Como conoci a mi esposo [BlaisexRon] (NC-17) - Capitulo 3

Autora: Katrinna Le Fay

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    Capítulo 3




    Sigue lo que sientes dentro
    Es intuitivo, no tienes que intentar
    Viene naturalmente, viene naturalmente

    Y eso me quita el aliento
    Lo que haces, tan naturalmente

    Tú eres el trueno y yo soy el rayo
    Y amo la forma en que tú sabes quién eres
    Y es para mí emocionante
    Cuando tú sabes que va a ser
    Todo viene naturalmente, viene naturalmente
    Cuando estás conmigo, nene.

    (Fragmento Traducido: Naturally
    Selena Gómez)



    OoOoOoO




    La boda ciertamente no se parecía en nada a las fiestas a las que asistía. Los cabellos rojos como lo supuso abundaban al igual que algunas cabezas doradas, después se enteraría de que eran los Delacour, y algunos amigos de la familia de ambos novios.

    Las sonrisas en los rostros de los Weasley y las lágrimas de la matriarca fueron para él algo novedoso porque usualmente a las bodas donde asistía todo era frivolidad y apariencia. Era la primera vez que podía sentir algo tan real y rodeado de personas tan singulares como esa familia.

    A lo lejos miró a Ron quien sonriente sustituía a sus padres en el duro trabajo que era ser anfitrión. Su vestimenta era sencilla pero lucía tan perfecto que no podía dejar de mirarlo.

    -Y dime, ¿a qué te dedicas?

    Medio sonrió a la anciana a su lado. Tía Abigail, efectivamente como le advirtió Ron, lo había atrapado y ahora se encontraba junto a ella, escuchándola hablar de sus aventuras de juventud y siendo cortes aunque no le prestara demasiada atención a sus caricias sugestivas y aleteos de pestañas.

    -Soy… empresario independiente.

    -¡¿En serio?!-Sonrió la mujer acercándose más, de ser posible, al apuesto joven a su lado.-Cuando tenía cuarenta, conocí a un joven empresario tan apuesto que no nos resistimos a tener una aventurilla.

    Blaise sonrió con embarazo. Esa señora en verdad era terrible.

    Dejó que la mujer siguiera hablando y volvió a buscar a Ron con la mirada. En esos momentos se encontraba conversando con un par de personas quienes seguramente estaban alabando el enorme adorno de hielo que habían puesto en la mesa principal. A su parecer se trataba de una pieza excepcional y de mucha imaginación. Un gigantesco adorno floral hecho de hielo era algo que jamás había visto. Tuvo que darle crédito a la mente ingeniosa que lo había elaborado.

    -Lo hizo Ron.-Susurró Abi, como pidió que la llamara, a su oído.

    -¡¿En verdad?!-Indagó, mirando atentamente a la mujer que sonrió.

    -Si. Molly me lo estuvo diciendo como cinco veces cuando llegué. Al parecer está sumamente orgullosa de su niño atolondrado.

    Pues de algo él estaba seguro, Ron no era para nada atolondrado y mucho menos un niño.

    -Ha cambiado mucho desde que esa chica… ¿cómo se llamaba?... ¿Herminia?... ¿Hermana?... ¿Carolina?

    -Hermione.-Murmuró Blaise, sintiendo la boca ácida.

    -¡Ahhh, si! Hermione… muy lamentable de verdad. Aun recuerdo lo apenada y triste que estaba Molly cuando canceló las invitaciones a la boda. Afortunadamente solo había avisado a unos cuantos familiares pero… fue un gran hervidero en el ministerio.

    El italiano lo sabía pues a pesar de que eso había pasado algunos años atrás, el hecho de que Granger fuera ahora importante en el ministerio ameritaba que las habladurías la rodearan. Sintió que su estómago se contraía de solo pensar en ello así que en automático busco la figura pelirroja que sonreía amablemente a un viejo hombre.

    -Es lindo, ¿no?

    Blaise abrió la boca pero de inmediato sintió que el rostro le quemaba. La mujer a su lado solo sonrió y lo abrazó con cariño.

    -A pesar de todo lo que ha pasado, no dudo de que alguien por ahí quiera proponerle algo. Nunca dejará de ser un poco despistado, y con tantos lobos alrededor…

    Zabini parpadeó, escuchando atentamente las palabras de la anciana mientras sus ojos continuaban fijos en la figura enfundada en café que se movía por toda la carpa. Él no dudaba de que alguien estuviera interesado en Ron, solo bastaba con mirar a todas las personas que lo veían en ese momento y cuando salían, para constatar lo que Abi había dicho. Repentinamente el nudo en su estomago aumentó con la posibilidad de que el Rojo pudiera conocer a alguien más.

    -Pero no nos preocupemos por eso.-Señaló la mujer palmeándole la pierna.-Mejor continuemos conversando de cosas que nos interesen a ambos.-Y le sonrió de manera coqueta.

    El italiano solo suspiró. No podía ser mal educado con la mujer, mucho menos porque era tía de Ron. Así que continuó sonriendo como lo había estado haciendo desde hacía dos horas cuando ella lo atrapó en la mesa de las bebidas.

    Del otro lado de la carpa, Ron reemplazaba a sus padres quienes se habían excusado para descansar un poco después del día tan agitado.
    Por fin su pequeña hermana se había casado con uno de sus amigos y aunque ya había dejado la idea de que Harry era la mejor opción para ella, no pudo dejar de sentirse nostálgico.

    Después de tantas cosas, la madriguera, el lugar que lo vio crecer, al fin se quedaba vacío. De no ser por él, quien continuaba viviendo ahí, sus padres estarían solos. Cada uno de sus hermanos había hecho ya su vida por separado y lejos del hogar paterno; cierto que de vez en cuando se reunían y que esa siempre sería su casa, pero todo era diferente. Suspiró, mientras escuchaba sin oír a uno de sus tíos segundos; solo restaba él y no supo qué pasaría con su vida.

    -¿Sigues trabajando con George?-Indagó su tío Ernie, a quien le gustaba bromear con todo lo que podía.

    -Si.

    -Eso está bien, al menos el negocio familiar está en buenas manos.

    Solo sonrió, evitando decir que esa tienda era importante para todos porque había sido fundada por sus hermanos, de los cuales uno ya no estaba con ellos.

    -¿Y cuando darás el gran paso, Ronnie? Solo restas tú.

    -No lo sé… quizá no lo haga.-Respondió, conociendo de sobra que todos estaban al tanto de su tortuoso pasado.

    -Venga, venga.-Palmeó su tío en el brazo.-Ya llegará la indicada.

    -O indicado.-Corrigió su esposa quien la mitad del tiempo solo escuchaba las conversaciones ajenas.-Nunca se sabe, querido.

    -Matilda tiene razón. Antes de conocerla yo estuve saliendo con un chico que…

    La mujer de cabello rubio rojizo frunció el entrecejo y con gesto enfadado se disculpó. Ron casi rió con estruendo cuando su esposo salió corriendo tras de ella, tratando de explicarle cosas que no alcanzó a escuchar del todo. Evidentemente tío Ernie amaba a su esposa pero era un bocaza cuando no debía de serlo. Dejó que su sonrisa se despejara y pensó en lo que su tío le había dicho. Jamás había estado en sus planes volver a creer en el amor pero la vida era demasiado impredecible como para confinarse siempre en una cosa.

    Miró a lo lejos donde su tía Abigail y Blaise conversaban. Ella al fin logró atraparlo y los había estado siguiéndolos con la vista desde entonces. En momentos se mordía el labio para no reír de los gestos involuntarios de Blaise o de la insistencia de su tía quien no pararía hasta embolsarse al italiano.

    Cuando lo invitó jamás pensó que aceptaría, pero esa mañana antes de la ceremonia, llegó a la madriguera y de forma gentil y tan caballerosa, como decía su sonriente madre y se burlaban George y Charlie, los había ayudado con las cosas pendientes. Zabini no era ni remotamente parecido al Slytherin que había conocido en el colegio. El Blaise Zabini que estaba ahí en una fiesta sencilla y siendo cordial con su familia era simplemente otro, un ser que lo hacía sonreír sin saber los motivos y que irradiaba un algo que le gustaba.

    -¡Atención, atención todos!

    La voz de su padre le impidió que meditara sobre la última palabra, prestando atención a su progenitor.

    -En nombre de toda la familia les agradecemos que nos acompañen en este día tan especial para mi hija y su esposo.

    Una ovación se alzó en torno a los novios quienes sonreían con cierto embarazo por la atención.

    -Ahora es el momento de que la familia baile la tradicional danza.

    No pudo evitar reír al rostro espantado de su hermana quien, evidentemente, había olvidado comunicarle todo eso a su esposo que parecía no comprender nada. Por su parte George se disculpó con Angelina quien, con su estado avanzado de embarazo, era imposible que bailara. Por eso se acercó a Gabrielle, la hermanita de Fleur para que sustituyera a su esposa en esa clásica danza. Bill se aproximó al centro de la carpa con su esposa quien al igual que siempre, dejaba bocas abiertas a su paso. El efecto veela era imposible de romper. Charlie ofreció el brazo a su amiga Rumana, una belleza trigueña quien se ruborizó cuando la atención cayó sobre ella. Ron miró también a sus padres quienes henchidos de orgullo, se acercaban también a la improvisada pista.

    Su familia era increíble y agradeció por tenerlos pues de otra manera seguramente jamás habría podido salir adelante con todo lo que había pasado esos años. No solo lo de Hermione sino otras muchas cosas que incluían una guerra, sentimientos y pérdidas irreparables.

    Las flautas comenzaron a tocar y una tonada graciosa, y un tanto irlandesa se dejó escuchar de fondo. Sus padres fueron los primeros en comenzar a bailar y a ellos le siguieron sus hermanos, incluso Ginny quien recogiéndose el vestido e importándole muy poco el laborioso peinado, guió a Dean Thomas en su primer baile familiar.

    En algún lugar de Irlanda
    Existe otra dimensión,
    Dónde se encuentran las hadas
    Que danzan esta canción
    Dónde se encuentran los duendes
    Que cantan esta canción.

    En algún lugar de Irlanda
    Dónde las brumas aparecen
    Y luego se desvanecen
    Está el reino de las hadas
    En otra dimensión.



    Él los observó a la distancia y acompañó al resto de los presentes con las palmas.

    -¿Tú gno baiglas?-Indagó el padre de Fleur, quien solo aguardaba el momento para empezar a bailar.

    Ron miró al sonriente hombre rubio y de repente algo dentro de él lo impulsó. Como en muchos años no hacía y sonriendo aun más de lo que recordaba, se dirigió al fondo de la carpa donde un par de ojos azules lo observaban.

    Blaise parpadeó cuando Ron se paró justo delante de él y se inclinó lo suficiente como para poder sentir su aliento en el rostro.

    -Baila conmigo.-Pidió el pelirrojo de una forma que el italiano no se esperaba.

    -Pero…

    Tía Abi empujó a Blaise mientras reía y continuaba aplaudiendo. De inmediato Ron haló al pelicastaño hasta la pista de baile donde su familia era el centro de atención.

    -¡Ron, no sé cómo…!

    -¡Solo sígueme!-Guiñó el pelirrojo, tomándolo de ambas manos para empezar a bailar.

    Blaise, más impresionado que otra cosa, siguió con algo de dificultad a su compañero de baile quien parecía sonreír tanto como nunca que lo recordara. De un momento a otro los aplausos de los presentes subieron en intensidad y los Weasley comenzaron a moverse con más rapidez. Nunca había hecho algo como eso, jamás se había atrevido siquiera a bailar de esa loca y nada sincronizada manera, pero el rostro feliz de Ron y la atmósfera intensamente divertida lo contagiaron. Así que siguió el ritmo y se concentró en solo divertirse como jamás en su vida.

    Toca la gaita, toca la flauta
    Toca la gaita, toca el tambor
    Toca la flauta, toca la gaita
    Toca la flauta encuentra la flor

    Un paso adelante, un paso hacia el lado
    Hacia el otro lado
    Un paso hacia atrás, un paso adelante
    Da la media vuelta
    Da la vuelta entera y vuelve a empezar…



    Cuando la canción finalizó, los aplausos inundaron el pequeño recinto. Molly y Arthur, un tanto agitados, sonrieron y reverenciaron agradeciendo a los presentes. Después el resto de los Weasley los imitaron.

    -¿Esto hacen siempre que hay una boda?-Indagó Blaise un poco sofocado.

    -No siempre.-Negó Ron quien no podía dejar de sonreír.-También en los cumpleaños y nacimientos de otros Weasley.

    Zabini abrió los ojos con algo de espanto pero la carcajada del pelirrojo le hizo saber que había caído de lleno en su broma.

    -Tonto Rojo.

    Ron solo pudo reír mas, contagiando a su pareja de baile. Cerca de ellos Molly sonrió mientras tomaba el brazo de su esposo.

    -Creo que los buenos tiempos se avecinan.-Murmuró Arthur a su oído y ella no pudo estar más de acuerdo con él.

    Antes, mucho antes siquiera de ese día, ella habría podido alegar mil cosas en torno al cuadro que estaba mirando, sobre todo del joven de estirpe italiana que revolvía los cabellos de su hijo. Ella, al igual que el resto de la familia había sufrido y pasado por mucho como para detenerse a mirar pequeñeces que eran solamente eso. La vida les había enseñado a crecer más de lo que hubiesen imaginado, por eso solo sonrió con verdadera felicidad a lo que el presente y quizá el futuro les estaba adelantando.

    -Ahora solo resta saber en dónde terminará todo esto.-Comunicó ella a su esposo quien no podía sentirse de otra manera más que dichoso por lo que les ocurría como familia.

    Después de las desgracias siempre había un sol que lo iluminaba todo y los arropaba con su manto de felicidad. Quizá ya era hora de merecerse eso.

    En algún lugar de Irlanda
    Dónde los duende traviesos
    Que se escapan de los cuentos
    Van inventando canciones
    Para que dancen las hadas…

    (La flor de Irlanda
    Canción popular Irlandesa)



    OoOoOoO




    Un mes después de la boda, Ron se encontró de frente al gran caserón que pertenecía a Blaise Zabini. Nunca había estado en ese lugar, mucho menos por la cantidad de casas tan elegantes que abundaban en Spell Street. Un vecindario para gente con muchos galeones y pocas preocupaciones en la vida.

    -¿Piensas quedarte ahí toda la noche?

    Negó, sin dejar de mirar la construcción.

    -Es más grande de lo que pensé.

    -Era de mis padres, ¿qué esperabas?

    Ron sabía que Blaise descendía de una estirpe de clase italiana, que se había asentado en Inglaterra por cuestiones que quizá nunca sabría. También conocía, aunque no era secreto para nadie, que sus padres habían sido partidarios del innombrable y que el hombre que abría la puerta no había querido participar en la guerra. No lo culpaba por haber preferido huir. Quizá si él hubiera estado un poco más lejos de la acción, habría hecho lo mismo.

    Entró con sumo sigilo, como si pudiera despertar a alguien.

    -¿Pero qué haces? No es como si alguien de repente fuera a aparecer, Ron.

    El pelirrojo enrojeció. A veces no dejaba de ser el mismo chiquillo pobre que se emocionaba por las grandes cosas.

    -Lo lamento, es solo que… cuando dijiste que tu casa era enorme, no me imaginé que de verdad lo sería.

    Blaise chasqueó la lengua, sujetando la túnica que Ron se quitaba.

    -Esta era la casa de descanso de mis padres.

    -¡¿Qué?!-Indagó el pelirrojo abriendo mucho los ojos.

    -Si… bueno, la Zabini Manor estaba a las afueras de Londres… pero después de su muerte la vendí. ¿Para qué la quería?

    Oh, Ron estaba seguro de que la mesita del recibidor lo sostuvo. Si esa solo era la casa pequeña no sabía qué reacción habría tenido al ver la renombrada mansión. Un escalofrío recorrió la columna del pelirrojo, la clase social de Zabini y la suya se encontraba como a diez millones de millones de distancia.

    -Blaise.-Llamó, siguiendo al pelicastaño que con la varita encendía todas las luces.-No sé si fue buena idea venir.

    -¿Dé que hablas?-Preguntó, deteniéndose para ver a su compañero.

    -Qué… no creo que sea el indicado para acompañarte en esta cena importante.

    El italiano le restó importancia al asunto.

    -Tonterías, ¿a quién más invitaría?

    Sin equivocación alguna el pelirrojo podía hacer una larga lista de muchos kilómetros de largo con nombres de personas que podían acompañar al hombre que estaba moviendo de lugar unos muebles. Aun se seguía preguntando la razón por la que había aceptado ir ahí.

    Esa tarde, mientras charlaban en la casa de té que ya era habitual en ellos visitar, Blaise le hizo un ofrecimiento.

    “Esta noche haré una cena para algunas personas importantes del ministerio. Nada serio, solo es una pequeña convivencia”

    El pelirrojo solo pudo sonreír sin comprender el punto.

    “Quiero que asistas”

    Ron casi escupió el café. La sarta de peros y negativas quedó fuera de lugar después de la mirada decidida que el italiano le lanzó.

    “No vas a negarte porque también vas a hacer el poster. Tú famoso Pie de Fresas los fascinará”

    Ante la mirada azul cargada de un algo no pudo hacer nada, así que después de comprar las cosas, ahí estaban.

    -Será mejor que comencemos a prepararlo todo. No falta mucho para la hora que los he citado.

    Ron asintió, mirando el hermoso reloj que descansaba en un pedestal al lado de la chimenea.

    -Bien, no vine aquí solo a divertirme, ¿verdad?

    Blaise sonrió, indicándole a Ron que lo siguiera. En otras circunstancias no le habría importado contratar a alguien para que hiciera todo eso, pero deseaba al pelirrojo ahí, conviviendo más tiempo con él. Repentinamente se le estaban agotando las excusas y aquella cena le dio el pretexto ideal para tenerlo más tiempo. Cuando entraron a la cocina el asombro de Ron lo divirtió pero también lo enterneció.

    -¡Wow! Esto es como del doble de tamaño de mi casa.

    -Tú siempre exagerando.-Murmuró el italiano, sonriendo un poco ante la simpleza de su invitado. Le gustaba verlo emocionarse por cosas tan pequeñas que para él eran normales.

    -¿Y aquí cocinaré?

    -Cocinaremos.

    El pelirrojo parpadeó.

    -¿Acaso creíste que solo cenaríamos postre? Aunque no lo creas, sé cocinar. No desciendo de italianos solo por mi hermoso físico.

    Ron rió.

    -¡Hey! Tengo habilidades culinarias que han pasado de Zabini en Zabini… no te burles, Rojo.

    -No me burlo, es solo que me cuesta trabajo imaginarte cocinando.

    Blaise bufó pero de inmediato se arremangó, buscó algunas ollas y se sujetó el cabello con una cinta.Ron pensó con ello que iba en serio. Eso era importante.

    -Ahora, señor burlón, serás mi asistente.-Señaló, mirándolo con firmeza.

    Ron asintió sin borrar su sonrisa, doblándose también las mangas y aguardando cualquier orden que le diera el chef. Durante casi una hora, ambos se centraron en preparar la cena, en reír por alguna anécdota y disfrutando de la compañía. Quizá no estaba en sus planes decirlo, pero años más tarde ambos se revelarían que esa noche había sido la más extraña y placentera de sus vidas.

    Para Blaise había sido disfrutar de algo que solo había hecho en compañía de su padre, de niño y cuando le ayudaba a cocinar para su madre. Ayudarle con los ingredientes y sonreír por la sensación tan singular de mirar a su padre cocinar, había sido algo íntimo que jamás había vuelto a experimentar hasta ese momento.

    Para Ron fue conocer aun más al hombre misterioso que era Blaise Zabini. Fue disfrutar de algo nuevamente y olvidarse del mundo, los problemas, los recuerdos. Fue volver a sonreír sin que nada importara, solo ese íntimo momento que quedó guardado en su memoria para siempre.

    Al finalizar y después de que Ron riñera a Blaise por haberse comido la mitad de las fresas, ambos aguardaron a los invitados que fueron tan puntuales como todo ingles.

    El pelirrojo nunca había visto a esas personas y aun así se comportó a la altura de las circunstancias, tal como la cordialidad del anfitrión lo requería. Aguardó y sonrió pacientemente a la plática pre-cena para después disfrutar el ritmo lento de una cena deliciosamente inimaginada. Jamás había probado algo tan delicioso como lo que comía y tuvo que guardarse las ganas de felicitar a gritos al excelente chef que sonreía a lo que un hombre mayor le decía.

    -¿Hace mucho que conoce al señor Zabini?-Indagó una dama, la esposa de uno de los hombres.

    -Un poco.-Respondió, bebiendo vino espumoso.

    -Comprendo.-Sonrió la mujer y Ron notó cierto tono que había escuchado más de una vez de la boca de las amigas chismosas de su madre.

    Era el mismo tono que utilizaban cuando alguna celebridad había encontrado pareja. Un todo que decía es solo por diversión. Eso, repentinamente le enfadó.

    -No haga caso a los comentarios de Lady Grant.-Sonrió un joven a su derecha.-Está molesta.

    Ron lo miró sin comprender, a lo que el muchacho se explicó mejor.

    -Lo que sucede es que el señor Zabini goza de enorme popularidad entre las brujas y magos ilustres del ministerio. Y como últimamente no se le ha visto en ninguna fiesta o reunión, ella supone que usted es el entretenimiento que lo ha mantenido alejado de ellos.

    El pelirrojo frunció el entrecejo, ofendido.

    -No se moleste.-Señaló el chico mucho antes de que Ron pudiera reclamarle algo.-Son solo habladurías, cosas sin importancia. Como le dije, está molesta por eso.

    -Entiendo el punto.-Habló el pelirrojo, mirando con un poco de desdén a la aludida.-Pero eso no le da el derecho de hacer conjeturas alrededor de algo que es falso.

    -¿En serio?-Sonrió el chico.

    -¡Por supuesto!-Señaló el pelirrojo, atrayendo más atención de la que debía.

    El joven de tez morena lo observó un momento y después continuó sonriendo.

    -Pues yo pienso que Lady Grant no está tan errada… no me refiero al entretenimiento, sino a que debido a usted el señor Zabini ya no frecuenta las fiestas como antes. Ha cambiado.

    Ron no pudo decir nada porque la atención del joven fue retenida por un hombre mayor que tomaba con afecto su mano. Sin embargo no pudo evitar pensar en la última frase, algo que le hizo experimentar un poco de ansiedad.

    Más tarde, cuando la cena llegó a su término de forma complacida y todos, excluyendo a Lady Grant, alabaron el delicioso postre, Ron y Blaise volvieron a quedarse solos. La cena había resultado un éxito y con ello las relaciones laborales del italiano se fortalecieron. No lo habría podido imaginar mejor y todo se lo debía al chico rojo que estaba desocupando la mesa.

    -Déjalo así, mañana los elfos domésticos se encargaran de eso.

    -Pensé que no tenías.

    -Si… pero no me gusta utilizarlos mucho. Aunque sea un niño rico y petulante, como dices que soy, me gusta hacer ciertas cosas por mí mismo.

    Ron sonrió al apelativo con el que frecuentemente solía llamar a Blaise.

    -Bueno, eso es verdad. Cocinas delicioso.

    -Quizá en otra ocasión te cocine solo a ti.

    Lo había dicho en un murmullo tan encantadoramente seductor que Ron tuvo que desviar la mirada para evitar que el rojo de su rostro se viera. Blaise se mordió el labio pero no se arrepintió de lo dicho. Lo había estado observando mientras cenaban y cada vez que la luz golpeaba sus facciones, le parecía que un ser perfecto y hermoso lo honraba con su presencia.

    -Será mejor que me vaya. Ya es un poco tarde.

    Zabini miró el reloj. En efecto, era casi la una y media de la mañana. Fue entonces que las palabras salieron sin pensar.

    -Quédate.

    Ron lo miró con los ojos muy abiertos.

    -Es decir… es tarde y sería algo molesto que llegaras a tu casa e hicieras tanto ruido.

    -Pero mis padres…

    -Ya no tienes cinco, ¿verdad?

    En eso Blaise tenía razón pero tampoco podía irse quedando en la casa de sus… amigos solo porque se había hecho tarde. Se miraron un momento, la decisión flotando en el aire y sentimientos que se agolpaban encogiendo ambos corazones. Al final el suspiro de Ron señaló la respuesta mucho antes que su boca.

    -Está bien. Pero solo esta vez y porque en verdad estoy muy cansado. Hoy la tienda estuvo abarrotada de chicos de Hogwarts y George me exige demasiado cuando está presionado, sobre todo ahora que ya es padre.

    El italiano sonrió, aquellas palabras habían resultado mucho más exquisitas que todo lo que hubiera comido o conocido jamás.

    -De acuerdo, adelántate entonces. Voy a comprobar las protecciones de la casa.

    Ron asintió y miró al italiano caminar hasta la chimenea para después apagar todas las luces y dirigirse, con una extraña sensación en la boca del estómago, hasta su habitación. Algo, algo se estaba removiendo con ferocidad y se confundía con millones de sensaciones que no creía haber sentido antes. Era incomparable a todo, incluso a cuando buscaba compañía. Sin embargo cuando llegó, su sonrisa de desvaneció al no encontrar al pelirrojo ahí. No tardó demasiado en ubicarlo en la siguiente puerta, donde se encontraba una de las habitaciones de huéspedes.

    -¿Ron?

    El aludido estaba ya acostado del lado derecho de la enorme cama, cubierto por las mantas abrigadoras. Al no obtener respuesta subió a la cama y se acerco al pelirrojo que tenía los ojos cerrados.

    -¿Ron?... ¿Por qué no fuiste a mi habitación? Es más amplia, hay un hechizo de calefacción y la cama es mucho más cómoda que esta.

    Pero el pelirrojo negó, moviéndose apenas de su posición.

    -No, tu habitación no.

    Blaise no comprendió la frase.

    -¿Por qué no?

    -Porque ahí has llevado a muchos.

    Fue como si un chorro de agua helada le hubiera caído de repente. Ron había hablado casi completamente dormido pero con una sinceridad que lo petrificó. Permaneció mirándolo un momento antes de recostarse a su lado. Repentinamente el cielo se había abierto al fin, dándole las respuestas que necesitaba: Le gustaba Ron Weasley, estaba enamorado de él como jamás lo estuvo de nadie y el problema era que no sabía cómo cortejarlo. Había estado con muchas personas, demasiadas y a todas ellas las había conquistado con una sonrisa, una palabra sugestiva y llevándoselas a la cama. Pero la persona que estaba dormida a su lado no era cualquier persona y ante la revelación que tenía…sintió pánico al no saber qué hacer.

    Nunca pensó que se encontraría en esa situación con alguien tan increíble como Ron. Permitiéndose abrazar al muchacho dormido pensó que la única manera de lograr su cometido antes de que alguien más pudiera llevárselo, era actuar por primera vez como una persona normal. Así que simplemente se decidió: iba a dejar atrás al Blaise que era para ser un Blaise digno del hombre que se presionó a su pecho buscando un poco de calor. Por él sería alguien mejor y también por él, solo por él, a la mañana siguiente su cama desapareció.


    OoOoOoO

    El amor cambia, cambia todo
    El amor te hace volar y puede quebrar tus alas
    El amor cambia, cambia todo
    El amor hace las reglas desde los tontos hasta los reyes
    El amor cambia, cambia todo

    (Fragmento Traducido: Love Changes Everything
    Climie Fisher)


    OoOoOoO



    -¡¿QUÉ HICISTE QUÉ?!

    Los rostros de todos lo que estaban en el lugar voltearon a mirarlo. Pero el grito sorprendido valió la sonrisa del italiano.

    -Que fui a buscar trabajo al ministerio.

    Ron parpadeó más veces de las deseadas y luego se pellizcó.

    -¡Auch!

    -¿Por qué hiciste eso?

    -Para saber si no estoy soñando.

    Blaise frunció el entrecejo. Acababa de decirle a Ron que esa mañana había ido al ministerio para conseguir un trabajo estable, cosa que había iniciado esa alarmante sorpresa.

    Ron continuó mirando al pelicastaño quien parecía un poco ofendido por su reacción, pero no podía ser de otro modo. El Blaise Zabini, el hombre independiente y de negocios que no conocía, ¿pidiendo empleo como un simple trabajador del ministerio? No podía creerlo.

    -Parece que no te gustó la noticia.

    -No es eso.-Se apresuró a decir el pelirrojo antes de que las cosas se malinterpretaran.-Es solo que no creí… ¿para qué rayos quieres trabajar en el ministerio teniendo la autonomía y galeones suficientes como para no hacer nada de provecho?

    Precisamente por eso. Blaise se había dado cuenta de que si deseaba ser un nuevo él, necesitaba cambiar todo. Comenzando por su situación laboral la cual, aunque satisfactoria, no era lo que se requería para ser alguien digno del pelirrojo. Empezar desde cero, dejando de lado cualquier cosa que no catalogara como digna era todo lo que podía hacer para empezar.

    -Solo quiero ser una mejor persona.-Reveló, dejando boquiabierto al choqueado pelirrojo.

    -Pero… pero…

    -Es lo que deseo, así que ya me han dado un empleo.

    Ron no lo dudaba, él mismo había comprobado la cantidad de personas influyentes que el italiano conocía pero eso no dejaba de sorprenderlo. Se dejó caer pesadamente en el respaldo de la silla y suspiró.

    -De acuerdo, si quieres sentir el yugo de la clase trabajadora entonces es tu decisión.

    No era precisamente lo que Blaise deseaba escuchar pero lo agradeció con una sonrisa.

    -Sé que vas a hacer un gran trabajo y que pronto ascenderás de puesto. Una mente tan maravillosa como la tuya lo vale.

    Pero la sonrisa que el pelirrojo le dirigió fue el pago y el aliciente necesario como para animarse a seguir adelante. Su nuevo yo sería alguien que lucharía en pro del progreso y de las personas, un hombre que pondría todo de su parte para cambiar lo que había sido. Sería alguien productivo y del cual Ron se sintiera orgulloso.

    Ron lo estaba, pero el shock no le permitía expresar lo que sentía. Saber que Blaise deseaba ayudar a las personas, fuera como fuera, le provocaba cierto sentimiento de orgullo que no sabía a que atribuírselo. Solo se sentía tan feliz como tal vez nunca lo había estado. Él tenía confianza en el italiano pues su mente prodigiosa y las miles de cosas que seguramente sabía, lo ayudarían a llegar lejos.

    Y precisamente continuó sorprendió cuando menos de un mes después Blaise le dijo que lo habían ascendido.

    “Es un nuevo departamento. Hablé con el ministro y estuvo convencido de que yo era el mejor candidato para ser el Director del departamento de excepciones de magia negra.”

    El cargo se escuchaba muy interesante, sobre todo si se trataba de un nuevo departamento. Por eso no pudo contenerse de abrazar al italiano que con una sonrisa ancha por haber conseguido algo digno por su propio esfuerzo, se sintió recompensado.

    Esa noche y como obsequio, Ron preparó Pie de Fresas y también una cena que aunque, según él, no fuera tan exquisita como las que preparaba Blaise, era al menos una muestra de lo orgulloso que se sentía de él. Para el italiano fue algo que no podía describir, se sentía flotando pero también feliz de recibir las desinteresadas atenciones del pelirrojo. Pensó que todo iba por buen camino.

    Para cuando terminó la noche y Ron insistió en ahorrarle a los elfos domésticos el trabajo del día siguiente, Blaise ni siquiera pudo prever lo que sucedería.

    -Ron, si quieres que te prepare la habitación de invitados…

    El grito y el sonido de la loza rompiéndose, sobresaltó al italiano que con varita en mano se adentró en la cocina. Miró en derredor, listo para atacar si era preciso, pero lo único que encontró fue a Ron agazapado contra la pared.

    -¿Ron?

    Pero el pelirrojo no contestó. Mantenía los ojos firmemente cerrados y todo el cuerpo tenso. A Blaise no le dio buena espina. Por eso se acercó a él, teniendo cuidado de no sobresaltarlo.

    -¿Ron?

    -Aña.-Murmuró, comenzando a temblar.

    -¿Aña?

    -Aña...ra…araña.-Susurró, señalando con el dedo el estante superior.

    Blaise caminó hasta ahí y encontró a la pequeña culpable de todo eso. Tomándola con las manos la llevó hasta la ventana abierta dónde la soltó. Después regreso a donde el pálido pelirrojo continuaba con los ojos cerrados.

    -Me he deshecho de ella, ya todo está bien.

    Ron entreabrió un ojo tembloroso y miró la media sonrisa que Blaise le dirigía.

    -Estas… ¿estás seguro?

    -Si, muy seguro.

    El pelirrojo entonces abrió los ojos, miró en rededor y se acercó al pelicastaño para abrazarlo. Ese movimiento no se lo habría esperado jamás pero tan rápido como su aturdida mente se lo permitió, aferró al pelirrojo que ocultó el rostro en su cuello. Era el contacto más íntimo que habían tenido y no contaba cuando lo había abrazado mientras dormían.

    -Lo lamento.-Murmuró Ron.-Pero… odio a las arañas. No… no…

    -Shhh, todo está bien, tranquilo. Ya no hay más arañas que te molestarán.

    Ron no estaba tan seguro, pero por lo pronto no volvería a acercarse a ese estante. Blaise sonrió sin evitar acariciar en movimientos circulares la espalda del que seguía ocultándose de la malvada y conveniente arañita.

    -No sabía que le temieras a las arañas.

    -Es una historia larga y no quiero contarla ahora. Lamento mucho que hayas tenido que ver todo esto.-Señaló el pelirrojo, alejándose un poco para encarar al que sonreía.-Sé que es ridículo pero a pesar del tiempo no he podido…

    No lo previó, ni siquiera supo si había sido un impulso o lo inevitable porque cuando se dio cuenta, estaba besando a Ron en los labios. Lo único cuerdo para él era verlo ahí, indefenso, con el rostro recuperando el color y dando excusas que le parecieron simplemente adorables. ¿Resistirse a eso? Jamás.

    Ron abrió los ojos al sentir el contacto cálido en su boca pero casi de inmediato correspondió al beso. Su corazón latía con agitación y aunque algo estaba intentando frenar todo eso, no quiso prestarle atención. Blaise despertaba en él cosas que nadie, ni ella, habían podido. Sentirlo cerca, de una manera que hasta ese momento descubrió y había estado evitando, solo le hizo disfrutar ese beso muy diferente a todos los que dio en su vida.

    Un sentimiento cálido recorrió ambos cuerpos, haciéndolos conscientes de lo inevitable que era dar ese paso. La atracción, los sentimientos podían distinguirse en sus miradas y en la forma amable pero rítmica de aquel beso.

    El italiano se separó, besando la frente del que enredó las manos en su cuello. Lo miró un momento donde no pudo encontrar algo coherente que decir.

    -Ron…

    Pero el aludido lo silenció, siendo esta vez él quien lo besara.

    Desde ese momento todo se volvió sentimientos porque después de besarse en los labios, en el cuello, de mirarse a los ojos para hablar sin pronunciar palabra, sus cuerpos los impulsaron hasta la habitación donde el pelirrojo había dormido una vez y Blaise continuaba haciéndolo.

    El italiano recostó al pelirrojo en la cama y se dedicó a besarlo lentamente, a acariciarlo, a adorarlo como se merecía. Lo desprendió de la ropa, degustando cada palmo de piel que encontró, cada suspiro entrecortado, cada caricia que Ron le regresaba con algo de torpeza. Una vez que el pelirrojo estuvo desnudo se detuvo un momento para contemplarlo. Se veía simplemente perfecto y adoró el sonrojo que apareció en las mejillas del que con los ojos fulgurantes le indicaba que podía continuar.

    Se desnudó de manera rápida pero sensual, sintiendo la quemante mirada del que lo esperaba con los labios entreabiertos que volvió a degustar. Sus cuerpos desnudos se sintieron por primera vez y un escalofrío erizó cada vello, llenándoles de una electrizante sensación de amor. Blaise sabía que era la primera vez de Ron con un hombre por lo que avanzó de forma pausada, muy lenta, besando, adorando el cuerpo que se estremecía.

    Lamió lentamente el pecho que subía a un ritmo dispar, se deleitó con la respiración entrecortada que le pedía más, sobre todo cuando mordió levemente sus pezones. Sus manos acariciaron las largas piernas, percibiendo las oleadas placenteras que lo excitaron, por eso continuó bajando, degustando el sabor inimaginablemente delicioso.

    Ron enarcó la espalda cuando el italiano lamió levemente su erguido miembro. Nunca había experimentado aquello, regularmente era él quien hacía todo pero en ese momento permitió que Blaise lo dominara por completo. Deseaba sentir más, deseaba que lo hiciera estremecer, que lo llevara a la locura con tan solo una caricia. Por eso gimió alto y sin tapujos cuando su hombría fue engullida por completo por aquel que diestro y hambriento de más, succionó con cadencia, ritmo y devoción.

    El tiempo pareció eterno y al mismo tiempo un suspiro porque a pesar de que el pelirrojo experimentaba espasmos incomparables, gimió con algo parecido a la desilusión cuando Blaise dejó su ardua tarea y pasó a besar lentamente sus muslos, sus caderas, su abdomen, torso y cuello, mordiendo un poco y llegando hasta su oreja donde se entretuvo más de lo debido mientras sus miembros se acariciaban y sus cuerpos danzaban casi imperceptiblemente.

    Ron buscó su boca, sediento de sus labios, sintiendo como algo lo invadía en esa intimidad nunca explorada por un hombre, pero la cual estaba gozando. Lo miró lamer dos dedos, sabiendo que cosa más erótica jamás había contemplado. Se dejó hacer, simplemente porque deseaba pertenecerle al hombre que poco a poco y sin dejar de alabarlo con los labios, fue introduciéndose en él. Lenta, acompasada, casi como el tacto de una flor.

    Se miraron, mientras sus cuerpos aprendían a conocerse y pedían permiso para comenzar a moverse lentamente, sin prisa pues el tiempo era suyo. Se besaron, se sintieron, experimentaron olas pequeñas de ansiedad y éxtasis, acariciaron sus cuerpos mientras el vaivén aumentaba en intensidad al igual que los suspiros y los deseos de más. Se perdieron en un orgasmo que los invadió primero desde la punta de los dedos hasta el último vello de sus cuerpos. Se aferraron el uno al otro degustando la sensación tan conocida pero tan nueva que lánguidamente sus lenguas también experimentaron.

    No hizo falta que ni una palabra saliera de sus bocas, ambos habían querido eso, ambos sabían que había llegado el momento de hacerlo porque se amaban y el sentimiento no podía callarse más. De esa manera y siendo conscientes de que no necesitaban explicación alguna, continuaron amándose, frecuentándose, sonriendo ante la nueva sensación multicolor que había despertado en dos personas que aprendieron a conocerse y a unirse.

    Fue de esa forma que un día, mientras Blaise aguardaba a Ron en el lugar de siempre, la vida provocó un cambio más.

    El italiano sonrió al mirar al pelirrojo quien mantenía el rostro bajo. Se consternó al verlo llegar hasta él por lo que le tomó de la barbilla para que lo encarara. Lo que encontró fueron unos ojos azules algo… diferentes.

    -¿Qué ocurre, Rojo?

    A Ron nunca le había gustado que lo llamaran de esa forma porque le hacía recordar millones de cosas que tenían que ver con su familia, su condición y sus traumas infantiles; pero en Zabini se escuchaba tan distinto que adoraba el sonido de la palabra saliendo de sus labios.

    -Necesitamos hablar, Blaise.

    El aludido se preocupó porque aquella palabra nunca auguraba nada bueno. Asintió, cediéndole cortésmente la silla a su lado. Ron se sentó con algo de tensión, tratando de asimilar lo que estaba a punto de decir. Sentía… muchas cosas, todos los sentimientos del mundo desde terror hasta confusión, por eso miró los ojos del que preocupado aguardaba para que comenzara a hablar.

    -Estos meses han sido maravillosos.-Dijo el pelirrojo, sonriendo con algo de complicería al mirar el destello seductor en los ojos azules del italiano.

    Blaise asintió, después de su primera vez las cosas entre los dos habían marchado bien. Se querían, o al menos eso era lo que se expresaban entre besos, susurros y caricias. Nunca lo habían dicho en voz alta pero era una de esas cosas que resultaban tan obvias como la relación que mantenían. Ambos se habían acercado de maneras únicas, y que Blaise no buscara más compañías o acudiera a fiestas, hablaba de un compromiso que nunca antes había tenido. Eso era serio.

    -Yo…-Ron suspiró, tomando un poco de aire para continuar.-Estas consciente de que al ser magos, por nuestra sangre corre magia que es capas de hacer nuestra condición muy distinta a la de cualquiera, ¿verdad?

    Eso era obvio. Todo mago y bruja lo sabía, por eso de pequeños era normal que sus capacidades mágicas se desarrollaran incluso sin una varita de por medio. Pero no comprendía la razón por la que Ron hablaba de todo eso.

    -¿Qué ocurre Ron?, ¿a caso no te sientes bien con lo que tenemos?

    El pelirrojo sonrió mientras negaba. De ser sincero jamás pensó que llegaría a tener algo, lo que fuera, con alguien. Después de haberse esforzado tanto para permanecer solo, había aparecido la serpiente frente a él. La vida cambiaba y definitivamente estaba por hacerlo aun más. Así que simplemente lo dijo.

    -Desde hace unos días me he sentido mal y hoy por la mañana mamá me envió a San Mungo con bastante sutileza.-Sonrió, sabiendo que Blaise comprendería esa palabra.

    -¿Estás bien?-Indagó con preocupación el italiano, tomando la mano derecha que se cerró con fuerza en torno a la suya.

    -Si… bueno, un poco mareado pero… Blaise.-Susurró, sabiendo que jamás se había imaginado diciendo eso.-Estoy… vamos… bebé.

    Zabini parpadeó sin entender.

    -¿Cómo?

    -Vamos a tener un bebé.

    Ron lo había meditado mucho desde esa mañana, cuando el medimago le informó de las nuevas. Tenía que decírselo primero a Blaise y dependiendo de su reacción, a su familia. Se encontraba temeroso de todo porque nunca pensó que podría suceder eso… no lo rechazaba, solo continuaba un poco impresionado, pero después de meditarlo durante todo el día había concluido en que más que sus propias emociones, lo que realmente le interesaba era la respuesta de Zabini quien lo miraba con los ojos muy abiertos.

    Antes ni siquiera se habría preocupado por las emociones o reacciones de nadie que no fuera él, pero el hombre que amaba, que le había regresado el deseo por vivir y cambió su vida llenándola de luz, debía dar su veredicto. Iban a ser padres y su corazón se acongojaba de solo pensar en que Blaise no…

    Casi cae de la silla por el brusco movimiento del italiano quien se acercó a él para abrazarlo más fuerte que nunca. Su corazón palpitaba con fuerza pero cuando sintió las manos cálidas y suaves de Zabini recorrer su vientre, supo que no debía temer o preocuparse más.

    -Vamos a ser padres.-Susurró el italiano a su oído, mirando segundos después la descomunal sonrisa que le dedicó.

    Ron asintió imitando la sonrisa, recibiendo un beso loco y apasionado del que dos segundos después estaba gritando a todo pulmón que sería padre. No supo si avergonzarse por el espectáculo o por las felicitaciones que recibieron, solo sentía que nada más que ese preciado momento importaba. Su vida había llegado a un punto donde era únicamente felicidad.

    OoOoOoO

    Tener a mi hijo
    Qué manera tan encantadora de decir cuanto me amas
    Tener a mi hijo
    Qué manera tan encantadora de decir lo que piensas de mí
    Puedo verlo, su rostro está radiante
    Puedo ver en tus ojos, estoy feliz, tu lo sabes

    (Fragmento Traducido: You’re having my baby
    Paul Anka)


    OoOoOoO




    La familia entera se congratuló de la noticia y Ron agradeció gratamente que nadie pidiera innecesarias explicaciones. Molly lloró tanto que Arthur no había sido capas de controlarla, incluso él, emocionado, había derramado algunas lágrimas. Aunque no era el primer nieto, si sería alguien muy especial y más que nunca agradecieron a la vida por haber puesto a Blaise Zabini en el camino de su hijo quien había recuperado su sonrisa y sus deseos por vivir.

    Blaise por su parte no podía describir lo que sentía. Era todo tan nuevo y tan único que solo podía limitarse a abrazar a Ron con fuerza mientras acariciaba su levemente redondeado vientre. Amaba a Ron más que nunca pero aun había cosas que debían solucionarse antes de la llegada de su hijo. Así que una noche, cuando ambos se encontraban descansando en la cama después de una ardua sesión de amor, Blaise se posicionó sobre el pelirrojo y mirándolo a los ojos, dijo.

    -Rojo, cásate conmigo.

    Ron frunció el entrecejo.

    -¡No!

    -¡¿Por qué?!-Indagó el italiano que había sido empujado por el que quedó sentado en la cama y lo miraba con algo de enfado.

    -Porque así estamos bien.

    -¡Pero Ron! Nuestro bebé necesita una familia.

    -Y la tendrá. Seguiremos juntos, al menos que me cambies por un chico lindo.

    Blaise gruñó y detuvo al pelirrojo de que saliera de la cama.

    -Rojo… Ron, escucha. En verdad quiero casarme contigo.

    Ron lo miró directamente a los ojos y recordó aquella lejana conversación que habían sostenido sobre el matrimonio. A pesar de todo, para él continuaba siendo un tema importante que no se había atrevido a contemplar después de Hermione. Escuchar a Blaise pedirle matrimonio solo lo hizo tensarse y sentir cosas que no quería.

    -No quiero que te cases conmigo solo porque vamos a tener un hijo. No es obligación ni mucho menos una ley. Mi hermano Percy tiene una hermosa niña, creo que está por tener otra y aun no se ha casado.

    -Ron…

    -Además el matrimonio… dejarías tu vida.-Susurró, agachando el rostro.

    Blaise sonrió con ternura, levantando una vez más el mentón de un muchacho apesadumbrado y que había externado a medias lo que sentía. Por eso estaba decidió a demostrarle la realidad.

    -Dejé mi vida desde el momento en que nuestros caminos se cruzaron aquella noche en el Pub. Ni por todas las fiestas, chicos lindos, diversiones o galeones del mundo volvería a esa vida. Tú eres mi vida, rojo y quiero estar contigo hasta que muera.

    Ron ni siquiera sintió cuando sus ojos se llenaron de lágrimas por lo que todo lo que pudo hacer fue abrazarse al hombre que le estaba ofreciendo hacer realidad lo que siempre soñó. Por eso unas semanas mas tarde y después de que Blaise vendiera esa casa y consiguiera otra, digna de su futuro esposo e hijo, se celebró una boda sencilla, llena de alegría, amor y bendiciones. El día de la boda fue la mejor de todas las fiestas Weasley, excluyendo la boda de Bill y Fleur.

    A partir de ese momento una nueva vida dio inicio, una vida de esperanza, ilusiones pero sobre todo de amor. Una vida que ambos compartirían con sus hijos, sus seres amados, con reencuentros, frustraciones, anhelos y nuevas noticias. Todo hasta que la muerte los separara.


    OoOoOoO


    Lo que necesitas y todo lo que sentirás
    Es solo cuestión del trato
    En el ojo de la tormenta verás una paloma solitaria
    La experiencia de la supervivencia es la llave
    Hacia la Gravedad del Amor

    (Fragmento Traducido: Gravity of Love
    Enigma)

     
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