Green Eyes (Harry/Draco - Sirius/Remus): Epílogo [FINALIZADO] - AGRADECIMIENTOS

Autora: Amy Lupin Traductoras: anali_snape y Hermione

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  1. Kari Tatsumi
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    Capítulo Veintitrés

    Descubierta




    Harry sabía que estaba despierto, pero no tenía prisa por abrir los ojos. Esperaría el despertador, esta vez. No tenía ganas de levantarse más temprano de lo necesario. La cama estaba tan cómoda que un suspiro escapó de sus pulmones fácilmente. Las sábanas estaban en el suelo, ya que había hecho mucho calor durante la noche, pero la mañana estaba más agradable, a pesar de que ciertamente prometía ser otro día caluroso. Había despertado con un nombre en la cabeza. Un nombre, un rostro, cabellos rubios, ojos grises, atractiva sonrisa… Draco. Harry nunca recordaba sus sueños y no sabía muy bien si se lamentaba o agradecía por ello. Sólo tenía aquella sensación familiar de haber soñado alguna cosa idiota y sin sentido… con Draco.

    Notó sus párpados demasiado pesados, como si hubiera dormido más de lo que debía. Una sensación helada se expandió por su cuerpo y abrió los ojos de una vez, mirando la claridad que entraba desde la ventana. Estaba todo borroso porque no tenía sus lentes, pero había algo de lo que estaba seguro: era demasiado tarde. Mierda.

    Harry se sentó y tomó su celular para verificar la hora.

    - Sí, hijo, vas atrasado – Harry se giró bruscamente hacia la puerta, desde donde Sirius lo observaba recargado en el marco de la puerta, con los brazos cruzados contra su pecho desnudo. Vestía sólo unos viejos pantalones cortos, de apariencia mugrienta y gastada y tenía los pies descalzos, los cabellos ligeramente despeinados.

    - Oh, mierda… - se lamentó, levantándose y tomando cualquier ropa, medio atontado aún. - ¿Y por qué no me llamaste antes, Padfoot?

    - Porque acabo de levantarme, ¿no es obvio? – se justificó señalándose a sí mismo. – ¡Me levanté para ver si ya había café, y encontré todo quieto!

    - ¿Desde entonces me estuviste viendo dormir? – continuó, malhumorado, corriendo hacia el baño y dejando las piezas de su pijama por el camino. Odiaba perder la hora.

    Sirius rodó los ojos y lo siguió -¡había dejado la puerta abierta! Se detuvo frente el espejo e hizo gesto chulesco a su propio reflejo antes de continuar hablando, elevando su voz sobre el sonido de la ducha.

    - Ah, es que estabas tan lindo ahí dormido – se burló, y recibió algunos salpicones de agua. – Hablando de eso, ¿qué pasó, Harry? ¡Te dormiste temprano ayer y aún así te quedaste hasta tarde en la cama hoy! – su voz salió casual.

    - Mi despertador no sonó – se justificó Harry. – De hecho, creo que me olvidé ayer de programarlo.

    - Pero eso nunca había sido problema, ¿cierto? – continuó Sirius, buscando un peine. – Siempre te despiertas antes de que suene el despertador.

    - ¡Ah, no sé, Padfoot! Ve a molestar a alguien más, ve. Estoy atrasado.

    - ¿Este baño no tiene peine? ¿Qué no desenredas ese nido de pájaros de vez en cuando? No que haga alguna diferencia, pero… - Sirius se encogió de hombros, mirando a través del espejo a su ahijado cerrando la ducha, comenzando a secarse.

    - De seguro fuiste tú quien perdió mi peine – acusó Harry.

    - ¡Argh, pésimo humor! ¡Pésimo! – desaprobó Sirius, dejando el baño tras Harry.

    - ¡Ah, ve a cazar sapos, Padfoot! – bufó Harry, vistiéndose rápidamente con un bóxer negro, jeans desteñidos y una playera blanca con rayas azules en el cuello y en las mangas. Se puso medias y tenis y sólo entonces se dio cuenta de que Sirius no le había respondido.

    Levantó la mirada, pero no lo vio en la habitación. Joder… Probablemente se había sentido medio culpable y había ido a prepararle café, para variar un poco… Harry tomó una toalla y se frotó furiosamente los cabellos con ella. Con o sin peine no había mucha diferencia. Suspiró. Se puso sus lentes y abrió la puerta de su armario, mirándose en el espejo.

    No acostumbraba hacer eso. Nunca se miraba al espejo, si podía evitarlo, pero hoy se sentía curioso con respecto a sí mismo. Se sentía diferente, no sabía si mejor o peor de lo usual. ¿Pero de verdad estaba diferente? Se analizó de pies a cabeza, se puso de espaldas. No había nada de diferente en él. Era el mismo chico sin gracia de siempre. Las ropas anchas, el estilo relajado… simplemente no sabía ser diferente.

    Harry no se encontraba atractivo. Siempre que se miraba al espejo, veía a un chiquillo tímido y huérfano, con una cicatriz poco común en la frente y lentes redondos. No que no le gustaran sus lentes. Tenía un motivo más que fuerte para continuar usándolos, rehusándose a usar lentes de contacto, que muchas personas le recomendaban optar a causa del voleibol: se parecía más a su padre de ese modo. Pero lo que más le gustaba de su apariencia, eran sus ojos. El mismo tono verde que su madre. No era tan debilucho como años atrás, a pesar de creer que sus rodillas eran extrañas, y se había estirado bastante también. Podría no ser atractivo, pero tenía mucho de su padre y de su madre, por eso no se avergonzaba de su apariencia. Se sentía bien consigo mismo.

    ¿Por qué estaba inseguro ahora? ¿Sólo por… Draco? ¿Qué pensaría Draco de su apariencia?

    Bueno, Draco nunca lo miraría con esa intención. Era un chico, al fin y al cabo. “Y está enamorado de alguien” recordó cuando le había preguntado al rubio si ya tenía a alguien en la mira, ahora que Pansy estaba fuera de su camino. “Tal vez…” ¡Humpt! Obvio que tenía a alguien… Y de seguro era una chica bonita y popular –sin detalles en cuanto a su físico… ¿Y por qué Harry, de entre tantas chicas –bueno, y chicos, joder- en la universidad, en su barrio, andando por la calle… tenía que haberse interesado por Draco Malfoy?

    Porque él era único. Atractivo, encantador –arrogante, sí, pero era parte de su encanto–, inteligente, profesional, sorprendente… Había llamado la atención de Harry desde los once años –aún cuando sólo era para querer golpearlo. Draco probablemente nunca lo miraría de nuevo a la cara si lo supiera.

    Harry sintió el fuerte aroma del café y despertó de sus ensoñaciones. Tomó su bolso, las llaves del auto y ya iba a salir cuando sus ojos se posaron en un perfume sobre el estante. Echó un vistazo al pasillo, al frasco de nuevo, entonces dejó el bolso a sus pies y extendió una mano, abriendo el tapón y oliéndolo. ¿Por qué nunca recordaba usarlo? Ah, cómo adoraba aquél aroma… un recuerdo a madera, a verde, a libertad… le recordaba muy bien sus paseos en el parque con cierto rubio. Se puso un poco, cerca de las orejas, en el punto más caliente –para que la fragancia perdurara– y volvió a cerrar el frasco. ¿Se daría cuenta Sirius?

    Bueno, si lo hizo, no dijo nada, y Harry agradeció por ello. Tomó algunos tragos de café para ayudar a que las galletas de nata descendieran más rápido por su garganta, corrió a cepillarse los dientes e hizo un cariñito rápido a Snuffles antes de salir.

    Llegó a la universidad en punto de la hora, teniendo que desviar a varios estudiantes apresurados que circulaban por el pasillo y tapando sus oídos para que sus tímpanos no reventaran con la estridente campana. El aula de Estadística estaba en el primer piso, pero los corredores llenos no ayudaban mucho a llegar.

    - ¡Harry! – su corazón dio un salto al escuchar aquella conocida voz y se giró al mismo instante, jadeante por la carrera, pero no sólo por eso…

    Draco estaba atrás de él y casi había chocado con Harry cuando este paró y giró sobre su propio eje, haciendo que ellos quedaran muy cerca por algunas fracciones de segundo increíblemente largas y se volvieron a alejar, avergonzados. Draco se recuperó más rápidamente y le dio una sonrisa de lado.

    - ¡Llegas tarde, eh!

    Harry se desordenó los cabellos, sonriendo.

    - Perdí la hora – se justificó. – Anda, Moony ya debe estar en el aula – dijo, jalando el brazo del rubio sin darse cuenta.

    Draco se dejó guiar, aspirando el perfume suave sin que el moreno se percatara siquiera.

    Pararon en la puerta del aula y Remus levantó la mirada hacia ellos enseguida. Harry se encogió de hombros, disculpándose, a pesar de que estaba claro que la clase aún no iniciaba. Remus miró a Draco, parpadeó, sonrió e hizo un gesto con la mano para que entraran.

    Harry sonrió de vuelta y ya iba a buscar dos lugares vacios, cuando Draco pasó delante, esta vez jalando a Harry del brazo para que se sentaran cerca de la puerta. El rubio se sentó en la silla de atrás, y Harry tomó la del frente, lamentándose por no haber llegado temprano a elegir los lugares. Estiró el cuello y buscó a sus amigos, hasta encontrar una mano saludándolo. Era Hermione, quien le sonrió. Ron tenía la cabeza pelirroja enterrada en su bolso y tan pronto como levantó la mirada, Harry bajó los ojos hacia sus propias manos. Mierda. No podría volver a ver a Ron. Se estaba sintiendo tan culpable por descubrir que parecía llevar un letrero luminoso sobre su cabeza diciendo “Lo siento mucho, Ron, pero soy gay”. Había un lugar vacío tras Mione. Sólo uno.

    Esta vez, el tema de la clase no permitió mucha plática. A Harry le gustaban demasiado las clases de Remus Lupin como para ignorarlas. No que eso le impidiera desenfocar la mirada a veces. Como estaba de espaldas a Draco, no pudo sorprenderlo con la cabeza recargada en la pared admirando sus cabellos, la pequeña área de piel expuesta de su cuello; ni siquiera se dio cuenta de que a veces se inclinaba en la banca sólo para aspirar el aroma que se desprendía de aquella incitante piel. Ni contempló la cantidad de veces en que el rubio se humedeció los labios, tal vez intentando impedirse de hacer algo.

    En cierto momento, Draco llegó a suspirar de tan adormecido que estaba por el aroma de Harry. No prestaba atención a las cosas a su alrededor, ni siquiera notaba las miradas furtivas que el profesor le daba durante su explicación, captando una de las ocasiones en que sus dedos –movidos por voluntad propia– casi tocaron la piel de la nuca de Harry. Se quedó tamborileando los dedos en el respaldo de la silla de Harry, a medio camino de tocarlo. Ansioso por avanzar, pero receloso al mismo tiempo. ¿Notaría Harry si le tocaba levemente los cabellos? Sólo los cabellos, ¿sí?

    No. Quizá Harry no lo notaría, ¿pero las personas a su alrededor? Pues que se jodieran las personas, nadie prestaba atención a la cara de bobo que debía tener en ese momento. Todos le estaban haciendo caso a Lupin, ¿cierto? Todos menos él, que tenía cosas más interesantes para pensar. ¿Sólo acariciar el hombro encima de la playera, tal vez? Tamborileó más rápido. Y se quedó en esa lucha silenciosa consigo mismo sin conseguir tocarlo realmente.

    Después de un tiempo entero solamente de explicación y ejemplos, Remus pasó algunos ejercicios a la práctica y los dejó solos para que los resolvieran.

    - Y dije resolverlos – advirtió mirando a sus estudiantes, todos con caras de angelitos, antes de girarse de nuevo al pizarrón, escribiendo los problemas.

    - ¿Puedo hacerlo contigo? – Harry agarró el borde de la silla con fuerza para no estremecerse con aquél susurro en su oído. ¿Qué fue eso? ¿Estaba Draco intentando matarlo con un infarto al corazón?

    - Um-hum – murmuró asintiendo para que el otro comprendiera.

    Draco tomó su propia butaca y la llevó al lado de Harry, sentándose y haciendo un puchero.

    - No presté atención a la explicación – confesó.

    - ¿Qué te pasó? ¿Te dormiste? – se burló Harry, saboreando el poder tenerlo cerca otra vez.

    - Casi – Draco sonrió… ¿sin gracia?

    - No hay problema, te explico mientras trabajamos – Harry le echó un vistazo al cuaderno del rubio y retiró la mano del rubio, que tapaba la visión de la libreta, aprovechando también para sentir aquella piel suave. - ¡Hey, no copiaste nada!

    - Ah, no molestes – desdeñó Draco, a pesar de sonar divertido y de no esquivar el toque.

    Fue Harry quien tuvo que soltarlo, reticente. Después comenzó a explicarle mientras hacía el primer ejercicio. Remus había puesto cinco problemas y ellos había hecho tres cuando Draco se estiró y dejó el lápiz sobre el cuaderno.

    - Ya me cansé – dijo simplemente.

    - ¿Qué? – se indignó el moreno. - ¿Cómo? ¡Aún faltan más de veinte minutos para que acabe la clase! Podemos hacer los otros dos rápido.

    - Ah, deja de ser tan políticamente correcto, Harry – se burló el rubio. – Lupin ni siquiera se dará cuenta si haces los ejercicios o no.

    Harry parpadeó antes de dejar el lápiz sobre la mesa y unir ambas manos sobre el cuaderno.

    - Está bien, señor Yo-Hago-Lo-Que-Quiero-Y-Todos-Los-Demás-Son-Idiotas. ¿Qué sugieres que hagamos hasta el final de la clase, entonces? – lo codeó.

    - ¡Pues vamos a platicar! – propuso Draco como si le ofreciera un regalo carísimo. - ¿Qué cosa más interesante hay que conversar conmigo?

    - Ah, claro – Harry rodó los ojos, divertido. – Ya te estabas tardando. No necesitas ni iniciar con tu discurso, ya sé que me preguntarás si haré la selección hoy.

    - ¿Te estás escuchando? – desairó Draco, haciendo que la mandíbula de Harry cayese en indignación. - ¿Por qué crees que todo gira a tu alrededor?

    - ¡Mira quién habla! ¡Qué cinismo! – Harry le picó las costillas con un dedo, haciéndole pegar un bote en la silla.

    Draco estrechó los ojos peligrosamente, a pesar de que el gris brillaba divertido.

    - ¡Mira nada más! – gruñó en advertencia. – Voy a descubrir tus puntos débiles también, ¿escuchaste bien?

    Harry se encogió de hombros.

    - No tengo puntos débiles.

    - ¿Ah, no?

    - No, no – Harry balanceó la cabeza de un lado al otro, pero esquivó el movimiento del rubio que amenazaba con codearlo.

    - ¡Ajá!

    Harry arqueó las cejas demoniacamente y soltó una carcajada maniática que congeló la sonrisa de Draco. Harry tenía los mejores profesores de gestos y bromas, y se quedó satisfecho arrancando risas del rubio. Infló el pecho y cruzó los brazos, tamborileando en sus propios bíceps. Lo miró desafiante.

    - Así que… ¿de qué querías platicar?

    Draco torció la boca hacia un lado, después hacia el otro, bufó haciendo su flecó temblar.

    - Está bien, me rindo. ¿Vas a ir o no?

    Harry se contuvo para no reír.

    - ¡Lo sabía! ¡Lo sabía!

    - Sí, sí, ya dije que me rindo, pero no me evadas, ¿sí? – se impacientó el rubio.

    - Voy a ir, Draco – aseguró Harry, mirándolo a los ojos. – Te lo confirmé ayer.

    - Está bien, es solo para garantizar que no cambias de idea – Draco se dio de hombros, después lo miró fijamente. - ¿Podrías llegar más temprano? ¿Por lo menos media hora antes?

    - Sí, ¿por qué? – preguntó intrigado y miró a Draco darle una de sus más auténticas sonrisas.

    Harry quedó encantado y curioso por saber qué hacía al rubio darle una sonrisa como aquella de forma espontánea. Solamente él había sacado una de aquellas preciosidades, hasta donde sabía. Pero realmente no conocía tanto al respecto de la vida de Draco Malfoy…

    - Quiero que conozcas a alguien.

    La sonrisa de Harry casi vaciló.

    - ¿Sí? ¿A quién?

    - A mi secretaria, Natalie – Harry tragó en seco, sintiendo una punzada en el pecho al mirar la emoción que el rubio intentaba disfrazar. - ¡Amigo, ella es fantástica! ¡Es una persona increíble! Estoy seguro de que te agradará. Hace casi un año desde que trabajo conmigo, pero pareciera que nos conocemos desde siempre.

    - ¡Joder! – Harry se esforzó para parecer emocionado. – Por la manera en la que hablas, debe ser increíble.

    - Puedes estar seguro de eso. Ella es bastante culta, ¿sabes? Le interesa la psicología, lee bastante sobre todos los temas y siempre sabe decir las cosas correctas, ¡tiene una respuesta para todo! La convencí para estudiar psicología, porque sería un desperdicio que no se dedicara a aquella área. Natalie tiene verdadera vocación para ello. Te encantará, Harry, toma nota de lo que digo…

    La sonrisa en el rostro de Harry fue muriendo lentamente conforme escuchaba aquel relato lleno de pasión, pero Draco parecía demasiado entretenido en describir a aquella Natalie como para notar su angustia. Harry nunca siquiera balanceó la posibilidad de que otra persona despertara el lado sensible de Draco además de él… ¿Sería ella quien…?

    Oh, no… El moreno sintió como si todo estuviera desmoronándose a su alrededor. Quería encontrar cualquier disculpa sacada de la manga para evitar ese encuentro, ¿pero cómo? ¿Qué excusa inventaría? ¿Cómo le mentiría a Draco?

    ---------------

    Harry odiaba esconderle cosas a Sirius, pero creyó mejor omitir el hecho de que estaba listo para participar en una selección para la empresa de los Malfoy. Por el momento. Comió en casa y aprovechó que Sirius tenía a una alumna después de comer para arreglarse y salir, como si fuera para sus prácticas. Pero si su padrino lo hubiera visto con ropa formal, ciertamente desconfiaría. Harry había intentado coordinar su atuendo, vistiendo pantalón de vestir negro, zapato formal y una camisa verde oscuro –de manga corta, pues hacía mucho calor. Sin corbata. Ah, y se había peinado, aunque no pareciese.

    Había salido más temprano, como Draco había pedido. Pasó un largo tiempo imaginando una disculpa plausible para llegar a la empresa justo a la hora de la prueba, pero acabó convenciéndose de que Draco no merecía eso. Además de que era un pésimo mentiroso, el rubio lo consideraba su amigo y quería compartir su vida profesional –y personal– consigo. Amigo. Sí… bueno, y también estaba curioso por conocer a Natalie. Era más que obvio que ella era la chica de quien el rubio se había enamorado.

    Aunque eso le dejara un sabor amargo en la boca…

    Harry esperó algunos minutos en la recepción mientras se identificaba y recibía un gafete –su cicatriz recibió especial atención cuando dijo su nombre. Pero, aparentemente, Draco se materializó a su lado, emocionado en su discreta manera. Al menos, ahí estaba el brillo en sus ojos que denunciaba eso. Y nuevamente Harry se sintió la peor de las criaturas, pero continuó sonriendo por fuera, mostrándose interesado mientras Draco le decía qué se hacía en cada piso del edificio mientras subían por el elevador.

    - Es aquí – dijo Draco cuando la puerta del ascensor se abrió. – En este piso están mi oficina, la de mi padre y la sala de reuniones al final del corredor… Ah, espera un momento…

    Draco se detuvo frente a una de las puertas, sacando su celular del bolsillo y hablando pomposamente, como un perfecto ejecutivo. También iba con un pantalón de vestir y zapatos negros, usaba una camisa azul marino de manga larga que hacía que sus ojos adquiriesen un tono más azulado que grisáceo. La corbata era discreta y elegante. ¡Magnífico! Y todavía más parado de esa manera, con una de las manos en el bolsillo, con el ceño fruncido, mirando a la pared como si la conversación fuera con ella y no con la persona al otro lado de la línea.

    - Sí, ya está todo revisado y firmado, yo mismo leí las cláusulas y está en perfecto orden…

    Incluso su tono de voz había cambiado, era más grave, nada arrastrada. Llena de importancia…

    Harry finalmente despegó los ojos del rubio y su mirada cayó en la puerta entreabierta a su lado. ¿Era esa la oficina de Draco? Desde donde estaba, Harry no podía ver completamente el interior del lugar, pero parecía una agradable antesala. Entonces la secretaria debería estar ahí…

    Harry dio un paso a un lado, a fin de tener una visión completa del interior, pero cuando lo hizo, quien quiera que estuviese dentro salió y chocó contra él. Papeles volando por todos lados.

    - Oh – dijo una voz femenina, pero antes de que Harry lo pensara, ya se había agachado para recoger los papeles, teniendo frente a él sólo un par de tacones altísimos y finos. – Discúlpeme. Yo… iba distraída – escuchó una vocecita delgada y… nauseabunda.

    Harry notó dos manos llenas de pulseras, uñas pintadas de rojo chillón ayudándolo a recoger las hojas, y se arriesgó a levantar la mirada. La primera cosa que vio fue un par de bonitas piernas dobladas, ya que ella estaba agachada; después un par de… bueno, el escote no dejaba mucho a la imaginación; y finalmente, una cara. Un rostro enmarcado por cabellos ondulados y artificialmente pelirrojos, las facciones infantiles y delicadas manchadas por el cargado maquillaje, los ojos castaños casi tímidos y una vacilante sonrisa.

    Bien, no era nada de lo que había imaginado como una chica increíble y… ¡culta! Parecía vulgar delante de la imagen intelectual que había creado para la chica que Draco había descrito anteriormente.

    - Discúlpeme – Harry por fin pudo decir, entregándole los papeles. – Fui yo quien me atravesé.

    - Ah… no hay problema – ella le regaló una sonrisa de lado mientras tomaba las hojas con una mano y ajustaba su minúscula falda con la otra. Enseguida lo analizó de arriba abajo, mordiéndose el labio inferior y acomodando algunos rizos tras sus orejas. – Yo… discúlpeme, pero… ¿quién es usted?

    - Soy Harry – Harry sacudió levemente la cabeza. – Harry Potter, amigo de Draco – corrigió, extendiendo educadamente una mano, aún idiotizado por la alegoría frente a él.

    - Popkin – la chica había abierto la boca para hablar, pero quien primero lo hizo fue Draco.

    ¿Natalie Popkin, entonces? ¿Pero por qué la voz de Draco había parecido tan helada? ¿Por qué la chica se había encogido casi con miedo? ¿Y por qué la mirada de Draco era casi furiosa y metálica de nuevo?

    - Fíjate por dónde caminas, niña.

    - Lo siento mucho, Sr. Malfoy. Yo sólo estaba… sólo iba a…

    - Basta – Draco la cortó, girando en sus tobillos y lanzándole una mirada fría al moreno. – Vamos, Harry. Mi oficina es la siguiente.

    Harry necesitó algunos segundos para recuperarse de la confusión de sus pensamientos. ¿Popkin? ¡Aquella no era Natalie, entonces! ¡Ufa! Menos mal… o tal vez no… Harry acompañó al rubio por fin.

    - ¿Harry? - desdeñó Draco, parado frente a su oficina, que estaba cerrada. – Francamente. ¿Necesitabas babear frente a ella de esa forma?

    Harry frunció el ceño ante la forma en que Draco lo miraba con superioridad. Se irritó con ello.

    - ¡Joder, estaba totalmente expuesta! Era imposible no notarlo, ¿verdad? – se defendió, acusador. - ¡Y yo no estaba babeando! Sabes muy bien que ella no es mi tipo. O por lo menos deberías saberlo, después de esa Mel No-Sé-Qué.

    Draco se restregó la cara, respirando profundo.

    - Discúlpame, es que ella no me cae bien.

    - Se nota – dijo Harry, todavía un poco irritado y ofendido.

    - Parece que ganaste una fan más – observó, sin demostrar emoción alguna.

    - Pues a mí tampoco me agradó – confesó, con una pequeña sonrisa.

    Draco sonrió de lado en respuesta, levantando la mano hasta el pomo de la puerta y girándolo silenciosamente, para entonces entrar y esperar a que Harry lo siguiera. El moreno puso el primer pie vacilante dentro, seguido del otro. No registró nada del ambiente, a no ser la mujer sentada tras un escritorio. Tenía los cabellos lacios y largos, castaños, y estaba elegantemente vestida.

    - Natalie – llamó Draco suavemente y ella alzó la mirada del papel que analizaba. Los trazos bien hechos de su rostro formaron una sonrisa simpática cuando ella pasó los ojos del rubio hacia su visitante. – Él es Harry Potter.

    La bella mujer se levantó graciosamente extendiendo una mano.

    - Natalie Pritchard. Mucho gusto en conocerlo, Sr. Potter – dijo ella con voz agradable y dulce.

    Harry ni se dio cuenta de que sonreía de vuelta y apretaba la mano de la mujer firmemente.

    - El placer es todo mío.

    ¡Oh, y de verdad estaba siendo sincero! Ella era totalmente diferente a lo que había imaginado, muy bien vestida, intelectual, sí, aparentaba tener alrededor de treinta años y… Harry bajó la mirada discretamente hacia la mano izquierda, posada sobre algunos papeles: casada.

    Extendió una sonrisa de alivio y… encantado, ¿por qué no? Draco le había dicho que le agradaría, y Harry tenía que dar su brazo a torcer.

    - He escuchado mucho de usted, Sr. Potter – continuó ella cuando terminó de saludarlo.

    - Oh, por favor, llámeme Harry – pidió el moreno con toda simpatía, después le lanzó una mirada divertida a un Draco aprensivo. – Pero… perdón, ¿qué dijo? – se hizo el sordo.

    Natalie sonrió, entendiendo su intención.

    - Dije que el Sr. Malfoy habla mucho de usted, Harry.

    - Por favor, Natalie – Draco intentó cortar el asunto, pero Harry lo ignoró.

    - ¿Me lo jura? – se admiró, teniendo que mirar dos veces para cerciorarse de que el rubio de verdad parecía adorablemente avergonzado, pasando los dedos entre su cabello. – Sabe, yo también escuché mucho sobre usted.

    - Eso es cierto – apuntó Draco, feliz porque la conversación había mudado de asunto.

    Harry continuó.

    - ¡Había creado millones de imágenes sobra la persona que Draco me describió con tanto entusiasmo! ¡Felicidades! No es fácil agradarle a Draco – bromeó, señalando al rubio.

    - Lo mismo digo, Harry – el moreno podría jurar que Natalie le había guiñado un ojo, pero antes de que pudiera siquiera procesarlo, Draco carraspeó, llamando su atención.

    - Harry, a mi oficina, por favor – solicitó, formal, indicando la puerta al lado de Natalie. – Dejemos a Natalie trabajar tranquila.

    - Ah, sí. Claro. Con permiso – Harry caminó a la puerta indicada, por eso no llegó a ver la cara de arte que Draco hizo, ni la manera en que el rubio se frotó ambas manos, arrancándole sonrisas a Natalie mientras ella negaba con la cabeza, antes de entrar también y cerrar la puerta.

    - ¡Joder! Bien acogedora tu oficina – dijo Harry reparando en la decoración, los sofás, los cuadros, las plantas.

    Después caminó hasta la ventana, tras el escritorio, dándole un vistazo a los edificios de todos tamaños y a los carros minúsculos de abajo. Estaba tan entretenido que ni se dio cuenta de que era observado atentamente.

    - Te ves muy bien vestido formal, Harry – escuchó la voz arrastrada del rubio y se giró con una sonrisa tímida para mirarlo.

    - Gracias. Tú también. Pareces otra persona. ¿Puedo? – preguntó, señalando la confortable silla de Draco y este asintió. – ¿Así que este es el trono del Príncipe Slytherin, eh? – se burló, sentándose y girando la silla para analizar mejor el organizado escritorio, la computadora de pantalla planta. – Me gusta. Parece cómoda.

    Draco se sentó frente a él, con una media sonrisa en el rostro.

    - Fue Natalie quien la decoró para mí. Ella tiene un excelente gusto.

    - Seguro – aprobó, después se quedó pensativo. – Sabes, de la manera en cómo me la describiste, creí que era una chica y… bien… como estabas tan emocionado…

    - No puedo creerlo – Draco rodó los ojos, divertido, y Harry levantó las manos, rindiéndose. – Ella tiene 37 años, dos hijos y su marido es el chofer de mi madre – aclaró.

    - Bueno, no tenía cómo haberlo sabido – Harry se encogió de hombros.

    - ¿Vamos? - preguntó el rubio, levantándose.

    - Sí, vamos – Harry se levantó y lo siguió saliendo, dándole un “Hasta luego” a Natalie, quien le deseó suerte.

    Harry estaba tranquilo con respecto a las pruebas. No era como si su vida dependiera de eso, a pesar de que comenzaba a surgirle un cierto deseo de conseguir entrar a la empresa. Por un momento, se había olvidado de Lucius Malfoy.

    -----------------

    Ya eran casi dos horas en las que los candidatos estaban haciendo las pruebas y Draco estaba vigilando cada una de ellas, acompañado de cerca por David Gudgeon, un hombre rubio de aproximadamente de treinta años, con algunas pecas alrededor de la nariz y una cicatriz arriba del ojo izquierdo. Tenía un aire jovial y carismático, era varios centímetros más bajo que Draco, fuerte y tenía el abdomen ligeramente prominente. Draco parecía más altivo que nunca caminando a su lado.

    La cantidad de currículos que habían recibido era alarmante, pero fue reducida drásticamente para atender los requisitos que necesitaban, y ahora tenían poco más de cincuenta personas dispuestas en dos laboratorios, haciendo algunas investigaciones propuestas. Draco había descartado la posibilidad de una entrevista con la psicóloga –Umbridge– y en lugar de eso, sugirió el llenado manual de un perfil, respondiendo a algunas preguntas bien elaboradas. Después pasarían por algunas básicas de lógica y capacidad de observación y partirían hacia a una actividad práctica.

    Gudgeon estaba platicando con uno de los vigías de las pruebas mientras Draco observaba atentamente a cierto moreno de cabellos desordenados concentrado en la pantalla del ordenador. El rubio había movilizado a todo el equipo de investigaciones y algunas personas de otros departamentos para agilizar a validación de las pruebas y se balanceaba en sus pies, ansioso por los primeros resultados.

    - ¿Lo conoce? – Draco se asustó y giró para ver a Gudgeon, que se había acercado sin ser notado.

    - ¿Cómo?

    - ¿Conoces a ese chico de cabellos alborotados? – el hombre señaló a Harry. – Hace tiempo que lo vigila.

    - Sí – Draco unió las manos tras su cuerpo, impasible. – Cursa algunas materias conmigo en la universidad.

    - Está haciéndolo muy bien. ¿Harry Potter, no?

    Draco volvió a mirar al moreno, volviendo su atención completamente hacia él.

    - ¿Ya salió algún resultado? – preguntó, intentando contener su euforia y su emoción.

    - Sí. Salieron los resultados de las primeras pruebas. El perfil de Potter es excelente y se destacó en las respuestas de los test, junto con cinco personas más. Vea.

    Gudgeon le extendió dos listas con las puntuaciones correspondientes y sonrió internamente, satisfecho.

    - Perfecto. En esta prueba estoy seguro que nos sorprenderá, Gudgeon. Escribe lo que digo – le devolvió las hojas y lo miró confiado. – Acompaño sus investigaciones desde el comienzo del año lectivo y son extremadamente útiles y precisas. No sé si recuerdas aquella reunión en la cual discutimos la seguridad de algunos software y yo propuse algunas pruebas…

    ---------------

    Harry finalizó la prueba poco antes de las cinco de la tarde y Draco le pidió acompañar a un funcionario hasta su oficina mientras resolvía algunos asuntos. Después hablaría con Harry.

    El moreno asintió y se dejó guiar por un chico menudito hasta la oficina de Draco de nuevo, y encontró a Natalie al teléfono. Le agradeció al muchacho y se sentó en una silla acolchonada, conforme Natalie le indicaba con un asentimiento. Observó la manera gentil y calma con la que hablaba por teléfono, hasta despedirse con una sonrisa simpática que quien fuera estuviese al otro lado de la línea, había por lo menos sentido en su voz.

    - Así que, Harry, ¿cómo estuvo la selección? – cuestionó suavemente después de colgar el aparato.

    - Bien… creo que me fue bien – dijo, modestamente. – No estoy muy confiado en los test, soy pésimo en ello. Y mi perfil no es de los más interesantes. Pero en la investigación, creo que salí bien, sí.

    - ¡Maravilloso! Draco y yo estamos apostando por ti.

    Harry le ofreció una sonrisa tímida y se relajó un poco más en la silla con un suspiro. Percibió que el rubio había pasado de “Sr. Malfoy” para “Draco” ahora. ¿Eso indicaba una conversación informal?

    - ¿Prefieres esperar a Draco en su oficina? – ofreció ella.

    - Oh, discúlpame, ¿te estoy distrayendo? – Harry hizo amago de levantarse, pero ella extendió rápidamente la mano.

    - No, de ningún modo. Sólo pensé que podrías estar más cómodo ahí.

    - Bueno, si no te estoy molestando, prefiero esperar aquí.

    - No hay problema, siéntete a gusto aquí. Hay agua por ahí, pero si quieres un café, puedo prepararlo en un momento…

    - No, no te preocupes. Estoy bien, gracias – recorrió la sala con la mirada, reparando en todo por primera vez mientras ella hacía algunas anotaciones.

    La decoración era simple, pero agradable, como en la oficina. Natalie, aparentemente, adoraba las plantas y disponía varias de ellas en los puntos más iluminados de la sala. La temperatura de todo el edificio era agradable, mantenida por un sistema de clima artificial, obviamente, pues el sol estaba ardiendo afuera.

    - Draco dijo que estás interesada en psicología – dijo al fin, intentando conversar.

    - Oh, sí – ella levantó la mirada, posando la pluma en el escritorio. Aparentemente estaba dispuesta a platicar. – Es un asunto por el cual estoy apasionada.

    - Tan pronto vi la disposición de aquellos sofás en la oficina de Draco, imaginé un diván, pero no puedo imaginarme a Draco recostado en él, hablando abiertamente sobre su vida – confesó, haciendo a Natalie reír divertida.

    - Oh, sí, entiendo. No es fácil sacarle algo, pero lo intento. Ah, y no te preocupes, su caso no es grave – bromeó ella y fue el turno de Harry para reír.

    - Pero… ¿te gusta trabajar aquí? – preguntó, curioso.

    - Sí – respondió sin titubear. – Draco es un chico increíble, sabes – Harry se removió en la silla. – Casi me engaño al inicio con aquella pose de chiquillo mimado y autosuficiente, pero dejó una pequeña brecha para que pudiera penetrar algunas de sus máscaras. Aprendí a lidiar con él y… bueno, creo que lo vencí por cansancio.

    Harry concordó, divertido. Se mordió la parte interna de las mejillas, tamborileando los dedos en la silla, pensando. Hasta que decidió que no tenía nada de malo preguntar.

    - Natalie, dijiste que Draco habla bastante de mí. Él… ¿habló bien o mal? Por favor, sé sincera – añadió rápidamente y la mujer sonrió.

    - Está bien, seré sincera. Hasta hace algunas semanas llegaba de la universidad bufando y maldiciendo a Potter. Porque Potter eso, Potter aquello, siempre las mismas quejas. Recuerdo muy bien el día que llegó con un ojo morado, diciendo que había salido del brazo de Potter – Harry rió, recordando el accidente.

    - Oh, sí, lo recuerdo. Me sacó sangre de la nariz aquél día.

    - Pues sí, después vino la selección para el equipo de voleibol, ¿verdad? – Harry confirmó con la cabeza, impresionado por cuánto ella sabía. – Entonces Draco me contó sobre una cercanía forzada entre ustedes. Y gradualmente, la manera en como él se refería de ti fue cambiando.

    Harry notó que se había inclinado ligeramente hacia enfrente e intentó corregir su postura sin ser notado.

    - ¿Cómo así?

    - Bueno, él nunca aceptaba abiertamente que estaba dando su brazo a torcer, pero por lo que pude percibir, tu amistad significa mucho para él, Harry. Significas mucho para él.

    Harry sonrió medio triste, bajando la mirada hacia sus propias manos. Sí, significaba mucho… como amigo. Y debía quedarse satisfecho con eso.

    - Él también significa mucho para mí – acabó confesando, en voz alta. Levantó la mirada, sorprendiéndose con la expresión de la mujer.

    - Qué bueno, Harry. Qué bueno que sabes mirar las cualidades de Draco.

    Recordando ahora la manera en cómo Draco describía a la mujer, Harry pudo darse cuenta de que la describía con entusiasmo, sí, con admiración, con amor. Pero un amor de hijo. Y ella simplemente hablaba de Draco como una madre que se enorgullece de su hijo. El rubio difícilmente hablaba sobre su propia familia, sin embargo el hecho de que nunca mencionaba a su madre y despreciar visiblemente a su padre lo alertaron de que tal vez para él, ellos eran un tanto ausentes. Pero tenía su familia en una única persona sin cualquier vínculo sanguíneo, así como Harry y su familia, que consistía de amigos.

    Se sintió más cercano a Draco, pero demasiado alejado. Natalie le relató un poco más sobre la personalidad complicada del rubio y sobre cómo se mostraba eficiente en su trabajo, conquistando la admiración de los demás, sorprendiendo incluso a su padre –quien nunca creyó que se iba a dedicar tanto a la empresa.

    Harry intentó pensar en una manera de preguntar con discreción si el rubio hablaba constantemente de alguna chica, pero la oportunidad se perdió en el mismo momento en que la puerta se abrió y Draco entró, satisfecho.

    - Listo. Ya está todo resuelto – concluyó él dándole una sonrisa de lado y extendiéndole una mano. – Bienvenido a la empresa, Harry.

    - Oh – exclamó Natalie, pero la mente de Harry parecía demasiado perezosa de momento.

    - ¿Qué? – dijo, confundido, levantándose e ignorando la mano extendida. - ¿Estás bromeando, cierto? El resultado sale la semana que viene, nos avisarán si somos seleccionados a partir del lunes…

    - Sí, pero te estoy dando la información adelantada – se impacientó el rubio.

    - Pero… pero… ¿cómo? – Harry pasó una mano entre sus cabellos. – Dejé la prueba hace unos minutos… Draco, ¡no me digas que manipulaste los resultados! ¡No aceptaré ser colocado dentro de la empresa de tu padre, lo sabes bien!

    - Está claro que sé de tu maldito orgullo, Harry – el rubio golpeó el suelo con un pie, irritado, levantando la voz. – Y te dije que no lo haría, ¿cierto? ¡Te dije que comprendía tus motivos! Fuiste uno de los elegidos y aquí está la puntuación – extendió un papel con rudeza, que Harry miró antes de aceptarlo. – Todo está ahí, y si tienes alguna duda, llamo a Gudgeon ahora mismo, para explicarte cuán impresionado se quedó con tu investigación.

    Harry pasó los ojos por la hoja. Había salido más que bien en los test, su perfil fue calificado con alta puntuación y la nota de su investigación fue la máxima.

    - Wow – se frotó la barbilla, pensativo. - ¿Pero y si hubo alguien mejor que yo?

    - Pues sí lo hubo – desdeñó Draco. – Otro que será contratado. Un tal Ralph No-Sé-Qué también sacó puntuación máxima en su investigación y fue mucho mejor en los test, ¿satisfecho?

    Draco se giró hacia la ventana, respirando acelerado, con las manos en la cintura y la mirada dura. Harry lanzó una mirada culpable hacia Natalie, quien apenas sonrió, volviendo su atención al escritorio, como diciendo “¡Ignórenme!”. Harry se acercó al otro cautelosamente.

    - Discúlpame, Draco. Sólo estoy sorprendido. Yo… ni siquiera estaba confiado…

    - ¿Y no confías en mi palabra? – acusó Draco, perceptiblemente lastimado.

    Harry cerró los ojos y suspiró. Estaría mintiendo si se negara.

    - Discúlpame, Draco – dijo, tocando ligeramente su brazo y lo miró bajar la cabeza, derrotado.

    Permanecieron así por unos segundos, hasta que Draco se movió de nuevo, a pesar de aun no mirarlo.

    - Dije que vendrías hasta el martes a causa de tus prácticas y Gudgeon sugirió que le fueras a dar una mirada al proyecto hoy, si quieres. Pero sólo si estás dispuesto a aceptar el puesto, claro.

    Harry tragó en seco, pensando en la reacción de Sirius cuando se enterara, pensando en cuán insoportable era imaginarse trabajando en la empresa de Lucius Malfoy… pero después pensó en Natalie y en lo que ella le dijo sobre cuanto se esforzaba Draco… en las ventajas que el rubio le había expuesto, en la posibilidad de no necesitar pasar todo el día en la empresa…

    - Vamos – aceptó, por fin, recibiendo una mirada de gratitud y satisfacción impagable como respuesta.

    - Natalie, prepare un poco de café, por favor. Estaremos en la oficina de Gudgeon.

    - Sí, Sr. Malfoy.

    Harry le sonrió a Natalie y recibió un guiño antes de salir al pasillo.

    Natalie se quedó mirando la puerta cerrada cuando salieron. Era muy difícil engañarse con el asunto y, por lo que parecía, Draco estaba siendo totalmente correspondido en sus sentimientos. Pero hasta agradeció que el rubio no tuviera oportunidad de preguntarle nada, pues así podría descubrirlo por sí mismo. Ya había interferido bastante en la historia, era tiempo de dejar a Draco caminar solo.

    --------------

    Sirius y Remus estaban tan concentrados tocando que ni siquiera notaron que Snuffles cruzaba el estudio para recibir caricias de Harry. Solamente cuando terminaron de tocar fue que escucharon los aplausos del chico. Se giraron hacia él, que ya tenía puesta su ropa para correr. Sirius frunció el ceño al notarlo.

    - ¡Perfecto! – aprobó Harry. – Hacía tiempo que no escuchaba a los dos tocando, lo echaba de menos.

    - Nosotros también, Harry – concordó Remus, apoyando el violín sobre la tapa del piano y yéndose a sentar a un puf al lado del chico. - ¿Sales?

    - Sí, Snuffles y yo vamos a correr.

    - ¿Con Malfoy? – preguntó Sirius, visiblemente disgustado, girando en el banco del piano para apoyar los codos estruendosamente sobre las teclas. El sonido llenó el aire y fue muriendo lentamente.

    - Sí – respondió el chico, esperando no sonrojarse.

    - Harry, ¿qué tienen de interesante los paseos con ese tipo? – preguntó Sirius y Harry estaba seguro que esta vez sí se había sonrojado.

    - Ahmn… y ahora, él… él es un chico genial, Padfoot. Y le gusta hacer ejercicio conmigo. Le gusta la música también, estaba pensando en traerlo un día de estos…

    - ¿Qué? – preguntó Sirius, incrédulo, sentándose derecho de nuevo.

    - Es una buena idea, Harry – acudió Remus, evitando mirar la expresión traicionada de su novio. - ¿Toca algún instrumento?

    - Ah, dijo que toca algo de guitara. Hasta le sugerí que te pidiese clases…

    - Absolutamente no – gruñó Sirius.

    - ¿Guitarra? Vaya, qué interesante – Remus ignoró a Sirius de nuevo, apurándose en cambiar de asunto. – Bueno, qué pena que vas a salir. Padfoot y yo estábamos pensando en comer fuera hoy, pero podemos dejarlo para otro día.

    - ¡Claro que no! ¡Salgan ustedes dos! Yo no tengo hambre ahora, comeré cualquier cosa cuando regrese.

    - ¡No! – se apresuró Sirius a decir. – Quiero decir, ¿crees que vamos a abandonarte? No, ¿verdad, Moony?

    - Yo opino que no es una mala idea – Remus parecía dispuesto a contradecirlo en todo hoy. - ¿Qué opinas de salir sólo conmigo, Padfoot? – ofreció con un gesto inocente que hizo a Sirius dudar.

    Sí… ya se sentía tentado a aceptar. No le gustaba salir de casa con Moony porque simplemente no toleraba verlo llamar tanto la atención de las personas, aunque el susodicho ni lo notaba. Pero tal vez un paseo romántico fuese la mejor opción para limar asperezas. Podría intentar hacer que Remus exagerase en el vino y quién sabe, sacar algo de provecho de eso… bueno, no demasiado, sólo unas caricias más osadas. ¡Remus a veces era tan inocente que lo volvía loco!

    - Ok, vamos a comer fuera, entonces. Harry, no olvides llevar tu llave para no correr el riesgo de quedarte fuera – Harry asintió, ya levantándose, pero Sirius continuó. – Ah, y… pórtate bien, eh.

    - Por supuesto. ¿Vamos, Snuffles? – Harry se dio palmaditas en los muslos, haciendo que el perro se levantara, apoyándose en su pecho para que le pusiera la correa en su collar. – Diviértanse, ustedes dos.

    - Gracias – agradeció Remus mirándolo salir. Después miró a su novio, quien lo encaraba estrechando los ojos.

    - ¿Por qué hiciste eso? – preguntó lentamente.

    - Porque no puedes impedirle a Harry hace amistad con quien desee.

    - ¿Amistad? – Sirius se frotó el mentón. – Eso me recuerda que prometiste investigarlos y que hasta ahora, no me has dicho nada.

    Remus suspiró.

    - Padfoot, los observé, sí, el miércoles y hoy durante mis clases. Ellos… oh, cielos, cómo puedo decirlo… - Remus se refregó el pelo, su mirada vagando como si intentara encontrar la respuesta en algún rincón de la habitación. – Bien, Malfoy está realmente demasiado interesado en Harry, sí es que me entiendes.

    - Lo sabía – Sirius asintió, los dientes cerrados con furia. – Ese chico quiere algo con nuestro Harry. Lo va a lastimar, Moony. ¿Por qué no le advertiste, eh? ¿Por qué no le impediste ver a Malfoy? O por lo menos hubieras dejado que yo lo hiciera.

    - Sus intenciones no me parecieron tan malas, Padfoot – Sirius bufó incrédulo. - ¡En serio! Tenías que haber visto cómo Malfoy miraba a Harry durante la clase. Platicaban como viejos amigos, reían juntos… ¿Entiendes que no sólo por parte de Malfoy? ¡Y las miradas que le daba a Harry eran casi de adoración! Incluso hoy, me di cuenta en cómo dejó de prestarle atención a toda la clase por quedarse embobado mirando el cabello de Harry, ¡y mira que Malfoy siempre fue un excelente alumno en Estadística! – Remus hizo una pequeña pausa. – Sirius, entiende, si tocas el asunto con Harry, lo acabarás despertando antes de tiempo. Tal vez ni siquiera se ha dado cuenta que se está enamorando…

    - ¡Cielos! – Sirius enterró el rostro entre sus manos sintiéndose impotente. - ¿Enamorado, Moony? ¿Por ese… ese chico?

    - Sí, aquél chico interesante, inteligente, atractivo, que es mucho más encantador cuando está cerca de Harry. Como si Harry lo iluminara.

    - Argh, como que te fijaste demasiado en ese tipo, ¿no? – molestó Sirius.

    - No empieces, Padfoot – cortó Remus, cansado. – El asunto es serio.

    - ¡Por supuesto que es serio, Moony! – se exasperó Sirius. – Estamos hablando del hijo de Lucius Malfoy, ¡aquél niño con quien Harry rivalizó desde los once años! ¿Cómo puedes decir algo así con tanta naturalidad? ¡Harry enamorándose de Malfoy, de entre todas las personas!

    - Escucha, Padfoot – Remus se levantó y caminó hasta su novio, sentándose a su lado en el banco y rodeando su cintura. – Sé que es difícil de aceptar, pero se llevan muy bien juntos. Harry no es sumiso, lo conoces. No bajaría la cabeza ante Malfoy, ni se tragaría sus insultos sin responderlos. Es el hijo de James, no podría ser diferente. Deben haber encontrado sintonía desde que fueron obligados a convivir a causa de los entrenamientos. Se gustan, sí.

    Sirius balanceó la cabeza, terco.

    - Pero no puedo aceptarlo, Moony. ¡No entra en mi cabeza!

    Pero no era nada fácil hacer desistir a Moony. También era terco y persistente, a su manera.

    - Harry fue el primero en apoyarte cuando decidiste asumir que estabas enamorado de mí, ¿no? ¿Te arrepientes de haberte abierto con él?

    - ¡Claro que no! Si no le hubiera contado, aún estaría guardándolo para mí.

    - ¡Exacto! Y si él no lo hubiese aceptado, tampoco me habrías declarado tus sentimientos y nosotros no estaríamos juntos – eso dejó a Sirius sin palabras y Remus aprovechó para continuar. – Quiero que me prometas que dejarás de hablar mal de Draco Malfoy. Deja que Harry descubra por sí mismo lo que siente y si vale la pena llevar eso adelante. Si necesita platicar, te buscará, y entonces deberás mostrarte comprensivo, así como él fue comprensivo contigo.

    - Pero, Moony… - lloriqueó Sirius.

    - Nada – Remus cortó de nuevo, con un gesto que no dejaba margen para réplicas. – Harry no es un niño para que siempre lo estemos cercando y protegiendo. Debe llevarse alguno que otro golpe también, a pesar de que no creo que este sea el caso. Vamos a dejar que decida lo que quiera, ¿está bien? Malfoy no puede hacer nada sin el consentimiento de Harry. Si viene a pedir consejo, entonces no nos negaremos, pero si intentas hacer que se alejen, puedes acabar alejando a Harry de ti.

    Sirius pensó por un momento, entonces soltó el aire, resignado.

    - Sí – torció el labio superior. – Debes tener razón… como siempre… pero no me pidas ser gentil con Malfoy.

    Remus meneó la cabeza, a pesar de estar satisfecho por lo mientras.

    - De acuerdo, cambiando de tema, entonces. Mañana va a haber un evento de confraternización del cuerpo docente de Hogwarts y todos participarán. Dijeron que podíamos llevar acomp…

    - No – cortó Sirius con cara de pocos amigos.

    Remus rodó los ojos, incrédulo y enterró la cabeza entre sus manos. Sería una larga conversación. Pero no desistiría tan fácil.

    ---------------

    Draco tenía varios motivos para sentirse ligero. Primero: acababa de salir de la mansión Malfoy. Aunque no había mucha diferencia –de hecho, no había diferencia alguna, si lo pensaba– sus padres no estaban en casa. Lucius había viajado y no regresaría hasta la próxima semana. Narcisa no acostumbraba acompañarlo, pero Lucius dijo que iba a participar en algunos eventos sociales, y que sería bueno para su imagen si su esposa lo acompañaba. Narcisa nunca rehusaría algún pedido de su esposo –incluso cuando no eran pedidos, sino órdenes.

    En fin, Draco tenía la toda mansión para él solo. Generalmente, eso significaría muchas fiestas, chicas y trabajo redoblado para sus empleados, pero no esta vez. Se sentía solo en la mansión, lo que le traía una sensación extraña. Por eso le aliviaba salir.

    El segundo motivo era que estaba yendo a encontrarse con Harry en el parque. Nunca rechazaría un paseo en el parque con el moreno, ni siquiera porque el clima estuviera tan caliente. El sol estaba en su punto, pero la humedad permanecía casi palpable en la atmósfera, el aire pesado y asfixiante. Draco había tomado varios vasos de agua antes de salir para intentar saciar su sed, sin embargo no sirvió de mucho. Continuaba sediento y ya no tenía espacio para más agua.

    Pero eso no era problema, de todos modos, iba a ver a Harry.

    En realidad, sí tenía un motivo para lamentarse. Se había envuelto tanto en la selección y con Harry que ni siquiera tuvo tiempo de preguntarle a Natalie su impresión al respecto del moreno. Sabía que ella lo aprobaba, eso era obvio. Pero quería escuchar elogios una vez más, pues sabía que Harry era mucho más carismático personalmente que por fotos. Aún más con aquella camisa verde oscuro que había destacado el color tan único de sus ojos, además de ajustarse muy bien a su cuerpo, para variar un poco.

    Oh, deseaba tanto platicar con ella acerca de lo que pensaba él durante los entrenamientos y las clases… siempre había creído que Harry era un tanto transparente, pero estaba inseguro al sacar conclusiones, se trataba de un asunto delicado. Juzgaba haber visto algo de interés en la manera que Harry tenía de mirar su cuerpo durante el entrenamiento, pero también pudo ser casualidad. Encontraba fascinante el modo en que el moreno siempre lo tocaba, en sus pies, en sus brazos, la mano… Toques casuales, sí, pero… no recordaba esa proximidad con Weasley…

    Bueno, también podrían sólo ser imaginaciones suyas. No podía sacar conclusiones, la verdad. Debía estar seguro… ¿Pero cómo? Ah, cómo quisiera la opinión de Natalie ahora…

    Después de algún tiempo caminando y meditando, por fin llegó al parque, siendo saludado por la maravillosa visión de Harry sentado bajo el árbol acariciando el suave pelaje de Snuffles. El escenario era increíble, todo aquél verde desparramado en el suelo, las flores rojas que comenzaban a brotar en el árbol, la posición relajada del chico y el bellísimo perro negro jadeante.

    En ese momento, como atraído por sus pensamientos, Snuffles giró y se disparó en su dirección.

    - ¡Hey, hey! – tomado por sorpresa, Harry intentó alcanzar la correa, pero sus esfuerzos fueron inútiles.

    Los ojos de Draco se abrieron demasiado cuando miró aquel animal inmenso corriendo en su dirección. Snuffles ladró y se derrapó al llegar, colocándose en dos patas, apoyando las delanteras en su pecho y estirando el hocico para intentar tocar su rostro.

    Draco no pudo evitar sonreír mientras alejaba la cabeza del alcance de aquella lengua caliente y ciertamente llena de bacterias.

    - ¡Upa! Calma, chico – dijo, alisando descuidadamente el pelaje de Snuffles, quien ladró feliz y volvió a ponerse en cuatro patas.

    Sólo entonces Draco pudo ver que Harry estaba riendo, sentado bajo el árbol –recostado, en realidad, pues rodaba de un lado a otro por tanta risa.

    - ¡Caray, Draco! ¡Nunca creí que viviría para escucharte hablando con Snuffles!

    Draco hizo un gesto de falso fastidio mientras se agachaba para tomar la correa de Snuffles y aproximarse al moreno, sentándose a su lado.

    - Graciosito – dijo, teniendo que asegurar a Snuffles con ambas manos para que no alcanzara su rostro.

    Viendo que era una batalla perdida, Snuffles mudó de víctima, pero fue rechazado por Harry también.

    - No, no Nuf. Hace calor, no te acerques tanto – Harry lo alejó de sí. – Eres todo peludito, pachoncito y caliente, ¿sabes?

    Fue el turno de Draco para reír. Harry calmó al perro con caricias –haciendo que se sentara a su lado– y miró hacia arriba, señalando las flores.

    - ¿Ya viste?

    - Sí – Draco aceptó, mirando hacia arriba también. – Se ve muy bien.

    - Pues sí, y es sólo el inicio. Es un Flamboyant, ¿sabes? – Draco volvió a mirarlo, negando con la cabeza. Harry continuó hablando, mirando hacia arriba, y Draco bebió nuevamente de la visión de aquella garganta expuesta. – No lo había reconocido, pero con esas flores es imposible no identificarlo. Hace bastante sombra y tiene la copa alta. Se cargará completamente de flores, ya lo verás.

    Harry lo miró y Draco fue obligado a desviar los ojos hacia arriba.

    - Amigo, tengo calor – continuó el moreno, abanicándose. - ¿De verdad tienes ganas de correr?

    - No – confesó Draco. – Sólo el trayecto hasta aquí me cansó. Estoy pringoso de sudor.

    Draco aprovechó para quitarse la playera. No tuvo cómo percibir la mirada furtiva que Harry le lanzó a su abdomen.

    - Se nota – el moreno refunfuñó, girándose a otro lado.

    Draco se secó el sudor de la frente con la playera.

    - Va a llover – continuó Harry, y Draco se preguntó si era alguna broma acerca de cuán sudado estaba. - ¡En serio! Está nublado, el sol estuvo ardiendo toda la tarde y mira hacia aquél lado – Harry apuntó el cielo a lo lejos. – Está oscureciendo muy rápido.

    - ¿Sugieres que nos vayamos, entonces? – preguntó, temiendo la respuesta. No quería volver a casa, mucho menos dejar la compañía de Harry.

    - No, estoy sugiriendo que nos quedemos hablando aquí. Es cómodo – Harry se desperezó y se escurrió aún más abajo, a modo de quedar acostado con la cabeza apoyada en ambos brazos.

    - Está bien – Draco se encogió de hombros, levantándose un poco sólo para sentarse más abajo, extendiendo la playera en el suelo y recostándose sobre ella, imitando la posición del otro. Notó la mirada divertida que le daba. - ¡Estoy sudado! No quiero que el pasto se pegue en toda mi espalda, ¿está bien?

    - ¡No dije nada! – se defendió Harry, riendo.

    Snuffles se aproximó a la mano de Harry, colocando su helado hocico sobre ella, para que el chico recordara rascarle tras las orejas.

    - Así que, ¿te enteraste de que el partido contra Durmstrang será en Hogwarts? – Harry sacó el asunto de nuevo.

    - No – Draco frunció la frente. - ¿No iba a ser en Durmstrang? Anduvieron presumiendo que las condiciones de sus canchas eran mejor que las nuestras…

    - Ah, puro fanfarroneo, digo yo. Las canchas de Hogwarts son muy buenas, además de que ya estamos acostumbrados a ellas, lo que nos dará ventaja…

    Y la plática giró en torno a voleibol, dando vueltas y vueltas en asuntos sin importancia que discutían con fervor mientras la noche caía al sonido de risas y pláticas a lo lejos. Snuffles se durmió y una leve brisa comenzó a soplar, refrescando poco a poco sus cuerpos. La plática estaba tan entretenida que Draco no quiso interrumpirla ni por estar incómodo con su vejiga llena. ¿Por qué bebió tanta agua antes de salir?

    Bueno, en realidad eso no era lo que lo molestaba. Draco sabía que tenía que entrar en asuntos delicados, pero estaba aplazando ese momento al máximo. Tenía miedo de descubrir cosas que no le gustaran, como por ejemplo, que Harry estuviera todavía enamorado de la menor Weasley, o que era homofóbico. Y ninguno de los escenarios que había imaginado se presentaba, dándole la oportunidad de preguntar. Harry lo miró.

    - ¿Qué sucede, Draco?

    - ¿De qué? – el rubio fue tomado por sorpresa, arqueando las cejas.

    - No sé, pareces incómodo por algo.

    Draco pensó un poco.

    - Es que… hum… tomé mucha agua antes de salir de casa, ¿entiendes? – dijo, un poco constreñido.

    - Oh, entiendo – Harry parecía tentado a reír, pero se lo impidió, apoyando el cuerpo en sus codos para mirar alrededor. – Bueno, si vas a aquél árbol…

    - ¿Qué? – se indignó Draco, levantándose para mirar el lugar. – No voy a hacer… ¡No haré eso en un matorral, Harry! ¡Mira todas esas personas!

    - Draco, están lejos, distraídos, divirtiéndose. ¡No lo van a notar! Tan sólo ve ahí y…

    - No, no – Draco se sentó, levantó la mano para reforzar su decisión. – No necesitas gastar saliva, Harry. No lo haré. Estoy bien, puedo esperar a llegar a casa… - Draco tragó en seco imaginando el largo camino hasta la mansión, y aquello que no era tan urgente, se agravó un poquito más…

    - Está bien, tengo una idea, entonces – dijo Harry, levantándose. – Vamos a mi casa. Está más cerca.

    - ¡No! – se irritó Draco. - ¡Por supuesto que no!

    - ¿Y por qué no? – fue el turno de Harry de irritarse.

    - Porque… porque… bueno, porque no quiero.

    - Sirius es un buen tipo, Draco – insistió Harry. – Además, ni siquiera está en casa ahora. Salió con Moony.

    - ¿Sí? – Draco arqueó una ceja, millones de ideas locas pasando por su cabeza. ¿Solos en casa de Harry? ¿Sin el idiota de su padrino?

    - Sí. Anda. No es bueno aguantarse por tanto tiempo, vamos – Harry le extendió una mano, que Draco aceptó, recogiendo su playera.

    Snuffles se levantó perezoso también, bostezando. Draco sintió el viento helado en su espalda y miró hacia arriba, poniéndose la playera antes de seguir al moreno en sentido contrario del que había venido. Harry también parecía preocupado por el tiempo.

    - Ya viene la lluvia, Draco.

    Realmente, el cielo estaba oscuro, sin estrellas, y donde debería estar la luna, había solamente luz tras nubes grises. Las personas que estaban en el parque ya salían también, apresuradas. Snuffles trotaba tranquilo tras ellos. Entonces Draco fue asaltado por una duda.

    - Hey, Harry, ¿no me habías dicho que tu padrino tenía pareja?

    - ¿Lo dije? – Harry pareció extrañamente alarmado.

    - Sí, por internet.

    - Oh… oh, cierto… bien, sí, de hecho sí, tiene pareja…

    - ¿Y por qué nunca hablas de su novia? – Harry se mordió la esquina de la boca y Draco continuó. – Siempre hablas de tu padrino y de Lupin, de cómo tocan juntos, cómo bromean, que salen juntos… ¿Lupin también tiene pareja?

    - Erm… sí… - Draco frunció la frente al notar qué incómodo parecía Harry ahora.

    ¿No le agradaría la novia de su padrino? ¿Lupin enamorado? Eso era algo que no podía imaginar… Pero antes de que pudiera hacer más preguntas, escucharon un trueno y se dieron cuenta de que el viendo se había detenido. Notaron también el olor a lluvia al mismo tiempo en que una gotita helada caía en la nariz de Draco y Harry se llevó la mano al brazo.

    - Oh-oh – dijo Harry extendiendo la palma de la mano hacia arriba. – Creo que mejor corremos.

    Se miraron y apretaron el paso gradualmente mientras las gotas de agua se volvían menos espaciadas. Snuffles ladró y forzó la correa, queriendo ir más rápido para no correr el riesgo de mojarse.

    - Corre, Nuf – Harry dejó que la correa se escapara entre sus dedos y el perro tomó distancia rápidamente. - ¡Sálvese quien pueda! – bromeó y Draco rió.

    Snuffles era realmente un experto.

    Cuando estaban llegando a la quinta cuadra, el chubasco finalmente se tornó lluvia, en el exacto momento Snuffles se refugió en el porche cubierto de una de las casas de la derecha. Y por lo que parecía, ellos iban hacia allí también. Atravesaron el pasto rápidamente y alcanzaron a cubrirse, apoyándose en sus rodillas para respirar mejor.

    - ¡Wow! Hacía mucho tiempo que no me mojaba en la lluvia – celebró Harry mientras Draco se pasaba la mano por entre sus cabellos mojados.

    - Mierda – se lamentó, intentando evaluar el daño a su ropa. Se había mojado más de lo que esperaba, pero su pelo… ow, qué desastre…

    Harry rió, sacando un juego de llaves de su bolsillo. El volumen de la lluvia aumentó considerablemente, y el moreno tuvo que hablar más alto para ser escuchado.

    - Qué bueno que traje las llaves de la sala, sino tendríamos que dar vuelta hasta la cocina. Ahí no está cubierto – decía mientras corría al porche de su casa, metía la llave y abría la puerta.

    Un flash fue seguido de un estruendoso sonido mientras se limpiaban los pies en el tapete y entraban a la sala ya iluminada. Snuffles se había escapado de ellos y se sacudía, aparentemente seco. El sonido del agua parecía mayor dentro, o es que la lluvia había aumentado, si es que era eso posible.

    - Uh, qué frío – Harry giró para cerrar la puerta, quitándose los lentes y buscando alguna área seca de su playera para limpiarlos.

    Mientras, Draco examinaba el lugar curioso, el estante lleno de fotografías a su lado, el sofá, la televisión. Notó que Snuffles levantó las orejas y salió moviendo la cola hasta la habitación de al lado, desde donde creyó haber escuchado un sonido de sillas siendo arrastradas, que se sobrepuso a la tempestad. El rubio miró a Harry, quien aún limpiaba sus lentes, distraído, antes de dar unos pasos hacia el frente. Demoró algunas fracciones de segundo en asimilar lo que veía, pero cuando por fin lo notó, sus ojos se abrieron a más no poder y su mandíbula cayó hasta el suelo.

    - Bueno, Draco, el baño está en… - ni siquiera percibió la voz de Harry, quien también se acercó, poniéndose los lentes.

    Pero la voz del chico murió tan pronto lo hizo.

    ---------------

    Remus entró primero a la cocina, con visible desagrado estampado en el rostro, tirándose en una de las sillas. Después llegó Sirius, irritado.

    - ¡Cocina china, ja! Hasta parece que yo entraría en un lugar de esos. Después de lo que vi, a esos chinos haciendo, no habrá quién me persuada de comer su comida. Además, aquél otro restaurante que sugeriste parecía una taberna, Moony. Nunca he visto un lugar tan lleno como al último que fuimos, ¿cómo le llamas a eso?

    - Sirius, si no querías salir, ¿por qué diablos no me dijiste? – preguntó Remus, frotándose el rostro con sus manos.

    - ¿Cómo? ¡Claro que quería! Acepté, ¿no es cierto?

    - Sí, aceptaste. ¡Me convenciste de montar en tu moto y me hiciste andar de restaurante en restaurante sólo para decir que ninguno era lo bastante bueno para ti!

    - ¡No lo hice a propósito! – se indignó Sirius.

    - No me vengas con cuentos, Sirius. Sabes que no funciona conmigo – se burló Remus, levantándose e insinuando ir a la sala, pero Sirius se puso en su camino, tomándolo de la cintura con la cara más falsa del mundo.

    - Ah, amor mí, yo… te juro que lo intenté, pero…

    - ¡Qué mierda, Sirius! – Remus intentó soltarse, pero el otro lo tomó aún más firmemente. - ¡Sabes que odio andar en moto! ¡Me hiciste recorrer la ciudad entera! ¡Habría aceptado si me hubieras pedido quedarnos en casa!

    Sirius no resistió más y soltó una risita.

    - Ah, pero te veías tan apetecible en moto agarrándote de mí con miedo… ¡OW!

    Sirius se encogió al recibir un pellizco, pero no lo soltó.

    - ¡Estúpido! – reprendió Remus. - ¡Y todavía dijiste que no lo habías hecho a propósito!

    - Discúlpame, discúlpame, por favor – Sirius mejoró su cara y sus pucheros, como bien sabía hacer. – Nunca más lo haré, ¿me perdonas? – le tomó del rostro, cubriéndoselo de besos rápidos. - ¿Anda, sí? ¿Me perdonas?

    - Alto, Sirius – Remus reunió todas sus fuerzas para intentar empujarlo una vez más, pero fue inútil.

    - Moony, te amo tanto, tanto – Sirius susurró contra sus labios, recargando sus frentes. - ¿Qué culpa tengo yo de ser tan imbécil, eh? ¿Qué culpa tengo yo si no te merezco?

    Sirius se aprovechó de la debilidad de su novio para besarlo de nuevo casi con sufrimiento y Remus sintió que toda su fuerza de voluntad se desvanecía. Lo abrazó de vuelta y correspondió el beso, atontándose por las caricias que Sirius le hacía en el pelo. Ah, y cómo lo besaba…

    - ¿Estoy perdonado? – preguntó Sirius casi inocentemente, aunque una sonrisa escapaba de sus labios.

    - Tramposo – dijo Remus, sentido, y recibió otro beso rápido en los labios, mientras era estrechado con fuerza en los brazos de su novio.

    - Te amo, ¿lo sabías? – dijo, oliendo sus cabellos y besando su oreja de un modo que lo hizo estremecerse.

    - ¿En serio? Entonces ayúdame a preparar la comida – sentenció, alejándose, conteniéndose para no sonreír ante el aire desolado de Sirius. – Vamos, pela las cebollas por mí.

    - ¿Pelar cebollas? – lloriqueó Sirius. - ¿Quieres hacerme llorar?

    - Oh, no. Tienes razón. Eres demasiado peligroso tan sólo haciendo cara de sufrimiento. Con lágrimas entonces no me quiero ni imaginar – bromeó, haciendo que Sirius sonriera satisfecho. – Pero no piensas que te has escapado. Toma la mayonesa y ponle a los panes mientras pico los ingredientes de la salsa.

    Sirius bufó, pero no osó reclamar de nuevo.

    Mientras tanto, Remus sacó los ingredientes del refrigerador, las hamburguesas del congelador y comenzó a picar tocino, tomates y cebolla para hacer una salsa. No necesitaba mirar para saber que Sirius tomaba más tiempo del necesario para ponerle mayonesa los panes, haciendo de eso un arte, de tan concentrado que estaba.

    Remus se lavó las manos cuidadosamente para sacarse el olor a cebolla. Se agachó para tomar un sartén y una cuchara para cocinar en el estante inferior, y cuando se enderezó, acomodándose el cabello tras una oreja, sintió su rostro calentarse al notar que Sirius lo estaba mirando intensamente. Fingió no haberse dado cuenta, girándose hacia el fregadero, dándoles una enjuagada a los utensilios antes de usarlos, para librarlos del polvo. Su corazón se aceleró perceptiblemente cuando escuchó el sonido de la silla siendo arrastrada al mismo tiempo en que un trueno sonó a lo lejos, pero estaba demasiado aprensivo para notarlo.

    Sintió un cuerpo siendo presionado contra el suyo, una mano escurrir por su cintura, mientras otra cerraba el grifo y le quitaba el sartén de la mano.

    - ¿Sabías que te ves muy sexy en la cocina? – escuchó la voz ronca de Sirius en su oído y contuvo otro escalofrío, permitiendo ser girado frente al otro.

    Sirius tenía una sonrisa chulesca en el rostro y guió sus manos mojadas hasta estar enredadas en su propio cuello, enlazando su cintura enseguida y jalarlo a otro beso, que comenzó calmado, pero que fue tornándose exigente. Fuera, la lluvia comenzó a caer lentamente y fue aumentando conforme la intensidad del beso iba creciendo. Cualquier distancia entre sus cuerpos se había extinguido.

    Aquellos besos de Sirius tenían el poder de dejar su mente vacía, hacerlo desconectarse completamente de todo a su alrededor que no fuera el otro. Percibió dos manos acariciando su espalda sin prisa, pero descendiendo cada vez más. Sabía lo que seguiría, pero simplemente no conseguía interrumpir el beso. Y no quería interrumpirlo, en realidad. Echó la cabeza hacia atrás para recibir besos en el cuello y dejó que las manos de Sirius escurriesen hasta llegar al punto en que deseaba y jadeó ligeramente, antes de que su boca fuera tomada de nuevo. El cielo se iluminó y otro trueno sonó. El sonido de la lluvia era tan alto que no escuchaban nada más.

    Remus quería acercarse aún más a Sirius, pero ya no había más espacio qué vencer, así que se tambalearon, haciendo que Sirius chocase contra algunas sillas, pero tan pronto recuperaron el equilibrio, Sirius decidió no quitar las manos del trasero de su novio por nada del mundo.

    O casi nada.

    - Bueno, Draco, el baño está en…

    Los dos hombres sintieron la sangre helarse en sus venas antes de girarse con los ojos completamente abiertos para mirar a dos chicos totalmente estupefactos y a un perro mirándolos, congelados en la posición en la que estaban. Más rápido que un rayo, se alejaron. Remus cayendo en una silla y sacando su respirador nerviosamente de su bolsillo, llevándoselo a los labios.

    Snuffles ladró.

    --------------

    En el próximo capítulo…


    Draco colocó la mano para abrir la puerta, y se giró una vez más hacia al moreno.

    - Harry – comenzó lentamente. – Si mañana el clima es agradable… bueno… ¿podríamos hacer algo?

    Harry tamborileó en el volante del auto e hizo una deliciosa expresión pensativa, sacando la punta de la lengua.

    - Sí, podríamos ir a andar en bicicleta, ¿qué opinas? – sugirió.

    Fue el turno de Draco de quedarse pensativo.

    - Está bien, pero yo elijo el destino. El bosque debe estar lleno de barro – dijo, con un gesto de disgusto.

    - Así quedamos, entonces – Harry le extendió la mano, que Draco aceptó, admirando otra de esas bellas sonrisas de Harry, allí, tan cerca. Podría muy bien acercarse un poco y vencer la distancia, empujarlo contra el asiento, besarlo hasta perder el aliento…

    - ¿Qué desean?

    Una voz por el interfono hizo que Harry desviase la mirada y que Draco despertara de sus ensoñaciones. Soltó por fin la mano del moreno, imaginando cuanto tiempo había durado ese apretón de manos. Finalmente abrió la puerta del auto y salió.


    QUOTE
    Notas finales:

    Notas de la Autora: ¡Calma, calma, respiren profundo! Yo también necesito calmarme… ¡Apenas puedo colocarle notas a este capítulo antes de postearlo! ¡Fue realmente difícil y enorme! Es el más grande hasta ahora y espero que haya valido la pena.



    Edited by Kari Tatsumi - 12/8/2012, 19:14
     
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85 replies since 18/3/2012, 01:41   16808 views
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