Sucio (Harry/Draco)

Draco Malfoy muere tras ser condenado en Azkaban, pero poco tiene eso de cierto. Atrapado en un lugar donde no puede salir, tendrá que aprender que todo lo que ve y siente no es lo parece.

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  1. enea_92
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    Resumen: Draco Malfoy muere tras ser condenado en Azkaban, pero poco tiene eso de cierto.
    Atrapado en un lugar donde no puede salir, tendrá que aprender que todo lo que ve y siente no es lo parece. Que todo lo que pudo pensar, no es más que una mentira. Y que incluso él, no es.
    Elgido ya el camino, poco puede retroceder, aunque eso signifique su propia muerte.


    Género: Angustia, Drama, Romance, Ficción, Acción.

    ADVERTENCIA: Lemon, Muerte de un personaje, Tortura, Violación, Lenguaje Vulgar, Sadomasoquismo, Violencia, Orgía.

    Clasificación: MA(+18)

    ¡Ojo con las fechas!

    ____________________________________________


    Cap 2: El interno 62698743

    Fecha: ?? Julio 2002

    Lo primero que notó fue el fuerte dolor que tenía en los brazos y en el estómago como si un millar de personas hubiesen estado bailando encima de ellos con tacones.

    Lo segundo fue un pitido constante que le perforaba los oídos. Un fuerte olor a desinfectante y medicinas que le hicieron pensar en que estaba en un hospital, aunque no en San Mungo. No había ese olor a pociones que bañaba el ambiente. Y además estaba ese ruido desconocido que nunca se escuchaba en las salas del hospital mágico.

    Intentó recordar qué hacía ahí pero su cerebro se había convertido en una masa inservible que poco o nada le aclaraba. Lo único que tenía claro es que todo su cuerpo le dolía, interior y exteriormente y no tenía ni idea de por qué.

    Sus parpados le pesaban y se negaban a obedecer.

    Entre tanta niebla y pesadez podía sentir como el miedo crecía en su interior, provocando pequeños escalofríos y espasmos por todo el cuerpo. Sabía que algo iba mal. Algo pugnaba por invadir su estado de ingravidez explotando su burbuja de inconsciencia pero por otra parte seguía sintiendo su cerebro más lento de lo normal, como si hubiera estado abusando de la poción para dormir durante días y días sin descanso.

    Una puerta abriéndose y cerrándose le llamó la atención. Pasos que cada vez se escuchaban más cerca hasta que éstos se pararon al lado de su cabeza. Un tintineo se dejó escuchar en la habitación dejando paso al silencio que se prolongó unos segundos hasta que, sobresaltado, sintió un pinchazo en el brazo izquierdo a la vez que el pitido que se podía oír de fondo subía de intensidad.

    Mucho más asustado ahora, intentó con más fuerza abrir los ojos para poder ver qué estaba pasando, para poder saber qué hacia allí y dónde demonios era allí.

    —Oh, ya te despertaste—una voz grave le saludó cuando consiguió entreabrir los ojos. El tono de voz era monocorde y sin una pizca de sentimiento, como si fuera un robot el que estuviese hablando—. Esta vez has tardado más en despertar. Silver se estaba preocupando.

    Sin decir nada más, desapareció sin dejar que pudiese abrir la boca para preguntar qué estaba pasando ahí.

    Cerró de nuevo los ojos, intentando concentrarse y luchar contra la bruma que se estaba poco a poco despejando, provocando que su dolor de cabeza aumentase al ser bombardeado por miles y miles de imágenes.

    Mareado, apretó las sábanas intentando entender algo. Cualquier cosa.

    Ni siquiera se acordaba de su nombre. Su propio nombre. Algo tan simple. Le dio una especie de pre-ataque de pánico al no poder imaginarse la magnitud de cosas que no se acordaría, que se perdería, que habría vivido y que ahora eran... nada. Igual que su cabeza. Un caos. Un nada.

    Pero algo, un pensamiento lento y pesado se intentaba deslizar desde la parte más escondida de su mente, intentando que le prestaran un poco de atención por encima de todo el barullo de constantes caras sin nombres y lugares sin orden que pasaban sin parar por su mente.

    Thuban.

    ¿Thuban?

    ¿Ese era su nombre? No... podía sentir como si... ese nombre... Thuban... era importante. Muy importante. Pero, entonces, ¿quién era Thuban?

    …Draco…

    ¿Draco?

    ¡Draco!

    ¡Él se llamaba Draco! ¡Malfoy! ¡Sí ya se acordaba! ¡Draco Malfoy!

    Saber aunque sea eso le hacia sentir mucho mejor. La amenaza de un ataque de pánico que había empezado a sentir nada más comprender que tenía el cerebro tan blanco y tan liso como un recién nacido empezó a retroceder hasta quedar de nuevo en los límites de su mente.

    Bien. Genial. Se llamaba Draco Malfoy y Thuban era... era...

    Una imagen centelleó como una bombilla a medio encender tras sus parpados cerrados. Era un chico de no más de diez años, rubio, con unos ojos grandes y azules que lo observaban con una adoración tan grande que provocaba un sentimiento cálido en su pecho seguido de una punzada de miedo que no supo muy bien interpretar.

    Pero dónde demonios estaba ahora. ¿Y Thuban? ¿También estaba en la misma habitación que él? Intentó abrir los ojos de nuevo para confirmar esa pregunta, pero después de varios intentos y de que solamente se escuchase a su alrededor ese incansable pitido que en ocasiones se aceleraba o moderaba, llegó a la conclusión de que se hallaba solo. Y que no tenía ni idea de dónde estaba. Como en un comienzo.

    La imagen de Thuban todavía revoloteaba en su cerebro a la vez que ideas salidas de la nada iban juntando pequeña información. Thuban tenía seis años, su color favorito era el gris y odiaba el frío. Le gustaba acurrucarse en sus brazos y apoyar el oído a la altura del corazón para escuchar el latido de éste. A veces movía algún dedo siguiendo el ritmo incesante del órgano. No podía dormirse si alguien no le cantaba un nana. Le encantaba la nana que siempre le cantaba su madre al dormir. Dragones volando. Sí, de eso iba la nana. De dragones que volaban, libres, juntos y felices. Al mundo de los sueños, donde todo se podía. Odiaba que le diesen a él más comida que a los demás porque eso significaba que su madre y su...

    Abrió los ojos sobresaltado. Thuban. Sí, Thuban era su hermano pequeño. Su enano consentido. Su mundo. Su flotador salvavidas. Un intento de sonrisa se dibujó en le rostro pálido del joven. Todavía no podía recordar mucho, pero se sentía reconfortado ante el solo recuerdo de sus lazos con su enano particular.

    El sonido de la puerta volvió otra vez y con él el de pisadas pero en esta ocasión pudo apreciar que eran dos personas. Lo más seguro, se dijo, que era el tal Silver y el que le había pinchando con anterioridad. No podían haber venido en mejor momento. Quería saber dónde estaba Thuban. Ya.

    —¿Dices que estaba despierto?—pregunta una voz masculina. Dio por supuesto de que era el tal Silver.

    —Sí. A abierto los ojos cuando le estaba revisando—respondió el hombre de voz monótona.

    —Bien. Ya nos estábamos preocupando. Es la primera vez que tarda tanto en despertar.. los otros estaban muy ansiosos por saber de él.

    —Bueno, son el único entretenimiento aquí, así que es normal. Quitando a este, solamente nos quedan dos en este sector. Y esos dos son muy aburridos.

    Sintió como le cogieron el brazo izquierdo, recordándole el dolor que sentía. Un jadeo salió de su boca de forma independiente cuando apretaron la zona dolorida.

    —Solamente sigue un poco atontado—comentó el tal Silver—. A ver con qué historia nos viene ahora.

    —Cierto, ¿cuál fue la última?—por primera vez desde que oía su voz, ésta presentaba algún sentimiento. La diversión.

    —Pff, a tenido tantas que ya no me acuerdo—respondió Silver.

    Hubo uno que otro tintineo de cristales chocando entre si y después un susurro inaudible en el que solamente pudo entender algo así como "...a los demás...".

    Después escuchó como se retiraban de la habitación, cerrando la puerta.

    Cuando se aseguró de que estaba solo intentó de nuevo abrir los ojos. Intentaba descifrar la extraña conversación que había oído sin tener mucho en donde basarse.

    Un sonoro jadeo se dejó escuchar en la sala cuando cayó en algo que había pasado por alto des del principio. Algo que le había parecido del todo normal y que ahora no sabía ni cómo encajarlo. ¿Qué había pensado al escuchar los extraños pitidos que no dejaban de escucharse? No, lo que había pensado tan tranquilamente no era nada referente a los raros sonidos sino por el olor. Ese olor a medicina rancia y desinfectante que nada tenía que ver con... ¿había pensado en pociones? ¿Pociones? ¿Hospital mágico? ¡Qué demonios! ¿Y cómo era que le había llamado? ¿San... qué? Frunció el ceño intentando concentrarse lo máximo posible, hurgando en su cabeza para hallar la respuesta.

    ¿San Piripo? ¿San Eustakio? ¿Eustakio? Vaya nombre más feo, por Merlin. ¿San san?... Vale, ya estaba pensado estupideces.
    ¡Oh! ¡San Potter! Sí, ese le sonaba. Vale, bien, entonces el hospital se llamaba San Potter, perfecto.

    Después del alivio inicial(estaba empezando a tener esperanza al darse cuenta de que no estaba tan chalado como había podido llegar a pensar) vino el desconcierto. Y la sacudida.

    ¿Había pensado en un hospital mágico con pociones y en... en Merlin? ¿Quién diablos era Merlín? No lo sabía pero vaya nombre tan ridículo. Merlin, sí, cómo no.

    Venga, vale, no vas a llegar a ninguna conclusión ahora, así que pasa por ahora del tema. Luego, cuando sepas dónde demonios estás, indagas de nuevo el porqué has pensado en magia. ¡Magia! Oh, joder, contra más lo pienso más estúpido me parece.

    Volvió a abrir los ojos(que no tenía ni idea de cuándo los había cerrado) notando que no se le resistían tanto como al principio. Probó a mover un dedo de su mano derecha y suspiró aliviado al notar que no solamente movía uno sino que podía mover toda la extremidad y también la izquierda. Entusiasmado siguió con las piernas. Más que feliz por notar que ya podía mover todo el cuerpo a su antojo, se intentó levantar pero desistió con un fuerte jadeo cuando un fuerte dolor en sus costillas lo persuadieron. Vale, eso no se lo había esperado. Pero aún así no se iba rendir. Cogiendo aire por la boca con fuerza, apretó los dientes para aguantar el dolor y se sentó o mejor dicho, se puso de costado. Una sonrisa apretada se dibujo en su rostro cuando pensó que en ese momento parecía una cucaracha cuando ésta estaba boca arriba e intentaba con desesperación ponerse en pie. Haciendo movimientos extraños y espasmódicos para poder levantarse.

    Cuando sus pies tocaron el suelo casi hace una fiesta. Estaba frío, por no decir congelado, pero no le prestó mucha atención ya que se había quedado mirando a unos tubitos que tenía pegados en la piel de su brazo derecho y que hasta ese momento habían pasado desapercibidos. Con cautela levantó la otra mano y los tocó, intentando averiguar qué misión o cometido tenían. Si estaban ahí para provocarle más dolor o no.
    El tubito llegaba hasta un alargado hierro que aguantaba una bolsa con líquido en su interior. Podía ver que ese líquido goteaba y pasaba por el tubo hasta llegar a su brazo. Frunciendo el ceño llegó a la conclusión de que no era malo, pero que no lo quería tener más en su cuerpo así que empezó a tirar de él quedándose anonadado cuando de su piel salió una especie de pincho fino y filoso. Después de mirar ese objeto con detenimiento, lo tiró al suelo con asco. ¿Quién demonios le había pinchado con eso? Joder, al menos podían haberle preguntado.

    Donde había estado el tubo con el pincho en su interior ahora se podía ver un punto rojo que cuando apretó le hizo apretar los dientes. No era un dolor demasiado fuerte pero aún así él no era masoquista.

    Llevaba puesto una bata blanca con las mangas cortas que dejaba ver sus antebrazos y piernas. Se sentía extraña contra su piel. No le gustaba. Era áspera y sin ningún adorno que le hiciese parecer algo... bonita. Además de que se notaba de que era bastante rígida, porque aún amoldándose a su cuerpo se veían trozos donde se rebelaba a ser arrugada o doblada...

    ¡Qué diablos!

    Miró con suma concentración su antebrazo izquierdo, repasando con la mano derecha el tatuaje que se hallaba pintado en su piel, en la parte interior del antebrazo.

    Una imagen apareció de pronto en su cerebro mostrándole un tatuaje negro donde se podía ver como una serpiente salía de la boca de un cráneo. Frunció el ceño, desconcertado. No estaba entendiendo nada. Ni las imágenes que le venían a la mente, ni el tatuaje que claramente él no se había hecho y no porque nunca le había gustado eso de marcarse la piel(eso sí que se acordaba o por lo menos lo sentía así) sino que era horrible. Se trataba de barras separadas entre si por escasos milímetros y todas de diferentes grosores, pero iguales de altura. Entre todas formaban un perfecto rectángulo. Lo más desconcertante era el número que había grabado de bajo de éste.

    62698743.

    Vale, se estaba empezando a asustar. ¿Le habían marcado cual becerro en el monte? ¿Él era ese... número interminable?

    Respira. Respira con normalidad. No saques conclusiones precipitadas. No tienes ni idea de qué está pasando así que sólo respira.

    Aún con la respiración un tanto agitada, dejó que su vista bagase por la habitación. Ésta era totalmente blanco, amueblada con sólo la cama en la que estaba sentado, un escritorio, un armario también de color blanco y una estantería repleta de libros y frascos que supuso eran medicinales. Lo más colorido de la estancia era unos dibujos que estaban pegados en la pared, al lado de la estantería. Eran bastante infantiles. Si le echaba imaginación, el más cercano a él podía parecerse a un cerdo, y solamente por esa cosa retorcida que tenía en lo que tendría que ser el trasero, aunque no estaba muy seguro. El que le pareció más reciente, ya que ese sí que tenía pinta de haber sido dibujado por alguien mayor de cinco años, era uno donde casi no había color, donde lo que más predominaba eran las sombras negras y oscuras al rededor de lo que podía ser un chico joven que se notaba triste. Era el que más destacaba entre arco iris y animales indescifrables.

    Se percató de que había dos puertas. Una, supuso, sería por donde habían entrado los dos desconocidos(el tal Silver y el monótono) y la otra el baño. Al lado de cada puerta había como un aparato pegado en la puerta donde se veía una pantallita con letras. Curioso, tanteo el ponerse en pie, intentando hacer los movimientos más suaves posibles.

    Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo al sentir como el frío del suelo se clavaba como cuchillas en sus desnudos pies. Miró a su alrededor buscando algo con los que tapárselos, pero no había nada. Ni un misero calcetín.

    Dando saltitos(a la vez que apretaba los dientes por el dolor) se acercó hasta el armario encontrando lógico que dentro de éste hubiese más ropa y eso significaba calcetines y calcetines, calor o por lo menos distanciaría un poco su sensible piel de ese suelo.

    Con una sonrisa encontró lo que andaba buscando y más. ¡Unas babuchas! ¡Oh, sí, le había tocado el gordo! Sin dilación, se precipitó a ponérselas junto con la calceta.

    Oh, eso era otra cosa, sí, señor.

    Ahora que ya no sentía como le acuchillaban las plantas de los pies, se fijó más en la ropa que se amontonaba de forma ordenada en el armario. Ropa de deporte, pijamas, sudaderas, camisetas de manga corta y larga, vaqueros. Había un cajón especial para los zapatos donde halló unas deportivas. Los calcetines y calzoncillos también estaban a parte.

    Fue a cerrar la puerta cuando vio en el interior de una un calendario pequeño donde mostraba que estaban en Julio del 2002 y que era 11. A no ser que no hubiesen pasado las páginas a partir de ese día.

    Sin darle mucha importancia, cerró la puerta y volvió a centrarse en su principal objetivo; los cacharros que estaban al lado de las puertas.

    Eran, cómo no, de color blanco(¡Todo era de color blanco, joder, que poco espíritu!) con una pantallita en medio y en la parte de arriba se podía ver una luz roja que cuando paso unos dedos por encima con cautela, se adhieren a su piel. Era como si la luz llegase hasta el techo y al pasar algo entre ella cortase un filo hilo, provocando que se reflejase en lo que había roto su momento de relajación. En esa ocasión, sus dedos.

    En la pantallita no había más que números y palabras que poco le decían. Así que no le hizo mucho caso hasta que leyó <<acerque su código de barras>>. ¿Código... de barras? ¿Qué demonios era eso? Aún sin saberlo, se miró de nuevo ese inquietante tatuaje. Bueno, estaba lleno de barras, ahora, no tenía ni idea si era un código. Bien podía acercarlo un poco al aparatejo, solamente para probar. Pero también tenía miedo. No, miedo no, terror por lo que eso podía significar.

    Respirando hondo, lo acerco hasta la zona donde la luz roja se proyectaba y pasó el tatuaje, intentando no pensar en lo que estaba haciendo, en lo que podría pasar y en que todo su cuerpo parecía un flan.

    Saltó sobre sus pies al ver como la puerta que estaba a su lado se abrió, dejando ver un baño. Miró de nuevo el aparato de luz roja con los ojos bien abiertos y luego a su tatuaje. ¿Era la llave? ¿Con él abría y cerraba puertas? Bueno, si era así, tampo...

    Interno 62698743.

    Ese era el nuevo mensaje que se podía leer en la pantallita. ¿Internado? ¿Entonces eso si que era un hospital?

    Aún temblando se adentró en el baño. Había una bañera grande y espaciosa donde perfectamente podrían caber dos personas. Además también estaba equipada para que no solamente se pudiera bañar sino también duchar. El lavabo y el inodoro eran normales. Debajo del lava manos había un mueble donde supuso guardarían todo el champú y gel de ducha. Encima de la pila había un vaso con un cepillo de dientes de color verde acompañado por un tubo de pasta de dientes. Un peine para el pelo estaba puesto a unos centímetros de ellos.

    Se fue a adelantar un poco más cuando un movimiento a su derecha lo hizo girarse, sobresaltado. Lo primero que vio fueron unos ojos grises, grandes y redondos que mostraban nerviosismo y pánico. Una nariz recta y respingona. El labio inferior era carnoso y regordete, mientras que el superior era fino. Todo eso hacía un rostro pálido y puntiagudo rodeado por un cabello negro que llegaba hasta los hombros.
    Su boca se abrió de par en par siendo imitado por el que tenía delante, pero no se preguntó el porqué. Ni siquiera se percató. Su mirada estaba fija en el pelo. Negro. Tan negro como el carbón. La mirada aterrada de su reflejo le volvió a mirar a los ojos. Él, Draco Malfoy, era rubio. Tan rubio que casi parecía blanco, no con pelo negro.

    Algo en su cabeza martilleaba sin parar y sus pies le condujeron sin ninguna orden de nuevo hasta la salida del baño donde volvió a mirar el mensaje en la pantalla.

    Interno 62698743.

    ¿Qué diablos estaba pasando ahí?


    __________________________________

    Kerry_Lestat aquí está la continuación. Muchas gracias por comentar y, como siempre, espero que te guste la historia. ¡Feliz día de la madre y feliz domingo(o lo que queda de él)!
     
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12 replies since 2/5/2013, 02:31   663 views
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