IN11: Este cuerpo no es el mío [FudouxKidou] (18+) [One-shot]

¿Qué pasaría si por un accidente te encontraras dentro de un cuerpo que no es el tuyo? Pues eso les pasa a Fudou y Kidou tras un brillante partido de fútbol

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    Este cuerpo no es el mío



    Os dejo un one-shot, algo largo, en el que he estado trabajando estos días :) Espero que os guste y bueno, ya que en mi otro fic no quiero poner lemon he intentado hacer algo en este como "regalo" para mis comentadoras XD Gracias :D Siento que es un gran fail pero bueno... XDU No había escrito nada así nunca así que no me peguéis ^^U

    Pareja
    Fudou Akio x Kidou Yuuto

    Género
    Amor y humor.

    Advertencias
    Lemon

    Casificación
    18+

    One-Shot: Este cuerpo no es el mío

    SPOILER (click to view)
    Hacía unos meses que aquellos chicos que corrían por un campo de verde hierba siguiendo un balón de fútbol habían vuelto del Mundo, ya se habían graduado en la Secundaria y empezado las clases de Bachillerato, pero el equipo que había ganado la copa seguía reuniéndose para jugar al fútbol, a pesar de las distancias que los separaban, una vez cada mes, los chicos que habían llevado la victoria a Japón y sus amigos se reunían en Inazuma y se divertían con partidos amistosos entre ellos y entre otros equipos que querían desafiar al legendario Inazuma Japan.
    Aquella vez fue realmente emocionante y el Inazuma Japan pudo saborear un apasionante partido contra la Royal Academy, a la que guiaron magníficamente hacia la victoria dos jóvenes estrategas, uno paliducho y delgado de intensos ojos turquesas y cabello marrón oscuro que había dejado crecer desde la Graduación y el otro con su largo cabello pardo de rastras recogido en una coleta, con unos grandes ojos rojos como la sangre ocultos tras unas gafas azules de cristales casi opacos con una banda en su brazo izquierdo que demostraba su rango de capitán.
    El Inazuma Japan no pudo detener el avance de su rival sin sus dos estrategas que jugaban en el bando contrario y a pesar de que un muchacho pelirrojo de piel marmórea supo guiar al equipo hacia el casi empate alentado por su capitán, no pudo evitar que en el último momento, otro joven de piel oscura y pelo blanco del equipo contrario se desmarcara y marcara el gol de la victoria.
    En esos momentos los equipos cansados del encuentro se dirigían a los vestuarios para ducharse y vestirse para la cena.
    -No has estado mal, Fudou –sonrió el capitán de la Royal dándole un golpe en el hombro.
    -Tú tampoco –sonrió este siniestramente devolviéndole el golpe con más fuerza de la necesaria.
    -Es extraño jugar contra Endou y los demás después de tanto tiempo, ¿no crees? –rio Kidou recogiendo sus cosas, solo quedaban ellos dos que se habían entretenido hablando con el entrenador.
    -A veces viene bien cambiar de aires –repuso Fudou con indiferencia encogiéndose de hombros.
    Los dos chicos terminaron de recoger las cosas y echaron una ojeada rápida para asegurarse de que nadie se había olvidado nada…
    -Alguien se ha dejado el jabón –gruñó Kidou al ver un bote de gel en las duchas.
    -No lo cojas, que se hubiera espabilado, eso le pasa por gilipollas –contestó Fudou dispuesto a salir.
    -Fudou es el tuyo –se burló Kidou al coger el bote y ver la marca que solo usaba su compañero estratega.
    El chico lanzó algo parecido a un gruñido y se dirigió a grandes zancadas hacia Kidou con actitud desafiante y el rostro rojo.
    -Ni una palabra –graznó amenazadoramente ante la mueca de burla del capitán.
    Este se encogió de hombros y le pasó el bote sin dejar de sonreír divertido.
    Fudou lo cogió bruscamente y no calibró bien el movimiento resbalando en el suelo todavía húmedo de la ducha con restos de espuma.
    -¡Mierda!
    No le dio tiempo a decir nada más, se agarró a Kidou en un acto reflejo y también este perdió el equilibrio con una interjección malsonante en los labios, cayendo los dos pesadamente al piso.
    -Ay –murmuró Fudou abriendo los ojos y notando algo blando debajo de él, ¿acaso no había caído él primero? No veía nada, todo estaba oscuro, ¡se había quedado ciego! -¿Kidou?
    -¿Sí? –respondió este aturdido abriendo los ojos también, Fudou le estaba chafando los pulmones y le costaba respirar, no entendía porque de repente se le hacía tan pesado.

    Kidou sintió que se le helaba la sangre al ver sobre él la expresión de desconcierto que estaba poniendo… ¡él mismo!
    -¡Ah! –gritó de repente empujando al que parecía una copia perfecta suya que lanzó un gruñido de odio. Kidou se levantó y se dirigió a un espejo volviendo a gritar de nuevo.
    -¿Kidou? –preguntó Fudou que estaba sentado todavía preguntándose porque no veía y porque los gritos de su amigo sonaban de repente tan parecidos a los suyos.
    -¡Fudou! –gritó Kidou acercándose al chico que estaba sentando y arrodillándose frente a él.
    Kidou le quitó las gafas que tapaban sus ojos y oscurecían su visión y la mirada que le dirigió el chico fue todo lo que Kidou necesitó para saber que se había vuelto loco y estaba viviendo una pesadilla.
    Fudou vio horrorizado como sus propios ojos le devolvían la mirada de perplejidad e incomprensión.
    -¿¡Pero qué coño has hecho!? –gritó asustado al verse frente a él y comprobar que de repente su pelo parecía un nido de pájaros y estaba recogido en una coleta.
    -¿¡Yo!? ¡Yo no he hecho nada!
    Kidou se cruzó de brazos moviendo el cuerpo de Fudou en el que parecía haberse quedado atrapado, mientras que Fudou en el cuerpo de Kidou se llevaba la mano a la barbilla intentando descubrir que había pasado pero sin poder concentrarse porque en esos momentos el mismo olía al gel de cítricos que siempre usaba Kidou y que siempre conseguía desconcentrarlo.
    -Hemos intercambiado los cuerpos –gruñó Fudou.
    -¡Oh! –bufó Kidou frunciendo las cejas del cuerpo de su compañero-. ¡Qué brillante deducción!
    La puerta del vestuario se abrió y apareció un chico que suspiró aliviado.
    -¡No sabía donde estabais! –sonrió el muchacho de pelo blanco y un parche en el ojo derecho-. Kidou me prometiste que me ayudarías con una cosa, ¿te has olvidado?
    Sakuma miró a Fudou que le devolvió una mirada confusa desde el cuerpo de Kidou.
    -¿Por qué no llevas las gafas? –preguntó el chico de pelo blanco preocupado de repente, Kidou nunca se quitaba esas gafas delante de otra persona.
    -Se han roto –contestó Kidou sin darse cuenta que hablaba con el cuerpo de Fudou-. Ya voy.
    Sakuma miró al que creyó Fudou perplejo con su único ojo de color ámbar, ¿qué planeaba? ¿se había cargado él las gafas?
    -Perdona, Fudou –gruñó el mismo Fudou levantándose con el cuerpo de Kidou que había entendido rápidamente cómo estaban las cosas-. Pero solo me quiere a mí, tú puedes perderte por ahí como haces siempre–Fudou sonrió con la cara burlona y cínica que siempre le dedicaba el chico de las rastras.
    Kidou abrió la boca para replicar pero se dio cuenta de la situación en la que se habían metido y no supo que decir, Fudou se dirigió hacia Sakuma y dejó su cuerpo con Kidou dentro en el vestuario mirando sorprendido las blancas manos que poseía en ese momento.
    -Que raro que no te halla contestado… En fin, ¿cómo te has roto las gafas? –preguntó Sakuma mirando los grandes ojos rojos de Kidou que en esos momentos dirigía la mente de Fudou.
    -Ese imbécil… -repuso él encogiéndose de hombros intentando actuar como Kidou, los gestos, la forma de hablar...
    -Siempre te está molestando –rio Sakuma con una leve sonrisa divertida-. Siento lo de las gafas.
    -Parece que te haga gracia –gruñó Fudou metiendo las manos en los bolsillos con mueca de fastidio.
    -Bueno, así tienes una oportunidad ¿no? –se encogió Sakuma de hombros-. Ya sabes lo que dicen de la gente que se pelea, ¿no?
    Fudou puso mueca de asco con la cara de Kidou.
    -No digas mariconadas –murmuró sin poder evitar sonar a él mismo.
    Sakuma lo miró algo asustado.
    -¿Mariconadas? ¿Te encuentras bien?
    Fudou tragó saliva.
    -Lo de las gafas me ha alterado un poco –sonrió forzadamente-. Ya sabes… eran un recuerdo importante y ese gilipollas...
    Sakuma se paró totalmente preocupado.
    -¿Kidou? Parece que pasar tanto tiempo con Fudou no te está sentando bien.
    Fudou gruñó con ganas de pegarle un tortazo por hacer tantas preguntas, pero reteniéndose para no poner en evidencia al dueño del cuerpo… Y eso que por una vez no sería el responsable de sus actos… podría tirarle el helado a Midorikawa y que nadie le echara las culpas, ¡o darle una patada en el culo a Kabeyama! Como quería darle una patada en ese gran culo que tenía.
    -Yo no paso tanto tiempo con Fudou –respondió este mintiendo descaradamente, al margen de que el fuera Fudou, últimamente pasaban mucho tiempo juntos, ya fuera por el equipo o por los trabajos del Bachiller, aunque Kidou nunca se veía muy alegre de que le tocaran hacer las cosas con él, no podía reprochárselo... Pero siempre se ponían juntos…
    -Bueno… si tú lo dices. Estáis todo el día pegados.
    Fudou se mordió la lengua, tenía tantas ganas de contestarle como solía hacerlo.
    -No es como que me guste hacerlo… –gruñó Fudou.
    -¡Venga hombre! –rio de nuevo Sakuma soltando una carcajada-. Se te nota de lejos que te alivias cuando te pide que te pongas con él.
    -Eh… Bueno… Es inteligente, ¿al menos me ayuda con los trabajos? –sonrió forzadamente Fudou intentando sonar convincente sin éxito.
    -Eso si que no me lo creo –murmuró Sakuma-. Siempre andas quejándote de que es un vago y que no hace nada.
    Fudou frunció los labios, ¿por qué mierdas aceptaba ponerse con él entonces el gilipollas de Kidou si solo sabía quejarse de que hacía todo el trabajo y que él se pasaba el rato tumbado sin hacer nada?
    -¡Déjame en paz! –gritó Fudou molesto mirando furioso a Sakuma.
    -Venga, venga. Ya sabes que yo te apoyo si es lo que tú consideras correcto.
    Fudou no entendió de qué le hablaba y decidió salir del problema callándose.

    Los dos jóvenes pararon ante una tienda de artículos juveniles.
    -¿Qué hacemos aquí? –preguntó Fudou mirando el escaparate.
    -Creo que aquí podremos encontrar algo interesante.
    Los dos chicos empezaron a mirar por la tienda, Fudou andaba algo distraído y miraba de vez en cuando algún artículo que le llamaba la atención. Sakuma le seguía sin quitarle el ojo de encima. No podía decirle que lo había llevado para tantear los gustos de Kidou para saber que regalarle para su cumpleaños, pero los objetos que parecían gustarle parecían tan poco propios de Kidou… Se parecían más a las tonterías que le gustaban a Fudou.
    Sakuma se llevó las manos a la cabeza al iluminársele la bombilla, ¡todo tenía tanto sentido! Seguro que Kidou estaba buscando alguna cosa para regalarle a Fudou… pero así no podría saber que le gustaría de verdad.
    -¿Hay algo que te guste, Kidou? –preguntó Sakuma sonriendo haciéndose el desinteresado.
    Fudou lo miró y lo entendió, Sakuma buscaba algo que comprarle a Kidou para su cumpleaños que se acercaba inexorablemente, como una locomotora. Buscó alguna cosa sumamente ridícula y vio un reloj con unos conejitos rosas que parecía tan vomitivo…
    -Ah… -dijo mirándolo y bajando la mirada como si se sonrojara-. No sé…
    Sakuma dirigió la vista hacia el objeto y sintió que se le helaba la sangre. ¿Qué mierdas le gustaban a Kidou?

    Kidou andaba dando patadas al suelo y arrastrando los pies por el patio de la convención donde se alojaban para dormir todos juntos. Aquel sitio siempre le traía los recuerdos de los primeros partidos que jugaron. Sonrió mirando el edificio y a sus amigos que paseaban por ahí. Endou, Kazemaru y Gouenji conversaban alegremente haciendo toques y decidió ir a saludarles.
    -¡Hola! –sonrió acercándose y quitándoles el balón.
    -¡Fudou! –exclamaron los tres dando un paso hacia atrás algo asustados de la sonrisa del chico.
    -Ah… -murmuró Kidou.
    -¿Te encuentras mal? –preguntó Kazemaru observándolo atentamente.
    -No –contestó Kidou rascándose la cabeza, que complicado era ser Fudou si no se podía sonreír -. Voy… -miró a su alrededor- a… a dar una vuelta.
    Kidou les pasó el balón y se fue pensativo.
    Ser Fudou no se le daba bien, había hecho llorar a Tachimukai al ayudarle a recoger unas cosas que se le habían caído, asustado a Toramaru al saludarle con una sonrisa, mosqueado a Someoka y Fubuki que le habían gritado sin razón… Incluso Kurimatsu y Kabeyama se habían alejado corriendo de él al preguntarles qué tal estaban.
    Al final se sentó en un banco a esperar que pasara el tiempo. Un chico pelirrojo de piel muy blanca se le acercó tímidamente acompañado de otro chico de piel más oscura y largo cabello verde pistacho recogido en una alta cola de caballo.
    -Fudou –llamó el pelirrojo con una sonrisa mientras Kidou se preguntaba que asuntos llevaría Fudou con Hiroto.
    -¿Qué pasa?
    -He conseguido las entradas que me pediste –Hiroto sacó dos papeles alargados y se los pasó a Kidou que abrió la boca sorprendido.
    -¡Pero si es mi ópera favorita! –exclamó al ver las dos entradas que le tendió el pelirrojo.
    -El otro día dijiste que la odiabas –murmuró Midorikawa frunciendo el ceño.
    -Ah… bueno, cambié de opinión –gruñó Kidou intentando parecerse a Fudou.
    -Cómo sea –sonrió Hiroto-. Pero me las tienes que pagar y no son baratas.
    -Sí… pero ahora no tengo dinero –quiso excusarse Kidou.
    -Que no se te olvide –amenazó Hiroto alejándose con Midorikawa al lado.
    -¿Para qué querrá esto Fudou? –se preguntó Kidou al volver a quedarse solo mirando las entradas, ciertamente a Fudou le aburrían en sobremanera esas cosas.

    Ya era la hora de cenar y Kidou con el cuerpo de Fudou se sentó solo, tal y como hacía este siempre. Fudou con el cuerpo de Kidou y Sakuma se le unieron en cuanto llegaron, los dos muy silenciosos.
    -Ey, Fudou –saludó el mismo Fudou sentándose frente a él y mirándole con ojos melosos, su cuerpo visto desde fuera era incluso más guapo.
    -¿Qué tripa se te ha roto? –gruñó Kidou empezando su cena.
    -Ninguna –replicó Fudou mirando la bandeja que tenía enfrente, había tenido que elegir lo que más le gusta a Kidou, pero Kidou no parecía haber respetado sus gustos para nada.
    Ninguno de los tres dijo nada más mientras cenaban, Sakuma miraba distraído a los otros dos que se lanzaban miradas de oído como solían hacer y se preguntaba que estaría haciendo Genda, que se había quedado bastante triste al no poder quedarse con ellos, y no porque no se lo hubieran ofrecido, Sakuma hasta le había dicho de compartir su cama si no había cuartos, pero el chico tenía otras obligaciones y después del partido se marchó cabizbajo.
    -Me voy a la cama ya –dijo Fudou levantándose, estaba cansado de aquel horrible día y no le apetecía seguir siendo amable con nadie. Casi había matado a Endou antes de la cena y quería evitar cualquier desastre… no entendía por qué mierdas le preocupaba tanto mantener la reputación de Kidou.

    Llevaba ya media hora en la cama tumbado, mientras leía unos libros de Kidou y aprovechaba que nadie le miraba para comer lo que no podía comer delante de otra gente si quería que le mantuvieran el respeto… Y menos con el cuerpo de Kidou…
    La puerta del cuarto se abrió de repente y entró el verdadero Kidou con el cuerpo de Fudou.
    -¿¡Qué haces en mi cuarto!? –preguntó molestó Kidou cerrando la puerta y observando el desorden que reinaba en la habitación que había dejado inmaculada por la mañana.
    -Ahora es mi cuarto –gruñó Fudou dando énfasis al posesivo y señalándose el cuerpo-. Ahora si no te importa no quiero que nadie piense nada raro al ver mi cuerpo entrando a tu cuarto a estas horas, largo.
    -¿Te crees muy gracioso? –gruñó Kidou acercándose enfadado por el desastre en el que había convertido su cuarto.
    Fudou enarcó una ceja levantándose de la cama.
    -¿Qué te pasa? Estás poniendo una expresión horrible en mi hermoso rostro.
    -Es exasperante ser tú –gruñó Kidou-. No sé como lo aguantas, ¡no he podido hablar con nadie además de ti que soy yo!
    Fudou sintió una opresión en el pecho, no es que él no quisiera tener amigos… solo que la gente no parecía muy contenta de tenerlo a su lado y nunca se había atrevido a hablarles con cordialidad. Las únicas personas que parecían tenerle algo de aprecio eran Kidou, Sakuma y Genda… Con otros como Endou o Gouenji se llevaba pero sin confianzas de ningún tipo.
    -¿¡Hola!? –refunfuñó Kidou que no se daba cuenta de la expresión triste que tenían sus propios ojos, tal vez por la costumbre de verse con gafas o por estar muy atareado quejándose del cuerpo de su compañero.
    Cansado de oírlo protestar Fudou lo empujó a la cama y se colocó encima, tapándole la boca con la mano.
    -Sabes, nunca me había dado cuenta de que era tan guapo –dijo Fudou mirando su cuerpo con una gran sonrisa.
    Kidou le lanzó una mirada furibunda e intentó soltarse, ¿desde cuándo Fudou era tan debilucho?, físicamente hablando.
    -Siempre me he preguntado como sabrían mis labios –Fudou entrecerró los ojos y Kidou le fulminó con la mirada.
    -Pues no lo vas a averiguar con mi cuerpo, a saber dónde ha estado tu boca –gruñó.
    -Tú sabrás, has sido tú él que has estado manejando mi cuerpo en las últimas horas.
    -¡Espero que no hayas hecho ninguna barbaridad con el mío!
    -¡Pues si he estado toda la tarde con Sakuma! –exclamó Fudou-. Solo he podido darme un poco de cariño cuando me he quedado solo.
    -¿¡Qué has hecho!? –gritó Kidou enfadado poniéndose totalmente rojo pensando en toda clase de guarrerías que Fudou podría haber hecho.
    -¡Oye! ¡No me tomes por un degenerado! Solo te he sobado un poco el culo.
    Fudou se acercó a su propia cara observando sus rasgos faciales, mientras que sus mejillas blancas se coloreaban por culpa de la vergüenza que estaba pasando Kidou, quien creía que lo iba a besar. Se acercó más a sus labios con una mueca burlona y retadora.
    Kidou le miró con odio y le tiró de las orejas con fuerza, ¡si alguien le besaba sería con su cuerpo de verdad!
    -¡Ah! –exclamó Fudou con una lágrima de dolor-. ¡Eso duele!
    -Sé mis puntos débiles, Fudou, quítate de encima.
    Fudou sonrió, ahora también él sabía un punto débil de Kidou.
    Unos golpes en la puerta los sobresaltaron.
    -¿Kidou? –llamó Sakuma.
    Fudou se levantó inmediatamente y obligó a Kidou a meterse con su cuerpo debajo de la cama.
    -No quiero que me vean aquí, así que no salgas o me pasearé desnudo con tu cuerpo –amenazó Fudou en un murmullo.
    -¡Voy, Sakuma!
    Al abrir la puerta el chico entró con un suspiro y la cerró tras sí.
    -¿Qué le ha pasado a tu cuarto? –preguntó sorprendido de ver tantos envoltorios por el suelo-. ¿Comes galletas de Pokémon, Kidou? –Sakuma empezó a reírse descontroladamente al imaginarse a su serio amigo comiendo semejante aperitivo para niños.
    -¿Qué quieres? –gruñó Fudou, no le hacía gracia que se burlaran de él por comer esas galletas, ni siquiera si pensaba que era Kidou el que lo hacía.
    -Es sobre Fudou –Sakuma se encogió de hombros y se sentó en la cama-. He estado hablando con la gente y me ha dicho que hoy se ha estado comportando muy raro.
    -Igual le ha sentado algo mal, ya sabes como es.
    -Deberías hablar con él, por si le pasa algo, ¿no crees?
    -No le pasa nada –gruñó Fudou cruzándose de brazos.
    -A decir verdad tú también estás muy raro hoy –suspiró Sakuma-. Pero Fudou estuvo sonriendo a la gente… ¡Sonriendo, Kidou, sonriendo!
    -¿Y qué? –replicó Fudou maldiciendo a Kidou por hacerse pasar tan mal por él, y de repente sonrió malignamente-. Seguro que está bien guapo sonriendo.
    -Si tú lo dices… -murmuró Sakuma con cierta indiferencia desconcertando a Fudou, ¿qué clase de reacción era esa?
    -¿Cómo qué si yo lo digo? –preguntó confuso Fudou.
    -Ya hemos hablado de esto muchas veces –Sakuma se encogió de hombros-. Si a ti te gusta pues genial, pero por favor, que vaya sonriendo por ahí es realmente espeluznante. ¿No le habrás dicho algo y por eso actúa así?
    Fudou sintió de repente como se enrojecía desde la punta de los pies hasta el cabello, ¿¡qué acababa de decir Sakuma!? Se giró hacia la cama debajo de la cual estaba Kidou estupefacto por lo que había dicho Sakuma, ¡pero que bocazas! Sentía el cuerpo arder y quería que el suelo se lo tragara y no le dejara salir.
    -Fuera –dijo Fudou sacando al confuso chico y cerrando la puerta en sus narices.
    Sakuma parpadeo extrañado y se marchó sin entender nada, tal vez al día siguiente se levantaría y todo volvería a ser normal… O tal vez él se convertía en un pingüino…
    Fudou se volvió hacia donde estaba escondido Kidou, el corazón se le había acelerado y sentía las piernas como si fueran gelatina. ¿Qué significaba eso? ¿Le gustaba a Kidou? ¿Él? Él que siempre se metía con Kidou para molestarlo, ¿era masoquista? Ahora entendía las miradas furtivas de Kidou a todas horas, sus intentos para quedarse a solas con él en su casa, los roces de mano al pasarse el lapicero… Bueno, eso lo hacía él pero ¿qué mas daba? Kidou no retiraba la mano… Fudou se arrodilló junto a la cama y miró por debajo, Kidou estaba al fondo, protegido por la oscuridad.
    -Sal, Kidou –gruñó Fudou.
    Kidou lo miró desde el fondo con su cuerpo y negó con la cabeza, apreciaba demasiado su vida como para dejar que Fudou lo estrangulara.
    Fudou lanzó un sonido de impaciencia y se metió por debajo, arrastrando el cuerpo por el suelo. Kidou lo vio acercarse y empezó a reptar para salir por la zona de los pies.
    Había algunas pelusillas y polvo, además no podían moverse con facilidad pero cuando salieron de debajo del somier lo hicieron casi a la vez.
    Fudou se lanzó sobre su compañero que quería escapar por la puerta, pero uno de los envoltorios que había tirado por el suelo le traicionó y se resbaló con él, Fudou arqueó las cejas de Kidou, ¿déjà vu? Fudou se agarró de su propio cuerpo, para evitar la caída, pero Kidou que seguía sin controlar bien la fuerza de Fudou y se sentía un debilucho no pudo sostenerlos a los dos y de nuevo cayeron al suelo, con un enorme batacazo y la sensación de que se habían roto la espalda, o al menos Kidou, que al abrir los ojos después del golpe vio como Fudou con el cuerpo que le correspondía le miraba triunfante.
    -¡Volvemos a ser nosotros! –suspiró aliviado el chico de cabello oscuro olvidando por un momento la situación que les había llevado a quedar en una postura en la que Fudou se había sentado sobre la parte más baja del estómago de Kidou, que respiraba agitadamente y tenía el rostro como un tomate bien maduro.
    -Quita de encima Fudou –gruñó Kidou retirando la mirada e intentando zafarse, pero Fudou parecía haber recuperado su fuerza, ¿cómo lo hacía? Si él con su cuerpo apenas podía con nada.
    Fudou recordó el motivo de todo y se sonrojó.
    -¿Te gusto? –preguntó a Kidou mirándolo a los ojos y sujetándole las muñecas para evitar que Kidou le empujara como estaba intentando.
    Pero los ojos rojos del muchacho rehusaron la mirada intensa de los turquesas suyos, se sentía desprotegido sin las gafas, que servían de pantalla frente a los demás de sus expresivos orbes.
    -Kidou –llamó Fudou alterado, empezaba a perder los nervios y aquella posición no le ayudaba mucho, una extraña sensación le recorría el cuerpo, como si se hubiera mareado, pero sabía que no era así…
    -Déjame –murmuró Kidou incapaz de reaccionar, Fudou estaba sobre una zona muy delicada suya y además de notar el peso y calor de su cuerpo empezaba a sentir como él mismo reaccionaba de forma inconsciente, y por la expresión de desconcierto que surcó el rostro de Fudou durante un segundo, él también debía haber notado algo.
    Kidou se sentía totalmente impotente, no podía moverse porque Fudou lo había inmovilizado y no era capaz de soltarse, tampoco se atrevía a mirarlo porque se burlaría de él, estaba seguro. Siempre se burlaba de él, pero en aquel momento sí que le dolería que lo hiciera…
    -Kidou eres un idiota –le exclamó Fudou de repente soltándole de las muñecas y obligándole a mirarle a los ojos-. Dime si es verdad o no.
    El chico tragó saliva con dificultad, la expresión de Fudou no era para anda de burla, sino que estaba muy serio y expectante, y aunque no quería hacerse ilusiones parecía que sus ojos brillaban con anhelo y sus mejillas se coloreaban de un leve rubor que le daba un aire encantador a su rostro generalmente adusto y con expresiones de aburrimiento o molestia.
    -Yo… -dijo Kidou encarando la situación, no podía dejar que Fudou le intimidara de esa forma, aunque siendo honesto consigo mismo también eso le gustaba de él-. Es posible.
    Fudou abrió los ojos algo decepcionado, era la peor confesión de amor que jamás había pensado recibir. Tampoco es que él se imaginara a Kidou declarándole su amor de distintas formas… a veces soñaba con eso, pero todo el mundo sabía que los sueños eran incontrolables… Y bueno, puede que alguna vez si que lo hubiera pensado de forma consciente…
    Kidou miraba a Fudou cada vez más rojo y más nervioso, estaba seguro de que su amigo había puesto una mueca de decepción y en ese momento lo miraba sin verlo, parecía estar sumergido en sus pensamientos. Era una buena oportunidad para soltarse de su agarre y salir huyendo, le daba igual lo que diría la historia de él…. Kidou, el chico que huyó cobardemente… el chico que se enamoró de otro chico y luego huyó deshonrando a su familia…
    Fudou notó que Kidou se revolvía debajo intentando zafarse y volvió de su mundo en el cual Kidou y él corrían por una playa cogidos de la mano.
    -¡Eh! ¿Qué intentas? –Fudou le miró sorprendido y tomó una rápida pero importante decisión.
    Kidou miró aterrorizado como Fudou le sonreía de una forma que él creyó sensual pero que en realidad era tan espeluznante que le puso la piel de gallina al chico de pelo pardo.
    -Puede que tú también a mí –dijo en un murmullo apenas imperceptible, ¡pero que leches!, ¿dónde estaba el “te amo” que le planeaba decir?, su rostro había adquirido el mismo color que el de Kidou a pesar de que este le miraba sorprendido, nervioso, incrédulo y con un montón de cosquillas en el estómago que le hacían tener la sensación de que si le contestaba abriendo la boca le vomitaría… tal vez eso era debido a toda las galletas que Fudou había comido teniendo su cuerpo, estaba seguro de que un pikachu se revolvía en su tripa… o que Fudou siguiera sentado sobre él, las posibilidades eran casi infinitas...
    Los dos se miraron sin decir nada, y Fudou bajó la mirada, aquello era una estupidez, era mejor que se marchara antes de empeorar la situación, pero temblaba tanto que no podía moverse, bajo él Kidou tampoco se movía.
    -Ah… creo que iré a… -empezó Fudou intentando levantarse. Pero Kidou le sujetó reaccionando y lo tiró hacía él sin darle tiempo a reaccionar y juntando sus labios con los suyos.
    Todo fue muy rápido, Fudou notó el tirón de Kidou, cómo perdía el equilibrio y cómo su compañero le acariciaba las mejillas y llevaba su cara junto a la suya para finalizar con un beso tan fuerte que parecía como si una sanguijuela se le hubiera agarrado a la pierna. Salvo que era una sanguijuela encantadora y que él parecía otra, y que no era en la pierna sino en la boca.
    Fudou llevó sus manos a las orejas de Kidou y comenzó a acariciárselas, haciendo que el chico se separara con un susurro y un aumento de la temperatura temporal bajo el otro.
    El chico castaño se levantó para dejar al otro liberarse y se sentó de rodillas en el suelo, observando atentamente la cara roja de Kidou. Este sintió un gran alivio al dejar de tener el peso en su estómago y se incorporó, quedando sentado frente al otro. Fudou se acercó y le besó con pasión, introduciendo su lengua despreocupadamente para que se juntara con la de Kidou, que reaccionó rodeándola y recorriendo su superficie con la suya, haciendo que Fudou temblara y juntara sus bocas con mayor frenesí. Las manos del pardo bajaron por la espalda del castaño y se introdujeron por debajo de su camiseta, acariciando su piel con sus yemas y recorriendo los escalofríos que le entraban al chico, que respondió llevando sus manos a la zona final de la espalda del primer estratega que ahogó un murmullo en la boca de Fudou. Los labios de este se separaron de los de Kidou y se dirigieron a su oreja, donde le dio un pequeño mordisco y jugueteó con ella, mientras las manos de Kidou se tensaban en su pecho y le sacaban pequeños murmullos que al estar tan cerca de su oreja le llegaban con claridad.
    Kidou tiró hacia atrás a Fudou y se colocó encima, sin separar sus manos de la piel clara de su compañero. Subió su camiseta y bajó los labios por su cuello con delicadeza llegando a la zona donde sus índices jugueteaban nerviosos con el pecho del castaño. Fudou se mordió los labios y arqueó la espalda, abrazando a Kidou en señal de que tenía carta blanca.
    Mientras los labios de Kidou recorrían su cuello subiendo sensiblemente, sus manos bajaron hasta el final del tronco y bajaron los pantalones del castaño dejando a la vista la prenda interior negra que cubría sus partes nobles.
    Ambos respiraban agitadamente e intentaban callar su voz cuando el otro llegaba a una zona especialmente sensible, aquello empezó a resultar especialmente difícil para Fudou debido a la acción de Kidou sobre su cuerpo. Volvieron a juntar sus bocas y en esta ocasión fue Kidou el que llevó el control porque el otro estaba demasiado ocupado clavando sus uñas en la piel morena de su compañero para evitar gritar.
    Sin embargo, las caricias llegaban como estímulos cada vez más sensibles y al final no pudo evitar que su cuerpo respondiera solo, su gemido final llegó a Kidou como una mariposa revoloteando ante las narices de un naturista hasta que finalmente se posa en su mano.
    -Kidou –murmuró Fudou sonrojado mientras este sonreía y le besaba de nuevo limpiando la mano en la sábana de la cama.
    El castaño respondió aquella vez al beso con más fuerza y acabó ganando el pulso él, apretando a Kidou hacia su cuerpo casi desnudo.
    Las manos de Fudou reptaron por la espalda de Kidou y llegaron hasta su parte posterior, donde empezó a moverlas circularmente por debajo de la ropa haciendo que Kidou encima de él comenzara a responder moviéndose levemente cada vez que Fudou se acercaba a zonas más sensibles, cada vez más cerca, hasta que finalmente llegó y preparó el terreno acompañado de los mordiscos de Kidou en su cuello para evitar que en la habitación de al lado le oyeran de forma obscena.
    Fudou lo recostó en la cama y lo abrazó desde detrás, lamiéndole las orejas sensualmente y aumentando los jadeos del pardo. Uniéndose a él con suave delicadeza que desembocó en movimientos rápidos y pasionales que les arrancaban a ambos los suspiros de sus labios. Kidou se agarraba a las sábanas con fuerza y Fudou con sus manos una encima de las suyas que le apretaba cada vez que llegaba más profundo y la otra bajo el vientre de Kidou, deslizándose arriba y abajo.
    Cuando alcanzaron el punto más frenético ambos se dejaron caer prácticamente a la par, respirando como si los persiguiera un pingüino con metralleta.
    Kidou se giró y besó a Fudou, y este le devolvió el beso de forma tierna. Kidou sonrió y tumbó a Fudou en su cama con una expresión que le puso los pelos de punta.
    -Ahora me toca a mí.
    Se colocó encima suyo y volvió a juntar sus labios con los de Fudou, entrando a su boca con brusquedad y llegando hasta el final de la misma, adentrándose más allá y haciendo que el castaño sintiera una nueva oleada de calor y burbujeos.
    Se retiraron al sentir la cabeza embotada por la falta de oxígeno, pero Kidou ya estaba ganando terreno en Fudou y este gimió sin poder reprimirse, tapándose luego la boca con las manos para ahogar los murmullos. Kidou sonrió y besó el cuello de Fudou, jugueteando sus dedos con la punta del pecho del muchacho. Las manos del castaño se cerraron en las orejas del que aquel día había sido su capitán y también este suspiró fuertemente.
    El calor de ambos pasaba de un cuerpo a otro con mayor intensidad y el corazón les palpitaba con fuerza no solo por el esfuerzo físico, sino por la sensación de tener a aquella persona pegada a uno mismo. Los dos oían los latidos del otro y sentían sus vibraciones sobre la piel.
    La noche larga y agitada para ellos dio paso a un amanecer anaranjado en el que el sol se despertaba con buen humor e iluminó los dos cuerpos abrazados que dormían bajo una fina sábana que apenas podía opacar las formas de sus ocupantes.
    -Te amo, Akio –le susurró en la oreja Kidou a Fudou al que consideraba dormido acariciando su cara y sus labios.
    Pero este en realidad solo tenía los ojos cerrados y se sonrojó al oír aquello, abriendo los ojos y haciendo que Kidou se ruborizara.
    -Te amo, Yuuto –murmuró este avergonzado de que semejantes palabras salieran de su boca por voluntad propia.
    Kidou sonrió y le besó en la mejilla, haciendo que Fudou se sonrojara aún más recordando la noche anterior. Su intuición le decía que su vida iba a cambiar bastante desde ese momento.
     
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