[Long-Fic] Unrequited love (InuYasha/Kôga & Sesshômaru/Naraku)

En proceso. Antiguamente titulado "Amor no correspondido".

« Older   Newer »
 
  Share  
.
  1. Kayazarami
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Capítulo 11. Fuga

    Naraku entró al despacho de la directora del Orfanato Shikon con una expresión resuelta en el rostro y seguido de Sesshômaru, quién hacía gala de su habitual seriedad.

    Lo primero que vio fue a la anciana Kaede detrás de su escritorio, pero sus ojos se desviaron inmediatamente al chico que estaba sentado frente al mismo.

    —¿Byakuya? —llamó y el joven se dio la vuelta y lo miró por primera vez.

    No era como recordaba, aunque tampoco lo había esperado. Ahora el niño de tres años se había convertido en un adolescente de dieciséis que...tenía un aspecto definitivamente femenino, con un kimono violeta con un estampado rosa y que llevaba el cabello recogido en una cola con un pasador en forma de sakura.

    —¿Naraku? —preguntó el chico, mirándolo de hito en hito—. ¿Tú eres mi hermano?

    —Sí —respondió, sin saber exactamente que decir. ¿Hasta donde podía contarle? ¿Qué le habría explicado su madre sobre él y su padre? ¿Temería que, con el tiempo, se hubiera convertido en lo mismo que su progenitor, de saber su historia?

    —Yo... —Byakuya tragó saliva y luego dio un paso hacia él, tendiéndole la mano—. Me alegro mucho de conocerte por fin —dijo, mirándolo con incertidumbre con sus ojos azules y oscuros—. Llevo mucho tiempo buscándote.

    Con toda una vida cuidando de otros, Naraku se percató enseguida del ligero temblor que recorría a su hermano pequeño, del miedo al rechazo en su mirada, a no ser lo que él esperaba, de la misma forma que Byakuya no cumplía con la imagen que había guardado de él en su memoria.

    Le cogió la mano y tiró de él, acercándolo.

    —Estoy aquí —aseguró, mirándolo fijamente—. Ya no tienes que preocuparte por nada.

    El chico se lo quedó mirando unos segundos, sorprendido. Luego, agachó la cabeza y su cuerpo se relajó. Después de unos minutos, volvió a mirarle.

    —Hay muchas cosas de las que quiero hablar contigo.

    —Lo sé, pero tendrás que esperar un poco, ¿vale? —pidió y miró a la directora—. Tenemos que salir de aquí cuanto antes.

    La anciana mujer, que había permanecido en silencio hasta entonces, negó con la cabeza y lo miró seriamente.

    —Tú puedes ir donde quieras, Naraku, pero Byakuya es menor de edad y está a cargo del estado. Hasta que no certifiques de forma concluyente que realmente eres su pariente, deberá permanecer en Shikon.

    —No puede quedarse aquí, directora —dijo, tratando de hacerla entrar en razón, a pesar de que esa mujer y él jamás se habían entendido—. Usted no tiene ni idea de como funciona este Orfanato. Hay alguien tras nosotros en estos mismos momentos. Y cada minuto que pierdo hablando con usted es un minuto de ventaja para ellos, así que, con o sin su permiso, Byakuya se viene conmigo.

    —Informaré a la policía de esto, Naraku.

    El mencionado sonrió ante su amenaza. Iba a responder lo que pensaba de las fuerzas de la ley, pero Sesshômaru dio un par de pasos al frente, quedando justo ante el escritorio y haciéndole un gesto para que le dejara hablar.

    —Sabe quién soy y no conseguirá nada con eso, más que meterse en problemas —informó, apáticamente—. Como le estaba diciendo antes, le recomiendo que nos autorice a llevarnos al chico temporalmente como prueba de un posible proceso de adopción. Sé que siempre tienen esa documentación lista y que solo haría falta firmar.

    —¡Eso no es posible, señor Taisho! —exclamó la mujer indignada, pero, ante la penetrante y helada mirada que recibió su grito, moderó su tono antes de continuar—. Cualquier posible candidato ha de garantizar que es adecuado mediante una serie de procedimientos y...

    Naraku se cansó. Entendía lo que Sesshômaru trataba de hacer, pero estaban perdiendo demasiado tiempo. Seguramente los miembros de la banda de Gumo que aún vivieran en el Orfanato ya estarían buscándolos.

    —Déjate de estupideces, vieja —dijo finalmente, con la voz cargada de veneno—. ¿Ahora vas a preocuparte por los huérfanos a tu cargo? No me hagas reír —pero no reía, tenía el rostro completamente serio y apenas notó que Byakuya lo miraba detenidamente (quizás alarmado por su tono)—. ¿Sabes la cantidad de críos de este centro que terminan prostituyéndose? ¿Sabes todo lo que hay que hacer para mantener a salvo a uno solo de ellos? ¡No! ¡No tienes ni idea porque no ves más allá de tus narices, así que saca el maldito papel para que lo firmemos antes de que nos encuentren y tu mundo perfecto se venga abajo!

    —¡Namida, como te atreves...!

    —¡Me atrevo porque lo he estado viendo desde que llegué a este maldito lugar con ocho años, porque a los doce entré en una de las bandas que controlan la prostitución, y no salí de ella hasta los veinte! ¡Y no precisamente gracias a ti! —gritó, perdiendo los papeles.

    La mujer se lo quedó viendo como si fuera un horrible monstruo salido del infierno.

    Sesshômaru, que había seguido la conversación, decidió que así no iban a ninguna parte, así que se dirigió de nuevo a la directora, esta vez empleando un tono que no daba lugar a réplicas.

    —Mire, tiene dos opciones: permitirnos sacarlo de aquí legalmente o hacer que nos lo llevemos de forma ilegal. Tenga en cuenta que, si escoge la segunda opción, a parte de retirar la donación, me aseguraré personalmente de que pierda su puesto como directora. Créame, tengo el dinero y poder necesarios —finalizó, mientras Naraku cruzaba un par de miradas con él—. Piénselo. Byakuya vendrá con nosotros de todos modos, la única que puede salir perjudicada es usted.

    Cinco minutos después, los tres abandonaban el despacho rumbo a la zona trasera del edificio, tras firmar Naraku los papeles como candidato a una adopción. Caminaban con precaución, pendientes de todo posible movimiento. Los dos mayores iban delante, con el adolescente tras ellos, que los miraba un tanto desconcertado.

    —¿Realmente podría haberla dejado sin trabajo, señor Taisho?

    —Llámame Sesshômaru —dijo, pensando en que de todas formas tarde o temprano tendría que llamarlo por su nombre—. Y sí, podría haberlo hecho.

    —¿Es usted... bueno, eres parte de alguna banda, como mi hermano?

    Sesshômaru se quedó estático ante la pregunta. Se dio la vuelta para mirar al chico, mientras Naraku se reía por lo bajo a su lado.

    —¿Acaso parezco un matón? —siseó, mirándolo fijamente y haciendo que tragara saliva.

    —N-no, pero... Yo...

    —Ay, Byakuya, ¿en que mundo vives? —dijo Naraku cuando terminó de reír, observándolo con algo de afecto y malicia—. Acabas de confundir a un niño rico con un vulgar delincuente callejero.

    —No era mi intención —dijo, apenado.

    —No importa —le respondió Sesshômaru, retomando el camino y fulminando a Naraku con la mirada.

    —Lo lamento si yo...

    —Byakuya, no es necesario que te disculpes —aseguró su hermano—. No somos el tipo de persona que se ofende con facilidad, ¿vale?

    —Vale —no sonaba del todo convencido, pero es que estaba muy confundido.

    Es decir, ¿su hermano y ese hombre tan serio eran pareja? No lo parecía, pero el propio Sesshômaru se lo había dicho, así que todo debía reducirse a que no eran muy afectuosos, ¿no? Al fin y al cabo eran dos hombres. Y, por lo que había oído de Naraku, este tenía muy mala fama y era bastante cruel, pese a no haber dado todavía muestras de ello con él. Los chicos del Orfanato que no se habían vengado pegándole habían estado aterrorizados por su presencia.

    Como sus pensamientos solo lo estaban confundiendo más, decidió que ya se lo plantearía después y se limitó a seguirlos.

    Por su parte, Naraku cogió el móvil de su bolsillo y marcó el número de Miroku. Ya les quedaba muy poco para llegar a las ventanas traseras del edificio y necesitaba que su amigo hiciera algo que no estaba muy seguro de que pudiera hacer.

    —Miroku, necesito que lleves el coche a donde te diga —fue lo primero que dijo, cuando le cogió la llamada.

    —¿Qué? ¡Naraku, no tengo el carné de conducir! —se quejó el chico.

    —No me importa, es una cuestión de vida o muerte y..

    —¡Feh, dame eso! —dijo una voz que no era la de Miroku y Naraku se sobresaltó—. ¿Naraku? ¿A donde quieres que lleve el coche?

    —¡¿InuYasha?! —gritó, sin poder evitarlo, haciendo que Sesshômaru clavara sus ojos dorados en él con intensidad—. ¡¿Qué demonios haces ahí?!

    —¡¿No decías que era una situación de vida o muerte?! ¡Ya hablaremos después, dime donde carajo quieres que lleve el coche!

    —¡Pero si tú tampoco sabes conducir!

    —¡Algo sé!

    —¡No puedes...!

    —¡Naraku, no seas absurdo, que Miroku sabe menos que yo y aún y así ibas a arriesgarte! —gritó InuYasha, tan alto que tanto Sesshômaru como Byakuya lo escucharon—. ¡¿Donde llevo el maldito coche?!

    Ignorando a duras penas el impulso de gritarle que a la otra punta del mundo, Naraku inspiró y respondió con un tono monocorde.

    —Llévalo a la parte trasera del edificio —indició—. Supongo que imaginas lo que vamos a hacer. Y ten mucho cuidado, hay dos grupos en la puerta que...

    —Sí, sí, ya los he visto. La loca del arco y el idiota de la cadena —Naraku lo escuchó bufar a través del teléfono—. ¿No podías juntarte con gente más normal?

    —InuYasha, déjate de tonterías —advirtió, sin seguirle la broma—. Esto es serio, así que ten cuidado, ¿vale?

    —No te preocupes. No pienso hacer ninguna locura. Os espero fuera en cinco minutos —dijo, antes de colgar. Naraku se guardó el aparato y siguió caminando como si nada, pero Sesshômaru tenía los ojos clavados en él.

    —¿Qué hace InuYasha aquí?

    —No tengo ni idea, pero es lo primero que pienso averiguar en cuanto salgamos de aquí —aseguró.

    Sesshômaru asintió. Su compañero de universidad notó que, de repente, estaba mucho más tenso. Y antes de la llamada estaba normalmente indiferente, así que eso solo podía significar que la inclusión de su medio-hermano en aquel embrollo no le había hecho ninguna gracia.

    Continuaron andando un poco más, hasta llegar a las ventanas del primero piso de la parte trasera. Rápidamente, Naraku se acercó a una ventana en concreto.

    —Perfecto —murmuró.

    Byakuya, que no entendía porque habían ido hasta allí si no había salida (aunque en realidad ni siquiera entendía de que estaban huyendo exactamente), se acercó también, asomando la cabeza por la ventana para mirar al exterior, justo cuando se escucharon un par de pitidos fuertes y un Audi apareció a toda velocidad por la carretera, haciendo que algunos de los coches que iban por delante tuvieran que apartarse yendo a los lados.

    —Y luego soy yo el que no sabe conducir —gruñó Sesshômaru tras Byakuya, mirando con desagrado la loca carrera del coche.

    —Le enseñé yo —comentó Naraku, que sonreía un poco, mientras el veloz coche azul aparcaba temerariamente y de cualquier manera justo delante del edificio y el conductor comenzaba a tocar el claxon una vez tras otra. Naraku hizo un ruido ahogado, como de sufrimiento—. Olvidé enseñarle a ser discreto.

    —Habrías gastado saliva inútilmente —comentó Sesshômaru, cuya expresión se volvía más oscura por momentos—. Tenemos que bajar ya. Está armando tal escándalo que cualquiera vendrá a ver que pasa de un momento a otro —afirmó, murmurando por lo bajo algo que a Byakuya le sonó como a "bastardo idiota".

    —Bien. Byakuya, tú conmigo —dijo Naraku, colocándose frente a él y subiéndose al borde de la ventana.

    —¿Qué? ¡Vamos a matarnos!

    —No seas tonto y mira lo que hay abajo —exigió su hermano y Byakuya obedeció.

    Varios metros bajo ellos había una serie de contenedores rodeados de bolsas de basura. Además, al estar en el primer piso, incluso si fallaban el salto y caían mal, como mucho se romperían uno o dos huesos.

    —¿Listo? —preguntó Naraku, teniéndole la mano.

    Suspirando, el joven la tomó y se subió con él al alfeizar, inspirando un montón de aire para darse un valor que no tenía. Su hermano le rodeó la cintura con un brazo y, sin previo aviso, saltó, impulsándolo con él.

    Byakuya no pudo evitar gritar durante la breve caída, en la que sus huesos fueron a dar contra la pila de bolsas de basura, relativamente blandas, pero que se rompieron al caerles encima, recubriéndolo de restos de comida.

    —Puajjs —murmuró, asqueado, levantando la vista para ver a Naraku cerca de él. También había caído bien y también estaba bañado en desperdicios, con una piel de plátano podrida adornando su largo cabello rizado.

    El mayor se levantó en cuanto pudo, acercándose a él para ayudarlo a incorporarse a su vez y, cuando se aseguró de que estaba entero, lo empujó en dirección al automóvil.

    —Sube al coche, yo esperaré a Sesshômaru.

    Byakuya asintió y corrió hacía el Audi.

    Naraku se quedó observando la ventana por la que debería saltar Sesshômaru, ligeramente preocupado porque no lo veía, hasta que de repente, este saltó sin miramientos en una trayectoria irregular, cayendo también sobre las bolsas, pero rebotando hacia el suelo y dándose un buen golpe.

    —¡Sesshômaru! —llamó Naraku, acercándose a toda prisa a él.

    —Han llegado apenas habéis saltado —murmuró el susodicho, levantándose de forma inestable pero decidida—. No pegan nada mal, para ser solo un puñado de huérfanos —comentó.

    —Idiota —fue todo lo que respondió Naraku, contento de que no se hubiera partido la cabeza, antes de que los dos echaran a correr al coche, en donde InuYasha y Miroku se habían colocado en los asientos traseros con Byakuya, al que observaban con interés.

    Sesshômaru se subió por el lado del conductor y Naraku se colocó en asiento del co-piloto, cerrando la puerta al mismo tiempo que el de cabellos plateados arrancaba el coche y lo hacia salir a toda velocidad.

    Inquieto, Naraku se dio la vuelta para comprobar que los tres chicos estaban bien y los encontró mirando a Byakuya como si fuera de otro planeta. Supuso que por su vestuario.

    Miroku fue el primero en apartar los ojos y clavarlos en él.

    —¿De verdad sois hermanos? —quiso saber, un tanto estupefacto.

    —¿Que pretendes decir con eso, Miroku? —preguntó, mosqueado.

    —¡Míralo, parece un chico encantador! ¡¿Cómo es posible que la genética reparta de forma tan desigual ciertas cualidades?

    Naraku bufó (preguntándose como demonios podía Miroku bromear en un momento así) y se concentró en la carretera. No las tenía todas consigo, ya que InuYasha había hecho demasiado ruido y además sus perseguidores sabían por donde habían huido.

    Cuando dos coches aparecieron de una carretera adyacente, acelerando hasta casi alcanzarlos, supo que su presentimiento había sido correcto.

    Entonces empezaron a dispararles.

    Continuará...
     
    Top
    .
28 replies since 22/8/2011, 02:51   2188 views
  Share  
.