Green Eyes (Harry/Draco - Sirius/Remus): Epílogo [FINALIZADO] - AGRADECIMIENTOS

Autora: Amy Lupin Traductoras: anali_snape y Hermione

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  1. Kari Tatsumi
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    Capítulo Quince

    Obsesión




    Draco estaba sentado en su oficina leyendo la correspondencia. Lucius había viajado y regresaría hasta el jueves. En ese momento el teléfono sonó dos veces. El lunes era el día de dolor de cabeza y el sonido del teléfono lo irritó considerablemente. El rubio presionó el punto entre sus ojos y los cerró con fuerza mientras se llevaba el aparato al oído.

    - Malfoy – dijo, un poco ronco por el tiempo en que había estado en silencio.

    - La Srta. Parkinson está en la línea, Sr. Malfoy – dijo la voz calmada de Natalie y Draco soltó el aire de los pulmones lentamente, recostándose mejor en el asiento. - ¿Puede usted atenderla?

    - Ella va a tener un hijo si no la atiendo. Puedes pasar la llamada, pero tráeme una aspirina, ¿sí?

    - Sí, señor.

    Hubo un leve sonido característico de cuando la llamada es transmitida.

    - Dime, Pansy.

    - ¿Por qué no me contestas el celular? – chilló la chica, continuando sin tomar aire. - ¿Por qué no respondes mis mensajes? ¿Por qué me evitas en la universidad? ¿Por qué no me invitas a ir a tu casa? ¿Por qué…?

    - ¿Has tenido dolor de cabeza, Pansy? – cortó, falsamente calmado.

    - ¿…tú…? ¿Eh? – la chica parecía un poco perdida.

    - Te pregunté si has tenido dolor de cabeza – repitió pacientemente.

    - ¡Claro que he tenido! Pero no entiendo cómo tú…

    - Entonces debes saber que tu voz extremadamente aguda está haciendo eco en mi cabeza tu primer “por qué” hasta ahora. ¡Imagina los demás! ¿Eres capaz de susurrar, Pansy?

    Hubo unos momentos de bendita vacilación antes de que pudiera escuchar algo nuevamente.

    - Oh… oh, dis-discúlpame, bebé – dijo entre dientes y aún así parecía extremadamente irritante.

    - ¿Qué quieres, que es tan importante al punto de haberme interrumpido en el trabajo? – estaba siendo difícil contener la irritación en su voz.

    - Es que… yo… bueno… quería saber por qué me abandonaste en la discoteca el sábado…

    - ¡No puedo creer que me llames para pedirme explicaciones! – gruñó, apretando tanto la mandíbula que se provocó punzadas en la cabeza. Pansy balbuceó algo, pero no la estaba escuchando. - ¿Cuántas veces necesito repetirte que no le debo explicaciones ni a ti ni a nadie? Cuando quiera hablar contigo, no te preocupes, tengo tu teléfono, sé dónde vives, los lugares que frecuentas, sin dudar hasta sé el maldito color de ropa interior que estás usando en este momento. Pero, por favor, Pansy, ¡AHORA NO!

    Colgó el teléfono bruscamente y por fin se relajó, masajeándose las sienes. Sólo en esos momentos podía descargar toda su frustración en esa impertinente chica. Sus dolores de cabeza justificaban todo. Al día siguiente ella estaría tranquila. Y él no tendría más disculpas para darle… ¿Potter tendría ya un plan para juntarla a Finch-Fletchley?

    En ese momento sonaron dos golpecitos suaves en la puerta y Natalie entró como si pisara huevos. Ah, sólo Natalie parecía comprenderlo…

    - Toma, Draco – le extendió una aspirina y un vaso con agua, que el rubio aceptó. - ¿Quieres platicar? – preguntó después de algunos segundos en los que el rubio giraba la pastilla entre sus dedos.

    La miró fijamente y tomó la medicina, seguida del agua y puso el vaso en el escritorio.

    - Necesito platicar, Natalie.

    La mujer asintió y se sentó frente a él.

    - ¿Qué está mal? – preguntó dulcemente, como sólo ella sabía hacer.

    Draco soltó una risita sarcástica y apoyó la cabeza en una de sus manos.

    - No sé qué es lo que está mal. Todo y nada a la vez. Estoy sintiéndome extraño, como si no me conociera. No salgo con mis amigos, prefiero el parque a la discoteca, me quedo encerrado en mi habitación todo el tiempo, no me interesa nadie… ¡estoy huyendo de Pansy, Natalie! – concluyó como si eso fuera el punto más absurdo de todo.

    - Sí, pude darme cuenta de eso. ¿Pero qué hay de aterrador en eso?

    Draco la miró como si de repente a ella le hubiera salido una segunda cabeza.

    - ¿Cómo? Yo nunca había rechazado a ninguna chica… bueno, chicas bonitas, quiero decir, eh… bueno, tú me entiendes – Natalie asintió. - ¡Mucho menos a Pansy! Ella es bonita, a pesar de ser insoportable, y yo siempre supe cómo mantenerla callada. ¡Pero de repente ya no puedo! Simplemente… simplemente no puedo, no tengo ganas de estar con ella, me es completamente indiferente. En fin, quiero que se esfume – concluyó recargándose totalmente en la silla. – Así que dime, Natalie: ¿qué hay de malo conmigo?

    - Absolutamente nada – respondió ella sin parpadear. – Tu problema no es exactamente un problema.

    Draco frunció el entrecejo en seña de duda y ella continuó.

    - Está claro que te sientes diferente, Draco. Porque estás cambiando, estás madurando, pasando a una nueva etapa en tu vida. Las cosas que acostumbraban satisfacerte, ya no son suficientes, estás buscando una nueva razón para vivir, ¡estás buscando tu verdadera identidad! Eso es perfectamente normal, Draco.

    - ¿Cómo es eso? – cuestionó secamente.

    - Mira, hasta ahora has llevado tu vida de una manera casual, sin importarte las consecuencias de tus actos, o cómo sería el futuro. Todas las personas pasan por esa fase. Es una etapa de rebeldía, de desafíos, estabas intentando probarte, tenías que pasar por eso. Sin embargo, llegó la hora de que te estabilices emocionalmente, sientes que te falta algo, ¿no es cierto?

    Draco lo pensó un poco antes de confirmarlo con la cabeza.

    - Sí… tal vez…

    - Entonces, estás listo para encontrar a alguien para ti, Draco. Es eso lo que te falta – concluyó.

    En vez de dos cabezas, ahora Natalie tenía tres.

    - ¿Qué? – se indignó tan pronto recuperó el habla. - ¡Yo no necesito de… de alguien! Puedo tener a quien quiera cuando quiera. ¿Para qué querría yo una novia?

    - ¡Tú mismo me dijiste que no te interesaba nadie, Draco! Eso significa que no puede ser cualquiera, ¡tiene que ser alguien especial! Estás buscando a esa persona, inconscientemente. Eso es lo que te falta. Pero no necesita ser necesariamente una novia… lo que podría explicar tu obsesión con Potter…

    - ¿Eh? – se descontroló el rubio, para después retomar su fría máscara. – Caray, Natalie, ¡ahora sólo falta que me digas que estoy enamorado de Potter!

    - No es eso lo que quiero decir – Draco no pudo dejar de notar que ella desvió la mirada al decirlo, para después volver a encararlo. – Quiero decir que ese chico es en alguna forma especial para tía…

    - ¡Natalie, no estoy obsesionado por Potter! – estalló golpeando el escritorio.

    - ¡Draco, admítelo! ¡Quieres su amistad! ¡Es la cosa más importante para ti en este momento! ¡Cuando lo admitas las cosas se volverán más fáciles!

    Draco bufó y corrió sus dedos por los cabellos platinados, bufó de nuevo y le lanzó una mirada asesina a la mujer al frente.

    - Quiero la amistad de aquél idiota, Natalie – dijo entre dientes, demostrando cuánto le costaba admitir aquello. - ¡No puedo pensar en otra coas! ¡Él es tan intenso, tan ridículamente feliz! Estoy siempre ansioso por los momentos en que puedo verlo, hablar con él por internet, ¡hasta sueño con ese maldito! Entonces… ¡sí, estoy obsesionado por él! ¡Siempre lo estuve! ¡Siempre me lamenté inconscientemente porque me haya rechazado! ¿Qué más quieres que diga? ¿Qué soy un completo imbécil? ¿Quieres que te llore también?

    - No tienes por qué avergonzarte – sonrió Natalie, bondadosa. – Eso no significa necesariamente que estés enamorado de él – Draco entrecerró los ojos, pero no la interrumpió. – Pero de alguna forma te llama la atención, él parece ser una persona cautivante, interesante, agradable… reconoces esas peculiaridades en Harry Potter y quieres convivir más con él, aprender de su forma de ser, de su modo despreocupado de llevar la vida… ¿entiendes lo que quiero decir?

    En ese momento las piscinas plateadas que eran los ojos de Draco se desenfocaron y él recordó su sueño “¿Puedo?” “¿Puedes qué?” “Entrar en tu vida… enseñarte a vivir… a ser feliz…” Las palabras de Natalie tenían sentido ahora, ¿pero entonces por qué…? “Hacerte feliz, Draco… ¿puedo?” Draco se estremeció y regresó a la realidad. Natalie tenía una sonrisa satisfecha en los labios y sólo entonces se dio cuenta de su casi pasmada expresión. Trató de arreglar eso, acomodándose el flecho –que ya comenzaba a molestarlo– detrás de las orejas.

    - Natalie, ¿por qué no estudias psicología?

    La sonrisa de la mujer murió lentamente mientras se acomodaba mejor en la silla y suspiraba.

    - Puede parecer simple para ti, pero no es nada fácil para mí. Confieso que mi sueño era continuar estudiando, graduarme, pero no puedo…

    - ¿Por qué? – Draco se encontró extremadamente interesado. Nunca se había preguntado sobre eso y ahora su consciencia le instigaba a por lo menos intentar saber más sobre esa maravillosa persona que era Natalie Pritchard.

    - Caray, Draco no puedo… bien… olvida eso, Draco – dijo suavemente, pero eso sólo incrementó la curiosidad del otro.

    - ¿Crees que no lo entendería? – desafió, sarcásticamente. – Es eso, ¿no, Natalie? ¿No paso de ser un riquillo mimado que no entiende los problemas de los demás? ¿También tú me ves de esa forma?

    - ¡No, absolutamente no, Draco! Es que no me siento cómoda hablando sobre mi vida con alguien…

    Draco sonrió sin emoción.

    - ¿Sólo sabes escuchar, verdad? ¿Yo despejo mis estúpidos problemas en tus oídos todo el tiempo y tú no quieres abusar de mí ni un poquito?

    Natalie suspiró resignada antes de comenzar.

    - No tengo tiempo para mí, Draco… cuando tengas hijos entenderás lo que digo – una arruga se formó en la frente del rubio, pero no la interrumpió. – Trabajo medio tiempo como vendedora en una pequeña tienda cerca de mi casa, y por la tarde… bueno, paso toda la tarde aquí como tu secretaria.

    - ¿Tienes dos empleos? – se admiró Draco. – Pero… ¿y tu esposo? ¿Él no hace nada?

    - Mi esposo está desempleado en este momento. Solía trabajar como operador en una constructora, lo que tomaba todo su día. Ahora se la pasa buscando empleo.

    Draco parpadeó varias veces antes de continuar, conservando la arruga en su frente.

    - Pero aún podrías estudiar de noche, ¿no?

    - La noche es el único momento que puedo pasar con mis hijos, no podría tomar ese tiempo para estudiar, ¡o no los vería nunca! Ellos prácticamente se tienen que quedar solos todo el día, no podría soportar dejarlos en la noche también… ¡Así que es eso! ¡No tengo opción!

    - ¿Pero y cuando tu esposo consiga empleo? ¡Podrías dejar el empleo en la tienda y estudiar por la mañana?

    - Draco, mi esposo no tiene estudios. Aún consiguiendo un empleo razonable, no sería suficiente para que yo pudiera, además de dejar de ayudar con las comisiones de venta, ¡pagar la universidad! Además, mi capricho no vale más que los momentos que paso con mi familia, no puedo simplemente ignorarlo…

    Draco estaba confundido, no sabía qué pesar. Nunca había imaginado que, detrás de aquellas cálidas sonrisas de Natalie, estaba esa melancolía que estaba en su voz ahora. ¡Mucho menos imaginaba que la mujer tuviera problemas financieros! Esposo desempleado, dos hijos, ¡oh cielos! No supo si había dejado transparentar compasión en su mirada, pero recibió una sonrisa agradecida de Natalie, quien se levantó y tomó el vaso de su escritorio.

    - Bien, fue bueno poder desahogarme contigo. Nunca creí que no me entenderías, Draco. Te conozco demasiado como para pensar así. ¡Pero creo que ya tomé demasiado tiempo de mi jefe! Tengo que cuidar el teléfono de nuevo, con permiso.

    Draco asintió y la miró dejar el lugar, inmerso en sus pensamientos. “¿Sabes cuál es tu problema, Malfoy?” la voz de Potter hizo eco en medio de sus cavilaciones “No prestas atención a las personas a tu alrededor” ¿Por qué las personas siempre le tiraban las verdades en su cara? Obviamente Potter tenía razón. Hacía un año que Natalie era su secretaria y él nunca se había preguntado por su vida, nunca le había prestado realmente atención a ella, quien siempre estaba lista para ayudarlo, escucharlo y hacerlo sentir querido. Cosas que sólo ella hacía…

    ¡Pero tenía que haber un medio de ayudarla! Y lo haría, o no se llamaba Draco Malfoy. Se levantó y salió diciendo un “Ya vuelvo” a Natalie. No acostumbraba ir al Departamento de Recursos Humanos. Siempre que necesitaba algo de allí, mandaba a Natalie, o si necesitaba hablar con alguien de ese departamento, lo llamaba a su oficina. Pero esta vez sería diferente.

    El lugar era un desastre. Probablemente estaban ocupados calculando la Nómina y eso sería muy útil. Tan pronto entró a la sala, todos pararon a mirarlo. Muchos ahí nunca lo había visto y todos estaban curiosos por saber qué llevaría a un Malfoy allí. Draco los miró por encima y se dirigió a la persona más próxima.

    - Lléveme a la oficina de Umbridge – dijo con la voz más gruesa de lo normal.

    El muchachillo al que se había dirigido, tragó en seco y asintió frenéticamente. Draco lo acompañó por varios escritorios dispuestos uno al lado del otro, sin mirarlos, pero podía sentir los ojos furtivos mientras los funcionarios fingían volver en silencio a su trabajo. Llegando a una puerta de vidrio, el chico tocó y la abrió, dándole paso al rubio –quien simplemente entró, sin darle ninguna mirada o señal de agradecimiento.

    Allí, estaba una mujer baja y gordita, con un rostro largo y flácido, ojos grandes, redondos y ligeramente sobresalientes. Usaba una ridícula combinación de ropa color rosa, inclusive los anteojos, tiara y zapatos, aretes y pulseras. Todo combinado. La boca demasiado grande se alargó en una sonrisa –claramente falsa y horrible que hizo a Draco recordar haberse asustado la primera vez que la vio.

    - Umbridge – dijo, lo que le valió como saludo también.

    La gerente del departamento y psicología graduada se levantó y le extendió una mano.

    - Buenas tardes, joven Sr. Malfoy – dijo ella en una voz femenina muy alta y vibrante. La cabeza de Draco punzó. Siempre se había preguntado cómo una persona tan falsa pudo interesarse por la psicología. Aceptó el saludo y se sentó frente a ella. - ¿En qué puedo ayudarlo?

    - Quiero ver la Nómina de la dirección, incluidas las secretarias.

    La mujer estrechó levemente los ojos, pero conservó la sonrisa forzada.

    - ¿La Nómina, señor?

    - Sí, eso fue lo que dije – retrucó sarcástico apoyando el tobillo derecho en la rodilla izquierda. Lucius tendría un infarto si lo viera, pero no lo estaba viendo.

    - Discúlpeme la pregunta, ¿pero para qué exactamente quisiera analizarla…?

    - No te interesa, sólo haz lo que digo – cortó, completando su intención con una mirada que chispeaba lanzas de hielo.

    La sonrisa de la mujer vaciló, pero ella hizo un corto movimiento de su inexistente cuello.

    - Un momento, por favor, señor. ¿Quisiera un cafecito?

    - No. Si tuviera la gentileza de ser rápida no necesitaría ningún cafecito.

    Draco creyó haber visto desafío en la mirada de la mujer, pero ella no se atrevió a decir nada. Se giró a su computadora y comenzó a digitar contraseñas y comandos. Luego la impresora comenzó a escupir algunas hojas, que Draco no esperó a ser invitado a analizar. Tomó las que ya habían sido impresas y comenzó a pasar los ojos hasta encontrar a Heloísa Popkin, la secretaria de su padre.

    - Perdone, joven Sr. Malfoy. Mis hojas se terminaron. Vuelvo en un segundo, ¿está bien? – dijo Umbridge como si hablase con un niño.

    Draco la ignoró. Al fijarse en el valor final de Popkin, el rubio se rascó la barbilla. Aquella cantidad no era nada modesta. En realidad, siempre había imaginado a Natalie como una persona elegante, pero humilde. Un salario de vendedora sería completamente insignificante a esa cantidad, ¿entonces por qué necesitaría de otro empleo para sustentar a sus dos hijos y su esposo? Vivía en un barrio distante y modesto, tenía una casa propia, no parecía ser del tipo de persona que gustaba cenar en lugares caros o comprar cosas sin importancia. Mucho diferente a él mismo…

    En ese momento, Umbridge y su falsa sonrisa regresaron y la hoja de Natalie fue por fin impresa. La mandíbula de Draco no cayó, se desplomó.

    - Debe haber un error aquí, Umbridge. ¡Este valor no es compatible con el de la otra secretaria! – le pasó la hoja a la mujer, quien la analizó.

    - No, señor, está todo perfectamente correcto.

    Draco tomó la hoja de nuevo y corrió los ojos por ella. ¿Cómo era posible? ¡La diferencia entre los dos valores era simplemente absurda! ¡Popkin ganaba el cuádruple de Natalie! Draco parpadeó varias veces y después recuperó poco a poco la compostura que había perdido debido a la sorpresa.

    - Entonces, a partir de ahora no está bien. Mi secretaria no es inferior a la secretaria de mi padre. Por el contrario. Quiero que tenga el mismo sueldo que Popkin.

    Umbridge soltó una risita que parecía levemente perversa, a lo que Draco estrechó la mirada.

    - Lo siento mucho, joven Sr. Malfoy, pero la Nómina ya está prácticamente lista, ¿no podría simplem…?

    Draco inclinó el cuerpo hacia el frente y bajó considerablemente el tono de voz para parecer amenazante.

    - ¿Y quién exactamente cree usted que es para decirme lo que puedo o no hacer? – fue el turno de la mandíbula de la mujer caer. – Quiero que hagas esa corrección ahora mismo. No es un pedido. No estoy preguntándote si puedes. Te lo estoy ordenando.

    - Pero el Sr. Malfoy… - la mujer aún intentó parecer inalterable, pero falló al dejar temblar levemente su voz.

    - Yo me entiendo con mi padre cuando él llegue – desdeñó. – Ahora haga esa corrección en el salario de Pritchard o voy a cuidar personalmente de que esté usted en serios problemas con Lucius Malfoy.

    Draco asistió a Umbridge casi soltar la pluma que tenía en la mano antes de girarse a su computadora y comenzar a trabajar. Sonrió traviesamente a la espalda de la mujer y volvió a apoyar el tobillo en su rodilla elegantemente.

    ---------------

    Por la mañana del martes, Draco sólo encontró un lugar dos asientos atrás de Potter, lo que no era una posición muy estratégica. Sin embargo llegó tarde y no tuvo otra opción –a menos que considerase el lugar que Pansy, Crabbe y Goyle le habían guardado fervorosamente en medio de ellos, lo que obviamente no hizo.

    Snape llegó poco después que él, entrando en el aula sin saludar, como siempre. La conversación murió súbitamente y el profesor de cabellos grasientos los miro sin que ningún tipo de emoción se reflejara en sus ojos negros.

    - No soporto la ignorancia – comenzó después de largos segundos mirando a los alumnos. – Sinceramente no sé cómo muchos de ustedes llegaron a la universidad. No estoy a favor de ningún tipo de indulgencia con los alumnos, pero existen algunas reglas en la institución las cuáles no puedo ignorar y una de ellas es la que me obliga a dar trabajos para ayudarlos en la calificación final. Sin embargo eso no quiere decir que deba facilitarle algo a nadie – torció el labio superior en una expresión que definitivamente no era una sonrisa. – Traje algunas copias de una lista de ejercicios para que ustedes los hagan en esta clase, pero la porquería de fotocopiadora se descompuso antes de que pudiera sacar todas las copias. Mis clases posteriores ya están programadas, por lo tanto no tengo manera de atrasar el trabajo. Eso significa que tendrán que organizarse por parejas. Dije parejas – en ese punto el hombre lanzó una mirada desafiante en dirección al Trío de Oro. – Cuanto más tiempo se lleven en organizarse, menos tiempo tendrán para resolver los ejercicios y… el primero en arrastrar la silla se llevará un cero.

    Dado el mensaje, Snape regresó su atención a su propio material mientras tímidos murmullos comenzaban y algunos levantaban cuidadosamente sus sillas para juntarse. Draco ya estaba casi conforme con su destino, mientras veía a Weasley y a Granger lanzarle miradas pesarosas a Potter. Este se encogió de hombros, con una sonrisa resignada y se giró, analizando a las personas a su alrededor. Ya iba a llamar al chico tras él –que Draco reconoció como Justin Finch-Fletchley– cuando aquellas magníficas irises verdes captaron su mirada. El rubio vio al otro mirar hacia el pasillo –por donde sabía Pansy se estaba acercando, con silla y todo. Pero lo que le sorprendió fue el hecho de que el moreno se levantó rápidamente tomando su bolso y se dirigió hasta él.

    - Hey, Malfoy, ¿puedo trabajar contigo?

    - ¿QUÉ? – por increíble que parezca, no fue Draco quien prácticamente gritó eso con tanta incredulidad. Fue Pansy, pues Draco estaba absolutamente mudo. - ¡Por supuesto que no puedes, niño! Mi bebé los hará conmigo.

    Potter parpadeó y miró a Draco con una expresión enigmática. Entonces se dio de hombros.

    - Bueno, está bien… creo que trabajaré con Justin…

    - ¡No! – Draco se sorprendió a sí mismo con su negativa. – Bien, yo… quiero decir… - carraspeó, respiró y retomó la compostura. – No recuerdo haber aceptado hacer ese trabajo contigo, Pansy. Además, no recuerdo ni siquiera que me lo hayas pedido, al contrario de Potter.

    Pansy lo miró estupefacta.

    - Pero… ¡Bebé! ¡Debes estar bromea…!

    - Además – el rubio la interrumpió, extrañamente incentivado por la mirada divertida que Potter le dirigía – ya es hora de que anheles a otra persona. ¿Qué tal Finch-Fletchley?

    Justin Finch-Fletchley abrió mucho los ojos y se sonrojó con una rapidez increíble. Pansy puso un puchero. Potter se mordió el labio inferior para contener una sonrisa y se abrió paso, gesticulando hacia su silla.

    - Si tuvieras la gentileza de dejar esa silla para mí, puedes tomar la mía, Parkinson – dijo, claramente divertido.

    La chica bufó y golpeó un pie contra el suelo, pero Draco le lanzó una mirada helada y ella se fue a sentar al lugar indicado. Potter se sentó al lado de Draco y le regaló una sonrisa llena de dientes, que Draco retribuyó apenas arqueando una de las esquinas de la boca hacia arriba.

    - Primera parte del plan cumplida – dijo el moreno, sacando el material de su bolso.

    - ¿Qué plan? – Draco parpadeó. – No recuerdo que eso haya sido planeado.

    - Es una forma de hablar, Malfoy. El caso es que ya fue dado el primer paso para juntarlos.

    - Oh, sí. Sólo espero que aquél zoquete haga algo – desdeñó Draco.

    - No es un zoquete – murmuró Potter entre dientes, ya que Snape se aproximaba, distribuyendo las hojas.

    El profesor se estancó al verlos. Draco Malfoy y Harry Potter sentados lado a lado no era una escena nada común. ¡Mucho menos cuando parecían tan a gusto en esa situación! Snape cuestionó a su ahijado con la mirada, recibiendo de respuesta a un Draco levantando los hombros. Sólo entonces volvió a distribuir las hojas, sin dejar de desconfiar.

    El trabajo corrió perfectamente. Potter era excelente en matemáticas, a pesar de frecuentemente olvidar algún detalle o signo. Draco estaba aliviado por conseguir pensar bien teniendo aquellos ojos sobre sí todo el tiempo, en una cercanía preocupante; se perdía cuando sorprendía una rosada lengua humedeciendo los labios del otro; acompañaba los movimientos del moreno cuando discutían sobre el ejercicio; se encontraba con la boca seca…

    Esa cercanía era, sin duda, incómoda. Se había atrapado varias veces copiando los gestos de Potter, como revolverse el cabello, morder el lápiz o humedecerse los labios. ¿Cómo conseguía ese chico ser tan fascinante? ¡Cada gesto era agradable, hipnotizante! Por fin tocó la campana y Draco ralloneó la respuesta del último ejercicio apresuradamente.

    - ¡Ufa! ¡Justo a tiempo! – conmemoró Potter arreglando sus propias cosas. – ¡Hey, eres bueno en matemáticas! ¿Te gusta la materia?

    - Sí. Siempre me gustó – respondió manteniendo el tono de voz desprovisto de emociones.

    - ¡Harry! – ambos levantaron la mirada para encontrar a un Weasley indignado y a una Granger en shock. – Hiciste el trabajo con ese… ese…

    Draco se levantó, mirando al otro de arriba abajo con el labio superior curvado.

    - ¿Ese qué, Weasley? ¿Qué me ibas a decir? – desafió.

    - Ese bastar…

    - Basta, Ron – Draco se giró hacia Potter, sorprendiéndose con la expresión seria del moreno. – Hicimos el trabajo juntos, sí.

    - ¿Algún problema? – Draco no pudo evitar provocar al pelirrojo, recibiendo una mirada igualmente seria de Potter, lo que lo irritó bastante.

    - Tú… - Weasley hizo amago de avanzar, pero Granger y Potter lo aseguraron a tiempo.

    - Vámonos, Ron – llamó Granger.

    El pelirrojo obedeció, no sin antes amenazarlo de muerte con la mirada.

    - Voy a entregar el trabajo, Malfoy – Potter parecía extrañamente formal. – Nos vemos.

    Draco lo acompañó con la mirada, y la nariz dilatada. Ah, ¡cómo quisiera estrangular a aquel pelirrojo! Era su culpa la reacción seria del moreno. ¡Se habían llevado bien durante toda la clase! Maldito Weasley.

    Tomó su bolso y dejó el aula tras Potter. Ni siquiera notó que Pansy no lo había seguido, ya que estaba conversando animadamente con su compañero de trabajo. Mucho menos notó la mirada que su padrino le lanzó. Mantuvo una cierta distancia del otro mientras lo seguía. Potter se giró en un pasillo y Draco casi lo hace también, pero escuchó la exaltada voz del pelirrojo y se recargó en la pared, tan sólo escuchando.

    - ¡Harry! ¿Qué te pasa? ¿Por qué defendiste a aquella bestia?

    Draco estrechó los ojos, pero se contuvo.

    - Porque él no hizo nada malo, Ron – respondió Potter cansadamente.

    - ¿Nada malo? ¡Oh, es obvio que él tenía alguna cosa en mente al llamarte apra ser su pareja! ¡Mínimo quería llevarse un diez a tu costa!

    - Oh, no creo que sea muy prudente pensar de esa forma, Ron – intervino Granger, sabiamente. – Todo mundo sabe que hacer equipo con Harry sería correr el riesgo de sacar cero. Creo que hasta fue bueno que Harry haya trabajado con Malfoy, pues Snape no se atrevería a darle una mala nota a él.

    Draco no pudo dejar de estar de acuerdo. A pesar de no tener clase, la chica tenía cerebro. Al contrario de Weasley…

    - Exactamente – acordó Potter. – Además, fui yo quien sugirió que trabajásemos juntos.

    Draco pudo visualizar mentalmente la cara de pez muerto que Weasley estaba haciendo en ese momento.

    - ¿Cómo? ¿Estás loco, Harry? ¡Estás jugando conmigo! ¿Por qué harías eso? Sabemos que él es un hijo de…

    - No, Ron – Potter intervino antes de que Granger comenzase a rabiar y el rubio se sorprendió nuevamente con la vehemencia de la defensa de Potter. – No niego que creía que era un riquillo mimado, pero ya no pienso así.

    La pausa probablemente era para asegurarle a Granger que tenía las ideas en su lugar, pues hasta Draco creyó extraño escuchar eso directamente de la boca del moreno. Se sintió extrañamente más ligero y sonrió sarcásticamente al imaginar la mandíbula del pelirrojo colgando de incredulidad.

    - Eso escuchaste, Ron. Estoy teniendo la oportunidad de conocer otro lado de Malfoy. Nos hemos llevado muy bien en los entrenamientos y corriendo por el parque…

    - ¿Cómo? ¿Corriendo en el parque? Tú no… ¡tú no has ido en estos días! No me has llamado a mí ni a Mione para hacer ejercicio… ¡Entonces es eso! ¿Estás corriendo con él?

    - Sí, ¿cuál es el problema en eso?

    Potter estaba perdiendo la paciencia y Draco estaba encontrando eso cada vez más divertido. ¡Cuál no sería su placer al causar una pelea entre esos dos! Al final, fue dejado de lado por ese pobretón a los once años, nada más justo que tener a Potter sólo para él, ¿no? Bueno… eso sonó un poco extraño, pero en fin… Potter continuó hablando.

    - ¡A él le gusta hacer ejercicio! ¡Me acompaña porque le gusta, no porque se siente obligado a darme atención! ¡Por increíble que parezca, no se queja de cansancio, ni está mirando el reloj todo el tiempo, ni se impacienta porque el paseo termine antes de que me relaje!

    Hasta el mismo Draco tenía los ojos totalmente abiertos ahora. ¡Imagínese a Weasley y a Granger!

    - Ron, Harry, vamos al salón. El profes… - la chica intentó calmar la situación, pero Weasley no parecía ni un poco dispuesto a colocarle el punto final a aquella conversación.

    - ¡No puedo creer que estés cayendo en esa, Harry! – se escandalizó. - ¡Es un maldito mentiroso! ¡Está fingiendo! ¡Está haciéndote creer que es bueno, probablemente para tirarte lejos después! Mínimo quiere encontrar la manera de sacarte del equipo, o incluso descubrir alguna información valiosa de ti para extenderla por todo Hogwarts…

    - Es suficiente, Ron – para profunda decepción de Draco, Potter no parecía más enojado, solamente demasiado cansado. – No va a encontrar nada que me comprometa, ni me importa lo que piensen de mí. Además, no creo que intente sacarme del equipo… - suspiró antes de continuar. – Escucha, Ron, no te estoy pidiendo que lo aceptes, simplemente ignóralo, ¿sí? No estoy dispuesto a pelear contigo por causa de nade.

    Hubo segundos de aprensión en los cuales Draco se tuvo que contener para no girar la esquina y quebrarle la cara a aquél pelirrojo imbécil. ¿Cómo Potter lo soportaba como mejor amigo? ¿Cómo pudo haber sido cambiado por alguien de tan poca clase?

    - ¿Vamos al aula? – intentó de nuevo Granger. – Tenemos que encontrar buenos lugares, ¿qué opinan?

    - Vamos – murmuró Weasley, pareciendo un poco más tranquilo.

    Pues sí… otra vez será.

    ---------------

    Fue interesante la manera en cómo Draco tomó su bolso de deportes y se dirigió al club esa noche, casi automáticamente. Cuando se dio cuenta, estaba parpadeando para acostumbrarse a la claridad del lugar. La mayoría de los aparatos estaban ocupados, pero había dos bicicletas posicionadas estratégicamente con vista a la cancha. Draco se mordió el labio inferior. Quería creer que no estaba ahí por Potter, pero sólo un leve desespero le llevó a tomar una de las bicicletas cuando una chica tomó la otra. Corrió al aparato vacio antes que alguien más lo hiciera, cayendo en la cruda verdad.

    Allá estaba Potter, dando lo mejor de sí al deporte del cuál era apasionado. Haciendo todo con una pasión evidente; riendo y contagiando a sus demás compañeros con su carisma; ignorando las miradas codiciosas que le eran dirigidas…

    Draco no se conformaba. ¿Por qué tenía que estar tan obsesionado por el chico? ¿Por qué tenía que ser tan infantil y necesitado? ¿Por qué? Potter sólo estaba siendo gentil y agradable con él y Draco ya no podía imaginarse sin sus conversaciones por el chat, sin los entrenamientos, sin observarlo, sin los encuentros en el parque, las sonrisas, aquella deliciosa carcajada…

    “Oh, cielos. ¡Eso es degradante!” pensó, parando para tomar agua. “¡De esa manera voy a tener que cambiar de nombre e irme a vivir a alguna isla desierta!” ¡No! ¡Nunca se cambiaría de nombre! Y… bueno… ¿podría Potter hacerle compañía en la isla? Sacudió la cabeza para librarse de esos pensamientos. Volvió su atención hacia… bien… ¡hacia Potter!

    Pensó en ir a los vestidores de la cancha para tomar un baño, pero el moreno no estaría solo, así que de nada serviría. Tomó un baño en el club y fue a casa. Natalie le había dicho que todo sería más fácil en el momento que admitiera lo que sentía, pero ¿por qué aún no podía comprender lo que pasaba por su mente? Lo peor de eso tal vez había sido quedarse contemplando las dos irises verde esmeralda en la pantalla del celular antes de finalmente apagar la luz de su propia habitación y rendirse al sueño.

    ------------------

    En el próximo capítulo...

    - Mucho gusto, yo soy Mellanie Pontner – la chica extendió la mano, que Harry aceptó lerdamente. – Pero me puedes llamar Mel.

    Potter abrió la boca varias veces, pero fue Draco quien habló, aproximándose.

    - Hey, Mel – dijo desdeñosamente, mirando a la chica de arriba abajo. – Estoy seguro de que Potter está encantado de conocerte, pero acabamos de terminar un entrenamiento particularmente exhaustivo y, si nos lo permites, vamos a tomar un baño ahora.

    - Hey, nenita – devolvió ella en el mismo tono provocador, mirándolo también de arriba abajo nada inocentemente. – Draco Malfoy, ¿cierto? ¿Por qué tú no vas a tomar un baño y me dejas tener una conversación a solas con Harry?


    QUOTE
    Notas del Autor: ¡Oieees! ¿Alguien ya se dio cuenta de lo que Natalie pretende con toda esa historia de la obsesión? Bueno, déjenme esclarecer algo para que no me maten… Natalie quiere que Draco admita lo que realmente siente. Si ella llegase y le dijese que está enamorado, ¡él explotaría! ¡Su reacción sería imprevisible! ¡Ella quiere que él lo descubra solo! ¿No es lo máximo? Ah, y no desesperen, ¡ahora el rubio está mucho más cerca de darse cuenta!

    ¡Amé escribir aquella clasesilla de Snape! ¡Es fantástico! Miren nada más todo el discurso que dice para justificar el trabajo en equipo o.O

     
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85 replies since 18/3/2012, 01:41   16784 views
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