El Trato [DRARRY] - Epilogo 2: "Una Piedra Preciosa Regalo de Dios"

Para poder obtener lo que tanto desea en la vida tendrá que hacer un Trato con la persona que menos se imagina, esto llevará a ambos a descubrir lo que es la vida, la madurez y el amor.

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  1. Kari Tatsumi
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    Capítulo 13
    Gotas de lluvia sobre sus cabezas




    Woldingham es una aldea localizada en Surrey como a cuarenta minutos de Londres, en Tren. Considerado uno de los suburbios más ricos del área colindante a la capital Londinense y con no más de dos mil cuatrocientos habitantes, resultaba el lugar ideal para radicar, visitar en días de descanso o para adquirir una casa de campo. La ubicación era perfecta y los lugareños amables y accesibles. En resumidas cuentas se tenía todo para vivir de manera pacífica y hasta relajada.

    Harry agradeció al hombre que les había hecho el favor de llevarlos hasta las afueras del pueblo.

    -Vaya, no pensé que un pueblito de Surrey tuviera estas maravillas.

    -Lo que sucede es que estás muy acostumbrado a tus ciudades exóticas como para que te detengas a ver lo que tú propio país ofrece.

    El hombre musculoso sonrió cuan ancho pudo, dedicándose después a estirar los brazos e inhalar una buena cantidad de oxígeno.

    -¡Ahhh! Esto es vida.

    Harry podía decir lo mismo y sin embargo en lugar de concordar con el hombre, miró a su lado.

    -¿Te sientes bien? Estás todo amarillo, Malfoy.

    El rubio, quien respiraba con dificultad miró al pelinegro.

    -¡NO! No me siento nada bien, Potter. Gracias por recordármelo.

    El aludido estuvo a punto de agregar algo pero el sonoro golpe que el rubio recibió en la espalda solo le indicó que probablemente se avecinaba el apocalipsis.

    -¡Vamos, anímate Draco!, ¡estamos en un lugar realmente bello!, ¡disfrútalo!

    Harry no dudó de que el gesto de molestia que Malfoy le dirigió a Alec decía algo como quita tus horrorosas manos muggles de mi importante persona y mantente alejado si no deseas que te corte en pedacitos. Era eso o al menos estaba pensando en qué conjuro utilizar sobre el sonriente hombre. Solo giró los ojos y prefirió mirar a otro lado por si algo sucedía.

    Si estaba ahí era por mero y explícito trabajo, lo que ese el par de auto-invitados hiciera, no era su problema. Eso lo llevaba a recordar la llamada del día anterior.

    “Hey, Harry, necesito que me hagas un enorme favor, como del tamaño del universo y si lo haces te juro por mis perros que te dejaré en paz el resto de tus vacaciones”

    Jonathan Wells lo había contactado para que realizara un reportaje de emergencia. En un principio Harry se había negado rotundamente pero conocía a su jefe y el amor desmedido que le tenía a sus perros, por eso supo que cumpliría su palabra. Al verse entonces inmiscuido en ese repentino trabajo, tuvo que regresar a su piso por el equipo necesario. Lo hilarante era que aquel par, que parecía discutir por algo que no quiso saber, estuviera precisamente ahí.

    Alec se había apuntado después de enterarse y Malfoy… bien… tras enviarle la lechuza de Zabini, que era sorprendentemente rápida, lo tuvo de inmediato en la chimenea.

    “Si tu amigo va, entonces yo también”

    De nada sirvió decirle que irían hasta Woldingham en transporte muggle y que todo sería extremadamente aburrido. Una vez que Malfoy se decidía, no existía poder de ninguna índole que le hiciera cambiar de parecer.

    Por eso ahí estaban, después de un interesante viaje en tren para los normales, y un ataque de pánico por parte de un Malfoy que supo disimularlo bien.

    -Solo quiero saber una cosa.-Dijo el ojiverde, deteniendo la discusión que seguía sin interesarle y captando la atención de ambos hombres.- ¿Por qué tanta insistencia en verse?

    El rubio enarcó una ceja mientras el trigueño solo sonrió.

    -Hay que aumentar el círculo de amistades, Har.

    -Mero entretenimiento.

    Harry no tenía tres años para creerse eso, así que se cruzó de brazos y los miró detenidamente.

    -Entonces… ¿van a enrollarse?

    Oh, la expresión de Malfoy no tuvo precio, sobre todo por los ojos tan grandes que abrió.

    -¡¿ESTAS LOCO?!-Gritó con todas sus fuerzas.-¡¿O A CASO ESA VEINTIUNICA NEURONA ACABA DE MORIRSE EN ESE PATÉTICO CEREBRO TUYO QUE TIENES?!

    -¡Oye!-Gruñó ofendido Laurent.-No creí que te molestara tanto el hecho de…mgh.

    -Como sea.-Agregó Harry ocultando la sonrisa. Alec estaba comenzando a saber cuándo era oportuno callarse, sobre todo al estar en presencia de Malfoy y su mirada.-Yo vine a hacer mi trabajo y lo que hagan no es asunto mío. Si los traje fue únicamente para que me dejaran en paz, ¿de acuerdo?

    -Me hablas como si tuviera cinco años, Har.

    -Ja, bienvenido al club de somos adultos competentes y mucho mejores que tu, Harry Potter, no tienes por qué hablarnos como retardados.-Señaló con sarcasmo el rubio, mientras se cruzaba de brazos y le lanzaba al ojiverde esa mirada de superioridad que lo caracterizaba.

    -¡Hey! ¡Ese es un genial nombre para un grupo de la red social! ¿Te importa si te robo la idea?

    Draco no comprendió nada pero de seguro era algo estúpido saliendo de un hombre que seguramente no entendía la diferencia entre…nada.

    -Oh, bien, yo me voy a hacer lo mío. Ustedes hagan lo que quieran.

    -¿Podemos acompañarte?-Indagó Alec de inmediato, tomando con la mano izquierda la mochila negra que Harry había dejado en el piso y con la otra, el brazo de quien lo miraba atentamente.

    -No creo que a Malfoy le…

    -Se escucha interesante.-Fue todo lo que dijo el rubio para caminar hacia el frente.

    Alec haló al ojiverde quien aun no alcanzaba a comprender todo eso. Quizá estaba soñando o en una de esa visiones de pensadero…si, seguro era eso porque repentinamente estaba sintiendo náuseas y muchos deseos de cavar dos agujeros bien grandes y bien hondos para lanzar a dos hombres insoportables y que evidentemente solo estaban ahí para molestarlo.

    Lo que tenía que soportar solo por mostrar que era un hombre diferente y maduro.

    OoOoOo



    -¿Entonces debo mencionar lo de los castigos que Voldemort le daba?

    -Creo que eso sería buena idea, sobre todo si te ajustas al punto de que repentinamente pasó de ser un seguidor a un esclavo.

    -¿Ah sí?

    Hermione giró los ojos y resopló.

    -¡Claro, Ron! Recuerda que debemos encontrar los puntos fuertes para convencer al tribunal de que Lucius Malfoy fue…ham…es capaz de salir de prisión sin ser un peligro para la sociedad.

    -¿Y cómo va a creerse eso el tribunal?

    -¡RON!-Gruñó la mujer, mirando la risita del pelirrojo.

    -Ya, ya, solo quería hacerte enojar. Me vienes diciendo lo mismo desde el primer día en que nos reunimos: debemos recordar cada paso que dimos y estructurar las cosas de manera en que pueda verse que Lucius Malfoy fue también una víctima. Lo sé muy bien, Hermione, no tienes que recordármelo.

    La funcionaria bufó pero terminó tranquilizándose. Llevaban dos horas y media en la discusión final. Ella le había dicho al pelirrojo, apenas llegar, que debía estar preparado pues el juicio estaba casi a la vuelta de la esquina y era imperativo dejar todos los puntos bien establecidos por si no se presentaba otra reunión. Era la décima sesión productiva que tenían en su despacho y se sintió satisfecha de todas ellas. En parte por la buena cooperación de Ron, que a pesar de terminar extremadamente agotado por los hechizos de memoria y las visitas al pensadero, que ayudaba enormemente a ver los hechos desde otra perspectiva y también a recordar sus pesares; y en otra porque ya no se sentía tan vigilada.

    Si Nott había pretendido que no intuía que el esposo nada celoso del pelirrojo lo enviaba a inspeccionarlos con la excusa de ver los avances, significaba que no la conocía bien. Al menos las visitas se habían detenido y estaba seguro que Zabini no se enteraría de eso.

    -Ahora, si ya hemos acabado debo sentarme un momento. La cabeza me va a estallar.

    Ella asintió, caminando hasta la mesita del fondo donde sirvió dos vasos con agua.

    -¿Te encuentras bien?-Indagó ella tras tenderle el agua al hombre que acababa de sentarse en el sofá.

    Ron se tomó un momento para sentir el agua recorriendo su garganta seca.

    -Ahora sí. Gracias por preguntar.

    La mujer movió la cabeza quitándole importancia al asunto por lo que se sentó frene a su invitado quien se acababa de reclinar y cerraba los ojos. Hermione lo contempló ahí, inmóvil y disfrutando de ese momento que podía comprender a la perfección después de un día estresante.

    -No sabes cómo añoro estos momentos, sobre todo cuando mis hijos se han ido a dormir.

    -Ha de ser bastante duro que tú solo te hagas cargo de cinco niños y a parte tú…embarazo. ¿Has considerado la idea de buscar ayuda?

    Ron solo sonrió sin moverse ni un ápice de su posición.

    -Al principio, pero siempre he dicho que si mi madre pudo ella sola con todos nosotros, yo también podré hacerlo.

    Hermione se mordió la lengua para no entrar en detalles sobre la imitación del cuidado materno y lo beneficioso que era, sobre todo para los padres, el contar con una ayuda experta. Ron era totalmente diferente al hombre que había conocido alguna vez y no supo si achacárselo a la paternidad o a los acontecimientos que habían vivido desde siempre.

    Al principio de todo eso, ella misma había sufrido casi una crisis de ansiedad ante la idea de convivir más de dos horas en el mismo espacio cerrado con su ex prometido. Las ideas que había tenido y los recuerdos nada agradables de una relación evidentemente ya olvidada para el pelirrojo la habían atormentado por días y horas hasta que Ron se presentó siendo un hombre cooperativo y amable.

    Ella se jactó durante mucho tiempo en decir que conocía muy bien a Ronald Weasley, pero después del primer día en que las fotografías de la cada vez más grande familia Weasley desfilaron en su escritorio y de explicarle a Ron su papel dentro de todo ese asunto, tuvo que admitir que las personas realmente cambiaban. Unas para mal, otras para bien y el resto para demostrarle al mundo que eran capaces de levantarse y dar bofetadas con guante blanco a aquellos que los habían dañado.

    -Ayer Ginny habló conmigo sobre todo esto.

    Hermione sacudió la cabeza para dispersar las sensaciones que nuevamente se empeñaban en salir y puso atención en el que por fin había abierto los ojos pero se negaba a cambiar de posición.

    -Ahhh…

    -Dean trabaja en el tribunal y últimamente de lo único que se habla es de esto…ya sabes, secreto a voces.

    -No tardará mucho en que salga de esas paredes y entonces…

    -¿Sigues preocupada por lo que le dirás a Shacklebolt?

    La mujer negó pero bajo la mirada atenta y penetrante del pelirrojo no tuvo más que suspirar y terminar asintiendo. Ni siquiera tenía idea de cuan poderoso era Ron con la mirada. Por un segundo sintió pena de sus hijos.

    -Ha sido relativamente sencillo mantenerlo al margen con las medias verdades que le he dicho. Pero como acabas de decir, si todos en el tribunal ya hablan de esto…no dudo que muy pronto el mismo ministro se esté enterando de todo y me exija o la renuncia o una muy, muy buena excusa sobre esto.

    -No creo que Shacklebolt te despida. Hermione, eres la mejor funcionaria que el ministerio ha tenido en años, además de que eres su favorita.

    La aludida giró los ojos. El mote de favorita del ministro la había halagado en un principio pero en ocasiones, como esa, el solo escucharla le provocaba dolor de cabeza.

    -No me gusta mentir, Ron y he estado a punto de decirle todo al ministro cuando me pregunta sobre lo que se está llevando a cabo en Azkaban.

    -No estás mintiendo, solo estás protegiendo a un amigo.

    No volvería a la misma discusión de los amigos, sus tratos y lo que le parecía bien o mal.

    -Cuando todo esto termine, me iré de vacaciones.-Suspiró la mujer, escuchando la risotada que su compañero lanzó.

    -Ja, eso habrá que verlo.

    Frunció el entrecejo pero el hombre que estaba bebiendo más agua la miraba con sus ojos expresivos y desprovistos de toda maldad que no pudo más que dejarlo pasar. Como sucedía desde que comenzaron a reunirse.

    -Pero primero lo primero. Ya verás que cuando todo esto termine, la gratitud de nuestro mejor amigo será pago más que suficiente y olvidarás todo esto que te hace enfadar.

    Hermione podía estar aun segura de algo, Ron continuaba tomándose algunas cosas con demasiada flexibilidad.

    -Me haces recordar cuando te dije que no viviríamos en casa de tú madre mientras encontrábamos una casa, y tú respondiste…

    -….No sucederá nada mientras estemos juntos y felices. Si, lo recuerdo.

    Ambos se sonrieron pero de inmediato algo lo ensombreció.

    -Ron, yo quiero…

    -¿Ya te conté que George quiere hacer un producto en memoria de Fred? Mamá le ha dicho que lo olvide, pero sé que en el fondo está muy contenta por ese pequeño homenaje.

    Hermione comprendió la indirecta, por lo que se enfocó en la charla del pelirrojo y dejó de lado, una vez más, ese algo que siempre salía a la superficie cuando recordaba los tiempos que comenzaba a ver como los mejores de su vida.

    oOoOoO



    Draco pateó otra piedra y miró en rededor: pasto, árboles, flores…más pasto y más allá lo que parecían tres casuchas. ¡Eso era horrible!
    Volvió a golpearse mentalmente por estar ahí, teniendo en casa un millón dos de cosas por hacer.

    -Pero es mejor que estar junto a Pansy.

    Era verdad, desde que le había comunicado a su esposa lo de aquel Trato, esta se portaba mucho más insoportable de lo normal y lo que desde el inicio de ese matrimonio había sido una aceptable convivencia, en esos días se había vuelto peor que nunca. Pansy se había dedicado a hostigarlo con palabras sutiles que él sabía reconocer como mordaces y hechas especialmente para herirlo de alguna forma.
    Él gustoso podía mofarse en su cara, había pasado por tanto que algo tan vulgar como el berrinche de una mujer no iba a quitarle ni el sueño.

    Pero había decidió soportarla, únicamente por el bien de su fachada de buen hombre de familia. En esos momentos más que nunca la iba a necesitar, así que se había armado de toda la paciencia que los años le habían dado, e incluso un poco más extraída de las minas de los gnomos, para escuchar los alegatos diarios de su amante esposa quien al sentirse ignorada terminaba yéndose a casa de su madre para no volver en muchas horas. El día anterior, tras llegar a casa después de la visita a su padre y de solucionar algunas cosas con Nott, ella lo había vuelto a confrontar.

    “¿Cuándo va a terminar todo esto, Draco? Porque estoy harta de tus ausencias. Quiero salir contigo, como antes. La próxima semana será la cena benéfica del ministerio y no nos caería nada mal asistir” Para Draco era estresante que su esposa no entendiera la difícil situación en la que se encontraba. Pero siendo Pansy Parkinson… ¿qué podía esperar?

    Por ello simplemente la ignoró y lo único que le quedó después de escuchar su aparatosa voz fue un terrible dolor de cabeza. Su salvación oportuna fue la lechuza de Zabini con la respuesta de Potter y no tuvo que pensarlo demasiado para saber que era su distracción momentánea. Por eso estaba ahí, más que nada, para librarse un poco de su estúpida esposa y también, tal vez, para saber más sobre el cuatro ojos.

    Aun no entendía eso último pero estaba claro que todo era mejor que estar en casa o esperando la fecha del juicio.

    -¿En qué piensas, Draco?

    La voz de Alec Laurent lo sacó de sus pensamientos.

    -En que esto es una porquería.

    Alec rió y Draco pudo distinguir nuevamente, como aquella vez en que lo conoció, la nota seductora de un hombre que ha vivido muchas cosas.

    -Bueno, para alguien como tú, acostumbrado seguramente a lo bueno, debe ser complicado estar entre la naturaleza…y apreciar el arte.

    Draco rió burlón.

    -Yo sé apreciar las cosas, pero esto no es precisamente arte, más bien es… tierra y más tierra.

    Alec volvió a reír, recargándose en el árbol que le servía de soporte.

    -Cuando uno ve la vida a través de un lente, aprende a apreciar las cosas de otra manera. Si pudieras ver más allá de la tierra y más tierra, te darías cuenta de que esto es precioso.

    Draco, quien se negaba a sentarse porque arruinaría su finísima ropa, miró hacia el frente y enfocó la figura de Harry Potter, quien a varios metros escribía en un pequeño papel y tomaba fotografías. No entendía lo que Potter le veía a todo eso, pero su sonrisa y el gesto tranquilo que no recordaba haberle visto en el pasado, decían muchas cosas de él.

    -Parece que le gusta.-Murmuró sin apartar la mirada.

    -¿A Har? Si, nació para esto. ¿Has visto su portafolio? Es impresionante.

    Draco enarcó una ceja, no tenía ni idea de lo que hablaba ese sujeto.

    -A pesar de que antes de tener este trabajo no sabía nada de fotografía, se ha esforzado y ha tenido la oportunidad de ir a lugares que nadie siquiera ha imaginado. Una vez hizo un reportaje bajo el agua.

    -¿Bajo el agua?-Indagó parpadeando el rubio.

    -Aja.-Asintió Laurent con una ancha sonrisa.-Fue hasta Australia, se enfundó en un traje de buzo y bajó hasta el arrecife de coral. Sus fotografías ganaron un premio de fotografía y se exhibieron con bastantes buenas críticas en la National Portrait Gallery *. Y con mucha razón, ¡fueron espectaculares!

    Draco frunció el entrecejo. La extraña jerga de ese muggle solo le estaba causando jaqueca.

    -Desde eso, numerosas revistas se lo han querido llevar pero él le es fiel a Jonathan… él fue quien le dio su primera oportunidad… yo lo veo como agradecimiento ferviente pero también pienso, en ocasiones, que se está negando la oportunidad de crecer. Para Harry su carrera es muy importante pero negarse a crecer en ella solo le está cortando las alas.

    -Potter no necesita de alas para volar.-Dijo el rubio, que continuaba mirando al pelinegro.-Él toma lo que se presenta para sacar de ella una oportunidad y vencer. Al menos eso recuerdo del colegio.

    Alec miró a Draco y ocultó su sonrisa.

    -Era… ¿aventurero en el colegio?

    La risa sarcástica solo alentó la curiosidad del fotógrafo.

    -¡¿Aventurero?! Yo más bien diría que inoportuno. Siempre se metía en lo que no le concernía y terminaba hasta la nariz en un montón de problemas que solo le traían más.

    -Él… no imaginé que fuera así.

    -¿No?

    Alec negó aumentando la sorpresa de Malfoy.

    -Él siempre ha sido reservado y cuidadoso con su vida. A pesar de que se le facilita hacer amigos y sobre todo, hacerse querer, siempre ha mantenido al margen casi todo sobre sí mismo. Por eso debes entender mi sorpresa.

    Draco siempre pensó que el salvador del mundo mágico no tenía más que pararse en un lugar para que todo el mundo lo atendiera y lo amara. Era un héroe, quisiera quien quisiera, y debía vivir como tal. Al menos él lo habría hecho. Pero la realidad era otra. Aun recordaba cuando más de diez años atrás se enteró de la desaparición de Harry Potter; al principio lo atribuyó solo a los chismes del ministerio y para hacer más importante el nombre del muchacho, pero al paso del tiempo simplemente lo olvidó y optó por no querer comprender aquella huida dramática de un bueno para nada. Ahora, tras escuchar lo que ese muggle que evidentemente conocía un poco más a Potter que él, decía, supo que algo muy importante había guiado al ojiverde a huir del mundo mágico y vivir esa vida.

    -No tengo que ser experto en legeremancia para saber la razón.

    -¿Qué?

    Draco negó.

    -Solo pensé que continuaría igual, pero evidentemente las personas cambian.

    -¿Pensaste que no lo haría?-Sonrió el fotógrafo.

    El rubio enarcó una ceja y soportó una vez más la risa del muggle.

    -Bueno, es que es tonto pensar que las personas no…

    -Cuando te pasas la vida pensando en otras cosas y… creyendo otras.-Murmuró el rubio desviando la mirada.-No te detienes a ver si las personas cambian o no. Hay asuntos más importantes que atender.

    -Si te refieres a la vida…sí, creo que sí, me ha llegado a pasar.

    Ambos guardaron silencio un momento mientras seguían los movimientos de quien se había inclinado para fotografiar lo que el rubio intuía era una flor.

    -¿Y tú… eres casado?

    Draco miró al hombre que por primera vez le hablaba de manera seria.

    -Sí.

    -Me imagino que ha de ser lindo estar casado con quien amas.

    Draco prefirió no responder a eso.

    -Yo nunca me he decidido a eso. Siempre me he considerado un alma lo suficientemente libre como para evitar el enlace con alguien.-Sonrió, recostando la cabeza en sus brazos cruzados tras la nuca.

    -¿En eso se incluye a Potter?

    Alec dejó de sonreír y suspiró.

    -Cuando conocí a Har, ambos estábamos enfocados en nuestros respectivos trabajos de entonces. Él buscaba un poco de experiencia en el área de fotografía y yo solo un lío más. Acabamos en la cama una noche, cuando revisábamos unas fotografías, y después en una relación memorable que terminó cuando debía terminar.

    Draco no fue consciente de que se mordió levemente el labio inferior mientras asentía.

    -¿Y… después?

    El fotógrafo volvió a suspirar, esta vez sonriendo con algo parecido a la tristeza.

    -Después cada uno regresó a su vida y tuve que conformarme con verlo partir. Así es cuando no deseas nada serio con alguien, no sé si me entiendas.

    -Más de lo que te imaginas.-Pensó el rubio con cierto tono mordaz.- ¿Entonces siempre vivirás así?

    -Eso supuse.-Confesó el fotógrafo.-Pero alguien como yo, con este trabajo, se da cuenta tarde o temprano que necesita a alguien en su vida.-Dijo, levantándose del suelo para después sacudirse los jeans.-Es cuando miras atrás y de repente te das cuenta de que dejaste ir a una persona maravillosa.

    Draco, quien se había recargado en el tronco del árbol, se irguió, mirando fijamente a quien sonrió más si era posible.

    -Siempre me pregunté cómo sabría reconocerle y… bueno, no creo que a alguien como tú, que está casado, tenga que decirle todo esto, ¿verdad? En fin, ahora solo es cuestión de saber si la vida me lo permitirá. Vamos, ya es hora de ir a almorzar.

    Mientras Alec Laurent se alejaba, Draco no pudo dejar de mirarlo. Era un hombre atractivo, bastante y a pesar de que fuera solo un simple y corriente muggle, sabía reconocer las buenas cosas. A pesar de su corta conversación había logrado descubrir un poco más sobre el que los libró del malnacido de Voldemort y aunque por un momento pensó en lo inútil de todo eso, al mirar la sonrisa de Potter sintió… algo.

    Por eso se dirigió hacia el par que ya conversaba amenamente. Algo dentro de él se había detenido por un segundo y se confesó, jamás en voz alta, que le causó temor ponerle un nombre.

    ++++++



    Harry terminó de anotar algunas cosas en su libreta y subió la mirada. Ahí, a lo lejos y permitiéndole realizar su trabajo, se encontraban conversando Alec y Malfoy. Aun no entendía la insistencia de ambos por verse. Tal vez habían simpatizado la vez en que se conocieron, pero desechó la idea de inmediato. Malfoy jamás simpatizaría con un simple muggle. Se preguntó sobre su conversación. Ambos se hallaban tan inmersos en ella que hubo un momento en que de verdad, de verdad deseo tener consigo la capa de invisibilidad y espiar un poco.
    Siempre fue curioso y quizá los años no cambiarían jamás eso.

    Movió la cabeza. Fuera lo que fuera era asunto de ese par de entrometidos y nada más. Por eso tomó su cámara, enfocó una flor bicolor y disparó. Sin embargo no pudo despejar la duda por lo que volvió a mirarlos. Ambos lucían tan desenfadados que el cuadro le pareció simplemente único.

    Desde que aprendió a fotografiar, se había asegurado de al menos llevar siempre consigo una pequeña cámara que captara aquello que le parecía único. Con esas simples imágenes había llenado su portafolio y en ese momento, en que la sombra del árbol golpeaba a ambos hombres no pudo más que enfocar con la cámara y disparar.

    El cuadro era simplemente perfecto y sin embargo siempre se preguntaría la razón de no haberse conformado solo con una imagen y haber disparado una vez más, pero solo en dirección a uno de los hombres. Tal vez porque lucía tan no él y a la vez tan etéreo que deseó conservar la imagen por siempre.

    -¿Ya terminaste?

    Negó, sabiendo que Alec no sabría quedarse quieto por mucho tiempo.

    -Si no nos apuramos no alcanzaremos el último tren, Har.

    -Aun tengo algunas cosas más que fotografiar. Es un reportaje sobre los alrededores de Woldingham. Jonathan va a cubrir la historia de Delilah con esto.

    Harry le explicó, brevemente, que Jonathan le había pedido como un favor especial y urgente que realizara un buen reportaje sobre Woldingham, un pueblo muy popular entre la gente influyente de la capital. Delilah, una buena reportera de la revista, había sufrido un pequeño accidente al salir de su casa y le había sido imposible continuar con su trabajo, por eso el jefe no dudó en pedirle a uno de sus mejores fotógrafos que lo auxiliara.

    Alec sabía que Harry haría un buen reportaje, sobre todo de ese lado tan humano que las personas tendían a olvidar. Eso era algo que le gustaba de él, esa humanidad que lograba transmitir a través de su trabajo y que la mayoría de las personas ya habían perdido.

    -¿Ya nos vamos?-Indagó la voz de Malfoy quien por fin los había alcanzado.

    -Le estaba diciendo a Alec que aun tengo algunas fotografías que tomar.

    -Se hace tarde.-Advirtió el mago, mirando el cielo que estaba comenzando a oscurecerse.-Y viene una tormenta.

    -Lo sé, pero debo terminar hoy mismo… quizá no regrese a Londres hoy. Si gustan puede irse y alcanzar el último tren.

    Laurent negó con entusiasmo.

    -Ah, ah, ni lo pienses, yo no te dejo aquí solo y a expensas de los accidentes.

    -Como si fuera la primera vez que trabajo solo.-Rió Harry, tachando algo de su libreta.

    -Lo sé, pero ahora que estoy contigo…

    -¿Entonces en dónde nos quedaremos? No creo que hayas traído una casa de campaña, ¿verdad?

    Harry miró al rubio quien se había cruzado de brazos y lo miraba atentamente.

    -No, pero en el pueblo hay una posada y dos hoteles bastante confortables como para quedarnos.

    -¿Sin reservación?

    Harry le sostuvo la mirada al rubio.

    -No creo que haya muchas personas.

    -Tú y tu pequeña mentecita pueblerina. Aquí o en…donde sea, se requiere de una reservación para asegurarse una buena habitación con un buen servicio. Todo el mundo sabe eso, Potter.

    -¡Oh!-Gruñó el de anteojos.-Discúlpame la vida por no haber traído conmigo el manual de los hoteles, pero estoy ocupado haciendo MI trabajo.

    -Pues si lo sacaste de la tuni…ropa, no le veo mucha razón de ser. Bien pudiste ir al zoo y hablar con las serpientes.

    -Esto no es el reino animal, Malfoy.

    -Las serpientes son reptiles, tarado. Deberías al menos saberlo si hablas Par…

    -¡HEY!

    El grito de Alec los distrajo, atrayendo las miradas de quienes por un momento no supieron en dónde se encontraban.

    -Si ya terminaron, debemos apresurarnos. Eso de la tormenta es en serio.

    Ambos miraron el cielo que cada vez se cubría más de nubes negras.

    -Entonces muévanse o quédense. No tengo tiempo de discutir eso con ustedes. Debo terminar.

    Se ajustó la mochila al hombro y comenzó a caminar ante la frustrada mirada de Alec y la molesta de Malfoy.

    -¿Siempre es así?-Indagó el rubio a quien elevó los hombros.

    -A veces es peor.

    Draco bufó y no tuvo más que seguir al ojiverde, quien estaba sacando una nueva fotografía. El rubio no entendía el empecinamiento del pelinegro, pero si algo admiraba, de quien fuera, era la capacidad de realizar bien las cosas y a su tiempo. Solo por eso continuó siguiéndolo cuando pudo irse y desaparecer más adelante sin ningún problema. Sin embargo conforme caminaban, las nubes se juntaban más y más hasta que por fin cayeron las primeras gotas.

    -Si esto se vuelve tormenta eléctrica, somos tres blancos perfectos.-Indicó Alec, cubriéndose con la capucha de su chaqueta.

    -Sería bueno para las fotografías.-Asintió Harry, haciendo lo mismo que su compañero.

    -Tú y tus estupendas ideas, Potter.-Gruñó el rubio quien se alzó el cuello del abrigo, tratando de cubrirse el cabello del agua, cosa que obviamente no podría hacer.

    -Nadie te obligó a venir.

    -No pero…

    -¿Y si llamas a alguien para que venga por nosotros?-Preguntó el otro fotógrafo, a quien comenzaban a fastidiarle esas riñas entre los otros dos que lo miraron.

    -No traje el satélite para el móvil.

    -¿Satélite?

    -Es como una… cosita.-Explicó el ojiverde al rubio que para variar lo miraba atentamente.-Para que el… para que un aparato capte la señal de teléfono sin problemas y así podernos comunicar.

    Draco entendió la mitad de la explicación, pero de todas formas no le interesaba demasiado lo del saletile y el tolifono ese.

    -Me sorprende que no vinieras preparado, Har.-Medio sonrió Alec.

    -A mi me sorprende que esté aquí y no se me haya olvidado la mochila impermeable… aunque esto no bastará para proteger el equipo.

    Draco bufó e introdujo la mano en su gabardina pero Harry inmediatamente lo detuvo.

    -No, aquí no.-Murmuró sin apartar su mano de la muñeca del rubio quien lo miró directamente a los ojos y solo enarcó la ceja.

    -Es un caso de emergencia, Potter.

    -No me importa, ¿sabes lo que desencadenaría tu buena acción? Estamos en presencia de…

    -Lo sé, no soy ningún retardado para tú conocimiento, Potter.

    Ambos se sostuvieron la mirada sin permitirse flaquear y fue cómo Alec se percató de algo.

    -Voy por alguien.

    Harry desvió la mirada y la posó en el que se ajustaba la chaqueta.

    -Pero Alec…

    -El hombre que nos trajo hasta acá dijo que estaría cerca, ¿no?

    El ojiverde se apartó del rubio quien miró la mano que dejó la suya. Un estremecimiento lo invadió de repente.

    -Aja, pero si la lluvia arrecia…

    -Los monzones que me han tocado son muchísimo más terribles que esta lluvia veraniega, Har. Además estoy acostumbrado.-Guiñó con coquetería.-Esperen aquí, ya regreso con transporte.

    Harry no pudo detenerlo por lo que miró al otro fotógrafo correr.

    -¡Y RECUERDA BUSCAR TIERRA FIRME SI LAS COSAS SE COMPLICAN!-Gritó, estirando la mano y agitándola en señal de despedida.

    -Lo sé.-Susurró Harry quien sabía perfectamente las maneras de protección. Siendo un fotógrafo de paisajes diversos, era su obligación saber cómo cuidarse.

    Draco solo giró los ojos y al final extrajo su varita. Harry solo escuchó un conjuro en latín antes de sentir que la lluvia dejaba de golpear con fuerza su cuerpo.

    -Hechizo impermeable.-Murmuró en dirección del que exprimía su cabellera.

    -Lo habría podido hacer antes, al menos sobre tu equipo muggle ese que tanto cuidas, pero tu obstinación es más grande que tu cerebro.

    -Pero Alec…

    -¿Con quién crees que estás hablando, Potter? No soy el mismo muchachito impulsivo que alguna vez conociste. ¿Debo recordarte que soy hombre de negocios? Debo pensar con claridad y prudencia si quiero ganar.

    Harry abrió la boca pero la cerró de inmediato. De hecho, hasta ese momento fue consciente de que seguía mirando a Malfoy como aquel muchachito impulsivo que en más de una ocasión le causó problemas. A pesar de conocer la vida ejecutiva que llevaba y la manera en la que procuraba moverse para que su famoso toque de midas se realizara, a veces olvidaba la realidad.

    -Supongo que para alguien que se ha dejado de ver durante mucho tiempo, el recuerdo es la única referencia.-Indicó, agradeciendo indirectamente que su equipo estuviera a salvo.

    Draco pensaba exactamente lo mismo. Ambos eran un recuerdo y una realidad muy diferente, no era culpa de ninguno que el antecedente de sus vidas fuera la única referencia que tenían.

    -Quizá deberíamos caminar. Ahora ya no nos mojamos.

    Pero Harry negó.

    -Alec se está esforzando en conseguir ayuda, sería una descortesía si nos vamos. Además se preocuparía.

    -Parece interesarte mucho lo que ese muggle sienta.

    Harry negó tras exhalar aire audiblemente.

    -No es que me interese mucho, pero es sentido común, Malfoy. No me gustaría que fuera yo el que buscara ayuda y regresara para no encontrarte aquí. Me daría mucho en qué pensar.-Señaló, colgándose al hombro la mochila.

    El rubio no quiso admitirlo pero Potter tenía razón, así que se olvidó de cualquier tipo de magia. Aun se preguntaba la razón por la cual continuaba ahí, bajo un torrencial y en compañía de Harry Potter. La ironía de la vida era una comedia de muy mal gusto.

    -¿Cómo va lo de tu padre?-Indagó el ojiverde quien repentinamente miraba el silencio como una tortura.

    -Bien. Algunas cosas han cambiado y están por dar la fecha. ¿Weasley no te lo ha dicho?

    Harry negó, recordando la carta que recibió el día anterior.

    -Quizá lo hará cuando la fecha esté establecida. Él y Hermione han trabajado exhaustivamente, pienso que lograrán su cometido.

    -Tienen que hacerlo. Por el bien de los dos tienen qué.-Admitió Draco quien no miraba tentador el hecho de morir solo por incumplimiento de contrato.

    Harry no era pesimista en ese aspecto. Sus amigos eran férreos guerreros que jamás se darían por vencidos cuando estaban seguros de poder conseguir algo. Él lo sabía muy bien y podía apostarlo.

    -Entonces… ¿cómo va a ser… la transacción?

    Harry miró al rubio quien parecía gato mojado con el cabello escurriendo. No pudo ocultar una sonrisa.

    -No lo sé. Tengo que hablar con Neville al respecto.

    -¡¿Aun no lo has hecho?!-Indagó sorprendido quien se sintió un poco incómodo con la mirada de su interlocutor.

    -Quise asegurarme primero en que mi parte se cumpliera. ¿No has escuchado eso de un paso a la vez?

    -Pensé que tenías prisa en que todo esto terminara.

    -Y la tengo, pero también soy consciente de la realidad y el solo hecho de apresurar las cosas no va a beneficiarme. Por eso, en cuanto tu padre esté libre, entonces pasaremos a lo mío.

    Draco no solía negociar de esa forma, él prefería las cosas bien pensadas y hechas pero evidentemente el otro no opinaba así. La lluvia continuaba cayendo y ambos la observaban al resguardo de un hechizo y con la oportunidad de ver algo bellísimo.

    -Ahora que me acuerdo… ¿tú eres primo de Ted Lupin, verdad?

    Draco miró ceñudo a su interlocutor quien lo miraba atentamente. Eso continuaba incomodándole.

    -No es mi primo, es mi sobrino, dado que esa metamorfa de Nymphadora era hija de mi tía Andrómeda.

    Harry no entendía mucho sobre el tema, le resultaba sumamente confuso y extraño.

    -¿Por qué quieres saberlo?

    -Solo recordé que un día parecido al de hoy, lo conocí.

    Draco movió la cabeza como lo haría ante la charla interesantísima de cualquier persona aburrida.

    -Remus deseaba que fuera su padrino, pero dado los acontecimientos…

    -Mi madre y Andrómeda se escriben frecuentemente.-Reveló el rubio quien seguía mirando la lluvia como algo fascinante.

    -Pensé que no se soportaban.

    Draco movió la cabeza.

    -Las familias son un gran baúl de secretos y es lógico que solo se conozcan las versiones de una parte.

    Harry recordaba la conversación que había sostenido con Andromeda Tonks cuando la conoció, y después de saber que se había casado con un mago de ascendencia muggle…

    -Mi madre y ella eran muy unidas, pero Bellatrix siempre estuvo zafada del cerebro. Era una maldita loca que todo quería hacer a su conveniencia.

    -Ni que lo digas.-Gruñó el de anteojos.

    -Ella se encargó de llenar la cabeza de mi madre con tonterías. Por eso después de que todo pasó, se encontraron por casualidad en Diagon Alley.

    Harry no creía en las casualidades y si recordaba bien, Narcisa Malfoy era una mujer reacia, altiva pero abnegada al amor de su familia. Supuso, como siempre le agradecería por salvarle la vida, que ese encuentro casual había sido obra de la dama Malfoy.

    -¿Entonces se frecuentan?

    Draco pasó su peso a la pierna izquierda y negó.

    -Andrómeda se fue a Francia unos meses después de que todo pasó.

    Harry no necesitaba indagar sobre el significado de ese todo.

    -Ella pensó que Inglaterra no era un buen lugar para criar a su nieto. Yo digo que está loca pero mamá se empeña en defenderla. Dice que los recuerdos duelen.

    El ojiverde sonrió con cierto pesar. Siempre se había sentido mal por no haber podido cumplir su promesa a Remus, pero las circunstancias de la vida a veces cambiaban todo. Al menos quería convencerse de que el ahora occiso hombre lobo no le guardaba rencor y que el que pudo ser su ahijado, vivía muy feliz.

    -Tu madre tiene razón, los recuerdos duelen.

    Draco volvió a mirar al hombre a su lado y entonces simplemente lo dijo.

    -¿Por eso te fuiste?

    No era que le importara, en realidad nada sobre el siempre magnífico Harry Potter le interesaba, pero dentro de él aun vivía ese niño que deseaba saber y satisfacer su egocéntrica curiosidad. Harry por su parte le sostuvo la mirada a quien continuaba esperando una respuesta que sabía tarde o temprano alguien desearía saber por su boca y no por meras suposiciones.

    -Sí. Por eso me fui.

    Draco lo sospechaba. Cuando la sociedad mágica se renovó, él y su madre habían hablado sobre eso: irse a un lugar donde pudieran volver a empezar. Pero Londres era su hogar y además por millones de recuerdos dolorosos que existieran, su padre aun se encontraba ahí.

    -¿No tenías razones por las cuales quedarte?

    Eso se había preguntado él mismo durante mucho tiempo, sobre todo cuando la culpabilidad lo carcomía.

    -No.

    -Siempre pensé que la gloria que todo el mundo te diera sería suficiente… o al menos los pelirrojos roñosos con los que te juntabas.

    Harry no pudo evitar reír.

    -Esos pelirrojos roñosos que dices, son mi familia, en efecto. Pero ni ellos fueron suficientes para que yo me quedara. Demasiadas cosas que me martirizaban el alma.

    -Eres un quejicas.

    -No lo soy.-Se defendió el ojiverde sin perder la sonrisa.-Es solo que… no me gusta hablar de esto pero… cuando entré al mundo mágico desconocía todo. Mi infancia estuvo cargada de desventura y cuando vi la oportunidad de mejorar mi vida…

    -Entonces aparece un loco queriendo matarte. Si, típico de los héroes.

    Harry no pudo evitar lanzar una carcajada que el rubio no imitó pero al menos sonrió.

    -Perdí a muchas personas durante esa estúpida guerra y aunque pensé que al terminarla podría vivir en paz… tal vez solo pensarlo no me bastó.

    Draco lo entendía perfectamente. Cuando todo había terminado las pesadillas que lo despertaban a mitad de la noche con el cuerpo sudado, la respiración entrecortada y el rostro contraído por el horror, le recordaban que jamás podría vivir algo normal. Con el tiempo los malos sueños fueron menguando, aun de vez en cuando aparecían pero ya no con la misma intensidad. Él había decidido luchar por su apellido, por esa vida que se merecía y le habían arrebatado, pero tal vez para otras personas no resultaba tan sencillo.

    -Todo el mundo mágico tenía estima sobre ti.

    -Dirás que comenzaron a hacer su futuro a mí alrededor. Eso es quizá lo que jamás toleré, que todos desearan controlarme cuando lo único que deseaba era…

    -Libertad.

    Harry no recordaba que la palabra sonara tan maravillosa pronunciada en voz alta, mucho menos por alguien cuyos ojos fulguraban con la intensidad que los suyos cada vez que se recordaba sobre su libertad. En ese momento ambos se dieron cuenta, a pesar de la convivencia que ya tenían, que eran muy semejantes. Dos niños obligados a crecer en entornos diferentes pero similares. Dos adolescentes obligados a confrontarse únicamente por las expectativas sobre ellos. Un monstruo que los torturó de diferentes e iguales maneras hasta extraerles más que dolor. Dos almas que lo único que pedían a gritos era libertad.

    Y no fue como en los cuentos de hadas, o en las telenovelas o en las películas de amor, simplemente se dio porque era el momento indicado y como en la vida real, donde las oportunidades se presentan para ser tomadas, esta simplemente fue igual.

    Se besaron, ambos, con intensidad. A pesar del frío que comenzaba a calarles aun con el hechizo; a pesar de todo lo que estaba ocurriendo; a pesar del pasado y de las gotas de lluvia que caían sobre sus cabezas. Solo se besaron. Labios contra labios, aliento contra aliento. Cerrando los ojos y experimentando el contacto más intenso de sus vidas.

    Eso fue algo que Alec Laurent contempló cuando bajó de la camioneta que el buen hombre que los llevó ahí en un principio, le hizo el favor de facilitarle.

    Todo estaba dicho.


    Nota Aclaratoria:

    *National Portrait Gallery: Presenta un programa de exposiciones que cambia regularmente, con temas variados. Alberga una enorme colección de retratos de británicos. Entre los personajes de los cuadros hay grandes escritores como William Shakespeare y Rudyard Kipling, además de reyes, reinas e iconos de nuestra época. La galería conserva también una colección de fotografías y presume de poseer uno de los mejores restaurantes en azotea de Londres.
     
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  2. Dan2102
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    O.O

    Me dejaste en shock.... Un beso....

    Oh....


    Wuao... Pobre Alec... Pero bueh jajajaja excelente!! :D

    contii!
     
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  3. kazuki kosuke
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    woooooowww XD me encanta...

    simplemente grandioso tu fic....

    espero que puedas seguir publicando pronto....... n.n
     
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  4. Kari Tatsumi
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    Capítulo 14
    El Juicio




    Molly Weasley era una mujer con valores familiares tan perfectamente bien inculcados y arraigados que nadie podría cambiar jamás.
    También era tradicionalista en muchos aspectos de su vida personal y familiar. En el pasado, habría reído como histérica y después habría reñido a quien hubiera osado siquiera sugerir que alguna de esas ideas pudiera salir del canon.

    Si, se habría enfadado bastante, pero en la actualidad y después del camino plagado de buenas y malas nuevas tenía que admitir que el aceptar, era bueno. Como el hecho de dejar ir a su hijo Fred, de aceptar a las mujeres en la vida de sus hijos y también, quizá el más importante, a los hombres.

    No era que se tratase de nada del otro mundo, ciertamente la comunidad mágica se encontraba muy por encima de la muggle en la estadística de la aceptación de la diversidad, pero como jamás había tenido el más mínimo indicio de eso… La vida cambiaba y con ella también lo demás, pues no podía ir por ahí pretendiendo no reconocer algo tan evidente y que con un poco de renuencia en un principio y millones de sonrisas al final, había aceptado.

    -Bue...bue…bue.

    -¿Qué ocurre, Ander?

    El niño pelirrojo le sonrió inmensamente a la mujer quien le regresó el gesto y lo alzó en brazos.

    -¿Galleta?

    El niño asintió, señalando el enorme tarro en forma de oso que abría y cerraba el hocico.

    -De acuerdo, pero solo una, ¿está bien? No queremos que tus padres se molesten.

    El infante asintió, contemplando con ojos verdaderamente brillantes y emocionados el cómo su abuela introducía fácilmente la mano en las fieras fauces y extraía una galleta que recibió con la más grande de sus sonrisas.

    -Muy bien, aquí tienes, mi cielo.

    Pero si bien Molly estaba enterneciéndose con el agradecimiento infantil de su nieto, una manita jalando su suéter exigió su atención.

    -Mi, mi.-Reclamó el gemelo del niño que comía con gusto su dulce.

    -Bueno, pero a ustedes no se les puede separar, ¿verdad?

    Aidan parpadeó y sonrió cuando su abuela le tendió una enorme galleta, la cual devoró casi enseguida. A Molly Weasley solo un par de cosas podían enternecerle el corazón: los recuerdos y sus nietos, en especial ese par que la seguía por toda la casa cuando iban de visita. Le recordaban tanto a sus propios gemelos.

    -Bien, qué le vamos a hacer, ¿verdad?

    Acarició la cabecita de ambos y disfrutó de la tierna visión.

    -Awwww, ¡yo también quiero!

    -¡Y yoooo!

    -Abuela, abuela, ¿por qué no me dijiste que tenías galletas de chocolate?

    La mujer suspiró, al fin los habían encontrado.

    -No te lo dije porque si tu papi se entera…

    -Oh, no lo sabrá.-Señaló Derek, cuya mirada brillaba a la mención de las galletas.

    -¡Abuelaaaaa, nosotras también queremos!-Corearon las niñas, quienes halaban la ropa de la mujer para llamar su atención.

    -Pero bueno, ¿acaso no tienen modales?

    Las niñas rieron, sabiendo que su abuela jamás se molestaría con ellas, por eso de buen agrado la miraron sacar tres galletas más.

    -Pero solo una, ¿entendido?

    Derek asintió y sus hermanas fingieron no escucharla. Ellas sabían que un puchero podía más que mil advertencias.

    -¿Qué voy a hacer con ustedes?-Indagó con un suspiro la mujer, acariciando las cinco cabezas rojas que amaba con locura.

    Si alguna vez pensó que el cielo quizá la había castigado enviándole desastres a su familia, al mirar a sus nietos no pudo más que agradecer y saber que eran su recompensa después de tanto sufrimiento. Amaba a cada uno de sus nietos por igual, pero tal vez los Zabini-Weasley tenían un poquito más de su corazón. Todo se debía a las visitas casi diarias y ese algo que probablemente su padre Slytherin les había heredado.

    -¿Mamá?

    -En la cocina.

    Con la mirada apremió a los niños, quienes prácticamente devoraron la enorme galleta y la miraron con complicería.

    -Pensé que habían ido a comprar algo.-Indicó Ron, quien con una sonrisa hizo acto de presencia en la cocina.

    -Los niños estaban jugando en el jardín.

    -Desgnomizando el jardín, como siempre, dirás.

    Molly sonrió, mitad culpabilidad mitad inocencia.

    -Bueno, ya que les encanta jugar, puedo aprovecharlos un poco, ¿no?

    -Eres una extorsionadora de nietos.-Gruñó en broma el pelirrojo, sirviéndose un vaso de jugo.- ¿Es fresco?

    -Lo hice mientras dormías.

    El muchacho miró el reloj.

    -Es tarde, siempre que vengo me dejas dormir demasiado.

    -No tanto, además debes cuidarte.

    Ron sonrió, su madre sobreprotegía a sus hijos en el embarazo.

    -¿Cómo se han portado mis demonios?

    Los niños sonrieron desde lejos.

    -Perfectamente, como siempre.

    -Eso es raro de escuchar… ¿ya comieron?

    Los niños negaron.

    -¿Entonces porqué comen dulces?

    -¡No comimos dulces!-Negaron las niñas.

    -No, yo mismo los vigilé.-Añadió Derek, cruzando los dedos tras su espalda.

    -Aja, ¿se creen que nací ayer? Mejor vayan a jugar un rato más, yo prepararé algo de comer, ¿de acuerdo?

    Los niños rieron, jamás lograban engañar a su padre.

    Derek y sus hermanas salieron corriendo al jardín, mientras los gemelos eran llevados a la sala, en dónde varios juguetes flotaban.

    -¿Cómo haces eso?-Indagó Molly después de depositar a Ander en el piso.

    -¿Hacer qué?

    -Saber cuándo han hecho algo. Yo lo intenté por años y jamás logré sacarles algo…. contadas veces.-Aceptó la mujer.

    Ron tomó asiento y sonrió.

    -¿Te recuerdo tu lema, mamá?

    Molly frunció el entrecejo mientras su hijo reía.

    -Lo siento mamá, es que es bastante gracioso… tienen sangre Slytherin, prácticamente debo tener cuatro cabezas para saber lo que están planeando.

    -Sobre todo ellas, ¿verdad?

    Ron suspiró asintiendo.

    -Sobre todo ellas. No sé de dónde sacan tantas ideas, ¡y solo tienen cuatro años!

    -Fred y George eran peor.-Respondió la mujer con una sonrisa en labios.-Nunca se cansaban, hasta el último momento siguieron bromeando.

    Ron tomó la mano de su madre y le sonrió, no le gustaba que memorara pues eso la entristecía, pero era inevitable no hacerlo. Era parte de la vida.

    -Antes te hubiera distraído con cualquier cosa, pero desde que estoy en esto del testigo ocular… me he dado cuenta de que el pasado siempre nos perseguirá mamá, pero depende de nosotros si nos lastima o no.

    Molly lo sabía, por eso trataba de recordar con una sonrisa en los labios. Era la mejor forma de honrar a los desaparecidos.

    -Por cierto, ¿cuándo acabarás con eso?-Indagó, cambiando ella misma de tema.

    -Hermione dice que es muy probable que por fin esta semana nos den la fecha.

    Molly entonces se enserió bastante.

    -No me gusta todo esto, mucho menos que estés solo con ella.

    -Oh, no es tan malo, mamá. Además no estamos solos, su secretaria está solo a unos pasos cruzando la puerta.

    -¡No te hagas el gracioso!-Riñó, escuchando el suspiro de su hijo.-Desde que Blaise me comentó sobre todo esto que no estoy muy de acuerdo. Debe existir otra forma.

    -¿Así que viene a quejarse contigo?

    -Se preocupa por ti.

    Ron giró los ojos.

    -Yo sé que se preocupa por mí pero… nada malo ha sucedido. Ella es la que prácticamente hace el papeleo, yo solo voy cuando necesita escribir alguna cosa o hacerme recordar algo que pueda ser de utilidad.

    -Pero eso puede hacerte daño, sobre todo en tú estado. ¡Esa mujer es una inconsciente!-Expuso, sin molestarse en ocultar su enfado.

    Ron se acercó a la mujer y besó su mejilla, mientras esta lo abrazaba con algo de fuerza.

    -Lo que menos deseo es que vuelvas a sufrir, Ron. Ya bastante lo has hecho como para…

    -No debes preocuparte por eso. Te he dicho que nada ha sucedido y así continuará. Quizá hace unos años me habría negado a convivir con ella, no importando que fuera para ayudar a Harry. Pero ahora todo es distinto, lo sabes.

    Molly asintió. Siempre había deseado que sus hijos no sufrieran pero lamentablemente la vida estaba llena de amargura, sobre todo con lo que habían vivido. Así pues la mujer besó los cabellos de su hijo y trató, como siempre, de apoyar sus decisiones. Después de todo ya no era un niño.

    -¿Entonces crees que falte mucho para el juicio?

    Ron movió la cabeza, negándose a abandonar el masaje que su madre le estaba dando a su espalda. En verdad que lo necesitaba.

    -Ella dice que no. Todo depende del tribunal, ya sabes cómo les gusta hacerse los importantes.

    -Shacklebolt preguntará.

    -Hermione lo sabe, por eso está planeando un contraataque o algo así. Ya sabes cómo es ella, siempre pensando y planificando cosas aun antes de que sucedan. No ha dejado de ser un cerebrito.

    Molly se guardó el gruñido de indignación. Visiblemente Ron estaba haciendo un esfuerzo muy grande por tratar de que todo saliera bien (por Harry), pero ella lo conocía tan bien como a sus demás vástagos, por eso redobló el masaje en su espalda.

    -Espero que Harry quiera venir alguno de estos días, se ve bastante estresado.

    -Es natural, está metido en un embrollo bastante…peculiar.

    Ron sonrió, a su madre cada vez le gustaba menos la idea de sacar a Lucius Malfoy de Azkaban, pero sabía que era por una noble causa.

    -Ayer se fue nuevamente a Londres Muggle.

    -¿A qué?

    -Dijo que por trabajo… ha cambiado mucho, ¿sabes?

    Molly asintió.

    -Madurez, Ronald.

    Él sabía que era evidente que el muchacho que durante toda su vida había pasado por peligros extraordinarios y que se había enfrentado al mal, había desaparecido casi por completo.

    -A veces, cuando hablo con él, puedo adivinar la razón por la que se marchó.

    -¿No le has preguntado nada?

    Ron negó mientras su madre asentía.

    -Pero creo que es lógico, ¿no?

    La mujer lo sabía, por eso nadie le había cuestionado nada. No iba a negar que al desaparecer, ella misma habría reunido un escuadrón de búsqueda si no hubiera sido por la intervención siempre oportuna y madura de su esposo. El buen Arthur siempre tan sonriente y amable, pero tan sabedor de cosas que la mayoría de las personas pasaban por alto. Por eso se había casado con él.

    -Quizá nunca lo sabremos a viva voz.-Murmuró Ron quien miraba a sus hijos hablar entre sí en un idioma que solo ellos entendían.

    -Tal vez no, pero son sus decisiones y aun así lo seguimos queriendo.

    -Eso no se duda, mamá. Harry siempre será un Weasley.

    Desde aquella primera vez en King Kross, dónde un par de ojos verdes se habían abierto en sorpresa al ver un mundo que jamás había conocido y les había sonreído con sinceridad, Harry Potter se convirtió en un Weasley, por ende siempre lo querrían y apoyarían pese a todo.

    -Iré a preparar algo para la cena.

    -Déjame ayudarte.

    La mujer negó, incorporándose del sofá.

    -Mejor descansa un poco.

    -¡Acabo de dormir como tres horas, mamá!

    -Sí, pero lo necesitas. ¡Y no protestes!, obedece a tú madre quién es la que sabe.

    El pelirrojo sonrió. Acababa de cumplir los seis meses y cada vez se cansaba más, y no era para menos. Sus hijos consumían prácticamente todas sus energías. Por eso permaneció recostado, corrigiendo algunas palabras de sus hijos y mirándolos jugar, los otros tres continuaban jugando con los gnomos.

    Por su parte, Nott miraba atentamente los documentos de un nuevo caso que tenía entre manos. Su clienta deseaba demandar al Departamento de Herencias mágicas porqué según ella todos sus preciados galeones heredados habían ido a parar a las garras del gato de su difunta tía abuela. Ese si era un caso extraño, sobre todo porque el gato había empezado a vivir placenteramente. Él sospechaba sobre un “animago no autorizado” y si así era, entonces se embolsaría un buen caso. Los principales diarios sensacionalistas del mundo mágico no paraban de hablar del “gato suertudo” y por supuesto que él no lo desperdiciaría.

    -¿Y has ido a visitarlos?

    El abogado frunció el entrecejo y asintió.

    -¿Seguro?

    -Todo en orden, Zabini. ¿O a caso quieres que los encuentre en una posición tan incómoda que el estado de tú esposo visiblemente se los permitiría?

    El italiano gruñó.

    -¡No me refiero a eso!

    -¿Entonces?-Indagó Theodore elevando la vista, sabiendo que sería inútil continuar leyendo. A veces se preguntaba la razón por la que permitía el acceso libre de sus amigos a su despacho.

    -Pues…

    -No creo que les queden muchas energías para hablar, o coquetear o lo que sea que tu enferma cabecita maquine a su alrededor. Están trabajando, Blaise y lo están haciendo de la manera profesional para cerrar este Trato.

    Blaise lo sabía pero no podía dejar de sentirse celoso.

    -Aun así quiero asegurarme de que…

    -Sí, sí, te lo prometí, ¿no? Ahora, si no vas a hacer nada de provecho, déjame invertir mi tiempo en cosas productivas.

    Zabini reconocía que quizá se estaba excediendo y pareciendo un loco obsesionado con su esposo, pero la realidad era que estaba arto de todo aquello y lo único que deseaba era que terminara para no tener que preocuparse más sobre Ron y esa mujer que no podía tolerar.

    -¿Entonces para cuando?

    Nott movió la cabeza, dejando una vez más los documentos que intentaba leer.

    -Ni idea. No sé que pretende el maldito tribunal retrasando las cosas. La papelería es correcta, se llenaron los requisitos, se habló con el consejo, hasta el director de Azkaban envió una carta explicando diez millones de cosas. Si me pides opinión, esos bastardos solo se están haciendo los importantes.

    -Como siempre harán cuando de un Slytherin se trate.

    Ambos conocían la fama que la antigua casa de Hogwarts tenía, sobre todo después de la guerra. No era ninguna coincidencia que los Death Eaters fueran ex Slytherin, mucho menos seguidores de un mago que ¡Oh sorpresa!, también fue a la misma casa. El mundo entero sabía que jamás los verían con buenos ojos, siempre llevando un estandarte que en nada los complacía.

    -Pensé que esa mujer podría ayudar en eso.

    -Y lo ha hecho pero el sistema se ha vuelto, si es posible, mucho más sólido. ¿Sabías tú que para solicitar una cita con alguno de los departamentos superiores se requiere toda una investigación? No quiero ni saber lo que se necesita para ver al ministro.

    -Exageraciones estúpidas. Si todo sigue así jamás nos permitirán hacer nada bueno con el mundo.

    Nott lo sabía. El siguiente paso posterior a una guerra era la extrema seguridad y después la monopolización. A ese paso no le sorprendería si alguien se alzaba en contra de toda esa innecesaria burocracia.

    -Pero es lo que es y debemos soportarlo.

    -¿Crees que tarde más tiempo?

    Theodore sabía la razón de esa pregunta, por eso habló con sinceridad.

    -Granger dijo que ya no debían exceder esta semana. De todas formas ninguno de los dos lo permitiremos. Creo que ha llegado el momento de ponerle fin a todo esto y seguir con nuestras pacíficas vidas.

    En eso él se refería también a la paz que su despacho usualmente tenía y no al alboroto que sus dos amigos hacían por culpa de aquel Trato.
    Y hablando de amigos…

    La puerta del fondo se abrió rebelando la figura de Draco Malfoy.

    -Malfoy…luces terrible.-Señaló Zabini, quien bebía té.

    -¿En dónde estabas?-Indagó Nott.-Creí que veríamos lo de las irregularidades de…

    Pero todo lo que el rubio hizo fue servirse un vaso de Whiskey y beberlo todo.

    -Hey, ¿tan mal te ha ido?-Bromeó Blaise mirando a su compañero quien también sonrió.

    -Si es porque olvidamos felicitarte por tu nuevo contrato con ese irlandés…no creo que sea para tanto.

    Pero los ojos grises del hombre hablaban de muchas cosas a la vez por lo que sus mejores amigos solo pudieron escuchar.

    -Creo que… llegó el momento de su venganza.

    Nott y Zabini se miraron sin comprender.

    -Ya pueden servir salsa tártara mientras me quito los calcetines.

    Si el magnífico Draco Malfoy decía eso, era porque realmente algo grande e importante había sucedido.


    OoOoOoO




    Harry dejó su equipo de fotografía en el armario de su habitación y se dejó caer en la cama.

    -¿Estás bien?

    Asintió en dirección a Alec, quien se había ofrecido a acompañarlo hasta su departamento.

    -Sí, es solo que… ¿crees que Jonathan quedará satisfecho con lo que hice?

    -Jonathan está satisfecho con todo lo que haces, por algo te llamó.

    Harry pensaba que el otro fotógrafo lo alababa demasiado pero en ese momento lo que menos deseaba era pensar.

    -Bueno, al menos nada se dañó. ¿Por qué no tomas un baño? Anoche te la pasaste conversando con la dueña de la posada.

    El de anteojos sonrió. Cuando Alec llegó, con un transporte, se dirigieron primeramente a recoger al buen hombre que les había ayudado y después al pueblo, donde ambos hoteles y hasta la posada se encontraban ocupados, en este último debido al fuerte torrencial y a la falta de habitación tuvieron que quedarse en el recibidor. Evitando escuchar el alegato de Malfoy, él conversó con la amable dueña de la posada, quién lo entretuvo con anécdotas y cosas que habían servido para redactar el trabajo que esa mañana, tras llegar a Londres, había llevado a su jefe. No fue una buena noche, pero al menos logró su cometido.

    -Creo que voy a dormir un poco antes de hacer algo.-Dijo, sintiéndose por primera vez muy cansado.

    -Harías bien, ¿si quieres yo puedo…?

    -No, estoy bien yo solo. Gracias.

    Alec miró un momento a Harry para después, sin ningún motivo en especial, acercarse a él. Y todo habría concluido en un beso, pero el ojiverde se apartó lo suficientemente rápido como para que todo terminara en un simple abrazo. Aunque eso no lo exentó de abrir grandemente los ojos.

    -Gracias.-Murmuró Alec, tan bajito que el otro por poco no lo escuchó.

    -¿Por qué?

    -Por haberme permitido conocerte.

    A Harry eso le parecía una despedida.

    -¿A dónde vas?

    Pero Laurent solo rió, separándose de él.

    -A ningún lado, Har. Es solo que…tenía deseos de decírtelo.

    El de anteojos no comprendió y tampoco hizo hincapié en lo que había sucedido. Alec se levantó de la cama y se dirigió a la salida.

    -Me voy de juerga. Quizá algún chico lindo quiera pasar este día conmigo. ¿Qué opinas?

    El ojiverde lo siguió hasta la puerta, desde donde Alec le sonreía.

    -Que te deseo suerte para encontrarlo. Ojalá sea un buen chico.-Señaló, devolviéndole la sonrisa.

    Alec solo pudo reír y despedirse, con ese ademán de agitar la mano con efusividad que tanto le hacía gracia a Harry.

    -Entonces si el maravilloso Harry Potter lo dice, es porque así será. Nos vemos después, Har.

    -Hasta pronto, Alec.

    Laurent entró en el ascensor y cuando las puertas se cerraron, suspiró.

    -Al menos lo intenté.-Se dijo, sonriendo de medio lado, algo que solo indicaba tristeza y fracaso.

    No iba a pensar en nada, mucho menos en lo que había visto. Las personas no necesitan devanarse el cerebro con ímpetu para entender que las acciones dicen más que las palabras y él había visto más que palabras y acciones en dos pares de ojos que parecían conocerse desde siempre.

    No era que hubiera llegado tarde, era que no había sabido aprovechar la oportunidad. Él habría podido vivir con el gran hueco que era la vida de Harry, incluso sin cuestionar, todo en tiempo presente. Pero el fotógrafo evidentemente ya tenía un pasado y alguien que lo conocía.
    Había vivido demasiadas cosas y tenía la suficiente experiencia como para siquiera pensar en comportarse como un adolescente y rabiar.
    Estaba celoso, no lo negaría pero eso en nada le serviría.

    -Ojalá que ese chico lindo pueda hacerme olvidar.-Murmuró, saliendo del ascensor y dirigiéndose a la calle dónde el sol ya se encontraba en lo alto.

    Harry por su parte se metió en la cama sin siquiera cambiarse de ropa. Ya más tarde se ducharía y se mudaría para ir a donde Ron. Debía recordar llevar su portafolio, había prometido mostrárselo a su amigo a quien seguramente le fascinaría. Estaba dispuesto a hacer muchas cosas, menos en pensar sobre lo que había sucedido el día anterior. Mejor lo dejaría así porque de lo contrario comenzaría a explotarle el cerebro y entonces…

    Instintivamente se tocó los labios con las yemas de los dedos y suspiró.

    -Creo que soy un idiota.-Susurró, cubriéndose hasta la cabeza con la manta.

    Idiota o no había sucedido y quizá lo que más problemas le traía era el hecho de que esa mañana, cuando le entregó el trabajo a su jefe, este le recordó sobre la charla que habían sostenido hacía poco.

    “¿Ya te decidiste?”

    No podía darle una respuesta, aun no, mucho menos cuando su vida estaba a punto de cambiar. Durante mucho tiempo se había rehusado a ascender en su trabajo, era feliz con lo que hacía pero al fin podía cambiar. ¿Por qué todo tenía que ser tan complicado?

    Era la cuestión que seguramente toda la humanidad pagaría por resolver.


    oOoOoO




    Y después de esperar solo un poco, por fin el gran día llegó.

    El Juicio se efectuaría a puerta cerrada, porque era costumbre en el tribunal mágico y sobre todo porque en esa ocasión el caso era muy delicado. En el recibidor se encontraban todos los involucrados.

    En primera fila, por supuesto, Draco Malfoy quien con su pose altiva y refinados modales, saludaba a algunos cuantos rostros conocidos que se acercaban a charlar de esa manera en la que el mundo entero sabía que solo se chismeaba. A su lado, su madre. La aun bella Narcisa Malfoy sonreía cordialmente como siempre lo había hecho, demostrando que sus refinados modales y su imponente persona jamás se rebajarían como muchos tantos lo habían deseado. Un poco retirados se encontraban Theodore Nott, quien releía unos documentos mientras su esposo Neville, este último llamado por el mismo tribunal mágico, conversaba amenamente con Hermione Granger quien se removía incómoda a causa de las miradas nada amables que Blaise Zabini le dirigía.

    -Ya, ¿puedes comportarte por favor?

    -Pero yo no estoy haciendo nada, rojo.

    Ron, quien desde hacía un rato permanecía preso bajo los brazos protectores de su esposo, solo resopló con cansancio.

    El día anterior y después de una muy estresante semana, sobre todo porque notaba a Harry muy extraño desde que había vuelto nuevamente del mundo muggle y este le aseguraba que nada sucedía, por fin la lechuza oficial del Tribunal Mágico había tocado a su ventana. Aun podía recordar la carta membretada con el sello del Ministerio y todas las palabras, que simplificando, solo lo requerían como testigo Ocular para testificar a favor de Lucius Malfoy, y como el abogado del mismo así lo requería.

    Su sonrisa se había extendido y en cuanto se lo comunicó a Harry supieron, sin la necesidad de saber los resultados, que la cuenta regresiva para el término de ese Trato estaba en marcha. El más emocionado tal vez por el término de todo aquello era Blaise quien después de enterarse había sonreído tanto como nunca que Ron recordara y lo había besado media hora seguida sin darle un descanso. El pelirrojo sospechaba a qué se debía esa euforia, así que entre remilgos y riñas pequeñas transcurrió la noche.

    Esa mañana todo había sido un mini caos en su casa pues el matrimonio no había podido salir en una sola pieza debido a las millones de pataletas, gritos, lloridos y demás por parte de sus hijos quienes, incitados por las gemelas, suponían que sus padres irían a comprar helado de todos los sabores y no les llevarían. El pelirrojo tuvo entonces que dejar en prenda a su buen amigo, quien por obvias razones no podía estar en el tribunal.

    -Todo saldrá bien, mi vida.-Susurró Zabini quien al parecer se había olvidado un momento de amenazar a la directora del departamento de Aplicación de la Ley Mágica y comenzaba a mimarlo.

    -Ya lo sé.-Suspiró Ron por enésima vez.-No es como si fuera a batirme en duelo con alguien. ¿Te recuerdo que he sorteado cosas peores?

    Blaise negó, apretando solo un poquito el agarre posesivo sobre su esposo. Él, más que nadie tal vez, deseaba que todo ese show de tres pistas terminara cuanto antes. De esa manera se aseguraba de que esa mujer, que los miraba de vez en vez, se alejara de su esposo.
    Tontamente sabía que se engañaba pero al menos volvería a tener un poquito más de control sobre su pelirrojo a quien dentro de poco iban a bombardear con cosas que él prefería no se recordaran jamás.

    A pesar de haber estado, un tanto retirado, de la guerra que más de diez años atrás se desató, nada se comparaba con lo que Ron Weasley había vivido. El pelirrojo se aseguró de tener un boleto en primera fila que él jamás habría deseado, por ende las experiencias fueron mucho más traumatizantes que ninguna.

    Desde el principio se había opuesto a que Ron reviviera todo ese tormento, sobre todo por su estado, pero siendo el testarudo que era lo había ignorado. Ahora, solo a un palmo de que todo eso terminara, estaba seguro que los del tribunal no tendrían piedad para avivar esos recuerdos con toda la intensidad posible, y aunque él estaría como público invitado, no sería suficiente para ayudarlo. Ni siquiera Nott podría.
    Por eso volvió a mirar a Hermione Granger con odio y se juró jamás perdonarla.

    -Todo esto es tu culpa.

    -¿Qué?

    -Nada, nada rojo, tú sigue descansado, ¿está bien?-Sonrió, acariciando la espalda de quien se lo agradeció con una sonrisa.-Y recuerda que si la pregunta es incómoda entonces no respondas.

    -Pero debo hacerlo Blaise. Se supone que estoy ahí para ayudar…

    -Sí, sí, ya lo sé. Pero tú estás de acuerdo con papá, ¿verdad nena?-Indagó, acariciando el vientre que se movió un poco.- ¿Lo ves Ron? Así que nena, si estas incómoda entonces díselo a papi.

    Ron solo rió, en ocasiones su descerebrado consorte era impredecible.

    -Los invitados especiales favor de pasar a la sala C. Los invitados especiales…

    -Esa es tu llamada, Zabini.-Señaló Nott quien había movido cielo, mar y algunos galeones para que el Director del departamento de excepciones de la magia negra pudiera estar presente en lo que algunos catalogaban como el juicio del siglo.

    No era que Blaise no fuera importante, de hecho el abogado a veces pensaba que se codeaba con más personalidades influyentes que él, pero siendo su esposo un testigo ocular indispensable…las leyes eran muy claras en cuanto a eso. Pero no era el mejor abogado del mundo mágico solo porque si.

    -Me debes una grande, Zabini.-Murmuró, mirando a Draco Malfoy que junto a su madre se dirigieron al salón ya señalado.

    -Cuídate, ¿sí? Estaré solo a unos pasos si me necesitas.

    Ron asintió a su consorte quien antes de soltarlo lo besó largamente.

    -Maldito exagerado.-Farfulló Nott, desviando la vista.

    -Oh, solo estás celoso porque él no le teme al protagonismo público.-Rió Neville, quien sabía que jamás conseguiría una escena así por parte de su esposo en un lugar con demasiadas personas observando. A veces envidiaba un poco a su pelirrojo amigo.

    Blaise caminó hasta la sala, no sin antes dirigirle a Hermione, quien hablaba con un hombre de túnica negriblanca, una mirada de advertencia.

    -Ufff, está insoportable.-Rió Ron, acercándose al abogado y a su esposo que solo sonrió.

    -Déjalo, es su manera de decirte que te ama.

    -Sí pero… exagera.

    Nott asintió a eso con toda la solemnidad posible pero el rostro acongojado de Hermione acercándose a ellos no les dijo nada bueno.

    -¿Qué ocurre?-Indagó el abogado enarcando una ceja.

    -Malas noticas.-Dijo, mirando directamente a Ron quien tragó en seco.-¿Recuerdan que les comenté que se me hacía sumamente extraño eso de que Neville estuviera aquí?

    Las tres cabezas asintieron, esa había sido una discusión bastante tardada, sobre todo por parte de Nott a quien no le gustaba involucrar a su esposo en asuntos legales, por muy testigo de un Trato que fuera.

    -Bien, pues me acaban de informar el motivo de su presencia.

    -¿Es muy malo?-Indagó el medimago a la mujer que suspiró.

    -No sé, tú tendrás que decírmelo. No estoy familiarizada con la medimagia.

    -¿Entonces…?

    Hermione negó con visible molestia.

    -Los malditos del tribunal siempre quieren hacerlo todo a su modo, ya me encargaré después de que se atengan a la ley. Te mandaron llamar para que supervises a Ron mientras testifica.

    -¡¿Qué?!-Indagaron ambos Gryffindors sin comprender.

    -Que van a administrarle a Ron Veritaserum y un hechizo de verdad.

    Ron parpadeó mientras que Neville frunció el entrecejo.

    -¡¿Pero están locos?!-Indagó el medimago con enfado.-¡¿Cómo se les ocurrió semejante idiotez?!

    -No lo sé.-Negó Hermione con visible molestia también.-Se saltaron completamente el protocolo que ya se tiene establecido.

    -Lucius Malfoy.-Murmuró Nott, sintiéndose ofendido por esa falta de desconfianza que a última hora el tribunal había expuesto.-Es por él.

    La funcionaria asintió.

    -De cualquier forma ese no es motivo suficiente para que ellos…

    -Está bien.-Dijo el pelirrojo, atrayendo las miradas de los otro tres.-Si es para ayudar a que todo esto salga bien, entonces me arriesgo.

    -Pero Ron.-Negó Neville de inmediato.-Son pócimas y hechizos muy poderosos que en tú estado…

    -No hay problema, Neville.-Sonrió, palmeando el brazo de su amigo.-Si te han llamado es porque eres el mejor medimago experto en obstetra magia que existe en el mundo. Yo sé que harás lo indicado para mantenernos a salvo.

    -Pero…

    -Es por Harry, Neville.

    Ambos se miraron un momento hasta que el medimago asintió.

    -De acuerdo.

    Ron sonrió ampliamente y Hermione no supo si llamarlo irresponsable o buen amigo.

    -Solo déjame decirte brevemente los efectos que eso puede acarrearte en tú estado.

    Y mientras ambos hablaban, Nott miró a Hermione que entendió de inmediato. Si los del tribunal pensaban que podían complicar las cosas con eso y apuntarse mil puntos, era que no conocían sus mentes. Eso era algo que podía salirles por la culata a los del inservible tribunal.

    ++++++



    Harry miró el reloj y suspiró.

    -Ya debe de haber comenzado.

    -Hey, tranquilo. Tienes ahí a los mejores, nada saldrá mal.

    El ojiverde miró a la pelirroja quien acababa de darle su vaso entrenador a los gemelos y a su hijo más pequeño, un bello nene de tez achocolatada de año y medio que lo miraba atentamente con sus grandes ojos azules. Una belleza de niño a opinión de él.

    -Gracias por el ánimo, Ginny.

    La muchacha sonrió, sentándose al lado del que en antaño juraba, sería su bien amado esposo. Pero no hacía falta recordar las cosas para saber que quizá nunca estuvieron destinados, a pesar de la atracción que existió entre ellos.

    -Aunque Dean no esté directamente en este caso, me prometió encontrar la manera de mantenernos al tanto.

    Harry lo sabía. Dean Thomas era un hombre con mucha voluntad y cuando se enteró de todo eso prometió él también poner de su parte aunque no fuera mucho. Ginny había tenido mucha suerte al casarse con él.

    -Gracias por venir a ayudarme, a veces siento que me volveré loco con tanto niño. No sé cómo Ron lo soporta.

    La pelirroja rió.

    -Está loco, siempre lo ha estado.-Guiñó a modo de complicería.-Pero no te preocupes, es un placer venir a ayudarte ya que mamá no pudo. Fleur iba a venir también pero Victoire está por entrar en Hogwarts y…

    -Oh, vaya, ¿tanto tiempo ha pasado ya? Debe ser una preciosidad.

    Ginny asintió, devolviéndole a Aiden la pelota encantada que aterrizó junto a ella.

    -Es un verdadero encanto. Bill está furioso con la sola idea de que alguien le quite a su bebé.

    -Los padres sobreprotectores…me pregunto si yo seré así.

    Ginny sonrió, la paternidad por si misma daba millones de cambios que a la larga solo el padre sabía si para bien o para mal. Además era casi una ley que los padres siempre sobreprotegerían a sus hijas. No quería pensar si quiera cuando Alison, su única hija, creciera y Dean entrara entonces en ese síndrome.

    -Yo creo que serás un papá genial, ya lo verás.

    Harry agradeció el cumplido pero solo el tiempo diría su veredicto.

    -Espero que todo se termine hoy.

    -Por supuesto y cuando menos lo pienses tendrás una criatura con tus ojos y tú cabello diciéndote papá.

    Era la primera vez que Harry pensaba en eso y algo en su corazón se encogió de felicidad. Papá era una palabra que él nunca pudo decir pero que seguramente sonaría increíble proveniente de los labios de su futuro hijo.

    -¿Ya pensaste en el cómo se hará lo de…Malfoy?

    Harry negó, aun no había conversado con Neville pero intuía que no sería muy difícil.

    -Creo que yo no tengo que hacer nada, todo lo hará Neville con su magia.

    -Sí, es bastante bueno con eso. ¿Quién lo iba a pensar de él? Aun recuerdo cuando me llevó al baile de navidad y me pisó toda la noche. Al día siguiente no pude levantarme de la cama.

    Ambos rieron, aquellas memorias eran las únicas que Harry conservaba en un lugar especial. No todo en su vida había sido malo y a eso se había aferrado durante mucho tiempo.

    -Y… ¿tienes a alguien que vaya a apreciar lo que Malfoy hará por ti?

    Harry miró los ojos curiosos de la mujer a quien muchos años atrás había amado, y negó.

    -Aun no, pero eso es algo que no me preocupa.

    -Entiendo.-Murmuró la pelirroja sin borrar su sonrisa.-Ya la o lo encontrarás.

    El de anteojos abrió la boca pero prefirió guardar silencio. De hecho algo muy extraño le estaba ocurriendo y no estaba muy seguro de hablar con Ron al respecto. No era que no confiara en él, todo lo contrario, pero había cosas que evidentemente nunca cambiarían y que era mejor hablar con una mujer, y como Hermione era alguien muy ocupada…

    -Ginny… ¿qué dirías si alguien, a quien pensabas no tolerar, repentinamente te empieza a gust…?

    -Hey, mensaje de Dean.

    Harry miró la chimenea por donde una pequeña bola rosa salió.

    -Es un mensaje exprés especial de la red flu. Se suele utilizar para cosas extremadamente urgentes. Por lo regular solo el ministerio los usa.

    -¡Oh!-Exclamó el ojiverde, sabiendo que nunca había visto eso.

    Ginny lanzó un hechizo sobre la bola rosa y esta rápidamente cambió de color a uno blanco. Lo recogió y desdobló.

    -Mmmm, esto se está poniendo tenso.-Murmuró la pelirroja extendiéndole el pergamino a Harry quien lo leyó de inmediato.


    El jurado está complicando las cosas con Lucius Malfoy.
    Ron está por pasar a testificar y al parecer van a subministrarle Veritaserum.
    Seguiré informando.



    Harry miró a su compañera quien suspiró.

    -Solo espero que no le afecte al bebé.

    Harry también lo esperaba. Al costo de dañar al preciado bebé de Ron, él prefería mil veces morir por incumplimiento de contrato.

    -Ojalá que todo esté bien.


    ++++++




    Ron tomó asiento como se lo indicaron y miró a los presentes. Frente a él los invitados especiales, podía sentir la mirada penetrante de su esposo quien era sujetado por Draco Malfoy fuertemente. Acababan de decirle que le subministrarían la pócima de la verdad y además agregarían un hechizo que les demostraría a todos los presentes que su testimonio era más que creíble.

    La sala entera se conmocionó, sobre todo por su estado, pero en cuanto llamaron a Neville todo el mundo pareció tranquilizarse, incluyendo Lucius Malfoy quien permanecía sentado en medio del salón junto a Nott, el cual no perdía detalles de todo lo que ocurría.

    -Señor Ron Weasley, ¿está preparado?

    El pelirrojo asintió, mirando al hombre que depositó frente a él un pequeño vaso transparente.

    -Veritaserum.-Dijo el hombre hacia los presentes.-El más potente que existe y preparado bajo la supervisión de un representante del jurado, del abogado defensor y de la representante del Ministro, la señorita Hermione Granger.

    Los aludidos asintieron, quedando en el registro la veracidad del testimonio.

    Ron miró a Neville quien le había lanzado un hechizo de monitoreo y le indicó que podía comenzar, por eso bebió el contenido del vaso y esperó.

    -Ahora.-Dijo el juez, un hombre duro y nada amigable que le hizo acordarse de Barty Crouch.-Se procederá a lanzarle un hechizo de la verdad.

    Neville comprobó, en la burbuja que se había formado como parte de su propio hechizo, el estado de Ron y asintió en dirección de la bruja perteneciente al tribunal, que fue la encargada de lanzar el hechizo.

    Cuando ambas cosas estuvieron listas, solo fue cuestión de esperar hasta que el medimago lo indicara.

    -¿Te sientes bien, Ron?

    -Muy bien.-Admitió el pelirrojo.

    -Está bien, haré unas pruebas. ¿Puedes decirme en qué mes de embarazo te encuentras?

    -En el sexto y es una molestia, cada vez me canso más de los pies y el bebé se mueve mucho. A veces siento como si un remolino estuviera dentro de mí.

    Algunos ocultaron la sonrisa, otros no.

    -Bueno, creo que está listo.-Asintió Neville quien le cedió la palabra al juez.

    -¿Puede decirnos su nombre?

    -Ronald Weasley…aunque también puede llamarme Ronald Zabini. Nunca he querido cambiar mi nombre pero así me hago llamar también.

    Los presentes asintieron y Blaise se calmó un momento.

    -Ya era hora.-Susurró Malfoy, quien estaba teniendo dificultades para controlar su propia ansiedad. Las cosas no estaban marchando muy bien y estaba preocupado.

    -Es que Ron siempre ha sido reacio a cambiar su apellido y…

    -¿Puede contarnos, señor Weasley-Zabini, por qué participa como Testigo Ocular a favor del ex Death Eater, Lucius Malfoy?

    El aludido se removió inquieto, esperando la respuesta de alguien que seguramente podía hundirlo. Seguía estando en desacuerdo con todo eso pero por ver una vez más el cielo azul, tal como esa mañana cuando pudo volver a contemplarlo, estaba dispuesto a todo. Un poco de aire fresco le había reordenado las prioridades.

    Ron miró al aludido y suspiró.

    -No es por gusto.-Dijo, provocando varios murmullos.-Pero pienso que todos necesitamos una segunda oportunidad.

    El juez observó al testigo que claramente miraba al frente. Se encontraba bajo dos potentes hechizos de verdad, no podía mentir.

    -Muy bien, señor Weasley-Zabini, cuéntenos entonces los puntos que usted considera importantes para que Lucius Malfoy no sea considerado un peligro para la sociedad mágica.

    El recinto entero se centró en Ron que miró a Hermione y esta asintió.

    -No es desconocido para nadie que el señor Malfoy padre fue siempre un respetable hombre de negocios que podía pasearse por el ministerio y formar alianzas que no dejaban duda de su apellido, sin embargo también servía a Voldemort y eso fue lo que le perjudicó.

    -¿Puede ser más específico?-Indagó alguien del jurado y el pelirrojo asintió.

    -Todos tenemos derecho a cometer errores y el único que Lucius Malfoy cometió, desde mi perspectiva, fue elegir mal y creer en alguien que lo utilizó, convirtiéndolo de esta forma de servidor a traicionado.

    Los murmullos volvieron a elevarse y Lucius Malfoy, quien permanecía pendiente de lo que se dijera, sonrió internamente. Siempre lo había dicho, los Weasley eran sangre pura, que su patriarca fuera poco visionario no les restaba a los demás miembros de la familia colaborar con las reglas que la sociedad mágica tenía para todos aquellos que compartían un vínculo similar, en ese caso la pureza de generaciones que habían hecho lo impensable por ayudarse a sí mismos y a los de su estirpe.

    Jamás lo mencionaría pero Arthur Weasley y su mujer habían criado una buena familia. Muestra de ello el hombre sentado al lado de su hijo que miraba orgulloso al pelirrojo que comenzó a relatar cosas que cada noche lo visitaban en sueños o despierto. Para alguien como él, que había vivido horrores inimaginados desde que se uniera al mago desquiciado que solo le había llevado desazón, no habría jamás paz. Mucho menos en una prisión que pese a permanecer exenta de Dementores aun se valía de otros métodos para recordarles a cada uno de los presos las razones de su permanencia en ese lugar.

    Lucius sabía que en un momento había errado todo, no podía regresar el tiempo y pensarse mejor sus decisiones. Perder o ganar son los riesgos que todo hombre de negocios tiene presente y aunque por un tiempo ganó más de lo que jamás hubiera deseado, toda la mágica experiencia cayó hecha trizas cuando pasó de tenerle respeto a aquel que maldecía, a terror. Un Malfoy era sinónimo de orgullo y al sentir cómo este era pisoteado, comprendió las cosas.

    No fue fácil mirar a su familia humillada, una familia que había formado porque lo deseaba y porque la amaba. Sus ancestros seguramente se estarían revolcando en sus tumbas en ese momento mientras el Weasley ese hablaba y hablaba de cosas que podía ver como si acabasen de suceder. Cosas que estaban sirviendo para limpiar su nombre, su honor, pero sobre todo para sacarlo de un lugar que no deseaba volver a ver.
    Como su hijo, que cuyos ojos lo miraban con más orgullo incluso de cuando era un niño, le había dicho: una vez pudiste salir, dos no lo creo posible, no al menos que aceptara la ayuda de dos personas que había humillado tanto como al mismo hombre que estaba haciendo posible todo eso.

    -¿Entonces usted vio con sus propios ojos todo lo que dice?-Indagó la voz del juez quien visiblemente molesto, ascendió un par de decibeles más de lo usual.

    -Señor.-Suspiró Ron con fastidio.-No estuve ahí solo porqué no tenía nada que hacer. Estuve metido en esa maldita guerra hasta los huesos y créame, lo volvería a hacer con mucho gusto si con eso me deshiciera de indeseables que quieren fastidiar a los que solo deseamos vivir en paz.

    Blaize miró la rabia en los ojos azules de su esposo y estuvo a punto de ovacionarlo. Esa noche se lo recompensaría a Ron, no cabía duda.
    El consejo de ilustres magos y brujas que formaban el jurado, así como el juez y sus allegados se miraron entre sí, como formulando algo que pudiera refutar lo que el testigo ocular acababa de decir, sin embargo fueron Hermione Granger y Theodore Nott quienes concordaron que era momento de terminar con todo ese juego.

    -Si me disculpan.-Habló el abogado, poniéndose de pie.-Creo que las preguntas redundan y no le veo el caso, dado que el testigo se encuentra bajo un Veritaserum poderoso.

    -Aun así no podemos correr…

    -Señor Juez.-Señaló Hermione, también poniéndose de pie.-Creo que es suficiente con las preguntas. Recuerde que el testigo se encuentra en un delicado estado y el hecho de que hayan insistido en los hechizos de verdad lo está arriesgando no solo a él sino a su hijo a cualquier clase de contratiempos que pudieran resultar contraproducentes. No creo que nadie aquí se quiera hacer responsable por eso, ¿verdad?

    Nuevos murmullos y esta vez la funcionaria sonrió con deleite. Le gustaba cuando sus palabras eran utilizadas para llegar al fin que deseaba.

    -Además, como la señorita Granger dice, el testigo está siendo monitoreado por un medimago de prestigio que fue llamado a última hora, y aunque permanece relativamente estable, no creo que continúe así por mucho tiempo más. Esto fue algo que salió del protocolo usual, señores y no lo pasaré por alto. Según la enmienda decimo octava del párrafo tres de la nueva ley mágica para juicios, señala que ningún elemento sorpresa puede entrar en sesión al menos que se haya hablado con las partes involucradas y estas hayan dado su consentimiento, y si recuerdo bien nada de eso sucedió.

    Por algo Theodore Nott no perdía y eso lo sabían perfectamente el juez y el jurado, quienes continuaron mirándose con preocupación.

    Las cartas se habían tirado, el elemento importante, el testigo ocular, había aceptado el veritaserum a pesar de su salud y había cooperado perfectamente con todo, revelando puntos tan favorables para el enjuiciado que era imposible ver un error.

    -Si desean más pruebas.-Señaló Nott como golpe de gracia.-Tengo en mi poder el pensadero que continúe los recuerdos del Señor Weasley. Si desean que nos zambullamos para que contrasten todo y un equipo de evaluadores se siente a dialogar lo que perfectamente todos escuchamos aquí…es su decisión.

    -Aunque yo creo que todos escuchamos más que suficiente, señor juez.-Señaló Hermione.-Recuerde que las enmiendas a la ley se realizaron a favor de las personas, no para perjudicarlas.

    -Touché.-Murmuró Ron quien miraba a Hermione con una extensa sonrisa. Esa era la mujer amante de hacer respetar las normas que él recordaba.

    Draco, por primera vez desde que el juicio dio inicio pudo respirar. Tomó la mano de su madre quien la apretó, mientras de ambos labios se extendía una sonrisa que fue dirigida al hombre que los miró con el orgullo que quizá nunca les había demostrado.

    Ese juicio, había llegado a su fin.
     
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  5. kazuki kosuke
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    grandioooosooooo!!! me encanta....

    uuu quiero ver que pasa con Harry y Draco... n.n

    espero que puedan sacar rapido a Lucius... asi podra Harry tener su hijo...

    A quien se parecera??
     
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  6. Dan2102
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    POR KAMI!

    Estuvo espectacular jajajajaja estudio Derecho y no sabes como me gusto jajajaja xD

    Excelente! me encanto :)

    Espero conti ya :D... Cuanto deseo que Harry tenga un hijo con la inseminación, pero que al natural Draco tenga otro JAJAJAJA ESO SERIA LO MAAAXIMO :D

    CONTII
     
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  7. Kari Tatsumi
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    Capítulo15
    Cosas Pendientes




    Lucius Malfoy
    Queda libre.




    Era el encabezado de primera plana en el Profeta y era el momento en que toda la comunidad mágica estaba enterada ya de los sucesos que se habían llevado a cabo de manera discreta. No había nadie que no hablara de la libertad del ex Death Eater Lucius Malfoy ni tampoco faltaban las diversas opiniones en torno al caso. También, tal y como lo había previsto Hermione, comenzaron a llegar a su despacho decenas de cartas de los familiares de los presos de Azkaban que deseaban sacarlos. Eso repentinamente se había vuelto un Pandemonium.

    -Te lo dije, ¿pero me hiciste caso? ¡NO! Y no serás tú quien lidie con todo esto y las negativas. ¿Cómo le hago entender a la gente que lo de Malfoy padre fue un caso especial?-Indagó la funcionaria, lanzando a su escritorio una pila de cartas más. Era la tercera entrega esa mañana y dudaba que fueran a parar.

    -Tienes que dar alguna declaración, Hermione.-Opinó Harry, quien se sentía un poco culpable por inmiscuir a su amiga en todo eso. Pero también parte del triunfo había sido gracias a ella.

    -O en su defecto contratar a personas competentes que puedan revisar sus casos de manera apropiada y darles un seguimiento. Yo creo que podrías hacer más reformas a la ley penal.

    Hermione enarcó una ceja.

    -¿Qué diantres fue todo eso? ¿A caso te tragaste un libro de leyes mágicas?

    Harry también lo miraba atentamente queriendo saber el significado de aquella brillante idea pero para nada, intuía, proveniente de su amigo. Por su parte Ron rió y se acomodó en la silla.

    -No es mi idea.

    -Ya lo suponíamos.-Corearon los otros dos, medio aliviados de que Ron no hubiera sufrido ningún daño colateral gracias a los hechizos de verdad.-En realidad es idea de Blaise.

    Aunque Hermione no lo deseara, mucho menos por la interacción que existía entre ella y el esposo del pelirrojo, le intereso de sobremanera todo aquello.

    -¿Qué es lo que dijo con exactitud?

    Harry también lo animó con la mirada y una diminuta sonrisa que Ron agradeció. Aun después de todo, no era fácil hablar con Hermione sobre temas que ella creía manejar a la perfección.

    -Lo que sucede es que… él piensa que si se creara una división especial, con personas cualificadas que atendieran todas esas cartas que están llegando a ti, les dieran seguimiento, respuesta y además… ¿cómo dijo?... ¡ah sí!, que se modificara un poco la enmienda sobre la prisión, se tendrían mucho mejores resultados tanto en Azkaban como con el resto de la sociedad.

    La funcionaria miraba atentamente a quien acababa de hablar.

    -¿Modificar la enmienda de prisión?... ¿Cómo?

    Ron se alzó levemente de hombros.

    -No recuerdo exactamente todo lo que me dijo, dado que lo hizo cuando el día del juicio llegamos a casa y…

    -Enfócate, Ron.-Chasqueó los dedos la mujer, prefiriendo no enterarse sobre nada de…nada que sucediera en el matrimonio Zabini.

    -Oh, bueno, solo recuerdo que mencionó algo de muggles.

    Hermione parpadeó, siendo Harry esa vez quien interviniera.

    -¡Ah!, ¿Cómo las leyes que rigen a la sociedad muggle?

    -Creo que sí.

    La funcionaria se mordió el labio inferior mientras procesaba todo lo que Ron había dicho.

    Entender todo desde que ganaron el juicio le había costado un poco, y no por el momento, sino por lo que llegó después. Pensar que Blaise Zabini hubiera dicho todo aquello resultaba… increíble.

    Ella no lo conocía y en realidad no planeaba hacerlo. Solo conocía su trabajo y sabía lo buen elemento que el Director del departamento de excepciones de magia negra resultaba para el ministerio. Esa rama había sido una idea suya y el hecho de que fuera Zabini quien se quedara con el puesto directivo no tenía nada que ver con la fama que le precedía. El hombre era bueno en su trabajo, bastante y el ministro no se preocupaba por algún inconveniente.

    -Blaise… él siempre ha deseado hacer más, ayudar a la comunidad a progresar, ser útil para ella.

    -Pero él es útil en su trabajo, Ron.

    -No de esa forma.-Explicó el pelirrojo a sus dos amigos.-No es secreto para nadie que durante mucho tiempo fue…lo que fue. Jamás hizo nada por nadie que no le generara alguna ganancia o utilidad. Desperdició buena parte de su vida en vicios y estupideces, los cuales prefiere olvidar que alguna vez sucedieron. Pero en la actualidad desea hacer más, algo que su propio trabajo le limita. Tampoco es secreto que nos falte nada, bien podría dejar su trabajo y viviríamos desahogadamente durante mucho tiempo, sino es que el resto de nuestras vidas, pero Blaise se siente en deuda con la sociedad, con el mundo, porque según él le dieron una segunda oportunidad de vivir y de tener una familia.
    A veces siento pena por él y también impotencia por no poder ayudarlo. Tiene ideas fabulosas que siempre se quedan solo en eso… es frustrante que tanto intelecto, dispuesto para el bien, se quede estancado.

    Harry palmeó el brazo de su amigo para darle ánimo, sin embargo Hermione continuó mirándolo.

    Ahí ella se dio cuenta por fin, que a pesar de los millones de sentimientos que albergara, de todo el pasado y sus errores, existían cosas que jamás cambiarían y otras que sí. Durante mucho tiempo olvidó lo que era ser una amiga y algo, muy dentro de ella, se lo volvió a recordar en ese instante.

    -No te preocupes, Ron, ya habrá algo que podamos hacer.-Señaló, formándose una idea que quizá le serviría a ella para expiar sus culpas y remordimientos.

    -Sí, Ron, déjaselo todo a Hermione, ella lo solucionará.

    El pelirrojo solo sonrió, desviando el tema.

    -¿Y qué hay de ti? ¿Ya hablaste con Neville?

    Harry negó.

    -Con todo lo del juicio y esas cosas, preferí que pasara un poco de tiempo. Además Malfoy está disfrutando a su padre.

    Eso nadie lo discutía.

    -Pero debes apresurarte, Harry, los tratos mágicos también tienen un límite de tiempo una vez que alguna de las partes ha realizado lo suyo.

    -Es verdad, compañero. Debes apresurar las cosas para que Malfoy pueda hacer lo que le corresponde. Después de todo no creo que las cosas sean complicadas.

    Harry lo intuía pero aun así algo lo estaba deteniendo.

    -Si aunque… necesito pensar muy bien algunas cosas antes de realizarlas. Ahora que todo está muy cerca del fin, debo ser yo quien ponga en orden mis prioridades.

    -¿Cómo cuales?-Indagó Hermione y ahí Harry supo que pasara lo que pasara no volvería a perder a ninguno de los dos. Su amistad se había fortalecido nuevamente.

    -Creo que debemos hablar sobre un par de asuntos que tengo pendientes y que pueden modificar mi vida.

    Tanto Ron como Hermione miraron atentamente a Harry Potter, quien comenzó su relato y no se detuvo hasta que al menos expulsó un poco de todo lo que llevaba a cuestas y le causaba estrés.

    oOoOoO



    Draco sonrió a su padre quien acababa de presentarse en la sala de la casa donde ahora vivía su madre. Malfoy’s Manor había sido vendida, forzosamente, por ellos cuando el dinero comenzó a escasear. Muy pocas cosas fueron las que el ministerio no confiscó ni consideró peligrosas, además casi toda la fortuna había sido gastada en un centenar de papanatas que nunca hicieron nada por el hombre que había vuelto a ponerse ropa a su altura, que lo hacía lucir imponente, altivo, orgulloso y miles de cosas más que los diez años en prisión le habían quitado. Tanto Narcisa como su hijo se sintieron orgullosos de la visión.

    -Es bueno ponerse algo que no sea ese horrible traje gris de prisión.

    -Te sigue sentando muy bien el color negro, cariño. Ha sido una larga espera desde la última vez que te vi así.

    Lucius asintió, ni siquiera podía recordar claramente las épocas donde su sola presencia infundía respeto. Pero ahora era diferente, había salido libre y no pretendía volver a la horrible prisión nunca más. Ya le había pagado suficiente a la maldita sociedad.

    -Sigue utilizando la pócima que te di para el cabello y en menos de una semana lo volverás a tener como antes.-Comunicó Draco, quien se sentía sumamente orgulloso de su larga cabellera. No tenía que hacer hincapié en que se trataba de un homenaje al hombre que medio sonrió.

    -Es momento de empezar a cuidar mi persona nuevamente, sobre todo si deseo volver a ser el hombre de negocios que fui.

    -Por eso no te preocupes ahora.-Anunció Narcisa, invocando una tetera y tres tazas de porcelana fina.-Tenemos lo suficiente. Por el momento solo preocúpate de tú recuperación y de disfrutar tú libertad, querido.

    Lucius siempre se había preguntado lo que sucedería con su esposa estando él preso. No alcanzaría jamás a relatar las millones de ideas, nada agradables, que transitaron por su cabeza, entre las cuales se encontraba el divorcio y un nuevo matrimonio con alguien que pudiera estar a su lado protegiéndola. Pero se olvidó completamente de lo fuerte y leal que era su consorte. Dos distintivos que durante la guerra y después de ella solo crecieron. Siempre lo diría, se había casado con la mejor y a pesar de que no eran muy expresivos, se sentía sumamente orgulloso de tenerla aun a su lado.

    Contuvo el impulso de tomar su mano, quizá en otro momento lo haría y le permitiría, si lo deseaba, llorar horas enteras como el día en que lo liberaron. Siempre había odiado las lágrimas, pero aquellas derramadas con amor y después de su infierno, fueron oasis en un desierto.

    -Mamá tiene razón.-Intervino Draco, tomando la taza que la mujer le cedía.-Por el asunto monetario no te preocupes.

    Pero Lucius negó.

    -No voy ni pienso vivir toda la vida de tu caridad, Draco. Fue bueno que ayudaras a tu madre mientras no estaba pero…

    -No fue caridad.-Interrumpió el aludido.-No habría permitido jamás que mamá se quedara desamparada, ni antes ni mucho menos ahora que regresaste.

    -Precisamente por eso. Solo dame unos días para restablecerme y volveré a empezar. Antes lo hice y ahora también.

    -Pero papá…

    -¡Basta, los dos!-Intervino Narcisa, invocando un plato con galletas.-Estamos disfrutando de una buena taza de té, nuevamente en familia, no lo echen a perder por favor.

    Oh, Lucius había olvidado lo sutil que podía ser su esposa en ocasiones, por eso solo suspiró y bebió té. Lo mismo hizo Draco. Si algo sabía de su madre era que en momentos como ese, dónde ella precedía las cosas, no existía nadie más que ella a cargo. A veces se cuestionaba sobre quien llevaba el verdadero mando de los Malfoy.

    -Y para que quede asentado.-Murmuró la mujer tomando un platito con tarta.-Esta casa, todo lo que ves y lo que queda en la bóveda de Gringotts, es tuyo.

    -¡¿Qué?!

    -¿Acaso pensaste que nos darían una miseria por todo lo que después vendí? Yo también se de negocios, querido, no lo olvides.

    Lucius miró a su hijo quien asintió.

    Narcisa se había negado a conservar lo que le trajera malos recuerdos, por eso se había asegurado de venderlo. ¿En dónde? Nunca jamás se lo había dicho a Draco pero fuera donde fuera le habían dado bastantes galeones y la satisfacción de haberse deshecho de las baratijas. Sus padres, en definitiva, habían sido hechos el uno para el otro.

    -Quiero enviar a Nott un obsequio de agradecimiento, Draco.

    -No es necesario, madre, era su trabajo hacerlo.

    -Pero…

    -Ya me encargaré yo de pagarle esto, no te preocupes.-Sonrió el rubio, colocando el diario que tenía sobre el regazo en el sofá a su lado. Había pretendido leerlo pero estaba seguro que decía exactamente lo mismo que hacía unos días cuando todo el revuelo en torno a su padre había comenzado.

    Eso le recordaba las cosas que había tenido que hacer para deshacerse de los reporteros que rodeaban su casa. Claro que Pansy se encontraba sumamente feliz por la atención, pero él lo que menos deseaba era más alboroto. Su padre no había salido aun de casa por su explícita recomendación. No quería ni pensar en lo que sucedería si alguien llegaba a verlo. Las millones de sensaciones encontradas de la sociedad podían desencadenar una desgracia, algo que obviamente no deseaba que sucediera.

    -¿Por qué no se van un tiempo de aquí?-Dijo de repente. Lo había estado planteando, de hecho, aun antes de que su padre saliera.

    -¿Irnos?-Indagó Lucius, quien miraba de hito en hito a su hijo y aun no podía creer lo cambiado que se encontraba. Escucharlo hablar como un hombre solo le recordaba todo el tiempo que había perdido.

    -Sí, de vacaciones.

    -Pero no hay necesidad de…

    -Si no has salido aun de casa es por todo el revuelo que algún idiota desató en torno a tu liberación, así que no podrás pisar Londres sin que alguien te cuestione o te culpe de cosas que es preferible evitarte, papá. Es, racionalmente mejor, alejarse un tiempo. Al menos hasta que las cosas se calmen un poco.

    Era un hecho, su hijo había crecido.

    -Podríamos ir a Francia.-Concordó su madre, captando lo que su hijo deseaba decir.-Visitar a Andrómeda…además Francia siempre te ha gustado.

    El aludido asintió. Recordar Francia era memorar sus exquisiteces visuales y culinarias, sobre todo la atmosfera tan apacible que Londres no tenía.

    -Muy bien, entonces preparen todo para el viaje. Yo me aseguraré de su estadía y de todo lo demás.

    -Draco.-Detuvo Lucius antes de que este se levantara del sofá.-No lo estarás haciendo para alejarnos y evitar que hablemos sobre esa tontería que hiciste con Potter, ¿verdad?

    El rubio se detuvo, mirando directamente a los ojos cansados de su progenitor. A pesar de que ninguno de ellos era expresivo con sus sentimientos, todos sabían del gran amor que se tenían.

    -Sobre eso… ya hemos hablado, papá. Es mejor darme prisa a concluir todo esto para volver a mi vida.

    Lucius iba a agregar algo pero la suave mano sobre la suya lo detuvo.

    -Ahora no, querido.-Susurró su esposa- Más tarde hablaremos tú y yo.

    El hombre la miró un momento y finalmente asintió. Aunque ambos aun se encontraban renuentes con ese Trato, debían reconocer que gracias a él todo había cambiado.

    Lucius guardaba rencores que quizá jamás se disiparían, y aunque quiso seguir odiando a Harry Potter como durante mucho tiempo lo hizo, simplemente no pudo. Él, aunque se negara a pronunciarlo en voz alta, había terminado con la humillación y lo había salvado de morir en prisión. Nada le debía, estaban a mano con lo que su esposa había hecho por él en la guerra.

    Draco se despidió de sus padres y dejó su casa para dirigirse a la suya, donde debía pensar un poco sobre todo lo que estaba pasando.
    No había asimilado aun las cosas y tenía negocios rezagados que debía culminar si deseaba continuar con su vida, pero en ese momento donde al fin y después de tanto tiempo la estabilidad reinaba en su interior, pudo sentir que eso, a lo que no quería darle nombre, se estaba intensificando.

    Se maldijo mil cien veces por haberlo permitido.

    oOoOoOo



    Neville despidió como siempre a su paciente con una sonrisa y esperó a que el siguiente entrara. Mientras eso sucedía sacó de su cajón una caja de ranas de chocolate y sin meditarlo siquiera se metió dos a la boca.

    -Lo bueno que son de tamaño pequeño, sino me preocuparías severamente, Neville.

    El medimago se giró deprisa, sonriendo cuando pudo engullir las ranas.

    -Bueno, es que mi debilidad es el chocolate. Theo me obsequia sin falta una caja de ranas todas las semanas pero esta ya la voy a terminar.-Explicó, indicándole al visitante que se sentara.

    -¿En serio? ¡Pero si es martes!

    El medimago rió, ofreciéndole la caja a su amigo quien negó.

    -Últimamente he comido más chocolate del debido. Creo que tanta excitación en torno al juicio me dejó un poco ansioso.

    -¿Y está bien que comas tanto?

    Neville comió dos ranas más antes de cerrar la caja y guardarla. En un rato más estaba seguro que las cinco que quedaban desaparecerían.

    -Mmm, en estado de mucho estrés es normal. A muchas personas les pasa con la comida, el ejercicio, esas cosas.

    Harry asintió, aunque…

    -¿Y qué te trae por aquí? No es que me disguste, todo lo contrario, pero no quedamos en vernos.

    -Oh, no te preocupes por las visitas sociales, de hecho esta es una cita.

    Longbottom parpadeó y miró en la agenda mágica que de inmediato reveló sus citas programadas para ese día. El nombre de Harry Potter resaltó de inmediato de entre todos los nombres.

    -Ah, vaya, ¿entonces ya es oficial?

    Harry movió afirmativamente la cabeza.

    -Lo es amigo, así que… soy todo oídos.

    Neville le había dicho a Harry que no tenía razones por las cuales preocuparse antes de que Malfoy cumpliera su parte, pero con su padre fuera de Azkaban y la ciudad llena de reporteros vagando en busca de comentarios de cualquier clase, supuso que el tiempo ya estaba corriendo. Así que asintió e invocó un pergamino que después desenredó para mostrárselo a su amigo.

    -Esto se llama ciclo de fertilidad. Es lo mismo para hombres y mujeres por lo que solo hay que calcular el tuyo y todo lo demás será sumamente sencillo.

    Harry miró el pergamino y se sintió conforme.

    -Y… ¿cómo lo haremos? Es decir…

    -Todo lo que tienes que hacer es enviar a Malfoy aquí para que haga su parte y después mi equipo y yo haremos la nuestra. No tienes nada por lo qué preocuparte, Harry. Esto terminará más pronto de lo que imaginas.

    -¿Eso quiere decir que Malfoy y yo podemos hacer las cosas…por separado? Es decir… ¿no me necesitas a mí para…?

    -Oh, no, no, para nada. Esto es igual que un procedimiento muggle, por lo que te aseguro al cien por ciento que después de que Malfoy haga lo suyo, no hay necesidad de volver a verlo para nada.

    Harry asintió con algo de duda.

    -¿Qué ocurre? No te veo muy entusiasmado.

    Y lo estaba, vaya que lo estaba. Por fin después de tantos años haría realidad su más ferviente deseo, pero las cosas al parecer habían cambiado un poco.

    -Neville… ¿estás seguro que Malfoy es mi Candidato?

    -Claro, la prueba de compatibilidad no se equivoca.

    -Lo que significa que cuando hagas el implante… ¿todo estará bien?

    El medimago sonrió.

    -Es normal que las personas se preocupen por eso, sobre todo en cuanto al Candidato se trata, pero déjame decirte que no hay margen de error ni nada por lo qué angustiarse. Desde el primer implante todo resultará.

    Harry no tenía por qué dudarlo, su amigo tenía la suficiente experiencia como para decirlo. Vamos, era un genio nato que un día apareció para ayudar a la humanidad. Suspiró y sonrió.

    -Tienes razón, Neville, me estoy preocupando por cosas estúpidas.

    -Es normal, amigo. De lo único que debes preocuparte por ahora es de cuidar tu alimentación y de seguir tu ciclo, lo demás déjamelo a mí.-Guiñó, extrayendo otra rana de chocolate.

    Harry no recordaba haber visto a Neville tan goloso, pero después de todo lo que habían pasado, un pequeño dulce no le caía mal a nadie.

    -Por cierto.-Dijo Longbottom antes de que se le olvidara.-Lo que también suelo recomendarle a todos los padres que utilizarán un candidato es el aspecto legal.

    -¿Aspecto legal?

    Neville asintió, buscando entre los documentos sobre el escritorio y pasándole al ojiverde una carpeta que miró con bastante curiosidad.

    -Dado que Malfoy y tú son compatibles para procrear pero no van a permanecer juntos, sería bueno que firmaran un desligamiento paterno mágico.

    -¿Qué es eso?

    -Es solo una cláusula que firmarán, sobre todo él, donde renuncia a sus derechos de padre. De esta manera protegerás a tu bebé y no se dará pie a riñas que puedan afectarlos a ambos.

    -Oh, entiendo.-Murmuró el ojiverde mirando el documento dentro de la carpeta.

    -A fin de cuentas todo esto es mera legalidad. Algunos candidatos desean ver a sus hijos, otros no. Depende de las partes involucradas sobre qué acuerdo realicen, pero como tú y Malfoy prácticamente son negocios… yo sugeriría que ambos firmaran eso. No es como si él fuera a buscar algo contigo o tu hijo, pero al menos de la forma legal todo estaría bien establecido. Se crearía un hechizo de protección sobre ti y en cuanto te embaraces pasará a tu hijo, así si Malfoy llega a romper el acuerdo… un lío legal nada conveniente para él ocurriría.

    El de anteojos leyó atentamente las cláusulas y no era más que el resumen que acababa de darle Neville.

    -Tal vez lo haga. De todas formas tengo que hablar con él sobre cuándo hará su parte.

    -Llévate eso, no se pierde nada con hacerlo.

    Harry asintió. De igual forma él sabía, desde el primer momento, que lo que Malfoy menos quería en la vida era tener un descendiente con él, mucho menos desear algo con su hijo. En cierta forma le alegraba pero…

    -Muy bien, Neville, entonces nos veremos después.

    El medimago asintió, despidiendo a su paciente. Estaba seguro que muy pronto todo eso terminaría y Harry podría ser feliz al fin.

    -Qué alegría me dará cuando todo esto termine.-Sonrió, comiéndose el resto de las ranas de chocolate.

    ++++++



    Un par de días más tarde Harry saludó a Draco Malfoy quien como lugar previamente acordado, arribó a la cafetería muggle tan puntual como dictaban sus normas de negociante.

    -Es bueno para variar que te comunicaras, Potter. Estaba comenzando a pensar que te habías olvidado de todo.

    Olvidarse de todo era precisamente algo que por más que lo deseara no podría hacer, mucho menos eso que había sucedido entre ellos en Woldingham y que evidentemente trataban de evadir. Sobre todo por el hecho de que no se veían desde entonces. La manera en cómo habían llegado a la posada y después a Londres sin dirigirse ni una palabra que no fuera un remilgo de desacuerdo por parte de Malfoy, había sido un verdadero misterio. Pero nada dura para siempre por lo que lo inevitable tenía que llegar.

    -Solo…. estaba esperando un poco para que disfrutaras a tu padre. Es todo.

    Draco enarcó una ceja con algo de escepticismo.

    -A mi padre tengo el resto de su vida para disfrutarlo, Potter. Al que no tengo tiempo de seguir aguantando es a ti.

    No sabía porqué pero Draco supo que aquello no había sonado ni la mitad de hiriente que en otras ocasiones y eso le hizo tragar con fuerza.

    La camarera depositó en la mesa dos tazas y se alejó con media sonrisa que Harry correspondió.

    -Ya sé que ni siquiera lo probarás pero…

    Malfoy negó, tomando la taza y bebiendo un sorbo.

    -No está mal, para ser café muggle.

    Harry sonrió, evidentemente la tensión era demasiada por lo que agradeció la intervención del rubio para disiparla.

    -Entonces… ¿cómo está tu padre?

    El rubio miró fijamente a un Harry que se sintió repentinamente tan o más incomodo que antes.

    -Bien. Adaptándose nuevamente a la libertad.

    -Eso es… bueno de saber.

    -Le tomará un poco de tiempo recuperar su peso y no despertarse por la noche, como mi madre dice, sintiendo que se ahoga en cuatro podridas paredes, pero fuera de eso está bastante bien.

    Cuando Harry se enteró del fallo a favor de Lucius Malfoy, fue gracias a Dean Thomas, quien con toda la influencia del mundo había logrado infiltrarse hasta la sala del juicio y mandar las nuevas. Jamás se había sentido tan orgulloso de sus amigos, mucho menos de los resultados tan buenos que habían conseguido. Jamás dudó ni un segundo de ellos y aunque pensó que las cosas tomarían un poco más de tiempo, como le dijera Blaise Zabini: “esos idiotas no tenían pruebas ni razones suficientes para posponer más el veredicto, así que liberarlo fue la cosa más sensata que hicieron en toda la mañana”

    Se había sentido molesto al enterarse sobre el Veritaserum y el hechizo de verdad lanzado a su amigo, pero todo eso quedó en segundo plano al saber que muy pronto podría terminar todo eso.

    -Enhorabuena, Malfoy. Me alegra que todo haya terminado tan pronto y con favorables resultados.

    -Es lo mínimo que esperaba, Potter. No planeaba morir solo por tu incompetencia o la de tus amiguitos. Lo bueno es que los Slytherin somos excelentes manejando este tipo de situaciones.

    Harry sabía que Draco jamás lo diría, pero se sentía tan conforme con lo que Ron y Hermione habían hecho que la sola mención de sus amiguitos bastaba y sobraba para que supiera reconocer la pizca de agradecimiento que vislumbró en sus ojos grises.

    -Sí, es bueno que los Slytherin estén unidos.

    Draco Malfoy no era ningún idiota y sabía que la conversación estaba solo retrasando las verdaderas intenciones de esa cita, por eso simplemente fue al grano. Como debía ser.

    -Vayamos al punto, Potter. ¿Qué es lo que debo hacer para saldar mi parte?

    El aludido tragó nuevamente con dificultad. No se había sentido así de ansioso desde que su primera publicación fue hecha. Ni siquiera el luchar contra Voldemort lo había hecho sentir de esa manera. Se estaba comportando como un idiota.

    -Neville dice que él se encargará de todo, por lo que imagino que podrás ir cuando gustes.

    Draco asintió. Eso resultaría más sencillo de lo que se imaginó.

    -¿Y tú…?

    -Oh, él también dice que no es necesario estar los dos juntos… es decir… cada uno puede hacer lo suyo por separado.

    El rubio lo sabía, sin embargo la incomodidad estaba apareciendo nuevamente. Volvió a patearse para seguir aparentando que era el de siempre.

    -También me dijo algo sobre el aspecto legal y… creo que sabrás entenderlo muy bien dado que trabajas con contratos y esas cosas.

    Harry le extendió la carpeta que Neville le diera y Draco analizó el contenido con minuciosidad.

    -Es un desligamiento paterno mágico.

    -Ham… yo sé que no hace falta hablar sobre lo que es, y dado que tengo tan poca experiencia en estas cosas…

    -No es nada del otro mundo, Potter. Al final todo esto no es más que un trato.

    Harry, quien sonreía nervioso, deshizo la mueca y asintió despacio ante la fría y calculadora frase de su acompañante. ¿Qué había esperado que dijera en realidad?

    Por su parte, Malfoy leyó sin prestar realmente atención al documento. Algo, muy dentro y a lo que tampoco deseaba darle nombre, se estaba removiendo con la violencia de un huracán. Eso lo incomodaba.

    -Entonces, ¿quieres que lo firme ahora?

    Harry no estaba preparado para eso, definitivamente no.

    -No creo que debas apresurarte.-Dijo, aclarándose la garganta cuando se dio cuenta de lo rápido que había respondido.-Quiero decir, tómate tú tiempo para leerlo con cuidado y si alguna cosa no te agrada o quieres agregar algo, podríamos citarnos con Nott para que nos ayude con las legalidades.

    El rubio, quien miraba atentamente al ojiverde, asintió muy despacio. La realidad era que no deseaba buscarle una explicación a lo que estaba sucediendo entre los dos pero estaba tan claro que casi podía tocarlo. Por eso cerró la carpeta y la colocó junto a él, muy cerca de la taza de café que volvió a beber.

    Pasaron alrededor de tres minutos sin que ninguno pronunciara palabra, solo evasivas con la mirada cuando sentían que uno observaba al otro más de la cuenta.

    -Y… ¿qué harás a partir de ahora?

    -Lo mismo que he hecho todos estos años, seguir con mi trabajo para continuar ganándome el respeto de todos. Ahora más que nunca es imperativo que el apellido Malfoy se encuentre muy en alto. Si no fuera por esos malditos reporteros…

    -Es verdad.-Asintió el pelinegro.-Pensé que todo se quedaría entre nosotros.

    -Se ve que no conoces al personal de los tribunales.-Se mofó el rubio.-Estoy tan seguro como mi nombre que en cuanto se dio el fallo, alguien corrió a comunicarle toda la historia a la prensa. Eso era una maldita bomba de tiempo que todo el mundo deseaba soltar.

    -Para el alivio de los comunicativos, supongo.

    -En efecto, supones baste bien. La vida siempre tendrá de esos.

    Harry lo sabía, sobre todo porque durante mucho tiempo él y sus amigos lidiaron con una reportera intrigosa y nada ética que gracias al cielo se había mudado a Noruega. No sabía lo que habría hecho si la ahora retirada Rita Skeeter se hubiera entrometido en todo eso.

    -Sabrás lidiar con la prensa y verás que más rápido de lo que te imaginas se entretienen en otras cosas. Es clásico en ellos.

    Draco asintió, conocía muy bien el Modus Operandi de esa gentuza.

    -Ya sabré que hacer en caso contrario.

    Potter no lo dudaba. Los rubios estaban más acostumbrados que nadie, a lidiar con los reporteros.

    Nuevamente se formó otro silencio y ambos concordaron, sin ni siquiera decirlo en voz alta, que aquella incomodidad jamás se iría. No al menos que se enfrentaran.

    -Malfoy…

    -¿Y tú qué harás?

    El ojiverde frunció el entrecejo.

    -Sí, ¿qué harás cuando todo esto termine?

    -No entiendo la pregunta.

    El rubio resopló.

    -Eres un tarado, Potter. Me refiero a qué harás cuando tengas al bebé. Y no me digas que vivir entre muggles, eso ya me lo dejaste claro hace tiempo.

    Harry, quien abrió la boca, sonrió cuando fue interrumpido. Evidentemente al rubio jamás le gustaría la idea de que viviera entre muggles.

    -Como te dije, no quiero regresar. Quiero seguir viviendo mi vida y estoy seguro que mi hijo estará bien.

    Draco no podía estar tan seguro de eso.

    -Me… ofrecieron algo… una propuesta.-Murmuró el ojiverde, cuando Draco estaba dispuesto a cuestionar algo más.

    -¿Una propuesta?

    En realidad no sabía la razón pero a Harry le estaba costando mucho hablar sobre eso.

    -Jonathan… mi jefe, me propuso irme a Estados Unidos. Hay una vacante en la dirección de la NatGeo en ese país y como todas las sedes procuran consultarse sobre estas cosas, él me nominó y aparentemente todos están de acuerdo con eso.

    Draco observó fijamente y sin parpadear a quien le había esquivado la mirada.

    -¿Qué?

    -Solo es cuestión de aceptar o rechazar pero… Jonathan confía en que acepte y yo… me es difícil no aceptar.

    El rubio seguía sin comprender el mundo muggle, sus cosas y el trabajo de Harry, pero eso que le decía había removido más de lo que se habría permitido. Parpadeó y esa vez el ojiverde lo miraba con, sino se equivocaba, la misma sensación que él estaba experimentando.

    -Durante toda mi vida me han dicho que hacer y qué no, pero cuando encontré este trabajo… amo lo que hago y he evitado ascender por miedos y estupideces. Ahora, estuve pensando sobre lo que me dijiste del factor monetario y como no puedo hacer nada con mi herencia, voy a requerir de todo lo que pueda para que mi hijo viva plenamente y sin que nada le falte. No quiero que crezca con las carencias que yo tuve o sin algo que pueda proveerle con un mejor sueldo. Antes veía a un hijo como el cumplimiento de mi sueño, llenar el hueco que desde siempre tuve; pero ahora, y después de todo lo que ha sucedido, creo que un hijo en realidad lo es todo.

    A Draco se le secó la boca pero no quiso beber nada, sus ojos seguían clavados en los verdes que habían adquirido una tonalidad distinta y que brillaban con emoción. En ese momento el rubio comprendió que la idea de Harry de irse lejos y abandonar nuevamente a los amigos que había reencontrado le causaba temor, pero la etapa que estaba por cruzar era su impulso y al igual que él en el pasado, estaba dispuesto a todo por seguir adelante sin que nada ni nadie lo atara.

    No quiso aceptarlo pero lo haría. Él comprendía perfectamente lo que era una responsabilidad y un deber, por eso debía reconocérselo a Potter, aunque su corazón estuviera temblando.

    Harry pudo apreciar algo dentro de su compañero y no supo si alegrarse por ser entendido o encogerse por el temblor que sentía su corazón. Nunca había sido bueno diciendo adiós, por eso diez años atrás se había ido sin decir nada a nadie, y esa vez pretendía hacerlo de la misma manera, solo que en el camino se le volvió a cruzar un hombre que con solo un pequeño tiempo de convivencia había removido en su interior más de lo deseado.

    Crecer, como lo aprendía día a día, traía consigo también el hecho de aceptar cosas que antes, ni por error, habría creído posibles pero que en ese momento eran tan inequívocas como el sentimiento que se acentuó cuando ambos se besaron y al cual evitaban darle un nombre que afloraba cuando se miraban.

    Los dos sabían lo que sentían pero quizá no podrían decirlo.

    Esa vez, en definitiva, sería difícil decir adiós.
     
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  8. Dan2102
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    Genial, ójala pase lo que espero.

    Conti pronto, saludos!
     
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  9. kazuki kosuke
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    conti..... esta super!! espero contiii... n.n
     
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  10. Kari Tatsumi
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    Capítulo 16
    Gracias



    I want to thank you for giving me the best day of my life
    Oh just to be with you is having the best day of my life.

    (Y quiero agradecerte por darme el mejor día de mi vida.
    Oh, sólo el hecho de estar contigo es tener el mejor día de mi vida)

    Thank You
    Dido




    Le gustaba esa oficina porque siempre olía a café con crema, a galletas de nuez con canela y a hogar. Quizá exageraba pero siempre que entraba ahí, olía a lo mismo. Le gustaba también la decoración, no tan sobria pero tampoco tan juvenil. Quizá lo indicado a la edad que el dueño mostraba cada vez más en sus ojos negros. Cada detalle, por pequeño que fuera, permanecía en su lugar, incluso las fotografías que adornaban las paredes parecían meditarlo muy bien antes de moverse.

    Esa era la clase de orden que le gustaba, ese era el ambiente que le gustaba para poder trabajar en paz. Pero sonrió a la sola mención del trabajo porque sabía que jamás podría obtener paz ni aunque su propia área fuera supervisada. La razón radicaba en el estridente ruido en su interior que parecía no querer detenerse más. Había logrado opacarlo por años pero después de todo tal vez no había sido hecho para ser interrumpido.

    Se sirvió un vaso con agua y respiró hondo antes de beberlo. Miles de imágenes corrían también en su cabeza, imágenes de una vida paralela que jamás tendría y que la juzgaba por sus decisiones.

    -Este es el único camino por el que podía andar, así que no me critiquen por lo que decidí.-Murmuró, mirando su reflejo en el vaso que sostenía con fuerza.

    -Nadie jamás se atrevería a juzgarte… ¿tú sí?

    Sonrió… ya no por compromiso sino porque realmente lo deseaba.

    -Siempre seré mi más férrea crítica. No tiene caso que alguien me juzgue cuando perfectamente sé lo que he hecho y no.

    -Me parece que alguien ha dejado de asistir a las terapias grupales.

    -Por favor.-Rió, tras deshacerse del vaso.-No es que me mofe de la psicología pero seamos realistas, ¿qué podían hacer ellos por mí que yo no supiera?

    -Ese narcicismo, Hermione, en ocasiones te hace volar muy lejos… a veces temo que no pueda alcanzarte más.

    -Vamos, vamos.-Sonrió, besando ambas mejillas del hombre que se situó frente a ella.-Hablas como si siempre estuviera allá arriba. Nadie más que tú sabe que todo lo que hago está asentado en la realidad.

    -Demasiado, ¿a eso venía tu monologo de hace rato?

    Ella tomó asiento con elegancia mientras el hombre que hizo lo mismo frente a ella efectuaba un movimiento de varita para que dos tazas de café fueran llevadas hasta ellos.

    -Quizá… en realidad ya no sé ni siquiera que decir sobre mí misma. Últimamente me he sentido cansada y harta de todo.

    -Para que tú, quien siempre se tiene “bajo control” me diga eso, debe ser por algo verdaderamente importante.

    Hermione Granger no respondió, simplemente guardó un silencio que fue interpretado por el mayor.

    -Pensé que te presentarías aquí hasta que yo te llamara.

    -Los muggles dicen que al mal paso hay que darle prisa por lo que solo estaba haciéndome tonta tratando de evadirte.

    -Hermione, Hermione.-Negó el que bebió un poco de café.-Más parece que has venido aquí a punta de varita que realmente por gusto.

    -Pues…

    -Voy a ofenderme seriamente por esto… incluso llegué a pensar en pasarlo todo por alto, ¿sabes?

    Ella enarcó una ceja.

    -Habla… ¿hablas en serio?-Indagó, decidiendo que era mejor no mover la taza de su lugar.

    -No suelo bromear mucho a cuanto el trabajo se refiere, pero dado que te has tomado la molestia de venir hasta acá para explicarme lo que sucedió… soy todo oídos, señorita directora del departamento de Aplicación de la Ley Mágica.

    Siempre le pareció que el título era demasiado largo, algunas veces había intentado resumirlo o comprimirlo pero todo resultaba en palabras absurdas y sin sentido que nadie terminaría respetando, o en su defecto como en sus años de lucha con el P.E.D.D.O, distorsionado por bromistas. Así que simplemente lo dejó pasar.

    -Señor ministro.-Habló, procurando la seriedad que sus conferencias de trabajo requerían.-He venido hasta aquí para explicarle todo el revuelo en torno al caso de Lucius Malfoy y su repentina salida de Azkaban.

    -¿Repentina?-Indagó el hombre que medio sonrió.-Yo creo que es todo menos repentina, Hermione.

    -Yo…

    -Teniéndote como principal responsable de su salida de prisión y dada las excusas que siempre me diste sobre tus visitas a Azkaban… creo que aquí hay más de lo que las pilas de documentos certificados y libros de enmiendas a la ley que llevas en tu bolso, pueden explicar, ¿verdad?

    Kingsley Shacklebolt había sido un eficiente Auror que trabajó encubierto para la desaparecida Orden del Fénix y que logró hacer su trabajo con la mayor pulcritud posible. Después de ser nombrado oficialmente Ministro, dos veces, las cosas habían comenzado a mejorar para la comunidad mágica. Para algunos era el mejor ministro en décadas, para otros simplemente un burócrata más. A su alrededor se habían formado millares de historias e ideas que no se preocupaba en desmentir, sin embargo para el hombre que había trabajado en cubierto en el mundo muggle y había aprendido bastante de la guerra, la vida no pasaba en vano. Su mirada cansada así lo delataba y también la sonrisa apacible que le mostraba a Hermione cada vez que a la mujer se le olvidaba quién era ella en realidad.

    -Cuando viniste aquí un día.-Dijo, antes de que su joven jefa de departamento saliera de su asombro.-Con el entusiasmo de hacer lo mejor por la sociedad y para convertir todo en algo seguro para vivir, no me cupo duda de que lo harías excelente. Te conocí siendo una estudiante modelo y sabía qué harías tú trabajo lo mejor que pudieras.-Dijo, mirando con cierta gracia el leve rubor que cubrió las mejillas de la muchacha.-Al paso del tiempo pude constatar que en efecto, eres la mejor decisión que pude haber hecho en mis años como Ministro y que jamás tendría una queja sobre ti. Sin embargo jamás me imaginé que llegarías hasta lo que eres hoy.

    -¿A lo que soy hoy? No entiendo lo que…

    -Todos tomamos decisiones.-Indicó, depositando la taza en la mesa frente a él.-La vida está llena de ellas y debemos vivir con las consecuencias.

    -Eso lo sé perfectamente bien, pero no encuentro el motivo de…

    -Nunca quise que terminaras así, Hermione, sola y con desplazamientos emocionales hacia el trabajo. Te convertiste en la mejor y has incluso hecho leyes que atemorizan a cualquiera, pero lo que hay dentro de ti…

    Ella evitó la mirada. Odiaba cuando él le hablaba en ese tono paternalista que no podía refutar. Y no por no poder hacerlo, sino porque en realidad la conocía como pocas personas en esa vida. Entre los dos había nacido una confidencialidad de la cual la comunidad hablaba, pero solo ambos sabían de qué calibre eran las palabras que se dirigían sin miedo a la verdad.

    -No voy a negarte.-Habló por fin pero sin mirarlo a los ojos.-Que más de una vez me he preguntado lo que sería de mi vida de no haber tomado las decisiones que conoces de sobra. Quizá sería una buena y abnegada esposa-amiga; quizá seguiría trabajando en donde estoy pero con menos horas de trabajo y menos actividades extracurriculares; quizá sería la madre de tres… dos… siempre me gustó ese número.

    -¿Una niña y un niño?

    Hermione rió.

    -En efecto, me conoces muy bien. Una niña y un niño a los que probablemente yo hubiera puesto el nombre.

    -No lo dudo ni por un momento.

    Ambos sonrieron pero la mueca no duró demasiado.

    -Quizá viviría en los suburbios…. tal vez aquí en Londres… me dedicaría a mi familia y olvidaría… no, quizá jamás habría existido nada de lo que he hecho hasta ahora. Toda mi vida giraría entorno a mis hijos y a mi esposo quien, a pesar de ser un tanto complicado, me amaría como nadie en el mundo.

    -Pura fidelidad.

    El suspiro que la funcionaria lanzó indicó solo una cosa.

    -Pura felicidad.

    -El hubiera no existe.

    -Lo sé perfectamente bien, por eso me siento ridícula al imaginarlo siquiera. Es… es…

    -Es perfectamente comprensible, dado que has vuelto a ver al hipotético esposo amoroso en cuestión.

    Ella ni siquiera haría el intento de preguntar el cómo lo había averiguado. Con los años había aprendido a que si ella sabía cosas, el Ministro conocía el triple de información.

    -Nunca me lo has dicho.-Dijo él pasado un momento y volviendo a tomar su taza.

    -¿El qué?

    -La razón por la que le dejaste. Siempre lo quisiste, no creo que el amor se te haya simplemente acabado de la noche a la mañana y mucho menos cuando esperaste tanto por él.

    Eso lo sabía perfectamente. Había esperado tanto que por un momento, justo antes de realmente saber que era correspondida, sopesó la posibilidad de olvidarse para siempre de su pelirrojo compañero de desventuras. Pero cuando todo se dio de manera rápida, imprevista y tan Ron Weasley, no supo si sentirse feliz o eufórica por lo sucedido. Ciertamente el amor no se acabó de inmediato, aun en ese momento pensaba que no se encontraba totalmente apagado, pero había elegido y no era momento de arrepentimientos.

    -Tuve miedo.-Dijo, expresando por fin en voz alta lo que quizá ni a ella misma se había atrevido a decir.

    -¿A qué? Si mal no recuerdo, eras completamente feliz.

    -Lo era, todo el mundo y el cielo sabe que lo era pero tuve miedo… miedo de no poder cumplir las expectativas de buena esposa, madre, trabajadora. Miedo de fallarle a mis ideales, a los que estaban a mí alrededor. Terror de no poderle corresponder a Ron de la forma en que se merecía… él fue para mí más de lo que pude pedir y simplemente un día me vi en esa encrucijada que me dio una bofetada y me hizo despertar a la realidad.

    -Todos tenemos miedo alguna vez. Incluso yo, cuando inicié en esto, temí no hacerlo bien.-Murmuró Shacklebolt, mirando fijamente a quien mantenía la cabeza gacha.-Pero al paso del tiempo comprendí que a pesar de ser Ministro, existen personas a mi alrededor que ayudan a que mis funciones se cumplan.

    -Lo sé, lo sé, todo eso lo sé.-Bufó exasperada.-Pero simplemente no podía pararme más frente a Ron y seguir fingiendo que todo iba bien. Cuando me dijo que pusiera una fecha para la boda, di simplemente la que me pareció más lejana pero esta se acercó a pasos agigantados y simplemente no pude más. Me desmoroné.

    Shacklebolt le dio un momento a la mujer, momento en que la observó y volvió a mirar a la chica de dieciocho años que recién egresada de Hogwarts, acudía a él en busca de empleo. Hermione era la mejor, muchas veces pensó en ella como su seguro reemplazo, pero algo siempre se lo impidió. En ese momento podía verlo con claridad, así que en el mismo ademán paterno en el que siempre le hablaba, así le palmeó la mano que estuvo más a su alcance.

    Ella suspiró derrotada y por fin pudo verlo a los ojos.

    -A veces siento que necesito tanto a mis padres.

    -Deberías de buscarlos. Nunca es tarde.

    Pero la mujer negó, apretando su mano a la que simplemente permaneció ahí.

    -Cuando les borré la memoria decidí que sería para siempre. Ya no era una niña que les necesitara… eso pensaba, pero a veces cuando llego a casa y solo Crockshanks me recibe... creo que más que un esposo, amigo o amante, lo que en verdad siempre me faltó fueron mis padres. La niña dentro de mí los necesita.

    El hombre sonrió, al menos había aceptado por fin lo que durante años le insinuó.

    -Además.-Suspiró nuevamente ella, esta vez con una sonrisa.-No creo que hubiera sido buena esposa ni madre. Tal vez amiga, como siempre, pero no esposa. Aunque am..é a Ron más de lo que jamás he creído, sé y sabía muy dentro de mí que yo no era la indicada. Jamás voy a perdonarme por haberle roto el corazón con excusas absurdas pero era lo mejor que podía hacer. Tan terco como es, jamás habría podido entenderme.

    -Bueno, creo que esa terquedad era uno de sus puntos fuertes.

    -Y lo sigue siendo, ¡Por Dios! Con cinco hijos y uno en camino, sin contar el esposo que tiene, debe seguir siéndolo.

    Shacklebolt la escuchó reír y sin embargo se apiadó de ella porque las lágrimas que se limpió del rostro hablaban de desolación.

    -No me arrepiento de lo que hice. Tomé la decisión que me pareció mejor para mí y simplemente seguí adelante. Tal vez en el camino olvidé un par de cosas que he vuelto a recuperar pero no me arrepiento. Él es feliz ahora y eso es lo que cuenta.

    -¿Y tú?

    -A eso no voy a responder, señor ministro, porque sabe perfectamente la respuesta.

    Se miraron un momento antes de que los rastros de lágrimas acabaran de desaparecer de los ojos cafés que volvieron a mostrar decisión.

    -Y yo que había venido aquí a darte una buena explicación de lo ocurrido.

    -No creo que sea necesario, dado que sé perfectamente lo que sucedió y a quién ocultas, pero tienes el mérito de mi confianza una vez más al haber venido aquí para tratar de explicarlo.

    Ella pensó que se había ahorrado millones de excusas y sentimientos de contrariedad por mentirle a ese hombre que siempre había sido muy bueno con ella. Las personas en verdad no sabían cuánto le había ayudado.

    -Entonces en retribución a toda tu ayuda.-Dijo extrayendo un par de documentos de su bolso.-Y para expiar un poco las millones de culpas que a pesar de todo no se borrarán tan sencillamente, hablemos de eso que has venido pensando desde algún tiempo.

    -¿De mis vacaciones en Fiji?

    -Eso.-Sonrió ella entregándole un pergamino.-Y del asunto de tu sustitución como Ministro.

    Shacklebolt leyó detenidamente el documento en sus manos y suspiró.

    -Al parecer, como siempre, has hecho muy bien tu tarea Hermione, pero… ¿es correcto el nombre que veo aquí?

    La directora del departamento de Aplicación de la Ley Mágica asintió sin borrar su sonrisa conforme.

    -Yo sé que quieres a Harry Potter y aunque conozcas, de esa mágica manera que solo un ex Auror como tú sabe, lo que ha sucedido todo este tiempo, debo decirte con firmeza absoluta que no te lo daré.

    El ministro enserió sus facciones.

    -Él es el mejor para el puesto… si quisiera podría traerlo ahora mismo.

    -Pero no lo harás porque a pesar de tus impulsivos deseos, lo respetas y respetas mis decisiones. Harry Potter es un amigo que no quiero volver a perder y sí para eso debo enfrentarme a ti y a todo el Ministerio, entonces lo haré.

    Shacklebolt lo sabía, ante todo Hermione era una férrea guerrera que siempre lograba lo que se proponía, así que volvió a leer una vez más el nombre que la funcionaria había subrayado para él.

    -Linda manera de expiar tus culpas. ¿Estás consciente de que tu puesto corre peligro si llego a tomar en cuenta lo que estás proponiéndome?

    Sin pizca de duda ella asintió, mirándolo de forma tan desafiante que el ministro solo pudo suspirar y mover la cafetera de su lugar.

    -Espero entonces que todo esté sustentado y como te conozco más que a mí mismo, sé que será una larga noche. ¿Galletitas con canela?

    Hermione Granger sonrió. Sabía que el pasado siempre la perseguiría y aunque no se arrepentía de nada, las culpas de haber dañado a alguien siempre prevalecerían. Así que jugando su última carta de Snatch Explosivo, trataría de quedar en paz con la Hermione que gritaba sin parar en su interior pero que entendía, como lo hizo siempre, que había que continuar caminando para encontrar quizá la manera de ser mejor para sí misma.

    OoOoOoO



    Ron miraba atentamente a su mejor amigo quien sentado frente a la chimenea hojeaba el diario sin mucha atención.

    Blaise acababa de llevarse a los niños a comprar golosinas porque Derek y las Gemelas los habían perseguido toda la mañana para que les compraran algún dulce. Una vez que se les metía algo en la cabeza era muy difícil que se les olvidara. Comenzaba a apiadarse de su hermano Percy y del personal de Hogwarts… cuando Kara y Hara entraran al colegio las cosas serían verdaderamente caóticas, eso y sin contar las numerosas cartas que le llegarían.

    Suspiró con un poco de cansancio. Lo único que le quedaba pedir, a quien fuera que lo escuchara, era que no fueran a vetar a sus demás hijos en el colegio. Su esposo era de la idea de consentirlos pero él, quien tenía un poco más de visión paterno-casa estaba pensando en que debía poner ciertos límites a su consentidor consorte. De cualquier manera ahí estaba, descansando un poco del bullicio de sus hijos pero un tanto preocupado por el hombre de ojos verdes que estaba doblando el diario.

    -¿Alguna nota interesante?

    Harry negó, mirando a su amigo.

    -Al parecer la nota sobre Lucius Malfoy va menguando.

    -Eso es bueno, ¿no?

    -Si… creo que sí. Al menos puedo volver a salir sin miedo de toparme con algún periodista que pueda reconocerme.

    -No creo que se hayan dispersado por completo. Pero si, la nota ha decaído y con ello lo demás. Ahora lo más relevante es el misterioso caso del Gato con la herencia…creo que Nott está trabajando sobre eso.

    Harry no pudo evitar reír. El mundo mágico jamás dejaría de sorprenderlo, sobre todo por sus noticias tan fuera de su realidad.

    -Gatos quita herencias, Varitas, Pociones, Tratos… creo que a pesar de todo jamás lograré acostumbrarme.

    -Es un bonito mundo, si lo ves desde el punto de vista que es más sencillo utilizar magia en tu vida cotidiana.

    -En eso si estoy completamente de acuerdo contigo aunque…

    -¿Ya nunca más utilizarás magia?

    El ojiverde se lo pensó un momento antes de responder.

    -No lo sé. La verdad durante estos años no la he utilizado y mentiría si te dijera que la he necesitado. Creo que de alejarme de este mundo pasé totalmente al extremo opuesto y eso tampoco es muy bueno. Pienso que el equilibrio es importante y como es verdad que he olvidado algunas cosas, también es cierto que la magia es parte de mí. Mis padres fueron magos, Sirius fue mago, Remus… todos ustedes mis amigos, los son y aunque haya decidido vivir con los muggles no puedo hacerle esto a mi hijo.

    Ron frunció el entrecejo, exigiendo con eso que su amigo se explicara mejor.

    -No puedo negarle a mi hijo su herencia, como alguna vez lo hicieron conmigo. Yo no odio la magia ni este mundo, jamás podría hacerlo dado que fue mi salvación. Pero he decidido mantenerme al margen y aunque eso signifique que ya no haga hechizos ni convierta sapos en palomas, no puedo ocultárselo a quien será mi hijo.

    El pelirrojo estaba de acuerdo con su amigo. Harry siempre le relató los tragos amargos sufridos a manos de su parentela, exento de magia y oculto como un fenómeno. La magia era parte de Harry Potter y aunque él ya hubiera decidido sobre su vida, era justo que su futuro vástago supiera de todo.

    -Ya sabes que cuentas conmigo, digo, por si has olvidado cómo levitar algo.

    -Eso no podría olvidarlo ni aunque Rubeus, el hermano de Hagrid, me cayera encima.

    Ambos rieron. Después de tanto trabajo y espera, al fin podían darse un momento estable para ellos.

    -Y dejando a un lado todo este asunto de la magia… ¿ya tienes alguna respuesta?

    Harry suspiró, sabía que era inevitable seguirse comportando como si nada hubiera sucedido. Aun agradecía la novedosa prudencia de su pelirrojo amigo, pero no podía seguirse comportando como si aquel episodio entre Draco y él no hubiera sucedido.

    -Creo que a él no le importo, Ron y dado que ha sido muy poco el tiempo en que nos hemos tratado…

    -Por favor.-Se mofó el pelirrojo con la misma mueca que Harry conocía.-El tiempo no es excusa para que dos personas lleguen a experimentar algo. Si no me lo crees pregúntale a Blaise sobre nosotros. Él dijo que a la tercera cita se enamoró de mí.

    Harry no era creyente del amor a primera vista, siempre había sido algo lento para expresarse y aceptar sus sentimientos, pero no se lo mencionaría al hombre hormonal frente a él. Era un misterio enorme el adivinar su reacción.

    -Siempre he creído que hay que seguir adelante…después de todo lo que ha sucedido en mi vida es lo más sano que puedo pensar.

    -Eso es verdad.

    -Cuando vine aquí no pensé que todo esto sucedería. Para serte sincero no creí que me quedaría más de una semana, mucho menos aquí en tu casa. Todo lo que creí conocer ha cambiado y aquellos que pretendía jamás volver a ver ni por error, ha terminado en convivencias graciosas y charlas que me han llevado a descubrir a personas completamente diferentes a lo que esperaba… la vida nos cambia y aun así no puedo hablar abiertamente sobre lo que siento por… ya sabes.

    Ron lo entendía. Una parte de él quería gritar como el histérico Ron que siempre sería, pero la parte racional que atendía a cinco niños y a un adulto intensamente pasional le repetía que debía de apoyar las decisiones de su mejor amigo. Después de escuchar todo lo que Harry había pasado en esos años, pero sobre todo en esos días de estadía en el mundo mágico, se dio cuenta de que por muchos consejos que diera jamás lograría dar con uno que aplacara un poco las ansias del ojiverde. Era verdad, habían siempre pasado por penalidades pero también por momentos felices y delicados que requerían de concentración y enfoque. Siempre habían logrado salir de todo con mutuo apoyo y planes que requerían de destrezas infinitas para lograr el cometido. Pero esa vez, lastimosamente, ningún plan podría darles el triunfo.

    Así que solo le quedaba hacer una cosa.

    -¿Ron?

    El pelirrojo se levantó del sofá, fue a donde se encontraba su amigo y simplemente lo abrazó. Harry abrió los ojos con sorpresa pero cualquier cosa que hubiera podido decir murió en su cabeza junto con el hueco en el estómago y la ansiedad. Jamás había tenido padres, el destino le había arrebatado también a quien consideró figuras paternas y las únicas muestras de amabilidad y amor fueron por parte de quien siempre consideraría su familia. No necesitaba de palabras para entender el significado de esa acción, así que con todo el cariño que tenía hacia el hombre que era su hermano, simplemente lo abrazó de regreso. Cualquiera que fuera su elección y camino, esa vez sería acompañado por las personas que siempre lo amarían.

    Su vida después de todo había dejado buenas cosas para él.


    OoOoOoO



    Draco entró en su despacho y se encargó de cerrar lo suficientemente audible la puerta como para que lo escucharan hasta la manzana siguiente. Se cubrió los ojos con la mano izquierda mientras con la derecha trataba de apoyar su cuerpo en el escritorio para no perder la milimétrica y última chispa de paciencia que le quedaba. Pero el ruido de tacones acercándose le indicó que tendría que esforzarse el triple si deseaba realmente no explotar.

    La puerta se abrió en el segundo siguiente en el que el tac-tac de los zapatos se detuvo.

    -No pienso seguir con esta absurda seudo charla, ¿escuchaste?

    Pero el azote de la puerta le dio la respuesta que no deseaba.

    -¿Por qué siempre tienes que ser tan necio?-Indagó la estridente voz de su encantadora esposa.- ¿Acaso no he soportado todos tus desplantes y malos tratos?

    Draco se negaba a contestar eso, es más, ni siquiera la miraría.

    -He sido atenta, devota y paciente. Sobre todo PACIENTE. Exijo al menos una retribución a eso.

    -Pansy, por última vez…

    -¡NO!, ¡Por última vez no, Draco Malfoy! ¡Esta vez soy yo la que habla!

    El rubio gruñó y terminó por girarse y sentarse en la esquina del escritorio que momentos antes le sirvió de apoyo, sin embargo el gesto de cubrirse los ojos persistió.

    -Estoy cansada… ¡HARTA! de que me utilices. Ya no puedo seguir soportando ser tu burla.

    -Sabías a lo que te atenías antes de casarte conmigo y aun así accediste a ser mi esposa.

    -¡Porqué pensé que cambiarías!

    Cómo odiaba esa frase tan trillada. En verdad jamás entendería cómo las personas esperaban un cambio de alguien que simplemente no lo quería. Sobre todo cuando desde el principio nunca hubo un engaño. Así que volviendo a gruñir y esta vez buscando los ojos furiosos de la mujer, habló.

    -Te conozco de toda la vida, Pansy y nunca vas a cambiar tu estúpida manera de reaccionar. Sigues siendo la misma chiquilla malcriada, mimada e imbécil que conocí en aquella tonta fiesta de Té a la que nos llevaron nuestras madres.

    -¡Draco!-Gimió molesta la mujer, friccionando las manos tanto como pudo.

    -Siempre has sabido lo que soy, siempre has sabido que utilizo a las personas para llegar a dónde quiero y si siempre te utilicé, ¿qué demonios te hizo pensar que quería cambiar eso? Piensa, Pansy, piensa solo por un segundo y verás que lo que estás pidiéndome simplemente es ridículo.

    -Lo será para ti pero para mí es importante.

    -No creo…

    -Ya sé que es inútil tratar de entrar en razón contigo, pero si quieres que esta parodia de perfecto matrimonio continúe, entonces me darás lo que quiero.

    Oh, ¿Pansy se estaba atreviendo a amenazarlo? Eso si quería verlo.

    -Si nunca tendrás mi apellido, ¿qué te hace suponer que te daré un hijo?

    La sonrisa irónica del rubio no amedrentó a la mujer quien avanzó un paso hasta que tuvo a su esposo justo a su altura.

    -Porque yo conozco cosas por las que cualquiera mataría por saber.

    El susurro terminó en una sonrisa de superioridad que Draco conocía pero no toleró.

    -No me asustas, en lo absoluto.

    -Lo sé.-Guiñó ella sin borrar su sonrisa.-Pero si por… digamos, casualidad, algún miembro del jurado encargado de sacar a tu padre de prisión se enterara que todo eso fue solo por un Trato Mágico… ¿acaso sabes lo que te harían a ti y a tu padre?

    Draco lo sabía perfectamente bien. Su padre y él pasarían de forma automática a prisión para pudrirse ahí. Las leyes mágicas sancionaban de manera absoluta y rápida a todos aquellos que se valían de Tratos mágicos para lograr su cometido en el ambiente penal. El tribunal solo buscaba excusas para no cumplir con sus funciones, pero violar una de las principales leyes del código penal mágico era imperdonable.

    Miró a Pansy con puro odio y deseó descuartizarla. Sería más fácil pagar el silencio de algunos que verse las caras con un grupo de idiotas que estarían saltando de alegría por encerrar a los Malfoy en una linda celda familiar.

    -Piénsalo, querido. Si tú tienes tus métodos, yo tengo los míos.

    Él lo sabía. Uno de los amantes de Pansy trabajaba muy cerca del juez principal del Tribunal… sería solo cuestión de horas para que ella hiciera realidad sus palabras.

    Por su parte Pansy sonrió aun más, satisfecha de lo que había hecho. Había tenido el suficiente tiempo para meditarlo y la situación requería de medidas drásticas si deseaba retener a Draco junto a ella. No era ninguna tonta, a pesar de lo que muchos podían decir, y sabía que algo había cambiado en su esposo. Se negaba, ni por error, a darle nombre a sus presentimientos y no se convertiría en la segunda ex esposa de Draco Malfoy. Cuando hubo entrado en esa casa se juró así misma permanecer, por los métodos que fueran, ahí. No se amedrentaría, no más, ahora sería ella quien pondría el juego en la mesa y le demostraría a su esposo que más que una mujer tonta y sumisa, era una mujer de temer. Quizá siempre se había arrastrado para cumplir hasta el más pequeño capricho de su esposo pero la vida, sus amantes, codearse con las personas adecuadas, saber escuchar sin ser vista y ser Slytherin al fin la darían a conocer. Así que esa mañana y después del desayuno le hizo frente al rubio quien continuaba mirándola con odio.

    -Quiero un hijo tuyo.-Volvió a decir, sin apartar la mirada de la gris quemante.-Y me lo darás, porque si vas a darle uno al mugroso de Harry Potter, yo que soy tu esposa tengo todo el derecho de tener uno que no sea un bastardo.

    Y aunque ella deseó seguir sonriendo, la mano apresando con fuerza su cuello se lo impidió. El terror comenzó a formarse en sus ojos y la visión de su enfurecido esposo la calcinó.

    -Escucha bien, para que tu diminuto cerebro lo capte.-Murmuró, muy cerca de ella y escuchando sus arcadas.-No ha existido ni existirá jamás persona que se haya atrevido a amenazarme y saliera impune. ¿Entendiste?

    Pansy asintió como pudo pero la mano no se retiró.

    -No voy a darte ni un hijo ni nada, nunca y si te atreves a hacer algo que perjudique a mis padres o a mí, te juro que lo que Voldemort te hizo será un juego de niños comparado a lo que yo voy a hacerte, ¿está claro?

    Volvió a asentir, el oxígeno se le estaba escapando rápidamente.

    Draco reprimió el impulso de seguir apretando el cuello de la mujer que por fin dejó libre y cayó al piso con un fuerte acceso de tos.

    -Te lo dije un día y te lo vuelvo a recordar, querida Pansy: No te metas conmigo o te pesará.

    Ella se alejó del rostro que se acercó hasta el suyo y mientras trataba de controlar la tos escuchó al rubio salir de la habitación. Sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas cargadas de ira e impotencia.

    -Mal-di-to.-Pronunció, masajeándose el cuello.

    Sabía que no merecía ese trato, sabía que era digna de más y que había transgredido la línea que siempre había logrado bordear. Su infelicidad era infinita y conocía la manera de terminar con ella pero el problema era que no deseaba hacerlo porque amaba a Draco Malfoy pero también había aprendido a odiarlo. La inclinación de la balanza era perfectamente visible para cualquiera y mientras se ponía en pie, aun llorando, maldijo tan hondo como pudo.

    -Maldito y estúpido Harry Potter… ojalá jamás hubieras regresado.

    Porque ella sabía que lo que Draco mostraba en sus ojos cada vez que miraba algo que no era ella, se trataba de un sentimiento por el que toda la vida había luchado y que visiblemente jamás conseguiría.

    OoOoOoO



    Harry había decidido por fin, después de varias horas, buscar a Draco Malfoy. Aun no tenía muy en claro lo que diría, mucho menos lo que pasaría pero no podía permanecer más tiempo con la incertidumbre en el corazón. Se sentía tonto, confundido y como el principiante aquel enamorado sin remedio de Cho Chang.

    Se detuvo en seco cuando la palabra por fin cruzó sus pensamientos.

    -¿Qué?

    Entonces la confusión aumentó, no solo por la línea de pensamiento sino porque Draco Malfoy estaba parado justo delante de él. Se miraron un momento antes de procesar la información.

    -¿Qué haces aquí?-Indagó el rubio en un tono para nada amable.

    El pelinegro tardó un momento en responder.

    -Ham… venía… vengo a buscarte para…

    Pero el ademán del rubio detuvo sus palabras.

    -Ahora no, Potter. Vuelve cuando las arañas vuelen.

    Harry quiso decir que existía una araña… hombre que volaba pero eso solo habría propiciado más enfado en el hombre que lo pasó de largo y siguió caminando, seguramente para desaparecerse más adelante. Su cabeza entonces maquinó deprisa y la desesperación se apoderó lentamente de él.

    -El Trato… el contrato del… el desligamiento paterno mágico… vengo por él.

    Draco se detuvo y trató de controlarse un momento. Lo único sensato que a su cuerpo se le ocurrió hacer después del numerito con Pansy, fue salir de su casa. Su ánimo era intermitente y en cualquier momento explotaría. Encontrarse con el-estoy-en-todos-lados Harry Potter, no ayudaba en mucho. Así que giró los ojos con cansancio y enfrentó al que aguardaba su respuesta.

    -Sígueme.

    -Pero…

    -No tengo tiempo de discutir contigo, Potter. Sígueme o piérdete. No me importa.

    El ojiverde reaccionó más por reflejo que por pensarlo y terminó siguiendo al rubio quien tomó su antebrazo y al segundo siguiente se desvanecieron. La aparición conjunta era muy peligrosa si alguno de los involucrados realizaba algún movimiento no planeado pero afortunadamente para Harry eso nunca se dio porque no tuvo siquiera el tiempo de asimilar que después de diez años se había vuelto a aparecer.

    Cuando sintió tierra firme su cuerpo tembló y el pequeño traspiés lo puso de nuevo en la realidad.

    -¿Qué fue eso?

    Pero el rubio no respondió, se apartó de su improvisado compañero y comenzó a caminar. A Harry le tomó un momento enfocar su mirada y ver a su alrededor. Era un paraje cubierto de árboles, cercas y casas con techos multicolores… parecía una especie de poblado que no reconoció.

    -Estamos como a una hora de Londres.-Medio explicó el rubio a quien por fin lo siguió.

    -¡¿A una hora?! Eso es bastante… ¿por qué aquí?

    Draco siguió avanzando hasta alcanzar una de las múltiples casas, a la cual se introdujo después de abrir la puerta con la varita.

    -¿Estamos allanando propiedad ajena?-Indagó el ojiverde. Lo que menos quería era alguna clase de problema con alguien. Eso involucraría un revuelo y de nuevo a la molesta prensa que había logrado evadir en su camino a la casa de Malfoy.

    -Como si yo fuera a hacer eso.-Se mofó el rubio tras introducirse en una habitación.

    Harry lo pensó bastante antes de atreverse a poner un pie en la casa y cerrar la puerta. El lugar era bastante más espacioso de lo que lucía por fuera. La decoración era sobria pero hasta cierto punto acogedora. No existían fotografías en las paredes, solo algunas pinturas de paisajes en movimiento. Un prolijo piso de madera contrastaba con el color de las paredes y cada una de las habitaciones guardaba su propia decoración especial.

    Apareció justo en el instante en que Draco prendía fuego a la chimenea y se aseguraba, si mal no entendía, de reforzar las barreras de protección.

    -Esto es mío.-Escuchó el ojiverde a quien buscó de inmediato algo más que té para beber.-Nadie conoce que lo tengo, salvo Nott y Zabini.

    Harry asintió, agradeciendo la explicación que desde antes ya comenzaba a imaginarse.

    -Seguramente esto te ha servido mucho.-Murmuró, aceptando el vaso de Whiskey que el otro le ofrecía.

    -Es un refugio contra el maldito mundo. Vengo aquí a no pensar en nada y para estar solo.

    El pelinegro supuso que alguien con el estilo de vida del rubio debía tener un tipo de escondite secreto que lo alejara de la realidad. En cierta forma lo envidió un poco porque cualquiera mataría por algo así.

    Se sentó justo frente al hombre que lo seguía con la mirada, eso lo puso un poco nervioso pero decidió aparentarlo. Como siempre.

    -Yo… lamento si estropee algo.

    Draco sonrió.

    -Absolutamente nada. Lo que necesitaba era alejarme de mi casa…Pansy se está volviendo insoportable.-Dijo, pasándose una mano por los ojos cansados.

    Harry no supo que agregar al respecto. Cierto era que aun no comprendía la razón por la que el rubio se había casado con Parkinson pero al mirarlo ahí, exhausto y controlando todas sus emociones como nunca que recordara, algo en su interior se removió hacia la dirección que indicaba pena.

    -Siempre lo ha sido, creo que has logrado soportarla más de lo que cualquiera hubiera esperado.

    El rubio, quien dejó que su cabeza descansara en el respaldo de su sofá, rió con estruendo. A Harry le pareció que nunca lo había escuchado reír así, ni siquiera cuando convivió con él y Derek. No pudo evitar sonreír y preguntarse si realmente Draco Malfoy alguna vez dejaría de sorprenderlo.

    -Es increíble… si el maravilloso Harry Potter lo dice, es porque en realidad soy patético.

    Eso ni siquiera había sonado a un insulto, las palabras habían salido tan cargadas de normalidad que el ojiverde aumentó su sonrisa.

    -Yo no quise…

    -Es verdad.-Asintió el otro después de suspirar.-Creo que la he soportado por el bien único de las apariencias, sobre todo ahora que mi padre ha quedado en libertad y la sociedad espera el mínimo error para saltarnos encima como aves de carroña… a veces odio vivir así.

    -Te entiendo.-Corroboró el pelinegro.-La excesiva atención llega a cansarte pero tú siempre has sido así.

    -¿Así cómo?-Indagó, quien lo miraba atentamente y sin una gota de altivez.

    El Draco Malfoy frente a Harry Potter era el real, el verdadero, aquel que había cambiado a lo largo de los años y que ocultaba para proteger lo que quería. Los ojos verdes entonces se apartaron de los grises que continuaron mirando a aquel que desprovisto de cualquier barrera se presentaba ante él como lo que realmente era.

    -Siempre has vivido rodeado de atenciones y siendo…creo que te apodaban el Príncipe Slytherin.

    -¿En serio?-Rió el rubio.-Eso es nuevo para mí.

    -Pensé que lo sabías. Incluso Hermione, Ron y yo llegamos a pensar que tú te habías autonombrado así.

    Harry no se esperó que Draco escupiera el Whiskey en su boca, eso sí fue una total sorpresa.

    -¡Oh por el nombre de mi abuelo! Eso sí sería tener demasiado narcicismo. ¿Cómo pudieron pensar…?

    -Actuabas… con demasiado narcicismo.

    El rubio se limpió las lágrimas que habían aparecido en sus ojos, algo que hizo saltar el corazón del auto invitado.

    -Bien, quizá lo tenía…

    -¿Tenías?

    -Tengo.-Se corrigió tras arrugar brevemente la nariz.-Pero jamás me habría puesto un sobrenombre así… tal vez Emperador o Rey Slytherin, ¡¿pero príncipe?! ¿Qué clase de idiota se conforma con un principado cuando puede ser más?

    Ahora fue el turno de Harry para reír ante quien sintió por vez primera en quizá toda una vida, que su pecho descansaba de las múltiples presiones que había acumulado. No fue hasta ese momento en el que Draco comprendió que siempre que se encontraba en presencia de Harry Potter, algo dentro de él cambiaba. Ante él no necesitaba aparentar o hablar con palabras pretenciosas. Era simplemente él haciendo y diciendo lo que quería y al parecer a su compañero le pasaba igual. Nunca lo había visto reír así.

    -Seguro fue obra de tu club de admiradores.-Dijo el ojiverde, una vez que pudo detener su risa.

    -Tal vez.

    -¿Si tenías?

    -Y sigo teniendo. Para tu información sigo siendo un impactante modelo a seguir por la casa Slytherin.-Indicó, alzando un poco el rostro en señal de orgullo.

    -Ahhh, vaya… tendré que decirle a Ron que cuide a Derek en caso de que entre en Slytherin. Digo, si se enteran que es tu ahijado seguramente a él también le erigen una estatua o algo.

    -Y Weasley se pondría histérico…quizá no estaría mal lanzar alguna clase de rumor cuando Derek entre en el colegio.

    Harry sonrió al imaginar el histerismo de su amigo, eso sería maravillosamente divertido para quien lo viera… excepto para Zabini, quien seguramente tendría que hacer milagros para calmar a su esposo.

    El silencio los rodeo un momento, algo que no los incomodó en lo absoluto.

    -¿No sería más simple para ti si comenzaras a vivir como realmente quieres?

    El rubio no pareció comprender la repentina cuestión.

    -Eres un hombre exitoso que tiene el toque de midas. Puedes hacer lo que quieras y más ahora que tú padre por fin se encuentra libre. A mi parecer no necesitas de nadie para seguir aparentando el respeto que ya tienes.

    Draco lo había pensado muchas veces pero no era tan simple como parecía.

    -Quizá para ti o cualquier otra persona funcionaría.-Habló, modulando su tono cansado de voz.-Pero no para mí. Hay cosas que nunca se olvidan, Potter y entre ellas se encuentra todo lo que ha sucedido. Aunque el pasado esté ahí, siempre existirá quien te recuerde más por lo que has hecho antes que por lo que haces ahora.

    -Eso pensaba yo.-Defendió el pelinegro con presteza y sin pensar.-Pero ahora todo es diferente. Si las personas se dieran un momento en conocer a otros…

    -Mi apellido, Potter, pesa más que el plomo.

    Los ojos grises centellaron y Harry por fin lo entendió.

    Draco actuaba tan… Draco porque su apellido era la herida que jamás sanaría. Y no por la familia sino por las acciones que sus integrantes habían cometido. Recordó a los Black. Aunque Sirius era una persona diferente, jamás podría salir por completo de lo que su familia había hecho, mucho menos después de todo el lodo que manchó su nombre. Siempre creyó, antes de perderlo, que si todo su caso se aclaraba, las miradas aun caerían sobre él como piedras. Ahora entendía la razón por la que Malfoy se había entregado en cuerpo y alma a salvar su apellido, a ser fuerte, poderoso y un gran hombre de negocios. Su loable acción iba dirigida más que a sí mismo, a sus padres, los cuales seguramente estaban orgullosos de él.

    Un nudo se forjó en su garganta y prefirió no agregar nada. Los prejuicios eran horribles.

    -Al menos hasta que crea que es el momento adecuado, no puedo darme por vencido. Ahora, más que nunca, es necesario que permanezca de pie y firme ante todo lo que ocurrirá.

    -Pero los periodistas…

    -Escuché una vez a alguien decir que ante una calma, la tormenta se acercará con mayor fuerza. Por eso debo estar preparado y si eso significa que deba seguir soportando a Pansy, entonces así será.-Indicó con decisión.

    -Ahora entiendo.-Murmuró el pelinegro.-Por eso no deseas un hijo.

    Harry comprendió su indiscreción y cuando buscó al rubio para disculparse, este simplemente lo miró.

    -Traer un hijo a este maldito mundo, cuando su apellido puede perjudicarle, sería la peor idiotez que pudiera hacer.

    -Pero estás luchando por…

    -Ya te lo dije.-Suspiró.-Este no es el momento para que un hijo mío viva en esta podrida sociedad incomprensible.

    Entonces todo se volvió muy claro.

    -Lo lamento tanto.-Murmuró, sorprendiendo al rubio.

    -¿Qué lamentas?

    -El Trato.

    Draco de verdad no se esperaba eso.

    -¿Qué?

    -Lamento que por culpa de eso tú vayas… si lo hubiera sabido antes…

    -¿Qué cambiaría?-Señaló con un tono molesto.-Si antes deseabas un hijo, no creo que ahora lo quieras menos. Además gracias a ese Trato mi padre está fuera de esa asquerosa prisión.

    -Pero tú…

    -Me lo dijiste una vez, Potter. Mi… tu hijo vivirá en el mundo muggle y aunque no termine de gustarme la idea… creo que será lo mejor para él.

    Harry se sintió de piedra. Que Malfoy aceptara eso era como si el mundo se fuera a terminar.

    -Malfoy.

    -No se puede hacer nada al respecto, así que voy por el contrato de desligamiento para firmarlo, mañana mismo iré a donde Longbottom para hacer mi parte y que tú puedas seguir tu vida con tu futuro hijo y con ese muggle.

    Harry estaba por agregar algo pero lo último lo desconcertó.

    -¿Qué?

    -Parece que tu vocabulario es limitante, Potter.

    -No, no me salgas con eso, ¿qué tiene que ver Alec en todo esto?

    Draco no iba a caer en la provocación.

    -Nada, olvídalo, es tu vida y…

    -No, por algo lo has mencionado. ¿Qué hay con Alec? Él… ¿él te dijo algo?

    Las manos del rubio se contrajeron y el raciocinio comenzó a fallar.

    -No me dijo nada, pero es evidente que está loco por ti.

    -Eso no…

    -¡¿Lo vas a negar?!

    No lo haría porque por más tonto que quisiera parecer, él conocía las intenciones de su ex novio.

    -No, pero tampoco significa que yo lo quiera.

    -¡Por favor!-Rió mordazmente.-Si te derrites por él. Solo es cuestión de ver cómo le hablas y lo miras para saber que no te es indiferente.

    -Tuvimos una relación. Claro que no me es indiferente pero tampoco significa…

    -Te llama Har… ¡¿HAR?!... ¿qué clase de absurdo diminutivo es ese?

    -Yo no lo elegí.

    -¿Te gusta que te llame así?

    -No… eso no es asunto tuyo.

    -Entonces tienes muy poco gusto a cuanto hombres se trata.

    -¡Eso tú no lo sabes!

    -Claro que sí. Si ese muggle de pacotilla es tu patrón, no quiero ni ver a los que le antecedieron, o precedieron. Dado el caso, no me interesa.

    -Si no te interesara entonces ni siquiera mencionarías a Alec.

    -Deja de pronunciar su nombre.

    -No lo haré.

    -¡Hazlo!

    -¡NO!

    A este punto ambos se encontraban ya de pie y enfrentándose con algo parecido a sus riñas de siempre, pero entonces fue el turno de que por fin la verdad apareciera.

    -¡Lo harás!

    -¡No lo haré sin una buena razón y como solo es por capricho, entonces…!

    -¡LO ODIO!-Gritó el rubio acercándose a quien abrió los ojos en sorpresa.

    -¿Lo odias? ¿Solo porque es muggle?

    -¡Lo odio porque te habla de esa manera estúpida, y porque casi se te tira encima y porque te dice Har sin que tú muevas un solo músculo cuando sé que odias que te llame así!

    -Eso no es…

    -¡Y porque te tuvo antes que yo y puede volver a hacerlo!

    Harry retuvo la respiración pero ni así pudo detener sus palabras.

    -¡Si no quisieras que me tuviera entonces harías algo para impedirlo!

    Fue un impulso, la sangre explotando en el interior de Draco y la agitación en Harry quien llevó al primero a estampar al segundo contra la pared y a mirarse fijamente mientras su respiración sonaba entrecortada.

    -Eres un maldito arrogante, Potter.

    -Y tú un estúpido engreído que teme que le gane como siempre.

    Entonces se sonrieron, recordando sus riñas infantiles y sus múltiples enfrentamientos que habrían culminado de esa manera si el mundo, sus destinos y todo a su alrededor hubiera sido diferente.

    Esta vez el beso fue mucho más intenso, cargado de sentimientos a los que temían nombrar pero que a esa altura era ya imposible negar.
    Se habían enamorado, por la convivencia diría, por el pasado, por todas esas riñas que llevaban consigo cargas enormes de sentimientos y deseos. Al fin el niño Draco de once años se encontraba conforme y el niño Harry que alguna vez deseó ser amado y que pasó toda su vida en busca de eso, lo encontró.

    El beso profundizó hasta que sus lenguas lucharon y se permitieron saborearse sin pudor o arrepentimiento. Ya no tenían once, quince ni veinte, eran adultos con una vida y conocimientos suficientes como para saber lo que deseaban y a pesar de que todo lo que les ocurría sucedía como en la vida, simplemente se entregaron a lo que desde siempre fue inevitable.

    El rubio empujó a su compañero, quien se empeñaba en querer abrirle la camisa, hasta el alfombrado blanco frente a la chimenea, pero antes de llegar a él tropezaron y rieron cuando Draco cayó sobre el de anteojos.

    -¿Ansioso?-Indagó Malfoy, lamiendo descaradamente el cuello y barbilla de quien tembló pero sonrió.

    -Lo mismo te preguntó.

    El rubio lo ayudó a levantarse y en cuanto estuvieron de frente nuevamente volvieron a besarse. Ya habían desperdiciado mucho tiempo como para detenerse a pensar. Todo lo que querían era simplemente sentir. Esta vez lograron llegar a donde el rubio quería, el cual esta vez fue preso del ojiverde quien había logrado abrirle la camisa y besaba parsimoniosamente el pecho blanco que subía y bajaba sin un ritmo definido. Harry se preguntó, últimamente, si el cuerpo del rubio era tan blanco como su rostro, ahora que podía constatarlo se alegró de que las fantasías que había comenzado a tener no se acercaran a la realidad. El cuerpo de Malfoy era perfecto y él lo lamió a su antojo, degustando cada rincón que encontró a su paso. Lamió las tetillas rosadas una y otra vez hasta que el dueño suspiró, entonces mordió suavemente para obtener el pequeño tirón de cabello que aquel que le acariciaba por debajo de la ropa, le dio.

    Harry se detuvo, le sonrió al que permanecía bajo él y comenzó entonces a quitarse la ropa. Primero los anteojos, después la camisa, botón por botón fue abriéndose paso bajo la mirada que comenzó a quemarle la piel. Sonrió cuando las manos blancas tiraron de la prenda y lo acariciaron. Ahora fue el turno de Draco de besarle el pecho, mientras él cerraba los ojos y se dejaba llevar por el vaivén involuntario que sus caderas hacían sobre el que intentaba quitarle el pantalón.

    -Espera.-Murmuró Harry, apartando al desconcertado rubio.-Lo haré yo.

    Levantándose del regazo del rubio, Harry comenzó a quitarse el pantalón. Nunca lo había hecho con nadie pero ese momento se le antojó el indicado, por eso cuando abrió el botón, bajó la cremallera y miró que el rubio se lamía los labios, la pizca de raciocinio que le quedaba, murió.

    Antes siquiera de que el pelinegro terminara con su tarea, el rubio se abalanzó hacia él, tirando del pantalón y encontrando, sin premeditación, el miembro semi erguido de quien gimió alto y sin pudor cuando la boca de Malfoy lo envolvió. La sensación fue maravillosa y el movimiento maestro de Draco fue llevarlo hasta un lugar inimaginable aun antes de cualquier cosa.

    Estuvo seguro, no podría afirmarlo, que gimió más de una vez el nombre de quien succionaba su miembro profundo y después rápido.
    Harry estaba a punto de colapsar por lo que tomando el cabello rubio, que caía desordenado por la espalda de su entretenido dueño, se lo indicó.

    -Draco.-Musitó, obteniendo la atención de los ojos grises que no comprendieron la razón por lo cual le apartaban de su dulce.-Aun no.

    El rubio no entendió y sin que pudiera agregar nada, los labios del pelinegro lo asaltaron, dejándole probar la adictiva sustancia que había mantenido absorto al otro. Harry lo empujó hasta la alfombra y fue su turno entonces de morder, besar y lamer todo aquel cuerpo que era solo para él. Retiró los pantalones y tal como su compañero hiciera hacía un momento, prácticamente se abalanzó hacia el miembro que lo recibió erguido y con satisfacción. Recorrió la carne con hambre, saboreando los suspiros, el sabor salado y las millones de electrizantes punzadas que su espina dorsal obtenía cada vez que los dedos del rubio subían y bajaban por su espalda. Entonces Draco lamió sus dedos y mientras Harry entendía la directa, subió hasta perderse en su cuello. Antes de sentir los dedos invadiendo su interior, el ojiverde también los lamió, eso fue un punto erótico que el rubio premió con un sensual baile de lenguas y un quejido satisfecho cuando por fin hizo la intromisión.

    No dejaron de besarse, danzando al compas de dos caderas que urgentes reclamaban algo que por décadas habían soñando sin hacerlo consciente. Sus miembros erectos se acariciaron, danzaron, se amaron como los que se miraban a los ojos por miedo a perderse alguna expresión o indicio. El rubio quiso decir algo, agregar lo que fuera, pero la oleada de éxtasis lo llevó a simplemente posicionarse entre las piernas que se habían abierto especialmente para él y se enterró despacio en la carne del que cerró los ojos y simplemente sintió. Fue Harry quien comenzó a moverse, perdiéndose en la presión que el rubio efectuaba dentro de él.

    -Harry, Harry, Harry.

    Su nombre, pronunciado junto a su oído, con jadeos y caricias que estaban llevándolo al límite lo hicieron temblar, por lo que empujó a Draco y volvió a quedar en su regazo, moviéndose esta vez al comprar de la mirada gris llena de lujuria y de manos que apretaban sus nalgas y acariciaban sus caderas para sentir aun más el placer. Ambos sabían que el baile ansioso que comenzaron a tomar estaba llegando a su fin por lo que el rubio acarició el miembro olvidado de su amante llevándolo a experimentar mucho más placer. La última estocada antes del clímax fue un remolino interno para los dos, pues sabían que todo lo que sentían, pensaban y querían estaba justo ahí, en ambos, cuyas caricias y vaivenes tenían por objetivo mostrarse como realmente eran. Sin máscaras.

    De haber podido se habrían arrancado los labios entre los besos y mordidas desesperadas que se daban, pero cuando el orgasmo llegó, ambos lo experimentaron como el mejor de sus vidas. Subir al cielo no tenía retorno, mucho menos cuando entre la sensación delirante de sus cuerpos, sus bocas seguían llamándose con desesperación y una luz blanca aparecía para iluminar la habitación.

    Harry enarcó la espalda y se dejó caer contra el rubio quien apretó su agarre en las caderas de su amante. La respiración jadeante solo hablaba de un magnifico acto y mientras sus frentes se juntaban, sus ojos se buscaron con desesperación. No era necesario hablar, todo estaba dicho en lo que acababan de hacer. Por eso volvieron a besarse para comenzar nuevamente a hacerse el amor.

    Las historias de amor nunca son iguales y esta no podía ser la excepción. Pero la vida es diferente para cada persona y fue ella la encargada de hacerles ver la realidad, por eso cuando Draco Malfoy despertó, en una cama deshecha y después de tanta pasión, comprendió que debía seguir su camino. Amaba a Harry Potter, lo amaba como jamás podría volver a amar a nadie pero también era consciente, como el hombre que no estaba a su lado, que ambos tenían responsabilidades que los reclamaban y que no podían dejar en el mundo real. Él más que nadie debía seguir luchando para lograr sus objetivos y Potter, su siempre eterno rival y amor, tenía un camino propio que cumplir. Por eso no se sorprendió en encontrar una nota sobre la almohada, la cual temió leer pero debía ver.

    Acarició el pergamino blanco y permitió que la luz del día llenara su rostro, una vez que pudo contemplar la única palabra escrita para él.

    Harry había aceptado su traslado al continente americano y él, a pesar de saber que se amaban, no haría nada. Ambos aun tenían mucho camino que recorrer antes de poder aceptar siquiera que podían permanecer juntos.

    Con una sonrisa de tristeza, aquella que nunca nadie vería, se despidió del que en tan solo unos días lo había inundado de sensaciones pero que durante el resto de su vida siempre amaría.

    “Gracias”

    Dictaba la nota y aunque no pudo decir más, también agradeció por los mejores días de su vida.

    El Trato al fin, estaba cerrado.



    = FIN =




    Nota: No se asusten que aun queda el Epilogo
     
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  11. Dan2102
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    Jajaja menos mal que ese epílogo exíste jajaja porque sino naaaaaaaaa xD

    Gracias por tan excelente fanfic jeje


    Saludos! espero la conti entoncs ;)
     
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  12. Kari Tatsumi
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    Epílogo 1
    “Y así continuó nuestra vida”



    La verdadera razón por la que había decidido estudiar medimagia radicaba en las dos personas que absortos en su mundo, permanecían sentados en el jardín del hospital. No era necesario que lo dijera, quienes lo conocían intuían la verdad.

    Haber crecido sin padres y con la ambivalente sensación de odiar y sentir pena por sí mismo, siempre lo llevó a ser distraído y un poquito cobarde. Su abuela le había criado bien, la vieja mujer siempre hizo lo que pudo por él pero tampoco era mentira que su carácter poco paciente y las críticas hacía su forma de vivir y comportarse crearon en su autoestima pequeñas heridas que tal vez nunca sanarían. No la culpaba, su amada abuela había hecho lo posible por él y lo había amado tanto como a su padre. Después de aquel episodio en el departamento de Misterios en su quinto año, Augusta lo había admirado aun más y las comparaciones con su padre menguaron.

    Después de la guerra las cosas cambiaron un poco, sobre todo con su decisión de estudiar Medimagia. Se había enfrentado a Augusta con el coraje que los años habían forjado en él y a pesar de que en un principio la anciana no lo apoyó, por considerarlo inverosímil y una pérdida total dado su desastroso pasado, el paso del tiempo se encargó de hacerle ver el prodigioso nieto que tenía. Desafortunadamente Augusta Longbottom no vivió para ver su graduación y la pena llevó a su nieto a seguirse esforzando para alcanzar sus objetivos.

    Neville recordaba tan nítidamente como si hubiese sucedido el día anterior, las lágrimas de su abuela antes de morir. Le había pedido perdón por sus errores y le había externado, de esa particular manera que conservó hasta el final, lo orgullosa que se sentía de tenerlo como nieto.
    Aunque no tuvo a sus padres con él, se sentía satisfecho por haber tenido a una mujer que lo amó como si hubiese sido su madre. Por eso diariamente y conocido por pocos, se enfrascaba un par de horas en libros, anotaciones y aportaciones que lograrían, algún día tal vez, traer de regreso a sus seres queridos. Él sabía, sin necesidad de haberlo escuchado, que la pena de su abuela fue mucha y que varias noches, sino fue que todas, lloró por el terrible destino que su hijo y nuera habían sufrido. Perder un hijo no era algo fácil de asimilar, mucho menos cuando su cuerpo aun estaba presente pero su mente volaba más allá de las nubes, en otro mundo que no lograban aun alcanzar.

    Tal vez, y a varios años de graduarse, comenzaba a entender las negativas de su abuela para que estudiara algo tan complicado como medimagia. La esperanza, nacida del terrible dolor, era algo frágil que podía romperse cuando la realidad se estrellara con ella. Augusta temía que él fallara en su objetivo, pero lo que quizá más temía era que esa frágil esperanza terminara rota.

    Su amada abuela lo protegió siempre hasta el final pero él, quien era un hombre muy diferente al temeroso niño que fue, no podía simplemente rendirse. Seguiría luchando, aun en contra de la realidad y de los fracasos acumulados en el escritorio de su laboratorio. Tenía fe, debía tenerla en que algún día podría salvar a sus padres pues si había logrado hacer milagros donde nadie siquiera lo había imaginado, bien podría lograr eso que su abuela también esperó.

    Se recargó en el árbol a su lado y suspiró. Habría podido trabajar en cualquier lugar, incluso los nuevos hospitales pedían su traslado, pero la decisión de laborar en el hospital San Mungo para enfermedades y heridas mágicas fue siempre su prioridad. A pesar de las críticas y frases desalentadoras de sus colegas, no podía rendirse, no cuando había avanzado tanto.

    -¿De nuevo por aquí, doctor?

    Asintió mientras sus labios se arqueaban levemente. Estar ahí, donde sus padres vivían, era una absurda manera de sentirse cerca de ellos. Aunque no le reconocieran.

    -Es usted un buen hombre.

    -¿Usted cree?-Indagó a la enfermera que no perdía la oportunidad de hablar siempre con él.

    -Por supuesto. Pocas son las personas que diariamente vienen aquí para visitar a su familia.

    Él lo sabía, sobre todo después de la guerra donde el número de enfermos mentales había crecido.

    -Son mis padres, no puedo abandonarlos.

    La enfermera asintió. Conocía al medimago Neville Longbottom desde que había comenzado sus prácticas en ese hospital. A ella le parecía que sus acciones eran loables, dignas de un amoroso hijo. Pero siendo realistas, ella sabía también que sus esfuerzos hasta ese día no habían logrado mucho en las dos personas que día a día olvidaban más. Era una pena, a su parecer, que dos personas respetadas en el pasado hubieran terminado así.

    -Usted merece la medalla al mejor hijo del mundo, doctor.

    Neville rió.

    -No exagere, es simplemente que no puedo cruzarme de brazos mientras ellos siguen así. Algún día voy a traerlos de regreso.

    Ella no mencionaría siquiera los diagnósticos que opinaban diferente, sobre todo porque el medimago a su lado era terco en sus ideales. Pero, ¿quién en su posición opinaría diferente?

    Suspiró, palmeando confiadamente el brazo de quien le sonrió.

    -¿Ya les dio la nueva?

    -A eso he venido.

    -Se tardó, doctor. Ya todo el hospital lo sabe.

    -Solo no me hagan una fiesta o algo así. Ya sabe que no me gustan mucho.

    La enfermera sonrió, palmeándole una vez más el brazo.

    -Siempre ha sido un poquito raro, doctor. Aun me pregunto cómo capturó ese esposo suyo que tiene. ¿Sabía usted que las y los hijos de todos los grandes hombres del Ministerio estaban tras de él?

    Neville la miró y negó con la inocencia que jamás perdería.

    -¡¿En serio?! Eso sí que es novedoso.

    -Ay, doctor.-Rió nuevamente la enfermera.-Solo un ciego como usted no podría darse cuenta de eso.

    El aludido tuvo la delicadeza de sonrojarse lo que animó las carcajadas de la enfermera.

    -Su esposo era tan popular que no dudo que se habría subastado muy bien de haberse realizado la puja.

    -Habla de él como un trozo de carne, Adele.

    -No se moleste, doctor, es solo la verdad que todo el mundo menos usted, sabe.

    Quizá era cierto pero su esposo era una persona sumamente especial para él y si hubo o había alguien interesado en él, no le gustaba saberlo.

    -No se preocupe.-Guiñó la mujer.-Lo tiene seguro. Solo basta ver como lo mira para saber que está totalmente enamorado de usted. Sobre todo ahora.

    Neville solo movió la cabeza. Precisamente por eso nunca le habían gustado los chismes o las fiestas. Prefería permanecer al margen y sumergido en lo que realmente le importaba.

    -Bien, dentro de media hora regresarán a su habitación así que si desea acercarse a ellos para hablar, hágalo ahora.

    Él asintió, despidiéndose de la mujer que le sonrió. Se conocían desde hacía tantos años que la confianza era algo que la enfermera se había ganado. Eso lo llevaba a recordar las confidencias que ella le hacía en torno a los progresos o retrocesos de sus padres, pero también a guardar bajo llave que Alice y Frank Longbottom eran sus padres. No comprendía el afán que ella tenía en negar el parentesco cuando él se encontraba sumamente orgulloso de ser hijo de dos excelentes ex Aurores y magos. Pero Adele siempre le recordaba lo injusto que era el mundo y también en la figura pública en la que involuntariamente se había convertido.

    Sacar a la luz sus experimentos para conseguir regresar la cordura a sus padres, era como enredarse así mismo en el cuello una soga gruesa y nada amable que podía ajustarse poco a poco con los comentarios del mundo. A pesar de que le parecía ridículo, era verdad. Las sociedades podían avanzar en muchas cosas pero retrocedían tres pasos a lo que la empatía y humanidad se refería. Por eso, solo por eso le agradecía a la enfermera todo lo que hacía por ellos.

    Suspiró, no había nada más que hacer que seguir intentando. Por eso avanzó hacia la banca donde Frank y Alice miraban el jardín.

    -Hola.-Dijo, cuando se acercó a quienes lo miraron fijamente.- ¿Cómo están?

    Tardaron un poco en responder pero al igual que siempre, o al menos desde hacía unos pocos años, respondieron.

    -Bien.-Asintió Frank, regresando su vista a la nada.

    -Muy bien, gracias por preguntar.-Sonrió Alice, quien mantuvo fija la mirada en quien le regresó la sonrisa.

    -Eso es… bueno.-Asintió Neville, sintiendo un gran nudo en la garganta.

    Tal vez, tal vez no había logrado aun regresar completamente a sus padres, pero del mutismo e indiferencia tormentosa en la que habían vivido ambos durante muchos años, por fin un poco de luz se había hecho. Sus experimentos, después de todo, habían logrado algo.

    -¿Es usted medimago?-Indagó la mujer, cuyas arrugas comenzaban a mostrar su cansancio y edad.

    -Así es.

    -¿Y viene a drogarnos?

    -¡Frank!-Riñó ella, sonriendo de regreso a quien rió.-Disculpe a mi esposo, pero no sabe cuándo ser amable con las buenas personas.

    -Oh, tú siempre eres amable con todo el maldito mundo. ¿Qué no ves que lo único que ellos quieren es drogarnos para no dejarnos salir de aquí?

    Alice miró con bastante enfado a su esposo quien lanzó al aire un chasquido de lengua y se levantó de la banca.

    -Voy a caminar antes de que nos vuelvan a encerrar.

    Neville no dijo nada, existían días como aquel donde su padre se encontraba muy irritado y otros, como el día anterior, donde era todo sonrisa y amabilidad. Efectos secundarios de su experimento. Pero por verlos así, un poco cuerdos, bien valían esos desplantes.

    -Discúlpelo, doctor. Hoy ha estado insoportable, por eso nos han dejado salir más temprano de lo usual.

    -No te preocupes, yo comprendo perfectamente bien.

    Alice le sonrió mientras él ocupaba el lugar donde su padre había estado.

    -Nunca lo había visto por aquí.

    -Si me habías visto, es solo que no lo recuerdas.

    -¿En verdad? No lo sé…todos dicen que las pociones que nos dan nos ayudarán a recordar pero no me siento distinta a ayer.

    -Lo eres, créeme que lo eres.

    Neville sonrió y entonces sintió la mano de su madre en la mejilla.

    -Tiene una sonrisa muy bonita…ya antes la había visto.

    Quiso decirle que era su misma sonrisa, quiso decirle que cada vez se parecían más, quiso decirle que era su hijo pero eso crearía un shock que no toleraría y que de cualquier forma al día siguiente olvidaría. Por eso se conformó con acariciar la mano de quien le sonrió de forma maternal.

    -Me agrada, no sé porqué pero me agrada. Mi corazón se enternece cuando lo miro.

    Él detuvo las lágrimas y simplemente asintió. A veces su felicidad se medía por segundos.

    Fue entonces que Alice miró hacia abajo y se sorprendió.

    -¡Oh!-Exclamó con mucha emoción.-Está esperando un bebé. ¡Qué hermoso!

    Y Neville no encontró palabras para lo que experimentó en el justo momento en que su madre puso ambas manos en su vientre levemente redondeado y lo acarició.

    -¡Qué lindo! ¿Qué es?

    -No lo sé.-Explicó, tratando de que su garganta no se cerrara.-Aun es muy pequeño para saberlo.

    -Ojalá que sea un niño… me gustan los niños. Si hubiera podido ser madre, habría tenido un niño hermoso y lleno de vida.

    Sus ojos lo traicionaron y dejó salir un par de lágrimas que no ocultó.

    -Si.-Continuó diciendo ella, mientras sus caricias aumentaban.-Será un lindo bebé. -¿Lo traerá para que lo conozcamos?

    Frank, quien había regresado, se unió a la charla que su esposa y el medimago sostenían.

    -Por supuesto, lo traeré para que lo conozcan y le pongan un nombre.

    -¿Nosotros?-Cuestionaron ambos con bastante impresión.

    -Nada me haría más feliz que eso.

    El matrimonio se miró pero terminaron sonriéndose.

    -De acuerdo, pensaremos un hermoso nombre para su bebé.-Anunció ella, tras tomar la mano de su esposo para ponerla en el vientre de quien continuó llorando.

    A lo lejos, junto a la puerta, Theodore Nott contemplaba el cuadro. Le era difícil decir si deseaba detener aquello por el bien emocional de su esposo o permitir que continuara. Era lo más cerca que habían estado los tres en mucho tiempo y supo que Neville se encontraba radiante de felicidad.

    Un mes atrás, cuando se enteró de que sería padre, todo su mundo cambió.

    “Theo”.-Había dicho su esposo una noche, cuando él revisaba unos documentos importantes.-“Hoy me desmayé”.

    Intrigado pero sobre todo preocupado por la salud de su esposo, dejó todo de lado para mirarlo.

    “¿Estás bien? ¿Te sucede algo? ¿Qué ocurrió?”

    La sonrisa aniñada de Neville fue todo un poema a su exasperación.

    “Estoy bien, es solo que antes de venir a casa me desmayé. Pensé que era por el estrés y el exceso de trabajo pero Cooper me hizo un estudio y…”

    “¿Cooper? ¿El tonto ese que está en el laboratorio y babea cuando te ve?”

    Su esposo había reído pero él sabía reconocer perfectamente a un rival cuando lo veía.

    “Si, él, pero no es ningún tonto. Es un buen profesional que…el caso es que me hizo un estudio y… Theo, ¿qué dirías si te dijera que ya sé la razón por la que como tantos chocolates?”

    Era un hombre listo e ingenioso que se había enfrentado a muchas cosas en su vida, pero el hecho de que su esposo hubiera tomado sus manos para posarlas en su vientre lo descolocó a la milésima potencia. Desde ese día no existía un segundo en el que no mimara, de más, a su esposo.

    El sentimiento en su interior no podía explicarse con absolutamente nada. Era tan feliz que gritarlo al mundo se volvía más atrayente cada vez. Comenzaba a comprender a Zabini cuando este le hablaba de sus hijos. Ser padre era la cosa más maravillosa del mundo, sobre todo cuando lo compartía con el amor de su vida.

    Leves tonadas de una canción llegaron a sus oídos, una canción que Neville le había cantado hacía mucho tiempo, cuando le habló de los escasos recuerdos que tenía de sus padres. Alice cantaba y junto con ella su hijo. Quizá muy en el fondo ella comprendía la situación pero su mente torturada le impedía asimilar las cosas. Así que no le quedaba más que escuchar y sonreír al cuadro frente a él, prometiéndose firmemente seguir apoyando a su esposo con sus investigaciones. Algún día, él sabía, lograría recuperar a sus padres y entonces su felicidad estaría completa.

    Dancing bears,
    Painted wings,
    Things i almost remember,
    And a song someone sings
    Once upon a December.

    Someone holds me safe and warm.
    Horses prance through a silver storm.
    Figures dancing gracefully
    Across my memory
    Far away, long ago,
    Glowing dim as an ember,
    Things my heart
    Used to know,
    Things it yearns to remember

    Someone holds me safe and warm.
    Horses prance through a silver storm.
    Figures dancing gracefully
    Across my memory

    Far away, long ago,
    Glowing dim as an ember,
    Things my heart
    Used to know,
    Things it yearns to remember

    And a song
    Someone sings

    Once upon a December


    (Dulce voz,
    ven a mi
    haz que el alma recuerde
    oigo aún cuanto oí
    una vez en diciembre.

    Quien me abraza con amor
    veo prados alrededor
    esa gente tan feliz
    son sombras para mí.

    Quien me abraza con amor
    veo prados alrededor
    esa gente tan feliz
    son sombras para mí.

    Cuando fue, no murió
    Como fue lo que prende
    Volverá esa voz
    Cuando llegue diciembre.
    Oigo aun cuanto oí,
    una vez en diciembre)

    Once Upon a December
    Letra y traducción oficial



    OoOoOoO



    (Tres meses después)

    Las voces, las miradas, las conversaciones estaban todas dirigidas a la misma cosa y no tenía que ver en una bola de cristal para averiguarlo. Sonrió con fingida cordialidad y no evitó bufar. Odiaba la hipocresía, la odiaba pero quizá de eso tendría que vivir por un tiempo…al menos para usarla con los funcionarios importantes, los inversionistas y los visitantes de otros países que pisaran su casa o el despacho de su esposo. Suspiró y volvió a sonreírle a un par de personas que le sonrieron de igual manera. Tenía que sentarse o estaba seguro que pronto explotaría. Con la mirada buscó a su esposo y lo encontró charlando con un grupo de desconocidos que no dudaba pronto conocería.

    -¿Se encuentra bien?

    Miró al joven risueño de ojos azules a su lado y negó.

    -Necesito una silla y no es broma.

    En el acto el joven, de no más de veintitantos, se movió en busca de la silla más confortable que encontró para colocarla justo al lado de la mesa de bocadillos.

    -Gracias.-Agradeció Ron, cuyos pies se vieron sanamente recompensados. Tenía aproximadamente cinco horas moviéndose sin parar, primero en casa con sus hijos, no deseaban niñeros y tuvo que recurrir a Fleur y Bill, quienes de buen agrado se ofrecieron para auxiliarlo…la casa se había convertido en un hervidero de niños pelirrojos y rubios que gritaban y saltaban por todos lados. Ni siquiera quería pensar en la limpieza.

    Después, al llegar al Ministerio, los saludos de rigor, las sonrisas y más saludos. No creía soportar más pero debía hacerlo, por el bien y la reputación de su esposo, debía.

    -¿Algo más en lo que pueda servirle?-Indagó el joven ojiazul, quien miraba en rededor en lugar de a él.

    Ron negó, de cualquier forma aunque le hubiera pedido la luna, dudaba mucho que el nuevo asistente de su esposo fuera a llevársela. ¿En dónde había quedado el otro chico? Ah, sí, ya lo recordaba, también era el asistente de Blaise… ¿para qué diantres requería dos? Bien, eso no era lo importante en ese momento, lo relevante era que se sentía terriblemente feliz por los acontecimientos.

    Exactamente tres meses atrás Blaise había llegado a casa en estado de shock. Preocupado había acudido a él por una respuesta y todo lo que obtuvo fueron cuatro palabras: “Soy el nuevo ministro”

    Ron había entrado también en shock y después de sentarse le exigió a su consorte una mayor explicación. Zabini le dijo, en el mismo tono sorprendido, que esa tarde el Ministro lo había requerido en su despacho de manera inmediata. Temeroso de todo y nada concreto, asistió a la reunión donde entre tazas de café y el usualmente buen humor de Kingsley Shacklebolt, este le habló de su inminente retiro y del como, después de una exhaustiva investigación, decidió que él sería su reemplazo. Blaise sabía que la aceptación de Shacklebolt no bastaba para hacer el cargo realidad, pero que él mismo lo dijera significaba que todo era un hecho.

    Ni Ron ni Blaise comprendían esa radical decisión, era verdad que Blaise se merecía un mejor puesto en el ministerio, dadas las buenas ideas que tenía, pero jamás se imaginaron la magnitud del cargo.

    Habían tenido que pasar unos días para que asimilaran la noticia…eso y que su padre llegara a su casa gritando y riendo de felicidad porque su yerno sería su nuevo jefe. Y entre eso, las felicitaciones y la algarabía de su esposo que terminaba siempre arrinconándole y haciéndole cosas poco atractivas para pensar en ese lugar, transcurrieron los meses. Un par de días atrás Blaise había sido nombrado Ministro de manera oficial y esa noche, tras múltiples súplicas por parte del nuevo funcionario para que él asistiera, la gala en su honor. Aun no podía creer que fuera el esposo del Ministro de Magia y aunque sus funciones solo radicaban en verse bonito, como George le había dicho entre risas, la verdad era que se sentía sumamente orgulloso de su esposo. Siempre lo había dicho, Blaise se merecía algo más para poder ayudar a las personas y también para poder exonerar las múltiples cargas que según él, llevaba a cuestas. Ron pensaba que su consorte exageraba con eso, pero mirarle ahí, sonriente y feliz con lo que había obtenido después de realizar durante mucho tiempo y de manera impecable su trabajo, le hacía sentirse completo.

    Sus hijos debían comenzar a ver los logros de su padre porque era un ser maravilloso que llegó a él en el momento justo. Agradeció con una leve sonrisa el vaso de jugo de calabaza que un mesero le tendió y se recargó en el respaldo de la silla.

    Los cambios eran buenos y él tenía optimismo en ese, sin embargo no acababa de gustarle el jovencito ese ojiazul que prácticamente se comía a su marido. Sabía que si Blaise lo había contratado era por su capacidad laboral, pero eso no le restaba que tuviera sus manías.
    Giró la cabeza y respiró hondo. Si su consorte se enteraba que lo celaba, ni el infierno congelado bastaría para detener sus burlas… era eso o atenerse a sus cariños incesantes.

    Olvidándose de eso un momento contempló a sus amigos, quienes habían recibido la noticia con sorpresa pero cordialidad. Todos, al menos con los que continuaba en contacto, estaban ahí al igual que Theodore Nott, Neville, sus padres, Charlie, Ginny, Dean, George y Percy, quien había logrado escapar del colegio para dejar a Seamus en su lugar…nadie más que Zabini había brincado de felicidad por eso. Sonrió, en verdad se sentía conforme e inmensamente dichoso. Quizá, no podía esperar más de esa vida maravillosa que le daba tanto.

    En otro lugar del salón, mirando de manera soñadora al nuevo ministro de magia, se encontraba Aarón Feller, el nuevo asistente del ministro. Con apenas unos días ejerciendo sus funciones ya se sentía feliz de su puesto, sobre todo de estar al lado de un hombre tan atractivo e inteligente como Blaise Zabini. Había investigado un poco su pasado y se topó con lo que a simple vista creyó de él. A su parecer, ni aunque pasaran mil años, el hombre dejaría de ser un Play Boy.

    -¿Qué miras?

    -Nada, ¿por qué?

    Lair Omar, el único asistente que el ahora ministro había tenido, miró al nuevo chico con ojo inquisidor. Era atractivo y vistoso pero antes de que cometiera alguna tontería y eso perjudicara su impecable historial de vida, debía advertirle… al igual que a todo el personal nuevo que laboraría con Blaise Zabini. Tal vez por la lealtad y confianza que Zabini había depositado en él, era que seguía trabajando con él.

    -Aarón, voy a decirte esto una vez y espero que tú gran capacidad de análisis, que dicen que tienes, te ayude para comprenderlo: aléjate del señor Zabini.

    -¿Por qué?-Indagó el ojiazul sin entender.

    -Porque no lograrás nada intentando algo.

    Quizá porque Lair no lo conocía.

    -Y no es porque dude que puedas hacerlo.-Aclaró el que sonrió a un inversionista amigo de su jefe.-No dudo que puedas conseguir a quien desees, eres atractivo y joven, pero no a él.

    -Hablas tan experimentado.

    Lair suspiró, mirando al joven a su lado.

    -Tengo experiencia y no porque yo lo haya intentado, sino porque en los cinco años que llevo trabajando con el señor Zabini, he logrado conocerlo muy bien y él es un hombre recto de familia que ama con locura pasional a su esposo embarazado que has dejado descortésmente y solo, en esa silla de quinta.

    El ojiazúl no podía creer que alguien como Blaise Zabini estuviera enamorado del pelirrojo… embarazado que lucía bastante cansado y sudoroso.

    -Créeme, es su adoración y te lo digo con la certeza con la que sé mi nombre, el señor Zabini mataría sin piedad a quien osara siquiera tocarle un cabello a su esposo. Así que… yo me lo pensaría muy bien antes de hacer algo innecesario con él, o de ser… grosero con el amor de su vida.

    Aarón Feller tragó con dificultad y miró al pelirrojo que bebía lentamente algún extraño líquido naranja. Si todo lo que Lair le decía era cierto…

    Lair sonrió con cierta autosuficiencia cuando el joven ojiazul corrió en dirección a Ron Weasley.

    -Te lo mereces por tonto.-Murmuró, saludando a varias personas más mientras permanecía pendiente a lo que el nuevo ministro pudiera necesitar o en su defecto, su familia.

    Sería interesante trabajar con ese nuevo chico atolondrado.

    Y la velada continuó, sin demasiada relevancia, solo sonrisas cordiales de las cuales la mayoría eran fingidas pero que debían permanecer así por el bien único de sus intereses.

    Pero a mitad de la noche y cuando el baile comenzó, entonces sucedió.

    -¿Se encuentra bien?-Indagó Aarón quien había decidido no moverse del lado del pelirrojo, lo que le había valido varias miradas aprobatorias por parte del ministro.

    Pero Ron no respondió.

    -¿Señor Weasley?

    -Busca a Neville… trae a Neville Longbottom.

    -Pero…

    -¡AHORA!-Exigió con fiereza el pelirrojo, una petición a la que el más joven no pudo negarse y realizó en el acto.

    Ron se aferró al asiento de la silla con fuerza, mientras trataba de regular su respiración. Su rostro se encontraba amarillo y con rastros de un sudor que se había prolongado y no lo había dejado en buen rato. Trató de localizar a su esposo con la mirada pero no logró encontrarlo. A buena hora se perdía de su campo visual. Tal vez debía comenzar a acostumbrarse a eso. Un momento después, tiempo que le pareció una eternidad, apareció el medimago Neville Longbottom, flanqueado muy de cerca por su esposo y el agitado joven ojiazul.

    -Ron, ¿qué ocurre?

    -No… sé… no me siento… ¡Dios!

    Neville frunció el entrecejo y con la mano tocó la frente de su amigo.

    -¡Por todos los cielos, Ron! Tienes fiebre.

    De inmediato extrajo su varita e invocó la misma bola de monitoreo que empleó durante el Juicio. Su expresión poco amable no indicó nada bueno.

    -Busca ahora mismo a Zabini.-Ordenó al más joven que rápidamente salió en busca de su jefe.-Y tú, comunícate con el hospital.

    -Pero…

    -¡Ahora, Theo!

    En muy pocas ocasiones Theodore Nott había tenido la oportunidad de mirar a su esposo en ese estado de seriedad extrema por lo que intuyó que la situación era grave, así que de inmediato buscó la chimenea más cercana y se comunicó con el hospital. Lo demás era lógico de hacer.

    -Neville…

    -¡Eres un maldito inconsciente, Ron!-Riñó el que con entrecejo fruncido miraba el monitor.- ¿Desde cuándo te sientes mal?

    -Desde… desde esta mañana. Pero no pensé… ¡Auch, auchh, auchhh!

    Neville le lanzó al pelirrojo un hechizo leve que se encargaría de regular su temperatura pero contra el dolor que experimentaba nada podía hacer ahí. Era imperativo que fueran al hospital.

    Más rápido de lo esperado el nuevo ministro se presentó frente a ellos, el rostro preocupado no aminoró cuando vio a su esposo.

    -Ron, rojo, ¿qué tienes?

    -Nada, no es…

    -Lo que sucede.-Intervino Neville quien seguía molesto.-Es que tu atolondrado esposo va a dar a luz. Eso es lo que pasa.

    Blaise sintió que el piso se movía pero de inmediato se arrodillo, tomando la mano sudorosa de su consorte.

    -Ron… Dios, ¿por qué rayos no me dijiste que te sentías mal?

    -No quería…no quería arruinarte la noche, Blaise. Es tu fiesta… es tu logro y yo…

    -¡Al cuerno con la fiesta!-Gruñó el Italiano.-Lo que me importa eres tú y la salud de nuestro bebé. ¡Maldición Ron, no debiste forzarte así!

    -Esta vez concuerdo con Zabini. No debiste esforzarte si estabas sintiéndote mal. Eso puede afectarlos a ambos.

    El pelirrojo quiso protestar pero no se sintió con las fuerzas de hacerlo, por eso apretó la mano de su consorte quien besó su frente a modo de apoyo.

    -Ya está llegando alguien del hospital para trasladar a Weasley.-Indicó Nott en el justo momento en que los demás pelirrojos se acercaban.

    -¡Ron, cielo!, ¿qué pasa?

    -Nada mamá, solo es…

    -Ya es hora.-Indicó Blaise tras alzar en vilo a su gruñón consorte.

    -¡Blaise, bájame!, ¡¿qué haces?! ¡El ministro de magia no puede…!

    -El ministro no, pero tu esposo si y me niego a quedarme cuando estamos a punto de tener un bebé. Así que cállate y coopera.

    Los presentes le dieron la razón al italiano quien, a pesar de las miradas, guió a su esposo hasta una de las habitaciones continuas donde el equipo del hospital ya aguardaba por él. El trayecto a San Mungo se realizó de manera segura pero rápida para el pelirrojo que seguía experimentado fuerte dolor.

    -¿Estará bien?

    -Descuida Zabini, yo mismo me encargaré de todo.

    Blaise miró a Neville quien a pesar de sus pocos meses de embarazo lucía bastante…redondo.

    -Descuida, es un genio y aunque le digamos algo se empeñará en estar en el parto.-Calmó Theodore, sabiendo que discutir con su esposo era mala idea, sobre todo cuando estaba comenzando a tener drásticos cambios de humor.

    La única persona que entró a la habitación rodeada de enfermeras, fue Molly Weasley, quien se negaba a quedarse estática mientras su bebé sufría.

    La espera fue lo suficientemente larga para los nervios del esposo pero relativamente corta para el resto de los autoinvitados, quienes animaban al futuro nuevamente padre. En la mañana cuando llegara a casa, sus demás hijos se enterarían de la nueva y seguramente no pasaría mucho para que los llevara a conocer a…

    -Todo listo.-Sonrió Neville saliendo de la habitación.-Felicidades Blaise. Eres el nuevo padre de…

    -¡No me digas!-Pidió, entrando de inmediato hasta la habitación del pelirrojo que con rostro cansado pero una inmensa sonrisa en los labios, cargaba a su nuevo bebé.

    Blaise no pudo evitar correr, pasando de largo a su suegra que sonriente se retiraba, hasta él para besarlo en los labios y externarle su felicidad.

    -Te has salido con la tuya.-Murmuró el cansado pelirrojo, tendiéndole el pequeño bulto que se movió solo un poco.

    Cuando Blaise Zabini fue padre por primera vez, no supo cómo reaccionar al tener a Derek en sus brazos. Cuando Hara y Kara nacieron, tuvo dificultades para decidir a cual cargar primero, lo mismo sucedió con Ander y Aidan… aunque en esa ocasión fue un poco más sencillo.
    Ahora, con su nuevo hijo, el nerviosismo y la felicidad en su pecho se había extendido anchamente como el mundo.

    Descubrió con sumo cuidado el rostro del bebé y comprobó una vez más que los pelirrojos abundarían en su casa.

    -Es una niña.

    -Sí, una preciosa niña.

    Blaise acarició con su mejilla la cabecita de su nueva hija y después volvió a besar al pelirrojo que jamás se cansaría de mirar a su esposo de esa manera.

    -¿Y cómo la llamaremos?

    Ron, tras años de conocer a su consorte, sabía que terminaría ganando en la predicción del sexo de su bebé, por ello cuando lo meditó perfectamente no le cupo duda de que el nombre que eligiera sería digno de la nueva integrante de los Zabini-Weasley.

    -Mina.

    Blaise lo miró con asombro.

    -¿Mina?

    -Así es. Mina Zabini, como tu madre.

    El italiano sonrió, mitad felicidad mitad nostalgia. Que Ron hubiera elegido precisamente ese nombre hablaba de lo mucho que le conocía.
    A pesar del desacuerdo ideológico que existió entre él y sus padres, honrar a su querida madre de esa manera fue todo un shock emocional para él. No pudo evitar abrazar con un poquito de más fuerza a su nueva bebé y de agradecer a la vida, al cielo, a todos por ese regalo maravilloso que le habían concedido.

    Estaban comenzando con una nueva etapa y se juró así mismo hacer un lugar donde las personas, sus hijos y su esposo pudieran vivir en paz. Pagar sus errores y recibir a cambio semejantes obsequios era más de lo que algún día pudo pedir.

    Amar y ser amado era algo que no podía desperdiciar y se apuntó mentalmente agradecer a la mujer que a pesar de todo, había hecho posible que él pudiera modificar a la sociedad para bien.

    No era ningún tonto y perfectamente sabía de quién había salido la idea de nombrarlo ministro. Aunque jamás llegaría a tolerarla por completo, Hermione Granger tenía su gratitud.

    La vida, después de todo, acababa de comenzar.
     
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  13. Dan2102
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    Excelente, me encanto :) gracias!
     
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  14. Kari Tatsumi
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    Epílogo 2
    “Una piedra preciosa regalo de Dios”



    (Tres años después)

    Desde que se apareció, un par de cuadras atrás, tuvo la sensación de que su cuerpo había dejado de responderle. Mientras se acercaba al punto de encuentro, pensó en miles de cosas y nada realistas a la vez. Su cabeza se hallaba en blanco y todo lo que podía hacer era continuar caminando solo por reflejo. La carta que llegó el día anterior había especificado la hora y el lugar pero no el remitente. Sin embargo no hacía falta pensarlo demasiado para adivinar de quien provenía, sobre todo por el vecindario muggle donde estaba.

    Se detuvo un momento, contemplando el parque frente a él y entonces pudo sentir a su corazón latiendo con ansiedad, esa de la que muy pocas veces era presa pero de la que en ese momento era rehén. Miles de sensaciones agolpándose en su cuerpo, en su mente, en sus recuerdos. Millones de cuestiones sin respuesta y otros tantos miles de miedos que le hicieron querer vomitar. Pero nada ganaría con meras conjeturas, era un hombre y como tal debía hacerle frente a cualquier cosa. Por ello cruzó la calle y se dirigió hacia ningún lugar en especial, solo a donde su corazón le indicó.

    Fue así que a lo lejos, sentado en una banca y leyendo un libro, lo encontró.

    Experimentó un escalofrío desde la punta de los pies hasta el último de sus cabellos, pasando por la columna vertebral y su boca. Esta última se secó, pero a pesar de eso sonrió. Tan igual a como le recordaba. El mismo cabello alborotado, la misma despreocupación, la misma pose de siempre. No pudo contenerse más así que se acercó, separándoles al fin solo unos cuantos pasos.

    Se encontró entonces en la disyuntiva de no saber qué decir. Era un hombre de negocios, exitoso y con muchos clientes y socios a los cuales había impresionado con sus palabras, pero en ese momento no encontró ninguna que pudiera externar el palpito incesante de su corazón.

    -Ham…

    Se golpeó mentalmente por lo que salió de su boca cuando muchas veces, antes de salir de casa, había practicado precisamente lo que iba a decir. Algunas cosas hablaban de irritación y reclamos, otras de simple felicidad por volver a verle y el resto se perdería seguramente en algún saludo que jamás lograba definir si sería afectivo o por simple cordialidad.

    Así que cuando aquel que le daba la espalda, se giró, simplemente el mundo continuó sin ninguno de sus planes.

    -¡Viniste!-Sonrió el hombre que dejó el libro en la banca y se levantó para enfrentarlo.

    -Bueno, dado que no me dejaste muchas opciones de respuesta…

    La risita simplona no le molestó, todo lo contrario, le pareció una bella melodía.

    Se miraron, a pesar de que los separaban tres años de su último encuentro, no observaron cambios radicales el uno en el otro. Draco Malfoy continuaba con el mismo cabello largo rubio platino, enfundado en ropas negras que dejaban a la vista el importante cargo que seguramente ostentaba. Harry Potter, por su parte, parecía un poco ojeroso pero los mismos ojos verdes fulgurantes se asomaban detrás de un par de armazones negros, mientras que el resto de él era simplemente él.

    -Luces…

    -¿Horrible? Lo sé, últimamente no he logrado dormir bien.

    -¿Trabajo?

    Harry asintió, sin borrar la sonrisa que Draco no podía evitar mirar.

    -Tuve que dejar listas varias cosas y me tomó más tiempo del que imaginé.

    Draco jamás entendería la adoración casi enfermiza que el ojiverde tenía por su trabajo, pero al parecer continuaba haciéndolo feliz. Por eso, solo por ver su sonrisa un poquito más, bien valía no entender nada de fotografía, cámaras y tontería y media.

    -Tú luces exactamente igual. Quizá tienes escondida la fuente de la eterna juventud.

    -No exageres.-Bufó el rubio, aparentando enfado.-De la última vez hasta ahora solo han pasado tres años, obviamente en un periodo tan corto no se puede cambiar demasiado.

    -¿En serio?-Indagó el pelinegro borrando su sonrisa.

    El rubio pensó que realmente deseaba decirle que si había cambiado, quizá no por fuera pero en el interior si había cambiado y que el tiempo citado había sido el más largo y tormentoso de su vida. El hecho era que no sabía en dónde estaba parado y ante ese tipo de situaciones siempre había sido bastante prudente. Sin embargo la vida volvió a sorprenderlo una vez más cuando el hombre frente a él enredó los brazos en su cuello y simplemente lo besó.

    Draco escuchó siempre hablar de grandes oasis en medio del desierto que eran como el paraíso para el caminante errante. En ese momento, cuando sus labios volvieron a tocar los de Harry, sintió exactamente lo que era el paraíso.

    De inmediato aferró al pelinegro y acercándolo a él ahondó en el beso salvaje que no previó, pero que agradeció mientras le mordía los labios y era correspondido.

    -Estos tres años han sido los más largos de mi vida, no sé cómo dices que fue tan corto.-Murmuró Harry, pegando su frente al que simplemente sonrió y besó su mejilla.

    De la incertidumbre con la que se había levantado esa mañana y los miles de pensamientos que atravesaron su cabeza en un segundo, solo quedó la paz que se encuentra después de un largo camino.

    -Estúpido Potter.-Dijo el rubio, volviendo a besarlo.-Al menos hubiera esperado una maldita carta o una llamada por red flu. ¿En Estados Unidos no hay red flu?

    El aludido rió, acomodándose en el cuello del que continuaba abrazándolo.

    -Si hay, pero ambos sabemos lo que habría sucedido si hubiésemos hablado.

    Draco lo sabía. Si Harry hubiera aparecido en su chimenea, estaba completamente seguro como su nombre, que alguno de los dos correría al otro. No hacía falta decirse lo que sentían, eso había quedado claro en su último encuentro. El estar separados los ayudó a concluir con sus responsabilidades. Ambos lo habían requerido porque de otra manera tal vez, no serían quienes eran en ese momento.

    -Hay alguien que quiere conocerte.

    El rubio cerró los ojos, saboreando la voz y las palabras del que besó su cuello antes de volver a enfrentarlo. Estaba consciente de que quizá ese momento nunca llegaría, sobre todo porque a pesar de lo mucho que amaba al idiota frente a él, no tenía la certeza de absolutamente nada. Y pese a que jamás firmó el desligamiento paterno mágico, escucharle decir eso abrió en él cosas, sensaciones y encogimientos que llegaron directo a su corazón.

    Harry se apartó de él y con la mano le señaló a la distancia, donde estaban unos juegos infantiles casi solitarios. Draco miró los ojos verdes que le alentaron y sin nada que pensar simplemente caminó.

    Jamás le diría a nadie que experimentó miedo… terror. No de lo que encontraría sino de todo en realidad. Miedo de él y sus reacciones, miedo de quien deseaba conocerle, miedo de no cumplir expectativas, terror de no poder hacer nada. Pero sus ojos grises se toparon con la solitaria figurita que parecía cantar mientras el pequeño columpio se mecía suavemente. Repentinamente todo el miedo se esfumó.

    Solo un paso de distancia lo separó del columpio y de quien mantenía la cabeza gacha. El tiempo entonces se detuvo y comenzó a moverse muy despacio, casi como si nada existiera. Miró los pequeños pies detener el columpio por completo, elevar el rostro y toparse con los mismos ojos de Harry Potter.

    Al parecer aun no llegaba el momento para dejar de sorprenderse, porque a pesar de que abrió la boca sin tener la menor idea de lo que iba a decir, alguien más lo hizo por él.

    -¡Papá!

    Sintió cómo dos brazos pequeños y delicados envolvían su cintura con fuerza, pero la palabra aun resonaba estridentemente en su cabeza.
    Miró el cabello rubio, igual al suyo, que caía como rayos de sol por la espalda de quien alzó la mirada y le sonrió. Algo en su corazón se rompió, así que bajó hasta quedar frente a frente con la hermosa niña que lo miraba como si no existiera nada más maravilloso en el mundo.

    -Ho… hola.-Saludó, después de que su garganta lo traicionó.

    -Ho-la.-Rió ella, colgándose esta vez del cuello del rubio.-Soy feliz.

    -¿Por qué?-Indagó, sintiendo por primera vez lo que era abrazar un hijo; un hijo que apenas conocía y ya amaba con locura.

    -Papi lo hizo, papi trajo a papá.

    Draco no supo que decir, así que cargó a la pequeña y continuó abrazándola con fuerza. Sus ojos entonces buscaron al hombre que a poca distancia miraba la escena.

    -Pero… ¿cómo?

    -¿Pensaste que no le hablaría de ti?

    No era necesario responder a eso.

    -Desde que fue creada que le hablo de ti. Ella sabe todo de ti.-Sonrió el pelinegro, acercándose un poco más al aun anonadado rubio.

    -Papi tiene una fo-to tu… tu…

    -Tuya.-Ayudó el ojiverde, recibiendo la risita infantil de la niña que besó sonoramente la mejilla del rubio.

    -¿Una fotografía mía?

    Harry le explicaría después, que aquel día, en Woldingham, había tomado una fotografía suya y que esta permanecía enmarcada y cerca de su hija desde el día en que nació.

    -Ambos estamos orgullosos de ti y ella, más que nadie, tenía derecho de saber quién es su otro padre. A pesar de conocerte únicamente por fotografía, ella debía y quería verte.

    Draco no encontraba aun palabras que quisieran salir de su boca, por eso acarició la mejilla de su hija y besó su frente.

    Durante esos años había pensado millones de veces en ese momento, en algunas ocasiones se veía así mismo esperando en algún pub a que alguien, mínimamente parecido a él, se sentara a su lado y le dijera que había ido a buscarlo, a conocerlo después de tanto tiempo porque era su padre. Otras veces se veía así mismo caminando por la calle y topándose accidentalmente con un alguien de cabello negro, ojos grises y anteojos que se disculpara por el tropiezo y luego, casi enseguida, lo reconociera. Las situaciones y lugares diferían de acuerdo a su ánimo o al de su inconsciente, quien se empeñaba al menos una vez al día en recordarle aquello que estaba en algún lugar del mundo y que no conocía. Quizá estaba volviéndose viejo o demasiado sentimentalista, pero la verdad era que no esperaba realmente que ese momento llegara y ahora, que podía tener la realidad frente a él, ciertamente no quiso volver a separarse de ella.

    Harry entendía perfectamente lo que el rubio estaba experimentando en ese momento. Cuando su embarazo fue eminente, charló con su hija y le habló de todo una y otra vez. Cuando ella nació, continuó relatándole cosas de las que seguramente algún día volvería a preguntar. Pero algo que jamás pudo ocultarle o negarle, algo más importante incluso que su herencia mágica, fue hablarle de su otro padre. Del hombre a quien amaba, del que estaba orgulloso y al cual esperaba ver cuando creyera pertinente. El tiempo había avanzado dolorosamente despacio pero cuando supo, no importaba cómo, que las cosas con el rubio habían cambiado un poco, se decidió. Así que ahí estaban y nada podía ser más perfecto.

    -Aun la miro y siento que no la merezco.-Murmuró el rubio, quien solo podía sonreír al monólogo nada cuerdo que su hija sostenía.

    -La mereces, créelo. Como te dije, ambos estamos orgullosos de ti.

    Draco Malfoy había logrado que su apellido se fortaleciera y fuera nuevamente respetado. Tal vez no por todos pero al menos consiguió ganar la lucha que durante tantos años había sostenido. El prestigio, la solemnidad, el respeto una vez más estaban de su lado y por eso, dos años atrás se deshizo definitivamente de la molesta Pansy quien apeló con todas sus fuerzas para evitar el divorcio, pero al final no había ganado. El resto del tiempo se lo dedicó a sus objetivos pues después de aquella noche, donde conoció el verdadero amor, comprendió que las batallas se luchan de frente y no escudadas en apariencias que tarde o temprano caerían. Ahora podía decir que era un hombre libre, sin embargo el hecho de que tuviera una hija, después de todo lo que siempre evitó, le dolía un poco.

    El ojiverde besó la comisura de sus labios y dirigiéndose a la niña que hablaba con su padre de los unicornios que tanto amaba, dijo.

    -Cariño, háblale a papá sobre ti.

    Draco miró atentamente a la niña que parpadeando y sonriendo, pronunció directamente para él.

    -Mi nombre es Dasha Amethyst Malfoy, tendo tes años y mi papi es Harry Potter y mi papá es Draco Malfoy y amo a los unicornios y a mis papis y a los unicornios.

    El rubio sonrió pero no pudo dejar de estremecerse. El nombre era simplemente precioso.

    -Pensé… todo este tiempo pensé que la llamarías…

    -¿Potter?

    Draco asintió, recibiendo una ancha sonrisa.

    -No podría haber hecho eso.

    -¿Por qué?

    -Porque estoy… estamos orgullosos de tu apellido pero sobre todo de ti. Dasha lleva el Malfoy en la sangre y jamás se arrepentirá de ser quien es.

    -Pero no me conoce.

    -Te conoce más de lo que piensas, ¿acaso no ves lo orgullosa que está de ser tu hija?

    Draco volvió a mirar a la niña quien era su viva imagen, a excepción de los ojos, esos eran de su otro padre. Pero el rasgo altivo y la sonrisa que le dedicaba, daban fe a las palabras que Harry acababa de decirle. Su hija era una Malfoy y así siempre sería.

    No pudo evitarlo, besó a Harry de lleno en los labios mientras su interior, al fin y después de tantos años, encontraba la paz absoluta.

    -Después de esto no voy a permitir que se vayan.

    -¿Y quién piensa en hacerlo?

    Los ojos grises no comprendieron.

    -Dasha y yo hemos venido para quedarnos. Claro, si nos aceptas.

    La aludida asintió, colgándose nuevamente al cuello de su padre.

    -¿Estás dispuesto a regresar al mundo mágico por mi?

    Harry había hecho miles de decisiones en su vida pero aquella era, sin lugar a dudas, la más acertada de todas.

    -Por estar contigo, haría lo que fuera.

    No dijeron nada, solo se miraron porque tenían el resto de sus vidas para decirse todo lo que agolpado en sus corazones deseaba salir, pues lo que había nacido de un Trato mágico se transformó en una piedra preciosa regalo de Dios y amada por ellos.

    -¿Papá? ¿Me pompas un unicornio?, ¿y un helado de to...to…late?...no, mejor, mejor quiero un hermanito.

    El par de adultos sonrió, tal vez esa noche el deseo de su hija se haría realidad.

    FIN




    Nota Aclaratoria:

    • Dasha Amethyst, significa: Una piedra preciosa regalo de Dios.
     
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  15. Dan2102
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    Ha sido un fanfic genial :) gracias por todo!

    Estare pendiente de los prox. fanfics. :) Saludos!
     
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32 replies since 12/11/2012, 00:46   2918 views
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