LO QUE PERDI… LO QUE CONSEGUI… LO QUE ME PERTENECE Spin-off historia de Sora

¿Qué pasa cuando alguien marcado por la muerte se encuentra con alguien signado por el dolor?... ¿serán capaces de cambiar su destino?...

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  1. mrs lillan
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    quiero dar las gracias a Dios por el uso de Dr. ebhose como mi fuente de salvación después de 2 años de desempleo y mi amante me dejó sola durante 2 años, acaban de corazón roto hasta que me voy en contacto con Dr.ebhose después vi un testimonio de las señoras de cómo fue ayudado por el mismo Dr. ebhose , así que decidió ponerse en contacto con él y cuando le dije a todos mis problemas se rió y dijo que esto no es un problema que todo estará bien en 3 días time.Exactly la tercera día mi ex amante me llama me sorprendió y lo que me sorprendió más fue que una empresa solicité más de 4 meses me llamó y me dijo que debía volver al trabajo tan pronto como sea possible.Am muy agradecido al Dr. ebhose si lo desea en contacto con él [email protected] Él hacer el hechizo de la siguiente manera

    ( 1 ) Si usted quiere que su ex atrás .
    ( 2 ) que necesita un divorcio en su relación
    ( 3 ) ¿Quieres ser promovido en su oficina.
    ( 4 ) ¿Quieres las mujeres y los hombres a correr detrás de usted.
    ( 5 ) Si usted quiere un hijo.
    ( 6 ) ¿Quieres ser rico.
    ( 7 ) Usted quiere atar a su marido y esposa para ser tuyo para siempre .
    ( 8 ) Si usted necesita la ayuda financiera .
    ( 9 ) La atención a base de plantas
    Póngase en contacto con él hoy en : [email protected]
     
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  2. Micaelitha
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    me gusta esta muy hermoso :D !!!!!!!!!!! :=duouou: :=duouou: :=duouou: :=duouou: :=duouou: :=duouou: tan bello :=BUABUA: :=dgdgdf: :=dgdgdf: :=dgdgdf: sigue asi :) !!!
     
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  3. Fransela_r
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    Bien, para quienes leyeron este trabajo y conocen a Sora este es su spin-off su historia despues de que desperto. Esta dedicado a mi querida Alex Jakson que adora a mi Sora. Les dejo un glosario de terminos que use en este trabajo:
    Kumicho: Jefe máximo
    Bon: título honorario para el hijo del feje del clan
    Wakagashira: primer lugarteniente en un grupo yakuza. Jefe de diversas bandas en una región determinada
    Espero les guste este pequeño trabajo, un beso y gracias por leer.


    Termino en invierno.



    Mirarse en el espejo no era fácil. Cada vez que se encontraba con su imagen reflejada, no veía más que un rostro. No había nada allí, no más que los recuerdos recientes de su vida que al parecer comenzó al despertar de un largo sueño.

    Seis meses habían pasado, las secuelas de su sueño lo mantenían en una silla de ruedas. No solo su memoria se había visto afectada, sus habilidades motoras también estaban comprometidas. Un fisioterapeuta lo visitaba diariamente así como un psiquiatra, ambos trabajaban en conseguir que su cuerpo y su mente funcionaran al unísono. Cosas tan sencillas como bañarse, vestirse, comer o incluso peinarse, tenía que hacerlas con ayuda. Era devastador cuando hasta para compartir con su hija debía estar acompañado.

    Zoe era una pequeña luz en su confusa vida. Era de lo único que no dudaba en el caos que era su mente. No hubiese podido aunque hubiese querido, la niña era su viva imagen y según su padre tan mal portada como alguna vez fue él.

    La relación con el padre de Zoe era diferente, con él se sentía inseguro algunas veces, triste otras, excitado en algunas oportunidades y feliz en muy pocas ocasiones. Akira Umehara era un hombre poderoso, se notaba en todo el lujo y la suntuosidad que los rodeaba. Vivian en una enorme mansión que más bien parecía un bunker de lo protegida que estaba. A veces recibían visitas, el padre de Akira venía a menudo para ver a Zoe, esas visitas eran perturbadoras para Sora, pues el hombre no era con él sino lo mínimamente cortes.

    Sora comenzó a sospechar que algo había de malo en su pasado, cuando pudo movilizarse con la silla de ruedas por la casa. Salir de su habitación era un triunfo, estar encerrado parecía no gustarle a su humor. Pero al cabo de unos días acabó por encerrarse voluntariamente en su habitación. La servidumbre a su alrededor lo miraba displicente, algunos con temor, otros con rencor. Le servían, sí, atendían a sus necesidades, pero no había en ellos la disposición de hacerlo. Era como si solo se vieran obligados a tratarle y ciertamente lo hacían con el minino de respeto. Lo que hacía que Sora se sintiera muchas veces en territorio hostil.

    Por eso estaba aquella mañana mirándose al espejo, buscaba algún indicio, una clave que le dijera si se había ganado la acritud de todos a su alredor, se preguntaba ¿Quién era Sora Osagawa? ¿Qué había hecho antes de caer en coma?

    —Estás muy pensativo esta mañana.

    Le dijo una suave voz a la que precedió un cálido beso en su sien.

    —Hola Akira, buenos días.

    Saludó Sora con una leve sonrisa.

    Akira venia todas las mañanas a saludarle. Desayunaban juntos y luego de conversar un poco, Akira se marchaba para su trabajo y Sora se quedaba a esperar al fisioterapeuta que llegaba a las diez.

    Después que la sirvienta dispuso el desayuno y los dejó a solas, Sora dejó pasar unos minutos antes de preguntar.

    —Akira, he estado preguntándome ¿Cómo era yo antes del…coma?

    Akira levantó su mirada y lo vio con un gesto que rayaba entre el dolor y la ira. A Sora no se le había dado mucha información de lo que le había ocurrido. Un ataque en un centro comercial de donde salió gravemente herido fue todo lo que se le informó. El médico había dicho que las posibilidades de que Sora recuperara la memoria eran casi nulas y Akira estaba agradecido por eso, pues recordar el pasado era algo que no estaba dispuesto a hacer.

    — ¿Para qué…quieres saber eso?

    Le preguntó tratando de contenerse. Había sido un milagro que Sora despertara, aun estaban lidiando con las secuelas de lo que había pasado. Akira no quería ni pensar en aquellos oscuros días. Le había costado un mar de lagrimas y suplicas volver a tenerlo a su lado y así tuviera que mentirle y encerrarlo el resto de su vida no volvería a perderlo.

    —Es solo que… es un poco frustrante. —Le dijo Sora con una expresión triste en su perfecto rostro. — Quiero decir, me gustaría saber qué tipo de música me gustaba, si me gustaba ir al cine o prefería el teatro. Qué tipo de comida era mi favorita. Como era como persona, si era agradable y sociable o por el contrario era un gruñón…

    —No entiendo a que viene todo esto Sora.

    Lo cortó Akira con brusquedad. Temía a aquellas preguntas, temía a aquella curiosidad que comenzaba a nacer en Sora.

    —Debo irme a la oficina. Descansa antes de tus ejercicios. Te traerán a Zoe después que se vaya el fisioterapeuta.

    Akira besó su sien con rapidez y salió sin darle tiempo a que preguntara nada más. Sora se quedó perplejo, mirando la puerta por donde su marido había salido tan blanco como un fantasma.

    — ¿Qué había en su pasado? ¿Qué?

    Esa mañana se empeñó como nunca en sus ejercicios. Sus piernas parecieron responder mejor que otros días, dando pasos más largos y seguros aunque ayudados por el joven que lo asistía cada día. El ejercicio lo hacía olvidar sus dudas y miedos.

    —Está mejorando Sora san, muy pronto podrá dejar la silla de ruedas y comenzaremos con las muletas.

    Sora sonrió, eso le daría un poco mas de independencia, quizás así podría descubrir lo que Akira evidentemente le estaba ocultando. Jugó con Zoe un rato, cuando la mujer que la cuidaba se la llevó después de que el fisioterapeuta se marchara. Amira era una joven muy servicial y capacitada, su comportamiento con Sora era amable. Era de las pocas personas que lo hacían sentir cómodo en aquella casa.

    — ¡Mami!

    Dijo la pequeña extendiendo sus bracitos cuando lo vio. Sora la tomó vacilante, pues sus brazos algunas veces comenzaban a temblar. Amira lo ayudó hasta que Zoe estuvo recostada firmemente en su pecho.

    —¿Cómo estás mi princesa?

    Sora besó las mejillas rosaditas de su hija.


    —Papi se fue.
    Dijo la pequeña con un mohín de disgusto. Zoe amaba a su padre con locura. A veces Sora resentía esa unión tan perfecta que tenían aquellos dos y que lo excluía a él.

    —Pero mamá está aquí y está loco por jugar contigo.

    Le dijo Sora llenándola de besos. Jugaron un rato, cantaron canciones, vieron televisión juntos y luego de dos horas, Amira se la llevó. No podía protestar, ni oponerse, era el mandato de su esposo. Parecía tener su tiempo cronometrado para cada actividad. Cuando se llevaron a Zoe, apareció una sirvienta con su almuerzo y a pesar de que él le ordenó que se fuera, la mujer permaneció allí, en silencio, hasta que él terminó de comer, afortunadamente sin derramar nada. Tal parece que sus manos habían querido hacerle ganar un poco de orgullo, funcionando correctamente para evitarle una vergüenza.

    Cerró los ojos cuando la mujer retiró la bandeja, no quería que esta viera el aire de derrota que debía haber en su mirada.

    Cuando está salió cerrando la puerta. Sora abrió los ojos con pesar, mirando lentamente su lujosa prisión.

    Sabía que estaba siendo injusto, todo lo que hacia Akira era por su bienestar. Era un esposo atento y cuidadoso. Considerado con su condición. Lo había puesto en una habitación junto a la suya, dándole tiempo a amoldarse a la idea de que aunque no los recordara, tenía un esposo y una hija. Akira no pasaba de castos besos en su mejilla, frente o sien. A veces le tomaba la mano cariñosamente o le acariciaba el rostro con una mirada que le decía a Sora con certeza, que el amor que sentía era muy profundo.

    Su esposo siempre buscaba que él estuviera cómodo, protegido y en general respondía a casi todas sus dudas. Le hablaba de su padre, de los negocios que había heredado tras la muerte de este. Le contaba cosas de su día a día. Akira también era un padre amoroso y protector y se veía que amaba a su hija con locura. A veces lo capturaba mirándolo con una expresión de triste nostalgia. En esos momentos Sora hubiese dado lo que no tenía, solo por recordar cómo se sentía aquel amor que sabia intenso y hermoso.

    El psiquiatra lo visitó en la tarde. Las preguntas de rutina, los ejercicios y cuando ya el hombre iba a dar por terminada su visita, Sora le preguntó.

    —Tomoya sensei, ¿usted sabe algo del ataque? ¿Cómo sucedió todo?

    El hombre le dio respuestas vagas, contándole lo que ya Akira le había dicho. Sin dilatarse mucho en detalles, para irse finalmente dejándolo con las mismas dudas.

    Cuando Akira fue a su habitación comenzando la noche. Sora lo recibió con cortesía. Aquellos momentos eran los más incómodos. Akira llegaba de su oficina, impartía unas cuantas órdenes al personal, chequeaba trabajo de último minuto y luego subía a la habitación de Sora, donde pasaba el resto de la noche, hasta que su rubio esposo se dormía. Miraban televisión, veían alguna película, escuchaban música, cenaban y entonces Akira llevaba a Sora al baño, lo ayudaba a desvestirse, lo metía en la bañera y esperaba pacientemente hasta que Sora se bañara.

    Aquello había sido un logro de Sora, que muerto de vergüenza había protestado hasta que Akira lo dejó asearse solo. Para Sora era perturbador y vergonzoso sentir las manos de un hombre tan atractivo como Akira recorriendo su cuerpo desnudo. Por más que aquel hombre fuera su esposo, por más que lo hubiese visto desnudo muchas veces, el no lo recordaba y en ese momento eran dos extraños.
    Sora le saludó con una suave sonrisa, le contó de su día y comieron en calma. Su esposo lo ayudó a ponerse cómodo y cuando lo recostó en la cama. Sora aprovechó para pedir algo que hacía días deseaba hacer.

    —Akira, quisiera ir al cementerio.

    Akira le había hablado de la devoción y del amor que su padre sentía por él y aunque Sora no lo recordaba, algo le decía muy en el fondo de su corazón, que era cierto, su padre lo había amado mucho.

    —Te llevaré el sábado.

    Le ofreció Akira sin expresión alguna en su rostro.


    ******




    Cuando el sábado llegó, Sora despertó lleno de emoción, iba a salir de la casa y eso lo entusiasmaba. Quizás después de ir al cementerio le pediría a Akira que le llevara a algún lugar a pasear. Su esposo notó su entusiasmo, cuando entró esa mañana a su habitación para ayudarlo a arreglarse. Akira disfrutaba esos momentos, habría podido contratar a alguien para que asistiera a Sora, pero adoraba hacerlo él. Mirar el sonrojo que cubría las mejillas de Sora cuando lo desnudaba para bañarse, o el delicado pudor que tenía este cuando Akira lo vestía despacio.

    Pero no solo eran sentimientos egoístas de posesión lo que llevaba a Akira a atender a Sora personalmente. Él necesitaba que Sora se acostumbrara a su presencia a recibir su contacto. Necesitaban crear lazos de confianza, de afecto. Quería muy pronto volver a tener a su esposo en su cuarto, en su cama donde era su lugar. Deseaba que Sora lo mirara enamorado, que deseara su contacto, quería volver a hacerle el amor.

    Akira llevó a su esposo en brazos hasta el auto. Maki, el guardaespaldas de Sora, subió la silla de ruedas al auto.

    —Gracias Maki.

    Le dijo Sora cuando el hombre subió al asiento del copiloto. Maki también lo trataba con respeto y no participaba en las habladurías que Sora sabia se armaban a sus espaldas. El hombre solo asintió seriamente, dando la orden al chofer de arrancar.

    Sora tuvo la sensación de que aquello había pasado antes y en su mente se dibujó el recuerdo difuso de un hombre alto y poderoso que le sonreía. Sintió un ligero dolor de cabeza al tratar de forzar su mente a recordar. Se masajeó la sien con delicadeza y cuando Akira notó el gesto le preguntó preocupado.

    —¿Te sientes mal mi amor?

    Sí, Akira lo amaba, solo había que escuchar la ternura en su voz, el temor a que algo le ocurriera se veía plasmado en su rostro preocupado.

    —Estoy bien Akira, es que hace mucho que no salimos de casa.

    Le tranquilizó con una sonrisa. Sora, en el camino, pensó que debía darse una oportunidad de conocer mejor a su esposo. Que debían avanzar más en su relación. Estaban casados y tenían una hija, quizás debía concentrarse en retomar su vida, en vez de querer hallar lo que había en su pasado ¿Qué si no le gustaba lo que descubriera? ¿No era mejor mantener las cosas como estaban? Si la vida le había dado una nueva oportunidad era mejor aprovecharla.

    La blanca tumba despertó en él una enorme nostalgia. Akira lo había dejado sentado en la verde grama y se había retirado un poco para darle espacio. Era extraño no recordar a aquel hombre y sentir tanto dolor por su perdida. Acariciando el blanco mármol le dijo con amor, esperando que su padre donde quiera que estuviera le escuchara.

    —Hola, vine porque quería ver este lugar, se que no estás aquí, pero es el único lugar donde puedo venir a hablar contigo. Tienes una nieta, es hermosa y muy inteligente. Tiene casi un año y medio, camina y habla con mucha fluidez. Lamento no recordar nuestra vida juntos papá, pero en el fondo de mi corazón sé que te extraño y mucho. Me recupero poco a poco de las lesiones, cuando esté más fuerte, vendremos seguido a traerte flores. Gracias por haber sido un gran padre, todos dicen que eras un gran hombre, ojala llegue a ser como tú.
    Sora limpió su rostro cubierto de lágrimas y unas manos tibias se posaron en sus hombros.

    —Vamos, no debes cansarte mucho.

    Le dijo Akira con suavidad, tomándolo en sus brazos. Sora de pronto, se sentía muy cansado y triste, así que decidió no pedirle ir a algún otro lugar, se recostó del pecho de su esposo y allí permaneció acurrucado hasta que arribaron a la mansión. Akira lo llevó a la habitación y lo acostó con cuidado. Cuando iba a marcharse, Sora tomó su mano deteniéndolo.

    —Quédate.

    Le pidió tímidamente. Akira suspiró, quedarse implicaba tanto. Sora estaba vulnerable y él no quería aprovecharse de eso. Había decido enamorar a su esposo lentamente, tener la oportunidad que no tuvo de que Sora solo tuviera ojos para él.

    —Tengo que trabajar. Vendré en la noche y…

    —Por favor.

    La suplica de Sora terminó por convencerle. Le sonrió y se quitó los zapatos y la chaqueta para meterse en la cama con su esposo. Algo no había cambiado, Sora sabia como salirse con la suya y él no conseguía negarse a aquella hermosa criatura.

    —Cuéntame cómo nos conocimos.

    Le pidió Sora acurrucándose en su pecho. Era una pregunta sencilla que Akira contestó gustosamente.

    —En una fiesta que dio tu padre. Estaban todos los clanes reunidos y yo fui en representación de mi padre que estaba enfermo. Tú estabas al lado de tu padre cuando yo llegué, saludabas a todos y yo no encontré como dejar de mirarte. Resplandecías entre toda esa gente. Tu sonrisa maravillosa y tus ademanes suaves y elegantes, me cautivaron. Además de esos ojos azules tan expresivos, como jamás los había visto y ese cabello maravilloso que parecía hecho con hilos de sol. Cuando tu padre nos presentó, fuiste muy amable y creo que tu padre notó que me habías cautivado, pues hizo todo lo posible para ponerme en su mesa junto a ti a la hora de la cena. Bailaste conmigo, conversamos toda la noche, casi no nos separamos. Quedamos en ir a cenar unos días después y una semana después ya éramos novios. Yo estaba loco por tenerte y aterrado de que alguien más te viera y te alejara de mi.

    El rostro de Akira se ensombreció un instante y Sora lo notó. Tratando de borrar aquella expresión triste, le preguntó sonriendo.

    —¿Fue una bonita boda?

    Akira besó su frente con amor.

    —La más hermosa, todos debieron sentir celos cuando te vieron llegar con tu kimono blanco, bordado con hilos dorados como tu cabello. Yo era el ser mas envidiado de todo Japón y lo sabía, sonreí feliz y orgulloso cada segundo y no pude volver a respirar sino hasta que mi anillo estuvo en tu dedo y conseguí que fueras mío. Mi esposo para cuidarte, para amarte, para hacerte feliz.

    Sora estaba mareado ante tanta reverencia, tanto amor. Quería eso, su corazón anhelaba sentir eso que Akira le trasmitía con sus palabras.

    — ¿Me amas Akira?

    Él ni siquiera lo pensó, ni siquiera titubeó al responder.

    —Con cada respiro, con cada latido, con cada célula de mi cuerpo, hasta el último aliento que expire y aun después de muerto tengo la certeza de que seguiré amándote. Si no fuera por Zoe hubiese muerto cuando te perdí y viví a medias hasta el día que despertaste.
    Sora se acercó hasta su rostro y lo besó despacio. Akira correspondió al beso con ternura, con nostalgia, con deseo, con amor, con esperanza.

    —Quiero volver a sentir eso Akira. Sé que me has dado tiempo, pero ya no temo estar contigo, me has demostrado con creces que puedo confiar en ti, que me amas. La vida nos dio una oportunidad, quisiera tomarla y comenzar de nuevo.

    Akira sonrió y lo llenó de besos, recostándolo lentamente en la cama. Quizás no podría hacerle el amor aún, pero necesitaba llenarlo de caricias, de besos, de todo aquello que había anhelado darle durante aquellos tres largos años que lo creyó perdido.

    Cuando Sora despertó en la mañana, no estaba en su habitación. Estaba en la cama de su esposo, en la habitación de su esposo y su vida comenzaba de nuevo.

    ******




    Las cosas parecieron cambiar un poco cuando Akira y él recomenzaron su relación. Su esposo seguía igual de atento y cuidadoso que siempre, era en el personal de la mansión donde se había obrado el cambio. Quizás el que Akira lo hubiese puesto antes en una habitación a parte, había hecho que sus empleados creyeran que lo rechazaba de alguna forma o eso quiso pensar Sora para justificar el cambio de actitud de las personas que trabajaban para él.

    No le comentó en ningún momento a su esposo el trato poco cordial que había recibido, no quería que si sus sospechas eran ciertas, Akira se sintiera incomodo por haber ocasionado aquel problema, al fin y al cabo su esposo solo lo había puesto en otra habitación por respeto a su condición y él se lo había agradecido. Entrar en una casa que no conocía y dormir con un hombre que para él era un extraño, no hubiese sido agradable los primeros días que estuvo allí.

    —Quisiera salir un rato.

    Dijo una mañana, mientras Akira se preparaba para ir a trabajar. Este lo miró con el ceño fruncido. Habían pasado dos meses más y Sora ya podía movilizarse con sus muletas, aunque con un poco de dificultad. Se cansaba mucho e igual dependía de la silla de ruedas muchas veces.

    —Supongo que lo que desees hacer puede esperar hasta el sábado, cuando yo esté libre para acompañarte.

    El rostro de Sora hizo una mueca enfurruñada ante la negativa.

    —No veo porque tengo que esperar hasta el sábado. Maki puede ir conmigo y el fisioterapeuta dijo que debo dar paseos para que me acostumbre a las muletas.

    Akira sonrió, pudo ver en aquella protesta un atisbo del antiguo Sora, malcriado y caprichoso que siempre buscaba salirse con la suya.

    —No va a pasar mi amor, así que quita esa cara enfurruñada. Puedes salir por el jardín y dar todo el paseo que quieras, Maki te acompañará.

    Sora se quedó con la boca abierta cuando Akira le dio un beso en los labios y salió sin dejarlo siquiera protestar. Dio un grito de protesta y lanzó un cojín hacia la puerta, gritando entre dientes.

    —¡Idiota!

    La carcajada de Akira que se escuchó a lo lejos, lo enardeció aun más y pensó que su marido necesitaría un castigo por comportarse de aquella forma con él. Esperó al fisioterapeuta con calmada emoción, cuando el hombre se iba, le llevaban a Zoe, pero su hija estaba pasando unos días en casa de los abuelos, así que tendría mucho tiempo libre para hacer lo que deseaba.

    Recibió su terapia y el fisioterapeuta se marchó. Esperó un rato y se paró de la cama tomando las muletas con facilidad, sonrió tras su pequeño triunfo. Caminó despacio hasta la puerta y la abrió lentamente. No había nadie en el pasillo, estaba dichoso, aquello se estaba volviendo divertido. Logró llegar hasta el ascensor que habían colocado en la mansión para que él pudiera movilizarse mejor y cuando llegó a la planta baja. Su sonrisa se desvaneció. Al abrirse las puertas, Maki, con un rostro impasible, lo esperaba.

    —¿Quiere ir al jardín delantero o vamos al jardín este que es más cómodo para las muletas?

    Sora frunció el ceño mirándolo con molestia. Akira lo conocía muy bien y había puesto en alerta a Maki.

    —No conozco la casa por fuera Maki.

    Protestó con vehemencia.

    —Así que puedes llevarme a donde sea para respirar aire fresco, estoy harto de estar encerrado.

    Maki hizo una leve reverencia y buscó la silla de ruedas que ya tenía dispuesta para ayudar a su amo a sentarse. El jardín este era una maravillosa combinación de flora silvestre y jardín ingles. Su estructura era cuidada y elegante, con amplias caminerías de cemento que le permitieron a Sora caminar un poco con las muletas. Sora miró entonces la mansión en todo su esplendor, era enorme y fortificada, pero también estaba bellamente diseñada, fina, elegante.

    —¿Maki, tú estabas aquí cuando papá y yo vivíamos en esta casa? ¿Quien hizo el diseño?

    Maki prefirió contestar con evasivas, Akira había dado la orden de que no se le diera ninguna información del pasado a Sora ¿Cómo iba decirle a Sora que aquella casa se había consumido con el fuego y que Akira la había mandado a reconstruir muy diferente a lo que había sido?

    —Comencé a trabajar para el Kumicho Umehara hace muy poco tiempo, no sé nada de la casa, Sora Bon.

    Sora no se creyó mucho la historia pero lo dejó pasar, disfrutando del hermoso paisaje.

    —Me gustaría ver todos los jardines, Maki.

    Pidió un rato después. Maki no vio ningún problema en eso, siempre y cuando evitara un lugar exacto.

    Ordenó por radio que le trajeran uno de los pequeños autos que usaban para moverse por la enorme propiedad y ayudó a Sora a subir. Aquellos carritos de golf eran cómodos y Sora pudo disfrutar de la grandeza del paisaje. Cuando pasaban por un camino largo que adornaba una bóveda de grandes árboles, tuvo curiosidad.

    —Detente Maki, quiero ir por allí.

    —No hay nada allí, Bon.

    Le dijo Maki con seriedad. Pero Sora no se dejó amedrentar.

    —Quiero ir por allí Maki, es una maldita orden.

    Gritó colérico, estaba harto de que lo trataran como un idiota. Maki se encontró en un aprieto. Negarse y ganarse así la ira de Sora o no negarse y ganarse la furia de Akira. Se había detenido para pensar y ya Sora hacia el ademan de bajarse.

    —Lo llevaré Bon, por favor no se baje, el camino es un poco escarpado, hace mucho que nadie va por allí.

    Sora lo miró entre satisfecho y apenado. Permaneció en silencio hasta que llegaron a lo que parecía una gran cabaña escondida en aquel bosque. Era hermosa a pesar de lo descuidada que estaba. Sora sabía que había estado en aquel lugar, sabía que lo conocía.
    Maki lo ayudó a descender y caminó a su lado, pendiente de cualquier tropiezo, pero Sora estaba tan entusiasmado que estaba logrando caminar muy bien con sus muletas.

    —Este lugar es hermoso. ¿Qué es Maki? ¿Una casa de huéspedes? ¿Por qué está tan descuidado?

    Por suerte para Maki no tuvo que responder. Sora se encontró en el jardín trasero de la cabaña una hermosa construcción que lo cautivó, olvidando las preguntas. Se veía descuidada, la maleza la había cubierto en muchas partes, pero aun así, conservaba su belleza.

    —Que jardín tan hermoso, esto es mágico.

    Murmuraba Sora para sí, cuando sentado en un pequeño banco, miraba todo el lugar con reverencia.

    —Le diré a Akira que mande a limpiar todo esto, me gustaría ver esta casa en todo su esplendor, arreglarla, sobre todo este jardín, quisiera venir todos los días aquí. Se siente una paz…

    Las palabras se perdieron cuando unas voces pasadas acudieron a su mente.

    “Mi hermoso ángel de la muerte” “¿Puedo sentir como se mueve el bebé?” “Te amo ¿por qué no puedes volver a amarme?” “Tu hijo será mío, y yo tendré mi venganza”

    La imagen de alguien acudió a su memoria, otra vez difusa, apenas una triste sonrisa. Había sangre en su recuerdo y muerte.

    “No puedes cambiar la maldad de tu alma, nunca podrás cambiar”

    Le susurró el silencio y le dolió tanto la cabeza que tuvo que posar ambas manos en sus sienes y cerrar los ojos con fuerza para soportar el dolor.

    Lo siguiente que supo era que Maki lo llevaba en sus brazos hasta el auto.

    —Maki.

    Murmuró adormilado. Pero ya no supo más.

    Cuando abrió los ojos el Doctor Tomoya lo miraba expectante.

    —¿Qué pasó?

    Murmuró somnoliento.

    —Te desmayaste.

    Le respondió el médico.

    —¿Quieres contarme que te alteró?

    Sora trató de concentrar su mente. ¿Qué lo había alterado? No podía llamar un recuerdo a lo que había pasado, eran frases dispersas, no eran imágenes, más bien sentimientos, sensaciones. Como si de pronto toda la felicidad se hubiese ido. Se sintió frio, solo, amargado.

    Sentía una ira que no era suya, una desesperación, una rabia que no le pertenecía, era como si de pronto se estuviera trasformando en otra persona, allí frente a sus ojos y no pudo hacer nada para evitarlo. Sintió un escalofrío recorrer su cuerpo al recordar la última frase que escuchó antes de desmayarse.

    “No puedes cambiar la maldad de tu alma, nunca cambiaras”

    ¿Qué significaba eso? ¿Que había en aquel lugar que le había causado tal reacción?

    —Estaba en el jardín. — Murmuró cerrando los ojos para concentrarse— .Ese lugar es hermoso y yo estaba feliz de estar allí, hasta que…

    —¿Recuerdos?

    Preguntó el Psiquiatra al ver que se detenía en su relato.

    Sora negó.

    —No, no eran recuerdos, eran palabras, frases que no entendí.

    La cabeza comenzó a dolerle de nuevo y el médico lo notó al ver su ceño fruncido.

    —Te voy a dar un calmante para el dolor de cabeza y mañana seguiremos.

    —¿Le dijeron a Akira?

    Preguntó cuando el médico se acercó con un vaso de agua. No tuvo este que responder. La voz de su esposo resonó en la habitación.

    —Estoy aquí.

    Dijo con un tono llano y ronco, que no denotaba la tormenta de emociones que lo embargaba. Había tenido que hacer un esfuerzo sobrehumano para no matar a Maki cuando supo donde había estado con Sora. El hombre ahora esperaba en la cocina, hasta que Akira decidiera que hacer con él. Se había mantenido oculto entre las sombras de la habitación, escuchando con rabia el relato de Sora. Debió haber destruido aquella casa cuando pudo.

    —No fue culpa de Maki.

    Le dijo Sora con disculpa, cuando su esposo se sentó a su lado en la cama.

    —Yo insistí en ir allí, lo grité, le dije que se lo ordenaba. El pobre lo pensó mucho. No lo tomes con él por favor, fue mi culpa.

    Akira lo observó con seriedad, silencioso. Notó que Sora estaba verdaderamente preocupado por el hombre. Eso lo sorprendió, el Sora de antaño no habría sido piadoso.

    —Descansa mi amor. Mañana hablaremos.

    Sora se durmió casi enseguida y Akira se dirigió a la cocina, con la expresión preocupada de Sora en su mente.


    ******


    Pasó un mes más. El incidente fue olvidado, con la buena noticia para Sora de que Maki no fue relevado de su puesto. Comenzaba la navidad y Sora se encontró fascinado con las fiestas. Estaba avanzando mucho con su terapia, ya se movilizaba sin problemas con las muletas. Mientras Akira trabajaba, él se dedicaba a pasar el tiempo con su hija. Un día, curioseando por la casa, consiguió unos álbumes, estaban almacenados en una habitación que parecía un depósito. Se los llevó a la habitación de Zoe con la ayuda de Amira y mientras Zoe jugaba con la niñera, el hojeaba las fotos. Se encontró fascinado con los recuerdos impresos y aunque su mente estaba vacía, su corazón se llenó con aquellas imágenes.

    Fotos de cuando era niño, de cuando era adolescente, y ya siendo un adulto. Había imágenes de fiestas, de viajes, imágenes de su padre sonriendo feliz. Cuando iba por el tercer álbum algo llamó su atención. Era un rostro, el rostro de un hombre que parecía imponente, rudo, frio, e increíblemente apuesto.

    ¿Quién era aquel hombre? ¿Por qué su corazón reaccionaba de aquella forma, latiendo tan rápidamente que apenas podía respirar? Cerró el álbum asustado, algo le decía que no debía ver más. Lo apartó de sus piernas y se puso de pie con dificultad.

    —Amira, voy a descansar un rato, vendré a ver a Zoe mas tarde.

    Le dijo a la chica besando con amor las mejillas de su hija.

    En su habitación, se sentó en la cama, pálido y mareado.

    —¡Basta!

    Murmuró cerrando los ojos, tratando de acallar las voces que resonaban en su mente.

    “Te amo Sora, huye conmigo, vámonos lejos mi amor” “Mi hermoso ángel negro acaba con esto de una vez” “Soy tuyo Sora lo he sido siempre”

    El sonido de un disparo resonó en su mente. Sora abrió los ojos desesperado, aquel frio aterrador lo llenaba de nuevo, aquella sensación de vacío, de soledad, de ira. Se puso de pie y caminó agarrándose de los muebles hasta el baño, quería tomarse sus pastillas, aquellas que adormecían su mente. Al mirarse en el espejo del baño se asustó. No era él quien estaba allí reflejado, era su rostro, sí, pero transfigurado por la rabia, sus ojos azules se veían fríos, llenos de rencor. Esa persona que lo miraba parecía burlarse de él.

    “Estas lleno de oído Sora, nunca cambiaras”

    Escuchó en su mente. Abrió la puerta del gabinete y tomó las pastillas, se tomó dos con desesperación y caminó tambaleando hasta su cama, donde se metió temblando hasta que logró dormirse.

    Akira lo encontró dormido. Amira le había contado su día, le habló de los álbumes, de lo entusiasmado que estaba Sora viendo las viejas fotos y de lo pálido e indispuesto que se había puesto de repente.

    “Maldita sea ¿cuándo voy a aprender?”

    Se dijo Akira con rabia, pensado que debió sacar de aquella casa todo vestigio de recuerdos. Mandó a desalojar aquella habitación sacando todo lo que allí había y enviándolo a un almacén hasta que pensara que hacer con eso.

    Sora despertó a la mañana siguiente relajado y sonriente. Akira le propuso salir y junto con Zoe se dispusieron a dar un largo paseo. Los llevó a un gran centro comercial donde compraron regalos para navidad y juguetes para su hija. Akira le regaló a Sora un sin número de ropa hermosa, también le compró una hermosa cadena de oro y un anillo de diamantes divinamente tallado.

    Almorzaron en un lujoso restaurante y luego caminaron con la niña en el cochecito por un largo y concurrido boulevard. Akira iba satisfecho, cuando de regreso, iba con Sora dormido recostado en su regazo y Zoe también dormida en su sillita de bebé. El auto se detuvo en la entrada de la mansión. Maki se llevó a la bebé, mientras Akira cargaba a su esposo dormido.

    —No le di su beso a Zoe de buenas noches.

    Protestó Sora cuando Akira lo puso en su cama.

    —Mañana le das muchos besos mi amor, ahora tienes que descansar, has caminado mucho y…

    Sora cayó a su esposo con un beso.

    —¿Puedo darte tu beso de buenas noches ahora?

    Akira sonrió. Había esperado mucho aquel momento.

    —¿Esa sonrisa es un sí? hoy me puedes bañar si quieres.

    Lo provocó Sora con una sonrisa picara y sensual. Su esposo no lo pensó dos veces.

    La boca de Akira era ardiente y húmeda, cerrándose alrededor de los tibios labios de Sora, todo calor y deseo haciendo que el fuego se encendiera en ambos, como una tormenta. Las manos de Akira se deslizaron hacia abajo a lo largo de su torso hasta la delgada curva de sus caderas, empujando la estorbosa ropa que lo separaba de la delicada piel de Sora. Su boca dejó los labios de él un momento para que la lengua pudiera trazar un delicioso camino de besos hasta los erectos pezones. Mientras los lamia a placer, una de sus manos se deslizó entre las piernas de Sora para encontrar el húmedo calor de su entrada.

    Sora gimió con suavidad, pero aquel lamento de placer alcanzó el interior del cuerpo de Akira y prendió una increíble pasión y una vibrante nostalgia, había pensado alguna vez que jamás volvería a estar con Sora como estaba en ese momento, quería grabar en su memoria cada instante. Los dedos de Akira se hundieron profundamente en su entrada, probando su calidez, elevando su temperatura mucho más, preparándolo para recibirle, en lo que sería su primera vez en su nueva vida. El calor de aquella invasión envolvió a Sora, su aliento escapaba en convulsivos jadeos.

    — Te extrañaba amor, extrañaba tu cuerpo, tu aroma. — La voz era cruda y ronca. Akira lo deseaba, lo amaba. Estaba disfrutando completamente de volver a poseerlo.

    Los labios de Akira se movían por su pecho, su lengua lamía gentilmente los suaves pezones. Sus dedos lo penetraban rítmicamente, cuidadosamente, gentilmente, dejándolo lánguido y sobre estimulado con tantas sensaciones.

    El aliento de Sora escapó en un largo jadeo cuando Akira se posó sobre él, piel con piel. Sintió el largo, ardiente y grueso pene de Akira presionando agresivamente contra su muslo. Su corazón pareció dejar de latir. Temor, anticipación, excitación, aprensión, pánico, impaciencia... Sora no tenía ni idea de lo que estaba sintiendo en ese momento. Todo lo llenaba a la vez.

    Sora abrió sus piernas incitante. Sintió la sensible punta aterciopelada contra su cálida y húmeda entrada. La boca de Akira capturó la de Sora con un vehemente beso y se introdujo profundamente en su interior. El aliento de Sora se quedó de golpe atascado en sus pulmones. Akira jadeaba con fuerza. Sora estaba tan apretado, un ardiente túnel que le apretaba, tomándole en el interior de su cuerpo. La sensación era tan cercana al éxtasis. Akira tuvo que apretar los dientes y usar cada onza de control para obligarse a sí mismo a ir lentamente. Sora necesitaba que él fuera despacio, aun no estaba del todo recuperado.

    Pero Sora nunca fue paciente, estaba deseoso de sentir a su esposo moverse dentro de él. Movió sus caderas impacientemente, sin pensar, lo necesitaba todo de él, deseaba mucho más.

    — Provocador, siempre fuiste un provocador. Te amo Sora, te amo tanto, siempre te he amado, siempre te amaré.

    Sora sonrió con malicia, movió sus caderas sugestivamente, provocando que Akira cerrara sus ojos con un largo gemido. Estaba disfrutando aquello, no era como si pudiera decirle a Akira que lo amaba también, pero había un sentimiento grande allí, Sora sabía que con el tiempo volvería a enamorarse de su esposo, que con el tiempo ya no serían necesarios los recuerdos. Tenía un matrimonio feliz y un hombre que lo amaba con locura, pues no solo se lo decía con palabras, se lo decía con cada gesto que tenía con él.

    Los ojos ónix de Akira se fundieron con los azules cristales de Sora, se encontraron con deseo, con amor, con promesas que no era necesario proferir, una llama que quemaba, que arrasaba todo sentido de la realidad. Akira le atrapó las caderas entre sus manos. Su cuerpo empujándose hacia adelante, una poderosa estocada, entrando profundamente y haciéndolo gritar, lágrimas relucieron como joyas en los ojos de Sora. Estaba lleno completamente. Cuando el cuerpo de Akira se retiró y empujó una segunda vez, sintió que su mente explotaba en partículas de colores.

    Había mucha intensidad en sus sentimientos, un ardiente placer que estaba experimentando. Sora estaba allí pero parecía no estarlo, perdido como estaba en el deseo. Akira lo poseía con tal cuidado con tanta vehemencia, el amor casi se podía tocar. Akira empezó a moverse, saliendo y entrando en él con golpes seguros y duros que parecían crecer en intensidad, causando una exquisita fricción entre sus cuerpos, tan ardiente que se estaban consumiendo en llamas.

    Sora se aferró a él, a sus besos, a sus caricias, Akira era su ancla, mientras él los transportaba más y más alto, a un lugar de tal éxtasis que no estaba seguro de si podría resistirlo. La boca de Akira lo consumía en febriles besos, sus caderas se hundían en él con un frenesí de lujuria y amor, de reverencia y súplica. El primitivo baile siguió y siguió hasta que el cuerpo de Sora pareció pertenecerle a Akira en lugar de a él, hasta que se oyó a sí mismo gemir profundamente cuando su cuerpo pareció fragmentarse en mil pedazos, estallar, mientras olas tras olas de fuego lo mecían, convulsionando sus músculos provocando que se apretara alrededor de Akira aún más, aferrándole y exigiendo.

    Akira estaba también perdido. Era casi demasiado. El duro empuje de sus caderas, conduciéndose tan fieramente en su interior. Con cada duro golpe se enterraba más y más profundamente en el cuerpo de Sora, en su misma alma. La tierra misma pareció estremecerse, un temblor, el mundo desapareció alrededor de ellos, hasta que sólo existieron el uno para el otro. Dos seres fundidos tan profundamente unidos que se habían convertido en uno, como tenía que ser.

    — Te amo Sora.

    Susurró Akira, Sora estaba tan aturdido por el fuego que ardía en su cuerpo, por su adictivo sabor, su vientre aun sacudido por los espasmos del orgasmo, su semen húmedo en la piel. Era una sensación tan perfecta, tan correcta, con Akira profundamente enterrado en su interior. Extendió la mano hacia arriba, tocando la boca de él con la punta temblorosa de un dedo, dibujando sus labios. Podría vivir para siempre protegido en su corazón.

    Entonces el fuego sobrecogió a Akira, tan ardiente, tan rápido, se encontró a sí mismo agarrando las caderas de Sora y empujándose en su interior, más duro, más rápido, más profundo, hasta que cada fiera fricción lo balanceó en el filo de un cuchillo entre el placer y el dolor. El cuerpo de Sora se tensó más y más mientras le suplicaba alivio. Los colores explotaron alrededor de ellos como la más maravillosa fiesta de fuegos artificiales imaginable. No quedó nada de aire en sus pulmones.

    Akira se derrumbó sobre él, hasta que fue consciente de lo delicado que era Sora. Rodó a un lado, llevándolo con él porque ya no podría tolerar la más leve separación. Había vivido mucho tiempo separado de él.

    Sora se movió un poco y sintió la humedad en su entrada. Sonrió con picardía, Akira no se había cuidado.

    —¿Quieres darle un hermanito a Zoe tan rápido? Debes saber que entre los medicamentos que tomo no hay ningún anticonceptivo.

    El mundo se vino abajo para Akira ¿Cómo decirle a Sora que no podía tener hijos? Como sin relatarle parte de su pasado, la muerte de su hijo, el infierno que todo aquello ocasionó. Sora lo sintió ponerse tenso.

    —¿Akira, dije algo malo? Si no quieres tener más hijos está bien. Yo…

    —No es nada amor.

    Lo cayó Akira con un beso.

    —Duerme tranquilo, te amo.

    Sora se durmió, sí, pero con una enorme inquietud en su corazón. Tanto que su mente se plagó de pesadillas.


    ******



    — Sora… ¿Por qué no me dejas marchar?

    Alguien le suplica.

    — Ya te dije que eres mío Miyagi.

    Su voz se oye indolente, despotica.

    La escena cambia, ahora está de rodillas en el suelo, un hombre lo mira con dolor.

    —¿Estás listo para hacerlo?

    Le pregunta ese hombre que se le antoja tan conocido.

    Sora se ve presionando una pistola en el pecho de ese hombre. De sus labios salen dolorosas palabras.

    —Te amo Miyagi. Te amé desde la primera vez que te vi ¿Podrás perdonarme alguna vez? Tengo tanto que decirte Miyagi.

    Él, besa sus rubios cabellos. Susurrándole sin emoción alguna en su corazón. —No tenemos tiempo.

    Toma la mano de Sora que tiembla ligeramente. —Hazlo. —Le pide con dolor.

    Se escucha el disparo.

    Sora se mira sentado en el suelo, con ese hombre entre sus brazos. La sangre mancha sus manos. Y una herida se extiende por el pecho del hombre.

    —¿Te duele? —Se oye preguntarle.

    El Sora del sueño siente miedo, dolor, tristeza.

    — ¿Por qué dejaste de amarme Miyagi? ¿Por qué dejaste de luchar por mí?

    Las preguntas pesan en su conciencia ¿Quién es ese hombre? ¿Lo amaba?

    —El amor también se cansa.

    Le dice antes de cerrar sus ojos.

    Sora sabe que está muerto, lo siente rígido en su regazo

    —Perdóname.

    Le dice el Sora de su sueño, pero él también siente pena, siente esa sensación que lo rodea, cuando aquellas voces le susurran al oído. Ese frio, esa rabia, el odio tan profundo. Ese dolor que apenas le permite respirar. La soledad que lo hace sentir aislado del mundo.

    Alguien lo llama de repente. Es Akira, su voz hermosa se oye desesperada. Pero entonces ya no es un sueño. Sora se funde con el Sora de la pesadilla, ahora son uno, siente lo que él siente, tiene una fría pistola entre sus manos y un hombre muerto yace sobre sus rodillas.

    —Es tarde...tarde para mí, tarde para nosotros Akira. —Murmura con dolor, la pistola se posa en su sien, escucha el disparo, cierra los ojos y lo último que oye es a Akira gritando desesperado.

    — ¡Sora nooooooo!


    *******




    Cuando se despierta Akira está a su lado sosteniéndole entre sus brazos.

    —Solo fue un sueño mi amor, solo un sueño. Cálmate por favor.

    Pero no era un sueño. Sora lo supo en ese instante. No lo soñó, aquello había pasado, esa era la causa de la cicatriz en su cabeza. Entonces
    ¿Por qué le habían mentido? ¿Quién era el hombre que murió en sus brazos?

    Akira no lo dejó al día siguiente, canceló todas sus citas y pasó el día con él y con Zoe. Desayunaron en la terraza y luego pasaron la mañana en la piscina. Sora recibió su fisioterapia en el agua. Mientras Akira jugaba con Zoe que estallaba en risas con las morisquetas de su papá. Almorzaron en el comedor por la repentina visita de los padres de Akira. Sora estuvo incomodo todo el rato, pero se controló.

    Respiró con alivio cuando sus suegros se fueron y durmió una siesta tranquila entre los brazos de su esposo. Otra tanda de juegos y mimos el resto de la tarde con su hija y de pronto fue como si hubiese olvidado sus dudas y miedos.

    Pero no fue así y al día siguiente, cuando despertó solo en su cama, se sintió abandonado y vacío de nuevo.

    Tenía todo lo que cualquiera pudiera desear. Un esposo apuesto que lo amaba con locura, una hija hermosa a la que adoraba. Una casa enorme y lujosa, dinero, poder ¿Por qué no lo llenaba nada de aquello? ¿Qué era lo que no encajaba en su vida?

    Se dio un largo baño y desayunó poco. No esperó que Amira le llevara a Zoe, él mismo fue a la habitación de su hija y buscó en ella un poco de paz. Los días siguientes pasaron lentamente. Akira se tomó unas pequeñas vacaciones por navidad. Esos días no hubo terapias, ni recibió la visita del psiquiatra. Fueron días de descanso, de compras, de celebración. La mañana de navidad despertaron tarde. Akira lo había mantenido toda la noche despierto, haciéndole el amor. Disfrutaron a Zoe abriendo sus regalos, su entusiasmo infantil cuando llena de juguetes no sabía cuál elegir.

    Cuando volvieron a su habitación dejando a Zoe con Amira. Sora encontró una sucesión de paquetes sobre la cama. Sonrió cuando su esposo lo abrazó por la espalda.

    —Feliz navidad, mi amor.

    Susurró a su oído, estremeciéndolo con suaves besos. Los regalos eran joyas, ropa, libros, pero el que más le gustó fue una foto hermosa con un marco delicadamente labrado. Era una foto del día de su boda. Se veía feliz, hermoso. Akira a su lado sonreía con orgullo, con adoración.

    —Ese fue el día más feliz de mi vida.

    Le dijo Akira acariciando su rostro dulcemente. Sora le creyó, en su rostro había tal reverencia, un amor tan grande. Se sintió enamorado de aquel hombre, supo que en su corazón no había mas cabida sino para aquel amor. Akira lo había enamorado dulcemente, suavemente, con perseverancia y Sora se entregó a aquel sueño.

    —Te amo Akira. —Le dijo mirándolo con sinceridad. —Gracias por tener paciencia, gracias por no haber desistido nunca, gracias por amarme a mí y a nuestra hija como nos amas.

    Akira sonrió con emoción, aquel día fue especial. Tenía todo lo que deseaba en su corazón.


    ******




    El tiempo siguió su curso. Tres meses después, Sora ya caminaba con la ayuda de un bastón. Se avocó a su casa, a su hija y a su esposo con amorosa dedicación. Las citas con el psiquiatra eran espaciadas, al igual que la fisioterapia. Quería trabajar en algo, pero aun no conocía sus destrezas. Ese día esperaba que llegara su esposo, para preguntarle cómo lo podía ayudar en alguno de los negocios del Clan.
    Akira y él habían establecido rutinas. En la semana desayunaban juntos, en las noches cenaban con su hija. Los jueves salían al cine o al teatro. Los viernes iban a cenas formales o alguna que otra fiesta, Sora se estaba acostumbrando de nuevo a la vida en sociedad y la gente parecía amable con él, claro está, Akira no se despegaba ni un segundo de su lado. Los fines de semana planificaban salidas con su hija, al parque, el zoológico o la playa. Sora no tenía tiempo de pensar o de aburrirse, pues aunque Akira estuviera en la oficina, no estaba solo, Zoe llenaba sus días y Akira lo llamaba en cada oportunidad que tenia.

    Esa mañana jugaba con su hija cuando esta le pidió agua. Amira se ofreció a buscarla, pero él se negó. Caminar con el bastón le hacía bien, le ayudaba a acostumbrarse.

    —La otra tarde escuché que Amira decía que ese hombre quería tener otro hijo.

    Sora se detuvo ante el desdén de aquella voz. Estaba por entrar a la cocina cuando oyó las venenosas palabras.

    —La vida lo castigó bien no dejándole tener hijos, después de que por su culpa murió tanta gente y mató al hijo que esperaba.

    Sora cubrió sus labios con una mano temblorosa. Sabía que no debía escuchar más. Sabía que lo que iba a descubrir cambiaría su vida, pero no pudo moverse.

    —El Kumicho Akira no debió perdonarle, él es demasiado bueno, demasiado noble para tener a ese hombre como esposo. Sora Osagawa es una mala semilla, una persona sin escrúpulos, caprichoso y malvado y aunque no recuerde nada, eso está en su corazón. El Kumicho Osagawa se murió por tanto dolor que su hijo le causó y ni hablar de todo el dolor que le hizo pasar al pobre Shinobu kun y al Wakagashira Miyagi.

    Sora estaba paralizado, las personas de esa casa lo odiaban, lo creían un monstruo y ¿por qué aquellos nombres le sonaban tan conocidos?

    —Casi lo mata. —Dijo con rencor la otra mujer que conversaba. —Pero el bien ganó contra el mal. El otro día llamé a Tano san y me contó que Miyagi san está muy bien y es muy feliz. Imagínate que Shinobu kun está embarazado otra vez, ya van por el tercero. Shinobu kun si se merece tener hijos, ser feliz. Él es un ángel, no ese demonio que el Kumicho Akira se empeña en amar. Bien merecido se tiene no poder tener hijos y bien ganado tiene el odio de todos. Lo lamento por el amo Osagawa pero la verdad, Sora no debió volver de ese coma.

    —Dejen de andar chismeando en los rincones y vayan a trabajar, sino quieren que le cuente al Kumicho lo que están diciendo de Sora Bon.

    La voz que resonó potente, Sora la reconoció como la de Maki. Por lo menos alguien lo defendía.

    Caminó como pudo rápidamente, alejándose de aquel lugar sin ser visto. Fue directo al estudio de Akira. No entraba jamás allí, los negocios del Clan y el trabajo de Akira eran ajenos para él, no tenía nada que hacer allí en los dominios de su esposo. Pero esa vez si tenía algo que hacer, algo que buscar. Miró la laptop con impotencia. Se preguntó si perder la memoria también lo hacía perder las habilidades ¿Había usado algunas vez una computadora? Y si así era, ¿lograría recordar cómo hacerlo?

    Se sentó frente al aparato y lo prendió. Hasta allí iba bien, recordó como prenderla. Una sucesión de cosas pasaron frente a sus ojos. Las reconocía, sabía lo que estaba pasando, cuando la computadora estuvo prendida, buscó el navegador, para su alivio, sabía lo que estaba haciendo, automáticamente tecleó en el buscador, lo que deseaba saber. La información que consiguió lo dejó sin habla.

    “Ataque en un concurrido centro comercial de la ciudad de Tokio, deja un saldo de catorce muertos y tres heridos. El heredero del clan Osagawa parece haber sido el blanco de los atacantes. Se encuentra en estos momentos en terapia intensiva. Hay poca información para la prensa, solo se sabe que está grave y que perdió el bebé que esperaba”
    “Confirmado, Sora Osagawa sigue en terapia intensiva, una fuente del hospital nos contó que recibió graves heridas de bala, perdiendo así al hijo que esperaba y según la fuente que nos dio el informe, tampoco podrá tener mas hijos. Su prometido el heredero y futuro jefe del Clan Umehara se encuentra destrozado”
    “A unos días del ataque a Sora Osagawa, la ciudad de Tokio se ve estremecida por el terror de nuevo. La noche sangrienta lo llaman algunos testigos, un helicóptero enorme atacó la casa del Clan Kento, supuesto autor material del ataque a los Osagawa. La casa quedó destrozada y el exterminio de todos los hombres de Kento, duró toda la noche. Lo que parecen ser los restos de Aoe Kento se encontraron en un galpón fuera de la ciudad, el wakagashira de Kento, Haruhiko fue hallado decapitado al lado del cuerpo de su amo. No se han establecido culpables y seguramente tampoco los hallarán, pero en los bajos fondos de la mafia Yakuza se habla de una venganza, llevada a cabo por la mano negra del Clan Osagawa, Miyagi Yó.”
    Sora leía con impresión. Aquel nombre “Miyagi Yö” recordó las palabras de la mujer.
    “todo el dolor que le hizo pasar al pobre Shinobu kun y al Wakagashira Miyagi”
    —Casi lo mata. —Repitió tembloroso, las palabras que había escuchado.
    Siguió buscando, habían noticias de su boda, fotos. Así descubrió que no había estado en coma después del ataque. Algo faltaba en toda aquella historia y buscando con frenética inquietud lo consiguió.
    “Incendio en la mansión Osagawa.
    La tarde de ayer fue protagonista de una tragedia. La mansión del poderoso Clan Osagawa se incendió. No se saben los motivos. Testigos aseguran haber escuchado disparos dentro del enorme terreno que ocupa la mansión. Todo ha sido tratado en la absoluta confidencialidad. Pero nos pudimos enterar que Sora Osagawa y Miyagi Yö ingresaron en una clínica privada. Las medidas de seguridad son enormes, por lo que nos es imposible reportar con certeza lo que ocurrió”
    “Sora Osagawa en coma, no se saben los motivos. Miyagi Yö en recuperación.”
    “Miyagi Yö sale de la clínica, Sora Osagawa sigue en coma”
    “Akira Umehara toma el control de los dos más poderosos clanes de Japón. Mientras su esposo no da señales de volver del coma”
    No había más noticias, nada le decía porque había ocurrido todo aquello. Los periódicos especulaban que él había entrado con un disparo en la cabeza y Miyagi con múltiples heridas y un disparo muy cerca del corazón. Sora miró la pantalla del ordenador sin verla. Las imágenes que había dejado atrás volvieron a su mente.



    Las suplicas, las dolorosas palabras, el disparo, el silencio. Esa pesadilla que no entendía ahora cobraba sentido. Él había disparado a Miyagi y luego se había disparado a sí mismo.

    “¿Por qué?”

    Se preguntó, pero no le gustó la respuesta. Pues las voces que se había obligado a acallar, volvieron a su mente.

    Porque eres malo, porque nunca vas a cambiar. El mal está en ti Sora, tú eres el mal. No sabes amar, no mereces ser amado. En tu corazón solo hay rencor, odio, ira, soledad”



    — ¡Nooooo!

    Gritó, tirando todo lo que había en el escritorio al suelo. Temblaba con miedo, con dolor. Aunque se lo negara, era verdad. Por eso todos lo odiaban, por eso nadie le quería en aquella casa. El había matado a su padre y a su hijo. Sora puso una mano pálida en su vientre. No podía tener hijos, por eso Akira se tensaba cuando le mencionaba esa posibilidad. Su hijo había muerto ¿Había sido él, el causante de esa muerte? ¿Cómo? ¿Por qué?

    Maki, que había escuchado el grito y el estruendo de las cosas al caer, fue el que lo encontró. Estaba sentado en la silla, pálido, con su mirada perdida en la nada. Lo cargó con cuidado y lo llevó a su habitación. Unos minutos después, el psiquiatra venia en camino y Akira que había sido sacado de una reunión, también cruzaba las avenidas con velocidad a bordo de su deportivo negro. Con el corazón en vilo por lo que encontraría.

    —Está en estado de shock.

    Le informó el médico que salía de la habitación.

    Akira lo miró con pesar.

    —¿Que pasó? ¿Acaso logró recordar algo?

    El médico no tenía esa respuesta. Cuando llegó, Sora balbuceaba cosas inteligibles, su mirada perdida no lograba enfocarse en nada, ni en nadie, estaba temblando y absolutamente perdido en su interior.

    —No sé que pudo desencadenar esto, no le puedo dar ningún sedante, tiene la tensión muy baja y podría no volver a despertar. Ordené que le prepararan un té y a duras penas con la ayuda de Amira se lo tomó.

    Akira iba a entrar pero Maki lo detuvo con una sola frase.

    —Kumicho, podemos hablar.

    Un rato después, suspiraba contrariado, mirando el desorden en su estudio. La laptop afortunadamente no sufrió mayores daños con el golpe y pudo recuperar en el historial del navegador lo que Sora había estado viendo.

    — ¿Por qué Sora, por qué? ¿No podías dejar el pasado en paz?

    Ocultó el rostro entre sus manos, sintiendo que todo lo que había alcanzado en aquellos meses se desvanecía en un segundo.

    Después de pasar un rato con su hija, llenándose del amor puro y sincero que ella le daba. Se sentó a velar el sueño intranquilo de su esposo, toda la noche. Allí lo sorprendió la mañana, despierto, pensativo, expectante. Sora abrió los ojos despacio, su mirada se posó en el techo, incierta, insegura.

    —Buenos días.

    Le saludó Akira con ternura.

    Los ojos de Sora de inmediato se llenaron de lágrimas ¿Quien era en realidad? ¿Era el monstruo que todos odiaban? ¿Era el hombre que Akira amaba? ¿Se merecía ese amor? Deseó nunca haber descubierto la verdad, deseó incluso no haber despertado jamás. Si era ese ser miserable que habían descrito aquellas mujeres ¿Por qué la vida le había dado otra oportunidad? ¿Acaso las voces en su cabeza no eran sino el reflejo de su yo dormido, aquel que no recordaba? ¿Era ese ser oscuro y maligno diciéndole que aunque lo hubiese olvidado no podría dejar de ser quien era?

    Akira se metió en la cama cobijándolo en sus brazos.

    — ¿Por qué Sora? ¿Por qué te cuesta tanto ser feliz? Podrías haber dejado todo eso atrás. Nos habían dado otra oportunidad mi amor ¿Por qué no la aprovechaste?

    Akira lo besó despacio, sus cabellos, su sien, sus mejillas, sus labios.

    — ¿Por qué no puedo llegar a ti? Déjame sanarte Sora. Deja que Zoe y yo te amemos, ámanos con ese corazón noble que se que tienes.
    Tienes que dejar de luchar contra la felicidad Sora, mereces ser feliz, mi amor.

    Los siguientes días fueron de silencio. Sora se sumergió en una extraña vigilia, apenas dormía y lloraba con abandono muchas veces. Akira estaba allí, a su lado, pero lo sentía tan lejos. Sus palabras no lo tocaban, sus caricias no lograban alcanzarlo. Ni siquiera Zoe con sus inocentes mimos lo hicieron reaccionar.

    —Me temo que vamos a tener que internarlo.

    Le dijo el psiquiatra una mañana. Akira se sintió morir. De nuevo lo perdía ¿por qué su amor no era suficiente?


    ******



    "Mi pequeño sol. No hay nadie más fuerte que tu, nadie más valiente. Las adversidades nos hacen más fuertes, los golpes nos dejan enseñanzas. Tu corazón es noble mi niño, busca dentro de ti la fuerza para sobreponerte."

    Las palabras que su padre le dijera una vez, brillaron en su mente. Cuanto deseaba ver el rostro bonachón de su padre, cuanto añoraba su reconfortante calor. Lo buscó entre sus sueños y le habló como si lo tuviera en frente, deseando poder hacer realidad ese deseo.

    —Me haces falta papá, me haces mucha falta. Me siento frio, rodeado de toda esta oscuridad. Me siento tan solo, tan perdido y tengo tanto miedo. ¿Es así como es la muerte? Este vacío enorme, esta tristeza perenne. Quizás estoy pagando mis culpas, quizás la vida no me dio otra oportunidad ¿Me está castigando la vida papi? ¿Es esto el infierno?

    Sorprendentemente nadie notó su salida. Fue un segundo de descuido, una alarma contra incendio sonando en alguna habitación. La experiencia previa poniéndolos a todos en alerta y cuando Akira corrió a su habitación ya Sora no estaba. El terror heló su sangre. Cuando pensó que no soportaría más, la vida lo empujaba más cerca del precipicio.


    ******



    La lluvia era copiosa, no había nadie en aquellas calles. Aquel aguacero potente, inclemente, caía sobre el frágil cuerpo que apenas sentía el frio de la lluvia, pues su alma y su cuerpo estaban aun más fríos que el agua que lo empapaba. El cementerio lo recibió lúgubre, sombrío. Caminó despacio entre las blancas tumbas, hasta que llegó a su destino. Allí se recostó en la fina lapida.

    —Papi, perdóname. —Rogó entre sollozos, una y otra y otra vez. Hasta que la conciencia se esfumó y solo lo cobijó la oscuridad que envolvía su alma.


    *****




    —Está lloviendo mucho Miyagi. Vamos a dar la vuelta y venimos otro día.

    A Shinobu no le gustaban aquellas visitas al cementerio. Pensaba que Miyagi aun se sentía atado a una promesa con el hombre que descansaba en ese lugar. Esa familia le había quitado tanto a su esposo y Shinobu aun se estremecía al recordar todo lo que habían querido robarle, su esposo, su hijo. El bebé en su vientre se removió inquieto, sintiendo el desasosiego de su madre. Miyagi notó el gesto nervioso de su pequeño rubio al poner la mano en su vientre.

    —Esta será la última vez que venga, mi amor, lo prometo.

    Shinobu asintió con un suspiro, recibiendo el suave beso de aquellos amados labios. Miyagi tomó su paraguas y salió del auto dejando a Shinobu cobijado en su interior. No estaba allí por casualidad. Un eco del pasado lo había llevado a aquel lugar. Una petición, una súplica.

    "Perdónalo, por favor hijo, perdónalo"

    El sueño había sido tan real. El anciano Osagawa le rogaba con tristeza, había decidido hace unos meses atrás no volver a aquella tumba, pero ese día, algo más allá de lo comprensible lo había llevado a aquel lugar. Entonces, cuando caminaba hacia la tumba, lo vio ¿Cuántos años habían pasado ya? ¿Cuatro, quizás cinco años? Era solo un guiñapo, su blanca vestimenta llena de barro, su cuerpo laxo recostado sobre la tumba. Inerte, sombrío, tristemente solitario. Como un muñeco roto lanzado al olvido.

    Sora vio que alguien se inclinaba hacia él. Apenas podía sentir su cuerpo y solo el profundo dolor en su corazón lo hacía pensar que seguía vivo. El hombre que lo miraba tenía un rostro sombrío, unos ojos negros como pozos profundos lo miraban desde su alma. Por un momento tuvo miedo, la muerte había venido por él y no le había dicho adiós a los que amaba.

    Pero ¿acaso no estarían mejor sin él? ¿Que tenia para darles? Era un ser hueco, sin pasado, sin futuro. Era el recuerdo de lo que había hecho, era venganza, era culpa, era pena, era miedo y apatía. Jamás lo verían como de verdad era. Porque una sombra en su interior se empeñó en que lo vieran como un monstruo y el que su papá veía, el joven noble de buen corazón, el que añoraba ser feliz, se escondía temeroso de aquel ser perverso que poco a poco se apoderó de su corazón.

    — ¿Eres la muerte?

    Le preguntó con un suave murmullo al hombre que lo miraba impávido. Sora sonrió aliviado de que por fin dejaría de sentir aquel frio, aquella soledad, aquella amargura.

    —Yo los amé, a Akira a Zoe, los amé. Perderlos será mi castigo. Puedes llevarme, ya no tengo más que perder. Por favor no me castigues mas, me arrepiento de todo lo que hice. No sabes cómo me arrepiento, no...

    Se quedó dormido sobre la lapida. La voz de Shinobu sacó a Miyagi de su estupor, el pequeño rubio lo había visto detenerse frente a la lapida y el rostro de Miyagi lo había hecho bajar a ver qué ocurría. Había oído todo, sus ojos grises, bondadosos y expresivos, estaban llenos de lágrimas.

    —Miyagi vamos, llévalo al carro, hay que hacer que entre en calor.

    Miyagi miró a su esposo un instante. No había rabia, ni rencor, ni miedo, ni reproche en su mirada. Shinobu tenía el corazón demasiado noble, demasiado puro. ¿Pero y él? ¿Sería capaz de perdonar?

    Sora se despertó envuelto en un delicioso calor. Abrió los ojos confundido y la mirada dulce de un hermoso joven lo recibió.

    —Le traje un té. Le hará bien para que no se resfríe.

    Shinobu le sonrió y lo ayudó a sentarse, recostado de las almohadas.

    — ¿Dónde estoy?

    Shinobu le sonrió con suavidad.

    —Está en mi casa, ha estado dormido unas horas.

    Sora lo miraba intranquilo.

    — ¿Quien... quien es usted?

    El rubio sonrió, poniendo una mano sobre la de Sora que descansaba sobre las sabanas.

    —Soy Shinobu... Shinobu Kusama.

    "todo el dolor que le hizo pasar al pobre Shinobu kun y al Wakagashira Miyagi"

    Las crueles palabras taladraron la mente de Sora, como un aguijón certero, corriendo como el veneno por sus venas. Su mirada se posó en la suave curva que adornaba el vientre del rubio.

    "Shinobu está embarazado otra vez, ya van por el tercero. Shinobu kun si se merece tener hijos, ser feliz. Él es un ángel"

    Era esa una de las personas a las que le había hecho daño y estaba allí mirándolo con un rostro dulce y compasivo. ¿Acaso estaba muerto?
    ¿Era aquello una pesadilla?

    Shinobu apartó la taza de la mano de Sora, pues esta temblaba tanto que temió que se derramara el líquido y lo quemara. Sora lo miró entonces con desamparo.

    —La gente en la mansión me odia. —Le dijo con la voz rota por las lagrimas — .Al principio pensé que eran ideas mías. Como no salía casi
    de la habitación, pensé que me lo había inventado. Akira me llevó a esa casa y yo no recordaba nada, ni las paredes, ni los muebles, ni a las personas, ni siquiera al hombre que con tanto amor me miraba. No recordaba a mi hija, ni recordaba quien era. Cuando me recupere un poco mas y pude salir de la habitación por más tiempo, me di cuenta de que no me había engañado. Todas esas personas me odiaban. Escuchaba sus murmullos en las esquinas, me miraban feo, me servían con displicencia, con rabia.

    Shinobu se sentó en la cama y tomó sus manos cuando lo vio perder el aliento por los sollozos. Sora sintió tanta vergüenza, ahogado en lágrimas siguió su relato.

    —Me dije a mi mismo que no me importaba, recuperar mi vida se volvió más importante que saber por qué me odiaban aquellas personas.
    El desconocido que me miraba con amor, se volvió ante mis ojos, el esposo amado, el padre atento. Me enamoré de él con fervor. Hasta que la verdad me alcanzó un día y supe lo que mi mente me ocultaba.

    Sora apretó las manos de Shinobu.

    —No recuerdo que te hice, no recuerdo por qué lo hice. Le disparé a tu esposo y luego intenté matarme, pero no sé por qué. Sé que ustedes sufrieron por mi culpa, sé que mi padre murió por mi culpa. Soy un monstruo y no sé por qué estoy vivo.

    Shinobu lloró con él y lo envolvió en un suave abrazo. Sora se dejó cobijar por aquella calidez.

    —Lo siento, lo siento tanto. Perdóname, por favor perdóname...perdóname.

    Sora lloró por largo rato. Shinobu lo sostuvo cada segundo de aquel desahogo. Escuchó desde su corazón la suplica de perdón. Él ya lo
    había perdonado hace mucho tiempo, hacia mucho que no había rencor en su corazón. Y aunque no fuera así ¿Cómo podría ahora odiar a aquel joven roto de dolor que rogaba por perdón? ¿Por qué si la vida le había dado una segunda oportunidad a Sora, no podía el también dársela?

    Tras la puerta cerrada, el corazón de Akira se rompía en pedazos y el corazón de Miyagi finalmente dejaba escapar el único retazo de dolor que lo ataba a los malos recuerdos. Cuando había llamado a Akira para que fuera por su esposo, solo deseaba alejar a Sora de aquel lugar sagrado para él, donde vivía feliz con su esposo y con sus hijos. Ahora entendía la suplica que había escuchado en sus sueños. El anciano Osagawa clamaba por un perdón que liberaría a su hijo, que sería el último eslabón de la cadena que los ataba a todos al pasado. Una vez rota esa cadena, todos tendrían la oportunidad de ser realmente felices.

    Miyagi abrió la puerta y le hizo una seña a Akira para que esperara afuera. El joven asintió y se quedó esperando en la puerta con miedo, con tristeza. Rogando para que todo se arreglara.

    Miyagi se sentó en la silla que había abandonado Shinobu y tomó la mano de su esposo que aun abrazaba a Sora. El rubio giró su rostro y lo miró con sus ojos llenos de lágrimas. Sora se separó del regazo de Shinobu y miró al hombre que los acompañaba.

    —Tu... eres Miyagi... ¿Verdad?

    Tembló ante la afirmación del hombre. Allí frente a él estaba su mayor pecado, el hombre al que había intentado matar. Incluso las lágrimas se paralizaron ¿Que podía decir? ¿Cómo redimirse con aquel hombre?

    Shinobu apretó sus manos infundiéndole confianza. Cuando Miyagi le habló con serenidad.

    —Mi papa decía que al pasado había que dejarlo atrás, donde pertenecía y que los malos recuerdos debían borrarse, como se borra el polvo cuando el viento sopla fuerte... Tú no fuiste el único culpable Sora, ambos cometimos errores y los pagamos muy caro. Ahora ya nada de eso importa, tú no lo recordaras jamás y yo lo olvidé hace mucho tiempo. Si lo que necesitas para seguir adelante y ser feliz es mi perdón, lo tienes. Entonces tú también perdóname, pues mis culpas son tan grandes como las tuyas. Allá afuera hay una persona que siempre te ha amado, su amor ha sido considerado y valiente porque ha resistido todas las pruebas que se le han impuesto y aun hoy después de todo lo que pasó. Esa persona te ama incluso más que en aquella época. Para redimirte Sora, para superar todo lo que ocurrió y volver a vivir, solo tienes que darte permiso para ser feliz. Jamás te lo permitiste, la deuda que tienes es contigo mismo, perdónate, sigue adelante y se feliz.

    Un año después.

    —Sora apresúrate, vamos a llegar tarde.

    La nieve caía en Nueva York. Era navidad y la ciudad brillaba con la alegría de las fiestas. Sora retocaba su cabello, que ahora corto se ondulaba divinamente dándole una apariencia casi infantil. La imagen en el espejo era perfecta, limpia, pura. Sus ojos brillaban con una felicidad inmensa.

    —Mami, vamos a llegar tarde a la fiesta.

    Zoe entró a apurar a su mami. Cada día estaba más grande y más hermosa. Salir del país fue lo mejor que Akira había hecho por ambos. Akira renuncio al Clan, entre las familias asociadas eligieron un sucesor. Sora ya tenía una fortuna y con la herencia que Akira recibió, abrieron una pequeña empresa que ambos gerenciaban. Vivian una vida cómoda y tranquila. Tenían amigos, estaban en paz. Habían adoptado un bebe al que habían puesto Kyosuke, el nombre de su abuelo. Sora adoraba a sus hijos y amaba con locura a su esposo.

    —¿Te dije hoy que estás cada día más hermoso?

    Murmuró Akira a su oído, mientras enredaba sus dedos en los cortos y rubios rizos.

    —Me lo dirás esta noche. Cuando estemos desnudos y me hagas el amor hasta que me desmaye.

    Susurró Sora entre besos. De inmediato sintió la erección de su marido contra sus muslos y la sonrisa picara de este, le dijo que de verdad le haría el amor hasta hacerlo pedir perdón por haberlo provocado de aquella forma.

    —Ahora voy a estar todo excitado en la fiesta.

    Protestó Akira apretándolo en un férreo abrazo. Sora rio con desparpajo, risa que Akira amó como nada.

    La fiesta era en casa de unos amigos, proveedores de la empresa, socios de un proyecto que tenia Akira para hacer otros negocios. Padres de la pequeña escuela donde Zoe asistía. Todos se reunieron para celebrar la navidad. Tomaron, comieron. Mientras Zoe correteaba con otros niños y el bebé dormía en la cama de la anfitriona de la fiesta, Sora bailaba con Akira, mirándose como dos adolescentes que recién se enamoran.

    Cuando llegaron a casa, apenas les alcanzó el tiempo para acostar a los niños. Sus bocas se encontraron en un ardiente beso. Se desnudaron con vehemencia, con necesidad. Se acariciaron con reverencia, con emoción, como si fuera la primera vez que se tocaban y es que cada vez que se amaban era como la primera vez. Así de intenso, de sublime, de hermoso.
    Cuando salieron de Japón se prometieron olvidar, se prometieron amarse por sobre todas las cosas, se prometieron vivir, sorteando los obstáculos que la vida les pusiera con esperanza, con optimismo. Se perdonaron y siguieron adelante. Se perdonaron y decidieron ser felices.

    Sora disfrutó del cuerpo de su esposo tomando el suyo una y otra vez, dejándolo débil, saciado, pleno. En los brazos de Akira se rindió al sueño. Ya no había más voces en su mente. Ni miedos, ni nostalgia, era Sora de Umehara, un esposo, un padre, un empresario emprendedor, una persona plena. Era Sora, el ángel negro que decidió cambiar sus alas para ser feliz.

    "Y vino la mañana y con ella trajo esperanza, así como el asesino había encontrado la redención. El ángel negro conoció el perdón. La vida le dio otra oportunidad y la felicidad le abrió los brazos, convirtiéndolo en un simple mortal, que amaría y seria amado, hasta que el ángel de la muerte lo reclamara en sus brazos."

     
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  4. Alexx Jackson
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    hermoso y maravilloso! digno de ti mi Caro

    GRACIAS por dedicarmelo, es uno de los mas grandes regalos para mi! :=amors:

    mi bello Sora tan regio como siempre... me mato cuando incluiste a Shinobu y Miyagui, excelso me quedo sin palabras...el sufrimiento de Sora, la esperanza de Akira... el amor de los dos...

    definitivamente el mejor fic que he leído. gracias de nuevo por tanto, te adoro. :=DFSDFSD:
     
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  5. kimmi-chan
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    Hermoso.

    Sora es ese personaje que hace tantas cosas malas pero no puedes odiarlo >w< Me encantó el Spin-off :33 Akira merecía ser feliz a lado de Sora y la pequeña Zoe <3

    Eres genial, aunque haya pasado tiempo desde que leí este fanfic lograste que se me antojara leerlo otra vez ;'DD

    Simplemente perfecto~
    Nos leemos después!
    Kissus -3-
     
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    Los buenos momentos de tu vida, serás recordados como grandes alegrías; los malos te darán las mejores enseñanzas

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    Lo que sentí con este extra no lo puedo describir con palabras
    fue una combinación de tristeza y felicidad que me encantó
    la verdad estoy feliz de que Sora haya superado todo lo malo que hizo
    y Akira siempre fue un joven que daba todo por su amor
    zoe es la niña más linda que pude imaginar
    pero lo mejor fue cuando encontró a miyagi y shinobu y les pidió perdón
    pues ahí por fin pudo perdonarse y ser feliz
    bueno eso es todo, nos vemos :=PENSDF:
     
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  7. Kajika Sama
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    Fransela Sensei

    Después de tanto tiempo de haber leído este fick y que me deslumbrara por completo, en verdad este Spin-off fue sumamente excepcional perfecto. No puedo describir todos los sentimientos que me embargaron al leerlo. Me encanto la manera en que Sora volvía recordar como fue y era su nueva personalidad. El amor incondicional de Akira, en verdad hombre como el son un regalo del cielo, como ayudo a que Sora se recuperara y todo lo demás, en verdad todo era como una pugna entre el bien y el mal que pugnaban por ganar la batalla, que bueno que al final Sora se decidiera a darse una oportunidad a si mismo y sobre todo que Miyagi y Shinobu lo perdonaran desde el fondo de su corazón.
    El final fue sublima un nuevo Sora amando la vida y a su familia por sobre todo.
    Por ultimo Sensei decirle que es un placer celestial el leer cada una de sus obras. Espero seguir deleitando con muchas mas.

    nos leemos
    :=BIENODOE:
     
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  8. BlackLady713
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    sensei... pasaron años para que pudiera leer este spin-off, pero... carajo, valio toda la pena.

    Llore, rei, jugue, ame, tuve un derrame nasal con cada etapa de recuperacion de Sora. Junte a el recorde los malos momentos que paso, asi q voy a volver a leerlo.

    Sensei... fue hermoso, sublime... me quedo sin palabras

    de nueva cuenta la felicito, espero poder seguir leyendo sus historias

    LB :=wozardd:
     
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  9. Lionel Elizabeth
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    Mi nombre es Angela, soy de México y he estado en relación con mi novio desde hace 2 años y estábamos planeando casarnos pronto y de repente me dejó por otra chica, realmente me encanta este chico y nunca puede Imagina mi vida sin él. Intenté todo lo posible para recuperarlo, pero todo mi esfuerzo por recuperarlo en mi vida no funcionó. Fue en este día fiel, me encontré con algunos comentarios en un sitio web acerca de este gran lanzador de hechizos llamado Dr. ISIKOLO, por lo que muchas personas afirmaron que él les ayude a renovar su relación y llevar a su ex de vuelta, tuve que contactarlo porque él era Mi última esperanza Me puse en contacto con él a través de su correo electrónico y me aseguró que en cinco días mi novio va a dejar a la otra chica y volver a mí y fue una gran sorpresa para ver a mi novio regresar a mí después de cinco días. Estoy muy feliz hoy que él volvió a mí y lo conseguí con la ayuda del Dr. ISIKOLO, y yo consejo si usted necesita su ayuda también, usted puede enviarle por correo electrónico en su email directo [email protected] o su línea directa +2348133261196
    También tiene una cura herbal para el VIH,
    CÁNCER,
    ASMA,
    IMPOTENCIA,
    BARENESS / INFERTILIDAD

    También puede enviarle un correo electrónico a través de;
    [email protected] O whatsapp +2348133261196
     
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    Yaoizando
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    Hermosa historia, no tengo palabras, solo diré que me gusto. 😊
     
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