Arquitectos de la Memoria [HarryxDraco/NC-17] Capítulo 18: Memento vivere

Autora: Lilith/Traductor: Haroldo Alfaro

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  1. Kari Tatsumi
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    Capítulo 15
    Locus desperatus



    Un estridente sonar de trompetas lo despertó. Harry tomó la varita, se levantó de un salto y corrió escaleras abajo junto con Ron y Neville para ver qué había hecho saltar las alarmas nocturnas.

    Encontraron a un muy desenfadado Slytherin orinado –para gran desmayo del snargaluff– en el jardín de los Lovegoods.

    –¡Por los dientes de Merlín, Zabini! ¿Qué carajo estás haciendo?

    Zabini tambaleó hacia un costado. Neville y Harry se adelantaron para sostenerlo y evitar que cayera en tierra. Pensaron que podía estar herido, pero ya más cerca se dieron cuenta de que ése no era el caso.

    –Está mamado.

    Lo llevaron hasta la casa entre los dos. –Necesita una poción de sobriedad. –sugirió Neville. Lamentablemente los Lovegoods no tenían nada por el estilo.

    –Creo que sé qué le va a venir bien, ya lo traigo. –dijo Xeno, Harry y Neville sentaron a Zabini en una silla, muy cerca de la mesa para que no se cayera hacia los costados. Xeno regresó con una copa y la posó delante del Slytherin. –Poción estimulante. –explicó. Harry pudo observar que la poción tenía un huevo crudo flotando en la superficie. Miró a Ron y entre ellos intercambiaron una mueca de asco. Hermione intervino con tono imperativo: –Tomátela, Blaise.

    –¿Her…’ne?

    –¡Bebétela!

    Zabini tomó la copa sin demostrar ninguna repugnancia a la vista de la yema amarilla flotando sobre la poción verde espinaca. Se la bebió de un trago y miró a todos con una sonrisa, un segundo después le empezó a salir humo de las orejas y a continuación vomitó todo. Por fortuna el señor Lovegood lo había previsto, congeló el contenido estomacal en el aire y lo hizo desvanecer antes de que alcanzara la superficie de la mesa.

    –Eso es, hijo, hay que sacarlo todo afuera.

    Todos retrocedieron por precaución, menos Hermione. Tenía los ojos fijos y vigilantes en Zabini, como si pensara que podría escaparse de un momento a otro. Quería respuestas, Harry también, aunque viéndolo así sintió una cosquilla de lástima.

    Pero lo peor ya había pasado, Xeno usó unos encantamientos refrescantes y todos se animaron a acercarse de nuevo. –¿Dónde estabas? –demandó Hermione.

    –En muchos lados. –la voz le patinaba un poco y se sostenía la frente con la mano– Pero no con los mortífagos, si eso es lo que estabas pensando.

    Ron lo miró serio. –Creo que tenemos derecho a estar inquietos. Tendrías que haber vuelto hace horas.

    –Me crucé con alguien que conocía. –farfulló Blaise arrastrando algunas sílabas, miró a Harry– No Draco… Pansy.

    –¿Pansy Parkinson?

    Zabini asintió. –Me dijo que había pasado el fin de semana con Draco pero que no lo había visto desde entonces. Las oficinas estaban cerradas y en su departamento no había nadie.

    Ron no pareció sorprendido de que hubiera ido a buscar a Draco. –El hurón debe de estar en la Mansión, entonces.

    Harry lo reconvino con la mirada, Ron tuvo al menos la decencia de mostrarse algo contrito.

    –¿Qué dijo Parkinson?

    –¿Eh? –Zabini parpadeaba confundido, mirando alternativamente a Ron y a Harry.

    Xeno vino al rescate. –Bueno, bueno, el chico todavía está muy bebido, de nada vale hacerle preguntas hasta que haya dormido la mona. –hubo protestas pero Xeno se mostró inflexible e inmediatamente transfiguró unas sillas en una cama.

    –No podemos dejarlo durmiendo acá abajo solo, todavía no sabemos donde estuvo. –arguyó Neville.

    –Yo me quedo a cuidarlo, –se ofreció Harry– no tengo sueño.

    Todos se fueron retirando, Harry transfiguró una de las sillas en un cómodo sofá. Xeno fue el último en salir. –Hay más poción estimulante en el armario, te puede ayudar a mantenerte despierto. –ofreció antes de subir. Harry asintió pero el recuerdo del huevo flotante le revolvió el estómago y prefirió no seguir el consejo.

    Quizá debería haberlo pensado mejor puesto que minutos después tanto Blaise como él roncaban sonoramente. Lo despertó horas más tarde, cuando ya amanecía, un ruido metálico, ¡Las defensas!, pensó sobresaltado, pero era sólo Zabini afanándose con un cacharro de cocina. –Me asustaste.

    –Perdón, necesito un té. –dijo y dejó caer un jarro que se hizo trizas contra el suelo.

    –Mejor sentate. Yo lo preparo.

    Zabini le hizo caso. Harry reparó el jarro roto y se puso a preparar el té. Minutos después vino con dos tazas humeantes.

    –¿Consideraste alguna vez una carrera como elfo doméstico, Potter?

    Harry podría haberse ofendido pero ésas eran el tipo de cosas que Draco decía siempre. –De nada, Zabini. –miró el reloj de la pared, todavía no eran las siete– Me sorprende que ya estés despierto.

    –No podía dormir. Esa poción fue como una bludger golpeándome la cabeza.

    Harry soltó una risita. –Creo que no retuviste nada.

    –Ni me hagas acordar.

    Bebieron en silencio unos momentos. –No es preciso que te quedes a vigilarme. –dijo Blaise finalmente– No me pasé al otro lado.

    –Sí, bien… –dijo Harry que no sabía qué pensar por el momento– Es mejor así, nos deja a todos más tranquilos. Además podemos aprovechar para que me cuentes lo que hiciste ayer.

    –Ya te lo había dicho, Potter, tenía varios asuntos que atender. Y me lo tendrías que agradecer. –sacó un frasco de poción del bolsillo y lo hizo flotar hacia Harry– Para vos.

    –¿Qué es? –el contenido era un liquido barroso de aspecto sospechoso.

    –Polijugos. –respondió Blaise.

    –Eh… ¿y para qué la necesito?

    –Uno no entra así nomás en Mordor… o en la Mansión –dijo Zabini con fingida solemnidad– Oh… vamos Potter, no me digas que no conocés El Señor de los anillos, es la única vez que los muggles lograron captar la magia más o menos bien.

    Harry rió. –Te juro, Zabini, a veces… ¿estás seguro de que vos sos sangrepura?

    –Bueno, podría aburrirte detallándote las decenas de generaciones de mi linaje pero me parece más práctico que discutamos cómo vas a ingresar en la Mansión. ¿Todavía tenés la capa de Greg?

    –Sí… ¿y…?

    –Bueno… es más probable que te inviten a pasar si tenés la apariencia de un mortífago en potencia. A menos que quieras anunciarte como El Niño Que Está Tratando De Matar A Ya Sabés Quién.

    –No… me parece bien. Y es una muy buena idea, por cierto. –y no sería la primera vez que Harry se transformaría en Goyle con polijugos, y además ahora podría actuarlo más convincentemente, después de haber vivido dos meses juntos en el pabellón– Pero… ¿por qué no me dijiste nada de lo que pensabas hacer?

    –No estaba seguro de que pudiera conseguirla. Figura entre las pociones que el Ministerio ha restringido. Pero el señor Borgin tiene sus medios… sólo me pudo vender una dosis, vas a tener que entrar y salir bastante rápido. Aunque es posible que Draco te pueda facilitar más si se lo solicitás amablemente.

    –¿Y vos estás seguro de que está en la Mansión?

    –No sé dónde más podría estar, si no. Las oficinas están cerradas, han puesto un gran cartel “… por reformas” y en el departamento de Greenwich tampoco lo encontré. Allí fue donde me crucé con Pansy.

    –¿Dijiste que habían pasado el fin de semana juntos?

    –Sí, ella y Millie fueron a la villa familiar en España. Oh… cambiá esa cara, Potter. ¿Tenés miedo de que las chicas te birlen el novio? –Zabini se empezó a reír histéricamente– Creeme, si a Draco le diera por ese lado, Pansy ya se lo habría apropiado hace años.

    –No es por eso… –dijo Harry, bueno… un poco de eso era. Eso, y no saber nada de una villa familiar en España.

    –Como sea… –Zabini se encogió de hombros– …ahora viene la parte que te va a gustar. Pansy dice que Draco estuvo deprimido estos últimos meses “desde que ese hijo de puta de Potter lo dejó”, textuales palabras. –Zabini soltó una carcajada, Harry hizo una mueca– Pansy dijo que este último fin de semana se le había pasado, que lo había encontrado más feliz que nunca, ella está segura de que se consiguió un nuevo galán.

    –Oh… –dijo Harry… no era que le molestara… no en verdad… pero sería contraproducente para los planes que tenían… eso era todo.

    Blaise gruñó exasperado. –¡Por los huevos de Júpiter! ¡No te das cuenta? Esto ocurrió este último fin de semana.

    –¿Y…?

    Zabini alzó los ojos al cielo. –Draco sabía que te habías escapado. Por eso estaba contento.

    –Oh… –repitió Harry, ahora con un tono totalmente diferente.

    –Potter, sos el peor de los boludos. ¿Y se supone que seas el Salvador del mundo mágico? ¡Circe nos asista!

    –¡Callate Zabini! –pero era difícil enojarse con lo contento que se sentía interiormente… bueno, contento porque eso era bueno para los planes que tenían– ¿Qué más te dijo Pansy?

    –Me invitó a salir este sábado, no quería ir a lo de los Greengrass, las fiestas que dan son muy aburridas. Tuve que declinar la invitación, le dije que ya tenía planes.

    –El calendario social de Parkinson no me interesa en absoluto.

    –Pues debería Potter, porque cuando le dije que no, me contó que antes lo había invitado a Draco y que también había declinado. Le dijo que la noche del sábado habría una reunión familiar en la Mansión. Se mostró muy decepcionada de que no la hubieran invitado a ella. ¡Si supiera!

    Así que era cierto. Draco iba a estar en la Mansión… y la “reunión familiar”… Harry se estremeció. –Me parece que ella se sentiría muy cómoda entre los mortífagos.

    –No tenés la menor idea, Potter. No conocés a Pansy para nada.

    –Salimos juntos los tres una noche. –masculló Harry. Y no había sido una noche que hubiera disfrutado. Habían ido a una discoteca del Soho y Harry había estado toda la velada en vilo aterrado de que Pansy pudiera atacar con hechizos a algún muggle si la pisaba.

    –Si es de no creer, Potter… –Blaise sacudió la cabeza enojado– La vas de muy amplio de mente y sos más prejuicioso que ninguno. Para vos todos los Slytherins somos perritos falderos del Señor Oscuro.

    ¿Soy prejuicioso?, se preguntó Harry. Admitía que había tenido sospechas de Zabini. ¿Pero acaso no habían sido justificadas? Sí, Zabini ahora trabajaba con muggles pero seguramente era porque le conven… ¡Oh Merlín, si estoy lleno de prejuicios!, dijo en voz alta: –Alguien me dijo una vez que todos los magos malos salían de Slytherin.

    –Es posible, –admitió Blaise con un gruñido– pero eso no quiere decir que todos los Slytherins sean malos. Ésa sería una lógica muy retorcida.

    –Tenés razón. Y tampoco es cierto. Wormtail era de Gryffindor.

    Zabini arqueó una ceja pero no pidió explicaciones. Y Harry tampoco se las dio.

    –Ah… me acordé de otra cosa. El pub que habías mencionado. Greenwich Arms.

    –¿Sí?

    –La invité a Pansy para que fuéramos a tomar una copa. Me dijo que llevaba semanas cerrado. La dueña estaba desaparecida desde semanas antes, el marido se puso muy mal, como loco.

    –¡Oh Merlín! ¡No Sally! –la bruja había sido tan cordial con él y apreciaba y cuidaba tanto a Draco– Se acordaba de todo, nunca había olvidado. Pero nunca la habían internado en St. Mungo.

    –¿Ah sí? –Blaise reflexionó unos instantes procesando la información– Qué interesante.

    –¿Por qué te parece interesante?

    –De acuerdo a la versión de Pansy –ojo, podría no ser del todo correcta– el dueño tuvo un ataque y agredió a unos squibs en el local. Había muggles presentes, los aurores tuvieron que usar Obliviate de manera generalizada.

    –Pobre Ged. ¿Por qué habrá hecho algo así?

    –Según Pansy, acusó a un squib de secuestrar a su esposa. Lo cual suena a disparate porque un squib no podría con una bruja… excepto que haya tenido la ayuda de un mago.

    –¡Sí, deben haber actuado de a dos!

    –No lo había conectado con Ya Sabés Quién… pero si me decís que ella conservaba las memorias…

    –Si la llevaron a la Mansión vamos a tener que rescatarla.

    –Esto no va ser fácil, Potter.

    –Nunca pensé que iba a ser fácil. Pero es lo que tengo que hacer.

    –¿Porque es lo correcto?

    –Así es.

    –¡Maldito Gryffindor! –dijo con tono divertido.

    –Y que lo digas. –replicó Harry sonriendo. Quizá se había equivocado al no confiar en Zabini. Las motivaciones pasaban a un segundo plano, el interés propio de los Slytherins o el honor de los Gryffindors… pero tanto unos como otros tenían mucho que perder. ¿Y acaso no le había dicho a Hermione que sería el interés personal de Draco lo que permitiría que se lo ganaran para ellos? Quizá había más cosas que Zabini podía enseñarle.

    –No sé vos, pero yo no voy a poder volverme a dormir. ¿Me enseñarías algo más sobre Artes Oscuras?

    –Podría. –dijo Zabini como si estuviera considerando múltiples factores– Con una condición.

    –¿Qué condición? –preguntó Harry preparándose para vaya saber uno qué.

    –Sé un buen elfo doméstico y traeme otra taza de té.

    oOo



    –Danos unos días más, cumpa. Vamos a encontrar otra forma.

    –¿Y si no?

    –La vamos a encontrar.

    oOo



    –Tenemos que encontrar otra alternativa mejor, Harry. No podés hacer esto solo.

    –Pero no voy a estar solo. No, si Draco me ayuda.

    –Danos un poco más de tiempo.

    oOo



    –Tienen un pavo real blanco. Creo que debía de haber comido demasiados spifflebugs, a veces pasa. Cuando estuve encerrada en el sótano siempre pensaba en sus plumas blancas. ¿Le podrías preguntar a Draco si todavía lo tienen?

    –Por supuesto. ¿No vas a tratar de convencerme de que no vaya?

    –¿Creés que podría convencerte?

    –No, para serte sincero.

    –Entonces acordate nomás de preguntarle por el pavo real.

    oOo



    –Acordate de que sólo disponés de una hora, Potter. No vayas a cagar todo. Ah… y buena suerte.

    oOo



    ¿Cómo es posible que Wiltshire sea tanto más frío que Ottery St. Catchpole?, se preguntó Harry envolviéndose más apretadamente en la capa de Goyle. No había mucha distancia entre los dos lugares, pero se hubiera dicho que pertenecían a continentes diferentes. El cielo de la tarde que caía era gris oscuro, como de plomo, similar al de la reja que se interponía en la entrada de la Mansión. Desprendía una magia pulsátil poderosa, ningún muggle lo habría notado, pero para un mago las intrincadas defensas latían tan vivas como un corazón. Harry respiró hondo y tocó una de las curvas de hierro del portón, y mantuvo la mano allí incluso cuando el metal empezó a cambiar de forma hasta adquirir el aspecto de una cara de horrible expresión.

    –¡Declare su propósito! –demandó el odioso rostro.

    Harry sintió una desagradable sensación en el estómago, no eran mariposas, parecían más bien avispas, como si estuvieran tratando de abrirse camino dentro de él. –Gregory Goyle, para ver a Draco Malfoy. –esperaba no haber sonado demasiado nervioso, pero se acordó entonces de que Goyle hubiera estado igual de trastornado en su situación, así que se permitió un temblequeo de rodillas.

    Las hojas se abrieron sin hacer ruido, invitándolo a entrar. Caminó por el sendero de pedregullo bordeado por setos de aspecto bastante normal. Se preguntó cómo era posible que Draco se sintiera como en casa en lugar como ése, todo parecía diseñado para intimidar. Hasta los copos de nieve parecían detenerse en el aire, como renuentes a posarse sobre el suelo del terreno de los Malfoys.

    Para calmarse un poco, trató de mirar alrededor mientras caminaba, buscando el pavo real que Luna había mencionado. Un movimiento en uno de los costados le llamó la atención, pero lo que vio no lo ayudó a calmarse, togas celestes se adivinaban tras los arbustos, ¡uniformes de la Guardia de Aurores! Trató de no aparecer demasiado conspicuo pero cuando alcanzó un tramo en que el seto se adelgazaba de nuevo, echó una nueva ojeada. Definitivamente eran hombres de la Guardia, por lo menos tres de ellos. Era la confirmación de lo que ya sospechaba, la Guardia –y El Ojo– estaban al servicio de Voldemort.

    La pesada puerta de roble se abrió justo cuando empezaba a subir los escalones de mármol del pórtico. Narcissa Malfoy apareció primero, su rostro tan pálido como el de Draco y sus cabellos igual de sutiles. Detrás, vio los mismos rasgos pálidos enmarcados en oscuro en la cara de su hermana. Lo sorprendió que ambas vistieran ropas de un siglo antes, faldas rígidas de popelina largas hasta el suelo y blusas blancas de mangas cortas con volados de encaje.

    –¿Gregory? ¿Sos vos?

    Narcisa se le acercó con una expresión mezclada de sorpresa y preocupación. Sus dedos le aletearon el rostro, sutiles como copos de nieve sobre su mejilla. La ternura de su rostro lo hizo estremecer.

    –¿Se… señora Malfoy?

    La vacilación no fue debido a la ternura, sin embargo. Ni al dibujo negro de la serpiente y la calavera en su antebrazo. No, lo que lo preocupó fueron los horripilantes arañazos que le cubrían los dos brazos. Parecía como si la hubieran desgarrado las garras impiadosas de un animal salvaje. Algunos cortes ya mostraban cáscaras, otros parecían más recientes, todavía con sangre fresca, ¿por qué no los había curado? Narcissa notó adónde estaba dirigida su atención y, con evidente incomodidad, cruzó los brazos para ocultar las partes más seriamente dañadas. Pero Bellatrix que lo miraba maligna desde más atrás, se recorría la piel con sus propias uñas quebradas, tenía heridas similares. Pero las mantenía abiertas y supurando. En ese momento clavó una uña en uno de los surcos y arrancó una costra y se la llevó a la boca. Harry tuvo un temblor, que Narcissa interpretó como de frío.

    –Pasá, querido. Está mucho más cálido adentro. Draco se va a sorprender tanto de verte.

    Más cálido se quedaba corto. Adentro hacía un calor infernal. No lo hubiera sorprendido si hubiera sentido olor a azufre. Le entregó la capa a una servicial elfa y siguió a Narcissa por el hall, aterrorizado como pocas veces que recordara, Bellatrix venía detrás de él.

    Pero Narcissa actuaba como graciosa anfitriona y ya lo introducía en la gran sala –Perdoname que me muestre tan perpleja Gregory –el nerviosismo minaba un poco su tono aristocrático– Justo antes de ayer estuve pensando en tu querida madre, ¿cómo está?

    –Está muy bien, gracias. –replicó Harry– Le manda saludos. –Zabini le había proporcionado algunos datos básicos, pero Harry estaba mal preparado para contestar sobre la salud o las actividades recientes de la familia de Goyle. Sobretodo si al mismo tiempo debía esforzarse para que no se le desbocara el miedo. No tenía buenos recuerdos de esa habitación y la araña reconstruida colgando del techo y los retratos de las paredes no contribuían precisamente a calmarlo. Y con el calor que hacía, estaba sudando a mares. –¿Está Draco, señora?

    –Está trabajando con unas pociones, pero ya envié a Lubby para que te anunciara.

    –No deberías interrumpir al chico mientras está trabajando. –se quejó Bellatrix. Narcissa replicó con brusquedad.

    –¡Tonterías! Es el hijo de Gulzar. Y hace tantos años que no lo veíamos.

    Harry se puso tenso, Narcissa lo había rodeado con un brazo protector. Por un lado no estaba acostumbrado a los mimos, y encima recibir tales atenciones de una mortífaga era por demás de inquietante. Pero seguramente a Goyle le hubieran encantado, Harry respondió con una sonrisa.

    –Y ahora ha regresado. –prosiguió ella sacándose un rizo sudoroso de la frente– Me acuerdo de una vez cuando eras chico, Gregory. Eras tan tierno. Un invierno, Draco y vos armaron un castillo de nieve gigantesco, ¿no te acordás? A Draco le gustaba tanto la nieve, cuando se ponían a jugar afuera los tres, no había forma de hacerlos volver a entrar. Ni siquiera cuando ya oscurecía.

    El nerviosismo la hacía divagar de esa forma, la voz parecía derivar y perderse en los recuerdos. Bellatrix por su parte no parecía impresionada en absoluto. Para su horror, Harry vio que tenía los brazos cubiertos de sangre, y se estaba ocupando en reabrir con las uñas las lesiones una a una.

    –Ah Vincent, pobre dulce Vincent. –el tono de voz de Narcissa había ganado en potencia– Ni siquiera se pudo encontrar un cuerpo para que sus padres lo enterraran. ¡Y podrían haber sido ustedes también! ¡Mi adorado Dragón…!

    Narcissa empezó a llorar desconsolada sobre el hombro de Harry. Tan frágil… destrozada… no sólo por las lastimaduras de los brazos… también internamente… su espíritu.

    ¿Por qué demora tanto Draco?

    –Cissy, dejá a ese pobre chico en paz, no te estés babeando como un perro.

    Dándose por aludida, Narcissa retrocedió un paso. –Sí, tenés razón. Perdón. –pero no le soltó el brazo y tiró de él llevándolo en dirección a la espineta. –¿Seguís tocando, Gregory? Me encantaría escuchar algo.

    –No, señora. –¡a Zabini lo voy a matar!, no le había mencionado ninguna inclinación por la música– Hace… hace años que no toco.

    –¡Oh pero igual podés tratar! Estoy segura de que te volverá enseguida. –dijo animándolo. Me acuerdo que era lo primero que hacías cuando llegabas… ibas corriendo directo al piano para tocar una canción para la tía Cissy.

    Desamparado, Harry apretó una de las teclas de registro agudo. –No, no puedo. Ha pasado demasiado tiempo. –no recordaba siquiera haber estado así de cerca de un teclado, lo Dursleys no tenían piano y obviamente no hubieran gastado ni un penique para que tomara lecciones.

    Bellatrix tenía los ojos clavados en él, no en la cara sino en la mano. ¡Pero claro, Goyle no debía de haber tocado del modo muggle, no con esas salchichas que tenía por dedos! Harry retiró inmediatamente la mano y sacó la varita del bolsillo para disimular.

    –Perdón, señora Malfoy, realmente me olvidé de cómo se toca.

    La decepción se le reflejó en el rostro, como a una nena a la que le hubieran roto un muñeco. En ese momento se abrió la puerta y entró Draco. Instintivamente Harry se movió en dirección a él, ver a Draco de nuevo lo había llenado de regocijo como en sus sueños… pero ahora tenía un aspecto horrendo… como en sus pesadillas. Los ojos parecían hundidos y los rasgos más afilados que nunca. El efecto de calavera era acentuado más por el cabello, siempre tan perfecto, ahora caía lacio y sin vida. Peor aun, en una zona le faltaba por completo, como si se lo hubieran arrancado de raíz. Draco avanzaba hacia él, tenso, Harry tuvo que contenerse para no correr a abrazarlo y ver de cerca qué otros males le había infligido. Pero Draco caminaba como si no fuera consciente de su terrible aspecto. Harry tuvo que recordarse que los ojos grises no lo estaban mirando a él sino a un amigo perdido.

    –Greg. –dijo con un tono calmo que no sonó natural. Por un momento Harry creyó que lo iba a abrazar, ojalá no lo haga, no creo que pudiera soltarlo. Draco pareció contenerse, no obstante, y le estiró una mano. –Qué bueno verte.

    Harry todavía aferraba la varita, la guardó en el bolsillo y le estrechó la mano extendida. Pareció por un instante que los rasgos de Draco se contraían, pero fue algo muy fugaz. Harry comprendió que había algo que estaba muy mal, primero Narcissa, casi histérica… y ahora Draco… tan contenido… pero el esfuerzo que estaba haciendo para mantenerse compuesto era evidente.

    –Gregory se ha olvidado de cómo tocar el piano. –gimoteó Narcissa– ¿No es algo terrible?

    –Trágico. –dijo Draco sin inflexión en el tono. No le sacaba a Harry los ojos de encima.

    Una voz les llegó desde el otro extremo de la habitación. –¿Y vos terminaste tu trabajo, Draco?

    Draco volvió una mirada incisiva hacia Bellatrix. –No te inquietes, tía Bella. Está todo bajo control. –luego se volvió a Narcissa– ¿Qué te gustaría escuchar, madre? ¿Algo de Chopin, quizá?

    –Sí, sería encantador, hijo.

    –Cantus, Nocturne 66.

    Las teclas empezaron a tocar. Narcissa sonrió beatíficamente. –Gracias, mi vida. Ahora vayan nomás, si van a salir acuérdense de ponerse los sombreros, quizá podrían armar un castillo de nieve…

    –No madre… –Draco la interrumpió con un beso en la mejilla– Vamos a estar en mi habitación. Vení, Greg.

    Harry lo siguió, subieron los alfombrados escalones, el corazón le latía desbocado. Había llegado el momento, ¿cómo se lo iba a decir? ¿A lo bestia tipo Gryffindor?, como lo había puesto Zabini. ¿O debería tantearlo primero, para ver dónde reposaban sus lealtades? En realidad lo que quería era abrazarlo y revisarlo y curarle las heridas y hacer planes para escapar. Empezó a lamentar la poción polijugos, besar a Draco con los labios de Goyle le daba… cosa.

    Entraron a la habitación, para alivio de Harry estaba mucho más fresca, soportable. Poco le duró el respiro, Draco se volvió hacia él apenas la puerta se hubo cerrado. Una expresión de tremenda furia en la cara.

    –¡Por Hefaistos! ¿Le llamás a esto sigilo de Gryffindor? ¡Le doy a Weasel una única instrucción simple y resulta que es demasiado para su dañado cerebro de pelirrojo! ¡Era lo único que tenía que hacer… pero no… tenía que cagarlo todo!

    Estaba más enojado que nunca, Harry jamás lo había visto tan furioso, ni siquiera en Hogwarts. –¿Sabés quién soy?

    –Rápido para darte cuenta, Potter. Veo que seguís tan agudo como siempre. Por supuesto que te reconocí, tenés mi varita. Y a propósito… –Draco sacó la varita de cerezo.

    ¡Expelliarmus!

    La varita voló de su bolsillo, Harry quiso retenerla pero los reflejos del cuerpo de Goyle no eran como los suyos. Harry lo miró con enfado. –¿Qué estás haciendo?

    –Recupero lo que me pertenece. –replicó impiadoso al tiempo que deslizaba posesivo los dedos a lo largo de la varita de espino. Harry se sintió muy vulnerable… y el extraño comportamiento de Draco… pero no era el caso altercar por una varita, había cosas más importantes en ese momento.

    –Draco, tenés que ayudarnos. Hay algo planeado para mañana. Tenés que bajar las defensas para que podamos entrar y detenerlos.

    Draco bufó. –Ya sé todo eso, Potter. Yo fui el que se lo dijo a Weasel, maldita sea su estampa, ¿y qué más le dije? Ah sí… ¡que vos no tenías que venir en ninguna circunstancia!

    Harry trató de tranquilizarlo. –Está todo bien, Draco. Están convencidas de que soy Goyle. Pero no tenemos mucho tiempo, el efecto de la poción va a desvanecerse.

    –¡Si serás imbécil! –la piel pálida se le había puesto colorada de furor– ¡Vos te creés que vas a poder salir de acá así como así? ¡Ninguno de nosotros puede!

    Harry sacudió la cabeza. Tenía que convencerlo de que podían ganar. Sin esperanza de victoria el Slytherin nunca le iba a dar la espalda al Señor Oscuro. –Vos podés, Draco. Podés elegir.

    –¿Elegir? –torció la boca en una desagradable mueca de desprecio– Vos no sabés nada de elecciones, Potter. –se levantó la manga de la toga, el brazo estaba desgarrado como el de Narcissa y el de Bellatrix, en el de Draco el daño parecía peor, la piel estaba muy amoratada particularmente alrededor de las muñecas. –Esto fue lo que hizo para asegurarse de que Padre volviera de Diagon ayer. Una tira de piel por cada minuto que estuvo ausente. ¿Vos creés que yo lo elegí? ¿Que mi madre lo eligió? –la voz de Draco estaba alcanzando los mismos niveles de histeria que la de Narcissa minutos antes y blandía el brazo mutilado frente a Harry– ¿Es eso lo creés, Potter?

    Harry tragó saliva, sin saber qué decir. Sus encuentros con Voldemort siempre habían sido breves y en batalla. Esa brutalidad constante, esa manipulación de los miedos y lealtades familiares era algo contra lo que no sabía cómo combatir. Lo ponía tan mal verlo así, desgarrado por el dolor y el miedo. Se olvidó por un momento de la misión, el ED pasó a un segundo plano, se olvidó que tenía que destruir a Voldemort. Le habló a su amante como si sólo fueran ellos dos en el mundo. –Yo sé que esto no es lo que vos querés, Draco.

    Draco se le acercó de repente, los rostros quedaron muy cerca, Harry creyó por un instante que lo iba a besar. Estaban muy próximos, los hálitos se mezclaban, los ojos grises taladraban los azules de Goyle con pasión iracunda. Draco le apuntó la garganta con la varita de espino.

    –No tenés ni la menor idea de qué es lo que yo quiero, Harry. –dijo Draco en un susurro áspero– Si lo supieras estarías lejos, muy lejos de acá.

    Harry lo miró a la cara tratando de encontrar en ella al hombre que amaba. Lo único que vio, en cambio, fue una máscara con una boca cruel y ojos calculadores que no dejaban traspasar ningún atisbo de sentimiento. Quiso sondear los pensamientos de Draco, pero estaban completamente bloqueados. Dejó escapar el aire, y esperó a que hiciera el siguiente movimiento.

    –¡Lubby!

    La elfa se materializó de inmediato. –¿Sí, amo Draco?

    –Andá a decirle a mi padre que tengo a Harry Potter en mi habitación.

    –¡Draco, no! –era la última cosa que Harry hubiera esperado.

    –¡Ya, Lubby!

    –Sí, amo.

    –Draco, ¡no podés hacer esto!

    –¡Callate Potter! Y aguantátelas. No fui yo el que se metió sin que lo llamaran con la sutileza de un screwt de cola explosiva. En nombre de Nimue, ¿en qué carajo estabas pensando al venir acá?

    –Pensaba que serías el mismo Draco… –el miedo le ahogó las palabras en la garganta.

    Una chispa brotó en los ojos de Draco, iba a decir algo pero en ese momento Lucius se materializó a su lado con un pop. Los miró a los dos confundido. –¿Qué es esto Draco? ¿Otra de tus bromas?

    –Padre, es Potter. Usó polijugos para aparecer como Greg.

    Lucius se acercó para estudiarlo con atención. –¿Harry Potter?

    Curvó los labios con una sonrisa. –Si, es posible, hasta diría que transluce la obstinación irracional de los de media sangre. Bueno, supongo que sólo hay una forma de estar seguros. –con un movimiento de varita abrió la puerta y dos aurores de la Guardia entraron, flaquearon a Harry y cada uno lo tomó de un brazo. –Por favor, acepte nuestra hospitalidad por el momento, señor Goyle. Si es quien dice ser lo liberaré con una disculpa. Y si es Potter… será un huésped de honor del Señor Oscuro. ¡Llévenlo a los sótanos!

    Los hombres lo arrastraron hacia la puerta, Harry trató de resistirse, pero era inútil. Giró la cabeza y alcanzó a divisar el perfil de Draco, fue sólo una fracción de segundo, en el contorno fugaz sólo vio derrota.

    oOo



    Locus desperatus: Vía desesperada
     
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