[Long-Fic] Unrequited love (InuYasha/Kôga & Sesshômaru/Naraku)

En proceso. Antiguamente titulado "Amor no correspondido".

« Older   Newer »
 
  Share  
.
  1. Kayazarami
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Capítulo 4. Distancia.

    —Espera, espera un momento, InuYasha, repite eso de que Kôga te besó y lo rechazaste —pidió Naraku, sentado a su lado, su bebida completamente olvidada en su mano.

    —Lo que oyes —dijo el peliplateado, sin mirar a su amigo a la cara—. Y no hagas como Miroku.

    —Pero... Es que es la cosa más estúpida que...

    —¡Eso es exactamente lo que hizo Miroku, no sigas por ahí!

    —Pero, ¡es ridículo! ¡Llevas meses enamorado de él! Y cuando tienes una oportunidad, ¿sales corriendo?

    InuYasha gimió y enterró la cara entre sus manos. Para él había sido una decisión muy complicada y sus amigos no estaban ayudando, diciendo que se había equivocado. Se sentía frustrado. Su mete revivió la escena otra vez.

    —¿Q-qué has hecho? ¿Por que has hecho eso? —preguntó, confundido, cuando el moreno se separó de él.

    —He estado pensando mucho, InuYasha. Yo... Estoy confundido respecto a ti. Y aunque ya no sé ni lo que siento, no quiero que te marches lejos. Así que... Pensé que quizás podíamos intentarlo.

    —¿Intentarlo?

    —Yo... —tenía las mejillas sonrosadas—. ¿Quieres intentarlo? —InuYasha abrió los ojos dorados desmesuradamente al comprender que intentaba decirle.

    — ¿Te refieres a salir juntos?

    —Sí.

    —Kôga... —murmuró, asombrado.

    —No podía aceptarlo, Naraku —susurró, apenado—. Kôga no es gay. En los últimos dos años me ha quedado bastante claro —y tan claro que había quedado, con la cantidad de chicas que el moreno era capaz de ligarse en una noche—. Pero es muy buena persona y quiso tener en cuenta mis sentimientos, quizás como los de cualquier chica. Pero como no soy una chica, eso solo lo confundió y lo llevó a rechazarme. Luego se enteró de mi desgraciado pasado —dijo, rabiando al recordar como Miroku le había dicho que se lo había contado y la gran discusión que había tenido con él por ello—. Y, como es idiota, supongo que pensó que en realidad yo era frágil y delicado... —Naraku empezó a reír escandalosamente, provocando que la gente los mirara extrañada—. ¡Deja de reírte!

    —Lo siento, ja ja ja... ¿Frágil y delicado? Recuerdo que llevó el ojo amoratado durante dos semanas gracias a tu puño, cuando aún os llevabais mal. No creo que piense eso de ti, InuYasha.

    —Bueno, como sea —dijo malhumorado—. Kôga solo estaba confundido por que le descuadré el mundo y luego le dije que iba a marcharme. Así que en algún rincón de su diminuto cerebro pensó que darme una oportunidad podría ser la solución. ¡Y no me vengas con que quizás estaba siendo sincero, por que diez minutos antes de pedírmelo estaba teniendo una cita con una chica!

    —Cálmate, InuYasha.

    —¡Estoy muy calmado! —gritó, fulminando su vaso de café con la mirada.

    —Ya se nota —aseguró Naraku divertido, para ponerse serio un minuto después—. Deberías haberme contado esto antes —le reprochó, dejando su bebida encima de la mesita desplegable.

    —No habría cambiado nada.

    —¡Y tanto que sí! —clavó sus ojos negros en él, furioso—. Para empezar, no hubiéramos subido a este avión, grandisimo idiota.

    InuYasha se encogió de hombros y le hizo un gesto a la azafata para que se acercara. Algunos de los pasajeros seguían mirándolos con interés, pero fingió no notarlo. Le pidió a la mujer dos de esas bolsitas de frutos secos que servían durante el vuelo.

    Precisamente para evitar que Naraku cancelara el viaje era que había decidido no contárselo hasta ese momento. Ya había tenido suficiente con la reacción de Miroku y aún lamentaba que la última vez que habían hablado antes de partir había sido para discutir. Decidió que lo llamaría apenas llegará a California, pues se había matriculado en Stanford, y le pediría perdón por las barbaridades que le había dicho.

    Pero, siendo sinceros, aunque era su amigo desde hacía tantos años, no tenía derecho a contar su pasado. Él solo quería enterrarlo para siempre en lo más profundo de su mente.

    —Ya no importa —dijo, más para si mismo que para Naraku.

    —Espero que tengas razón.

    Dos meses después.

    —¡Naraku! —llamó InuYasha, corriendo alegremente hacia el árbol en donde su amigo lo esperaba siempre recostado, tras acabar las clases, viendo como se levantaba para recibirlo—. ¡He aprobado el examen del Martes!

    —¿El que no te dio tiempo a terminar?

    —¡El mismo! —aseguró, tirando la cartera al suelo, lanzándose a los brazos de su amigo y rodeándole el cuello. Naraku pasó sus propios brazos alrededor de su cintura y lo alzó—. ¡Ya verás cuando se lo cuente a Miroku por teléfono, tendrá que reconocer que soy un genio!

    —Enhorabuena, idiota —le deseó el pelinegro sonriendo—. Veo que el aprobado no te ha quitado lo humilde.

    —Feh, no sabes lo difícil que era.

    Pero si lo sabía. Había sido él quién lo había ayudado a estudiar como un loco durante semanas.

    InuYasha sonrió y notó que otra vez estaban siendo observados por todos los universitarios que había en los alrededores. Las chicas, concretamente, parecían encantadas. Estaba seguro de que algunas habían gritado emocionadas cuando se había abrazado a Naraku. Los chicos... Bueno, había de todo por su parte, miradas de aceptación, de curiosidad y de rechazo.

    —¿Sabes? Creo que somos la fantasía homosexual de la mitad del alumnado.

    —Ignóralos —dijo Naraku, escéptico—. Que sabrán ellos.

    —Bueno, no me extraña que especulen sobre nosotros. Yo al menos intento relacionarme con la gente, pero tú... Oh, Dios, aún recuerdo al pobre chico que te invitó a ir con su grupo de fiesta. Pobre, pobrecillo —rio suavemente—. Creo que la mayoría piensa que estamos saliendo juntos.

    —Sí, sí, parecemos una dulce pareja inmersa en nuestro romántico mundo. Tu eres el dulce pasivo y yo el amargado dominante que no quiere saber nada de nadie —vio como el rubor cubría el rostro de InuYasha y sonrió. Lo bajó, dándose cuenta de que había estado alzándolo durante toda la conversación, pero no libero su cintura de su agarre y los brazos de InuYasha no abandonaron su cuello, pese a la mirada indignada que le lanzaba—. Era una broma.

    —No tiene gracia —le informó, haciendo un puchero.

    —¿Quieres ver algo gracioso? —ofreció y, antes de que pudiera responder, deshizo su abrazo y le dio un rápido beso en los labios, apenas un roce.

    Y entonces se desató el apocalipsis. A su alrededor las chicas empezaron a gritar emocionadas y a señalarlos.

    —¡¿Habéis visto?! ¡Se han besado! —gritaba una rubia con coletas a su grupo—. ¡Son pareja de verdad!

    —¡Que monooooooos! —afirmó una castaña, que pasaba con su amiga.

    —Yo también quiero un novio como ese —se quejó una pelirroja a la castaña.

    —¿No pueden hacerlo en otra parte? —dijo un chico, asqueado, recostado en un árbol cercano al de ellos.

    —Calla, idiota —le espetó la chica que estaba sentada con él, probablemente su novia—. Son súper tiernos.

    InuYasha se sonrojó hasta la raíz del pelo escuchando los comentarios. Parecía tener la cara en llamas y haber entrado en shock. Naraku estalló en carcajadas, a tal punto que tuvo que llevarse las manos al estomago cuando empezó a dolerle.

    —Dioses, tu cara no tiene precio.

    —Yo...Yo... Oh, oh —gimió y luego lo miró completamente colorado y furioso—. ¡Eso no ha tenido ninguna gracia, idiota!

    —Sí que la ha tenido. No sabes cuanta. Que pena no tener una cámara a mano —se lamentó—. Mierda, podría haber usado el móvil.

    —¡Eres imposible! —gritó InuYasha, encaminándose hacia la puerta, aún rojo, aún enfadado.

    —Por supuesto —coincidió sonriendo aún, siguiéndolo—. Es parte de mi encanto.

    InuYasha siguió mosqueado durante todo el trayecto. Volvieron a la residencia entre las burlas del pelinegro y el bochorno del peliplateado, en donde compartían una habitación espaciosa con baño, dos camas grandes y una mesa amplia en donde estudiar.

    —¿Pero por qué lo has hecho? —preguntó InuYasha lanzando la cartera junto a la cama y dejándose caer en ella—. Vamos a ser la comidilla de toda la universidad mañana.

    —Solo quería ver tu cara —comentó, mientras dejaba su cartera y se quitaba la camisa, dispuesto a darse una ducha—. Y créeme, ha valido la pena.

    —Idiota —murmuró, apartando la mirada de su torso repentinamente desnudo.

    Naraku rio con ganas ante su vergüenza. Los años como Taisho le habían quitado al chico la capacidad de no abochornarse al compartir un baño que todo huérfano de Orfanato poseía. Sonrió con malicia y se acercó más a él, provocandolo.

    —¿Te gusta lo que ves?

    —Oh, no, otra vez no, por favor —gimió InuYasha, enterrando la cara en la almohada—. Perdóname por tener un mínimo sentido de la decencia y apartar la vista de tu maravilloso cuerpo, estúpido. Ahora, ve a ducharte.

    —¿Quieres ducharte conmigo? —sugirió, con tono seductor.

    La respuesta llegó en forma de almohada que se estrelló contra su cara y rompió a reir otra vez.

    —¡Ojala te ahogues, idiota! —le deseó su amigo, saliendo de la cama y empujandolo dentro del baño para que lo dejara tranquilo un rato. Solo cuando lo tuvo dentro y él fuera se permitió sonreír un poco.

    En el fondo, le encantaba lo que estaba haciendo Naraku por él. Distraerlo, hacerlo reaccionar, darle cosas en las que pensar. Aunque fueran que demonios iba a hacer mañana para evitar las miradas y cuchicheos de todo el mundo en la universidad. Cuando vivía en el Orfanato, también era así con él.

    Suspiró. Últimamente Naraku reía mucho. Mayoritariamente a su costa, pero eso no importaba, no hacía nada que realmente pudiera herirlo. Él sabía que el pelinegro daría la vida por él sin dudarlo ni un segundo. Y probablemente también por Miroku. Eran sus protegidos.

    ¡Diantres, había mandando al diablo a Sesshômaru, de quién parecía estar enamorado, solo por que lo había ofendido! Y había aceptado acompañarlo hasta la otra punta del mundo para que no estuviera solo.

    Era una persona increíble. Le gustaría ser igual, anteponiendo sus principios y creencias por encima de todo.

    —¿InuYasha? —preguntó Naraku, saliendo del baño con una toalla envuelta en la cintura y el pelo mojado—. ¿Qué haces parado enfrente de la puerta? Si necesitabas usar el baño no tenías por que esperar.

    —¿Qué? —sacudió la cabeza, intentando despejarse—. No, no necesito usar el baño. Solo estaba pensando.

    —¿En qué?

    Naraku pasó a su lado camino a su armario, tirando la toalla al suelo y quedándose en calzoncillos, para luego elegir la ropa que iba a ponerse.

    —En ti. En todo lo que haces por mí y nunca te agradezco.

    —No es necesario que me agradezcas —aseguró, poniéndose unos pantalones—. Lo hago por que quiero.

    InuYasha se acercó hasta él y el pelinegro de quedo mirándolo extrañado.

    —¿Hay algo que pueda hacer por ti? —preguntó, mirándolo directamente a los ojos—. Siempre me ayudas y nunca pides nada a cambio. ¿No hay nada que quieras?

    Naraku sonrió suavemente y colocó su mano derecha sobre la mejilla del peliplateado.

    —Ya tengo todo lo que quiero, Inu. A ti y a Miroku, conmigo. Es más que suficiente para mi.

    —Mira que eres tonto —dijo, sonriendo y abrazándolo sin importarle que estuviera medio desnudo.

    —Le dijo la sartén al cazo —contestó, devolviendole el abrazo.

    Entonces se le ocurrió. La idea vino de pronto a su mente, tomándolo completamente desprevenido.

    ¿Y si lo intentaba con Naraku?

    Salir con él, tener citas, enamorarse poco a poco. Con él podría intentarlo, estaba seguro. Pero, ¿estaría dispuesto Naraku a intentar ir más allá? No parecía probable. No iba a arriesgar su amistad por nada. Esa también era una de sus prioridades. Sin embargo, si no le preguntaba jamás lo sabría, así que tomó aire y decidió arriesgarse.

    —Oye, Naraku, ¿qué te parecería si...? —la melodía de su móvil empezó a sonar, interrumpiéndolo. Curioso, ya que Miroku siempre lo llamaba por la noche, se separó de Naraku y sacó el móvil de su bolsillo—. Es mi padre —murmuró y aceptó la llamada—. ¿Sí?

    Se separó un par de pasos de su amigo, que aprovechó para acabar de vestirse.

    —Estoy bien... Sí, he aprobado el examen —fue contestando a las preguntas simples que le hacía—. ¿Por que llamas hoy si acordamos hablar los Lunes? —preguntó, directo al meollo del asunto—. ¡¿Qué haga qué?! ¿Por que tengo que volver? —Naraku lo miró, extrañado. ¿InuTashio quería que regresara?—. ¡¿Qué Sesshômaru ha hecho QUÉ?! —gritó, alarmado—. ¿En serio?... Pero, pero si... No, si, claro, lo entiendo. Tengo que estar allí...Vale, pues nos vemos el Sábado entonces... Sí, adiós, papá —colgó con una expresión mezcla de horror y sorpresa.

    —¿Qué ocurre? —preguntó Naraku, acercándose preocupado—. ¿Le ha pasado algo a Sesshômaru?

    —Él...Él... —enfocó los ojos dorados en los negros y decidió decirle tal cual—. Se ha comprometido, Naraku.

    —¿Cómo? —replicó, confuso.

    —Que se ha comprometido. En matrimonio —aclaró, asimilándolo él también mientras lo decía—. Con Kagura.

    —¡¿Qué?!

    Continuará...

    Capítulo 5. Conversación.

    Durante el vuelo de vuelta a Japón, Naraku e InuYasha apenas hablaron.

    Los últimos días habían sido extraños, con los dos preocupados por el repentino compromiso de Sesshômaru con Kagura, una chica de su misma universidad con la que había estado saliendo una dos semanas antes de cansarse como con todas y darle de lado. ¿Y ahora decidía que era la perfecta esposa?

    Habían llamado a Miroku y este estaba tan sorprendido como ellos de recibir la noticia. Su amigo les contó que en la universidad ellos no habían tenido ningún tipo de acercamiento en especial que él notara, pero que desde que comenzó el rumor del compromiso no se hablaba de otra cosa y que Kagura ahora caminaba por todos lados como si fuera la reina del universo.

    InuYasha estaba cada vez más molesto con todo el tema. Si no fuera por lo ridículo que sonaba siquiera, hubiera pensado que su medio hermano solo lo hacía para fastidiarlo y que volviera a Japón. Y eso no tenía ningún sentido.

    Naraku, pasada la sorpresa inicial, se había mostrado muy tranquilo. Como si le viera sentido a aquel despropósito.

    Al entrar en el aeropuerto, un figura de cabello corto y ojos azules se lanzó cobre ellos para abrazarlos.

    —¡Bienvenidos, idiotas! —los saludó Miroku mientras abrazaba a uno y luego al otro, con una sonrisa de oreja a oreja.

    —No hay nada como volver al hogar —murmuró Naraku, sarcástico, y le devolvió el abrazo con fuerza.

    —No te quejes tanto —le dijo InuYasha con fastidio—. Tú por lo menos vas a dormir en casa de Miroku. Yo tengo que ir a la Mansión Taisho. Naraku, bonito, ¿seguro que no quieres venir conmigo? —intentó ponerle ojitos, pero falló miserablemente al no conseguir cambiar su expresión de mala leche.

    —No, gracias. Habitualmente es molesto estar ahí, pero con la preparación de la fiesta de mañana y la estúpida prometida esa que se ha buscado Sesshômaru creo que no voy a ir en un largo tiempo.

    InuYasha sonrió, porque si él sonaba fastidiado su amigo parecía un volcán en erupción, pese a la fachada tranquila que había mantenido hasta el momento. Los tres se encaminaron hacia las grandes puertas del aeropuerto.

    —Ah, no. Más te vale estar presente en la fiesta. Porque no pienso aburrirme yo solo.

    —Tranquilo, Inu —le dijo Miroku—. Iremos. Aunque solo sea para ver la cara que pone Sesshômaru al vernos allí.

    —¿Señor InuYasha? —llamó un anciano, vestido con el uniforme de chófer—. Su padre me ha enviado a buscarle.

    —¿Tôtôsai? Pero si iba a ir primero a casa de Miroku un rato...

    —No pasa nada, Inu. Podemos quedar por la tarde —aclaró rápidamente el chico con coletilla—. Quizás tu padre quiera hablar contigo.

    —Feh, supongo que no hay más remedio...

    InuYasha caminó cabizbajo tras el chófer de su familia, bastante deprimido por tener que ir a la Mansión tan pronto cuando lo que más quería era poner kilómetros y kilómetros de distancia. En el fondo, había estado pensando en dar una excusa y quedarse también en casa de Miroku.

    El trayecto fue demasiado corto y lo pasó escuchando las maravillas que contaba Tôtôsai sobre la prometida de Sesshômaru y los contenta que estaba la madre de este. De su padre no dijo nada, pero no le extrañaba. Era muy difícil averiguar que pasaba por la mente de InuTaisho.

    Llegó a la Mansión y subió por las escaleras, dispuesto a ir derecho a sus habitaciones. Sin embargo, en el pasillo alcanzó a escuchar una conversación a medias en uno de los saloncitos. La puerta estaba entreabierta. Se dijo a si mismo que no. Que no iba a escuchar.

    Pero cuando quiso darse cuenta, ya estaba parado en la pared de al lado con la oreja puesta.

    —Por supuesto, ha sido una suerte que InuTashio tuviera planeada esta celebración del último acuerdo entre la Tashio Corporation y la Financiera Okamura para anunciar tu compromiso. He mandado hacer los preparativos convenientes —estaba diciendo Irasue Tashio, la madre de Sesshômaru—. Les he asignado a los Daishi asientos en la mesa principal junto a nosotros, de modo que Kagura quede sentada a tu lado durante la cena.

    —Entendido, madre —escuchó a Sesshômaru responder con un tono autómata que no le había oído nunca antes.

    —Y Sesshômaru... Me he enterado de que tu padre ha invitado a los dos amigos del bastardo —InuYasha se mordió el labio inferior con rabia al escucharla—. No te quiero cerca del tal Naraku, ¿de acuerdo?

    InuYasha se sobresaltó un poco al escuchar la advertencia. ¿Podía ser que Irasue supiera que entre su hijo y su amigo había pasado algo? ¿Y cómo lo sabía? Sesshômaru hubiera muerto antes que decirle a su madre semejante cosa.

    —Mantendré las distancias.

    —Eso espero. Kagura es una excelente elección. Es guapa y de buena familia. Estoy segura de que a su lado no volverás a tomar decisiones equivocadas.

    —Claro, madre —en serio, el menor empezó a preguntarse si el que respondía era realmente su medio hermano o una máquina.

    —Ahora debo retirarme. El bastardo llegará pronto, InuTashio a mandado al chófer por él y no tengo ganas de verlo. Y Sesshômaru —añadió de con un tono de voz que no admitía replica—. Espero que te comportes como el digno heredero que he criado.

    InuYasha se metió rápidamente en uno de los cuartos cuando escuchó los pasos de Irasue dirigirse a la puerta. Después, se quedó un buen rato allí, hasta estar seguro de que la mujer ya estaba en sus habitaciones y salió.

    Al ver que la puerta seguía entornada, se asomó al saloncito y vio a Sesshômaru sentado en uno de los cómodos butacones, con una mano sobre el rostro cubriéndole los ojos, como si estuviera agotado.

    Pensó que Irasue le exigía demasiado. Que quizás siempre lo había hecho.

    Suspiró, sabiendo que iba a arrepentirse al momento de hacerlo y entró dando un ligero golpe en la puerta. Sessshômaru ni siquiera se movió un centímetro.

    —Seas quién seas, fuera —dijo, con voz cortante, probablemente pensando que sería algún criado—. Quiero estar solo.

    —Las amenazas no sirven conmigo —respondió InuYasha, casi sonriendo al ver como su medio hermano se ponía en guardia y se levantaba para enfrentarlo—. Ya deberías saberlo.

    —Y supongo que también debería saber que eres incapaz de respetar los deseos de los demás.

    —Bueno, por lo visto el simple hecho de que naciera ya mandó al diablo todos tus anhelos y esperanzas de una vida pacifica, ¿no? —le dijo, sonriendo ligeramente aunque por algún motivo algo preocupado de escucharlo tan apagado cuando normalmente ya estaría desollandolo vivo con sus comentarios—. Que más me da añadirle unos cuantos sinsabores más.

    Sesshômaru suspiró, ante su estupefacción. Y volvió a sentarse.

    —Ahora mismo, tu eres el menor de mis problemas —afirmó con cansancio.

    —¿Lo dices por tu compromiso? —quiso saber.

    —Lo digo por cosas que no te importan —respondió, tajante y fulminándolo con sus dorados ojos.

    InuYasha respiró profundamente y tomó asiento en otra de las butacas, frente a su medio hermano, que solo hizo una mueca de desagrado.

    Estaba dispuesto a sacar tanto de ese extraño Sesshômaru como pudiera.

    —¿Por qué no me lo cuentas? A la gente, la gente normal que expresa sus sentimientos, suele ayudarle.

    —¿Y de que me va a ayudar contarte nada a ti? —bufó el mayor.

    —Oye, estoy intentando ser amable.

    —No es necesario.

    —Oh, diablos, ¿por qué siempre eres tan complicado? —soltó, exasperado—. ¡Si al menos me dieras una oportunidad! ¡Ya sé que soy un bastardo, vale, pero intento ayudarte!

    —Pero no puedes hacer nada —dijo Sesshômaru, simplemente—. Y ya te di una oportunidad hace tiempo y me rechazaste.

    InuYasha parpadeó, confundido. ¿Qué le había dado una oportunidad? Ah, no. Eso si que no.

    —Venga ya, Sesshômaru, desde que llegué fuiste un autentico cabrón conmigo. Nunca intentaste ser mínimamente civilizado siquiera.

    El mayor negó con la cabeza suavemente.

    —Que no lo recuerdes no quiere decir que no pasara —suspiró y se levantó de la butaca—. De todas maneras, ya no importa.

    —Espera —dijo InuYasha, interponiéndose entre su medio hermano y la puerta—. Escucha, os he oído a ti ya Irasue. Sesshômaru, ¿por qué la obedeces en todo?

    —Es mi madre. Le debo respeto.

    —No hasta esos extremos. ¿Nunca has pensado en hacer lo que te haga feliz?

    Sesshômaru le dirigió una media sonrisa cansada.

    —Una vez lo hice. Y mira las consecuencias.

    Y se marchó de la habitación, dejando a InuYasha pensativo.

    ¿Una vez? ¿Se refería a cuando había estado con Naraku? ¿Y por eso ahora debía casarse con Kagura, porque lo había descubierto su madre? Suspiró y se marchó a su habitación, en donde cogió el teléfono y marcó el número de la casa de Miroku.

    Necesitaba intercambiar impresiones con sus amigos.

    Continuará...
     
    Top
    .
28 replies since 22/8/2011, 02:51   2188 views
  Share  
.