Como conoci a mi esposo [BlaisexRon] (NC-17) - Capitulo 3

Autora: Katrinna Le Fay

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    Capitulo 2



    ¿Por qué tienes que ir y hacer las cosas tan complicadas?
    Veo tu forma de actuar como que eres otro y me frustra
    La vida es como tú
    Y caes y te arrastras y rompes
    Y tomas lo que sea y lo conviertes en honestidad
    Y me prometes que nunca voy a verte defraudarme
    No no no

    (Fragmento Traducido: Complicated
    Abril Lavigne)



    OoOoOoO




    Después del suceso en el pub, Ron olvidó el asunto rápidamente, prefiriendo involucrarse en otras cosas. Su familia se abstuvo de preguntar sobre su noche de juerga porque era evidente que no había salido como se planeó. Los Weasley poco a poco perdían la esperanza de que Ron se recuperara y eso los entristecía porque jamás habrían pensado que una persona podía llegar a lastimar tanto a otra con sus palabras.

    Pero las palabras son armas invisibles que se incrustan profundo en el corazón y almas de las personas, y esto lo comprobó Blaise Zabini desde esa noche. Jamás había creído en nada que no le proveyera beneficios, mucho menos en nada que se pensara más de una vez. Nunca había entendido la razón por la que las personas pensaban siempre en lo mismo, devanándose el cerebro y tratando de encontrar las respuestas a cosas estúpidas que podían solucionarse simplemente olvidándolas. Pero en esos momentos, mientras una chica de buenas curvas y poca vestimenta bailaba sensualmente a su lado, comenzó a creer que se estaba volviendo loco.

    En otras circunstancias estaría imaginándose a la chica en su cama, mientras su mano recorría lentamente su despierta hombría; sin embargo estaba ahí, bebiendo y pensando en cosas tontas que se obstinaban en seguir pegadas a su cabeza.

    -Estúpido Weasley.-Murmuró, bebiendo de un trago el contenido del vaso que sostenía. Su cabeza estaba a punto de explotar por la tensión.

    -¿Quieres que te ayude a relajar?-Sugirió la chica y él asintió en automático.

    La fémina se ubicó entonces en la espalda de Blaise y comenzó a acariciar su pecho y cuello con lo que ella intuyó eran sensuales movimientos. Su pecho desnudo y la ligera ropa inferior le ganaban miradas morbosas que ella retribuía con una sexy sonrisa, pero el hombre a quien seducía parecía no importarle.

    -¿Qué ocurre, cariño? ¿Acaso no te gusto?

    La voz susurrando a su oído solo lo aturdió, negando con la cabeza.

    -¿Entonces qué te parece si vamos a un privado y te dejo que me hagas todo lo que quieras?

    Blaise negó, levantándose del sofá.

    -Hey, ¿A dónde vas?

    Pero ni siquiera se detuvo a hablar con la mujer que lo miró partir con bastante enfado. Dejar ir vivo a Blaise Zabini, el play boy del mundo mágico, era imperdonable para cualquiera que lo tuviera enfrente.

    El italiano salió del club sin saber exactamente qué lo había impulsado a irse. Lo único que sabía era que no se encontraba de humor para nada, ni siquiera para el sexo. Nunca se había sentido así, ni cuando sus padres lo obligaron a decidir su unión con el señor oscuro. Lo que sentía en ese momento era confusión, una que seguía repitiéndose cada vez más fuerte dentro de su cabeza.

    “Me da mucha pena por ti, Zabini”

    ¿Por qué el Weasley le había dicho aquello? ¿Qué intenciones ocultas había mantenido? Peor aún, ¿qué conjuro disfrazado había utilizado?
    Seguramente uno muy poderoso ya que prácticamente vivía pensando en eso.

    -Estúpida, estúpida comadreja.-Gruñó, pues todo ese maldito asunto estaba consumiendo su tiempo. Ni siquiera recordaba la fiesta del hijo de uno de los funcionarios más cercanos al ministro. La había planificado por semanas, detallando exactamente como se dedicaría a seducir al nuevo chico adulto pero… empezaba a sospechar que tal vez ni siquiera había asistido.

    Toda su vida estaba llegando a un punto sin retorno de ansiedad por experimentar tantas dudas. ¿Cómo era posible que un ser tan insignificante como el Weasley lo hiciera sentir de aquella retorcida manera? Ni siquiera podía definir sus sentimientos pero la confusión era fuerte y clara.

    Harto de todo eso y sabiendo que solo estaba empezando a hacer el ridículo en todas las fiestas y reuniones a las que se presentaba, decidió buscar una respuesta y la única persona que se la daría era aquella que había comenzado con todo ese maldito martirio.

    +-+-+-+-++-+-+-+-+



    Ginny estaba lista para ese día. Quizá, si todo marchaba bien, por fin Dean le propondría matrimonio. Se sentía muy emocionada pero también un poco consternada de estar viviendo aquello cuando su hermano aun sufría. Ron no deseaba salir de casa y ella pensaba que si seguían insistiendo en eso, un día su hermano se hartaría y se iría de la madriguera para no volver. Al menos ahí lo mantenían vigilado para que no cometiera alguna locura, pero fuera de su campo de visión sería complicado seguirle la pista.

    A pesar de la misma rutina, continuaba viviendo. Era de la idea de dejar que el tiempo lo solucionara todo. Aunque tardado, era la mejor solución. Si a ella le había funcionado con muchísima más razón a su hermano quien en ese momento se encontraba en su habitación.
    Por lo regular y por explícita orden de su madre, siempre alguien se quedaba en casa para acompañar a Ron. El miedo de Molly radicaba en cosas predecibles pero que nadie deseaba tomarle importancia. Si Ron deseara atentar contra sí mismo, desde hacía mucho lo hubiera hecho.

    Pero contra las estrictas órdenes de su madre nadie podía hacer nada, así que ese día le tocó a ella vigilar a su hermano. Sin embargo se sentía preocupada porque había quedado con Dean en Diagon Alley y la hora de encuentro casi se acercaba. Si pensaba en frío, Ron ya era un adulto, capaz de cuidar de sí mismo y quien ya había vivido con alguien lejos del seno paterno. Pero si Molly llegaba a casa y no veía la escolta permanente… el infierno sería una insignificancia comparado con su ira. ¿Qué haría?

    La campanilla de la puerta principal la sorprendió. Era extraño que alguien se apareciera, dado que su chimenea permanecía constantemente conectada con toda la red flu. Cuando abrió la puerta se tensó un poco. La persona que la miraba con la ceja enarcada no era precisamente alguien que se atreviera a visitarlos.

    -¿Si?-Indagó, entrecerrando la puerta con desconfianza.

    Miró a la pelirroja con algo parecido al suplicio. Por un momento había olvidado a toda la familia feliz.

    -Estoy buscando a uno de tus hermanos.

    Ginny frunció el entrecejo y respondió con enfado.

    -Tengo cinco, por si no lo sabías.

    Bufó, esa niña en verdad era insoportable.

    -Al Wea… Ron.

    La pelirroja se presionó el bolsillo para verificar que su varita estuviera ahí, después miró detenidamente a quien buscaba a su hermano.

    -¿Qué asunto tienes con él?

    -¡Oh, vamos!-Se exasperó.- ¿Acaso eres su asistente? La asistente del ministro hace menos preguntas que tú.

    Ginny bufó pero terminó por abrir la puerta.

    -Ahora lo llamo, espera aquí y cuidado con hacer un movimiento en falso o te demostraré lo que esta asistente puede hacer.

    Él asintió de mala manea, elevando las manos a la altura de su pecho para que la chica viera que se encontraba desarmado. Ella se movió hacia la cocina, lo suficiente para que el inesperado visitante estuviera aun en su campo de visión. No había pasado una guerra sin obtener conocimientos de hechizos más poderosos que el Reducto. Conjuró un pequeño hechizo que su madre solía utilizar años atrás con ellos cuando se encontraban en el jardín y ella no deseaba salir a buscarlos, después regresó a la sala dónde el visitante continuaba esperando con un poco de fastidio.

    Un par de minutos después, Ron se presentó en la cocina, utilizando las otras escaleras.

    -¿Qué pasa?, ¿qué es tan importante como para sacarme de la cama? Estaba dormido, ¿sabes?

    -Ya es medio día, Ron y además me importa un comino que estuvieras dormido. Alguien te busca.

    Ron enarcó una ceja.

    -¿Y solo por eso utilizaste el llama rápido? Con que me gritaras habría bastado.

    Ginny pensó que su hermano podía estar pasando un mal trago pero nunca dejaría de ser un idiota.

    -¿Quién es?, ¿Seamus?, ¿Neville?

    -¿Crees que te habría dicho que vinieras aquí en silencio si uno de ellos te estuviera buscando?

    Su hermana tenía un punto, así que miró hacia donde ella señalaba. La impresión de ver a su visita se vislumbró de inmediato en sus facciones.

    -¿Blaise Zabini? ¿Qué hace esa serpiente aquí?

    -¿Me ves cara de saber adivinación? ¡No lo sé!, solo se apareció ahí y preguntó por ti.

    Ron frunció el entrecejo y continuó viendo a Zabini quien miraba de forma aburrida el marco de la puerta.

    -¿Crees que deba llamar a papá para que traiga Aurores?

    -Ajá. Cómo si nosotros no pudiéramos hacernos cargo de él.

    -Nunca se sabe lo que pueda traer oculto bajo la túnica.

    -Eso es verdad.-Asintió él, sin embargo dio un paso al frente.-Pero no lo averiguaremos permaneciendo aquí escondidos.

    La pelirroja estuvo a punto de protestar pero su hermano ya se acercaba al visitante.

    -Zabini.-Habló sin demostrar nada.- ¿A qué debo tu indeseable visita en mi casa?

    Blaise, quien comenzaba a sentirse humillado por la forma en que lo trataban, miró al pelirrojo que se acercaba hasta él vistiendo un enorme y feo suéter azul. La calidad de la ropa en la clase trabajadora era de verdad grotesca. Pero debía finiquitar todo para que pudiera regresar a su vida normal y olvidar ese mal trago.

    -He venido… ¿No me invitas a pasar?

    Ron sonrió de lado.

    -¿Qué te hace suponer que deseo que pises mi casa? No fuiste invitado.

    -Es lo menos que puedes hacer, Weasley. Me lo debes.

    -¿Te lo debo?

    Blaise no deseaba tratar nada en ese lugar. Lo que al menos esperaba era un poco de amabilidad y modales. ¿Acaso no se los habían enseñado?

    -Mira Weasley, vengo en paz. No traigo encantamientos oscuros ni artefactos que puedan dañarte; en dado caso se, aunque no lo volveré a repetir, que eres capaz de defenderte bien. Solo quiero decirte algo importante.

    -Sí es así, soy todo oídos.

    Blaise pensó que de alguna forma eso estaba divirtiendo al pelirrojo quien repentinamente sonreía.

    -Weasley.

    Ron sonrió anchamente. Se estaba entreteniendo bastante con todo eso, al menos una pizca de su vena vengativa en contra de los Slytherin continuaba en su lugar.

    -De acuerdo.-Señaló, moviéndose un poco.-Puedes pasar.

    Zabini entró en la casa, sintiendo que una especie de cortina invisible lo atravesaba.

    -La casa tiene protecciones, de las más fuertes y colocadas por Aurores. Nadie puede entrar en esta casa si no es invitado y lo que acabas de experimentar es un hechizo de protección que anula toda posibilidad de ataque.

    -Qué ingeniosos.-Masculló, mirando de forma despectiva el inmueble.

    Nunca pudo comprender cómo siendo una familia pura sangre, los Weasley se habían mezclado con muggles. Siempre reía de las bromas que Draco hacía a costa de los pelirrojos pero en ese momento que veía la realidad, menos entendía la razón de su vivienda tan poco elegante.

    -Tu padre es mano derecha del ministro, ¿cierto?

    -Así es, ¿por qué?

    -Por nada… solo me estaba diciendo que jamás llenaré una solicitud para el puesto. El sueldo en verdad debe ser horrible.

    Ron se mordió el labio inferior para impedir que algo desagradable saliera de su boca. Había invitado a Zabini a entrar en su casa pero eso no le daba el derecho de comportarse como lo deseara. Así que lo invitó a sentarse y lo vigiló atentamente. Más valía que lo que había ido a buscar fuera importante o de lo contrario se cobraría la ofensa.

    Ginny se acercó a los dos y tomó asiento frente a Blaise, quien con todo el refinamiento del mundo se quitaba la capa de viaje. Ella seguía sin comprender la razón por la que ese estaba ahí en su casa, pero debía ser algo importante para haberse atrevido a ir. Un amigo de Draco Malfoy no era muy buen augurio, sobre todo en esos momentos cuando todos los Death Eaters estaban siendo juzgados y encerrados sin misericordia. No podía pensar en nada más que venganza.

    Blaise miró a Ron con atención. Aun se golpeaba mentalmente por haberse atrevido a ir hasta ese espantoso lugar para buscar al Weasley ese que lo había atormentado con su hechizo. Porque eso debía de ser, no encontraba otra explicación. Miró a la chica y frunció el entrecejo.

    -Deseo hablar con él en privado.

    Ginny estaba a punto de protestar pero la mirada de su hermano mayor la detuvo.

    -Está bien, Ginny. Puedes irte a donde tenías planeado hacerlo.

    -¿Pero cómo…?

    -¿Creíste que no escucharía la discusión que sostuviste con mamá antes de que se fuera? Ese hechizo silenciador tuyo tiene fallas.

    La pelirroja abrió la boca pero los ojos de su hermano continuaban decididos. Por eso, únicamente por eso asintió y se dirigió a la chimenea.
    Les daría treinta minutos y si al llamarlo no había respuesta, ni toda la brigada de Aurores bastaría para atrapar a Zabini.

    Ron aguardó a que su hermana desapareciera en las flamas verdes y después miró los ojos azules de su invitado, quien lo miraba con insistencia.

    -Lo que traes entre manos debe ser realmente importante como para que tengas que decírmelo en privado, en persona y en mi casa. Espero que tengas consciencia de lo que sucederá si esto va mal, ¿verdad?

    -Claro que soy consciente, Weasley, ¿con quién crees que hablas?

    El pelirrojo sonrió, reclinándose en el sofá.

    -Al menos te aprendiste mi nombre. Ahora, ¿qué ocurre?

    A Blaise no le gustaban las personas impredecibles porque en cualquier momento podían hacer cosas horribles o estúpidas y el hombre que estaba frente a él era totalmente impredecible. Antes, en el colegio, podía adivinar su reacción porque era tan propenso a protestar a las ofensas como un niño pequeño y mimado. Pero ahora, el pelirrojo que aguardaba a que hablara se encontraba del otro lado del mundo, a un millón de años luz de adivinar su reacción. Ya lo había comprobado en el pub aquella noche, pero no podía darse el lujo de dudar. Estaba ahí por respuestas y para regresar a su vida. Así que simplemente lo dijo.

    -La otra noche.-Indicó, dejando que su mirada azul descansara en la que lo miraba atentamente sin inmutación alguna.-En el pub, me dijiste algo.

    Ron parpadeó tratando de recordar.

    -¿En serio?

    Blaise frunció el entrecejo.

    -¡Sí!, ¿acaso estabas ebrio?

    El italiano comenzaba a pensar que quizá todo era producto de su imaginación. Todo debía deberse al estrés de sus viajes.

    -No lo creo. Es más.-Dijo, recordando repentinamente esa noche que había olvidado por completo.-Ni siquiera tuve oportunidad de beber nada, la chica nueva de la barra nunca me dio mi pedido.

    -¿Entonces lo que dijiste…?

    -Lo dije en mis cinco sentidos.-Aceptó el pelirrojo, mirando el rostro sorprendido del italiano.-Pero en dado caso no recuerdo lo que dije, pero debe ser algo importante si solo por eso has venido aquí.

    Blaise definitivamente se sintió mareado.

    -¿Eso quiere decir que no le diste importancia?

    -No.-Negó Ron, un poco divertido con el gesto preocupado del otro.-Tanto me importó como para no recordarlo.

    -¡Weasley!-Rugió Zabini, escuchando la risita del pelirrojo.

    -Ya, ya.-Dijo, recuperando un poco la compostura.-Solo vuélvelo a decir para que puedas marcharte ya.

    El italiano estaba viendo muy tentativo el hecho de lanzarle una imperdonable al pelirrojo burlón, pero no le daría la satisfacción de verlo desquiciado. Blaise Zabini jamás se comportaba de manera poco refinada frente a las personas, mucho menos frente a los que no valían la pena. Así que modulando la voz, encontró nuevamente la compostura.

    -Cuando te insulté tú respondiste con una frase.

    -Me da mucha pena por ti, Zabini.-Dijo el pelirrojo, mirando el rostro consternado de su interlocutor.

    -¡Esa! ¿Qué quisiste decir con eso? Y más vale que me lo digas porque no me iré sin una respuesta.

    Ron enarcó una ceja, mirando de forma aturdida al hombre frente a él. Él había ido hasta ahí de forma pacifista a buscar el significado de una frase dicha en un momento de dolor. Suspiró, fuera quien fuera no perdía nada hablando con él de forma civilizada.

    -¿Te irás después de que te diga el significado de eso?

    Blaise asintió, haciendo una cruz en su pecho. Lo que menos deseaba era permanecer más tiempo ahí. Ron aceptó, así que sin despegar la mirada de la otra simplemente habló.

    -Lo que quise decir con eso, fue que me da pena por ti porque solo buscas la banalidad y jamás podrás acompañar a tu corazón. Resuelta tu duda existencial, puedes marcharte. Mi familia no tardará en regresar y no creo que te guste enfrentarte a mi madre cuando descubra que me han dejado solo.

    Blaise abrió la boca pero Ron se levantó y caminó hasta la puerta para abrirla.

    -Weasley…

    -Lo prometiste. Ahora, vete.

    Su voz no fue exigente ni mucho menos molesta, fue más un susurro que involuntariamente lo hizo moverse. Antes de salir lo miró con intensidad. Ron desvió la mirada y en cuanto Zabini puso un pie fuera de su casa, cerró la puerta. Aun no comprendía lo que había sucedido, pero al igual que hacía desde año y medio a la fecha, trató de no pensar en eso. Había concluido, con el paso del tiempo, que si las personas le daban más importancia a las cosas de lo que debían estas terminaban consumiendo la vida. Así que optar por vivir y luego olvidar, había sido su mejor salida.

    Blaise no supo cuanto tiempo permaneció mirando la puerta cerrada de aquella casa tan singular. Lo que el pelirrojo acababa de decirle le había golpeado con mayor intensidad que la frase anterior. Maldijo por lo bajo, pues darle tanta importancia a una estupidez solo hablaba de lo loco que se estaba volviendo. Ir ahí solo había sido una pérdida preciosa de su tiempo, así que se desapareció con la firme intención de buscar olvido de la única forma que conocía. A la mañana siguiente, sabía, que todo regresaría a como era antes.

    OoOoOoO



    Ese soy yo en el rincón.
    Ese soy yo en el centro de atención,
    Intentando mantener contacto contigo.
    Y no sé si puedo lograrlo.
    Oh, no, he dicho demasiado.
    No he dicho lo suficiente.
    Creí escucharte reír.
    Creí escucharte cantar.
    Creo que creí verte intentar.
    …Pero eso fue sólo un sueño,
    Eso fue sólo un sueño.

    (Fragmento Traducido: Losing my religión
    REM)



    OoOoOoO



    Su padre le había dicho alguna vez que las consecuencias de la vida llegan de diferente manera, sobre todo cuando estas intentan dañarte la existencia. Blaise solía sonreír con desdén porque eso nunca le sucedería. Pero quizá su padre también le había lanzado alguna clase de maleficio porque en ese momento le estaban dañando la existencia de forma bastante estúpida. Y no sabía quien era el más estúpido, si el Weasley por hablar en términos tan filosóficos y nada entendibles, o él, que estaba nuevamente frente a la casa esa que no tenía gota de gusto.

    Volvió a tocar a la puerta y esperó que al menos el culpable de sus desgracias tuviera la decencia de abrirle, pero por desgracia no fue así.

    -¿Si?-Indagó un rostro que para nada era el que buscaba.

    -Quiero ver a Ron.

    -¿Tienes cita con él?

    Frunció el entrecejo.

    -No.

    -Entonces lamento decirte que no puedes verlo. Está ocupado con el inventario.

    Si eso era un chiste, no tenía gracia.

    -Mira…

    -George.

    -Mira, Weasley. ¡Quiero ver a Weasley y lo quiero ver ya!

    George se recargó en el marco de la puerta y sonrió.

    -Pues aquí viven muchos Weasley. Por si no te diste cuenta es la lujosa residencia Weasley, así que…

    Blaise se pasó la mano por el rostro. Su paciencia bordeaba peligrosamente un área que estaba conteniendo.

    -Mira… Weasley, por última vez…

    -¡¿Quién es George?!

    -¡No lo sé mamá… creo que vende algo… quiere ver a Ronnie!

    -¡Pues entonces hazlo pasar o dile donde está! ¡No tengas a las personas afuera esperando!

    George sonrió aun más.

    -Bueno, ya escuchaste a mamá, largo.

    -Pero ella no dijo…

    -En términos de la real lengua Weasliana, ella quiso decir: córrelo y ya no pierdas tu tiempo.

    Blaise abrió la boca pero la carcajada del pelirrojo le hizo contraer los puños.

    -Está en el garaje. Ya te dije que hace el inventario.

    Y le señaló con el dedo una cosa cuadrada que se encontraba un poco más allá de donde estaban. Bufando y girando con dignidad, el italiano se dirigió al lugar indicado.

    George lo miró sin dejar de sonreír. A veces, como en ese momento, extrañaba a Fred. Entre los dos habrían podido continuar la broma durante más tiempo hasta haber causado un síncope en el muchacho. Suspiró con nostalgia, quizá nunca iba a poder acostumbrarse a estar sin su hermano. Cerró la puerta y se dirigió a donde su madre, era mejor pensar en otras cosas como el recado que Angelina le enviaba. Ella deseaba tarta de manzana silvestre. Sus antojos iban en aumento.

    Por su parte Zabini no podía creer su suerte. Los Weasley estaban locos, no había una explicación más acertada para eso… o quizá el loco descerebrado era él por estar ahí. Se detuvo, miró la mugrosa puerta y la empujó. Ni siquiera le sorprendió el chirrido que hizo. Con eso podrían despertar a medio país.

    Se adentró con desconfianza pero afortunadamente no tuvo que indagar mucho para encontrar al pelirrojo adecuado.

    -Vaya, regresaste.-Murmuró Ron, quien mirándolo de soslayo contaba algunas cajas.

    -No pareces sorprendido de verme.-Indicó el italiano, mirando con aprehensión las cosas extrañas que había a su alrededor.

    -Objetos muggles… de los días de locura de mi padre. Y no me sorprende porque escuché a George hablar contigo.

    -¡Eso no era una charla! Tu hermano está loco.

    -Un poco.-Sonrió Ron, moviendo las cajas con la varita y apuntando algo en un pergamino.

    -¿Qué es eso?-Indagó el italiano al mirar con interés las cajas.

    -Cosas de la tienda. Hago inventario.

    Blaise solo asintió. La verdad era que continuaba sintiéndose extraño en ese lugar.

    -¿Y a qué has venido esta vez, Zabini? No creo que solo a observar cómo hago el inventario, ¿verdad?

    -No seas idiota, eso no me interesa.

    -¿Entonces?

    Blaise se aclaró la garganta. Ni él mismo comprendía aun la insistente necesidad de estar ahí.

    -He venido a tratar contigo el único tema que no puedo comprender.

    -¿La razón por la cual no entiendes nada?

    -Exacto.

    -Ah, eso no tiene explicación. Simplemente no eres apto para entender ciertas cosas.

    El italiano gruñó pero Ron rió.

    -No te burles de mi, Weasley.

    -No lo hago. En verdad que no.-Sonrió, encarándolo por fin.-Es solo que me parece gracioso que vengas por respuestas que no pueden darse.

    -Lo mismo pienso pero… ¡solo dime el significado de lo que me dijiste y me iré!

    -¿Para regresar como lo has hecho hoy? Ham…no lo creo.

    Blaise estaba perdiendo la paciencia.

    -Mira, Weasley. Es mejor que no me hayas maldecido de alguna forma o…

    -Lo que sucede, Zabini.-Indicó el pelirrojo volviendo a sus registros.-Es que mientras sigas con esa actitud poco cooperativa y pensando en cosas tontas como maldiciones, jamás podrás comprender lo que te estoy diciendo.

    -¿Me crees un idiota?

    Ron volvió a mirarlo. Para ser sincero le sorprendía la insistencia del italiano, sobre todo su estado tan alterado. Él lo recordaba siempre controlado y burlón, el perfecto amigo del hurón. Verlo así significaba que realmente estaba o desesperado o se había vuelto loco.

    -No eres idiota. Creo, que aunque no nos llevemos bien, no eres un idiota. Las serpientes son listas e ingeniosas, así que lo que debes tener es solo polvo acumulado en ese sector tuyo que se llama análisis de metáforas.

    Era oficial, después de eso iría directo a San Mungo. Que un Weasley le dijera eso debía significar el final de los tiempos.

    -Lo lamento Zabini, pero mientras continúes pensando de esa forma tuya nunca podrás entender lo que te digo y seguirás viniendo a que te aclare las cosas.

    -¿Y no puedes hablar de forma normal?

    -Es que lo estoy haciendo de forma normal, lo que sucede.-Señaló, suspirando.-Es que jamás podrás comprenderme porque la banalidad con la que vives te impide ver la realidad.

    -¿La realidad de qué?

    -De que eres una persona vacía.

    A Blaise Zabini lo habían llamado de muchas formas a lo largo de su vida pero vacía no era una de esas. Weasley estaba completamente loco si pensaba…

    -¿Quieres tomar el té? Ya casi es hora de hacerlo y las galletas que mamá preparan son deliciosas.

    El italiano lo miró como si le hubiera salido otra cabeza.

    -Es solo una invitación. Si no te agrada no estás obligado de ninguna forma.

    Algo extraño sucedía, algo que no podía explicar y que nunca imaginó que haría. En ese momento más que nunca estaba convencido de que le habían lanzado un poderoso hechizo y que el hecho de que hubiera aceptado esa invitación era efecto secundario de eso. Al menos, esa sería la última vez.

    OoOoOoO



    Donde empezó,
    No lo sé
    Pero me doy cuenta de que está creciendo

    Fue en la Primavera,
    Y la Primavera se convirtió en Verano
    Quién habría pensado que tú vendrías

    Manos, manos tocándose
    Alcanzando
    Tocándome
    Tocándote

    Dulce Carolina
    Los buenos tiempos nunca parecieron tan buenos
    Y empiezo a creer
    Que los buenos tiempos nunca lo fueron

    Pero ahora
    Miro la noche
    Y no parece tan solitaria
    Nosotros la llenamos con nuestra presencia
    Y cuando hiero
    El dolor corriendo por mis hombros
    Cómo puedo herir cuando estoy contigo

    Cálidos, tocando, cálidos
    Alcanzando
    tocándome
    Tocándote…

    (Traducción: Sweet Caroline
    Neil Diamond)



    OoOoOoO



    A veces la vida era cruel e injustificable, pero en otras circunstancias se comportaba de manera totalmente irracional. Blaise llevaba aproximadamente cinco meses viendo a Ron Weasley y ya no precisamente para aclarar las cosas. Mientras lo esperaba en la casa del té que antes de él jamás habría pisado ni por error, hizo un conteo mental de lo que sucedía.

    Todo comenzó esa noche del Pub, donde su martirio inició. Después había exigido respuestas que se convirtieron en más preguntas, estas en visitas a la madriguera y de eso a invitaciones corteses que fueron correspondidas de manera aceptable. Todo eso en un lapso tan pequeño de tiempo pero… un tiempo increíble.

    Él sabía que las cosas que antes habría creído importantes habían comenzado a desaparecer, así como las juergas y la búsqueda casi implacable de compañía. Todo lo que habría creído buenos tiempos parecía que de verdad nunca lo fueron porque desde que la Primavera dio inicio al Verano y después al Otoño, se encontró añorando toparse con el pelirrojo que estaba llegando al establecimiento con algo de apuro.

    Se encontraba sonriendo igual que un idiota y como en ese momento. Se encontraba deseando un roce accidental entre las manos masculinas pero delicadas que podían hacer un Pie de fresas delicioso y al mismo tiempo un hechizo paralizante bastante peligroso.
    Todo lo que deseaba era detener el reloj para que las horas no avanzaran y continuar escuchando la voz que lo hipnotizaba con su manera de hablar. Nunca lo hubiera creído posible pero la atracción que Ron Weasley tenía era avasalladora, casi como un volcán en erupción.

    Disfrutaba las conversaciones muy lejanas a las primeras que giraron en torno a preguntas desconcertantes para él. En la actualidad hablaban de todo un poco, reían, gustaban de la mutua compañía. Incluso comenzaba a agradarle la madriguera y su repentinamente cálido ambiente familiar, pero si deseaba conservar su figura era mejor que se mantuviera alejado por un tiempo de Molly Weasley y sus creaciones culinarias. Quizá nunca había probado cosas tan deliciosas como las que la mujer preparaba.

    -Siento la tardanza.-Señaló Ron, quien estaba colocando unas bolsas en la silla vacía.-Pero a última hora a todos se les olvidó algo y como sabían que vendría aquí…

    -No te preocupes, no tengo mucho esperando.

    Mentira, tenía esperando una hora porque quiso llegar mucho antes. No entendía la razón, solo, no deseaba esperar más para verlo.

    -Bueno, eso me quita un peso de encima.-Sonrió el pelirrojo, desplomándose en la silla.- ¿Ya pediste algo?

    -Sí, café.

    -Hum, me encanta el café. Mi madre dice que no se escucha muy inglés pero… tiene algo que me gusta.

    Y ahí estaba, esa sonrisa que de pronto le parecía que iluminaba la vida misma. Desvió la mirada y solo asintió.

    -¿Te ocurre algo?

    Negó, la realidad era que hasta él tenía problemas para definir lo que le estaba pasando.

    Ron lo miró con detenimiento. Podía hablar y hablar de todo ese extraño y peculiar encuentro entre Blaise Zabini, un Slytherin y él, el Gryffindor más… él de todos los tiempos. Pero no diría nada, ni siquiera pensaría en el momento en que comenzó a salir con Zabini de forma amigable para conversar sobre la vida y para distraerse un poco. Aunque nadie se lo dijera, toda su familia se encontraba rebosante de alegría por su nueva interacción. Ni siquiera habían cuestionado las intenciones del Slytherin como aquella primera vez que lo visitó en su casa. Y todo porque su madre se encontraba tan feliz por él, no entendía la razón, que prácticamente lo empujaba fuera de casa cada vez que sabía que se vería con él. Le agradaba, quizá en otro tiempo habría preferido un Crucio a aceptar tal confesión. Pero la vida lo había cambiado y quizá después de lo que le había pasado podía mirar las cosas con más detenimiento y menos impulsividad.

    -¿Ya estás listo?

    El italiano no comprendió la repentina cuestión del pelirrojo que agradeció su taza humeante de café negro.

    -¿Listo para qué?

    -Para mañana… ¿la boda?

    El rostro desconcertado de Zabini solo le provocó risa a su compañero.

    -¡Blaise!-Arrulló y el aludido sintió los vellos del cuerpo erizares.- Olvidaste que te dije que no llevaras un traje extravagante, ¿verdad?

    Al aludido le tomó un momento descifrar la cuestión. Boda… traje… Weasley…La boda de la hermana de Ron.

    -No, claro que no.-Negó, mintiendo como solía hacerlo.

    Ron entrecerró los ojos pero lo dejó pasar. En ese tiempo había aprendido a entender un poco del lenguaje Zabini, así que solo por esa vez dejaría pasar esa mentirilla.

    -No es que quiera negarte algo.-Aclaró, disfrutando el aroma del café.-Es solo que quiero ahorrarte las miradas innecesarias de todas las brujas y magos solteros, y no solteros, que irán a la fiesta. Créeme, puede ser desagradable y no lo digo porque sean mi familia. Cuando Bill se casó, Harry también pasó por eso.

    A pesar de la extraña amistad que habían creado, nunca se esperó que Ron lo invitara a la boda de su hermana. Aquello lo había aturdido a tal grado que tuvo que pensarlo muy bien para no caer en sus viejos hábitos de lo que me dices es solo para embaucarme.

    -Ahhh.-Suspiró el pelirrojo, dejándose abrazar por el respaldo de la silla.-No puedo creer que mi pequeña hermana se vaya a casar.

    -Es la ley de la vida.

    -Eso dice mamá.-Asintió Ron, mirando a Zabini de manera apacible.-Pero no sé.

    -¿No crees en eso?-Indagó el italiano. A pesar de conocer mucho más de lo que hubiera creído, al pelirrojo frente a él, existían temas vetados como evidentemente era ese. Sin que el pelirrojo lo externara pudo intuir su tensión.

    -No es que no crea.-Respondió el aludido tras un momento de silencio y de recordar cosas desagradables.-Es solo que… quizá no fui hecho para el matrimonio.

    -Todos fuimos hechos para eso, pero depende de cada persona si lo acepta o no.

    -¿Cómo tú?

    La sonrisa pícara lo hizo parpadear.

    -Vamos, eres el play boy del mundo mágico, ¿qué beneficio tendrías enlazándote de por vida a una sola persona?

    Blaise jamás había pensado en eso hasta ese momento donde algo en su pecho se encogió.

    -Además todo lo que eres se iría a la basura y ya no tendrías chicos o chicas lindas que presumir.

    El tono de voz fue suave y aunque la sonrisa permanecía en los labios de Ron, sus ojos decían otra cosa. Por un momento se miraron y ese algo, encogiéndose en el pecho del italiano, aumentó. ¿Por qué Ron le estaba diciendo todo eso?, ¿Por qué su mirada lucía tan triste? Quiso creer que era por sus antecedentes pero habría sido un idiota si lo hubiese aceptado.

    -Como sea. Solo espero que te guste la boda. No esperes una gran fiesta como a las que estás acostumbrado a ir.-Señaló el pelirrojo, desviando la mirada mientras sonreía.-Será una fiesta casi completamente familiar.

    -Estoy consciente de eso, muchas gracias por recordarme el país rojo donde entraré.

    Ron lanzó una larga carcajada y fue como si algo cálido lo alcanzara, lo tocara, lo invitara a creer en cosas inimaginadas y a la vez hermosas.

    -No todos somos pelirrojos. Hay algunos miembros de la familia que tienen cabello castaño o rubio-rojizo… otros ni siquiera tienen cabello, así que solo será como una mancha rojiza sobre las hojas amarillas de otoño.

    Zabini rió a la descripción y se le antojó digna de ver.

    -Entonces tendré cuidado de no mezclarme, quizá no puedas encontrarme entre la gran variedad de colores.

    -Oh, tú eres inconfundible.-Reveló Ron, tiñendo sus mejillas de un suave tono rosado que el italiano adoró.-Quiero decir… que debido a quién eres, lo más probable es que la tía Abigail te tenga acorralado. Es soltera y le gustan los jovencitos… creo que tiene como mil años.

    Ron continuó hablando de cosas que ya no escuchó. Con los últimos rayos de sol filtrándose por la ventana del lugar y las sombras jugando en el rostro pecoso del pelirrojo, sintió que el gran vacío con el que había vivido toda su vida desaparecía poco a poco. Su vida ya no parecía tan solitaria, todo parecía vivo cuando estaba junto a él. Si antes había pensado en herir para vivir cómodamente a merced de los vicios y el sexo, teniendo a tan magnífica criatura frente a él, ¿cómo podía pensar si quiera en regresar a eso? Definitivamente todo lo que hasta ese día había considerado importante, no lo era más. La palabra había, repentinamente, adquirido otro significado que incluía al sonriente Rojo de ojos inmensamente puros.
     
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