Arquitectos de la Memoria [HarryxDraco/NC-17] Capítulo 18: Memento vivere

Autora: Lilith/Traductor: Haroldo Alfaro

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  1. Dan2102
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    Wuao, este capi fue fuerte de asimiliar jejeje en serio... Pero muy bien labrado, gracias.

    Espero la conti, se pone bueno jeje
     
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  2. Kari Tatsumi
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    Capítulo 10
    Diem perdid

    i

    –¿Listo para ir, Harry?

    –Dame un minuto, Evie.

    Hacía muy poco que Evie había entrado a trabajar al hospital pero ya se había transformado en una de las preferidas de los residentes del sexto piso. A Harry lo hacía acordar de Gabrielle Delacour, ya crecida. Era muy menuda, Harry le sacaba una cabeza, y sus rasgos tan delicados como los de una ballerina de Lladró. Tenía una sonrisa brillante que con frecuencia se transformaba en risitas, parecía contar muchos menos de los dieciocho años que tenía. Con Harry se mostraba más amable que con los demás, él sospechaba que la tenía deslumbrada, sus risitas se volvían más frecuentes y nerviosas cuando él la miraba. Lo hacía odiarse aun más por lo que iba hacer pero no había podido pensar en otra alternativa.

    Todos los lunes durante las últimas cinco semanas Harry se había puesto una deprimente bata gris sobre el deprimente piyama gris y acompañado por un auxiliar había bajado dos pisos por la escalera de servicio hasta el consultorio de la sanadora Wane. Las reuniones solían transcurrir la mayor parte del tiempo en un cómodo silencio, durante las cuales la bruja ejercía con práctica la paciencia tan propia de los psiquiatras y de los domadores de leones. Ocasionalmente intercalaba alguna pregunta, si estaba durmiendo bien, si estaba comiendo bien… todas las preguntas eran formuladas con tono muy maternal.

    Harry aprovechaba esas ocasiones para pensar y considerar todas las posibles vías de fuga, le hubiera gustado tanto tenerla a Hermione, ella siempre notaba detalles que a él se le escapaban. O a Ron, para que le inyectara ganas y coraje, los encantamientos que les ponían para mantenerlos tranquilos y contentos les drenaban la voluntad y tendían a convencerlos de que quedarse para siempre allí no era un destino tan malo. Desde las ventanas del consultorios de la sanadora –seguramente protegidas pero que quizá pudieran romperse– hasta la puerta principal del cuarto piso –indudablemente bien acerrojada, pero Gilderoy Lockheart de alguna forma se las había apañado para salir– iba catalogando minuciosamente todas las posibles salidas. Finalmente se había decidido por las escaleras de servicio cuando lo conducían a ver a la sanadora.

    Y ese lunes cuando comprobó que Evie Hellespont era la que estaba a cargo, supo que era su oportunidad.

    Harry se desperezó y cuando notó que la auxiliar lo miraba fascinada, repitió los movimientos y flirteó acompañándolos con un guiño. Merlín, pensó, ahora estoy aplicando tácticas propias de Draco. Lo cual era con certeza lo que tenía que hacer, si el objetivo era la máxima eficacia para obtener resultados, nada hubiera podido impedir que el Slytherin se fugara si le tocara estar en su situación.

    –¿Ya estás lista para mi? –dijo con una sonrisa intencionada y la chica se sonrojó. Se pusieron juntos en marcha. –Alohomora –dijo Evie para abrir la puerta, Harry le estudió sin perder detalle los movimientos de varita. Era un encantamiento muy simple pero los movimientos exactos de la varita eran críticos para que diera resultado al pronunciar la palabra. Hacía semanas que no empuñaba una varita y las varitas extrañas eran muy difíciles de manejar, no podía confiarse en que fuera a tener la misma suerte que con la de Draco, a la que no le había costado adaptarse. Y ése no era un día para correr riesgos, se recordó, y la observó guardar la varita en el bolsillo derecho. El bolsillo tenía un aplique con forma de mariposa, quizá fue su madre la que se lo cosió para adornarle el uniforme, pensó Harry, y el pensamiento lo hizo sentir mal. No tenés que permitir que nada se interponga entre vos y el objetivo, tuvo que recordarse.

    –¿Qué te parece el nuevo álbum de los Weird Sisters, Evie? –preguntó Harry mientras bajaban las escaleras, la había escuchado tararear algunos de los temas en varias ocasiones.

    –¡Oh, es espectacular! –exclamó ella– Potions in motion es el mejor tema de todos los tiempos. Cada vez que la oigo me dan ganas de dejar lo que sea que esté haciendo para ponerme a bailar.

    –¡Ni te imaginás lo que es verlos en vivo! –intervino él copiándole el tono entusiasta– Cuando actuaron en Hogwarts, todo el mundo estaba en la pista de baile –excepto Ron y él, por supuesto, pero no creyó que fuera necesario agregar ese detalle.

    –¡Me encantaría! Ahora sólo hacen presentaciones sorpresivas, nadie sabe dónde van a actuar. ¡Ojalá tenga la suerte!

    –Estoy seguro de la vas a tener. –Harry agravó el tono de la voz– cuando salga de acá te voy a llevar a un show. –ella soltó risitas nerviosas y Harry se sintió el ser más abyecto de la Tierra. –Lo digo en serio, Evie, quisiera tenerte en mis brazos y bailar con vos toda la noche.

    Como lo había esperado su paso vaciló y Harry aprovechó para agarrarla de brazo y sostenerla; con la otra mano le acomodó por detrás de la oreja una mecha de pelo que se le había soltado. Ella se quedó mirándolo fascinada, con ojos dulces y brillantes… y no notó cuando él le metió la mano en el bolsillo y aferró el mango de la varita.

    –Sos demasiado buena para un lugar como éste, Evie. – dijo él, un segundo después la arrojó al suelo, ella instintivamente se llevó la mano al bolsillo y el horror se le pintó en el rostro al darse cuenta de lo que había pasado.

    –¡Stupefy!

    Harry había usado el movimiento de varita que usaba siempre, pero el hechizo no había funcionado del todo bien, la chica no parecía desmayada sino dormida. Genial, pensó, la varita se niega a reconocerme, no le debe haber gustado la forma en que se la gané. No que él se sintiera orgulloso de lo que acababa de hacer, tampoco.

    La observó durante un segundo más antes de partir escaleras abajo. Bajó a toda velocidad, cuando ya casi estaba en el primer piso, se detuvo, le llegaban voces. Retrocedió un tramo de escaleras hasta el segundo y se metió por una puerta que estaba abierta. Iba a esperar hasta que las escaleras se despejaran. Una voz que le llegó desde atrás lo paralizó del susto.

    –¡No se supone que entre acá! ¿Se quiere contagiar de Scrofungulus?

    Cuando recuperó el habla quiso hacer callar al retrato que lo había increpado: –Shh… no grite… –susurró desesperado pero divisó entonces a una sanadora que ya venía por el pasillo en dirección a él.

    –¿Qué es lo que está haciendo…? – se detuvo espantada al ver como estaba vestido, Harry intentó un hechizo de silencio, pero la varita se empecinaba en no hacerle caso, lo único que obtuvo fueron unos sonidos semejantes a toses.

    –¡Vigilancia! –chilló la sanadora– ¡Uno que se escapa, deténganlo!

    Salió disparado como alma que lleva el diablo, pasó como una exhalación por el primer piso y cuando estaba a mitad de camino hacia la planta baja empezaron a sonar las sirenas.

    ¡Mierda!

    Las puertas de abajo se abrieron y entraron dos hombres fornidos en uniforme de aurores. Dio media vuelta y retornó al primer piso, venían pisándole los talones, ahora corría por correr, ya sabía que la captura era inevitable…

    ¡Impedimenta!

    Un tercer auror había aparecido delante de él, al parecer de la nada. La maldición lo arrojó con fuerza hacia atrás y en brazos de sus otros dos perseguidores. El tercer auror se les acercó con una sonrisa cruel en los labios. Harry lo reconoció, era uno de los cinco aurores que se estrechaban manos con el ministro en la foto… y con Draco. Pero en la foto no había lucido tan amenazador como en ese momento… como si quisiera aplastar todo y a cualquiera que quisiera interponérsele.

    –Bueno, bueno… ya es suficiente. –el sanador Smithwyck vino corriendo y se interpuso entre Harry y el auror. –Apreciamos muchísimo la colaboración, pero este hombre sigue siendo uno de nuestros pacientes… ahora si me ayudan a llevarlo de nuevo arriba…

    El sanador usó un encantamiento para dormirlo, Harry sintió la laxitud que lo invadía, se le aflojó la mano, la varita de Evie rodó al suelo.

    oOo



    A la mañana siguiente lo llevaron al consultorio de la sanadora Wane para una sesión especial de terapia. Pero no era Wane la que lo esperaba sino Millicent Bulstrode. A Harry seguía resultándole difícil separar la imagen de la sanadora psiquiatra de la de la chica que los había aterrorizado a él y a sus amigos en la escuela. Ella lo invitó a que compartiera sus pensamientos, Harry, repantingado sobre un sofá, estaba decidido a quedarse callado.

    A diferencia de madame Wane que podía pasarse una hora entera sin hablar, Millicent rompió el silencio tras unos minutos.

    –Reprimir tus sentimientos no es sano, Harry, ¿estás seguro de que no hay nada de lo quisieras hablar? ¿algo que nos permita poder ayudarte?

    Harry balanceó la cabeza varias veces luego dijo: –Bueno para empezar podrían dejar que me vaya.

    Millicent frunció el ceño. –Me temo que eso no es posible. Todavía seguís exhibiendo conductas antisociales que podrían resultar dañinas si te dejáramos ir… y no sólo para la comunidad sino también para vos. Y tus últimas acciones no han hecho más que confirmarlo. Pero seguiremos trabajando en eso, te lo aseguro. Mientras tanto debemos concentrarnos en que trates de armar tu vida acá. Sabemos que implica muchos cambios a los hay que adaptarse, pero queremos ayudarte. Muchos de nuestros residentes fueron cambiando con el tiempo y han llegado a considerar al pabellón como su hogar.

    Harry soltó una risotada sin humor. Ella se limitó a observarlo en silencio con una paciencia forzada que se suponía debía resultar apaciguadora. Pero que logró el efecto exactamente contrario. Está bien, pensó Harry, si ella quiere hablar… –De acuerdo, tengo otra pregunta…

    –Adelante.

    –¿Por qué tengo que hablar con vos? ¿Dónde está madame Wane?

    –La sanadora Wane ha sido dispensada temporalmente de ocuparse de tu terapia. Por supuesto que le voy a entregar todas las notas que surjan de estas sesiones en el caso de que el Comité del Hospital decidiera asignarla de nuevo a vos. Pero se consideraron que podría ser conveniente que pudieras hablar con otra persona, para ganar otra perspectiva. Y dado que yo he estudiado Comportamiento Socializante se juzgó que yo sería la más adecuada para continuar con tu tratamiento. –Harry soltó una risa ronca y se cruzó de brazos– ¿Hay alguna razón por la que no quieras hablar conmigo, Harry?

    –¿Aparte de que formaste parte de la Escuadra Inquisitorial que aterrorizó a la escuela durante quinto año, querés decir? Habrás de perdonarme si me resisto a creer que de golpe te volcaste con devoción a todo esto de “ayudar a la gente” –Harry marcó las comillas con los dedos en el aire; en realidad se daba cuenta de que no estaba actuando consecuentemente, a Draco no le guardaba ningún rencor y Draco había sido el peor de todos. Pero Draco no era el que lo tenía prisionero.

    –Ya veo. –musitó la sanadora, aunque era evidente que se trataba de una muletilla hueca– ¿Y era frecuente que pensaras que tus compañeros de escuela te perseguían?

    Harry la miró un instante antes de contestar. –No era que yo pensara. Me perseguían. Y no a mí solamente… todos éramos blancos.

    –Y nos llamabas… –bajó los ojos a sus notas– ¿La Escuadra Inquisitorial?

    –Así se habían autodenominado… o mejor dicho era la denominación que les había impuesto Umbridge. –ante la mirada confundida de ella, prosiguió– Dolores Umbridge, títere del ministro Fudge, enviada a Hogwarts como interventora para controlar a Dumbledore. Los usaba a ustedes como patota de matones para hacer cumplir sus decretos educacionales.

    –Recuerdo a la profesora Umbridge. Quizá no haya sido de las mejores que tuvimos, pero comparada con otros que nos tocaron en Defensa… ¿A vos no te gustaba para nada?

    Harry no contestó. Cerró el puño y se observó el dorso de la mano.

    Millicent esperó unos instantes, pero viendo que no iba a contestarle, prosiguió: –Bueno yo no recuerdo nada de esta banda o… patota, pero… ¿querés hablar sobre eso? ¿Quiénes la componían?

    –De nuestro año, además de vos, Parkinson, Crabbe, Goyle… y Draco por supuesto, Draco era el líder.

    –Draco… ¿Malfoy?

    –Justamente, Malfoy –y Harry tuvo que contenerse para que no se le escapara una sonrisa al pronunciar el nombre de su amante. En los últimos días había hablado más de Draco que en todo el primer mes… y con las personas más improbables. Pero trató de mantener la expresión inmutable para que Millicent no notara nada.

    La sanadora no lo estaba mirando, sin embargo, estaba haciendo varias anotaciones. –Y nosotros, los inquisidores, ¿hacíamos cumplir las reglas de Umbridge?

    –Sus decretos, sí. Eran decretos ministeriales en realidad.

    –¿Y vos considerás que hacer cumplir los decretos emanados oficialmente del Ministerio se constituye en una persecución?

    Harry negó con la cabeza. –Eso es torcer las cosas. Estábamos en guerra –morían muchos inocentes, muggles y nacidos de muggles– y el Ministerio se negaba a reconocerlo, se negaba a reconocer que Voldemort había vuelto. Los decretos eran más bien estúpidos, para que no pudiéramos organizarnos y aprender por nuestra cuenta… querían dejarnos totalmente indefensos…

    –¿Voldemort? Ese nombre ya lo habías mencionado. ¿De quién se trata?

    –Voldemort, Ya Sabés Quién, el Señor Oscuro, Tom Riddle. –Harry suspiró al oír su sonsonete, quizá estaba pasando demasiado tiempo con Silas– El Que No Debe Nombrarse era el mago más poderoso del mundo y se suponía que yo lo venciera. Y yo sé que vos pensás que es ridículo, pero es la verdad. Es lo que pasó.

    –Otros pacientes han mencionado a El Que No Debe Nombrarse, ¿por qué te parece que vos hayas llegado a que este asunto se transformara en algo personal?

    –¿Qué se transformara…? –Harry rió sin ganas– Si alguien estuvo intentando matarte desde que eras un bebé no es un asunto que “llegara a transformarse en algo personal”, me encantaría que esto no fuera algo personal, Bulstrode, pero lo que me a mí me gustaría poco importa, las cosas son como son. –se encogió de hombros– Pero de todos modos poco importa, igual vos no creés ni una palabra de todo lo que te dije. Vos ni siquiera podes imaginarte lo que es ver a un amigo víctima de Crucio o ver cómo matan delante de vos a personas a las que querés… –y pensando en Crabbe– …o incluso lo mal que se siente cuando ves morir a una persona que odiás. No es algo que se pueda despersonalizar, no hay nada que pueda ser más personal que todo eso.

    Líneas de frustración se dibujaron en la frente de Millicent. Harry se preguntó si alguna vez podría a llegar a ver en ella otra cosa que no fuera la imagen de una carcelera. Pero no, cualquier cosa que le dijera, él seguiría siendo el loco, la “victima mental”. Todos los residentes del sexto piso eran las “victimas mentales” de su cordura. Victimas del juicio de los que se consideraban a si mismos cuerdos.

    –Me pregunto… –dijo Millicent con un tono que se suponía debía servir de bálsamo apaciguador– …quizá sería bueno que habláramos sobre tu vida después de la escuela. ¿Qué pasó después de que te graduaste?

    –Viajé durante unos años, vi mundo, volví. No hay mucho que contar.

    –¿Y con respecto a tu carrera? Trabajás en un negocio de mascotas, tengo entendido. ¿Era eso lo que pensabas hacer en el futuro cuando estudiabas?

    –¡No, quién podría tener ambición de un trabajo en un negocio roñoso como ése? Mi intención era ser auror pero no pude obtener las notas necesarias porque estuve todo el último año de un lado a otro persiguiendo mortífagos. Trabajo ahí porque es el único empleo que pude conseguir y no quería quedarme todo el día sentado sin hacer nada, viviendo del dinero que me dejó mi papá.

    –Y respecto de tu vida personal, ¿qué te gustaba hacer con tus amigos? ¿qué cosas te hacían feliz, Harry? Si pudieras responder a eso quizá podríamos establecer un punto de partida para que pudieras construir tu vida acá.

    –¿Feliz? – había escupido el término con un tono incrédulo y que lo había hecho sonar obsceno. El descaro que tenía al preguntar cosas como ésa, al querer meterse con recuerdos que él atesoraba como oro. –Lo que me hacía feliz era ir a un pub con mi novio y luego volver a casa y cogérmelo hasta partirlo al medio. Y no veo que haya modo de que vos me puedas ayudar a construir algo por el estilo acá.

    Millicent trató de ocultar cualquier tipo de reacción pero no pudo evitar una sonrisa de incomodidad. –Bueno… relaciones de ese tipo se desarrollan en los pabellones… dentro de ciertos límites… no interferimos…

    Harry se golpeó la rodilla con el puño. –¡Yo no quiero un relación nueva! ¡Yo quiero a Draco!

    –¿Draco? Draco… ¿Malfoy?

    –Precisamente. Draco Malfoy. –y como si el nombre hubiese sido un convocación, una imagen descendió sobre él, trayendo consigo un instante de felicidad, una imagen de Draco. Su cuerpo arqueándose y brillando como un puñal pulido. Harry se aferró a esa imagen y se negó a pronunciar otra palabra el resto de la sesión.

    oOo



    Estaban en Browns, Covent Garden, almorzando juntas. Pasaban inadvertidas entre tanto hombre de negocios discutiendo y cerrando transacciones millonarias.

    –… y aunque es el regalo perfecto para grand-maman, Mamá quiere que lo devuelva. ¿Qué tiene que ver que sea algo muggle, decime? Sinceramente… ¿el Ministerio no tiene cosas más importantes de qué ocuparse que decirle a la gente dónde puede o no puede hacer las compras? La próxima vez van a decretar que no se puede comer más acá, y este postre de chocolate no se consigue en ninguna otra parte. Los que sirven en Diagon ni se comparan… ¿adónde vamos a ir a parar? Pero a nadie parece importarle…

    La mujer blandía el tenedor como una batuta para puntualizar mejor sus dichos. Cuando notó que su amiga seguía callada, frunció la frente. –¿Escuchaste siquiera alguna palabra de todo lo que te dije?

    La otra asintió distraída. Sí… eh… no sabía nada de todo esto… ¿el Ministerio realmente prohibió los comercios muggles?

    –¿No has leído El Profeta estos días?

    –No últimamente… – en realidad hacía muchísimo que no leía los diarios, estaba muy ocupada con el trabajo y el estudio, las noticias habían dejado de interesarle. De las cosas importantes podía enterarse por comentarios en el hospital o por Pansy… como en ese momento.

    –Bueno, el último decreto ministerial prohíbe que las personas mágicas sean clientes de negocios de dueños muggles o que sean manejados por muggles. E incluso los dueños de negocios que son nacidos de muggles tienen que pasar por un montón de trámites para que los aprueben. No sé cómo se las van a arreglar para poder controlar que ese absurdo decreto se cumpla.

    Los decretos eran más bien estúpidos, las palabras de Harry resonaron en su cabeza, dijo en voz alta: –¿Por qué razón decretan algo así?

    –Sólo Merlín sabe. –Pansy se encogió de hombros– Pero mis padres los apoyan incondicionalmente. Papá llegó incluso a querer impedirme que fuera a una discoteca el sábado pasado.

    –Inaudito. –comentó Millicent con una media sonrisa– Supongo que vos habrás ido igual.

    –Obvio. Y además le recordé que el anillo que le regaló a Mamá para el aniversario el año pasado lo había comprado en Harrod’s.

    Millicent rió, pero estaba preocupada. Pansy preguntó: Milli, a vos te pasa algo… y no me digas que nada… ni tocaste la tarta de ricota.

    –No tengo hambre. Y creo que tengo demasiadas cosas en la cabeza… –dijo haciendo girar distraída una frutilla por el plato.

    El tenedor de Pansy saltó como una serpiente y le birló la frutilla. Pansy se dedicó a estudiar el rostro de su amiga mientras masticaba concienzudamente la fruta. De improviso abrió grandes los ojos. –¡Millicent Blanche Bulstrode, sos una bruja ladina! Ya te había visto antes con una expresión igual, fue en sexto año… ¡cuando le estabas arrastrando el ala a Adrian Pucey! –los ojos Pansy brillaron– ¡Decime quién es!

    Millicent rió. –Hum… no, la erraste fiero. Hasta que termine con la especialización no me voy a meter en relaciones de ese tipo.

    –Pero no digas pavadas, Milli. No estaba hablando de matrimonio, pero una revolcadita de tanto en tanto… no sabés lo bien que te haría.

    –Gracias por el consejo… pero por ahora no tengo interés.

    –¡Ah, lo sabía! ¡Es algo serio! ¡Vamos… largá todo ya!

    –En serio… no… –pero una vez que Pansy había olido la presa nada la iba a hacer desistir– Está bien, si no hay más remedio… estuve pensando mucho en Draco…

    –¿Draco? ¡Oh Millicent… no, no, no! No ha mirado a una mujer en años. Y como son las cosas… terminarías saliendo lastimada.

    –¿Qué? ¡Por Merlín, no! ¡No estoy interesada en Draco!

    –¿Pero no dijiste…?

    –Dije que había estado pensando en él… ¡pero no para volteármelo!

    –Bueno eso es un alivio… ¿y entonces por qué estuviste pensando tanto en él?

    –Por algo que un paciente dijo esta mañana… me hizo acordar de lo que vos me habías contado, que lo habían plantado. Ya pasó bastante tiempo… ¿se le pasó, pudo superarlo?

    Pansy sacudió la cabeza con tristeza. –Para serte sincera, estoy preocupada por él. El pobre ángel ya no es el mismo desde que Harry se le fugó, literalmente, sin dejar rastro. Me gustaría encontrármelo al muy hijo de puta… y si que lo haría desaparecer para siempre.

    Millicent disimuló una mueca. Pero Pansy no había notado nada y continuó: –Lo vi la semana pasada, estaba de pésimo humor, con una de esas crisis depresivas que a veces le daban en la escuela… pero la de ahora… me pareció que era mucho peor. Repite constantemente que hizo cosas malas, terribles… –frunció la frente– Quizá no debería estar contándote nada de esto… vos ya lo conocés, odia que se ponga en evidencia nada que lo pueda hacer aparecer débil.

    –Quédate tranquila, –le aseguró Millicent– no se lo voy a mencionar a nadie. –pero algo más de lo dicho por Pansy le había llamado la atención– ¿Dijo cuáles habían sido esas cosas terribles?

    –No, no aclaró mucho. Repetía que había ido demasiado lejos… que ya no le quedaba esperanza… ni salida, creo que dijo. La verdad es que si se tratara de otro y no de él hubiera dicho que no estaba del todo bien de la cabeza, pero no Draco… ¡te imaginás la vergüenza que sería para la familia! Y vos sabés lo importante que es para él eso…

    –¿Vos creés?

    –Claro, Milli, vos lo conocés casi tanto como yo… ¿Por qué me preguntás algo así?

    No tuvo que contestarle de inmediato. El mozo había venido a cobrar la cuenta. Millicent sabía que las personas son capaces de muchas cosas en situaciones extremas, cosas terribles incluso, su experiencia profesional se lo había demostrado en numerosas oportunidades.

    Harry Potter había dicho que habían estado en guerra, ella no le había creído obviamente, se trataba de un delirante. Y de relatos delirantes había escuchado muchísimos de pacientes del sexto piso: asesinos ávidos de sangre que habían escapado de Azkaban, decenas de muggles torturados y luego matados brutalmente, cazadores de recompensas que recorrían el país para capturar fugitivos. Uno de los pacientes lo decía y los demás se “contagiaban” y lo repetían como si lo hubieran vivido. Ni por un momento había pensado siquiera que podían ser verdad. Pero por alguna razón, las acusaciones de Harry le seguían dando vuelta en la cabeza.

    ¿Y si Draco creía lo mismo? ¿Que Harry lo había abandonado por las cosas terribles que había hecho en el pasado?, si se culpaba de esa forma podía estar destrozado interiormente. ¿Podía el nombre de los Malfoy tener peso suficiente para hacer a un lado la culpa? ¿O podía ser un factor que la profundizara?

    Pansy se había quedado mirándola, no había respondido a su pregunta. –Supongo que con el tiempo Draco va a estar bien. El tiempo cura todas las heridas. –no hizo ningún otro comentario, no le dijo nada de lo que se había decidido a hacer.

    oOo



    Millicent no había ido a Diagon en las últimas semanas, faltaba poco para Navidad, las vidrieras de los comercios estaban engalanadas consecuentemente, era natural.

    Pero para lo que no estaba preparada era para carteles del tipo: “Certificación ministerial: libre de toda influencia muggle”, “Sólo aceptamos galeones”. Había varios negocios “clausurado por decreto ministerial”. El mundo mágico estaba cambiando y todo indicaba que no era para bien.

    Y en parte por eso era que había venido para encontrarse con un amigo. Millicent sabía que lo que estaba por hacer podría llegar a cambiar muchas cosas. No sabía explicarse bien por qué se había decidido a hacerlo. No se consideraba particularmente una rebelde. Ella era una sanadora, los sanadores trabajaban para eliminar los sufrimientos. Y Draco estaba sufriendo.

    A su amigo se lo debía.

    Draco ya la esperaba sentado a una mesa. Se puso de pie para saludarla con un beso en la mejilla.

    –Milli, te ves maravillosa. Se ve que el trabajo en el hospital te sienta bien.

    –Gracias. Sos muy amable. –Draco siempre decía lo mismo, a ella no le importaba si eran palabras sinceras o no, igual era encantador. Lamentablemente ella no podía devolverle con sinceridad el cumplido, tenía el aspecto de sufrir una enfermedad consuntiva. Pálido, demacrado, ojeras pronunciadas que ni siquiera se había molestado en disimular con algún encantamiento cosmético.

    –Gracias por haber venido, siendo que te avisé con tan poca anticipación.

    Draco se encogió de hombros. –Me sorprendió un poco recibir tu lechuza, pero decías que era importante. ¿Querés un poco de vino? Fabricación mágica garantizada. –agregó con una mueca– De cuarta entre los de cuarta– murmuró por lo bajo, la copa que tenía servida no había sido tocada –pero quién puede extrañar los delicados vinos franceses cuando se dispone de uno como éste de nuestros estupendos viñedos mágicos locales.

    Millicent bebió un sorbo de la copa que le había servido. –Delicioso. – dijo con una mueca de disgusto.

    –Hacía mucho que no te veía Milli, creo que la última vez fue en la fiesta que dio Pansy a mitad del verano.

    –Es cierto, casi seis meses ya. ¿Tenés pensado hacer algo especial para el solsticio?

    Una sombra cruzó el rostro de Draco, pero fue sólo un parpadeo. –Oh, vos ya sabés… algo siempre surge.

    Otra de las respuestas crípticas de Draco. Totalmente opuesto a Pansy que con un pie como ése hubiera hablado durante veinte minutos. Draco, por el contrario, siempre daba el mínimo de información y casi nunca la suficiente.

    –Sí, claro, tenés razón.

    Hablaron de algunos temas banales durante un rato. Draco le preguntó por su hermano en los Estados Unidos y le contó sobre la remodelación del jardín de invierno de su madre. Todo muy amable… y muy frío. Decidió que mejor era pasar a la razón por la que lo había citado.

    –Mejor te digo ya por qué quería que nos reuniéramos.

    –Cuán Gryffindor de tu parte…

    El chiste y la sonrisa de Draco no alcanzaron para ocultar su curiosidad.

    –Sé donde está Harry Potter. –susurró.

    Hubo una grieta y Millicent creyó ver sorpresa, nostalgia, ansia. Pero no fue más que una fracción de segundo, se selló de inmediato.

    –¿Y por qué creés que pueda importarme saber dónde está?

    –Porque él no te dejó por su voluntad como vos creés. Lo obligaron y no puede volver aunque es lo que más quiere.

    Millicent no pudo captar ninguna reacción particular esta vez. Draco pareció considerar una respuesta durante un instante. Luego se inclinó hacia delante y dijo: –¿Y supongo que vos está arriesgando tu trabajo al decirme esto? –levantó una ceja– No deberías haberte tomado la molestia, estoy seguro de que está mucho mejor donde está ahora.

    –Pero… yo te puedo asegurar que no es así… y Pansy dijo…

    ¡Millicent! –la interrumpió él levantando un dedo admonitorio, y luego suavizando el tono hasta hacerlo sedoso– ¿Te olvidás que sos una Slytherin?

    La dejó boquiabierta sin saber que decir. Claro que se acordaba de la Casa a la que pertenecía. ¿Pero qué tenía que ver eso en ese momento?

    Pero Draco no parecía dispuesto a darle más pistas. –No sé las cosas que te habrá contado esa bruja tan imaginativa sobre Potter y yo. Tuvimos un romance fugaz, nada más, y no precisamente de los más satisfactorios si me permitís agregar. Por suerte ya me lo saqué de encima y no tengo ningún deseo de volver a encontrármelo.

    Draco había dicho todo con tal determinación que empezó a dudar. ¿Sería realmente todo imaginación de Pansy? Quizá, pero sus instintos le gritaban lo contrario. –¿Estás seguro de que preferís que las cosas sigan como están?

    –Totalmente.

    Bueno, su rostro no reflejaba ninguna expresión particular y sus dichos habían sido tan definitivos. No tenía ningún sentido insistir.

    –Creo que has estado trabajando mucho últimamente, Millicent. Te vendría bien tomarte unos días.

    –Bueno… voy a ir a pasar las navidades con Myles…

    –Pero esas no son vacaciones, –protestó Draco– tus sobrinos no te van a dejar tranquila ni un minuto. –pensó un instante e hizo chasquear los dedos– Vos y Pansy tienen que ir a pasar el fin de semana en nuestra villa de Roses, la Costa Brava es estupenda en esta época del año. ¿Ya has ido anteriormente? –ella negó con la cabeza– Entonces no se hable más, queda arreglado.

    La conversación se le había ido definitivamente de las manos… bueno… en realidad en ningún momento la había tenido controlada. –Draco te agradezco, pero yo no…

    –Nada de peros, el trabajo de sanadora es muy ingrato y parece que estaría empezando a afectarte. Necesitas un descanso. Y es posible que yo me les una. Te aseguro que yo también la vengo pasando difícil con el inventario de pociones en el Ministerio. Pareciera que les importa más el número de frascos que las pociones que tienen adentro.

    Millicent iba a objetar otra vez pero él no le dejó alternativa. –Decidido entonces, Roses este fin de semana, Pansy, vos y yo. Mucho sol. Nos va a hacer la mar de bien a todos.

    –Bueno sí… suena estupendo… y creo que me va venir bien.

    Draco tenía razón. Un cambio de escenario era lo que necesitaba. Había estado trabajando demasiado y quizá imaginando cosas. Harry Potter no era sino otro delirante entre muchos otros. Y el descanso le iba a venir bien y volvería con todos los bríos para cumplir con sus obligaciones con más eficiencia.

    Y mientras Draco describía con detalle la villa familiar, su cabeza se fue llenando de sol y de acantilados catalanes y de viñas de ricas uvas y ya no quedó lugar para pensar en Harry Potter.

    oOo



    Diem perdidi: Otro día perdido
     
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  3. Dan2102
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    Pobre Draco... Pensaba lo peor.... Que raro xD siempre esos dos tienden a pensar cosas que no son jaaja tanto Harry como el jaja

    Pobre Harry :/ si no se vuelve loco allí es de casualidad....

    Saludos! espero conti
     
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  4. Kari Tatsumi
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    Capítulo 11
    Abiit, excessit, evasit, erupit



    No hay nada mejor que las escapadas, pensó Millicent cuando entró ese lunes a la mañana al hospital, la cabeza alta, el andar tranquilo. En algún momento entre la tarde del viernes cuando ingresó a la villa por la chimenea de piedras blanqueadas y la noche del domingo cuando les dijo adiós a la brisa mediterránea y a las tejas de terracota, toda la tensión de la semana anterior la había abandonado.

    Los elfos domésticos habían provisto todo tipo de exquisiteces y en cantidades suficientes como para alimentarlos durante un mes. Habían cenado esa primera noche en la terraza con vista al mar bebiendo una botella de excelente cava que les ayudó a bajar el jamón y los quesos picantes, y ni por un momento los pensamientos de Millicent retornaron a St. Mungo. Después de una excelente noche de sueño reparador como no había tenido en meses, se despertó al son del rústico acento de los pescadores catalanes que traían sus barcas de vuelta.

    La mañana fue enturbiada sólo por el mensaje de Draco informándoles que se demoraría y que no podría ir hasta el domingo. Pansy empezó a hacer pucheros y a reclamarle por abandonarla de esa forma, pero se le pasó enseguida cuando Draco le pasó el dato sobre la ubicación de una playa fabulosa que era inaccesible para los muggles. Pasaron allí todo el día y a la noche fueron a bailar a una discoteca. Pansy había causado sensación, se había puesto un encantamiento que le daba el aspecto de Shakira.

    Habían vuelto al amanecer, en taxi porque estaban muy mareadas para aparicionar. Encontraron a Draco en la terraza bebiendo un jarro de expresso. –¡Sacame eso de encima! –la reconvino él jocoso, Pansy le había tapado la cabeza haciéndole caer encima la melena rubia. Millicent no pudo dejar de notar que Draco tenía un aspecto mucho mejor que el de unos días antes.

    Habían dormido hasta el mediodía. Draco las había despertado con pociones para la resaca y durante la tarde ofició de perfecto anfitrión. Había contratado un velero muggle para que los llevara de paseo, navegaron durante toda la tarde sobre las calmas aguas azules. Pansy y Draco flirtearon todo el tiempo como hacían siempre y a pesar de que Millicent lo estuvo estudiando con atención, no pudo detectar ni el menor indicio de la depresión que Pansy había mencionado. Se tendieron en reposeras sobre la cubierta, en un momento él había levantado su copa de jerez hacia ella y había acompañado el saludo con un guiño juguetón. Y bien, no era ella la única que había podido sacudirse los pesares siquiera por unas horas.

    Ya de vuelta en Londres había tomado la determinación de que no dejaría que volvieran a apoderarse de ella. No dejaría que ni siquiera Harry Potter, por más beligerante que se mostrara, atentara contra esa calma recuperada. Pero a medida que la hora de la sesión se acercaba empezó a sentir que asomaba cierta desazón.

    Como un recuerdo del fin de semana había puesto una rosa de papel crêpe en un jarroncito sobre el escritorio junto a un frasco con caramelos. En ese momento llegó escoltado por los dos auxiliares más grandotes que trabajaban en el hospital. Uno de ellos lo hizo entrar de un empujón.

    –¡Qué empujás así, che!

    El auxiliar hizo una mueca burlona y cerró la puerta. Harry se tomó su tiempo para alisarse la ropa con movimientos exagerados. Llevaba el piyama y la bata de siempre pero quizá quería expresar así su desaprobación por el tratamiento tan brusco. Cuando pareció finalmente conforme con su apariencia, levantó la vista y para sorpresa de la sanadora le regaló una amplia sonrisa:

    –¿Cómo te va, Millicent!

    Ella le sonrió a su vez, aunque con desconfianza. –Bien, Harry. ¿Y que tal estás vos hoy?

    –¡Oh, estupendo! De primera. – en lugar de ir a sentarse directamente, dirigió una mirada alrededor– ¿Te molesta si curioseo un poco?

    Millicent negó con la cabeza, sorprendida por ese inesperado interés. Lo observó atenta mientras inspeccionaba los libros en los estantes y los varios diplomas encuadrados. Se volvió hacia ella con ojos admirados.

    –¿Terminaste tus estudios de sanadora en sólo tres años?

    –Así es. –dijo ella algo confundida por la conversación– Y dentro de tres meses voy a concluir el posgrado como Sanadora Psíquica.

    ¡Cool! –la felicitó– Admirable. Yo siempre fui más bien de los que estaban peleados con los libros.

    –¿Y fue por eso que aceptaste trabajar en una tienda de mascotas?

    Él titubeó un segundo. –Eh… ah sí. Claro, la tienda de mascotas. No hace falta mucha ciencia para tener contentas a un puñado de lechuzas. –enfiló hacia el sillón– ¿Puedo sentarme?

    –Sí, por favor.

    La semana anterior se había sentado en ese mismo lugar con una fingida despreocupación que ocultaba la bomba de tiempo que había debajo. Ese día en cambio su lenguaje corporal transmitía que estaba distendido y su trato no podía haber sido más amistoso. –Entonces, ¿qué es lo que hacemos en estas…cosas?

    –¿Estas cosas? ¿Querés decir las sesiones?

    –Si, justo. ¿No debería haber un diván o algo así como se ve en las películas?

    –Bueno… –no sabía muy bien cómo contestar, lo hizo abiertamente– A decir verdad, esta rama ha abrevado mucho de la psiquiatría muggle, pero hemos hecho modificaciones para amoldarla a la cultura mágica. Francamente, las brujas y los magos no suelen sentirse muy cómodos con el diván.– lo miró– La última vez no quisiste hablar mucho… ¿creés que te sentirías más a gusto en un diván? Podría transfigurar…

    –Naa… así está bien. Metele nomás.

    –Está bien. – la tan buena disposición que mostraba el paciente la descolocaba, releyó las notas y decidió que mejor era aprovechar el buen talante –La semana pasada me habías hablado de Voldemort. Me dijiste que lo sentías como tu enemigo.

    –¡Oh el viejo Valdemar! Sí… un guacho hijo de puta es lo que es. Siempre tratando de cagarte la vida. No había forma de sacármelo de encima. Pero supongo que acá ya no va a poder molestarme.

    Intrigada, lo miró fijamente. Él le devolvió una sonrisa, los ojos verdes le brillaban tras los cristales de los anteojos. –¿Éste es el sujeto que vos llamaste… –consultó las notas– Ya Sabés Quién, el Señor Oscuro, Tom Riddle y El Que No Debe Nombrarse?

    –Sí, propio él.

    –Pero creí que habías dicho que su nombre era Voldemort…

    –Ah… sí… Voldemort… es que le decimos de muchas formas Voldemerde, Mono muerto… ah… y… cómo podía olvidarme, Moldy Fart. [pedo apestoso]

    Millicent tuvo que recurrir a todo su profesionalismo para no soltar una carcajada. –¿Y seguís pensando que él trataba de matarte?

    –Supongo que sí… es lo que te había dicho.

    –Y también me dijiste que se suponía que vos tenías que vencerlo, ¿seguís pensando lo mismo?

    –Sin duda.

    –¿Y es por eso que tenés tantos deseos de escapar?

    Harry estiró un brazo hacia arriba y hacia atrás para ponerse bien cómodo –tan distinto de la semana anterior– Para serte sincero, Millicent… ¿puedo llamarte Millicent?...Ya no tengo tantas ganas de rajar de acá. Todos son muy simpáticos, hay tres comidas diarias seguras… y si bien por el lado de espacios abiertos es deficiente… bueno… tampoco se puede pedir todo.

    –¿Y ahora te querés quedar?

    –Bueno, no una cosa que digas qué bruto como se quiere quedar… pero creo que podría aquerenciarme… ¿creés que me dejarían acondicionar algunas cosas?

    –¿Acondicionar algunas cosas?

    –Sí… poner algo mejor que esos biombos. Paredes de verdad. Algo que uno pudiera llamar propiamente hogar. –Millicent lo miraba fijamente, no sabía decidir si hablaba en broma o en serio. Parecía hablar en serio pero había cierta picardía en los ojos que le inspiraba desconfianza– Sí, si yo tuviera un lugar privado… quizá podría invitar a esa Olive O’Leary de vez en cuando… si me entendés lo que te quiero decir…

    –¿Olive O’Leary? –se sentía como una imbécil repitiendo todo de esa forma, pero no lo podía evitar.

    –Es una tía que está muy buena. Ya le eché el ojo.

    –¿Pero… y qué de Draco? –preguntó entrecerrando los ojos en instintiva defensa de su amigo.

    –¿Draco? ¿Y ése quién es?

    –La semana pasada me contaste de tus sentimientos por él. –y yo que puse en riesgo mi trabajo para contarle de vos, pensó, no sin resentimiento.

    –Ah sí… Draco… bueno… pero él no está acá y Olive sí… así que pensé… ¿Qué más da? Borrón y cuenta nueva. Y creo que los dos podemos estar muy bien juntos. –le dirigió una sonrisa como para desarmarla– Vos sos una mujer atractiva, Millicent, seguramente sabés que a veces se da ese clic…

    Millicent dejó las notas a un lado. De nada le servían ya. La hostilidad de Harry se había esfumado… completamente. Nada podía haberla preparado para un cambio tan rotundo.

    El paciente se estaba ocupando es ese momento de elegir caramelos del frasco. Éste era definitivamente Harry Potter. Los ojos y los cabellos eran inconfundibles. Y por supuesto la cicatriz de la frente. Claro que había muchas formas de magia para disfrazarse como otra persona. Pero impostar a un paciente encerrado en una institución, en un pabellón de cuya existencia pocos tenían noticia… y con todas las barreras de seguridad que había en el hospital… no, imposible… el mayor de los disparates.

    Así que ése tenía que ser Harry Potter. Pero se estaba comportando de manera totalmente opuesta a la de pocos días antes… ¿Podría tratarse de…?

    En la literatura científica muggle abundaban los casos de personalidades múltiples, pero la condición era inaudita en el mundo mágico. ¿Sería posible que hubiera descubierto el primer caso en Harry? Su mente se puso a trabajar a toda máquina. La significación que podía tener un caso así, los avances científicos que podría implicar, la fama personal que le podría acarrear…

    Pero Millicent siempre había sido muy reflexiva, no era de las que se precipitaban ciegamente sin pruebas sólidas. Si se trataba de un caso así iba a tener que demostrarlo.

    Hizo levitar un grueso tomo sobre “Desórdenes disociativos” de la biblioteca al escritorio. –Harry, me preguntaba si estarías dispuesto a contestarme algunas preguntas.

    –Claro, –dijo jovial mirando el libro volar frente a él– ¿No es para eso que estamos acá? –le guiñó un ojo– Pero creo que sí voy a necesitar ese diván del que hablábamos antes.

    –Eso no es problema. –y transfiguró al instante una de las sillas, Harry se recostó sin demora con las manos sosteniéndose la nuca.

    –Dispará cuando gustes, doc.

    –Muy bien. ¿Podés empezar diciéndome tu nombre completo?

    –Harry James Potter.

    oOo



    Treinta y tres horas y media antes…

    Un silencio fantasmagórico reinaba en el pequeño pueblo junto al mar, no se oía ni el graznido de una gaviota. Harry caminaba entre los edificios semiderruidos que le recordaban lápidas de un cementerio. No quería que sus pensamientos derivaran a cementerios. No sabía cual habría sido el destino de los habitantes, pero todo indicaba que habían estado del lado de los perdedores de la batalla, que a juzgar por el lancinante dolor en su frente estaba aun lejos de haber terminado. Por instinto llevó la mano hacia la varita, el contacto con la lisa madera de espino le sirvió de algún alivio.

    Aparecieron de la nada. En un parpadeo. Sobre las pilas de escombros y los árboles caídos, mortífagos todo alrededor. Pero estaban inmóviles en sus lugares y de alguna forma eso era más perturbador que si se estuvieran moviendo hacia él. Al menos así hubieran evidenciado algo de vida, estáticos como estaba semejaban cuervos expectantes. Fue girando lentamente aunque cada músculo de su cuerpo le gritaba que no lo hiciera, que no enfrentara su inevitable destino.

    Voldemort estaba detrás de él, tan quieto como los demás pero el odio que emanaba de él era casi visible. Harry le apuntó la varita directo al corazón y pronunció la Maldición Mortal, pero los sonidos se negaron a manifestarse. Unas pocas chispas brotaron de la punta de la varita y fueron a morir débiles sobre el pavimento. La risa de Voldemort quebró el silencio. Sonidos de maldad pura llenaron el ambiente. Fue entonces que se oyó otra voz. –¡Matalo! –demandó la voz de Draco, pero Harry no estaba seguro de que se dirigiera a él. Sintió unas manos que lo aferraban de los hombros, quiso resistir, liberarse, pero no podía…


    –¡No, no, soltame! –gritó sacudiéndose violentamente.

    –¡Por la peineta de Medusa, Harry! ¡Te vas a calmar de una vez?

    Harry abrió los ojos, una varita encendida con Lumos flotaba ante él. En pánico se sentó y retrocedió hasta aplastarse contra la cabecera de la cama, tratando de alejarse lo más posible de la fuente de luz.

    –¡Epa, Harry! Ni que hubieras visto al mismísimo Drácula. –una cabeza se hizo visible a la luz de la varita.

    Harry cogió (¡!) los lentes de la mesita y se los calzó, no estaba seguro de si seguía soñando o no. –¿Seamus?

    –El mismo que viste y calza.

    –¿Qué carajo estás haciendo acá?

    –Vengo a sacarte de una patada en el culo de este lugar. Espero que luzca mejor de mañana que a oscuras. –soltó una risita– Me refería al lugar no a tu culo, obviamente.

    Harry estaba demasiado sorprendido como para prestarle atención al chascarrillo –¿Sos un paciente? ¿Te acaban de traer?

    –Sí y no. Digamos que vine voluntariamente.

    –Pero… ¿cómo…?

    –Me encantaría darte toda la información relevante, pero no quiero despertar a todo el pabellón, ¿hay algún lugar donde podamos hablar?

    –Hum… sí. Vení conmigo.

    Harry enfiló hasta el baño, seguido por los otros pasos. Cuando llegó y se dio vuelta no vio a nadie. Ya se lo esperaba. Seamus se sacó el manto y se hizo visible, le sonreía de oreja a oreja.

    –¿Cómo estás, Harry?

    –Perplejo, para decirte la verdad. –pero empezaba a sonreír– ¿Qué hacés acá?

    –Ya te dije. Vine a sacarte. Y no tenemos mucho tiempo, las barreras van a estar anuladas sólo hasta la una. Entrar me tomó más tiempo del que había calculado. No podemos perder un minuto. Antes que nada, vas a necesitar esto, tomá.

    Le dio el manto, Harry lo recibió reverencialmente. Todavía le parecía que estaba soñando y ver que los dedos desaparecían entre los pliegues del género contribuía al efecto onírico.

    –Como me gustaría quedármelo. –admitió Seamus– Es fabuloso. Pero lo vas a necesitar para salir. Ahora… preciso algo tuyo. –dijo tocándole el pelo que en las últimas semanas le había crecido hasta llegarle a los hombros– Con tu permiso. –tomó una mecha negra entre los dedos– Cortego. –colocó los cabellos cuidadosamente dentro de una bolsita– Creo que con estos me va a alcanzar.

    –No me digas que…

    –Sí te digo. –interrumpió Seamus, sacó un frasquito del bolsillo y deslizó un pelo por la boca. Sonrió picaro. La poción hizo efervescencia unos segundos y luego viró a un color amarillo. –Sláinte. –brindó y se la bebió.

    Ver la transformación siempre lo ponía nervioso, particularmente cuando se transformaban en él. Finnigan era casi de su misma altura pero mucho más robusto, segundos después tuvo a un Harry idéntico a él pero con ropas que le quedaban muy holgadas.

    Seamus no parecía muy conforme con el cambio, fruncía la frente y entrecerraba los ojos. –Te faltan los anteojos, ¿trajiste?

    –¡Ah, claro! –los sacó de un bolsillo y se los calzó. –Genial, ahora sí.

    –Seamus, ¿de qué se trata todo esto?

    –Ya te lo dije, vine a sacarte de acá. Te ponés el manto, bajás las escaleras y te vas sin que el guardia te vea. Yo me quedo acá, hago de vos y nadie se va a dar cuenta.

    –Pero sigo sin entender. ¿Por qué estás haciendo esto?

    Una sombra le cruzó el rostro. –Tengo mis razones. –fue todo lo que dijo a modo de explicación– Además es necesario que vos te vayas de acá. Hermione dijo algo de una profecía. No entendí ni la mitad de lo que dijo pero sonaba muy importante. Ah… antes de que me olvide… se supone que apariciones a la casa de Ron y Hermione pero asegurate de hacer dos paradas antes, de esa forma te pierden el rastro.

    –Seamus, no puedo dejarte acá…

    –Es sólo por una semana. Voy a estar bien.

    Iba a pedirle más explicaciones pero en ese momento se oyeron ruidos de pasos. Harry se cubrió con el manto. Seamus trató de disimular volviéndose hacia el espejo.

    Goyle entró frotándose los ojos dormidos. Le dirigió una mirada suspicaz. –¿Todo bien, Potter?

    –Todo bien. –replicó Seamus y como el otro no había atinado a moverse, agregó: –¿Te vas a quedar ahí parado toda la noche?

    Goyle frunció el ceño y se metió en uno de los cubículos. Harry asomó la cabeza. –¿Y éste quién es? –preguntó Seamus.

    –Es Goyle, ¿no te acordás? Estaba en nuestro año en Slytherin. Pero no es mal tipo. Nos llevamos bastante bien. –lo cual era cierto desde la noche que habían estado mirando juntos la fotografía del diario.

    –Bueno, mientras no se meta conmigo. –se oyó la descarga del depósito y Harry volvió a cubrirse, frunció un poco la nariz… iba a tener que decírselo a Seamus después… que él nunca se paraba así con las manos en las caderas. Fue entonces que notó que Seamus tenía puesto un pesado abrigo sobre ropas de calle. Quizá a eso se había debido la mirada desconfiada de Goyle, ¿lo habría notado?, no era de los más sagaces y estaba medio dormido.

    –Te estás escapando. –dijo Goyle.

    Seamus lo miró ceñudo. –Dejate de sandeces y andá a dormir.

    –¡No seas así, Potter! –parecía ofendido– Dijiste que ibas a buscar a Draco. ¿Le vas a decir que estoy acá? Quizá él pueda venir a sacarme.

    –No sé de qué estás hablando.

    A pesar de la negación de Seamus, la cara de Goyle se había encendido de esperanza y Harry se sintió conmovido por el tono de voz que había usado. El Slytherin llevaba ya cinco años encerrado ahí. No merecía que lo dejaran olvidado, ninguno de los pacientes lo merecía. Harry tomó la resolución: volvería para liberarlos a todos.

    –Se lo voy a decir, –dijo quitándose el manto– Y voy a volver a buscarte. No te preocupes.

    A Goyle se le cayó la mandíbula del shock. Sus ojos se movían desorbitados del uno al otro.

    –¿Hacía falta que hicieras eso, Harry?

    –Está todo bien. Goyle no le va a contar a nadie. ¿No es cierto?

    El Slytherin negó con la cabeza. –No voy a decir nada.

    –Así me gusta. –dijo Harry asintiendo– Seamus, tenemos que cambiarnos la ropa. No te pueden ver con ésas acá. ¿Las podrás achicar para que me queden mejor?

    –Puedo hacer algo mejor, puedo transfigurar lo que llevás puesto. –levantó la varita, pero Goyle le retuvo el brazo– ¡No! ¡Nada de magia de varita! Tienen detectores flotantes en todo el lugar, vas a disparar una alarma.

    –¿Detectores flotantes? –dijo Seamus frunciendo el ceño– Bueno, menos mal que no detectaron el Lumos. Pero yo necesito las ropas, ¿dónde voy a poner los frascos y lo demás?

    Harry empezó a mirar frenético alrededor, tenían que encontrar algún lugar para esconderlos.

    –Tengo una idea. –dijo Goyle– Ustedes cámbiense las ropas, vuelvo enseguida.

    –No se lavó las manos. –dijo Seamus sacándose el pulóver– ¿Estás seguro de que se puede confiar en él?

    –¿Porque no se lavó las manos?

    –No, menso. Porque se supone que la fuga es secreta.

    Harry se puso el pulóver sobre la casaca del piyama. –Goyle no va decir nada, quiere que volvamos a rescatarlo. ¿Y vos cómo estás seguro de que vas a estar libre en una semana?

    –El próximo sábado es el solsticio. No sé bien lo que tienen planeado pero Ron me dijo que me sacarían para entonces. –señaló el armario con los piyamas– ¿Me pongo uno de esos?

    –Sí, los de la pila del medio te van a quedar bien. –Harry se calzó los jeans que Seamus se había sacado y tratando de disimular su ansiedad preguntó: –¿Entonces Ron y Draco están trabajando juntos?

    –¿Draco? No conozco a ningún Draco.

    –¿Cómo? Quiere decir… ¿vos no te acordás?

    –No, pero sé lo suficiente para hacerles creer que sí.

    Harry hizo una mueca, Seamus hablaba con mucho acento. –Bueno, pero tené cuidado, tu voz suena casi igual a la mía, pero usás palabras medio raras, podrían desconfiar.

    –Perdé cuidado. Voy a tener ayuda. Y mientras les diga que la cara de Voldemort es más fea que el culo lleno de granos de mi tía June, seguro que van a estar contentos de dejarme encerrado.

    Por más preocupado que estaba, Harry no pudo contener la risa. Si alguien podía salirse con la suya con el engaño, Seamus era el más indicado para la tarea.

    Regresó Goyle en ese momento. Traía una capa verde oscuro en el brazo. –Esto no me lo sacaron, lo tenía guardado en un baúl debajo de la cama. Podés poner tu abrigo con lo demás ahí. Lo que no sé es lo que vas a hacer con la varita.

    –La varita me la quedo. –dijo Seamus.

    –Como quieras, pero no la uses. –se volvió hacia Harry– Jurame que vas a volver a buscarme.

    Harry asintió y le extendió la mano. –Te lo juro, voy a volver.

    El rostro de Goyle se iluminó, cuando le estrechó la mano Harry sintió como si estuviera sellando un Voto Inquebrantable. –Buena suerte. –le deseó Goyle.

    –Eso es. A poner pies en polvorosa, Harry. Y acordate, dos aparicionamientos y después directo a lo de los Weasley-Granger.

    –Gracias. –le dijo Harry dándole un apretón de mano– Lo digo de corazón. Y voy a volver también por vos.

    –Vos hacé lo que tengas que hacer, Niño Profético –bromeó Seamus– Nosotros vamos a estar bien acá, ¿no es cierto, Goyle? –le preguntó con un guiño al Slytherin.

    Harry empezó a hacer recomendaciones. –Silas te puede ayudar si tenés algún problema, no lo podés confundir, es el que tiene medias de todos los colores. Y decile a Evie que lo siento… que vos lo sentís… pedile disculpas.

    –Disculpas a Evie, medias multicolores. Ya entendí todo.

    –Y tenés que acordarte…

    Seamus revoleó los ojos. –Tenés que irte ya, las barreras no van a estar anuladas mucho tiempo más.

    Se puso la capa de Goyle y encima el manto. Salió del baño y cruzó el oscuro pabellón, las botas de Seamus eran pesadas y hacían mucho ruido o así le parecía.

    Salió por la puerta principal. El corredor estaba desierto, enfiló hacia las escaleras. No tuvo inconvenientes mientras bajó, no se cruzó con nadie. Cuando llegó a la planta baja pudo observar en un reloj de pared que eran la una menos cinco. Debía ser suficiente.

    Pero las botas debían de haber hecho demasiado ruido cuando cruzó el hall.

    –¿Quién está ahí? –dijo la recepcionista.

    Harry se quedó quieto en el lugar. –Sólo estamos vos y yo, Gilda. –respondió una mucama.

    –No, estoy segura de que oí algo.

    Sin hacer ruido, Harry retrocedió hasta las escaleras y se sacó las botas. La una menos tres minutos. La recepcionista se había levantado de su puesto y estaba recorriendo el hall de espera.

    –¿No te estarás volviendo sorda? – dijo la recepcionista.

    Harry aprovechó ese momento para cruzar el salón hasta la puerta de entrada.

    –No deberías tomar alcohol en horas de trabajo, –le reprochó la mucama– Estás oyendo ruidos que no existen y lo menos que podrías haber hecho es convidarme un poco de lo que estabas tomando…

    Harry no oyó la respuesta, ya había salido. La calle estaba oscura y olía a cerveza y orina. Hacía mucho frío, tenías las medias mojadas por algo húmedo y resbaladizo que había pisado que no quería ni imaginar qué habría sido; se cruzó con un grupo de borrachos, uno de ellos tambaleó y chocó con él, el borracho maldijo confundido por el alcohol y porque no pudo ver el obstáculo que se le había interpuesto.

    Pero a Harry esos inconvenientes no le importaron. Pocas veces se había sentido tan feliz como en ese momento.

    Seamus le había dicho que aparicionará dos veces antes de ir a lo de Ron y Hermione. Una primera parada podía ser su departamento. Estaba oscuro cuando llegó. Encendió la luz.

    ¿Qué caraj…?

    Muebles que no eran los suyos. Muchas cajas. El departamento era el suyo pero estaba todo mal. Y entonces se acordó de que había estado ausente siete semanas y que no había pagado el alquiler. Y nuevos inquilinos estaban en proceso de mudanza. Oyó ruidos y voces que venían del dormitorio. Tenía que irse cuanto antes… pero ¿adónde? ¿El departamento de Draco? Hum… aunque no quería pensarlo así, era muy peligroso… lo último que había sabido de Draco era que iba a una asamblea de mortífagos…

    Luego de considerar posibilidades se decidió por aparicionar al jardín trasero de Greenwich Arms. Era muy tarde, pero era posible que estuviera todavía abierto.

    Lo encontró cerrado a cal y canto. Y parecía que había estado cerrado desde hacía algún tiempo. Había tachos volcados y basura sobre el suelo que parecía llevar allí más de una semana.

    Lo empezó a invadir el miedo, tenía un muy mal presentimiento. Temía aparicionar a la casa de Ron, empezó a pensar que les podría haber pasado algo malo. Se le hicieron presentes de nuevo las imágenes del sueño, los mortífagos rodeándolo como cuervos entre los edificios derruidos, la risa maligna rompiendo el silencio y él solo para enfrentar la batalla.

    Hizo un esfuerzo para apartar todos esos pensamientos negativos. Dibujó en su mente la casa de sus amigos, las sólidas piedras grises de los muros, los marcos blancos de las ventanas, el viejo roble del jardín del frente, los canteros coloridos de flores. Imaginó a sus amigos abrazados, felices, Ron dándole a Hermione un beso en la coronilla y sonrojándose.

    Cerró los ojos y aparicionó.

    oOo



    Abiit, excessit, evasit, erupit: Se fue, se evadió, huyó, desapareció
     
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  5. Dan2102
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    Como siempre me dejas... A la expectativa de más jeje gracias.

    Conti pronto, gracias al cielo Harry ya esta libre. Pensé que se volvería loco en realidad estando allí, pobre.
     
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  6. Kari Tatsumi
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    Capítulo 12
    Petitio principii



    Hemlock Lane era siempre una calle muy tranquila. Y con más razón a esa hora de la noche, hasta a las lechuzas se les cerraban los ojos y los ratones de campo ya dormitaban plácidos en lo hondo de sus madrigueras. Por eso no hubo nadie que oyera cuando aparicionó, ni nadie que viera al mago solitario materializarse de la nada.

    Harry había considerado aparicionar directamente dentro de la casa como había hecho en tantas otras oportunidades, pero había desechado la idea. Estaba de pie en la calle y comenzó a marchar por el corto sendero que llevaba hasta la puerta. El aspecto de la vivienda era normal, para gran alivio suyo; a la pálida luz de la luna observó que brotaba humo de la chimenea y que había luz en la ventana de la cocina, alguien estaba todavía levantado. Caminó cauteloso hasta la entrada y golpeó a la puerta.

    Segundos después oyó a una voz desconfiada preguntar: –¿Quién es?

    –Soy yo, Hermione. Harry.

    De inmediato se corrieron todos los cerrojos físicos y se levantaron los mágicos y un segundo después Hermione lo abrazaba con tal fuerza como para dejarlo sin aire.

    –Merlín, Harry. No podés imaginarte lo bueno que es volver a verte.

    Harry podría haber dicho exactamente lo mismo y si por él hubiera sido habría seguido abrazándola por horas. Pero Hermione lo soltó un momento después.

    –Entrá, rápido. No queremos que nadie te vea.

    Lo metió adentro, cerró todo de nuevo y volvió a abrazarlo. –¡Todavía no puedo creer que estés acá! Te buscamos por todos lados, habías desaparecido sin dejar rastro.

    –No porque yo lo haya querido, creeme. –replicó con amargura, pero el sarcasmo no había sonado tan áspero, era tan grande la dicha de haberse reunido otra vez con su amiga. –¿Cómo me encontraron?

    Ella titubeó un segundo. –Draco. –dijo finalmente frunciendo la frente– Ron te va a explicar. Tengo que ir a buscarlo y decirle que ya estás acá. Ha estado muerto de preocupación… como todos nosotros.

    Hermione le dio un apretón de mano. Pero en lugar de ir directamente a buscar a su marido fue hasta la chimenea, tiró un poco de polvo Floo y dijo: –Los Lovegoods, Ottery St. Catchpole. –un segundo después la cara de Luna Lovegood apareció entre los leños ardientes.

    –Hola Hermione. –saludó la rubia para nada sorprendida aparentemente de recibir la llamada a esas horas tan tardías– Notable, justo estaba pensando en vos. ¿Tenés problemas para dormir?

    –Tenía, pero encontré lavanda en el jardín. Ahora estoy mucho mejor. Me preguntaba si querrías que te lleve un poco la próxima vez que vaya.

    –Sería estupendo. Sabés que sos siempre bienvenida.

    –Nos vemos pronto, entonces. Buenas noches, Luna.

    –Buenas noches.

    Harry que había estado escuchando con suma atención, se volvió hacia ella confundido. –¿Qué fue todo eso? Pensé que habías dicho que ibas a avisarle a Ron.

    –Está donde los Lovegoods. Y nos están esperando.

    Harry abrió grandes los ojos. –¿Era una especie de código? –preguntó intrigado– ¿Era para confirmar que fuera seguro ir allá? ¿Y yo soy lavanda?

    Ella asintió. –Entendiste todo de entrada. Tenemos que tener cuidado, la gente de Ya Sabés Quién podría estar escuchando. Y otra cosa, Harry, –el tono dejaba en claro la crítica importancia del asunto– nunca pronuncies el nombre, no sabemos si han hecho lo mismo que esa vez para detectar a cualquiera que lo diga, y no nos hemos animado a probar, es muy peligroso.

    –De acuerdo, no… ¿Qué quisiste decir con “lo mismo que esa vez”?

    Hermione sonrió contrita. –Me acuerdo. Las memorias empezaron a volver el mes pasado. Perdón por no haberte creído, ¡debe de haber sido terrible para vos!

    –No fue tu culpa. Pero, ¿te acordás ahora? ¿Las dos versiones?

    –¿Querés decir lo que había ocurrido y lo que yo creía que había ocurrido? –él asintió, ella frunció la frente, como confundida– Es una sensación extraña… –trataba de encontrar el modo de explicársela– Es como si hubiera leído dos libros con hechos totalmente distintos. Sé que sólo uno de los dos es cierto, pero hay veces que tengo que hacer un esfuerzo para recordarme cuál es cuál, –le pasó un ejemplar de El Puntilloso que estaba sobre la mesita– pero a medida que pasa el tiempo se va haciendo más fácil, Ya Sabés Quién nos lo recuerda a cada momento.

    Harry abrió el diario, no vio nada que le llamara particularmente la atención. En la portada había una entrevista con un chamán de México, una columna lateral daba consejitos prácticos para proteger mejor la vivienda o la oficina. Más abajo había una propaganda de un bar y un recuadro con el informe del tiempo y una advertencia: los pugglewinks iban a ser muy prolíficos entre el 10 y el 18 de ese mes. –¿Qué es un pugglewink? –preguntó Harry.

    –Sólo Merlín sabe, –replicó Hermione riendo– pero no vas encontrar nada leyéndolo de esa forma. ¿No aprendiste nada de Luna? – le hizo poner el diario al revés y le calzó unos spectrespecs– Probá de nuevo.

    Harry se acomodó un poco los spectrespecs delante de los suyos, preparándose para la sensación de vértigo que seguramente lo iba a atacar. Sin embargo, lo que vieron sus ojos lo desorientó de una forma totalmente distinta.

    ¡Ya Sabes Quién de nuevo a las andadas!



    No cabía en su asombro. Levantó los spectrespecs hacia la frente y reapareció el inocuo aviso del pub, “Hora Feliz en el Sapo Sediento” donde antes estaba el artículo secreto. –¿Qué es esto?

    –Es la forma que usamos para comunicarnos, una de ellas al menos. ¿Leíste el artículo?

    Volvió a bajar los spectrespecs y reapareció el artículo, las palabras flotando como vetas de colores oleosos sobre el pavimento mojado.

    Una fuente confiable revela que los seguidores de Ya Sabés Quién se congregarán en una ceremonia especial para el solsticio. Si bien los detalles de la ceremonia son desconocidos, la naturaleza propia del solsticio como época de renacimiento, augura que algo muy malo es de esperar. Esta noticia se suma a la de la semana pasada, el nombramiento de Antonin Dolohov, notorio mortífago y ex prisionero de Azkaban, como Jefe de la Guardia de Aurores. Y en tanto los así llamados Caballeros de Walpurgis muestran sus verdaderas intenciones, es de temer que el retorno de El Que No Debe Nombrarse no esté muy lejano.

    Preso de pánico, Harry se sacó los spectrespecs y exclamó: –¡Si están planeando algo así, tenemos que detenerlos, Hermione!

    –Por supuesto, Harry. Hay mucho más que tenemos que contarte, pero mejor vayamos antes a lo de los Lovegoods. Sé que debés de estar muy cansado, pero allá es más seguro.

    Cansado estaba, pero también lleno de excitación y adrenalina. –Seguro, estoy listo. –se puso de pie y frunció el ceño, los jeans se le caían– ¿Podrías hacer algo con esta ropa antes? Pasé por mi departamento para cambiarme, pero todo lo mío había desaparecido.

    Hermione asintió. –No te preocupes. Kreacher llevó todo a Grimmauld Place. Puedo transfigurarte la ropa pero vamos a hacerlo lejos de las defensas, por si acaso. –Se puso una capa y lo condujo por la puerta trasera– Ahora rastrean toda la magia a través de El Ojo. – explicó.

    –Sí, ya sé. Draco estaba trabajando en eso.

    –¿Por qué será que no me sorprende para nada?

    El resentimiento de su voz había sido muy marcado. –No es que él quisiera hacerlo. – replicó automáticamente para defenderlo. Ella lo miró seria. –¿Qué? Le estás echando la culpa a Draco de todo esto, ¿no?

    Todo en el rostro de ella indicaba que iba a empezar una discusión, pero se contuvo. Quizá porque estaba muy contenta de tenerlo de vuelta y no quería arruinar esa alegría, al menos por el momento. Harry hubiera preferido que contraargumentara, sin embargo.

    Si había algo respecto de Draco que no estaba bien, y por la expresión de Hermione parecía evidente que así era, Harry quería saberlo. Pero Hermione no parecía dispuesta a ofrecerle más datos, seguía observándolo muy atentamente.

    –Mejor te arreglo las ropas, ya estamos bastante lejos de las defensas. –hizo los encantamientos y preguntó: –¿Mejor así?

    –Mucho mejor. –todo le había quedado a la medida, como un guante– Entonces, ¿qué es lo que hay en lo de Luna?

    Ella sonrió orgullosa. –El Ejército de Dumbledore.

    oOo



    La cocina de los Lovegoods había sido reconstruida como Harry la recordaba con la escalera caracol en el medio rodeada por muebles de forma redondeada y paredes brillantes pintadas como un jardín exuberante. El tallo de un inmenso girasol en particular subía todo el alto y florecía en una explosión de púrpura en el techo. Allí mismo apareció en ese momento una cara conocida.

    –¡Harry!

    Ron bajó los escalones de a dos a toda velocidad y se le tiró encima envolviéndolo en un abrazo de oso, igual que el de Hermione una hora antes.

    –¡No puedo creer que estés acá, cumpa!

    –Yo igual, apenas si puedo creerlo, –logró articular Harry con el poco aire que le había quedado tras el tremendo apretón, y cuando Ron aflojó un poco agregó– Hermione me dijo que me ibas a contar cómo lo habías logrado.

    –Ah sí, es toda una historia. Subamos y te cuento todo.

    En el primer piso lo esperaban Luna y Neville. Siguieron más abrazos y exclamaciones de alegría por el retorno y poco después estaban todos instalados en los sofás curvos del segundo piso. –La prensa ahora tiene su propia casa. –dijo Luna haciendo un seña con la cabeza hacia la pared amarilla que dividía el cuarto, estaba atrayendo glubberwings que hacían estornudar a la abuelita de Neville.

    –Y todos vamos a dormir acá en los sillones– dijo Ron antes de que Harry pudiera preguntar sobre los glubberwings– Espero que no te sea molesto.

    Harry negó con la cabeza. –Para nada. Hasta ahora compartía un pabellón con otras ochenta personas. –pensó en su sustituto y sintió un pesar en la conciencia– No es que no aprecie que me sacaran, pero ¿por qué Seamus tomó mi lugar?

    Hermione y Ron intercambiaron miradas cautelosas. Contestó Neville. –Se ofreció de voluntario.

    –¿Pero por qué? – le era difícil imaginar una razón para que alguien se ofreciera de buen grado a tomar su lugar.

    –Estaba buscando a alguien que había perdido, –acotó Luna– igual que nosotros.

    Seamus había dicho que tenía sus razones. –¿De quién se trata?

    –Su abuela–dijo Ron solemne– Cassandra Osgoode.

    –Callandra. –Harry recordó a la anciana bruja que era un poco como la abuela de todos en el pabellón y que había sido tan comprensiva con el asunto de la foto en el diario– Está allí, estuvo allí casi desde el principio. ¿Pero él como se enteró?

    –No estaba seguro. –intervino Hermione– Sabía que varios años antes su mamá la había internado, creyendo que había perdido la razón. Hace más o menos un año su madre empezó a recordar. Cuando comprendió lo que había hecho, tuvo un serio colapso emocional y se está poniendo cada vez peor.

    –Por eso vino a vernos, –dijo Ron– para ver si nosotros podíamos ayudarlo a encontrar a su abuela. Él cree que su mamá podría mejorar si la abuela regresa.

    –Pero él me dijo que él no recordaba nada.

    –Así es. –dijo Neville– Él trabaja en el Ministerio, las defensas allí son muy fuertes, es raro que los que trabajan allí empiecen a recordar. La mayoría de los que recuerdan son los que no tienen defensas de la red protegiendo las viviendas. Pero leía El Puntilloso.

    –¡Vi un ejemplar! –exclamó Harry volviéndose hacia Luna– Es fabuloso.

    Luna, que tenía el mismo aspecto que Harry le recordaba de la escuela como si el tiempo no hubiese pasado para ella, se sonrojó complacida. –Mi papá perfeccionó la técnica hace unos meses, nuestras memorias habían comenzado a volver. Él pensó que no debíamos de ser los únicos, que debía de haber más gente que recordara.

    –¿Y hay?

    –Más de lo que uno esperaría. –esto último lo había dicho una voz que venía de más arriba.

    Xenophilius Lovegood vestía una bata de tela de toalla del mismo tono rosado de la de tía Petunia, por debajo se veían los pantalones, de estampado escocés, pero no de un diseño que ningún clan reivindicaría como propio. Anaranjado, celeste, verde oliva y violeta, todos peleándose por la dominancia. Era demasiado para quedarse observándolo mucho tiempo. Harry lo miró a la cara. El cabello seguía siendo muy fino y blanco, pero al igual que su hija, Xeno apenas si había cambiado en cinco años.

    –Estoy muy contento de que te nos hayas unido– dijo cuando bajó e hizo una pequeña reverencia cuando se aproximó a Harry– Y quiero asegurarte que mi hogar será seguro esta vez, no como…

    Como cuando lo había entregado a los mortífagos que tenían a su hija de rehén… –No hace falta una disculpa. Gracias, señor Lovegood, créame, estoy muy contento de estar acá. Le estaba diciendo a Luna justamente, lo muy impresionado que quedé con el ejemplar de El Puntilloso.

    Xeno agradeció el cumplido con un breve asentimiento. –En la mañana te voy a mostrar el último ejemplar. Pero ya es muy tarde, sería mejor que se acostaran, vienen todos mañana a las nueve.

    –El Ejército de Dumbledore. – se apresuró a explicar Ron antes de que Harry preguntara– Neville tuvo la idea de volver a armarlo.

    Harry miró a Neville, Luna se le había recostado sobre el hombro y parecía dormida– Genial, Neville. –dijo en voz baja para no despertarla.

    Neville ahogó un bostezo y sonrió. –Tener a Harry Potter de vuelta va a obrar maravillas con la moral.

    –Pero el señor Lovegood tiene razón, es mejor que nos vayamos a dormir. –dijo Hermione que también lucía muy cansada.

    Él también estaba cansado, pero tenía un montón de preguntas dándole vueltas en la cabeza. Miró a Ron que pareció haberle leído la mente.

    –¿Tenés ganas de un breve paseo antes de acostarte, cumpa?

    –Me encantaría.

    Les desearon las buenas noches a todos, los Lovegood y Neville subieron, Hermione empezó a transfigurar los sillones.

    Ya en el jardín, que estaba muy crecido, Harry inspiró profundamente el aire fresco. La libertad tenía un aroma dulce, después del encierro de esas semanas en St. Mungo, el perfume nocturno de los jazmines era fabuloso.

    Ron le pasó un brazo sobre los hombros. –¡Por las barbas de Merlín, Harry! Nunca vuelvas a desaparecer así, ¡nos tenías muertos de preocupación!

    –¡Voy a tratar! –rió Harry y recordó el episodio que había desencadenado todo. Se tocó la cicatriz, silente por el momento pero que podía despertarse en cualquier instante sin previo aviso. –Volvió. –dijo con tono grave.

    –Ya sé. –replicó Ron con el mismo tono– Bueno en realidad no es que sepa, sepa. –aclaró– pero sé que algo serio está pasando.

    Al principio Harry no entendió lo que le había querido expresar, tras un instante comprendió. –¿Tus recuerdos no volvieron?

    Ron negó con la cabeza. –Sigo trabajando en el Ministerio, los hechizos de memoria son muy potentes allí. Casi nadie puede recordar bajo esa influencia, Hermione pudo, y quizá haya otros, pero seguramente se quedarían callados al respecto si así fuera. Sería suicidarse laboralmente.

    –¿Y Hermione…?

    –Renunció poco después de que vos desapareciste. Había empezado a recordar algo, y cuando Malfoy sacó las defensas que teníamos en casa –lo único bueno que hizo ese pelotudo– ya no fue más a trabajar, quería recordar todo.

    Harry no podía creerlo, Hermione había dejado de lado su carrera y sus ambiciones. Y también lo había sacudido el veneno en la voz de Ron cuando había mencionado a Malfoy –Ron, ¿qué pasó con Draco?

    –El muy hijo de puta nos traicionó, ¿o no? Primero se puso muy cariñoso con vos y apenas te descuidaste te mandó a St. Mungo. Y fue el que llenó las defensas de hechizos. Y hasta alardeaba de que con El Ojo podían controlar todo de todos.

    Draco era de por sí bastante presuntuoso, así que Harry podía imaginarse lo engreído que se habría mostrado después de resolver un problema tan complejo como el de los hechizos en las defensas. ¿Pero habría alardeado realmente? ¿O acaso Ron lo había malinterpretado? –¿Les ha estado dando información sobre El Ojo, entonces? Eso querría decir que los ha estado ayudando. Y Hermione me dijo que les había dicho donde encontrarme.

    Ron rió socarrón. Justo pasaban junto a un snargaluff, que protestó con un deslizamiento de sus lianas. –Para el cara de hurón fue fácil, él había sido el que te había metido ahí.

    A Harry le cayó muy mal el tono y lo que decía. –No lo llames así. –replicó con brusquedad. Aunque él tenía sus propias dudas; pero quería creer en Draco.

    –Tenés razón, llamarlo así es un insulto para los hurones. Malfoy es un hijo de puta intrigante, siempre lo fue. Es una suerte que haya vuelto con los suyos. Los vamos a hacer caer todos juntos.

    Eso fue demasiado, Harry perdió el control. Con los dos puños lo agarró de la capa y lo empujó contra el tronco de un manzano silvestre. –¡Vos no te acordás cómo era él antes! –le espetó– Repetís lo que te habrá dicho Hermione… o Neville. Bueno, yo te digo que no es cierto. Draco… cambió… no es un mortífago… es importante para mí… –Harry no pudo completar lo que quería decir, no sabía bien qué era lo que quería que Ron entendiera, ya no estaba seguro de cuál era la verdad. Aflojó los puños y retrocedió, el enojo se le había esfumado. Agregó inseguro: –Estás presuponiendo lo peor, ni siquiera sabés… no podés saber…

    –Harry, vos creés que lo conocés pero… Mirá, cuando vos desapareciste fui a verlo, no pareció sorprendido cuando se lo conté y me dio a entender que no podía importarle menos. Eso me dio mala espina, le pregunté a Hermione y me contó toda la historia entre ustedes… la real – agregó exasperado– Y sí es cierto que Malfoy me dijo sobre los hechizos en las defensas y con el mismo tono también me dijo que no debería confiar en él.

    –Draco es así. Es un Slytherin. No es de los que va a venir a decirte directa y abiertamente de qué lado está. –insistió Harry, pero sus convicciones respecto de Draco se iban resquebrajando cada vez más.

    –Podría haberte ayudado él mismo, pero nos dijo que mandáramos a otro. Él lo podría haber hecho solo y no sólo sacarte a vos sino a todos los otros, pero ni quiso oír una palabra al respecto cuando se lo sugerimos. Nos dijo el plan y dejó todo en nuestras manos.

    –Debe de haber tenido una razón, entonces. Él siempre trabaja desde varios ángulos.

    –No quiere verte nunca más.

    Harry lo miró sorprendido, deseando haber oído mal, pero Ron se lo ratificó sin clemencia. –Dijo que todo me lo decía con la condición de que vos desaparecieras de su vida. Dijo que no quería volver a escuchar el nombre de Harry Potter, nunca más.

    ¡No te creo!, hubiera querido gritarle, pero aunque lo estremecía de miedo por dentro admitirlo, le creía. Ron no tenía ninguna razón para mentirle. Y Draco…bueno, Draco tenía todas las razones. Harry se abrazó el pecho sintiéndose miserable, la fe que tenía en Draco, en que Draco había cambiado era irracional, no tenía base, no tenía fundamento alguno… era el hijo del seguidor más fiel de Voldemort, orgulloso portador de la Marca Oscura, rival y enemigo de él de toda la vida… –¿Es uno de ellos? –preguntó finalmente.

    –Así es. –dijo Ron en voz muy baja, sin agresividad– Lo lamento.

    Harry le agradeció la comprensión con un breve asentimiento. Se sentía vacío y deshecho por dentro. Faltaba poco para el amanecer. Al día siguiente iba a tener que retomar su papel de héroe, el maldito Niño Que Sobrevivió, aunque muy poca vida podía sentir en su interior en ese instante.

    –Será mejor que entremos o Hermione va a venir a buscarnos.

    ¿Y acaso no era ésa la razón por la que Ron había sido siempre su amigo? Podía decir sarta de disparates, hacerlo enojar y perder los estribos, hacerlo tirarse de los pelos… pero sabía cuando callarse. Harry asintió y entraron juntos. Hermione ya estaba durmiendo, el cuarto estaba alumbrado por el Lumos de su varita. Cuando los dos se hubieron acostado, Ron la apagó con un Nox.

    Harry cerró los ojos pero demoró en dormirse. Cuando finalmente lo reclamó el sueño, no fue oscuridad lo que rodeó su subconsciente. Sino una imagen. Una brillante serpiente gris envolviéndose alrededor de los hombros de un hombre, la lengua bífida surgiendo intermitentemente entre hebras de cabello rubio platinado.

    oOo



    –La tercera guerra va a empezar dentro de una semana. ¿Y saben qué? Estoy contento de que así sea.

    El anuncio de Neville fue recibido con un silencio de gran asombro. Harry miró alrededor había en la sala de reuniones que Hermione había transfigurado a partir de un manzano silvestre, unas cuarenta y tantas personas, que se autodenominaban el Ejército de Dumbledore. Había unos cuantos a los que conocía y en quienes confiaba: Dean Thomas, Angelina Johnson y su hermana Serena, Michael Corner y su esposa –Harry no recordaba en ese momento cómo se llamaba– y el clan Weasley en pleno, incluyendo a Bill y Fleur.

    –Estoy contento porque esto ya se ha prolongado demasiado. No se trata de una reaparición repentina. Los signos han estado entre nosotros desde el mismo principio. Y sea que recuerden o no, todos ustedes los han visto. Las amenazas a nuestros hogares, a nuestros seres queridos, a nuestras vidas. Este Ojo que nos promete seguridad, siempre y cuando aceptemos estar estrechamente vigilados. Los prejuicios contra los muggles y los nacidos de muggles, e incluso contra aquellos a los que nos gustan las cosas muggles.

    Harry miró a uno de los miembros de la audiencia a quien conocía pero en quien no confiaba, aunque Hermione le había asegurado que tenía muy buenas razones para no desear el retorno de Ya Sabés Quién. Blaise Zabini seguía el discurso de Neville con suma atención, y asentía levemente de tanto en tanto. Harry no sabía muy bien lo que hacía un egiptólogo, pero aparentemente era algo lo suficientemente relacionado con los muggles y al Señor Oscuro no le gustaba.

    –Esto no es una sorpresa para los que recordamos. –continuó Neville– Y recordamos por qué no debemos permitir que vuelva a ocurrir.

    Pero había también muchas caras nuevas, la mayoría de personas no tan jóvenes, incluyendo a la abuela Longbottom que esta sentada aferrando su varita preparada como si esperara que en cualquier momento fueran a irrumpir mortífagos. Los había de todas partes del país y lo único que tenían en común era que compartían los recuerdos de las guerras anteriores. Tal heterogeneidad no se constituía precisamente en una ventaja para enfrentar a Voldemort y sus mortífagos.

    –Sé lo que deben de estar pensando, –prosiguió Neville– no somos más que un grupo de brujas y magos comunes. ¿Cómo podremos detener al más oscuro de los magos que haya amenazado nunca nuestra comunidad? Quizá nos estemos preguntando “¿Por qué yo?” “¿Cómo fue que me metí en esto?” –Neville hizo una pausa dramática, Harry se dio cuenta de que el otrora chico timorato había recorrido un largo camino– Estamos en esto porque, todos y cada uno de nosotros a diferencia de los demás, sabemos lo que pasaría si no hacemos algo.

    –El primer Ejército de Dumbledore se fundó hace ocho años. Parece muchísimo tiempo, ¿no? Éramos todos estudiantes, la mayoría no había todavía aprobado los TORDOs. Ninguno de nosotros –excepto Harry– sabíamos en qué nos estábamos metiendo, pero sí sabíamos que teníamos que detener lo que estaba pasando. Y aprendimos lo necesario para ese fin. Todos estamos mejor preparados de lo que aquellos estudiantes por entonces. –había una nota de orgullo en el discurso de Neville que a Harry no se le pasó inadvertida.

    Éste bien podría llamarse el Ejército de Longbottom, pensó. Neville había estado dedicando su corazón y su alma para entrenar a ese grupo de personas, así como se había constituido en líder de la resistencia durante el séptimo año. Tenía todo el derecho de sentirse orgulloso.

    –Todos ustedes han estado practicando magia defensiva, –continuó Neville– dudo que en alguna otra ocasión haya habido tantos Patroni juntos como durante la última reunión. Y lo que es más importante, he podido observar cómo trabajan en equipo, he podido observar la confianza mutua que se tienen, he podido observar a cada uno de ustedes pelear por la persona que tienen a su lado. Y es por eso que no somos magos y brujas comunes sino ¡integrantes del Ejército de Dumbledore!

    La arenga de Neville, sin dudas, infundía valor y levantaba el espíritu. En ese instante, Harry pensó que en verdad podían tener la fuerza suficiente para derrotar a Voldemort. Volvió a recorrer el salón para observarlos como Neville los veía, no como una mezcolanza de voluntarios sino como una fuerza entrenada. Pero fueron otras las caras que vio… Sirius…Colin… Remus… Fred… Tonks… Snape… ¿Terminarían estas caras nuevas sumándose a la lista de los caídos?

    La voz de Neville pareció crecer en brío y lo arrancó de sus añoranzas. –No estoy diciendo que vaya a ser fácil. Sí, tengo miedo de lo que nos ha de tocar enfrentar. Puede que ya no estemos aquí la próxima semana. –hizo una pausa para que el augurio ominoso penetrara en las conciencias– Pero recuerden, la valentía no es no tener miedo, es hacer lo que consideramos correcto aun cuando tengamos miedo de hacerlo. Y todos y cada uno de nosotros estamos aquí porque consideramos que lo que estamos haciendo es lo correcto. Yo pondría sin titubeos mi vida… en mano de cualquiera de los presentes.

    Un discurso perfecto, pensó Harry muy conmovido por las palabras de Neville e impresionado por el efecto que parecían causar en los reunidos. El recinto parecía cargado de magia latente suscitando una sensación que no había percibido desde la Copa Mundial de Quidditch. Era algo muy poderoso, que si podía dominarse les otorgaría una fuerza increíble.

    Era lamentable que le tocara justo a él arruinar el impacto del discurso. Pero cuando Neville le preguntó si estaría dispuesto a supervisar uno de los grupos de entrenamiento, tuvo que extender las manos vacías.

    –No tengo varita.

    Todos los ojos se volvieron hacia él. Muchos lo miraban acusadores como si fuera un impostor, un intruso colado entre ellos, otros lo miraban decepcionados, ¿acaso podía ser ése el héroe sobre el que la comunidad mágica depositaba sus esperanzas? Molly Weasley lo miraba con lástima. Lo que más deseaba Harry en ese momento era que se lo tragara la tierra.

    Pero Neville actuó con reflejos rápidos. –Ningún inconveniente. Luna, Hermione, Ron y yo nos ocuparemos de los grupos. Que cada uno busque un compañero y mostrémosle a Ya Sabés Quién de lo que somos capaces.

    Todos se pusieron en acción. Hermione lo tomó del brazo. –Mandá a Kreacher a buscar la varita, –le susurrró– si él no puede encontrarla, mañana vamos a ir a ver al señor Ollivander.

    Harry asintió brevemente y salió para no distraer a los demás. Se sentó en un banco del jardín entre una asombrosa profusión de flores de invierno. Convocó a Kreacher quien respondió inmediatamente a su llamado.

    –¡El amo ha regresado como lo había anunciado la sangresucia! – dijo Kreacher sin ocultar su contento.

    –¡Ojo, Kreacher! Ya sabés que no debés llamar a Hermione, ni a nadie, de esa forma. Seguramente has estado pasando mucho tiempo con la señora Black, ¿no?

    –La distinguida señora se ha mostrado muy amable y me ha hecho compañía mientras el amo estuvo lejos. –explicó el elfo, Harry revoleó los ojos.

    –Bueno, ya estoy de vuelta y tenés que hacer lo que yo digo. –el elfo pareció avergonzado, a Harry le dio lástima– Tengo que darte las gracias, no obstante, por haber mudado mis cosas. Aprecio mucho que lo hayas hecho.

    Kreacher sonrió complacido. –Kreacher ha preparado un nuevo hogar para el amo. Kreacher acomodó todo para que la casa del traidor a la sangre luzca como el departamento del amo.

    –¡Kreacher!

    El elfo retrocedió contrito. –Kreacher está tan feliz de que el amo haya vuelto, Kreacher se olvida. ¿El amo va a venir a ver lo que Kreacher ha hecho?

    Harry sentía gran curiosidad de ver los cambios de decoración que el elfo había hecho pero negó con la cabeza, había otras prioridades. –Todavía no, debo quedarme acá por un tiempo. Pero necesito que hagas algo muy importante.

    –Por supuesto, amo.

    –Perdí mi varita. La tenía en el ómnibus cuando me desmayé y debo de haberla dejado caer. ¿Creés que podrás encontrármela?

    –Kreacher va a encontrar la varita del amo. Kreacher va a ir a la cueva donde viven las criaturas ómnibus y se la traerá al amo. No estaría bien visto que el amo perdiera otra varita.

    –Gracias, Krea… ¿Qué querés decir con otra varita?

    –El amo tenía primero una varita de acebo, –dijo el elfo– pero desde la guerra el amo ha estado usando la varita de espino que perteneció al joven amo Malfoy. El amo aparecería como muy descuidado si perdiera otra varita.

    –¿Desde la guerra? ¿Qué es lo que querés decir? –Harry lo había tomado de los hombros– ¿Te acordás de la guerra?

    Kreacher parpadeó confundido. –Kreacher recuerda todo lo que el amo recuerda.

    Era lo que siempre le había dicho cada vez que Harry le había preguntado. Y él nunca lo había entendido en sentido literal, craso error. –Claro que sí, Kreacher, claro que sí. –dijo muy contento– Y ya que estamos, sólo por curiosidad, ¿sabrías acaso dónde se oculta Voldemort estos días?

    –No… –el elfo parecía muy incómodo pero agregó reticente– Si el amo así lo deseara, Kreacher podría tratar de averiguarlo.

    Harry consideró el renuente ofrecimiento, para el elfo podría ser muy sencillo ingresar en la Mansión Malfoy… –Por ahora no, ayudame con lo de la varita.

    –Kreacher hará eso ya mismo.

    –Ah… y otra cosa Kreacher…

    –¿Sí, amo?

    –No vayas a asustar a ningún muggle.

    Harry habría jurado que había visto asomar un primordio de sonrisa en una de las comisuras de la boca del elfo. –Kreacher tratará, amo.

    Cuando se hubo ido, Harry se preguntó qué podría hacer, era la primera vez en semanas que estaba solo, eso debería haberlo hecho sentir bien, pero no… No quería quedarse allí pensando… Draco se había pasado al otro lado…aunque, técnicamente, ése había sido siempre su lado. Nada parecía haber cambiado, estaban como al principio.

    Pero no… la guerra los había cambiado… a los dos. Harry podía recordar esas visiones espantosas que había visto a través de los ojos de Voldemort. Visiones de Draco, sumido en un estado de resignado terror, reducido a ser el instrumento para administrar tormentos según los designios de un monstruo. La visión lo había repugnado ya entonces, cuando Draco era todavía su enemigo, ahora era intolerable.

    Si las cosas fueron así, no es de extrañar que me odiaras. Hice cosas terribles.

    Resonó la voz de Malfoy en su memoria. Ahora sabía… debía de saber… Sus recuerdos debían de haberse apilado unos con otros, amontonados, confundidos: las peleas de la escuela y los tiernos besos al despertar juntos, una snitch robada en el último instante y las dificultades para bajar un cierre de jean muggle, su enemigo abriéndolo en canal en el baño, su amante abriéndole gustoso el cuerpo en la ducha; recuerdos amontonados unos sobre otros como hojas caídas en otoño.

    ¿Y por qué había vuelto al otro lado? ¿Por qué había renunciado a él?

    Sí, mejor era no ponerse a pensar. Tenía que actuar. Como Neville, como los demás. Le llegaban del salón los sonidos amortiguados de la sesión de entrenamiento. Parecía que había mucha acción. Ojalá tuvieran a un sanador entrenado cerca.

    En ese momento un gran abejorro le captó la atención. Se acordó de un comentario que había hecho Ron una vez en la escuela, que la forma de animagus de Dumbledore debía de ser un abejorro, porque siempre parecía saber todo lo que hacían, como si los estuviera siguiendo. El recuerdo lo reconfortó.

    Se puso a seguir al insecto. De flor en flor, y dando la vuelta siguiendo el muro de la casa, encontró una puerta azul entornada, el abejorro fue a posarse sobre una planta de hortensias. Cuando se acercó, oyó un golpeteo rítmico.

    El señor Lovegood estaba preparando páginas para la impresión, tenía la varita sostenida sobre la oreja, Luna debía de haberlo aprendido de él. Golpeó la puerta para llamarle la atención, pero el ruido dentro era mucho. Intentó con golpes más fuertes y llamó –¿Señor Lovegood?

    El hombre se sobresaltó y echó mano de inmediato a su varita. Luego, al reconocerlo, sonrió. –Ah, Harry… pasá, pasá… hay algo que quiero mostrarte.

    oOo



    Petitio principii: Petición de principio



    La petición de principio (del latín petitio principii) es una falacia que ocurre cuando la proposición a ser probada se incluye implícita o explícitamente entre las premisas. Como concepto en la lógica la primera definición de esta falacia conocida en Occidente fue acuñada por el filósofo griego Aristóteles, en su obra Primeros analíticos.
     
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  7. Dan2102
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    Me encanta, pobre Draco; pero ya habrá momento de reencontrarse y amarse <3
    :D
    Conti!
     
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  8. Kari Tatsumi
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    Capítulo 13
    Damnatio memoriæ



    –Pasá… hay algo que quiero mostrarte.

    Harry empujó la puerta y entró. La nueva imprenta era más grande pero estaba igual de abarrotada. Xeno usó un encantamiento silenciador y el ruido disminuyó hasta casi desaparecer. Tomó un ejemplar de la pila que tenía a un lado.

    –Ésta es la última edición que se publicará mañana. ¿Qué te parece?

    La primera plana mostraba una nota muy propia de El Puntilloso, sobre los tillywonks de las Highlands escocesas, unas criaturas mitad aves, mitad reptiles cuyas garras mostraban asombrosas cualidades conductoras de la magia. Otro artículo daba consejos prácticos para evitar la infestación con squiddypus yarks, que proliferaban debido a una particular alineación de estrellas, con saliva de dragón aplicada en los marcos de las puertas. Un informe sobre el brote de paperas en los adolescentes y recomendaciones de tratamiento casero con agua de avellanas.

    –Vas a necesitar estos. –dijo Xeno pasándole un par de anteojos psicodélicos.

    POTTER REGRESA. Se prepara para vencer a Ya Sabés Quién de una vez y para siempre.

    Harry Potter, mejor conocido como El Niño Que Sobrevivió, reapareció hoy después de haber estado desaparecido durante ocho semanas. Sus amigos temían que pudiera haber perecido, pero gracias a un dato anónimo que les reveló su localización, se montó un ingenioso plan para rescatarlo de St. Mungo, el Hospital de enfermedades y lesiones mágicas, donde lo tenían encerrado.

    Según nuestras fuentes, Potter no era el único recluido en St. Mungo. Alrededor de otros cien siguen aun cautivos allí. Muchos son individuos que no fueron afectados por la maldición Damnatio memoriæ en mayo de 1998, llevan encerrados allí más de cinco años; otros son personas que fueron internadas con posterioridad porque empezaron a recordar cuando el hechizo fue perdiendo potencia.

    Ahora que el Niño Héroe ha retornado, se espera que lidere la ofensiva contra Ya Sabés Quién. Como ya habíamos informado, Ya Sabés Quién tiene planeada una asamblea con sus seguidores para el solsticio…


    Xeno carraspeó, claramente esperando la opinión de Harry respecto del artículo, como el otro permaneciera callado, se vio obligado a decir algo. –Espero que no te moleste que lo publiquemos, estoy seguro de que les llevará esperanzas a muchas personas.

    –No soy un Niño Héroe. –ni siquiera había completado un día de libertad y ya lo empujaban para que se transformara en estandarte.

    El señor Lovegood lo miró fijamente durante un largo momento, Harry se empezó a sentir incómodo. Finalmente dijo: –Te necesitan, Harry.

    Harry iba a protestar, pero Xeno lo detuvo levantando una mano antes de que empezara. –No, escuchá, Harry. Durante semanas llegó gente. Todos venían en busca de respuestas. Querían saber lo que estaba pasando, por qué ellos recordaban y los demás, no. Querían saber lo que te había pasado a vos. “¿Dónde está Harry Potter?” Y cuando uno les decía que estabas perdido, era como si les hubieras dicho que ellos también estaban perdidos.

    Quizá es cierto. Pero Harry se negaba a admitir eso. –¿Ayuda en algo saber lo que pasó? No me parece que cambie nada.

    –Cambia todo. Saber indica que uno no está loco, que todo ha sido obra de un hechizo.

    Harry volvió los ojos al artículo impreso. –¿Qué hechizo es éste?

    Damnatio memoriæ –respondió Xeno– Se remonta a la antigua Roma e incluso más atrás. Los emperadores lo usaban para borrar de la memoria a alguien, generalmente se trataba de sus predecesores. Lo encontré en un viejo librito que había comprado alguna vez en Flourish & Blotts. Ni siquiera recuerdo cuándo fue que lo compré, la bendita Parca debe de haber sido la que me guió la mano. Aunque fue tu amigo, Blaise Zabini, el que halló la conexión con los horcruxes.

    –No es mi amigo. –se apresuró a aclarar Harry y frunció el ceño para preguntar– ¿Y qué es lo que sabe Ud. de los horcruxes?

    –No te inquietes, Harry. Somos muy pocos los que estamos al tanto. Tus amigos infirieron que vos eras el último, que había sido creado probablemente de manera accidental. Se trata de eso o Ya Sabés Quién no se dio cuenta de que todos los demás ya fueron destruidos. Si él lo hubiera sabido no habría intentado matarte.

    Era lo que Harry había pensado que el fragmento de alma de Voldemort que llevaba dentro había sido lo que lo había salvado. Era algo que no les había mencionado nunca a sus amigos, algo que ni él mismo quería admitir. Hizo un gesto de frustración que Xeno interpretó como confusión y procedió a explicar.

    –El horcrux es un fragmento del alma, y uno no puede matar un fragmento de la propia alma. Cuando lo intentó, volvió a su cuerpo. Atentar “suicidio del alma” debilita mucho a un mago, Damnatio memoriæ era un reaseguro, una alternativa por si las cosas fallaban. Todas las memorias conectadas con él fueron borradas, de esa forma dispuso de un largo tiempo para recuperarse, sin que nadie sospechara nada. Pero no debería decir nadie, hubo unos pocos que no fueron afectados por el hechizo y a medida que pasó el tiempo y el hechizo fue perdiendo potencia, más y más fueron los que recordaron. Pero dado que las defensas se usaban para renovarlo somos todavía una minoría.

    Era algo realmente impresionante… un hechizo así de complejo. –¿Y por qué no volvieron a usarlo para que el olvido fuera completo en todos?

    –Ah… porque Damnatio memoriæ no es igual que un simple Obliviate. No sólo quitó las memorias de Ya Sabés Quién, puso otras en su lugar, y borró rastros de todos los documentos. Tus amigos no se acordaban de que habían estado en búsqueda de horcruxes durante él séptimo año, creían que habían asistido normalmente a clases, que era lo que lógicamente habrían hecho si las circunstancias hubieran sido las normales.

    –Entonces… lo que la gente recuerda es lo que hubiera pasado… si Voldemort no…

    –No es algo de lo que podamos estar ciento por ciento seguros, Harry… pero sí, ésa es la idea general.

    El señor Lovegood tenía razón, saber sí que cambiaba las cosas. Quizá la vida sin ambiciones que había llevado durante los últimos años no era una anomalía sino una consecuencia lógica de una infancia desgraciada como la suya. Sin Voldemort él nunca habría tenido expectativas de unirse a los aurores o incluso ningún otro tipo de expectativas para su futuro. Hubiera terminado como había terminado, con un trabajo de mala muerte, sin preocuparse de prácticamente nada, sólo de subsistir. Quizá eso era lo que le estaba reservado si no hubiera tenido a todo el mundo convenciéndolo de que era un héroe. Ahora creía que empezaba a comprender y la revelación no le gustaba para nada.

    Fue en ese momento que se materializó Kreacher y le presentó la varita. –Kreacher ha encontrado la varita del amo. En lo profundo de las entrañas de una de las criaturas ómnibus, pero Kreacher ha podido encontrarla.

    –¡Excelente trabajo, Kreacher! –exclamó Harry con recuperado entusiasmo. La varita se puso inmediatamente cálida en contacto con su mano, como si expresar su alegría de estar de regreso. Harry la recorrió lentamente con un dedo y empezaron a brotar pequeñas chispas por la punta. –Espero que nadie te haya visto… –el elfo no contestó de inmediato– ¿Kreacher? –demandó Harry con mirada seria.

    –Estúpidos muggles… muggles pequeñitos… –murmuró el elfo– Señalaron a Kreacher con el dedo y quisieron tocar las orejas de Kreacher –las bajó y las protegió con los brazos– Fue cuando vinieron los muggles grandes, dijeron que Kreacher le pertenecía a Santa Claus. Kreacher protestó, Kreacher dijo que sólo servía a Harry Potter. Los muggles se fueron y lo dejaron tranquilo.

    –¿Pensaron que eras uno de los elfos de Santa Claus? – dijo Harry riendo ante la imagen mental de Kreacher rodeado de nenitos.

    Kreacher asintió angustiado. –¿El amo conoce a ese mago?

    –No personalmente… pero he oído hablar mucho y muy bien de él. No es un deshonor que te hayan confundido con uno de sus… sirvientes.

    Eso pareció levantarle un poco él ánimo. –¿Entonces el amo no está disgustado?

    –No, para nada disgustado. –lo tranquilizó, por suerte estaban cerca de navidad y eso había contribuido al feliz malentendedo– Pero debés tener más cuidado en el futuro, Santa Claus podría enojarse mucho conmigo si llegara a pensar que le quité uno de sus elfos. Vos no querrías que pase algo así…

    –¡Oh no! Kreacher no podría nunca difamar el buen nombre de Harry Potter.

    Harry consideró la formulación de la última aseveración, ¿quizá encerraba cierto sarcasmo? Sonaba como algo que podría haber dicho el retrato de la señora Black. Pero Harry no quería pensar mucho más en el asunto…

    –Gracias Kreacher, eso será todo por ahora. –el elfo hizo una corta reverencia y desaparicionó.

    –Parece que los elfos domésticos recuerdan todo, ¿lo sabía? –comentó Harry distraído– Y supongo que los retratos también, curioso, nunca se me ocurrió preguntarles.

    –Uno aprende a que no hay que mencionarlo, –dijo Xeno– es lo que todos hicimos, y tratamos de seguir con nuestras vidas. Hay algo más que quiero que veas. –apuntó a una pila de ediciones anteriores, un ejemplar del medio se desprendió y voló a manos de Harry. –Para que veas que Ya Sabés Quién se mantenía ocupado.

    Harry se colocó los spectrespecs y leyó:

    Ya Sabés Quién está detrás de los miedos por la inseguridad. Un squib cuenta todo.

    Una investigación no oficial llevada a cabo por los aurores Neville Longbottom y Ronald Weasley ha puesto en evidencia nuevas inquietantes sobre la violencia de los últimos cinco años. Durante la investigación sobre el brutal ataque a Editha Longbottom, de 106 años de edad, los aurores capturaron a Hardial Banes, un squib de 34 años, que no sólo había participado en ese ataque sino que también confesó haber tomado parte en una larga serie de otros, y puso al descubierto una red de crimen y malevolencia relacionada con Ya Sabés Quién.


    Con gran consternación Harry siguió leyendo. Banes había sido contactado por “un hombre de negocios” que había dicho llamarse Tom Riddle. Riddle había conformado un ejército de squibs y de magos vagabundos, como mafia para asaltar a particulares y comerciantes. Pero, a diferencia de otras bandas mafiosas el dinero obtenido no era más que un beneficio adicional. El objetivo principal era sembrar el terror. Lo que Banes llamó “una nube de miedo”, que se había hecho mucho más rentable y efectiva luego de que la banda hubo logrado varios asaltos exitosos en Gringotts.

    Harry levantó la vista espantado. –Todo para que la gente se asustara y pusiera “defensas más seguras” en las casas. Y de esa forma lograr que el hechizo perdurara. –y permitir el monitoreo de todo tipo de magia– …así que yo empecé a experimentar con las defensas de la Mansión, mi padre me dejó, era algo para mantenerme ocupado… –había dicho Draco.

    –Y ¡oh casualidad! Todos los dueños de las compañías de seguridad son mortífagos.

    Los miembros de la Orden de Walpurgis se mueven en los mismos círculos, es lógico que se dediquen al mismo tipo de actividades.

    La evidencia era abrumadora. Pero Draco no sabía… no podría haber sabido. Él tampoco se acordaba de nada, como los demás… ¿o no? Y Draco había sido el que lo había sacado del hospital. No lo habría hecho si se hubiera pasado del otro lado, ¿o sí? Todo era tan confuso, tantos “pero…”, tantos “¿y si…?” chocándosele en la cabeza. La única forma que había tenido de escapar de todo eso había sido irse de Inglaterra a tierras donde nadie sabía de Voldemort ni de El Niño Que Sobrevivió.

    No podía escaparse de nuevo, había demasiadas cosas en peligro. Pero no podía dejar que lo abrumaran sus dudas sobre la lealtad de Draco. –¿Cuánto hace que recuerda la verdad, señor Lovegood?

    –Llamame Xeno, por favor. Bueno… nosotros nunca pusimos defensas de las compañías. y Luna nunca se olvidó de todo, pero se sentía zarandeada entre dos universos, era algo que le ocurría con frecuencia a su madre, así que yo no me preocupé demasiado. Pero hace un año mis memorias volvieron y supimos entonces que no se trataba de una coincidencia. Hicimos algunas averiguaciones discretas y descubrimos a otros. La mayoría era gente que vivía lejos de los grandes centros urbanos, gente del campo.

    –¿Y Neville?

    –Neville pidió licencia en los aurores después de que atacaron a Editha. Vinieron a vivir aquí con nosotros. Una semana después empezaron a recordar y Neville decidió no volver a trabajar. El proceso de recordar no es inmediato ni completo al principio. Pero sin la influencia de las defensas se da bastante rápido en la mayoría.

    –Entonces… ¿si se desactivara El Ojo todos recordarían?

    Xeno se rascó la cabeza. –En teoría sí. Pero claro… ¿quién le pone el cascabel al gato… o se lo saca en este caso?

    Harry asintió pensativo. Era el tipo de tarea que necesitaba para poder sacarse de la cabeza los pensamientos deprimentes… e iba a necesitar la ayuda de sus amigos. Los iba a ir a buscar y tendrían que informarle de los planes que tenían, si iba tener que jugar el papel de Niño Héroe quería toda la información disponible.

    –Gracias, señor… Xeno. Voy a ir a ver cómo sigue el entrenamiento.

    –Andá nomás, Harry. –el señor Lovegood anuló el encantamiento silenciador y volvió a su trabajo. Retornó el escándalo de ruidos del principio. Admirable que pudiera trabajar en ese barullo. Bueno… uno termina acostumbrándose a todo.

    Mientras caminaba de regreso fue practicando movimientos con la reactiva varita de espino, recién ahora comprendía cuanto la había extrañado. Los encantamientos para mantener tranquilos y contentos a los pacientes en St. Mungo debían de haber sido muy potentes. Antes de poder unirse al Ejército de Dumbledore debía volver a familiarizarse con su magia. Usó un Wingardium leviosa sobre un balde con agua y lo hizo levitar y que se volcara para que regar un arbusto de lirio silvestre.

    Sonrió satisfecho y trató de traer a la memoria un recuerdo agradable para el siguiente encantamiento.

    El agua caliente le corre por la cara, el recinto de la ducha está lleno de vapor. Se abre la puerta, sabe que ya no está solo pero no tiene miedo. Siente el contacto de piel fresca contra la suya cálida. Pequeños dientes afilados le exploran la curva del cuello. Estabas demorando demasiado. –una voz le susurra al oído– A los Malfoys no nos gusta que nos tengan esperando –unos dedos acarician la línea de las caderas, otros hacen lo propio con las costillas. El tacto se amalgama con el agua que le cae encima; está rodeado por una nube de vapor, y líquido y las manos su amante. La carne caliente lo incinera por dentro, abrasa la piel tensa, lo hace suplicar por piedad, suplicar por alivio. Las manos parecen tocarlo todo, manos y agua, y la voz de su amante instándolo a que se deje ir. Forcas de relámpagos que le cruzan el cuerpo y su amante que alcanza el clímax. Su propio calor blanco se le une y enciende cintas de fuego sublime que no hay agua en el mundo que pueda apagar. Las rodillas se le aflojan y caería si no fuera por los fuertes brazos que lo sostienen. –Draco, yo… –quiere decir algo, las palabras quieren formársele en la lengua ardida, pero siente que todo él podría, con un simple aliento, deshacerse en miríadas de partículas como un pilar de ceniza. –Ya sé. –le dice la voz abrazándosele fuerte– Lo sé… yo también…

    El alto ciervo se alzaba frente a él. Luminiscente y perfectamente conformado en todos sus rasgos, sacudió la cabeza y la poderosa cornamenta dejó un reguero de chispas blancas que resaltaban contra el gris del cielo cubierto de diciembre. Harry sonrió y lo observó galopar hacia el salón de entrenamiento. Lo siguió, dos figuras estaban a la puerta. Un hombre y una mujer. Él abrazándole la cintura; se separaron rápidamente sobresaltados por el patronus. La mujer era Hermione, pero el hombre definitivamente no era Ron. Hermione alzó la mirada en su dirección pero no alcanzó a verlo, él había hecho un paso a un lado y la esquina de la casa lo ocultaba. Los ojos de ella de se abrieron de pánico, giró y entró rápida en el salón.

    El otro permaneció allí, Harry se fue acercando, ciertamente se trataba de Blaise Zabini, que había estado abrazándola. Zabini prendió un cigarrillo con un encendedor muggle. Hermione le había dicho que trabajaba con muggles en El Cairo estudiando las conexiones entre magos y muggles en el Egipto predinástico. ¿Qué razones podría tener para un trabajo así? Seguramente no serían buenas.

    –Zabini. –dijo a modo de saludo.

    –Potter, –replicó él con un atisbo de sonrisa– veo que recuperaste la varita.

    –Y responde mejor que nunca. –sonó casi como una amenaza– ¿Qué estabas haciendo con Hermione?

    Zabini le dio una larga pitada al cigarrillo con labios divertidos. –¡Ah!, la sutileza de los Gryffindors. Son tan predecibles. –fijó los ojos en la punta ardiente del cigarrillo como si fuera más interesante que la conversación. Harry refrenó su impaciencia, según Draco a los Slytherins les encantaba hablar salvo que el interlocutor demostrara demasiado interés en los dichos. Hubo unos segundos de silencio, Zabini sacudió la ceniza de la punta y dijo marcando las sílabas: –La señorita Granger necesita un recreo de tanta… seriedad.

    –Es la señora Granger Weasley. –Harry sintió que los dedos se le habían apretado alrededor de la varita, Zabini también lo había notado.

    –¿Ah sí? –Zabini afectó ese tono aburrido que sólo a los muy ricos les sale bien– Quizá sea por eso que necesita un recreo.

    Harry le apuntó la varita a los ojos. –Escuchame, Zabini, si le llegás a poner un dedo encima…

    –¿Qué es lo que vas a hacer? –replicó el otro burlón y dio un paso para acercarse a la punta de la varita– ¿Me vas a atacar porque Granger no puede encontrar a nadie lo suficientemente inteligente para que esté a su altura? –se acercó otro paso– ¿O me vas a matar, Harry? Me juego a que estás ansioso de practicar alguna Imperdonable antes de tener que enfrentar al Señor Oscuro. –la punta de la varita estaba apenas a dos centímetros de la negra frente, dibujó una sonrisa ladina en los labios y dijo con el mismo tono aburrido del principio: –Sería algo muy temerario, Harry, ya que yo soy el único que sabe con qué vas a tener que enfrentarte… pero Temerario es tu segundo nombre, ¿no?

    Harry no estaba por lanzar una Imperdonable pero estaba recorriendo mentalmente su catálogo de hechizos para atacarlo con uno que le diera una lección sin dañarlo de forma permanente. Hermione y Ron salieron en ese instante.

    –¿Qué cuernos estás haciendo, Harry? –lo increpó Ron y le hizo bajar el brazo– No podés atacar a nuestros aliados de esta forma, somos muy pocos. –miró a Blaise y de nuevo a Harry– ¿Algún problema?

    Harry no atinó a decir nada, miró furtivamente a Hermione que no había pronunciado una sílaba.

    Blaise habló primero. –Harry estaba defendiendo el honor de Gryffindor, las viejas rivalidades entre Casas se resisten a morir. ¿Te parece que llamemos a una tregua? –le extendió una mano, Harry la miró como si fuera una serpiente negra letalmente venenosa– Vamos, –lo instó Ron con un codazo– si Neville llegara enterarse de que se han estado peleando en las filas… creeme puede ser más intimidante que Ya Sabés Quién.

    Harry le estrechó la mano con renuencia. Zabini sonrió con suficiencia, mirando a Harry primero y a Hermione después.

    No pareció que Ron notara nada fuera de lugar.

    –¿Cómo va el entrenamiento? – preguntó Harry.

    –Muy bien. –respondió Ron– No sé si conocés a los Hockleys, Irman tiene un hechizo para desmayar de una potencia increíble y Neville nos enseñó todos y cada uno de los hechizos que figuran en Cómo ganarle a las Artes Oscuras, no quisiera pecar de demasiado optimista pero creo que estamos preparados en el mejor nivel. Y lo que dijo Neville es cierto, algo va a pasar muy pronto.

    –¿Qué es lo que va a pasar? –preguntó Harry.

    Contestó Hermione. –Ya hablaremos sobre eso en la reunión de estrategia después de la cena, ahora tenemos a todos los miembros del Ejército acá, deberíamos volver a la práctica. Todos se van a poner muy contentos de verte con varita.

    Harry asintió. Más tarde iba a tener que acorralarla a solas para pedirle respuestas. Entraron todos. Harry controlando con ojos llenos de desconfianza cada uno de los movimientos del Slytherin.

    oOo



    La reunión de planificación estratégica fue muy distinta de las que Harry recordaba, las de la Orden del Fénix en la cocina de Grimmauld Place. Sólo había un mapa sobre la mesa, de la Mansión Malfoy. El resto, para horror de Harry, estaba cubierto por hojas con infinidad de cálculos de Aritmancia.

    Blaise era el que había estado hablando, indicaba alternativamente referencias en rollos de pergaminos antiguos a punto de desintegrarse y en manuales modernos. Harry había tratado de seguir la explicación sobre el sistema de cálculo de los antiguos egipcios, pero se había perdido. Se dio por vencido y se dedicó a observar a los que estaban sentados alrededor. El señor Lovegood parecía seguir la explicación muy concentrado pero sus ojos estaban opacados, a su lado Luna tenía una mirada idílica, seguramente estaría en alguna otra dimensión muy lejos de allí. Tampoco los Weasleys parecían captar mucho. Estaban sentados en hilera, incluidas la señora Weasley y Ginny, con sus cabelleras de ligeramente distintos tonos de rojo, sus pulóveres tejidos y las frentes fruncidas de confusión. Neville parecía estar poniendo todo su esfuerzo para entender, también tenía la frente fruncida pero al menos estaba examinando los pergaminos con gran interés. Hermione escuchaba extasiada. Harry se sentía como en una clase de la escuela…

    Cuando Zabini hizo una pausa, Harry preguntó: –¿Qué tiene que ver todo esto con lo que tenemos que hacer?

    Hermione lo miró escandalizada. –Harry, ¿no estuviste escuchando nada? Blaise ha deducido más información sobre los horcruxes que incluso el mismo Dumbledore.

    –Sí, sí… son de un antiguo dios egipcio… ¿Y? No nos dice nada de cómo podemos atacarlo.

    Zabini sonreía con suficiencia. Harry hubiera querido borrarle la sonrisa de una trompada. No recordaba que ni siquiera Draco hubiera sido tan exasperante alguna vez como lo era éste. –Ese antiguo dios egipcio había hallado la manera de preservar su alma, Potter, ya en el año 2000 a. de C. –leyó una de las notas en una carpeta– El Ojo de Horus ha distribuido mi alma… El Ojo de Horus me ha hecho divino… Me he de esconder entre vosotras ¡oh estrellas imperecederas! ¿Eso no te suena a un horcrux?

    –Quizá, –concedió Harry– pero no dice nada de cómo destruirlos.

    –Quizá sí, –replicó Blaise– y quizá también nos dice qué es lo que tenemos que destruir.

    Harry entrecerró los ojos. –¿Qué querés decir con “lo que tenemos que destruir”?

    –Blaise piensa que Ya Sabés Quién ha creado un nuevo horcrux.

    Harry se encogió de hombros. –No me extrañaría. Dispuso de años, podría tener docenas desparramadas por todos lados. Supongo que vamos a tener que volver a recorrer todo el país para ubicarlos. – miró con añoranza a Ron y Hermione, extrañaba aquellos días en que eran solamente ellos tres.

    –No será necesario. –dijo Zabini– Sólo hay uno. Pero va a haber otro más la noche del sábado. El Slytherin tomó un almanaque de pared, volvió unas hojas hasta agosto. Como explicaba antes, el sistema matemático egipcio, –el que se usó en El Ojo de Horus– se basa en el 64. El catorce de agosto, 64 meses después de la batalla de Hogwarts.

    –¿Y qué fue lo que pasó el catorce de agosto? –Harry no recordaba nada especial… bueno él había empezado a salir con Draco alrededor de esa fecha, ¿sería eso significativo?

    –Nada especial –dijo Zabini– pero 64 días más tarde el diecisiete de octubre…

    Viernes a la tarde en Criaturas Critswold… Lucius Malfoy había comprado una serpiente… una nota de Draco sobre una reunión convocada con urgencia… ondas de dolor que lo habían atacado en el ómnibus… ojos rojos lacerándole el alma a través…

    –Creó un horcrux esa noche. –dijo Harry y tragó saliva; era una certeza, no una suposición, miró a Zabini con una mezcla de desconfianza y admiración– ¿Cómo lo supiste?

    –Es un simple cálculo aritmáncico, Harry. –contestó Hermione– 64 meses y 64 días fue el tiempo que le tomó para recuperarse y volver a fragmentar su alma.

    –Y el proceso de fragmentación le drenó las fuerzas, –prosiguió Zabini– deben pasar otros sesenta y cuatro días para que pueda intentarlo nuevamente… lo que nos trae a este sábado, el solsticio.

    El recinto quedó en silencio, preso del miedo por lo que iba a ocurrir. A pesar de lo que hubiera dicho Neville al respecto, lo que tenían que hacer era una carga pesadísima sobre los hombros de todos. George fue el que habló primero. –Entonces… ¿cómo matamos al hijo de puta?

    Era el turno de Hermione de dar conferencia. Abrió unos de los libros, en la página con la imagen que ya les había mostrado Zabini. Era el ojo de un halcón, con una ceja tensa encima y una lágrima pendiendo en la parte inferior.

    –El Ojo de Horus no es sólo un constructo matemático. Cada una de sus seis partes representa un sentido: tacto, gusto, oído, vista y olfato, y el pensamiento como un sexto sentido – a medida que hablaba iba señalando diferentes partes de la imagen– Éstas son las seis vías por las que ingresan las sensaciones, tanto en los muggles como en las personas mágicas. Creemos que hemos encontrado un hechizo –o mejor dicho seis hechizos– que pueden provocar una reacción encadenada, la fragmentación consecutiva de estas vías en otras más pequeñas, y más pequeñas y más pequeñas aún hasta que estén tan fragmentadas que se vuelvan inútiles.

    –Perdón… ¿estás diciendo que querés conseguir montones de pedacitos del alma de Ya Sabés Quién? –preguntó Ginny como si no pudiera creer tal despropósito, era lo mismo que Harry había estado a punto de preguntar.

    –Técnicamente sí. Cada pedazo se va a fragmentar en 64 partes, y luego cada una de esas partes en otras 64 y así sucesivamente. En unos pocos segundos serán tan minúsculas que se habrán vuelto completamente inoperantes.

    –Bueno, aceptando que lo que decís es correcto, –intervino Neville con tono escéptico– ¿qué pasa en esos primeros segundos?, las potencias de 64 son números altísimos, ¿vamos a tener todos esos fragmentos de alma alrededor?

    –Así es, 6 x 64 en la primera división: 384. 24576 en la segunda. Y así –Blaise había dicho todo con el más despreocupado de los tonos.

    –¿Y nosotros qué hacemos? ¿Esperar a que se atomicen y ya?

    –Cada una de las partículas será absorbida por el hechizo, –respondió Hermione– irán hacia quien lo haya pronunciado. No va a ser fácil, recuerden que va a haber muchos mortífagos que se pondrán fuera de si. Tendremos que mantenerlos a raya para que no detecten la fuente de la magia.

    –Yo no me preocuparía demasiado al respecto, –dijo Neville– tenemos un ejército para mantenerlos ocupados. –miró alrededor, muchos pares de ojos desorbitados lo miraban– Bueno… por lo menos yo me ofrezco de voluntario.

    Luna levantó la mano. –Yo también.

    Hermione y Ron fueron los siguientes. Y luego Blaise, Harry lo fulminó con la mirada pero el Slytherin no se arredró en lo más mínimo. Finalmente Harry también levantó la suya.

    –Supongo que ya tenemos un equipo. Decinos entonces lo que vamos a hacer…

    Hermione se dedicó a explicar el hechizo en detalle. Quizá con demasiado detalle, si los bostezos que empezaron a aparecer podían servir de indicación. Las descripciones de las conexiones entre los faraones y los magos del Reino Medio de Egipto no eran precisamente algo que levantara el entusiasmo. Harry propuso que tomaran un descanso y que continuaran más tarde entre ellos seis. Los demás tenían que descansar bien para la sesión de entrenamiento del día siguiente.

    George fue el primero que se puso de pie. Le dirigió una mirada agradecida a Harry, cuando pasó a su lado le tomó brevemente el brazo y le susurró al oído: –Te debemos una.

    –De nada, George. –replicó Harry, y se preguntó a quiénes haría alusión con el “nosotros”. George seguía hablando siempre con Fred, del negocio, de los planes para el fin de semana, de los chismes de la calle Diagon. Los Weasleys se habían sentido incómodos al principio pero habían terminado acostumbrándose. Nunca nadie se atrevió a preguntarle si fred le contestaba.

    Ron y Neville procedieron a renovar las velas y Luna se puso a preparar té. Zabini salió para fumar. Hermione iba a seguirlo, pero Harry se le interpuso. –No estoy seguro de querer tenerlo a Zabini en esto.

    Hermione lo miró escandalizada. –Harry, ya te lo había dicho, él tiene tanto que perder como cualquiera de nosotros si Ya Sabés Quién regresa. Vos oíste las conclusiones de sus investigaciones, los muggles y los magos comparten un mismo origen. Sus estudios destruyen toda la patraña de la pureza de sangre.

    –Ya sé. Pero igual no confío en él.

    –Harry, tenés que superar este asunto de la rivalidad de Casas…

    –No se trata de eso. No confío en él… con vos.

    Ella quedó boquiabierta y titubeante. –No… no sé de… de qué estás hablando.

    –Te vi hoy. Él abrazándote y vos mirándolo embelesada… ¡igual que con Krum!

    Los ojos de Hermione refulgieron de furia. –No hay nada entre Blaise y yo. Estuvimos trabajando juntos sobre los hechizos, nada más que eso.

    Harry la estudió atentamente, quería captar algún indicio de que le estaba mintiendo. Pero no lo encontró, igual no sirvió para que se le disiparan los miedos. –No quiero que él participe, es posible que esté ayudando por su propio interés, pero no creo que le importen nuestros intereses. Vos oíste lo que dijo Neville, poner nuestras vidas en manos de cualquiera de los miembros del Ejército. No quiero la mía en manos de Zabini.

    –De él no podemos prescindir. –insistió Hermione– Conoce el hechizo mejor que ninguno, y salvo que vos sepas leer jeroglíficos, él es el único que puede decifrar los textos originales. Puede que haya que hacer modificaciones en el mismo momento en que estemos por usar el hechizo, lo necesitamos.

    Blaise había vuelto a entrar, los demás ya se estaban sentando de nuevo a la mesa. –Tenemos que volver, –susurró Hermione– ¿podemos hablar de esto más tarde? Por el momento hacé un esfuerzo y tratá de confiar en mí.

    –Está bien. –concedió Harry reticente– Por el momento.

    Harry se sentó entre Ron y Luna y Hermione junto a Ron. Continuó con la explicación interrumpida momentos antes. Primero dio detalles históricos, Zabini intercalaba ocasionalmente aspectos políticos de la época. Luego pasó propiamente a explicar la magia que iban a emplear. Harry escuchó muy interesado. Cada uno de ellos iba a aprender un hechizo distinto, que afectaría un aspecto distinto de El Ojo de Horus. Los hechizos actuarían potenciando la función mediante retroalimentación positiva hasta provocar una sobrecarga. Para graficar puso como ejemplo a los murgles de nariz brillante, unas extrañas criaturas subterráneas que en ciertas ocasiones desarrollan un hambre insaciable y comen incesantemente hasta reventar, literalmente. Harry intercaló: –Tabletita de menta. (*) –sólo Hermione entendió la alusión, le sonrió un instante y continuó con la exposición. A Harry le empezó a gustar el plan, atomizarían el alma de Voldemort en millones de partículas inocuas, sus desmedidas ansias de inmortalidad se volverían contra él. Todo el esquema del plan tenía una simetría que Harry no pudo calificar sino de admirable.

    Al final, Hermione les distribuyó copias de los hechizos respectivos. –Blaise los tradujo del egipcio del reino medio. Solos no son muy efectivos, pero en conjunto, se potencian a ritmo exponencial. –Ron frunció la frente– Significa que se irán acelerando cada vez más. –explicó Hermione.

    –Había entendido. –protestó Ron, por el tono Harry intuyó que no debía ser la primera vez que Hermione lo hacía sentir como un estúpido ignorante– Lo que me estaba preguntando era cómo íbamos a hacer para acercarnos lo suficiente a Ya Sabés Quién.

    Ella asintió con un gesto de disculpa. –Tenemos que estar todos juntos y tenemos que empezar los hechizos al mismo tiempo. No va a ser fácil.

    –¿Y alguien va a tener que morir?

    La pregunta de Luna hizo que se esfumara todo el optimismo de Harry. Era lógico, la fragmentación del alma requería un asesinato, y lo que ellos estaban planeando era una fragmentación múltiple.

    Zabini negó con la cabeza. –No. Cada uno de nosotros desencadenará una sobrecarga sensorial que ocasionará la fragmentación de una parte, no del todo. No es lo mismo que fragmentar el alma entera. Nadie tiene que morir.

    –En realidad si va a haber una muerte. – todas las miradas se volvieron hacia Harry– Ya ha creado un horcrux. Y creo que sé de qué se trata. –les contó del último día que había trabajado, Lucius Malfoy había comprado a Kalfu. Todos estuvieron de acuerdo con él, sobretodo cuando les contó del temperamento malevolente de la serpiente.

    –Tenemos que pensar en algo para atraerlos. –dijo Hermione– ¿Quizá atacar El Ojo?

    Harry negó con la cabeza. –No serviría. Mandaría a algunos mortífagos pero él no se haría presente. Tiene ya una ceremonia planeada –se rascó la cabeza– ¿Cómo es que ustedes saben que va a ser en la Mansión Malfoy?

    Habló Ron, con cara avergonzada. –Malfoy. Él fue el que nos dijo que había planeada una ceremonia importante en la Mansión para el solsticio. Le pedí que nos ayudara y fue entonces cuando dijo que no podíamos confiar en él.

    –¿Pero ustedes creen que se trata de una información correcta?

    Ron titubeó. –Todo lo que nos dijo resultó cierto, hasta ahora.

    –¿Así que confían en que esta información es veraz porque toda la información que les ha dado ha sido veraz, pero no confían en que él esté de nuestro lado?

    Ron se removió intranquilo en el asiento y miró para otro lado. Neville y Hermione tenían las miradas perdidas en algún punto indefinido. Ninguno de los tres osó mirar directamente a Harry. Luna tenía una expresión reconcentrada, pero Luna podía estar pensando en cualquier cosa. Curiosamente, fue Zabini él único que lo miró, con expresión entre divertida y de suficiencia. Ellos dos estaban pensado exactamente lo mismo.

    –Sé una forma para que podamos colarnos en la Mansión.

    oOo



    Notas de la autora:

    1) Damnatio memoriæ era una práctica real en la época del Senado romano. La sentencia por traición o por haber causado el descrédito de la ciudad era el borramiento completo de la existencia. El nombre se eliminaba de todos los documentos, se destruían todas las estatuas y las efigies de las monedas, incluso pronunciar el nombre se consideraba un acto de traición.

    2) Datos sobre el Ojo de Horus consistentes con la explicación del hechizo pueden encontrarse en www.aloha.net/~hawmtn/horus.htm



    (*) Hace referencia al sketch Mr. Creosota, de la película El sentido de la vida de los Monty Python, un hombre súper obeso que literalmente explota tras una comilona en un restaurante, el detonante de la explosión es una “tabletita de menta”. El video se puede encontrar en You Tube (ojo, ¡es repugnante!). (N. del T.)
     
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  9. Dan2102
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    Me encanta, gracias!

    Dracooo ya tu Harry va por ti! xD

    Conti!
     
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  10. Kari Tatsumi
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    Capítulo 14
    Mus uni no fidit antro



    Harry se tapó con las mantas hasta la cabeza. Estaba exhausto física y emocionalmente, pero los pensamientos giraban vertiginosos en su cabeza como un tornado.

    La reunión se había prolongado hasta más allá de la medianoche y hubiera seguido pero Neville la cortó recordándoles que al día siguiente tenían prácticas intensas con el Ejército de Dumbledore. Se pusieron los seis de acuerdo para continuar al día siguiente a la noche. Sobre cómo iban a hacer para acercarse a Voldemort, no habían avanzado nada, estaban casi como al principio.

    –Sé una forma para que podamos entrar a la Mansión.

    –¡Harry no!

    –No podemos dejarte que intentes algo así, cumpa.


    Conocía bien los riesgos, no tenía precisamente buenos recuerdos de la última vez que había estado allí, pero había pensado que su sugerencia iba a ser recibida con brazos abiertos, la Mansión era el centro neurálgico de los mortífagos. No había sido así.

    Pero nada de lo que tenían que hacer era seguro. Siempre había sido igual, Hermione y Ron deberían haberlo sabido ya, habían tenido que enfrentar peligros más veces de las que podían contar.

    No era más que otro plan, la Mansión era impenetrable por los medios ordinarios. Y mucho más ahora que contaban con la máxima destreza de Draco para entretejer defensas. Un ataque directo del Ejército estaba descartado desde el vamos.

    Harry estaba seguro de que podría convencer a Draco de bajar las defensas durante un cierto intervalo para permitirles acceso. No era imprescindible que fuera a la Mansión para eso. Podía ubicarlo en su departamento de Greenwich o en las oficinas de Salus. O mandarle una lechuza para arreglar un encuentro en algún lugar público. Nada de eso tenía por qué ser peligroso.

    Pero como implicaba a Malfoy –Draco se recordó, el apellido había sido pronunciado muchas veces durante la noche, con tono de desprecio la mayor parte de las veces, pero para él tenía que seguir siendo Draco– la idea había sido rechazada de plano. Y nadie quiso admitir que es la mejor solución y quizá la única.

    –Estuvieron juntos sólo dos meses. ¿Y qué de todos los años que fue el enemigo?

    –Quizá no deberías juzgar la lealtad por el tiempo que has estado con alguien. A veces son los amigos de toda la vida los que traicionan.


    El descaro de Hermione de decir algo así. Todos los demás habían asumido que se refería a Wormtail, pero Harry le había dejado muy claro con la mirada que lo que decía apuntaba a algo muy distinto.

    Zabini había actuado muy Slytherin, observando a todos durante la discusión, no estuvo de acuerdo con el calificativo de “Misión suicida de Harry” que Hermione le había dado a la idea. Pero cuando le preguntaron directamente si pensaba que podían confiar en Malfoy, se había limitado a encoger los hombros y a afirmar: –Draco va a hacer lo que esté bien para Draco.

    Luna tampoco se había mostrado muy explícita, pero parecía considerar que se trataba de un riesgo más o menos calculado. –Quizá no sea lo que queramos hacer, pero puede que se trate de lo que tenemos que hacer.

    –Vamos a encontrar otra forma.

    Ron tenía sus razones para desconfiar. ¿Y qué razones tenía Harry para confiar? Habían estado juntos sólo dos meses, ni siquiera había sido su relación más larga. El verano sin noches que había pasado con Kristján Leifs en Reykiavik técnicamente seguía sustentando ese honor. Kristján no había sido como Draco, sin embargo. Harry había disfrutado de la cama acogedora pero no se había tratado sino de eso, cuando partió hacia climas más cálidos, Kristján lo había despedido sin pesares ni recriminaciones.

    No había sido como con Draco que desde la primera noche le había dicho claramente que quería que Harry se quedara con él. También era cierto que no habían intercambiado melosas palabras de amor, y en honor de verdad Harry mismo no estaba totalmente seguro de cuáles eran sus sentimientos por Draco. Draco era irritante, consentido y demasiado inteligente. Su vanidad era tal que a Harry le daban por momentos ganas de arrancarle uno a uno los rubios cabellos a los que les dedicaba tantos cuidados y atenciones. El total desdén con que trataba a los que consideraba inferiores a él había sido causa de situaciones muy embarazosas y Harry se había visto obligado en varias oportunidades a tartamudear disculpas incómodas.

    Así y todo, estar con Draco podía ser también fascinante y arrebatador. Era el Draco de Hogwarts pero también un Draco distinto al que se podía querer, al que él quería cada vez más. Debajo de la coraza de dureza y agresividad había sabido descubrir a un ser que podía ser muy tierno; que podía ser muy rápido para enfadarse pero también rápido para disculparse cuando comprendía que había reaccionado precipitadamente; que tenía un claro concepto de lo que estaba bien y lo que estaba mal, un concepto no contaminado con prejuicios de pureza de sangre. Ése era el Draco que resultaba cuando no interferían las influencias malignas de Voldemort. Una persona agradable la mayor parte del tiempo y digna de ser querida.

    Pero en cuanto a amor… quizá sería precipitarse demasiado. ¿Y se puede hablar de amor cuando persisten dudas sobre la lealtad?

    Además la idea del amor lo asustaba. Dumbledore le había dicho que era un don que el poseía y que lo protegía. Pero igual… la idea del amor lo ponía en cierta forma incómodo. Nunca se había animado a confesárselo directamente a nadie. Aunque había estado a punto… en una ocasión. Sí, con Draco podría superar el miedo… quizá no ya mismo… pero con el tiempo… si las cosas fueran distintas…

    Creo que sabés que me gustás, Harry. Y me gustás mucho, por cierto.

    ¿Seguiría pensando lo mismo ahora que recordaba?

    Ron y Hermione tenían razón, no era sensato juzgar por los dos meses que habían pasado juntos. Lo importante era la persona que Draco era en lo hondo de su ser. Y basándose en eso era que Harry estaba seguro… bastante seguro de que podía confiar en él. Debía de haber alguna forma de lograr que esa seguridad fuera completa para él y evidente para los demás y Harry estaba dispuesto a encontrarla.

    Le gustara o no, decidió que al día siguiente iba a tener que hablar con Zabini.

    oOo



    Estaban en plena práctica del ED. En medio de lo que Luna había bautizado como “Mad Robin” por analogía con la danza folclórica. Harry los había hecho formarse en dos círculos, uno interno mirando hacia fuera y uno externo mirando hacia adentro. Cuando Luna daba la orden se empezaban a lanzar hechizos. A la voz de “derecha” o “izquierda” uno de los círculos giraba en la dirección indicada, de forma tal que cada uno quedaba enfrentado a un nuevo oponente. No eran exactamente las mismas condiciones de una batalla, y obviamente los hechizos utilizados no eran tan agresivos, pero era una práctica excelente pues todos estaban obligados a tratar de contener a diferentes luchadores de estilos muy distintos.

    “Izquierda”, indicó Luna y Harry quedó frente a Blaise Zabini. Antes de que pudiera lanzar nada, una nube púrpura vino volando hacia él. El Revulso de Zabini lo empujó hacia atrás hasta que colisionó con Rolly Seabrook, quién en ese momento justo, había sido alcanzado por un hechizo vomitivo de George. Ocupado como estaba tratando de desenredarse del granjero sin mancharse con el vómito no vio venir el nuevo ataque.

    ¡Amun Oculuso!

    Se sintió rodeado por una nube cálida, fétida como el aliento de un dragón de dientes podridos. Los ojos le ardían, algo muy cáustico le devoraba las córneas. Hizo volar los lentes y se llevó la mano a la cara como queriendo arrancarse todo para parar el dolor. Rolly debía de haber sido alcanzado también a juzgar por la forma en que gritaba. Trató de recordar un encantamiento neutralizador pero no se le ocurrió ninguno.

    ¡Petrificus totalus!

    La sanadora Melissa Whitehall lo había paralizado para evitar que se autoagrediera.

    –¿Qué usaste? –increpó Ron a Zabini.

    –Es un hechizo egipcio que convoca el poder de Amón para destruir la vista del enemigo. No te preocupes. Se arregla fácilmente.

    Zabini apuntó la varita a Harry y musitó unas palabras incomprensibles. El alivio fue instantáneo como si le hubieran lavado los ojos con agua fresca. Zabini usó también el contraencantamiento en Rolly.

    Finite. –pronunció Ron arrodillándose a su lado– ¿Estás bien, cumpa?

    –Creo que sí. –replicó Harry secándose la cara con la manga de la toga– Puedo ver… los ojos ya no me queman… pero me duele espantosamente la cabeza… macho, ése es un hechizo muy efectivo.

    –Me alegro que te haya gustado, Potter. Quizá deberías aprenderlo antes de ir a la Mansión. –replicó Zabini.

    Harry asintió, el hechizo podría ser muy útil. Ron objetó: –Si es que va a la Mansión. Y seguro que se trata de magia oscura. –agregó con tono de reproche.

    –Quizá lo sea. –dijo Zabini encogiéndose de hombros– el concepto de magia oscura era inexistente en el antiguo Egipto. Pero me parece una estupidez dejar de lado un recurso de combate efectivo por pruritos éticos. ¿Querés ganar o no?

    Ron se estaba enfureciendo pero intervino Neville antes de que las cosas pasaran a mayores. –Hablaremos sobre el hechizo más tarde. Blaise ya nos ha enseñado varios que desconocíamos. ¿Continuamos con el Mad Robin? Harry, vos y Rolly quédense aparte durante esta nueva ronda hasta que se le pasen los efectos residuales.

    Fue Zabini el que lo ayudó a incorporarse. Ésta es mi oportunidad para hablarle. –Es un hechizo estupendo.

    –Efectivamente. –replicó Blaise con una sonrisa petulante muy propia de los Slytherins. Pero cuando iba a volver a la formación, Harry lo retuvo del brazo.

    –¿Te molestaría no participar en esta ronda? Quiero hacerte algunas preguntas sobre lo que hablamos en la reunión de anoche.

    –Bueno… de paso aprovecho para fumarme un cigarrillo.

    Salieron, Zabini encendió un cigarrillo y le ofreció uno.

    –No, gracias, no fumo. Vos conocés a Draco mejor que cualquiera de nosotros.

    Zabini arqueó una ceja. –Vos lo debés de conocer de formas que yo nunca lo voy a conocer, Potter.

    Harry dio las gracias de que ya tenía la cara roja por la actividad física, el rubor pasaría inadvertido. –Quisiera saber si vos confiás en él.

    Blaise exhaló una bocanada considerando la pregunta. –Confianza… podría implicar demasiadas cosas… la verdad es que nunca me planteé la cuestión.

    –¿No es importante saber si podés confiar en la gente o no?

    –Uno se limita a cuidar de sí mismo y trata de irritar lo menos posible a los que tiene cercanos para que no se le pongan en contra. Es una cuestión de autopreservación.

    –¿Pero no tenés amigos? ¿Gente que te puede ayudar o a la que podés ayudar? –las actitudes de los Slytherins eran muchas veces incomprensibles para Harry.

    Zabini lo miró divertido y sonrió condescendiente. –Sí, Potter, tengo amigos. No somos bárbaros; y nos ayudamos… siempre que no nos resulte demasiado inconveniente.

    –Ante todo la propia conveniencia…

    –Obviamente.

    –¿Y Draco?

    –Se maneja con el mismo tipo de cálculo.

    Cálculo… Draco debía de estar sopesando qué le convenía más, si transformarse en cómplice rastrero de Voldemort o apostar a un futuro de incierto desarrollo con Harry. Pero también debían de entrar en juego otros factores: la reputación del nombre de los Malfoys, las ventajas de estatus y poder posibles de alcanzar, la confirmación de su convicción de que los nacidos de muggles contaminaban el mundo mágico. Y más aun, factores insidiosos, las amenazas a la seguridad de su familia, el miedo que inspiraba Voldemort y que le otorgaba tanto poder, los castigos físicos y de otra naturaleza a los que se harían acreedores los que se le opusieran.

    Tantos factores… ¿cuánto peso tendría el factor Harry en todos esos cálculos?

    –¿Cuál creés que sería el resultado si vos estuvieras en su lugar?

    Zabini rió. –Merlín, ojalá lo supiera. Lo que tenés que saber de Draco es que por muy pelotudo que se comportara en la escuela es una persona de las más inteligentes. En cualquier cosa que hiciera tendía a cubrir todas las posibilidades… elaboraba un plan, y un plan dentro del plan y un plan alternativo según como evolucionaran las cosas. Y en cuanto al instinto de autopreservación… lo tiene desarrollado como el que más.

    –¿Incluso más que vos?

    –Mirá Harry, yo sé que vos no confiás en mí. Y me parece bien. Y a mí no podría importarme menos que confíes o no en mí. Lo que me importa es estar del lado de los que ganen. Tras considerarlo cuidadosamente decidí sumarme al lado de ustedes. Y ya no tengo retorno, vos sabés muy bien cómo trata Voldemort a los traidores. Pero todo esto que digo es respecto de mí… no se si te puede servir en tu dilema…

    –Sí… sí me sirve.

    –Harry… sos tan Gryffindor.

    –¿Qué querés decir?

    –La lucha no va a ser fácil, hay que aprovechar todas las ventajas que uno tiene. Sea que se trate de un hechizo o de convencer a Draco para que nos ayude. Es la única forma en que podemos ganar.

    –Yo también lo veo así. –Blaise no le había contestado la pregunta, pero los Slytherins eran así, las preguntas sólo se contestaban en parte y en general las respuestas no ayudaban a echar luz. Draco era igual. Pero de nada valía instarlos. Mejor pasar a otra cosa. –Enseñame ese hechizo.

    –¿Amun? –el negro sonrió con malicia– ¿Estás seguro de que querés incursionar en las Artes Oscuras, Potter?

    –Sí. ¿No habías dicho que el concepto no tiene ninguna significación?

    –Sos rápido para aceptar lo que te justifique. No me parece muy propio de un Gryffindor.

    –Quizá sea más propio de Gryffindor de lo que pensás. Quizás deberías revisar la idea que tenés sobre lo que es o no propio de Gryffindors.

    Blaise levantó apenas una comisura. Tiró la colilla y la carbonizó con un Incendio. –De acuerdo. En el Cercano Oriente la magia es más inherente que acá. Acá uno se limita a pronunciar las palabras y a mover la varita en la forma indicada, el hechizo puede ocurrir o no. Allá el hechizo está más conectado con la fuente de origen. Por ejemplo, ¿qué fue lo primero que sentiste cuando te acertó la maldición, antes del dolor?

    –Me sentí envuelto en una nube de aire caliente, como una nube de mal aliento.

    –Exactamente. Amón-Ra era el dios del aire, literalmente el hálito de la vida. El hechizo toma esas características. ¿Y dijiste mal aliento? ¿Olor a pis de gato quizá…?

    Harry frunció la nariz. –Sí, fue horrible. Y después sentía como si los ojos se me quemaran desde adentro.

    –Es el amoníaco. Que de Amón recibió el nombre. Es parte de su esencia.

    Eran palabras raras en un mago sangrepura. –¿Vos sabés de química?

    –Por supuesto, Potter. Soy arqueólogo. Y la magia sola no alcanza para preservar artefactos de miles de años de antigüedad. Bueno… las palabras del hechizo son: Amun oculuso, que lo dirige a los ojos, se lo podría dirigir a cualquier otra parte del cuerpo, pero en los ojos es más efectivo.

    –¿Está en latín?

    –Sí. Te podría enseñar la fórmula en árabe, pero es más difícil de recordar, sobretodo si lo tenés a Voldemort respirándote en la nuca.

    Harry se estremeció.

    –Bien. Para lanzarlo… pronuncio las palabras concentrándome en la esencia de Amón-Ra. –apuntó a una rama que se sacudió en una nube borrascosa. Harry percibió de nuevo el olor a amoníaco e instintivamente cerró los ojos. Cuando los abrió de nuevo, Zabini sonreía.

    –Ahora probá vos. Concentrate en los elementos. Aire y amoníaco.

    Harry probó como se lo había instruido. Sólo consiguió una nubecita que alcanzó a mover algunas hojas.

    –No estuvo tan mal, Potter. La mayoría no logra ni siquiera eso hasta que no han visto una imagen. Después te voy a mostrar unos dibujos y figuras del dios, te van a ayudar a concentrarte.

    –¿Y por qué después? ¿Por qué no ahora?

    –Sí que estamos ansiosos, ¿no? –rió Blaise burlón.

    –Lo que sea que Vol… Ya Sabés Quién esté planeando va a ocurrir en cinco días. Sí, estoy muy ansioso de aprender cualquier cosa que nos signifique una ventaja.

    –Bueno, me encantaría complacerte. Pero ahora tengo que ir a Diagon, tengo asuntos que atender.

    –¿Qué asuntos? – la pregunta había sonado llena de sospecha, pero no había sido ésa la intención de Harry,

    –Nada que te importe. –Harry no temía que Zabini fuera a traicionarlos, había preguntado con otra cosa en mente.

    –¿Vas a pasar cerca de las oficinas de Salus?

    –Quizá. ¿Por qué?

    Y Harry se puso a tramar un plan con el Slytherin a espaldas de sus amigos. Zabini accedió en tratar de contactar a Draco para acordar una reunión con Harry. Probaría primero en las oficinas de la compañía y si no lo encontraba allí iría al departamento de Greenwich.

    Hermione y Ron se habrían opuesto terminantemente, pero Harry estaba convencido que era algo imprescindible.

    oOo



    Zabini no volvió para la cena. Harry no se preocupó. Seguramente había logrado encontrar a Draco y la conversación se había prolongado, estarían cenando juntos. Pero como él había sido el último con el que había hablado, se ganó miradas suspicaces y de reproche.

    –Sólo me dijo que tenía asuntos que atender en Diagon, no me dijo de qué se trataba.

    –Tendrías que haberle preguntado. –dijo Ron.

    Después de comer, Neville y los Weasleys subieron a discutir estrategias de ataque. Harry fue a la cocina para buscar a Hermione. La encontró lavando los platos a mano. Le ofreció ayuda. Ella negó resuelta con la cabeza.

    Luna, Xeno y la abuela Longbottom estaban sentados a la mesa revisando libros de hechizos. Harry se sentó con ellos y tomó uno de los libros. Tenía un marcador insertado, lo abrió en la hoja marcada. Era el encantamiento que Voldemort había usado para borrar toda referencia a él. Harry se puso a leer con interés.

    Damnatio memoriæ

    Para corazones heridos o destrozados

    apela a hechizos de amor renovado

    Si es venganza lo que tus deseos claman

    elige pues hechizos que liberen llamas

    Pero si quieres cancelar la memoria

    borrar todo indicio o rastro de la historia

    si se trata de eliminar pensamientos

    que nada indique que otrora fueron ciertos

    invocar se debe nombres olvidados

    de quienes por sus viles actos

    a la aniquilación de sus espíritus fueron condenados



    Pero adviértase al osado que así lo haga

    recurrir a la maldición Memoria Damnata

    por tal engaño ha de pagar un alto precio

    tanto y más y al cabo puede resultar necio…



    El hechizo seguía con ese mismo tipo de divagaciones por páginas y páginas, intercalando advertencias entre las estrofas antes de proporcionar la formulación propiamente dicha. El principal inconveniente que Harry pudo deducir era que si uno borraba la memoria de los enemigos y quería que las cosas quedaran así, se condenaba al mismo tiempo a no poder hacer nada contra ellos, o al menos no de forma explícita.

    Fue a leer la portada.

    Hechizos olvidados de traición y venganza de Aneurin Thropp, 1838.

    Las páginas estaban resecas y amarillentas. Le habían puesto encantamientos de preservación pero, así y todo, tendían a desmigajarse. Algo le llamó la atención, en una esquina el dueño anterior había puesto sus iniciales.

    D.m.

    Era la letra de Draco. Draco tenía la costumbre de poner sus iniciales para firmar casi todo. La D era inconfundible. No así la M. Era pequeña y apretada, definitivamente era una minúscula. Era la caligrafía de Draco, pero no sus iniciales, sino una indicación que apuntaba al hechizo Damnata memoriæ.

    –Xeno, ¿dónde encontraste este libro? –le mostró el lomo para que viera el título.

    –Ah sí… ese libro. Hace un tiempo fui a Flourish & Blotts para comprar unas novelas para Editha. Cuando regresé lo encontré entremezclado con las novelas. Estuve a punto de ir a devolverlo pero Hermione encontró el hechizo allí. Una cosa muy rara por cierto… feliz casualidad.

    –Interesante. –farfulló Harry. Pero quizá no tan misterioso ni casual, pensó para sus adentros. Lucius le había puesto el diario en el caldero a Ginny, Draco lo sabía puesto que Harry se lo había contado, no sería nada raro que hubiera usado el mismo truco. Y todo indicaba que lo había hecho para ayudarlos.

    –Creo que las Parcas deben de haber tenido algo que ver. Esos hados del destino que son inexplicables. –acotó Xeno.

    –Hum… sí. –murmuró Harry. Seguramente las Parcas también habrían sido puestas en Slytherin, pensó …un plan dentro del plan… había dicho Zabini. La mente calculadora de Draco manejaba más factores que una computadora.

    Desde atrás le llegó el carraspeo de Hermione. –Harry, ¿podemos hablar unos minutos? –los platos ya estaban secos y guardados, ella todavía sostenía un repasador húmedo en las manos y lo estaba torciendo con fuerza, por el tono que había usado Harry sospechaba que su cuello podría ser muy bien lo siguiente que fuera a torcer.

    –Sí, claro. –contestó Harry, tratando de no sonar tan intimidado.

    Salieron para hablar. Hacía mucho frío, aunque con el encantamiento para entibiar que usó Hermione se hizo más tolerable.

    –¿Creés que nos ha traicionado?

    –¿Quién? ¿Zabini?

    Ella usó la mirada reservada para los muy estúpidos. –Sí, Zabini.

    –No sé. No creo, pero no podría estar seguro.

    Hermione escondió la cara en las manos. –Sí, seguro que sí. Todo se va a arruinar y es culpa mía.

    La actitud lo descolocó. –¿Por qué decís algo así? Vos no sos responsable por él. Y si lo hiciera… bueno… –iba a decir que no sería tan sorprendente, pero le pareció más sensato no decirlo– …no sería tu culpa.

    –Pero es por mí que está tan al tanto de todo lo que tiene que ver con el ED, Ron y Neville no confiaban en él, no querían admitirlo. Yo los convencí. Y ahora sabe todo. –echó la cabeza hacia atrás con los ojos en dirección a las estrellas. –¡No puedo creer que haya sido tan estúpida!

    –Pero no sabemos lo que pasó… posiblemente tenía que atender muchos asuntos, por eso se demoró. –se cuidó de mencionarle el asunto que él conocía, por un lado podría haber servido para aplacarle los miedos, pero por el otro podía empeorarlos. Cuando se enteraran de lo que había tramado con el Slytherin iba a haber una explosión, iban a querer matarlo.

    Hermione se había puesto a llorar. A Harry las lágrimas siempre lo desarmaban. Le pasó un brazo sobre los hombros. –Está todo bien. No hiciste nada mal.

    Sus palabras tuvieron el efecto contrario al esperado, se redoblaron las lágrimas, que ahora le mojaban copiosamente el hombro.

    –Yo le creí, Harry. Supo decirme cosas agradables. Y yo actué… como una adolescente imbécil.

    Harry tuvo una sensación muy desagradable en el estómago. –Él no… vos no… con él…

    Hermione negó decididamente con la cabeza. –Merlín, no. Nunca. No podría… Pero tampoco lo desanimé. –admitió.

    –¿Qué querés decir?

    –Me gusta hablar con él. Es inteligente… sagaz. Sabe escuchar y… es agradable.

    –Bueno… no me parece mal… –Harry no sabía qué decir, para tratar de ayudarla transfiguró una hoja en un pañuelo para que se secara las lágrimas.

    –No entendés todavía… yo debería haber actuado distinto… cordial sí pero no tan… No debería haberle hecho algo así a Ron. Pero Blaise… –suspiró– …yo no quería admitirlo, Harry, pero tenías razón. Es igual que con Viktor. –hizo una mueca– Y si nos traiciona… condeno a todos… y por un encandilamiento.

    –¿Te agarraste un metejón con Blaise?

    –Vos no podés imaginar cómo es… Me encantaba mi trabajo. Hay muchos que piensan que las Catástrofes Mágicas son cosa de risa… pero vos sabés, porque creciste entre muggles como yo, cómo puede confundirlos la magia… Y yo hacía un excelente trabajo… Y luego vino todo esto de las defensas… y cuando supe lo que estaban haciendo no pude seguir trabajando para el Ministerio. Renuncié.

    –Realmente me sorprendí mucho cuando Ron me lo contó.

    –Yo pensé que Ron también iba a renunciar, pero no… y no que me parezca que esté mal… pero él va atrabajar todos los días y yo me tengo que quedar… Nunca pensé que iba a terminar transformada en una simple ama de casa… pero eso es lo que soy. Prácticamente inútil….

    –Hermione vos sabés que eso no es cierto. El ED estaría perdido sin vos.

    –Ahora hay más actividad por lo que se viene pero durante semanas nos reuníamos dos veces por semana… y el resto del tiempo yo estaba en mi casa o en la casa de mi mamá… sin hacer nada… ¡Molly me propuso enseñarme a tejer! Y Ron… él trata de apoyarme, lo sé… ¿pero sabés lo que me dijo? Que podíamos aprovechar para tener un hijo… y yo me sentí muy mal porque sé que él quiere una familia grande y yo no estoy preparada para eso. Incluso si no tuviéramos la amenaza de la guerra encima. Yo quería llegar a la jefatura del Departamento y… termino… transformada en Molly…y…

    Volvieron a arreciar las lágrimas. –¿Y qué si nos equivocamos, Harry? Nos casamos muy jóvenes… Amo a Ron pero… y si…

    Harry no sabía cómo consolarla. Atinó a abrazarla y a acunarla y a decirle que todo iba a estar bien, que no tenía que ponerse mal y otras cosas por el estilo. Pareció dar resultado porque de a poco se fue calmando.

    –Perdón Harry, por haberte dicho todo esto… por ponerte en una posición tan incómoda…

    –Nada de perdón. Vos sos mi amiga… a mí me podés contar todo y conmigo podés contar siempre, así sea para desahogarte… pero… ¿no te parece que deberías hablar con Ron de todo esto? No digo de lo de Zabini… sino de esto… de cómo te sentís.

    –Ya sé. Pero ¿qué si el insiste con lo del hijo? Yo no estoy lista.

    –Ron te quiere a vos, Hermione. Quizá no lo demuestre todo el tiempo, pero es así. Y quiere que vos seas feliz… y si vos le explicás, va a entender y no va a tener problemas en esperar el tiempo que vos necesites.

    –¿Vos creés?

    –Por supuesto. Y cuando todo este asunto de Vol… Ya Sabés Quién termine y la gente vuelva a recordar, todo va a cambiar. Y vas a recuperar tu trabajo… o uno mejor.

    –Sí… supongo… Pero y si Blaise nos traiciona… va a tener otro horcrux y va a ser más difícil derrotarlo.

    Harry supo que tenía que decírselo.

    –No. No nos va a traicionar. Yo también confié en él. Hoy le pedí que fuera a hablar con Draco.

    Hermione lanzó una exclamación contenida de horror. –¡Fue a la Mansión?

    –No. –Zabini había sido claro al respecto, no llegaría a tanto, ni siquiera él se animaba a meterse en el nido de víboras– Lo iba a ubicar en las oficinas o en su departamento. –y antes de que ella objetara– Hermione… yo sé que vos no confiás en Draco pero… confiá en mí, por favor.

    –No me gusta, Harry, es muy peligroso.

    –Claro que es peligroso, pero es nuestra mejor posibilidad. Y puede que sea la única… Zabini piensa igual que yo. De otra forma nunca vamos a poder ingresar en la Mansión, él tiene que anular las defensas.

    –Pero, ¿y si Draco está del lado de ellos?

    Harry sonrió. –Fácil. Lo convencemos de que somos nosotros los que vamos a ganar.

    Hermione hizo un gesto desaprobador con los labios. Harry consideró cuánto más la haría enojar si le decía que le recordaba a la profesora McGonagall cuando hacía esa mueca. Optó por no mencionarlo. –Mirá, aparte de lo que puedas pensar de Draco, él no es como Bellatrix. No va a responderle a Voldemort porque sí, él se va a poner del lado del que esté mejor ubicado para ganar y yo puedo convencerlo de que vamos a ser nosotros.

    –Si vos estás tan seguro… –por lo menos mostraba un atisbo de aceptación, aunque reticente.

    –Lo estoy. Tan seguro como se puede estar de cualquier cosa. Draco no es nuestro enemigo.

    –Ojalá sea merecedor de la confianza que le tenés.

    –Y ojalá yo sea merecedor de la de él.

    Ella asintió. –Me sentiría mucho mejor si Blaise regresara.

    –Yo también. Me estoy muriendo de frío… ¿por qué no entramos mejor?

    –Buena idea. –dijo ella y emprendieron el regreso.

    –Esperá, –Harry la detuvo y usó un encantamiento para eliminar los rastros del llanto– Así esta mejor.

    –Gracias…. Te aseguro que yo lo amo, Harry.

    –No me cabe la menor duda. Y todo va a salir bien.

    Y cuando entraron a la casa y se reunieron con sus amigos para departir tomando un jarro de té caliente, Harry sintió la convicción de que así sería. Todo iba a salir bien.

    oOo



    Mus uni no fidit antro: El ratón no se confía en un solo agujero

    (Obvia alusión a planes alternativos, por si las moscas)
     
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  11. Dan2102
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    Como siempre, excelente. Gracias!
     
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  12. Kari Tatsumi
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    Capítulo 15
    Locus desperatus



    Un estridente sonar de trompetas lo despertó. Harry tomó la varita, se levantó de un salto y corrió escaleras abajo junto con Ron y Neville para ver qué había hecho saltar las alarmas nocturnas.

    Encontraron a un muy desenfadado Slytherin orinado –para gran desmayo del snargaluff– en el jardín de los Lovegoods.

    –¡Por los dientes de Merlín, Zabini! ¿Qué carajo estás haciendo?

    Zabini tambaleó hacia un costado. Neville y Harry se adelantaron para sostenerlo y evitar que cayera en tierra. Pensaron que podía estar herido, pero ya más cerca se dieron cuenta de que ése no era el caso.

    –Está mamado.

    Lo llevaron hasta la casa entre los dos. –Necesita una poción de sobriedad. –sugirió Neville. Lamentablemente los Lovegoods no tenían nada por el estilo.

    –Creo que sé qué le va a venir bien, ya lo traigo. –dijo Xeno, Harry y Neville sentaron a Zabini en una silla, muy cerca de la mesa para que no se cayera hacia los costados. Xeno regresó con una copa y la posó delante del Slytherin. –Poción estimulante. –explicó. Harry pudo observar que la poción tenía un huevo crudo flotando en la superficie. Miró a Ron y entre ellos intercambiaron una mueca de asco. Hermione intervino con tono imperativo: –Tomátela, Blaise.

    –¿Her…’ne?

    –¡Bebétela!

    Zabini tomó la copa sin demostrar ninguna repugnancia a la vista de la yema amarilla flotando sobre la poción verde espinaca. Se la bebió de un trago y miró a todos con una sonrisa, un segundo después le empezó a salir humo de las orejas y a continuación vomitó todo. Por fortuna el señor Lovegood lo había previsto, congeló el contenido estomacal en el aire y lo hizo desvanecer antes de que alcanzara la superficie de la mesa.

    –Eso es, hijo, hay que sacarlo todo afuera.

    Todos retrocedieron por precaución, menos Hermione. Tenía los ojos fijos y vigilantes en Zabini, como si pensara que podría escaparse de un momento a otro. Quería respuestas, Harry también, aunque viéndolo así sintió una cosquilla de lástima.

    Pero lo peor ya había pasado, Xeno usó unos encantamientos refrescantes y todos se animaron a acercarse de nuevo. –¿Dónde estabas? –demandó Hermione.

    –En muchos lados. –la voz le patinaba un poco y se sostenía la frente con la mano– Pero no con los mortífagos, si eso es lo que estabas pensando.

    Ron lo miró serio. –Creo que tenemos derecho a estar inquietos. Tendrías que haber vuelto hace horas.

    –Me crucé con alguien que conocía. –farfulló Blaise arrastrando algunas sílabas, miró a Harry– No Draco… Pansy.

    –¿Pansy Parkinson?

    Zabini asintió. –Me dijo que había pasado el fin de semana con Draco pero que no lo había visto desde entonces. Las oficinas estaban cerradas y en su departamento no había nadie.

    Ron no pareció sorprendido de que hubiera ido a buscar a Draco. –El hurón debe de estar en la Mansión, entonces.

    Harry lo reconvino con la mirada, Ron tuvo al menos la decencia de mostrarse algo contrito.

    –¿Qué dijo Parkinson?

    –¿Eh? –Zabini parpadeaba confundido, mirando alternativamente a Ron y a Harry.

    Xeno vino al rescate. –Bueno, bueno, el chico todavía está muy bebido, de nada vale hacerle preguntas hasta que haya dormido la mona. –hubo protestas pero Xeno se mostró inflexible e inmediatamente transfiguró unas sillas en una cama.

    –No podemos dejarlo durmiendo acá abajo solo, todavía no sabemos donde estuvo. –arguyó Neville.

    –Yo me quedo a cuidarlo, –se ofreció Harry– no tengo sueño.

    Todos se fueron retirando, Harry transfiguró una de las sillas en un cómodo sofá. Xeno fue el último en salir. –Hay más poción estimulante en el armario, te puede ayudar a mantenerte despierto. –ofreció antes de subir. Harry asintió pero el recuerdo del huevo flotante le revolvió el estómago y prefirió no seguir el consejo.

    Quizá debería haberlo pensado mejor puesto que minutos después tanto Blaise como él roncaban sonoramente. Lo despertó horas más tarde, cuando ya amanecía, un ruido metálico, ¡Las defensas!, pensó sobresaltado, pero era sólo Zabini afanándose con un cacharro de cocina. –Me asustaste.

    –Perdón, necesito un té. –dijo y dejó caer un jarro que se hizo trizas contra el suelo.

    –Mejor sentate. Yo lo preparo.

    Zabini le hizo caso. Harry reparó el jarro roto y se puso a preparar el té. Minutos después vino con dos tazas humeantes.

    –¿Consideraste alguna vez una carrera como elfo doméstico, Potter?

    Harry podría haberse ofendido pero ésas eran el tipo de cosas que Draco decía siempre. –De nada, Zabini. –miró el reloj de la pared, todavía no eran las siete– Me sorprende que ya estés despierto.

    –No podía dormir. Esa poción fue como una bludger golpeándome la cabeza.

    Harry soltó una risita. –Creo que no retuviste nada.

    –Ni me hagas acordar.

    Bebieron en silencio unos momentos. –No es preciso que te quedes a vigilarme. –dijo Blaise finalmente– No me pasé al otro lado.

    –Sí, bien… –dijo Harry que no sabía qué pensar por el momento– Es mejor así, nos deja a todos más tranquilos. Además podemos aprovechar para que me cuentes lo que hiciste ayer.

    –Ya te lo había dicho, Potter, tenía varios asuntos que atender. Y me lo tendrías que agradecer. –sacó un frasco de poción del bolsillo y lo hizo flotar hacia Harry– Para vos.

    –¿Qué es? –el contenido era un liquido barroso de aspecto sospechoso.

    –Polijugos. –respondió Blaise.

    –Eh… ¿y para qué la necesito?

    –Uno no entra así nomás en Mordor… o en la Mansión –dijo Zabini con fingida solemnidad– Oh… vamos Potter, no me digas que no conocés El Señor de los anillos, es la única vez que los muggles lograron captar la magia más o menos bien.

    Harry rió. –Te juro, Zabini, a veces… ¿estás seguro de que vos sos sangrepura?

    –Bueno, podría aburrirte detallándote las decenas de generaciones de mi linaje pero me parece más práctico que discutamos cómo vas a ingresar en la Mansión. ¿Todavía tenés la capa de Greg?

    –Sí… ¿y…?

    –Bueno… es más probable que te inviten a pasar si tenés la apariencia de un mortífago en potencia. A menos que quieras anunciarte como El Niño Que Está Tratando De Matar A Ya Sabés Quién.

    –No… me parece bien. Y es una muy buena idea, por cierto. –y no sería la primera vez que Harry se transformaría en Goyle con polijugos, y además ahora podría actuarlo más convincentemente, después de haber vivido dos meses juntos en el pabellón– Pero… ¿por qué no me dijiste nada de lo que pensabas hacer?

    –No estaba seguro de que pudiera conseguirla. Figura entre las pociones que el Ministerio ha restringido. Pero el señor Borgin tiene sus medios… sólo me pudo vender una dosis, vas a tener que entrar y salir bastante rápido. Aunque es posible que Draco te pueda facilitar más si se lo solicitás amablemente.

    –¿Y vos estás seguro de que está en la Mansión?

    –No sé dónde más podría estar, si no. Las oficinas están cerradas, han puesto un gran cartel “… por reformas” y en el departamento de Greenwich tampoco lo encontré. Allí fue donde me crucé con Pansy.

    –¿Dijiste que habían pasado el fin de semana juntos?

    –Sí, ella y Millie fueron a la villa familiar en España. Oh… cambiá esa cara, Potter. ¿Tenés miedo de que las chicas te birlen el novio? –Zabini se empezó a reír histéricamente– Creeme, si a Draco le diera por ese lado, Pansy ya se lo habría apropiado hace años.

    –No es por eso… –dijo Harry, bueno… un poco de eso era. Eso, y no saber nada de una villa familiar en España.

    –Como sea… –Zabini se encogió de hombros– …ahora viene la parte que te va a gustar. Pansy dice que Draco estuvo deprimido estos últimos meses “desde que ese hijo de puta de Potter lo dejó”, textuales palabras. –Zabini soltó una carcajada, Harry hizo una mueca– Pansy dijo que este último fin de semana se le había pasado, que lo había encontrado más feliz que nunca, ella está segura de que se consiguió un nuevo galán.

    –Oh… –dijo Harry… no era que le molestara… no en verdad… pero sería contraproducente para los planes que tenían… eso era todo.

    Blaise gruñó exasperado. –¡Por los huevos de Júpiter! ¡No te das cuenta? Esto ocurrió este último fin de semana.

    –¿Y…?

    Zabini alzó los ojos al cielo. –Draco sabía que te habías escapado. Por eso estaba contento.

    –Oh… –repitió Harry, ahora con un tono totalmente diferente.

    –Potter, sos el peor de los boludos. ¿Y se supone que seas el Salvador del mundo mágico? ¡Circe nos asista!

    –¡Callate Zabini! –pero era difícil enojarse con lo contento que se sentía interiormente… bueno, contento porque eso era bueno para los planes que tenían– ¿Qué más te dijo Pansy?

    –Me invitó a salir este sábado, no quería ir a lo de los Greengrass, las fiestas que dan son muy aburridas. Tuve que declinar la invitación, le dije que ya tenía planes.

    –El calendario social de Parkinson no me interesa en absoluto.

    –Pues debería Potter, porque cuando le dije que no, me contó que antes lo había invitado a Draco y que también había declinado. Le dijo que la noche del sábado habría una reunión familiar en la Mansión. Se mostró muy decepcionada de que no la hubieran invitado a ella. ¡Si supiera!

    Así que era cierto. Draco iba a estar en la Mansión… y la “reunión familiar”… Harry se estremeció. –Me parece que ella se sentiría muy cómoda entre los mortífagos.

    –No tenés la menor idea, Potter. No conocés a Pansy para nada.

    –Salimos juntos los tres una noche. –masculló Harry. Y no había sido una noche que hubiera disfrutado. Habían ido a una discoteca del Soho y Harry había estado toda la velada en vilo aterrado de que Pansy pudiera atacar con hechizos a algún muggle si la pisaba.

    –Si es de no creer, Potter… –Blaise sacudió la cabeza enojado– La vas de muy amplio de mente y sos más prejuicioso que ninguno. Para vos todos los Slytherins somos perritos falderos del Señor Oscuro.

    ¿Soy prejuicioso?, se preguntó Harry. Admitía que había tenido sospechas de Zabini. ¿Pero acaso no habían sido justificadas? Sí, Zabini ahora trabajaba con muggles pero seguramente era porque le conven… ¡Oh Merlín, si estoy lleno de prejuicios!, dijo en voz alta: –Alguien me dijo una vez que todos los magos malos salían de Slytherin.

    –Es posible, –admitió Blaise con un gruñido– pero eso no quiere decir que todos los Slytherins sean malos. Ésa sería una lógica muy retorcida.

    –Tenés razón. Y tampoco es cierto. Wormtail era de Gryffindor.

    Zabini arqueó una ceja pero no pidió explicaciones. Y Harry tampoco se las dio.

    –Ah… me acordé de otra cosa. El pub que habías mencionado. Greenwich Arms.

    –¿Sí?

    –La invité a Pansy para que fuéramos a tomar una copa. Me dijo que llevaba semanas cerrado. La dueña estaba desaparecida desde semanas antes, el marido se puso muy mal, como loco.

    –¡Oh Merlín! ¡No Sally! –la bruja había sido tan cordial con él y apreciaba y cuidaba tanto a Draco– Se acordaba de todo, nunca había olvidado. Pero nunca la habían internado en St. Mungo.

    –¿Ah sí? –Blaise reflexionó unos instantes procesando la información– Qué interesante.

    –¿Por qué te parece interesante?

    –De acuerdo a la versión de Pansy –ojo, podría no ser del todo correcta– el dueño tuvo un ataque y agredió a unos squibs en el local. Había muggles presentes, los aurores tuvieron que usar Obliviate de manera generalizada.

    –Pobre Ged. ¿Por qué habrá hecho algo así?

    –Según Pansy, acusó a un squib de secuestrar a su esposa. Lo cual suena a disparate porque un squib no podría con una bruja… excepto que haya tenido la ayuda de un mago.

    –¡Sí, deben haber actuado de a dos!

    –No lo había conectado con Ya Sabés Quién… pero si me decís que ella conservaba las memorias…

    –Si la llevaron a la Mansión vamos a tener que rescatarla.

    –Esto no va ser fácil, Potter.

    –Nunca pensé que iba a ser fácil. Pero es lo que tengo que hacer.

    –¿Porque es lo correcto?

    –Así es.

    –¡Maldito Gryffindor! –dijo con tono divertido.

    –Y que lo digas. –replicó Harry sonriendo. Quizá se había equivocado al no confiar en Zabini. Las motivaciones pasaban a un segundo plano, el interés propio de los Slytherins o el honor de los Gryffindors… pero tanto unos como otros tenían mucho que perder. ¿Y acaso no le había dicho a Hermione que sería el interés personal de Draco lo que permitiría que se lo ganaran para ellos? Quizá había más cosas que Zabini podía enseñarle.

    –No sé vos, pero yo no voy a poder volverme a dormir. ¿Me enseñarías algo más sobre Artes Oscuras?

    –Podría. –dijo Zabini como si estuviera considerando múltiples factores– Con una condición.

    –¿Qué condición? –preguntó Harry preparándose para vaya saber uno qué.

    –Sé un buen elfo doméstico y traeme otra taza de té.

    oOo



    –Danos unos días más, cumpa. Vamos a encontrar otra forma.

    –¿Y si no?

    –La vamos a encontrar.

    oOo



    –Tenemos que encontrar otra alternativa mejor, Harry. No podés hacer esto solo.

    –Pero no voy a estar solo. No, si Draco me ayuda.

    –Danos un poco más de tiempo.

    oOo



    –Tienen un pavo real blanco. Creo que debía de haber comido demasiados spifflebugs, a veces pasa. Cuando estuve encerrada en el sótano siempre pensaba en sus plumas blancas. ¿Le podrías preguntar a Draco si todavía lo tienen?

    –Por supuesto. ¿No vas a tratar de convencerme de que no vaya?

    –¿Creés que podría convencerte?

    –No, para serte sincero.

    –Entonces acordate nomás de preguntarle por el pavo real.

    oOo



    –Acordate de que sólo disponés de una hora, Potter. No vayas a cagar todo. Ah… y buena suerte.

    oOo



    ¿Cómo es posible que Wiltshire sea tanto más frío que Ottery St. Catchpole?, se preguntó Harry envolviéndose más apretadamente en la capa de Goyle. No había mucha distancia entre los dos lugares, pero se hubiera dicho que pertenecían a continentes diferentes. El cielo de la tarde que caía era gris oscuro, como de plomo, similar al de la reja que se interponía en la entrada de la Mansión. Desprendía una magia pulsátil poderosa, ningún muggle lo habría notado, pero para un mago las intrincadas defensas latían tan vivas como un corazón. Harry respiró hondo y tocó una de las curvas de hierro del portón, y mantuvo la mano allí incluso cuando el metal empezó a cambiar de forma hasta adquirir el aspecto de una cara de horrible expresión.

    –¡Declare su propósito! –demandó el odioso rostro.

    Harry sintió una desagradable sensación en el estómago, no eran mariposas, parecían más bien avispas, como si estuvieran tratando de abrirse camino dentro de él. –Gregory Goyle, para ver a Draco Malfoy. –esperaba no haber sonado demasiado nervioso, pero se acordó entonces de que Goyle hubiera estado igual de trastornado en su situación, así que se permitió un temblequeo de rodillas.

    Las hojas se abrieron sin hacer ruido, invitándolo a entrar. Caminó por el sendero de pedregullo bordeado por setos de aspecto bastante normal. Se preguntó cómo era posible que Draco se sintiera como en casa en lugar como ése, todo parecía diseñado para intimidar. Hasta los copos de nieve parecían detenerse en el aire, como renuentes a posarse sobre el suelo del terreno de los Malfoys.

    Para calmarse un poco, trató de mirar alrededor mientras caminaba, buscando el pavo real que Luna había mencionado. Un movimiento en uno de los costados le llamó la atención, pero lo que vio no lo ayudó a calmarse, togas celestes se adivinaban tras los arbustos, ¡uniformes de la Guardia de Aurores! Trató de no aparecer demasiado conspicuo pero cuando alcanzó un tramo en que el seto se adelgazaba de nuevo, echó una nueva ojeada. Definitivamente eran hombres de la Guardia, por lo menos tres de ellos. Era la confirmación de lo que ya sospechaba, la Guardia –y El Ojo– estaban al servicio de Voldemort.

    La pesada puerta de roble se abrió justo cuando empezaba a subir los escalones de mármol del pórtico. Narcissa Malfoy apareció primero, su rostro tan pálido como el de Draco y sus cabellos igual de sutiles. Detrás, vio los mismos rasgos pálidos enmarcados en oscuro en la cara de su hermana. Lo sorprendió que ambas vistieran ropas de un siglo antes, faldas rígidas de popelina largas hasta el suelo y blusas blancas de mangas cortas con volados de encaje.

    –¿Gregory? ¿Sos vos?

    Narcisa se le acercó con una expresión mezclada de sorpresa y preocupación. Sus dedos le aletearon el rostro, sutiles como copos de nieve sobre su mejilla. La ternura de su rostro lo hizo estremecer.

    –¿Se… señora Malfoy?

    La vacilación no fue debido a la ternura, sin embargo. Ni al dibujo negro de la serpiente y la calavera en su antebrazo. No, lo que lo preocupó fueron los horripilantes arañazos que le cubrían los dos brazos. Parecía como si la hubieran desgarrado las garras impiadosas de un animal salvaje. Algunos cortes ya mostraban cáscaras, otros parecían más recientes, todavía con sangre fresca, ¿por qué no los había curado? Narcissa notó adónde estaba dirigida su atención y, con evidente incomodidad, cruzó los brazos para ocultar las partes más seriamente dañadas. Pero Bellatrix que lo miraba maligna desde más atrás, se recorría la piel con sus propias uñas quebradas, tenía heridas similares. Pero las mantenía abiertas y supurando. En ese momento clavó una uña en uno de los surcos y arrancó una costra y se la llevó a la boca. Harry tuvo un temblor, que Narcissa interpretó como de frío.

    –Pasá, querido. Está mucho más cálido adentro. Draco se va a sorprender tanto de verte.

    Más cálido se quedaba corto. Adentro hacía un calor infernal. No lo hubiera sorprendido si hubiera sentido olor a azufre. Le entregó la capa a una servicial elfa y siguió a Narcissa por el hall, aterrorizado como pocas veces que recordara, Bellatrix venía detrás de él.

    Pero Narcissa actuaba como graciosa anfitriona y ya lo introducía en la gran sala –Perdoname que me muestre tan perpleja Gregory –el nerviosismo minaba un poco su tono aristocrático– Justo antes de ayer estuve pensando en tu querida madre, ¿cómo está?

    –Está muy bien, gracias. –replicó Harry– Le manda saludos. –Zabini le había proporcionado algunos datos básicos, pero Harry estaba mal preparado para contestar sobre la salud o las actividades recientes de la familia de Goyle. Sobretodo si al mismo tiempo debía esforzarse para que no se le desbocara el miedo. No tenía buenos recuerdos de esa habitación y la araña reconstruida colgando del techo y los retratos de las paredes no contribuían precisamente a calmarlo. Y con el calor que hacía, estaba sudando a mares. –¿Está Draco, señora?

    –Está trabajando con unas pociones, pero ya envié a Lubby para que te anunciara.

    –No deberías interrumpir al chico mientras está trabajando. –se quejó Bellatrix. Narcissa replicó con brusquedad.

    –¡Tonterías! Es el hijo de Gulzar. Y hace tantos años que no lo veíamos.

    Harry se puso tenso, Narcissa lo había rodeado con un brazo protector. Por un lado no estaba acostumbrado a los mimos, y encima recibir tales atenciones de una mortífaga era por demás de inquietante. Pero seguramente a Goyle le hubieran encantado, Harry respondió con una sonrisa.

    –Y ahora ha regresado. –prosiguió ella sacándose un rizo sudoroso de la frente– Me acuerdo de una vez cuando eras chico, Gregory. Eras tan tierno. Un invierno, Draco y vos armaron un castillo de nieve gigantesco, ¿no te acordás? A Draco le gustaba tanto la nieve, cuando se ponían a jugar afuera los tres, no había forma de hacerlos volver a entrar. Ni siquiera cuando ya oscurecía.

    El nerviosismo la hacía divagar de esa forma, la voz parecía derivar y perderse en los recuerdos. Bellatrix por su parte no parecía impresionada en absoluto. Para su horror, Harry vio que tenía los brazos cubiertos de sangre, y se estaba ocupando en reabrir con las uñas las lesiones una a una.

    –Ah Vincent, pobre dulce Vincent. –el tono de voz de Narcissa había ganado en potencia– Ni siquiera se pudo encontrar un cuerpo para que sus padres lo enterraran. ¡Y podrían haber sido ustedes también! ¡Mi adorado Dragón…!

    Narcissa empezó a llorar desconsolada sobre el hombro de Harry. Tan frágil… destrozada… no sólo por las lastimaduras de los brazos… también internamente… su espíritu.

    ¿Por qué demora tanto Draco?

    –Cissy, dejá a ese pobre chico en paz, no te estés babeando como un perro.

    Dándose por aludida, Narcissa retrocedió un paso. –Sí, tenés razón. Perdón. –pero no le soltó el brazo y tiró de él llevándolo en dirección a la espineta. –¿Seguís tocando, Gregory? Me encantaría escuchar algo.

    –No, señora. –¡a Zabini lo voy a matar!, no le había mencionado ninguna inclinación por la música– Hace… hace años que no toco.

    –¡Oh pero igual podés tratar! Estoy segura de que te volverá enseguida. –dijo animándolo. Me acuerdo que era lo primero que hacías cuando llegabas… ibas corriendo directo al piano para tocar una canción para la tía Cissy.

    Desamparado, Harry apretó una de las teclas de registro agudo. –No, no puedo. Ha pasado demasiado tiempo. –no recordaba siquiera haber estado así de cerca de un teclado, lo Dursleys no tenían piano y obviamente no hubieran gastado ni un penique para que tomara lecciones.

    Bellatrix tenía los ojos clavados en él, no en la cara sino en la mano. ¡Pero claro, Goyle no debía de haber tocado del modo muggle, no con esas salchichas que tenía por dedos! Harry retiró inmediatamente la mano y sacó la varita del bolsillo para disimular.

    –Perdón, señora Malfoy, realmente me olvidé de cómo se toca.

    La decepción se le reflejó en el rostro, como a una nena a la que le hubieran roto un muñeco. En ese momento se abrió la puerta y entró Draco. Instintivamente Harry se movió en dirección a él, ver a Draco de nuevo lo había llenado de regocijo como en sus sueños… pero ahora tenía un aspecto horrendo… como en sus pesadillas. Los ojos parecían hundidos y los rasgos más afilados que nunca. El efecto de calavera era acentuado más por el cabello, siempre tan perfecto, ahora caía lacio y sin vida. Peor aun, en una zona le faltaba por completo, como si se lo hubieran arrancado de raíz. Draco avanzaba hacia él, tenso, Harry tuvo que contenerse para no correr a abrazarlo y ver de cerca qué otros males le había infligido. Pero Draco caminaba como si no fuera consciente de su terrible aspecto. Harry tuvo que recordarse que los ojos grises no lo estaban mirando a él sino a un amigo perdido.

    –Greg. –dijo con un tono calmo que no sonó natural. Por un momento Harry creyó que lo iba a abrazar, ojalá no lo haga, no creo que pudiera soltarlo. Draco pareció contenerse, no obstante, y le estiró una mano. –Qué bueno verte.

    Harry todavía aferraba la varita, la guardó en el bolsillo y le estrechó la mano extendida. Pareció por un instante que los rasgos de Draco se contraían, pero fue algo muy fugaz. Harry comprendió que había algo que estaba muy mal, primero Narcissa, casi histérica… y ahora Draco… tan contenido… pero el esfuerzo que estaba haciendo para mantenerse compuesto era evidente.

    –Gregory se ha olvidado de cómo tocar el piano. –gimoteó Narcissa– ¿No es algo terrible?

    –Trágico. –dijo Draco sin inflexión en el tono. No le sacaba a Harry los ojos de encima.

    Una voz les llegó desde el otro extremo de la habitación. –¿Y vos terminaste tu trabajo, Draco?

    Draco volvió una mirada incisiva hacia Bellatrix. –No te inquietes, tía Bella. Está todo bajo control. –luego se volvió a Narcissa– ¿Qué te gustaría escuchar, madre? ¿Algo de Chopin, quizá?

    –Sí, sería encantador, hijo.

    –Cantus, Nocturne 66.

    Las teclas empezaron a tocar. Narcissa sonrió beatíficamente. –Gracias, mi vida. Ahora vayan nomás, si van a salir acuérdense de ponerse los sombreros, quizá podrían armar un castillo de nieve…

    –No madre… –Draco la interrumpió con un beso en la mejilla– Vamos a estar en mi habitación. Vení, Greg.

    Harry lo siguió, subieron los alfombrados escalones, el corazón le latía desbocado. Había llegado el momento, ¿cómo se lo iba a decir? ¿A lo bestia tipo Gryffindor?, como lo había puesto Zabini. ¿O debería tantearlo primero, para ver dónde reposaban sus lealtades? En realidad lo que quería era abrazarlo y revisarlo y curarle las heridas y hacer planes para escapar. Empezó a lamentar la poción polijugos, besar a Draco con los labios de Goyle le daba… cosa.

    Entraron a la habitación, para alivio de Harry estaba mucho más fresca, soportable. Poco le duró el respiro, Draco se volvió hacia él apenas la puerta se hubo cerrado. Una expresión de tremenda furia en la cara.

    –¡Por Hefaistos! ¿Le llamás a esto sigilo de Gryffindor? ¡Le doy a Weasel una única instrucción simple y resulta que es demasiado para su dañado cerebro de pelirrojo! ¡Era lo único que tenía que hacer… pero no… tenía que cagarlo todo!

    Estaba más enojado que nunca, Harry jamás lo había visto tan furioso, ni siquiera en Hogwarts. –¿Sabés quién soy?

    –Rápido para darte cuenta, Potter. Veo que seguís tan agudo como siempre. Por supuesto que te reconocí, tenés mi varita. Y a propósito… –Draco sacó la varita de cerezo.

    ¡Expelliarmus!

    La varita voló de su bolsillo, Harry quiso retenerla pero los reflejos del cuerpo de Goyle no eran como los suyos. Harry lo miró con enfado. –¿Qué estás haciendo?

    –Recupero lo que me pertenece. –replicó impiadoso al tiempo que deslizaba posesivo los dedos a lo largo de la varita de espino. Harry se sintió muy vulnerable… y el extraño comportamiento de Draco… pero no era el caso altercar por una varita, había cosas más importantes en ese momento.

    –Draco, tenés que ayudarnos. Hay algo planeado para mañana. Tenés que bajar las defensas para que podamos entrar y detenerlos.

    Draco bufó. –Ya sé todo eso, Potter. Yo fui el que se lo dijo a Weasel, maldita sea su estampa, ¿y qué más le dije? Ah sí… ¡que vos no tenías que venir en ninguna circunstancia!

    Harry trató de tranquilizarlo. –Está todo bien, Draco. Están convencidas de que soy Goyle. Pero no tenemos mucho tiempo, el efecto de la poción va a desvanecerse.

    –¡Si serás imbécil! –la piel pálida se le había puesto colorada de furor– ¡Vos te creés que vas a poder salir de acá así como así? ¡Ninguno de nosotros puede!

    Harry sacudió la cabeza. Tenía que convencerlo de que podían ganar. Sin esperanza de victoria el Slytherin nunca le iba a dar la espalda al Señor Oscuro. –Vos podés, Draco. Podés elegir.

    –¿Elegir? –torció la boca en una desagradable mueca de desprecio– Vos no sabés nada de elecciones, Potter. –se levantó la manga de la toga, el brazo estaba desgarrado como el de Narcissa y el de Bellatrix, en el de Draco el daño parecía peor, la piel estaba muy amoratada particularmente alrededor de las muñecas. –Esto fue lo que hizo para asegurarse de que Padre volviera de Diagon ayer. Una tira de piel por cada minuto que estuvo ausente. ¿Vos creés que yo lo elegí? ¿Que mi madre lo eligió? –la voz de Draco estaba alcanzando los mismos niveles de histeria que la de Narcissa minutos antes y blandía el brazo mutilado frente a Harry– ¿Es eso lo creés, Potter?

    Harry tragó saliva, sin saber qué decir. Sus encuentros con Voldemort siempre habían sido breves y en batalla. Esa brutalidad constante, esa manipulación de los miedos y lealtades familiares era algo contra lo que no sabía cómo combatir. Lo ponía tan mal verlo así, desgarrado por el dolor y el miedo. Se olvidó por un momento de la misión, el ED pasó a un segundo plano, se olvidó que tenía que destruir a Voldemort. Le habló a su amante como si sólo fueran ellos dos en el mundo. –Yo sé que esto no es lo que vos querés, Draco.

    Draco se le acercó de repente, los rostros quedaron muy cerca, Harry creyó por un instante que lo iba a besar. Estaban muy próximos, los hálitos se mezclaban, los ojos grises taladraban los azules de Goyle con pasión iracunda. Draco le apuntó la garganta con la varita de espino.

    –No tenés ni la menor idea de qué es lo que yo quiero, Harry. –dijo Draco en un susurro áspero– Si lo supieras estarías lejos, muy lejos de acá.

    Harry lo miró a la cara tratando de encontrar en ella al hombre que amaba. Lo único que vio, en cambio, fue una máscara con una boca cruel y ojos calculadores que no dejaban traspasar ningún atisbo de sentimiento. Quiso sondear los pensamientos de Draco, pero estaban completamente bloqueados. Dejó escapar el aire, y esperó a que hiciera el siguiente movimiento.

    –¡Lubby!

    La elfa se materializó de inmediato. –¿Sí, amo Draco?

    –Andá a decirle a mi padre que tengo a Harry Potter en mi habitación.

    –¡Draco, no! –era la última cosa que Harry hubiera esperado.

    –¡Ya, Lubby!

    –Sí, amo.

    –Draco, ¡no podés hacer esto!

    –¡Callate Potter! Y aguantátelas. No fui yo el que se metió sin que lo llamaran con la sutileza de un screwt de cola explosiva. En nombre de Nimue, ¿en qué carajo estabas pensando al venir acá?

    –Pensaba que serías el mismo Draco… –el miedo le ahogó las palabras en la garganta.

    Una chispa brotó en los ojos de Draco, iba a decir algo pero en ese momento Lucius se materializó a su lado con un pop. Los miró a los dos confundido. –¿Qué es esto Draco? ¿Otra de tus bromas?

    –Padre, es Potter. Usó polijugos para aparecer como Greg.

    Lucius se acercó para estudiarlo con atención. –¿Harry Potter?

    Curvó los labios con una sonrisa. –Si, es posible, hasta diría que transluce la obstinación irracional de los de media sangre. Bueno, supongo que sólo hay una forma de estar seguros. –con un movimiento de varita abrió la puerta y dos aurores de la Guardia entraron, flaquearon a Harry y cada uno lo tomó de un brazo. –Por favor, acepte nuestra hospitalidad por el momento, señor Goyle. Si es quien dice ser lo liberaré con una disculpa. Y si es Potter… será un huésped de honor del Señor Oscuro. ¡Llévenlo a los sótanos!

    Los hombres lo arrastraron hacia la puerta, Harry trató de resistirse, pero era inútil. Giró la cabeza y alcanzó a divisar el perfil de Draco, fue sólo una fracción de segundo, en el contorno fugaz sólo vio derrota.

    oOo



    Locus desperatus: Vía desesperada
     
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  13. Dan2102
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    Pobre Draco, se ve esta sufriendo mucho más que cualquiera de ellos...

    Conti pronto :(
     
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  14. Kari Tatsumi
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    Capítulo 16
    Inter spem et metum



    El sótano estaba en total oscuridad. Pero Harry no necesitaba luz para reconocer el horrendo lugar que apestaba a tierra rancia y aire viciado, y a alimañas, algunas vivas y otras muertas hacía ya mucho tiempo. Un hedor potente que lo hizo acordar de la última vez que había estado encerrado ahí. La última vez cuando Draco no les dijo quién era yo. Enojado, pateó la pared con violencia. Por lo menos estaba más fresco ahí abajo que en el horno de arriba.

    Trató de hacer venir a Kreacher apenas los aurores de la Guardia se hubieron ido, pero no tuvo respuesta. Valía la pena probar, se consoló filosófico. Después de la última vez, Lucius –o Draco– debían de haber instalado nuevas barreras antiaparicionamiento que incluso los elfos no pudieran cruzar. Los guardias lo habían revisado y le habían sacado la moneda encantada de Hermione y el anillo luminoso de Luna. Había supuesto que estaba solo, pero no pudo estar seguro hasta después de revisar a tientas toda la celda, algo que se podía haber ahorrado con un poco de luz.

    Tal como se lo había anticipado, Lucius bajó horas más tarde. Apenas pisó el umbral una luz cegadora llenó el cuarto. Harry se puso de pie encandilado.

    –Bueno señor Potter, Draco tenía razón, se trata de Ud.. –Harry no retrocedió cuando se le acercó pero no pudo evitar hacer una mueca. –Oh, no debe tener miedo, señor Potter, es nuestro huésped. En realidad, como ya se lo había dicho, es nuestro huésped de honor.

    –Linda manera de tratar al huésped de honor. Sinceramente Malfoy, en una casa tan elegante como ésta uno esperaría encontrar un calabozo como la gente. No esta porquería.

    Lucius rió. –Muy ingenioso, señor Potter. Y temerario como siempre. Debo confesar que me sorprendió que se disfrazara como uno de sus enemigos. Pero supongo que no pudo resistir la tentación de colarse en nuestra soirée. –y agregó con tono intencionado– ¿O acaso fue la atracción de mi hijo lo que no pudo resistir?

    Harry lo miró sin decir nada. Desconocía cuánto sabía Lucius sobre Draco y él y no quería darle medios adicionales de ataque. Lucius prosiguió: –¿Qué se siente al darse cuenta que me hijo lo estuvo usando, Potter? ¿Que cuando gritaba su nombre estremecido de placer en realidad estaba cumpliendo una misión para el Señor Oscuro?

    –No hable de lo que no sabe. –le espetó Harry con acritud, pero con una desagradable sensación interior por la duda y la traición.

    Lucius detectó como un chacal la debilidad de su presa y afiló aun más la lengua. –Supongo que se habrá hecho todo un ideal de amor romántico. Imagínese lo mal que me sentí yo cuando me enteré de que un traidor a la sangre se estaba culeando a mi único hijo. No es precisamente una razón de orgullo para un padre. Pero había subestimado a Draco, él tenía planes cuidadosamente calculados.

    –¡No es verdad! –protestó Harry tratando de negar las palabras que se le absorbían en el cerebro como veneno. Planes, Draco siempre los tenía, y planes dentro de los planes, había dicho Zabini. Con memorias o sin ellas, Draco siempre cubría todos los ángulos posibles para obtener lo mejor según su conveniencia. Todo era un juego, como el que Lucius jugaba en ese momento, martirizándolo, clavando más hondo el estilete en la herida abierta.

    Lucius sabía que había encontrado el punto más sensible, le dirigió una sonrisa cruel y prosiguió encarnizado: –Sí que lo es, señor Potter. Cuando Draco me dijo que él mismo se encargaría de traerlo desde St. Mungo para el sacrificio, supe que era lo ideal para el triunfo de los Malfoy, lo que nos colocaría en lugar de privilegio a la diestra del Señor Oscuro.

    ¿St. Mungo? ¿Lucius no sabía que había escapado? ¿Para qué era necesario que lo trajeran? No sabía muy bien cómo interpretar todo eso y no dijo nada. Lucius tomó su silencio como una concesión.

    –Pero claro, Ud. le ahorró el trabajo de traerlo, vino por su cuenta. No sabía que Draco hubiera logrado tal dominio sobre el Niño Héroe. Pero hay algo curioso, ¿qué razón fue la que lo hizo venir? ¿Pensó que mi hijo cometería la torpeza de aliarse con Ud.?

    El primer impulso de Harry fue decirle que así era, que Draco no tenía ninguna gana de ubicarse a la derecha de Voldemort. Quería decirle a Lucius que había elegido el lado de los perdedores, quería proclamarle que ellos vencerían al Señor Oscuro de una vez y para siempre. Pero se tragó todo lo que quería decirle, no podía revelarle que tenían un plan. Y con las dudas que seguía abrigando, ni Harry mismo sabía por qué había venido. Así que dijo lo que sabía que iba a resultar más hiriente. –Quizá lo que quería era culeármelo una vez más.

    La maldición llegó sin demora y certera. Intensas ondas dolorosas que le desgarraron los músculos y le estrujaron los huesos. Sus gritos resonaron contra las frías paredes de piedra, la cabeza parecía a punto de explotarle. Cuando ya creía que no podría soportar más, cuando ya empezaba a desear la muerte que le trajera alivio, la maldición cesó. El dolor intenso desapareció pero no trajo alivio, dejó su estela de temblores y espasmos. Sentía ahogo en la garganta, lanzaba estertores estrangulados La vejiga se le vació.

    Lucius lo contempló con desprecio y envainó la varita. – Dé gracias de que el Señor Oscuro lo quiere íntegro, o hubiera pagado mucho más cara su insolencia. –hizo entrechocar los talones de las botas, dio media vuelta y salió.

    Harry quedó otra vez sumido en la oscuridad y en compañía de las ratas.

    oOo



    Podían haber pasado minutos, o días. No tenía forma de determinarlo. La agonía del Cruciatus era terrible, pero la condición en que quedaba la víctima después era un suplicio comparable. Se hacía imposible pensar coherentemente y los sueños eran atroces.

    Acercate para que pueda contemplar a El Niño Que Sobrevivió por última vez.

    Unos dedos le aferraron el cuerpo dolorido. En su ensoñación eran los mortífagos que lo llevaban próximo a los ojos rojos, al tiempo que trataban de desgarrarle los miembros. Harry gimió y se enrolló en posición fetal. Las manos lo soltaron.

    Creyó percibir un ruido de aleteo. Abrió un ojo dolorido. Una docena de azules luces tenues danzaban brillando en el aire. Semejaban luciérnagas, como las que solía perseguir cuando era chico. Una voló directo hacia él.

    –Zafiros alados. –se oyó un susurro a su lado. –Me los regaló Grandmamma cuando era chico. Lucius decía que no debía tenerle miedo, pero yo odiaba la oscuridad y no podía dormir. Grandmamma me los dio para ahuyentarla.

    La voz le era conocida y el tono apaciguador.

    –Sentate, Harry. Tenés que tomar esto.

    Nuevamente sintió las manos, pero no agresivas. Le levantaron suavemente la cabeza y le acercaron una poción a los labios. La poción sabía a Hogwarts. A acebo dulce y grosellas negras, como los filtros que madame Pomfrey administraba prácticamente para cualquier tipo de dolencia. Pero estaba mezclada con otros sabores que no pudo identificar. Podía haber sido veneno, pero la mano que lo sostenía no era una mano enemiga… o no lo parecía.

    –Es restaurativa y te va a ayudar a dormir. –ronroneó la voz– Mañana vas a necesitar tus fuerzas, Harry.

    –¿Draco? –la imagen estaba desdibujada pero los cabellos de plata brillaban a la luz azul de las luciérnagas. Debía de estar soñando, nada podía ser tan hermoso en ese lugar horrible. Sintió dedos acariciadores sobre la mejilla.

    –¿Sabías que yo nunca maté a nadie, Harry? Sé que vos creías que sí… pero no…

    Harry quiso protestar… que no era así… pero hablar era demasiado esfuerzo… mejor seguir escuchando…

    –Siempre supe que no podría. Como mortífago era pésimo. Pero resulta que voy a terminar siendo un asesino. Aunque no sea yo el que use la Maldición Mortal. Son mis encantamientos los que la conducirán por El Ojo a St. Mungo.

    Harry no entendió, ¿por qué todos hablaban de golpe sobre St. Mungo? Draco sonaba tan triste, Harry quiso acariciarlo pero sus músculos se negaban a moverse. Gimió. Sintió un pulgar que le acariciaba el labio.

    –Sé lo que estás pensando. Que debería negarme, que todas esas personas no merecen morir. Sé que vos no lo harías, preferirías morir antes que hacerlo. Pero hay cosas que son peores que la muerte. Te voy a contar un secreto, yo esperaba que vos ganaras. La última vez, quiero decir, hace cinco años. No quería que él te venciera.

    –¿Por qué? –fue lo único que alcanzó a articular, la poción ya lo empujaba al sueño.

    –¿Por qué te traicioné? Era la única forma, Harry. Lo lamento.

    No era lo que Harry había querido preguntar, pero era más importante que saber por qué había querido protegerlo cinco años antes. Los ojos se le cerraban, los pensamientos se tornaban borrosos.

    –Vos siempre hacés lío. –la voz le llegaba desde muy lejos, pero el tono no era enfadado, ni siquiera cuando agregó– Gryffindor necio.

    Harry trató de sonreír pero ya estaba muy lejos como para que lo viera. Flotaba por encima de los verdes prados de Wiltshire, persiguiendo zafiros alados.

    oOo



    Cuando volvió a despertarse estaba solo.

    Se sentó con torpeza, hizo una mueca, perduraban vestigios de la maldición. Sentía la piel tirante y delgada y una sensación de malestar general. Tenía los pantalones rígidos de orina seca. Pero algo era innegable, debería haberse sentido mucho peor, de no haber sido por la poción que le había dado Draco.

    Hubiera pensado que la visita no había sido más que un sueño, pero las luces pálidas seguían zumbándole alrededor. Con reflejos de buscador, atrapó una. Los otros zafiros comenzaron a rondarlo más cerca, como preocupados por el sino de su compañero. Abrió la mano lentamente y espió la piedra capturada. Lucía como la gema de su nombre, pero no facetada como la que se engarzaría en un anillo, sino lisa y del tamaño de un botón pequeño. Sin luz brillante parecía muy común, podría haberse confundido con un guijarro, excepto por las alitas transparentes fijadas en un lado. Harry sintió un cierto malestar, ¿y si no tenía la magia suficiente para ponerlo de nuevo a volar? Pero recordó que Draco las había recibido de regalo cuando niño, cuando todavía no controlaba bien la magia. Lanzó la piedra al aire y vio con alivio que aparecía un nuevo punto luminoso encima de él, los otros zafiros se apresuraron a rodearlo.

    Trató de incorporarse, recordó lo que Draco le había dicho: Grandmamma… ¿de cuál de las dos abuelas se trataría?

    Trató de recordar otras cosas que Draco había dicho. Seguía muy confundido. Más que palabras le venían sentimientos. Draco había sonado muy triste, lamentando algo que había hecho… no… no algo que había hecho… algo que iba a hacer… y Harry lo había arruinado… Algo importante.

    –Algo sobre el hospital. –dijo pensando en voz alta. Algo sobre que alguien no debía morir… no… toda esa gente… y algo más sobre El Ojo… y Avada Kedavra… y sus encantamientos…

    Y de golpe todo pareció encajar. Draco ya había puesto un encantamiento Vigilus en la red de defensas. ¿Por qué no una maldición? En eso había estado trabajando… la tarea que Bellatrix no quería que interrumpiera. ¿Pero St. Mungo? Ni siquiera Voldemort podía estar tan loco como para destruir el hospital.

    Pero el pabellón del sexto piso… eso sí… pocos conocían de su existencia. Podían eliminarse ochenta y ocho personas… sin mayores consecuencias…

    Harry se empezó a sentir muy mal… y no por el Cruciatus. Con tal poder, no habría nada que pudiera detener a Voldemort. ¿Y Draco? No los mataría directamente, pero morirían por lo que él había creado. …hay cosas peores que la muerte

    Le llegaron voces desde afuera.

    –Tengo órdenes de no dejar pasar a nadie.

    –Sus órdenes vienen de mi padre. Dudo mucho que se estuviera refiriendo a mí.

    Era el tono de superioridad de Draco que tanto lo había enfadado en la escuela… ahora sonaba como la mejor de las músicas.

    Nuevas protestas del guardia.

    –Haga como le parezca, pero será Ud. el que le explique al Señor Oscuro por qué el sacrificio está tan débil… débil e inútil para llevar a cabo la ceremonia.

    El argumento debió de haber sido convincente porque poco después los cerrojos se corrieron y la puerta se abrió. La luz inundó el recinto, Harry entrecerró los ojos, encandilado. Distinguió a Draco de pie a su lado, una bandeja de té flotando frente a él. El auror los miraba hostil desde la puerta.

    –Potter. –dijo Draco con el mayor de los desprecios en el tono.

    –Malfoy –replicó Harry tratando de imitarle el tono.

    –Espero que hayas dormido bien. Te hubiera puesto en un armario para que te sintieras como en casa… pero acá los armarios tienen cosas…

    –Andá a cagar.

    Draco rió. –Estás a punto de morir, Potter. ¿Y ése es el mejor insulto que se te ocurre?

    –Andate a la mierda y a la conchuda que te parió, entonces… Vos y toda tu puta familia.

    Relumbró ira en los ojos grises.

    –Te traje unas sobras que dejaron los elfos… pensé que te podrían venir bien. –la bandeja se posó sobre el suelo, contenía una taza de té y unas tostadas resecas.

    –Tanta amabilidad me deja perplejo.

    –Es lo menos que podía hacer. En vista de que me ahorraste el trabajo de tener que traerte de St. Mungo.

    Lucius no sabía… pero Draco sí… Antes de que pudiera decir algo inconveniente Draco prosiguió: –Dulce Hiperión, Potter, ¡apestás!

    Harry sonrió desafiante al ver dibujársele la repugnancia en la cara.

    Draco se volvió hacia el guardia. –Suba y pídale a mi madre ropa limpia para el prisionero.

    –Yo no soy su elfo domestico. –le espetó el guardia.

    –Vea, un elfo doméstico sería mucho mejor. Pero como no pueden aparicionar acá, le va a tocar a Ud. ¡Vaya!

    El guardia titubeó un instante, luego dio media vuelta y se marchó.

    –¡Les ibas a entregar a Seamus!

    –¿De qué estás hablando?

    –Yo debía ser el sacrificio… pero vos les ibas a entregar a Seamus.

    –Ah… Finnigan… –Draco se encogió de hombros– Yo no les dije a quién tenían que mandar, lo eligió Weasley.

    –Pero vos no les explicaste lo que planeabas hacer…

    –Potter…

    –Vos sabías que cualquiera que me reemplazara iba a morir…

    –Mejor que fuera cualquier otro y no vos, Harry.

    Draco va a hacer lo que esté bien para Draco.

    –Draco… nadie tiene que morir. Hermione y Zabini encontraron una forma… podemos detenerlo.

    Draco abrió grandes los ojos. –¿Zabini?

    –Sí… es un hechizo complicado… egipcio…

    Draco se agarró el puente de la nariz con los dedos. –¡Merlín! No me digas que es uno de esos hechizos múltiples de Zabini… ¡siempre le salen como el culo!

    Harry torció los labios, ya no se sentía tan confiado. Pero Hermione dio su visto bueno… –Va a dar resultado. –dijo con la mayor seguridad que pudo reunir– Y el Ejército de Dumbledore está preparado…

    Draco rió. –¿Te das cuenta de que esa información es la mejor manera de probarle la lealtad de mi familia al Señor Oscuro?

    Harry tragó saliva. Los estaba entregando atados. Y el rostro de Draco no dejaba traslucir nada… o casi nada… ¿algo en los ojos quizá? –No podrías… Draco… ¿te acordás de Sally? Ella fue la que me dijo que tu futuro no tenía por qué estar del lado de Voldemort… que tu futuro podía estar a mi lado… Tenía razón, Draco…

    Draco le dirigió una mirada fría. –Sally está muerta, Harry. Fue el primer sacrificio.

    Para el primer horcrux… el sufrimiento brotó en los ojos de Harry… y en los de Draco.

    –Fue en la asamblea de Walpurgis la noche que vos desapareciste. Padre formuló el encantamiento para devolvernos a todos la memoria, él ya la había recuperado. Tuve el mal tino de mencionar a Sally, que ella había conservado la memoria todo el tiempo. El Señor Oscuro la mandó a buscar…

    –Draco… todavía podés detener esto. Pensá en lo que realmente querés.

    Los ojos grises reverberaron de furia. –No seas imbécil, Potter. Ya hice mis elecciones… he hecho cosas que ni siquiera vos podrías perdonar. Y nadie –excepto vos– podría creerse el cuento del mortífago enamorado del Niño Que Sobrevivió. Esto no es un cuento de hadas… y no hay finales felices.

    El guardia había vuelto y Harry no pudo replicar. Hubiera querido decirle que difícilmente habría algo que no pudiera perdonarle… que las elecciones no tenían por qué ser definitivas… que podían volver a considerarse. Hubiera querido preguntarle qué había querido decir con eso del mortífago enamorado… Draco no le dio la oportunidad.

    –Voy a venir a buscarte a la noche. – dijo y se fue.

    El guardia le arrojó la ropa. Harry la abarajó en el aire. No pudo evitar un gemido, estirar el brazo así de golpe le había provocado un dolor intenso.

    –Así que vos habías resultado ser el Niño Héroe. Qué desilusión, no sos lo que yo hubiera esperado.

    –Vos no sos más que un lacayo de los Malfoys… ¡gran cosa!

    Se ganó un tremendo puñetazo en el estómago. –Quizá sea cierto… pero yo voy a seguir vivo mañana.

    Harry quedó tirado en el suelo, a oscuras y dolorido, y con un montón de preguntas sin respuesta rondándole la cabeza.

    oOo



    Lo peor no era la oscuridad. Ni el encierro, ni el no saber lo que estaba pasando afuera. Lo peor era no saber cuánto tiempo había pasado. –¿Por qué nunca aprendí magia sin varita? –les preguntó a los zafiros– Hacer un Tempus sin varita no debe de ser tan difícil…

    Oyó la llave en el cerrojo y se abrió la puerta. No era Draco sino dos aurores. –Ya es hora. –dijo uno de ellos.

    –¿Adónde me llevan? –preguntó, pero no obtuvo respuesta. Lo arrastraron en silencio por escaleras y corredores hasta una sólida puerta cerrada. Uno de los aurores iba a golpear pero en ese momento se oyeron gritos desde adentro.

    –¡No quiero excusas! ¡Hacé lo que sea, pero encontralo! – se oyó el pop de un elfo desaparicionando.

    Los aurores intercambiaron miradas divertidas y sonrisas. Era claro que Lucius no les caía bien, y si algo estaba mal, eso los ponía contentos. Uno de ellos golpeó.

    –¡Pasen!

    La habitación le recordó el negocio de Borgin & Burkes, pero en menor escala. Los estantes de las paredes desplegaban todo tipo de artefactos y libros antiguos. Había además una inmensa chimenea y muchos cuadros de magos en ropas pasadas de moda posando ridículamente en los escalones de la Mansión, los ancestros Malfoys, indudablemente. Había dos mastines adormilados echados frente al hogar. Y Lucius Malfoy.

    –¡Pueden retirarse! –ordenó. Harry recibió un empujón que lo mandó tambaleante hacia delante y los aurores salieron. –Este es el día que hemos esperado durante mucho tiempo. Todavía no puedo explicarme cómo logró eludir su destino durante tanto tiempo, Potter. Pero eso mismo hace que esta noche sea aun más especial, ¿no le parece? La noche en la que El Niño Que Sobrevivió murió. Me gusta como suena.

    –La noche todavía no terminó, Malfoy. –dijo Harry apretando los puños.

    –Es cierto, joven Potter, es cierto. Acérquese. Hay algo que quiero mostrarle. –le hizo una seña para que se aproximara a una vitrina– Antes de que termine la noche, Ud. habrá dado su vida por la inmortalidad del Señor Oscuro. Y mi familia alcanzará los honores que se merece por haber contribuido a hacerlo realidad.

    Harry contempló la espada dorada que reposaba sobre un lienzo de terciopelo oscuro. La reconoció incluso antes de ver los rubíes del mango. –La espada de Gryffindor. –murmuró.

    –Nos tomó años y fuertes inversiones lograr obtenerla. –alardeó Lucius– Pero vale cada galeón gastado, los deseos del Señor Oscuro son lo más importante. Y es esplendorosamente adecuada. Una de las pocas cosas que puede destruir un horcrux… se transformará en uno.

    –No va a resultar. –dijo Harry confiado– La magia de la espada es demasiado poderosa, resistirá.

    –Podría ser verdad… con un sacrificio ordinario, Potter. En realidad con cualquier otro el hechizo rebotaría y le causaría gran daño al Señor Oscuro, como ocurrió en alguna otra oportunidad. Pero está subestimando su propia importancia, Potter. Muchos y estrechos vínculos los unen, a él y a Ud.. A través de Ud, a través de los vínculos de sangre y lealtad que lo unen con Godric Gryffindor, el Señor Oscuro vivirá por siempre.

    Las cosas empezaban a aclararse. Si el sacrificado hubiera sido Seamus…

    Mejor que fuera cualquier otro y no vos, Harry.

    El plan de Draco… con cualquier otro el hechizo rebotaría y le causaría gran daño al Señor Oscuro…, por eso Draco lo quería lo más lejos posible de allí, por eso estaba tan enojado…

    –No tiene buen aspecto, Potter. Quizá sería mejor que se sentara. –Lucius hizo ondear la varita, se materializó un gran sillón, Harry fue empujado a sentarse, la espalda pegada contra el respaldo, su brazos fijos sobre los del sillón.

    –Así está mejor. –Lucius hizo flotar hasta él una copa llena de poción– Bébasela, le calmará los nervios.

    Era una poción rojo oscuro, de color más intenso que el de la sangre y el doble de viscosa. Tenía aspecto de melaza hirviendo lentamente. Harry trató de resistirse pero la magia de Lucius lo obligó a tragársela.

    Lo invadió una sensación de deleite extático y de paz. Era como estar sumergido en tibieza y felicidad. Podía dejarse impregnar por ese placer arrollador. Podía olvidarse de todo lo que estaba mal. Olvidarse de que estaba atrapado en el escritorio de Lucius, olvidarse de que no podía moverse de su asiento, de que a partir de esa noche Voldemort se volvería invencible. Olvidarse de que era Harry Potter y que se suponía que debería hacer algo para impedirlo.

    –Mi hijo debería estar aquí. Fue él el que preparó la poción… especialmente para Ud.

    Harry se preguntó dónde estaría Draco. Pensó que le gustaría verlo. Draco era tan lindo… cuando no estaba enojado. Pero cuando se enfadaba no tanto… la frente se le arrugaba, el ceño se le fruncía… Harry sonrió.

    –Perfecto, está actuando bien. Está sintiendo los efectos de Papaver moriferum. Al principio actúa como el opio de los muggles. Es mucho más potente que un filtro calmante… y no nos hubiéramos atrevido a usar Imperius… no con sus antecedentes.

    Harry quería esforzarse para pensar en lo que iba a pasar esa noche, pero no podía… se sentía tan bien, tan cómodo…

    –Pero lo que más me gusta son los efectos colaterales. La desesperación que lo va a invadir en breve. ¿Le parece que probemos?

    Un baúl se le aproximó. Harry sonrió, era precioso, de madera primorosamente lustrada. Se preguntó qué podría contener, algo muy bonito sin dudas. Intrigado, trató de inclinarse hacia delante, lo más que le permitieron las restricciones mágicas, la tapa comenzó a abrirse.

    El frío le invadió los huesos como borrascas, borró toda traza de calidez. Harry conocía la sensación, era igual a la que anunciaba la proximidad de los Dementors y la pérdida de toda esperanza. Presa del miedo empezó a forcejear con las ataduras. Sospechaba que no había un Dementor dentro del baúl, sospechaba que se trataba de algo incluso peor. Apretó los ojos e hizo la cara a un lado. Todas sus peores pesadillas venían juntas a atacarlo.

    ¡Occludere!

    La tapa se cerró de golpe obedeciendo la ríspida orden. Harry entreabrió los ojos. Draco estaba a su lado. Furia en el rostro. Pero no estaba mirando a Harry sino a su padre. –¿Qué estás haciendo! No va a poder tolerar la poción y una Cámara Quimera juntas.

    –Finalmente te dignaste a venir. Hace horas que Lubby te está buscando.

    –Estaba terminando el encantamiento. No pensé que te fueras a dedicar a martirizar al sacrificio poniendo en riesgo la ceremonia.

    Harry los escuchó trenzarse en una agitada discusión. Estaba aterrado, pero no por los gritos, sino por lo que sabía que le iba a pasar esa noche. Esa noche iba a morir, como lo había sabido durante tantos años. Dumbledore lo había sabido, Snape lo había sabido. ¿Quién era él para oponerse a su sino? Durante cinco años no había sido el Niño Héroe, sin el fragmento de Voldemort dentro de sí no había sido un mago poderoso. Sólo había sido Harry Potter, el más ordinario de los hombres. Ya iba siendo hora de que enfrentara su destino.

    Las voces callaron. Draco lo estaba mirando. Las mandíbulas apretadas, la mirada dura como el diamante. –Es casi medianoche. Hora de ponernos en marcha. –dijo con determinación.

    oOo



    Inter spem et metum: Entre la esperanza y el miedo
     
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  15. Dan2102
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    Pobre Draco... Una gran responsabilidad a cuestas...

    Harry haz algo! La orden tiene que actuar de alguna forma :(

    Conti pronto...
     
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32 replies since 9/4/2013, 03:17   1006 views
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