No me dejes caer. *Actualizado 15/febrero/2017*

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  1. Alizon Takatsuki
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    ¡¡Awww!! MI CORAZÓN SE ENLOQUECE CUANDO ACTUALIZAS :=uuum: :=uuum: :=uuum: KLSJLDKJSDL ME ENCANTO EL CAPÍTULOOOOOOOOOOO :=duouou: :=duouou: la historia siempre se torna más interesante y me alegra que mi bebé Shinobu esté mejorando poquito a poquito :=WIJIS: kasdlas <3 <3 aunque 7u7 llamenme sádica o malvada, pero quiero ver ese reencuentro con ese violador ya que como pocos recuerdan este le menciona que lo vería de nuevo OHHHHHH EN VERDAD SE PONDRÁ EXTREMO SI LLEGA A PASAAAAR :=duouou: sin más esperooooooo el próximo capítulo ;-; gracias por no dejar el fanfic y respondernos eres un amooooooooorsh <3 :=SHOROO: :=DFSDFSD: :=AKAKAKAKAK:
     
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    ♂♥♂ *:.。.PΘr £l amor al YaΘi *:.。. 2.0 ♂♥♂

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    OMG!! Apailana-sensei no puedo creer que siga actualizando después de tanto tiempo!!! me tocara leerlo desde el principio por que en este punto ya no lo entendería, pero quiero decirle que me hace muy feliz encontrar este fanfic actualizado :=DFSDFSD: :=uuum:
     
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    Aprendiendo Yaoi

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    Sigo esperando sensei !!!! No renunciare... :=RINRUM: hehehe
    actualizare para esperar el nuevo capitulo :=ahjahajhaja: :=uuhuhuhus:
    Nos leemos pronto :=amors:
     
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  4. Sharingan is Fujoshi
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    Yo: Onegai!! Conti!! Esta muy sugoi!! :=DFSDFSD: :=DFSDFSD:
    Hana-Chan: Sii!! Shinobu y Miyagi juntos forever!! :=DFSDFSD:
    Inner: Esta lindo :=¬¬:
    Ame-Kun: Que nunca sonries??!! :=NOIP:
    Inner: Sonrio...por dentro :=¬¬: , pero encerio amo este fick
    Yo: YO LO ADORO!!! :=arribarriba: :=arribarriba: , conti porfa!!!! :=ewriting:
    Hana-Chan: Seremos fieles a tu fick :=yeahyie:
    Yo: GAMBARE!!! :=hurrahrr: :=hurrahrr:

    MATANE!!! :=fgdfgd:
     
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    Fujoshi para todo la eterninad, hasta que la muerte nos separe YAOI
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    Tiiieeneeees que actuuuaaalizaaaaaaar onegaisimas seeenseeeeeiiiiii
     
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    Throw it all away. I keep on screaming but, there's really nothing left to say

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    Hacia bastante que no leía esta historia pero la volví a encontrar y la releí entera, no pude evitar emocionarme como la primera vez, es preciosa y espero la continuación pronto :3
     
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  7. elimm8
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    CONTI POR FAVOR!!!!!!! No nos hagas sufrir más por la espera! :=duouou:
     
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    Fujoshi para todo la eterninad, hasta que la muerte nos separe YAOI
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    Por favor actualiza
     
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  9. Apailana
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    ~No me dejes caer~
    Más que mi propia vida



    “En el valle había dos lagunas.

    La laguna más baja resplandecía, como si estuviera repleta de plata fundida, mientras que la más alta era profunda y silenciosa como la muerte, parecía que las sombras de las montañas yacían sumergidas dentro de sus aguas verdes.”

    Yasunari Kawabata, “Recolección de cenizas”



    ________________________________________



    A veces miraba atrás —lo hacía con la suavidad y la prudencia adquirida con los años—, a veces miraba atrás —críticamente pero también con una sutileza omnitemporal—, a veces miraba atrás —y, sin embargo, sabía que para adelante no podría mirar. Lo hacía de hecho más seguido de lo que le gustaría admitir, —no obstante— se olvidaba de hacerlo con la comprensión y la amabilidad hacía sí mismo propias del trepidar de los años.

    Su carácter —propicio para la melancolía y la autocompasión— le permitía verse a sí mismo, no solamente cubierto con el dolor que la vida misma le había ocasionado, sino herido también, y esta vez hasta el fondo de su alma, por los errores mismos que él había ocasionado, por todas las veces que con la fuerza arrebatadora de la juventud se encargó, una y otra vez como si de una jodida maldición se tratase, de dañar, perder y arruinar a todos a su alrededor, incluido él mismo.

    Podía verse a sí mismo a los dieciséis, podía ver a las tinieblas así como a la luz que vino tras éstas, y podía ver —pero esta vez con menor claridad— a la nada que vino tras el resplandor. Porque lo cierto era que después de perderla a ella casi se pierde a sí mismo, y esta vez de un modo indigno de ser humano. Sin embargo, y no comprendería sino muchos años después con qué magnitud, había sobrevivido y lo había hecho a base de pura, simple y misericordiosa literatura.

    Comprendería también, pero únicamente años después, que lo volvería a hacer: volvería a elegir las letras aun si fuesen lo único que le quedase, porque incluso al final de sus días, e incluso sin ese ángel que después se cruzaría en su camino, esa gracia en sus manos y en su alma lo sería todo.

    A los veintiuno, rodeado por la nada y corrompido por una acuciante agonía, podía verse así mismo a los diecisiete cuando estuvo rodeado de luz y creyendo en la eternidad. Tomaba fuerzas de aquella extinta calidez, aferrándose a ella y se encauzaba —sacando fuerzas de donde no las había— únicamente a sus estudios, distrayéndose así para no cometer un suicidio.

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    —Me gustan sus historias cortas, ya sabes, las que hizo al inicio de su carrera, creo que tienen muy buena técnica. —le dijo ella con su voz dulce y cantarina, haciendo inconscientemente un mohín gracioso con la punta de su pequeña nariz. Ante su comentario, el joven estudiante no pudo reprimir una sonrisa burlona.

    Ambos se encontraban acurrucados en el futón del pequeño y maltratado dormitorio para estudiantes que el más joven arrendaba en Tokio. Estaban desnudos y desaliñados, cansados e inmensamente satisfechos. Miyagi Yō acababa de mantener relaciones sexuales por segunda vez en esa tarde con su profesora de literatura.

    Ahora, como si nada ni nadie más en el mundo importase se encontraban hablando juntos de nimiedades, de todo y de nada, porque así eran las cosas junto a ella: luminosas, tibias y enternecedoras.

    —Así que su técnica, ¿eh? —le dijo tratando de ocultar el tono de diversión en su voz grave. Podía recostarse a hablar con ella de literatura, pero así como su personalidad su crítica también era suave y cándida, sincera pero ingenua como ella misma.

    —Eso creo. —dijo bajando la mirada un momento para después posarla —llena de brillo y sinceridad— en el semblante relajado del menor.

    Y el muchacho no pudo sino sonreír nuevamente y estrecharla con fuerza entre sus brazos, restregando con cariño su rostro entre los cabellos suaves de ella, haciéndola reír, haciéndola feliz.— ¿Es de Kawabata de quién estamos hablando, cierto? —el tono intransigente opacado por un gesto de burla en su voz.

    —Sí, ¿por? —dijo ella con cierta pereza, prefiriendo acurrucarse entre su amante en vez de jalar más el futón para proteger su desnudez del frío de la tarde.

    Miyagi acomodó a su mujer entre sus brazos, enredándose también en sus piernas, y río con cierta soberbia.— Él no necesita técnica. —Afirmó con dureza.— Cualquier imbécil te escribe un cuentito con técnica. No cualquier imbécil te escribe Lo bello y lo triste. Él es más, mil veces más que sólo técnica.

    Recostada en su pecho, la profesora se preguntó en qué momento habían comenzado a tener una discusión seria. Negó brevemente, así eran las cosas con su alumno, especialmente si se trataba de hablar sobre literatura.

    —Ya… ¿Lo que quieres decir es que tengo malos gustos?

    —Yo no dije nada —replicó él con un mohín, comenzando a tantearla entre las piernas.

    Negando con una sonrisa, ella le rehuyó y se incorporó, manteniéndose en el futón, pero recargando su espalda desnuda y blanca sobre la pared.

    —Vale. Entonces ve tú y escribe un cuentito con técnica.

    Miyagi se incorporó para quedar a su altura y mirarla con una severidad fingida— No me gustan ni los cuentitos ni la técnica, y eso tú bien lo sabes, sensei. —Le dijo dándole un pequeño besito.

    Ella suspiró— ¿Y entonces…?

    —¿Entonces qué…? —Miyagi se inclinó para sacar un tabaco de su bolso de estudiante.

    —Nada… nada… —habló con languidez— es tan solo que sigo preguntándome cuándo tendrás la confianza suficiente para mostrarme lo que escribes.

    Y no fue el tono franco y amable de ella, sino la pregunta en sí misma lo que descolocó por completo al joven estudiante.

    —¿Q-Qué…?

    —Eres joven y fuerte, crees que tienes todo ante ti y probablemente así sea, me consideras ingenua, pero sin importar eso me amas como yo a ti, tan sólo quiero conocer esa parte tan pura e íntima de ti mismo… porque te amo y quiero ayudarte, porque me importas y quiero estar ahí, incluso intelectualmente.

    La mujer habló con tranquilidad pero no fue sino hasta que al no recibir respuesta de su joven amante se detuvo a mirarlo con detenimiento y pudo, al fin, caer en cuenta de la expresión descolocada y angustiada que el chico de diecisiete años tenía. Con cautela lo tomó por los hombros, obligándolo a mirarla, acariciando con infinito cariño sus cabellos negros.

    —Y-yo… no escribo.

    Vino la confesión y ella quedó tan sorprendida como él momentos antes.

    Ambos permanecieron callados varios minutos.

    —¿P-por qué me preguntaste eso? ¿Por qué creíste que escribía? —le preguntó con enojo, sujetándola con más fuerza de la necesaria por la cintura, pegando su frente a la de ella buscando con desesperación un consuelo que no sabía que necesitaba —¿por qué? ¿por qué asumiste eso?

    —No lo sé… no lo sé… —respondió ella y la angustia de Miyagi la hizo caer en cuenta de su juventud, de su inexperiencia pese a su fuerza. Y lo abrazó, con fuerza y cariño entre sus pechos. —No lo sé… no lo sé… tan solo… tan solo me pareció lo correcto.

    —¿Lo correcto?

    Y ella asintió al joven, quien se retorció por un momento entre sus brazos— ¿T-Tú… tú no escribes enserio, Miyagi?

    Él no habló, pero negó con su rostro oculto en el hueco terso entre los pechos de su mujer.

    —¿Por qué habría de hacerlo? ¿Por qué habrías de creer algo así? —se incorporó después de un rato, alejándose de ella y mirándola con cierto rencor.

    La profesora lo vio irse a beber sake sentado frente a su escritorio. Y ante su actitud hosca y el modo en que temblaba de ira, ella no pudo sino enternecerse y sentir que, irremediablemente, lo amaba un poco más.

    —Perdón si te ofendí. —Dijo despacito, después de haber pasado un rato mirando al muchacho irascible frente a ella. — No debí haber asumido cosas sin haber preguntado antes. Lo cierto es que… yo en verdad pensé que tú escribías, que tú querías convertirte en escritor —el joven le dio una mirada irritada para después darle la espalda, apenada ella continuó—mírame, por favor. —él otro ni se inmutó— por favor, Miyagi. —el joven apenas y la miró, sin molestarse si quiera en ocultar su fastidio ante ella.

    Ella se puso de pie y caminó hacia él sin molestarse en ocultar su desnudez hasta quedar frente a frente— No lo dije de mala fe. Era simplemente algo que tenía muy asumido dentro de mi cabeza y… —con su mano pálida tomó el rostro del muchacho para obligarlo a mirarla— Miyagi, lo cierto es que no sé si yo tenía esa idea porque no te conozco lo suficiente o… si por el contrario es porque te conozco más de lo que tú mismo lo haces.

    Los orbes oscuros la miraron con sorpresa e intensidad como queriendo encontrar el sentido de esas palabras dentro de su ser.

    —Miyagi… —ella se sentó a horcajadas sobre el cuerpo desnudo del muchacho— sé que algún día escribirás muy bien. Y espero estar allí cuando eso suceda. —Ambos se estremecieron.

    El joven aspirante a estudiante de literatura se olvidó ante esa confesión del enojo que momentos antes había tenido hacia la mujer y gustoso la recibió en su regazo, comenzando a besarla y a acariciarla sobre su silla de colegial en la cual jamás se había sentado a escribir. Y mientras le hacía el amor, perdiéndose entre sus piernas una y otra vez, no pudo evitar pensar en las palabras de su mujer. Después de correrse dentro de ella una sensación ambiciosa y arrogante de convertirse en escritor comenzó a corroer todo su ser.

    Su cuerpo rodeado por el calor y la humedad femeninas y ambos protegidos por aquella mediocre habitación de cuatro paredes con olor a tabaco y lavanda. Fue suficiente para que ambos creyesen tenerlo todo.

    ________________________________________



    —¿Qué es lo que te duele más? —le había preguntado en un arrebato, el tono formal con el que siempre se había dirigido hacia él siendo opacado por la rabia y la desesperación en su cuerpo—. ¿¡Qué es lo que te duele más!? —repitió la pregunta, sus nudillos rojos ante la ira y su rostro deformado por el dolor y la inclemencia— ¿Que haya dejado mi carrera política por la literatura?... ¿O que nunca te haya podido ver como algo más que un profesor de derecho?

    El dolor y el sabor de la sangre invadieron al instante sus mejillas, la dureza y la insolencia de sus palabras respondida con un puñetazo en su rostro —aún con ciertos rasgos infantiles— por parte del hombre mayor.

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    El humo de la taza de café hirviente se expandía cándidamente, difuminando su propia imagen y nublando sus pensamientos. Frente a él, sentado en el lado opuesto del escritorio de su cubículo, el profesor de literatura se encontraba sentado, revisando —con total detenimiento y sin mostrar expresión alguna— el proyecto de tesis que le había entregado días atrás.

    Despacio, Alexander tomó la taza de cerámica con el logotipo de la Universidad de Adelaide entre sus manos blancas y grandes, acomodándose un mechón rubio al tiempo que bebía. Dejando la taza y la humareda de ésta a un lado, la figura frente a él se despejó y lo que vio le gustó. Miyagi Yō era inteligente y apuesto, sus rasgos maduros y serios contrastaban con los suyos propios —jóvenes y encantadores—; sus cabellos negros y sus ojos rasgados se enfrentaban deliciosamente a sus mechones rubios y a sus ojos azules, a su piel blanca y a su ascendencia occidental… pese a todo, ambos era igualados en un sentido intelectual, puestos al mismo nivel y emparejados por la literatura.

    Con una expresión indescifrable, el profesor se quitó sus gafas de lectura y encendió un tabaco, ofreciéndole uno a su joven asistente quien lo aceptó encantado, posteriormente el mayor hizo algunas anotaciones y después miró al otro con franqueza.

    —Creo que es un buen proyecto. Tendrás posibilidades si lo trabajas bien. —Su voz no reflejaba emoción alguna. El muchacho frente a él tan solo asintió, humilde y objetivo.

    Miyagi miró a Alexander con detenimiento, había sido designado como su asistente en las clases de lengua japonesa, era estudiante de literatura y quería especializarse en filología japonesa, específicamente en Matsuo Bashō para asombro del mayor. Lo cierto era que el rubio era un buen asistente y lo más probable era que el profesor no le había estado prestando la atención suficiente, de ahí que no pudiese notar antes sus intuiciones estéticas y terminase sorprendido cuando —deteniéndolo un instante después de su clase—se presentó frente a él pidiéndole que por favor revisase el proyecto con el que —ambiciosamente— planeaba postular para un posgrado en la Universidad de Tokio.

    —El plan es tener las bases de la investigación en un semestre. Un poco más si es necesario. —Comentó firmemente y el profesor asintió. Ambos dieron una calada suave a sus tabacos.

    Miyagi se colocó nuevamente sus gafas y con un gesto le indicó al joven que se acercara. Alexander se colocó también sus gafas de diseñador y, después de apagar el cigarro en el bonito cenicero de cuarzo, se acercó complacido hacia el profesor, sin despegar su mirada de él, rodeando el escritorio hasta quedar a su lado.

    Concentrado en la carpeta de cuero con el proyecto de investigación, Miyagi se hizo a un lado para que Alexander pudiese sentarse en el antebrazo de la silla de oficina donde él mismo se encontraba; éste se acomodó gustoso a su lado, sintiéndose tenso ante el calor y el aroma masculino del profesor.

    —Marcaré algunas anotaciones —le dijo Miyagi con el cigarro en una mano— tan solo dime… ¿cómo vas a justificar esto? —con su índice señaló un fragmento de la hipótesis del australiano.

    Alexander sonrió mirando los rasgos totalmente asiáticos del profesor e inclinándose sobre el escritorio cogió su portafolio marrón de cuero y rebuscó en éste hasta encontrar su ejemplar revisado y anotado de las obras de Bashō.

    Sentándose nuevamente en el respaldo de la silla, esta vez más cerca del cuerpo del profesor, abrió el libro y satisfecho comenzó a leer uno de los fragmentos más bellos y reveladores del poeta japonés. Se sintió complacido y orgulloso de sí mismo al ver un leve gesto de aprobación de Miyagi ante su lectura fluida y segura del japonés antiguo y de combinaciones especiales de kanji.

    Despacio, fue leyendo con suavidad cada caracter, entregándose por completo al poema, su alma poco a poco desmoronándose ante el autor que tanto amaba y su alrededor difuminándose levemente. El dolor aglomerándose en su pecho, cortándole la respiración, cortándole el existir.

    Terminó, cerró los ojos y suspiró, sintiendo la agonía invadirlo por unos breves instantes, sintiendo su propio ser empequeñecerse. Qué era él sino nada ante la poesía.

    Como si de un consuelo frágil y tibio que lo acunaba entre sus brazos se tratase, fue la voz de su profesor, con un tono nostálgico y profundo, lo que lo hizo volver nuevamente en sí.

    —Alexander… algún día serás un gran escritor.

    Algo cambió dentro de su alma en ese momento y sus ojos azules se abrieron en completa confusión, húmedos y conmovidos ante las palabras de su mentor. El sufrimiento y la añoranza, la visión de algo más puro que sí mismo puesta en sus manos por el hombre al que tanto admiraba.

    Y Miyagi, de ese modo simple pero inmenso, supo que estaba ya del otro lado y alcanzó a comprender con un dejo de añoranza las palabras efímeras y absurdas de su sensei.

    Sus ojos se suavizaron ante la expresión aterrada y anhelante del menor quien a su lado tenía la mirada perdida entre las estanterías de su cubículo de profesor, como queriendo buscar lo más profundo dentro de éstas.


    El mayor acarició levemente sus mechones rubios transmitiéndole clemencia y apoyo incondicional con ese gesto. Porque hubo algo de cándido, algo de leal y algo de apasionado que Miyagi pudo ver dentro de Alexander, algo de humilde y de perdido, pero también de genialidad, algo de sí mismo y algo que él jamás poseería. Y supo, sin necesidad de haber leído nunca al muchachito, que éste tenía madera de escritor.

    Porque el escucharle recitar al autor favorito de ambos le permitió crear un puente para leer al muchacho mismo, pero dentro de su alma, y habiendo hecho eso ¿no era ya cómo si hubiese tomado un poco de la poesía oculta en lo más noble y en lo más corrupto de su ser?

    ________________________________________



    Elizabeth miró divertida a la figura pequeña y rubia que se escurría dentro del hospital como ocultándose traviesamente de alguien. En un gesto amistoso agitó su mano tratando de llamar su atención, los ojos grises se abrieron mostrándose inicialmente recelosos, pero después sorprendidos y cálidos ante su fortuito encuentro.

    —.¿L-Lizzie…?

    —¡Shinobu! —respondió ella con alegría y, sin decir nada más, el pequeño rubio se acurrucó en un asiento a su lado—. ¿Está todo bien? ¿Qué haces en el hospital? —le dijo amable, pero suspicaz.

    —Oh, eso… tan solo esperaba a Miyagi. —respondió restándole importancia al asunto y ella asintió, repasando en su mente la figura tranquila y madura del mayor. Decidió no cuestionarlo sobre qué era lo que en realidad estaba haciendo en el hospital, no se sentía con la suficiente confianza ni cercanía con el chico como para hacerlo.

    —¿Tú qué haces aquí, Lizzie?

    —Oh… tan sólo vine a entregar unas muestras —respondió mostrando unas cajas selladas colocadas a un lado de sus piernas— soy estudiante de ciencias y uno de mis profesores trabaja en los laboratorios de este hospital, me pidió de favor que entregase algunas cosas.

    —Claro… —respondió Shinobu sin mucho interés y se mantuvo tranquilito en la silla junto a ella, jalándose las mangas de su sudadera para que cubriesen las cicatrices de sus brazos y bostezando ocasionalmente mientras esperaba a que Miyagi fuese a recogerlo al hospital.

    Elizabeth se tomó unos instantes para mirarlo, el rubio lucía cansado y delgado. Algo dentro de él la hacía ablandarse, la hacía querer ser un mejor ser humano; la compañía silenciosa del rubio producía en ella sentimientos opuestos a los que tenía —por ejemplo— hacia seres como Alexander.

    Sin decir nada, la chica observó como los ojos grises del menor luchaban por no cerrarse, tratando de no quedarse dormido antes de que Miyagi llegase. Después de un rato el menor la miró y despacio —hasta cierto punto como un niño— se frotó los párpados y comenzó a hacerle leves preguntas sobre su vida como estudiante y su empleo en el zoo, desperezándose así un poco y preguntándole con un tono mimoso por los animales.

    Sonriéndole suavemente, ella respondió con tranquilidad a todas sus preguntas, su mirada verde —como el mar en primavera— queriendo buscar la pureza dentro del gris profundo de Shinobu.

    Una sonrisa muy leve se posó en los labios del menor mientras ella le hablaba sobre su trabajo en el parque de conservación Cleveland e inesperada, pero reconfortantemente su espíritu se sintió en calma.

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    —¿Shinobu…? —preguntó Miyagi sorprendiéndose de encontrar al menor sentado en la sala de espera del hospital, había llegado con veinte minutos de anticipación, por lo que el menor aun debería de estar en consulta. Arqueando una ceja se preguntó si su pequeño se habría escapado nuevamente de la terapia de White.

    —¡Miyagi! —respondió el otro inmediatamente, con una sonrisa inocente, acomodando sus despeinados cabellos rubios mientras se ponía de pie para tomar al mayor de la mano y guiarlo hacia la jovencita.

    —¿Elizabeth? —preguntó sorprendido el mayor y ésta asintió con un gesto amable.

    Los tres charlaron unos momentos con cordialidad y después de un rato se despidieron.

    —No duden en visitar el parque de conservación cuando gusten.

    El mayor asintió reservado y el adolescente le dio una respuesta animosa.

    Miyagi se llevó a Shinobu del hospital, había podido ver su semblante cansado y prefirió no interrogarlo sobre por qué no había entrado a terapia ni mucho menos ir él mismo a hablar con White. El menor lo siguió fielmente.

    —Tengo frío y sed. —le dijo perezoso a tiempo que daba un pequeño bostezo.

    Sin decir nada, el profesor colocó su saco sobre los delgados hombros del menor y lo encaminó hacia la cafetería del lugar para pedirle un té para llevar.

    El pequeño se dejó guiar, acurrucándose entre el saco del mayor mientras nuevamente lo buscaba para tomarlo de la mano, inconscientemente.

    Con su semblante endulzado, Lizzie los observó retirarse.

    ________________________________________



    El profesor se encontraba sosegado en el sofá de la sala de estar, la laptop en sus piernas mientras le escribía un mail a Kamijou para pedirle que le escanease y le enviase algunos artículos de su vieja oficina que podrían serle útiles a Alexander para su investigación.

    Después de un rato, Shinobu se le acercó, sentándose a su lado silenciosamente y acurrucándose en su hombro mientras cubría su delgado cuerpo con una manta que el profesor juraría solía encontrarse en su propia habitación. El mayor simplemente arqueó una ceja y no dijo nada al respecto, suavizó un poco el hueco de su hombro para que el menor se pudiese acomodar mejor sobre él y siguió tecleando en su computadora.

    Shinobu se quedó dormido poco tiempo después, sus manos sujetándose al brazo del profesor y respirando despacito sobre éste. Miyagi lo contempló por unos momentos y después suspiró con cierta preocupación, los últimos días había estado notando a Shinobu muy cansado y frágil, había tratado de darle alimentos más sustanciosos y de permitirle quedarse acurrucado hasta tarde en la cama, sin embargo, el menor continuaba luciendo pálido y acomodándose como un gatito a un lado de cualquier lugar donde él se encontrase para quedarse dormido momentos después. Se preguntó si debería llevarlo al médico.

    La respuesta le vino momentos después, cuando por medio de un mensaje instantáneo, White le recomendaba reservadamente llevar al menor a un chequeo general, pues él también lo notaba decaído. Por supuesto que el mensaje terminaba con una queja del psicólogo sobre cómo Shinobu seguía con su costumbre de ignorarlo olímpicamente y saltándose algunas de sus sesiones.

    Miyagi se quitó las gafas y cerró la laptop. Después acarició los cabellos rubios del menor y lo dejó abrigado sobre el sofá. Caminó a la cocina para prepararse un café, su gesto carcomido por la preocupación.

    ________________________________________



    En un instante, el profesor se preguntó si las revelaciones sobre la existencia y su humanidad misma vendrían a él alguna vez de un modo amable y dulce… lo cierto era que la vida parecía empeñarse en maltratarlo una y otra y otra vez con dureza y saña.

    Quiso, ingenua y estúpidamente, congelar en el tiempo las imágenes mentales que Risako se empeñaba en hacerle sobre cómo era Shinobu antes de que su alma fuese lastimada con la crueldad y miseria humanas, sabía, por supuesto, que él mismo no formaba parte de ese panorama irreverente y enérgico que la castaña le pintaba… sin embargo, aun si él no formaba parte de eso, aún si él jamás hubiese sido parte de la vida del menor, lo preferiría, lo preferiría con tal de borrar su sufrimiento, lo preferiría con tal de borrar para siempre la expresión de terror y confusión que su precioso ángel tenía en esos momentos.

    Sus ojos grises se llenaron de lágrimas y totalmente destrozado y asustado el menor se aferró al profesor de literatura, la persona a la que más amaba en este mundo. Su cuerpo tembloroso hundiéndose entre los brazos fuertes del mayor que lo sostenían sin dudarlo… como siempre había sido, como siempre debió ser. No aquello que le estaba pasando, sino esto… no la corrupción, sino la nobleza. En ese momento anheló con todas sus fuerzas poder dejar todo de sí —todo cuanto fue y todo cuanto ya no podría ser— en los brazos de aquel hombre a quien tanto amaba. Quebrándose, comprendió que ya no le quedaba la pureza.

    El ángel lloró en agonía, pero por primera vez en mucho tiempo no se sintió sólo ni perdido, sino que al instante se aferró al profesor de literatura, con la seguridad de que estaba ahí para sostenerlo.

    Y teniendo a la fragilidad acunada entre sus brazos, Miyagi Yō sintió, lentamente, como el sentido de su existencia se apoderaba de su ser, dándole fuerzas de donde no las había para que sus manos —ásperas y crueles— pudiesen seguir teniendo la fuerza para poder sostener al ángel hasta que pudiese volar por sí solo.

    Volvería a apostar su vida por la literatura, una y otra y otra vez. Incluso si lo perdía todo, incluso si se volvía a perder a sí mismo en el camino. Al final, la gracia que le había sido concedida en sus manos y en su alma sería el sentido ante todo, sería la salvación para ambos, la salvación ante ambos, la redención ante la ineludible condena.

    Volvería a apostar su vida por la literatura, pero, sobre todo, daría su vida y su literatura por Shinobu. Entregaría a los dioses y a los demonios sus recuerdos, sus momentos más luminosos, su amor con la profesora muerta, todo lo que él poseía, todo cuanto él era… todo, todo y más, todo incluyendo su encuentro de salvación mismo con ese ángel en la crueldad de la vida. Se ofrecería a sí mismo, a cambio de salvar a Shinobu.

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    Esa tarde, yendo a recoger los análisis que el médico le había realizado, le habían informado que Shinobu estaba esperando un bebé.

    En su vientre angelical crecía un bebé que no había sido concebido en el seno del amor y la misericordia, sino en el de la corrupción y la bestialidad.

    Y Miyagi comprendió, con una intensidad arrebatadora al tiempo que algo dentro de su alma cambiaba para siempre, que se había enamorado del ángel rubio.

    Lo amaba… más que a su propia vida.

    Con todas las fuerzas escasas y humanas que poseía, aferró a la pureza entre sus brazos.




    ________________________________________



    15/Febrero/2017

    Lamento muchísimo la tardanza, les prometo que trataré de que no sea así. Es el útimo semestre de la uni, y las cosas están un poco pesadas, no me he sentido bien últimamente, pero escribir es de las pocas cosas que me dan fuerzas para seguir adelante.

    Agradezco con todo mi corazón a quienes leen y apoyan esta historia. Por siempre gracias, significan mucho para mí. Los quiero muchísimo, gracias por estar aquí. El cariño y apoyo que me brindan a mí y al fic en este foro es algo que siempre valoraré.

    Gracias a todos los que leen y comentan, ahorita estoy algo cansada porque estuve todo el día en la uni y antier sólo dormí 3 horas para poder tener listo el capítulo, pero mañana o alrato les respondo sin falta todos sus hermosos comentarios, es lo menos que puedo hacer.

    Miyagi y Shinobu significan muchísimo para mí, les prometo que no los hago desvariar sólo porque sí y trato de que todo tenga algún sentido. Espero les haya gustado el capítulo, al fin solté la terrible noticia que quería soltarles desde el 2012 aunque en las advertencias del fic siempre he puesto M-Preg :$

    Juntos saldrán adelante de todo esto. Lo merecen demasiado.

    Nos leemos. Los quiero mucho.

    Apailana*
     
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    Investigando el Yaoi
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    Que hermoso neta ojalá que shinobi salga adelante y que esa fea mujer que lo lastimaba de vaya ala berno neta maldita mujer de mierda ><la odio .
     
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    Yaoizando
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    esta interesante la historia
     
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