[Long-Fic] Cuida tus plabras (Harry&Draco)

En proceso.

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  1. Kayazarami
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    16. Habitación blanca

    —Umghhh…

    —¡Harry! —escuchó exclamar apenas recuperó la conciencia. Sonrió sin poder evitarlo y abrió los ojos. Esa era su Hermione, que enseguida le puso las gafas, aclarando su visión del mundo—. ¡Oh, dioses, estábamos tan preocupados por ti!

    —Menos mal que despiertas, compañero —y fue doloroso notar el inmenso alivio que destilaban las palabras de Ron, por que eso significaba que los había tenido sufriendo de verdad. El pelirrojo estaba muy sensible desde la muerte de su hermano—. Pensé… Merlín, Harry, no te voy a dejar salir solo nunca más —aseguró, mientras lo abrazaba sin reparos.

    —Hey, no hay necesidad de amenazar. Estoy bien

    —No estoy tan segura de eso, señor Potter —comentó Madame Pomfrey severamente, apareciendo tras la cortina que les daba privacidad—. Me parece increíble la capacidad que tiene para meterse en problemas. La última vez pensé que le había quedado bastante claro que su sistema está cada vez más débil. No puede andar recibiendo la cruciatus tan alegremente.

    —¡Yo no lo busqué!

    —¡No debería haber ido solo a ninguna parte a las nueve de la noche! —y está vez la enfermera gritaba, furiosa—. Si no está dispuesto a tomar en serio su seguridad, le advierto que lo declararé incapacitado para trabajos de considerable esfuerzo físico. Y sí —añadió, cortante—eso incluye ser auror.

    —¡No puede hacer eso! —exclamó, indignado.

    —Si continúa como hasta ahora, para cuando sea declarado incapacitado, realmente lo estará.

    —Está bien, le prometo que iré con más cuidado. ¡Diablos, yo no tengo la culpa de que todos los locos del mundo mágico me vayan detrás, maldita sea!

    —Lo sé, señor Potter —aseguró Pomfrey, con un tono más condescendiente—. Solo quiero que sea más consciente del peligro. Es su salud la que está en juego.

    —Lo tendré presente, le doy mi palabra. Y gracias por curarme. Otra vez.

    —Ya veremos si sigue tan agradecido cuando le dé sus pociones dentro de un rato —murmuró, marchándose a buen paso.

    Harry se quedó mirando sus compañeros. Ambos tenían ojeras, seguro que se habían colado por la noche con la capa de invisibilidad para velarlo. Desvió la vista. La Enfermería seguía igual que siempre, quitando la gran cantidad de caramelos, dulces y flores que la llenaban. ¿Cuántas más veces en su vida tendría que acabar allí? ¿Realmente valía la pena sea auror?

    —Harry, ¿en que estás pensando?

    —En nada, Herms. Solo estoy cansado de acabar siempre en el mismo lugar. ¿Por qué mi vida no puede ser normal?

    —Porque te guste o no —dijo el pelirrojo, cogiendo una caja de ranas de chocolate y tirándoles un par a sus amigos antes de devorar una—. Eres Harry James Potter. El jodido salvador del mundo mágico.

    —Gracias. Con amigos como tú, quién quiere enemigos.

    —Solo soy realista. Ahora, cuéntanos que demonios te pasó.

    —No mucho en realidad —la cabeza le punzaba cuando trataba de hacer memoria—. Estaba esperando a Neville en el patio… Está bien, ¿verdad?

    —Sí. Los capullos esos lo cogieron cuando salía del Invernadero a las cinco y le lanzaron la Imperius para que escribiera la nota. Te quiere pedir perdón, aunque ya le hemos dicho un millón de veces que no tiene la culpa de nada.

    —Puff —suspiró—. Decidí marcharme después de media hora esperando. Me atacaron en el pasillo, me dieron un golpe en la cabeza y me arrastraron hasta la torre de astronomía, creo.

    —Sí, fue allí —corroboró Hermione.

    —Luego empezaron a cruciarme dos de ellos. Cuando pararon yo no podía ni moverme. La cabeza me iba a estallar. Oí la voz de Malfoy preguntándoles sobre que estaban haciendo y lo siguiente ha sido despertarme aquí. ¿Cuánto llevo inconsciente? ¿Qué ha pasado con Malfoy? ¿Y el resto? ¿Cómo es que estoy vivo? ¿Nos encontró algún profesor?

    Sus amigos cruzaron una mirada preocupada.

    —Has estado fuera de juego un día. Pomfrey te dio una poción para seguir durmiendo ayer al mediodía. Son las doce de la mañana del 22 de Febrero —la chica hizo una breve pausa como dudando sobre si seguir o no—. Malfoy está en el Ministerio. Lo detuvieron aquella noche, junto con el resto de slytherins que te atacaron.

    —¿Él estaba detrás de todo? —preguntó, sintiendo como su corazón se encogía de dolor. Una cosa era que no lo amara, pero Merlín, ¿aún deseaba matarlo? ¿Incluso después de besarlo tan apasionadamente?

    —No lo sé. No lo creo, Harry.

    —¿Por qué? —preguntó, perdido. Ron evadía su mirada y su amiga se apretaba nerviosamente las manos—. ¿Qué me estáis ocultando?

    —Cuando pasaron las diez y vimos que no llegabas, dimos la alarma. Todos los prefectos y profesores estaban buscándote. McGonagall no se anduvo con tonterías y llamó a al oficina de aurores del Ministerio. Estos enviaron un destacamento y lo primero que hicieron fue lanzar hechizos de rastreo de magia negra, lo que les llevo derechitos a la torre de astronomía.

    —Allí estaban el hurón y otros cinco slytherins. Uno de ellos, muerto. Se llamaba Merthon Duggham. La varita que lanzó el Avada fue la de Malfoy, Harry. Lo comprobaron —aclaró Ron, dejando de dar rodeos—. Se los llevaron a todos al Ministerio. Va a celebrarse un juicio muy pronto, solo estaban esperando a que despertases para que dieses tu versión de los hechos. Kinsgley estará aquí en unos minutos, le han asignado el caso y tu protección.

    El moreno enterró la cabeza entre sus brazos. Le dolía el cuerpo, el alma y el corazón. ¿Realmente Malfoy había tratado de matarlo? ¿Había tenido una discusión con el tal Merthon para ver cuál de los dos tenía el honor de acabar con él y por eso el otro chico había muerto? ¿O, por increíble que pudiera parecer, lo había protegido?

    Bueno, solo había una manera de salir de dudas.

    —Quiero ir al juicio.

    Continuará…
     
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