El Beso del Dementor [DRARRY]: Capitulo Final: Desenlace

Cuando el ministerio envía a su mejor auror a capturar al único preso que ha escapado de Azkaban en años. Harry descubre, no solo el origen de los dementores, sino también un amor a contrarreloj

« Older   Newer »
 
  Share  
.
  1. Dan2102
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Ese malnacido del dementor.... Y estoy seguro Lady Margaret es Narcissa.... Pobre Draco!

    Harry tiene que ayudarle!

    Ese monstruo lo violara :(

    contiii!!!!
     
    Top
    .
  2.     +1   -1
     
    .
    Avatar

    I'd tried so fucking hard.

    Group
    100% Hunter
    Posts
    372
    Location
    Falling apart.

    Status
    Anonymous
    como siempre genial
    ojala harry no obedezca a hermione
    conti plis
     
    Top
    .
  3. Kari Tatsumi
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    El beso del Dementor

    Capítulo 7- Hielo




    El vapor condensado su aliento… El suave susurró de la túnica deslizándose por la alfombra…

    Cerró los ojos.

    Temblaba débilmente, y no podía parar de hacerlo.

    La oscura aura se expandió haciéndose más opresiva y aterradora, envolviéndolo suavemente. Se le entrecortó la respiración, la temperatura de la estancia descendió hasta hacerse insoportable. Las velas fueron apagándose una a una, las sombras se alargaron cubriéndolo todo.

    Fuera se escuchó un trueno.

    A pesar de saber que su temperatura era baja parecía que estuviese respirando vapor de hielo.

    La situación, demasiado similar a su estancia en la celda y a la enfermedad que casi lo había matado, le produjo terror, desesperación… las costillas oprimieron sus pulmones brutalmente.

    El dolor se iba extendiendo a todo su cuerpo por el esfuerzo que suponía estar soportando la asfixiante presencia, apenas percibida como un susurro de oscuridad que poco a poco se adentrase en su cabeza, en su cuerpo, en su corazón…invadiéndolo, arrastrándolo. Haciendo desaparecer en las tinieblas sus esperanzas y sueños, lenta y concienzudamente.

    Contuvo un gemido de miedo y se abrazó un poco más fuerte. La sangre caliente de sus palmas empezó a manchar su túnica de un carmesí precioso. Allá donde se agarraba a la tela tratando de encontrar consuelo, aparecían manchas de un rojo profundo como pétalos de rosa.

    El oscuro señor se detuvo frente a él, la anticipación, el miedo y el espanto de saber lo que le esperaba fueron demasiado para continuar callado.

    -Por favor no… - su voz sonó rota como un vaso de cristal haciéndose añicos.

    A pesar de tener los parpados cerrados ponía sentir la humedad que amenazaba con empapar sus pestañas. El odio hacia sí mismo creció hasta hacerse insoportable.

    El silencio reinaba en la estancia…ni un susurro, ni un crujido, ni siquiera el sonido de otra respiración que no fuese el doloroso arrastrarse de la suya.

    Tomó aire temblorosamente, una convulsión pareció estremecerlo por el esfuerzo.

    -Por favor…-repitió aún más quebradamente. El esfuerzo de hablar cobrándose el escaso oxígeno de sus pulmones. Sintiéndose asqueado por su propia cobardía. Pero incapaz de soportar aquello callado, simplemente no podía, tenía tanto miedo… "No puedo volver a pasar por eso." Pensó casi en su sollozo.

    Podía sentir el aura tan cerca…. el aliento de la muerte rozando su piel. Una presencia estática, eléctrica, que lo atraía y espantaba a la vez. Tenía ganas de echarse a llorar, de arrojarse a sus pies y suplicar, pero un retazo, apenas un vestigio, del orgulloso Malfoy que había sido, se negaba a ceder el último pedazo de su dignidad.

    Su cuerpo tan tenso como la cuerda de un violín, permanecía paralizado incapaz de reaccionar.

    Las manos huesudas del Lord Dementor apoyándose en sus hombros…

    La sensación… Draco reculó. Tan frío y aterrador… que le arrancó el poco oxígeno que había logrado coger de los pulmones. Comenzó a toser incapaz de obligarse a tomar aire, su garganta estaba seca como si hubiese tragado polvo…o ceniza. Otra convulsión lo sobrevino, como una reacción desesperada de su cuerpo por tomar aire. Pero nada llegó a sus pulmones. Se llevó las manos al pecho donde su corazón bombeaba la sangre como enloquecido, abrió los ojos llenos de lágrimas. Un gris tan brillante y brumoso como un día de lluvia. Detrás de la figura del Lord Dementor, fuera, la tormenta había roto. "Está lloviendo…" la humedad en sus mejillas…y en la apagada vidriera. Comenzó a caer hacia adelante… su cuerpo dejó de sostenerlo…se derrumbó sobre la desgastada alfombra. La sensación de la lana bajo su mejilla…"Es… cálido…" Las gotas deslizándose por el cristal… oscuridad.

    Al abrir los ojos el dolor estuvo a punto de devolverlo a la inconsciencia. Los cerró en un acto reflejo esperando que todo dejara de darle vueltas.

    Un débil gemido escapó de entre sus labios agrietados. ¿Qué había pasado? El recuerdo hizo que se tensara, lo que le provocó un violento ataque de tos al resentirse sus maltrechos pulmones.

    Cuando finalmente logró sobreponerse, respirando trabajosamente. Se dio cuenta de que no sentía el aura del Lord Dementor. "Entonces me ha dejado solo. De momento." No se hacía ilusiones de que su castigo estuviese terminado. Tomó aire para tranquilizarse y comenzó a analizar la situación.

    "Está bien…me duele… ¿Tengo algo roto?" Por experiencia sabía que cualquier otra herida sería más o menos bien curada por su magia interna, pero una rotura… para eso necesitaría ayuda, y no sabía aún si podría contar con alguna en su presente situación.

    Trató de hacerse una idea de la magnitud del daño que parecía haber recibido. Movió suavemente cada miembro evaluando la respuesta de cada uno. "Está bien, no parece que tenga ni los brazos ni las piernas rotas. Pero estoy encadenado" El tintineo del metal cuando realizó los movimientos así parecía indicarlo. "Y tumbado… ¿en un charco?" Sentía la humedad calándolo. Algún líquido helado. "No creo que sea sangre, si fuese sangre fría, estaría seca y pegajosa, no líquida." La superficie sobre la que estaba echado parecía sólida. "Piedra… ¿una celda?" Tragó convulsamente. Lentamente abrió los ojos.

    Se encontraba en un espacio de paredes de piedra apenas iluminado por una antorcha, cuya macilenta luz solo conseguía hacer más profundas las sombras. La humedad parecía calar el ambiente y efectivamente el suelo estaba encharcado. Algo de verdín crecía en las paredes. La puerta de metal hechizado que estaba frente a él parecía ser la única entrada, y no había ventanas.

    "Al menos no es tan pequeña como mi antigua celda." El pensamiento no fue de ningún consuelo.

    Incapaz de moverse miró al techo volcándose por entero en las manchas de humedad que veteaban la piedra. Cualquier cosa que lo distrajese contra el pánico y los recuerdos…

    "¿Crees que vales algo? No le importas a nadie…"

    "Tendrías que haber muerto…"

    "Abre las piernas para tu amo…"


    Cerró los ojos fuertemente. Necesitaba olvidar, necesitaba evadirse. Sintió que la respiración se le aceleraba.

    "Por favor no, por favor no…"

    "¡Basta! ¡No quiero recordarlo!"

    Apretó la mandíbula y se concentró en hundir aquellos recuerdos en lo más hondo de su mente.

    ""-Hey, tranquilo, no voy a hacerte daño.

    -¿Porqué te asusta tanto que sepa que puedes hablar?

    -¿Ve...Vendrás al menos a verme?

    -Todos los días, te lo prometo"


    "Harry…" El recuerdo del auror lo calentó por dentro alejando las pesadillas.

    Finalmente el chirrido de la puerta al abrirse llegó a sus oídos.

    El Lord Dementor.

    El agua sobre la que se encontraba tumbado se escarchó al contacto con la túnica del terrible señor. Sintió como se formaba hielo en su cabello y en su propia túnica. El aliento que salía de sus labios se convirtió en vapor.

    -Confío en que hayas tenido tiempo para pensar en tus actos.- siseó levemente deteniéndose a su lado. Draco no se dignó a contestarle. "Ahora no, necesitas descansar." La amabilidad de Harry…

    Desde su posición en el suelo pudo ver que llevaba algo en la mano. Una caja dorada y finamente labrada.

    -Ya veo…Creía que ya habíamos superado esto, Draco. –dijo amablemente, como si reprendiese a un niño desobediente.

    El blanco se limitó a devolverle una mirada fría como el hielo de su cabello. Desde que había despertado en la celda el poco espíritu que le quedaba parecía haberse reavivado. "¿Qué he estado haciendo?" Los últimos días su voluntad se había ido extinguiendo poco a poco, y lentamente había empezado a convertirse en otra de las fieles marionetas del Lord Dementor. Pero extrañamente ahora parecía haberse roto esa capa helada que había estado a punto de esclavizarlo. ¿Por qué? "Trata de dormir un poco, hablaremos por la mañana." La calidez de esas palabras pareció derretir el helor que la presencia del Lord parecía querer verter en sus entrañas. "¡¿Es porque me estoy acordando de Potter?"

    Perplejo miró al monstruo que lo acechaba.

    El Lord Dementor frunció el ceño. Había algo en Draco que no había estado allí la última vez. "Creía que ya había acabado con casi todos sus recuerdos felices" Molesto por la demora en el vaciado de los desagradables retazos de humanidad propinó un puntapié al preso.

    Draco contuvo el grito de dolor que le produjo el golpe. "Definitivamente tengo al menos una costilla rota." El puntapié parecía haber tocado una rotura que debió haber recibido mientras estaba inconsciente. Apretó los dientes contra el dolor. "Un verde tan intenso como el avada kedavra, cálido como un hechizo de calor" La mirada del auror. Pensar en ello le alivió un poco.

    El Lord Dementor retrocedió un paso al percibir la presencia de un recuerdo agradable.

    "Habrá que darle otra cosa en que pensar" Una risa siseante y cruel escapó de su garganta ante lo que había planeado hacer con el joven rubio.

    Se sentó a su lado con una sonrisa que destilaba veneno.

    Draco tragó saliva. Esa sonrisa le produjo escalofríos. "Acurrucado entre los brazos del auror dejándose envolver por su calidez."

    El Lord Dementor mostró lo dientes en un rictus de desagrado, cuando, después de un leve estremecimiento, la mirada que recibió de Draco fue limpia como cristal. Sin miedo.

    Lo agarró brutalmente por la barbilla girándole la cabeza hacia él.

    -¿Crees que puedes combatirme con un par de ridículos recuerdos?- le siseo amenazante.

    El aliento helado del monstruo le rozó el rostro, olía a muerte y putrefacción. La mano en su barbilla amenazaba con romperle la mandíbula.

    Hizo acopio de voluntad. "Hundió suavemente la nariz en el abrigo de Harry, olía a jabón, a sudor y a algo poderosamente masculino" Un estremecimiento de placer lo recorrió al recordarlo.

    Asqueado, el Lord Dementor hundió las garras en su mejilla haciendo que la sangre resbalara por el mentón de Draco, y manchara de nuevo la blancura de su túnica.

    -Está bien… pensaba darte mi regalo más tarde pero veo que estás impaciente por recibirlo.- dijo maliciosamente, liberándolo de la presa. La cabeza de Draco chocó contra la piedra al ser liberada, pero se las arregló para contener cualquier expresión de dolor.

    Las manos huesudas del Lord Dementor rasgaron sin ningún miramiento su blanca, y ya de por sí, maltrecha túnica. Exponiendo a la débil luz de la antorcha una piel blanca como porcelana, cruzada una y otra vez por cicatrices de torturas pasadas. Algunas todavía en proceso de curación. La extrema delgadez hacía que sus costillas fueran claramente visibles, las clavículas se marcaban como un collar de hueso. Sin embargo, de una manera que bordeaba las lágrimas, resultaba hermoso. La esbeltez de la figura, las perfectas proporciones, la cremosa piel, la increíblemente estrecha cintura…todo él hablaba de la elegancia solo propia de un pura sangre.

    -Hermoso…- murmuró el Lord Dementor acariciando posesivamente la plana extensión de su vientre.

    Asqueado, Draco buscó en su mente algo lo bastante intenso para repelerlo, pero no conseguía recordar nada lo bastante cálido, lo bastante agradable y envolvente para ello.

    "Piensa Draco PIENSA. ¿O es que vas a dejar que este monstruo te…?" Se estremeció de repugnancia y sintió nauseas. La leve risa siseante del Lord llegó a sus oídos. Sus manos comenzaron a descender hacia sus muslos "¡Tengo que pararlo ya!"

    "Reconfortante…cálido…-imaginó los brazos del auror rodeando su cuerpo, suave, muy suavemente- "Sintió que las manos avanzaban más despacio. "Su olor… A jabón, a sudor…a Harry. –Suspiró plácidamente, se sentía tan bien…protegido-." Las manos se detuvieron completamente a la altura de su cintura. "Su pecho, fuerte y amplio, cobijándolo….El roce de sus revueltos cabellos en el rostro…haciéndole cosquillas…- sonrió levemente." Las frías palmas abandonaron su cuerpo. "La suavidad de su piel tostada… el intenso verde de sus ojos…. –emitió un delicado gemido- el roce de sus labios…"

    Una bofetada lo sacó de las ensoñaciones en las que ni siquiera se había dado cuenta de que se había hundido.

    El Lord Dementor estaba furibundo. No sabía en quien había estado pensando Draco, pero había percibido la minúscula chispa de amor. Pequeñísima, apenas viva, pero tan hermosa. Se sintió asqueado. Repelido y furioso de percibir un sentimiento que él hacía mucho que había olvidado, si es que alguna vez lo conoció. Por un instante deseó matarlo…pero logró retener el impulso. "¿Para qué matarlo? Cuando acabe con él, si que deseará estar muerto….Y será mío." Rió desquiciadamente.

    Draco tragó saliva ante el loco sonido, mezcla de siseo y carcajada. Y aún se sintió peor al sentir como la criatura acariciaba su mejilla en una burlona imitación de afecto.

    -Con que esas tenemos… ¿um?- dijo dulcemente. Se inclinó hasta rozar con los labios su oído. – Tendrás tiempo de arrepentirte….Y suplicar.- susurró antes de apartarse.

    -Confío es que te gustará mi regalo.- dijo, como si estuviera conversando con un amante. Abrió la caja dorada que había traído con él.

    Draco observó como la giraba para mostrarle el contenido.

    Dentro de la caja había unas dos docenas de magníficas agujas doradas. Tan largas como su mano, brillaban levemente bajo la luz de la antorcha. Finas como alfileres, y llenas de exquisitos labrados. Verdaderas obras de arte.

    -Son preciosas ¿Verdad? Me las regaló mi padre.- Cogió una y empezó a girarla entre sus dedos admirándola - De oro, hechas a mano. Están hechizadas para que solo alguien de nuestro linaje pueda sacarla una vez clavada. –Dijo amablemente, mostrándosela.- Originalmente eran para hacer disecciones. Así se evitaba que otra persona estropeara el experimento, o pudiese robarlas. Pero ya ves… no creo que mi padre pensase en que más usos podía tener un hechizo así, ¿verdad?- sonrió, y la luz hizo destellar la dorada herramienta.

    "Lo abrazó un poco más fuerte."

    -Yo también les di mi toque personal.- dijo apoyando la afilada punta en el pecho de su inmovilizada víctima.

    Draco contuvo el aliento, pero no apartó la mirada. "Nada de lo que diga va a servir para detenerlo."

    -Verás… les añadí otro hechizo, para que en caso de ser clavadas en una criatura viva… reaccionasen de forma un poco diferente. Provocan tremendos dolores a la víctima, una sola puede paralizarte un miembro, pero si te clavasen más de cinco.... fiebre, nauseas…sientes como si te murieras. Pero tranquilo, están preparadas para impedir que eso suceda. Sin descanso, ni alivio, hasta que yo decida extraerlas. – clavó la punta en su pecho tan fácilmente como si hubiera sido mantequilla. Una horrible descarga de dolor atenazó a Draco, que de no haber estado encadenado se habría convulsionado. Emitió un débil gemido.

    -¿Te ha gustado?- susurró el Lord en su oído, lamiendo el lóbulo sensualmente. El joven aristócrata se negó a contestar, volviendo orgullosamente el rostro hacia el otro lado.

    -Como quieras.- lentamente, muy lentamente, hundió la aguja hasta que solo quedó una gota dorada sobre la piel, como si de un adorno se tratara. La sangre manando lentamente, creando un hilo carmesí que contrastaba bellamente con la destrozada y pálida piel.

    El dolor era horrible… se convulsionó con cada milímetro que era introducido en su cuerpo, revolviéndose contra las cadenas, incapaz de escapar de ello. Las lágrimas de dolor inundaron sus ojos y comenzaron a deslizarse por su mejilla…antes de escarcharse sobre la pálida piel. Gritos desgarradores escaparon de su garganta.

    -Si…disfruta Draco.

    Habían pasado tres días.

    Tres días de registrar la torre, de vigilar a los guardias, y de buscar en los libros que MacGonnagal les había mandado con Hedwing. Todo sin resultado. Y sin embargo había estado desapareciendo mucha más comida de la habitual de las cocina sin que nadie hubiera visto nada.

    -¿Cómo lo consigue?- Ron indignado daba vueltas por la sala de los guardias como un tigre enjaulado.

    En ese momento estaban los tres aurores solos en uno de los raros momentos en que lograban librarse sin sospechas de ambos guardias. Que en ese momento se estaban ocupando de sus tareas en la prisión, mientras, un par de elfos domésticos vigilaban las cocinas.

    Hermione sentada ante el fuego rodeada de pesados volúmenes. En ese momento ojeaba otro, ignorando el mal humor de Ron y la extraña actitud de Harry, que no hacía otra cosa que murmurar alguna afirmación de vez en cuando mientras miraba a las musarañas.

    -¡¿Me estáis escuchando?- Harry se sobresaltó y Mione levantó la vista.

    -Sí, sí…te escuchaba Ron.- murmuró el auror moreno.

    -Ya… ¿Y que acabo de decir?- dijo su amigo cruzándose de brazos molesto porque le ignoraran.

    -… - Harry miró hacia otro lado tratando de ocultar su culpabilidad. Ron echó las manos al cielo.

    -Lo que yo decía. Ni caso.

    -Ron no seas crío, otras veces nos hemos encontrado con situaciones difíciles. –intervino Hermione levantando finalmente la vista del libro. El pelirrojo suspiró y se dejó caer a su lado.

    -Ya lo sé…es solo que no tenemos ni una pista. Nada. Desde que llegamos aquí todo han sido conjeturas. Es como tratar de atrapar humo. Yo digo que interroguemos a los guardias.

    -Ya lo hemos hablado Ron. No podemos sin permiso del ministerio, y para solicitar algo así tendríamos que tener pruebas que nos respaldaran. Sobre todo porque ya fueron interrogados antes de llegar nosotros.- el pelirrojo se revolvió el pelo frustrado.

    -Entonces es que no sé qué podemos hacer.

    Harry se levantó y comenzó a pasearse pensativo. Finalmente se detuvo y miró a sus amigos con una mirada de determinación inquebrantable.

    -Vale. Tendremos que repasar lo que ya tenemos. Tu Hermione, vuelve a los sótanos a ver si eres capaz de conseguir algún detalle más de Zabini.- Mione asintió y comenzó a reducir los libros para volver a guardárselos en el bolsillo.- Ron, tú a la cocina. Se me ocurre que aunque nosotros no hayamos logrado descubrir nada, los elfos domésticos que trabajan allí tienen que haber visto algo.

    -Ya les preguntamos Harry, no sabían quien la había cogido.- dijo su amigo cansinamente.

    -Tú lo has dicho, quien. ¿Y si nos equivocamos y no ha sido un quién, sino un qué?

    -¿Un que…?... Podría ser….- comenzó levantándose de inmediato con energías renovadas.- ¡!- rápidamente se hizo con su abrigo. –Nos vemos en la cena. Suerte. –se despidió apresuradamente por encima del hombro mientras salía por la puerta.

    Cuando se hubo cerrado tras él Hermione se acercó a su amigo moreno.

    -Harry. ¿Y tú?- inquirió seriamente.

    -¿Yo?- preguntó como si no hubiese entendido la pregunta de su amiga.

    -Ya sabes a lo que me refiero. ¿No irás a volver a la torre, verdad?

    -… Es lógico que sea yo quien lo haga, ya he estado allí. Además tú fuiste quien habló con Zabini, a ti será más dificil que se te escape algún detalle. –Hermione lo agarró del brazo antes de que intentara sacar el abrigo de invisibilidad de la mochila.

    -A la torre también podría haber ido Ron.

    -Pero yo ya había estado antes.- dijo sin apartar la mirada de la mochila. Su voz monótona, sin inflexión ninguna intranquilizó a la pelirroja.

    -Precisamente. Harry, ya habíamos hablado de esto. Prometiste que no lo buscarías hasta haber resuelto el caso. – le recordó seriamente.

    -Ya lo sé. No voy para verlo a él Mione.- la dura mirada verde como cristal que recibió al girarse el auror hizo retroceder a Hermione.

    -Está bien.- le soltó el brazo. – Ten cuidado.

    -¿No lo tengo siempre?- inquirió con una sonrisa torcida. Recogió el abrigo y salió dejando a una intranquila Hermione sola.

    Suspiró mientras avanzaba hacia la envejecida puerta. Desde que le había prometido a Hermione que no iría a ver al pequeño blanco se había estado sintiendo intranquilo. En su cabeza no paraba de taladrar la sensación de que algo espantoso le había pasado. Sintió de nuevo el azote de culpabilidad cuando apoyó la mano en el picaporte. Furioso consigo mismo lo aplastó salvajemente. "Primero tengo que acabar la misión." Las palabras de Hermione acerca de que su irresponsabilidad acabaría por poner en peligro a la gente del mundo mágico volvieron a su mente. Con renovada determinación abrió la puerta y comenzó a avanzar pasillo adelante.

    Lady Margaret miró tristemente la rana de chocolate que había conseguido de la mochila de uno de los aurores. El papel dorado de la envoltura brillaba bajo la luz de las velas que adornaban el pasillo.

    -Espero que esto si lo coma…- apretó la caja contra su pecho. Sabía que era arriesgado pero…su pequeño no había probado bocado desde hacía tres días. Desde que lo encontró en el suelo de su propia habitación en un charco de sangre. Delirando, temblando sin parar, consumido por la fiebre… Su túnica no más que unos retazos destrozados y ensangrentados. Y aquellos adornos dorados… la sangre parecía manar de ellos. Había intentado sacarlos, pero no había podido, y el solo hecho de tocarlos lo había hecho gritar desgarradoramente.

    Lo arrastró como pudo a la cama, y corrió desesperadamente en busca de ayuda, pero… El Lord Dementor no había querido ayudarla. Dijo que Draco lo merecía, que era su castigo. Margaret no sabía que podría haber hecho el pequeño para merecer algo así. Había rogado, suplicado ayuda para él. .. Pero…

    Después de eso no se había atrevido a pedir ayuda al resto de dementores. Si el Lord Oscuro decía que lo merecía nadie se atrevería contradecirlo. Pero no podía dejarlo en ese estado.

    Se hizo con una palangana de agua tibia y regresó con Draco.

    Durante los siguientes días estuvo limpiando sus heridas. Aplicando compresas frías en su frente, aunque la fiebre no había hecho más que aumentar. Procurando evitar que se hiriera cuando sufría espasmos debido al dolor…

    Observando destrozada como su condición empeoraba día a día.

    Había estado intentando alimentarlo, pero no conseguía que tragara más que un poco de agua. Parecía incapaz de retener ninguna otra cosa. En una ocasión había tratado incluso de darle un pequeño recuerdo. La reacción había sido tan violenta, que creyó que las convulsiones lo matarían.

    No había vuelto a intentarlo.

    Esta pieza de chocolate, rapiñada de los visitantes, era el único alimento que sabía con certeza le haría algún efecto. No sabía si sería beneficioso, o dañino… pero si no hacía algo pronto, creía que Draco moriría igualmente.

    Se apartó de la pared del pasillo donde había estado apoyada y echó a andar hacia su cuarto.

    Cuando entró tuvo que ahogar un sollozo.

    En el centro de la enorme cama Draco parecía poco más que un muñeco de trapo. Su túnica se había recuperado un poco, y ahora parecía más un harapo sucio que otra cosa. Temblaba como una hoja.

    Gimió débilmente incapaz de emitir ningún otro sonido a través de una garganta que ya llevaba tres días en carne viva, destrozada tras emitir un grito tras otro, una y otra vez, hasta que ya no fue capaz de nada más.

    Cuando el Lord Dementor había acabado con él había perdido la cuenta de todas las veces en que se había desmayado, solo para ser despertado de nuevo por el terrible dolor de una nueva aguja perforando su piel.

    Finalmente, tras perder por última vez la conciencia, había sido arrastrado de vuelta a su habitación por William.

    "Golpeó el suelo brutalmente.

    El dolor casi volvió a sumirlo en la inconsciencia, y lamentó que no lo hubiese hecho.

    Percibió vagamente que William volvía a dejar la habitación cerrando la puerta tras él y

    gimió débilmente, le dolía tanto… no podía moverse. Empezó a llorar en silencio, sin fuerzas para nada más.

    "Olía a jabón, a sudor y a algo poderosamente masculino, de algún modo resultaba reconfortante.

    Calidez y de seguridad.

    Se sentía protegido, a salvo de todo el horror que había tenido que sufrir."

    "-Vendré todos los días, te lo prometo."

    "Harry… ¿Dónde estás?"

    Dolía tantísimo…"


    De eso hacía tres días.

    Margaret se sentó en la esquina de la cama, cogió el paño ya seco de la frente de Draco y lo humedeció en el balde que había en la mesilla. Cuidadosamente volvió a aplicárselo. Observó aprensiva la trabajosa respiración de su pequeño. La forma en que sus músculos se contraían dolorosamente bajo la piel. La palidez casi azul de sus labios…

    Sacó la rana de chocolate de su bolsillo y tras mirarla un momento más abrió la caja. La pequeña creación de chocolate trató de salir saltando, pero Lady Margaret logró cazarla a duras penas antes de que escapase.

    -Menos mal.- suspiró aliviada de que el dulce no hubiese conseguido huir.

    Miró al agonizante rubio, miró a la rana.

    Finalmente arrancó una de las patas al batracio chocolateado. Suavemente echo hacia atrás la cabeza de Draco. Desmigó la porción de chocolate y se la introdujo en la boca. Le dio un poco de agua para ayudarlo a tragar y masajeó su garganta. El joven tragó convulsamente. Margaret lo miró expectante.

    Las plateadas pestañas se estremecieron, finalmente, Draco abrió cansadamente los ojos.

    Acababa de entrar en la torre cuando una exclamación proveniente de una de las habitaciones hizo que se detuviera. Algo chocó contra su zapato.

    Al bajar la vista extrañado vio como una rana de chocolate escapaba saltando a tres patas.
     
    Top
    .
  4. Dan2102
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Contiiii quiero saber que hará Harry :(

    Pobre Draco!

    Tan indefenso!

    Conti :(
     
    Top
    .
  5. Kari Tatsumi
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    El beso del Dementor

    Capítulo 8 –Principio.



    Los parpados volvieron a cerrarse cubriendo los irises grises.

    Margaret dejó que el aire que había estado conteniendo se le escapará en un suspiro desilusionado.

    -¿Draco?- Pero su pequeño no volvió a moverse. Se dejó caer pesadamente en la silla junto a la cama. "Creía que había funcionado, pero…" Se le hundieron los hombros. Con cuidado de no hacerle daño cogió la pálida e inerte mano entre las suyas. Tiernamente comenzó a acariciarla, tratando de consolarse de que al menos seguía con vida. ¿Pero por cuanto?

    Si no empezaba a recuperarse pronto… sacudió la cabeza. Se negaba a pensar en ello. Si, los dementores no morían. Pero Draco… "Todavía no es un dementor del todo. Tal como está su alma ya está en un estado muy precario. No del todo libre, no del todo atada. Si se muere ahora…" No sabía lo que podía pasarle si moría. "¿Qué puedo hacer?" Apoyó la cabeza en el borde de la cama.




    "¿Chocolate en una torre llena de dementores?" Solo podía significar una cosa. Alguien que no era una de aquellas criaturas había entrado.

    "Tienen que ser los guardias o Malfoy."

    Miró en la dirección por la que había venido la rana. Una de las puertas del pasillo parecía estar entreabierta.

    Silencioso como una sombra comenzó a avanzar hacia ella. La varita en la mano, preparado para atacar o defenderse según lo que encontrase. Los sentidos atentos a cualquier signo de peligro. Desplegando toda la gracia depredadora de un gran felino.

    Entonces lo sintió. Dentro de lo que era la propia aura helada de la torre había otra presencia fría e inquietante, le produjo un leve cosquilleo que trataba de insuflarle miedo. Se sacudió la sensación sin miramientos. "Un dementor"

    Apoyó la mano en el quicio y abriendo un poco más la puerta se deslizó dentro oculto bajo su abrigo de invisibilidad. Al entrar se detuvo un instante escaneando la habitación con la mirada, estudiando cuidadosamente el entorno y sus ocupantes.

    La macilenta luz del día nublado iluminaba la estancia haciendo que todo se viera con un matiz gris y deprimente.

    En el asiento de piedra que había bajo la ventana, vendas y toallas manchadas de sangre se habían acumulado en un revoltijo blanco sucio, y rojo apagado. En la mesa que había en el centro de la habitación, los platos de comida sin tocar se apilaban desordenadamente, algunos ya en estado de putrefacción. La chimenea casi apagada, cubierta de cenizas, había manchado la desgastada alfombra dejándola ennegrecida y sucia.

    Conocía aquella habitación.

    Sintió como se le helaba la sangre.

    Desde que empezó la guerra, desde que perdió a su padrino, a Sirius. Había luchado para impedir que jamás, jamás, algo así volviese a suceder. Había entrenado sin descanso, su magia, su mente, su cuerpo. Para no tener que sentir nunca más el vacio espantoso que producía saber que pudo haber hecho más. Que pudo haber salvado a alguien más. Que el sufrimiento de alguien era causado por que él no había hecho lo correcto, no había sido lo bastante rápido, o había estado lo bastante atento.

    Y lo había conseguido.

    Era el mejor de la división de aurores. La razón por la que luchaba. "Para ayudar a la gente." Y si, quería ayudar a toda la gente que vivía fuera de Azcaban, pero nunca, jamás, había querido sacrificar a una criatura inocente para ello. Y desde luego no a él….

    "Este es el cuarto del pequeño blanco." La culpa mordisqueó cruelmente su consciencia.

    Tomó aire preparándose para lo peor. Lentamente se volvió hacia la cama.

    Un dementor…Un dementor común estaba sentado en una silla ante la cama, encogido sobre sí mismo. "Ese dementor…" Recordó al dementor que había entrado corriendo a ayudar al blanco cuando este sufrió el ataque de pánico. Parecía estar guardando a alguien postrado en el lecho, pero desde su posición no podía verlo bien.

    "¿Ven…vendrás al menos a verme?"

    "No puede ser él." Todo él se reveló ante la idea de que el pequeño dementor…

    Comenzó a acercarse.

    "Si…si pudieras…creo que podría resistirlo."

    "Por favor que no sea él." Rogó interiormente.

    Con cada paso que daba se hacía más claro el recuerdo del pequeño dementor.

    Los delicados temblores de su cuerpo mientras se estremecía un sollozo tras otro.

    El susurro quebrado de su voz. Como si las palabras fuesen un esfuerzo para su frágil cuerpo.

    La inmensa suavidad de su túnica. Más suave que cualquier seda, más delicada que la tela de araña. Cálida y helada a un tiempo.

    La fragilidad de su figura entre sus brazos. Su extrema delgadez. La sensación de las costillas bajos sus manos.

    "Te lo juro, vendré todos los días."

    La triste luz apenas llegaba al interior de los cortinajes… Blanco… El aliento murió en los labios del auror.

    La pequeña criatura parecía un desmadejado muñeco de trapo que hubiese sido abandonado en el gigantesco lecho. Su preciosa túnica blanca, rasgada, destrozada, convertida en un harapo sucio de sangre y ceniza. La pálida piel apenas entrevista, cubierta por heridas una y otra vez, sangrantes, apenas cerradas, costras, cicatrices…debía de haber sido torturado durante meses… El modo tan doloroso en que se esforzaba por tomar aire, como si no fuese capaz de llevar el oxígeno a sus pulmones. Las manchas rojas que empapaban las sábanas a su alrededor… Temblaba débilmente, enfebrecido.

    "Te conozco, así que ahora mismo prométeme que no iras a verle."

    "Está bien…te lo prometo."


    La culpa lo golpeó brutalmente. Dio un paso atrás. Sintió que vomitaría pero logró contener el instinto.

    Había estado tan asustado…Sabía que le estaba pasando algo... Y lo abandonó. Le rogó que se quedara, ¿Cómo había podido dejar que le hicieran algo así? Apretó los dientes y se llevó la mano al pecho, donde su corazón parecía una roca que tratase de bombear hielo. "No voy a dejar que le vuelvan a hacer daño." Sabía que era imposible pagar por lo que le había hecho, pero estaba decidido a evitar que se repitiera.

    El pequeño se estremeció y comenzó a toser violentamente. Margaret se apresuró a sostenerlo mientras dolorosamente vaciaba sangre y bilis en una palangana junto a la cama. El cuerpo se le estremeció por el esfuerzo que le supuso resistir el deseo de ir a su lado y sostener su frágil cuerpo, acariciarlo y calmarlo hasta que pasase el ataque.

    El deseo de proteger a aquella pálida criatura, herida, agotada, indefensa, arraigó con la intensidad de una llamarada en su corazón. Un fuego que conocía muy bien. La misma salvaje determinación que lo había conducido a entrar en la cámara de los secretos y enfrentarse a un basilisco con sólo doce años, para salvar a una chica que prácticamente no conocía era lo que lo alimentaba.

    Observó un instante como el otro dementor limpiaba al blanco con un paño sucio.

    Con la mirada clavada en ellos, deseó fervientemente ser él quien estuviese limpiando esos pálidos labios, apenas entrevistos bajo la tela de la capucha. Las manos le temblaron por el esfuerzo de mantenerlas quietas, deseaba tanto envolverlo entre sus brazos…Sin embargo una certeza se abrió camino en su mente. No estaba recibiendo el tratamiento que necesitaba. Si seguía así las infecciones podrían matarle.

    "Los dementores no pueden morir." Eso había dicho su amiga, pero actualmente no estaba dispuesto a arriesgarse a creer en sus palabras.

    Podía cuidar de él, había recibido entrenamiento médico en la división de aurores. Al menos hacer que estuviese mejor atendido…y seguro. " Dios… si hubiera venido como prometí podía haber evitado que pasara esto." El pensamiento solo sirvió para aumentar la culpabilidad que lo consumía.

    El otro lo arropó cuidadosamente mientras el pequeño blanco temblaba, estremeciéndose una y otra vez.

    Parecía estar cada vez peor.

    "Quien quiera que le haya hecho eso ha tenido que ser otro dementor. ¿Qué otra criatura sería capaz de hacerle algo así a uno de ellos?" Levantó la mirada. La visión del pequeño blanco en ese estado… la frialdad en ella habría asustado a quien la hubiera visto. "Cuando sepa cual, voy a hacer que desee ser capaz de morirse." Su mirada se heló completamente con el reflejo verde del avada kedavra. Los platos en la mesa, los cristales de las ventanas…temblaron, se resquebrajaron y explotaron casi en el acto. Esparciendo cristal y loza por el suelo en una violenta oleada que hizo temblar también los muebles. Margaret se incorporó con un grito en los labios.

    Harry retuvo su poder con rienda de acero, controlándose. Ahora mismo había algo mucho más importante que la venganza. "No puedo dejar que el pequeño siga en la torre, aquí está en peligro." No parecía que el otro dementor quisiera hacerle daño al pequeño, pero igualmente podría informar al Lord Dementor si lo veía allí, y tenía la intuición de que el culpable del estado del pequeño blanco era él. Apuntó con la varita al dementor que en ese momento miraba en todas direcciones atemorizado.

    -¡Specto Patronum!




    Todo estaba silencioso como la última vez que bajó a los sótanos. El olor de las algas muertas, el verdín de las paredes, la humedad del ambiente, el suelo encharcado hasta prácticamente las rodillas… todo contribuía a convertir el entorno en algo inquietante y desagradable. Se arropó mejor con el abrigo, aquí abajo hacía más frío que en las plantas superiores. Pero lo peor era el silencio. Bajo el nivel del mar era donde estaban los vampiros, ahora dormidos durante el día. Viéndolos tan pálidos e inmóviles en sus catres… era casi como pasear por la morgue. Hermione sacudió la cabeza para sacarse aquella estúpida idea de encima antes de que empezara a ponerse nerviosa. "Cuanto antes hable con Zabini, antes podré salir de aquí." Echó a andar con más ímpetu, chapoteando ruidosamente…hasta que algo la puso en alerta.

    "¿Qué es eso?" Aguzó el oído sin dejar de caminar. Había otro sonido a su espalda. Alguien parecía estar siguiéndola. Siguió avanzando fingiendo que no se había dado cuenta. "Será alguno de los guardias." No había en Azkaban nadie más con motivos para seguirla que ellos y Malfoy. Y dudaba que Malfoy fuese tan estúpido. "Vamos a ver que pretende." Siguió avanzando como si no se hubiera dado cuenta de nada. El chapoteo cada vez era más fuerte. Podía escucharlo acercándose, cercándola. "Un momento…no está siendo sigiloso. No es que me esté siguiendo… ¡Viene a por mí! De repente…

    -¡Auuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuuhhh!- Se volvió. Justo a tiempo de ver a Fenrrir Greyback al otro extremo del pasillo. El monstruo también la vio a ella… Hermione echó a correr. La bestia se agazapó mostrando unos dientes amarillentos y bestiales. La caza había comenzado.

    Sabía que ante él sus hechizos no serían efectivos. Lo había visto en combate durante la guerra. Hicieron falta cuatro aurores solo para inmovilizarlo. "Tengo que llegar al siguiente nivel. Si cruzo la barrera entre planta y planta no podrá seguirme." Sabía que esa era su única oportunidad. Una risa lobuna y chirriante puso a Hermione los pelos de punta. "¡Corre!"

    Le dolían las piernas, los pulmones le ardían. Detrás de ella podía escuchar a Fenrrir cada vez más cerca. Su corazón latía como enloquecido. "Solo un poco más" Solo tenía que doblar la esquina para llegar a las escaleras. Se encontraba en una zona muy profunda del cuarto sótano, cerca de la celda de Zabini. Aquí había otra salida, lo sabía por el mapa de Azkaban que les había amostrado Henry. Se esforzó aún más... Lo tenía casi encima. "¡No hay salida!" El lugar donde debería estar la puerta era una pared de roca.

    El golpe la lanzó brutalmente contra la pared. El shock del agua helada al caer al suelo inundado la paralizó por un momento. Emergió tosiendo y escupiendo. Un gruñido bajo, salvaje ... "¡Esta detrás de mí!". Luchó por incorporarse esquivando por los pelos las garras afiladas como cuchillas. Chocaron contra la piedra con un horrible chirrido, levantando verdín y arañando la roca. Logró ponerse en pie trastabillante.

    -¡Stupefy! – el golpe lanzó a Fenrrir hacia atrás barios metros. La auror echó a correr de nuevo. "Tengo que regresar a la entrada principal." Eso suponía desandar el camino y pasar por encima del licántropo. "Piensa Hermione piensa."

    -¡Specto patronum! ¡Busca a Ron! –gritó a la neblinosa nutria mientras corría. Fenrrir ya estaba tras ella. Mione se giró preparada para volver a despedirlo había atrás. Pero él ya había predicho su movimiento agazapándose. Su hechizo pasó por encima del mortífago y chocó contra la pared opuesta sin tocarlo… El golpe contra su tórax la lanzó contra las rejas de una de las celdas dejándola sin aire… Algo caliente empezó a resbalar por su sien… mareada se llevó la mano a la cara.

    -Sangre…- Se apartó de las rejas justo a tiempo. Los vampiros, hambrientos, encarcelados, alimentados a base de pociones, sin haber probado una gota de sangre en años… Comenzaron a despertar al olor de su sangre.

    Garras salieron de cada celda intentando atraparla, siseos y gruñidos inhumanos, rostros de colmillos salvajemente alargados por el hambre pegándose a las rejas, ansiando su sangre, luchando por salir.

    Ferrir rió alegremente, el sonido fue cortante e incongruente saliendo de su garganta.

    -¿Qué vas a hacer ahora, auror? Si no te mato yo, lo harán ellos. –

    Hermione dio un paso atrás vigilándolo, varita en mano, determinada a no dejarse intimidar. Su pelo estaba mojado y se le adhería a la frente y el cuello resbalando por sus hombros hasta media espalda. La ropa arrugada y empapada mostraba algunos desgarrones. La sangre resbalaba por su frente hasta el cuello, manchando el borde de su abrigo. Su mirada firme. Sabía que estaba en una situación muy difícil, pero no estaba dispuesta a rendirse. "Si Ron no llega pronto…" Tenía que ganar tiempo.

    - Sabes que si me matas serás ejecutado. Que tu alma sea devorada por un dementor no es una experiencia agradable.

    La risa de Greyback fue su respuesta.

    -Ya me preocuparé de ello cuando hayas muerto ¿Qué te parece?- se lanzó a por ella esquivando su hechizo defensivo. Hermione trató de apartarse, pero no fue lo bastante rápida. Las manos del monstruo se cerraron en torno a su garganta dejándola sin respiración.

    -Me hubiera gustado jugar un poco más contigo. Pero lamentablemente tengo tareas que cumplir. – Hermione le apoyó la punta de la varita en el pecho.

    -Stupe..Fy.- esta vez Greyback aguantó el tirón sin moverse. Aunque era obviamente doloroso.

    -Eso vas a lamentarlo.- apretó con más fuerza, disfrutando el placer del momento, la lenta agonía de su víctima . Hermione luchó por soltarse, pero se estaba quedando rápidamente sin fuerzas. Los vampiros rugían, gritaban, siseaban… ¿gritaban?

    -¡Ábreme la puerta Granger! - …"Zabini" El vampiro moreno agarraba las rejas tan fuertemente como el resto, pero su mirada no estaba perdida en la sed de sangre.

    -¡Ábrela! - La auror se estaba quedando sin aliento, pequeñas manchas negras empezaban a aparecer en su visión. La intensidad roja de la mirada de Blaise…

    -¡Hermionme!- Blaise… Levantó la varita con mano temblorosa.

    -Alf..gris..dor…-murmuró débilmente. Sintió que comenzaba a caer en la inconsciencia.

    El chirrido oxidado de la puerta al abrirse.




    ¿Qué había sido eso? Miró en todas direcciones espantada. Los cristales crujieron bajo sus pies.

    -¡Specto Patronum!

    De repente un magnífico ciervo se abalanzó sobre ella.

    Risas.

    La risa alegre de una mujer, y la más profunda de un hombre.

    Un bebe…

    La felicidad del recuerdo la asaltó cruelmente, recordándole… "Mama creo que estoy enamorada." La sonrisa llena de felicidad de Eba… "¡Aaaaaaaaaaaaahhhhhhhhh!" Llamas… cabello azabache siendo consumido por el fuego.

    -¡! –No podía soportarlo. Con un siseo de desesperación corrió hacia la puerta.

    El dementor huyó como alma que lleva el diablo.

    En cualquier momento, el resto de dementores de la torre vendrían a castigar a quien se había atrevido a entrar en su terreno sin ser invitado. Debía que sacar al pequeño de allí. ¡Ya!

    Arrojó al suelo el abrigo de invisibilidad mientras se quitaba rápidamente el de auror. Hincó una rodilla en el borde del colchón, casi como si estuviese haciendo una ofrenda a la pálida y torturada criatura, y cuidadosamente envolvió al pequeño con su abrigo. Observando impotente como la sangre manchaba el tejido. "Está tan agotado, tan débil…ni siquiera se ha quejado cuando lo he movido." El fiero deseo de protegerlo se enroscó en su estómago como una serpiente. La culpabilidad alimentó la llama que se convirtió en un latido salvaje y constante en su pecho.

    Lo levantó en brazos. Apenas pesaba lo mismo que un niño, y parecía igual de inocente.

    Lo atrajo contra su pecho protectoramente y los envolvió a ambos con el abrigo de invisibilidad.

    -Nadie volverá a hacerte daño.- susurró en la penumbra.




    El almacén estaba completamente lleno de polvo y telarañas, pero un rápido scorguffay se ocupó de ello. Cuidadosamente deposito su valiosa carga en un montón de jergones recién limpiados y apilados, y rápidamente se hizo con una brazada de mantas viejas.

    Estaban en uno de los abandonados almacenes de la primera planta. El lugar estaba ocupado por mobiliario viejo de las habitaciones de los guardias, jergones sin usar, mantas y cacharros polvorientos. El ambiente era cálido, algo muy raro en Azkaban, y precisamente por eso había elegido el viejo almacén. La pared del fondo daba con la pared posterior de las cocinas, de modo que el calor de una se filtraba al otro. "No para de temblar." Observó como alrededor de algunas de las heridas habían comenzado a formarse cercos oscuros, signo de infección. Y junto con la fiebre y los escalofríos… Eso quería decir que la enfermedad estaba ya avanzada. "Tengo que limpiar las heridas y mantenerlo caliente, obligarlo a sudar para que purgue la infección." Observó como el tejido de la túnica se había adherido a las heridas mediante la sangre seca.

    -Kreacher - llamó.

    El viejo y cascarrabias elfo apareció con un apagado POP junto a su amo.

    Gracias a que el auror tenía la llave de las barreras mágicas de la prisión el anciano elfo también tenía permiso para entrar. Harry no había estado seguro de que fuera a funcionar con toda la magia protectora de Azkaban en medio, pero agradeció interiormente que su suposición hubiera sido correcta.

    -Amo. – Se inclinó ceremoniosamente. Desde que Harry lo tomara bajo su mano y le demostrara cuanto poder tenía… el maligno ser había aprendido a respetar a su nuevo amo. Y finalmente tras un tiempo también a apreciarlo. Kreacher se sentía orgulloso del poder y la fuerza de su señor, aunque lamentaba que no lo emplease para cosas más útiles.

    - ¿Qué puede hacer Kreacher por ayudarle?- sonrió de oreja a oreja, claramente feliz de haber sido llamado, una sonrisa maligna y macabra pero así era como era.

    -Necesito que me traigas el kit de primeros auxilios, una palangana de agua tibia y vendas. Procura que no te vea nadie mientras estás en ello.- Dijo rápida y autoritariamente sabiendo que Kreacher se ocuparía eficientemente de todo.

    -En seguida amo. - y desapareció con otro Pop.

    Kreacher regresó más rápido de lo que Harry esperaba, haciendo flotar tras él el kit, las vendas y la palangana llena de agua tibia. Depositó la carga junto al improvisado lecho con un chasquido de los dedos.

    -Aquí tiene amo.- Harry asintió.

    -Gracias Kreacher. ¿Te ha visto alguien?- preguntó mientras devolvía el kit de medicina a su tamaño original. El kit que llevaba como auror parecía una caja blanca no más grande que una mano, hasta que era desencogida. En realidad consistía casi en una maleta, contenía barias hileras de pociones de diversos usos, regeneradoras para la sangre, los huesos y órganos. Pociones calmantes para dolores de barias intensidades, fiebre, infecciones y algunas de las enfermedades más comunes. Así como ungüentos para golpes, raspaduras y cicatrices. También tenía vendas, pero a juzgar por las múltiples heridas del pequeño había creído que no serían suficientes. De ahí que pidiese más a Kreacher.

    -No amo. Kreacher no ha sido visto. Tal como usted ordeno.

    -Bien hecho, puedes irte.- no tenía tiempo de detenerse a contarle para que necesitaba de todo ese material, ni porque tenía allí un dementor herido. De todas formas sabía que Kreacher no necesitaba que le diera explicaciones. El anciano elfo realizó otra reverencia.

    -Si necesita de cualquier cosa Kreacher estará encantado de ayudarle amo.- Harry lo despidió con un movimiento de la mano y el elfo desapareció con un ligero pop.

    Se volvió hacia el pequeño dementor.




    Rompió la superficie del agua y chocó contra el fondo. Desesperada por algo de aire abrió la boca de forma convulsa. La pútrida agua estancada entró en sus pulmones asfixiándola. Sabía que estaba solo a centímetros de la superficie, pero no era capaz de moverse. Su conciencia comenzó a apagarse. De repente un fuerte dolor en el cráneo la espabiló de golpe. Alguien tiró de ella por el pelo sacándola a la superficie en un solo movimiento brutal. Hermione empezó a toser violentamente expulsando el agua que había tragado y tomando el bienvenido oxígeno. El culpable del tirón la empujó a un lado justo cuando algo chocaba contra la pared donde hacía solo medio segundo había estado ella, haciendo saltar esquirlas de roca y verdín. Un rugido salvaje.

    -¡No te metas en esto vampiro! ¡Es mi presa!- la auror se aparto jadeante el pelo de la cara, justo a tiempo de ver a un enfurecido Fenrrir a solo tres metros de ella. Mostrando los afilados dientes amarillos mientras la baba goteaba por su barbilla, los ojos dorados refulgentes, su altura y la poderosa musculatura…parecía una bestia a punto de matar. Y lo único que se interponía entre el monstruo y ella era el cuerpo agazapado, esbelto y fibroso de Blaise Zabini. Su oscurísimo pelo azabache estaba encrespado, mostraba los colmillos de un modo amenazador y salvaje, y en sus ojos había un brillo rojo sangre.

    -No voy a apartarme Greyback. Así que búscate otra presa, esta es mía.- siseó.

    El licántropo arremetió contra él. Si se apartaba el golpe daría a Hermione. Para sorpresa de Mione Blaise no esquivo la arremetida, sino que salió a recibirla desviando la trayectoria. Ambos contrincantes golpearon una de las celdas enrejadas recibiendo los garrazos de su ocupante. Blaise empujó aún más contra las rejas y las afiladas garras del otro vampiro, hundiendo a un tiempo los colmillos en la garganta de Greyback, desgarrando y destrozando, con la firme intención de degollarlo o desangrarlo. Fenrrir rugió y agarró al moreno envolviendo su tórax con los brazos, utilizando toda su fuerza para tratar de romper su caja torágica, y hundirle las costillas en el corazón. Todo mientras eran desgarrados una y otra vez por las afiladas garras del preso.

    Hermione observó en estado de shock como la sangre chorreaba por el cuello del licántropo bañando a Blaise, escuchó el doloroso crujido de las costillas del vampiro. Los rugidos de uno y de otro, el desquiciante sonido de todos los vampiros ahora despiertos y sedientos. Las garras contra la piedra y el metal, los siseos, gritos, aullidos…

    De repente ambos contrincantes quedaron quietos. Los cuerpos inertes se deslizaron lánguidamente hasta el suelo, hundiéndose parcialmente en el agua. Hermione se levanto, había perdido la varita durante el combate, pero aún así dio un par de pasos hacia los cuerpos. Zanini no se movía. Y entonces, repentinamente, el vampiro abrió los ojos. Estaban apagados, sin ese brillo asesino que acababa de ver, su piel se veía de un pálido ceniciento, parecía agotado.

    -¿Estás bien?- preguntó él. Hermione bufó, volviendo en sí.

    -Estoy bien. Deberías preocuparte por ti mismo. Podrías haber muerto.- se acercó y comenzó a ayudarlo a liberarse del cuerpo inerte de Greyback. Con un gemido de dolor Blaise consiguió por fin salir del aprisionador abrazo.

    -Eso sí que tiene gracia.- dijo entrecortadamente.- Yo ya estoy muerto. –tosió entrecortadamente.

    El comentario la enfureció. –No es eso a lo que me refería y lo sabes.

    El vampiro rió suavemente. – A, ya, la valiente auror preocupada por mí, el vil preso.- las heridas en su espalda y costados ya estaban empezando a cerrarse. Hizo crujir sus hombros para terminar de recolocar los huesos.

    Mione se puso seria. - ¿Por qué me has salvado? Has arriesgado tu vida. - las miradas de ambos se encontraron. Suave, muy suavemente apartó con la punta de un dedo un mechón empapado del rizado cabello rojizo de la auror, rozando a penas la piel de su frente.

    -¿Debo contestar a eso?- su voz seria y ligeramente ronca, hizo que la respiración de Mione se acelerara levemente.

    -Si buscas que te suelte no puedo hacerlo.- dijo tratando de reunir toda la frialdad posible. ¿Porqué otra razón iba él a ayudarla? El vampiro sonrió apenas, como burlándose de sí mismo.

    -Ya sé que no lo harías, estás demasiado apegada a las normas como para eso.

    -¿Entonces?- casi temía la respuesta. Blaise inclinó la cabeza, pensativo.

    -Mirá que te parece si me contestas a una duda y quedamos en paz.- dijo finalmente cambiando abruptamente de tema. Hermione, lo estudió un momento, pero finalmente lo dejó correr.

    -¿Acerca de qué? –

    -Me gustaría saber cómo se crea un dementor.- Lo miró frunciendo el ceño.- ¿Qué creías que te iba a pedir?- dijo con una sonrisa lobuna. Hermione enrojeció hasta los cabellos.

    -Nada. Nada de…"eso"- negó vehementemente.

    -Ya…- se acercó peligrosamente y la auror se echó atrás tratando de disimular su incomodidad.

    -¿Por qué sobre dementores?- trató de cambiar de tema, y Blaise pareció picar apartándose de ella con la mirada perdida en los recuerdos.

    -Porque cuando llevas siete años conviviendo con esos monstruos acabas preguntándote de donde sale su maldita presencia. – Hermione lo observó, no era una petición muy grande después de lo que había hecho por ella. Aunque sí bastante extraña.

    -Lo miraré, es lo menos que puedo hacer.- la sonrisa que le dedicó el moreno hizo que se acelerara el pulso. Se incorporó y se metió de nuevo en su celda cerrando la reja tras él. Hermione también se puso en pie.

    - Creía que haría falta más persuasión para convencerte de volver ahí dentro.- Blaise se giró para mirarla.

    -No es que me guste estar aquí, pero tu amiguito Wesley se está acercando.

    -¿Ron?- Se había olvidado de que había mandado el patronus en su busca.

    -Si….- Mione no supo lo que hubo en su mirada en ese momento.- Te agradecería que no le contarás que te he ayudado.

    -Yo…

    -¡Hermione! ¡¿Qué te ha pasado, estás bien?




    Delicadamente, con cuidado de no hacerle más daño, se dispuso a separar la tela de las heridas a las que se había pegado al secarse la sangre. Empapó un paño limpio en la palangana y humedeció la zona para hacerlo más fácil.

    Pero al rozar la pálida y maltrecha piel… se le cortó el aliento. Un estremecimiento lo recorrió, casi como si se hubiera electrocutado. Un suspiró de placer escapó de sus labios. Era tan suave…Como un suspiro, como la seda más perfecta, como el viento rozándote en un picado vuelo de escoba. Helada, electrizante. Sensual, muchísimo más sensual que el roce de la túnica.

    -Que suave…- Esa palabra jamás podría describirlo, pero no parecía ser capaz de dar con otra mejor. Deseó extender la palma y acariciar cada centímetro de piel, explorarla en toda su extensión, desde los pies al rostro. Pero cuando reparó en las heridas que lo marcaban… de inmediato volvió en sí. Avergonzado y sintiéndose culpable por el deseo que había sentido hacia la pobre y maltrecha criatura, empujó toda noción sobre ello a lo más hondo de su mente. " ¡Se supone que estoy aquí para cuidar de él, no aprovecharme de su estado! " Determinado a protegerlo incluso contra sí mismo, volvió a ponerse manos a la obra. Cada roce, cada contacto de una piel con otra le instaba a dejarse llevar, a abandonarse a ese tacto casi de porcelana. Pero el solo hecho de pensar en el dolor que eso le causaría…apretó los dientes. Jamás, jamás volvería a hacerle daño. ¡Nunca!

    Cada vez que retiraba un pedazo de tela las heridas volvían a abrirse y sangrar, manchas de un rojo profundo en contraste con una piel tan blanca como la nieve.




    Draco se estremeció. Algo…no, alguien le estaba tocando. Era como un bálsamo para su cuerpo destrozado. Parecía que hacía una eternidad desde la última vez en que había estado consciente a un nivel mínimamente discernible, pero el cálido roce de esas manos lo había devuelto a la superficie desde el mundo de pesadillas en el que había estado sumergido. El dolor seguía siendo espantoso y si no fuera porque su estómago estaba vacío incluso de bilis, seguramente habría vomitado. Todos sus músculos parecían estar ardiendo de dolor, como si los hubiera ejercitado mucho más allá de su capacidad de resistencia, y sus pulmones parecían inundados de algo que definitivamente no era aire, convirtiendo su respiración en un ejercicio desquiciantemente trabajoso y agónico. Pero lo peor eran las agujas, podía sentir cada milímetro de cada una de ellas bajo su piel, en su carne, enviando descargas de espantoso dolor en intervalos regulares. Cada vez que el dolor de una oleada se desvanecía lo suficiente para permitirle respirar más tranquilo, la siguiente lo golpeaba con renovada intensidad. Casi agradecía la fiebre que embotaba sus sentidos, porque amortiguaba un poco el embate. Sin embargo había algo que estaba calmando su sufrimiento con mucha más eficacia.

    La agradable sensación de una piel caliente y callosa sobre la suya.

    Definitivamente no un dementor. De eso estaba seguro. Reconocía la diferencia con el tacto helador de la persona que había estado cuidando de él con anterioridad. Creía que había sido Lady Margaret, pero no podía estar del todo seguro, en aquellos momentos la agonía había borrado cualquier capacidad de percepción lógica de su mente. Pero estas manos… su mero roce era un alivio. Como si el calor se extendiese desde ellas expandiéndose por su piel calmándolo. Como si a través del amable roce pudiese percibir la preocupación de esa persona por él, su deseo de protegerlo, como una llama abrasadora. En lo más hondo tenía la cosquilleante sensación de que conocía a quién pertenecía ese tacto, pero su mente embotada parecía incapaz de pensar, y en realidad lo único que quería era disfrutar de ello... se dejó arrullar por la agradable sensación.




    Abrió los ojos de un apagado rojo oscuro. Y suspiró. Granger y Wesley acababan de marcharse. Por suerte el imbécil pelirrojo no se había dado cuenta de que estaba despierto.

    Se había creído a pies juntillas la historia de su amiga, de que había sido ella la que había conseguido lanzar a Greyback contra las rejas gracias a un stupeffy. Quien había sido degollado por el otro vampiro que había dentro. Una terrible casualidad que gracias a Merlín le había salvado la vida. ¿Podía Wesley ser tan obtuso? Como si semejante herida en el cuello la hubiese podido causar alguien a través de una reja. Bufó exasperado. Lo único bueno era que el incidente no trascendería más allá de la auror y él. Rodó sobre su espalda con la mirada en el techo. Granger se había mejorado con los años eso era innegable, y seguramente, solo seguramente, había pensado por un momento en pedirle un mordisco como pago por su ayuda. Estaba seguro de que habría sabido deliciosa, a magdalenas caseras, pudding y canela.

    Pero eso solo había sido una punzada instigada por el hambre, nada más. La había salvado solo por una razón.

    Para salvar a su mejor amigo. A Draco. Ella averiguaría para él como parar el proceso, y luego…bien, ya encontraría la manera de manipularla para que lo ayudase un poco más.

    Lo que aún no conseguía entender era que hacía Fenrrir suelto. Y mucho menos en el área de los vampiros. Tenía sus sospechas, claro. ¿Pero realmente él habría llegado tan lejos?




    Harry observó…una imagen que sabía más tarde regresaría a su mente. El cuerpo bellamente desnudo del dementor blanco.

    Había retirado los jirones de túnica, toda ella salvo la capucha. No había querido tocarla recordando el pánico del blanco la única vez que lo había hecho.

    Y lo que había bajo la tela simplemente era hermoso. Nunca había creído que podría alguna vez decir algo así de una de aquellas criaturas de pesadilla. Pero este lo era. La extrema delgadez, las múltiples heridas, el tono ceniciento de la piel… no lograban cubrir las perfectas proporciones, la esbelta elegancia de los largos miembros. La increíblemente estrecha cintura, las sensuales curvas y la cremosidad de la pálida piel.

    Cuidadosamente, e ignorando deliberadamente cualquier otra cuestión comenzó a limpiar las heridas.

    -"¿Qué es eso?"- había una gota dorada sobre la marmolea piel, como un adorno muy fino. De él parecía manar un hilo de sangre. "¿Un pirsin?" No sabía que los dementores pudieran tener interés en esas cosas. Sin embargo parecía que la tortura debía haber reabierto la herida del adorno. "Será mejor que lo saque." Con extrema delicadeza tiró de él.

    Una aguja, una aguja larga como su mano, bañada en sangre, reluciente bajo la luz de las velas. Una pequeña obra maestra de tortura.
     
    Top
    .
  6. Dan2102
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    ¿Pudo sacarla? wuao!!!

    Qué emoción!! Harry cuidalooo que es tuyo! jajaja

    :D gracias, estuvo excelente... Me fascina este fanfic... Conti pronto :)
     
    Top
    .
  7.     +1   -1
     
    .
    Avatar

    I'd tried so fucking hard.

    Group
    100% Hunter
    Posts
    372
    Location
    Falling apart.

    Status
    Anonymous
    genial como siempre
    no me esperaba que blaise salvara a hermione
    pero bueno es parte de la sorpresa
    conti
     
    Top
    .
  8. Dan2102
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Contiii! Jejeje
     
    Top
    .
  9. Kari Tatsumi
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    El beso del Dementor



    Capítulo 9 Telaraña



    Se encontraba en un duermevela ligero en el que no era consciente de nada más que de la agradable calidez de las mantas. No recordaba porque tenía la sensación de que no debería estar sintiéndose así, de que debería despertarse, pero era como un susurro acuciante en su cabeza.

    Durante un rato trató de ignorarlo. Pero la sensación era cada vez más urgente, hasta que finalmente no tuvo otra opción que hacerle caso.

    Con un suspiró de resignación abrió los ojos. Parpadeó un par de veces para aclarar la vista.

    "¿Cacharros viejos?" La habitación en la que estaba parecía llena de muebles y objetos viejos apilados desordenadamente.

    "Parece un trastero, pero por lo menos está limpio"

    Frunció el ceño. La sensación de urgencia seguía perforándole la consciencia. Tenía la cabeza tan embotada… ¿Por qué era que parecía que se le olvidaba algo? Cerró los ojos agotado.

    "Algo…"

    Entonces recordó.

    Azkaban, el…, el Lord Dementor, Potter…

    Se incorporó de golpe. Miró en todas direcciones tensó y alerta, esperando ver aparecer al monstruo, a uno u a otro, poco importaba.

    Después de varios minutos sin señal de más presencia que la suya, empezó a tranquilizarse.

    -No está aquí.- suspiró aliviado. Y entonces fue cuando se dio cuenta de otra circunstancia que se le había pasado desapercibida en la confusión del momento.

    "No siento dolor..."

    Después de la agonía que habían sido los últimos días. De la tortura, las agujas, la fiebre, el dolor, las nauseas…era como si nada de eso hubiera pasado. Se miró.

    La túnica que llevaba era, gracias a Merlín, blanca. Algo harapienta, pero al menos ya no mostraba desgarros ni manchas.

    Se arremangó.

    Seguía igual de escuálido y enfermizamente pálido, su piel todavía estaba cruzada por cicatrices. Pero ya no había heridas abiertas supurantes. Algunas de las cicatrices se veían rosadas, demostrando cuales eran más recientes. Pero no había dolor allí, apenas una ligera molestia cuando probó a flexionar el brazo.

    "Las agujas tampoco están... ¿El Lord Dementor?"

    "Solo alguien de mi linaje podría extraerlas."

    Recordó su macabra risa, el modo casi sensual en que había disfrutado de sus gritos. No, ese monstruo sádico no lo habría liberado, eso lo sabía con certeza.

    "¿Pero entonces quién?" Tenía que haber sido alguien de su linaje.

    ¿Alguno de los otros dementores quizás fuera de su familia? Pero sabía que ninguno de ellos lo habría ayudado contra las órdenes del oscuro señor. ¿Entonces quién? ¿Y dónde estaba? Se levantó de la cama.

    Después de algún tiempo registrando el cuarto, lo único fuera de lugar que encontró fueron un botiquín una palangana y algunas gasas.

    "El botiquín parece demasiado profesional, para ser de él…" Aunque dudaba que aquel sádico hubiera querido ayudarlo en primera instancia. A no ser que fuera para seguir torturándolo más tarde.

    El chirrido de la puerta a su espalda.

    Se enderezó.

    Pasos.

    Tomó aire.

    La presencia se detuvo tras él.

    Miró por encima del hombro.

    "¡Potter!"

    Harry sonrió tranquilizadoramente:

    -¿Te encuentras mejor?

    Draco se giró finalmente hacia él. No sabía que decir. No había esperado que su salvador fuese él. "¿Y quién otro iba a ser? ¿Quién hay es este maldito lugar que tenga un complejo de héroe más que él?" Se dijo burlonamente, aunque la dureza habitual estaba ausente del tono.

    Potter seguía mirándolo, esperando pacientemente su respuesta. Viendo que durante un momento se había extraviado en sus propios pensamientos. Se sacudió interiormente por su descuido y finalmente asintió.

    -Estoy bien.

    El auror sonrió más ampliamente.

    -Me alegro.

    Su sonrisa fue cálida y agradable…iluminando su cara de un modo que Draco no había contemplado hasta ahora. Nervioso por el aleteo en su estómago empezó a pasearse por la habitación fingiendo observar el entorno.

    -¿Porqué me has ayudado?- preguntó casi en un susurro sin girarse a mirarlo. Durante un instante hubo silencio, como si Harry estuviese debatiendo la respuesta. Hasta que finalmente:

    -Nadie debería sufrir algo así. – contestó suavemente. Casi había respondido otra cosa, una respuesta que aún le hormigueaba en los labios. "Porque no podía soportar verte así."

    -Ya… pero no viniste como prometiste.- no pudo evitar la nota de acusación. Sabía que Potter era su única oportunidad de liberarse de la maldición, y que debería intentar ganárselo. Y echarle cosas en cara no parecía una buena manera de conseguirlo. ¡Pero maldita sea! Se había sentido tan mal cuando no apareció…. Deseaba hacerle sentir una porción de su dolor.

    -Lo siento. –la voz era tan contrita… sintió como avanzaba un par de pasos hasta quedar a su espalda. Podía notar su calor. Era tan atrayente…deseaba dejarse envolver por esa calidez de nuevo. Sentirse protegido y a salvo.

    - ¿Por qué no viniste?- No se atrevía a mirarlo, porque si lo hacía se lanzaría a sus brazos, y su orgullo no le permitía perdonarlo aún.

    -Tú no lo sabías, pero yo estoy aquí con unos compañeros cumpliendo una misión. Uno de los presos ha escapado y anda suelto por Azkaban. Ya ha liberado a otro preso peligroso.

    "¡¿Otro preso?"

    -¿Quién?- preguntó con voz monótona.

    -Fenrrir Greyback, pero ya está arreglado. Atacó a mi compañera y hubo un accidente que acabó con su muerte. Por culpa de eso aún no hemos podido averiguar dónde está Malfoy, el preso por el que estamos aquí.

    Draco tragó saliva. "¿Ese cabrón ha liberado a Fenrrir y me ha echado la culpa a mí? Pero ¿Por qué? ¿Qué gana con eso?... Un momento. Su compañera… ¿Granger?" Si su compañera era Granger entonces el cerdo lo tenía difícil, ella era lo bastante lista para averiguar lo que pasaba. "Eso significa que necesita librarse de ella cuanto antes. Por eso ha soltado a Fenrrir."

    -¿Ella está bien?

    -Hermione está bien, solo sufrió un susto.

    El blanco asintió.

    -Me alegro.- "Me alegro de que la sabelotodo esté viva. Ojala coja a ese hijo de puta y lo hagan pagar por lo que me ha hecho."

    Unas manos en sus hombros lo sobresaltaron.

    -Lo que quería decir. Es que la razón por la que no fui como prometí fue por la misión. Si no lo detenemos cuanto antes, podría liberar a más presos y causar un motín.

    "Si claro, no tengo nada mejor que hacer. ¿¡Qué tal liberarme de esta maldición!" Tragó saliva y asintió.

    -Lo entiendo.- la calidez de esas manos empezaba a desconcentrarlo. Entonces recordó vagamente. La sensación de calidez que había tenido cuando estaba consumido por la fiebre, unas manos amables aliviando el dolor. "Eran sus manos."

    -Me alegra que lo comprendas. Pero si hubiera sabido lo que te estaba pasando no hubiera roto mi promesa, nunca pretendí que salieras herido. –"Y no dejaré que vuelva a pasar." Lo giró amablemente entre sus brazos hasta tenerlo frente a frente. –Si me permitieras ayudarte. Yo haría lo que fuera para detener a quién te ha hecho esto.

    "Lo dice en serio. Realmente quiere ayudarme." Podía verlo en la intensidad de su mirada, la curva firme de su mandíbula, la tensión de su cuerpo, como si estuviera dispuesto a protegerlo con él. No sabía cómo sentirse.

    -¿Quién te hizo aquello?- le preguntó Potter. Suavemente lo tomó por la barbilla levantándole el rostro. No podía verlo bajo la sombra de la capucha pero deseaba sentir que al menos le estaba mirando.

    Draco luchó contra el sollozo que amenazaba con escapar de su garganta. Tragándoselo con todo su orgullo. No lloraría otra vez delante de Potter. Levantó la mirada. Los ojos de Harry eran de un verde tan intenso que uno no podía sino dejarse arrastrar por ellos.

    -El Lord Dementor.

    Harry contuvo la maldición que habría querido lanzar. Contra el Lord Dementor no había demasiado que pudiese hacer. Él era el líder de los dementores y quien los mantenía controlados. Si se le ocurría hacerle algo recibiría no solo una reprimenda de Kingsley, sino seguramente, acabaría siendo juzgado, o algo por el estilo.

    Estaba casi seguro de que tocar el enlace que mantenía esas criaturas bajo control del ministerio sería considerado delito. Y si fuera por él mandaría al garete a esos burócratas, pero las consecuencias de lo que pasaría si esos seres se descontrolaban…Sabía de sobra lo que eran capaces de hacer. No podía arriesgarse a dejarlos sueltos por el mundo para que sembraran el terror a su paso deborando las almas de la gente. Sería lo mismo que dejar que Malfoy liberara a más presos. Hermione había hecho un buen trabajo en recordarle la seguridad de las personas fuera de Azkaban.

    Mantuvo la mirada firme ¿Qué otra cosa podía hacer?

    -No puedo ir contra él.

    Draco suspiró.

    "Debí haberlo previsto." Estaba condenado. Sintió deseos de gritar, pero logró contenerse y alejarse unos pasos. Necesitaba respirar, tranquilizarse…o no sabía lo que haría.

    La voz del auror tardó unos instantes en penetrar en su cerebro.

    - Hay otras maneras. Hablaré con el ministro de magia. Seguro que podrán enviarte a otro sitio que no sea Azkaban. Un lugar en el que él no pueda hacerte daño. –

    El blanco se detuvo tenso como una cuerda de arco.

    -¿A dónde van a enviar a un dementor que no vale para patrullar Azkabán? Es lo único para lo que servimos.- siseó apenas auto despreciativamente. Escudando su dolor detrás de la ira.

    -Entonces vente conmigo. Tengo una casa grande con barias hectáreas de bosque. Y las barreras mágicas más fuertes. Estarías a salvo.- dijo vehementemente. La nota de auto desprecio en las palabras del blanco le había molestado más de lo que jamás podría admitir.

    -¿Me sacarías de Azkaban? – "Del infierno en el que vivo." Su tono tan suave e incrédulo… Sintió como su corazón se aceleraba.

    Potter se acercó a él.

    -Sí. – había tanta seguridad en esa única palabra…

    -…Gracias.- sintió como se le quebraba la voz. - Yo…Merlín…soy patético.- las lágrimas estaban rodando por sus mejillas sin su consentimiento.

    Harry lo abrazó suavemente, con delicadeza, ofreciendo su apoyo sin pedir nada a cambio. Draco lo aceptó apoyando la cabeza en su pecho.

    Cómo había echado de menos al auror.

    Inhaló su olor hundiendo la nariz en su abrigo, era tranquilizador. "Como sol y nuez moscada, jabón, sudor… Harry"

    Durante un rato estuvieron así, sin moverse. Ninguno de los dos queriendo romper el instante.

    Hasta que finalmente la curiosidad le hizo preguntar.

    -¿Y quién me sacó las agujas?

    -Yo.- contestó con toda tranquilidad.

    "¡¿QUE?"

    Cerró el libro. "Misterios de las criaturas oscuras."

    Había pasado una semana desde lo de Fenrrir. Acompañada de diversas fuentes de frustración.

    Ron no había conseguido sacarles nada a los elfos domésticos, se negaban a hablar.

    Los guardias seguían sin ofrecerles pista alguna.

    Malfoy parecía que se lo hubiera tragado la tierra.

    Harry no hacía más que desaparecer en cuanto se distraía.

    Y no conseguía descubrir nada sobre el hechizo para el que usaron la sangre de Zabini, ni de dónde venían los malditos dementores.

    Ahora mismo estaba en la sala de los guardias rodeada por varias pilas de libros sobre magia de sangre y criaturas oscuras, y ninguno parecía contener las respuestas que necesitaba.

    Cogió el siguiente. Un libro ajado perteneciente a la sección prohibida, que MacGonnagal había finalmente consentido en enviarle debido a que había argüido de su necesidad para el caso.

    "Nox Criature."

    Las hojas de pergamino amarilleado crujieron al ser abiertas. Estaba en latín y la escritura a mano bastante gastada, debía ser muy antiguo. Se preparó para la ardua tarea de traducirlo.

    Le había llevado un par de horas, pero finalmente parecía que iba a dar con la información que andaba buscando. O al menos parte de ella.

    Comenzó a traducirlo.

    "Les dementores: Quizás fuere de estas criaturas terribles debatible su presencia en este volumen. Pues de todos nos es sabida que la suya existencia no es natural, e por tanto cuestionable la suya natura, en cuanto a criatura oscura o creatione. Sin embargo e dado que resulta innegable que están vivos e son oscuros, los trataré como creatione, y explicaré, para aquellos no familiarizados con ellos su nacimiento.

    Dio la vuelta a la página…

    -¡Las hojas están arrancadas!- miró el lugar en el que debían haber estado y en donde se veía claramente que habían sido desgarradas del tomo. Tanta falta de información, vacios en los textos y ahora esto.

    "Alguien se ha ocupado de ocultar la información sobre los dementores."

    Y debía de haber sido hacía ya mucho. A juzgar por lo amarilleado del borde de los desgarros. Los libros de historia, las enciclopedias mágicas…se habían tomado muchas molestias para ocultar esa información.

    "¿Por qué?"

    Sintió su curiosidad despertar.

    Y ella siempre se crecía ante los retos.

    Draco estaba… sorprendido hubiera sido poco. ¡Potter era del linaje del Lord dementor! O al menos del mismo linaje que él. "Bien, son de la misma familia. Seguramente los Potter descenderán de algún hermano, o tío, o algo así, del Lord Dementor. Pero qué, eso no tiene importancia para mí. ¿No?" ¿Qué le importaban a él los posibles lazos familiares entre ellos? "Debería estar contento por la suerte que he tenido y no darle mayor importancia." Asintió para sí mismo. Sí, eso sería lo mejor. No podía imaginar ninguna relación posible entre el amable cabeza de chorlito auror, y el monstruo sádico jefe de la torre. Así que mejor no volver a pensar en ello.

    Harry había notado la repentina rigidez del pequeño dementor cuando le dijo que había sido él quien había extraído las agujas, pero decidió no comentar nada al respecto. Al fin y al cabo él no sabía por lo que había tenido que pasar, y no quería hacer preguntas que pudieran lastimarlo.

    Ambos se quedaron mirando incómodamente, ninguno de los dos sabiendo que decir…

    ¡! – Draco se puso completamente rojo y se llevó una mano al estómago.

    Harry no pudo evitarlo.

    La alegre risa de Potter llenó la habitación repentinamente.

    -Ja, ja. ¿Qué es tan gracioso, e? Llevo días sin probar bocado, es una reacción totalmente normal.- Malfoy se cruzó de brazos indignado.

    -Lo…lo siento- contestó tratando de contener la risa. Su reacción había sido tan graciosa…

    Draco bufó. "Plebeyos."

    -Vale, vale, ya dejo de reírme.- pero una sonrisa aún bailaba en sus labios.- será mejor que le pongamos solución a ese hambre antes de que el monstruo rugiente decida comerme a mí.

    La broma hizo sonrojar aún más a Draco, quien emitió un sonido de indignación. Pero antes de que pudiera contestar Harry ya se le había adelantado.

    -¿Te apetecen unas gachas? Aún quedan del desayuno…- se detuvo en medio de la frase poniéndose repentinamente serio al recordar un detalle. "Es un dementor, no creo que coma comida." Lo miró precariamente.- Aunque si prefieres alguna memoria, yo…

    -¡Las gachas estarán bien!- Contestó bruscamente. Harry lo miró perplejo. El blanco se aclaró la garganta tímidamente – Lo que quería decir, es que las gachas están bien para mí. ¿Estaría bien si te pidiera también un vaso de agua?

    Potter sonrió ampliamente con la mirada chispeante. Draco supo que había dicho lo correcto.

    -Claro. Sin problema.- Harry ni siquiera pensó en porqué un dementor comería comida en vez de recuerdos.

    El tazón de las gachas había sido concienzudamente rebañado y ahora descansaba en el suelo a los pies de Draco. Ambos se habían sentado en la improvisada montaña de jergones a falta de un asiento mejor.

    Draco se sentía lleno y relajado. Sin embargo persistía una ligera sensación de hambre, como si realmente no necesitase comer nada más, pero le apeteciese el postre. Y sabía perfectamente a que se debía. "La maldición sigue su curso…" Cerró los puños frustrado.

    -….llamas?

    -¿E?- no había estado prestando atención a Potter. Este sonrió amablemente.

    -Te preguntaba por tu nombre. Aún no me has dicho cómo te llamas.

    "¡Maldición! ¿Qué le digo? Piensa, piensa."

    -No creo que pudieras pronunciar mi nombre. Nuestro lenguaje no está preparado para vosotros.- "Buena esquiva" Se felicitó a sí mismo por su astucia.

    -Pero de algún modo tendré que llamarte.- insistió torpemente, parecía un adolescente preguntando por el nombre de la chica que le gusta. Extrañamente Draco se encontró pensando en ello como algo adorable, en lugar de estúpido. Se sacudió mentalmente.

    - Ponme tú un nombre.- "Eso ahórrame el trabajo."

    -¿En serio? ¿No preferirías elegirlo tú?

    -Está bien si lo haces tú por mí. Al fin y al cabo serás el único que lo use.- Finalmente Harry asintió, aunque no parecía del todo convencido.

    -Quizás…Viely. – dijo apenas sonrojándose ligeramente.- Significa blanco, no es muy original, qui…

    -Me gusta.- le interrumpió Draco. Era extraño pero aunque fuera un nombre terriblemente obvio y cliché, sonaba bien. Y por alguna razón, el que lo hubiera elegido Potter y no otro, hacía que fuera realmente hermoso.

    -¿Te…gusta entonces?- Harry sintió que una sonrisa amenazaba con estirar de las comisuras de sus labios.

    -Sí, suena bien. –se encogió de hombros tratando de restarle importancia.

    El auror sonrió tan brillantemente que la imagen se grabó en su mente como un recuerdo que lo acompañaría siempre.

    -Viely entonces.

    El nombre en sus labios sonó como un sonido que era casi como un humo dulzón del que Draco supo que podría intoxicarse. Y en ese momento deseó envenenarse de él.

    -No me has dicho tu nombre.- susurró apenas entrecortadamente.

    -Ah, Lo siento. –Se revolvió el pelo nerviosamente- mi nombre es Harry.

    "Cómo si pudiera olvidarlo."

    -Gracias por- "¿Por salvarme? ¿Por darme un nombre? ¿Por ser tan cálido, y amable, y por tu sonrisa y…"- por todo. Gracias por todo, Harry.- la seriedad en su voz tenía un poso dulce. Algo que el auror leyó y bebió como una planta seca.

    -De nada,… Viely.

    Sus pasos eran suaves sobre la piedra, sin perturbar apenas el polvo, descendiendo paso a paso hasta que sus pies empezaron a hundirse en el agua estancada. Hasta que su túnica se empapó y la resbaladiza sustancia llegó a sus rodillas. Avanzando a través de ella por pasillos silenciosos como tumbas, rozando paredes cubiertas de verdín.

    Para finalmente detenerse frente a una celda triste y fría.

    En su interior una única figura descansaba sobre un mugriento colchón, apenas por encima del nivel del agua.

    Su cabello azabache seguía tan negro como la hora previa al amanecer, su piel ya no era dorada por la caricia del sol. El había estado presente cuando dejó de serlo, para pasar a la palidez del vientre de un gusano blanquecino. Y nunca se perdonaría no haber podido evitarlo. Había fallado a su mejor amigo cuando más le necesitaba, y aunque Blaise jamás le había culpado por lo que pasó, el jamás podría dejar de sentir que podía haber hecho más.

    Se retiró la capucha.

    Apoyó las palmas en las rejas:

    -Blaise.

    Su voz fue apenas un susurró, pero bastó para hacer temblar las pestañas oscuras como tiras de seda. El vampiro abrió los ojos. De un rojo apagado hambriento, apenas contenido, rodeados de profundas ojeras malvas.

    -Draco.- susurró. Se levantó cansadamente para acercarse a su amigo. Aún con una reja separándoles extendió los brazos a través de ellas para abrazarlo. Se abrazaron a través del metal, ambos buscando el consuelo del otro en esta pesadilla que era Azkaban.

    -Siento no haber podido venir antes. –las palabras de Draco quedaron apagadas por el cabello de Blaise. Donde habían ido a posarse sus labios en el abrazo.

    -No pasa nada, pero estaba preocupado. Pensé que ese monstruo podía haberte hecho algo.- el estremecimiento de su mejor amigo no le pasó desapercibido.- ¿Draco?

    -No es nada.-susurró apenas.

    -¡Y una mierda no es nada! ¿Qué te ha hecho?- se separó ligeramente para poder ver su rostro. La triste mirada apartada de la suya. En ese instante deseó ser libre para incrustar sus garras en el tórax del Lord Dementor, a través de sus costillas y alrededor del corazón, estrujando lentamente para observar plácidamente como la vida se extinguía de sus ojos, aunque sabía que eso no le mataría. Pero sería muy satisfactorio.

    -¿Draco?

    -¿Podemos dejarlo por favor? No quiero hablar de ello.- por un momento pareció que insistiría, pero cayó.

    -¿Te ayudó Potter?- Draco asintió.

    -Se está portando bien conmigo. Aunque aún no sé cómo conseguir que me ayude a romper esta maldición.- Blaise sonrió, la sonrisa hizo que las arruguitas de tela de araña de su piel cansada se alisaran. Haciéndole parecer más vital de lo que en realidad se sentía.

    -No te preocupes. Yo he convencido a Granger de que lo haga.- los ojos de Draco se agrandaron como los de una lechuza.

    -¿Cómo lo has conseguido?

    Blaise narró la historia del ataque de Fenrrir y cómo había salvado a la auror. Draco lo abrazó de nuevo con mayor fuerza. Las lágrimas amenazando con deslizarse por la curva de su mejilla. El vampiro podía oler la sal de ellas.

    -¿Draco?

    -¡No te pongas en peligro tontamente!- le siseó entrecortadamente.

    -…- comprendía los sentimientos de su amigo, por qué si él hubiera hecho lo mismo Blaise se habría sentido igual. Eran lo único que les quedaba en el mundo, ellos dos y Pansy. Los tres eran más que amigos, eran la familia y el apoyo de los otros. ¿Qué haría si a cualquiera de ellos les pasase algo? -Lo siento.- susurró mientras le acariciaba la espalda.

    Durante unos minutos siguieron así abrazados, hasta que Draco se calmó lo suficiente para que su mente racional regresara al funcionamiento. Se separaron aunque realmente ninguno de los dos quisiera hacerlo.

    -Tienes hambre, y yo tengo que volver antes de que Potter note que no estoy. – Había aprovechado que Harry dormía y desayunaba con sus compañeros en la sala de los guardias, para bajar a ver a Blaise antes de que nadie lo viera. Confiaba que a estas horas los dementores siguieran en la torre.

    - Draco, no hace falta que lo hagas. Tú tampoco estás bien.- pero Draco podía ver la necesidad en el cabello deslustrado y la piel ajada de su amigo, y no lo podía dejar pasar sabiendo que podía hacer algo por ayudar.

    -Quiero hacerlo. Blaise, te hace falta, y no quiero que pases hambre si puedo evitarlo.- El vampiro dudó. Tenía tanta hambre…

    -Vamos.- extendió la muñeca entre las rejas, ofreciendo la pálida y desnuda piel. Blaise quería resistir, de verás quería. Pero tenía tantísima sed que no podía contenerla, y lo único que pudo hacer fue tratar de ser todo lo más delicado posible cuando tomó el delgado brazo entre sus manos. Inclinó la cabeza para apoyar los labios sobre la fina piel en un beso casi de disculpa. Podía sentir el pulso y el fluir de la sangre bajo sus labios, oler a Draco. Vainilla, nuez moscada, sudor y ese algo indefinible que era él. No sabía por qué aún después de siete años podía percibir fragancia de vainilla y nuez moscada en su piel, y pensó que quizás esos olores simplemente formaban parte de lo que era Draco. Entreabrió los labios y dejó que sus colmillos se extendiesen por el hambre, pequeñas puntas como alfileres que perforaron la piel sin dificultad. Lamió las primeras gotas de sangre, y fue como si no pudiese parar, comenzó a beber con pasión, como enloquecido.

    La sangre de su mejor amigo era oscura y tibia, como una bebida que se había dejado enfriar, el calor de la vida ya había empezado a abandonarla. Pero aún conservaba suficiente calidez para caldear el estómago helado de Blaise. Era dulce y pegajosa, como caramelo derretido y fresas muy maduras, tenía una suavidad especiada y subyacente, un fondo exótico que solo un paladar exigente, como el del vampiro moreno, sabría apreciar. La esencia de un sangre pura.

    Draco sintió como su respiración se hacía más profunda y su pulso se aceleraba. El punto en que los colmillos de Blaise habían perforado se piel parecía tan caliente que creyó que se quemaría. La sensación de calor empezó a extenderse al resto de su cuerpo, hizo que se le aflojaran las piernas y que su cuerpo tuviera que deslizarse por las rejas hasta quedar sentado en el suelo, con la frente apoyada en el frío metal. Entre sus muslos el aleteo de unas mariposas empezaba a despertar su miembro. Su respiración salía en pequeñas explosiones de aire entrecortado.

    Blaise empezaba a sentirse embriagado por la sangre, por el olor de Draco y la sensual cadencia de sus latidos. Podía escuchar como su respiración se hacía cada vez más profunda y entrecortada, y como su sangre corría cada vez más veloz, hasta que su rugido era como una canción tan sexy como destructora. Quería ahogarse en ella y beberse todo lo que era Draco, hacerlo suyo, devorarlo, poseerlo. Su propio miembro se irguió en respuesta a sus deseos.

    El sudor empezó a deslizarse por su cuello y a humedecer el pálido cabello que se adhirió a su frente y sus mejillas, como una caricia. Los labios de Blaise sobre su muñeca se habían convertido en un punto de estímulo tan potente que lo hacía temblar. Su miembro estaba tan henchido… y se sentía tan húmedo…deslizó la mano libre hasta él. Empezaba a sentirse algo mareado, casi ebrio de placer. Acarició con suavidad, sin percatarse, sin pensarlo realmente. El delicado contacto le arrancó un gemido tan trémulo que arrancó un gemido gemelo del vampiro.

    Blaise ya no sabía donde empezaba él y acababa Draco. Estaba tan lleno de su esencia que podía sentirlo correr por sus propias venas. El gemido de Draco fue tan delicado que hizo llamear su deseo, deseo de volver a escucharlo, deseo de tomarlo entre sus brazos. De poseerlo. Bebió con mayor frenesí, con abandonada pasión. Los gemidos de Draco se fueron sucediendo como una melodía de placer. Uno tras otro, cada vez más tenues y apagados. Inflamando su deseo, haciendo que palpitara con vigor entre sus muslos.

    Su cuerpo laxo se habría deslizado hasta quedar hundido en el agua helada, pero uno de los brazos del vampiro se había enroscado entorno a su cintura y lo mantenía erguido cuando nada más lo hacía. Temblaba, y estaba cubierto de sudor, y sus caderas se movían muy levemente, en ondulantes movimientos de placer. Pero su mano había caído ya laxa, demasiado agotado para moverla. Estaba helado y sin embargo parecía estar ardiendo, y estaba tan cansado que solo podía dejarse llevar por la ola cada vez más impetuosa de placer que se estaba arremolinando en su vientre.

    El extasis estaba tan cerca…abrió los ojos un instante. Los gemidos de Draco se habían ido apagando hasta convertirse en el susurro suave de su respiración ahogada. Y entonces vio a su amigo a los bordes de la muerte, por su causa. Sus labios azulados y entreabiertos húmedos de saliva brillante. Su piel pálida como luna, el cabello adherido por el sudor. Temblando suavemente en las garras de una pasión asesina.

    Era tan hermoso.

    Apartó los labios de su muñeca, y su cuerpo explotó con el éxtasis. La intensidad del movimiento de sus colmillos al retraerse de la piel, arrastraró también a Draco al orgasmo. Fue como una ola que los engulló a ambos y los hizo sentir amados y lejos del infierno por unos instantes brillantes.

    Continuará

    (Próximo capítulo primer beso de Harry y Draco y PANSY)
     
    Top
    .
  10. Dan2102
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Oh por Kami.... Draco!!!! JAJAJA xD

    Harry ayudalo! beeso beeeso :D

    Gracias! espero conti ;)
     
    Top
    .
  11.     +1   -1
     
    .
    Avatar

    I'd tried so fucking hard.

    Group
    100% Hunter
    Posts
    372
    Location
    Falling apart.

    Status
    Anonymous
    cool seguro harry si lo libera con la ayuda de hermi

    espero la conti
     
    Top
    .
  12. Kari Tatsumi
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    El beso del Dementor

    Capítulo 10- Magia



    Apartó los labios de su muñeca, y su cuerpo explotó con el éxtasis. La intensidad del movimiento de sus colmillos al retraerse de la piel, arrastró también a Draco al orgasmo. Fue como una ola que los engulló a ambos y los hizo sentir amados y lejos del infierno por unos instantes brillantes.

    Durante unos instantes permaneció totalmente desorientado, la falta de sangre le había dejado helado y el estar hundido hasta la cintura en agua fangosa no hizo sino empeorar la tiritona que empezaba a adueñarse de él. Los brazos de Blaise se enroscaron entorno a su espalda y lo atrajeron un poco más. Las rejas que los separaban se le clavaron un poco en el pecho, pero no le importó cuando pudo sentir sus labios sobre su frente. Estaban cálidos gracias a la sangre que le había dado, y eso le hizo sonreír levemente. Echaba de menos el calor de su mejor amigo.

    -Lo siento mucho, me he pasado.- pudo sentir el sonido contra su piel.

    -No pasa nada. Además los dos lo hemos disfrutado, y así está bien.- coló las manos entre las barras de metal encantado y las enroscó en el oscuro cabello de Blaise. Jugando con sus rizos tal como sabía que tanto le gustaba.

    -No intentes distraerme, esa técnica ya la supere cuando teníamos ocho.- pero en su voz solo había un leve tono de divertida sorpresa. Su abrazo se hizo un pelín más estrecho, y su nariz se hundió en el suave cabello rubio de su sien. -¿Qué haría yo sin ti?

    La leve risa de Draco fue como una campanilla vieja y deslustrada, un sonido que intentaba ser alegre, pero contenía la tristeza de alguien que ha visto demasiado y pasado demasiado, y de una persona demasiado joven para tanto sufrimiento. De inocencia perdida e inmensa tristeza. Y el sonido hizo que Blaise se mordiera la lengua para permanecer quieto, y callado. Porque tenía que sujetar los pedazos de su amigo en su sitio y mantenerlo entero, y no agarrar las barras que los separaban y gritar con todas sus fuerzas y tratar de arrancarlas, que era lo que realmente quería hacer, pero que sabía no serviría para nada.

    En su lugar beso la suave y delicada piel de su sien, y de su frente, la punta de su respingona nariz y la curva de su mejilla hundida por el hambre, el sueño y el sufrimiento. Y se preguntó como el hambre podía haber esculpido su rostro hasta darle el aspecto más hermoso y frágil posible.

    Con esos ojos tan claros rodeados del delicado malva de las ojeras, tan grandes y tristes que podías ahogarte en ellos. Esos labios tan finos húmedos de saliva brillante, que tenían el mismo color de las rosas del jardín de su mansión durante el último verano que fueron libres. Y esa piel tan fina y pálida como papel de seda, bajo la que podía leer, si realmente lo intentaba, todo el mapa de fina telaraña violácea que eran sus venas.

    Besó la comisura de sus labios y las lágrimas que ni siquiera Draco sabía que estaba vertiendo, y las lamió con la punta de su lengua haciéndolas suyas. Saboreándolas como había saboreado su sangre. Sabían amargas y estaban heladas, tanto como lo estaba su mejor amigo, temblando y estremeciéndose sin que una queja saliera de sus labios.

    Lo atrajo aún más ofreciéndole el calor de su cuerpo recién alimentado, y las manos de Draco resbalaron de su cabello a su cuello devolviendo el abrazo.

    Se abrazaron lo más fuerte que podían con las barras de metal en medio, como un último escudo que apartaba dos cuerpos que de otro modo abrían encajado como piezas de puzle. Apretándose tan fuerte que más tarde habría marcas en sus pieles. Marcas de metal y de dedos que se aferraban con desesperación, pero a ninguno le importó lo más mínimo. Así que siguieron así durante un rato, unos minutos o una hora, pero no más de eso. Porque los dos sabían que este consuelo momentáneo tenía que acabar, si querían salvarse realmente al menos.

    Finalmente fue Draco quien habló primero e hizo el primer esfuerzo por desenredar sus miembros.

    -Tengo que marcharme.

    -Lo sé.- se miraron el uno al otro.

    -Vendré pronto otra vez.- dijo quedamente, casi como una disculpa.- ¿Le dirás a Pansy que estoy bien?

    -Hace unos días que no la veo. Pero cuando la vea se lo diré.- no contemplaba la posibilidad de no volver a verla, igual que no contemplaría jamás la posibilidad de no volver a ver a Draco.

    Draco frunció el ceño preocupado. ¿Qué podía haberle pasado a Pansy?

    -No pongas esa cara. Es la que está mejor de los tres, ese guardia no dejaría que le pasase nada. Seguro que con tanto auror pululando por Azkaban la habrán mantenido encerrada. En cuanto las cosas se tranquilicen un poco vendrá a verme. Tu tranquilo.

    Las palabras de Blaise consiguieron calmarlo un poco. Desgraciadamente él no podía ir en busca de Pansy, no a menos que quisiera verla confinada a una celda de nuevo.

    La única razón por la que aún estaba bien, era porque cuando la interrogaron con verisaterum no tenía nada que contar.

    Y lo mejor era que siguiese así.

    No la había visto desde que lo maldijeron, y tanto el uno como el otro sabían que estaban bien gracias a Blaise.

    Menos mal que a los vampiros no les afectaba esa poción, de otro modo ni siquiera habría podido ver a su otro amigo.

    Sin el verisaterum, y con la tortura prohibida por el ministerio, había muy poco que nadie pudiera hacer para obligarlo a confesar, y de todos modos los guardias no lo habrían permitido. Por razones diferentes, pero el resultado era el mismo. Y Draco seguía pudiendo ver a su amigo.

    - Anda ve. Si te retrasas Potter podría sospechar.- lo ayudó a levantarse agarrándolo por los brazos y tirando suavemente hacia arriba.

    Se tambaleó un poco debido al mareo pero en seguida se recuperó.

    -Vendré en cuanto me sea posible.- dijo mientras daba el primer paso hacia atrás.

    -Eso ya lo has dicho.- contestó su amigo con una sonrisa que no llegó a sus ojos. Draco quería borrarla y sustituirla por la sonrisa de verdad que tanto echaba de menos, pero ya no tenía tiempo. – Ten cuidado.- le dijo finalmente con un deje de tristeza muy oculta en el fondo.

    -Tú también.- contestó Blaise.

    Y esas fueron las últimas palabras que intercambiaron un instante antes de que Draco comenzara a desandar el camino de vuelta al almacén.

    Mojado, helado, y algo mareado. Pero mucho más tranquilo de lo que había bajado.

    Quizás estaba demasiado cansado, o mareado, o simplemente es que él era realmente silencioso. Pero al final eso era irrelevante por qué no lo hoyó acercarse.

    Estaba apoyando la mano en el picaporte de la puerta que daba a la planta baja desde los sótanos, cuando una mano se cerró entorno a su brazo dándole la vuelta bruscamente. Su cabeza chocó contra el frío metal de la puerta aturdiéndolo momentáneamente.

    -¿Me has echado de menos?- la voz era tranquila y sosegada en el aire viciado de Azkaban. Como el humo de un cigarrillo. Igual de letal que un cáncer. Draco tragó saliva y levantó la mirada.

    -Tomas. – logró que su voz no temblara.

    El guardia estaba igual que siempre. Enfundado en un abrigo reglamentario negro que solo conseguía hacerle parecer más escuálido y alto de lo que era. Su cabello castaño claro pulcramente pegado al cráneo, y los rasgos aguileños, duros y angulosos como pedazos de hielo. Su boca estaba tensa en un rictus constante de amargura, sus ojos azules tan vacios como espejos.

    -No has contestado a mi pregunta.- deslizó en un gesto casi de ternura la capucha de Draco hasta que su rostro estuvo al descubierto. Sus grandes ojos claros mostraban un terror que el mismo había grabado allí a fuego. La visión le produjo una agradable sensación de justicia. Nunca lo admitiría pero si alguno de los dos había echado en falta al otro había sido él.

    Había echado de menos el brillo de esos ojos claros inundados de lágrimas, el punto justo en que esa hermosa voz se quebraba incapaz de emitir ni un grito más, el modo en que su cuerpo se adaptaba al suyo cuando ya había dejado de luchar.

    Draco era un mortífago, un asesino, una criatura de lo más vil y despreciable, y el hijo de un monstruo. Pero a veces el sabor más horrible podía tener el aspecto más dulce y apetitoso. Draco era como una fruta podrida cubierta de caramelo y azúcar escarchado, de cremosísima nata fresca y algodón de azúcar. Todo delicada dulzura encubriendo un veneno corrosivo y ulcerante.

    -Yo…- Draco sabía que tenía que decir algo, pero su voz se quebró y sus ojos empezaron a inundarse. Últimamente no hacía más que llorar.

    Tomas asintió levemente, imperturbable.

    -Llorar está bien, es lo mínimo que puedes hacer por todas las personas que has hecho sufrir. – Acarició su mejilla con dedos largos como patas de araña. Una de las lágrimas se deslizó hasta dar con su yema, la levantó y la miró por un momento. Casi parecía de verdad.

    Draco comenzó a temblar más violentamente, ya no solo de frío, con la mirada prendida en el rostro de Tomas, deseando más que cualquier otra cosa cerrar los ojos, pero incapaz de atreverse a hacerlo. Recordaba muy bien las lecciones aprendidas los últimos siete años, y un par de semanas apartado de su amo no iba a hacerlo olvidarlas. Y aunque había rogado infinitamente no tener que volver a necesitarlas, ahora mismo no podía evitar seguirlas al pie de la letra.

    Lo que entrañaba no apartar la mirada de él, no importaba si su garganta se estaba desgarrando por los gritos, o si apenas lograba mantenerse consciente, sus pupilas no debían apartarse de él, hacerlo equivaldría a agravar mucho, muchísimo más su situación.

    -Parece que no has olvidado lo que te enseñe.- dijo desapasionadamente.- Eso está bien, me habría decepcionado lo contrario.- Se llevó una mano al bolsillo, su mirada tan fría sin apartase de la suya.- Me ha costado dar contigo lejos de alguno de ellos. El Lord Dementor te vigila bien. No le culpo, hay muy pocos que puedan ver más allá de esa cara tan bonita tuya.- Sacó la varita. Draco se pegó cuanto pudo a la puerta.- Pero yo si sé lo que hay debajo. Eres como tu padre. Una criatura oscura y repugnante.- apoyó la punta de madera en su garganta.- Y la única razón por la que no te he matado todavía es porque alguien como tú no merece ese alivio.- Sus últimas palabras contenían tanto odio que podrían haber sido de ácido.

    Draco quería gritar que era inocente. Él no había elegido ser marcado, él no había elegido ser hijo de Lucius, ni había matado a nadie, y de hecho tampoco había hecho nunca nada que fuera más allá de los insultos y alguna pequeña crueldad, más fruto de su orgullo y una actitud infantil, que hacía mucho que había superado, que de ninguna otra cosa. Pero sabía que no serviría de nada ahora, como no había servido de nada hacía siete años. Al menos ahora sabía lo suficiente para estarse calladito y no provocar a su torturador.

    La varita levantó delicadamente su barbilla y los labios de Tomas rozaron los suyos. Fue muy suave y tierno, como una caricia. A veces el guardia podía ser odiosamente dulce. Draco sintió nauseas. Se quedó un momento labios contra labios.

    -Sé que no puedo tocarte, porque el cabrón del Lord Dementor matará a Henry si lo hago.- murmuró en su boca.- Pero tarde o temprano se cansará de ti, o le harás enfadar lo suficiente. Y cuando retiré su protección yo estaré allí, no lo olvides.- se apartó del tembloroso joven.- Los asesinos siempre reciben su merecido.

    Le dio la espalda y comenzó a alejarse fundiéndose con las sombras del pasillo.

    -Esto ha sido un recordatorio.- el tenue sonido de su voz en la distancia y sus pasos alejándose fueron lo último que percibió de él.

    Pasaron un par de minutos con Draco inmóvil, sus piernas estaban débiles y el mareo había vuelto con toda su fuerza. Logró enderezarse a base de pura fuerza de voluntad. Tenía que salir de allí, tenía que regresar al refugio del almacén.

    Sentía que si no seguía adelante, dejaría de funcionar y se derrumbaría como un castillo de arena.

    Lentamente, un paso delante de otro, echó a caminar.

    Solo había una cosa manteniéndolo entero, el recuerdo de Potter.

    Lo único, la única cosa en su maltrecho y casi totalmente derruido corazón que no había sido corrompido de una manera u otra. Harry era tan amable y puro… la única cosa totalmente buena que quedaba en su existencia.

    Llegar hasta el almacén había sido pura agonía. Tenía tanto frío… el miedo se enroscaba en su estómago como una serpiente que pretendiese devorarlo por dentro. Los recuerdos amenazaban con adueñarse de su mente y hacerlo vomitar.

    Pero pensar en esos ojos verdes consiguió darle la fuerza para finalmente llegar hasta la puerta y hacer girar el picaporte.

    - ¡Hey! Me tenías preocupado. ¿Dónde estabas?

    La voz del auror llenó de alivio a Draco cuyas piernas finalmente dieron de sí. Los rápidos reflejos del auror intervinieron lanzándolo como una pantera hacia adelante. El poderoso abrazo de Harry se cerró en torno a él un instante antes de chocar contra el suelo.

    -Lo siento.- dijo ahogadamente contra la tela de su camisa.- me han fallado las fuerzas.

    El auror lo levantó sin dificultad, como si de una dama se tratara, llevándolo hasta la "cama".

    -No pasa nada. Pero no deberías haber salido si te encontrabas mal. Podría haberte visto alguien. ¿Por qué saliste?- estaba perplejo y preocupado, el pequeño parecía estar temblando. ¡Estaba helado! Cuidadosamente lo acercó a su cuerpo refugiándolo contra su pecho y envolviéndolo con los pliegues de su abrigo.

    -Quería respirar aire fresco.-

    -La próxima vez espérame. Iré contigo. Merlín estás helado.- apoyó la barbilla en su coronilla y comenzó a frotarle la espalda.

    Un suspiró escapó de los labios de Draco. Era tan agradable. El calor de Harry era de una clase que más que el cuerpo caldeaba el corazón. Se sentía tan bien….

    Levantó la mirada, los ojos verdes parecían preocupados. "¿Por mí?" Se encontró sonriendo levemente. ¿Cómo podía ser que este cabeza de chorlito consiguiera hacerle sentir mucho mejor que su mejor amigo?

    Era realmente un misterio.

    Lo miró más detenidamente.

    Aunque quizás no lo fuera tanto. Ese pelo inpeinable tan suave como plumas, su fuerza, no solo física o mágica, ese magnetismo indefinible que te envolvía como un manto de seguridad. Esos increíbles ojos verdes en los que podría hundirse, esos labios tan carnosos…

    Y entonces sucedió.

    Ni siquiera se dio cuenta de lo que estaba haciendo hasta que sus labios rozaron los de Harry.

    Y entonces ya era demasiado tarde para detenerlo.

    El primer contacto de piel contra piel.

    Los recorrió un escalofrío como miles de alitas de mariposa acariciando sus nervios. Sendos suspiros escaparon de sus labios.

    Un relampagueo de magia los envolvió como electricidad estática.

    Y ya no hubo vuelta atrás.

    Los labios de Harry presionaron suavemente los de Draco, que se abrieron sin ningún otro gesto. Entreabriéndose con la timidez de quien no sabe muy bien qué hacer. Esto no era como todas esas veces en que había sido forzado. Esto era un gesto elegido por sí mismo, un ofrecimiento que no había hecho a nadie nunca antes. Y Harry supo tratarlo como tal.

    Su lengua se deslizó entre ellos para acariciar la punta de la suya, instándole a jugar, a ir en su busca. Draco rió levemente, le hacía cosquillas. ¿Cuánto hacía que no reía de verdad? Siguió la lengua de Harry hasta su propia boca. Se acariciaron la una a la otra, bebiendo cada uno la saliva del otro.

    Las manos de Harry se enroscaron en su cintura y se deslizaron por sus muslos, acariciando, explorando a través de la tela de la túnica. Draco suspiró atrayendo al auror por el cabello, acariciando la curva de su nuca y enroscando los dedos en la maraña imposible de su oscura cabellera.

    Y en todo el tiempo la magia parecía palpitar cada vez más fuerte y más constantemente. Una melodía perfecta, una sinfonía inigualable. Un encontrarse de lenguas y manos, y cuerpos que se buscaban a través de la tela.

    Draco cayó hacia atrás sobre los jergones apilados, y Harry lo siguió cubriéndolo con su cuerpo. Besándose como si no hubiese mañana, y quizás aunque ninguno de los dos lo sabía no lo había.

    Harry deslizó las manos bajo la tela de la túnica, levantándola y enroscándola hasta que quedó entorno a la cintura de Viely y pudo observar la esbelta perfección de sus largas piernas, y el vello casi traslucido, suave como seda, que cubría la cavidad entre sus muslos, donde descansaba su tesoro más preciado, ahora medio henchido por el placer.

    -No llevas ropa interior.- susurró medio perplejo, la respiración profunda y sensual.

    -No…no llevo.- susurró apenas, sonrojado de una mezcla adictiva de vergüenza y placer. Entreabrió levemente los muslos, casi involuntariamente.

    Las manos de Harry los acariciaron y los enroscaron en torno a su cintura. Draco gimió al sentir el roce del abrigo del auror en la sensible piel. Harry sonrió levemente.

    Las delicadas manos de Viely se deslizaron bajo su camisa acariciando los pezones que se irguieron en el acto. Impacientemente el auror se sacó la camisa y la arrojó a una esquina sin preocuparse en absoluto de donde caía.

    La piel estaba bronceada por el sol, dorada y expandida sobre un torso tan definido, amplio y atlético, que en comparación el suyo no era más que piel demasiado pálida sobre huesos finos como los de un pájaro, y sintió vergüenza de que Harry pudiera verlo.

    Se retorció levemente bajo el peso del auror, era como estar cubierto por una manta bajo un hechizo de calor demasiado elevado, era demasiado, y era muy poco, y atrajo aún más al auror enroscándolo con sus piernas y sus brazos. Su miembro quedó presionado contra la pelvis de Harry y su propio miembro duro encerrado por la tela de los pantalones. El gemido que fue arrancado de sus labios fue casi como una súplica.

    -Quiero hacerte mío.- la voz ronca de deseo de Harry lo paralizó por un momento.

    Tenía miedo. Aquellas palabras nunca habían presagiado nada bueno. Pero la magia entorno a ellos era como un susurro que lo instaba a seguir, y los ojos de ese verde tan intenso estaban tan llenos y brillantes… no sabía de qué. O más bien no quiso saberlo. No estaba preparado aún para admitir algo tan grande e intenso como eso, aun cuando su corazón pareció volverse loco en su pecho y querer abandonarlo. Y su respiración se hizo tan entrecortada que por un momento temió no ser capaz de responder.

    -Hazme tuyo.- las palabras abandonaron sus labios un instante después.

    Y eso fue todo lo que hizo falta.

    Harry quiso quitarle la túnica pero Draco no le dejó, y Harry respeto ese deseo hundiendo el rostro en la curva perfecta de su bajo vientre y quitándose sus propios pantalones junto a los calzoncillos negros.

    Lamió la delicada piel con todo el ansia de quien muere de hambre, bajó con la lengua y acarició la extensión de su miembro con la mejilla, tierna y dulcemente.

    Draco lo observaba casi sin aliento, dejando escapar gemido tras gemido de incredulidad llena de placer, y cuando el húmedo apéndice empezó a acariciar su entrada y a prepararlo con toda la devoción de un adorador que realiza una plegaria, creyó que se echaría a llorar por la increíble ternura del gesto.

    Estaba preparado, húmedo, retorciéndose, suspirando de placer, y lo único, lo único que quería era sentir a Harry dentro de él. Lo necesitaba tanto…

    La magia lo estaba enloqueciendo con el delicado susurró de su presencia, le hacía sentir como un gran vacío en su interior que necesitaba ser llenado, que solo Harry podría llenar. Y eso lo estaba volviendo loco.

    El auror se posicionó sobre su cuerpo. Los bíceps tensos, los cabellos húmedos, la mirada más sexy y depredadora que había visto nunca, lo hipnotizó como una serpiente inmovilizándolo bajo él. Y entonces comenzó a empujar suave y constantemente, penetrándolo, tomándolo, poseyéndolo y llenándolo completamente como no lo había conseguido nadie antes.

    Supuso que debería estar asustado, o al menos sentir algo de desagrado por un acto que hasta ahora solo le había traído dolor y humillación. Pero la verdad, la auténtica verdad era que le estaba desgarrando de placer y amor. ¡Merlín! Harry había empezado a moverse.

    Embestida tras poderosa embestida. Rozando su centro de placer con cada una de ellas, haciéndolo gemir, gritar, retorcerse desesperadamente. Levantando las caderas a su encuentro cada vez.

    Harry parecía un Dios de piel broncínea, brillante, perlada de sudor, que había decidido hacerlo suyo contra cualquier fuerza que intentara impedírselo. Su respiración salía en bocanadas explosivas de aire, sus músculos se contraían y flexionaban como los de un pura sangre en plena carrera. Su mirada era fiera, como una llamarada verde y salvaje. Como el avada kedavra, como un relámpago. Sus labios reclamaron los suyos en un último acto de apasionada posesión, y ambos explotaron en una increíble ola de placer salvaje que fue elevándose, creciendo y aumentando hasta que la magia aulló en sus oídos como un vendaval y resonó en su sangre como un canto de sirena y el semen de Harry inundó sus entrañas como fuego líquido, antes de que la oscuridad los reclamara a ambos.

    Ron estaba frustrado, bueno, en realidad bastante más que frustrado. ¿Por qué los malditos elfos domésticos tenían que ser tan cabezotas? A ver, lo único que quería saber era quien había ido llevándose la comida, ¡Y actuaban como si les estuviese preguntando por el secreto de la vida eterna!

    Todos callados y con las orejas gachas.

    Suspiró resignado, no iba a torturarlos para sacarles información, no era tan cruel, y el verisaterum no funcionaba con otras especies que los humanos…así que sí. Ron estaba muy frustrado.

    Dio otra patada al guijarro que había encontrado en el suelo un par de pasillos atrás. Supuestamente estaba buscando a Malfoy, pero a estas alturas empezaba a pensar que el hurón había muerto y que los guardias trataban de encubrirlo de algún modo. El por qué no lo tenía claro, pero no creía que Malfoy hubiese soltado a Fenrrir.

    A ver, ¿Quién en su sano juicio suelta a un hombre lobo hambriento, con uno mismo como presa más cercana? A no ser que tuviese una varita, cosa que sabía que no tenía por qué no faltaba ninguna, ni en el almacén ni entre los guardias. Lo que significaba que los guardias querían muerta a Hermione para que no averiguara algo. ¿Pero el qué?

    Dio otra patada al guijarro, y se disponía a repetir la jugada cuando torció la esquina del siguiente pasillo.

    "¿Pero qué?"

    Allí arrodillada en el suelo había una mujer cubierta por un desgastado vestido gris. Por el corte sencillo parecía de sirvienta. Una idea que quedó reforzada por el cubo de agua jabonosa que había a su lado. En la mano tenía un paño con el que estaba frotando el suelo manualmente. Su cabello oscuro era tan corto que apenas le rozaba la mandíbula, y su piel tan pálida que parecía ceniza.

    La joven pareció escuchar su sonido de sorpresa y levantó la cabeza.

    -¡¿Pansy Parkinson?

    La lechuza marrón de mirada digna de Macgonnagal estaba apoyada en una de las perchas de la minúscula lechucería de Azkaban, con un paquetito atado a la pata.

    Hermione se acercó para recogerlo, uno de los elfos domésticos le acababa de informar de su llegada, e inmediatamente había decidido ir a por él.

    -Buenas Arquímedes. ¿Tienes hambre?- le ofreció algunos dulces para lechuza y mientras los comía del comedero, Hermione desató el paquete y lo devolvió a su tamaño normal con un rápido hechizo.

    Macgonagal le había enviado otro libro al parecer, y había una nota adherida al envoltorio de papel marrón.

    "Querida Hermione.

    Te envío este preciado volumen únicamente debido a la urgencia del trabajo que se os han encargado, y con el pleno convencimiento de que sabrás cuidarlo como se merece. Se trata de un tomo mágico que contiene todos los conocimientos de quien lo creó, y que solo mostrará a quien con el corazón limpio los necesite de verdad. Espero que te resultará de utilidad.

    Sinceramente MacGonnagal."

    Arrastrada por la curiosidad Hermione rompió el papel del envoltorio.

    "Mi Diario" firmado "Godric Griffindor:"

    El aliento se le atragantó un momento.

    -El diario de Godric Griffindor…
     
    Top
    .
  13. Dan2102
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Wuao! :D ya cada vez más cerca la posibilidad de que Harry ayude a Draco....

    Cuidalo Harry!

    :(

    Conti!
     
    Top
    .
  14. Kari Tatsumi
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    El beso del Dementor

    Capítulo 11- Secretos.



    Su respiración salía en bocanadas explosivas de aire, sus músculos se contraían y flexionaban como los de un pura sangre en plena carrera. Su mirada era fiera, como una llamarada verde y salvaje. Como el avada kedavra, como un relámpago. Sus labios reclamaron los suyos en un último acto de apasionada posesión, y ambos explotaron en una increíble ola de placer salvaje que fue elevándose, creciendo y aumentando hasta que la magia aulló en sus oídos como un vendaval y resonó en su sangre como un canto de sirena y el semen de Harry inundó sus entrañas como fuego líquido, antes de que la oscuridad los reclamara a ambos.

    Despertar aquella mañana fue como volver a descubrir la vida. Cada pequeño detalle a su alrededor tenía un brillo nuevo, una mayor definición y un encanto poderoso que lo hacían desear vivir como no lo había deseado en años.

    Quizás a lo largo de su existencia en Azkaban, lenta y progresivamente, sin casi darse cuenta, había ido perdiendo las ganas de luchar, y el deseo de seguir adelante se había ido mermando hasta hacerse, simplemente, el ansia primordial de supervivencia que tenía todo ser vivo. De modo que al final ya casi le había dejado de importar la vida como tal.

    Pero aquella noche, de alguna manera, estando entre los brazos de Harry, sintiendo su calor, su deseo,…todo lo que era él, había encontrado algo por lo que realmente merecía la pena vivir. Alguien que había conseguido que incluso estando maldito, y encerrado en aquel infierno. Incluso habiendo perdido todo lo que era suyo, en muchos más niveles de lo que solo lo físico podría abarcar, sintiese, que muy a pesar de todo, podía ser feliz. Harry había conseguido durante unas horas hacerlo sentir real y absolutamente feliz. Y eso era algo por lo que merecía la pena seguir adelante.

    Giró sobre su espalda con una sonrisa en los labios, y sin abrir los ojos extendió el brazo esperando encontrar el cálido cuerpo del auror, pero su mano solo encontró mantas que aún conservaban la tibieza de su piel.

    Perplejo, lentamente, abrió los ojos.

    -¿Harry?- susurró a penas, aún medio en las garras del sueño. Las mantas revueltas estaban vacías a su lado. Se incorporó con el corazón en un puño y miró a su alrededor, el auror no estaba en la habitación. Tragó saliva tratando de no preocuparse, había miles de razones por las que habría tenido que salir. ¿No?

    Una vocecilla rabiosa, que reconoció como su orgullo, empezó a gritarle que nada justificaba que su pareja se largara de la cama la mañana siguiente a su primera noche juntos sin darle ni una explicación. Y estaba empezando a enfadarse cuando vio una hoja doblada sobre la almohada. Prácticamente la arrancó del sitio en su prisa por cogerla.

    Tomó aire temblorosamente y sonrió al reconocer la letra del auror. No le había olvidado después de todo.

    "Para Viely" Estaba escrito con su característico desorden en sencilla tinta negra sobre una hoja de pergamino tan blanco, que debía de haberlo conjurado especialmente para él. Pasó el dedo sobre el papel suavemente, sintiéndose cálido y casi atolondrado de alegría. Desplegó la nota:

    "Viely, no podrás ni imaginarte cuantas veces he reescrito esta nota antes de conseguir una medio decente."- Sonrió imaginando al auror todo frustrado con el papel que estaba sosteniendo- "La verdad es que empecé a escribir solo para decirte que he tenido que irme a seguir con la investigación, y que volveré está tarde. (Dormías tan profundamente que no quise despertarte.) Pero cuando cogí la pluma descubrí un millar de cosas que decirte. Tantas que todo acabó en un lío incomprensible. Hice varios intentos más con el mismo resultado. ¿Porqué será tan difícil? Al final he decidido que lo mejor será hacerlo lo más sencillo posible, si no, no acabaría de escribir esto jamás." Sabía que habría habido una sonrisa en los labios de Harry al escribirlo.- "Te quiero."- Esas dos palabras hicieron, que por un momento, el mundo se inclinara vertiginosamente. "Harry…me quiere." Su corazón dio un salto, las mejillas se le arrebolaron. "Harry me quiere." Su respiración se aceleró, sus ojos se agrandaron. "¡Harry me quiere!" Las lágrimas empezaron a rodar por sus mejillas, apretó el papel contra su pecho. "¡HARRY ME QUIERE!" Se dobló sobre sí mismo y comenzó a llorar abiertamente de alegría. Sintió el casi irresistible impulso de correr en su busca para decirle que el también…

    "Le …quiero." Su corazón vibró al admitir finalmente lo que había estado tratando de evadir. "Estoy enamorado. Enamorado de Harry." Se llevó una mano a la boca ahogando las palabras.

    -Le amo. – murmuró débil, quebradamente. Aquello lo cambiaba todo. Harry odiaba las mentiras. ¡Merlín, si hasta le había pedido al sombrero seleccionador que lo pusiera en griffindor rehuyendo slytherin! "Si descubre que le he estado engañando… me odiara. No, él ya me odia. Si se entera será mucho, mucho peor, no querrá volver a saber nada de mí. ¡Jamás!" Tragó convulsamente. ¿Qué iba a hacer? ¡No podía perderlo! No lo soportaría. Sabía que si veía una sola vez la chispa del odio en esos ojos verdes que tanto amaba, se haría pedazos. Hasta ahora había aguantado gracias a Blaise, a Pansy, y a su inquebrantable decisión de seguir adelante. Pero ahora que había encontrado a Harry, y finalmente había admitido lo que sentía, él se había convertido en el centro de todo su mundo. Si le dejaba, si lo apartaba de sí, ya no podría volver a resistir como antes. Se quebraría como una figura de cristal que choca contra el suelo.

    Solo le quedaba una salida.

    "Tengo…tengo que contarle la verdad."

    La sala de los guardias estaba bacía a excepción de ella. Henry y Tomas supuestamente en sus habitaciones. Y Ron y Harry investigando.

    La luz de la chimenea era la única fuente de iluminación, las llamas naranjas danzaban alegremente creando juegos cambiantes de luces y sombras sobre el libro que sostenía.

    "El Diario de Godric Griffindor."

    Hermione llevaba ya un rato sentada en su jergón delante de la chimenea. Observando el grueso tomo y meditando si debería, o no, intentar leerlo. Leer el diario de alguien no parecía ético. Pero por otra parte quizás contuviera la información que necesitaba. Y de todos modos Macgonagal la había juzgado digna de la responsabilidad. Aunque aún permanecía el asunto de que el diario no era de ella. Frunció el ceño determinadamente.

    "Está bien. Solo leeré lo que necesite y evitaré todo lo que parezca demasiado personal. Además Macgonagal dijo que solo alguien digno podría leerlo. Si Griffindor puso ese hechizo, seguramente ya sabría que su diario iba a ser leído. Por lo que en realidad no estaré invadiendo su intimidad ¿No?" Agarró la tapa y antes de cambiar de opinión lo abrió.

    -Una hoja en blanco…- miró el papel amarilleado por el tiempo. Allí no había nada escrito. O no lo había hasta hacía un instante. Lentamente una elegante letra dorada comenzó a aparecer en la página, como escrita por una mano invisible.

    -"Buenas noches Hermione."

    Mione se sobresalto. Aquello se parecía demasiado al diario horrocrux de Voldemort.

    -"Ja,ja,ja. No soy un horrocrux. Solo un libro con bastante más inteligencia que el resto."

    -¿Me estás leyendo la mente?- no sabía si sentirse ultrajada o fascinada por la complejidad del objeto.

    -"Solo tus pensamientos superficiales. Y antes de que me hagas más preguntas, quizás deberías pensar en el sombrero seleccionador y su inteligencia. ¿No creerías que ese fue el único objeto sintiente que hizo Godric verdad?"

    Hermione lo medito durante un momento. No parecía percibirse en él ningún tipo de magia oscura, y además se lo había mandado Macgonagal.

    Asintió.

    -Está bien te creo. Eres un libro con inteligencia propia.

    -"Creado por Godric Griffindor para proteger sus memorias."

    Hermione enarcó una ceja.

    -Un poco engreído ¿No?

    -"… bueno. Es que no suelo tener muchas oportunidades de hablar con nadie."

    Mione enarcó aún más la ceja.

    -"Está bien, está bien. Supongo que querías saber algo ¿No?"

    La auror asintió. ¿Qué preguntar primero? Decidió empezar por aquello que más le había llamado la atención los últimos días.

    -¿Podrías hablarme sobre los dementores? Toda la información que he encontrado está incompleta. Cualquier ayuda sería de agradecer.

    La página permaneció en blanco unos instantes.

    -"…No te andas con chiquitas ¿E? Está bien, he visto que tu curiosidad es sincera y que en tu corazón no albergas más que buenas intenciones. Así que te lo contaré."

    Mione observó atónita, sin perder detalle, como lentamente se iba desenrollando ante ella la historia de los dementores, del Lord oscuro que los lideraba, y de cómo se perdió todo conocimiento sobre ellos.

    "Al principio de la sociedad de los magos, siglos antes de que naciera mi creador, toda la gran población de brujas y hechiceros estaba empezando a tomar la forma que acabaría teniendo. Y con la elección popular del primer líder, que más tarde sería conocido como el primer ministro de magia, surgieron también las primeras leyes y normas, y el inicio de lo que sería el ministerio.

    La magia es un gran poder que requiere una gran responsabilidad. El líder y su consejo sabían que sin un castigo a temer, habría muchos magos que no tendrían reparos en utilizar este don para cometer delitos monstruosos.

    Así que buscaron un castigo tan terrible, tan espantoso, que disuadiría a cualquiera de tales intenciones.

    Nadie sabe muy bien como se creó. Pero si que fue lo que acabó por surgir de aquella búsqueda.

    La maldición del Dementor.

    Quizás no lo sepas, pero antiguamente se creía que la magia, el alma de un mago, pasaba a otro cuerpo cuando moría. Renacía y se iba reencarnando una y otra vez. No los recuerdos ni las vivencias, claro, pero su esencia mágica. Así era como explicaban el nacimiento de muggleborns. Cuando no había ningún bebe mágico libre, la esencia mágica buscaba otro receptáculo apropiado. Y así un mago aunque muriera seguiría existiendo para siempre en un ciclo interminable de nacimientos y muertes.

    Por eso la maldición de Dementor es un castigo tan terrible.

    Esta maldición es el origen de las criaturas conocidas como dementores. Reservada solo para los criminales más oscuros y corruptos, para aquellos cuya esencia había quedado tan manchada que ni siquiera renacer podría limpiarla.

    Es una maldición que atrapa la esencia del mago y literalmente la funde con su carne. Lo convierte en una única entidad incapaz de morir. Atrapada para siempre en un infierno en vida. El cuerpo se retuerce y corrompe reflejando aquella mancha que corroe el espíritu. Pierdes la capacidad de hacer magia, porque tu esencia ya no te responde atrapada en tu propia carne. Te posee un aura de terror y espanto que hace que la gente te tema y rehúya, que te vean como un monstruo. Su pánico es tal que tus palabras solo les llegan como siseos aterradores, dejándote por siempre solo. Acompañado únicamente por aquellos que son como tú. Teniendo que verte a diario y recordar, merced a tu deformada apariencia, los delitos cometidos. Sabiendo que jamás serás libre de ello, pues no puedes morir.

    Esta nueva criatura solo comía una cosa, almas. Solo cuando devoraban una de ellas se sentían de nuevo vivos, acompañados, y su soledad se desvanecía durante unos instantes. Devoraban recuerdos felices para sustituir aquellos que ellos jamás podrían tener. Causando en la víctima una angustia tan terrible que perdían la cordura. Extendiendo la frialdad de su muerte en vida a todo su alrededor.

    Irónicamente lo único capaz de espantarlos eran las formas físicas de dichos recuerdos. Los patronus. Su pureza les causaba la angustia de recordar sus propios recuerdos felices perdidos.

    El líder y su consejo fueron muy listos. No solo estaban castigando a los magos oscuros, dando ejemplo a toda la gente. Si no que además habían creado al guardián perfecto. Una criatura temible e incansable, cuyo alimento podía emplearse también como castigo. Tu alma devorada por uno de ellos. Un castigo considerado algo más deseable que convertirte en uno de ellos. Pues tu esencia mágica escapaba intocable para buscar una nueva reencarnación.

    Crearon un artefacto que les permitía controlarlos y los confinaron a un único lugar en el mundo. Azkaban. Que desde ese momento se convirtió en la prisión del mundo mágico, y su lugar más aterrador.

    Siglos más tarde llegó el tiempo de mi creador, Godric Griffindor. Godric era un mago muy poderoso de una gran bondad. Tenía buenos amigos, una esposa que lo amaba y dos hijos a los que quería con el alma. Griever y Garta. Dos chicos que poseían el gran potencial mágico y el valor de su padre. Dos jóvenes que lo hacían llenarse de orgullo.

    Pero…

    El poder en grandes medidas puede corromper, y Griever y Garta lo tenían todo. Poder, dinero, nobleza, la admiración de todos.

    Pero Griever quería más. Y comenzó a buscar en la magia oscura la manera de ser aún más poderoso. Con su alquimia e investigación desarrolló un ritual que le permitía absorber la esencia mágica de otros. Mató a su madre en la realización de este terrible ritual oscuro, casi logró la muerte de su hermano, y de haberlo conseguido hubiera tenido el poder suficiente para vencer a su padre, devorar su magia y acabar convirtiéndose en el mago más poderoso y oscuro jamás nacido. Sin embargo Garta, aunque no pudo salvar a su madre, herido y casi a las puertas de la muerte, logró llegar hasta Godric y advertirle.

    Grandísimo fue el dolor de Griffindor al saber en qué monstruo se había convertido su hijo. Pero aún mayor era su sentido del deber. Encontró a Griever, ocultó en un nido de oscuridad que se había creado en las entrañas del que había sido su hogar. Lo retó.

    La batalla fue terrible. Hizo abrirse la tierra y relampaguear los cielos, surgieron columnas de fuego como gigantes embravecidos, olas monstruosas, rayos que lo calcinaban todo a su paso. .. Pero finalmente Godric fue el vencedor.

    Su sentido de la justicia hizo que lo entregara ante el ministro para ser juzgado justamente por sus delitos.

    Griever fue condenado a la maldición del dementor.

    Su propio padre la pronunció ante el consejo de magos. Aunque había lágrimas en sus ojos, la voz de Godric nunca titubeo mientras tejía con su magia el destino de su hijo.

    Pero incluso como dementor el poder de Griever era tal, que logró sobreponerse mínimamente a la maldición. Reteniendo como única característica humana su voz.

    El ministerio vio esto como una manera aún más efectiva de manejar a los dementores, teniendo así a un intérprete capaz de comunicarse con ambos bandos. Poco tardó el nuevo monstruo en apoderarse del liderazgo de las terribles criaturas. ¿Quién había pues entre ellos más poderoso, o más oscuro que él?

    Así nació el Lord Dementor. El último de los dementores.

    Después de aquello Godric se decidió a acabar con aquella maldición. Porque muy y a pesar de todo. Aun amaba a su hijo, y hubiera querido que tuviera la oportunidad de volver a renacer. Aún si su alma estaba manchada, creía que podría haberse limpiado de haber tenido una segunda oportunidad. Oportunidad que no habían tenido ninguno de los dementores.

    Su razonamiento, presentado ante el consejo, junto con una larga campaña que puso al mundo mágico a su favor, además del peso de su nombre, hicieron que finalmente la maldición del dementor fuera prohibida.

    Toda información sobre ella eliminada.

    Los pocos textos que la detallaban, pertenecientes, como no, al ministerio, destruidos. Se había decidido hacerla desaparecer totalmente, pues, ¿Quien aseguraba que algo tan terrible no pudiese, algún día, caer en malas manos?

    Así es como con el tiempo y la prohibición que impedía escribir nada sobre ella, todo conocimiento de su existencia se olvidó. Y los dementores empezaron a ser vistos como criaturas oscuras propias, sin ningún origen humano."

    Hermione no sabía cómo sentirse. ¡Acababa de ser obsequiada con una información que había permanecido perdida durante siglos! Pero había algo que de repente le había venido a la memoria.

    -¿Entonces qué es el dementor blanco?

    -"Un dementor blanco es un alguien bajo la maldición. Alguien que se está convirtiendo en uno."

    Mione tenía un terrible presentimiento.

    -¿Es necesaria sangre para realizar la maldición?

    -"Si. La sangre de alguien con un fuerte lazo con la víctima. Un familiar, o…

    -O tú mejor amigo.

    "El dementor blanco es Malfoy."
     
    Top
    .
  15. Dan2102
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    WUAAAO excelente :D

    Mione siempre tan genioo! :D

    Contiii pleasee!
     
    Top
    .
63 replies since 19/11/2012, 02:06   2877 views
  Share  
.