuello estaba rodeado por un collarín médico y solo le provocó más dolor el intento. Pronto un hombre de unos 35 años entro en su ángulo visual. Usaba lentes, tenía un poco de barba y vestía una bata blanca.

    —¿Donde estoy?

    —Esta en el hospital Fukaji, señor. Tuvo un accidente de tráfico.

    —¿Un accidente? No lo recuerdo.

    —Eso se debe al shock post-traumático. Puede que incluso no lo recuerde nunca.

    —Recuerdo haber estado revisando papeles en mi oficina.

    —Entiendo. ¿Como se siente?

    —Me duele todo.

    —Tiene usted tres costillas rotas, un desgarre en el estómago que ya le ha sido intervenido, el brazo derecho fracturado, además de numerosas contusiones, un traumatismo craneal leve, el ojo izquierdo se salió de su cuenca, ha perdido visión y su ojo tardará un tiempo en recuperarse, su cuello no ha sufrido daños severos, solo es el golpe, pero tendrá que llevar el collarín unos días. Y seguramente no podrá moverse hasta dentro de unas horas por la anestesia de la operación. Pero esta fuera de peligro.

    —¿Donde estoy?

    —En la UVI del hospital, ya hemos avisado a sus familiares. Estábamos esperando a que despertara por que existía la posibilidad de que entrara en coma. En unos momentos le haremos los últimos análisis y si los resultados son satisfactorios lo subiremos a planta. Trate de descansar y no moverse, por favor. Lo mejor será que vuelva a dormirse —le explicó, aumentando ligeramente la dosis de algún medicamento que conectaba con su vena.

    El efecto fue casi instantáneo. Sintió como su ojo sano se cerraba y lo olvidó todo de nuevo.



    Cuando volvió a recuperar la consciencia, el paisaje había cambiado un poco. La pared continuaba siendo blanca pero tenía una ventana cerca desde donde podía ver la ciudad. Estaba en una cama con sábanas, sin ventosas, con una camisa de pijama, solo había una vía en su brazo y ya no llevaba collarín. Se preguntó donde estaba y que hacía allí. Le llevó un tiempo recordar la conversación con el médico, todo era tan confuso... Trató de mover un poco la mano y comprobó que ya le respondía, aunque era difícil y doloroso.

    Había tenido un accidente. ¿Pero para que salir vivo? Que caprichoso era el destino, mejor hubiera sido morir que continuar con su vida agregándole más dolor.

    —¿InuYasha? —preguntó una voz cansada desde la puerta de la habitación.

    Se estremeció, pero no giró la cabeza para verle por más que su corazón se lo gritase y saltase en su pecho, el más mínimo movimiento dolía. Sabía quién era, pero ahora realmente si se sentía dolido. Pronto notó como él tomaba asiento al lado, peor tampoco quiso mirarlo. Pese al dolor, giro ligeramente la cabeza hacía el lado contrario, no quería verlo. No quería perderse en sus ojos tan parecidos y familiares ni caer ante él. Había tenido un mes para ir a buscarlo o para tratar de entrar en contacto, pero ahora no contaba.

    —InuYasha, por favor... Mírame.

    Lo ignoró, como él había hecho.

    —Lo siento, sabía que no ibas a perdonarme, pero necesitaba saber que estabas vivo.

    —Puedes volverte a Estados Unidos o a Europa, ya sabes que estoy vivo —le respondió con la voz rota.

    —Lo siento. InuYasha, esa noche ambos estábamos confundidos, créeme que si no hubiera pasado lo que pasó yo nunca me habría atrevido a...

    —¿Qué? —se dio la vuelta y lo miró. Se veía muy, muy cansado, pero él no estaba mejor—. ¿Te estas disculpando por haber estado conmigo?

    Sesshômaru lo miró hundido. InuYasha se enfureció.

    —¡Sal de mi habitación!

    —No grites, el médico ha dicho que...

    —¡LARGATE! —le gritó incorporándose un poco, ignorando el dolor—. ¡¿Cómo demonios te atreves a venir aquí a disculparte conmigo por lo único bueno que me ha pasado en la vida?! ¡Si tú estás avergonzado de tus sentimientos yo ya no, así que vete! —empezó a toser—. Cof,fuera,cof,cof,cof,vete,cof,cof,idiota,cof...

    La tos fue en aumento y empezó a escupir algo de sangre. Sesshômaru llamó a una enfermera rápidamente y esta le paso un pañuelo, lo obligó a acostarse de nuevo y le dijo a Sesshômaru que ni un solo grito más o lo sacaría de la habitación, no debía alterar al paciente.

    —InuYasha, yo no... me arrepiento de sentir lo que siento —le dijo tomando asiento nuevamente y mirándolo—. Te sigo amando, aunque no debería, aunque no es adecuado, lo hago. Pero no sé que hacer para compensarte por lo que pasó.

    —No... te esfuerzas... ni... un poco... por entenderme... ¿verdad?... No tienes... que compensarme nada... yo también... Te amo.

    Los ojos de Sesshômaru se apagaron.

    —¿Por que... no me crees? ¿Por que... iba a... mentirte? Lo único... que me... ha herido... ha sido... este mes... lejos de ti.

    —InuYasha...

    —Desearía... haber muerto...antes que... haberte oído... disculparte por haber... hecho el... amor conmigo...

    —¡Cállate! —le gritó él, levantándose y acercándose al menor hasta tomar su rostro delicadamente con las manos—. No tienes ni idea, ni idea... De como me he sentido cuando te he visto en la UVI, cuando me han dicho que podrías entrar en coma y no despertar jamás, del miedo que he sentido estos dos días que has pasado durmiendo, aunque me hayan dicho que era porque estabas físicamente agotado... Yo..Yo... InuYasha.. He deseado tanto verte, estar contigo, que casi me muero de pensar que te irías de mi lado para siempre y nunca podría decírtelo... .

    —Sesshômaru... yo también... te he... echando tanto... de menos... cada instante... contaba los días... esperando que vinieras... que me dejarás... hablar contigo... explicarte... cuanto te amo...No vuelvas... a dejarme... atrás...

    —No, InuYasha. Te lo juro... No te dejaré nunca más.

    Y selló su juramento con un ligero y suave beso sobre los labios del chico, que cerró los ojos deseando que el dulce contacto durará para siempre.



    Dos meses más tarde...

    —Me voy, Kagura. Ocúpate de todo.

    —Si, señor Sesshômaru —le respondió la secretaria, suspirando con sufrimiento como cada día durante un mes y medio, sabiendo que en cuanto su jefe salía por esa puerta todo el peso de la compañía caía sobre ella.

    Marcó el número de Kikyô, la secretaria de InuYasha en Japón y la persona que actualmente estaba al frente de la sede de ese país. Se estaba haciendo una costumbre que las empresas las llevarán ellas.

    Salio del trabajo temprano, como había hecho durante los últimos 45 días y nunca antes de ese tiempo. Tomó su coche, que últimamente era el más veloz de todos los de su colección y se puso en marcha. Se moría por llegar a casa, cosa que tampoco había sucedido antes. Y el motivo es que desde que salió del hospital dos semanas después de ingresar InuYasha se había ido a Europa con él.

    El viaje había resultado cómodo, en el jeet privado acomodado con todos los cuidados necesarios y el chico pasó aún otras dos semanas de cama, después empezó a moverse poco a poco por la mansión, siempre bajo la atenta mirada de algún criado o de él mismo. Por eso Sesshômaru había empezado a amar el tiempo que pasaba en su casa, a la que nunca antes había podido llamar hogar.

    Aparcó y entró por la puerta. Escucho ruido en el salón, así que supuso que él estaría viendo una película o algo. Se fue a darse una ducha rápida, se cambió y regresó.

    Estaba jugando a un videojuego con cara de aburrimiento. El mayor divisó zombies y sangre y se preguntó cuando maduraría.

    —Ya he llegado —informó desde su espalda.

    InuYasha se dio la vuelta y sonrió. Se fue derecho hacia él y se abrazaron. Sesshômaru tuvo que frenar en seguida el impulso de besarlo. Un beso no era peligroso, pero hacía tres meses desde la última vez que estuvieron juntos y no sabía si podría detenerse. Un mes de separación por su estupidez y dos por la convalecencia. Pero el menor tenía otros planes y aferrándose a su cuello comenzó a besarlo con la pasión reprimida durante demasiado tiempo. A duras penas consiguió separarse.

    —InuYasha, aun no estás...

    —Si lo estoy. El médico vino esta mañana y me dio el alta. Aún no tengo el ojo bien del todo, pero nunca terminará de recuperarse y debo seguir un tiempo más con la dieta para el estómago, pero eso... si puedo hacerlo.

    —No quiero que te sientas obligado.

    —No me siento obligado —le respondió pegándose a su cuerpo—. Has estado durante dos meses junto a mi, todo el tiempo y sé que lo deseabas pero no era posible. Yo también lo deseo, Sesshômaru. Quiero volver a sentirme uno contigo.

    —No sabes lo que dices —murmuró en tono lujurioso, con los ojos dorados en llamas, llevándolo con cuidado a su cama mientras lo cubría de besos y caricias.

    —Dios, si lo sé. Y como lo deseo —gimió, aferrándose al hombre que amaba.

    Ya no hablaron nada más. Se acariciaron, se mordieron, se retaron a ir más allá. Se descubrieron de nuevo y se declararon propiedad del otro y supieron que nunca se cansarían de estar juntos. Cuando el placer quedó saciado, quedo el amor. E InuYasha descansó tranquilo en los brazos de su amante.

    —Nunca pensé que podrías enamorarte de mí —le dijo en un susurro—. Siempre fuiste el más inalcanzable de todos, creo que por eso tardé tanto tiempo en entenderlo.

    —Yo tampoco creí que tú acabarías viéndome de la misma manera, InuYasha. Creí que me odiarías toda la vida.

    —Idiota —murmuró besándolo con fuerza—. Te amo.

    —Yo también te amo. Siempre te he amado.

    Fin

     
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