Sucio (Harry/Draco)

Draco Malfoy muere tras ser condenado en Azkaban, pero poco tiene eso de cierto. Atrapado en un lugar donde no puede salir, tendrá que aprender que todo lo que ve y siente no es lo parece.

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  1. enea_92
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    Resumen: Draco Malfoy muere tras ser condenado en Azkaban, pero poco tiene eso de cierto.
    Atrapado en un lugar donde no puede salir, tendrá que aprender que todo lo que ve y siente no es lo parece. Que todo lo que pudo pensar, no es más que una mentira. Y que incluso él, no es.
    Elgido ya el camino, poco puede retroceder, aunque eso signifique su propia muerte.


    Género: Angustia, Drama, Romance, Ficción, Acción.

    ADVERTENCIA: Lemon, Muerte de un personaje, Tortura, Violación, Lenguaje Vulgar, Sadomasoquismo, Violencia, Orgía.

    Clasificación: MA(+18)

    ¡Ojo con las fechas!

    Cap 3: Existir.



    Fecha: 12 Julio de 2002




    Abrió los ojos nada más notar como su mente empezaba a reaccionar. Se impulsó hacia delante sentándose en la cama que recordaba perfectamente. La misma que ya se había despertado la anterior vez. La habitación estaba igual de blanca y tan poco amueblada como antes. Nada había cambiado. Incluso volvía a tener ese tubito en el brazo derecho que quitó inmediatamente, pero en esta ocasión con más delicadeza. Ya sabía que en su interior había algo que pinchaba. No quería más dolor.

    No recordaba que había pasado después de haberse visto en el espejo, sólo que el mundo se tornaba negro, negro como su pelo.

    Aún con esperanza de que todo hubiese sido un sueño(por lo menos la parte del pelo), agarró un mechón y se lo puso delante de los ojos y se quedó mirándolo largo tiempo esperando alguna explicación. Porque, vale que no recordaba gran cosa, pero que era rubio era indiscutible. Con un suspiro lo dejó ir y se lo colocó detrás de la oreja, intentando descifrar qué demonios pasaba para que él fuese pelinegro.
    Una posibilidad le hizo esbozar una sonrisa. A lo mejor se lo había teñido en un momento de locura y ahora mismo no se acordaba. Sí, debía ser eso.

    Se puso en pie y, mirándose el tatuaje del “código de barras”, se acercó hasta la puerta del baño y ahora sin vacilar alargó el brazo izquierdo y puso el tatuaje en la zona de la luz roja. Se abrió la puerta. Sin vacilar entró y se volvió a mirar al espejo, pero en esta ocasión a sus cejas. Las esperaba ver rubias o algo por el estilo, tal vez casi transparentes, pero eran tan negras que casi era un insulto en su pálida piel.

    Vale, tal vez me teñí todo el cuerpo...

    Esa idea le pareció totalmente tonta. Era como si en algún momento de su vida se hubiese sentido ridiculizado por lo que era y según recordaba, él podía haberse teñido el pelo, pero jamás se había avergonzado de quién era ni en los peores momentos. O por lo menos los más malos que podía recordar, como la vez en que se cayó delante de todo el mundo en algo parecido a un centro comercial y un niño empezó a reírse de él.

    Sin darle más vueltas al tema(por ahora), salió del baño y se dirigió hacia la puerta de salida. Procedió a hacer su tatuaje al cachivache que estaba al lado de ésta y esperó a que se abriese, pero lo que ocurrió fue que apareció un mensaje en la pantalla.

    “Interno 62698743. Acceso denegado.”

    ¿Estaba atrapado ahí? ¿Encerrado hasta que una de las extrañas y desconocidas personas se les ocurriese la brillante idea de venir a por él? Sin mencionar que no sabía exactamente por qué tendrían que venir a por él y para qué propósito si eso ocurría.

    Intentando mantener la respiración todo lo normal que podía, pensó en distraerse, aunque en esa habitación tan... poco distractiva le iba a resultar difícil. Se acercó al escritorio que ya anteriormente había visto y se sentó en la silla que había al lado. Había lápices de colores, rotuladores y bolígrafos. Cogió uno al azar y lo miró. Un lapicero de color lila. En la parte donde no estaba la punta había grabado en la madera un número. 3. Lo dejó de nuevo encima de la mesa y cogió otro. Esta vez rojo. También estaba el mismo número y en otro y otro. ¡Estaba en todos y cada uno de los lápices, sean bolígrafos o no! Era como si lo hubiesen puesto ahí para señalar la pertenencia, pero nadie se llamaba Tres ni nada por el estilo... ¿no? Era imposible. ¡Era un número!

    Dejando todo como lo había encontrado, procedió a abrir los cajones que tenía el escritorio. Si bien no le gustaba violar la privacidad de otra persona cotilleando sus cosas, ahora mismo no le interesaba lo más mínimo.

    Dentro de uno de los cajones encontró folios en blanco. Miles de ellos. Como si tuvieran miedo de que de pronto se quedasen sin. En otro encontró más dibujos. Eran dibujos de la habitación. Del cuarto de baño y de los cachivaches raros de luces rojas. Muy bien definidos. Con todos sus detalles y sombras. Pasando de hojas se encontró mirando a un chico de ojos profundos, pelo negro y corto, aunque con un flequillo que le llegaba hasta el mentón derecho. Tenía una cicatriz en la ceja derecha y al principio de los labios. Se quedó bastantes minutos mirando ese dibujo en blanco y negro. Le sonaba tanto ese chico. Era como si lo conociese pero no tenía ni idea de quién podía ser.

    Frustrado por su poca memoria, pasó la página y se encontró con otro chico. Éste tenía los ojos más pequeños y una boca curva hacia abajo, como si estuviera triste. Tenía el pelo corto y por lo que se dejaba ver en el dibujo, un poco más claro que el anterior. No tenía cicatrices ni nada por el estilo. La misma sensación que con el anterior le invadió, así que rápidamente cambio de folio. Ahora mismo no estaba para cuestionarse su estabilidad mental.

    Parpadeó rápidamente, intentando encontrar algún significado en lo que veía. Era... Bueno, claramente eran los dos chicos de los dibujos anteriores, pero en esta ocasión, ambos estaban sonriendo, pasándole el brazo por los hombros al sujeto que se encontraba en medio de esos dos. Éste último no parecía muy feliz. Tenía los brazos cruzados sobre su pecho. Pero lo que le había chocado era... era que el del medio... era él. El pelo largo negro(¡que tendría que ser rubio!), los ojos claros, esa nariz respingona, esas cejar arqueadas por el disgusto... esa forma casi picuda de su rostro... ¡Era él! ¿Pero qué diablo hacía él ahí? O... o... ¿Tenía un hermano gemelo? No, no. Solamente estaba Thuban.

    ¡Thuban!

    ¡Casi se olvidaba de él! ¡Qué estúpido! Era obvio que quién dibujara eso también tendría que conocer a su hermano, ¿no? Para él era bastante lógico. Así que con esperanzas renovadas empezó a pasar dibujos encontrándose nuevos retratos o simples manos dibujadas, dejándole un poco sorprendido por lo bien que dibujaba la persona que había hecho eso. Estaba todo tan bien conseguido.

    Desesperado dejó el fajo de hojas en la mesa. No había nada que le indicara la existencia de Thuban, pero él sabía que era real, tan real como él, aunque fuera pelinegro.

    Se frotó con fuerza el rostro intentando pensar en algo, cualquier cosa, que podría ayudarlo en ese momento. Pero su mente era un torbellino de idas y venidas. Dar una explicación lógica y sin perder los estribos en el intento era algo para lo que no estaba preparado. No se sentía lo suficientemente capaz para poder con ello. En lo único que podía pensar es en que estaba encerrado y no tenía ni idea de dónde diablos estaba Thuban. Ni siquiera sabía dónde estaba él.

    Apoyando las manos en el escritorio se topó con un lápiz que había rodado hasta cerca del borde cuando dejó sin ninguna delicadeza los dibujos. Lo hizo rodar entre sus dedos y luego lo cogió como si fuera a escribir. Paró todo movimiento cuando se percató de que ese lápiz de color verde oscuro se notaba muy... familiar entre sus dedos, como si lo hubiese sostenido durante largas horas. Una idea estúpida y loca(por no decir aterradora) le surgió cogiendo con rapidez un folio, apartando todos los demás. Tragando saliva, empezó a dibujar.

    El ruido del rasgar el lápiz contra el folio, de la mano en el escritorio, de su propia respiración, se le hacía tan familiar que casi asustaba. Sobre todo cuando empezó a ver unos ojos perfectamente dibujados, seguido por una nariz pequeña, respingonceta pero no tan notable como la suya propia, esos labios casi iguales que los suyos, pero más finos. Una cara regordeta y un pelo largo, casi enmarañado por el continuo descuido que mantenía con él. Caía descuidado hasta los hombros, pequeños y huesudos por la escasa alimentación.

    —Me alegro que estés despierto, pero tendrías que quitarte esa estúpida manía de quitarte las jeringuillas en cuanto abres los ojos—habló una voz a su lado.

    Sobresaltado se levantó de la silla con tan mala suerte de enredarse con las patas de ésta y caer de culo al suelo, llevándose consigo el asiento.

    Auch, eso le había dolido.

    —Ups, lo siento, no quería asustarte—volvió a hablar el hombre que en esta ocasión reconoció como Silver—. La próxima vez haré más ruido.

    Aún sobándose el trasero miró al hombre que se cernía sobre él. Piel pálida aunque tostada por el sol, ojos de color avellana, grandes y expresivos que mostraban en ese momento diversión y preocupación a la vez, mirándolo con intensidad. Labios pálidos y finos coronados por una nariz un poco delgada y bastante puntiaguda acabando en una punta inclinada hacia abajo. Tenía el pelo medio largo, llegándole a la barbilla de un tono entre el rojizo y el marrón demasiado claro. Un hombre bastante normal, según él.

    Cuando se fue a mover se quedó paralizado. Un torrente de imágenes lo asaltó dejándolo aturdido y con un comienzo de un fuerte dolor de cabeza. Intentando visualizarlas todas, cerró los ojos con fuerza.

    Se estaba mirando al espejo. Podía ver que tendría entre quince o catorce años. El pelo lo tenía mucho más largo que en ese momento, tanto que le llegaba por la espalda baja. Tenía los ojos rojos y aún se notaba en las mejillas unos pequeños surcos de lágrimas.

    Se encontraba en mitad de la habitación blanca mirando su tatuaje y después de unos segundos, se acercó a la máquina de luz roja y lo posó en ella. La puerta de salida se abrió.

    Una sala grande, espaciosa, con grandes y anchas mesas. En ella se encontraban los chicos que había visto en los dibujos. Éstos le saludaron con una sonrisa de oreja a oreja nada más verle. Se sentó con ellos.

    Un hombre se acercó a ellos acompañado con un chico mucho más joven que se presentó como Silver, quien les cuidaría desde ese momento.
    Abrió los ojos de par en par notando que su respiración casi se podía llamar jadeo y que el que ahora era Silver(mucho mayor que su recuerdo) estaba casi encima de él mirándole con mucha preocupación mientras tenía una de sus manos en su frente.

    —¿Estás bien? ¿Sientes algún dolor?—le preguntó nada más ver como abría los ojos.

    —¿Sil...Silver?—la voz le salió ronca, baja y casi inaudible, pero aún así supo que había sido escuchado cuando una pequeña sonrisa surcó el rostro del hombre.

    —Sí, soy yo. Pensé que no me reconocerías. Parece ser que esta vez no ha habido problemas con ello.

    Sin entender lo que le estaba diciendo se puso de pie con ayuda de Silver. Después intentando ordenar sus ideas le preguntó lo más importante.

    —¿Dónde está Thuban?

    Vio como Silver le miraba con intensidad y luego fruncía el ceño.

    —¿Thuban?

    —Sí, sí, Thuban. Mi hermano pequeño—se acercó con velocidad al dibujo que había hecho antes de ser interrumpido por Silver y se lo mostró. Éste lo escudriñó con bastante curiosidad—. Por cierto, ¿por qué tengo el pelo negro?

    Silver alzó la vista y lo miró como si fuese un bicho raro.

    —Siempre has tenido así el pelo—respondió como si fuera obvio—. ¿Qué querías? ¿Tenerlo verde?

    —No, lo tengo rubio. Rubio tan claro que parece blanco. Rubio plati... ¡Bah! Da igual. ¿Dónde está Thuban?

    —Tres, tú no tienes hermanos. Thuban no existe.

    Dio unos pasos atrás, intentando alejarse de ese hombre que le estaba mintiendo. Porque le tenía que estar mintiendo.

    Ese sentimiento que le provocaba el solo pensamiento de Thuban, el sólo pensar que se encontraría con él le hacía sentir lleno y feliz, como si todo lo demás no importase. Que no estaba solo.

    Sí, Thuban existía y ese hombre estaba mintiendo.

    —Tres, ya sé que te puede parecer raro, pero esta no es la primera vez que te despiertas y empiezas a decir cosas así. Incluso me he sorprendido que me reconocieras. Es la primera vez que lo haces—aquello le llamó la atención. ¿No era la primera vez? ¿Qué quería decir?—. Estás enfermo—un sonoro jadeo salió de sus labios. No se había esperado eso—. No sabemos de qué ni qué es lo que provoca. Te dan fuertes fiebres haciendo que quedes inconsciente durante largos días. Cuando te despiertas siempre tenemos que explicarte quienes somos, quién eres y qué haces aquí. Te levantas diciendo cosas como esta; que tienes un hermano o que dónde está tu perro o cosas por el estilo.

    Empezó a negar con la cabeza con fuerza.

    No, no podía ser posible.

    Pero algo en su interior...

    ¡No!

    ¡Thuban existía!

    ¡Tenía que existir!

    —Tres...

    —¡No me llamo Tres! ¡Soy Dra...!

    —¡Eres Tres!—dijo con fuerza Silver provocando que el otro se callase inmediatamente, mirándolo con terror.

    La verdad le dio en la cara como una bofetada tan fuerte que tuvo que dar unos pasos hacia atrás, alejándose del extraño que se hacia llamar Silver.

    Él era el que había estado dibujado todo eso, él era Tres, él era 62698743, un interno de no sé qué hospital o de no sé dónde, Thuban no existía ahí, en ese lugar no había nadie que fuera Thuban. Tal vez no lo hubo nunca. Y tal vez, sólo tal vez, él de verdad estaba solo.

    Y él no era Draco Malfoy.

    Él era simple e irreversiblemente Tres.


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    Kerry_Lestat me alegra que te esté gustando la historia. Por ahora va a ser bastante enigmática.
    Como siempre, espero que te haya gustado la continuación. ¡Besos!
     
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12 replies since 2/5/2013, 02:31   663 views
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