Arquitectos de la Memoria [HarryxDraco/NC-17] Capítulo 18: Memento vivere

Autora: Lilith/Traductor: Haroldo Alfaro

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    Capítulo 16
    Inter spem et metum



    El sótano estaba en total oscuridad. Pero Harry no necesitaba luz para reconocer el horrendo lugar que apestaba a tierra rancia y aire viciado, y a alimañas, algunas vivas y otras muertas hacía ya mucho tiempo. Un hedor potente que lo hizo acordar de la última vez que había estado encerrado ahí. La última vez cuando Draco no les dijo quién era yo. Enojado, pateó la pared con violencia. Por lo menos estaba más fresco ahí abajo que en el horno de arriba.

    Trató de hacer venir a Kreacher apenas los aurores de la Guardia se hubieron ido, pero no tuvo respuesta. Valía la pena probar, se consoló filosófico. Después de la última vez, Lucius –o Draco– debían de haber instalado nuevas barreras antiaparicionamiento que incluso los elfos no pudieran cruzar. Los guardias lo habían revisado y le habían sacado la moneda encantada de Hermione y el anillo luminoso de Luna. Había supuesto que estaba solo, pero no pudo estar seguro hasta después de revisar a tientas toda la celda, algo que se podía haber ahorrado con un poco de luz.

    Tal como se lo había anticipado, Lucius bajó horas más tarde. Apenas pisó el umbral una luz cegadora llenó el cuarto. Harry se puso de pie encandilado.

    –Bueno señor Potter, Draco tenía razón, se trata de Ud.. –Harry no retrocedió cuando se le acercó pero no pudo evitar hacer una mueca. –Oh, no debe tener miedo, señor Potter, es nuestro huésped. En realidad, como ya se lo había dicho, es nuestro huésped de honor.

    –Linda manera de tratar al huésped de honor. Sinceramente Malfoy, en una casa tan elegante como ésta uno esperaría encontrar un calabozo como la gente. No esta porquería.

    Lucius rió. –Muy ingenioso, señor Potter. Y temerario como siempre. Debo confesar que me sorprendió que se disfrazara como uno de sus enemigos. Pero supongo que no pudo resistir la tentación de colarse en nuestra soirée. –y agregó con tono intencionado– ¿O acaso fue la atracción de mi hijo lo que no pudo resistir?

    Harry lo miró sin decir nada. Desconocía cuánto sabía Lucius sobre Draco y él y no quería darle medios adicionales de ataque. Lucius prosiguió: –¿Qué se siente al darse cuenta que me hijo lo estuvo usando, Potter? ¿Que cuando gritaba su nombre estremecido de placer en realidad estaba cumpliendo una misión para el Señor Oscuro?

    –No hable de lo que no sabe. –le espetó Harry con acritud, pero con una desagradable sensación interior por la duda y la traición.

    Lucius detectó como un chacal la debilidad de su presa y afiló aun más la lengua. –Supongo que se habrá hecho todo un ideal de amor romántico. Imagínese lo mal que me sentí yo cuando me enteré de que un traidor a la sangre se estaba culeando a mi único hijo. No es precisamente una razón de orgullo para un padre. Pero había subestimado a Draco, él tenía planes cuidadosamente calculados.

    –¡No es verdad! –protestó Harry tratando de negar las palabras que se le absorbían en el cerebro como veneno. Planes, Draco siempre los tenía, y planes dentro de los planes, había dicho Zabini. Con memorias o sin ellas, Draco siempre cubría todos los ángulos posibles para obtener lo mejor según su conveniencia. Todo era un juego, como el que Lucius jugaba en ese momento, martirizándolo, clavando más hondo el estilete en la herida abierta.

    Lucius sabía que había encontrado el punto más sensible, le dirigió una sonrisa cruel y prosiguió encarnizado: –Sí que lo es, señor Potter. Cuando Draco me dijo que él mismo se encargaría de traerlo desde St. Mungo para el sacrificio, supe que era lo ideal para el triunfo de los Malfoy, lo que nos colocaría en lugar de privilegio a la diestra del Señor Oscuro.

    ¿St. Mungo? ¿Lucius no sabía que había escapado? ¿Para qué era necesario que lo trajeran? No sabía muy bien cómo interpretar todo eso y no dijo nada. Lucius tomó su silencio como una concesión.

    –Pero claro, Ud. le ahorró el trabajo de traerlo, vino por su cuenta. No sabía que Draco hubiera logrado tal dominio sobre el Niño Héroe. Pero hay algo curioso, ¿qué razón fue la que lo hizo venir? ¿Pensó que mi hijo cometería la torpeza de aliarse con Ud.?

    El primer impulso de Harry fue decirle que así era, que Draco no tenía ninguna gana de ubicarse a la derecha de Voldemort. Quería decirle a Lucius que había elegido el lado de los perdedores, quería proclamarle que ellos vencerían al Señor Oscuro de una vez y para siempre. Pero se tragó todo lo que quería decirle, no podía revelarle que tenían un plan. Y con las dudas que seguía abrigando, ni Harry mismo sabía por qué había venido. Así que dijo lo que sabía que iba a resultar más hiriente. –Quizá lo que quería era culeármelo una vez más.

    La maldición llegó sin demora y certera. Intensas ondas dolorosas que le desgarraron los músculos y le estrujaron los huesos. Sus gritos resonaron contra las frías paredes de piedra, la cabeza parecía a punto de explotarle. Cuando ya creía que no podría soportar más, cuando ya empezaba a desear la muerte que le trajera alivio, la maldición cesó. El dolor intenso desapareció pero no trajo alivio, dejó su estela de temblores y espasmos. Sentía ahogo en la garganta, lanzaba estertores estrangulados La vejiga se le vació.

    Lucius lo contempló con desprecio y envainó la varita. – Dé gracias de que el Señor Oscuro lo quiere íntegro, o hubiera pagado mucho más cara su insolencia. –hizo entrechocar los talones de las botas, dio media vuelta y salió.

    Harry quedó otra vez sumido en la oscuridad y en compañía de las ratas.

    oOo



    Podían haber pasado minutos, o días. No tenía forma de determinarlo. La agonía del Cruciatus era terrible, pero la condición en que quedaba la víctima después era un suplicio comparable. Se hacía imposible pensar coherentemente y los sueños eran atroces.

    Acercate para que pueda contemplar a El Niño Que Sobrevivió por última vez.

    Unos dedos le aferraron el cuerpo dolorido. En su ensoñación eran los mortífagos que lo llevaban próximo a los ojos rojos, al tiempo que trataban de desgarrarle los miembros. Harry gimió y se enrolló en posición fetal. Las manos lo soltaron.

    Creyó percibir un ruido de aleteo. Abrió un ojo dolorido. Una docena de azules luces tenues danzaban brillando en el aire. Semejaban luciérnagas, como las que solía perseguir cuando era chico. Una voló directo hacia él.

    –Zafiros alados. –se oyó un susurro a su lado. –Me los regaló Grandmamma cuando era chico. Lucius decía que no debía tenerle miedo, pero yo odiaba la oscuridad y no podía dormir. Grandmamma me los dio para ahuyentarla.

    La voz le era conocida y el tono apaciguador.

    –Sentate, Harry. Tenés que tomar esto.

    Nuevamente sintió las manos, pero no agresivas. Le levantaron suavemente la cabeza y le acercaron una poción a los labios. La poción sabía a Hogwarts. A acebo dulce y grosellas negras, como los filtros que madame Pomfrey administraba prácticamente para cualquier tipo de dolencia. Pero estaba mezclada con otros sabores que no pudo identificar. Podía haber sido veneno, pero la mano que lo sostenía no era una mano enemiga… o no lo parecía.

    –Es restaurativa y te va a ayudar a dormir. –ronroneó la voz– Mañana vas a necesitar tus fuerzas, Harry.

    –¿Draco? –la imagen estaba desdibujada pero los cabellos de plata brillaban a la luz azul de las luciérnagas. Debía de estar soñando, nada podía ser tan hermoso en ese lugar horrible. Sintió dedos acariciadores sobre la mejilla.

    –¿Sabías que yo nunca maté a nadie, Harry? Sé que vos creías que sí… pero no…

    Harry quiso protestar… que no era así… pero hablar era demasiado esfuerzo… mejor seguir escuchando…

    –Siempre supe que no podría. Como mortífago era pésimo. Pero resulta que voy a terminar siendo un asesino. Aunque no sea yo el que use la Maldición Mortal. Son mis encantamientos los que la conducirán por El Ojo a St. Mungo.

    Harry no entendió, ¿por qué todos hablaban de golpe sobre St. Mungo? Draco sonaba tan triste, Harry quiso acariciarlo pero sus músculos se negaban a moverse. Gimió. Sintió un pulgar que le acariciaba el labio.

    –Sé lo que estás pensando. Que debería negarme, que todas esas personas no merecen morir. Sé que vos no lo harías, preferirías morir antes que hacerlo. Pero hay cosas que son peores que la muerte. Te voy a contar un secreto, yo esperaba que vos ganaras. La última vez, quiero decir, hace cinco años. No quería que él te venciera.

    –¿Por qué? –fue lo único que alcanzó a articular, la poción ya lo empujaba al sueño.

    –¿Por qué te traicioné? Era la única forma, Harry. Lo lamento.

    No era lo que Harry había querido preguntar, pero era más importante que saber por qué había querido protegerlo cinco años antes. Los ojos se le cerraban, los pensamientos se tornaban borrosos.

    –Vos siempre hacés lío. –la voz le llegaba desde muy lejos, pero el tono no era enfadado, ni siquiera cuando agregó– Gryffindor necio.

    Harry trató de sonreír pero ya estaba muy lejos como para que lo viera. Flotaba por encima de los verdes prados de Wiltshire, persiguiendo zafiros alados.

    oOo



    Cuando volvió a despertarse estaba solo.

    Se sentó con torpeza, hizo una mueca, perduraban vestigios de la maldición. Sentía la piel tirante y delgada y una sensación de malestar general. Tenía los pantalones rígidos de orina seca. Pero algo era innegable, debería haberse sentido mucho peor, de no haber sido por la poción que le había dado Draco.

    Hubiera pensado que la visita no había sido más que un sueño, pero las luces pálidas seguían zumbándole alrededor. Con reflejos de buscador, atrapó una. Los otros zafiros comenzaron a rondarlo más cerca, como preocupados por el sino de su compañero. Abrió la mano lentamente y espió la piedra capturada. Lucía como la gema de su nombre, pero no facetada como la que se engarzaría en un anillo, sino lisa y del tamaño de un botón pequeño. Sin luz brillante parecía muy común, podría haberse confundido con un guijarro, excepto por las alitas transparentes fijadas en un lado. Harry sintió un cierto malestar, ¿y si no tenía la magia suficiente para ponerlo de nuevo a volar? Pero recordó que Draco las había recibido de regalo cuando niño, cuando todavía no controlaba bien la magia. Lanzó la piedra al aire y vio con alivio que aparecía un nuevo punto luminoso encima de él, los otros zafiros se apresuraron a rodearlo.

    Trató de incorporarse, recordó lo que Draco le había dicho: Grandmamma… ¿de cuál de las dos abuelas se trataría?

    Trató de recordar otras cosas que Draco había dicho. Seguía muy confundido. Más que palabras le venían sentimientos. Draco había sonado muy triste, lamentando algo que había hecho… no… no algo que había hecho… algo que iba a hacer… y Harry lo había arruinado… Algo importante.

    –Algo sobre el hospital. –dijo pensando en voz alta. Algo sobre que alguien no debía morir… no… toda esa gente… y algo más sobre El Ojo… y Avada Kedavra… y sus encantamientos…

    Y de golpe todo pareció encajar. Draco ya había puesto un encantamiento Vigilus en la red de defensas. ¿Por qué no una maldición? En eso había estado trabajando… la tarea que Bellatrix no quería que interrumpiera. ¿Pero St. Mungo? Ni siquiera Voldemort podía estar tan loco como para destruir el hospital.

    Pero el pabellón del sexto piso… eso sí… pocos conocían de su existencia. Podían eliminarse ochenta y ocho personas… sin mayores consecuencias…

    Harry se empezó a sentir muy mal… y no por el Cruciatus. Con tal poder, no habría nada que pudiera detener a Voldemort. ¿Y Draco? No los mataría directamente, pero morirían por lo que él había creado. …hay cosas peores que la muerte

    Le llegaron voces desde afuera.

    –Tengo órdenes de no dejar pasar a nadie.

    –Sus órdenes vienen de mi padre. Dudo mucho que se estuviera refiriendo a mí.

    Era el tono de superioridad de Draco que tanto lo había enfadado en la escuela… ahora sonaba como la mejor de las músicas.

    Nuevas protestas del guardia.

    –Haga como le parezca, pero será Ud. el que le explique al Señor Oscuro por qué el sacrificio está tan débil… débil e inútil para llevar a cabo la ceremonia.

    El argumento debió de haber sido convincente porque poco después los cerrojos se corrieron y la puerta se abrió. La luz inundó el recinto, Harry entrecerró los ojos, encandilado. Distinguió a Draco de pie a su lado, una bandeja de té flotando frente a él. El auror los miraba hostil desde la puerta.

    –Potter. –dijo Draco con el mayor de los desprecios en el tono.

    –Malfoy –replicó Harry tratando de imitarle el tono.

    –Espero que hayas dormido bien. Te hubiera puesto en un armario para que te sintieras como en casa… pero acá los armarios tienen cosas…

    –Andá a cagar.

    Draco rió. –Estás a punto de morir, Potter. ¿Y ése es el mejor insulto que se te ocurre?

    –Andate a la mierda y a la conchuda que te parió, entonces… Vos y toda tu puta familia.

    Relumbró ira en los ojos grises.

    –Te traje unas sobras que dejaron los elfos… pensé que te podrían venir bien. –la bandeja se posó sobre el suelo, contenía una taza de té y unas tostadas resecas.

    –Tanta amabilidad me deja perplejo.

    –Es lo menos que podía hacer. En vista de que me ahorraste el trabajo de tener que traerte de St. Mungo.

    Lucius no sabía… pero Draco sí… Antes de que pudiera decir algo inconveniente Draco prosiguió: –Dulce Hiperión, Potter, ¡apestás!

    Harry sonrió desafiante al ver dibujársele la repugnancia en la cara.

    Draco se volvió hacia el guardia. –Suba y pídale a mi madre ropa limpia para el prisionero.

    –Yo no soy su elfo domestico. –le espetó el guardia.

    –Vea, un elfo doméstico sería mucho mejor. Pero como no pueden aparicionar acá, le va a tocar a Ud. ¡Vaya!

    El guardia titubeó un instante, luego dio media vuelta y se marchó.

    –¡Les ibas a entregar a Seamus!

    –¿De qué estás hablando?

    –Yo debía ser el sacrificio… pero vos les ibas a entregar a Seamus.

    –Ah… Finnigan… –Draco se encogió de hombros– Yo no les dije a quién tenían que mandar, lo eligió Weasley.

    –Pero vos no les explicaste lo que planeabas hacer…

    –Potter…

    –Vos sabías que cualquiera que me reemplazara iba a morir…

    –Mejor que fuera cualquier otro y no vos, Harry.

    Draco va a hacer lo que esté bien para Draco.

    –Draco… nadie tiene que morir. Hermione y Zabini encontraron una forma… podemos detenerlo.

    Draco abrió grandes los ojos. –¿Zabini?

    –Sí… es un hechizo complicado… egipcio…

    Draco se agarró el puente de la nariz con los dedos. –¡Merlín! No me digas que es uno de esos hechizos múltiples de Zabini… ¡siempre le salen como el culo!

    Harry torció los labios, ya no se sentía tan confiado. Pero Hermione dio su visto bueno… –Va a dar resultado. –dijo con la mayor seguridad que pudo reunir– Y el Ejército de Dumbledore está preparado…

    Draco rió. –¿Te das cuenta de que esa información es la mejor manera de probarle la lealtad de mi familia al Señor Oscuro?

    Harry tragó saliva. Los estaba entregando atados. Y el rostro de Draco no dejaba traslucir nada… o casi nada… ¿algo en los ojos quizá? –No podrías… Draco… ¿te acordás de Sally? Ella fue la que me dijo que tu futuro no tenía por qué estar del lado de Voldemort… que tu futuro podía estar a mi lado… Tenía razón, Draco…

    Draco le dirigió una mirada fría. –Sally está muerta, Harry. Fue el primer sacrificio.

    Para el primer horcrux… el sufrimiento brotó en los ojos de Harry… y en los de Draco.

    –Fue en la asamblea de Walpurgis la noche que vos desapareciste. Padre formuló el encantamiento para devolvernos a todos la memoria, él ya la había recuperado. Tuve el mal tino de mencionar a Sally, que ella había conservado la memoria todo el tiempo. El Señor Oscuro la mandó a buscar…

    –Draco… todavía podés detener esto. Pensá en lo que realmente querés.

    Los ojos grises reverberaron de furia. –No seas imbécil, Potter. Ya hice mis elecciones… he hecho cosas que ni siquiera vos podrías perdonar. Y nadie –excepto vos– podría creerse el cuento del mortífago enamorado del Niño Que Sobrevivió. Esto no es un cuento de hadas… y no hay finales felices.

    El guardia había vuelto y Harry no pudo replicar. Hubiera querido decirle que difícilmente habría algo que no pudiera perdonarle… que las elecciones no tenían por qué ser definitivas… que podían volver a considerarse. Hubiera querido preguntarle qué había querido decir con eso del mortífago enamorado… Draco no le dio la oportunidad.

    –Voy a venir a buscarte a la noche. – dijo y se fue.

    El guardia le arrojó la ropa. Harry la abarajó en el aire. No pudo evitar un gemido, estirar el brazo así de golpe le había provocado un dolor intenso.

    –Así que vos habías resultado ser el Niño Héroe. Qué desilusión, no sos lo que yo hubiera esperado.

    –Vos no sos más que un lacayo de los Malfoys… ¡gran cosa!

    Se ganó un tremendo puñetazo en el estómago. –Quizá sea cierto… pero yo voy a seguir vivo mañana.

    Harry quedó tirado en el suelo, a oscuras y dolorido, y con un montón de preguntas sin respuesta rondándole la cabeza.

    oOo



    Lo peor no era la oscuridad. Ni el encierro, ni el no saber lo que estaba pasando afuera. Lo peor era no saber cuánto tiempo había pasado. –¿Por qué nunca aprendí magia sin varita? –les preguntó a los zafiros– Hacer un Tempus sin varita no debe de ser tan difícil…

    Oyó la llave en el cerrojo y se abrió la puerta. No era Draco sino dos aurores. –Ya es hora. –dijo uno de ellos.

    –¿Adónde me llevan? –preguntó, pero no obtuvo respuesta. Lo arrastraron en silencio por escaleras y corredores hasta una sólida puerta cerrada. Uno de los aurores iba a golpear pero en ese momento se oyeron gritos desde adentro.

    –¡No quiero excusas! ¡Hacé lo que sea, pero encontralo! – se oyó el pop de un elfo desaparicionando.

    Los aurores intercambiaron miradas divertidas y sonrisas. Era claro que Lucius no les caía bien, y si algo estaba mal, eso los ponía contentos. Uno de ellos golpeó.

    –¡Pasen!

    La habitación le recordó el negocio de Borgin & Burkes, pero en menor escala. Los estantes de las paredes desplegaban todo tipo de artefactos y libros antiguos. Había además una inmensa chimenea y muchos cuadros de magos en ropas pasadas de moda posando ridículamente en los escalones de la Mansión, los ancestros Malfoys, indudablemente. Había dos mastines adormilados echados frente al hogar. Y Lucius Malfoy.

    –¡Pueden retirarse! –ordenó. Harry recibió un empujón que lo mandó tambaleante hacia delante y los aurores salieron. –Este es el día que hemos esperado durante mucho tiempo. Todavía no puedo explicarme cómo logró eludir su destino durante tanto tiempo, Potter. Pero eso mismo hace que esta noche sea aun más especial, ¿no le parece? La noche en la que El Niño Que Sobrevivió murió. Me gusta como suena.

    –La noche todavía no terminó, Malfoy. –dijo Harry apretando los puños.

    –Es cierto, joven Potter, es cierto. Acérquese. Hay algo que quiero mostrarle. –le hizo una seña para que se aproximara a una vitrina– Antes de que termine la noche, Ud. habrá dado su vida por la inmortalidad del Señor Oscuro. Y mi familia alcanzará los honores que se merece por haber contribuido a hacerlo realidad.

    Harry contempló la espada dorada que reposaba sobre un lienzo de terciopelo oscuro. La reconoció incluso antes de ver los rubíes del mango. –La espada de Gryffindor. –murmuró.

    –Nos tomó años y fuertes inversiones lograr obtenerla. –alardeó Lucius– Pero vale cada galeón gastado, los deseos del Señor Oscuro son lo más importante. Y es esplendorosamente adecuada. Una de las pocas cosas que puede destruir un horcrux… se transformará en uno.

    –No va a resultar. –dijo Harry confiado– La magia de la espada es demasiado poderosa, resistirá.

    –Podría ser verdad… con un sacrificio ordinario, Potter. En realidad con cualquier otro el hechizo rebotaría y le causaría gran daño al Señor Oscuro, como ocurrió en alguna otra oportunidad. Pero está subestimando su propia importancia, Potter. Muchos y estrechos vínculos los unen, a él y a Ud.. A través de Ud, a través de los vínculos de sangre y lealtad que lo unen con Godric Gryffindor, el Señor Oscuro vivirá por siempre.

    Las cosas empezaban a aclararse. Si el sacrificado hubiera sido Seamus…

    Mejor que fuera cualquier otro y no vos, Harry.

    El plan de Draco… con cualquier otro el hechizo rebotaría y le causaría gran daño al Señor Oscuro…, por eso Draco lo quería lo más lejos posible de allí, por eso estaba tan enojado…

    –No tiene buen aspecto, Potter. Quizá sería mejor que se sentara. –Lucius hizo ondear la varita, se materializó un gran sillón, Harry fue empujado a sentarse, la espalda pegada contra el respaldo, su brazos fijos sobre los del sillón.

    –Así está mejor. –Lucius hizo flotar hasta él una copa llena de poción– Bébasela, le calmará los nervios.

    Era una poción rojo oscuro, de color más intenso que el de la sangre y el doble de viscosa. Tenía aspecto de melaza hirviendo lentamente. Harry trató de resistirse pero la magia de Lucius lo obligó a tragársela.

    Lo invadió una sensación de deleite extático y de paz. Era como estar sumergido en tibieza y felicidad. Podía dejarse impregnar por ese placer arrollador. Podía olvidarse de todo lo que estaba mal. Olvidarse de que estaba atrapado en el escritorio de Lucius, olvidarse de que no podía moverse de su asiento, de que a partir de esa noche Voldemort se volvería invencible. Olvidarse de que era Harry Potter y que se suponía que debería hacer algo para impedirlo.

    –Mi hijo debería estar aquí. Fue él el que preparó la poción… especialmente para Ud.

    Harry se preguntó dónde estaría Draco. Pensó que le gustaría verlo. Draco era tan lindo… cuando no estaba enojado. Pero cuando se enfadaba no tanto… la frente se le arrugaba, el ceño se le fruncía… Harry sonrió.

    –Perfecto, está actuando bien. Está sintiendo los efectos de Papaver moriferum. Al principio actúa como el opio de los muggles. Es mucho más potente que un filtro calmante… y no nos hubiéramos atrevido a usar Imperius… no con sus antecedentes.

    Harry quería esforzarse para pensar en lo que iba a pasar esa noche, pero no podía… se sentía tan bien, tan cómodo…

    –Pero lo que más me gusta son los efectos colaterales. La desesperación que lo va a invadir en breve. ¿Le parece que probemos?

    Un baúl se le aproximó. Harry sonrió, era precioso, de madera primorosamente lustrada. Se preguntó qué podría contener, algo muy bonito sin dudas. Intrigado, trató de inclinarse hacia delante, lo más que le permitieron las restricciones mágicas, la tapa comenzó a abrirse.

    El frío le invadió los huesos como borrascas, borró toda traza de calidez. Harry conocía la sensación, era igual a la que anunciaba la proximidad de los Dementors y la pérdida de toda esperanza. Presa del miedo empezó a forcejear con las ataduras. Sospechaba que no había un Dementor dentro del baúl, sospechaba que se trataba de algo incluso peor. Apretó los ojos e hizo la cara a un lado. Todas sus peores pesadillas venían juntas a atacarlo.

    ¡Occludere!

    La tapa se cerró de golpe obedeciendo la ríspida orden. Harry entreabrió los ojos. Draco estaba a su lado. Furia en el rostro. Pero no estaba mirando a Harry sino a su padre. –¿Qué estás haciendo! No va a poder tolerar la poción y una Cámara Quimera juntas.

    –Finalmente te dignaste a venir. Hace horas que Lubby te está buscando.

    –Estaba terminando el encantamiento. No pensé que te fueras a dedicar a martirizar al sacrificio poniendo en riesgo la ceremonia.

    Harry los escuchó trenzarse en una agitada discusión. Estaba aterrado, pero no por los gritos, sino por lo que sabía que le iba a pasar esa noche. Esa noche iba a morir, como lo había sabido durante tantos años. Dumbledore lo había sabido, Snape lo había sabido. ¿Quién era él para oponerse a su sino? Durante cinco años no había sido el Niño Héroe, sin el fragmento de Voldemort dentro de sí no había sido un mago poderoso. Sólo había sido Harry Potter, el más ordinario de los hombres. Ya iba siendo hora de que enfrentara su destino.

    Las voces callaron. Draco lo estaba mirando. Las mandíbulas apretadas, la mirada dura como el diamante. –Es casi medianoche. Hora de ponernos en marcha. –dijo con determinación.

    oOo



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