[Long-Fic] Unrequited love (InuYasha/Kôga & Sesshômaru/Naraku)

En proceso. Antiguamente titulado "Amor no correspondido".

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  1. Kayazarami
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    Capítulo 7. Verdades

    InuYasha no logró regresar a su mesa después de salir de los baños habilitados en los jardines. Alguien le cogió del brazo y lo llevó casi a rastras hacia las zonas de los rosales. Aunque al principio se asustó pensando que era el tal Onigumo, un vistazo le basto para salir de dudas y ya de paso aterrorizarse.

    Era Kôga, con su eterna cola de caballo, un esmoquin negro que le quedaba muy bien y una expresión resuelta en la cara.

    —¡Suéltame, so bestia, se caminar solo!

    —Ni hablar, InuYasha —se negó—. Si te suelto saldrás corriendo de vuelta a tu mesa. O aún peor, a otro país. Así que vamos a hablar.

    —¡No tenemos nada de que hablar!

    —¡Eso lo dirás tú! —gritó Kôga, soltándolo tras un rosal enorme a bastante distancia de la zona de cena, desde donde difícilmente podían verlos u oírlos—. ¡Te dije que quería intentarlo, me rechazas y al día siguiente me entero de que te has ido del país!

    —¡Te rechacé!

    —Sí. ¡Y no entiendo porqué! Me devolviste el beso, estabas enamorado de mí. ¡¿Por qué carajo no me diste esa oportunidad?!

    InuYasha dejó escapar un bufido indignado. ¿Pero como tenía la cara de preguntarle eso?

    —¡Te recuerdo que diez minutos antes de pedirme esa oportunidad estabas teniendo una cita con una chica! —soltó, apoyando las manos en las caderas y encarandolo cabreado—. ¡No soy tan estúpido como para intentar nada sabiendo que no nos llevará a ninguna parte!

    Kôga negó con la cabeza, aunque en el fondo sabía que su amigo tenía razón sobre lo de su cita. Ya se había parado a pensarlo muchas veces durante esos dos meses de ausencia en los que lo había echado de menos cada día.

    —Iba en serio, InuYasha.

    —Ya da igual —dijo el de cabello plateado, encogiéndose de hombros—. Cuando termine esta tontería del compromiso de Sesshômaru regresaré a Estados Unidos.

    Kôga dio un par de pasos y lo tomó del brazo, acercándolo a él.

    —¿Quieres hacer el favor de dejar de huir de mí?

    —¿Quién se comportó como un capullo en primer lugar? —acusó, desafiándolo con la mirada—. ¿Quién me trató como si fuera un apestado? ¿Quién, movido por la pena y la culpa al enterarse de mi penosa infancia, se ofreció a salir conmigo?

    —¡No lo hice por eso! —gritó el chico de la coleta, desesperado porque lo escuchara.

    —¡No me jodas, eres heterosexual! Te he visto ligarte una chica tras otra durante años. ¿De verdad crees que me voy a tragar que de repente yo...Mmm?

    Kôga le besó. Para acallarlo, porque quería, para sorprenderlo, para hacerle ver que iba en serio. Le rodeó la cintura con los brazos y lo atrajo contra si, obligandolo a aferrarse a la chaqueta de su traje, intensificando el beso, mordiéndole los labios y colando la lengua en su boca, haciéndolos estremecer.

    Al cabo de largos minutos, se separó apenas unos milímetros para susurrarle con la voz irregular:

    —No es por pena, te lo juro. No he podido pensar en otra cosa en los dos últimos meses. Ni siquiera he ligado con nadie —dijo, sin soltarlo ni separarse—. Si no me crees, pregúntale a Miroku. Me moría de ganas de volver a verte.

    —Kôga...

    —Una oportunidad. Es todo lo que te pido, InuYasha.

    —Pero ahora estoy viviendo en Estados Unidos y...

    —Me mudaré allí si es necesario. Solo di que sí, solo acéptame —pidió, pero luego pareció considerar algo y su rostro se ensombreció—. ¿O es que acaso tus labios me han engañado y ya no estás enamorado de mí? ¿Hay alguien mas en tu vida?

    —¿Qué? ¡Cómo iba a..!

    Entonces escucharon unos pasos acercarse rápidamente.

    —¿Señor Tashio, señor Ookami? —preguntó una voz, dándoles el tiempo justo a separarse antes de que un criado apareciese tras los rosales—. Ah, menudo alivio, aquí están.

    —¿Qué ocurre? —quiso saber InuYasha, de mala leche por no haber podido terminar su frase.

    —Es la hora del brindis, señores. Sería conveniente que estuvieran presentes. Sobre todo usted, señor Taisho.

    InuYasha suspiró y salio del escondite, encaminándose a su mesa, seguido de cerca por Kôga, que se desvió a la que compartía con sus padres no sin antes dedicarle una penetrante mirada que parecía querer decirle mil cosas diferentes.

    Se sentó al lado de Miroku y se preocupó al ver que Naraku no estaba.

    —¿Ha pasado algo? —preguntó.

    —Dímelo tú —respondió el chico de cabello corto—. Salio detrás de ti dos minutos después de que fueras al baño.

    —Pues no lo he visto. Será mejor que vaya a buscarlo —dijo, empezando a levantarse de nuevo.

    Pero Miroku le dio un tirón del brazo para que volviera a sentarse.

    —Ni hablar. Está a punto de empezar el brindis y hay mucha gente mirando hacia aquí. Naraku sabe cuidarse solito.

    Mosqueado, InuYasha miró hacía la mesa principal. Su medio hermano tampoco estaba, aunque el molesto y extraño señor Daishi si. Irasue parecía nerviosa por el retraso de su hijo y le lanzó una mirada envenenada al asiento de Naraku.

    InuYasha rio por lo bajo. ¿Su madrastra creía que Sesshômaru se había ido con Naraku a divertirse un poco? Era absurdo. ¿O no...? Porque si Naraku lo había seguido seguramente se habría encontrado con su hermano y...

    —Ya estoy aquí —anuncio el chico de cabello negro rizado, tomando asiento lo más discretamente que pudo e ignorando la mirada afilada que la dueña de la Mansión le dirigía—. ¿Me he perdido algo?

    —Nada, teniendo en cuenta que Sesshômaru lleva un rato desaparecido y es él el encargado del brindis —informó Miroku, mirando a su amigo con suspicacia.

    —Ah, ya. Estábamos hablando en la Mansión.

    —Hablando —dijo Miroku, con un tono de voz divertido y alzando una ceja.

    —Oh, no, si es lo que me imagino, no quiero saberlo —pidió InuYasha, tapándose los oídos falsamente.

    Naraku los miró mal.

    —Mal pensados —acusó—. Os doy mi palabra de que solo hemos hablado.

    Y aquello los tranquilizó a los dos, porque si algo sabían de Naraku, era que jamás daba su palabra en vano. Igual que cuando les prometía de pequeños que Santa Claus traería regalos para todos los huérfanos o que el chico que los molestaba en clase al día siguiente sería la mar de educado con ellos. Tenía sus propios métodos cuestionables de hacer las cosas, pero jamás les había mentido ni fallado. Y ellos jamás iban a dudar de él.

    —Me alegro —confesó InuYasha—. Porque no quiero que te haga daño.

    —Inu, tu medio hermano carece de la habilidad necesaria para hacerme daño —fanfarroneó el otro.

    InuYasha se abstuvo de decirle que no necesitaba ninguna habilidad cuando era él quién la había entregado, Dios sabe porqué, su corazón en bandeja a semejante idiota.

    Entonces la gente comenzó a aplaudir y notaron que Sesshômaru por fin había vuelto a la mesa principal y tenía una copa en la mano. Le gente guardó silencio.

    —Es para mi, como heredero de la compañía Tashio, un autentico placer ser el encargado de realizar este brindis por el nuevo acuerdo comercial —expuso, con voz solmene—. La Financiera Okamura ha demostrado ser una compañía solida y capaz en la cual podemos confiar nuestras finanzas con total tranquilidad y quiero dedicarles este brindis —alzó la copa—. Por la Financiera Okamura y su presidente, el señor Seisu Okamura.

    Los invitados alzaron las copas y dieron un sobro a su bebida.

    InuYasha parpadeo, confundido. Según le había dicho su padre, el brindis iba a ser por la futura boda. ¿Qué estaba planeando Sesshômaru?

    —Ahora, iba a aprovechar la ocasión para anunciar mi compromiso con la señorita Kagura Daishi —siguió diciendo con tranquilidad—. Pero hace un momento he llegado a la conclusión de que soy todavía muy joven para el matrimonio, de manera que únicamente les deseo que pasen una agradable velada.

    Los invitados comenzaron a murmurar entre ellos, especialmente las mujeres. Naraku, Miroku e InuYasha se miraban entre ellos sin saber que decir. Finalmente, los dos amigos se quedaron mirando a Naraku.

    —¿De que habéis hablado exactamente? —preguntaron casi al mismo tiempo, curiosos.

    Naraku negó con la cabeza y miró hacia la mesa principal, en donde Sesshômaru estaba aguantando lo que parecía una replica encubierta de Irasue, quién se controlaba por el resto de comensales, y las palabras de los señores Daishi, por no hablar de la expresión de absoluta furia de Kagura.

    Durante el resto de la noche, los tres amigos se dedicaron a charlar y a especular entre ellos acerca de los motivos de Sesshômaru para cambiar de opinión sobre su compromiso y rechazar a Kagura. También analizaron todo lo que InuYasha le contó sobre su encuentro con Kôga, animándolo a darle una oportunidad, aunque el chico de cabello plateado no parecía estar convencido de la seriedad de la propuesta de Kôga.

    Para cuando Miroku y Naraku se marcharon, ya apenas quedaban invitados y los miembros de la familia Tashio también estaban retirándose. Los Daishi se habían ido poco después del brindis, probablemente humillados porque Sesshômaru no dio su brazo a torcer.

    Lo que InuYasha no se esperaba, era el espectáculo que Irasue dio una vez estuvieron todos en el salón principal de la Mansión, con los criados recogiendo en los jardines.

    Lo primero que hizo la elegante mujer fue darle dos bofetadas, una en cada mejilla, a su hijo. Sin importarle que InuTashio e InuYasha estuvieran presentes. InuYasha sintió como un nudo se le formaba en el estomago, ya que los golpes le trajeron desagradables recuerdos de su propia madre a la memoria.

    —¡Jamás me sentí más humillada en toda mi vida, Sesshômaru! —le gritó, con sus rostros a escasos centímetros, las manos agarradas a su esmoquin y sacudiéndolo como si fuese un muñeco de trapo—. ¡Te exijo que te disculpes públicamente con los Daishi y anuncies mañana tu compromiso con Kagura en una nota de prensa!

    —¡Irasue! —rugió InuTashio, acercándose a ella y separandola por la fuerza de Sesshômaru, que había empalidecido pero parecía mantenerse firme—. ¡No tolero la violencia en esta casa!

    —¡Esto no es asunto tuyo, InuTashio! ¡No tienes ni idea del favor que te estoy haciendo, así que apartate y déjame disciplinar a mi hijo como guste!

    —Lo lamento, madre, pero no voy a casarme con Kagura —aseguró Sesshômaru, con voz segura y sin vacilar.

    —¡Harás lo que yo te diga!

    —¡Irasue, compórtate! —exigió InuTashio, mirando a su esposa como si fuera la primera vez que la veía—. Ya te dije que era muy joven para comprometerse. No hay porque alterarse. Ya encontrará otra chica con la que quiera establecerse, algún día.

    Irasue se rió en su cara, de forma histérica.

    —¡No seas estúpido! ¡Si fuese así esto no me importaría tanto, pero se ha enredado con el huérfano ese amigo de tu otro hijo! —gritó, como si fuera culpa de InuTashio—. ¡Así que compórtate tú como un hombre y exígele que se comprometa con Kagura antes de que vaya a peor!

    InuYasha sintió como le fallaban las piernas y el nudo de angustia le subía hasta el pecho. Reconoció los síntomas del ataque de ansiedad apenas unos segundos antes de comenzar a hiperventilar y de que el pánico irracional se apoderara de él.

    Sorprendentemente, Sesshômaru se acercó hasta él, ignorando los gritos de su madre y los intentos de su padre de tranquilizarla y lo cogió en brazos, sacándolo de la sala sin dudarlo.

    —¿Ansiedad o algo peor? —preguntó.

    —Ansiedad —murmuró InuYasha, intentando regular su respiración y sin tiempo para preguntarse como era posible que su medio hermano supiese de eso.

    Sesshômaru lo llevó hasta su habitación, dejándolo tumbado en la cama. Después, abrió el cajón de su mesilla de noche y buscó un tranquilizante que procedió a darle junto con un vaso de agua. InuYasha se lo tragó sin dudarlo un segundo.

    Al cabo de diez minutos, estaba más tranquilo, aunque algo adormecido. Aún y así, quería respuestas.

    —¿Cómo lo sabías?

    —No es la primera vez que lo hago —dijo simplemente.

    —¿Esto tiene que ver con lo que dijiste el otro día de que si me diste una oportunidad? Porque por mucho que he tratado de recordar, no he conseguido nada —dijo, luchando contra el sueño.

    Sesshômaru hizo una pequeña mueca con los labios.

    —No te fuerces a recordar, nada bueno puede salir de eso. Fue antes de tu intento de suicidio.

    —Ah —dijo, incomodo. No le gustaba nada ese tema. Ni siquiera era capaz de hablar de ello con Miroku y Naraku.

    Entonces cayó en la cuenta de que lo que decía Sesshômaru si que tenía sentido, ya que de su tiempo en la Mansión previo al intento de quitarse la vida apenas recordaba nada. El psicólogo al que había consultado durante unos años después de eso le había comentado que el cerebro tenía memoria selectiva y podía ser que nunca llegara a recordarlo del todo.

    —Pero no lo entiendo. Si antes eras amable conmigo, aunque no me acuerde, ¿por qué luego empezaste a comportarte como un desgraciado?

    —Instrucciones de tu psicólogo.

    —¿Tú hablaste con mi psicólogo?

    —Yo y nuestro padre. Bastante veces. Él más que yo —dijo, como si nada—. Él me recomendó que te supusiera un reto, algo que afrontar y superar, mientras que padre debía ser quién te apoyara, haciendo cosas como manteniendo a tus antiguos amigos en tu nueva vida. Como no parecías estar recuperándote bien, probamos a hacerle caso. Y funcionó.

    —¿Irasue también intentaba ser un reto? —preguntó, bastante convencido de que no.

    —Para nada. Mi madre te odia de corazón —aseguró y luego le sonrió un poco, pero con una sonrisa ácida—. Si te consuela, es probable que ahora me odie más a mi que a ti.

    InuYasha negó con la cabeza. Seguramente, en la mete de la señora Taisho, todo aquello era también culpa de él por haber metido a Naraku en la vida de su hijo.

    —¿Entonces nunca me has odiado?

    —Bueno, algunas veces sí —admitió—. Desde que entraste en la universidad has estado especialmente insoportable, parecías una mujer menstruando. Casi todos mis insultos eran genuinos.

    —No te pases, idiota —dijo InuYasha, sin poder evitar sonreirle.

    ¡Siempre se había preocupado por él! ¡Había actuado así por él! Sesshômaru no parecía ser para nada como él pensaba que era. Se moría de ganas por ver la cara que ponían sus amigos cuando se lo contara. Si no estuviera tan cansado, cogería el teléfono ahora mismo y llamaría a casa de Miroku.

    Pero notaba como se le cerraban los parpados, más pesados que nunca.

    —Duérmete, anda —dijo Sesshômaru, acercando una silla a la cama y sentándose.

    —¿Piensas velar mi sueño?

    —Ja. Apenas te duermas me largo de aquí. Ahora, calla y duerme.

    —Que amargado me sigues sonando —murmuró, antes de ceder al sueño producido por el ansiolítico.

    Cuando estuvo seguro de que se había dormido, Sesshômaru se permitió una pequeña sonrisa de verdad.

    —Y tú sigues pareciéndome un niño aterrorizado —susurro, casi con afecto.

    Se quedó en la silla, pensando en sus cosas. Sin duda, a partir de ese momento y a menos que cambiara de parecer respecto a su compromiso, se había quedado sin madre. Lo lamentaba, pero estaba seguro de que podría vivir con ello.

    No sabía que pensaría su padre de todo eso, pero siempre había demostrado ser un hombre bastante comprensivo. Esperaba que también lo fuera respecto a lo ocurrido.

    Posiblemente, si hacía un esfuerzo, podría mantener un relación cordial con InuYasha, aunque sería difícil deshacerse de los viejos hábitos. Además, como había dicho, desde que se había enamorado lo encontraba bastante irritante.

    Y tampoco pensaba que el tal Kôga fuese gran cosa.

    Entonces empezó a sonar una molesta melodía y se percató que era el móvil de su medio hermano. Ni corto ni perezoso, decidió responder cuando vio quién era el que llamaba. Se dijo que se merecía un poco de diversión.

    —Buenas noches —saludó con educación—. Soy Sesshômaru... No, nunca hemos hablado antes, pero sé bastante de ti... ¿Cómo que por qué? Todo hermano mayor debe conocer el idiota del que se queda prendado su hermano menor para poder meterse con él... Me da igual lo que te parezcan mis motivos, si he contestado a la llamada es porque quiero saber los tuyos... Muy gracioso, niñato, pero como sigas por ese camino te aseguro que InuYasha estará en un avión rumbo a Estados Unidos antes de lo que puedas imaginar —amenazó, con sus dorados ojos brillando con furia—... Eso ya me gusta más. A ver, imbécil, ¿qué sientes tu por el idiota de mi hermano?... Ya... Sí... Entiendo... Mira, se me ha ocurrido algo...

    Continuará...
     
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28 replies since 22/8/2011, 02:51   2188 views
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