[Long-Fic] Unrequited love (InuYasha/Kôga & Sesshômaru/Naraku)

En proceso. Antiguamente titulado "Amor no correspondido".

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  1. Kayazarami
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    12. Caminos

    Exhausto, InuYasha se dejó caer de espaldas sobre su enorme cama, sintiendo como todo su magullado cuerpo se relajaba instantáneamente apenas entró en contacto con las suaves sábanas. Casi al momento, Miroku se tumbó también a su lado, agotado.

    Sesshômaru estaba allí, pero se mantenía de pie, cerca de la puerta de entrada, mirándolos impasible, como si no acabaran de tener la carrera automovilística de sus vidas, con tiroteo incluido.

    Naraku obligó a Byakuya a sentarse en la mesa con tres sillas que había en una esquina y que InuYasha solo utilizaba para las visitas de sus amigos.

    —¿Estás bien? —preguntó, analizándolo de arriba a abajo.

    —Sí, no pasa nada —dijo Byakuya, sacando fuerzas de la flaqueza y sonriendo un poco—. Ni siquiera me he cortado con los cristales.

    Naraku asintió, más tranquilo. Uno de los disparos había roto en mil pedazos el cristal trasero del coche, haciendo que una lluvia de brillantes fragmentos cayera sobre los tres chicos. Ante los gritos, Sesshômaru había acelerado, imponiendo una velocidad suicida con la que había logrado despistar a sus perseguidores en diez minutos, pero que había hecho que su llegada hasta la Mansión Taisho se pudiera considerar un milagro.

    —Mis padres van a matarme —murmuró Miroku, cubriéndose los ojos con un brazo. El Audi de su familia había quedado para chatarra, con varios agujeros de bala y el cristal trasero hecho añicos.

    —Agradece que estás vivo, idiota —respondió InuYasha mirándolo, con una ligera sonrisa en los labios, pero sintiéndose extrañamente mareado, quizás por todo lo sucedido.

    Sesshômaru, que había estado observándolos a prudente distancia, de repente se acercó en tres rápidos pasos, haciendo que Naraku desviara la vista hacía allí.

    —Incorpórate —ordenó, colocándose delante de su medio hermano, que instantáneamente se puso en pie, para darse cuenta de que el mareo persistía.

    —¿Qué pasa? —preguntó, mirándolo confundido.

    Los fríos ojos de Sesshômaru brillaron un momento, antes de girarle el rostro con la mano para ver un punto concreto de su cuello.

    —Mierda —soltó Naraku, levantándose a toda prisa de la silla, que cayó al suelo con estrépito, acercándose a los hermanos.

    —¿Qué pasa? —preguntó de nuevo, un poco alarmado.

    —Quédate quieto, ¿entendido? Y no hables —volvió a mandar el mayor y luego miró a Naraku—. Necesito el botiquín del baño —el chico asintió y corrió al servicio, mientras Miroku se levantaba asustado para ver que demonios pasaba con su amigo.

    Ver un trozo de vidrio alargado clavado en el cuello de InuYasha, al que Sesshômaru mantenía inmovilizado para que no hiciera movimiento alguno, casi hizo que entrara en pánico. Naraku regresó rápidamente y lo apartó, lanzandole una mirada de advertencia que interpretó como "si pierdes los nervios, te mato", mientras abría el botiquín a toda prisa.

    Miroku retrocedió y se acercó hasta donde estaba Byakuya, que parecía asustado.

    —¿Qué tiene? —susurró el joven.

    —Un cristal —respondió, susurrando también—. Pero no te preocupes, ellos saben lo que hacen.

    Y era cierto. Se obligó a recordar que Naraku se había cosido heridas sin ayuda de nadie cuando lo herían en alguna pelea de la banda.

    InuYasha trató de mantenerse quieto, ignorando el nudo que se estaba formando en su estómago y que parecía avisarle de un ataque de ansiedad, mientras su supuestamente odiado hermano le impedía moverse y Naraku organizaba rápidamente algunas vendas. Lo vio colocar sobre la cama un desinfectante, hilo y aguja.

    —Yo coseré —advirtió a Sesshômaru, quién asintió y colocó su mano libre en el cristal, mientras el de cabello negro impregnaba algunas vendas de desinfectante.

    —Trata de no moverte —fue todo el aviso que le dio Sesshômaru, ante de tirar del vidrio y hacerle sentir como si le partieran el cuello, obligándolo a morderse el labio para no emitir sonido que pudiera forzar la garganta. En unos segundos, Naraku estuvo apretando la herida sangrante con vendas, haciendo que la piel le ardiera a causa del desinfectante.

    Perdió al noción del tiempo, mientras sentía la presión de la venda impedir que la sangre saliera y a Sesshômaru colocándose tras él e inmovilizándolo. Cuando Naraku lo creyó conveniente, apartó la venda y se acercó con aguja e hilo.

    InuYasha tembló, pero no dijo ni una sola palabra. Sesshômaru le cubrió la boca con una mano. Y ni siquiera la apartó cuando él empezó a morderle a causa del dolor.

    Byakuya miró a su hermano mayor sellando poco a poco la herida, con el pulso firme y la mirada decidida. Si lo que su madre le había contado era cierto, Naraku llevaba curando heridas físicas de los demás prácticamente toda su vida. A pesar de la persecución, las bandas y todo lo malo que le habían contado en el Orfanato de él, estaba seguro de que era una buena persona. Solo había que verlo en ese momento para saberlo.

    Cuando Naraku dejó la aguja a un lado y terminó de vendarle el cuello, Sesshômaru dejó de sostener a InuYasha, de forma que este cayó a la cama. Se dirigió a una de las mesitas, sacando una caja de pastillas y cogiendo dos. Se las hizo tragar al instante, sin darle opción a protestar.

    —Duerme —ordenó, mientras Naraku movía su cuerpo posicionandolo con la cabeza en la almohada.

    InuYasha cerró los ojos, agotado, y se quedó dormido.

    Una vez finalizó todo, Sesshômaru y Naraku se quedaron mirando el uno al otro.

    No era la primera vez que se compenetraban en algo, puesto que habían realizado casi todos los trabajos universitarios juntos durante tres años, pero había algo extraño en aquella ocasión, porque ambos habían formado equipo para ayudar a InuYasha, que había sido siempre motivo de discordia entre ellos.

    —No te es indiferente, ¿verdad? —preguntó Naraku, en un tono que dejaba claro que esperaba una respuesta.

    —No —respondió, secamente, sin perder el contacto visual.

    —Me alegro —fue todo lo que dijo, antes de dirigirse hacía Byakuya y Miroku, que los miraban sumamente interesados. El primero, porque no acababa de comprender que clase de relación sentimental tan apática tenía su hermano, el segundo sonriendo con socarronería—. ¿Nos vamos?

    —¿Cómo? —preguntó Miroku, mirándolo mal, recordando que su coche estaba destrozado.

    —No saben que hemos venido hasta aquí, así que usaremos el transporte público —respondió Naraku, cansado—. Te acompañaremos hasta tu casa y luego me iré con Byakuya a mi piso.

    —¿Y no podría el gentil hermano de InuYasha llevarnos? —tentó Miroku.

    Sesshômaru frunció el ceño ante su sugerencia. Naraku lo miró como si se hubiera vuelto loco y Byakuya puso cara de miedo.

    —A mi me gusta el autobús —murmuró, poco dispuesto a volver a subirse a un coche conducido por el mayor de los Taisho.

    Miroku asintió, comprensivo. Naraku sonrió con malicia. Sesshômaru directamente los ignoró y cogió una silla, arrastrándola hasta un lado de la cama de su medio-hermano y sentándose, para luego sacar el móvil del bolsillo y teclear en el como si no estuvieran presentes.




    —No es muy comunicativo, ¿verdad? —fue lo primero que dijo Byakuya, una vez salieron por la puerta del servicio de la Mansión Taisho, ya lejos de Sesshômaru, camino a la parada de autobús.

    —No —confirmó Naraku, que parecía cansado y sin ganas de charla.

    —Es más frío que el hielo —corroboró Miroku, sonriendole un poco—. Y muy complicado de entender. Durante años trató a InuYasha como si fuera basura y resulta que, en el fondo, estaba tratando de protegerlo de si mismo al hacerlo, ¿sabes?

    Byakuya parpadeó, confundido.

    —No lo entiendo.

    —Ni falta que hace —dijo Naraku.

    El más joven se lo quedó mirando, extrañado. Habían llegado a la parada y estaban esperando el autobús. Miroku se sentó en el pequeño banco.

    —¿No hace falta? —preguntó Byakuya—. Pero es importante que al menos entienda como es Sesshômaru, ¿no? Ya que él es tu pareja.

    A Naraku se le fue el cansancio de golpe. Se quedó mirándolo sorprendido. Abrió la boca intentando decir algo, pero la cerró de nuevo al instante. Miroku también esta observándolo con los ojos abiertos, planteándose si el chico era demasiado intuitivo o muy inocente al hacer esa afirmación.

    —¿Qué te ha hecho pensar...? —empezó Naraku cuando se encontró la voz, pero el menor lo interrumpió antes de que acabara.

    —Me lo dijo Sesshômaru, así que no hace falta que disimules. No me importa que seas gay —aseguró, sonriendole a su hermano, como dándole ánimos para ser más abierto con él.

    Miroku estalló en carcajadas ante la seguridad del joven. Oh, Dios, aquello era lo más divertido que le había pasado en meses. ¡Byakuya informándole a Naraku de que estaba manteniendo una relación con el hermano de InuYasha!

    Naraku todavía parecía más sorprendido que antes.

    —¿Sesshômaru te dijo...? —hizo una pausa, reorganizando sus pensamientos, antes de preguntar de nuevo—. ¿Qué te dijo exactamente?

    —Bueno, primero me dijo que erais veneno y helio, o algo así. Y luego me confirmó que estabais saliendo juntos.

    —Byakuya —llamó Naraku, cogiéndole de los hombros—. ¿Recuerdas las palabras exactas?

    —Eh.. Si... —masculló, un poco asustado—. Dijo "él es mi pareja".

    Naraku se quedó mudo, sin saber que decir. Miroku, que había conseguido controlar su ataque de risa, se acercó a ellos. El menor de edad estaba confundido por la reacción de su hermano.

    —No te preocupes, se le pasará enseguida. Solo está sorprendido —aseguró.

    —Pero, ¿por qué?

    —Supongo que hubiera preferido decírtelo él —respondió, sonriendo, mientras le hacía una señal al conductor del autobús para que se detuviese.

    —¿Naraku? —el mencionado lo miró—. ¿Estás molesto porque Sesshômaru me lo dijo?

    Él negó con la cabeza, mirando como Miroku subía al autobús con los ojos acerados.

    —No —respondió, haciéndole un gesto para que subiera también el transporte—. No es por eso.




    Sesshômaru tecleó distraídamente en su móvil, ojeando como sus inversiones subían o descendían.

    Hacía ya varios años que cotizaba en el mercado de valores, en el cual había invertido con gran éxito todo el dinero que su padre le había ido dando, ya que su excesiva madurez había imposibilitado hacerle regalos tales como juguetes o videojuegos desde muy joven.

    Aunque, en realidad, eso había sido más por culpa de Irasue, quién jamás permitió que su hijo, heredero de la familia Taisho, se comportara como el resto de niños.

    Sacudió la cabeza, espantando ese tipo de pensamientos de su mente.

    Ya no tenía porque seguir las directrices de su madre, lo había decidido en el preciso momento en que renunció al compromiso que esta le había buscado con Kagura.

    El móvil vibró en su mano, indicando que le había llegado un nuevo mensaje.

    Curioso, ya que no mantenía contacto con nadie, lo abrió. Era de Naraku y, a pesar de que el texto uniforme no transmitía emoción alguna, Sesshômaru supo al instante que estaba irritado.

    ¿Así que somos pareja, Sesshômaru?

    Se preguntó si debía o no responder.

    Era un poco estúpido, porque ya había dejado claro el asunto con Byakuya, ¿no?. Naraku siempre había sido muy bueno interpretando sus gestos. Finalmente, se decidió por responder un escueto "Sí". La respuesta no tardó en llegar.

    Eso ya lo veremos.

    Sin poder evitarlo, sonrió ligeramente.

    Naraku debería saber que siempre conseguía todo lo que quería. Pero, si quería ponerselo difícil, estaba más que dispuesto a aceptar el reto. Iba a ganar de todas formas.




    Cuando faltaba poco para que el autobús llegara a su parada, Miroku decidió intentarlo una vez más.

    —¿Seguro que no queréis quedaros en mi casa? —preguntó—. Mis padres estarían encantados con Byakuya, Naraku.

    —Gracias, pero tenemos mucho de que hablar y prefiero hacerlo en mi piso.

    Miroku bufó, frustrado.

    —¿Ese piso al que no has ido desde antes de marcharte a Estados Unidos con InuYasha y que debe estar enterrado en polvo? —dijo, mirándolo acusadoramente por abandonarlo cuando tenía que comunicarles a sus padres el estado actual del coche familiar.

    Naraku sonrió.

    —El mismo.

    Miroku bajó del autobús como un condenado que se dirige a la horca, mientras Byakuya lo despedía afablemente y Naraku tecleaba algo en su móvil, pensando en la que le esperaba cuando cruzara la puerta, mientras sus "amigos" tomaban un camino distinto, libre de represalias.

    Continuará...
     
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