INGO: Pero no es mentira [KirinoxShindou] [One-shot]

Había sido una dura sesión de entrenamiento la de aquella tarde, debido a la cada vez más cercana fecha en la que se enfrentarían en la semifinal de la Holy Road, los dos entrenadores cada vez más serios les habían hecho llegar hasta prácticamente el límite de sus fuerzas.

Ninguno se quejaba realmente, todos amaban entrenar hasta la extenuación, pues el amor que sentían por el fútbol no se podía comparar al de ningún otro sueño que persiguieran.

Kirino estaba sentado en la taza de uno del os váteres del vestuario donde se cambiaban y duchaban, mientras se examinaba con cuidado una herida en el tobillo que había logrado disimular perfectamente hasta el momento en que llegaron al gimnasio, cuando decidió ponerse a sangrar al golpearse con uno de los bancos y abriendo más la carne.

Se había escondido en aquel cubículo para cambiarse y detener la hemorragia, sabía que si sus compañeros lo veían se pondrían a gritar como histéricos por algo sin importancia. Especialmente Hayami, que seguro que se desmayaba o montaba un numerito similar, o Shindou, que posiblemente dramatizaría demasiado. Estaba a punto de salir cuando oyó varias voces fuera, estaba seguro de que se había quedado solo.

-¿Qué opinas de Akane, Shindou? –se oyó preguntar a Amagi, el gran defensa del equipo, más por sus proporciones que por su habilidad, ya que por buena que fuera esta sus dimensiones siempre serían mayores.

Shindou miró a su compañero de un curso más con curiosidad, no entendía la pregunta.

-¿Por qué me lo preguntas?
-¡Venga, capitán! –rió Kurumada, otro defensa de un año más de cabellos puntiagudos y negros-. Está coladita por tus huesos.

Shindou no dijo nada durante unos horribles instantes para Kirino que se encontró a sí mismo apretando los puños con fuerza, evitando de ese modo dar rienda a sus ansias de matar a Amagi y Kurumada.

-No creo que sea para tanto –murmuró Shindou-. No me parece que le guste demasiado… no me dirige la palabra apenas.
-Como sea –contestó divertido Sangoku, el portero principal, un chico alto y esbelto con una mata de pelo rizado en lo alto de la cabeza-. Realmente tiene una piel muy blanca.
-Parece una muñequita –asintió Amagi cruzándose de brazos-. Seguro que es suave y lisa como la porcelana.
-La porcelana es fría –murmuró Shindou terminando de recoger sus cosas, su amigo Kirino tenía la piel blanca y suave pero parecía terciopelo, algo mucho más cálido y agradable.
-¿Y qué dices de Midori? –preguntó Sangoku divertido-. Su color de pelo es realmente exótico y vibrante.
-Es verdad –corroboró Kurumada-. Aunque ya sabes, tiene un genio de miedo.
-Bueno, pero es una chica muy alegre y llena de energía. Siempre está ahí dándonos ánimos a voces –se rio Amagi.

Shindou se encogió de hombros, color exótico… ¡ja! Kirino sí que tenía un color exótico, ese rosa tan llamativo que provocaba burlas en tanta gente.

-A mí lo que realmente me gusta –confesó Kurumada sonrojándose-. Son los ojazos de Aoi, son tan azules y bonitos.
-Ya quisiera yo unos así para mí –admitió Sangoku a su vez-. ¿No crees Shindou?

Kirino tragó saliva dentro del baño, ¡él sí que tenía unos hermosos ojos de color azul! Notaba un nudo el estómago y el corazón latiéndole deprisa.

-Puede –dijo distraído el chico, Aoi tenía unos ojos muy bonitos, pero a él le gustaban más los de su amigo Kirino, mucho más claros y llenos de vida.
-Además es tan servicial –sonrió Amagi-. No tanto como Akane que se desvive para darnos lo que pedimos, pero aún así.
-Aoi sabe entender muy bien los problemas de los demás –admitió Sangoku recordando como la chica animaba a Shinsuke en su entrenamiento.
-Bueno, Shindou, di algo –le espetó Kurumada dándole una palmada en la espalda que le hizo desequilibrarse.
-¿Sobre qué? –preguntó el capitán.
-¡Sobre nuestras chicas! ¿Cuál te gusta más? –preguntó Amagi soltando una carcajada.
-Ninguna son mi tipo –murmuró Shindou bajando la mirada y sonrojándose levemente.

Dentro del servicio, Kirino suspiró aliviado de oír eso, aunque no entendía muy bien por qué, le hubiera dolido que Shindou dijera que le gustaba alguna de ellas, o cualquier otra persona...

-¿Es que hay alguna otra chica? –preguntó Sangoku con mirada perversa- ¿Alguna que haga que el corazoncito del capitán palpite más rápido?
-Cierto –dijo Kurumada-. ¿Acaso hay alguien mejor que nuestras hermosas gerentes?
Shindou miró a sus tres compañeros de equipo y amigos.
-Hay alguien… -empezó susurrando y haciendo que cuatro pares de orejas escucharan atentamente y tres ojos lo miraran con interés mientras que un par solo veían la puerta del servicio-, tiene la piel blanca pero mucho más bonita que Akane, tiene un color de pelo mucho más hermoso que Midori y unos ojos más bellos que Aoi…

Los tres muchachos se miraron entre ellos, sin duda aquellas tres cualidades en una persona debían dar a la chica perfecta, ¿quién sería?
Kirino también se hacía esa misma pregunta, con la cara en una mueca de enfado y los ojos lanzando chispas de furia.

-Alguien –continuó Shindou sonrojado-, que siempre me ayuda, me escucha y entiende, me apoya y anima…

Los tres compañeros mayores asintieron con la cabeza, anhelantes de saber quién y preguntando a Shindou con la mirada. Kirino sentía que la esperaba le estaba matando, ¡a Shindou le gustaba alguien!, estupendo, quería morirse. Y que en su lápida pusieran “para el que no tuvo la piel lo suficientemente blanca, los ojos lo suficientemente azules y el pelo lo suficientemente llamativo”, lo que realmente era una ironía porque siempre se habían metido con él por eso mismo.

-¿Y quién es, capitán? –preguntó Sangoku respaldado por los otros dos.
-¡Pues… ¡-a Shindou le tembló la voz- pues… ya sabéis… También vosotros conocéis a esa persona.
-No, capitán –aseguró Kurumada-. De seguro me acordaría de una chica así.
Shindou abrió los ojos y dirigió la mirada al suelo, quería que la tierra se lo tragase. Tenía la cara totalmente roja.
-Os estáis confundiendo… -murmuró totalmente azorado.
-¡Venga, capitán! Déjate de acertijos y dinos quién es de una vez –pidió Amagi.

Kirino asintió en el baño con las cejas enmarcando una expresión de impaciencia e instintos asesinos.
Shindou se rascó la cabeza y dijo sonriendo lo más naturalmente que pudo, sin evitar que sus mejillas estuvieran tan rojas como sus ojos:

-Pues… Kirino… -y soltó una risita nerviosa.

Los tres mayores sintieron como si un jarro de agua fría les cayera encima, mientras que a Kirino parecía que lo hubieran metido inesperadamente en un horno, pues de repente le había entrado un calor enorme y parecía que todo él quemaba como si lo estuvieran friendo al sol.

-¡Capitán! –se quejó Sangoku- Kirino es un chico, ¡que forma de tomarnos el pelo!

Shindou sonrió nervioso y vio alejarse a sus mayores, que cerraron la puerta sin esperarse a que él saliera mientras refunfuñaban sobre los gustos de Shindou y lo mucho que les hubiera gustado una chica así.

-Bueno, no he mentido –suspiró Shindou al pensarse solo-. A mí me gusta…

Kirino notó como el calor aumentaba más, ¿qué podía hacer?, ¿qué le gustaba?, ¿en qué sentido? Su corazón latía con fuerza y no entendía como Shindou no lo oía. No podía aguantar más en aquel estrecho retrete, ¿qué hacía ahí?... El tobillo, se acordó al apoyarlo en el suelo otra vez y sin poder evitarlo se desequilibro con un grito de dolor y cayó hacia delante abriendo del golpe la puerta y quedando tirado en el suelo frente a Shindou que se había girado asustado.

-¿¡Kirino!? –exclamó el capitán notando el mismo angustioso calor que sentía el muchacho de grandes ojos azules -¿¡Qué hacías ahí metido!?

Shindou retrocedió algo asustado sin darse cuenta de tenderle la mano a su amigo que se levantó con cuidado de no apoyar el pie. ¿Podría salir huyendo? Kirino era más rápido que él.

-Yo… -empezó Kirino con el rostro escarlata, le gustaba a Shindou… -Yo… -Kirino se atragantó con sus propias palabras y bajó la mirada.
-Bueno… yo me voy –dijo Shindou tragando saliva y haciendo un gran esfuerzo por parecer normal.

El capitán se giró con la intención de irse, el estómago de Kirino se contrajo y sintió un fuerte dolor en el pecho. ¡Qué idiota! Antes de que Shindou tuviera tiempo de salir Kirino se acercó a él y lo atrapó entre la pared y él. Mirándole fijamente a los ojos y haciendo que Shindou se sonrojara aún más.

-¿Es verdad?
-¿El qué?
-Lo que has dicho, Shindou.
-Bueno… es obvio que tienes la piel más blanca que…
-¡No! Eso no –Kirino miró fijamente los ojos rojos de su capitán y amigo de toda la vida, unos ojos que le quitaban el aliento desde la primera vez que los vio-. Lo de que… te… que te..
-Ah… yo… -Shindou le devolvió la mirada y le sonrió tímidamente, intentando darle pena para que no lo torturara así.
-Dímelo, por favor –suplicó Kirino con la voz quebrada.
-Sí –contestó Shindou temblando pero reuniendo todo el valor que encontró en su cuerpo-. ¡Me gustas!

Kirino abrió mucho los ojos y vio como en los de Shindou empezaban a cristalizarse por las lágrimas. Antes de que tuviera tiempo a siquiera formar una de ellas, Kirino acercó su cabeza a la del capitán y lo besó sin contemplaciones.

Sus labios eran cálidos y suaves, más incluso que su piel, y estaban llenos de un sentimiento igualmente cálido y placentero y un sabor a melocotón y miel, igual que el cacao que usaba para que no se le cortaran. Se juntaron suavemente al principio y luego más apasionadamente, en un húmedo contacto labial que les hizo olvidarse de respirar. Kirino aumentó la presión y Shindou le rodeó el cuello con sus brazos, con sus manos grandes y amables. Kirino se separó un poco para coger aire y miró a Shindou.

-Tu también a mí –sonrió.

Ambos volvieron a juntarse en otro prolongado beso en el que Kirino, tirando la casa por la ventana, se hizo paso sin timideces a la boca de su ya no solo mejor amigo y jugó con su lengua, logrando que Shindou comenzara a temblar como una colegiala en su primer día de instituto, mientras le apretaba más fuerte del cuello, llegando a temer el muchacho de ojos celestes que se lo partiera en dos. Se mantuvieron así un tiempo más hasta que recordaron que tenían examen al día siguiente y se marcharon juntos cogidos de la mano.

Al día siguiente Shindou sacó el primer y deshonrante 8 de su vida, y maldijo en silencio durante el examen a ese atrevido de Kirino que no había podido apartar de su mente y que jugaba con el boli llevándoselo a los labios sin la más remota idea de qué contestar él a las preguntas.