Green Eyes (Harry/Draco - Sirius/Remus): Epílogo [FINALIZADO] - AGRADECIMIENTOS

Autora: Amy Lupin Traductoras: anali_snape y Hermione

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  1. Kari Tatsumi
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    Capítulo Doce

    Por fin




    Viernes, por fin. Las primeras clases corrieron normalmente para Draco. Pansy, aparentemente, aún estaba enojada con él por haberla llamado “seca”, pero ese era el menor de sus problemas. Lo peor que le había pasado fue tener que rehusar la invitación para la fiesta que Nott estaría dando aquella noche. Siempre le habían gustado las fiestas de ese chico porque tenía muy buen gusto y sus padres eran muy simpáticos, pero esta vez no podría aparecer por ahí. Tenía un compromiso con Potter. Maldito Potter.

    Era muy fácil pensar mal de Potter, maldecir su nombre y molestarlo cuando el chico estaba lejos, pero bastaba verlo una única vez en el día y las cosas se volvía mucho más difíciles. Draco simplemente se olvidaba de sus pensamientos asesinos y era abordado por una curiosidad desmedida. Quería escuchar todo lo que el otro decía, ver lo que estaba haciendo, saber lo que estaba pensando. Por eso estaba en el aula de Estadística buscando un bolso negro con detalles en rojo que ya había aprendido a reconocer. La encontró en el lugar donde el chico se acostumbraba sentar y se instaló estratégicamente más atrás, en el lado opuesto al que Weasley estaría. De ese modo podría parecer que había elegido el asiento por casualidad.

    Potter entró al aula medio pensativo, con las manos enterradas en los bolsillos de su pantalón gris, haciendo que su ropa se ajustara más en la parte de atrás, si es que se entiende… Tenía una playera blanca con un dibujo que más parecía un borrón de tinta negra, pero que combinaba con su aire relajado. Draco creó que pasaría desapercibido, como las veces anteriores, pero Potter lo notó e inclinó la cabeza saludándolo, con una expresión gentil. Draco hizo un mínimo asentimiento con la cabeza como única señal de reconocimiento antes de volver su atención hacia su material. La máscara estaba muy bien colocada.

    Weasley y Granger estaban discutiendo, para variar, pero se interrumpieron cuando el profesor entró al aula y los saludó.

    - Buen día, jóvenes – Lupin estaba con una apariencia frágil y abatida, pero se esforzó para sonreír a sus alumnos favoritos.

    Draco lo habría encontrado patético, si no tuviera compasión por el estado tan delicado del hombre. Lupin esperó a que el lugar estuviese en silencio, lo que no tardó en suceder. Él inspiraba respeto a sus alumnos, Draco tenía que admitirlo, pero de una forma muy diferente a Snape. Su padrino inspiraba miedo en los alumnos, mientras que Lupin despertaba el interés por sus palabras con su manera tan atractiva de enseñar.

    - Buen día a todos – comenzó con voz calmada y cansada. – Antes de otra cosa, me gustaría disculparme por haber faltado ayer, pero fue necesario por problemas de salud. Pero, por libre y espontánea insistencia de un amigo mío – Draco creyó haber visto una rápida mirada dirigida a Potter, acompañada de una sonrisa pequeña –aquí estoy nuevamente. El profesor Snape me informó que ya comenzó con un tema nuevo, ¿es cierto eso?

    Algunos alumnos asintieron y ya estaban por comenzar a protestar cuando Lupin alzó una mano pidiendo silencio, lo que fue prontamente atendido.

    - No necesitan desesperarse. Me gustaría saber si existe alguna duda en cuanto al tema anterior. En ese caso, podremos esclarecerla en esta clase. Mi interés es que ustedes aprendan, ¿está bien?

    Como muchas personas aún estaban indignadas por la intromisión de Snape, Lupin se vio obligado a continuar con el tema anterior. Pero, cuando se iba a girar al pizarrón, Hermione Granger alzó la mano tan alto como si desease alcanzar el techo con ese gesto.

    - ¿Sí, Srta. Granger?

    - Profesor, en relación a los trabajos de la semana pasada…

    - Oh, había prometido traerlos hoy, ¿cierto? – Lupin se rascó la barbilla antes de responder, pareciendo un poco sin gracia. – Confieso que no alcancé a corregirlos aún. Se los traeré la próxima semana, ¿sí? Discúlpenme…

    Lupin volvió a escribir en el pizarrón, pero Granger se giró hacia Weasley con una expresión intrigada.

    - ¿No había dicho que estaba corrigiendo los trabajos el domingo, Ron? ¿Qué no fue por eso que no fue a tu casa?

    Potter bajó la mirada a sus uñas y Weasley pareció pensar un poco.

    - Sí… fue eso lo que mi madre dijo…

    - Qué extraño. Él nunca se había atrasado con nuestros trabajos… - Granger se giró hacia Potter, quien aún admiraba sus propias uñas con extremo interés. - ¿Sabes lo que le pudo haber pasado, Harry?

    Potter se encogió de hombros y se mordió el labio inferior.

    - Quién sabe… quizá no fue nada. Probablemente él… sólo lo olvidó, no sé…

    Weasley pareció satisfecho con la respuesta, pero Granger miró a su amigo fijamente antes de girar su atención nuevamente hacia el pizarrón. Draco tampoco se había convencido. Pero… ¿Potter les estaba escondiendo algo a sus amigos? ¿Qué sería? Draco se encontró mordiéndose la esquina de una de sus uñas e hizo cara de asco a su propia mano. ¡Qué cosa más indigna! ¿Un Malfoy mordiéndose las uñas?

    Al final de la clase, Potter fue hasta el profesor y Draco guardó su material sin prisa alguna para ver si podía asistir la conversación. Draco pareció haber escuchado alguna cosa como “¿Todo bien, Moony?” pero no tenía idea de lo que podría ser Moony, hasta que Lupin sonrió y asintió con la cabeza. ¿Moony? ¡Qué cosa más ridícula!

    - Todo bien, Harry.

    - No le conté nada a Padfoot, pero… ¿Cuándo piensas visitarnos, Moony?

    ¿Padfoot? Caramba, parecía ser otro perro, pero… ¿no contarle nada a un perro? Draco arqueó una ceja, pero continuó arreglando sus cosas lentamente. Lupin asintió otra vez y suspiró antes de responder con seriedad.

    - No lo sé, Harry. Sinceramente no lo sé…

    Ya era imposible seguirse enrolando en sus cosas, así que Draco comenzó a caminar lentamente.

    - Bueno, si te puedo dar una sugerencia, llevaré a Snuffles a correr hoy – Lupin estrechó los ojos y Draco creyó haber visto que Potter le guiñaba un ojo antes de continuar. – Así que, ¡hasta la noche!

    El chico le dio la espalda al profesor sin esperar una respuesta, con una sonrisa llena de hoyuelos de quien acababa de hacer una travesura. Draco acompaño aquella sonrisa hasta que ya no pudo verla más y entonces ser giró para ver a Remus Lupin ¡colorado! Casi se estampa con la pared de tan sorprendido que estaba. ¿Quién era Padfoot? ¿Qué fue aquella bromita? ¿Y aquella sonrisita burlera? ¿Y, por todos los cielos, por qué el profesor se había ruborizado de aquella manera?

    -------------------

    .:Ángel:. dice: ¿Por qué el viernes se tarda mucho en pasar?

    Príncipe Slytherin dice: ¡No me hagas preguntas difíciles! Probablemente es porque nosotros estamos muy ansiosos para que termine pronto y entonces miramos el reloj a cada minuto.

    .:Ángel:. dice: Tiene sentido. ¿Por qué Sócrates nunca filosofó sobre eso, eh? ¡Es una cuestión digna de una teoría!

    Draco le sonrió a la computadora, pero su sonrisa murió tan rápido como apareció. Eso fue patético, ¿por qué se reiría? ¿Quién menciona a Sócrates actualmente? ¡Y qué cosa más estúpida, filosofar sobre cuán largo es un viernes! Tenía cosas más importantes que saber…

    Príncipe Slytherin dice: Bueno, ¿cómo te fue en el entrenamiento de ayer?

    ¿Será que Draco tendría que poner pimienta en sus uñas para no morderlas?

    .:Ángel:. dice: ¡Fantástico! ¡Dejamos a la entrenadora con el ojo cuadrado! ¡Jugué mejor con el chico de quien te hablé que con los otros dos, con quienes ya me había acostumbrado!

    Príncipe Slytherin dice: Pero, imagino que continúa insoportable, ¿no?

    ¡Pimienta! ¡Urgente!

    .:Ángel:. dice: Amigo… él se está esforzando. Sinceramente, creo que todo va mejor de lo que yo imaginaba. El voleibol debe significar mucho para él también, porque fue hasta simpático, sabes. Continúa medio frío, no sé. Creo que no se siente muy a gusto conmigo. No es como si de una hora a otra nos volviésemos amigos, pero estamos caminando para una relación más tolerable. Hasta nos saludamos hoy, ¿puedes creerlo?

    Príncipe Slytherin dice: ¡Vaya progreso! ¿Y pretendes llevar adelante esa tolerancia?

    .:Ángel:. dice: ¡Claro! ¡Si hasta él se está esforzando en ello! Hoy acordé el encontrarnos en el parque para correr. A mi perro le gustó, sabes, creo que eso debe contar algún punto para él. Creo también que mientras más interactuemos fuera de la cancha, mejor será nuestro desempeño dentro de ella y, amigo, ¡estoy ansioso por vencer a Durmstrang!

    Príncipe Slytherin dice: ¡Hazlo! Ellos son unos presumidos, realmente. Piensan que son los mejores en el deporte. Estoy apostando por ustedes, eh. ¡No me decepcionen!

    Draco se golpeó su propia frente. ¿Por qué tenía que parecer tan extasiado con la perspectiva de ganar un partido con Potter?

    .:Ángel:. dice: ¡Por supuesto que no!

    Joder, era voleibol, finalmente…

    ------------------

    Harry llegó a casa muriendo de hambre, como de costumbre. Aventó el bolso en la mesa y acarició a Snuffles antes de abrir el refrigerador y analizarlo. ¡Nada comestible, ni siquiera una fruta! En realidad el aparato estaba casi vacío. Lo cerró y se agachó para revisar los estantes. Estaban en la misma situación, si no es que peor.

    - ¡Hola, Harry! – lo saludó Sirius medio cantarino y sentándose en una silla.

    Harry se asustó con el grito y se golpeó la cabeza en la alacena.

    - ¡Ow! Hola, Sirius.

    - Oh, discúlpame por eso. No encontrarás nada en la despensa. Ya debiera haber ido al supermercado pero… - la voz del hombre adquirió un tono melancólico en ese punto y apoyó la barbilla en una de sus manos – Remus acostumbraba acompañarme en las compras y él ni siquiera ha venido… sabes…

    - Está bien, Sirius. Mañana vamos al supermercado. ¿Pero hay algo para comer? ¿De casualidad?

    - Hay pollo empanizado en el microondas – “¡Hum!”, murmuró Harry corriendo hacia el aparato. – Emily lo preparó antes de salir. Aún debe estar caliente.

    Harry se llevó un pedazo entero a la boca, arrojando otro para Snuffles, se sentó abrazando el plato y comenzó a comer entusiasmado mientras esperaba que Sirius hiciese la pregunta que estaba renuente a decir.

    - Entonces… - comenzó, Harry continuó comiendo como si no estuviese muy interesado. – Hum… ¿viste a Moony hoy, no?

    - Sí – respondió simplemente manteniéndose concentrado en el pollo.

    Sirius no tenía hambre, pero de sólo observar a su ahijado comiendo, se pasó la lengua por los labios y extendió una mano al plato, ganándose un golpe de Harry.

    - ¡Tú ya comiste! – reclamó el chico.

    - ¿Sólo uno, Harry? – Sirius puso cara de cachorrito y Harry sonrió vencido, extendiéndole el plato.

    El hombre no pudo dejar de sonreír. ¡Ese niño se parecía tanto a James!

    - Pero… - continuó, después de tragar. - ¿Cómo está él?

    Harry hizo un poco de suspenso mientras masticaba, depositando el plato en la mesa, lamiéndose los dedos y pasando una mano por su estómago plano.

    - Ya lo verás – dijo con una sonrisa traviesa bailándole en los labios, los ojos brillando.

    - ¿C-cómo?

    - Si yo fuera tú, tomaría un baño, me rasuraría y me perfumaría – Harry le guiñó un ojo y se levantó, dejando atrás a un Sirius embobado.

    - Pero… ¡Harry! – Sirius lo siguió hasta su recámara, donde Harry dejó su bolso, siendo acompañado por Snuffles. - ¿Qué estás insinuando? ¿Viene? ¿Te dijo que iba a venir? ¿Qué dijo? ¡Harry, no me tortures así!

    Harry sonrió y lo miró.

    - No, el no me dijo que vendría. Pero, escucha, él no corrigió nuestros trabajos, tuvo una crisis esta semana y…

    - ¿Tuvo una crisis? ¡Oh, cielos! – Sirius se pasó las manos por los largos cabellos.

    - ¡Shhh! ¡Cálmate, ya pasó! – tranquilizó Harry antes de continuar. – Le dí algunas indirectas para que viniese hoy en la noche, y como él no protestó, creo que viene. En realidad, estoy casi seguro de que viene. Puedo garantizarte que te ha extrañado mucho y que no aguanta más tiempo sin platicar contigo…

    Sirius se deshizo en la cama de Harry, con los cabellos desparramados. Del mismo modo repentino en que se había acostado, se levantó de un salto y tomó a Harry de los hombros, agitándolo. Snuffles ladró, contagiado por la excitación de su dueño.

    - ¿Qué color crees que es mejor, azul o negro o tal vez gris…?

    - Me gusta aquella camisa azul marino con el pantalón blanco – sugirió Harry, quien ya estaba acostumbrado a los ataques de ansiedad de su padrino.

    - ¿Y los zapatos?

    - ¡No necesitas de zapatos, Padfoot!

    - Cierto… cierto… ¿crees que la perilla me quede bien?

    - Hum… - analizó Harry. – Sí, creo que pareces más maduro con ella.

    - Cierto. Yo… voy a tomar un baño, entonces… - ya había desaparecido por la puerta cuando giró agitado. - ¿Y tú? ¿Vas a estar aquí?

    Snuffles ladró nuevamente con entusiasmo, como si quisiera entrar a la conversación.

    - ¡No! No quiero estorbar. Voy a salir, llevaré a Nuf a correr…

    - Cierto – Sirius le sonrió encantadoramente antes de desaparecer nuevamente encerrándose en el baño de su habitación.

    Harry rió y meneó la cabeza.

    - ¿Ves lo que pasa por enamorarte? – le preguntó al perro, que inclinó la cabeza. – Piénsalo bien antes de hacerlo, eh. Piensa si quieres parecer un idiota…

    - ¡Escuché eso! – gritó Sirius desde el baño.

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    Existen personas que opinan que llegar tarde es elegante. Hacer a los demás esperar por uno le da una sensación de poder, de importancia, y deja bien claro que no eres sumiso. Draco era una de esas personas. Ya pasaban veinte minutos de las siete cuando por fin llegó al parque, sudado, con la playera sobre un hombro. Ni siquiera sabía por qué insistía salir de casa con ella. Bueno, en realidad sí. Se desafíaba a aguantar no quitársela, pues si Potter podía, no debía ser tan difícil. Pero lo era.

    Se detuvo apoyándose en uno de los enormes árboles, flexionando sus piernas una por una, ejercitándolas, mientras miraba en el campo abierto en busca de un perro inmenso y un chico de cabellos rebeldes. Suponía que aquella excéntrica pareja era muy fácil de hallar. Estaba equivocado. Casi dándose por vencido, escuchó un ladrido ronco y se giró. Un enorme perro negro rodeó el tronco del árbol y ya iba a pasarlo de largo cuando lo reconoció y se detuvo derrapando.

    - ¡Regresa aquí, Snuffles!

    Draco iba a rodear el tronco, cuando Potter lo hizo primero, corriendo, y chocaron.

    - ¡Ow!

    - ¡Wow!

    Esta vez, ambos cayeron, Draco de espaldas al suelo y Potter sobre él, apoyando las manos en la tierra antes de que sus narices se tocasen o alguna cosa mucho peor sucediera. Potter miró uno por uno cada ojo gris durante segundos de vacilación que parecieron eternos y entonces lo reconoció.

    - ¡No puedo creerlo! – sonrió antes de girar a un lado y estirarse en el pasto, intentando respirar y reír al mismo tiempo. Snuffles lo alcanzó y comenzó a lamer su oreja.

    Draco aún estaba sin respiración por el susto, mirándolo con los ojos y la boca bien abiertos el lugar en que, hacia poco tiempo, estuvieron aquellas íris verdes. Hasta que Snuffles cambió de víctima y comenzó a lamer su oreja.

    - ¡Hey! – Draco se sentó rápidamente e intentó empujar al perro, pero no era nada fácil. - ¡Potter, haz algo!

    Pero el otro aún estaba riéndose. Snuffles sumergió su helado hocico en el cuello de Draco, que aún intentaba contener la sonrisa con cierta dificultad.

    - Nuf… Nuf ven aquí, ven – llamó Potter tan pronto como consiguió sentarse y respirar.

    Snuffles saltó encima de su dueño, quien prendió al inquieto animal entre las piernas y abrochó nuevamente la correa a su collar.

    - ¡Niño malo! ¡Niño muy malo! – Snuffles lamió la barbilla del otro, quien no se resistió y sonrió nuevamente. - ¡Eso es golpe bajo! ¡Te aprovechas de mí sólo porque sabes que no consigo enojarme contigo, pillo!

    Draco miró aquello aún sin palabras intentando normalizar sus latidos y masajeándose la parte trasera de la cabeza, que sólo ahora se daba cuenta, se había golpeado. Potter se levantó y extendió una mano hacia el otro, con una sonrisa.

    - Discúlpame por eso de nuevo – dijo sinceramente.

    Draco miró de la mano al chico nuevamente. Podría muy bien apoyarse en el árbol para levantarse, o hacerlo solo. ¿Por qué el otro insistía en querer ayudarlo? ¿De casualiad parecía imposibilitado de hacer algo tan complicado como eso sin ayuda? Mientras tanto, se tragó esas preguntas y agarró la mano extendida con firmeza, aprovechándose de la fuerza del otro para subir, nivelando sus ojos con los del otro de nuevo, sólo que esta vez la distancia era más segura.

    - ¿Será que es una adicción chocar conmigo? – preguntó irritado, sacudiéndose los shorts para librarse de las hojas del pasto, después se pasó los dedos por los cabellos.

    Potter soltó una carcajada gustosa y comenzó a sacudir su propia ropa también.

    - Pues sí. Creo que Snuffles escoge los mejores momentos para liberarse de la correa – Draco lo observó sacudir la cabeza como un perro para librarse del pasto, en lugar de pasar sus manos por los cabellos. – Necesito comprar una correa nueva, el broche de esta ya está muy flojo. ¡Ufa! ¡Me cansé! Creo… creo que me voy a sentar un momento.

    Se sentó en el pasto y se recostó contra el tronco del árbol. Snuffles se tiró a su lado, pareciendo bastante cansado también.

    - ¿No te quieres sentar? – le dijo Potter y sólo entonces Draco se dio cuenta que estaba de pie.

    Se sentó dejando una distancia razonable entre ellos, pero el perro se arrastró más cerca de él e intentó colar su hocico debajo de su mano para que Draco lo acariciase. Y fue lo que el rubio hizo. El pelo de Snuffles era suave y sedoso.

    - ¡Es enorme! – dijo para quebrar el silencio. Potter miró a Snuffles con cariño.

    - Sí, es maravilloso.

    - ¿Cuántos años tiene?

    - Es un bebé. Tiene alrededor de un año y medio. No sabemos con seguridad, porque mi padrino lo encontró en la calle.

    Draco se giró hacia el otro, interesado. Encontrar un perro tan bonito como ese en la calle no era común. Ángel le había contado que era un perro callejero, pero debía fingir que no sabía. Ángel…

    - Sí, ¡pero es el perro callejero más puro que existe! – bromeó Potter.

    - No tiene pinta de callejero – dijo arrastrando las palabras. – Tiene un porte elegante.

    - Lo sé. Pero no tiene las cualidades de un can de raza, quiero decir, es saludable y resistente, ¡aún comiendo arroz y carne!

    - ¿No le dan croquetas? – Draco estuvo conciente de que su voz salió un tanto desdeñosa, pero era algo que simplemente no podía contener.

    - No le gusta – Potter se encogió de hombros. – Le damos de vez en cuando, pero es difícil negarle comida, si le encanta. Yo le digo que las croquetas son más saludables, ¿pero quién dice que él me hace caso?

    Draco sonrió de lado, que era el máximo gesto de simpatía que podría mostrar.

    - ¿Por qué platicas con él?

    - ¿A qué te refieres? – Potter pareció confundido por la pregunta.

    - Quiero decir, ¡pareces un loco hablando con un perro, como si te entendiera! – dijo sarcástico, pero el otro sonrió.

    - ¿Y quién dice que no me entiende? – Draco lo miró como si fuera un loco y Potter sonrió aún más. – No estoy tan loco para creer eso, Malfoy. Sólo creo que es como si me entendiera. Es divertido hablarle, es como platicar con un bebé recién nacido. Le haces cosas idiotas sólo para hacerlo reír. Platico con Snuffles para hacerlo sentirse contento, sólo para verlo agitar la cola y ladrar, intentando responder – hizo una pausa antes de continuar. – De cualquier forma, lo consideramos como un miembro más de la familia.

    Draco no tenía con qué retrucar. Fue una respuesta franca y sensata. Pero no dejaba de ser exasperante pensar que el chico no tenía una familia de verdad, sólo un padrino y un perro, pero nada lo prepararía para la alegría sincera con que Potter decía la palabra familia.

    - Yo tuve un perro – Draco se encontró diciendo. No acostumbraba hablar sobre eso con nadie, pero ya tenía la atención del otro sobre sí y ahora tendría que continuar. – Cuanto tenía siete años, importuné tanto a mi padre que me compró un Pastor Belga. Era magnífico, completamente negro con pequeñas manchas blancas en las puntas de las patas delanteras. Se llamaba Tobie. Me apegué demasiado a ese cachorro…

    Quiso cerrar el asunto, pero Potter parecía demasiado interesado, mirándolo expectante.

    - Mi padre no aprobaba mi cariño por el animal y vivía dicendo que se libraría de él cualquier día si yo no paraba de darle tanta atención… pero nunca hacía nada y yo fingía que no me importaba. Hasta que un día Tobie escapó para la calle mientras mi padre sacaba el auto del garaje y fue atropellado… - la voz de Draco amenazó con quebrarse, pero se controló para continuar pareciendo frío y distante. – Estuve una semana sin hablarle a mi padre por ello y nunca más quise un perro.

    Potter miró el cielo estrellado. La noche ya había caído completamente y la luz de los postes lanzaba algunas sombras sobre su rostro, impidiéndole a Draco distinguir exactamente su expresión. Pero cuando volvió a hablar, Potter parecía bastante serio.

    - Entiendo. Te privaste de otro sentimiento como ese por miedo de perderlo nuevamente, ¿verdad? – Draco lo miró con una ceja arqueada y Potter lo encaró. - ¿Nunca pasó por tu cabeza que podrías sustituir el dolor de perder a Tobie por la alegría de tener otro perro?

    - Mi padre nunca aceptaría – Draco se alzó de hombros. – Aún desconfío en que dejó a Tobie escapar a propósito…

    - ¿Nunca platicaste con Tobie? – la voz del otro sonó un poco divertida, lo que irritó a Draco.

    - Por supuesto. ¡Pero tenía siete años!

    El moreno rió y volvió a mirar las estrellas. Permanecieron en silencio por algún tiempo antes de que Potter preguntara:

    - ¿Vives cerca?

    - Veinticinco cuadras en dirección al centro – respondió Draco automáticamente. Había contado las cuadras mientras corría. De repente se dio cuenta de que no tenía ni idea de dónde vivía el otro. - ¿Y tú?

    - Cinco cuadras en sentido contrario.

    - ¿Entonces por qué estás tan cansado? ¡Sólo corriste cinco cuadras!

    Potter hizo una cara de reproche y paecía dispuesto a golpear a Draco.

    - Dí dos vueltas enteras al parque antes de que llegaras. No sé si te diste cuenta, ¡pero ya pasan de las siete y media!

    Draco estrechó los ojos ante el sarcasmo en la voz del otro, pero se contuvo de dar una respuesta grosera.

    - ¿Qué opinas de dar una tercera vuelta, entonces? – se limitó a preguntar.

    - Parece tentador – respondió Potter levantándose y Draco hizo lo mismo, volviéndose a agachar para recoger su playera, olvidada en el pasto. – Tu espalda está sucia – informó el otro y Draco se irguió de un salto al sentir la mano del otro recorriendo su espalda de arriba abajo. - ¡Hey, calma! ¡Sólo te estoy sacudiendo!

    Draco se quedó inmóvil. O casi, ya que sentía todos los vellitos de su nuca erizarse y detuvo un escalofrío fenomenal que amenazaba por recorrerle la espina.

    - Listo – informó el moreno, algunos segundos después. - ¿Vamos?

    En lugar de responder, Draco comenzó a caminar y entonces aceleró el ritmo junto a los otros dos. Digo, Potter y Snuffles.

    ------------------

    Sirius ya había intentado ver televisión, tocar el piano, hacer crucigramas –cosas que acostumbraban ser infalibles contra la ansiedad– pero nada de eso había funcionado, así que andaba de un lado a otro por la sala. Se había vestido con la ropa que Harry le había sugerido, los cabellos estaban limpios y los pies descalzos, de modo que debería sentirse cómodo. Pero no era exactamente lo que sentía. Tenía el estómago revuelto por la ansiedad, las manos no paraban de acomodarse el pelo tras las orejas y ya se había sangrado los labios de tanto que los mordía. Se reprendió por ello, pues esa parte de su anatomía sería muy necesaria si Remus aparecía. Si Remus aparecía…

    ¿Será que en serio vendría? ¿Harry lo había engañado? ¡O tal vez le había pasado algo malo a Remus mientras salía de casa! ¡Podría estar desmayado en su propia recámara…! No, tenía que parar de pensar esos absurdos o enloquecería. Pero, y si…

    “¡Joder, calla, mente enferma!” se regañó a sí mismo y se dejó caer en el sofá con las manos sobre los ojos. Oh, si pudiese dormir y sólo despertar cuando el timbre sonara…

    ¡Ding dong!

    ¡Epa! ¿Había imaginado aquél sonido? ¿Era una broma su mente le estaba jugando? ¿O quizá su pedido había sido por fin atendido y se había dormido hasta que el timbre sonó? O era Harry… tal vez había olvidado la llave… ¿pero entonces cómo había cerrado la puerta?

    ¡Ding dong!

    “¡Idiota! ¿Qué haces acostado?” Se puso de pie en un salto desesperado y salió tropezando hasta la puerta. Respiró profundo repitiéndose a sí mismo no esperar demasiado para no decepcionarse. Tal vez sólo era el vecino diciéndole que había olvidado el garaje abierto… Abrió la puerta y aspiró el aire con ganas hacia sus pulmones. Ahí estaba…

    - ¡Remus! – su voz salió poco más que un suspiro.

    - Hola, Sirius – dijo el otro también susurrando.

    Remus Lupin estaba con las manos en los bolsillos de su pantalón beige, con una camisa verde oscuro impecablemente planchada. Sus ojos estaban bastante brillantes, reflejando el brillo dorado encantadoramente. El cabello por detrás de las orejas y la boca entreabierta, como si estuviese preparado para decir algo, pero sin realmente preocupado por hacerlo. Sirius sacudió levemente la cabeza y dio paso a un lado, abriendo espacio.

    - Entra, Moony – lo llamó, retomando el control de su voz.

    Remus obedeció en silencio y esperó a que Sirius cerrara la puerta tras de sí. Ambos se miraron por un tiempo, Sirius memorizando cada pedacito del rostro de Remus y este aún ensayando algunas palabras y parpadeando más de lo necesario hasta que, inesperadamente, se arrojó al frente y abrazó el tórax de Sirius con desesperación, encajando su barbilla en el hombro del otro y apretando los ojos con fuerza.

    - ¡Moony!

    Sirius abrió mucho los ojos y jadeó. Sintió los latidos frenéticos de un corazón sin compás juntarse con las suyas. Dudó por algunas milésimas de segundo antes de abrazar a Remus de vuelta con firmeza, intentando trasmitirte seguridad, una sonrisa de sorpresa curvando una de las esquinas de su boca hacia arriba. Cerró los ojos y pasó las manos por la sedosa tela de la camisa verde oscuro en un gesto de conforto, recostando su cabeza en la del otro y suspirando. Aquél aroma familiar de los cabellos y de las ropas de Remus le invadió las fosas nasales con un deje de nostalgia por haber pasado una semana entera sin poder sentirlo. ¿Será que ese abrazo quería decir lo que se imaginaba?

    - ¿Padfoot? – vino la voz insegura de Remus, quien aún mantenía los ojos bien cerrados.

    - ¿Sí, Moony? – murmuró con la voz ronca al oído del otro quien se apretó aún más contra él.

    - Yo… no sé si esto va a resultar… no sé si es seguro, si estoy siendo sensato, pero… ¡me quiero arriesgar, Padfoot!

    - ¿Tú quieres? – ronroneó.

    - ¡Quiero!

    - ¿Seguro?

    Remus finalmente se soltó con cierta reticiencia y se alejó para mirar los ojos grises que tanto ansió ver durante la semana.

    - Um-hum – dijo, asintiendo con la cabeza en un gesto tan… Remus.

    Sirius jadeó nuevamente y sonrió por completo, pasando una mano levemente por la mejilla del otro. Tenía tantas ganas de besarlo ahora mismo, pero sabía de su inseguridad y no quería verse precipitado –por lo menos una vez en la vida– o podría echar todo a perder provocándole una crisis. Lo apretó en otro abrazo rápido y deslizó las manos por los brazos del otro hasta tomar ambas manos. Las manos de Remus eran anchas y un poco maltratadas por el gis, en contraste con las suaves manos del pianista.

    - Ven, Moony – Sirius lo condujo hasta el sofá.

    Remus se dejó dirigir y se sentó de medio lado mirando al suelo, mordiéndose el labio inferior y parpadeando. Sirius sonrió.

    - Quiero que seas sincero conmigo, Moony.

    - Nunca fui tan sincero en toda mi vida, Padfoot. Dije que quería un tiempo para pensar y pensé. Pensé mucho. Pero acabé dando vueltas en círculos en mi mente y al final, de la única cosa que estaba seguro era que te necesitaba. ¡Te necesito! Pero…

    Meneó la cabeza y respiró profundo para mantener el control de su respiración. Sirius aguardó pacientemente, limitándose a acariciarle las manos mientras se saboreaba aquellos labios entreabiertos que buscaban mayor cantidad de aire.

    - Padfoot, yo… tengo miedo de lo que los demás puedan pensar. No tengo familia por la cual preocuparme, pero tengo miedo a perder mi empleo. Me gustaría que… que nadie supiera, ¿sí?

    - Ok. Eso incluye no pasear de la mano ni recargarme mucho en ti.

    - Exacto. Quisiera estar seguro de que esto va a funcionar antes de decidir contarles a Molly y a Arthur y a los demás Weasley, sabes…

    - No hay problema. ¡Escondidos es más emocionante! – ronroneó Sirius.

    - Y tampoco quiero que me pongas sobrenombres idiotas – dijo Remus más severamente.

    - Está bien, mi bomboncito – bromeó poniendo morritos, lo que se ganó una mirada enojada de Remus. – Bromita. Moony es perfecto para mí.

    - Sabes que no me gustan los apodos… - dijo Remus, irritado.

    Sirius recargó su cabeza en el respaldo del sofá, bebiendo la imagen de su novio con una sonrisa radiante en los labios.

    - Sí, lo sé. Lo sé todo sobre ti, Moony. Mi Moony – Remus se estremeció sólo de escuchar aquellas palabras, pero se recompuso y se giró un poco más en el sofá para verlo mejor. – Incluso sé que no has terminado con tus exigencias, ¿estoy en lo cierto?

    - No – una arruga de aprensión se formó en la frente del otro mientras continuó, medio nostálgico. – Necesito… necesito que seas paciente, Padfoot. Vamos con calma, ¿de acuerdo? Yo… necesito irme acostumbrando con esto, tú… sabes que no tengo alguna experiencia en noviazgos.

    La sonrisa de Sirius se tornó merodeadora y sus ojos brillaron con malicia. Remus reconoció esos “síntomas”, pero no tuvo tiempo para prepararse a la acción del otro, quien enterró el rostro en la curva de su cuello e instaló un beso ahí. La primera reacción de Remus fue jadear. La segunda –y más eficaz– fue darle en golpe al hombro de Sirius para que se alejara.

    - ¡Ow! ¡Cómo eres bárbaro, Moony! – se quejó haciendo un piquito, a pesar de que ni siquiera le había dolido.

    - ¿Y qué esperabas que hiciera – se defendió Remus, frunciendo el entrecejo de un modo que sólo Sirius podía clasificar de adorable. - ¿Qué me riera y me prendiera a tu brazo?

    - No – la sonrisa pícara estaba de vuelta. – Si quisiera una novia, escogería una con senos, por lo menos…

    Remus sonrió de lado, medio tímido, de un modo que sólo conseguía él y suspiró resignado. Sirius siempre conseguía convencerlo de cualquier cosa, y esta vez no fue diferente. Sintió aquella calidez que emanaba del cuerpo del otro y se escurrió en el sofá hasta recargar la cabeza en su pecho. Sirius se acomodó mejor en el sofá y comenzó a acariciar sus cabellos. Desde antes de descubrirse enamorado de su amigo, tenía una afición por aquellos cabellos finos y ralos, unas ganas enormes de pasar sus dedos por ellos sin que eso pareciese muy extraño, y ahora podía hacerlo.

    - ¡Te extrañé, Moony! – confesó.

    - Quien te escuchara pensaría que pasamos otros doce años separados – rió Remus, cerrando los ojos y rindiéndose a las caricias. No recordaba la última vez que había recibido algo como eso, pero era tan bueno…

    - ¡Pero es verdad! Tuve miedo de que nunca más quisieras hablar conmigo…

    - Te dije que no te librarías tan fácilmente de mí, Padfoot.

    Sirius sonrió y besó la coronilla del otro. Aprovechó la sensación de aquellos cabellos escurriéndose entre sus dedos durante algunos minutos, pero después no pudo contenerse.

    - ¿Moony?

    - ¿Hum?

    - ¿Ya te puedo besar?

    Remus tragó en seco antes de enderezarse nuevamente con el rostro jadeante.

    - Creo… creo que eso es lo que hacen las parejas, ¿no? – respondió viendo la televisión desconectada como lo más interesante del mundo mientra sentía a Sirius aproximarse aún más, rozando la nariz en su mejilla, lo que lo hizo sacar el aire lentamente y cerrar los ojos, disfrutando de la sensación.

    Sirius besó una mejilla, después tomó el rostro entre sus manos y lo giró hacia sí, sonriendo al ver los ojos cerrados y la boca apretada. Besó el otro lado, rozando los labios con una sonrisa al percibir el estremecimiento que causaba. Deslizó la punta de su nariz por la cara hasta encontrar la nariz del otro y entonces besó finalmente los labios –que ya estaban aún más apretados– con delicadeza. Sonrió y se alejó nuevamente sólo para acercarse otra vez y sentir la resistencia deshaciéndose poco a poco. La tercera vez ya tuvo una leve respuesta ay en la cuarta, Sirius simplemente no pudo despegar sus labios, pues ahora Remus acompañaba us movimientos, impidiéndole alejarse. Los brazos fueron pasados alrededor de sus hombros, las manos agarraron la ropa con fuerza, la distancia fue reducida, las lenguas se conocieron y no existía nada más aparte de ellos y de aquél beso.

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    Harry llegó a casa exahusto. Tan pronto como cerró la puerta tras de sí, soltó la correa de Snuffles –quien también estaba jadeante– y se deshizo ahí mismo, en el suelo. Estaba demasiado sudado para acostarse en el sofá y demasiado cansado para ir a su recámara y tomar un baño.

    - Regresa aquí, Nuf – Harry tomó al perro por su collar y terminó de quitárselo, mientras Snuffles esperaba pacientemente. Después miró el aposento silencioso. Lo que vió hizo que sus ojos se abriesen muho, después una sonrisa invadió su cara lentamente.

    Sirius estaba acostado, estirado en la orilla del sofá, casi cayéndose y Remus estaba metido de lado entre el respaldo del sofá y el cuerpo del otro, con la cabeza apoyada en su pecho. La mano derecha de Sirius aseguraba su izquierda mientras la otra mano descansaba en los cabellos castaños, de una forma cariñosa. Los zapatos de Remus estaban tirados en el suelo, dejando los calcetines blancos afuera. Harry se habría quedado quieto por un buen tiempo, sólo admirándolos, pero Snuffles no era de la misma opinión. Caminó hata ellos moviendo el rabo.

    - ¡Snuffles! Regresa – susurró Harry intentando alcanzar la cola esponjosa, pero el perro fue más rápido y se puso a lamer la oreja de Sirius.

    - Ñam, ñam – se quejó Sirius y parecía listo para girarse al otro lado cuando se sintió impedido y abrió los ojos, encontrándose con los cabellos castaños desparramados que estuviera acariciando.

    Se giró al otro lado y miró a Snuffles, llevándose un susto silencioso que estremeció todo su cuerpo y despertó a Remus. La primera cosa que Remus vió fue a Harry y comenzó a luchar para levantarse, con la camisa toda enredada.

    - ¡Snuffles, cachorro apestoso! – masculló Sirius, intentando agarrarle los pelos y perdiendo el equilibrio. - ¡Wow!

    El hombre cayó al suelo y Remus pudo finalmente sentarse, riendo junto con Harry.

    - ¿Harry, estás ahí? – preguntó Sirius, aún un poco enojado, poniéndose de pie y arreglando la camisa torcida en su cuerpo. - ¡No te escuché llegar!

    - Sí, creo que estabas un poco distraído – soltó Harry haciendo que Remus enrojeciera y que Sirius mirara a su novio con orgullo. - Veo que llegaron a un acuerdo, ¿no?

    Sirius sonrió de oreja a oreja, se sentó al lado de su novio –o mejor dicho, casi encima de la pierna del otro, de tan junto que estaba– y pasó un brazo alrededor de sus hombros.

    - ¡Sí! Somos novios… escondidos – remarcó guiñándole un ojo ante la falta de reacción del otro.

    - Oh, entiendo –dijo Harry, arrastrándose hasta en medio de la sala y sentándose con las piernas estiradas frente a ellos. - ¡Felicidades! ¿Snuffles y yo ya podemos llamarte mamá, Moony?

    Remus abrió la boca espantado, pero después tuvo que rendirse a la risa, de nuevo.

    - ¡Claro que no, mocoso! – bromeó, falsamente indignado.

    Sirius se carcajeaba exageradamente.

    - ¡Harry, James estaría orgulloso de tí ahora, puedes estar seguro!

    - Sí, eso fue digno de un merodeador – acordó Remus, siendo abrazado con más fuerza por Sirius. – Y tú te estás enrollando demasiado, ¿no crees? – picó a su novio.

    - ¡Caramba, si es sólo Harry! Él me dijo que con tal de que no te estuviese besando todo el tiempo, estaba bien. ¡No dijo nada de abrazos!

    - ¡Sí, aguántate, Moony! – Harry salió en defensa de su padrino. - ¡Esperó demasiado por esto!

    Remus meneó la cabeza, incapaz de enojarse. Una sonrisa tímida persistía en curvarle los labios hacia arriba.

    - Hey, Harry – llamó Sirius. - ¿Ya te acostumbraste? ¿Ya puedo besarlo?

    Snuffles ladró y agitó la cola.

    - Erm… - Harry rió torciendo la nariz.

    - ¡Sirius Black! – regañó Remus, con voz reprobadora.

    - ¡Cierra los ojos entonces, Harry! – anunció Sirius antes de tomar el rostro de Remus entre las manos y besarlo apasionadamente.

    Harry, tomado por sorpresa como Remus, abrió mucho los ojos antes de enterrar la cabeza en un cojín tirado en el suelo, pero aún podía escuchar las protestas de Remus y otras cosas, así que se tapó los oídos. Sin embargo, ahora estaba más que curioso. Giró la cabeza de lado y espió con un ojo, después con el otro. No era tan espantoso como creyó que sería. Las quejas de Remus iban mueriendo, mientras su reticiencia disminuía y se entregaba al beso. Harry sonrió. ¡Eran perfectos juntos! ¡Parecían tan completos! Hechos el uno para el otro…

    - Bien, Snuffles. Creo que salimos sobrando por aquí – se lamentó al perro, quien gimió.

    Cuando Harry se estaba levantando, hubo un sonido más fuerte y Sirius finalmente soltó a Remus, con necesidad de respirar. ¿Qué decir de Remus? Estaba blanco como gis y su respiración salía como chillidos mientras metía la mano en su bolso del pantalón y sacaba su respirador.

    Sirius parecía un poco alarmado y se tapó la boca con ambas manos.

    - ¡Oh, Moony! Creo que me entusiasmé demasiado, ¿verdad?

    - Uh-hum – dijeron Remus y Harry al mismo tiempo. Snuffles ladró.


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    QUOTE
    En el próximo capítulo…

    - Eso es, ahora acuéstate y relájate – dijo Potter, pero parecía mucho más un pedido que una orden y sólo por eso Draco obedeció. Sólo por eso.

    Enrolló la playera, la puso como almohada y se acostó cerrando los ojos, esperando nuevas instrucciones.

    - Relájate, Malfoy – la voz del otro estaba relativamente más cerca, lo que hizo que su corazón perdiera un latido. Imágenes de su sueño volaron a su mente y evitó abrir los ojos, temiendo lo que vería.

    - Estoy relajado, caramba – se impacientó.

    QUOTE
    Notas finales:

    Notas de la Autora: Bien ahí, ¡espero que les haya gustado! ¿Y en cuanto a mí? Estoy en éxtasis por la cantidad de comentarios que he recibido. Este capítulo merece muchos más, ¿no creen?

    Déjenme sólo hacerles una aclaración que juzgo necesaria: Harry realmente aún no está atraído, no está enamorado, sólo está siendo gentil, dándole una oportunidad al rubio de ser su amigo. O mejor, diría que existe un pequeño sentimiento reprimido, pero aún está en el subconsciente –como mostró aquel interés de Harry en saber sobre las relaciones homosexuales con Sirius, además de que acuerda más paseos con Malfoy de lo que es necesario para una convivencia meramente amigable. Harry está aprendiendo a apreciar la compañía de Draco. Pero con él es más difícil enamorarlo. Mientras que Draco se encantó primero con la apariencia, con los ojos de Harry para entonces comenzar a envolverse en la personalidad del chico, con Harry va a suceder exactamente lo opuesto. Primero se va a enamorar de la personalidad de Draco para sólo entonces comenzar a admitir que lo encuentra atractivo. Así que, ¿imaginan ya el trabajo que el rubiales va a tener? Lo sé, eso significa que el fic va a ser bien largo… ¿pero qué hacer? ¡Son un par de reprimidos, puf, puf! ¿Piensan que es fácil hacerlos enamorarse? ¡Cuánto más uno por el otro, afff!

     
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85 replies since 18/3/2012, 01:41   16784 views
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