Arquitectos de la Memoria [HarryxDraco/NC-17] Capítulo 18: Memento vivere

Autora: Lilith/Traductor: Haroldo Alfaro

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  1. Kari Tatsumi
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    Capítulo 17
    Quam terribilis est haec hora



    Wiltshire había sido siempre un lugar de magia. Todo joven mago aprendía de los encantamientos de Averbury antes de atreverse a volar con una escoba sobre las cautivadoras piedras y toda joven bruja se emocionaba cuando escuchaba el relato de la gesta trágica del mago rey y los caballos blancos. Incluso los muggles eran conscientes del poder que asentaba en las construcciones megalíticas.

    Esa noche toda la magia había sido eclipsada por la Marca Oscura suspendida en el cielo. Harry podía percibir la Magia Oscura convergiendo bajo la malevolente luminosidad verde. Pulsaba sobre las llanuras de Salisbury, se deslizaba por las venas de las vegas, bullía en la fastuosa propiedad de los Malfoy. Todavía se sentía mareado, Lucius lo había aparicionado adosado; yacía de espaldas paralizado por la poción pero podía sentir ese latir como los movimientos de su propio corazón. La imagen arriba ondulaba y derivaba, perturbada por el viento, pero en ningún momento perdía su horrenda forma. Nunca dejaba de fluorescer maligna recordándole que no había escapatoria. Su cadavérica sonrisa era hipnótica, era tan difícil apartar los ojos de ella.

    Finalmente pudo mover la mirada hacia uno de los lados, hacia el prado. El círculo de árboles alrededor del claro era estrecho y casi perfecto en su forma. En el centro se alzaba un altar de mármol, construido indudablemente con un nefario propósito. Las piedras se alzaban circundantes, tan altas como la cintura de un hombre y el doble de anchas. En la parte inferior tenían grabadas caras de demonios que gritaban en agonía. Harry sospechaba que sus propios gritos se les unirían en breve.

    ¡Cortala!, se ordenó a sí mismo ante su abatimiento creciente. Son los efectos de la poción, nada más, se dijo. Sus amigos debían de estar en las proximidades, Draco seguramente tenía más planes en la manga y si podía encontrar las fuerzas, todavía era posible que pudiera escapar. Pero esos pensamientos eran muy difíciles de sostener, trató entonces de imaginar los zafiros voladores, revoloteando e interponiéndose entre él y la Marca Oscura. Pero la mente se negaba a darle al menos ese mínimo recuerdo de esperanza, y sentía todo el cuerpo desfallecer, no iba a poder moverse ni siquiera arrastrándose.

    Algo serpeó a su lado.

    –El Amo había dicho que ibas a estar acá.

    ¡Kalfu! Aunque ya había sospechado que la serpiente iba a estar presente esa noche, el verlo así de repente lo hizo estremecer. Y Kalfu sin lugar a dudas preanunciaba el arribo inminente de Voldemort. –¿Ya está acá?

    –Llegará pronto. Se está preparando. Kalfu se le aproximó más, estaba ahora a pocos centímetros de su cara. Los negros ojos perlados lo escrutaban. –Estás acá con un propósito.

    –Así es. Para que ese enfermo hijo de puta pueda crear otro horcrux. –un horcrux que sería indestructible, lo invadía la desesperación. Si tan sólo no hubiera venido… si hubiera pensado en otra forma para rescatar a Seamus… si hubiera muerto la primera vez cuando la gente todavía recordaba el mal contra el que tenían que luchar.

    Kalfu interrumpió el desaliento de esos pensamientos. –¿No querés servir al Amo? –preguntó sin ocultar su confusión– ¡Pero si es el mago más poderoso!… y vos… sos deplorable y débil.

    Ponía en palabras la dolorosa verdad. Era deplorable y débil, un mago común, sin ninguna posibilidad de vencer al mago más oscuro de Gran Bretaña. Drogado y sin varita ni siquiera podría hacerle frente a esa pequeña serpiente. –Quizá tengas razón. Pero aun así nadie quiere morir.

    –Yo no puedo morir. –alardeó la serpiente– No hay mago ni bruja en el mundo que me pueda matar. El Amo se aseguró de que así fuera.

    Harry gimió. Dos horcruxes invencibles, el mundo nunca podría librarse de Voldemort. –¿Cómo…? –empezó a preguntar, pero en ese instante el aire cambió, se tornó más pesado, se cargó de espanto.

    –Aquí llega. –siseó Kalfu y serpeó entre las hojas muertas.

    El hombre entró en el claro. Los mortífagos corrieron a rodearlo, como la bandada alrededor de la anciana de las palomas de Plaza Trafalgar. Alzándose en medio de ellos, el rostro que había poblado siempre sus pesadillas. La frente lisa y deprimida, las ranuras en el lugar de la nariz, los ojos rojos que lo hacían menos que humano, y mucho más que un mago. La vista del enemigo hizo desvanecer los últimos vestigios de esperanza. Voldemort estaba vivo y en su esplendor, radiando más poder que nunca.

    –Esta noche es una noche especial. –le llegó la voz de registro agudo– Esta noche someteré al miedo y dominaré a la muerte. A medianoche cuando la noche más larga se transforma en el día más corto, me volveré invencible. Y ustedes, mis leales seguidores serán más poderosos de lo que nunca se atrevieran a soñar.

    Hubo murmullos de satisfacción, pero se acallaron cuando Voldemort levantó un dedo torcido. –Ustedes son lo más selecto de mis adeptos. Las lealtades no serán olvidadas… ni las traiciones perdonadas. Sobre lo que ocurre esta noche, no deberá hablarse, ni siquiera entre ustedes. Y el encantamiento no deberá repetirse, so pena de muerte. Les demandaré a todos un voto inquebrantable.

    Hubo murmullos. Alguien se adelantó de inmediato. –Será un placer para mí tomar el Voto, mi Señor.

    Debía de ser Bellatrix sin dudas, nadie más podría mostrase tan inclinada a someterse con un Voto a Voldemort.

    –Bellatrix Lestrange, ¿estáis dispuesta a participar en esta ceremonia y prometéis hacer todo aquello que fuera necesario y se os demandase?

    –Sí, mi Señor, totalmente dispuesta. –la voz sonó clara y como si le estuviera ofreciendo promesa de matrimonio.

    –¿Y habréis de guardar silencio sobre los eventos de esta noche y no comunicaréis a nadie la magia de los horcruxes?

    –Lo juro, mi Señor.

    Lucius fue el siguiente, seguido por Narcissa y luego Draco. La voz de Draco no titubeó aunque carecía de la pasión del tono de Bellatrix. A continuación se les tomó voto a los hermanos Lestrange, a los Carrows y a Nebediah Nott y a su hijo Theodore. Todos los juramentados tenían por lo menos un pariente directo en el grupo, ¿una táctica de Voldemort para poder manipularlos mejor? Con los Malfoys la había aplicado.

    –Y ahora procederemos al sacrificio. –Voldemort apuntó la varita hacia Harry. El aire a su alrededor pareció henchirse y se sintió transportado hasta el altar central. La Marca Oscura estaba justo sobre él, a Harry le dio la impresión de que estaba más cercana y que brillaba con mayor intensidad que antes. Desvió la vista a un costado y comprobó con un sobresalto que la espada de Gryffindor reposaba junto a él. El mango dorado a apenas centímetros de su cara. Tan cercana que habría podido asirla en un segundo si acaso hubiera podido mover los brazos, pero estaba paralizado. Los mortífagos fueron rodeándolo como en sus sueños. Y Voldemort se alzaba junto a la piedra.

    –Harry Potter, ¡qué gran placer es verte una vez más! Supongo que me habrás extrañado tanto como yo a vos.

    –Para nada. –graznó Harry, carraspeó y agregó más claramente– Fue una buena época cuando todos te habían olvidado.

    –Pero también se habían olvidado de vos. ¿Qué se siente al ser un don nadie, Harry? Presumo que para vos debe de haber sido un muy mal trago.

    –Por el contrario, me gustaba. –y no se trataba de una mentira– Me gustaba quien era.

    –¿Y quién eras? –dijo Voldemort con sorna– Un mero pinche en un negocio de mascotas… tenías una vida insignificante, ¡el Gran Niño Héroe viviendo entre muggles! –los mortífagos contribuyeron con risas burlonas– Y luego te atreviste a tomar a un sangrepura como amante, ¿realmente pensaste que su lealtad hacia vos prevalecería sobre su lealtad hacia mí? ¡Cuán necio! –el tono se había vuelto más oscuro, las risas se acallaron– ¡Draco, aproximate!

    Draco se adelantó, inconfundibles hebras de plata asomaban a la altura de los hombros. Harry sintió que Kalfu se deslizaba por su pierna. –¿Ése es tu pareja? –siseó la serpiente.

    –Shh… –la hizo callar Harry, quería, y al mismo tiempo no quería, escuchar las palabras que vendrían a continuación.

    –¿Es a vos a quien debo agradecerle por haber traído a Harry Potter ante mí?

    –Sí, mi Señor.

    –¿Era tu amante? ¿Te gustaba tanto este hombre al punto de no tener en cuenta los deseos de tu padre de que engendraras un heredero sangre pura?

    –Así es, mi Señor. Era mi amante y llegó a gustarme hasta tal punto.

    –¿Y aun así me lo entregás de buen grado?

    –Sí, mi Señor.

    –Me temo que será necesario que te demande una prueba.

    –Cualquier cosa que mi Señor considere precisa.

    –Que lo tortures con Crucio es mi deseo.

    –¿Con… Crucio? –la vacilación fue evidente.

    –Me extraña el titubeo, Draco. Ya has demostrado con anterioridad que tenés perfecto dominio del uso de la maldición. ¿Cuál es el problema de que la utilices ahora?

    –La poción… es muy potente. Es muy posible que la víctima no pueda sobrevivir la tortura.

    ¡Hacelo!, quería gritarle Harry, ¡Matame y que no pueda crear el horcrux!, pero los sonidos se negaron a abandonar la garganta.

    –¡Ah qué pena! Quizás deberíamos elegir un blanco diferente. ¿Narcissa?

    –Si, mi Señor. –respondió una de las figuras.

    –¿Lo ayudarías a tu hijo a probar que para él no hay nada más importante que su lealtad hacia mí?

    –Por supuesto, mi Señor. –dijo ella con decisión– Mi Señor sabe que mi familia está y ha estado siempre a Su servicio. Estoy segura que eso fue lo que guió a Draco cuando trajo a Harry Potter ante mi Señor.

    –Es verdad. Los Malfoys han hecho mucho para volver a ganar un lugar privilegiado en mi estima. Pero… hubo tanta decepción anteriormente. De alguna forma percibo que las razones de la vacilación del muchacho no son las que aduce. ¿Se trata realmente de la poción? ¿O acaso se trata de que su corazón sigue contaminado por sentimientos hacia su amante de media sangre?

    –Es por la poción. –reafirmó Draco– Lo juro. Hay un antídoto… lo tengo preparado, podría ir a buscarlo si mi Señor…

    –¡Silencio! –vociferó Voldemort provocándoles estremecimientos a todos los presentes– No tenemos tiempo para tonterías. Draco, vas a usar Cruciatus sobre tu madre. ¡Ya!

    En ese momento se empezaron a oír gritos que venían del bosque. Y el aire se llenó de chorros luminosos, los hechizos venían de todas direcciones. Los mortífagos habían sido tomados por sorpresa, corrieron a buscar refugio y demoraron en contraatacar. Harry vio a Narcissa esquivar por poco un haz rojo que venía hacia ella y la vio responder con un Tarantallegra hacia el bosque, un hechizo casi inocuo, pero otros de los mortífagos estaban lanzando Imperdonables.

    Harry había sido olvidado por el momento, todos estaban muy ocupados atacando y defendiéndose, fue el único que vio a Kreacher aproximarse al altar. –Hemos venido por el amo. –dijo el elfo a modo de saludo y agarró la espada de Gryffindor. –El Señor Oscuro no vencerá nunca a mi amo. –Kalfu se alzó amenazador y se lanzó a atacarlo, pero Kreacher pudo retirar el hombro justo a tiempo y los colmillos no lo alcanzaron. El rostro del elfo adquirió una expresión acerada, como la hoja de la espada que blandía, y con un certero movimiento decapitó a la serpiente.

    Harry lanzó una exclamación contenida. Ningún mago o bruja podía matarla, pero al parecer los elfos no habían sido tenidos en cuenta. Todavía en shock por la inesperada victoria oyó una voz frenética encima de él. –¡Harry! –levantó los ojos, era Draco, se había sacado la máscara– ¡Agarrá la varita! –asomaba del bolsillo de Draco a milímetros de su mano. Hesitó un instante, ¿debía confiar o se trataba de otra traición?

    –¡Ya! –lo urgió Draco. Tenés que confiar en él. Y con gran esfuerzo estiró los dedos y asió la varita.

    Y sintió el inconfundible tirón del traslador que se lo llevó de allí.

    oOo



    Aterrizó no muy lejos. Todavía alcanzaba a distinguir los gritos de la batalla. Estaba en una pequeña arboleda, rodeado por sus amigos: Hermione y Ron, Luna y Neville… e incluso Zabini. Debía de ser un sueño… o quizá estaba muerto. Hermione le levantó suavemente la cabeza y le acercó una poción a los labios. –Tomatela, Harry. Es el antídoto. –obedeció, el hielo que lo paralizaba se derritió de inmediato, tembló, Luna le puso una manta blanca sobre los hombros.

    –Vas a tener frío y te vas a sentir desorientado. Es la acción del extracto de lirio. Pero te necesitamos acá, Harry.

    Las imágenes eran borrosas y se sentía mareado. Y tenía grandes deseos de acurrucarse y dormir durante un mes. –Hermione… estás acá… y Ron…

    Ron le sonrió ampliamente. –Draco bajó las defensas. Tenías razón sobre él, cumpa.

    –Sólo tenemos unos segundos. –urgió Hermione– ¿Creés que vas a poder pronunciar el encantamiento, Harry? La abuela se lo aprendió por las dudas, pero a ella y a Xeno los necesitamos para los escudos.

    Harry revisó su memoria, tardó unos segundos en recordar la fórmula. Cuando se sintió seguro hizo un breve gesto de asentimiento.

    –Tenés que ponerte de pie, –lo instó Ron– tenés que alcanzar a ver Malfoy… a Draco cuando se pare sobre el altar.

    –¿A Draco? Pero no…

    –Sí, tuvimos que cambiar algunos detalles –admitió Blaise con tono algo culpable– fue idea de Draco. Los hechizos como éste dan mejor resultado si se elige un punto focal. Las palabras son las mismas pero tenés que dirigirlo a Draco en lugar de a Ya Sabés Quién.

    Draco había mencionado que Zabini siempre metía la pata con hechizos de ese tipo, debía de haber descubierto la debilidad y se la había hecho notar. Pero no era nada propio de Draco el ponerse en la línea de fuego. –No, no, no… –protestó Harry, Draco se estaba poniendo en peligro, no lo podía permitir– ¡yo debería estar en su lugar!

    –No en tu presente condición, Harry. –el tono de Hermione no dejaba lugar a réplica– Él se ofreció como voluntario, sabe perfectamente lo que está haciendo.

    Claro que Draco sabía lo que estaba haciendo, siempre sabía. Pero exponerse de esa forma era inconcebible para un Slytherin, Harry se sentía muy inquieto por el riesgo que corría.

    –No podemos demorarnos más, –el tono de Zabini había sido perentorio– ¿estás listo, Harry?

    Harry trató de afirmarse sobre las piernas y de controlar la sensación de mareo. Levantó la vista hacia el claro, todavía no alcanzaba a divisar a Draco. –Listo. –respondió.

    Neville lanzó unas chispas doradas hacia arriba, Draco ascendió de inmediato al altar y se hizo visible. No llevaba máscara, adoptó la tradicional postura de duelo con la varita al frente y en alto.

    –Ahora. –ordenó Neville.

    Dido, dididi, dictum… –todos empezaron al unísono, luego las fórmulas se diversificaban, Visum, auditus, gustus, odoratus, tactus, mens mentis, cada uno parte de la consciencia, se separarían y dividirían, fraccionándose de manera múltiple e ininterrumpida hasta el infinito. Un zarcillo verde partió de la varita de Harry interceptó en el aire el de color azul cobalto de Ron y los dos se enlazaron con las volutas doradas de Luna. Los haces se mezclaron y danzaron juntos e incorporaron el púrpura de Neville y el anaranjado de Blaise, y el azul plateado de Hermione ya entramado con ellos. Cada uno correspondiente a un aspecto de El Ojo de Horus. Pero Harry apenas si recordaba las intrincadas explicaciones teóricas de Blaise y Hermione. Observaba extasiado la belleza de ese cordón luminoso que cruzaba la noche, hendiendo la oscuridad con sus brillantes matices. Era un espectáculo sobrecogedor.

    Y finalmente alcanzó el blanco.

    Cuando alcanzaron a Draco lo hicieron doblarse hacia delante como si fuera a caer, pero logró mantener el equilibrio. Pareció fluorescer inundado de magia. Y fue entonces que de su varita brotó un torrente de color, como un arco iris liberado de golpe. Incluso más potente y vibrante que el que lo había alcanzado.

    El grito de Voldemort se elevó indignado, partió el cielo y ahogó todos los ruidos de las batalla. Y mutó en odio y atacó a su atacante. Haces verdes partieron en dirección a Draco ante los ojos horrorizados de Harry, la Maldición Mortal a punto de abatirlo. Pero fueron desviados por los Protego raudos de Xeno y Editha, quizá sólo había sido suerte pero Harry igual expulsó el aire aliviado.

    El cuerpo de Draco sufrió entonces un espasmo, Harry volvió a entrar en pánico, ¿una de las maldiciones le había acertado? Pero el chorro de la varita de Draco no se interrumpió, Zabini les había advertido que iba a haber rebote cuando los sentidos se fragmentaran. Repartido entre ellos seis no iba a ser demasiado significativo, pero Draco estaba recibiéndolo con toda la potencia. No, no podía ser… no era Draco el que debería sufrirlo… tendría que haber sido él…

    –¡Otra vez! –comandó Neville.

    Y se alzaron nuevamente las voces para otra andanada de hechizos. Draco sufrió otra sacudida y ganó mayor luminosidad. –¡Otra vez! –el fluir se hizo continuo entre ellos y Draco y entre Draco y el Señor Oscuro. Era espantoso, a través de la conexión Harry sentía todo lo que Voldemort sentía, la angustia violenta del alma que se desgarraba, la ira del alma clavando sus garras en la urdimbre de la vida queriendo retenerla, la primigenia protesta contra la muerte y la condenación. Era Voldemort a punto de perecer, tratando de resistirse a la fatalidad.

    Y Harry experimentaba apenas un sexto, en cambio Draco…

    –¡De nuevo!

    –¡De nuevo!

    –¡De nuevo!

    Y cada ciclo era dolorosísimo. Para Harry y para los otros cinco. ¡Cómo debía de ser para Draco! Se sacudía como una marioneta refulgente.

    –¿Cuánto más? –preguntó Ron. Zabini había anticipado que Voldemort quedaría muy débil enseguida, y sin embargo seguía lanzando maldiciones. ¿Cuánto más podría resistir Draco? ¿Y si las protecciones de Xeno y de la abuela flaqueaban?

    –¡Otra vez! –fue la única respuesta de Neville. Harry disparó nuevamente y cerró los ojos apretándolos. Se oyó un aullido ensordecedor de Voldemort.

    Harry abrió los ojos y Draco ya no estaba.

    Ron le gritó que esperara pero en ese momento a Harry nada hubiera podido detenerlo. Desaparicionó de vuelta al altar. Draco yacía inmóvil, mortalmente pálido, como una flor silvestre marchita. Voldemort, por su parte había quedado como un gran cuervo que hubiera sido prensado contra una tela metálica mosquitera. Mortífagos y miembros de la Orden se acercaban rodeando el cuerpo que yacía boca arriba con los miembros estirados y contorsionándose.

    –¿Mi hijo está bien? –Harry alzó los ojos hacia Narcissa Malfoy– ¿Está bien?

    Harry deseaba poder contestar. Pero Draco estaba helado y no podía sentirle pulso. –¡Draco! –siseó Harry– ¡Que ni se te ocurra morírteme!

    Narcissa lanzó un gemido y agarró la espada de Gryffindor rápida como una exhalación y antes de que nadie pudiera detenerla la clavó en el pecho de Voldemort. El cuerpo se sacudió y lanzó un resoplido agónico y el mago oscuro más poderoso de Gran Bretaña expiró.

    En ese momento Harry sintió un mínimo aleteo en las yemas de los dedos. Dio un salto de alegría. –¡St. Mungo! –les informó escuetamente a Ron y Hermione. Levantó a Draco en brazos y desaparicionó.

    oOo



    La sala de espera del cuarto piso de St. Mungo era chica y las sillas muy incómodas. Harry llevaba horas esperando allí, haciendo girar la varita en la mano y con los ojos fijos en el suelo.

    Se abrió la puerta. Ron y Hermione se le acercaron. Ella le tomó la mano. –¿Cómo está?

    –Los sanadores no quieren decirme. –replicó Harry con tono amargo. Luego tratando de contenerse agregó más razonable: –Dicen que todavía hay que esperar, que no me pueden decir nada seguro.

    Hermione asintió. –Estoy segura de que están haciendo todo lo posible. Sé que se va a poner bien. –Harry asintió también, ojalá él pudiera estar tan seguro.

    –Esta noche se reivindicó por completo. –dijo Ron, le debe haber costado muchísimo admitirlo, pensó Harry– Admito que cuando apareció quería matarlo. Pero nos dijo que vos le habías contado del ED y vos no le hubieras contado si no hubieras estado seguro de que estaba de nuestro lado.

    Slytherin solapado, pensó Harry sonriendo mentalmente, por eso Lucius no podía encontrarlo.

    –Y anuló todas las defensas para que pudiéramos entrar. –concluyó Ron.

    –Desactivó todo el sistema. –dijo Hermione– Neutralizó El Ojo completamente.

    –Lo dejó inútil, como una media vieja llena de agujeros. –dijo Ron– Además nos dijo cómo estaba protegida la serpiente y que Kreacher tenía que ser el que la matara. Nunca pensé que llegaría a decir algo así pero si Malfoy sale de ésta hay que darle la Orden de Merlín.

    Cuando salga de ésta. –corrigió Hermione.

    –Sí, eso es lo que quise decir. Estoy seguro de que se va a poner bien, Harry.

    Pero nada de eso servía para tranquilizar a Harry. Hermione seguía sosteniéndole la mano. –¿Cómo nos fue?

    –Perdimos dos. Elsinore Shouldice y Michael Corner. George sufrió una quemadura seria pero se va a poner bien. Algunos cuantos más heridos pero no son de gravedad. –Harry no conocía a la primera, era una de las reclutas nuevas; sintió gran pesar por el Ravenclaw y por su viuda.

    –¿Y los mortífagos?

    –Cuatro detenidos. –informó Ron– Lucius Malfoy está muerto. Y los Carrows, y Bellatrix. ¿Podés creer que fue mamá la que la mató con la Maldición Mortal?

    Harry podía creerlo, la pérdida de Fred…

    –¿Y Narcissa? ¿Está bien?

    –En custodia en el cuartel de aurores. –dijo Ron– Y las celdas están llenas de aurores de la Guardia.

    –¿Cómo! –preguntó Harry sorprendido. –¿Arrestados?

    –Y pronto los mandarán a Azkaban. Cierto que vos no lo sabés… Parte del ED fue a tomar por sorpresa el cuartel de aurores. Fue idea de Draco la de armar dos grupos.

    –¿Pero por qué?

    –Neville lo venía sospechando. Los maleantes que cometían los crímenes con los squibs eran aurores de la Guardia. Malfoy lo confirmó. Por eso nunca capturaron a ninguno. Les tomarán declaración con Veritaserum y los condenarán.

    Harry asintió distraído. Debería haberlo puesto contento que empezara a hacerse justicia y que se terminara con todos los crímenes. Pero en el estado en que se encontraba Draco… nada parecía suficiente…

    –Se va a poner bien. –dijo Hermione como si le hubiera leído la mente.

    Harry volvió a asentir.

    oOo



    Sus amigos se quedaron esperando con él. Ron se durmió poco después. Hermione cabeceaba pero hacía todos los esfuerzos para mantenerse despierta. Harry estaba tan exhausto como ellos pero no podía dormir. Cada vez que cerraba los ojos se le aparecía la imagen de la flor silvestre marchita, reseca por el sol.

    Una hora después apareció un sanador. –¿Ustedes son los que están esperando novedades sobre el señor Malfoy?

    –Sí, –dijo Harry poniéndose de pie– ¿Está bien?

    –Soy el sanador Grublock. Con otros sanadores hemos estado tratando de estabilizarle la magia. Se ha vuelto sumamente errática y está interfiriendo con sus funciones vitales, nunca ante había visto un caso semejante. Está mejor que cuando llegó, y lo tenemos bajo control estricto, pero habrá que esperar para ver cómo evoluciona.

    –¿Puedo verlo?

    –Todavía no. Otra presencia mágica podría desequilibrarlo. Le informaré de inmediato cuando sea prudente.

    El sanador se retiró y Harry sepultó la cara en las manos, frustrado, angustiado y con miedo.

    Hermione le apretó suavemente el hombro. –Tratá de descansar, Harry. La noche puede resultar muy larga.

    –No puedo. No hasta que no lo haya visto.

    Ella usó un encantamiento para calentar las tazas de té medio vacías. –Bueno, tomá un poco de té al menos.

    Harry tomó un sorbo. –No entiendo por qué hizo algo así.

    –¿Hacer qué, Harry?

    –Ponerse en peligro de esa forma. Eso no es propio de Draco.

    Hermione frunció la frente. –Cambió mucho desde la escuela. Quizá quería ser un héroe.

    Harry negó vehemente con la cabeza. –Ésa no es su forma de pensar –no era algo que un Slytherin haría, para ellos el único héroe era el que quedaba en pie al final; Draco nunca consideraría gloría a la muerte.

    –Estoy segura de que él mismo te lo podrá explicar y pronto.

    Una hora después la puerta volvió a abrirse, era la sanadora Bullstrode. –¿Millicent?

    –Hola, Harry. Me imaginé que estarías acá.

    Harry ignoraba si ella estaba al tanto de la treta o si todavía creía que él era un paciente. Hizo ese pensamiento a un lado. –¿Viste a Draco? ¿Cómo está?

    Millicent puso cara seria. –Es difícil de decir. Todavía no recuperó la consciencia. Pero parece estar respondiendo a los encantamientos de vértigo.

    –¿Los que se usan en los chicos? –preguntó Hermione.

    Millicent la miró como si recién advirtiera su presencia. –Normalmente sí. Sirven para cuando la magia se desequilibra y eso ocurre generalmente en los niños, absorben demasiada como esponjas. Pero yo nunca había visto un caso tan grave como el de Draco cuando lo trajeron. ¿Me podrías contar algo más sobre el hechizo que usaron? –Harry titubeó, no sabía qué más podía agregar, Millicent malinterpretó su vacilación– Sé que no nos llevamos del todo bien. Y que desconfías de mí. Pero Draco es mi amigo. Quiero hacer todo lo que sea posible para curarlo.

    –Les dije a los otros sanadores todo lo que sabía. Pero Hermione se conoce el hechizo al dedillo. Ella te puede explicar mejor que yo.

    Harry se fue a sentar junto a Ron mientras Hermione le explicaba todos los aspectos del hechizo con precisión clínica. Millicent estaba particularmente interesada en el efecto de rebote.

    –Draco es mucho más valiente de lo que yo creía. –Ron se había despertado.

    –Todavía no sé por qué lo hizo. –dijo Harry.

    –Quizá se decidió a estar del lado de los buenos por una vez.

    Harry sacudió la cabeza, no del lado de los buenos, del lado de los ganadores. Debía de haber estado convencido de que ganarían… aunque sólo si él ayudaba. Y el autosacrificio era algo que no podía conciliar con el Slytherin.

    –Es muy interesante todo lo que me contaste. –le dijo Millicent a Hermione– Quiero discutirlo con el sanador Grublock, ver si nos surgen nuevas ideas. –se volvió hacia Harry– Volveré tan pronto como tenga novedades.

    Harry la retuvo del brazo. –Por favor, dejame verlo.

    Millicent vaciló. –No creo que sea una buena idea. Todavía está inconsciente. Y vos estás muy nervioso y podrías desequilibrarlo más. Puede ser peligroso.

    –Te prometo que me voy a controlar. Por favor… –suplicó– Necesito verlo.

    Millicent apretó los labios y asintió. –Bueno… acompañame.

    La siguió hasta una habitación privada. El cuarto estaba en penumbras. Draco se veía más pálido que nunca. Alguien lo había peinado con cuidado para ocultar la zona de la que le habían arrancado los pelos. El rostro reflejaba paz pero los rasgos eran marcadamente angulosos y los brazos a ambos lados lucían extremadamente delgados, como ramitas. Parecía mucho más viejo.

    Millicent le acercó una silla para que se sentara.

    –¿Puedo tocarlo?

    –No creo que eso cause ningún inconveniente.

    Harry estiró una mano. –Le curaste los brazos. –dijo con tono agradecido.

    –Los brazos, el pecho, la espalda… –dijo ella con dureza en el tono– Presumo que esas lastimaduras no habían sido consecuencia del hechizo.

    –No –dijo Harry– Fueron torturas.

    –¿De Ya Sabés Quién?

    –¿Te acordás? –preguntó Harry sorprendido.

    Millicent se sentó a su lado y trató de poner sus ideas en palabras. –No sé si llamarlos recuerdos. Son imágenes que me aparecieron de repente en la cabeza y que no sé de dónde vinieron. Empezó hace varias horas, es algo terriblemente desconcertante. No sé si es verdad o si es por lo que los pacientes…

    –Hermione dice que es como haber leído dos libros de historia, con versiones distintas. Te puedo asegurar que es verdad.

    –Supongo que te debo una disculpa, entonces. Le debo una disculpa a mucha gente.

    –Fue un hechizo, vos no tenías la culpa. Además… vos le dijiste a Draco dónde estaba yo.

    –No exactamente. No me dejó que se lo dijera, –yo hubiera podido perder el trabajo– pero el ya sabía. Y hasta me consiguió una coartada para la noche del cambio y de la huida.

    –Siempre tiene todo controlado.

    Se quedaron un rato observándolo en silencio.

    –Parece que durmiera.

    –Es más profundo que el sueño. No responde a las pociones comunes para devolverle la consciencia. Creemos que su sistema se sobrecargó por haber interceptado tanta magia. Draco debe de haber sabido lo peligroso que era. No entiendo cómo fue que se puso en tal posición riesgosa.

    Harry tragó saliva, era la misma pregunta que se había estado haciendo. –¿Por qué te parece que lo hizo? –quizá como Slytherin ella podía tener alguna idea.

    –No lo sé realmente. –quedaron de nuevo en silencio, Harry apretó los dientes, la pregunta lo atormentaba, ¿qué lo había hecho cambiar de actitud?

    –Vos me habías contado de las cosas que te hacíamos en la escuela. Vos y Draco eran enemigos. Quizá creyó que vos lo seguirías odiando cuando todo hubiera terminado… quizá no quería sobrevivir.

    No seas imbécil, Potter. Ya hice mis elecciones… he hecho cosas que ni siquiera vos podrías perdonar.

    En la mente de Harry se entretejieron las palabras de la sanadora con las que había pronunciado Draco. Sintió una gran opresión. Las paredes parecían venírsele encima, experimentó una intensa sensación de ahogo.

    –¿Podrías dejarnos solos?

    –No debería. Ya es una irregularidad que te haya hecho pasar.

    Harry sintió que le subía el enojo. Tenía que estar con Draco a solas, nadie se lo iba a impedir. –Tenés que dejarnos solos. –no era una solicitud. No había usado Imperius, pero el efecto fue el mismo. Millicent se puso de pie frunciendo el ceño y salió. Harry puso un encantamiento para bloquear la puerta.

    –Así que es eso. –dijo irritado mirando la cara de Draco– Millicent tiene razón, una vez que recuperaste la memoria pensaste que yo te iba a odiar. ¿Tomaste esto como una penitencia o expiación por haber dejado entrar a los mortífagos en Hogwarts? ¿O quizá por haberme hecho cagar de miedo disfrazándote de dementor? Draco, vos por entonces eras un pelotudo pero no sos vos el que decide si yo te voy a odiar o no por eso. Y no sos vos el que decide lo que yo quiero o puedo perdonar. –apoyó los brazos en la cama y sepultó la cara en las manos, no quería llorar pero se le escapaban sollozos, se sentía muy cansado y a punto de quebrarse.

    Transfiguró la cama y la hizo más grande. Se sacó los zapatos y se metió debajo de las mantas. No se animó a tocarlo todavía, se contentó con observarlo. La cara seguía tan quieta como de mármol, pero parecía que dormía. Podía incluso pretender que era uno de esos tantos amaneceres, juntos en la cama del departamento de Greenwich.

    Finalmente se animó a tocarlo. El triángulo de pecho descubierto que dejaba el piyama. Lo sintió cálido al tacto, la piel era suave y estaba cubierta por un muy tenue vello dorado que a Harry lo fascinaba.

    –Estúpido, temerario Slytherin. Merlín, ¡cómo te extrañé! Todas esas noches encerrado en el pabellón, no pasó una en que no ansiara que estuvieras a mi lado. ¿Me oís lo que te digo? Yo me acordaba de todas y cada una de las cosas que habías hecho y lo único que quería era volver con vos –le apoyó la mejilla en el pecho. –Puede haber cuentos de hadas con finales felices, Draco. Lo único que hace falta es que vuelvas a mí.

    Quizá fue una impresión equivocada pero creyó percibir que los latidos se habían acelerado. Pero estaba demasiado cansado para seguir pensando. El Niño Que Sobrevivió cerró los ojos y se dejó llevar por el sueño, un sueño tan profundo como el del mortífago que amaba.

    oOo



    Quam terribilis est haec hora: Cuán terrible es esta hora
     
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  2. Dan2102
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    Qué capítulo tan excitante... Fue excelente de verdad... Me habría gustado describieras como Molly mata a La bruja esa jajaja me hubiese gustado imaginarlo de tus palabras jeje

    Excelente, me encanta. Dracooo despierta y muerdele los labios a tu Harry!

    Conti
     
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  3. Kari Tatsumi
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    Capítulo 18
    Memento vivere



    Apenas inaugurado, el Blood Sport había sido la sensación de Diagon, el lugar de los aficionados. Cinco años después su lustre se había desteñido al igual que las bufandas que adornaban las paredes. Ahora era el Queasy Quaffle, ubicado en el otro extremo de Diagon, el que acaparaba la lealtad de los fanáticos del deporte.

    Rita Skeeter apuró el resto de su trago largo. –¿Te sirvo otro, Rita? –sugirió el empleado de la barra.

    –No debería, Harvey. Estoy trabajando. –O tendría que estar trabajando, resopló para sí, si cierta gente tuviera la cortesía de respetar sus compromisos. Podía tratarse del Salvador del Mundo para todos los demás pero a ella, Harry Potter siempre se le había antojado poco heroico. Más bien un chico con mucha suerte que había resultado estar en el lugar adecuado en el momento adecuado. Un oportunista afortunado.

    Y obviamente cuando Ya Sabés Quién había vuelto a las andadas, ahí había estado Harry Potter siguiéndole los pasos. Y ahora los lectores clamaban por noticias de El Niño Que Sobrevivió. Después de cinco años uno pensaría que ya deberían haberse interesado por alguna otra cosa, pero no, parecía que nunca tenían basta. Ya tenía archivadas en una carpeta, “Siempre amigos”, varias entrevistas improvisadas con sus compañeros de escuela Cho Chang, Zacharias Smith y las hermanas Patil. También había conseguido a Percy Weasley, que había crecido con Harry, con él habían teorizado sobre la educación de Harry durante su infancia y sobre su obsesión por proteger a la Gran Bretaña muggle. También había conversado con el dueño del sórdido negocio de mascotas, ese hombre espantoso que se había pasado todo el tiempo flirteando con ella. Todo lo que había conseguido era que le dijera que su ex empleado era puntual y que le gustaban las serpientes. Esto último era un dato interesante, en cuanto a lo primero, empezaba a dudar que fuera cierto. Harry Potter ya llevaba una hora de atraso, si se hubiera tratado de cualquier otro, Rita ya se habría ido indignada mucho antes. Lamentablemente, volver sin la entrevista no era una opción, sus lectores querían al Niño Héroe y ella estaba determinada a dárselo.

    Le llegaron ruidos desde afuera, el sujeto de su entrevista había finalmente llegado y estaba a la puerta rodeado de fans. El muy creído lo disfruta, bufó y puso a trabajar a la rapipluma en los preliminares. El soltero más codiciado de la Gran Bretaña mágica llegó a la entrevista rodeado por una parva de admiradoras, núbiles féminas que acompañan a El Niño Que Sobrevivió dondequiera vaya. En ese momento entró al bar con el ceño fruncido y Rita le hizo una seña desde su mesa.

    –Hola, Harry. –dijo ella poniéndose de pie para saludarlo– Me alegra que hayas podido venir. Espero que la entrevista no te resulte un gran inconveniente, debés de estar muy ocupado estos días.

    El atractivo partido se dejó caer en la silla, más con el aspecto de un adolescente despreocupado que con el de el hombre que por su cuenta orquestó la derrota del Señor Oscuro.

    –Supongo que es mejor terminar con esto de una vez. De lo contrario no vas dejar nunca tranquilos a mis amigos. ¿Es realmente cierto que hasta fuiste al negocio donde trabajaba?

    –Chester Critswold se mostró muy servicial. –replicó Rita fríamente– ¿Te gustaría algo de beber, Harry?

    –Una cerveza de manteca, gracias.

    –Y un té para mí, Harvey. –dijo volviéndose al empleado y luego recurriendo a su voz más empalagosa se metió de lleno en la entrevista – Y bien Harry, en las últimas semanas hemos descubierto que el mundo era muy distinto de cómo lo recordábamos. Me fascinaría escuchar sobre tu experiencia. ¿Podrías contarles a los lectores cómo fue vivir todos estos años una vida sin ningún tipo de distinción?

    Harry endureció la mirada. –Hermione ya te había anticipado que no voy a contestar preguntas personales. Si vos querés hablar de lo que va a pasar de acá en más, bien, de lo contrario sería mejor que me fuera.

    Cuando se mencionó su pasado una expresión atormentada le invadió el rostro, sus ojos esmeralda relumbraron de dolor por su existencia olvidada…

    –No, no… –se apresuró a tranquilizarlo ella– Ya le has dado una entrevista a El Puntilloso, mi idea era que tuvieras la oportunidad de compartir tu historia con los lectores del El Profeta, para poder llegar así a un público más amplio.

    Harry cruzó los brazos y se quedó mirándola fijo. Rita, que estaba acostumbrada a tratar con escurridizos políticos y astutos hombres de negocios, no se arredró y se la sostuvo unos instantes. Pero como él no agregó nada tuvo que apelar a otras tácticas. –Apuntemos hacia adelante entonces; los juicios que empezaron esta semana, ¿te parecen un tema apropiado? –él asintió y ella continuó– Te he visto en todas las sesiones, incluso en aquellas en las que no declarabas como testigo, ¿se trata de puro interés personal?

    –No, en realidad. Si por mí fuera no iría a ninguna más, pero el Wizengamot solicitó mi presencia.

    No recordaba que fuera tan cortante y escueto en sus respuestas, si esto sigue así va a ser una entrevista muy corta, pensó Rita. –Bueno, me temo que se van a prolongar bastante, con todos los casos contra los aurores de la Guardia. El Departamento responsable de hacer cumplir las leyes mágicas ha estado muy ocupado capturando mortífagos y otros seguidores de Ya Sabés Quién, ¿no creés?

    –Voldemort. –dijo él resuelto y sin hacer ninguna mueca. Ella no lo consideraba un signo de valentía sino más bien reflejo de capricho e inmadurez. –Está muerto, ya podemos decir su nombre, sería preciso que empezáramos a llamarlo por su nombre.

    A pesar de haberse enfrentado en varias ocasiones con El Que No Debe Nombrarse, Harry conserva todavía su inocencia…

    –Sí, quizá tengas razón, pero no estoy segura de que los lectores estén listos para eso. Mencionaste que está muerto, como ya había desaparecido en dos oportunidades anteriores y luego regresó, ¿podés afirmar con absoluta certeza que está realmente muerto esta vez?

    –Sí. Lo vi morir con mis propios ojos.

    Harry se frotó la cicatriz, era un gesto inconsciente. Pero retiró la mano enseguida porque Rita se había quedado mirándolo fijo. –¿Pero no fuiste vos el que lo mató?

    –No, –Harry frunció el ceño– vos ya conocés la historia, Rita, ha estado en todos los medios.

    –Es cierto, pero nuestros lectores están interesados en tu versión de los hechos, fuiste testigo presencial de lo que pasó.

    –Ocurrió tal cual lo testifiqué en el juicio de madame Malfoy. Ella preguntó por Draco y entonces… Ya te dije que iba contestar preguntas sobre el futuro. No quiero hablar de lo que pasó esa noche.

    Recordando el acto de pasión que llevó a la esposa de quien fuera el más devoto seguidor de Ya Sabés Quién, Lucius Malfoy, a empuñar la espada contra el Señor Oscuro, el joven héroe adquirió una expresión sombría, abrumado por recuerdos de la noche fatídica…

    Rita sonrió complaciente y disimuló su frustración por lo limitado del diálogo. –Estoy segura de que tu declaración fue fundamental para exonerar a madame Malfoy. En el juicio se te preguntó si hubieras hecho lo mismo por su esposo, si hubiera sobrevivido…

    –Y les contesté que no. Lucius estuvo implicado desde el principio. Sus memorias le fueron devueltas tras la batalla de Hogwarts y fue el que ayudó a escapar a Voldemort. Vos estuviste en el juicio de Warrington ayer, lo escuchaste declarar que Lucius lo había reclutado para los ataques. Todo estaba planeado para que la gente tuviera miedo. Y luego los mismos asaltantes fuero reclutados para la Guardia de Aurores.

    –Por el tono diría que lamentás que no pueda ser juzgado.

    Harry no contestó de inmediato. Luego hablo eligiendo cuidadosamente las palabras. –Lo lamento en parte porque la gente tiene que saber lo que pasó. Pero respecto de si en pro de la justicia hubiera sido mejor que Lucius sucumbiera al Beso del Dementor o tuviera que cumplir una condena de por vida en Azkaban… no sé.

    Siendo un resultado de la educación del período de Dumbledore en Hogwarts, Harry se siente más cómodo como un héroe de acción y se nota que le cuesta llegar a comprender nociones abstractas de justicia…

    Harry le lanzó una mirada de soslayo a la rapipluma que escribía frenética a su lado. –No sé en que momento la justicia empieza a transformarse en venganza. Lucius está muerto, tenemos que recordar la razón y tenemos que asegurarnos de que no vuelva a ocurrir. Tengo la esperanza de que tu diario ayude a lograr esos fines, Rita.

    Harry sonrió enigmático y Rita levantó una ceja. El descaro… traer a colación la cuestión de responsabilidad periodística. –El Profeta informará la verdad, como siempre. Pero hay algo muy interesante, considerás a Lucius Malfoy responsable, por otro lado has hecho declaraciones en El Puntilloso de que te opondrías a cualquier intento del Ministerio a exigir reparaciones de la fortuna Malfoy, que convenientemente está toda a nombre de la viuda. ¿Te parece que los lectores considerarán justo que ella quede libre de culpa y cargo y sin obligación de pagar reparaciones?

    –Narcissa no estuvo implicada. –respondió Harry fríamente– Ella también fue una víctima y ya ha sufrido más que suficiente.

    La determinación del tono no dejaba lugar para el debate. Sin embargo, Rita no era de las que se daban por vencidas con facilidad. Y la conversación iba en rumbo a una respuesta que ella quería. Las Patil habían hablado abiertamente sobre la “amistad” de Harry Potter con el heredero de los Malfoy, pero cuando las había presionado al respecto admitieron que sólo eran rumores. Por más que había tratado, Rita no había podido hablar con nadie que los hubiera realmente visto juntos. No que no pudiera deslizar el dato de todas formas –ese tipo de rumores eran oro en polvo– pero sería mucho más efectivo si lograba obtener confirmación por otra fuente. ¿Y qué mejor fuente que el propio Niño Héroe? –Corren rumores de que tu, digamos, relación con su hijo influencia tu opinión.

    Hubo un chisporroteo de magia en el aire antes de que explotara. –No voy a hablar sobre eso. –exclamó enojado.

    Era claro que no iba a poder seguir con esa línea de preguntas.

    Harry declinó hacer comentarios sobre su relación con el notorio mortífago Draco Malfoy…

    –Con respecto a las víctimas, –Rita se decidió por un tema que consideraba más inocuo– vos mismo estuviste internado en St. Mungo durante varias semanas, entiendo que ahora estás trabajando para ayudar a los otros pacientes recluidos a readaptarse a la vida en libertad…

    –Yo estoy colaborando, pero la que realmente está haciendo el trabajo es la sanadora Millicent Bullstrode que es la que les presta ayuda y consejo a los pacientes y sus familiares. Es una transición muy difícil.

    Enfrentado con el recuerdo de sus días en el pabellón de Victimas Mentales, el escudo de Harry cedió dejando ver cuánto le costó y lo marcó ese período….

    –¿Y son ciertas las versiones sobre que vos apoyás demandas de restitución indemnizatorias para estas personas?

    Asintió. –Había ochenta y ocho personas encerradas sólo porque recordaban la verdad. Tendrán que empezar desde cero. La fundación Callandra Osgoode se ha creado para ayudarlos, pero fue a causa de decretos ministeriales que se los había encerrado y creo que el Ministerio les debe una compensación. La respuesta es sí, voy a ayudarlos en ese empeño.

    El deseo de venganza refulge en los ojos endurecidos por las tragedias de las que fue testigo…

    –El nuevo ministro se ha mostrado proclive a satisfacer esas demandas. Tengo entendido que vos y el ministro Shacklebolt tuvieron una larga historia juntos durante la guerra…

    –Es cierto. Es una buena persona. Hará una buena gestión.

    Rita apretó los labios. Era cierto que la trayectoria de Shacklebolt era impecable, lo cual hacía mucho más tentador poder desenterrar algo que no fuera del todo cristalino. –Bueno, parece que se ha puesto a trabajar de inmediato. La legislación que le otorgaba a la Guardia de aurores poderes extraordinarios ha sido derogada. Pero volviendo a vos Harry, debo interpelarte por lo que toda Gran Bretaña se está preguntando. ¿Vas a entrar a trabajar en el Gobierno?

    –Absolutamente no.

    Aunque es evidente que lo tientan los cantos de sirena de la política, las ambiciones de Harry Potter apuntan en otra dirección…

    –Entonces, ¿qué es lo que le depara el futuro a Harry Potter? ¿Volverá al anonimato de una modesta tienda de mascotas?

    Para sorpresa de Rita, Harry sonrió por primera vez en toda la tarde. –Justamente vengo de Hogwarts, la directora me ha pedido que acepte el cargo como profesor de Defensa contra las Artes Oscuras que se reinstaurará en breve.

    –¿Realmente? Permitime entonces que sea la primera en felicitarte –dijo Rita con una sonrisa de plástico, ninguno de sus informantes había hecho referencia a ese dato.

    …por trabajar moldeando los corazones y las mentes de los miembros más jóvenes de nuestra sociedad.

    –Pero yo me he tomado la libertad de investigar tus antecedentes –prosiguió ella– y resulta extraño que Hogwarts tome como profesor a una persona –perdón por la franqueza– con un historial académico tan endeble. ¿Cuál creés que va a ser la reacción de los padres?

    –Creo que se mostrarán muy contentos de que sus hijos reciban una instrucción que había sido descuidada durante varios años. Y vamos a instaurar programas especiales de fin de semana para quienes se hayan graduado recientemente y que no pudieron obtener un diploma en esa materia. Asegurate de ponerlo claramente en la nota para que todos se enteren.

    Evadiendo la pregunta sobre sus méritos académicos, o la falta de ellos propiamente, Harry habló vagamente sobre sus ideas de ampliar el programa de Defensa contra las Artes Oscuras para abarcar un número mayor de objetivos…

    –Espero que ya estés satisfecha. –dijo Harry poniéndose de pie.

    Con otro entrevistado hubiera ensayado otras preguntas antes de dejarlo ir, con Harry sabía que sería inútil. Iba a tener que llenar los espacios en blanco con lo que se le ocurriera. –Gracias, Harry. La nota aparecerá en la edición del fin de semana.

    Harry no partió de inmediato. –Te había visto acá en una oportunidad anterior. Fue hace cinco años pocos días después de la batalla de Hogwarts. ¿Te acordás?

    –¿Acá en el Blood Sport? –preguntó Rita frunciendo la frente– No me parece recordarlo. ¿Fue por eso que quisiste que nos reuniéramos aquí?

    Harry asintió. –Estabas entrevistando al guardaaros de los Catapults. Estuve parado al lado tuyo y no reconociste.

    –Bueno… eso debió de haberte pasado frecuentemente en aquellos días…

    –Es cierto… –pareció que iba a agregar algo más pero tras considerarlo un instante decidió no hacerlo, dio media vuelta y salió del local. Rita lo observó marcharse y luego se puso a revisar las notas de la rapipluma. Definitivamente iba a tener que inventar bastante para llenar los huecos cuando escribiera Vidas y amores de Harry Potter.

    oOo



    Era un día bastante lóbrego de enero, Harry no se quedó paseando en el centro, aparicionó directamente del Blood Sport a la cocina de Grimmauld Place. Todo estaba impecable como era habitual, Kreacher estaba encantado de estar de vuelta en la casa de los Black y se ocupaba eficientemente de mantenerla limpia y ordenada. No había hecho un mal trabajo con la decoración, había sabido armonizar adecuadamente los objetos viejos con los nuevos. Eso sí, las cabezas de los elfos en la escalera seguían allí.

    A Harry lo había mudado a la habitación principal, Harry había sugerido que le gustaría quedarse en la pequeña habitación que solía ocupar siempre, pero la expresión en la cara del elfo había sido tal que se avino cambio sin agregar nada más. Y se sentía contento de no haber insistido en contrario. La habitación era encantadora e inmensa. Había lugar para una cama amplísima. Estaba alfombrado con un grueso mullido tejido persa y las cortinas de terciopelo enmarcaban elegantemente el amplio ventanal con una hermosa vista de la plaza. Observó el cielo gris. A Draco le gustaba tanto la nieve. Las palabras de Narcissa le habían vuelto de golpe a la cabeza, tocó con la punta de la varita el cristal de la ventana y pronunció en un susurro: –Nevarioso.

    Empezaron a caer espesos copos de nieve que fueron cubriendo todo con un manto blanco.

    –Tené cuidado. Los muggles podrían sospechar de una nevada tan fuera de lugar y de proporciones. Y preferiría, si no te molesta, mantenerme lo más lejos posible de encantamientos de olvido por el momento.

    Harry se volvió y le sonrió. Draco acababa de salir de la ducha y estaba envuelto en una gruesa bata negra. Se sentaron juntos en la cama y se tomaron de la mano. –Pero no puedo negar que me encanta la nieve.

    –Ya sé. –dijo Harry y se preguntó si Draco recordaría las guerras de bolas de nieve en Hogwarts. –¿Cómo te fue en el consultorio?

    –Milli me dio el alta definitiva. Dijo que, en tanto me mantuviera lejos de los desastrosos hechizos de Zabini, no tendría más problemas.

    –¡Qué bueno! –rió contento de saber del veredicto de la sanadora, aunque no esperaba otra cosa. Draco había recuperado paulatinamente las fuerzas y se lo veía en muy buena condición. Todavía estaba algo flaco pero Kreacher se estaba encargando de satisfacerle cada uno de sus caprichos y tanto Draco como Harry habían subido más de tres kilos en menos de un mes. Y desde que Narcissa había retornado a la Mansión, las arrugas de la frente habían ido desapareciendo.

    –Milli insistió en que fuéramos a la despedida de Blaise el sábado. Será una oportunidad ideal para recordarle que es un idiota.

    –Bueno, creo que sólo ver eso va a hacer que valga la pena compartir una velada con tus compañeros de Casa. Igual voy a invitar a Ron y Hermione para tener apoyo. –recordando el asunto Hermione-Blaise agregó– Lo mejor sería que se vuelva a sus pirámides cuanto antes.

    –Granger tiene que ir. Blaise insistió al respecto. –dijo Draco con ojos malicioso– ¡Y no me mires de esa forma! ,Weasley también va a estar y Luna y Longbottom, vamos a tener unidad de Casas hasta hartarnos.

    Harry sonrió apenas. Nunca iban a ser amigos. Especialmente no Ron y Draco. Pero al menos se trataban con respeto y hacían lo posible por llevarse más o menos bien.

    –¿Y tu entrevista? ¿Cómo te fue?

    Harry elevó los ojos al cielo. –Rita sigue siendo tan espantosa como siempre.

    –¿Skeeter espantosa? –repitió Draco un una risita– Y yo que siempre la tuve como modelo de integridad. Igual parece que sobreviviste. Los juicios de ayer te habían dejado filtrado.

    –Son muy duros. Sé que son necesarios pero todos parecen querer encontrar a alguien para echarle la culpa. Ese tipo de actitud yo la tuve durante mucho tiempo, no sirve de nada.

    –Se sienten desamparados. –aventuró Draco– Pasaba lo mismo con los asaltos, querían sentirse seguros. Quieren tener la certeza que ya no habrá más hombres de la bolsa que los amenacen. Supongo que ahora terminarán convenciéndose.

    –Lo siento… –empezó a decir Harry por centésima vez, Draco lo cortó.

    –Yo no. –dijo Draco pero era claro que todavía no quería una conversación sobre su padre. –Pero yo no me refería a Skeeter, ¿cómo te fue en Hogwarts?

    –Ah… esa entrevista… –dijo Harry enigmático.

    Los ojos grises se entrecerraron de sospecha. –Mirá Potter, largá todo ya o voy a usar Veritaserum para hacerte hablar, aunque puede que a un ex mortífago le resulte bastante difícil conseguirlo.

    Harry sonrió ampliamente. –Estás contemplando al nuevo profesor de Defensa contra las Artes oscuras.

    Draco se le echó encima y lo abrazó con tal fuerza hasta dejarlo sin aire. –¡Lo sabía!

    –Y la profesora McGonagall me dijo que podía llamarla Minerva. –confesó Harry.

    –¡No puede ser cierto! –exclamó Draco tirándose hacia atrás y juntando dramáticamente las manos sobre el pecho.

    –Sí, es cierto. –rió Harry– Y… me preguntó por vos.

    –Ya me la imagino: “Señor Malfoy, cincuenta puntos por no ser un completo incompetente” –dijo Draco imitando el tono de voz de la profesora.

    –Algo parecido pero no exactamente. Mencionó que el profesor Slughorn se va a jubilar y que iban a necesitar un nuevo profesor de pociones… Y yo… y yo le dije que podía tener un buen candidato…

    Harry no había esperado otro arranque de entusiasmo pero tampoco estaba preparado para la seriedad que adquirió de inmediato el rostro de Draco, todo rastro de diversión se le borró de la cara.

    Mierda.

    Harry nunca había sido bueno para saber cómo actuar en las relaciones, a veces demoraba demasiado y otras se precipitaba. Y con Draco… toda una vida de animadversión seguida de dos meses de sexo alucinantemente gratificante, seguido por dos meses de separación, seguidos por un rescate épico. No era precisamente una relación estándar. Y de repente Harry estaba planteando más o menos directamente irse a vivir juntos. Y presumir que Draco podría querer trabajar como docente era tomarse una gran libertad. No habían hablado mucho sobre el futuro, Harry no sabía con certeza lo que Draco quería. Pero Draco era un apasionado de las pociones, no debía dejar pasar una oportunidad como ésa, aunque no estuviera seguro de si la relación entre ellos era lo que realmente quería…

    –No tenés que preocuparte por mí, Draco… sobre nosotros. No tenemos necesariamente que estar juntos si vos no querés… podemos seguir siendo amigos… y ver como van las cosas y lo que queremos…

    Draco lo miró confundido perdido entre tanta divagación. –¿De qué estás hablando?

    –No me parece que tengas que rechazar la posición por causa mía. Quizá yo me precipité, son sólo dos meses…

    Draco lo hizo callar con flor de beso. –Te equivocás, Harry. No fueron dos meses, fueron doce años.

    –¿Doce años? –parpadeó Harry desconcertado.

    –Si serás boludo. Siempre estuviste ahí, aunque eras la espina que tenía clavada en el costado. No es normal estar obsesionado así con alguien, Blaise siempre me lo decía y tenía razón.

    –¿Vos creés? –dijo inseguro, pero Harry se daba cuenta de que era cierto, él también había vivido esa obsesión, siguiéndolo como una sombra por interminables pasillos o con los ojos fijos en un punto del mapa rotulado Draco Malfoy.

    –Claro… y después… –le tomó la cara con las manos– …aunque no me acordaba, sabía… Pero vos estás presumiendo que se me va a pasar rápido, ¿no?

    Harry se sonrojó. –Fue algo que me cruzó la mente. –admitió.

    –Bueno… concedo que fue así en otras ocasiones pero…

    –Entonces… ¿qué te parece… venir a Hogwarts conmigo? –se animó a preguntar Harry.

    –No sé. –la frente se le arrugó en un gesto reflexivo– No sé si sería bueno para eso.

    –¿Para las pociones o para la enseñanza?

    –Las dos cosas… pero hace años que no me dedico seriamente a las pociones, mi trabajo era muy limitado… para un fin muy específico…

    –Minerva pensó en eso. –Draco hizo una mueca al oír el nombre– Sugirió que podías servirle de asistente a Slughorn estos meses y con eso y todo lo que sabés no tendrías ningún problema en hacerte cargo a partir del próximo período. Y además me va hacer rendir de nuevo los TEDiOs en los que me fue mal, me vendría muy bien tu ayuda.

    Draco seguía frunciendo el ceño considerando el asunto. –¿Vos me ves a mí dándoles a un montón de chicos de primero el discurso sobre “gestar fama en un caldero y embotellar la muerte”?

    –Claro que sí. Y estoy seguro de que vas a ser mucho mejor que Snape.

    –Vos lo decís… pero vos siempre fuiste un desastre en Pociones…

    –Pero no me cabe duda de que tus superiores técnicas motivacionales sobrepasan por lejos a las de Snape.

    Draco lo hizo recostar y se le subió encima. –Más te vale que así lo creas. Y nunca es tarde para que vos empieces a ganarte créditos extra.

    Harry abrió las piernas para que Draco pudiera acomodarse mejor entre ellas –¿No se supone que te tomes las cosas con más calma… durante un tiempo?

    –Milli dice que estoy completamente recuperado. ¿Querés que te lo demuestre?

    –No me va a venir mal darle un espaldarazo a mis estudios. –dijo Harry sacándose los anteojos y dejándolos a un lado. Empezaron jugueteando con besitos y jueguitos provocadores de lengua, caricias con la nariz y mordisquitos en la oreja. Luego se fue poniendo más serio. Draco le mordió con pasión el labio inferior y apretó más las caderas contra la entrepierna, y de golpe Harry necesitaba mucho más.

    Deslizó las manos bajo la bata del algodón, acariciando la piel todavía caliente por la ducha, la piel era tan suave y la curva de la espalda perfectamente torneada. Gimió al alcanzar las nalgas que se amoldaban perfectas a sus manos. La lengua de Draco aprovechó los labios abiertos para invadirle exigente la boca. Harry se frotó contra las caderas de Draco pero las ropas de invierno raspaban e incomodaban. –Ropas… –alcanzó a articular.

    Harry pensó que no lo había oído porque Draco siguió besándolo igual, pero un momento después lo interrumpió y se sentó riendo. Induviæ desvestus. –susurró tocando suavemente la toga de Harry. Inmediatamente las ropas desaparecieron y se rematerializaron sobre una silla. Draco lo miraba desde arriba, posesivo, como un rey que contempla sus tierras y las encuentra muy de su gusto. Harry se regocijó en esa mirada y aprovechó para regalarse a su vez los ojos contemplándolo. Tenía los labios congestionados por los besos, el más puro escarlata resaltando contra blanca porcelana. Los cabellos aún húmedos caían con gracia a lo largo de las mejillas y el cuello, algo más oscuros que lo habitual. Y los ojos habían adquirido un aspecto misterioso, llenos de una mezcla de deseo y de satisfacción.

    –Me gustaría que me enseñaras magia sin varita. –dijo Harry en voz muy baja.

    Draco frunció el ceño con picardía. –Me parece que estás llevando este asunto del estudiante demasiado lejos, Potter.

    –Pero no ahora, tarado. Ahora quiero sentirte dentro de mí.

    –Con eso sí que puedo complacerte.

    Draco se sentía pesado, sólido. Nada de la fragilidad de semanas antes. Harry abrió más las piernas, su verga se deslizó y se acomodó junto a la de Draco. Draco sepultó la cabeza en la curva de su cuello. Empezaron a frotarse juntos, con lentitud y precisión, las suaves ondulaciones preludiaban la danza más descontrolada que seguiría. La sensaciones de Harry se henchían, llenándose de Draco. La piel fresca que bañaba su cuello… el gusto ligeramente salado de las yemas de los dedos… el perfume a madera de sándalo de sus cabellos… el sonido de su respiración agitada en su oreja…

    Harry fue acariciándole la línea de las caderas y bajo más y hacia el centro hasta alcanzar los testículos, tensos como una ciruela madura. Apretó suavemente y le arrancó una exclamación contenida y se ganó un mordisco filoso en el cuello. La mano subió y fue deslizándose a lo largo del miembro tenso y recto de Draco, pareció crecer cuando lo rodeó encerrándolo con los dedos. Harry gimió anticipando el momento en que lo sentiría dentro de sí.

    Y de pronto el frotamiento cesó. Harry protestó gruñendo. Draco había iniciado un ritual de besos, presionando con labios húmedos siguiendo el contorno de la mandíbula y luego hacia abajo por la garganta y desviándose hacia el costado por la línea de la clavícula y nuevamente hacia abajo hasta alcanzar la tetilla. Harry olvidó las quejas. Draco lamió el botón rosado como un gatito sediento y raspó con los dientes y mordisqueó martirizándolo y provocándole sensaciones sublimes. Harry entretejió los dedos entre los cabellos de plata. La otra mano encerró las sábanas en el puño, tratando de contenerse pues todo su cuerpo se sentía a punto de explotar. Las yemas de los dedos de Malfoy jugueteaban ahora trazando círculos sobre la cabeza de su verga, lo que atentaba aun más contra su control, le arrancaron gimoteos y movimientos incontrolados de caderas para acometer la mano causante del delicioso suplicio.

    Una succión húmeda y cálida envolvió la verga de Harry como un ceñido guante de terciopelo enviando ondas de intenso placer a todos los confines de su anatomía. Harry quería hundirse en ese calor de delirio, zambullirse en ese paraíso mojado, pero un violento apretón en sus testículos le recordó quién estaba al mando y le contuvo todo movimiento de las caderas. El dolor sirvió también para ayudarlo a resistir puesto que ya estaba al borde del clímax. Unos dedos pasaron a explorarle el canal entre las nalgas, Harry separó las piernas aun más para franquearles mejor acceso.

    Deteniendo por un momento las atenciones sobre la verga de Harry, Draco murmuró un encantamiento de lubricación y luego le introdujo un dedo en la abertura. Estremeciéndose, Harry contrajo el esfínter. Quería más, y un segundo dedo intruso no resultaba suficiente. –Te deseo Draco. –jadeó levantando un poco la cabeza para mirarlo. Malfoy continuó torturándolo chupando con más violencia y metiéndole un tercer dedo y devolviéndole la mirada. La imagen de esos labios rojos tragándolo lo estaba llevando de nuevo al límite. –Draco, por favor, necesito que me cojas.

    Los labios de Draco sonrieron soltándolo. Se sentó. –La desesperación te sienta bien, Potter.

    Merlín, ¿cómo hace para lucir tan malicioso y altanero y tan deseable al mismo tiempo? No le importaba parecer desesperado, ni sentirse vulnerable. Desplegó su cuerpo de manera de exponerle lo más recóndito, ofreciéndose por entero a quien había sido su enemigo. –Cógeme Malfoy, cogeme de una vez. –exigió tratando de sonar imperativo, pero no le salió.

    Draco sonrió pero accedió a complacerlo, que en ese momento era lo único que a Harry le importaba. Lo empaló con un solo movimiento, hasta el fondo. Los músculos estirados de golpe protestaron doloridos, pero era un dolor exquisito. Y Draco comenzó un vaivén frenético, penetrándolo una y otra vez. Harry quería más y más, le clavó las uñas en las nalgas urgiéndolo a ir más rápido y más agresivo. Y el dolor era la prueba física de la presencia de Draco. Cada acometida incrementaba la deliciosa fricción, el ardiente calor y finalmente el dolor entró en ignición de placer puro. Se movían juntos en perfecta conjunción, la energía y la magia fluía entre ellos sin obstáculos como el torrente sanguíneo bombeando en sus arterias. Y cuando acabaron Harry oyó el grito ahogado de Draco pronunciando su nombre, y en ese momento sintió que no existía otra cosa en el mundo sino ellos dos.

    Draco se desplomó sin ceremonia encima de él. Quedaron así un largo rato. Totalmente agotados y satisfechos. Cuando se hubieron recuperado un poco Harry alcanzó la varita y usó un encantamiento para limpiar todo.

    Se cubrieron con las mantas y Draco rodó a un costado sosteniendo la cara de Harry con las manos. Le estudió el rostro durante un largo momento, parecía muy reconcentrado pensando. Harry esperó a que hablara. –¿Realmente creés que yo debería ir a Hogwarts con vos?

    –Pienso que deberías hacer lo que vos querés. Pero me gustaría… mucho que vinieras conmigo.

    Draco sonrió misteriosamente, le soltó la cara y se acostó de espaldas. –Y ahí tenés la respuesta a tu pregunta.

    –¿A qué pregunta?

    –La pregunta que me venís haciendo todos los días. ¿Por qué elegí estar junto a vos y en contra del Se… en contra de Voldemort?

    El razonamiento de Draco no le quedaba claro. –No entiendo. –admitió.

    Draco rió. –Por supuesto que no. Para vos es tan natural que no te das cuenta.

    –¿Me vas a explicar o vas a seguir comportándote como hijo de puta engreído?

    –¿Puedo optar por hacer ambas cosas?

    Harry le tiró un puñetazo desganado al pecho, Draco le retuvo el puño antes de que alcanzara el blanco.

    –Tenés razón. No fue valentía. Le dije a Weasley sobre St. Mungo porque tenía un miedo terrible de que Voldemort pudiera capturarte.

    –Se puede ser valiente y tener miedo…

    Draco no lo dejo terminar. –No digas pavadas, Potter. Ya he escuchado ese infundio un montón de veces. Para vos puede que sirva, para mí, no. No ayudé a Weasel porque soy valiente, era la forma más segura de que el trabajo se hiciera sin que yo tuviera que arriesgarme demasiado. Eso es todo.

    –Pero lo que hiciste esa noche, no fue para nada seguro. Podrías haber muerto. Y Millicent dijo… dijo que eso era lo que vos querías.

    Draco suspiró. –Sí… me temía que te hubiera dicho algo por el estilo. Hoy trató de mencionarlo… “tenés que dominar los impulsos autodestructivos generados por una culpa insoportable”. Francamente, pienso que todos esos cursos de psicología le han arruinado sus buenos instintos de Slytherin. Admito que ahora que me acuerdo, descubro que hay muchas cosas que preferiría no haber hecho. Pero yendo a un encuentro suicida con la gloria no serviría para compensar por haber hecho los botones de solapa “Potter da asco”, ¿o sí? Ni tampoco por hacer algo mucho más grave como haber intentado matar a Dumbledore.

    –¿Entonces no lo hiciste porque pensabas que yo te odiaba?

    –¿Y eso para que hubiera servido? Si lo que quería era hacerte cambiar de opinión era mejor que estuviera vivo y no muerto. Y además, yo no hubiera ganado nada. Lo siento Potter, pero el que vos lloraras mi muerte no hubiera significado ningún beneficio para mí.

    –Muy razonable, cierto. Bueno… me decís que esa no fue la razón… Entonces, ¿cuál fue la razón?

    –Vos me preguntaste qué era lo que yo quería. –dijo Draco como si no hubiera nada más que explicar.

    Pero Harry seguía sin entender y lo sacudió para que continuara. –Sí… ¿y…?

    –Para vos es tan natural… Harry, ¿no te das cuenta? Nunca nadie antes me había preguntado eso. Nadie en quuien yo confiara… al menos. Dumbledore me lo preguntó, pero fue por su propio interés. Y mi padre… –Draco vaciló unos instantes– Yo amaba a mi padre… pero hubiera sido muy difícil perdonarlo. Él había hecho sus elecciones y luego quiso imponérmelas. Toda mi vida estaba planificada, las clases, la carrera e incluso la posición de quidditch en que debía jugar. Harry… cuando fui a casa para las vacaciones de navidad en quinto año me felicitó porque iba a recibir la marca. Como si eso significara un privilegio. Y Voldemort… –Draco soltó una carcajada sin humor– La única opción que me dio fue usar Crucio sobre vos o sobre mi madre.

    Harry no sabía qué decir. No era lástima lo que sentía. Sabía muy bien lo que significaba tener un camino marcado y entendía muy bien la frustración de querer resistirse al destino. Pero él había seguido su camino predeterminado porque creía que eso era lo correcto. Draco no había tenido ni siquiera eso. Se había visto obligado a seguir las directivas sin cuestionamientos, obedientemente. –Todo eso estuvo muy mal… ése no eras vos. –ahora entendía… lo había hecho porque quería ser él quien determinara su futuro, de acuerdo a sus propias convicciones. Y ésa había sido su oportunidad.

    –Ése no era yo… tengo veintitrés años… hora de decidir por mi cuenta lo que quiero para mí.

    Draco lo besó con ternura y Harry supo que él estaba incluido en lo que Draco quería para él.

    oOo



    Nevó durante todo el resto de enero, la nevada más copiosa que Londres había visto en años. Los niños armaban muñecos de nieve con nariz de zanahoria y ojos de carbón. Las parejas paseaban tomadas de la mano, manos envueltas en mitones, eso sí. La gente mayor se quedaba en su casa bebiendo chocolate caliente y mirando televisión y los meteorólogos se rascaban la cabeza tratando de encontrarle explicación al clima tan inusual. Alrededor de Grimmauld Place la nieve parecía mucho más honda que en cualquier otra parte.

    Y en la casa número 12, dos hombres dejaban atrás sus pasados atormentados, y podían por primera vez empezar a soñar con su “…y fueron felices por siempre”.



    FIN

     
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