Arquitectos de la Memoria [HarryxDraco/NC-17] Capítulo 18: Memento vivere

Autora: Lilith/Traductor: Haroldo Alfaro

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    Capítulo 12
    Petitio principii



    Hemlock Lane era siempre una calle muy tranquila. Y con más razón a esa hora de la noche, hasta a las lechuzas se les cerraban los ojos y los ratones de campo ya dormitaban plácidos en lo hondo de sus madrigueras. Por eso no hubo nadie que oyera cuando aparicionó, ni nadie que viera al mago solitario materializarse de la nada.

    Harry había considerado aparicionar directamente dentro de la casa como había hecho en tantas otras oportunidades, pero había desechado la idea. Estaba de pie en la calle y comenzó a marchar por el corto sendero que llevaba hasta la puerta. El aspecto de la vivienda era normal, para gran alivio suyo; a la pálida luz de la luna observó que brotaba humo de la chimenea y que había luz en la ventana de la cocina, alguien estaba todavía levantado. Caminó cauteloso hasta la entrada y golpeó a la puerta.

    Segundos después oyó a una voz desconfiada preguntar: –¿Quién es?

    –Soy yo, Hermione. Harry.

    De inmediato se corrieron todos los cerrojos físicos y se levantaron los mágicos y un segundo después Hermione lo abrazaba con tal fuerza como para dejarlo sin aire.

    –Merlín, Harry. No podés imaginarte lo bueno que es volver a verte.

    Harry podría haber dicho exactamente lo mismo y si por él hubiera sido habría seguido abrazándola por horas. Pero Hermione lo soltó un momento después.

    –Entrá, rápido. No queremos que nadie te vea.

    Lo metió adentro, cerró todo de nuevo y volvió a abrazarlo. –¡Todavía no puedo creer que estés acá! Te buscamos por todos lados, habías desaparecido sin dejar rastro.

    –No porque yo lo haya querido, creeme. –replicó con amargura, pero el sarcasmo no había sonado tan áspero, era tan grande la dicha de haberse reunido otra vez con su amiga. –¿Cómo me encontraron?

    Ella titubeó un segundo. –Draco. –dijo finalmente frunciendo la frente– Ron te va a explicar. Tengo que ir a buscarlo y decirle que ya estás acá. Ha estado muerto de preocupación… como todos nosotros.

    Hermione le dio un apretón de mano. Pero en lugar de ir directamente a buscar a su marido fue hasta la chimenea, tiró un poco de polvo Floo y dijo: –Los Lovegoods, Ottery St. Catchpole. –un segundo después la cara de Luna Lovegood apareció entre los leños ardientes.

    –Hola Hermione. –saludó la rubia para nada sorprendida aparentemente de recibir la llamada a esas horas tan tardías– Notable, justo estaba pensando en vos. ¿Tenés problemas para dormir?

    –Tenía, pero encontré lavanda en el jardín. Ahora estoy mucho mejor. Me preguntaba si querrías que te lleve un poco la próxima vez que vaya.

    –Sería estupendo. Sabés que sos siempre bienvenida.

    –Nos vemos pronto, entonces. Buenas noches, Luna.

    –Buenas noches.

    Harry que había estado escuchando con suma atención, se volvió hacia ella confundido. –¿Qué fue todo eso? Pensé que habías dicho que ibas a avisarle a Ron.

    –Está donde los Lovegoods. Y nos están esperando.

    Harry abrió grandes los ojos. –¿Era una especie de código? –preguntó intrigado– ¿Era para confirmar que fuera seguro ir allá? ¿Y yo soy lavanda?

    Ella asintió. –Entendiste todo de entrada. Tenemos que tener cuidado, la gente de Ya Sabés Quién podría estar escuchando. Y otra cosa, Harry, –el tono dejaba en claro la crítica importancia del asunto– nunca pronuncies el nombre, no sabemos si han hecho lo mismo que esa vez para detectar a cualquiera que lo diga, y no nos hemos animado a probar, es muy peligroso.

    –De acuerdo, no… ¿Qué quisiste decir con “lo mismo que esa vez”?

    Hermione sonrió contrita. –Me acuerdo. Las memorias empezaron a volver el mes pasado. Perdón por no haberte creído, ¡debe de haber sido terrible para vos!

    –No fue tu culpa. Pero, ¿te acordás ahora? ¿Las dos versiones?

    –¿Querés decir lo que había ocurrido y lo que yo creía que había ocurrido? –él asintió, ella frunció la frente, como confundida– Es una sensación extraña… –trataba de encontrar el modo de explicársela– Es como si hubiera leído dos libros con hechos totalmente distintos. Sé que sólo uno de los dos es cierto, pero hay veces que tengo que hacer un esfuerzo para recordarme cuál es cuál, –le pasó un ejemplar de El Puntilloso que estaba sobre la mesita– pero a medida que pasa el tiempo se va haciendo más fácil, Ya Sabés Quién nos lo recuerda a cada momento.

    Harry abrió el diario, no vio nada que le llamara particularmente la atención. En la portada había una entrevista con un chamán de México, una columna lateral daba consejitos prácticos para proteger mejor la vivienda o la oficina. Más abajo había una propaganda de un bar y un recuadro con el informe del tiempo y una advertencia: los pugglewinks iban a ser muy prolíficos entre el 10 y el 18 de ese mes. –¿Qué es un pugglewink? –preguntó Harry.

    –Sólo Merlín sabe, –replicó Hermione riendo– pero no vas encontrar nada leyéndolo de esa forma. ¿No aprendiste nada de Luna? – le hizo poner el diario al revés y le calzó unos spectrespecs– Probá de nuevo.

    Harry se acomodó un poco los spectrespecs delante de los suyos, preparándose para la sensación de vértigo que seguramente lo iba a atacar. Sin embargo, lo que vieron sus ojos lo desorientó de una forma totalmente distinta.

    ¡Ya Sabes Quién de nuevo a las andadas!



    No cabía en su asombro. Levantó los spectrespecs hacia la frente y reapareció el inocuo aviso del pub, “Hora Feliz en el Sapo Sediento” donde antes estaba el artículo secreto. –¿Qué es esto?

    –Es la forma que usamos para comunicarnos, una de ellas al menos. ¿Leíste el artículo?

    Volvió a bajar los spectrespecs y reapareció el artículo, las palabras flotando como vetas de colores oleosos sobre el pavimento mojado.

    Una fuente confiable revela que los seguidores de Ya Sabés Quién se congregarán en una ceremonia especial para el solsticio. Si bien los detalles de la ceremonia son desconocidos, la naturaleza propia del solsticio como época de renacimiento, augura que algo muy malo es de esperar. Esta noticia se suma a la de la semana pasada, el nombramiento de Antonin Dolohov, notorio mortífago y ex prisionero de Azkaban, como Jefe de la Guardia de Aurores. Y en tanto los así llamados Caballeros de Walpurgis muestran sus verdaderas intenciones, es de temer que el retorno de El Que No Debe Nombrarse no esté muy lejano.

    Preso de pánico, Harry se sacó los spectrespecs y exclamó: –¡Si están planeando algo así, tenemos que detenerlos, Hermione!

    –Por supuesto, Harry. Hay mucho más que tenemos que contarte, pero mejor vayamos antes a lo de los Lovegoods. Sé que debés de estar muy cansado, pero allá es más seguro.

    Cansado estaba, pero también lleno de excitación y adrenalina. –Seguro, estoy listo. –se puso de pie y frunció el ceño, los jeans se le caían– ¿Podrías hacer algo con esta ropa antes? Pasé por mi departamento para cambiarme, pero todo lo mío había desaparecido.

    Hermione asintió. –No te preocupes. Kreacher llevó todo a Grimmauld Place. Puedo transfigurarte la ropa pero vamos a hacerlo lejos de las defensas, por si acaso. –Se puso una capa y lo condujo por la puerta trasera– Ahora rastrean toda la magia a través de El Ojo. – explicó.

    –Sí, ya sé. Draco estaba trabajando en eso.

    –¿Por qué será que no me sorprende para nada?

    El resentimiento de su voz había sido muy marcado. –No es que él quisiera hacerlo. – replicó automáticamente para defenderlo. Ella lo miró seria. –¿Qué? Le estás echando la culpa a Draco de todo esto, ¿no?

    Todo en el rostro de ella indicaba que iba a empezar una discusión, pero se contuvo. Quizá porque estaba muy contenta de tenerlo de vuelta y no quería arruinar esa alegría, al menos por el momento. Harry hubiera preferido que contraargumentara, sin embargo.

    Si había algo respecto de Draco que no estaba bien, y por la expresión de Hermione parecía evidente que así era, Harry quería saberlo. Pero Hermione no parecía dispuesta a ofrecerle más datos, seguía observándolo muy atentamente.

    –Mejor te arreglo las ropas, ya estamos bastante lejos de las defensas. –hizo los encantamientos y preguntó: –¿Mejor así?

    –Mucho mejor. –todo le había quedado a la medida, como un guante– Entonces, ¿qué es lo que hay en lo de Luna?

    Ella sonrió orgullosa. –El Ejército de Dumbledore.

    oOo



    La cocina de los Lovegoods había sido reconstruida como Harry la recordaba con la escalera caracol en el medio rodeada por muebles de forma redondeada y paredes brillantes pintadas como un jardín exuberante. El tallo de un inmenso girasol en particular subía todo el alto y florecía en una explosión de púrpura en el techo. Allí mismo apareció en ese momento una cara conocida.

    –¡Harry!

    Ron bajó los escalones de a dos a toda velocidad y se le tiró encima envolviéndolo en un abrazo de oso, igual que el de Hermione una hora antes.

    –¡No puedo creer que estés acá, cumpa!

    –Yo igual, apenas si puedo creerlo, –logró articular Harry con el poco aire que le había quedado tras el tremendo apretón, y cuando Ron aflojó un poco agregó– Hermione me dijo que me ibas a contar cómo lo habías logrado.

    –Ah sí, es toda una historia. Subamos y te cuento todo.

    En el primer piso lo esperaban Luna y Neville. Siguieron más abrazos y exclamaciones de alegría por el retorno y poco después estaban todos instalados en los sofás curvos del segundo piso. –La prensa ahora tiene su propia casa. –dijo Luna haciendo un seña con la cabeza hacia la pared amarilla que dividía el cuarto, estaba atrayendo glubberwings que hacían estornudar a la abuelita de Neville.

    –Y todos vamos a dormir acá en los sillones– dijo Ron antes de que Harry pudiera preguntar sobre los glubberwings– Espero que no te sea molesto.

    Harry negó con la cabeza. –Para nada. Hasta ahora compartía un pabellón con otras ochenta personas. –pensó en su sustituto y sintió un pesar en la conciencia– No es que no aprecie que me sacaran, pero ¿por qué Seamus tomó mi lugar?

    Hermione y Ron intercambiaron miradas cautelosas. Contestó Neville. –Se ofreció de voluntario.

    –¿Pero por qué? – le era difícil imaginar una razón para que alguien se ofreciera de buen grado a tomar su lugar.

    –Estaba buscando a alguien que había perdido, –acotó Luna– igual que nosotros.

    Seamus había dicho que tenía sus razones. –¿De quién se trata?

    –Su abuela–dijo Ron solemne– Cassandra Osgoode.

    –Callandra. –Harry recordó a la anciana bruja que era un poco como la abuela de todos en el pabellón y que había sido tan comprensiva con el asunto de la foto en el diario– Está allí, estuvo allí casi desde el principio. ¿Pero él como se enteró?

    –No estaba seguro. –intervino Hermione– Sabía que varios años antes su mamá la había internado, creyendo que había perdido la razón. Hace más o menos un año su madre empezó a recordar. Cuando comprendió lo que había hecho, tuvo un serio colapso emocional y se está poniendo cada vez peor.

    –Por eso vino a vernos, –dijo Ron– para ver si nosotros podíamos ayudarlo a encontrar a su abuela. Él cree que su mamá podría mejorar si la abuela regresa.

    –Pero él me dijo que él no recordaba nada.

    –Así es. –dijo Neville– Él trabaja en el Ministerio, las defensas allí son muy fuertes, es raro que los que trabajan allí empiecen a recordar. La mayoría de los que recuerdan son los que no tienen defensas de la red protegiendo las viviendas. Pero leía El Puntilloso.

    –¡Vi un ejemplar! –exclamó Harry volviéndose hacia Luna– Es fabuloso.

    Luna, que tenía el mismo aspecto que Harry le recordaba de la escuela como si el tiempo no hubiese pasado para ella, se sonrojó complacida. –Mi papá perfeccionó la técnica hace unos meses, nuestras memorias habían comenzado a volver. Él pensó que no debíamos de ser los únicos, que debía de haber más gente que recordara.

    –¿Y hay?

    –Más de lo que uno esperaría. –esto último lo había dicho una voz que venía de más arriba.

    Xenophilius Lovegood vestía una bata de tela de toalla del mismo tono rosado de la de tía Petunia, por debajo se veían los pantalones, de estampado escocés, pero no de un diseño que ningún clan reivindicaría como propio. Anaranjado, celeste, verde oliva y violeta, todos peleándose por la dominancia. Era demasiado para quedarse observándolo mucho tiempo. Harry lo miró a la cara. El cabello seguía siendo muy fino y blanco, pero al igual que su hija, Xeno apenas si había cambiado en cinco años.

    –Estoy muy contento de que te nos hayas unido– dijo cuando bajó e hizo una pequeña reverencia cuando se aproximó a Harry– Y quiero asegurarte que mi hogar será seguro esta vez, no como…

    Como cuando lo había entregado a los mortífagos que tenían a su hija de rehén… –No hace falta una disculpa. Gracias, señor Lovegood, créame, estoy muy contento de estar acá. Le estaba diciendo a Luna justamente, lo muy impresionado que quedé con el ejemplar de El Puntilloso.

    Xeno agradeció el cumplido con un breve asentimiento. –En la mañana te voy a mostrar el último ejemplar. Pero ya es muy tarde, sería mejor que se acostaran, vienen todos mañana a las nueve.

    –El Ejército de Dumbledore. – se apresuró a explicar Ron antes de que Harry preguntara– Neville tuvo la idea de volver a armarlo.

    Harry miró a Neville, Luna se le había recostado sobre el hombro y parecía dormida– Genial, Neville. –dijo en voz baja para no despertarla.

    Neville ahogó un bostezo y sonrió. –Tener a Harry Potter de vuelta va a obrar maravillas con la moral.

    –Pero el señor Lovegood tiene razón, es mejor que nos vayamos a dormir. –dijo Hermione que también lucía muy cansada.

    Él también estaba cansado, pero tenía un montón de preguntas dándole vueltas en la cabeza. Miró a Ron que pareció haberle leído la mente.

    –¿Tenés ganas de un breve paseo antes de acostarte, cumpa?

    –Me encantaría.

    Les desearon las buenas noches a todos, los Lovegood y Neville subieron, Hermione empezó a transfigurar los sillones.

    Ya en el jardín, que estaba muy crecido, Harry inspiró profundamente el aire fresco. La libertad tenía un aroma dulce, después del encierro de esas semanas en St. Mungo, el perfume nocturno de los jazmines era fabuloso.

    Ron le pasó un brazo sobre los hombros. –¡Por las barbas de Merlín, Harry! Nunca vuelvas a desaparecer así, ¡nos tenías muertos de preocupación!

    –¡Voy a tratar! –rió Harry y recordó el episodio que había desencadenado todo. Se tocó la cicatriz, silente por el momento pero que podía despertarse en cualquier instante sin previo aviso. –Volvió. –dijo con tono grave.

    –Ya sé. –replicó Ron con el mismo tono– Bueno en realidad no es que sepa, sepa. –aclaró– pero sé que algo serio está pasando.

    Al principio Harry no entendió lo que le había querido expresar, tras un instante comprendió. –¿Tus recuerdos no volvieron?

    Ron negó con la cabeza. –Sigo trabajando en el Ministerio, los hechizos de memoria son muy potentes allí. Casi nadie puede recordar bajo esa influencia, Hermione pudo, y quizá haya otros, pero seguramente se quedarían callados al respecto si así fuera. Sería suicidarse laboralmente.

    –¿Y Hermione…?

    –Renunció poco después de que vos desapareciste. Había empezado a recordar algo, y cuando Malfoy sacó las defensas que teníamos en casa –lo único bueno que hizo ese pelotudo– ya no fue más a trabajar, quería recordar todo.

    Harry no podía creerlo, Hermione había dejado de lado su carrera y sus ambiciones. Y también lo había sacudido el veneno en la voz de Ron cuando había mencionado a Malfoy –Ron, ¿qué pasó con Draco?

    –El muy hijo de puta nos traicionó, ¿o no? Primero se puso muy cariñoso con vos y apenas te descuidaste te mandó a St. Mungo. Y fue el que llenó las defensas de hechizos. Y hasta alardeaba de que con El Ojo podían controlar todo de todos.

    Draco era de por sí bastante presuntuoso, así que Harry podía imaginarse lo engreído que se habría mostrado después de resolver un problema tan complejo como el de los hechizos en las defensas. ¿Pero habría alardeado realmente? ¿O acaso Ron lo había malinterpretado? –¿Les ha estado dando información sobre El Ojo, entonces? Eso querría decir que los ha estado ayudando. Y Hermione me dijo que les había dicho donde encontrarme.

    Ron rió socarrón. Justo pasaban junto a un snargaluff, que protestó con un deslizamiento de sus lianas. –Para el cara de hurón fue fácil, él había sido el que te había metido ahí.

    A Harry le cayó muy mal el tono y lo que decía. –No lo llames así. –replicó con brusquedad. Aunque él tenía sus propias dudas; pero quería creer en Draco.

    –Tenés razón, llamarlo así es un insulto para los hurones. Malfoy es un hijo de puta intrigante, siempre lo fue. Es una suerte que haya vuelto con los suyos. Los vamos a hacer caer todos juntos.

    Eso fue demasiado, Harry perdió el control. Con los dos puños lo agarró de la capa y lo empujó contra el tronco de un manzano silvestre. –¡Vos no te acordás cómo era él antes! –le espetó– Repetís lo que te habrá dicho Hermione… o Neville. Bueno, yo te digo que no es cierto. Draco… cambió… no es un mortífago… es importante para mí… –Harry no pudo completar lo que quería decir, no sabía bien qué era lo que quería que Ron entendiera, ya no estaba seguro de cuál era la verdad. Aflojó los puños y retrocedió, el enojo se le había esfumado. Agregó inseguro: –Estás presuponiendo lo peor, ni siquiera sabés… no podés saber…

    –Harry, vos creés que lo conocés pero… Mirá, cuando vos desapareciste fui a verlo, no pareció sorprendido cuando se lo conté y me dio a entender que no podía importarle menos. Eso me dio mala espina, le pregunté a Hermione y me contó toda la historia entre ustedes… la real – agregó exasperado– Y sí es cierto que Malfoy me dijo sobre los hechizos en las defensas y con el mismo tono también me dijo que no debería confiar en él.

    –Draco es así. Es un Slytherin. No es de los que va a venir a decirte directa y abiertamente de qué lado está. –insistió Harry, pero sus convicciones respecto de Draco se iban resquebrajando cada vez más.

    –Podría haberte ayudado él mismo, pero nos dijo que mandáramos a otro. Él lo podría haber hecho solo y no sólo sacarte a vos sino a todos los otros, pero ni quiso oír una palabra al respecto cuando se lo sugerimos. Nos dijo el plan y dejó todo en nuestras manos.

    –Debe de haber tenido una razón, entonces. Él siempre trabaja desde varios ángulos.

    –No quiere verte nunca más.

    Harry lo miró sorprendido, deseando haber oído mal, pero Ron se lo ratificó sin clemencia. –Dijo que todo me lo decía con la condición de que vos desaparecieras de su vida. Dijo que no quería volver a escuchar el nombre de Harry Potter, nunca más.

    ¡No te creo!, hubiera querido gritarle, pero aunque lo estremecía de miedo por dentro admitirlo, le creía. Ron no tenía ninguna razón para mentirle. Y Draco…bueno, Draco tenía todas las razones. Harry se abrazó el pecho sintiéndose miserable, la fe que tenía en Draco, en que Draco había cambiado era irracional, no tenía base, no tenía fundamento alguno… era el hijo del seguidor más fiel de Voldemort, orgulloso portador de la Marca Oscura, rival y enemigo de él de toda la vida… –¿Es uno de ellos? –preguntó finalmente.

    –Así es. –dijo Ron en voz muy baja, sin agresividad– Lo lamento.

    Harry le agradeció la comprensión con un breve asentimiento. Se sentía vacío y deshecho por dentro. Faltaba poco para el amanecer. Al día siguiente iba a tener que retomar su papel de héroe, el maldito Niño Que Sobrevivió, aunque muy poca vida podía sentir en su interior en ese instante.

    –Será mejor que entremos o Hermione va a venir a buscarnos.

    ¿Y acaso no era ésa la razón por la que Ron había sido siempre su amigo? Podía decir sarta de disparates, hacerlo enojar y perder los estribos, hacerlo tirarse de los pelos… pero sabía cuando callarse. Harry asintió y entraron juntos. Hermione ya estaba durmiendo, el cuarto estaba alumbrado por el Lumos de su varita. Cuando los dos se hubieron acostado, Ron la apagó con un Nox.

    Harry cerró los ojos pero demoró en dormirse. Cuando finalmente lo reclamó el sueño, no fue oscuridad lo que rodeó su subconsciente. Sino una imagen. Una brillante serpiente gris envolviéndose alrededor de los hombros de un hombre, la lengua bífida surgiendo intermitentemente entre hebras de cabello rubio platinado.

    oOo



    –La tercera guerra va a empezar dentro de una semana. ¿Y saben qué? Estoy contento de que así sea.

    El anuncio de Neville fue recibido con un silencio de gran asombro. Harry miró alrededor había en la sala de reuniones que Hermione había transfigurado a partir de un manzano silvestre, unas cuarenta y tantas personas, que se autodenominaban el Ejército de Dumbledore. Había unos cuantos a los que conocía y en quienes confiaba: Dean Thomas, Angelina Johnson y su hermana Serena, Michael Corner y su esposa –Harry no recordaba en ese momento cómo se llamaba– y el clan Weasley en pleno, incluyendo a Bill y Fleur.

    –Estoy contento porque esto ya se ha prolongado demasiado. No se trata de una reaparición repentina. Los signos han estado entre nosotros desde el mismo principio. Y sea que recuerden o no, todos ustedes los han visto. Las amenazas a nuestros hogares, a nuestros seres queridos, a nuestras vidas. Este Ojo que nos promete seguridad, siempre y cuando aceptemos estar estrechamente vigilados. Los prejuicios contra los muggles y los nacidos de muggles, e incluso contra aquellos a los que nos gustan las cosas muggles.

    Harry miró a uno de los miembros de la audiencia a quien conocía pero en quien no confiaba, aunque Hermione le había asegurado que tenía muy buenas razones para no desear el retorno de Ya Sabés Quién. Blaise Zabini seguía el discurso de Neville con suma atención, y asentía levemente de tanto en tanto. Harry no sabía muy bien lo que hacía un egiptólogo, pero aparentemente era algo lo suficientemente relacionado con los muggles y al Señor Oscuro no le gustaba.

    –Esto no es una sorpresa para los que recordamos. –continuó Neville– Y recordamos por qué no debemos permitir que vuelva a ocurrir.

    Pero había también muchas caras nuevas, la mayoría de personas no tan jóvenes, incluyendo a la abuela Longbottom que esta sentada aferrando su varita preparada como si esperara que en cualquier momento fueran a irrumpir mortífagos. Los había de todas partes del país y lo único que tenían en común era que compartían los recuerdos de las guerras anteriores. Tal heterogeneidad no se constituía precisamente en una ventaja para enfrentar a Voldemort y sus mortífagos.

    –Sé lo que deben de estar pensando, –prosiguió Neville– no somos más que un grupo de brujas y magos comunes. ¿Cómo podremos detener al más oscuro de los magos que haya amenazado nunca nuestra comunidad? Quizá nos estemos preguntando “¿Por qué yo?” “¿Cómo fue que me metí en esto?” –Neville hizo una pausa dramática, Harry se dio cuenta de que el otrora chico timorato había recorrido un largo camino– Estamos en esto porque, todos y cada uno de nosotros a diferencia de los demás, sabemos lo que pasaría si no hacemos algo.

    –El primer Ejército de Dumbledore se fundó hace ocho años. Parece muchísimo tiempo, ¿no? Éramos todos estudiantes, la mayoría no había todavía aprobado los TORDOs. Ninguno de nosotros –excepto Harry– sabíamos en qué nos estábamos metiendo, pero sí sabíamos que teníamos que detener lo que estaba pasando. Y aprendimos lo necesario para ese fin. Todos estamos mejor preparados de lo que aquellos estudiantes por entonces. –había una nota de orgullo en el discurso de Neville que a Harry no se le pasó inadvertida.

    Éste bien podría llamarse el Ejército de Longbottom, pensó. Neville había estado dedicando su corazón y su alma para entrenar a ese grupo de personas, así como se había constituido en líder de la resistencia durante el séptimo año. Tenía todo el derecho de sentirse orgulloso.

    –Todos ustedes han estado practicando magia defensiva, –continuó Neville– dudo que en alguna otra ocasión haya habido tantos Patroni juntos como durante la última reunión. Y lo que es más importante, he podido observar cómo trabajan en equipo, he podido observar la confianza mutua que se tienen, he podido observar a cada uno de ustedes pelear por la persona que tienen a su lado. Y es por eso que no somos magos y brujas comunes sino ¡integrantes del Ejército de Dumbledore!

    La arenga de Neville, sin dudas, infundía valor y levantaba el espíritu. En ese instante, Harry pensó que en verdad podían tener la fuerza suficiente para derrotar a Voldemort. Volvió a recorrer el salón para observarlos como Neville los veía, no como una mezcolanza de voluntarios sino como una fuerza entrenada. Pero fueron otras las caras que vio… Sirius…Colin… Remus… Fred… Tonks… Snape… ¿Terminarían estas caras nuevas sumándose a la lista de los caídos?

    La voz de Neville pareció crecer en brío y lo arrancó de sus añoranzas. –No estoy diciendo que vaya a ser fácil. Sí, tengo miedo de lo que nos ha de tocar enfrentar. Puede que ya no estemos aquí la próxima semana. –hizo una pausa para que el augurio ominoso penetrara en las conciencias– Pero recuerden, la valentía no es no tener miedo, es hacer lo que consideramos correcto aun cuando tengamos miedo de hacerlo. Y todos y cada uno de nosotros estamos aquí porque consideramos que lo que estamos haciendo es lo correcto. Yo pondría sin titubeos mi vida… en mano de cualquiera de los presentes.

    Un discurso perfecto, pensó Harry muy conmovido por las palabras de Neville e impresionado por el efecto que parecían causar en los reunidos. El recinto parecía cargado de magia latente suscitando una sensación que no había percibido desde la Copa Mundial de Quidditch. Era algo muy poderoso, que si podía dominarse les otorgaría una fuerza increíble.

    Era lamentable que le tocara justo a él arruinar el impacto del discurso. Pero cuando Neville le preguntó si estaría dispuesto a supervisar uno de los grupos de entrenamiento, tuvo que extender las manos vacías.

    –No tengo varita.

    Todos los ojos se volvieron hacia él. Muchos lo miraban acusadores como si fuera un impostor, un intruso colado entre ellos, otros lo miraban decepcionados, ¿acaso podía ser ése el héroe sobre el que la comunidad mágica depositaba sus esperanzas? Molly Weasley lo miraba con lástima. Lo que más deseaba Harry en ese momento era que se lo tragara la tierra.

    Pero Neville actuó con reflejos rápidos. –Ningún inconveniente. Luna, Hermione, Ron y yo nos ocuparemos de los grupos. Que cada uno busque un compañero y mostrémosle a Ya Sabés Quién de lo que somos capaces.

    Todos se pusieron en acción. Hermione lo tomó del brazo. –Mandá a Kreacher a buscar la varita, –le susurrró– si él no puede encontrarla, mañana vamos a ir a ver al señor Ollivander.

    Harry asintió brevemente y salió para no distraer a los demás. Se sentó en un banco del jardín entre una asombrosa profusión de flores de invierno. Convocó a Kreacher quien respondió inmediatamente a su llamado.

    –¡El amo ha regresado como lo había anunciado la sangresucia! – dijo Kreacher sin ocultar su contento.

    –¡Ojo, Kreacher! Ya sabés que no debés llamar a Hermione, ni a nadie, de esa forma. Seguramente has estado pasando mucho tiempo con la señora Black, ¿no?

    –La distinguida señora se ha mostrado muy amable y me ha hecho compañía mientras el amo estuvo lejos. –explicó el elfo, Harry revoleó los ojos.

    –Bueno, ya estoy de vuelta y tenés que hacer lo que yo digo. –el elfo pareció avergonzado, a Harry le dio lástima– Tengo que darte las gracias, no obstante, por haber mudado mis cosas. Aprecio mucho que lo hayas hecho.

    Kreacher sonrió complacido. –Kreacher ha preparado un nuevo hogar para el amo. Kreacher acomodó todo para que la casa del traidor a la sangre luzca como el departamento del amo.

    –¡Kreacher!

    El elfo retrocedió contrito. –Kreacher está tan feliz de que el amo haya vuelto, Kreacher se olvida. ¿El amo va a venir a ver lo que Kreacher ha hecho?

    Harry sentía gran curiosidad de ver los cambios de decoración que el elfo había hecho pero negó con la cabeza, había otras prioridades. –Todavía no, debo quedarme acá por un tiempo. Pero necesito que hagas algo muy importante.

    –Por supuesto, amo.

    –Perdí mi varita. La tenía en el ómnibus cuando me desmayé y debo de haberla dejado caer. ¿Creés que podrás encontrármela?

    –Kreacher va a encontrar la varita del amo. Kreacher va a ir a la cueva donde viven las criaturas ómnibus y se la traerá al amo. No estaría bien visto que el amo perdiera otra varita.

    –Gracias, Krea… ¿Qué querés decir con otra varita?

    –El amo tenía primero una varita de acebo, –dijo el elfo– pero desde la guerra el amo ha estado usando la varita de espino que perteneció al joven amo Malfoy. El amo aparecería como muy descuidado si perdiera otra varita.

    –¿Desde la guerra? ¿Qué es lo que querés decir? –Harry lo había tomado de los hombros– ¿Te acordás de la guerra?

    Kreacher parpadeó confundido. –Kreacher recuerda todo lo que el amo recuerda.

    Era lo que siempre le había dicho cada vez que Harry le había preguntado. Y él nunca lo había entendido en sentido literal, craso error. –Claro que sí, Kreacher, claro que sí. –dijo muy contento– Y ya que estamos, sólo por curiosidad, ¿sabrías acaso dónde se oculta Voldemort estos días?

    –No… –el elfo parecía muy incómodo pero agregó reticente– Si el amo así lo deseara, Kreacher podría tratar de averiguarlo.

    Harry consideró el renuente ofrecimiento, para el elfo podría ser muy sencillo ingresar en la Mansión Malfoy… –Por ahora no, ayudame con lo de la varita.

    –Kreacher hará eso ya mismo.

    –Ah… y otra cosa Kreacher…

    –¿Sí, amo?

    –No vayas a asustar a ningún muggle.

    Harry habría jurado que había visto asomar un primordio de sonrisa en una de las comisuras de la boca del elfo. –Kreacher tratará, amo.

    Cuando se hubo ido, Harry se preguntó qué podría hacer, era la primera vez en semanas que estaba solo, eso debería haberlo hecho sentir bien, pero no… No quería quedarse allí pensando… Draco se había pasado al otro lado…aunque, técnicamente, ése había sido siempre su lado. Nada parecía haber cambiado, estaban como al principio.

    Pero no… la guerra los había cambiado… a los dos. Harry podía recordar esas visiones espantosas que había visto a través de los ojos de Voldemort. Visiones de Draco, sumido en un estado de resignado terror, reducido a ser el instrumento para administrar tormentos según los designios de un monstruo. La visión lo había repugnado ya entonces, cuando Draco era todavía su enemigo, ahora era intolerable.

    Si las cosas fueron así, no es de extrañar que me odiaras. Hice cosas terribles.

    Resonó la voz de Malfoy en su memoria. Ahora sabía… debía de saber… Sus recuerdos debían de haberse apilado unos con otros, amontonados, confundidos: las peleas de la escuela y los tiernos besos al despertar juntos, una snitch robada en el último instante y las dificultades para bajar un cierre de jean muggle, su enemigo abriéndolo en canal en el baño, su amante abriéndole gustoso el cuerpo en la ducha; recuerdos amontonados unos sobre otros como hojas caídas en otoño.

    ¿Y por qué había vuelto al otro lado? ¿Por qué había renunciado a él?

    Sí, mejor era no ponerse a pensar. Tenía que actuar. Como Neville, como los demás. Le llegaban del salón los sonidos amortiguados de la sesión de entrenamiento. Parecía que había mucha acción. Ojalá tuvieran a un sanador entrenado cerca.

    En ese momento un gran abejorro le captó la atención. Se acordó de un comentario que había hecho Ron una vez en la escuela, que la forma de animagus de Dumbledore debía de ser un abejorro, porque siempre parecía saber todo lo que hacían, como si los estuviera siguiendo. El recuerdo lo reconfortó.

    Se puso a seguir al insecto. De flor en flor, y dando la vuelta siguiendo el muro de la casa, encontró una puerta azul entornada, el abejorro fue a posarse sobre una planta de hortensias. Cuando se acercó, oyó un golpeteo rítmico.

    El señor Lovegood estaba preparando páginas para la impresión, tenía la varita sostenida sobre la oreja, Luna debía de haberlo aprendido de él. Golpeó la puerta para llamarle la atención, pero el ruido dentro era mucho. Intentó con golpes más fuertes y llamó –¿Señor Lovegood?

    El hombre se sobresaltó y echó mano de inmediato a su varita. Luego, al reconocerlo, sonrió. –Ah, Harry… pasá, pasá… hay algo que quiero mostrarte.

    oOo



    Petitio principii: Petición de principio



    La petición de principio (del latín petitio principii) es una falacia que ocurre cuando la proposición a ser probada se incluye implícita o explícitamente entre las premisas. Como concepto en la lógica la primera definición de esta falacia conocida en Occidente fue acuñada por el filósofo griego Aristóteles, en su obra Primeros analíticos.
     
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