Green Eyes (Harry/Draco - Sirius/Remus): Epílogo [FINALIZADO] - AGRADECIMIENTOS

Autora: Amy Lupin Traductoras: anali_snape y Hermione

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  1. karigutis
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    Capítulo Nueve

    Tregua




    El lunes, Draco despertó con dolor de cabeza. El celular fue a parar debajo de la cama, debido a la fuerza del almohadazo que se llevó, sin embargo de nada sirvió, pues continuó pitando hasta que el chico lo alcanzó y apagó. Se sentó en la cama y se refregó los ojos, bostezando. Casi no había dormido, o más bien, tuvo un sueño demasiado agitado como para ser relajante. Tuvo pesadillas que ya no recordaba. Sólo le había quedado el gustillo amargo de la angustia que había tenido.

    Quería faltar aquél día, ah, cómo quería… En realidad, no quería tener que ir a la universidad nunca más. Se tambaleó hasta el baño, donde se despidió del pantalón que usaba y se metió a la regadera. Después de algunos minutos bajo el agua escurriendo por su cuerpo –sí, porque tenía mucha flojera de lavarse correctamente- salió, se secó y se puso la primera ropa que encontró: una camiseta verde con una pequeña serpiente plateada en el pecho y jeans negros. Secó sus cabellos y se puso sus deportivas. En pocos minutos de tránsito, ya estaba en Hogwarts –atrasado, como siempre.

    Ya ni siquiera buscaba a sus amigos, se sentó en la fila del rincón y se recostó en su silla. La única cosa que escuchó de esa clase fue la señal que indicaba que había terminado, haciéndolo sobresaltar y que su cabeza latiera en protesta. Draco refunfuñó, le lanzó una mirada irritada a Pansy, que hizo el gesto de quererse aproximar, y se inclinó nuevamente en su lugar. Habría dormido hasta el final de la siguiente clase si no hubiese sido interrumpido por una voz masculina un tanto… ¿vacilante?

    - ¿Malfoy? – reconocería esa voz hasta debajo del agua.

    Pensó en fingir no haberlo escuchado, pero descubrió que su cuerpo estaba todo tenso y su corazón se había acelerado sólo de escuchar su nombre siendo pronunciado por aquél chico. No sabía lo que era mayor, su necesidad de golpearlo o la curiosidad por saber lo que lo traía hasta su aula. Se decidió por levantar la cabeza y mirarlo. Tenía plena consciencia de que sus ojos debían estar hinchados y que su expresión indicaba mucho mal humor. Bueno, tanto mejor si él se asustase y huyese, ¿no? Bueno, podría ser…

    Pero no fue eso lo que el chico hizo. En lugar de salir corriendo, se adentró al aula y caminó lentamente hasta donde Draco estaba. Potter usaba jeans deslavados –largos- y camisa negra –demasiado grande- tenía las manos en los bolsillos de su pantalón y el cabello… despeinado, naturalmente. Ahora que el chico estaba tan cerca, Draco ya ni recordaba que hace poco tenía muchas ganas de golpearlo. Sólo restaba la curiosidad. Cerró aún más sus gestos y miró los ojos verdes por detrás de esas gafas.

    - ¿Qué quieres? ¿Perdiste algo aquí? – cuando se sienten amenazados, los animales acostumbran atacar. Era exactamente eso lo que Draco hacía: atacar antes de ser atacado.

    - Necesitamos hablar al respecto de los entrenamientos de voleibol – dijo el chico sin demostrar emoción alguna, sentándose en una silla desocupada al lado de Draco.

    - No tengo nada de qué hablar contigo – aún defendiéndose, pues ciertamente Potter no vendría a buscarlo en una misión pacífica. Mínimo, querría insultarlo y comenzaría en cualquier momento.

    Potter rodó los ojos y arrugó el labio superior en una expresión que Draco encontró muy familiar… “¡Hey, ese gesto es mío! ¿Cómo se atreve?”

    - Sí, Malfoy, tenemos mucho de qué hablar. A menos que estés dispuesto a ser expulsado del equipo, claro.

    “¡Ajá! ¡Eso fue una amenaza! ¡Sabía que había venido a atacarme, lo sabía!”, pensó Draco estrechando los ojos –ya bastante estrechos de sueño- y crispando los labios.

    - ¡Está claro que no quiero ser expulsado! ¡Y ni tú ni nadie conseguirá sacarme del equipo, Potter!

    Potter dio un suspiro cansado, sin abandonar su expresión desdeñosa.

    - ¡Malfoy, Madame Hooch amenazó con sacarnos a ambos del equipo! ¡No tengo tanto interés en ser expulsado como tú! Ahora, necesitamos olvidar nuestra rivalidad en aquella cancha si queremos continuar jugando – Draco resopló incrédulo, Potter lo ignoró – y para eso, propongo un entrenamiento sólo para nosotros dos esta noche.

    Draco abrió mucho los ojos. ¿Sólo él y Draco? ¿Draco y él? ¿Draco y…?

    - ¿Qué? – preguntó, medio espantado, medio agresivo. – No pretendo quedarme solo contigo ni aunque me paguen por ello. Además, ¿de qué serviría que entrenásemos los dos?

    Draco ya había tenido un entrenamiento a solas con Flint la semana pasada y había sido totalmente improductivo, si bien Flint no era comparación para Harry Potter… como jugador, claro. Potter miró el techo antes de enterrar el rostro en sus manos, meneando la cabeza.

    - Malfoy, piensa un poco, ¿será mucho pedir? – Draco apretó los dientes, las ganas de golpearlo volviendo con fuerza. – Nosotros dos queremos permanecer en el equipo, tenemos que llegar a un acuerdo. No estoy sugiriendo que nos demos las manos y nos sentemos a conversar sobre cómo fue tu día. Estoy proponiendo una tregua, ¡que nos olvidemos de nuestras diferencias por lo menos cuando estemos en aquella maldita cancha!

    - O no sé, uno de nosotros podría dejar el equipo, ¿no crees? – sugirió mordaz, degustando la pérdida de autocontrol del otro, que se había levantado y sus ojos verdes chispeaban de furia.

    - ¡Mierda, Malfoy! ¿Por qué tienes que ser tan ridículamente infantil? Si esa es la única alternativa, siéntete en total libertad para abandonar el equipo, porque yo no pretendo abrir mano de mi conquista para satisfacer los gustos de un riquillo mimado.

    Dicho eso, dio la espalda a Draco y trotó hacia afuera del aula, dejándolo boquiabierto.

    Primero: Potter había perdido el control, pero eso era normal por el simple hecho de ser una persona tan patéticamente emotiva. Segundo: ¡había dicho una grosería! De acuerdo, “mierda” aún estaba muy distante de ser clasificada como una verdadera grosería comparada con las que salían de su boca en momentos –raros- de descontrol. Tercero: Potter lo había llamado “ridículamente infantil” y “riquillo mimado” ¡Qué afrenta!

    Potter siempre conseguía descontrolarlo, haciéndolo enfurecer y tomar actitudes precipitadas, pero por esta ocasión, Draco no le daría el gusto. Respiró profundo y su mente comenzó a trabajar y ponderar febrilmente sus alternativas:

    a) Perder la cabeza y correr tras el chico para golpearlo hasta que perdiese la consciencia. Desventaja: existía la posibilidad de que él mismo perdiera primero la consciencia.

    b) Ignorarlo e insultarlo en la primera oportunidad durante el entrenamiento del jueves, provocando así la expulsión de Potter del equipo. Desventaja: él también sería expulsado, por supuesto.

    c) Tragarse el orgullo y aceptar que la propuesta del chico era sensata, en una tentativa desesperada de mantenerse en el equipo. Desventaja: ¡Tragarse el orgullo, joder!

    d) ¿Ya mencioné golpearlo hasta que perdiera la consciencia?

    Draco se golpeó la frente, arrepintiéndose enseguida cuando recordó que tenía dolor de cabeza. Gruñó mientras se dirigía pasos rápidos a la salida. Logró vislumbrar las mechas desgreñadas fácilmente en medio de la multitud y caminó hasta él –sí, porque nunca le gritaría a Potter en público cuando esté podría muy bien ignorarlo y, estamos de acuerdo, eso sería demasiado humillante para un Malfoy. Draco lo tomó del brazo y lo empujo con más fuerza de la necesaria dentro de la primera aula que encontró. Por suerte estaba vacía.

    - ¿Pero qué…? – Potter ni siquiera tuvo tiempo de indignarse cuando ya estaba dentro de la sala con la puerta cerrada mirando a los ojos a Draco, ambos respirando pesadamente.

    Se miraron midiéndose y desafiándose por algunos segundos, hasta que Potter soltó una risilla sarcástica y cruzó los brazos, esperando, con una ceja arqueada. Draco percibió que su propia nariz se dilataba y lo miró por arriba. Tenían prácticamente la misma altura –tal vez Draco fuese poquísima cosa más alto- pero se Draco hinchaba el pecho, daba la impresión de superioridad. Y fue lo que hizo.

    - Escucha, Potter – comenzó en tono altivo. – Yo también no tengo la intención de retirarme del equipo y, sólo por eso, voy a someterme a esa pérdida de tiempo que llamas tregua.

    - ¿Seguro? ¿No me dejarás plantado en el entrenamiento? – regresó el otro, obviamente analizándolo.

    Draco apretó las mandíbulas y cerró los puños para concentrarse.

    - Yo no soy un riquillo mimado, Potter – acabó soltando entre dientes.

    - Entonces pruébamelo. Esta noche. Reservé la cancha a las 19:30. No llegues tarde – Potter le dio la espalda nuevamente y salió sin mirar atrás o esperar una respuesta, por eso Draco no pudo ver la sonrisa satisfecha que había en su rostro.

    - ¡Mierda! – Draco pateó una silla antes de respirar profundamente y acomodarse un mechón de pelo, con gracia. Su máscara de frialdad y su aire de superioridad estaban de vuelta cuando dejó el aula.

    --------------------

    Draco pasó frente a Natalie con el rostro inexpresivo, una mirada helada y andar apresurado. Ella conocía a su jefe lo suficiente para no tomar iniciativa alguna, ni siquiera un saludo amistoso penetraría aquella heladera en este momento. El joven Sr. Malfoy pasó por ella sin darle señales de reconocimiento y entró en su oficina golpeando la puerta al pasar.

    Tiró su portafolio sobre la mesa y se recostó en la silla, dejando la cabeza pender hacia atrás y soltando todo el aire de sus pulmones. Su cabeza lo estaba matando. Narcissa tenía razón al decirle que no debía esperar a que sus dolores de cabeza se evaporasen sin que tomara algún analgésico. Pero, como no le gustaba tomar medicamentos debido a que le provocaban somnolencia y siendo la persona obstinada que era, se quedó así, inmóvil, esperando a que el dolor lo abandonara por su libre y espontánea voluntad –lo que obviamente no sucedió. Entonces tomó el teléfono y marcó la extensión de Natalie.

    - Pitchard, ¿en qué puedo ayudarlo?

    - Natalie, necesito de una aspirina.

    - En seguida, Sr. Malfoy.

    Un momento después, Draco estaba en la misma posición cuando dos toques suaves en la puerta anunciaron a Natalie, quien entró pisando con cuidado para que sus tacones no hicieran mucho ruido, susurrando:

    - Con permiso, Sr. Malfoy. Aquí está – extendió un vaso de agua y una aspirina.

    Sólo entonces Draco se enderezó y tomó el remedio ignorando la mano expendida de Natalie y posando el vaso vacio en su propio escritorio. Se levantó con movimientos vagos y caminó hasta el sofá, donde se acostó todo estirado. Natalie esperó pacientemente hasta que su jefe inclinó la cabeza hacia ella y le hizo un gesto con la mano, indicándole el sofá a su lado.

    - Siéntese, Natalie – ella obedeció en silencio. - ¿Alguna cosa urgente?

    - No señor. El Sr. Malfoy dejó algunos informes a su encargo, pero dijo que son para el jueves, cuando ha sido marcada la próxima reunión.

    - Perfecto – murmuró, cerrando los ojos y descansando sus manos sobre el estómago. – Hoy no estoy en condiciones de hacer algo.

    - ¿Quiere que le avise a tu padre para que él te dispense?

    - No. Si pregunta por mi o quiere hablar conmigo, dile cualquier cosa, pero no le digas que estoy muriendo a causa de un dolor de cabeza. Él me cree ya un debilucho, un inútil, no sería agradable darle esa certeza.

    Natalie sabía que no le gustaría ser contrariado en ese momento, así que no expresó su opinión acerca de ser un debilucho o inútil. En lugar de ello, continuó:

    - Pidió decirle que el jueves habrá una conferencia con los socios y que usted debe estar presente.

    - Ow – se lamentó haciendo un gesto de disgusto. – Odio esas reuniones. Él también las odia, por eso me hace comparecer ante ellas para representarlo. Tú lo sabes bien, Natalie.

    Se quedaron en silenco por algunos segundos hasta que Natalie susurró, temiendo que él se estuviese durmiendo.

    - ¿Sr. Malfoy?

    - Hum.

    - ¿Quiere que me retire?

    - No. Quiero que te quedes aquí un rato y platiques conmigo. Necesito conversar con alguien.

    Natalie reconoció el tono cansado, pero más calmo. Significaba que el dolor ya estaba pasando, que el humor estaba regresando a ser normal y que las formalidades podrían ser dejadas de lado por mientras. Ahora dejaba de ser Natalie Pritchard, secretaria de Draco Malfoy, para ser solamente Natalie, amiga y confidente de Draco. Se acmodó mejor en el sofá, relajándose y mirando la expresión tranquila del joven.

    - ¿Necesitas conversar con alguien? Eso indica que no has tenido una conversación decente, ¿desde hace cuánto?

    - Hum, personalmente, desde el lunes, cuando platiqué contigo sobre… tú sabes…

    - ¿Personalmente? ¿Cómo así?

    Sólo entonces Draco se dio cuenta de lo que había dicho y abrió los ojos para mirarla.

    - Oh, es una larga historia.

    - ¡Soy toda oídos!

    Draco suspiró y cerró los ojos nuevamente.

    - Ayer platiqué con Blaise Zabini por teléfono, pero no considero eso como una conversación decente, porque él sólo habló de sí mismo y de su nueva novia. ¿Puedes creer que ni siquiera preguntó por mí? – Draco pensó un poco. – Bueno, tal vez me preguntó algunas cosas, sí, pero… pero no viene al caso. El caso es que desde el domingo pasado conocí a un tipo por internet y trabé amistad con él. Comenzamos conversando sobre asuntos de la empresa, de la universidad y después comenzamos a hablar sobre todo, todas las cosas. Él… él parecía ser un buen tipo, hablábamos sobre cómo fue nuestro día, de música, hacíamos bromas, era divertido y… agradable… casi sentí que tenía a Blaise de vuelta, ¿sabes?

    Draco hizo una pausa. A los ojos de cualquiera, no parecía listo a sonreir o a llorar. Parecía solamente demasiado cansado hastapara demostrar emociones, como si eso exigiese mucho esfuerzo.

    - Sabía que era demasiado bueno para ser verdar, pero quise creerlo – Natalie creyó haber sentido cierta tristeza en ese punto, pero entonces él soltó una risa desdeñosa. – Hasta que ayer descubrí quién era: Harry Potter. ¿Puedes creerlo, Natalie? ¡Estuve conversando con Harry Potter todo este tiempo!

    Natalie tenía arqueadas las cejas en sorpresa y conservaba una expresión pensativa.

    - Pero, ¿cuál es el verdadero problema en ello, Draco?

    Draco la miró incrédulo.

    - ¿Cómo que cuál es el problema? ¡Esta amistad no existe, ese es el problema! ¡Creí en algo que no existe y nunca va a existir!

    - ¿Y por qué sería imposible? – preguntó ella sin amedrentarse por el tono del chico.

    - Pues, porque… ¡porque él me rechazó! No quiso mi amistad y me deja cada vez más claro que nunca la va a querer.

    - ¿Y tú, Draco?

    Draco parpadeó.

    - ¿Yo, qué? – preguntó con desdén.

    - ¿Quieres su amistad?

    - ¡Hunf! ¡Hunf! – hizo sonidos de desprecio y la miró como si hubiese enloquecido. – Está claro que no la quiero – Natalie esperó pacientemente a que continuara, lo que no demoró. - ¡Y verdaderamente nunca la quise! Sólo creí que sería ventajoso ser su amigo, por eso le ofrecí mi amistad. ¿Por qué querría ser amigo de aquél… aquél imbécil?

    - ¿Y por qué no la querrías? Demostró ser un buen tipo, tú mismo lo admitiste. ¿O será que ya descubriste algún verdadero motivo para odiarlo?

    Draco se sentó libremente. O el dolor de cabeza ya había pasado o se había olvidado completamente de su existencia.

    - Natalie – comenzó con el sarcasmo bien marcado en su voz arrastrada. - ¿Qué tipo de idiota se pone el sobrenombre de Ángel? Él no se quita la playera en público, rechaza a chicas bonitas que prácticamente se tiran a sus pies, como X-Burguer como si fueran un manjar de los dioses, juega con la comida, imita conejitos, se rie de si mismo cuando hace el papel de payaso… ¿ya te convencí?

    - No – dijo Natalie impasible.

    - Él… ¡platica con los perros! – se escandalizó.

    - ¡Estoy cada vez más fascinada con él, Draco! – sonrió la mujer con interés. - ¿Qué más?

    Draco dilato sus propias fosas nasales y buscó algo más en su mente. Estaba desesperado por no estar consiguiendo ni siquiera convencerse a sí mismo con esas palabras. Comenzaba a tener consciencia de que parecía un niñato obstinado, pero tenía que continuar, tenía que intentar justificar tantos años de desagrado o enloquecería. Buscó un argumento realmente significativo. ¿Decir que Potter era arrogante? No, era exactamente lo opuesto, el cúmulo de la modestia. ¿Decir que era un perdedor? No, era hasta demasiado determinado y luchaba con uñas y dientes por lo que deseaba. ¿Que era un patán? Absurda mentira, el chico estaba confuso cuando besó a Patil. Tenía una tendencia a huir de las chicas, no ilusionarlas y rechazarlas. ¿Que era un buscapleitos? Fue Potter quien propuso la tregua entre ellos y Draco tenía que admitir que siempre él había comenzado con las provocaciones. El otro sólo reaccionaba, se defendía como un animal amenazado. ¿Que era demasiado sentimental? ¿De casualidad tocar el piano y apreciar correr al aire libre con su perro era suficientemente repugnante?

    - ¡No se sabe vestir! – acabó soltando, queriendo desesperadamente creer que eso hacia a Potter la criatura más asquerosa de la tierra. – Sí, y es… desarreglado y… ¡es feo! ¡A las chicas sólo les interesa por ser popular!

    - Hum… es feo, ¿no? Entiendo… - dijo Natalie y Draco tuvo la nítida impresión de escucharla pensando “Nunca contrarie a un loco, no es prudente”.

    - ¿Existe alguna foto de él en el sitio de la universidad? ¿O tal vez tenga un fotolog?

    Draco soltó una risa cínica y escurrió las manos por su cabello. ¿Potter promoviendo su imagen por libre y espontánea voluntad? Era más fácil que existieran fotologs de fans del Chico Que Vivió. No se sorprendería si hubiera un club de fans de Harry Potter, de hecho. Él mismo lo había sugerido a un chiquillo fanático por él, algunos años atrás.

    - ¿Crees realmente que ando buscando por internet fotos de Potter, Natalie?

    - Bueno, entonces podrías comenzar a buscar – sugirió simplemente, como si dijera que Marte está brillando en el cielo… - O, quién sabe, ¿sacar algunas para mostrarme?

    - ¿Cómo? – se indignó el rubio. - ¿Quieres que le saque fotos?

    - Draco, si consigues convencerme de que él es ese ser desarreglado, feo y sin noción de la moda que dices es, admitiré que él es un idiota y lo dejaré en paz para odiarlo el resto de su vida. ¿Estamos de acuerdo?

    Draco se mordió el labio inferior.

    - Ok, acepto el desafío – dijo por fin. Sería muy fácil. Bastaría con que ella mirase la foto para estar de acuerdo con él.

    - Perfecto. Ahora, si me permites, Draco, necesito volver a mi escritorio para hacer lo que se me paga por hacer, ¿sí?

    - Oh, claro. ¡Vete antes de que pierda el control y te corra!

    Natalie sonrió y se levantó.

    - Tú nunca harías algo tan grosero con una dama, Draco. Voy a tomar todos los recados para ti. Aprovecha y descansa.

    Draco sonrió levemente y volvió a acostarse.

    - Con permiso, Sr. Malfoy. [1]

    ----------------------

    A la siete y cuarenta de la noche, Draco llegaba a la cancha de voleibol de la universidad, donde Potter ya lo esperaba, voleando solo.

    - Llegas tarde – dijo sin quitar los ojos del balón, ni parar lo que estaba haciendo.

    Draco pasó frente a él en silencio, con una cara de disgusto que Potter no logró ver. Fue directo a los vestidores y se puso sus shorts y playera verde y plata de su equipo, de Administración, pues los uniformes del nuevo equipo aún no estaban listos. Había dormido durante todo su horario de tabajo, por lo que estaba en condiciones de entrenar ahora, sin dolor de cabeza. Imaginó lo que Ángel habría pensado sobre que no apareciera hoy. ¿Lo habría extrañado? Ángel… ¡humpt! Ángel era aquél ser despeinado que lo esperaba en la cancha.

    Después de haberse cambiado, Draco dejó los vestidores. Felizmente parecía no haber audiencia hoy. El club era cerrado los lunes y la cancha difícilmente era solicitada ese día, por lo tanto era casi imposible que alguien se apareciera por ahí. Se paró cruzando los brazos frente al chico de cabellos rebeldes, manteniendo el labio superior siempre torcido. Potter paró de jugar con el balón y lo miró con seriedad.

    - Muy bien. Vamos a comenzar haciendo lo siguiente: tú…

    - Hey, hey, espera ahí – lo interrumpió Draco. - ¿Por qué tú tienes que decir lo que vamos a hacer? No estoy para hacer tu voluntad, Potter.

    Potter rodó los ojos y le pasó el balón.

    - Ok, entonces di lo que vamos a hacer. ¿Qué quieres, Malfoy? – dijo sarcástico cruzando los brazos como Draco había hecho hace poco.

    Draco pensó por un instante, pasando el balón de una mano a la otra, antes de mirarlo alzando la nariz.

    - Yo quiero que tú digas lo que vamos a hacer – dijo con altivez pasando el balón al otro con más fuerza de la necesaria, esperando que el otro no tuviera tiempo de agarrarla y se llevase un buen golpe en la nariz.

    Dulce ilusión… Potter tomó el balón a centímetros de su rostro, con una agilidad admirable. Y… rió. Una risa agradable y tan verdadera que Draco frunció el ceño.

    - ¡Eres todo un personaje, Malfoy! – dijo divertido. – Ok, diré lo que creo debe hacerse, pero no necesitas hacer todo lo que yo quiera. Los dos tenemos que llegar a un acuerdo, por eso tenemos que interactuar, conocer el estilo del otro y saber cooperar, completar las fallas uno del otro, ¿entiendes?

    Draco no sabía cómo comportarse. Sabía que Potter estaba en lo correcto, pero simplemente no lograba hablar como el otro lo hacía, actuando tan naturalmente. Probablemente, si abriese la boca, lo insultaría, por lo que resolvió quedarse callado y hacer lo que mejor sabía: torcer los labios en una sonrisa desdeñosa.

    - Bien – Potter aparentemente no se dejaba amedrentar tan fácil. – Aún no has calentado, así que vamos a comenzar haciendo lo siguiente: yo me quedo en el centro de esta parte de la cancha y tú corres alrededor, sin pasar para el otro lado de la red. Voy a estar lanzándote el balón. No necesitas regresarlo, sólo tómalo y vótalo de vuelta mientras corres. ¿Está bien?

    En lugar de responder, Draco comenzó a correr alrededor del chico. Potter giraba en su propio eje lanzándole el balón y recibiéndolo de vuelta hasta que paró y se llevó una mano a la cabeza.

    - Ow, ya basta… estoy quedando tonto…

    Draco soltó una risita burlona y Potter lo acompañó, con la pequeña diferencia de que su risa no parecía artificial.

    - Lo sé, eso fue ridículo – admitió, pero se recompuso y miró al rubio nuevamente con seriedad. – Vamos a hacer lo que hacemos mejor, ahora: jugar uno contra el otro. Observa mis tácticas y yo observos las tuyas, ¿ok? Después nos vamos a criticar.

    Draco se pasó al otro lado de la cancha y esperó el saque de Potter. Draco ya había analizado el desempeño del otro muy atentamente desde su lugar en el club y –odiaba tener que admitirlo- no había fallas. Potter tenía un talento nato para el deporte y reflejos espantosos, pero él debía encontrar algún defecto, por menor que fuera, para criticarlo, pues, ciertamente sería criticado. Después de algún tiempo practicando, Potter le pidió parar. Se sentaron cerca de las gradas y tomaron agua. La situación no le podía parecer más surreal a Draco, que intentó parecer indiferente. Potter se giró a verlo después de unos segundos de silencio.

    - Entonces, Malfoy, ¿quieres comenzar?

    - ¿A qué? – preguntó secamente.

    - A criticarme, ¿no fue eso lo que acordamos? Analizarías mis tácticas y yo las tuyas. Dime cuáles son mis aciertos y mis errores.

    Draco desvió los ojos al suelo. Quería comenzar una sección encaprichada de insultos, pero su sentido de la responsabilidad lo traía claramente a la realidad. Estuvieron entrenando pacíficamente, Draco había aceptado la tal tregua y estaba intentando salvar su posición en el equipo de la universidad. ¿Qué haría entonces para no perder el control y, al mismo tiempo, no sentirse humillado? Se decidió por imaginarse en una de las reuniones de la empresa Malfoy, cuando tenía que ser imparcial y pensar en lo que sería mejor para su firma. La –pequeña- diferencia era que estaba delante del chico que odiaba desde los once años de edad y tenía que pensar en lo que sería mejor para su equipo. Reunió toda la determinación que poseía y lo miró con un aire de negocios.

    - No existen defectos – dijo antes de que se arrepintiese. Entonces… se arrepintió. Pero ya no había vuelta atrás.
    Potter parpadeó, con la boca parcialmente abierta, las dos esmeraldas brillaron por detrás de los lentes con educada curiosidad.

    - Sí, existen – dijo el chico seriamente después de estar seguro de que Draco no diría algo más, pareciendo entender lo difícil que había sido para él haber dicho esas tres palabras. – Con seguridad existen defectos en mis técnicas. Tú mismo los arrojaste a mi cara en el último entrenamiento, ¿recuerdas?

    Draco frunció el ceño. ¿Será que Potter estaba intentando tirar al suelo su esfuerzo por mantenerse imparcial?

    - Es… perfecto – dijo sufridamente.

    - No. No soy perfecto, nadie lo es. Dijiste que yo no necesito de alguien más para jugar conmigo, que hago todo solo, que soy autosuficiente – Draco estrechó los ojos reconsiderando la posibilidad de que él estaba desmereciendo sus esfuerzos, pero Potter continuó. – Tengo esa mala costumbre de jugar solo por mí mismo. A veces olvido de que no estoy solo en la cancha. Tengo que mantenerme centrado en eso para no jugar a solas, sin dar la oportunidad a otros. Muchas veces actúo por instinto, no pienso en las jugadas, no elaboro pases del balón, apenas lo arrebato del equipo adversario, ¿entiendes? No pienso antes de actuar, todo se desaparece a mí alrededor y sólo existo yo y el balón viniendo en mi dirección, ¿estás de acuerdo?

    - Sí, tus… tus reflejos son… excelentes – sólo Draco sabía cuánto le costaba esa sinceridad.

    - ¡Exactamente! Actúo por reflejo, lo que es una desventaja cuando se juega en equipo. Las jugadas salen mucho mejores cuando los jugadores interactúan, planean el ataque, no solamente cuando atacan por instinto. Está claro que puede ser una ventaja excelente si se mejora y, créelo, ya mejoré bastante en eso. Estoy aprendiendo a jugar en equipo, pero aún me falta mucho por perfeccionar. Necesito controlarme y que los otros me ayuden también – Potter hizo una pausa y se mordió la lengua entre los dientes mientras miraba al rubio pensativamente. – Bueno, ya terminé de hablar sobre mis aciertos y errores. Ahora, nada más justo que tú me digas los tuyos.

    Justo. Draco acostumbraba llamarlo San Potter. Lo interesante era que escucharlo hablar tan abiertamente de sus propios defectos –que ni el mismo Draco podría haber colocado tan bien- lo dejó más cómodo para hablar. Respiró profundo y dirigió la mirada hacia algún punto de la cancha en lugar de aquellos ojos profundos y brillantes.

    - Yo soy lo contrario a ti, entonces. Dudo demasiado en momentos cruciales. No tengo esa respuesta lista que tú tienes si el balón es lanzado directamente hacia mí. Necesito de tiempo para planear movimientos que sean precisos, por lo tanto cuando es necesario solamente actuar sin pensar yo… dudo, pierdo el balón o hago jugadas erróneas. Por eso me gusta quedarme atrás de la cancha, teniendo tiempo de analizar el movimiento del balón antes de que llegue a mí… y… bueno… creo que me gustan mis saques.

    - Sí, tus saques son excelentes y precisos - Draco se giró a mirarlo y encontró ojos verdes limpios, plácidos, verdaderos. Bajó la mirada nuevamente, con temor de haberse ruborizado.

    Por eso no llegó a ver la sonrisa que se instaló en los labios del moreno antes de que se levantara y tomara el balón nuevamente.

    - Ok, estamos progresando. ¿Continuamos?

    Draco tomó un último trago de agua y se levantó. Se quitó la playera, que lo estaba incomodando desde hacía tiempo, y la tiró en el banco caminando hasta Potter en silencio. Estaba consciente de que quien los mirase pensaría que estaba siendo sumiso, pero la verdad es que creía que era más seguro hablar lo menos posible. Finalmente, había sido desafiado a no parecer un “ridículamente infantil” o un “riquillo mimado”. Potter continuó.

    - Vamos a pasar el balón de uno al otro, entonces. Solamente pasar y regresarlo sin perderlo, como si estuviésemos jugando en el mismo equipo, ya que no tenemos adversarios… Vamos a ver por cuánto tiempo logramos mantenerla.

    El resultado fue genial. Primero se pusieron a una distancia considerable uno del otro, para que hubiese tiempo de observar el movimiento del balón antes de tener que reaccionar. Obviamente fue muy fácil no dejarla caer. Entonces fueron disminuyendo la distancia gradualmente y aumentando la velocidad hasta que estaban en un ritmo casi frenético, casi adivinando los movimientos del otro. Finalmente Potter hizo una rebatida desesperada que Draco no consiguió alcanzar antes de que el balón tocase el suelo. Dejaron que la bola rodara lejos, jadeantes. Potter tenía la playera pegada al cuerpo por el sudor y se abanicaba levemente con ella. Draco colocó las manos en sus caderas y comenzó a intentar normalizar su respiración.

    Una risa satisfecha a su lado lo hizo mirar al moreno con una ceja arqueada, observándolo sentarse en el suelo y después tirar su cuerpo hacia atrás, estirándose en el piso de la cancha, carcajeándose. Draco se quedó mirándolo, intrigado, hasta que finalmente paró de reír y levantó la cabeza para mirarlo.

    - ¡Malfoy, eso estuvo genial! ¡Si nosotros jugamos así el jueves, Madame Hooch estará arrepentida de siquiera habernos amenazado con sacarnos del equipo!

    Eso era nuevo, ciertamente. Era la primera frase sutilmente arrogante de Potter. Dije sutilmente, casi imperceptible, pero allí estaba un puntito de arrogancia. Draco se limitó a curvar una de las esquinas de su boca hacia arriba en una media sonrisa tímida, pero convincente.

    Potter lo miró y se sentó en el suelo, sonriéndole, encontrando el efecto de aquella casi sonrisa muy perceptible en el rostro del otro. Muy bonito. Esa era la tercera vez que veía una sonrisa genuina en aquellas facciones usualmente tan mezquinas. Las otras dos fueron cuando Snuffles lo sorprendió lamiéndole su oreja y cuando él mismo imitó a un conejito con ayuda de mayonesa. Ciertamente, Malfoy debía sonreír más.

    - Estoy exhausto – dijo Potter masajeándose las rodillas y las piernas. - ¿Hacemos estiramientos?

    Draco lo miró por un tiempo, ponderando si debía sentarse en el suelo como el otro. Acabó cediendo e imitó los movimientos suaves del otro. Tal vez no con tanta gracia. Draco dudaba que alguien pudiese estirarse con tanta destreza como Potter. El chico podía no tener noción de algunas cosas, ¡pero se estiraba como nadie!

    Después de eso, fueron hacia los vestidores en silencio y entraron en las regaderas. Mientras tomaba un baño, Draco intentaba ignorar el hecho de que Potter estaba en el cubículo de al lado completamente desnudo, como él. Estaba incómodo y más de una vez intentó expulsar la imagen que su mente intentaba crear. Recordó que tenía que sacarle una foto al chico para mostrársela a Natalie, pero… tenía que estar vestido o la impresión podría ser diferente a aquella que él esperaba. Natalie debía encontrarlo horripilante, no atractivo. Se demoró aún más en la regadera para no tener que verlo cambiándose nuevamente y cuando salió de su cubículo, lo encontró vistiendo una playera. Tuvo un pequeño vistazo del abdomen del otro, antes de que desapareciera bajo esa larga playera.

    Draco le dio la espalda y comenzó a vestirse. Recordó la primera impresión que tuvo de Ángel, cuando aún creía que era una chica. La había imaginado como alguien de cabellos oscuros y ojos claros, con el estilo intelectual acentuado por delicados lentes, con estómago firme y caderas gruesas. Bueno, había atinado en todo, excepto que aquellos lentes de armazón negro y redondos estaban lejos de ser delicados. Ah, y era un hombre. Ese pensamiento hizo a Draco sonreír, sin que se diera cuenta.
    Terminado de vestirse comenzó a secar sus cabellos con la toalla, sólo entonces percibiendo el silencio que reinaba en el lugar. De repente sintió una sensación rara en la boca del estómago, como una punzada, al pensar en que había sido dejado a solas en los vestidores. ¿Será que Potter se había ido sin decirle una palabra? Se giró receloso, pero encontró al moreno sentado, completamente vestido, buscando dentro de su mochila hasta encontrar un empaque ruidoso y abrirlo. Era una barra de chocolate, que partió y extendió la mitad a Draco.

    Draco de una mitad a otra y luego a Potter, bajando la toalla lentamente con una expresión de confusión.

    - Toma. Es chocolate, tómalo – dijo el chico sin que Draco pudiese identificar cualquier emoción.

    - No, gracias – dijo secamente para tomar un peine de su bolso y fue hasta el espejo para peinarse cuidadosametne.

    - ¿Qué? ¿Vas a decirme que no te gusta el chocolate? – escuchó que el otro dijo indignado.

    - Claro que me gusta, Potter – respondió Draco aún en un tono seco.

    - ¿Entonces, por qué no lo aceptas? No lo envenené, acabo de abrir el paquete, ¡tú viste! – la voz de Potter parecía un poco divertida y Draco se giró para ver una mínima sonrisa en el rostro del otro.

    - Potter – comenzó con sarcasmo mal contenido en su voz arrastrada. – Tú estás siendo educado al ofrecérmelo y yo estoy siendo educado al rechazarlo. Además de eso nosotros no necesitamos estar intercambiando gentilezas por estar en el mismo equipo.

    Potter giró los ojos y que la mano, antes extendida, callera al lado de su cuerpo.

    - No te lo estoy ofreciendo sólo por educación, o porque estamos en el mismo equipo. Lo hago porque creo que comer chocolate es placentero y no creo que exista algún alma viva capaz de decir que no le gusta. Además, tú no dejarías de ser educado si aceptaras y agradecieras – Potter llevó la otra mitad a su boca dándole una mordida entusiasmada y cerrando los ojos. – Humm. ¡Buenísimo!

    Abrió los ojos nuevamente y sonrió al ver la expresión del otro. Extendió una vez más el chocolate.

    - Anda, tómalo ya, Malfoy. Sé que te mueres de ganas.

    Realmente, era imposible no tener la boca inundada de saliva al observar la expresión de deleite del otro mientras comía un simple chocolate. Draco suspiró resignado y aceptó el dulce.

    - Gracias – murmuró sentándose frente al otro, recostándose en la pared, encogiendo las piernas encima de la banca.

    Mordió el chocolate y observó a Potter furtivamente mientras este se saboreaba. Recordó nuevamente las fotos, pero imaginó lo que el otro diría si le pidiese permiso para fotografiarlo. Además, no lo veía tan ridículo en este momento. Potter estaba mordiendo suavemente la barra y cerrando los ojos para apreciar el dulce derritiéndose en su boca. El calor de sus manos hizo que sus dedos quedasen cubiertos de chocolate y los lamió. Draco sólo percibió que lo estaba mirando fijamente cuando este alzó los ojos y sorprendió su mirada junto con una expresión embobada.

    - ¿Qué pasa?

    El rubio hizo intento de disfrazarlo con una mordida al chocolate, pensando en una disculpa creíble por estarlo detallando con tanto interés. Giró el peine que aún tenía en las manos y tuvo una idea.

    - ¿Acaso no tienes un peine, Potter? – preguntó con menos desdén del que pretendía. Parpadeó para percibir que parecía hasta interesado en la respuesta.

    Potter se encogió de hombros.

    - No lo necesito.

    Draco rió cínicamente.

    - ¿Cómo que no lo necesitas? ¡Pareces un puerco espín!

    En lugar de responder, Potter camino hasta él con la mano extendida.

    - Préstame tu peine y te muestro por qué.

    Draco estaba demasiado curioso como para rehusarse al pedido. Observó al otro adelantarse hasta el espejo y pasar el peine entre sus cabellos desarreglados. El efecto fue que no hubo efecto alguno. Las mechas regresaban a la exacta posición de antes, o sea, apuntando hacia todos lados. Potter lo miró por el espejo, sonriendo.

    - ¿Lo ves?

    Draco se encogió de hombros como si no le importara y llevó el último pedazo de chocolate a su boca, levantándose enseguida para lavarse las manos –sí, porque él nunca se lamería los dedos. Ambos tomaron sus respectivos bolsos y caminaron medio separados hasta el estacionamiento donde se miraron. Obviamente, Potter tomó la iniciativa.

    - Hasta mañana, Malfoy.

    Draco respondió asintiendo con la cabeza y entró a su auto. Entonces se golpeó suavemente la cabeza contra el volante, bendiciendo al ser agraciado que había inventado el vidrio polarizado.

    [1] Si se han percatado, hay momentos en los que Natalie le habla de “tú” a Draco, dejando de lado el tan respetuoso “usted” o el “señor”. La autora así lo puso en el original. Queda más claro cuándo es que Natalie trata a Draco como su amigo, como su jefe y como su hijo putativo, ¿no? XD
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    QUOTE
    En el próximo capítulo…

    - Ok, me gustaría que le sacaras una foto a Potter. De cara, sabes, bien cerca. ¿Podrás hacerlo?

    Ella lo miró recelosa.

    - ¿Qué pretendes hacer con una foto de él? No le harías montajes, ¿verdad? ¿Ponerle cuernos y hacerla circular por internet?

    Draco soltó un resoplido. Si le quisiera hacer un “montaje” a la foto de Harry Potter, probablemente pasaría muy lejos de cuernos.

    - Claro que no. Es… es para… joder, no te interesa. ¿La vas a sacar o no?

    QUOTE
    Notas finales:

    Notas de la Autora: Ña, caramba, ¡me gusta este capítulo! XD. Para quien extrañaba a Natalie, ¡ahí está! ¡Aplaudámosle, gente! ¡Viva Natalie! Parece que el hielo se está quebrando, ¿no?... Hmmm, veremos…

     
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