Arquitectos de la Memoria [HarryxDraco/NC-17] Capítulo 18: Memento vivere

Autora: Lilith/Traductor: Haroldo Alfaro

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  1. Kari Tatsumi
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    Capítulo 17
    Quam terribilis est haec hora



    Wiltshire había sido siempre un lugar de magia. Todo joven mago aprendía de los encantamientos de Averbury antes de atreverse a volar con una escoba sobre las cautivadoras piedras y toda joven bruja se emocionaba cuando escuchaba el relato de la gesta trágica del mago rey y los caballos blancos. Incluso los muggles eran conscientes del poder que asentaba en las construcciones megalíticas.

    Esa noche toda la magia había sido eclipsada por la Marca Oscura suspendida en el cielo. Harry podía percibir la Magia Oscura convergiendo bajo la malevolente luminosidad verde. Pulsaba sobre las llanuras de Salisbury, se deslizaba por las venas de las vegas, bullía en la fastuosa propiedad de los Malfoy. Todavía se sentía mareado, Lucius lo había aparicionado adosado; yacía de espaldas paralizado por la poción pero podía sentir ese latir como los movimientos de su propio corazón. La imagen arriba ondulaba y derivaba, perturbada por el viento, pero en ningún momento perdía su horrenda forma. Nunca dejaba de fluorescer maligna recordándole que no había escapatoria. Su cadavérica sonrisa era hipnótica, era tan difícil apartar los ojos de ella.

    Finalmente pudo mover la mirada hacia uno de los lados, hacia el prado. El círculo de árboles alrededor del claro era estrecho y casi perfecto en su forma. En el centro se alzaba un altar de mármol, construido indudablemente con un nefario propósito. Las piedras se alzaban circundantes, tan altas como la cintura de un hombre y el doble de anchas. En la parte inferior tenían grabadas caras de demonios que gritaban en agonía. Harry sospechaba que sus propios gritos se les unirían en breve.

    ¡Cortala!, se ordenó a sí mismo ante su abatimiento creciente. Son los efectos de la poción, nada más, se dijo. Sus amigos debían de estar en las proximidades, Draco seguramente tenía más planes en la manga y si podía encontrar las fuerzas, todavía era posible que pudiera escapar. Pero esos pensamientos eran muy difíciles de sostener, trató entonces de imaginar los zafiros voladores, revoloteando e interponiéndose entre él y la Marca Oscura. Pero la mente se negaba a darle al menos ese mínimo recuerdo de esperanza, y sentía todo el cuerpo desfallecer, no iba a poder moverse ni siquiera arrastrándose.

    Algo serpeó a su lado.

    –El Amo había dicho que ibas a estar acá.

    ¡Kalfu! Aunque ya había sospechado que la serpiente iba a estar presente esa noche, el verlo así de repente lo hizo estremecer. Y Kalfu sin lugar a dudas preanunciaba el arribo inminente de Voldemort. –¿Ya está acá?

    –Llegará pronto. Se está preparando. Kalfu se le aproximó más, estaba ahora a pocos centímetros de su cara. Los negros ojos perlados lo escrutaban. –Estás acá con un propósito.

    –Así es. Para que ese enfermo hijo de puta pueda crear otro horcrux. –un horcrux que sería indestructible, lo invadía la desesperación. Si tan sólo no hubiera venido… si hubiera pensado en otra forma para rescatar a Seamus… si hubiera muerto la primera vez cuando la gente todavía recordaba el mal contra el que tenían que luchar.

    Kalfu interrumpió el desaliento de esos pensamientos. –¿No querés servir al Amo? –preguntó sin ocultar su confusión– ¡Pero si es el mago más poderoso!… y vos… sos deplorable y débil.

    Ponía en palabras la dolorosa verdad. Era deplorable y débil, un mago común, sin ninguna posibilidad de vencer al mago más oscuro de Gran Bretaña. Drogado y sin varita ni siquiera podría hacerle frente a esa pequeña serpiente. –Quizá tengas razón. Pero aun así nadie quiere morir.

    –Yo no puedo morir. –alardeó la serpiente– No hay mago ni bruja en el mundo que me pueda matar. El Amo se aseguró de que así fuera.

    Harry gimió. Dos horcruxes invencibles, el mundo nunca podría librarse de Voldemort. –¿Cómo…? –empezó a preguntar, pero en ese instante el aire cambió, se tornó más pesado, se cargó de espanto.

    –Aquí llega. –siseó Kalfu y serpeó entre las hojas muertas.

    El hombre entró en el claro. Los mortífagos corrieron a rodearlo, como la bandada alrededor de la anciana de las palomas de Plaza Trafalgar. Alzándose en medio de ellos, el rostro que había poblado siempre sus pesadillas. La frente lisa y deprimida, las ranuras en el lugar de la nariz, los ojos rojos que lo hacían menos que humano, y mucho más que un mago. La vista del enemigo hizo desvanecer los últimos vestigios de esperanza. Voldemort estaba vivo y en su esplendor, radiando más poder que nunca.

    –Esta noche es una noche especial. –le llegó la voz de registro agudo– Esta noche someteré al miedo y dominaré a la muerte. A medianoche cuando la noche más larga se transforma en el día más corto, me volveré invencible. Y ustedes, mis leales seguidores serán más poderosos de lo que nunca se atrevieran a soñar.

    Hubo murmullos de satisfacción, pero se acallaron cuando Voldemort levantó un dedo torcido. –Ustedes son lo más selecto de mis adeptos. Las lealtades no serán olvidadas… ni las traiciones perdonadas. Sobre lo que ocurre esta noche, no deberá hablarse, ni siquiera entre ustedes. Y el encantamiento no deberá repetirse, so pena de muerte. Les demandaré a todos un voto inquebrantable.

    Hubo murmullos. Alguien se adelantó de inmediato. –Será un placer para mí tomar el Voto, mi Señor.

    Debía de ser Bellatrix sin dudas, nadie más podría mostrase tan inclinada a someterse con un Voto a Voldemort.

    –Bellatrix Lestrange, ¿estáis dispuesta a participar en esta ceremonia y prometéis hacer todo aquello que fuera necesario y se os demandase?

    –Sí, mi Señor, totalmente dispuesta. –la voz sonó clara y como si le estuviera ofreciendo promesa de matrimonio.

    –¿Y habréis de guardar silencio sobre los eventos de esta noche y no comunicaréis a nadie la magia de los horcruxes?

    –Lo juro, mi Señor.

    Lucius fue el siguiente, seguido por Narcissa y luego Draco. La voz de Draco no titubeó aunque carecía de la pasión del tono de Bellatrix. A continuación se les tomó voto a los hermanos Lestrange, a los Carrows y a Nebediah Nott y a su hijo Theodore. Todos los juramentados tenían por lo menos un pariente directo en el grupo, ¿una táctica de Voldemort para poder manipularlos mejor? Con los Malfoys la había aplicado.

    –Y ahora procederemos al sacrificio. –Voldemort apuntó la varita hacia Harry. El aire a su alrededor pareció henchirse y se sintió transportado hasta el altar central. La Marca Oscura estaba justo sobre él, a Harry le dio la impresión de que estaba más cercana y que brillaba con mayor intensidad que antes. Desvió la vista a un costado y comprobó con un sobresalto que la espada de Gryffindor reposaba junto a él. El mango dorado a apenas centímetros de su cara. Tan cercana que habría podido asirla en un segundo si acaso hubiera podido mover los brazos, pero estaba paralizado. Los mortífagos fueron rodeándolo como en sus sueños. Y Voldemort se alzaba junto a la piedra.

    –Harry Potter, ¡qué gran placer es verte una vez más! Supongo que me habrás extrañado tanto como yo a vos.

    –Para nada. –graznó Harry, carraspeó y agregó más claramente– Fue una buena época cuando todos te habían olvidado.

    –Pero también se habían olvidado de vos. ¿Qué se siente al ser un don nadie, Harry? Presumo que para vos debe de haber sido un muy mal trago.

    –Por el contrario, me gustaba. –y no se trataba de una mentira– Me gustaba quien era.

    –¿Y quién eras? –dijo Voldemort con sorna– Un mero pinche en un negocio de mascotas… tenías una vida insignificante, ¡el Gran Niño Héroe viviendo entre muggles! –los mortífagos contribuyeron con risas burlonas– Y luego te atreviste a tomar a un sangrepura como amante, ¿realmente pensaste que su lealtad hacia vos prevalecería sobre su lealtad hacia mí? ¡Cuán necio! –el tono se había vuelto más oscuro, las risas se acallaron– ¡Draco, aproximate!

    Draco se adelantó, inconfundibles hebras de plata asomaban a la altura de los hombros. Harry sintió que Kalfu se deslizaba por su pierna. –¿Ése es tu pareja? –siseó la serpiente.

    –Shh… –la hizo callar Harry, quería, y al mismo tiempo no quería, escuchar las palabras que vendrían a continuación.

    –¿Es a vos a quien debo agradecerle por haber traído a Harry Potter ante mí?

    –Sí, mi Señor.

    –¿Era tu amante? ¿Te gustaba tanto este hombre al punto de no tener en cuenta los deseos de tu padre de que engendraras un heredero sangre pura?

    –Así es, mi Señor. Era mi amante y llegó a gustarme hasta tal punto.

    –¿Y aun así me lo entregás de buen grado?

    –Sí, mi Señor.

    –Me temo que será necesario que te demande una prueba.

    –Cualquier cosa que mi Señor considere precisa.

    –Que lo tortures con Crucio es mi deseo.

    –¿Con… Crucio? –la vacilación fue evidente.

    –Me extraña el titubeo, Draco. Ya has demostrado con anterioridad que tenés perfecto dominio del uso de la maldición. ¿Cuál es el problema de que la utilices ahora?

    –La poción… es muy potente. Es muy posible que la víctima no pueda sobrevivir la tortura.

    ¡Hacelo!, quería gritarle Harry, ¡Matame y que no pueda crear el horcrux!, pero los sonidos se negaron a abandonar la garganta.

    –¡Ah qué pena! Quizás deberíamos elegir un blanco diferente. ¿Narcissa?

    –Si, mi Señor. –respondió una de las figuras.

    –¿Lo ayudarías a tu hijo a probar que para él no hay nada más importante que su lealtad hacia mí?

    –Por supuesto, mi Señor. –dijo ella con decisión– Mi Señor sabe que mi familia está y ha estado siempre a Su servicio. Estoy segura que eso fue lo que guió a Draco cuando trajo a Harry Potter ante mi Señor.

    –Es verdad. Los Malfoys han hecho mucho para volver a ganar un lugar privilegiado en mi estima. Pero… hubo tanta decepción anteriormente. De alguna forma percibo que las razones de la vacilación del muchacho no son las que aduce. ¿Se trata realmente de la poción? ¿O acaso se trata de que su corazón sigue contaminado por sentimientos hacia su amante de media sangre?

    –Es por la poción. –reafirmó Draco– Lo juro. Hay un antídoto… lo tengo preparado, podría ir a buscarlo si mi Señor…

    –¡Silencio! –vociferó Voldemort provocándoles estremecimientos a todos los presentes– No tenemos tiempo para tonterías. Draco, vas a usar Cruciatus sobre tu madre. ¡Ya!

    En ese momento se empezaron a oír gritos que venían del bosque. Y el aire se llenó de chorros luminosos, los hechizos venían de todas direcciones. Los mortífagos habían sido tomados por sorpresa, corrieron a buscar refugio y demoraron en contraatacar. Harry vio a Narcissa esquivar por poco un haz rojo que venía hacia ella y la vio responder con un Tarantallegra hacia el bosque, un hechizo casi inocuo, pero otros de los mortífagos estaban lanzando Imperdonables.

    Harry había sido olvidado por el momento, todos estaban muy ocupados atacando y defendiéndose, fue el único que vio a Kreacher aproximarse al altar. –Hemos venido por el amo. –dijo el elfo a modo de saludo y agarró la espada de Gryffindor. –El Señor Oscuro no vencerá nunca a mi amo. –Kalfu se alzó amenazador y se lanzó a atacarlo, pero Kreacher pudo retirar el hombro justo a tiempo y los colmillos no lo alcanzaron. El rostro del elfo adquirió una expresión acerada, como la hoja de la espada que blandía, y con un certero movimiento decapitó a la serpiente.

    Harry lanzó una exclamación contenida. Ningún mago o bruja podía matarla, pero al parecer los elfos no habían sido tenidos en cuenta. Todavía en shock por la inesperada victoria oyó una voz frenética encima de él. –¡Harry! –levantó los ojos, era Draco, se había sacado la máscara– ¡Agarrá la varita! –asomaba del bolsillo de Draco a milímetros de su mano. Hesitó un instante, ¿debía confiar o se trataba de otra traición?

    –¡Ya! –lo urgió Draco. Tenés que confiar en él. Y con gran esfuerzo estiró los dedos y asió la varita.

    Y sintió el inconfundible tirón del traslador que se lo llevó de allí.

    oOo



    Aterrizó no muy lejos. Todavía alcanzaba a distinguir los gritos de la batalla. Estaba en una pequeña arboleda, rodeado por sus amigos: Hermione y Ron, Luna y Neville… e incluso Zabini. Debía de ser un sueño… o quizá estaba muerto. Hermione le levantó suavemente la cabeza y le acercó una poción a los labios. –Tomatela, Harry. Es el antídoto. –obedeció, el hielo que lo paralizaba se derritió de inmediato, tembló, Luna le puso una manta blanca sobre los hombros.

    –Vas a tener frío y te vas a sentir desorientado. Es la acción del extracto de lirio. Pero te necesitamos acá, Harry.

    Las imágenes eran borrosas y se sentía mareado. Y tenía grandes deseos de acurrucarse y dormir durante un mes. –Hermione… estás acá… y Ron…

    Ron le sonrió ampliamente. –Draco bajó las defensas. Tenías razón sobre él, cumpa.

    –Sólo tenemos unos segundos. –urgió Hermione– ¿Creés que vas a poder pronunciar el encantamiento, Harry? La abuela se lo aprendió por las dudas, pero a ella y a Xeno los necesitamos para los escudos.

    Harry revisó su memoria, tardó unos segundos en recordar la fórmula. Cuando se sintió seguro hizo un breve gesto de asentimiento.

    –Tenés que ponerte de pie, –lo instó Ron– tenés que alcanzar a ver Malfoy… a Draco cuando se pare sobre el altar.

    –¿A Draco? Pero no…

    –Sí, tuvimos que cambiar algunos detalles –admitió Blaise con tono algo culpable– fue idea de Draco. Los hechizos como éste dan mejor resultado si se elige un punto focal. Las palabras son las mismas pero tenés que dirigirlo a Draco en lugar de a Ya Sabés Quién.

    Draco había mencionado que Zabini siempre metía la pata con hechizos de ese tipo, debía de haber descubierto la debilidad y se la había hecho notar. Pero no era nada propio de Draco el ponerse en la línea de fuego. –No, no, no… –protestó Harry, Draco se estaba poniendo en peligro, no lo podía permitir– ¡yo debería estar en su lugar!

    –No en tu presente condición, Harry. –el tono de Hermione no dejaba lugar a réplica– Él se ofreció como voluntario, sabe perfectamente lo que está haciendo.

    Claro que Draco sabía lo que estaba haciendo, siempre sabía. Pero exponerse de esa forma era inconcebible para un Slytherin, Harry se sentía muy inquieto por el riesgo que corría.

    –No podemos demorarnos más, –el tono de Zabini había sido perentorio– ¿estás listo, Harry?

    Harry trató de afirmarse sobre las piernas y de controlar la sensación de mareo. Levantó la vista hacia el claro, todavía no alcanzaba a divisar a Draco. –Listo. –respondió.

    Neville lanzó unas chispas doradas hacia arriba, Draco ascendió de inmediato al altar y se hizo visible. No llevaba máscara, adoptó la tradicional postura de duelo con la varita al frente y en alto.

    –Ahora. –ordenó Neville.

    Dido, dididi, dictum… –todos empezaron al unísono, luego las fórmulas se diversificaban, Visum, auditus, gustus, odoratus, tactus, mens mentis, cada uno parte de la consciencia, se separarían y dividirían, fraccionándose de manera múltiple e ininterrumpida hasta el infinito. Un zarcillo verde partió de la varita de Harry interceptó en el aire el de color azul cobalto de Ron y los dos se enlazaron con las volutas doradas de Luna. Los haces se mezclaron y danzaron juntos e incorporaron el púrpura de Neville y el anaranjado de Blaise, y el azul plateado de Hermione ya entramado con ellos. Cada uno correspondiente a un aspecto de El Ojo de Horus. Pero Harry apenas si recordaba las intrincadas explicaciones teóricas de Blaise y Hermione. Observaba extasiado la belleza de ese cordón luminoso que cruzaba la noche, hendiendo la oscuridad con sus brillantes matices. Era un espectáculo sobrecogedor.

    Y finalmente alcanzó el blanco.

    Cuando alcanzaron a Draco lo hicieron doblarse hacia delante como si fuera a caer, pero logró mantener el equilibrio. Pareció fluorescer inundado de magia. Y fue entonces que de su varita brotó un torrente de color, como un arco iris liberado de golpe. Incluso más potente y vibrante que el que lo había alcanzado.

    El grito de Voldemort se elevó indignado, partió el cielo y ahogó todos los ruidos de las batalla. Y mutó en odio y atacó a su atacante. Haces verdes partieron en dirección a Draco ante los ojos horrorizados de Harry, la Maldición Mortal a punto de abatirlo. Pero fueron desviados por los Protego raudos de Xeno y Editha, quizá sólo había sido suerte pero Harry igual expulsó el aire aliviado.

    El cuerpo de Draco sufrió entonces un espasmo, Harry volvió a entrar en pánico, ¿una de las maldiciones le había acertado? Pero el chorro de la varita de Draco no se interrumpió, Zabini les había advertido que iba a haber rebote cuando los sentidos se fragmentaran. Repartido entre ellos seis no iba a ser demasiado significativo, pero Draco estaba recibiéndolo con toda la potencia. No, no podía ser… no era Draco el que debería sufrirlo… tendría que haber sido él…

    –¡Otra vez! –comandó Neville.

    Y se alzaron nuevamente las voces para otra andanada de hechizos. Draco sufrió otra sacudida y ganó mayor luminosidad. –¡Otra vez! –el fluir se hizo continuo entre ellos y Draco y entre Draco y el Señor Oscuro. Era espantoso, a través de la conexión Harry sentía todo lo que Voldemort sentía, la angustia violenta del alma que se desgarraba, la ira del alma clavando sus garras en la urdimbre de la vida queriendo retenerla, la primigenia protesta contra la muerte y la condenación. Era Voldemort a punto de perecer, tratando de resistirse a la fatalidad.

    Y Harry experimentaba apenas un sexto, en cambio Draco…

    –¡De nuevo!

    –¡De nuevo!

    –¡De nuevo!

    Y cada ciclo era dolorosísimo. Para Harry y para los otros cinco. ¡Cómo debía de ser para Draco! Se sacudía como una marioneta refulgente.

    –¿Cuánto más? –preguntó Ron. Zabini había anticipado que Voldemort quedaría muy débil enseguida, y sin embargo seguía lanzando maldiciones. ¿Cuánto más podría resistir Draco? ¿Y si las protecciones de Xeno y de la abuela flaqueaban?

    –¡Otra vez! –fue la única respuesta de Neville. Harry disparó nuevamente y cerró los ojos apretándolos. Se oyó un aullido ensordecedor de Voldemort.

    Harry abrió los ojos y Draco ya no estaba.

    Ron le gritó que esperara pero en ese momento a Harry nada hubiera podido detenerlo. Desaparicionó de vuelta al altar. Draco yacía inmóvil, mortalmente pálido, como una flor silvestre marchita. Voldemort, por su parte había quedado como un gran cuervo que hubiera sido prensado contra una tela metálica mosquitera. Mortífagos y miembros de la Orden se acercaban rodeando el cuerpo que yacía boca arriba con los miembros estirados y contorsionándose.

    –¿Mi hijo está bien? –Harry alzó los ojos hacia Narcissa Malfoy– ¿Está bien?

    Harry deseaba poder contestar. Pero Draco estaba helado y no podía sentirle pulso. –¡Draco! –siseó Harry– ¡Que ni se te ocurra morírteme!

    Narcissa lanzó un gemido y agarró la espada de Gryffindor rápida como una exhalación y antes de que nadie pudiera detenerla la clavó en el pecho de Voldemort. El cuerpo se sacudió y lanzó un resoplido agónico y el mago oscuro más poderoso de Gran Bretaña expiró.

    En ese momento Harry sintió un mínimo aleteo en las yemas de los dedos. Dio un salto de alegría. –¡St. Mungo! –les informó escuetamente a Ron y Hermione. Levantó a Draco en brazos y desaparicionó.

    oOo



    La sala de espera del cuarto piso de St. Mungo era chica y las sillas muy incómodas. Harry llevaba horas esperando allí, haciendo girar la varita en la mano y con los ojos fijos en el suelo.

    Se abrió la puerta. Ron y Hermione se le acercaron. Ella le tomó la mano. –¿Cómo está?

    –Los sanadores no quieren decirme. –replicó Harry con tono amargo. Luego tratando de contenerse agregó más razonable: –Dicen que todavía hay que esperar, que no me pueden decir nada seguro.

    Hermione asintió. –Estoy segura de que están haciendo todo lo posible. Sé que se va a poner bien. –Harry asintió también, ojalá él pudiera estar tan seguro.

    –Esta noche se reivindicó por completo. –dijo Ron, le debe haber costado muchísimo admitirlo, pensó Harry– Admito que cuando apareció quería matarlo. Pero nos dijo que vos le habías contado del ED y vos no le hubieras contado si no hubieras estado seguro de que estaba de nuestro lado.

    Slytherin solapado, pensó Harry sonriendo mentalmente, por eso Lucius no podía encontrarlo.

    –Y anuló todas las defensas para que pudiéramos entrar. –concluyó Ron.

    –Desactivó todo el sistema. –dijo Hermione– Neutralizó El Ojo completamente.

    –Lo dejó inútil, como una media vieja llena de agujeros. –dijo Ron– Además nos dijo cómo estaba protegida la serpiente y que Kreacher tenía que ser el que la matara. Nunca pensé que llegaría a decir algo así pero si Malfoy sale de ésta hay que darle la Orden de Merlín.

    Cuando salga de ésta. –corrigió Hermione.

    –Sí, eso es lo que quise decir. Estoy seguro de que se va a poner bien, Harry.

    Pero nada de eso servía para tranquilizar a Harry. Hermione seguía sosteniéndole la mano. –¿Cómo nos fue?

    –Perdimos dos. Elsinore Shouldice y Michael Corner. George sufrió una quemadura seria pero se va a poner bien. Algunos cuantos más heridos pero no son de gravedad. –Harry no conocía a la primera, era una de las reclutas nuevas; sintió gran pesar por el Ravenclaw y por su viuda.

    –¿Y los mortífagos?

    –Cuatro detenidos. –informó Ron– Lucius Malfoy está muerto. Y los Carrows, y Bellatrix. ¿Podés creer que fue mamá la que la mató con la Maldición Mortal?

    Harry podía creerlo, la pérdida de Fred…

    –¿Y Narcissa? ¿Está bien?

    –En custodia en el cuartel de aurores. –dijo Ron– Y las celdas están llenas de aurores de la Guardia.

    –¿Cómo! –preguntó Harry sorprendido. –¿Arrestados?

    –Y pronto los mandarán a Azkaban. Cierto que vos no lo sabés… Parte del ED fue a tomar por sorpresa el cuartel de aurores. Fue idea de Draco la de armar dos grupos.

    –¿Pero por qué?

    –Neville lo venía sospechando. Los maleantes que cometían los crímenes con los squibs eran aurores de la Guardia. Malfoy lo confirmó. Por eso nunca capturaron a ninguno. Les tomarán declaración con Veritaserum y los condenarán.

    Harry asintió distraído. Debería haberlo puesto contento que empezara a hacerse justicia y que se terminara con todos los crímenes. Pero en el estado en que se encontraba Draco… nada parecía suficiente…

    –Se va a poner bien. –dijo Hermione como si le hubiera leído la mente.

    Harry volvió a asentir.

    oOo



    Sus amigos se quedaron esperando con él. Ron se durmió poco después. Hermione cabeceaba pero hacía todos los esfuerzos para mantenerse despierta. Harry estaba tan exhausto como ellos pero no podía dormir. Cada vez que cerraba los ojos se le aparecía la imagen de la flor silvestre marchita, reseca por el sol.

    Una hora después apareció un sanador. –¿Ustedes son los que están esperando novedades sobre el señor Malfoy?

    –Sí, –dijo Harry poniéndose de pie– ¿Está bien?

    –Soy el sanador Grublock. Con otros sanadores hemos estado tratando de estabilizarle la magia. Se ha vuelto sumamente errática y está interfiriendo con sus funciones vitales, nunca ante había visto un caso semejante. Está mejor que cuando llegó, y lo tenemos bajo control estricto, pero habrá que esperar para ver cómo evoluciona.

    –¿Puedo verlo?

    –Todavía no. Otra presencia mágica podría desequilibrarlo. Le informaré de inmediato cuando sea prudente.

    El sanador se retiró y Harry sepultó la cara en las manos, frustrado, angustiado y con miedo.

    Hermione le apretó suavemente el hombro. –Tratá de descansar, Harry. La noche puede resultar muy larga.

    –No puedo. No hasta que no lo haya visto.

    Ella usó un encantamiento para calentar las tazas de té medio vacías. –Bueno, tomá un poco de té al menos.

    Harry tomó un sorbo. –No entiendo por qué hizo algo así.

    –¿Hacer qué, Harry?

    –Ponerse en peligro de esa forma. Eso no es propio de Draco.

    Hermione frunció la frente. –Cambió mucho desde la escuela. Quizá quería ser un héroe.

    Harry negó vehemente con la cabeza. –Ésa no es su forma de pensar –no era algo que un Slytherin haría, para ellos el único héroe era el que quedaba en pie al final; Draco nunca consideraría gloría a la muerte.

    –Estoy segura de que él mismo te lo podrá explicar y pronto.

    Una hora después la puerta volvió a abrirse, era la sanadora Bullstrode. –¿Millicent?

    –Hola, Harry. Me imaginé que estarías acá.

    Harry ignoraba si ella estaba al tanto de la treta o si todavía creía que él era un paciente. Hizo ese pensamiento a un lado. –¿Viste a Draco? ¿Cómo está?

    Millicent puso cara seria. –Es difícil de decir. Todavía no recuperó la consciencia. Pero parece estar respondiendo a los encantamientos de vértigo.

    –¿Los que se usan en los chicos? –preguntó Hermione.

    Millicent la miró como si recién advirtiera su presencia. –Normalmente sí. Sirven para cuando la magia se desequilibra y eso ocurre generalmente en los niños, absorben demasiada como esponjas. Pero yo nunca había visto un caso tan grave como el de Draco cuando lo trajeron. ¿Me podrías contar algo más sobre el hechizo que usaron? –Harry titubeó, no sabía qué más podía agregar, Millicent malinterpretó su vacilación– Sé que no nos llevamos del todo bien. Y que desconfías de mí. Pero Draco es mi amigo. Quiero hacer todo lo que sea posible para curarlo.

    –Les dije a los otros sanadores todo lo que sabía. Pero Hermione se conoce el hechizo al dedillo. Ella te puede explicar mejor que yo.

    Harry se fue a sentar junto a Ron mientras Hermione le explicaba todos los aspectos del hechizo con precisión clínica. Millicent estaba particularmente interesada en el efecto de rebote.

    –Draco es mucho más valiente de lo que yo creía. –Ron se había despertado.

    –Todavía no sé por qué lo hizo. –dijo Harry.

    –Quizá se decidió a estar del lado de los buenos por una vez.

    Harry sacudió la cabeza, no del lado de los buenos, del lado de los ganadores. Debía de haber estado convencido de que ganarían… aunque sólo si él ayudaba. Y el autosacrificio era algo que no podía conciliar con el Slytherin.

    –Es muy interesante todo lo que me contaste. –le dijo Millicent a Hermione– Quiero discutirlo con el sanador Grublock, ver si nos surgen nuevas ideas. –se volvió hacia Harry– Volveré tan pronto como tenga novedades.

    Harry la retuvo del brazo. –Por favor, dejame verlo.

    Millicent vaciló. –No creo que sea una buena idea. Todavía está inconsciente. Y vos estás muy nervioso y podrías desequilibrarlo más. Puede ser peligroso.

    –Te prometo que me voy a controlar. Por favor… –suplicó– Necesito verlo.

    Millicent apretó los labios y asintió. –Bueno… acompañame.

    La siguió hasta una habitación privada. El cuarto estaba en penumbras. Draco se veía más pálido que nunca. Alguien lo había peinado con cuidado para ocultar la zona de la que le habían arrancado los pelos. El rostro reflejaba paz pero los rasgos eran marcadamente angulosos y los brazos a ambos lados lucían extremadamente delgados, como ramitas. Parecía mucho más viejo.

    Millicent le acercó una silla para que se sentara.

    –¿Puedo tocarlo?

    –No creo que eso cause ningún inconveniente.

    Harry estiró una mano. –Le curaste los brazos. –dijo con tono agradecido.

    –Los brazos, el pecho, la espalda… –dijo ella con dureza en el tono– Presumo que esas lastimaduras no habían sido consecuencia del hechizo.

    –No –dijo Harry– Fueron torturas.

    –¿De Ya Sabés Quién?

    –¿Te acordás? –preguntó Harry sorprendido.

    Millicent se sentó a su lado y trató de poner sus ideas en palabras. –No sé si llamarlos recuerdos. Son imágenes que me aparecieron de repente en la cabeza y que no sé de dónde vinieron. Empezó hace varias horas, es algo terriblemente desconcertante. No sé si es verdad o si es por lo que los pacientes…

    –Hermione dice que es como haber leído dos libros de historia, con versiones distintas. Te puedo asegurar que es verdad.

    –Supongo que te debo una disculpa, entonces. Le debo una disculpa a mucha gente.

    –Fue un hechizo, vos no tenías la culpa. Además… vos le dijiste a Draco dónde estaba yo.

    –No exactamente. No me dejó que se lo dijera, –yo hubiera podido perder el trabajo– pero el ya sabía. Y hasta me consiguió una coartada para la noche del cambio y de la huida.

    –Siempre tiene todo controlado.

    Se quedaron un rato observándolo en silencio.

    –Parece que durmiera.

    –Es más profundo que el sueño. No responde a las pociones comunes para devolverle la consciencia. Creemos que su sistema se sobrecargó por haber interceptado tanta magia. Draco debe de haber sabido lo peligroso que era. No entiendo cómo fue que se puso en tal posición riesgosa.

    Harry tragó saliva, era la misma pregunta que se había estado haciendo. –¿Por qué te parece que lo hizo? –quizá como Slytherin ella podía tener alguna idea.

    –No lo sé realmente. –quedaron de nuevo en silencio, Harry apretó los dientes, la pregunta lo atormentaba, ¿qué lo había hecho cambiar de actitud?

    –Vos me habías contado de las cosas que te hacíamos en la escuela. Vos y Draco eran enemigos. Quizá creyó que vos lo seguirías odiando cuando todo hubiera terminado… quizá no quería sobrevivir.

    No seas imbécil, Potter. Ya hice mis elecciones… he hecho cosas que ni siquiera vos podrías perdonar.

    En la mente de Harry se entretejieron las palabras de la sanadora con las que había pronunciado Draco. Sintió una gran opresión. Las paredes parecían venírsele encima, experimentó una intensa sensación de ahogo.

    –¿Podrías dejarnos solos?

    –No debería. Ya es una irregularidad que te haya hecho pasar.

    Harry sintió que le subía el enojo. Tenía que estar con Draco a solas, nadie se lo iba a impedir. –Tenés que dejarnos solos. –no era una solicitud. No había usado Imperius, pero el efecto fue el mismo. Millicent se puso de pie frunciendo el ceño y salió. Harry puso un encantamiento para bloquear la puerta.

    –Así que es eso. –dijo irritado mirando la cara de Draco– Millicent tiene razón, una vez que recuperaste la memoria pensaste que yo te iba a odiar. ¿Tomaste esto como una penitencia o expiación por haber dejado entrar a los mortífagos en Hogwarts? ¿O quizá por haberme hecho cagar de miedo disfrazándote de dementor? Draco, vos por entonces eras un pelotudo pero no sos vos el que decide si yo te voy a odiar o no por eso. Y no sos vos el que decide lo que yo quiero o puedo perdonar. –apoyó los brazos en la cama y sepultó la cara en las manos, no quería llorar pero se le escapaban sollozos, se sentía muy cansado y a punto de quebrarse.

    Transfiguró la cama y la hizo más grande. Se sacó los zapatos y se metió debajo de las mantas. No se animó a tocarlo todavía, se contentó con observarlo. La cara seguía tan quieta como de mármol, pero parecía que dormía. Podía incluso pretender que era uno de esos tantos amaneceres, juntos en la cama del departamento de Greenwich.

    Finalmente se animó a tocarlo. El triángulo de pecho descubierto que dejaba el piyama. Lo sintió cálido al tacto, la piel era suave y estaba cubierta por un muy tenue vello dorado que a Harry lo fascinaba.

    –Estúpido, temerario Slytherin. Merlín, ¡cómo te extrañé! Todas esas noches encerrado en el pabellón, no pasó una en que no ansiara que estuvieras a mi lado. ¿Me oís lo que te digo? Yo me acordaba de todas y cada una de las cosas que habías hecho y lo único que quería era volver con vos –le apoyó la mejilla en el pecho. –Puede haber cuentos de hadas con finales felices, Draco. Lo único que hace falta es que vuelvas a mí.

    Quizá fue una impresión equivocada pero creyó percibir que los latidos se habían acelerado. Pero estaba demasiado cansado para seguir pensando. El Niño Que Sobrevivió cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño, un sueño tan profundo como el del mortífago que amaba.

    oOo



    Quam terribilis est haec hora: Cuán terrible es esta hora
     
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