Green Eyes (Harry/Draco - Sirius/Remus): Epílogo [FINALIZADO] - AGRADECIMIENTOS

Autora: Amy Lupin Traductoras: anali_snape y Hermione

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  1. Kari Tatsumi
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    Capítulo Dieciséis

    Piel morena




    El miércoles, Draco estaba sentado cerca de Potter en la clase de Estadística. Lupin resolvía de nuevo un ejercicio kilométrico atendiendo el pedido de algunos alumnos, pero el rubio no tenía ninguna duda al respecto del tema. ¿Entonces qué quedaba para pasar el tiempo? Beber cada movimiento de Potter con los ojos, obviamente. El moreno también parecía haber entendido el tema, ya que estaba sentado en la orilla de la silla, casi recostado, con las piernas abiertas y las manos debajo de la mesa, de modo que pudiese usar el celular clandestinamente.

    La mirada que Draco le daba al chico era aquella que Pansy había descrito como hambrienta y estremecedora. Tenía los labios ligeramente entreabiertos y los ojos atentos. Observaba desde los leves e insistentes golpecitos de los tenis contra el suelo hasta los movimientos inconscientes de la boca. Estaba tan concentrado que brincó unos quince centímetros cuando su celular vibró junto a su pierna.

    Se agarró a los bordes de la mesa y cerró los ojos respirando profundamente para calmar sus acelerados latidos por el susto. Su movimiento repentino había provocado un arrastre de la silla y él podía sentir las miradas curiosas que le estaban dirigiendo. Decidió esperar un poco para que la atención se dispersase. ¿Sería Pansy enviándole un mensaje? ¿Acaso ella se había dado cuenta de las miradas que le estaba lanzando a Potter, desde su lugar en el fondo? ¡Ah, la estrangularía!

    Pasado algún tiempo, por fin creyó seguro abrir los ojos. La atención de la clase había vuelto al pizarrón y sólo entonces juzgó seguro meter la mano en su bolsillo, copiando la posición de Potter para ocultarse. Sus ojos se abrieron hasta lo imposible cuando abrió el mensaje y leyó el nombre del remitente: Ángel.

    “Estoy aburrido y con hambre. ¡Esta clase parece nunca acabar! Y mira que amo la estadística. ¿Mucho trabajo?

    Draco mordió su labio inferior con una de las esquinas de la boca arqueándose levemente hacia arriba. ¡Era tan bueno saber que no era el único en apreciar sus conversaciones! Trató de responder inmediatamente.

    “No, hoy está bastante tranquilo. Voy a tener que buscar algo interesante que hacer por la tarde.”

    Envió el mensaje y miró a Potter sonreír ligeramente al leerlo, después sus dedos trabajaron rápidamente hasta que el aparato de Draco volvió a estremecerse.

    “Tampoco tengo nada que hacer hoy. ¿Qué opinas de que juguemos algo?”

    El prototipo de sonrisa de Draco evolucionó algunos milímetros y él se puso a responder.

    “No opino nada. ¡Estoy seguro de que te voy a MASACRAR!”

    Aquello que Potter tenía en el rostro al leer el mensaje era una sonrisa verdadera, como sólo él sabía darlas.

    “En tus sueños. Hasta luego.”

    “Nos vemos.”

    ---------------

    Draco salió de la peluquería desactivando la alarma de su BMW y entró al auto. Era jueves, lo que significaba que Lucius estaría de regreso y que no debía atrasarse para el trabajo. Acomodó el retrovisor de modo que pudiera admirar su nuevo corte de cabello. No era muy diferente al anterior, sin embargo sí más corto. Ahora el fleco no le molestaba en los ojos, pero tampoco era posible colocarlo tras las orejas. Dio una sonrisa sarcástica a su propia imagen y guiñó un ojo, volviendo a posicionar el espejo correctamente.

    Arrancó el auto e hizo camino hacia su oficina, conservando la media sonrisa en el rostro. Siempre que quería desafiar a su padre, se cortaba el pelo. O por lo menos desde sus quince años, cuando descubrió la eficiencia de esa táctica. Desde entonces, Lucius no decía nada sobre aprobar o no sus cortes tan cortos, pero Draco sabía que eso irritaba al hombre profundamente.

    Tan pronto como llegó al recibidor, encontró a Natalie al teléfono. Se detuvo frente a ella mirándola directamente a los ojos con aquella sonrisa provocativa tan Malfoy. Natalie, sonriendo, terminó la llamada y puso el teléfono en su lugar.

    - ¡Draco! – exclamó divertida.

    - ¿Te gusta? – preguntó el rubio girando la cabeza para mostrarle el efecto desde diferentes ángulos.

    - Te queda muy bien – después su expresión se volvió desconfiada. - ¿Qué estás planeando esta vez, eh?

    Draco se enderezó y le guiñó un ojo.

    - Después, después lo sabrás. Estoy seguro de que mi padre me va a llamar para tener una conversación agradable tan pronto como él llegue. Avísame inmediatamente, ¿sí?

    - Por supuesto, Sr. Malfoy – respondió ella eficiente y Draco finalmente caminó hasta su oficina, sabiendo que la había dejado extremadamente curiosa.

    Se sentó frente a la computadora y al momento ya estaba en el chat platicando con Ángel.

    Príncipe Slytherin dice: ¿Ya te conformaste con la derrota de ayer?

    Había pasado prácticamente la tarde entera jugando por internet y Draco había cumplido lo que había dicho sobre masacrarlo.

    .:Ángel:. dice: ¡Nunca! ¡Quiero la revancha!

    Príncipe Slytherin dice: Cuando quieras.

    .:Ángel:. dice: Oh, mejor no. Basta de humillación. Eres bueno, amigo.

    Príncipe Slytherin dice: Lo sé.

    .:Ángel:. dice: ¡Y modesto!

    Príncipe Slytherin dice: Modesto no, sincero sí. Siempre.

    .:Ángel:. dice: Pfff. Ok, me rindo. ¿Nada para hacer hoy?

    Príncipe Slytherin dice: Por lo mientras. Dentro de poco mi escritorio va a estar abarrotado, por eso quise garantizarte que tendrías otra amarga derrota una vez más.

    .:Ángel:. dice: Graciosito.

    Príncipe Slytherin dice: ¿Cómo estuvo tu clase de piano ayer?

    .:Ángel:. dice: ¡Excelente! Finalmente conseguí pasar una lección bastante complicada… pero me gané otra aún peor como recompensa… nadie merece a Czerny.

    En ese momento el teléfono sonó dos veces y Draco atendió de inmediato.

    - Malfoy.

    - El Sr. Malfoy llegó – informó Natalie. – Te está esperando.

    - Está bien.

    Colgó el teléfono y volvió a escribir.

    Príncipe Slytherin dice: Lo siento mucho, me tengo que ir. Tal vez no vuelva hoy.

    .:Ángel:. dice: No hay problema. Hasta mañana.

    Dejó su oficina y miró a Natalie, desordenándose los cabellos platinados.

    - ¿Está bien así, Natalie?

    - Está… rebelde – arqueó ella una ceja, dividida entre la diversión y la reprimenda.

    - Perfecto. ¡Hora del show! – ya le había dado la espalda cuando se giró de nuevo. – Ah, sólo algo más. ¿Tu esposo maneja?

    - ¿Cómo? – preguntó la mujer, pareciendo confusa con la pregunta.

    - Sólo responde – dijo Draco, impaciente.

    - Sí, maneja, pero…

    - Adiós, Natalie.

    Salió hacia el corredor y caminó lentamente hasta el recibidor vecino, empeñándose en congelar sus facciones en una expresión intimidante. Popkin lo esperaba, con el maquillaje cargado y sus senos casi totalmente expuestos.

    - Buenas tardes, Sr. Malfoy – Draco la miró desdeñoso, desde los finísimos tacones altos hasta el último cabello teñido de rubio, y crispó el labio, sintiendo una creciente antipatía por la joven. – P-puede entrar – tartamudeó la chica, ante la fría expresión de Draco.

    Él le dio la espalda a la secretaria y golpeó la puerta, antes de entrar. Se giró y miró a su padre fríamente, como ya era esperado.

    - Buenas tardes, Lucius – saludó, conteniendo la sonrisa burlesca al mirar los ojos de su padre subir hasta sus cabellos y descender con algunas chispas de hielo más.

    - Buenas tardes. Siéntate, por favor – aquella falsa cordialidad era peligrosa, pero Draco no tenía miedo esta vez. Contaba con algunas cartas bajo la manga.

    Se sentó frente al hombre y apoyó el tobillo derecho en la rodilla izquierda, colocando una mano displicentemente en su muslo. Tuvo que contenerse nuevamente para no reír ante la clara desaprobación de su padre.

    - ¿Qué significa esto? – Lucius le extendió el cheque de Natalie, que Draco aceptó y analizó.

    - Es el cheque de mi secretaria – respondió impasible.

    - Eso es obvio. Umbridge me contó que le obligaste a alterarlo.

    Draco soltó una sonrisita burlona. Siempre podía contar con Umbridge para que chismeara sobre su actitud.

    - Yo no la obligué. Le di una orden y, siendo tu hijo, creí que ella me debía obediencia. Finalmente, fue usted mismo quien me enseñó a ser persuasivo, ¿no?(1)

    Lucius lo estudió por algunos segundos, sin emoción alguna.

    - No admito que pases por encima de mis órdenes ni que te tomes providencias aquí dentro sin mi consentimiento – dijo por fin, entrelazando los dedos.

    - Pretendo tener tu consentimiento ahora mismo – Draco devolvió la misma mirada impasible.

    - Oh – Lucius arqueó una ceja. - ¿Y cómo, exactamente, pretendes hacer eso?

    - Siendo persuasivo – Draco dio de hombros y Lucius arqueó aún más la ceja, pareciendo levemente intrigado. – Pero primero respóndeme, padre, ¿por qué tu secretaria ganaría el cuádruple de la mía cuando es más que obvio que Pritchard posee mucho mayores cualificaciones que Popkin?

    - ¿Y por qué yo te debo explicaciones? – devolvió Lucius, suavemente.

    - ¡Caray, pues porque puedo tener ideas equivocadas! – Draco se encogió de hombros otra vez. – Por ejemplo, ¿qué, como tu hijo, pensaría yo al respecto de que una joven que pasa considerable parte de su tiempo de trabajo en tu oficina, usando ropas mínimas e insinuantes, ganando un salario absurdamente generoso para su función? Podría pensar que ella está haciendo algunas actividades extras…

    - ¿Qué estás insinuando, Draco? – ahora sí, había una llama amenazadora en aquellos ojos helados, estrechados amenazantes.

    - Absolutamente nada. Pero por la forma en que usted se indignó con mi ejemplificación, podría pensar que pueda usted estarse sintiendo culpable de algo…

    - No admito que me hables así, chiquillo – silbó Lucius dilatando la nariz.

    - Perfecto – dijo, casual. – Entonces a usted no le importaría si de alguna forma esa discrepancia de salarios escapase de mi boca en alguna ocasión familiar… usted entiende: yo, usted, mi madre…

    - Insolente. No serías tan estúpido de hacer eso – por fin parecía haber tocado el punto exacto. Lucius se había inclinado hacia el frente y su voz había salido cargada de indignación y desafío.

    - Claro que no – respondió Draco secamente. – No es de mi interés sembrar la discordia entre mis propios padres. Conozco a mi madre y sé que quedaría devastada si llegase a desconfiar de usted. Pero, para evitar que algún día ella desconfíe, sugiero que el señor acepte el aumento de salario de mi secretaria.

    Lucius sonrió sarcástico. Ciertamente había sido él quien le enseñara todas aquellas tácticas a su hijo, pero nunca imagino que sería víctima de ellas. Podría sentirse orgulloso de Draco si no estuviese tan irritado.

    - ¿Alguna otra sugerencia, Draco? – preguntó, mordaz.

    - La verdad es que sí – Lucius arqueó de nuevo una ceja. – Le sugiero que despida a Stebbins y contrate al esposo de Pritchard como chofer de mi madre.

    - ¿Y por qué haría eso? – preguntó el hombre, desconfiado.

    - Porque no me gusta la manera en que Stebbins mira las piernas de mi madre.

    - ¿Cómo? – Lucius parecía alarmado y Draco rió internamente al notar una pequeña arruga formándose en la frente del hombre. - ¡No se atrevería! ¡Trabaja para la familia desde hace siete años! ¿Por qué nunca me lo dijiste, Draco?

    Draco se encogió de hombros antes de responder.

    - No creo que haya algún real problema. Mi madre sólo tiene ojos para usted, todo el mundo lo sabe.

    “Qué pena que no pueda decir lo mismo de usted”, agregó mentalmente, mientras veía a Lucius tocarse el mentón pensativo. Bien merecido se lo tendría si Narcisa le pusiera los cuernos en la frente, pero era innegable lo enamorada que estaba ella de su esposo. Tan enamorada que no veía –o no quería ver– ciertas evidencias.

    - Manda a Pritchard a conversar conmigo – ordenó Lucius y Draco se levantó, satisfecho.

    - Sí, señor.

    - Y toma algunos documentos con Popkin. Necesito que estén listos para mañana, ¿escuchaste bien?

    - Sí, señor.

    - Vete – dispensó secamente, girándose a su computadora como si Draco se hubiera evaporado en el aire.

    Sólo entonces Draco se permitió sonreír de lado y dejó la sala. Tomó los documentos con Popkin y fue recibido por los inquisidores ojos de Natalie.

    - Mi padre quiere hablar contigo – informó como si fuera la cosa más común del mundo. – Y no quiero ser incordiado por ninguna circunstancia hoy.

    Natalie había abierto la boca para decir algo, pero Draco le dio la espalda y entró a su oficina. No recibió ninguna llamada y dejó el lugar media hora más tarde de lo normal, por lo tanto no encontró ni señal de Natalie. Sonrió hacia la silla vacía de la secretaria. Al día siguiente no tendría cómo escapar de ella.

    ---------------

    Al anochecer, Draco se dirigió hasta la universidad para el entrenamiento de voleibol. Antes de dejar el auto, bajó el retrovisor otra vez. Aún era extraño mirarse al espejo, pero estaba más que satisfecho con su nuevo corte. Pasó los dedos por los cabellos rubios. ¿Qué pensaría Potter de su nueva apariencia? Su mirada se tornó dura al mismo tiempo que ese pensamiento cruzó su mente y acomodó el espejo, dejando el auto.

    ¿Qué le importaba lo que Potter pensara de su apariencia? ¿Qué importancia tendría la opinión del chico? Ninguna, ¡absolutamente! Potter probablemente ni notaría la diferencia. Y de algún modo eso le molestaba, por más que intentara negarlo. Entró a la cancha y vio a los demás jugadores ya con uniformes, esperando por la entrenadora. Respondió a los saludos con un asentimiento de cabeza y fue hacia los vestidores para cambiarse. Cuando regresó, Madame Hooch ya lo esperaba.

    La primera mitad del entrenamiento corrió perfectamente. Potter fue colocado en el mismo lado de la cancha que Draco y ambos jugaron en sincronía perfecta. El rubio se hacía el cabello hacia atrás todo el tiempo y sólo entonces se recordaba que ya no tenía fleco que le estorbara en los ojos. Por suerte nadie parecía reparar en eso. Cualquiera pasaba por eso, de todos modos. Era una costumbre, nada más. No era tan fácil terminar con las costumbres…

    El calor estaba insoportable y los obligaba a interrumpirse todo el tiempo para tomar agua. Todos los chicos se había quitado la playera en un abrir y cerrar de ojos, ya que la entrenadora no parecía importarse con ello. Todos excepto Potter, por supuesto. Después de cuarenta minutos entrenando, Madame Hooch pitó dándoles unos minutos de descanso mientras ella iba a la cafetería.

    - ¡Ufa! Este calor me está matando hoy – dijo el moreno, abanicándose con la playera y sentándose en el suelo mientras los otros tres se acomodaban en los bancos a su alrededor.

    - Oh, sin duda. Hace que nos cansemos más rápido – dijo Jordan y Finnigan concordó con un asentimiento.

    Draco permaneció en silencio, estirando las piernas en el banco que ocupaba solo y soplando a su propio pecho para crear alguna brisa agradable. Observó a Potter estirarse en el suelo y gemir cuando la piel desnuda de sus brazos entró en contacto con el frío suelo.

    - ¡Ow, está heladito! – rodó en el suelo para pegar el rostro y el pecho al piso.

    Draco rodó los ojos, en un gesto de descanso –o tal vez para impedir que sus ojos admirasen la espalda del moreno y cierta protuberancia más abajo…

    - ¿Por qué nunca te quitas la playera, Potter? – acabó preguntando, arrastrando la voz.

    El chico levantó la cabeza mirándolo con una ceja arqueada en duda.

    - ¿Eh?

    - ¿Por qué no te quitas la playera? – repitió sin emoción. - ¡Tan sólo te quejas!

    Potter alzó aún más la ceja.

    - Pues… yo… ¡no sé! – se encogió de hombros, volviendo a apoyar la cabeza en el suelo.

    - Es cierto – dijo Jordan rascándose pensativamente el mentón. – No recuerdo que te la hayas quitado en algún entrenamiento. Nunca había reparado en eso…

    Draco se congeló con esas palabras. ¿Por qué él sí había reparado en eso, eh?

    - Ni yo – aceptó Finnigan. - ¿Algún motivo especial?

    Potter se sentó en el suelo, estirando las piernas y apoyando el peso de su tronco en las manos.

    - No – dijo. – Simplemente creo que no resuelve nada… ¿o me van a decir que tienen menos calor sólo por quitarse la playera?

    - Por supuesto que tengo calor – se adelantó Draco. – Pero por lo menos no tengo la playera pegándoseme al cuerpo e impidiendo que la poca brisa entre en contacto con mi piel…

    … pálida, distinta, graciosa, elegante, diría. Pero creyó mejor interrumpirse ahí. Potter parecía pensativo mientras los otros lo miraban, expectantes. El chico estiró el cuello pretendiendo ser discreto al analizar las gradas. Había algunas chicas risueñas que cuchicheaban en medio de las escaleras, sin quitar los ojos de los jóvenes. Hasta que finalmente se encogió de hombros y se quitó la playera, tirándola hacia el banco a los pies de Draco, errando sus espinillas por milímetros.

    Mientras tanto, Draco no estaba exactamente en condiciones para protestar ahora. También intentaba ser discreto al observar el abdomen del moreno, que había vuelto a estirarse en el suelo, gimiendo al recostar la piel sudada en la superficie helada. No era nada prudente lo que el chico hacía, provocando ese choque térmico en su cuerpo, pero Draco lo seguiría si no creyese mucho más difícil tener esa visión privilegiada si se recostaba a su lado. Casi había olvidado cuán admirable… digo, envidiable era aquél cuerpo atlético y suave… ¡Oh, cielos!

    - ¡Vamos, chicos! – la voz de la entrenadora causó un leve sobresalto en el rubio.

    Los cuatro se pusieron de pie y volvieron al entrenamiento. Esta vez, Potter hizo pareja con Finnigan mientras Jordan estuvo en el mismo lado que Draco. Oh, fue mucho más difícil concentrarse esta vez. El movimiento que los músculos del moreno hacían a cada toque del balón eran… ¡hipnotizantes! Si no estuviese tan compenetrado en prestar atención al juego y aún observarlo furtivamente en el breve instante de expectativa por los saques, Draco se habría dado cuenta de que no era el único cautivado por la visión. ¡Las chicas en las gradas estaban eufóricas! Si un Draco Malfoy sin playera ya era un espectáculo, ¿qué se diría de Draco Malfoy y Harry Potter al mismo tiempo?

    - Es suficiente por hoy, chicos – Madame Hooch pitó. - ¡Cada día mejores! Su preparación física es excelente – agregó, mirando directamente a Potter, que bajó la mirada, un poco sin gracia, y después hacia Draco, quien infló el pecho. – ¡Me parece que se han ejercitado paralelamente y eso es genial! Continúen así. ¡Hasta el próximo entrenamiento!

    Como de costumbre, Finnigan y Jordan se dirigieron los vestidores mientras que Potter y Draco se preparaban para los ejercicios de relajación. En ese momento, el rubio pudo escuchar las risas indecentes que venían desde las gradas. Con una sola mirada pudo percatarse de que eran ellos dos el espectáculo de la noche, pero por alguna razón eso no le gusto en lo absoluto. Entrecerró los ojos y continuó ejercitándose. Al menos, Potter no parecía estar prestando atención a las muchachas y eso lo dejó un poco más aliviado. No era que realmente le importara la reacción del moreno, pero… ¡aquellas risas eran realmente molestas! Echó una mirada más a las gradas y sorprendió a la mayor de las muchachas que se ponía de puntitas para tener una mejor vista de Potter, quien se estiraba en el suelo con los ojos cerrados, respirando suavemente. Entrecerró los ojos y le lanzó a la chica una mirada asesina. Sin embargo, la joven ni se inmutó, se volvió a sentar para reír con las otras.

    Demoró algún tiempo el que los otros chicos dejasen los vestidores y el rubio ya estaba más irritado que nunca.

    - ¡Por fin! – dijo cuando ellos dejaron los vestidores. - ¡Pensé que se iban a pasar toda la noche en la regadera!

    Los dos muchachos rodaron los ojos y se despidieron ignorando el comentario ácido del rubio. Finalmente podría estar libre de aquellas muchachas irritantes. Caminó delante encarando a las muchachas –que habían dejado de cuchichear– con los ojos entrecerrados, mientras Potter recogía su camisa y caminaba lentamente pareciendo un poco somnoliento. Entonces, el rubio notó que faltaba una de las muchachas, pero no tuvo tiempo pensar en nada más. La muchacha más grande (y escandalosa) pasaba justo frente a él en dirección al moreno. Era rubia, con el cabello rizado y largo hasta los hombros y usaba una talla de pantalón probablemente tres veces menor al de su complexión. Una blusa azul marino muy justa y tan corta que revelaba un piercing en el ombligo.

    - ¡Hey, Harry! Harry Potter, ¿no?

    - ¿Hum? – Potter levantó la mirada, confundido. – Oh, sí. Soy yo – confirmó, medio sin gracia.

    La chica pasó los ojos por la cicatriz del otro, que un espacio libre entre las mechas del cabello revuelto revelaba.

    - Mucho gusto, yo soy Mellanie Pontner – la chica extendió la mano, que Harry aceptó lerdamente. – Pero me puedes llamar Mel.

    Potter abrió la boca varias veces, pero fue Draco quien habló, aproximándose.

    - Hey, Mel – dijo desdeñosamente, mirando a la chica de arriba abajo. – Estoy seguro de que Potter está encantado de conocerte, pero acabamos de terminar un entrenamiento particularmente exhaustivo y, si nos lo permites, vamos a tomar un baño ahora.

    - Hey, nenita – devolvió ella en el mismo tono provocador, mirándolo también de arriba abajo nada inocentemente. – Draco Malfoy, ¿cierto? ¿Por qué tú no vas a tomar un baño y me dejas tener una conversación a solas con Harry?

    Draco entrecerró los ojos y soportó su mirada por algunos segundos antes de lanzarle una mirada inquisidora a Potter. El chico tenía la boca ligeramente abierta y parpadeó un poco, sin saber qué decir. Entonces asintió. Draco bufó y les dio la espalda, entrando en los vestidores. Pero si esa chica estaba pensando que él no se enteraría de lo que pasaba, estaba muy equivocada. Se recargó en la puerta, agudizando el oído.

    Harry estaba más que avergonzado. Se rascó la cabeza una vez más y finalmente encontró algunas palabras, intentando, por todo el mundo, no sonrojarse ante aquella mirada hambrienta que estaba sobre él.

    - Mira, tal vez... tal vez debería también ir a tomar un baño y… después podamos conversar…

    - No, no, no. Estás muy bien así – ronroneó acercándose peligrosamente al moreno que se apartó. – Adoro a los hombres sudorosos.

    Un paso más hacia atrás y Harry estaba contra la pared, con los ojos un muy abiertos.

    - Bueno, Pont... quiero decir, Mel. ¿De qué, exactamente, quieres hablar conmigo?

    - Tu timidez me vuelve loca ¿sabes? – la muchacha extendió sus manos sobre su pecho, caminando para cortar la distancia entre ellos. Harry abrió aun más los ojos y movió a un lado la cabeza esquivando los labios de la muchacha.

    - Pontner, creo que podríamos dejar ésta conversación para otra ocasión. Estoy cansado, sucio…

    - Escurridizo – completó con una sonrisa bastarda atrapándolo nuevamente contra la pared. - Provocativo...

    Antes de que el moreno pudiera hacer algo más, estaba siendo adherido firmemente contra la pared, y con los labios de la muchacha sobre los suyos, forzándolo a corresponder un beso nada suave. Murmuró algo e intentó empujarla -y ser gentil al mismo tiempo- fallando terriblemente. La muchacha, además de estar a su altura y su masa muscular, también tenía mucha determinación. Demasiada determinación.

    Draco estaba casi enterrando las uñas en las palmas de su mano causándose un dolor de cabeza de tanto que apretaba la mandíbula. ¿Acaso aquella muchacha no entendía que él no quería nada con ella? ¿Era tan difícil darse cuenta de eso? ¿Y qué significaba aquel silencio? Con cuidado, se asomó hacia fuera y entornó los ojos cuando vio a aquella perra presionando al moreno contra la pared ¡exigiendo un beso que él no quería! ¡Sí, porque eso era más que obvio! No sólo porque estaba hablando entre dientes y tratando de apartarla con las manos. ¡Muchacha ofrecida!

    Se giró hacia el interior del vestuario y le dio una patada a un armario para dar rienda suelta a la rabia que sentía y las ganas de estrangular aquél pescuezo. El resultado fue un estruendo de unos zapatos golpeando el metal, que se abrió tirando las escobas y trapeadores; sumergió su cabeza en las manos. El aire escapó de sus pulmones y Draco aguzó el oído nuevamente.

    Harry finalmente consiguió apartar a la muchacha debido a su distracción causada por el ruido.

    - Hum, creo que Malfoy necesita ayuda. Adiós – dijo el muchacho y sin darle tiempo para reaccionar caminó rápidamente hacia los vestidores.

    La primera cosa que pasó por la cabeza de Draco fue: ¿Sospechaba él que lo estaba espiando? ¿Acaso pensaría que había hecho aquel escándalo a propósito para interrumpir aquella escena? Más que rápido salió de en medio de las cosas tiradas y se quitó los tenis de un jalón, al igual que el short, tirándolo sobre el banco y se sentó para quitarse las calcetas con calma, como si no hubiera estando jadeando.

    Potter llegó un segundo después, todavía tenía los ojos muy abiertos y miró las cosas amontonadas en el suelo y después a Draco, quien se encogió de hombros disimuladamente empezando a quitarse la otra calceta. El moreno, sin aliento, se sentó junto a él en el banco, haciéndolo querer levantarse y salir corriendo hacia el baño. Pero Draco permaneció donde estaba recogiendo los tenis y los calcetines del asiento.

    - ¿Qué pasó? – preguntó Potter finalmente.

    - ¿Qué voy a saber? –Respondió con sarcasmo – Esa lata vieja se abrió sola y escupió todo al suelo. Probablemente algún imbécil abarrotó el armario y lo cerró con mucha presión. Arruinó tu fiestecita ¿no?

    Intentó disimular la amargura de su voz levantándose y poniéndose una toalla sobre el bóxer. Sólo entonces se quitó la única prenda que le quedaba y se giró hacia el baño. No vio a Potter pasar las manos por el cabello, pero sí pudo escucharlo suspirar.

    - Dímelo a mí, hombre. ¡Creí que me iba a ahogar con aquel beso! ¡Diablos!

    - Pero parece que te gustó –desdeñó - ¡Hasta estás suspirando!

    - Hombre, ¿y qué querías que hiciera? – se defendió el otro - ¿Que llorara? ¿O que la empujara contra la pared para que cayera inconsciente?

    “No sería una mala idea” reflexionó el rubio. Oyó el ruido de la ducha al lado.

    - Fue un mal beso, ¿entonces?

    - ¡Qué sé yo! ¡No estaba en condiciones de analizar el beso, Malfoy! Ella me tiró contra la pared y me contuvo… ¡Argh! ¡Qué rabia! ¡Nunca me vuelvo a quitar la playera en un entrenamiento! ¿Escuchaste?

    - Como si fuera mi culpa, ¿no? – Draco no pudo impedir que una sonrisa irónica invadiera su rostro ante la indignación del muchacho. Sólo Potter se lamentaba por haber sido enganchado…

    Ahora que todo estaba bajo control podía encontrarle gracia a la historia… No era que Mel estuviera libre de su eterno odio…

    Permanecieron en silencio durante el resto del baño. Cuando escuchó que la ducha de al lado era cerrada, Draco decidió aventurarse a salir del baño también. Nunca lo admitiría, pero estaba ansioso por observar furtivamente algún pedazo de piel morena que llevaba tanto tiempo oculta de aquellos dos ojos curiosos. Después de todo, él era una de las pocas personas privilegiadas que podía admirarlo sin parecer extraño… Bueno, ¿eso mismo no parecía extraño?

    - Te quedó bien – escuchó al moreno decir.

    - ¿Qué? – Draco aún estaba perdido en sus pensamientos, después de haber visto por el rabillo del ojo aquella espalda ancha cubierta por gotitas de agua.

    - Tu cabello – Draco parpadeó varias veces, después se giró, encontrándose con dos esmeraldas mirándolo en el espejo. – Es corte te hace ver más maduro. Y por lo menos ya no tienes fleco que te moleste durante los entrenamientos…

    Simplemente no sabía qué decir. Potter se agachó para calzarse los tenis y desvió la mirada. Intentó contener la euforia que le invadió inconvenientemente por el elogio. Claro que el moreno no había dicho ningún “¡Te ves atractivo, Malfoy!” o un “¡Eres muy atractivo, Malfoy, tengo que admitirlo!”, pero algo es algo…

    - Hum… vale – murmuró.

    Hubo más silencio agradable. ¡Incluso los silencios eran agradables cuando estaba con Potter!

    - ¿Mañana a las siete, Malfoy?

    - ¿Eh? – el rubio se odió por parecer tan retrasado.

    - Mañana a las siete en el parque. ¿Vamos a correr?

    Draco terminó de vestirse y se giró para ver a Potter hacer lo mismo. Sacudió su cabeza mentalmente.

    - Sí… está bien – dijo por fin.

    Qué bien que Potter no dijo algo más, pues de ese modo podría revivir mentalmente aquella playera blanca descendiendo lentamente sobre la húmeda piel morena.

    -----------------

    En el próximo capítulo…

    - ¡Ow! ¡Así no, Padfoot! Tiene que ser con cuidado.

    - ¿Así? – dijo la voz ronca de su padrino.

    - ¡Ow! ¡No! ¡Cómo eres bruto! ¡Así duele!

    - A mi no me está doliendo.

    - Estoy seguro de eso. ¡Sácalo de ahí!

    QUOTE
    Notas finales:

    Notas de la Autora: ¿Y? ¿Les gustó Mel? Uhauahua. ¡Levante la mano quien le haya gustado Draco persuadiendo a Lucius de aceptar sus términos!

    (1) ¿Alguien ya se percató de cuando Draco le habla a su padre de Lucius, simplemente de tú, y cuando le habla de usted? Pues déjenme les cuento que para los brasileños, esa es la manera de cambiar una conversación casual a una formal, así que cuidadito, cuando estén con algún brasileño y de pronto les habla de usted, eso significa que es algo serio. :P

     
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