Un viaje hacia la vida: Epílogo

Autora: Zafy (NC-17) - DRARRY

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  1. Kari Tatsumi
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    Hola con todos!!!!!!!!!!!!!!!
    Espero que esten muy bien!!!!!!!!!!!!!!!!

    Nuevamente vengo a compartir con Uds. un hermoso fic de la misma autora de "Harry Potter y el Fabricante de Pociones" que me dio el permiso de publicar sus long fics, y por eso les traigo este que nos da una hermosa leccion de vida y como dos seres sufrientes pueden encontrar en el otro el amor y la fortaleza necesaria para superar las adversidades, asi como tambien lo importante que es vivir plenamente.

    Bueno, no les aburro con mi palabreria y les invito a leer esta obra maestra de Zafy. Disfrutenla ^^



    UN VIAJE HACIA LA VIDA

    PROLOGO:

    “EL CUADERNO DE LA VIDA”



    Draco agitó la varita sobre el grupo de pergaminos que tenía sobre el escritorio, esperando que el hechizo hiciera los cálculos necesarios para poder culminar, de una vez por todas, aquel informe en el que había estado trabajando los últimos dos días. Mientras el hechizo se realizaba empezó a sentir un dolor punzante en la sien. Nuevamente ese terrible y odioso dolor. El hechizo, al parecer debido a su nuevo dolor de cabeza, se detuvo, dejando todo a medias.

    Gruñó frustrado, agradeciendo el haber tenido la precaución de hacer varias copias antes de hacer el hechizo final, y se puso en pie, caminando hasta el lado opuesto de su amplia oficina, abrió un estante oculto tras una pintura, aquel que usaba para guardar los documentos importantes y de gran valor, y en el que ahora, además de letras, pagarés y títulos de propiedad, se encontraba una gran cantidad de frascos con pociones y etiquetas, indicando en cada uno el momento en que se debían tomar y sus efectos. Tomó el que tenía un contenido en color verde y lo abrió rápidamente, la cabeza comenzaba a pulsarle más fuerte aún y temía desmayarse como la última vez. Sabía que debía evitar eso a toda costa, pues no podría dar la misma explicación de la última vez a su secretaria o a su padre. Bebió un gran trago y se apoyó con una mano temblorosa sobre la pared, esperando a que el dolor remitiera, como siempre ocurría.

    El dolor pasó luego de unos largos minutos, la habitación dejó de sentirse inestable e incluso el temblor en sus manos se detuvo. Con más calma dejó el envase, ahora tapado nuevamente, junto con los demás, y estaba a punto de cerrar la puerta cuando un pequeño resplandor llamó su atención. Sabía que no era nada que se hubiera iluminado o brillado realmente, sólo que entre tantas pociones y papeles un cuaderno de tapas negras con letras doradas había capturado su atención. Sin pensarlo mucho lo sacó con cuidado, tratando de no tirar ni desordenar nada, y cerró la puerta del estante; el cuadro de un paisaje italiano volvió a esconder el armario mientras él se sentaba tras el escritorio. Dejó el cuaderno a un lado y volvió a ejecutar el hechizo de cálculo, esta vez no hubo problema alguno y luego de un momento más el informe quedó finalizado con las proyecciones de una de las empresas que tenía a cargo. Le dio una rápida mirada, efectivamente, las proyecciones iban tal como las había calculado unos meses antes. Eso era bueno, a su padre no le gustaba recibir noticias desagradables respecto a sus inversiones. Miró hacia el reloj de pared, eran ya las ocho de la noche, llevaba allí encerrado casi todo el día, apenas había salido media hora para tomar un rápido almuerzo, y eso había sido muchas horas antes. No le extrañó no sentir hambre, últimamente no lo tenía.

    Con un par de hechizos archivó los informes, recordándose que al día siguiente tenía una cita en la oficina de su padre para discutir aquello. Esperó que, por lo que durara la reunión al menos, los dolores de cabeza lo dejaran de aquejar, aunque por si las dudas llevaría un poco de poción, de todas maneras, no sería extraño que tomara un poco de poción delante de su padre, pues, dada la presión y la cantidad de trabajo que ambos tenían normalmente, los dolores de cabeza no eran cosa rara. Aunque a él nunca antes le había dolido la cabeza, ni bajo la más grande presión. Pero eso era antes, ahora… ahora las cosas eran diferentes.

    Negó con la cabeza, alejando aquellos pensamientos de su cabeza, sabía que era algo que en algún momento tendría que tomar en serio, pero por el momento quería mantenerse ocupado con su trabajo, con los informes, las visitas a las empresas que tenía a su cargo y las reuniones con los encargados y su padre.

    Se estiró sobre la silla, tomando una profunda bocanada de aire y agradeciendo nuevamente que el dolor de cabeza se hubiera marchado, cuando el libro negro volvió a llamar su atención. Lo tomó entre las manos, reconociéndolo, se trataba del libro que su padre le había dado cuando había cumplido once años, habían pasado ya muchos años desde eso, un poco más de once años.

    Levantó la vista hacia el reloj nuevamente, la cena en la Mansión se servía a las nueve, aunque nadie le ponía mala cara si es que no llegaba; normalmente no lo hacía, o bien porque se iba de recorrido por los bares muggles, o, como pasaba últimamente, porque se la pasaba en la oficina trabajando, como era lo correcto, cuidando de la fortuna y las inversiones de su familia, y no sería nada fuera de lo común que esta noche actuara de la misma manera.

    Dejó el cuaderno sobre su escritorio y sacó de uno de sus cajones un cenicero y un paquete de cigarros, luego se puso en pie y se sirvió una taza de té caliente, para nuevamente sentarse tras el escritorio. Le dio un sorbo a la bebida y cerró los ojos, disfrutando de lo reconfortante que le parecía aquella simple taza de té, encendió un cigarro y le dio una calada, dejándolo luego sobre el cenicero, entonces abrió el cuaderno. En la primera página se podía ver, con letra verde y delgada, pulcramente escrito:

    “Cuaderno de la vida de Draco Malfoy”



    Eso lo había puesto él, podía recordar aquella tarde, hace muchos años, en la habitación que tenía en la propiedad de la familia en Francia, se había sentado tras el escritorio, delante de la ventana que dejaba ver los hermosos y enormes jardines, y había escrito la primera línea de lo que sería el plan de su vida. Lo que su familia y todos esperaban de él. Lo que él sabía que debía hacer.


    Tres tardes anteriores a ese cumpleaños habían ido de visita unos inversionistas, con sus hijos y sus esposas, tal como se debía hacer, su madre había llevado a las mujeres a tomar el té mientras él le enseñaba a los niños los jardines de la Mansión. Se trataba de cuatro chicos y una chica, todos ellos se conocían porque sus padres siempre hacían negocios juntos, y al inicio se sintió algo excluido de la conversación, en la que mencionaban a personas que él no conocía, sin embargo, no se dejó amedrentar y trató de llamar su atención, guiándolos hacia el laberinto que había en el extremo más alejado, sólo entonces los chicos lucieron genuinamente interesados en él. Se mostró cortés con ellos, respondiendo a sus preguntas y guiándolos por un camino que se sabía ya de memoria, hasta el otro extremo, debía reconocer que aunque en el inicio no le habían agradado mucho, si eran muy graciosos, aunque se comportaban de una manera diferente a la que él se comportaría con los hijos de los socios de su padre. Supuso que la educación no era igual para todos.



    Al finalizar la visita ellos le habían comentado que al día siguiente irían, acompañados por una de sus tutoras, a Paris, usarían un traslador para aparecerse en el lado mágico de la torre Eiffel, una parte que los muggles obviamente no conocían, ni sospechaban que existía, y que pasarían allí la tarde, que aparentemente había mucho que ver y que por supuesto estaba invitado. Draco asintió contento y dijo que tendría que pedirle autorización a sus padres, pero que les preguntaría a la primera oportunidad.
    Al finalizar la visita uno de ellos, el que parecía el líder del grupo aún con sus diez años, le repitió la invitación.

    No fue hasta que los inversionistas se marcharon y que ellos se sentaron a cenar que sacó el tema a colación, entre las muchas preguntas que su padre le hacía sobre el comportamiento de esos niños y si es que había podido sacar alguna información adicional. Lucius sabía que los niños algunas veces eran una gran fuente de información en cuanto a los negocios se trataba, y no porque los padres comentaran muchas cosas con ellos ni mucho menos, sino porque podían escuchar a escondidas, por pequeñas frases que los padres soltaban sin darse cuenta. Por supuesto que Draco estaba muy bien entrenado para no darles esa ventaja a los demás, pero también en jalarles la lengua a los otros niños.

    Su padre se negó inmediatamente, argumentando que su obligación por el momento no era ir de paseo con aquellos niños, que eso haría de su tarde improductiva y que debía aprovechar que esos niños no volverían con sus padres al día siguiente para estudiar y seguir trabajando en los cursos de finanzas y diplomacia. Su madre había abogado por él, pero no con mucho entusiasmo, desistiendo casi inmediatamente.

    Frustrado había vuelto a su habitación, luego de picotear un poco su postre y recibiendo además una reprimenda por no comportarse adecuadamente en la mesa. Por regla general Draco no lloraba delante de sus padres, no era correcto mostrarse débil ni dejar que los demás vieran sus debilidades, aquello era entregarse en bandeja de plata al enemigo, y los Malfoy no debían, bajo ningún motivo, hacerlo. Esa noche contuvo las lágrimas durante mucho rato, hasta que ya no lo pudo soportar más y lloró en su cama, tendido de costado y tratando de no hacer demasiado ruido. Realmente se había sentido entusiasmado de poder salir a dar un paseo, de hacer algo diferente a estudiar o entretener a los hijos de los inversionistas, pero al parecer estaba atrapado en esa rutina y no había nada que pudiera hacer al respecto.

    Al día siguiente los inversionistas volvieron, esta vez sin sus esposas ni sus hijos, y Draco se pasó la tarde garabateando pergaminos, mientras miraba el jardín y la tarde pasar lentamente, demasiado descorazonado para prestar real atención en las lecciones del día, lo cual había resultado muy mala idea, pues en la noche se ganó una nueva reprimenda por no haber estudiado.

    Al segundo día los inversionistas volvieron con sus familias, esta vez para una cena, la cena de cierre, en celebración del maravilloso contrato que acababan de firmar. Los chicos contaron emocionados la maravilla de mundo que había dentro de la Torre Eiffel, mientras los padres hablaban de negocios y lo bien que les iría con la nueva fusión de empresas y las señoras de moda y de algunos chismes de la alta sociedad francesa. Draco se pasó toda la cena mirando su plato y comiendo educadamente, aunque sentía un nudo en la boca del estómago.

    Unos días después, cuando su cumpleaños llegó, su padre le dio aquel cuaderno:

    —Uno tiene que tener su vida planeada, y este cuaderno te ayudará a hacerlo. No se debe dejar nada al azar, las cosas que se hagan deben ser por un motivo, para llegar a algún punto mejor, para alcanzar una meta —explicó Lucius con voz estricta luego de la cena por su cumpleaños, sentados ambos en la oficina principal de la Mansión, Draco había estado allí sólo un par de veces y el ser invitado a entrar en ella era un gran honor.

    —¿Es como una agenda, padre? —preguntó mientras abría el cuaderno, estaba en blanco, no tenía nada escrito aún.

    —Es más que eso, deberás anotar tu nombre y luego verás como el cuaderno se llena de datos importantes, por ejemplo sobre cuál es el momento propicio para casarte y tener a tu heredero; conforme lo vayas llenando verás como nueva información aparecerá, indicándote incluso advertencias sobre las decisiones que tomes. Es una tradición en nuestra familia entregarle ese cuaderno a nuestro heredero al cumplir once años. Este año empezarás la escuela, es decir que saldrás al mundo por fin, deberás ser cuidadoso con los amigos que escojas, las conexiones que hagas; también con los enemigos, porque siempre hay enemigos, en todos lados, incluyendo la escuela.

    —Gracias, padre —asintió Draco, aunque no muy consiente en realidad de lo que su padre le decía.

    —Tienes que empezar a trabajar en eso ahora mismo —continuó Lucius, tenía una copa de vino en la mano y bebía lentamente —, planeando que pasará contigo de ahora en adelante.


    Y Draco había empezado esa misma noche. La segunda página, la que decía: “Tiempo antes de la escuela” iniciaba con lo siguiente:

    05 de junio de 1991:

    Hoy mi padre me ha dado este cuaderno, él dice que debo planear mi vida, que es lo correcto y lo que se espera de mí. Pues bien, antes de ayer me hablaron de un espacio mágico en la torre Eiffel, uno que no conozco y que mi padre no me ha permitido visitar, cuando cumpla diecisiete años y sea mayor de edad, iré allí, y lo recorreré de cabo a rabo; y luego de eso seguiré con otros sitios, viajaré a todos los lugares donde no me han permitido ir, veré el mundo que mi padre no me deja ver.
    Sí, eso haré.


    Draco sonrió ante lo descarado de su rebeldía, no había pensado en ese viaje ni en esa parte de su vida en muchos años, tal vez la última vez había sido cuando había tenido quince años, antes de que la guerra iniciara.

    No quiso detenerse a pensar en aquella guerra y siguió avanzando las páginas de su cuaderno, encontró que a los diecisiete años se suponía que debía empezar a estudiar en la escuela de Finanzas de Londres, sin embargo, por la guerra, lo había hecho en Estados Unidos. Pudo ver el tachón del plan original y la nueva opción: “Curso en la Escuela de Finanzas para magos inversionistas de New York”. Recordó con nostalgia aquella época, había sido una etapa de conocimiento, y no sólo académica, se había divertido como nunca viviendo solo, aunque no demasiado, siempre había tenido en claro, gracias a sus padres, que no debía entretenerse en pequeñeces ni en gente poco productiva, sino en estudiar y aprender como objetivo principal.

    La siguiente entrada que lo hizo detenerse a leer fue la que anunciaba: “Buscar una esposa”, databa de inicios de mil novecientos noventa y nueve, cuando la guerra ya había llegado a su fin. Había una lista de candidatas, especificando no su físico o personalidad, ni siquiera había fotos de ellas, sino su linaje y las riquezas de sus familias. Había una señal aprobatoria al costado del nombre de Katrina Bündnis.

    Por un instante pensó en su esposa, la había conocido unos meses antes de la boda, luego de hablar con su padre y con el padre de ella y recibir la aprobación necesaria. No podía negar que era bonita, y tal vez algo inteligente, sin embargo, desde el inicio le había dejado las cosas claras: Tenía que casarse porque así lo exigía su condición y la norma, pero eso no significaba que realmente tenían que estar unidos íntimamente.

    Draco no gustaba de las mujeres, cuando era adolescente había sufrido mucho pensando en la idea de tener que casarse con una, pero ese miedo había sido dejado de lado cuando había crecido y asumido su papel de joven heredero. Katrina se había mostrado asombrada de su honestidad y, según ella misma dijo, frialdad, pero entendía que aquello no era más que un negocio y que estaba dispuesta a aceptar lo que fuera que su padre ordenara. Los límites se habían establecido en esa primera cita: habitaciones separadas, actuar correctamente ante los demás, no comentar su trato con ninguna persona, ni siquiera sus padres, no cometer actos que pudieran desencadenar en un escándalo; en el tema del sexo Draco había dicho que ella era libre de hacer lo que le plazca con su tiempo, tal como él haría, pero que bajo ningún motivo debía ser a la vista de sus amigos o familiares, y que dado el momento indicado, tendrían a un heredero. El divorcio no formaba parte de aquel trato. Ninguna familia de la alta sociedad se divorciaba. Jamás.

    Avanzó unas cuantas páginas más y encontró un nuevo aviso:

    2025: Nacimiento de un heredero.



    Frunció el ceño y dejó el cuaderno abierto sobre la mesa, volvió a dar una calada al cigarro mientras sentía que aquellas palabras taladraban mente:

    “Nacimiento de un heredero”



    Debía anotar el nuevo obstáculo en ese cuaderno para que su vida se replanteara y re planificara una vez más, como pasó durante la guerra, cuando supo que no podría permanecer en Inglaterra por un largo tiempo.

    2025: Nacimiento de un heredero.



    Sabía que aquello no se haría realidad. Le quedaba muy poco tiempo, el justo apenas para poder embarazar a Katrina y tal vez para ver nacer al heredero.

    Cerró el cuaderno y se puso en pie, el reloj indicaba ya más de las diez de la noche, se había perdido la cena, pero eso no le importaba mucho, no se sentía con ánimos de escuchar la conversación de su padre respecto al día de trabajo, y las grandes decisiones que había tomado; tampoco a su madre y Katrina hablando del día fructífero de compras que habían tenido, o la reunión de té a la que habían asistido.

    Luego de guardar el cuaderno nuevamente en su estante de seguridad, salió de su oficina, el edificio principal de la corporación Malfoy estaba desierto, todos se habían ido a casa y probablemente él sería el último allí.

    Pensó en caminar un poco antes de volver a casa, pero recordó que no había sacado las pociones que podía necesitar para la madrugada, por si el dolor o algún otro síntoma volvían, y regresó. Abrió el estante de seguridad y el cuaderno llamó su atención nuevamente, luego de dudarlo un poco más, lo sacó y llevó a casa, junto con las pociones.

    Tal como esperaba no había nadie ya despierto. Se negó al ofrecimiento de comida que le hizo uno de los elfos y subió al segundo piso, las habitaciones tenían las puertas cerradas. Pasó de largo por la puerta de su esposa y se metió a la que había sido su habitación desde niño, ahora sin los póster ni adornos de su juventud, se había convertido poco a poco en una habitación fría e impersonal. Nunca había reparado en ello. Tal vez el estar leyendo aquel cuaderno había traído consigo una serie de recuerdos desterrados.

    Siguió su rutina al pie de la letra. Se desvistió, tomó una ducha, cepilló sus dientes con esmero y secó su cabello, para luego cepillarlo también. Se puso el pijama de seda y se metió a la cama, las luces de las antorchas bajaron un poco, tomó la poción que debía beber para las noches y el cuaderno, colocado sobre la mesa de noche, volvió a llamar su atención.

    Invocó una pluma y un tintero y lo abrió en la fecha actual:

    16 de Julio de 2001:

    Hace dos semanas me enteré que voy a morir en menos de un año.


    *O*O*O*



    Edited by Kari Tatsumi - 18/6/2014, 00:24
     
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    CAPÍTULO 1




    Se levantó temprano, durante un instante permaneció en su cama, mirando hacia el techo y sin pensar en nada en particular, dejando su mente volar y su cuerpo relajarse, hasta que la conciencia se fue abriendo paso en su cabeza; tenía que presentar el informe a su padre esa mañana, tenía que empezar con las proyecciones de otra empresa que tenía asignada esa misma tarde, y en la noche, ¡Oh, cuánto daría por descansar en la noche!, pero no, en la noche tenía una fiesta en casa de los Nott. Casi había olvidado aquello, aunque seguramente su secretaria, su esposa y su madre, se encargarían de recordárselo. ¿Para qué necesitaba manejar una agenda mágica y tener tan buena memoria si tenía tanta gente alrededor recordándole a cada instante qué era lo que tenía qué hacer?

    Se puso en pie de un salto y rápidamente empezó su rutina diaria. Tras bañarse y vestirse, salió de su habitación, el sonido de los platos siendo dejados sobre la mesa y las risas de su madre y Katrina le llegaron desde unos metros antes de entrar al comedor. Antes de entrar miró su reflejo en un enorme espejo de pie que había en el medio del pasillo y pasó los dedos entre su cabello rubio. Tal vez debería cortarlo pronto. Miró hacia su maletín, donde guardaba las pociones, había puesto también el cuaderno; por regla general nadie entraba nunca a su habitación, ni sus cosas eran revisadas, pero no se arriesgaría a que por algún motivo ese cuaderno cayera en las manos equivocadas, después de todo habían cosas allí que eran demasiado personales y privadas.

    —Buenos días —saludó con educación, deteniéndose junto a su madre y dándole un beso en la frente.

    —Hola, cariño —contestó la mujer con una sonrisa mientras le daba una palmada en el brazo.

    —Buenos días —repitió el saludo hacia Katrina, dándole un beso en la mejilla, antes de ocupar su lugar en el otro lado de la mesa.

    —Hola, cariño —contestó Katrina, mirándolo fijamente por un instante antes de retomar la atención a su taza de café —¿Qué tal el trabajo? Anoche no llegaste a cenar tampoco.

    —He estado ocupado, es época de informes, lo sabes —respondió Draco mientras un elfo se encargaba de llenar su taza de humeante y oloroso café.

    —Vamos, Katrina, bien sabes cómo son los hombres, viven en el trabajo —comentó Narcissa, mirando a su nuera. Draco sabía que su madre detestaba que ella lo cuestionara acerca de sus retrasos o inasistencias a la cena y mucho más delante de los demás.

    —Claro —Katrina sonrió educadamente —, aunque supongo que te veremos en la cena que dan hoy la familia Nott. Es muy importante asistir, tu padre lo dijo.

    —Sí —Draco miró hacia el plato de tostadas y recordó que la noche anterior tampoco había comido mucho, no podía dejar de alimentarse por más que su cuerpo no le pidiera comida. —Hablando de mi padre, ¿dónde se encuentra él?

    —En la oficina, querido, como siempre —contestó Narcissa, ganándole la palabra a Katrina —, hoy es un día importante porque tiene varias juntas.

    —Verdaderamente es importante —suspiró Draco, dándole una mordida a su tostada con mermelada, pensó pasar del resto del desayuno.

    Pronto ambas mujeres se concentraron en una conversación acerca de la chica con la que Nott se casaría pronto, Draco no la había conocido en persona, pero sabía que se trataba de la hija de un magnate americano. No era lo ideal en cuanto a matrimonios se trataba, pues no pertenecía a la alta sociedad europea y su familia era considerada de una clase inferior por sólo tener un par de generaciones dotadas de fortuna, sin embargo, la familia de Nott tampoco estaba en el auge de antaño, y no podía rechazar ninguna posibilidad.

    Llegó a la oficina por vía flú, no tenía tanto tiempo para dar un paseo, como generalmente hacía. En cuanto llegó su secretaria: Lucrecia, una mujer mayor y bastante seria y estricta, le entregó la correspondencia y una gran cantidad de diarios, los de mayor circulación en Europa. Agradeció todo con un gesto de cabeza y luego se metió a su oficina. Dejó todo de cualquier manera sobre la mesa, y tomó el informe que tenía que presentar. El reloj indicaba quince minutos para las diez de la mañana. Sin querer demorarse partió hacia la oficina de su padre, la que ocupaba el último piso de aquel edificio de quince pisos. Dejó indicado a su secretaria que probablemente no volvería hasta después del almuerzo y tomó el elevador, con el informe en una mano y el maletín en otra.

    Entrar a la oficina de su padre, ya fuera en casa, o en el edificio de la corporación, siempre era algo memorable, nadie que no tuviera algo importante que hacer entraba allí, y menos sin previa cita. Incluso estaba seguro que, al igual que Katrina a su propia oficina, su madre nunca había ido siquiera de visita.

    Eloísa, la secretaria de su padre lo saludó con amabilidad, mientras lo invitaba a sentarse y esperar a que dieran la autorización para su ingreso. Draco se dejó caer con la espalda recta en uno de los cómodos sillones de la antesala, alrededor las paredes eran blancas, extremadamente blancas, sin ningún tipo de adorno o cuadro. Sólo el escritorio de Eloísa estaba al fondo, una mancha marrón en medio de tanto blanco. Inclinó un poco la cabeza, percibiendo algunos puntos oscuros en las paredes, se preguntó qué era lo que podría haber pasado allí. Tardó un par de segundos en darse cuenta de que no se trataban de puntos, sino de manchas, manchas producto de su mente. Agitó la cabeza un poco y sopesó el tomar alguna poción. El sonido de un intercomunicador, con la rígida voz de su padre indicando que podía entrar, lo sacó de sus cavilaciones.

    La oficina de su padre contrastaba con la antesala, tres de las cuatro paredes eran ventanales opacos que le permitían ver toda la ciudad de Trowbridge, ellos se encontraban casi en el centro de la misma, aunque gracias a los hechizos de seguridad eran invisibles ante los muggles. A uno de los lados se encontraba el gran escritorio de su padre, y, aunque Draco sabía que realmente era gigante, parecía pequeño en medio de todo el espacio vacío.

    —Buenos días, hijo. Extrañé no verte ayer en la cena. ¿Mucho trabajo?

    —Buenos días, padre —saludó rápidamente Draco, caminando por la alfombrada oficina hasta llegar al escritorio y estrechar la mano de su progenitor —, algo así. Nada que no se pueda solucionar.

    —Que bien, me alegra escuchar eso. Siéntate, creo que debemos empezar, a las dos tengo una junta con unos inversionistas rusos. Ya sabes que no me gusta llegar tarde a las reuniones o dejarlas inconclusas.

    —Por supuesto —asintió Draco rápidamente, mientras dejaba una de las copias del informe sobre el escritorio de su padre.

    Durante las siguientes tres horas Draco se dedicó a explicarle a su padre cada uno de los puntos tratados durante el manejo de aquella empresa en el año anterior, también de mostrar las proyecciones de los últimos años y demostrar la forma en que esta empresa las había superado, así como las nuevas proyecciones, mucho más ambiciosas ahora.

    Lucius interrumpía regularmente, haciendo preguntas y buscando errores o defectos a sus informes, pero Draco, que ya había pasado por eso muchas veces, estaba listo para cualquier argumento de su padre.

    —Sigo pensando que algunas medidas serán demasiado arriesgadas —suspiró Lucius, cerrando por fin el informe y dejándose caer sobre la silla de cuero oscuro.

    —Estoy seguro de que así parece, pero son riesgos que hay que tomar. Y no son tan elevados. Esta empresa estaba a punto de quebrar hace dos años, ahora está en auge, es necesario llevarla hasta lo más alto.

    —Supongo que dentro de un año podremos ver los resultados que planteas. Honestamente espero que sean acorde a lo que has proyectado.

    Draco abrió la boca para contestar, pero se dio cuenta que en un año, cuando esa empresa alcanzara la importancia que él había predicho, no estaría más en este mundo.

    —¿No estás de acuerdo conmigo? —preguntó Lucius frunciendo el ceño.

    —Por supuesto, lo siento. En un año se podrán ver los primeros resultados y verás que estamos en lo correcto.

    —Bien, bien… —Lucius dio una mirada al reloj de pared que colgaba cerca de la puerta y asintió —, antes de dar por concluida la reunión, quisiera que hablemos de algo más.

    Draco palideció ligeramente, había estado seguro ya de que todo había acabado y que pronto podría volver a su oficina, no estaba preparado para ningún otro tema.

    —Sí, padre, dime —contestó con educación mientras guardaba su copia del informe en el maletín, sus dedos acariciaron apenas la tapa oscura del cuaderno que tenía oculto.

    —Cuando decidimos que había llegado el momento de casarte, estuvimos de acuerdo contigo en que no era necesario que Katrina y tú compartieran una habitación, más aún considerando que aquello había sido un acuerdo entre ambos. Pensamos que necesitaban tiempo para adaptarse, no todos se pueden acostumbrar rápidamente a compartir un espacio tan íntimo con otra persona, sin embargo, ha pasado ya poco más de un año y creo que es necesario que terminen de adaptarse. En algún momento tendrán que tener un heredero y eso no es algo que se hace con una puerta de por medio.

    Draco sintió que sus mejillas empezaban a arder, no les había dicho a sus padres nada respecto a sus gustos, habían informado que por lo pronto, tras la boda, preferirían tener habitaciones separadas, lo habían denominado un tiempo de adaptación, pero era lógico que tras tanto tiempo sus padres empezaran a hacer preguntas.

    —Katrina es una muchacha guapa, y muy amable además —continuó Lucius, apoyando las manos sobre el escritorio y entrelazando los dedos de ambas manos —, comprendo que no siempre uno tiene lo que quiere, pero bien sabes que el tema del matrimonio no deja de ser un negocio más, y algunas veces hay que hacer pequeños sacrificios para ver resultados adecuados, en este caso un heredero.

    —Eso… —Draco tomó una bocanada de aire, algunas veces su padre lograba infundirle un terrible pánico —, no es el momento.

    —Tienes veintiún años, ¿cuándo será el momento?

    —Aún es demasiado pronto, lo tengo planeado para más adelante, para dentro de unos tres años aún —mintió, sabía que seguramente el cuaderno le indicaría que lo hiciera inmediatamente, antes de caer completamente enfermo, antes de…

    —¿Demasiado pronto? —Lucius soltó una carcajada —Cuando tenía veintiún años tu ya habías nacido.

    —Lo sé, pero siento que no es el momento, ahora no es necesario apresurarse, prefiero seguir dedicándome al trabajo y luego ver lo del niño.

    Lucius le dio una mirada penetrante, como las que le daba cuando lo iba a criticar, cuando le iba a demostrar lo equivocado que estaba y lo vergonzoso que eso era.

    —¿Hay algo más que quieras comunicarnos? ¿Algún problema que te impida compartir habitación con Katrina y por ende, darnos un heredero?

    Draco se pasó la lengua por el labio inferior rápidamente, sintiendo su boca demasiado seca. Luego de un instante se animó a contestar.

    —El que Katrina y yo no compartamos habitación no significa que no… —se removió un poco inquieto sobre su silla, normalmente tenía la sensación de que cualquier mentira que intentara frente a su padre, fallaría miserablemente —no significa que no hayamos consumado el matrimonio, es simplemente que nos gusta dormir separados, tener cierta privacidad. El heredero… si dentro de tres años te parece mucho tiempo, tal vez podríamos replantearlo… tengo que hablar con ella y…

    —Deberías ser consciente de que tu deber no sólo es hacer que las empresas ganen más oro, que también tienes una obligación con tu familia, y esa es tener un niño. Tal vez sea muy pronto, lo reconozco, ninguno de tus amigos lo ha hecho aún, pero tres años me parece un exceso.

    —Sí, padre, por supuesto que sé que tengo una obligación con la familia —contestó Draco, había escuchado aquello muchas veces, aquellas palabras habían resonado en su cabeza cientos de veces, sobre todo cuando era más joven, cuando estaba en la escuela y descubrió que las chicas no eran exactamente lo que le gustaban, o cuando había tenido algunos encuentros amorosos en New York, esas palabras nunca abandonaban su cabeza.

    —Eso es todo. Supongo que nos veremos esta noche en la fiesta de Nott.

    —Sí, padre —asintió Draco poniéndose en pie y tomando su maletín del piso —, buenas tardes.

    Lucius hizo un gesto de despedida con la cabeza y retomó su trabajo, mientras Draco cruzaba la oficina y seguía de largo por la antesala, apenas dirigiendo unas palabras de despedida a Eloísa, cuando llegó a su oficina le dijo a Lucrecia que se podía ir ya a almorzar, y se encerró.

    Tomó un par de pociones, las indicadas para esa hora, y luego sacó el cuaderno negro nuevamente; muchas cosas se habían movido de sitio durante ese tiempo: en la entrada que se anunciaba el nacimiento de un heredero la fecha había sido adelantada para diez meses después, dándole un mes de espacio para seguramente intentarlo, considerando las posibilidades de que no ocurriera con sólo tratar una vez.

    Retrocedió hacia la primera página donde, enojado, había escrito que vería el mundo, que se dedicaría a viajar y ver todo lo que sus padres no le dejaron ver por estar estudiando, o en guerra… algunas veces había pensado que podría hacer ese viaje luego, tal vez en unos años, cuando tuviera un hijo y más control sobre las empresas, que incluso podría tomarse unos meses para realizarlo. Pero ya no había tiempo, el tiempo se estaba agotando.

    El cuaderno no había planificado nada además del nacimiento del heredero, ni siquiera la compra de la nueva empresa que estaba investigando y que aún no había presentado a su padre, nada más que darle a la familia un descendiente que pudiera ocupar su lugar, que pudiera ser criado para llevar adelante la enorme corporación y que transmitiera todas sus creencias y costumbres.

    Se pasó mucho rato más observando la página donde decía que debía nacer un heredero.

    *O*O*O*



    A las ocho de la noche, tal como era lo adecuado, Draco entraba tomando el brazo de Katrina a la mansión Nott, al otro lado de Inglaterra; habían usado un traslador que la familia había enviado a cada uno de los invitados, y rápidamente se sumergieron en el enorme salón de fiesta, decorado en esta ocasión de blanco, con grandes mesas para los invitados, y una banda de música tocando al fondo y sobre una tarima.

    —Les ha quedado muy lindo, ¿no crees? —le preguntó Katrina mientras trataba de llamar su atención. Draco asintió, observándola por un momento, ella tenía el cabello castaño oscuro y lacio, que caía sobre sus hombros desnudos, su piel pálida contrastaba perfectamente con el escotado vestido negro, que llegaba hasta los tobillos. En el cuello lucía una gargantilla de diamantes, una muy fina que él recordaba haberle regalado el día de su boda.

    —Así es —contestó por fin, guiándola hacia la mesa en la que estaban ubicados, conforme avanzaban algunos otros invitados se acercaban a saludarlos de manera amable –amable e hipócrita— pensó Draco, mientras sonreía a Malcom Grey, encargado del área de finanzas del Ministerio, y su esposa.

    —Tal vez luego de la cena de apetezca bailar —le dijo ella con una sonrisa coqueta mientras se sentaban a la mesa.

    —Puede ser —aceptó Draco, uno de los mozos se acercó a ellos y rellenó su copa con vino blanco, al igual que la de Katrina.

    —Me pregunto si Pansy y su esposo demorarán mucho más en llegar —preguntó ella luego de darle un sorbo a su copa y mirando alrededor.

    Draco no respondió, seguía sopesando sus posibilidades: embarazar a Katrina para dejarles un heredero antes de su muerte era lo correcto, lo que se suponía debía hacer. Aunque sabía que no sería justo hacerlo sin informarle todo antes, sin explicarle que ese niño tendría que ser criado sólo por ella, y no que temiera por el tema económico, aquello no le preocupaba, pero sí quién sería el encargado de enseñarle todas aquellas cosas que su padre le había enseñado a él. Honestamente nunca se había planteado el criar a un niño, lo tenía como una idea muy lejana, que, llegado el momento, pensaría, pero ahora, que al parecer era imposible postergarla, empezaba a preguntarse si le gustaría que su hijo fuera criado de la misma manera que él fue criado, se cuestionaba acerca del tipo de padre que sería, ¿estricto como Lucius?, o todo lo contrario, dejando a su hijo libre de hacer lo que se le plazca… Probablemente lo intentaría, aunque su padre le haría ver lo errado de su forma de educar.

    —Estás muy callado esta noche… a decir verdad, desde hace días que te noto así —comentó ella, fijando sus castaños ojos en él. Draco se removió un poco y le dio un sorbo más a su copa de vino.

    —Es el trabajo, he estado demasiado ocupado.

    —Pero no cenar durante días… sin contar que el otro día hasta te desmayaste, lo cual fue realmente preocupante, tal vez se deba justamente a que no cenas y…

    —Y esas son cosas que no discutiremos aquí —la cortó Draco mientras se ponía en pie para saludar a su amigo Blaise.

    —Hola, hola, parejita, ¿qué tal están? —saludó el chico con aquel tono tan inapropiado que tenía.

    Katrina, que no simpatizaba con el chico, hizo un mohín mientras inclinaba la cabeza en señal de saludo. Draco le tendió la mano a su ex compañero de escuela y éste se sentó a su lado.

    —¿Qué tal la vida? —preguntó Blaise luego de que un mozo rellenara su copa también.

    —Perfecto, ¿tú? No te has dejado ver mucho estás semanas.

    —Pero, Draco, si me he dejado ver, sólo que no por los sitios por los que tú te dejas ver —aclaró el chico con una sonrisa pícara. Draco, pese a que Blaise era uno de sus amigos más cercanos, no le había dicho nunca que era gay, y muchas veces sospechaba que él lo sabía.

    —Me imagino por cuales lugares has estado andando —sonrió Draco a pesar de todo,

    Mientras Katrina se ponía en pie y declaraba que debía ir a los servicios, llegaron Pansy y su esposo, un italiano al que casi nunca le entendían nada de lo que decía cuando hablaba en inglés; Goyle y su novia, Pierina Carrigan; Crabbe apareció junto a su flamante esposa: Bonnie Law.

    Como ocurría siempre, las chicas se dedicaron a parlotear acerca de chismes y modas mientras ellos disfrutaban del vino y de sólo escucharlas, a lo lejos vio a sus padres, conversando animadamente con los padres de Nott. Con una inclinación de cabeza se saludaron a la distancia.

    Luego de la llegada de su amigo Nott y su prometida, una chica bajita y rubia, con cara redonda y ojos claros, la cena inició.

    —Al menos parece amable —comentó Blaise a la hora de los postres, mientras señalaba con la cabeza a la pareja, que ahora iba de mesa en mesa saludando y agradeciendo la asistencia.

    —Su abuelo hizo una fortuna en América, es uno de los hombres más ricos de Estados Unidos, ahora su intención es iniciar negocios en Europa. He estudiado sus negocios, tienen mucho futuro. —informó rápidamente Draco, recordando el nombre de la lista de candidatas para desposarse, aunque al no provenir de una familia antigua, por más oro que tuvieran, lo había desanimado.

    —Ya, que no he preguntado si es que tiene o no oro —se quejó Blaise mientras Crabbe negaba con la cabeza.

    —Pero es importante saber a qué se dedica su familia —intervino el chico, hablando con voz suave y lenta.

    —Así es —convino Draco.

    —Ya, pero es que… —Blaise negó con la cabeza y lució, por un instante, derrotado, antes de ampliar la sonrisa cuando Theo se les acercó junto a su prometida: Geraldine Jupp.

    Draco sabía cuál era el problema de Blaise, él, al contrario de sus demás amigos, no había crecido con un padre o con una tradición que seguir, simplemente no tenía la obligación de casarse, su madre le había dicho que era libre de hacer lo que quisiera, y siempre estaba protestando por los caminos que los demás seguían. Incluso, Draco recordaba, la noche antes de su boda con Katrina, él había aparecido en la Mansión, exigiendo verlo, para luego intentar convencerlo de no tirar su vida por la borda.

    Luego de saludar a los nuevos casi esposos e intercambiar algunos comentarios más, la pareja se despidió, dejándolos solos nuevamente, en la pista de baile ya algunos bailaban y Draco sentía la mirada de Katrina sobre él, prácticamente implorando para que la sacara a bailar. Pero él la ignoró por un momento más, mientras escuchaba la conversación de Goyle, Crabbe y Blaise acerca del último partido de Quidditch al que habían asistido, donde Weasley, la hermana menor de todo ese grupo de pelirrojos, había hecho una excelente maniobra para alcanzar la snitch. Draco se sintió algo confundido, llevaba mucho tiempo sin pensar en ese grupo, en los Weasley, en Longbottom, e incluso en Potter, es más, no recordaba haber sabido mucho más de él tras la guerra, tras haber por fin vencido al Lord.

    La conversación dejó de parecerle interesante, mientras ellos continuaban hablando de aquel partido y, algo resignado, invitó a su esposa a bailar.

    Para cuando la hora de partir había llegado, Draco se había enfrascado en una conversación bastante animada con Theo, que había dejado a su novia por algún lado, y Blaise, acerca de los planes de éste último para la siguiente semana, cuando partiría hacia África por al menos unos seis meses, planeaba recorrer el continente y ni siquiera sabía cuándo podría escribirles nuevamente.

    —Deberíamos hacer una fiesta de despedida —propuso Theo.

    —¿Una fiesta? —Blaise soltó una carcajada —Ustedes no saben lo que es hacer una fiesta, sólo reuniones estiradas y aburridas.

    —Oh, vamos —bufó Theo —, no me dirás que no te estás divirtiendo.

    —Podría encontrar otras formas de divertirme —dijo, guiñándole un ojo a Draco, que pensó que tal vez su amigo se había pasado de copas, pues nunca lo había visto actuar de esa manera, tal vez se debía a que pronto se marcharía, y estaba con ganas de molestar.

    —Deberíamos, al menos, ir a tomar un trago —opinó Draco, mientras en una mano sostenía un vaso de Fire Whisky, y los dedos le quemaban por ir a buscar un cigarro, aunque claro, aquello no era apropiado en ese lugar.

    —¿Ves? Draco sí que piensa un poco más —río Blaise, pasando un brazo sobre el hombro de Draco y sonriendo ampliamente.

    —De acuerdo, no sería mala idea, después de todo… —Theo se interrumpió y levantó las cejas, señalando a algo detrás de Draco y Blaise, los dos voltearon a la vez para darse cuenta de que no era algo, sino alguien lo que había detrás.

    —Draco, querido, tus padres ya desean marcharse —dijo Katrina, mirando con algo de recelo al brazo que Blaise aún tenía sobre su hombro. Draco dio una mirada al fondo del salón, sus padres parecían despedirse de los señores Nott.

    —Está bien, diles que los veré en casa —contestó al fin, dándole un sorbo más a su copa de Whisky, sintió como el licor le quemaba la garganta y recordó que llevaba mucho tiempo sin tomar más que un par de tragos de cortesía en alguna reunión, debía medirse con el alcohol, él nunca se había emborrachado en ninguna de esas fiestas y esa no sería la primera vez.

    —Pero pensé que tal vez nosotros…

    —Oh, lo siento ¿Ya estás cansada? —preguntó, desembarazándose por fin de Blaise y caminando hacia ella, para conversar de manera más privada.

    —Sí, preferiría volver a casa ya —contestó ella con una sonrisa.

    Draco miró a sus amigos una vez más y luego a su mujer, pensando en que realmente quería quedarse, no haría nada en la Mansión, y al día siguiente podría llegar un poco más tarde a la oficina. Después de todo, era uno de los jefes y se podía dar esas libertades.

    —De acuerdo, ve con ellos, no hay problema, yo regresaré más tarde.

    Katrina abrió los ojos, luciendo asombrada, luego se acercó un poco más a Draco y cuando habló lo hizo con un susurro:

    —No es correcto que me vaya sola, ¿qué van a decir los demás?

    —Pues, nada, creo —frunció el ceño Draco, mirando alrededor, nadie les prestaba atención realmente —, además, no te vas sola, te vas con mis padres.

    —Pero, Draco…

    —De acuerdo —suspiró Draco —¿prefieres que te acompañe hasta la Mansión y luego vuelva solo?

    —No… eso no —Katrina lo miró, parecía a punto de enfadarse, aunque Draco nunca la había visto enojada antes —, está bien, tienes razón, nos vemos en casa —claudicó finalmente, se acercó a él y le dio un beso en la mejilla antes de darse la vuelta y reunirse con los señores Malfoy, que parecieron algo contrariados por la forma en que regresarían. Draco fue muy cuidadoso en darles la espalda y fingir completa ignorancia mientras suponía, ella les explicaba que él se quedaría un rato más con sus amigos.

    —Ya se ha ido —informó Blaise luego de un momento más, con una sonrisa burlona.

    —Entonces —continuó Theo, quien sabía que a Draco no le gustaba que lo molestasen mucho, y lo mejor era detener a Blaise y sus bromas —, estábamos hablando de ir a tomar un trago para despedir a Blaise.

    —Cierto, cierto —confirmó Blaise, sonriendo —, aunque podríamos ir a hacer lo mismo ahora.

    —¿Ahora? —preguntó extrañado Draco.

    —Claro, esta pseudo-fiesta ha terminado, y todos se están yendo, podemos desaparecernos y nadie dirá nada; conozco un sitio en Poole donde podemos beber algo.

    Ambos parecieron dudar durante un momento, la sonrisa burlona de Blaise se amplió, retándolos, hasta que finalmente ambos asintieron y se dejaron arrastrar hasta uno de los jardines, para salir por la puerta trasera de la mansión y poder aparecerse en el lugar que su amigo les quería mostrar.

    *O*O*O*



    Por un momento Draco estuvo preocupado de que el lugar al que Blaise los quisiera llevar fuera uno de esos sitios muggles llenos de mujeres desnudas bailando, ya lo había hecho una vez, aunque en esa oportunidad todos se habían, luego de algunas protestas, divertido bastante. Todos menos él, que no encontraba atractiva a una mujer cubierta de escarcha, bailando sobre una tarima, aunque, por el bien de su reputación, había sabido fingir muy bien que sí encontraba todo aquello interesante.

    Esta vez, sin embargo, aparecieron en una oscura calle, a unos cuantos metros se podía ver un bar, aparentemente muggle, en la parte de afuera tenía un letrero en madera, que decía: "Big Men".

    El interior era agradable, con sus paredes de madera y sus medias luces, se sentaron en una de las mesas más cercanas a la puerta y pronto Blaise ordenó vodka para todos.

    El tiempo pasó mucho más a prisa de lo que había pensado, mientras compartían historias de la escuela, que ahora parecía tan lejana, de cuando habían ido a New York a visitar a Draco, o de lo que Blaise pretendía encontrar viajando por África.

    Pese a haber pensado en no emborracharse, para la cuarta copa de vodka Draco sentía esa modorra propia del alcohol, esa que lo invitaba a cerrar los ojos y dejarse llevar por el sueño, luchó contra sus propios deseos y trató de prestar atención nuevamente a sus amigos, entonces se dio cuenta de que Theo estaba apoyado sobre la mesa, indiscutiblemente, dormido.

    —Oh, pobre, no aguanta nada —se burló Blaise, aún en la neblina de la casi borrachera, Draco podía ver que su amigo tampoco estaba completamente coherente.

    —Pues… debemos llevarlo a su casa, es demasiado tarde.

    —No creo estar en condiciones de aparecerlo —respondió Blaise mirándolo fijamente, algo en su mirada hizo que su interior se estremeciera. Negó con la cabeza, tratando de alejar esos pensamientos inapropiados y miró nuevamente hacia Theo, buscando una solución.

    —¿No tienes un traslador? —preguntó al fin.

    —Sí, a mi departamento…

    —¿A cuál de ellos? —Blaise parecía tener cierta adicción por comprar departamentos, los cuales usaba según se le antojaba, un día lo podías encontrar en Londres, al siguiente en Plymouth y luego… quién sabe en dónde.

    —Uno que acabo de comprar aquí, aunque te digo que lo mejor será caminar hasta allá, está a solo unas cuantas calles.

    —¿No sería más fácil aparecer allí y luego usar la red flú para llegar a casa? —preguntó Draco, sentía su lengua enredarse y esperaba haberse dejado entender.

    —Probablemente terminaría vomitando, si es que doy tantas vueltas —admitió Blaise adelantándose un poco más sobre la mesa y acercándose a Draco —, tú tampoco estás tan bien que digamos… no quiero a nadie vomitando en mi piso nuevo.

    —Oh… —Draco arrugó la nariz, imaginando la escena y admitiendo que efectivamente, eso no sería muy agradable. —Supongo que la red flú es más sencilla y…

    —Es un departamento muggle, no tiene red flú —aclaró Blaise, poniéndose en pie y haciendo una señal al mozo, que rápidamente se acercó a ellos.

    —¿Señor?

    —Anda, ayúdanos a ponerlo en pie para llevarlo a casa.

    —Por supuesto —asintió el mozo, dejando a un lado la bandeja que traía entre las manos y jalando a Theo para ponerlo en pie. Luego de un instante, Draco reaccionó y se puso en pie, sintiendo como el piso se movía a su alrededor.

    —Oh, vamos Draco, no me digas que te tengo que cargar a ti también —reprochó Blaise medio en broma, Draco negó con la cabeza, tomando una bocanada de aire y sintiéndose un poco mejor.

    Cuando salieron a la calle, el viento helado de la madrugada lo golpeó en la cara, haciéndolo sentirse un poco mareado, cerró los ojos un instante, tratando de calmarse, mientras el cuerpo de Theo parecía pesar más de lo que debería pesar.

    —Es por este lado —indicó Blaise, jalando a Theo, y con él a Draco, hacia un lado de la avenida, avanzaron un par de calles, jadeando silenciosamente por el esfuerzo, torcieron por una calle bastante iluminada y se detuvieron delante de un edifico que parecía antiguo y remodelado.

    —Vaya… —Draco tomó una bocanada de aire mientras soportaba el peso completo de su amigo para que Blaise pudiera abrir la puerta del edificio.

    —Está muy pesado, lo sé —contestó Blaise, empujando la puerta con el pie y apoyando el cuerpo de Theo en uno de sus hombros, los tres avanzaron por el silencioso y vacío vestíbulo hasta un pequeño ascensor.

    Sólo allí dejaron apoyado el cuerpo de Theo sobre la pared y respiraron aliviados.

    —¿No podemos levitarlo desde aquí? —preguntó Draco, mirando a su amigo, que seguía profundamente dormido.

    —Si lo haces tú no me molesta, aunque ya sabes lo que dicen de hacer magia bajo los efectos de alcohol.

    —Sí —suspiró Draco, frustrado —, que los resultados no son nunca los adecuados.

    Una campanilla les indicó que ya habían llegado al tercer piso, y con resignación volvieron a cargar a Theo, caminando hasta el final del pasillo, donde una puerta blanca anunciaba la letra "A"

    Entraron a tropezones y lanzaron el cuerpo de su amigo hacia el sofá, el único que había en la vacía sala. Inmediatamente Blaise encendió las luces y Draco pudo ver mejor el lugar, lucía limpio, pero sin ningún adorno o mueble además del sofá y una lámpara de pie.

    —Vamos, él se quedará durmiendo por lo menos hasta mañana —le dijo Blaise, jalando de un brazo a Draco hacia el pasillo del fondo.

    —Blaise —susurró Draco, no encontrando extraño que su amigo lo llevase hasta la única puerta del pasillo —, ¡no pagamos la cuenta! —exclamó, cayendo en cuenta de ello recién.

    —Oh, no importa, tengo crédito allí.

    —¿Cómo? —Draco se sorprendió por la declaración de su amigo, mientras éste abría la puerta y dejaba ver una habitación, dentro había una gran cama y una cómoda, además de dos puertas blancas, una a cada lado. —¿Esta es tu habitación? ¿No tienes una de invitados o algo así?

    —No, no tengo, es un lugar pequeño —comentó Blaise mientras se desprendía de la corbata, un auto pasó a lo lejos y el sonido llegó hasta ellos, iluminando un poco más la oscura piel de Blaise, que ya se estaba abriendo la camisa.

    —Pero… ¿Dónde voy a dormir yo? —preguntó Draco extrañado, maldiciendo que el alcohol hiciera que su voz sonara tambaleante e insegura.

    —En la cama, por supuesto, ambos dormiremos allí.

    Draco sintió como sus mejillas comenzaban a quemar un poco mientras observaba la enorme cama.

    —¿Por qué tienes crédito en el bar? —preguntó para romper el silencio y hacer algo más que observar a su amigo quitarse los pantalones. Vio sus músculos marcados, sus piernas fuertes y oscuras, su abdomen y su pecho, y algo se agitó nuevamente en su interior. Atribuyó eso a llevar demasiado tiempo sin tener sexo y trató de quitarle importancia.

    —Lo compré hace unos meses —explicó el chico, quedando al fin sólo en ropa interior, de color celeste, y caminando hacia Draco.

    —Ah —susurró Draco, retrocediendo un par de pasos.

    —¿Dormirás vestido? —preguntó Blaise, sonriendo un poco y en lugar de seguir acercándose a él, caminando hacia la cama y tirando los cobertores al piso.

    —Pues… no… claro que no —contestó rápidamente Draco, caminó hacia el lado opuesto de la cama y se sentó en ella, desprendiéndose de los zapatos y los calcetines, presintiendo que aquello era un error.

    —Vamos, no es como si nunca te hubiera visto desnudo —comentó Blaise, Draco sintió como la cama se hundía un poco y tomó una bocanada de aire.

    —¿Por qué compraste un bar? No es un gran negocio, si querías invertir en algo me hubieras avisado y yo hubiera podido darte algunos consejos —dijo Draco, quitándose la corbata y la camisa, y luego poniéndose en pie para desprenderse de los pantalones, sin voltear a ver a su amigo.

    —Porque es divertido… no lo sé, he pensado que en algunos años me gustaría atender un lugar como ese… algo así.

    Draco volteó finalmente hacia su amigo, mirándolo preocupado.

    —¿Atender un bar? Eso es… no se ve bien, podrías hacer otras cosas.

    —Ya veré, al fin encontrare qué me haga feliz —susurró palmeando sobre el colchón, e indicándole a Draco que se tendiera junto a él.

    Draco se mordió el labio inferior por un momento, recordándose que se trataba de un amigo, de Blaise, con el que había estudiado, con el que había compartido habitación; el que lo había visitado en New York varias veces, el que le había escrito durante la guerra, que definitivamente aquello no era coqueteo, simplemente era la forma de ser de él.

    Se tendió a su lado y por un largo momento ninguno dijo nada, Draco miraba hacia el techo, pese a la gran cantidad de alcohol en su organismo y a haber sentido algo de sueño cuando estaban por abandonar el bar, ahora se sentía extrañamente lúcido, lo cual lo hacía pensar, y tensarse por aquellos pensamientos.

    Tal vez Blaise sería alguien que lo entendería, que le daría un buen consejo, que le daría las luces con respecto a qué hacer ahora, ahora que ya no tenía ningún maravilloso futuro. Al menos sería un mejor consejo que el cuaderno o sus padres.

    —Blaise —susurró, esperando que su amigo no se hubiera quedado dormido.

    —¿Sí? —preguntó el chico, Draco fue consciente de su cuerpo y su piel caliente, y una nueva oleada de deseo lo invadió, pero la reprimió, tratando de concentrarse en lo que quería preguntar realmente.

    —Si alguien te dijera que… que morirás muy pronto…

    —¿Morir? ¿Alguien te ha amenazado, Draco? —interrumpió el chico, con voz alarmada.

    —No, no —negó Draco, girando a mirarlo por un momento, sus ojos verdes claros lo miraban fijamente, aunque parecieron relajarse por la negativa de Draco —, me refiero a que si por alguna razón tú supieras que vas a morir, no sé, en un mes, o mañana… ¿Qué es lo que harías? ¿Tratarías de cumplir con todo lo que se te ha encargado? ¿Esperarías tranquilamente hasta que el momento llegara…? No sé…

    Draco suspiró y se encogió de hombros, mirando hacia el techo nuevamente y sintiéndose impotente por no poder explicarse mejor, pero tampoco quería decirle a nadie sobre eso, no aún al menos.

    —¿Si me dieran la fecha de mi muerte, dices?

    —Sí —Draco giró el rostro para poder ver a su amigo nuevamente, encontró algo perturbador que estuviera más cerca de lo que había pensado, sin embargo, no apartó el rostro ni se movió. Blaise le dio una mirada más intensa aún, la más intensa que le había dado nunca, y se puso de costado, pegándose más a su cuerpo. Draco se empezó a tensar más, sintiendo como su amigo se acercaba lentamente, hasta que sus rostros estuvieron a solo unos centímetros.

    —¿Blaise? —preguntó con algo de timidez.

    —Vivir —respondió el chico al fin, pasó la lengua por su labio inferior lentamente, mirándolo, ahora Draco lo tenía bastante claro, con deseo.

    —Blaise —susurró nuevamente Draco, no muy seguro de qué hacer.

    —Vivir —repitió Blaise —Viviría lo más que pudiera, hasta que el momento llegara, si se tratase de un solo día… —su rostro se acercó más aún, hablando ahora en susurros; Draco pudo sentir su cálido aliento, mezclado con el olor a alcohol —, le sacaría el mayor provecho posible, haría todo lo que se me viniera en gana… —y entonces el beso fue inminente, Draco no opuso resistencia alguna, ni siquiera pensó en que se trataba de su amigo de la escuela o un miembro de la sociedad a la que pertenecía, alguien que podía delatarlo o hundirlo, simplemente se dejó llevar; con una mano lo sujetó de la nuca para evitar que se alejara, mientras hacía la fuerza necesaria para empujarlo sobre la cama y colocarse encima. La lengua de Blaise se sentía experta y segura, mientras invadía su boca y jugueteaba en el interior, un pequeño gemido escapó de su garganta cuando Blaise le mordió el labio inferior.

    Agitado y ansioso, Draco levantó un poco el rostro, para ver a su amigo, su rostro y su piel brillaban aún en la oscuridad, su cuerpo fuerte y marcado parecía más tenso y una dura erección se notaba ya contra sus caderas.

    —¿Qué es lo que estás haciendo? —preguntó, no muy seguro de si la pregunta era para su amigo o para él mismo, repartiendo pequeños besos en la mejilla y el cuello.

    —Haciendo lo que deseo hacer. Tú también lo deseas… yo lo sé —gimoteó Blaise cuando Draco lo mordió en la unión del cuello y el hombro, arqueándose un poco.

    —Yo no…

    —Yo lo sé… desde hace mucho —confesó su amigo, mientras con sus manos le presionaba la espalda, obligándolo a pegarse más a su cuerpo, a que sus pieles, calientes y deseosas, se tocaran por completo.

    —Oh… —Draco gimió ante la sensación de su erección, aún debajo de la ropa interior, frotándose contra la de él. —No… no se lo puedes decir a nadie y…

    —No lo haré —aceptó Blaise mientras su mano abandonaba la espalda y buscaba en frente bajar la ropa interior de Draco.

    Y entonces Draco dejó de pensar, se elevó lo suficiente para que Blaise bajara un poco su ropa interior e hizo lo mismo con la de él, viendo por primera vez el miembro erecto de su amigo. Ambos comenzaron a acariciarse con rapidez y desesperación, acallando sus gemidos con los besos y mordidas, tratando de tocar toda la piel a su disposición, hasta que todo se volvió insuficiente. Blaise se apartó de él sólo el momento justo para sacar expertamente de la mesa de noche un frasco de lubricante y un preservativo y pasárselos a Draco.

    Draco contuvo su cuestionamiento acerca de si es que Blaise se había estado acostando con muggles en esa cama, y rápidamente volteó a su amigo y untó lubricante en su entrada, mordió el empaque del condón y se lo puso, mientras Blaise se agitaba debajo suyo, gimiendo y levantando más y más las caderas.

    Todo fue rápido, demasiado rápido, debía reconocer Draco, pero lo cierto era que llevaba semanas sin pensar siquiera en el sexo; desde que se había enterado que estaba sentenciado a muerte había alejado de su mente todo aquello, reemplazándolo con cosas, según él, más importantes, como el trabajo, la familia… un heredero.

    Cuando todo terminó, ambos se dejaron caer sobre la cama, de espaldas, sus piernas y brazos rozándose, mientras respiraban agitadamente.

    —A veces quisiera que entendieras —comenzó a decir Blaise —, que existe un mundo más allá del pequeño universo en el que vives… que hay demasiado que ver como para que te estés preocupando del oro y de lo que los demás dirán.

    —¿Hace cuanto lo sabías? —preguntó Draco, no queriendo escuchar aquel discurso nuevamente.

    —Desde que fui a New York la última vez, ¿recuerdas que aparecí una noche antes de lo esperado?

    —Ajá.

    —Ese día vi a un chico salir del lugar en el que te quedabas, para entonces ya tenía algunas dudas, y no soy tan tonto como para no saber qué era lo que habían estado haciendo, sobre todo por la forma como te encontré.

    —Ah… Jasón —masculló Draco. Jasón era un chico con el que se había estado saliendo en New York, era mago, estudiante también de la Escuela de finanzas, al final Jasón lo había dejado porque Draco le había dicho que jamás admitiría que era gay y que en unos cuantos meses se tendría que casar. La separación le había dolido, era cierto, pero no lo suficiente como para dejar todo e ir tras él. Se preguntó qué sería de la vida del chico, después de más de dos años que no lo veía.

    —Ese… era guapo —Blaise se apoyó sobre un codo y elevó la cabeza lo suficiente para verlo a la cara.

    —Algo guapo —reconoció Draco, encogiéndose de hombros y desviando la mirada.

    —Sí me dijeran que voy a morir mañana, haría exactamente lo mismo que hago cada día —dijo entonces Blaise, cambiando completamente de tono y acercándose más a él —, viviría, simplemente eso, al fin y al cabo, es mi vida y cuando muera seré yo el que se arrepentirá de no haber hecho determinadas cosas, no mis padres, mis amigos, o la sociedad.

    Draco sintió algo pesado en su pecho, tras las palabras de su amigo y no supo qué contestar a aquello.

    Blaise se inclinó hacia él y le dio un beso más, antes de dejarse caer a su lado.

    —Tú… ¿Por qué hoy has…?

    —Porque me gustas, siempre lo has hecho —admitió Blaise —, no que esté enamorado de ti, no te asustes —soltó una pequeña carcajada que, de alguna manera, relajó un poco más a Draco —, es más, ni siquiera soy sólo gay, me gustan tanto las chicas como los chicos —aquello le aclaró a Draco el porqué lo había visto con más de una chica en el pasado, y no de la manera inocente que él y Katrina se comportaban —; pero en unos días me iré de aquí y no sé cuándo volveré, y no quise hacerlo sin haber intentado… —suspiró profundamente y se sentó a jalar los cobertores que estaban aún en el suelo —, me alegra de haberlo hecho —concluyó.

    Draco asintió, se abrigó bajo los cobertores y se pegó más al cuerpo caliente de su amigo.

    —A mí también me alegra que lo hayas hecho —admitió, y aquello era cierto.

    Cerró los ojos y pronto el cansancio hizo que se quedara profundamente dormido.

    *O*O*O*



    Abrió los ojos cuando la luz del día ya inundaba la habitación, por un instante se sintió fuera de lugar y confuso, entonces Blaise, aún dormido, se giró un poco, dejando ver su rostro relajado, y los recuerdos llegaron a él.

    Su corazón empezó a latir con fuerza, recordando que se había acostado con él y que probablemente Theo seguía aún durmiendo en la sala, en el único sofá que había.

    Se puso en pie con prisa, empezando a sudar y a sentir un dolor de cabeza diferente al que normalmente tenía, sus manos temblaban mientras se ponía los pantalones y la camisa, cuando se agachó para ponerse los zapatos, la habitación tembló un poco y tuvo que sujetarse de la cama para no caer.

    Entonces Blaise gimoteó un poco y se removió nuevamente, y Draco se quedó observándolo un momento; recordando ya no solamente lo que habían hecho, sino también lo que se habían dicho: él se iría de viaje en unos días, y no sabía cuándo volvería, lo que Blaise no sabía era que lo más probable sería que cuando volviese él ya no estaría allí, que ya no existiría más, que…

    Él iba a morir, en menos de un año, en tan sólo unos meses, iba a morir y por primera vez, desde que el medimago se lo dijo, empezó a sentir pánico.

    Voy a morir, se dijo mientras se alejaba lentamente de la cama, observando el cuerpo desnudo de su amigo.

    Voy a morir… no estaré en un año aquí, quizá ni siquiera en ocho meses…

    La realidad lo golpeó con fuerza. Tenía el tiempo contado. No había nada que hacer, eso había dicho el medimago, que no había salvación, que todo estaba perdido.

    Entonces salió corriendo de la habitación, pasó de largo por la sala donde, efectivamente, Theo seguía durmiendo, y salió al pasillo, no usó el ascensor, sino las escaleras, bajándolas de dos en dos y sujetándose de la baranda, hasta que llegó al vestíbulo, que seguía desierto. Corrió hacia la calle, temblando y sin saber exactamente qué hacer o hacia dónde dirigirse, con sólo una verdad retumbando en sus oídos:

    "Voy a morir".

    *O*O*O*

     
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  3. Kari Tatsumi
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    CAPÍTULO 2



    —¡Vas a morir! —gritó una voz a su espalda; Draco, que se había dejado caer finalmente en la banca de un parque, demasiado cansado ya de correr y empezando a sentirse miserable, giró para ver con horror a la persona que estaba gritando. Se trataba de una anciana, usaba un raído abrigo, parchado en varios lugares aunque aún tenía agujeros sobre esos parches. Tenía un letrero colgado al pecho, parecía de cartón y precariamente pintado estaba: "El fin del mundo se acerca", su cabello gris estaba sujeto por una coleta, pero aún así lucía desordenado y sucio, en sus ojos celestes se podía ver la demencia.

    —¡El fin del mundo está cerca! —gritó la mujer con más entusiasmo, mirando a Draco, que al parecer era el único que le prestaba atención —¡Todos moriremos!

    —Yo moriré —masculló Draco, negando con la cabeza y poniéndose en pie. El ataque de pánico había desaparecido y ahora sólo quedaba el vacío de enfrentarse a algo que no podría resolver.

    La mujer hizo el intento de acercarse un poco más a él, pero Draco retrocedió rápidamente y empezó a caminar con pasos rápidos, alejándose de ella y del parque.

    El cielo estaba completamente despejado, aunque corría un poco de brisa, podía sentir el sol quemando un poco su piel, aún así, no sintió nada de calor, el dolor de cabeza, producto de la resaca, se estaba apartando, al igual que el temblor en su cuerpo. Avanzó un poco más, sintiéndose completamente desubicado, en realidad no tenía conciencia de qué tan lejos había corrido o hacia cuál dirección se encontraba el departamento de Blaise. Luego de recorrer un par de calles más, decidió que no quería volver allí, no quería ver a Blaise, o a Theo, o a nadie. Se demoró en encontrar un lugar oculto donde desaparecerse, pero al fin lo consiguió, y luego de concentrarse se apareció en los jardines de la Mansión.

    Por la hora sabía que probablemente su padre estaría en la oficina, seguramente algo enfadado al enterarse de que no se había presentado a trabajar, o a dormir en casa siquiera; y que su madre y Katrina estarían de compras, o visitando a alguna de sus amistades.

    Con tranquilidad atravesó el jardín, en esa época del año todo lucía verde: verde vivo y brillante; y esa apreciación solo logró deprimirlo más. Vio al fondo, junto a la enorme fuente que había en el centro, a los pavos reales, caminando indiferentes a todo. Negó con la cabeza, a él no le gustaban tanto esos animales, de niño, a escondidas, por supuesto, había molestado a muchos de ellos, hasta que uno lo había picoteado, con tal fuerza que lo había herido en un brazo. Su madre lo había regañado por eso y desde entonces se mantenía lo más lejos posible de las mascotas de su padre.

    El interior de la Mansión estaba silencioso, con los grandes ventanales abiertos de par en par, dejando que la luz bañara el interior.

    —Buenos días, amo —saludó un elfo apareciendo delante suyo, aquellas apariciones no lo sorprendían, estaba acostumbrado a ellas desde que tenía memoria.

    Draco hizo un asentimiento con la cabeza mientras el elfo lo observaba, seguramente algo sorprendido por su aspecto. Ni siquiera había pensado en su aspecto, en como luciría su ropa arrugada, o el olor a licor que seguramente despedía.

    —¿Desayunará el amo? —preguntó el elfo, inclinando la cabeza.

    —No, gracias —respondió Draco, su voz sonó ronca y pastosa, recordó una vez más que su alimentación no estaba siendo la adecuada en las últimas semanas, pero dejó de lado el tema, recordando que, al fin y al cabo, no había una salud que cuidar, que de todas maneras se moriría.

    El elfo desapareció mientras él subía las escaleras con pasos lentos y pausados, el pasillo, también iluminado por los ventanales abiertos, le dejó ver la silueta de alguien apoyada sobre la puerta de su dormitorio. Entrecerró los ojos por la luz y continuó avanzando, hasta que se dio cuenta de que se trataba de Katrina. Exhaló un suspiro de alivio, al menos no se trataba de su madre en busca de una explicación por su extraño comportamiento.

    —¿Dónde has estado? —reprochó la mujer en cuanto Draco la alcanzó, tenía un tono de voz molesto, uno que Draco no le había escuchado antes. Y eso lo extrañó, pues no era la primera vez que pasaba una noche fuera, hasta unos meses antes era usual para él no llegar de noche, y aparecer temprano, listo para el desayuno, y Katrina nunca había tenido un reclamo por ello. En el fondo, pensó Draco, ella no tenía por qué hablarle de esa manera, después de todo había dejado las cosas claras desde el inicio.

    —Por allí —respondió, encogiéndose de hombros y poniendo una mano sobre el pomo de la puerta, para poder entrar y esperando que, con ese gesto, la mujer entendiera que quería estar solo.

    —¿Por allí?; estaba muy preocupada por ti, no puedes simplemente desaparecerte y decir que estabas por allí —increpó ella sin apartarse. Draco arqueó una ceja, quería estar solo, tenderse sobre la cama y compadecerse de sí mismo por un rato, no que ella le echara la bronca como si se tratara de una esposa celosa.

    —No tienes por qué preocuparte por mí —contestó apretando los dientes y presionando más la mano sobre el pomo de la puerta —, y ahora quiero estar solo, no tengo deseos de hablar contigo ni con nadie.

    —No puedes desaparecerte así como si nada, sin dejar dicho dónde vas, pensé que podría haberte pasado algo cuando no volviste, y luego tu padre se conectó por la red flú para preguntar si es que estabas en casa y si sabíamos por qué no habías ido a la oficina.

    —Ya veré yo que le digo —Draco empujó la puerta un poco, instando a Katrina a moverse, sin embargo, ella no lo hizo, con los brazos cruzados y el ceño fruncido.

    —¿Y bien?

    —¿Y bien, qué? —preguntó Draco, cada vez más impaciente.

    —¿Dónde has estado?

    —Pero, ¿qué es lo que te pasa a ti ahora?, ¿de cuándo acá te pones en el plan de esposa ofendida?

    —Soy tu esposa, por si lo has olvidado —respondió ella, levantando la mano donde tenía el anillo de matrimonio. Draco no usaba un anillo de matrimonio, sólo el anillo que su padre mandó a hacer para él cuando nació, ningún Malfoy usaba un anillo de bodas, eran ellas, después de todo, las que se adherían a su familia, ellos continuaban siendo Malfoy.

    —No, no lo he olvidado —Draco miró alrededor, y luego nuevamente hacia el diamante del anillo de matrimonio, ni siquiera recordaba cuánto había costado… ¡Ah, claro!, es que su padre había sido quien lo había comprado cuando anunció el matrimonio, rememoró. Es más, no era capaz de reconocerlo, lo había visto sólo un momento, cuando su padre se lo regaló y luego cuando lo puso en el dedo de ella, delante del mago que los unió.

    —¿Entonces?

    —Entonces, nada. Estás fuera de contexto, serás mi esposa porque usas ese tonto anillo, pero no mi mujer, y no tengo porqué darte explicaciones de nada de lo que haga, así como yo no te ando pidiendo explicaciones a ti. Hoy he tenido un día muy malo y no estoy de humor para tus caprichos o tonterías, así que me voy a dormir. Si mi padre pregunta por mí dile que lo veré luego, que por ahora estoy muy cansado. —Y dicho eso empujó la puerta con más fuerza, haciendo que con ese gesto Katrina finalmente se alejara.

    —Sé lo que te dijo el medimago, Draco —dijo entonces ella, su voz, aunque baja, sonaba amenazante.

    Draco se detuvo a medio camino, sin atreverse a mover un solo músculo, mientras la voz de Katrina resonaba en su cabeza.

    —¿Creíste realmente que no me lo diría? Soy tu esposa, tengo derecho a saber ese tipo de cosas, además que él estaba muy preocupado por tu reacción, pensó que lo mejor era ponerme en sobre aviso.

    —Entra —masculló Draco finalmente, abriendo por completo la puerta y haciéndose a un lado para dejarla entrar.

    Katrina asintió complacida y entró a la habitación, por primera vez en su vida, mirando hacia las paredes, hacia el librero y las puertas del armario; frunció el ceño al ver el paquete de cigarros sobre la mesa de noche, pero no comentó nada, mientras Draco se desprendía del saco y se metía al baño.

    —Salgo en un momento, siéntate donde quieras —dijo Draco mientras se metía al baño, sabía que la hora de tomar las pociones se le había pasado y atribuyó el no sentirse tan enfermo como normalmente se sentía a la resaca y la crisis que había tenido poco antes, pero no por eso se arriesgaría a no tomarlas.

    Cuando salió del baño Katrina estaba de pie, delante de la ventana, mirando hacia los jardines.

    —Desde aquí se ve la fuente —comentó Katrina, sin dejar de mirar hacia la ventana.

    —Lo sé.

    Katrina suspiró profundamente y se giró, parecía mucho menos enfadada que antes, incluso preocupada, sus ojos castaños lo miraron fijamente por un instante, antes de, por invitación de Draco, sentarse en uno de los pequeños sofás que había junto a la ventana.

    Draco se sentó delante de ella y atrajo el cenicero y los cigarros. No fumaba nunca delante de su familia, o de ella, pero en ese momento no le importó no guardar la compostura.

    —Es un feo hábito —dijo ella arrugando un poco la nariz.

    —¿Desde hace cuánto que lo sabes? —preguntó Draco, ignorando por completo el comentario de su esposa y dándole una calada al cigarro.

    —Desde el día en que te lo dijeron, estaba esperando que me lo dijeras, que te sinceraras conmigo o con tus padres, pero al parecer eso no va suceder. ¿Qué pensabas, simplemente callarlo hasta el final?

    —Sigo escuchando en tu voz reclamos que, por más que seas mi esposa, no tienes derecho a hacer. Lo que yo decida hacer o no hacer es problema mío, no tuyo.

    —¿Estás loco? —jadeó ella, como si hubiera blasfemado —No puedes simplemente… —negó con la cabeza, como buscando las palabras correctas —¿Te das cuenta de lo que significa? Draco… vas a morir.

    —¡Ya lo sé! —replicó él —no es algo que necesite que me repitas.

    —¿Qué se supone que haremos ahora? No puedes morir… tenemos que… tu padre quiere un heredero, me lo ha dicho muchas veces, dice que quiere que tengamos un hijo pronto, si tú mueres no habrá nadie que herede tu apellido, los Malfoy desaparecerán y yo…

    —Y tú serás una viuda. Vaya —suspiró Draco fingidamente afectado —, ¿cómo no se me ocurrió antes pensar en eso? En que serías una viuda y ya no una soltera con posibilidades de enlazarse con un mago que no te deje en desventaja ante la sociedad. A veces no comprendo cómo puedo ser tan egoísta para no fijarme en esas cosas.

    —Eso no fue lo que quise decir —aclaró ella rápidamente, su mirada se había vuelto algo cautelosa mientras se removía un poco en el sofá, dudando en si acercarse a él o no, finalmente se quedó quieta, seguramente por la mirada tan agresiva que Draco tenía —, pero cuando nos casamos… tú dijiste… dijiste que esto era para darle un heredero a tu familia, de acuerdo a la tradición, y yo acepté, ahora, sin embargo, tú vas a…

    —¡Deja de decir que voy a morir! —gritó Draco, interrumpiéndola y poniéndose en pie con tal fuerza que pateó la mesa de centro, el cenicero, que había estado al borde de ella, cayó haciendo un sonido estridente, mientras se quebraba en varios pedazos.

    —Draco, no tienes porqué…

    —¡Exacto! —interrumpió Draco nuevamente, señalándola con la mano en la que tenía el cigarro aún encendido, elevando el humo hacia el techo —. No tengo porqué hacer nada. Es mi vida de la que estamos hablando, y sí, me voy a morir, y créeme que en lo último que voy a pensar durante las últimas semanas de mi vida es en cómo cumplir con todas las estúpidas obligaciones que me han impuesto.

    —Pero, son mucho más que estúpidas obligaciones —reprochó ella, poniéndose en pie —, podemos tener un hijo, lo podemos hacer ahora, y luego… cuando esté embarazada podrás… podrás hacer todas las cosas que te plazcan antes de…

    —Pues resulta que no se me da la gana —Draco se giró, desapareció el cigarro y abrió el armario, sacando una camiseta y un par de pantalones, era ropa muggle, de aquella que usaba cuando estaba en New York, alejado de sus padres y de esa sociedad europea, cuando casi nadie estaba pendiente de que se comportara correctamente. Sin importarle que Katrina estuviera delante se desvistió, lanzando al piso el traje que había usado la noche anterior, así como la camisa, arrugada y con un fuerte olor a licor, para luego vestirse con la ropa que había sacado.

    —Estás asustado. Lo siento tanto —gimoteó ella, Draco volteó el rostro para observarla, sintiéndose sorprendido de su cambio de actitud, ella había vuelto a sentarse sobre el sofá y tenía las manos cubriéndole la cara —, entiendo que necesites tiempo, pero pensé que después de más de dos semanas ya sabrías qué es lo que debes hacer. Cumplir con tus padres y dejarles el heredero que tanto te piden, y a mí un hijo.

    Draco bufó, fastidiado, comprendiendo que aquello no era más que un cambio de estrategia para persuadirlo de tomar sus responsabilidades seriamente, pero eso sólo logró que se sintiera más seguro todavía de lo que tenía que hacer.

    El sonido del llanto de Katrina llenó la habitación, él nunca la había visto o escuchado llorar, tuvo que reconocer que, pese a sus intensiones iníciales de hacerse amigo de ella, no la conocía casi nada, pero eso no le dio pena. Terminó de ponerse los pantalones y los zapatos y luego sacó del bolsillo del pantalón que había usado la noche anterior todo su contenido, de la mesa de noche sacó unas llaves y del armario una pequeña maleta, que rellenó con todas las pociones que tenía escondidas por todos lados de la habitación, así como con las indicaciones del medimago y las recetas, pensando en que había sido muy listo en haber pedido que le dieran una gran cantidad, según el medimago, de sobra para los meses que le quedaban de vida, e incluso más.

    —¿Qué es lo que haces? —preguntó alarmada Katrina cuando levantó la vista y vio a Draco ya con la maleta colgada de un hombro y listo para salir.

    —Dile a mis padres que no estaré por un tiempo, y más te vale que no se enteren del diagnóstico del medimago.

    —¡Draco! —gritó ella poniéndose en pie, tenía los ojos rojos y las mejillas húmedas, por las lágrimas que había derramado —¿Qué…? No te puedes ir… necesitamos cumplir con…

    —Me interesa muy poco qué es lo que se supone que debo hacer, al fin y al cabo haré lo que me venga en gana y ni tú ni nadie me lo impedirá —Draco la observó un momento más, por un instante pensó en acercarse a ella, en abrazarla y darle un beso en la mejilla, consolarla y decirle que no se preocupara, pero reconoció que Katrina ni siquiera le inspiraba ese sentimiento de compasión. Ella sólo lo miraba igual que sus padres y muchos otros, como un medio por el cual conseguir cosas, en este caso, un hijo. Sin decir nada más se dio la vuelta y salió de la habitación, dando un sonoro portazo.

    Contrario a lo que seguramente esperaba Katrina, no se marchó por red flú, caminó por los jardines, por donde había llegado, miró una vez más a los pavos reales y llegó al punto donde la aparición ya era posible para él, y se desapareció, con un claro destino ahora.

    *O*O*O*



    Cuando había estado en New York, había desarrollado el hábito de tener un refugio para él, un lugar que nadie más conociera, en donde nadie lo pudiera encontrar, por supuesto que el fin de ese refugio no era simplemente alejarse del mundo y meditar, tenía por costumbre llevar allí a sus ocasionales amantes, lejos de la mirada de su padre (que tenía por hábito aparecerse de sorpresa siempre, luego de que la guerra terminara) o algún conocido de la familia. Sólo a Jasón, ese chico que le había gustado mucho, lo había llevado a su departamento real.

    En Inglaterra, luego de instalarse nuevamente en la Mansión, había sentido la necesidad de buscar un lugar similar al de New York; y aunque había tardado, lo había encontrado: un edificio de tres pisos, con amplios ventanales en la esquina de Alcuin y Flaxman Avenue, había comprado los tres pisos, y aplicado hechizos de seguridad para hacerle creer a la gente que el edificio estaba habitado pues, al ser la comunidad mágica de Inglaterra tan reducida, prefería ir por lugares muggles para sus escapadas nocturnas, no queriendo arriesgarse a coincidir con algún conocido de la familia, que luego revelara que no le era fiel a su esposa y que andaba con otros chicos, o peor aún, que lo quisiera chantajear.

    Y no que la homosexualidad estuviera prohibida, ni mucho menos, conocía varios chicos y chicas de Hogwarts que se habían declarado gais y se habían incluso enlazado, pero en su familia, y en las de la alta sociedad, su responsabilidad como hombre era casarse y tener uno, o, si es que era posible, muchos hijos, que continuaran con el apellido. Al ser de familia de sangre pura, cada vez era más difícil salvarse de esa obligación, pues la mezcla de sangres había conseguido que cada vez quedaran menos familias completamente puras con las cuales unirse, o posibilidades de concebir, seguramente por un tema genético, y por ende, el no tener un hijo y casarse era un atentado directo contra sus ancestros, era destruir el apellido.

    Pero eso a Draco ya no le interesaba, ya no más. La noche anterior y esa mañana habían conseguido aclararlo completamente. ¿Qué importaba si su familia dejaba de existir? ¿A quién le interesaba si el maravilloso apellido de los Malfoy moría con él en ese momento? A él, por lo pronto, no.

    Apareció en el departamento que ocupaba todo el tercer piso, aquel que había decorado y que utilizaba, ya no tan regularmente como cuando recién había vuelto. Dejó la maleta sobre el piso de madera brillante y caminó hacia la cocina, la cual era pequeña, pero lo suficiente para él. Abrió el refrigerador y encontró que todavía tenía algunas cervezas heladas, aunque nada de comer.

    Algo fastidiado, decidió bajar hasta la cafetería que había al costado y comprar un par de emparedados y un café, cierto que aún no tenía completamente decidido qué hacer a partir de ese momento, pero sí sabía que a la Mansión no iba a volver, por ahora y quizá hasta su muerte, se olvidaría de responsabilidades, promesas y obligaciones. Ahora era Draco, sólo Draco, ya no un Malfoy, e iba a aprovechar su vida, la poca que le quedaba, al máximo.

    *O*O*O*



    —La razón por la cual ha tenido todos estos síntomas durante las últimas semanas se debe, lamentablemente, a un cáncer que se está desarrollando en su cerebro —explicó el medimagoHertford con voz calmada, Draco podía percibir incluso compasión en su forma de hablar, mientras señalaba una imagen que había extraído de su cabeza media hora antes.

    —¿Cáncer, dice? —preguntó extrañado Draco, fijando su mirada en la imagen, casi no podía comprender nada de lo que se proyectaba allí, sólo lo que al parecer era su cerebro, dividido en varios colores.

    —Lo que podemos ver allí es un glioblastoma multiforme, el tipo más agresivo de cáncer cerebral. Tristemente, es muy tarde para siquiera intentar un tratamiento curativo. —El medimago Hertford suspiró y fijó sus ojos en Draco, que dejó de mirar la imagen para prestarle atención —. Seré honesto con usted. No hay mucho qué hacer ahora, sólo darle un tratamiento que será paliativo, es decir, sólo lo ayudará a sentirse mejor y alejar la mayoría de los síntomas, aunque llegará un momento en el que las pociones no surtirán efecto.

    —Entonces… —Draco miró nuevamente hacia la imagen, como si en ella pudiera encontrar la respuesta a todo.

    —Usted va a morir. Calculo, por la imagen que se muestra, en unos siete, quizá ocho meses… No hay nada seguro con este tipo de enfermedades.

    —¿Cómo…? —Draco negó con la cabeza y tomó una gran bocanada de aire, obligándose a calmarse y concentrarse —¿Por qué me ha dado eso?

    —El origen de este tipo de enfermedades es desconocido. No me agrada darles estas noticias a personas tan jóvenes, y de nada sirve que le diga que lo lamento mucho.

    —Evidentemente. —contestó Draco fríamente —¿Qué es lo que pasará ahora? —preguntó, había llegado allí luego de semanas de sentirse extrañamente enfermo, en un inicio lo había achacado al trabajo en exceso, sin embargo, luego de desmayarse en medio de una junta, su padre lo había obligado a asistir a una consulta. Era una suerte que no haya insistido en ir con él y que el medimago Norman, el medimago oficial de la familia, estuviera de viaje en el otro lado del mundo, pues seguramente ese medimago, más leal a su padre que a él, no conservaría ese diagnóstico en privado.

    —Los síntomas que presenta se incrementaran, llegará un momento en el que el sueño y el cansancio le ganaran y… —el medimago negó con la cabeza e hizo una pausa antes de continuar —, se presentarán periodos de inconsciencia, cada vez más largos y prolongados, entonces, probablemente mientras duerma, sus pulmones dejarán de funcionar, ya que su cerebro no se encontrará en condiciones de controlarlos, o tal vez un paro cardiaco…

    —Entiendo —Draco asintió, sólo siete, tal vez ocho meses, no eran nada en realidad. Se puso en pie —¿Cuáles son las pociones que puedo tomar para controlar los síntomas?

    —Le daré una lista y un surtido de pociones que le servirá por un mes, luego debe volver, le haremos una revisión y…

    —¿No acaba de decir que es incurable? —reprochó Draco, con el mismo tono que usaba durante las negociaciones más difíciles.

    —Sí, así es, pero es recomendable que…

    —Deme las pociones para seis meses, para diez si es posible. Pagaré por ellas, por supuesto.

    —No es apropiado que…

    —¿No dice que sólo me quedan meses de vida, acaso? —preguntó Draco, cada vez más enfadado, aunque no sabiendo reconocer de dónde venía ese enfado; el medimago, asombrado, asintió lentamente —. Entonces deme las malditas pociones, porque me está haciendo perder, lo que al parecer, es un preciado tiempo de mi corta y casi nula vida.

    —Por supuesto —asintió el medimago poniéndose en pie y caminando hacia la puerta, Draco escuchó que le daba a la enfermera las indicaciones, antes de volver tras su escritorio y comenzar a escribir rápidamente.

    —Encontrará la forma de tomarlas explicada aquí, le sugiero que no abuse de ellas, puesto que dejarán de ser efectivas más rápidamente.

    —De acuerdo.

    El medimago terminó de escribir y luego se puso en pie, hizo un giro con la varita y la imagen de su cerebro, enfermo, se disolvió y se depositó en un pequeño frasco, que le entregó a Draco.

    —Es la prueba que le hemos hecho… en caso desee buscar nuevos diagnósticos, puede evitarse el examen y usarla. —Draco agradeció eso, el examen no había sido nada agradable.

    —Claro.

    —Y, señor Malfoy —agregó el hombre, cuando ya le entregaba un gran pergamino escrito, Draco le devolvió la mirada, impaciente — , le recomiendo que pase este tiempo con su familia, que haga… las cosas que quiere o deba hacer.

    Draco bufó ante un consejo tan trillado y enrolló el pergamino, hizo un asentimiento con la cabeza y luego salió a la sala de espera, donde la enfermera le explicó el lugar y la hora en la que debería recoger sus pociones.

    Luego de eso Draco regresó a su oficina, alejó de su mente aquel problema y se concentró en la negociación con el sindicato de una de las empresas que había adquirido recientemente la corporación Malfoy, relegando aquel problema, para luego.


    Abrió los ojos asustado, estaba sudando y un ácido sabor subía por su garganta, se puso en pie rápidamente, mientras un mareo hacía que trastabillara camino al baño. Con las justas pudo llegar al inodoro, donde vomitó los emparedados que había comido poco antes. Su pulso se aceleró y se dejó caer a un lado, tratando de respirar y calmarse, hasta que la habitación dejó de dar vueltas y se pudo poner en pie. Las náuseas no siempre estaban presentes, pero cuando aparecían siempre eran matutinas, por eso tal vez, inconscientemente, había dejado de comer en las noches, para no tener nada que vomitar al día siguiente. Abrió el estante que estaba sobre el lavadero y sacó una poción para las náuseas y otra para los mareos, le dio un trago a cada frasco y estudió su rostro en el espejo, aún estaba sudado y despeinado, la palidez en su rostro era demasiado notoria, aunque sabía que en un momento más se le pasaría, después de todo, sus padres ni nadie había sospechado que estaba enfermo, era sólo saber guardar las apariencias. Se desprendió del pijama y se metió a la ducha, disfrutando del agua caliente y relajante sobre su piel. Cuando volvió a la habitación se dio cuenta que apenas había amanecido, el cielo, pese a eso, era claro y prometía un día con mucho calor.

    Decidido a que cualquier cosa que hiciera la tendría que hacer fuera de Inglaterra, tomó su maleta y metió toda la ropa que tenía en el armario, ropa que no llevaba a la Mansión, pues era del estilo muggle, junto con las pociones, las recetas, el cuaderno negro con su vida planificada y algunas cosas más del baño, se vistió lo más cómodamente posible y por un instante se quedó de pie, delante del espejo del ropero, apreciando su imagen, lucía muggle, completamente muggle; había aprendido a "disfrazarse" de esa manera en New York, a espaldas de sus padres, por supuesto, y más que nada para encajar un poco más con sus compañeros de Escuela; había descubierto que en Estados Unidos, si bien era cierto el estatuto de secreto de Magia estaba vigente, los magos normalmente trataban de relacionarse con los muggles, aunque sin revelar su condición; ninguno de ellos usaba ya túnicas o cosas que sí se seguían usando en Europa.

    Inclinó el rostro un poco y un destello en su mano izquierda llamó su atención: se trataba del anillo de la familia, aquel que había empezado a usar a los once años, cuando se había convertido, según su padre, en un chico grande; ese anillo tenía varios hechizos de protección, pero también de ubicación, no podía burlar magia oscura o cosas así, pero era bastante útil si se perdía y lo querían encontrar. Y él no quería que lo encontraran. Dudando un poco, elevó la mano y jugueteó con el anillo, haciéndolo girar sobre su dedo un par de veces, acariciando la letra M en oro, brillante y, aunque nunca antes se lo había parecido, amenazante. La M de los Malfoy, de quienes quería escapar en ese momento, a quienes no se les quería acercar por ahora. Quizá, había pensado, nunca más. Se mordió el labio por un instante y luego, cerrando los ojos, tiró del anillo, su dedo se sintió extraño sin aquella presión y peso, y pudo ver la marca de piel más clara en su dedo. Sostuvo el anillo entre los dedos un momento más y luego decidió qué hacer con él. Lo dejó sobre una mesa e hizo un movimiento de varita, el anillo desapareció, dejando una estela azul a su paso, ahora estaría sobre la mesa de noche de su habitación en la Mansión, junto al paquete de cigarros.

    Ya decidido, y sin querer detenerse a pensar más, tomó la maleta y bajó por el ascensor hasta el estacionamiento del sótano, donde un único automóvil permanecía aparcado.

    Se trataba de un MCLAREN F1, color plata oscuro, con todoslos accesorios y adelantos que el oro era capaz de pagar; era un capricho que se había permitido unas semanas antes de su boda. Nadie sabía que lo tenía, lo había comprado a otro nombre, y aunque en un inicio lo usaba regularmente, llevaba mucho tiempo sin hacerlo. No era un auto común y corriente, pues además se había encargado de aplicarle y conseguirle múltiples hechizos, como el permitirle cambiar de lado el volante con sólo un pase de varita, pensando en que alguna vez lo querría usar fuera de Inglaterra, casi había sepultado esa idea, y no la hubiera recordado si no fuera por el diagnóstico del medimago; diversos hechizos de seguridad: antimuggles, para poder esconderlo en algún lugar de ser necesario; antirrobos tanto contra magos como contra muggles; de sensibilidad y detección, para evitarse accidentes; incluso podía hacerse invisible y acelerar a mucho más de lo permitido en cualquier ciudad del mundo. Recordaba haber pagado una pequeña fortuna por él, pero haber quedado complacido por ello, amaba ese automóvil, y al parecer pronto le daría uso, quizá, a todos los hechizos y beneficios que tenía.

    Con el control de la llave, abrió la puerta, observando como ésta se elevaba lentamente, metió la maleta en el asiento trasero y luego se acomodó en el asiento del piloto, puso la llave en el contacto y la giró, sintió el ronroneo del motor y cerró los ojos un instante, disfrutando de ese sonido. Finalmente encendió la radio, luego de jugar un rato con el dial, encontró una emisora donde estaban pasando música acelerada y que le era algo desconocida. Antes había estado más al tanto de la música, no tanto como le hubiera gustado, o como la mayoría de sus compañeros de Escuela, pero se defendía al menos en el tema. Subió el volumen hasta el máximo, aplicó un hechizo de silencio, para no andar llamando la atención en las calles, y pisó el acelerador, a la vez que la puerta de la cochera se levantaba rápidamente, para dejarlo salir.

    Pese a que era muy temprano, el sol ya calentaba lo suficiente para hacerlo usar el hechizo de refrescado, y entonces, golpeteando con sus dedos sobre el timón y siguiendo el ritmo de la acelerada canción, avanzó por las no muy concurridas calles, ganándole a los semáforos y conduciendo, él lo sabía, de manera imprudente, hasta salir a la autopista.

    Tenía ya un plan claro: iría hasta Newcastle, era la forma, aunque más larga, más sencilla de salir del país sin llamar mucho la atención; así que tomó la autopista A19, y se alegró de no encontrar muchos otros vehículos en el camino. Activó un hechizo que le permitía correr sin ser detectado por eventuales policías de tránsito, ocultos entre los árboles y arbustos que estaban a los lados de la autopista y continuó tarareando una canción que sí se le hacía conocida.

    El camino de York a Newcasttle duraba alrededor de un par de horas, así que no era mucha la distancia que debía recorrer, por lo que, luego de una hora de camino decidió detenerse a tomar un pequeño desayuno, sabía que de todas maneras tenía que alimentarse. En Gateshead Hwy, en lugar de seguir por la autopista A19 se desvió y entró a Sharles St., no le costó mucho encontrar una pequeña cafetería, se dio cuenta que apenas eran las ocho y media de la mañana, así que mucha gente estaba desayunando y el lugar se hallaba lleno, aún así se decidió a entrar, él también tendría que desayunar después de todo, así que se sentó en la barra y pidió un café bastante cargado y un croissant, el cual devoró con ansias, reparando recién en su hambre. La mujer de la barra, una pelirroja, con demasiado maquillaje y ropa estrambótica pero que, al parecer, sabía manejar muy bien el local completamente lleno, le ofreció un postre, al final aceptó una porción de pie de limón, y luego se metió al baño, tomó la poción que le correspondía a esa hora y luego de lavarse la cara y refrescarse un poco se puso en marcha nuevamente.

    Tras seguir un par de indicaciones se incorporó a la autopista A 184; habían unos cuantos vehículos, los cuales adelantó sin ningún problema, la radio estaba encendida nuevamente, soltando música estridente, hasta que notó que ya no había nadie más en la autopista, mirando por el espejo retrovisor y asegurándose que no hubiera ningún policía cerca, aceleró aún más, la sensación de velocidad era algo que le gustaba, era una mezcla de poder y peligro, era como andar en una línea bastante delgada. A los costados, la carretera estaba delimitada por arbustos pequeños.

    Se inclinó hacia delante y agitó la cabeza al ritmo de la música, había iniciado una canción que le gustaba; no tuvo tiempo de ver a la gran motocicleta que salió, tambaleándose, de entre los arbustos, y cuando quiso frenar, fue demasiado tarde, el otro vehículo se estrelló contra la puerta derecha de su auto, haciéndolo dar una vuelta completa, sintió el golpe contra uno de sus costados y levantó las manos tratando de sostenerse de cualquier cosa. La bolsa de aire se abrió y casi lo ahogó mientras soltaba un grito por el susto. Se quedó sentado, respirando entrecortadamente, tratando de asimilar lo que había pasado. Giró el rostro un poco hacia la izquierda, en el otro lado de la autopista había una motocicleta tirada y algunos metros adelante, el cuerpo de un hombre, vestido enteramente de negro y sin casco.

    Parecía muerto.

    *O*O*O*

     
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    Hola~~!

    De acuerdo al inciso 1 del "Reglamento para la publicación de Fanfics" debo pedirte que, especifiques en el título la pareja que protagoniza el fanfic ^^

    Saludos~~ <3

    Edited by deAlthairth - 21/7/2013, 16:00
     
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  5. Kari Tatsumi
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    CAPÍTULO 3



    Era increíble esa sensación: el cielo azul parecía de un color mucho más encendido ahora, mientras los arbustos del precario camino rozaban la piel desnuda de sus brazos, seguramente arañándolo, marcándolo, lastimándolo… pero eso era lo de menos, pues sentía como si esos piquetes enviaran pequeños chispazos de placer por todo su cuerpo.

    El viento alborotaba su cabello y le acariciaba el rostro, entonces se dio cuenta, había olvidado ponerse el casco, ¿aún tenía el casco?, no lo podía recordar, lo más probable fuera que no, que lo hubiera vendido o dejado en parte de pago uno de esos días…

    ¿Cuántos días habían sido esta vez? Tampoco lo recordaba. Pero era mejor así, decidió, mientras giraba la manija de la motocicleta y aceleraba más aún, inclinando su cuerpo hacia delante, y rebotando contra el asiento por lo inestable del camino, estaba seguro que en algún momento los arbustos terminarían y llegaría a una carretera, siempre hacía el mismo recorrido, llegaba a la carretera y giraba hacia la izquierda, luego… luego… luego seguramente ya recordaré el camino, se dijo con diversión, tratando de evitar que la conciencia llegara nuevamente a él, le gustaba el punto en el que estaba en ese momento, en el que era incapaz de ser coherente o pensar en algo más que no fueran movimientos básicos.

    El camino se hacía más inestable ahora y por un instante cerró los ojos, disfrutando de la brisa, del viento, de sentirse de alguna manera vivo, pero… pero a él no le gustaba sentirse vivo, no era eso lo que buscaba, era… era olvidar, sentirse en el limbo… la ausencia de dolor y de alegría, la ausencia de recuerdos, de imágenes, de rostros, de…

    Abrió los ojos, asustado, cuando sintió cómo, en lugar de ir por el precario camino de costumbre, atravesaba un grupo de arbustos, mucho más tupidos y agresivos; trató de frenar, de presionar la palanca correcta, pero su cuerpo, tal como pasaba últimamente, no le hizo mucho caso y no lo pudo hacer a tiempo. Sintió que su piel era mucho más lastimada ahora, dejaba de ser agradable y le transmitía dolor y fastidio, empezó a sentirse desesperado, pero la sensación de pronto pasó, pues los arbustos terminaron y el camino se despejó, pero el alivio le duró muy poco, pues sintió que algo duro y poderoso chocaba contra su moto, apenas divisó una mancha oscura, mientras salía elevado hacia el cielo y caía contra el duro y caliente asfalto.

    *O*O*O*



    —¡Mierda! —Draco no encontraba otra palabra para describir aquello.

    Respiró profundamente, no sintió ningún dolor, ninguna presión extraña, excepto la que estaba provocando la bolsa de aire sobre su pecho y rostro. Levantó una mano y atrajo su varita con un hechizo, deshizo la bolsa de aire y se maldijo por no haber activado los hechizos de sensibilidad y detección, pero no era el momento para pensar en ello, se dijo, mirando nuevamente hacia el cuerpo del hombre tendido en medio de la autopista, a unos cuantos metros de él. Sopesó rápidamente sus posibilidades, mirando hacia atrás por el espejo retrovisor: podía irse, no había nadie cerca, nadie lo notaría, nadie se daría cuenta, no era su culpa, después de todo, ese hombre había saltado de entre los arbustos, y se había estrellado contra él; o podía comportarse de manera decente y al menos verificar si es que estaba realmente… realmente muerto.

    La idea de ver a alguien muerto, de haber tenido, de una u otra manera, algo que ver con eso, lo estremeció y sirvió para hacerlo reaccionar. Intentó abrir la puerta, pero ésta no le hacía caso, claro, el hombre había estrellado su motocicleta contra ese lado y seguramente estaría atorada. Soltó un suspiro y se movió a través del auto, hacia el otro lado, la puerta de la izquierda sí funcionaba, y la abrió. Sintió la brisa de la mañana y el calor sofocante que no había sentido antes por ir con el hechizo refrigerante. Se puso en pie y estiró las piernas, agradeciendo que realmente nada malo le hubiera ocurrido. Miró a ambos lados y luego de dudar un instante, supo que no quería mayor público, no por ahora al menos, así que conjuró un hechizos antimuggles, normalmente ese hechizo era muy útil, pero estando en una carretera sabía que no podría mantenerlo por mucho tiempo, pues todos los que quisieran transitar por ese tramo recordarían haber olvidado hacer algo en casa o en el trabajo y retornarían, pero al cabo de un rato se haría un gran embrollo por la cantidad de autos que habría tratando de volver, y definitivamente llamaría la atención.

    Caminó con cautela, como si tratara de no despertar al hombre en el piso, miró hacia la motocicleta, él no sabía mucho de motocicletas, pero casi estaba seguro de que se trataba de una Honda ST1100, de color rojo, y que además no era una corriente, las llantas seguían girando y la luz de enfrente se encendía y apagaba rítmicamente. Podía percibir algo extraño en ella, aunque no estaba seguro del qué. Inclinó la cabeza hacia un lado, y levantó la varita:

    —Finite Incantatem —masculló. La motocicleta se detuvo y Draco jadeó.

    Un mago.

    ¡Se trataba de un mago!

    ¡Maldición!

    Tal vez lo mejor era darse la vuelta e irse y…

    Y no podía hacerlo porque había desactivado el hechizo de la motocicleta, les tomaría sólo unas horas a los Aurores identificar su magia, huir sería lo peor en ese momento, no se le apetecía pasar sus últimos días en una celda de Azkaban o huyendo de la justicia.

    Miró nuevamente hacia el hombre tirado en el suelo, vestía unos vaqueros oscuros y una camiseta de mangas cortas, también en color negro, era delgado, estaba de espaldas, con las piernas abiertas y un brazo en una extraña posición, seguramente roto, pensó Draco; su rostro estaba inclinado hacia el otro lado y el cabello negro y largo le cubría casi toda la mejilla y la frente.

    Se inclinó hacia él, meditando en si llamar a un medimago, o llevarlo a algún lugar como San Mungo para que lo atendieran, aunque claro, eso haría que tuviera que dar explicaciones, no podría sólo dejarlo e irse, y su padre seguramente se enteraría rápidamente, por todos los contactos que tenía, en donde se encontraba; ya no había forma de sólo deshacerse del asunto, tendría que encargarse él mismo de todo.

    —Hey —llamó en voz baja, una cadena larga y plateada capturó su atención al reflejar con el sol, el hombre no dio señales de escucharlo. Le apartó con delicadeza el cabello del rostro, pudiendo verlo al fin, y soltó un jadeo ahogado. No necesitó siquiera ver la cicatriz en la frente para saber de quién se trataba, aunque su rostro lucía algo demacrado, había ojeras bajo sus ojos y parecía realmente enfermo, y no sólo como consecuencia del accidente, estaba seguro de que era Harry Potter. Había atropellado y posiblemente matado a Harry Potter.

    —Mierda —gruñó nuevamente mientras, ya con algo de desesperación, buscaba en su cuello los latidos del pulso. Apoyó una mano en su pecho, con cuidado de no aplastarlo y casi suelta un grito de euforia al percibir su respiración, pausada y lenta, pero allí estaba.

    Estaba vivo.

    En los negocios, muchas veces era importante tomar decisiones apuradas y bajo presión, analizar los pros y contras e inclinarse hacia la opción menos riesgosa, la que implicara menos pérdida, en un muy corto lapso de tiempo. Y eso fue lo que hizo.

    Apuntó hacia su vehículo, y con un par de movimientos de varita arregló la puerta para que luciera completamente sana, luego aplicó un hechizo de espacio en el interior y, con cuidado de no mover demasiado el cuerpo de Potter, transfiguró un par de ramas en una precaria camilla, lo sujetó con cuerdas a ella y lo colocó en el asiento trasero, dejando la maleta sobre el asiento del copiloto. El último problema fue la moto. La podría haber llevado sujetándola al techo de su auto, aplicándole un hechizo para que no pesara y dañara su vehículo, pero eso llamaría mucho la atención. Después de meditarlo un momento más, decidió que la motocicleta no era importante. Podrían ver después qué hacer con ella, por lo pronto lo más urgente era hacer que alguien revisara a Potter. La levitó hacia los arbustos y aplicó unos cuantos hechizos de seguridad y antimuggles, esperando recogerla pronto, cuando Potter estuviera bien y se la pudiera llevar él mismo.

    Entró al auto y cuando volvió a encenderlo sus manos temblaron un poco, el pánico no le podía ganar ahora; Potter estaba vivo, algo golpeado, pero increíblemente vivo, tras haber salido volando por la autopista ¡y sin casco, el muy idiota! Se giró hacia el asiento trasero y observó su rostro nuevamente, tenía los ojos algo apretados, como si sintiera cierto dolor, su brazo no había cambiado de posición y aparentemente seguía respirando.

    —Eres un completo imbécil, que te quede claro —regañó con voz fría, tomó una gran bocanada de aire y empezó a conducir.

    El único lugar al que se le ocurría ir era a su departamento, en York, pero necesitaba llegar mucho más rápido que en una hora. Aplicó el hechizo de invisibilidad, el de velocidad y todos los que había ideado, necesitaba lo máximo de su vehículo en este momento. Corriendo, esquivando vehículos y transeúntes y metiéndose entre calles y callejones, hizo de vuelta todo el camino que había recorrido esa mañana, ya sin la música estridente, con el corazón martillándole con fuerza y mirando de cuando en cuando a Potter, completamente quieto en el asiento trasero, con la mueca de dolor dibujada en el rostro y los ojos cerrados.

    Lo bueno de haber comprado el edificio completo era que no se encontraría con nadie en el interior. Luego de dejar el automóvil de cualquier modo dentro del garaje, sacó a Potter del asiento trasero, se colgó la maleta en un hombro y lo hizo levitar por los tres pisos hasta que llegaron a su departamento, era el único que estaba amoblado, y era una pena, porque podría haber usado el departamento del primer piso y ahorrado algo de tiempo.

    —Potter —llamó nuevamente, en cuanto lo dejó en la cama, pero el chico no respondió.
    Palpó con cuidado sus heridas, habían cortes pequeños y arañones en el rostro, el brazo derecho, el que estaba en una extraña posición, no se había movido, el izquierdo en cambio sí, dejándose caer a un lado de la cama, pudo ver marcas y moratones, que estaba seguro eran antiguos y no causados por el reciente accidente.

    Tenía que moverse, que actuar rápido, él tal vez podría conseguirle una poción crece huesos, para curar su brazo roto, pero no había forma de que supiera que no se había lastimado la cabeza, o algo en el interior, ni siquiera sabía si tal vez se había lastimado las piernas también. Un medimago tendría que revisarlo, asegurarse de que se curara.

    Pero no conocía a ninguno, no podía ir al medimago de la familia, tampoco al que había ido a ver cuando se había sentido enfermo, era obvio que era un bocazas que no guardaría el secreto. Conocía algunos medimagos más, pero todos insistirían en que fuera a San Mungo, o a una clínica, todos eran demasiado honrados para su gusto.
    Aunque su plan original era desaparecer del mundo mágico e Inglaterra, tendría que volver a él, y todo por culpa de Potter y su estúpida insensatez de andar corriendo y saltando carreteras sin casco ni protección.

    Cerró la puerta de la habitación con un hechizo, para que le alertara si Potter despertaba y se movía, y luego de meditarlo un instante, supo quién lo podría ayudar.

    *O*O*O*



    Se apareció en el vestíbulo de una oficina larga y bastante cuidada, con las paredes llenas de cuadros y bajo ellos los nombres de a quienes pertenecían, todos integrantes de la misma familia.

    —Buen día, señor Malfoy —saludó Verónica, la secretaria que se encontraba sentada tras su escritorio, con una ruma alta de papeles y escribiendo rápidamente.

    —Buen día, necesito ver a Crabbe.

    —El señor Crabbe está en este momento en una reunión, tal vez si usted gusta esperarlo, no creo que tarde mucho más tiempo —contestó la mujer, mirando hacia el reloj, como si calculara la hora.

    —Es urgente —dijo, atravesando con pasos largos el vestíbulo, hasta colocarse frente a la puerta de la oficina de su amigo; al tomar el pomo de la puerta sintió el hechizo de seguridad.

    —¡Señor Malfoy! —exclamó la secretaria, poniéndose en pie y luciendo horrorizada por aquel comportamiento —, el señor Crabbe pidió enfáticamente que…

    —Alohomora —pronunció Draco, sin hacerle ningún caso a la mujer, un pequeño clic sonó y supo que el hechizo había sido derribado. Crabbe era tan predecible en cuanto a seguridad.

    —No puede entrar allí, el señor Crabbe se enfadará y...

    —No lo hará —interrumpió Draco, empujando la puerta el espacio suficiente para poder pasar, tratando de evitar que la mujer viera el interior del lugar. Cerró la puerta con fuerza, haciendo sobresaltar a Crabbe, que estaba de pie, al otro lado de la oficina, detrás del escritorio y dándole la espalda a la puerta.

    —¡Mierda! —gritó asustado, girando para ver quién era el que había irrumpido, sus mejillas estaban rojas y sus labios parecían hinchados de tanto habérselos mordido. —¡Draco! —exclamó.

    Draco no necesitó ver la cabeza rubia que emergió de entre las piernas de su amigo para saber qué era lo que pasaba.

    —Te he dicho que la oficina no es el lugar para hacer eso —reprochó mientras se daba la vuelta y hacía un gesto de fastidio. —Cómo sea, no me importa, lo sabes —continuó hablando, tratando de no pensar en que a su amigo le estaban haciendo una mamada en ese momento.

    —Yo sólo… —Crabbe soltó un suspiro cansado. Pareció murmurar algo, a su amante seguramente, que se metió en el baño, dando un sonoro portazo.

    —De acuerdo, ¿qué es lo que pasa? —preguntó Crabbe un instante después, Draco giró y a pesar de todo, sonrió divertido.

    —No entiendo porqué te gusta arriesgarte tanto, no es tan difícil conseguir un departamento o un hotel discreto.

    —Ese es mi problema, no el tuyo, y habla de una vez, que en media hora tengo una junta y verdaderamente —hizo mucho énfasis en esa palabra —necesito terminar este asunto.

    Draco asintió, su relación con Crabbe siempre le dejaba un sabor extraño en la boca, se sentía muy mal amigo con él, y por muchas razones, por mentirle, por chantajearlo, por engañarlo.

    —Necesito un medimago —informó rápidamente — y lo necesito en este momento.

    —Tu familia tiene sus propios medimagos, Draco —contestó Crabbe, sentándose tras el escritorio, apoyando el codo en la mesa, y la cabeza sobre la mano, en sus ojos había un brillo distinto, imaginando que seguramente con ese favor, Draco y él estarían a mano, un secreto a cambio de otro secreto.

    —Obviamente —bufó Draco —. Necesito un medimago de confianza y que no vaya a decir nada al respecto… tengo un problema y no puedo usar al medimago de la familia, ni a ningún otro. Necesito el nombre y la forma de encontrar al que tú ya sabes, el que te ayudó la última vez —arqueó las cejas significativamente, recordándole que no sólo le conocía uno, sino varios secretos.

    —¿En qué clase de problemas estás ahora? —cuestionó Crabbe, inclinándose un poco más hacia el frente, queriendo seguramente negociar.

    —No es para mí, si es lo que te preocupa —replicó irónico —, y no, no embaracé a nadie tampoco, y mucho menos es una enfermedad de transmisión sexual —murmuró lo último inclinándose también hacia delante.

    Crabbe enrojeció un poco, seguramente recordando aquel vergonzoso episodio de su vida, y dio una mirada hacia la puerta cerrada, antes de asentir lentamente. Sacó de uno de los cajones un pergamino y una pluma y luego escribió rápidamente.

    —Aquí está el nombre, la dirección de su consultorio privado y la dirección de red flú. Dile que vas de parte de William Cleam, le pagué muy bien en esa ocasión y estoy seguro que me recordará.

    —Gracias, amigo —asintió Draco. Crabbe le dio una mirada molesta y por un momento Draco se preguntó en qué momento había dejado de tener amigos, Crabbe, Goyle y él había sido amigos un tiempo, en la escuela, pero luego… ¡ah, sí!, luego se habían hecho adultos, buscado las conveniencias de sus respectivas familias; después de todo, de la amistad no se podía sacar un buen dividendo. Aquella conclusión lo hizo sentir mal, lo hizo darse cuenta de cuál era el mundo en el que vivía.

    —Ya, lárgate —pidió Crabbe poniéndose en pie, con una de sus manos cerraba la túnica en la parte de adelante y Draco imaginó que no traía los pantalones puestos.

    —Es un chico guapo —dijo, a pesar de todo Draco, señalando hacia la puerta cerrada, Crabbe entrecerró los ojos, imaginando que Draco le recordaría nuevamente que sabía su pequeño y sucio secreto —. Nunca se lo hubiera dicho a nadie, Vincent —aseguró con seriedad, y aunque sabía que no tenía tiempo que perder, pensó que lo correcto era hacer eso —, no podría ser tan hipócrita para acusarte de algo que yo también hago… — Crabbe abrió los ojos y la boca, sorprendido —, aunque no tan seguido como tú —agregó, guiñándole el ojo y saliendo rápidamente, no dándole tiempo a preguntar ni responder nada, tal vez luego ya tendrían tiempo de hablarlo, de explicarle todo con más calma, o tal vez no, pero al menos había sido honesto con él, se había comportado, después de mucho tiempo, como un amigo, o lo había intentado al menos.

    La secretaria estaba de pie, con los brazos cruzados y mirada fiera, y era raro que lo mirara de esa manera, pues sabía que era uno de los mejores amigos de su jefe. Draco le sonrió con disculpa.

    —No se preocupe, sabe que todo lo hice yo solito y no está enfadado, por ahora no quiere que lo molesten, está muy ocupado.

    La mujer arqueó una ceja y asintió, mientras lo observaba marcharse.

    Draco esta vez corrió hacia la chimenea, ni siquiera pidió permiso para usarla, tomó un poco de polvos flú, que estaban en un envase de piedra oscura, con finos tallados alrededor y puesto sobre la repisa, y los lanzó al interior de la chimenea, se metió en ella y leyó en voz alta la dirección del medimago que Crabbe le había dado. La varita le indicaba que Potter aún no había despertado, y no sabía si sentirse aliviado o temeroso por eso.

    *O*O*O*



    Parecía como si el calor del verano se hubiera incrementado, mientras avanzaba por la pequeña, ¡realmente era diminuta!, sala; al fondo había una hilera de puertas blancas, con un número encima y un letrero en cada una, leyó con atención cada uno, hasta que encontró el que tenía escrito el nombre del medimago que Crabbe le había dado. En uno de los lados una mujer mayor y bastante robusta, con el cabello rubio sujeto en un apretado moño, lo miraba con curiosidad. Draco dudó un instante entre tocar la puerta o hablar con la mujer, alrededor, en algunas sillas había gente esperando también, pero había tantos consultorios y nombres que se sintió confuso.

    —¿A quién busca? —preguntó al fin la mujer, poniéndose en pie, usaba una túnica blanca, bastante apretada, los botones del frente, en la parte del pecho se estiraban, amenazando con saltar en cualquier momento.

    —Al medimago Marton —informó rápidamente Draco.

    —¿Tiene cita? —interrogó la mujer, arqueando una ceja.

    —No, pero es urgente —respondió Draco, calculando cuánto oro tenía en el bolsillo en ese momento y preguntándose cuánto sería lo correcto de darle a esa mujer para que lo dejara pasar primero. Sintió cierto pánico cuando algunas caras voltearon a mirarlo curiosamente, ¿qué tal si alguno de ellos lo reconocía? ¿Qué explicación podría dar para estar en un consultorio de baja categoría?

    —Tendrá que esperar de todas maneras —replicó la mujer, mirándolo de arriba hacia abajo, Draco recordó entonces que vestía de la manera muggle, no se había dado cuenta de ello y Crabbe y Verónica no habían dado muestras de encontrar eso curioso ni extraño.

    —¿Cuánto exactamente? —preguntó, tratando de sonreír de manera seductora y caminando hacia ella, seguramente, pese a ser sólo ropa muggle, ella notaría que él no era un pobretón más, sino alguien con mucho oro.

    —Unos minutos, probablemente, ¿quién lo busca?

    —Dígale que vengo de parte de Cleam, William Cleam, él lo recordará.

    La mujer asintió y lo miró nuevamente de pies a cabeza, antes de moverse, con lo que a Draco le pareció extremada lentitud, hasta el consultorio del medimago, tocó suavemente la puerta y al parecer le dieron permiso de entrar, pues la abrió y se metió en el interior.

    Draco tamborileó con su pie contra el piso de madera, empezando a sentir más calor aún, su mano sujetaba su varita, esperando que vibrara anunciándole que Potter ya había despertado, con la otra mano, peinó su cabello, recordando la idea de cortárselo un poco. Fijó la mirada en la puerta blanca, con el letrero torcido, pidiendo una y otra vez que se dieran prisa, que por favor, por favor, se apuraran, que Potter no muriera, que nada malo pasara ya.

    Cuando la puerta se abrió, Draco dio un salto hacia delante, caminando rápidamente hacia la mujer, que hizo un ligero asentimiento.

    —El medimago Marton lo atenderá ahora mismo —informó con voz fría.

    —Gracias —agradeció Draco en voz firme y sin querer mirar a ningún otro de los pacientes que esperaban atención, empujó la puerta blanca. Dentro vio un consultorio, era pequeño, pero en mejor estado de lo que había imaginado, no se comparaba con los que él había visitado, sobre todo últimamente, pero era un alivio que no se estuviera cayendo a pedazos o sucio.

    —Buenas tardes, señor… —saludó el hombre poniéndose en pie.

    Draco lo miró fríamente, mientras se acercaba y le apretaba la mano, estudiando su aspecto, usaba una túnica celeste, nada comparada a las túnicas que usaban normalmente los medimagos que él conocía, su cabello era gris, bien peinado hacia atrás, su rostro mostraba unas cuantas arrugas alrededor de los ojos, y en la comisura de los labios, su sonrisa, pese a todo, parecía sincera, y su mano se sintió suave pero firme.

    —Walkinshaw —aclaró Draco rápidamente, era el apellido que usaba normalmente cuando estaba fuera del mundo mágico, por ejemplo su auto y su departamento estaban a ese nombre —, Daniel Walkinshaw.

    —Y dígame entonces, ¿qué puedo hacer por usted? Luce bastante sano, debo agregar.

    Si usted supiera, pensó Draco, pero no lo dijo en voz alta, sólo negó con la cabeza, rehusando la invitación a sentarse.

    —Mi amigo… tengo un amigo —informó rápidamente, cayendo recién en cuenta de que no tenía una historia creada —, yo… él está muy mal y necesito que lo venga a ver, por motivos que no pienso explicar, no lo puedo llevar a San Mungo ni a ninguna clínica. Necesito que venga conmigo inmediatamente, de más está decirle que será bien recompensado por eso —dijo sacando del bolsillo un pequeño saco con monedas de oro, que mostró por un instante antes de volver a guardarlo.

    —¿Usted le ha hecho daño a ese amigo? —preguntó el hombre, no parecía muy entusiasmado con la idea de marcharse, pero aún así se puso en pie, mirándolo fijamente.

    —No —mintió, aunque era consciente de que no lo hacía del todo, él no había querido atropellar a Potter, había sido él quien había saltado sobre su automóvil.

    —Señor… Walkinshaw —pronunció de manera lenta el apellido, recordándole a Draco que él sabía que ese no era su nombre verdadero —, quiero aclararle algo, por más que haya ayudado a su amigo, el señor Cleam, y que ayude a otros tantos con problemas que pueden parecer incómodos y vergonzosos, no me presto a ayudar a personas que buscan ayuda para cubrir sus… errores.

    Draco parpadeó, imaginando qué clase de ayuda podrían querer algunos, pero negó rápidamente con la cabeza, sabía que en cuanto el medimago viera a Potter sabría que probablemente él lo había atropellado, pero también sabría la razón por la cual no lo quería llevar a un sitio donde la información se pudiera filtrar.

    —Yo no le he hecho nada, vamos y usted mismo verá porqué no es posible llevarlo a ningún lugar, como le dije al inicio, esto tendrá su recompensa.

    —Por supuesto, por supuesto —aceptó el hombre, tomando un maletín del fondo del consultorio y metiendo algunas pociones en el interior. Draco recordó que él había dejado la maleta con pociones en la sala de su departamento, y que tal vez pronto tendría que tomar alguna de ellas.

    Draco lo miró impaciente, necesitaban darse prisa, no quería, realmente no quería, ser el responsable de la muerte o daño permanente de Potter.

    —Por esta puerta, si me hace el favor —indicó el medimago, señalando la puerta opuesta a la que Draco había usado para entrar.

    —Claro, pero… no tenemos red flú en casa —comentó, recién recordando aquello —, lo siento, tendría que… aparecerlo.

    El hombre lo miró dudoso por un instante, pero luego asintió, seguramente pensando que no habría que temer. No muchos se dejaban aparecer por recién conocidos, pues era confiar en que el otro mago tuviera la destreza suficiente para no escindirlos ni aparecerlos mezclados.

    *O*O*O*



    Aparecieron en la sala del departamento de Draco, el medimago dio una mirada alrededor, notando la falta de muebles pero la limpieza del lugar.

    —No suelo estar mucho por acá —informó Draco rápidamente, reprochándose esa necesidad de andar dándole explicaciones a ese hombre.

    —Entiendo…

    —En verdad, le juro que no es nada malo, ni nada de lo que pueda estar imaginando —se apresuró a aclarar Draco, guiándolo por el pasillo hacia la habitación que permanecía cerrada.

    —Si usted hubiera visto la mitad de las cosas que yo he visto, también dudaría, pero le pido disculpas por ello, no debo pre juzgar a los que vienen a mí pidiendo este tipo de ayuda.

    —No importa —Draco empujó la puerta de la habitación, la ventana abierta y las cortinas corridas iluminaban todo y dejaban un ambiente fresco en el interior. Potter seguía sobre la cama, tal como lo había dejado, y aunque había empezado a sudar, el rictus de su cara permanecía similar, al igual que su brazo derecho, encogido. Se preguntó si es que acaso no habría sido buena idea el haberle quitado aunque sea los pantalones y los zapatos para que estuviera más cómodo.

    —Mmm —masculló el medimago, mirando hacia Potter un instante y luego hacia Draco —, ya veo… ¿Qué fue lo que le pasó?

    —No lo sé —mintió Draco, el hombre arqueó una ceja conforme estudiaba el brazo derecho de Potter y lo miró nuevamente, exigiéndole silenciosamente una explicación.

    —Tuvo un accidente, en su moto, es todo lo que sé —explicó rápidamente.

    —De acuerdo, tenemos algunos problemas aquí —dijo el hombre, mientras agitaba la varita y quitaba la mayoría de las prendas de Potter, dejándolo sólo en ropa interior.

    Draco avanzó unos pasos más, hasta el pie de la cama y lo observó, casi completamente desnudo, se detuvo a examinar con la mirada cada parte de su cuerpo, la cadena de plata que había visto un rato antes, cuando lo había recogido de la carretera, no había desaparecido, y la pudo ver completa, era un cuadrado grueso y plateado también, tenía algunas inscripciones que no alcanzaba a leer; dejó de lado eso y siguió observando, estaba demasiado flaco, o eso le parecía a él, pues las costillas se le marcaban; se sorprendió en demasía, observando cada mancha, cada moratón, cada corte… no era un inocente como para no saber que algunos de esos morados no eran golpes sino mordidas, sin embargo no todos lo eran, y se preguntó qué clase de vida habría estado llevando Potter durante los últimos tiempos, después de todo, no había vuelto a escuchar de él tras haber derrotado al Lord, y eso había pasado tres años atrás, quizá un poco más.

    —¿Está muy grave? —preguntó Draco, mientras el hombre agitaba la varita sobre el cuerpo desnudo.

    —Depende —respondió el hombre soltando la varita y agachándose para sacar de su maletín un frasco con una poción en color rosada —, primero le daremos algo para ese brazo.

    —Claro.

    —Luego —continuó explicando el hombre mientras le levantaba la cabeza y lo hacía beber, para después dejarlo y empezar a repasar con su varita la cabeza de Potter —, hay una pequeña laceración en el hígado, que curaremos en un momento más, en que la poción para los huesos haya terminado de… —Draco supo el momento exacto en que el hombre descubrió que se trataba de Harry Potter, pero fingió no ponerse nervioso por eso —hacer efecto.

    —¿Cuánto tiempo cree que…?

    —Sólo un día, quizá día y medio —contestó el hombre, su tono de voz había dejado de ser amable y Draco se preguntó cuáles serían las consecuencias de ello.

    Ambos se quedaron en silencio, Draco demasiado absorto en sus dilemas: podía borrarle la memoria al hombre, aunque la enfermera lo había visto y lo reconocería, tal vez en ofrecerle una suma mucho mayor, para que guardara silencio, sabía por experiencia que casi nadie se mantenía firme con una gran bolsa de oro delante.

    Mientras tanto el medimago Marton continuaba examinando a Potter, se detuvo un rato más en las marcas del pecho y las del brazo, Draco descubrió que aquellas marcas estaban también en los tobillos y los pies de Potter, y nuevamente se preguntó qué clase de vida era la que estaba llevando el gran salvador del mundo mágico.

    —Esta —dijo levantando otro frasco, ahora con un líquido en color verde —ayudará con la hemorragia interna.

    Draco asintió, mirando como la garganta de Potter tragaba lentamente la poción, su gesto de dolor había ido cambiando poco a poco, ya no se veía tan tenso como antes, y su brazo, envuelto por un hechizo que el medimago había hecho, ahora parecía tener la forma normal.

    —Bien —suspiró el hombre mirando alrededor, Draco entendió lo que buscaba y de uno de los armarios sacó una sábana, con la que cubrieron a Potter —Ahora necesitamos hablar.

    —Claro —Draco asintió nervioso y miró nuevamente hacia Potter, ahora simplemente parecía dormir plácidamente. —Vamos fuera, ¿tal vez desea un café? —ofreció mientras guiaba al medimago hacia la pequeña cocina, tenía una mesa de madera clara, que nunca usaba, pero pensó que era el mejor momento para estrenarla.

    —Gracias, es buena idea —aceptó el medimago, dejando el maletín en una de las sillas y sentándose en otra, suspiró profundamente y se llevó una mano a la nuca, moviendo la cabeza de un lado al otro.

    —¿En verdad él se pondrá bien? ¿No habrán secuelas, daños permanentes… nada? —peguntó ansioso Draco, una vez que hubiera servido las dos tazas con café, lamentando no tener ningún alimento que ofrecer al medimago.

    —Pues esa es una pregunta relativa y muy complicada —contestó el hombre, Draco notó su cansancio, mientras daba un sorbo a la taza de café.

    —Creo que no lo comprendo.

    —¿En verdad él es su amigo? —preguntó, dejando la taza a un lado y mirando fijamente hacia Draco —, ¿o es la primera vez que lo ve, chocó con él y luego pensó en que dejarlo tirado era mala idea?

    —No es la primera vez que nos vemos —afirmó Draco, sabiendo que no mentía, y sabiendo que el medimago realmente no lo había reconocido a él, o por el momento no, pues recordaba claramente el escándalo que se armó, varios años atrás, cuando, aún en su sexto año, traicionó al Lord y a los mortífagos en busca de un trato a favor de su padre, cuando al fin pudo escapar a Estados Unidos los diarios habían pasado semanas hablando de él, de su educación y de que cursaba el mismo año que Potter, aunque eran enemigos a muerte, o al menos eso le habían contado sus amigos que escribían los periodistas —, somos amigos, pero no nos vemos desde hacer varios años, tal vez cuatro… no estoy seguro —continuó explicando Draco —, yo… estoy de pasada en realidad, iba hacia el continente, tengo pensado hacer un viaje y quería hablar con él antes de hacerlo, ya sabe… despedirme, pero lo encontré así y… pues, usted comprende que siendo quién es, no es recomendable despertar ningún escándalo, por eso busqué alguien de confianza, alguien que pudiera guardar esta información —dijo lo último arqueando una ceja, en clara invitación a que conservara el secreto.

    El medimago le dio una mirada más, seguramente tratando de adivinar si en verdad era cierto lo que decía o no, y Draco trató de no moverse demasiado, de no parpadear o parecer tenso, el dolor de cabeza, que ya extrañaba para esa hora, apareció lentamente, pero se obligó a no hacerle caso, no por el momento.

    —De acuerdo, entonces, ¿quién mejor que usted para ayudarlo? —asintió el medimago, apartando más aún la taza de café medio vacía y poniendo encima de la mesa el maletín.

    —Claro —afirmó Draco, no muy seguro de lo que pasaba, extrañamente el dolor de cabeza que pensaba se estaba iniciando, desapareció.

    —Habrá notado las marcas en sus brazos y piernas, ¿verdad?

    —Sí, llamaron mi atención… es decir, no creo que todos esos golpes se los haya hecho de una sola vez.

    —Claro que no, pero me refería específicamente a los que tenía en los brazos y tobillos —el medimago arqueó una ceja y Draco recordó entonces aquellos piquetes que le habían parecido tan extraños.

    —Cierto… ya entendí.

    —Obviamente su amigo tiene un caso de adicción, y no necesito mucho estudio para saber que es algo que ya lleva mucho tiempo, tal vez demasiado…

    —¿Adicción a qué? —Draco se removió incómodo en su asiento, sintiéndose tonto por no haberse dado cuenta antes, él recordaba el caso de un chico, se lo había contado Blaise, era uno que estudiaba un par de años delante de ellos, en Hogwarts, de Ravenclaw, que había muerto de una sobredosis unos meses antes, hablaron sobre el tema, sobre como nadie lo había podido ayudar al final.

    —Eso es algo que debemos averiguar, así como hacer unos estudios más, usted comprenderá que al estar en un ambiente como ese, pasa a ser un individuo de alto riesgo.

    —¿Él…? ¿Usted cree que tenga… algo?

    —Debemos tomar unas pruebas, si usted me lo permite, claro, podremos hacerlas ahora mismo, pero el resultado lo tendré para la tarde, quizá para la noche, tal vez entonces podamos hablar más claramente de la forma en qué podrá ayudarlo a superar esto.

    Draco abrió la boca, pero luego la cerró de golpe, ¿él, ayudar a Potter? Eso sí que era gracioso, sin embargo, si el hombre tenía razón y Potter estaba atravesando un tipo de adicción, lo mejor era curarlo lo más pronto posible, era claro que no estaba siendo coherente ni actuando de la mejor manera, sobre todo por la forma en que había saltado hacia la autopista unas horas antes.

    —Porque, no me equivoco al pensar que querrá ayudar a su amigo, ¿cierto? —insistió el hombre, mirándolo fijamente.

    —No, no es eso, es sólo que…

    —Usted tenía que hacer un viaje —suspiró el medimago.

    —Sí, pero me refería a que… no me creo que haya caído en ese tipo de vida —explicó sinceramente Draco, no imaginaba dónde podían estar en ese momento sus amigos: la comadreja y la sabelotodo, o todos esos que siempre andaban tras él, ¿cómo era que ninguno se había dado cuenta, o preocupado por él?

    —Entiendo… es normal que se sienta así, siempre es una desagradable sorpresa descubrir este tipo de cosas, pero lo peor es negarnos a verlo. El señor Potter despertará dentro de un día, aproximadamente, luego de eso se podrá levantar y seguir con su vida, o podría encontrar un amigo dispuesto a hacerlo reaccionar y recuperarse. Es su decisión.

    Draco se mordió el labio inferior y jugueteó con el borde de su taza de café media llena, sopesando lo que el medimago le decía, el saber que estaba en sus manos intentar ayudar a Potter le daba a todo una nueva luz, resignado, sabiendo que si declinaba, luego no podría estar completamente tranquilo por la suerte de Potter, asintió.

    —Sí, hágale los exámenes y luego déjeme saber qué es lo que hay que hacer para que se recupere.

    —¡Excelente! —exclamó el medimago, poniéndose en pie y sacando algunos frascos vacíos del maletín.

    *O*O*O*



    El medimago había prometido volver alrededor de las siete de la noche, complicaba las cosas que no tuviera una red flú para comunicarse, pero no tenía otra opción que esperar a que llegara puntual, así que faltando diez minutos para la hora pactada, desactivó los hechizos de seguridad de tal manera que el hombre pudiera aparecerse solo en el pasillo.

    Durante la tarde había bajado a comprar un poco de comida, tanto para el almuerzo como para la cena, además para llenar el refrigerador y los estantes, ya que suponía que no podría partir tan rápido como habría pensado.

    Además se había encargado de acomodar la habitación que normalmente usaba para dormir, sacando, a instancia del medimago, todo mueble y objeto peligroso, así como las pociones del baño. Se había instalado en la segunda habitación, una pequeña con la ventana hacia la ruidosa avenida, se sentía relegado en su propia casa, pero no podía hacer nada más por el momento.

    Había verificado que Potter continuara durmiendo varias veces, la última, una media hora antes, y esa vez se había animado a destaparlo un poco y observar con más cuidado la medalla plateada que usaba. Era una muy extraña, tenía grabadas las letras “H.P.” pero además en la parte de abajo un número: “16”; y en la parte posterior en runas antiguas se leía “La orden del fénix”; se trataba, sin duda, de las medallas que habían usado durante la guerra. Goyle y Crabbe, que tuvieron que permanecer en Inglaterra durante ese tiempo, le contaron que los de la Orden las utilizaban para comunicarse y también para identificarse, pues contaban con hechizos de reconocimiento, y que también servían para reconocer a los caídos, ya que no se podían quitar y que cada uno tenía un código propio; luego de la guerra esas medallas pasaron a ser objetos muy preciados, se preguntó cuánto pagarían por la de Harry Potter.

    También se las había arreglado para escabullirse a la Biblioteca Mágica, creada un par de años antes, cuya sede estaba en una de las intersecciones del Callejón Diagon, había usado un hechizo de transformación y se había sentido aliviado de que los hechizos protectores de ese edificio no lo delataran. No había encontrado demasiada información, no más de la que ya sabía: Potter había vencido a Voldemort en febrero de mil novecientos noventa y siete, luego de eso se había refugiado en su casa, una heredada por su padrino Sirius Black, y no había vuelto a salir a la luz, se creía que podía estar viviendo en el lado muggle, o tal vez de viaje alrededor del mundo. Sus amigos y los Weasley eran muy reservados al respecto, nunca comentaban nada sobre la pasada guerra o sobre Potter; y durante la conmemoración del final de la guerra ninguno de ellos se dejaba ver por ninguna de las ceremonias. Sabía que Granger estaba estudiando leyes, eso decía “El Profeta”, con una fotografía de la chica saliendo de uno de los edificios del campus de la universidad de leyes; que Ronald estaba trabajando como rompedor de maldiciones en Gringotts; y que uno de los gemelos Weasley, el que había sobrevivido, seguía adelante con el negocio de Sortilegios Weasley. Empezó a creer que tal vez Potter también estaba huyendo de sus amigos, tal como él lo hacía de su familia.

    A las siete y media alguien llamó a su puerta, se puso en pie de un salto, dejando de lado los diarios antiguos que había logrado copiar en la biblioteca y utilizó un hechizo para asegurarse de que se trataba del medimago Marton, cuando abrió la puerta lo vio con la misma túnica que en la tarde, el maletín en una mano y una mirada preocupada.

    —¿Cómo está? —saludó mientras lo invitaba a pasar.

    —Honestamente, cansado —suspiró el hombre, dejando el maletín sobre el piso y estrechándole la mano —. ¿Ha habido algún cambio?

    —Ninguno. Sigue durmiendo profundamente, aunque ya no está haciendo fiebre ni sudando.

    —Eso es bueno, pero me temo que pronto comenzará con las fiebres de nuevo.

    —¿Por qué lo dice? —Draco le indicó el sofá y le sirvió una copa de vino, sin siquiera preguntar si es que deseaba beber, el medimago no puso ninguna resistencia y dio un largo sorbo, antes de atraer su maletín y sacar un par de pergaminos.

    —De acuerdo, las noticias buenas primero: no se encuentra ninguna reacción positiva a enfermedades de transmisión sexual, SIDA, ni a hepatitis. En este punto vamos más avanzados de lo que va el mundo muggle, no contamos con problemas a la hora de diagnóstico, hasta esta tarde él no ha sido contagiado de ninguna enfermedad, y mientras no se vuelva a inyectar no correrá riesgo de contagiarse.

    —Es un alivio —asintió Draco, había pensado en ello durante la tarde, luego de que el medimago le explicara que la adicción de Potter, aparentemente, era sobre todo a las sustancias muggles, y los reales riesgos que había en usar jeringas.

    —Sin embargo, hemos descubierto que ésta mañana estaba bajo la influencia de una droga: heroína —Draco jadeó, dejándose caer un poco más sobre el sofá —, y no sólo eso, según el historial que hemos podido conseguir gracias a las muestras que tomé, también a cocaína y algunas pociones relajantes, para dormir, y otras para despertar, las llamamos estimulantes.

    —Demonios.

    —Si no me equivoco, cuando despierte, por la poción que le dimos antes de irme, que era para limpiar su organismo, padecerá de una crisis, es normal en pacientes con este grado de adicción.

    —¿Crisis? ¿Qué crisis? —preguntó Draco mirando hacia el pasillo y la puerta cerrada de la habitación donde Potter permanecía durmiendo.

    —Se llama síndrome de abstinencia. ¿Ha sacado ya todo lo peligroso de la habitación?

    —Así es.

    —Bien, debemos revisarla a conciencia, lograr que las ventanas y el espejo sean irrompibles, para evitar cualquier intento de suicidio.

    —¿Suicidio? —Draco palideció un poco más.

    —Sí, suicidio. Lo mejor, señor Walkinshaw, será hablar mientras revisamos todo.

    *O*O*O*



    Luego de que el medimago le ayudara a proteger la habitación, quitaron el pomo de la puerta, y hechizaron la habitación para que sólo se pudiera abrir desde el exterior, retiraron la varita del alcance de Potter, pero dejaron los lentes a la mano, así como un par de mudas de ropa y toallas limpias.

    Además crearon un hechizo en la pared, de tal modo que Draco pudiera ver a Potter, sin que éste lo pudiera ver a él, para tenerlo más vigilado aún.

    El medimago Marton accedió a cenar con Draco, mientras le iba explicando la forma en que debería tratar a su “amigo” de ahora en adelante. Draco no supo cómo, pero de pronto estaba ya embarcado en lo que sería el plan de desintoxicación y recuperación de Harry Potter.

    Antes de irse el medimago le enseñó a hacer un hechizo, uno que según le explicó, era un método nuevo y recientemente usado al momento de querer curar a alguien de una adicción, era uno de ubicación, pero de mucha mayor fuerza que los comunes, pues hacía que el protector, en este caso, Draco, pudiera ubicar a su protegido, Potter, en cualquier circunstancia, y en cualquier parte, evitando que los hechizos de seguridad en incluso el encantamiento Fidelius, afectara su efectividad.

    Luego de meditarlo un poco, Draco accedió a hacerlo, más que nada para hacer que el medimago dejara de mirarlo de manera sospechosa, imaginando que ahora que había visto todo el problema que se le avecinaba, quisiera escapar.

    La sensación fue extraña: algo caliente recorriendo su pecho, una cadena invisible se creó entre él y Potter, que permanecía profundamente dormido, y luego simplemente la idea de que todo iba en paz.

    Prometiendo volver al día siguiente, cerca del medio día, el medimago Marton se despidió, verificando por última vez el estado de Potter, su brazo derecho ya estaba completamente curado, por lo que le quitó la venda mágica, y en cuanto a la pequeña hemorragia interna, tampoco era un problema ya, ahora sólo faltaba que despertara, y ver cuál era su reacción a todo lo que encontraría.

    Draco, mientras fumaba un cigarro en el pasillo, observó a Potter dormir por mucho rato más, no parecía estar sufriendo, es cierto que parecía enfermo y cansado, pero no un adicto a punto de tener una crisis de abstinencia. Recordó al Potter de la escuela, siempre decidido, siempre listo para actuar, con los ojos brillantes, sus diversas peleas en los pasillos, su idea de lograr siempre el bien y la justicia; y no lo pudo hacer encajar con el perfil de un adicto. Tal vez la guerra, la muerte de algunos de sus amigos, de Dumbledore, había logrado finalmente quebrarlo.

    *O*O*O*



    Se despertó con el sonido de un grito. Por un instante no supo qué era lo que pasaba, pero algo en su pecho se oprimió de manera extraña y hasta dolorosa, y eso fue suficiente para que se pusiera en pie. Saltó de la cama y corrió hacia el pasillo, los gritos seguían siendo ensordecedores, al igual que los golpes contra la puerta.

    En cuanto estuvo delante de la ventana que daba a la habitación de Potter, lo vio: usando sólo la ropa interior, sudaba copiosamente, con el cabello desordenado y pegoteado a la frente, mientras aporreaba la puerta con demasiada fuerza, podía ver su rostro rojo y enfurecido, y sus manos pronto estarían amoratadas por los golpes que estaba dando.

    —¡Déjenme salir! —gritaba Potter, mientras golpeaba una y otra vez la puerta, ni siquiera se había puesto las pantuflas que Draco había dejado a un lado de la cama, que estaba desordenada, con las sábanas a un lado, en el piso. —¡Suéltenme! ¡No he hecho nada! ¡Déjenme salir!

    Draco jadeó, asustado, por la fuerza que parecía tener Potter, por su desesperación y su miedo, y todo lo que podía sentir en el pecho gracias al hechizo, pero no había nada que pudiera hacer, Marton había sido muy claro al respecto, no podía dejarlo salir, no debía siquiera intentar abrir la puerta, aunque sí comunicarse con él.

    Lo observó por un rato más, golpeando y pateando la puerta, hasta que se sintió más seguro de poder hablar con voz firme, agitó su varita y logró el hechizo para que su voz se escuchara dentro de la habitación.

    —Potter —dijo con calma, Harry golpeó la puerta con más fuerza y, como si recién notara la voz, se detuvo, mirando alrededor.

    —¡Déjame salir! —gritó nuevamente.

    —Escucha, estás enfermo y por el momento no es posible dejarte salir, debes comprender que…

    —¿Quién eres? —su voz sonaba maniática —¿Qué es lo que quieres de mí?

    —Por el momento puedo decir que soy un amigo tuyo y que esto es lo mejor para ti, no es posible dejarte salir, tendrás que calmarte primero y…

    —Yo no tengo amigos. Déjame salir y te daré lo que quieras, tengo cosas que hacer, muchas cosas importantes que hacer y me estás retrasando.

    —No, no puedes salir, no importa que me creas o no un amigo, no saldrás.

    —¿Es acaso esto un secuestro? —preguntó, dando vueltas alrededor de la habitación, palpando las paredes, incluso se metió al baño y luego salió nuevamente, su palma recorrió también la pared hechizada y se quedó quieto por un momento, como descubriendo la magia que había en ella.

    —No es un secuestro, sólo quiero que te recuperes —continuó Draco, de pie, frente a la pared que le permitía ver a Harry, inconscientemente levantó una mano y la apoyó contra la palma de Potter, que se quedó quieto un instante más, y luego la alejó, negando con la cabeza.

    —Esta no es ninguna clínica, las conozco, y sé que no lo es, ¿quién eres? —preguntó nuevamente, su mirada se fijó en la pared, y Draco tomó una bocanada de aire, impresionado por la fuerza de esa mirada, aún tras las gafas.

    —No, no es una clínica, ayer tú… ¿no lo recuerdas?

    —¡Déjame salir! —gritó nuevamente, alejándose de esa pared y mirando por la ventana, Draco agradeció que Marton le hiciera asegurar los vidrios porque Potter le dio un par de golpes, tratando de abrirla.

    —Esa no es una opción, lo siento —respondió firmemente —, ayer tuviste un accidente, y has terminado aquí, podrás gritar lo que quieras, pero no te podemos dejar salir.

    Potter giró nuevamente, inclinando la cabeza hacia un lado, sus ojos se estrecharon y cuando habló lo hizo con voz lenta y pausada.

    —No son muchos, sólo eres tú, nadie más, y me dejarás salir, ¿sabes quién soy? Soy Harry Potter, pude contra Voldemort, si no me dejas salir ahora, cuando lo consiga, porque sé que lo haré, lo que le pasó a él será un juego de niños comparado con lo que te pasará a ti.

    Draco retrocedió un par de pasos y trató de calmarse, estaba protegido, la habitación tenía hechizos de seguridad, no había forma en que pudiera escapar, era sólo el miedo y la rabia lo que lo hacían amenazarlo de esa manera, sinceramente esperó que Potter no se hubiera convertido en un asesino.

    —Sí, siento tu temor —continuó Potter —, vamos, piensa correctamente lo que harás, sabes que puedo acabar contigo.

    —No, no lo harás —dijo al fin con voz segura —, y esto es algo que me agradecerás luego.

    Potter rugió con rabia y los gritos se iniciaron nuevamente, era una suerte que el edificio estuviera protegido contra el sonido, pero no podía insonorizar la habitación de Potter, así que durante el resto de la mañana se sentó en el pasillo, fumando lentamente mientras observaba con temor a Potter descargar toda su rabia y furia contra la cama, las paredes y la puerta.

    El medimago regresó, tal como había prometido, al medio día, Draco casi había esperado que no lo hiciera, ya que la noche anterior le había pagado una gran cantidad de oro, y se sintió aliviado cuando escuchó el sonido de su puerta siendo golpeada.

    Sobre los gritos de Potter, que iban perdiendo fuerza conforme la tarde empezaba, Draco le explicó lo que había pasado, la forma en qué Potter había reaccionado desde casi el amanecer.

    —Pronto caerá dormido —comentó el medimago, viendo a Potter dejarse caer contra una de las paredes y abrazando sus rodillas.

    —Genial, me estaba dando jaqueca.

    —Será el momento en el que deberá entrar a la habitación y darle esto —informó enseñándole un pequeño frasco con una poción anaranjada.

    —¿Qué es eso?

    —Es un tranquilizante, sé que suena raro que le demos algo así, queriendo controlar su adicción, pero es lo correcto, podrá descansar y calmarse, en un par de días será más fácil, le pido paciencia.

    —¿Cada cuánto le debo dar esto? —preguntó, mirando la hilera de frascos.

    —Sólo una toma por día, no más, luego dejémoslo gritar todo lo que quiera, se calmara en algún momento.

    Draco pensó que aquello no era un gran consuelo, pero se abstuvo de decirlo, y aceptó todas las indicaciones. Pasó una hora más, y mientras Potter gritaba como loco, aprovechó la presencia del medimago para darse una rápida ducha, tomar las pociones que le correspondían, aunque sabía que se estaba saltando los horarios, sin embargo, los síntomas no parecían empeorar por ello, pero no se quería arriesgar a sentirse mal teniendo a Potter en ese estado. Marton lo ayudó, luego de que Potter cayera dormido y que Draco pudiera sentir la paz que emanaba de él nuevamente, a darle la poción, explicándole la forma en qué debía hacerlo. Lo levitó de vuelta a la cama y aplicó un hechizo de limpieza sobre él.

    —Por la noche el cuadro se puede volver a repetir, así que le aconsejo que descanse un poco ahora —recomendó el medimago mientras se despedía, Draco aceptó la propuesta y se dejó caer en el sofá, se pasó la tarde y parte de la noche dormitando, sin querer pensar en todo el tiempo que eso le estaría quitando, pero consciente de que, si quería cambiar su vida, y sacarle provecho, el ayudar a Potter era una buena opción.

    Para la noche nuevamente se despertó con los gritos de Potter, no le habló esta vez, sólo se quedó en el pasillo, cubierto por una manta y recostado en el piso, observándolo moverse de un lado al otro y sintiendo esa ansiedad en el pecho, hasta que nuevamente se quedó dormido.

    *O*O*O*



    El segundo día fue igual que el anterior, sólo que esta vez cometió un terrible error.

    Era ya medio día y Potter se había dejado caer en una esquina, con los ojos cerrados y respirando apaciblemente, Draco sintió la paz que el sueño le daba y no dudó en abrir la puerta, dispuesto a darle la poción anaranjada para que descansara mejor, pero en cuanto se acercó a él, las cosas cambiaron abruptamente.

    Harry levantó una mano y lo sujetó por la muñeca, Draco chilló por la sorpresa y trató de soltarse pero al parecer, pese a que Potter no había probado nada de la comida que había dejado para él desde la tarde anterior, tenía más fuerza que él y logró empujarlo, luego de darle un gran golpe en la mandíbula lo tiró al suelo. Los ojos de Potter se abrieron mucho cuando lo reconoció.

    —¡Malfoy!

    —Potter, suéltame —jadeó, tratando de incorporarse, pero Potter se había sentado sobre él, y lo tenía sujeto por ambas manos.

    —¿Qué mierda te crees que haces?

    —Estás enfermo, debes descansar y curarte y luego…

    —¡Mi varita! —rugió furioso, interrumpiéndolo.

    —No te la daré.

    —¡Accio Varita! —gritó Harry, ignorándolo. Levantó la mano en el momento en que la varita llegaba hasta él, y antes de que Draco pudiera siquiera intentar incorporarse, Harry lanzó un hechizo aturdidor que le dio en el pecho, dejándolo inconsciente.


     
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  6. Kari Tatsumi
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    CAPÍTULO 4




    De pronto abrió los ojos, asustado y con la sensación de que algo andaba mal, terriblemente mal. Tomó una profunda bocanada de aire y sintió un hincón en sus costillas, en donde Potter seguramente le había lanzado el hechizo. Se sentó lentamente, sintiendo su cabeza demasiado adormecida, su mandíbula parecía resentida también y la acarició con lentitud, rememorando la razón de aquel dolor… Claro, Potter también le había dado un golpe allí. Para ser una persona que casi no se había alimentado y sólo había tenido crisis nerviosas en los últimos días, Potter era muy fuerte, decidió Draco, mientras apoyaba las manos en el piso y se impulsaba hacia arriba, para poder ponerse en pie. Un pequeño mareo casi lo hace caer, pero sus piernas lo sostuvieron, mientras apretaba los ojos, hasta que sintió que todo se estabilizaba alrededor.

    Con lentitud salió de la habitación de Potter y avanzó por el pequeño pasillo, en el centro había un espejo, frente al cual se detuvo para observar su aspecto, tenía el labio hinchado y un golpe morado bajo el, en la mandíbula; su cabello estaba despeinado, incluso le pareció que lucía mucho más pálido que de costumbre.

    Negó con la cabeza y pensó que lo correcto era ver el nivel de daño ocasionado, mientras continuaba su camino hacia la sala, su pecho se oprimió con fuerza, pero se ordenó dejar de lado esas sensaciones y revisó el resto de su departamento: faltaban algunas cosas, nada de gran valor en realidad, un par de adornos y algo de oro que había dejado sobre la mesa para el momento en que Marton volviera, se preguntó cuánta droga se podría conseguir con aquello que Potter se había llevado.

    Su pecho se sintió más oprimido aún, pero decidió continuar ignorando esa sensación, mientras iba a su habitación y se ponía un ungüento para los golpes en la mandíbula, en el labio y en el pecho, que se estaba poniendo ya de un color verdoso nada saludable. Bebió lentamente una poción para el dolor y los golpes, aún de pie, sólo con sus pantalones puestos y notando como poco a poco las marcas de haber sido atacado desaparecían.

    Era evidente que era un pésimo cuidador, Marton lo había dejado solo un día y ya había dejado que Potter lo golpeara, le robara y se escapara. Estaba claro que ese tipo de trabajo no era para él. Su pecho se apretó con más fuerza y Draco cerró los ojos, tratando de obligarse a ignorar aquella sensación extraña. No era su culpa, después de todo, él había intentado ayudar, había desperdiciado días enteros en eso, y Merlín sabía que lo había intentado, pero si Potter no estaba dispuesto a ser ayudado, si Potter sólo pensaba en escapar e ir por más droga en lugar de…

    Abrió los ojos y vio su aspecto delante del espejo, pálido y delgado, el golpe verdoso de su pecho casi había desaparecido, incluso la palidez se estaba alejando, aunque seguramente era algo momentáneo, pronto él dejaría de lucir medianamente saludable y se convertiría en… Negó con la cabeza, la sensación en su pecho era fastidiosa, era como tener a alguien pinchándote para que le hicieras caso… ¿Qué estaría haciendo Potter? ¿Habría conseguido suficiente droga como para volver a comportarse imprudentemente, atravesar una carretera y quizá…?

    —Mierda —gruño, enfadado. No podía. Por más que quisiera, por más que estuviera acostumbrado a ignorar los problemas, o buscar la vía más simple, no podía hacer lo mismo con Potter.

    —Estoy seguro que me arrepentiré de esto —suspiro mientras buscaba con qué abrigarse, dispuesto a ir por Potter y traerlo de regreso.

    Tomó su varita y la agitó, conjurando las palabras que el medimago le había enseñado, la sensación de desaparecerse lo tomó por sorpresa, y soltó un jadeo mientras su cuerpo era apretado en diversas direcciones, Marton le había dicho que ese método aún estaba en estudios, que era reciente y que podía tener algunas fallas, pero también que lo llevaría siempre hasta donde Potter se encontrara, evitando que lo perdiera de vista, aunque no había mencionado que por medio de la aparición directa.

    Finalmente apareció en frente de una puerta de madera color verde, con el número ocho colgado en el centro y torcido; en medio de lo que al parecer era el pasillo de un oscuro, viejo y mal oliente edificio; miró a ambos lados, las bombillas de luz estaban casi todas quemadas o ausentes y el lugar se veía lúgubre y peligroso, su cuerpo automáticamente se puso en guardia, esperando ser atacado en cualquier momento, mientras meditaba que, por la hora, Potter seguramente llevaba demasiado tiempo allí. Tomó una bocanada de aire, tratando de prepararse mentalmente para cualquier cosa que pudiera encontrar en el interior, antes de lanzar un hechizo para abrir la puerta.

    La puerta salió volando hacia un lado, haciendo un sonido sordo, pero casi nadie en el interior se inmutó. Por un instante tuvo que cubrirse la nariz por la pestilencia que emanaba el sitio; al fondo de lo que sería supuestamente la sala, aunque era difícil adivinarlo por la ausencia de muebles, vio a varios chicos, muchos de ellos desnudos, apoyados el uno contra el otro, con las miradas perdidas, uno de ellos esbozó una pequeña sonrisa en cuanto lo vio, pero no hizo el intento de ponerse en pie.

    —Hey, ¿qué mierda crees que haces? —gritó un hombre, apareciendo por uno de los lados, seguramente un pasillo que conducía a más habitaciones; tenía la piel oscura y el cabello cortado al ras de la cabeza, era mucho más grande que él, tenía tatuajes en los musculosos brazos, y usaba sólo un pantalón viejo de algodón, no parecía para nada drogado.

    Draco no se detuvo a pensar en que probablemente era un muggle, ni mucho menos a tratar de responder, o preguntar por Harry, simplemente lanzó un expelliarmus que consiguió derribarlo, lanzándolo hacia el otro lado de la habitación y dejándolo inconsciente; el chico que le había sonreído un instante antes, soltó una carcajada estridente, aunque un momento después volvió a caer nuevamente en ese estado de sopor.

    Draco no le prestó atención y caminó hacia el pasillo por donde el hombre había aparecido, había unas cuantas puertas cerradas, la intuición, ¿o sería el hechizo?, lo hizo pasar de largo por varias de ellas, hasta que se detuvo en una en medio del pasillo.

    Dentro podía escuchar gemidos, gemidos de un hombre y algunos ruidos que no tardó en identificar. Tragó grueso y se obligó a pensar que no se horrorizaría por lo que encontrara, antes de empujar la puerta con fuerza. Pese a haber intentado mentalizarse, no pudo evitar soltar un jadeo de sorpresa por lo que encontró:

    Potter estaba desnudo y tendido en la cama, boca abajo, mientras que sobre él había un hombre bastante alto y también musculoso, resoplando mientras se clavaba en Potter una y otra vez, con tanta fuerza que hacía que la cama chirriara por el esfuerzo. Potter parecía tan ausente de todo lo que pasaba allí, con la cara hacia un lado y los ojos entrecerrados, sus brazos laxos a los lados, sobre las sábanas y sus labios entreabiertos, exhalando lentamente, sin emitir ningún sonido; en el otro extremo de la habitación había otro hombre más, mirando la escena con lujuria, mientras se acariciaba lentamente. Draco no quiso saber si es que estaba esperando su turno o una repetición.

    —Hey, Max, aún no es tu turno —protestó el hombre que se estaba follando a Potter, con voz ahogada, girando un poco el rostro, sus ojos se abrieron como platos al ver a Draco y no a Max, el hombre, supuso Draco, que había derribado en la otra habitación.

    —Aléjate de él —ordenó Draco, encontrando al fin su voz en medio de todo el shock.

    El hombre que se estaba masturbando en una esquina lo miró con asombro, pero al parecer también estaba algo drogado, pues su reacción fue demasiado lenta. Draco lo aturdió rápidamente, en tanto el otro hombre se incorporaba, dejando a Harry tirado como un muñeco usado y desechado. Draco lo aturdió también, haciéndolo volar sobre el cuerpo del otro muchacho, antes de que siquiera le intentara dar un golpe. Su mirada se volvió hacia Potter, que aún permanecía ausente a todo lo que pasaba alrededor, simplemente recostado allí.

    —¡Mierda, Potter! —gritó en cuanto se acercó a él, concentrándose en lo más importante en ese momento, que era llevarse al chico de ese lugar. Potter incorporó un poco la cabeza, sus ojos brillaban de manera enferma, tratando de enfocarlo.

    —Hola —suspiró Harry, parecía a punto de quedar inconsciente.

    —¡Accio cosas de Potter! —llamó, un grupo de prendas, la varita y los lentes de Harry volaron hasta sus brazos, con un movimiento más de varita envío todo a casa y luego se inclinó hacia Potter, lo obligó a sentarse, notando los nuevos piquetes, aún con algo de sangre y las nuevas mordidas y marcas, trató de no sentirse demasiado asqueado por ello y lo puso en pie, tambaleante, para luego abrazarlo con fuerza, el chico se dejó hacer, sin oponer resistencia, lo envolvió por el cuello con sus brazos y apoyó su cabeza en el hombro, Draco ni siquiera se percató de que tenía a Potter, completamente desnudo, abrazado a él y sin querer demorarse más, lo llevó de nuevo a la habitación de su departamento.

    *O*O*O*



    Marton le había dado la facultad de aparecerse directamente en la pequeña sala junto al consultorio, que usaba para trasladarse. Luego de dejar a Potter en la cama, cubierto por una manta y asegurado la puerta, apareció allí, esperó por unos quince minutos, mientras el medimago atendía a una mujer, para luego explicarle lo que había pasado y la forma en que Potter se le había escapado. Draco se sentía realmente culpable por ello, porque no había sido lo suficientemente listo o precavido para defenderse del ataque de él, y porque había llegado demasiado tarde.

    —Esto es algo que siempre pasa —explicó el hombre mientras seguía a Draco a su casa.

    —¿Siempre?

    —Bueno, casi siempre —le consoló, poniendo una mano sobre su hombro y dando un par de palmaditas, Draco no recordaba cuándo alguien le había hecho eso, consolarlo de esa manera, restándole importancia a un error que él consideraba catastrófico.

    —Pero… pude haber impedido… ¡lo ha hecho de nuevo! —exclamó realmente frustrado.

    —Lo entiendo, siempre es desagradable ver que nuestros amigos caen en este tipo de cosas, y es difícil, pero usted es muy valiente al querer ayudarlo de esta manera, más aún no queriendo internarlo, sino curarlo usted mismo, pero debe ser consciente de que este tipo de tratamiento es de un día a la vez, mañana todo estará mejor, no se dejará engañar de nuevo.

    —No, no lo haré —garantizó Draco, no le había contado exactamente cómo es que había encontrado a Potter, le parecía demasiado denigrante el decírselo a alguien alguna vez.

    —Vamos a ver a este paciente entonces —suspiró el medimago, mientras abría la puerta de la habitación, Potter seguía tendido en la cama, pero no estaba dormido, Draco había pensado que lo estaba, pero no era cierto, según le explicó el medimago Marton, estaba bajo los efectos de alguna sustancia alucinógena, con los ojos entreabiertos, mirando hacia el techo y respirando entrecortadamente.

    *O*O*O*



    Durante la madrugada Draco no podía dormir, aún pensando en la forma cómo había encontrado a Harry, las cosas que había seguramente estado haciendo bajo los efectos de aquellas drogas.

    Acomodó una silla, que transfiguró en un cómodo sofá y jaló unas mantas hasta el pasillo, donde, con un libro y su cuaderno de la vida, se sentó a esperar o que el sueño llegara o que Potter despertara, lo que ocurriera primero.

    Esta vez, a diferencia de la anterior, Potter despertó en la tarde, y no lo hizo gritando ni despotricando, simplemente se sentó sobre la cama, observando la pared de enfrente, y se quedó quieto por mucho rato, tanto que Draco pensó que le podría dar algo. Luego de eso se tendió nuevamente en la cama y cerró los ojos, durmió por toda la noche, lo que fue un alivio para Draco, aunque no se hacía ilusiones imaginando que todo sería mejor de allí en adelante.

    Al tercer día la crisis inició nuevamente, Draco, pese a todo lo que pensaba antes, aplicó un hechizo de silencio en la habitación, para no escucharlo gritar, porque sabía que no lo podría soportar; aunque sí que lo observó casi todo el tiempo, vio como la comida que había dejado allí salía volando por todos lados y la cama era deshecha. Tuvo que reconocer que Potter tenía bastante fuerza. Esperó a que el medimago Marton llegara para suministrarle la poción calmante, y luego siguió haciendo guardia, desde el sofá en el pasillo, durante las noches, durmiendo algo incómodo, pero verificando cada cierto tiempo que Potter estuviera bien.

    Marton le había traído los resultados de los nuevos exámenes que le habían hecho a Potter el día que se escapó, para alivio de Draco estos dieron negativo nuevamente, supuso que Marton imaginaba cómo había encontrado a Potter por su pedido de examinarlo nuevamente, pero agradeció que no lo preguntara.

    Para el quinto día Draco estaba ya acostumbrado, por ratos quitaba los hechizos de silencio y escuchaba a Potter maldecir contra él y todos sus ancestros, hasta que se cansaba y luego lo veía, hasta que era Potter el que caía rendido, generalmente en el piso, entonces Marton volvía y le ayudaba a darle la poción, cada vez en menor dosis, y acostarlo en la cama; sin embargo, ese quinto día algo diferente pasó; Potter estaba sentado sobre la cama, con las piernas cruzadas y usando uno de los pantalones de algodón que Draco le había dejado, su cabello estaba pegoteado por el sudor, pero su mirada se veía diferente, el brillo de sus ojos había dejado de ser tan demente.

    Draco dudó durante mucho rato, mirándolo sobre la cama, finalmente quitó el hechizo de silencio e hizo el que le ayudaba a transportar la comida hasta la habitación, Potter no pareció sorprendido por ver aparecer la charola plástica con un plato, un vaso y una cuchara, todo en plástico también.

    —Supongo que es lo más seguro, ¿no? —dijo con voz cansada y afónica, mientras tomaba la cuchara y jugaba con el puré de patatas y arroz que Draco le había enviado.

    —Por ahora sí —se atrevió a contestar Draco, jalando un poco más el sofá hacia la ventana que le permitía observar a Potter.

    Harry hizo una mueca de descontento y miró hacia todos lados.

    —Vaya, Malfoy, había esperado que la parte en la que tú eras el que me tenía encerrado aquí haya sido una terrible alucinación.

    —No, no lo es —contestó Draco, observando la forma cómo Potter movía su comida de un lado hacia el otro —; y debes dejar de jugar y comerte eso, antes de que se enfríe, llevas día apenas probando bocado.

    —Claro, claro, ¿y luego hablaremos acerca de nuestros sentimientos? ¿O empezaremos con la parte en la que tú me dices lo terrible que es drogarse y el daño que me hago a mí mismo y a los que me quieren con eso?

    —No, luego de eso deberías meterte a la ducha, tomar un buen baño y luego dormir. Mañana ya veremos qué se nos ocurre.

    —¿Desde cuándo te dedicas a esto? Pensé que estarías… no sé, administrando la enorme fortuna de tu familia, o de crucero por el mundo.

    —Pues, no me dedico a esto, es más, estaba de camino a un crucero por el mundo cuando me crucé contigo, y créeme que no me hace nada feliz tener que estar así, pero es lo que hay… —se encogió de hombros, y luego recordó que Potter no lo podría ver.

    Harry entrecerró los ojos, parecía analizar las cosas, al menos por un instante, antes de tomar el plato y lanzarlo hacia una de las paredes, el vaso y la bandeja siguieron el mismo recorrido y Draco suspiró, vencido y cansado.

    —¿Para qué mierda me tienes aquí entonces? —preguntó poniéndose en pie, Draco negó con la cabeza y dejó su espalda descansar sobre el sillón, pasando los brazos tras la cabeza y preguntándose si faltaría mucho para que Marton llegara y examinara a Potter.

    —Obviamente no por diversión —respondió Draco —, ¿sabes cómo conseguirás respuestas? Cuando empieces a actuar cuerdamente, el tirar la comida y matarte de hambre no es actuar cuerdamente.

    —Estúpido cabrón de mierda, no tienes derecho a retenerme aquí, es un secuestro, te denunciaré y entonces….

    —¿Con quién lo harás? —preguntó Draco, interrumpiéndolo, aunque con voz calmada.

    —Con… con… con los del Ministerio, sí, con los aurores, con ellos mismos.

    —Ah… ¿Y con quién exactamente?

    —Yo no…

    —Ah, claro, es que no sabes que los aurores ahora no reciben denuncias, hace un año que se estableció la oficina de denuncia de delitos y faltas, para hacer más sencilla la labor de los aurores, para que no perdieran tiempo en denuncias tontas… Toda una pérdida de tiempo y oro, si es que quieres saber mi opinión.

    —No, no la quiero saber —respondió Harry, parecía más confuso, pero aún así permanecía en pie —; y te denunciaré con ellos.

    —¿Por qué? ¿Por secuestro? —se burló Draco —; si estás allí, denunciándome, es porque no estás secuestrado; y además, lo lamento mucho, pero nadie le va dar credibilidad a un drogadicto.

    —¡Cállate! —gritó Potter; y Draco sabía que tal vez se debería callar, pero aún así no se detuvo, había pasado más de una semana cuidándolo, y el golpe en la mandíbula aún le dolía.

    —Ni siquiera tus amigos te hacen caso ya, ¿no es cierto?

    —¡Qué te calles te he dicho!

    —Hasta la comadreja y la sangresucia se cansaron de andar tras tuyo, cuidando tus pasos, y se decidieron a tener su propia vida.

    —¡Basta!

    —Ni siquiera el ser el Gran Salvador del mundo mágico te ha salvado de estar solo, enfermo y drogadicto…

    —¡Silencio! —rugió Harry, golpeando esta vez con ambos puños la pared que servía de ventana para Draco, quien retrocedió por instinto.

    Ambos se quedaron en silencio, respirando entrecortadamente, Draco observando la expresión de Potter y él simplemente con la mirada perdida en algún punto de la ventana, sin enfocarlo realmente.

    —Será mejor que comas —dijo al fin Draco, luego del largo silencio, Potter no pareció escucharlo, sin embargo se dejó caer en la cama, con los brazos a los lados y los ojos cerrados —; el medimago vendrá dentro de poco, limpiaré ese desastre y luego te traeré más comida.

    Nuevamente el silencio fue la respuesta, Draco negó con la cabeza y salió hacia la cocina, se sentía aún alterado mientras preparaba una nueva bandeja.

    Cuando Marton volvió, Draco le explicó lo que había pasado, contrario a lo que había esperado, el medimago no le recriminó el haberlo encarado de esa manera y dijo que todo estaba bien, que esa actitud era normal y que probablemente seguiría una época de depresión; que de todas maneras esperaba que los gritos se hubieran terminado ya.

    Potter, por primera vez, desde que estaba allí, vio al medimago entrar a su habitación, parecía algo confuso por su presencia, sin embargo, no se opuso a escucharlo. Draco pensó que seguramente Potter había creído que no había nadie más aparte de ellos dos allí. Por un momento vio a Potter mover la cabeza de un lado al otro y luego negar, mascullando hacia Marton, luego de eso el medimago se puso en pie y salió.

    —Dice que prefiere hablar a solas.

    —Pero está a solas —se quejó Draco.

    —Pues dice que quiere un poco de privacidad, sabe del hechizo de la ventana, honestamente no creo que por un error de usted, él ya ha estado antes en otros sitios, internado, por lo que no es algo que no haya visto antes.

    —¿Y haremos lo que él quiera?

    —No, claro que no, pero por lo pronto le diré que usted ya no está escuchando, sabe que el hechizo de la ventana no es negociable y que una vez termine nuestra charla usted podrá volver a escucharlo.

    —¿Y está de acuerdo?

    —No tiene opción, ¿o sí?

    —Claro que no.

    Draco esperó silencioso, mordiéndose los labios y preguntándose acerca de qué era lo que Potter le estaría diciendo al medimago, si es que acaso le diría que ellos eran enemigos en la escuela y le pediría ayuda para escapar. Aunque claro, si eso ocurría y el medimago, o alguna otra persona, venía a llevarse a Potter, ya no sería su culpa ni su responsabilidad.

    Cuando el medimago finalmente salió, Potter se metió al baño y por lo que se pudo escuchar, se dio una ducha, cuando volvió tenía el cabello húmedo y se había puesto otras de los pijamas que Draco le había dejado. Luego de eso se metió a la cama, sin protestas ni gritos y aparentemente se quedó dormido.

    Según Marton, Potter ya se sentía mejor, no podía decirle todas las cosas que le había dicho a él, por un tema de confidencialidad, pero sí que parecía dispuesto a recuperarse; Marton le había dicho también que Potter opinaba que su adicción no era la gran cosa y estaba seguro que en tan sólo unas semanas estaría como nuevo. Aunque el medimago se mostraba reacio a creer eso, pues por los exámenes que habían sacado antes sabían que su adicción no era algo que superaría tan rápidamente, pero mientras tuviera la voluntad, se tenía algo a favor. Potter también le recalcó bastante no tener amigos ni familia que pudiera hacerse cargo de él, que no había a nadie a quién llamar y que por lo pronto se quedaba allí de libre decisión.

    Pasaron varios días más, Draco continuaba durmiendo sobre el sillón, en el pasillo, observando a Potter mientras leía algún libro, no se había preocupado por pensar en conseguir diarios mágicos ni en lo que su familia o amigos podrían estar pensando acerca de su desaparición; tomaba las pociones que debía tomar en los horarios especificados, aunque sus molestias y malestares habían disminuido, había momentos en los que ya ni siquiera recordaba que pronto iba a morir y que estaba perdiendo valioso tiempo allí, cuidando a Potter. Aunque claro, si lo veía desde el otro punto de vista, no era tiempo perdido, era tiempo invertido; tal vez al fin alguien lo recordaría por hacer lo correcto, eso si es que ayudaba a Potter a sanar por completo.

    Por su lado Potter se la pasaba quieto en la habitación, Draco le dejaba libros y revistas para que se entretuviera, aunque él ni siquiera les prestaba atención, comía sólo un poco, se bañaba cada mañana y cada noche, y no había vuelto a mencionar palabra alguna.

    —Ahora debemos avanzar hacia el siguiente nivel —anunció Marton aquella tarde, casi dos semanas después de que Potter fuera encerrado.

    —Vaya, ¿al fin haremos algo diferente? —preguntó Draco, mientras ponía dos platos en la mesa, había pedido pizza para los tres, aunque Potter ni siquiera había tocado su porción.

    —Es hora de ponerlo en movimiento, no podemos dejarlo encerrado por siempre, me parece que, aunque la necesidad de consumir alguna sustancia aún esté presente, por lo pronto necesitamos ocuparlo en otras labores, algo que distraiga su mente y lo ayude a pensar en cosas distintas.

    —¿Qué se le ocurre?

    —Podría empezar ayudándolo con el departamento, tal vez limpiando, lavando los platos, cocinando…

    —¿Teniendo a mano cuchillos? —cuestionó Draco, mirando instintivamente hacia el cajón dónde guardaba los cubiertos.

    —En algún momento hay que dejarlo salir —rebatió el medimago, antes de darle un sorbo a su copa de vino —; el alcohol es algo que por lo pronto no debe estar a mano.

    —¿Es alcohólico también?

    —No, no lo creo, sin embargo, no es recomendable que lo encuentre y que se emborrache, que reemplace un mal hábito por otro.

    —De acuerdo, fuera alcohol. ¿Algo más?

    —Pociones… ¿Usted tiene pociones para el dolor, para dormir o algo como eso?

    Draco recordó el baño de la habitación en la que no había dormido por casi dos semanas, abarrotada de pociones, incluso había conseguido más unos días antes, en el callejón Diagon.

    —Sería bueno que no las tuviera… a menos que sean importantes.

    —Sufro de migrañas —mintió Draco.

    —¿En serio? No lo parece.

    Draco se encogió de hombros y el medimago le dio una mirada intensa, hasta que por fin negó con la cabeza.

    —Le enseñaré algunos hechizos de protección, para evitar que Potter llegue hasta ellas; además le traje esto —dijo inclinándose hacia el maletín y sacando un par de gruesos libros.

    —¿Libros? —preguntó Draco, recibiéndolos de mano del medimago.

    —Son libros sobre cómo tratar las adicciones, le dará algunas pautas ahora y a futuro para poder ayudarlo.

    —Bien, los podré leer más tarde.

    —Y, señor… Walkinshaw —agregó el medimago; Draco estaba seguro de que el hombre sabía ya su nombre real, que Potter debió habérselo dicho, pero era un alivio que no lo hubiera encarado o recriminado por su engaño; supuso que estaría acostumbrado a que muchos escondieran sus verdaderas identidades cuando recurrían a él —, está haciendo un buen trabajo, que no le quepa duda de que podremos hacer que se recupere.

    —Gracias —asintió Draco, queriendo creer en las palabras del medimago.

    *O*O*O*



    Draco tomó una bocanada de aire y miró hacia Marton una vez más, éste asintió, dándole ánimos y entonces removió el hechizo que mantenía cerrada la puerta de Potter. La puerta se abrió lentamente, en el interior Potter estaba sobre la cama, con las piernas cruzadas y mirando hacia una de las paredes, giró lentamente a mirarlos, algo sorprendido seguramente por la presencia de ambos, pero luego volvió a mirar a la pared.

    —Señor Potter, buenas tardes —saludó el medimago tranquilamente, Draco avanzó junto a él, hasta que ambos quedaron delante de Potter.

    —Hola, Potter —saludó Draco también, Potter levantó la vista hacia ellos e hizo un ligero asentimiento, pero no dio muestras de entusiasmo por su presencia.

    —Hoy empezaremos algo nuevo —explicó el hombre, con total calma, calma que Draco envidiaba, él tenía la varita en la mano y la apretaba muy fuerte, casi esperando que Potter se lanzara sobre ellos y los tratara de dejar inconscientes para escapar nuevamente.

    —Queremos que nos acompañes a cenar —continuó Draco, de acuerdo a lo que habían planeado.

    —¿Con ustedes? —preguntó Potter, hablando por primera vez en días, su voz sonaba ronca y cansada.

    —Así es, necesitamos que se alimente mejor, y es tiempo de empezar a salir de esta habitación.

    —Claro —Potter se encogió de hombros y se puso en pie; Draco se asombró de la falta de protesta, mientras lo observaba ponerse las pantuflas.

    —Antes de continuar, creo que es justo que le indiquemos los límites —atajó el medimago, tomando a Harry de un hombro y haciéndolo sentarse nuevamente.

    —¿Limites? —preguntó Harry —¿Se refiere a que no le puedo partir la cara a Malfoy?

    Draco entrecerró los ojos y el medimago Marton soltó una pequeña carcajada.

    —Sí, eso entre otras cosas —suspiró profundamente y se sentó junto a él en la cama, mientras Draco mantenía la varita en alto. —De ahora en adelante, durante el día, será libre de salir de la habitación, tendrá que ayudar a su amigo a hacer algunas labores, mantenerse entretenido… Creo que me entiende, ¿verdad? —Potter asintió lentamente —, bien, bien, además, es necesario que sepa que el departamento está protegido, no hay forma de salir de aquí, excepto por aparición, y para ello sólo él —dijo señalando hacia Draco —y yo tenemos permiso de hacerlo; el incumplimiento de esto, es decir, el tratar de escapar traerá como consecuencia que lo dejemos aquí dentro un tiempo más, y ninguno quiere eso, ¿cierto? —Potter sólo se encogió de hombros, por lo que Marton continuó —. Estamos probando, además, un nuevo método, le hemos aplicado un hechizo de ubicación, es decir, si es que por alguna razón usted decide abandonarnos nuevamente, él lo encontrará inmediatamente, como ocurrió la última vez; y lo podrá traer de vuelta, y no importa cuántas veces lo intente, siempre será así, no hay forma de que usted pueda revertir ese encantamiento; así que le recomiendo que no intente escapar.

    —¿Fue así como llegaste tan rápido la última vez? —increpó Harry hacia Draco, que se asombró que pese a su pasividad, mostrara algo de rabia en esa pregunta.

    —Por supuesto —respondió Draco, arqueando las cejas —y ya te lo dijo él, volveré a encontrarte siempre, además que sabré si estás haciendo algo incorrecto.

    Potter le dio una mirada enfadada y finalmente asintió.

    —Lo tengo claro.

    —Bueno, entonces, vamos a cenar, podremos seguir conversando en la mesa.

    Pero durante toda la cena Potter no dijo palabra alguna, mientras Draco le explicaba que le tocarían lavar los platos esa noche y que luego podría tomar una ducha y dormir y que al día siguiente lo ayudaría a limpiar, al modo muggle, tal como el medimago había recomendado.

    Pese a todo Draco no pudo apartarse del sillón y se quedó observando a Harry dormir, en aparente calma, hasta muy entrada la madrugada, meditando en si es que en verdad era correcto el darle las libertades que le estaban dando, y además en si es que era adecuado que él se encargara de todo ese asunto, cuando podría estar ya lejos de Inglaterra.

    *O*O*O*



    En las mañanas se despertaba alrededor de las seis, observaba a Potter levantarse, hacer su cama y tomar una ducha; luego Potter preparaba el desayuno, lo hacía con lentitud, con extremada lentitud, cuando ambos se sentaban a la mesa apenas y probaba bocado, ninguno hablaba, Draco no encontraba nada qué decirle, no sabía cómo actuar con aquel callado y sumiso Potter; sin embargo, había algo que le decía que no había dejado de luchar, pensaba que había sido demasiado fácil, que se había doblegado muy rápido, y el Potter que conocía no era así.

    —¿Quieres que empiece por limpiar la sala hoy? —preguntó Potter, terminando de lavar los platos que habían usado en el desayuno.

    —Sí, está bien, iré a buscar algunos diarios… y a comprar más comida —contestó Draco, un par de días antes había empezado a salir, dejando a Harry solo en el departamento, comprobando que no era tan peligroso como había pensado. Esa mañana había decidido comprar un televisor y un reproductor de DVD, además de unas cuantas películas, tanto Marton como él pensaban que no era mala idea darle algo de entretenimiento.

    —¿Quieres algo particular para el almuerzo?

    —Creo que con pasta podremos seguir sobreviviendo —medio se burló Draco, al parecer lo único que Potter sabía preparar era pasta y desayunos, y aunque estaba cansado de comer sólo eso, no se quejaba.

    —Bien —respondió Potter, caminando hacia la sala. Draco se quedó de pie en la cocina, con la puerta abierta, observando a Potter moverse por la otra habitación, empujando la mesa de centro y preparándose para limpiar y negó con la cabeza. Se sentía desalentado y preocupado, pese a que Marton le había dicho que todo estaba marchando bien.

    Luego de cambiarse de ropa, desapareció hacia el primer piso, tomó su auto deportivo y se adentró en la ciudad, encontró rápidamente una tienda de electrodomésticos y compró un televisor que apenas y entró en el asiento trasero de su vehículo y luego dio una vuelta por el centro comercial, se metió a un supermercado y compró más provisiones, y también algo de comida congelada, pensando en cambiar la dieta a base de pastas por algunos días al menos.

    Cuando regresó la sala y la cocina estaban limpias, y Potter se había metido en su habitación nuevamente, sentado sobre la cama, hojeando una revista.

    —Hey, Potter, ven —llamó desde el pasillo, Harry levantó la mirada y luego suspiró cansado, antes de ponerse en pie, con la misma lentitud con que hacía todo, y caminó hasta la sala, no se mostró entusiasmado por el televisor, pero lo ayudó de todas formas a conectarlo al reproductor de DVD.

    —Traje estas películas… no sé qué tipo de películas te podían gustar, así que traje de todo un poco.

    Potter se encogió de hombros y tomó una del montón: “El Padrino”, y colocó el disco en el reproductor, se sentó en el sofá y lo encendió. Draco, algo fastidiado por su actitud, se sentó a su lado, pero rápidamente se aburrió y se quedó dormido, cuando despertó lo hizo por el sonido que hizo el medimago Marton al aparecerse.

    —Hola, ¿qué tal les va hoy? —saludó con calma. Potter levantó la mirada un instante y luego retomó su atención en la película; Draco negó con la cabeza y se puso en pie.

    —Súper animados, como siempre —respondió mientras le señalaba la cocina.

    —Eso veo… —Marton parecía algo preocupado, lo que alertó a Draco.

    —¿Pasó algo?

    —Mejor lo hablamos a solas —contestó el hombre, caminando hacia la cocina, Draco le dio una mirada más a Potter, que mantenía completa atención en la película, donde un hombre era acribillado. Pensó en que tal vez debió conseguir algo menos violento.

    —¿Qué está mal? —preguntó en cuanto estuvieron solos y con la puerta cerrada.

    —Mi hija, ella vive en Estados Unidos —explicó el hombre —, se suponía que daría a luz en un mes más, pero al parecer el niño se ha adelantado… será mi primer nieto —sonrió con orgullo —, debo estar allí, no sé cuánto tarde, un mes tal vez… lamento mucho tener que irme, pero tiene que entender que la familia…

    —Es lo más importante —completó Draco, negando con la cabeza. —¿Qué se supone que haré con él?

    —Ya le he explicado, debe soltarlo poco a poco, mientras mantenga el hechizo no se escapará, usted lo podrá seguir a todos lados… quisiera recomendarle a un colega que tal vez pueda…

    —No, no quiero más gente enterada de esto.

    —Lo entiendo. —El hombre pareció dudar por un instante antes de continuar —. En las noticias de El Profeta, dicen que usted se encuentra de vacaciones, fuera de Inglaterra.

    —Y planeaba hacerlo, a decir verdad no tengo mucho tiempo ya, quisiera poder irme de viaje, pero Potter…

    —¿Y no lo puede llevar con usted? —preguntó el hombre, inclinándose hacia el frente, parecía algo esperanzado.

    —¿Conmigo?

    —¿Qué tipo de viaje es?

    —¿A qué se refiere?

    —Bueno, si es que piensa salir del país a divertirse, ir de fiestas y esas cosas… sería recomendable que no lo llevara, pero si es que quiere descansar y relajarse…

    —Tal vez eso último, no lo tenía pensado en realidad.

    —Podría llevar a Potter entonces, el cambio de aire le hará bien, está deprimido y me parece que es lo mejor.

    —Nunca lo había pensado. ¿Cree que es prudente?

    —Creo que si en una semana más él se sigue comportando correctamente, lo puede hacer.

    —Tendría que meditarlo, no estoy del todo seguro, ¿qué pasa si escapa?, ¿si se vuelve a drogar?

    —Le dejaré todo indicado, le he traído muchas pociones que le servirán en caso de que pase algo así, además podrá escribirme y consultarme en cualquier momento, le daré la dirección de red flú de mi hija también, me podrá contactar siempre que sea necesario… Me siento muy responsable por esto, y de verdad que no quisiera irme, pero…

    —No importa, yo lo entiendo —Draco se mordió los labios por un instante, preguntándose cómo sería viajar con Potter en lugar de solo, al menos tendría algo de compañía, aunque una compañía silenciosa. —Lo pensaré y le dejaré saber, ¿Cuándo se va?

    —Mañana en la tarde, ésta en verdad es mí última visita.

    —¿Mañana? Pero…

    —Tranquilo, aquí está todo —interrumpió el hombre, sacando del maletín una gran cantidad de pociones y pergaminos, se pasó mucho más rato, dándole a Draco todas las indicaciones para cuidar a Potter; cuando salieron de la cocina el televisor estaba ya apagado y Potter estaba en su habitación, aparentemente durmiendo.

    —No olvide que la alimentación es muy importante, nada de alcohol, ni pociones; si es que desea fumar, no se lo niegue, es bueno algunas veces para combatir la ansiedad, aunque verifique siempre que no se exceda. Los dulces también son una buena opción, podría tener siempre a mano algunos, en caso de necesitarlos.

    —Claro. Gracias, supongo que estoy en deuda con usted —agradeció Draco, dándole la mano cuando el hombre ya se despedía.

    —No, por supuesto que no, mis servicios han sido altamente recompensados… y aún así siento que no es correcto dejarlos.

    —Estaremos bien, si decido emprender el viaje, le mandaré una lechuza.

    —Que tengan suerte entonces.

    —Y usted también, felicidades por el nieto —sonrió Draco, recordando nuevamente al nuevo heredero de los Malfoy, aquel que no nacería, no si es que él no volvía a la Mansión.

    Luego de que el medimago se marchara, se sentó en el sillón, que ya no le parecía tan incómodo para dormir, y observó a Potter durmiendo por largo rato, mientras fumaba y analizaba sus opciones: ¿Llevar o no llevar a Potter?

    *O*O*O*



    Abrió los ojos asustado, al parecer había tenido un mal sueño. Se sentó de golpe, dándose cuenta que ya era más tarde de lo usual, miró hacia la ventana y vio a Potter, sentado sobre la cama, completamente quieto.

    —¿Estás bien? —preguntó. Potter miró hacia la ventana y luego negó con la cabeza.

    —¿Qué es lo que te pasa? ¿Te duele algo? —preguntó alarmado, mientras se ponía en pie, tenía la varita en el bolsillo, así que se sintió algo protegido, empujó la puerta y entró a la habitación.

    Potter continuó sentado en la cama, sin levantar la mirada, y Draco temió que una nueva crisis se avecinara, sintiendo más que nunca la ausencia del medimago, y eso que apenas había pasado un día desde su partida.

    —Potter, si no hablas no podré ayudarte —continuó Draco, sentándose en la cama, delante de él.

    Y entonces todo pasó demasiado rápido, un instante Potter lo estaba mirando, y al siguiente estaba sobre él, con sus brazos rodeándole el cuello mientras lo empujaba para tenderlo en la cama. Draco pudo darse cuenta que ese era un ataque completamente diferente al que había sufrido semanas antes.

    —¿Qué te crees que estás haciendo? —jadeó Draco, tratando de quitárselo de encima, una de las manos de Potter soltó su cuello y se las ingenió para colarse hacia el frente, presionando sobre su miembro. Draco se quedó completamente quieto, asustado y asombrado.

    —Yo sé que lo quieres —masculló Potter, su voz sonaba ronca y, debía reconocerlo, incitante.

    —No —respondió Draco, empujándolo un poco más, para apartarlo, pero no lo consiguió y la mano de Potter se presionó con más fuerza, enviando una ola de placer a su cuerpo, vagamente recordó que hacía tiempo que no pensaba siquiera en el sexo, no desde que se había acostado con Blaise, y eso le parecía que había ocurrido hacía mucho tiempo.

    —Sí. He visto como me observas, para eso me tienes aquí, ¿no es así? Dime una cosa —continuó Potter, aprovechando su debilidad y empujándolo nuevamente —, ¿si te lo doy, me dejarás salir de aquí?

    —Te equivocas —replicó Draco, tomando una bocanada de aire y obligándose a reaccionar, empujó a Potter sobre la cama con tanta fuerza que rebotó sobre el colchón, antes de que pudiera hacer algo más, lo tomó de ambas muñecas, cubriéndolo con su cuerpo.

    —Vamos —jadeó Harry —el medimago no volverá, lo sé, los escuché, es el momento en que te libres de esto, sé que tú tampoco me quieres aquí, deshaz el hechizo y emprende tu viaje, y yo seguiré con mi vida.

    —No. —Draco lo presionó más, y Harry se arqueó contra él, aunque no podía sentirlo excitado, pese a que él sí empezaba a sentirse de esa manera —. Estás enfermo y vamos a curarte, así tengas que ir conmigo a hacer ese viaje.

    —Me deseas, te siento —contestó Harry, su mirada, su voz, todo parecía demasiado ansioso y hasta demente —. Haré lo que quieras, y luego me dejarás ir, es el camino más simple para ambos.

    —No me gustan los caminos simples —replicó Draco, apartándose de él un poco, sabía que aquello era inadecuado, no podía aprovecharse de él de esa manera, ni siquiera había pensado en él de esa forma antes.

    —Hazlo, tómame… vamos, tómame —gimió Harry, la piel de Draco se estremeció y se puso en pie de un salto, alejándose de él por completo. Harry se apoyó sobre sus codos y lo miró de manera burlona.

    Draco sentía la ira bullir en su interior, por la forma de actuar de Potter, por creer que podía comprarlo de esa manera, por su sonrisa burlona… Y entonces no se contuvo más:

    —¿Quieres que actúe como todos esos drogadictos con los que andabas? ¿Es lo que quieres? Pues te tengo una noticia, ¡no te tocaría aunque fueras la última persona sobre la tierra!, ¡ni siquiera me gustas, no me gusta la gente que se regala por un poco de droga! ¡Es asqueroso!

    Los ojos de Harry se abrieron mucho más, parecía asombrado y algo avergonzado.

    —No sabes lo que dices —respondió al fin, su respiración se hizo más pesada, pero no le quitó la mirada de encima —. No tienes derecho a meterte en mi vida, yo hago lo que quiero, y…

    —Y hacen contigo lo que se les da la gana. Chocaste conmigo, así que te cruzaste en mi vida —reprochó Draco, elevando la voz un poco más, harto de toda la situación, asqueado por ella. —Ni siquiera eres capaz de recordarlo, ¿verdad? Lo que haces cuando estás drogado… las cosas que te hacen, lo denigrantes que son, lo mucho que te expones y… —negó con la cabeza, no sabiendo qué más decir.

    —Es mi vida y mi problema —contestó a pesar de todo Potter.

    —¿Lo es? ¿Quieres saber qué haces con tu vida? Pues bien, allí tienes —gritó Draco, enfurecido, mientras agitaba la varita.

    Potter pareció asustarse por el movimiento, pensando seguramente que lo hechizaría, y se sentó completamente, retrocediendo un poco sobre la cama; mientras un espejo se materializaba delante de él, pero no era un espejo cualquiera, lo supo en el instante en que Draco agitó la varita una vez más y extrajo un hilo plateado de su cabeza, para luego proyectarlo en el espejo.

    —¿Qué haces? —jadeó, mirando la escena, la habitación sucia, con paredes húmedas y descoloridas.

    —Te enseño tu vida, esa que tanto dices gobernar —increpó Draco.

    La imagen proyectó exactamente lo que Draco había visto aquella tarde en que había ido a sacar a Harry de aquel lugar, la forma en que lo había encontrado, desnudo, sobre la cama, siendo follado por un tipo, mientras otro se masturbaba a un lado. Draco supo cuanto lo afectaba por lo pálido que Potter se puso, pero pese a eso no detuvo la imagen, las palabras de aquel hombre: “Hey, Max, aún no es tu turno” hicieron que Potter se estremeciera y abriera más los ojos, mientras se abrazaba, pegándose contra el cabecero de la cama, como si de esa manera pudiera alejarse de aquello.

    Draco no se detuvo, la imagen se proyectó una y otra vez, los chicos desnudos en la sala, acariciándose, el hombre gigante que había noqueado, la escena de la habitación…

    Hasta que Potter no pudo más y soltó un chillido.

    —¡Basta!

    —No —Draco negó con la cabeza, caminando hasta él y obligándolo a levantar la vista, para que siguiera viendo lo del espejo —. Eso es lo que eres, en eso te has convertido, en la diversión de todos esos tipos aprovechados, en un simple objeto, al cual follan hasta el cansancio, ve a saber cuántas veces habrá ocurrido, cuántos de ellos lo ha hecho…

    —Basta —pidió Potter nuevamente, luchando por apartar la mirada, mientras Draco lo sostenía con fuerza.

    —Bienvenido a tu vida —Draco movió la varita y el espejo avanzó un poco más hacia ellos —, mírala bien, ¡vamos, disfrútala! —continuó, no le importaba herirlo, lastimarlo, era hora de que entendiera, y lo había intentado por las buenas, Merlín sabía que lo había intentado.

    —Por favor… ya basta —gimoteó Potter.

    Y entonces Draco se dio cuenta, Potter estaba llorando, luchando por alejar el rostro, por esconderse. Se sintió sobrepasado por la vergüenza de Potter y lo soltó, el sonido de los resoplidos del hombre en el espejo llenaron la habitación mientras Potter se hacía un ovillo en su cama y escondía el rostro entre las almohadas. “Hey, Max, aún no es tu turno” La voz del hombre resonó con más fuerza.

    —Ya… por favor… para —rogó nuevamente, su voz sonaba ahogada. Draco salió de su estupor y frenó el hechizo.

    La habitación se quedó en silencio, podía ver el cuerpo de Potter, agitándose sobre las sábanas, llorando en silencio, y se quedó allí de pie, indeciso sobre qué hacer y preguntándose si es que Marton podría atenderlo en ese momento.

    Finalmente se decidió y se sentó en la cama, junto a Potter, y le dio un par de palmaditas en la espalda, sintiendo como se agitaba sobre las sábanas, escondiendo el rostro, pero no se apartó de su toque, así que, con cautela, puso una mano sobre su cabeza, y enterró los dedos entre el cabello oscuro, acariciándolo con lentitud, y allí se quedó por mucho rato más, hasta que el llanto finalizó, hasta que Potter se quedó dormido.
     
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  7. Kari Tatsumi
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    CAPITULO 5



    Por momentos, por largos momentos en realidad, le corroía la culpa, sentía que se había pasado de la raya, que había avergonzado y humillado a Potter, como jamás había creído posible, al mostrarle esos recuerdos, al dejarle ver lo qué estaba haciendo verdaderamente con su vida, más de lo debido. Sobre todo cuando lo veía allí, tendido en la cama, durmiendo. Era lo único que hacía: dormir. Apenas probaba algo de lo que le dejaba para comer, ni siquiera se quería levantar a ver la televisión, ni mucho menos a hacer ninguna de las tareas que le había encomendado en un principio. Sabía, porque lo había leído en los libros que le había traído el medimago Marton, que estaba pasando por una fuerte depresión, una causada por lo que le había enseñado. No había intentado contactar con el medimago Marton porque se sentía avergonzado de su pobre desempeño como cuidador, no había logrado manejarlo ni dos días siquiera.

    —Iré a comprar algo de comida —informó hacia la puerta abierta de la habitación de Potter, pero él no dio muestras de escucharlo, seguía sobre la cama, acostado de lado y cubierto hasta casi la cabeza con las sábanas. Draco estaba seguro, porque el medimago le había enseñado el hechizo y porque lo estaba vigilando constantemente, de que no estaba robando pociones para dormir, así que le asombraba la capacidad que tenía para dormir casi veinte horas al día.

    Salió del edificio en el que vivían y pensó en conseguir algo de pescado y patatas fritas, algo simple y que tal vez Potter pudiera picotear un poco, le daba miedo que se enfermara por lo poco que comía, pero no se animaba a tener otra confrontación con él, sentía que podía lastimarlo demasiado y le daba miedo hacerlo.

    Cerca de donde vivía había un par de restaurantes, los que había estado visitando los últimos días, desde que Potter había caído en esa depresión, escogió el que tenía menos gente y luego de esperar, lo que le pareció a él un largo rato, le dieron una gran bolsa de papel con varias porciones de pescado y patatas.

    Se le antojaba tomarse un trago, uno fuerte, pero no tenía ya nada de alcohol en casa, debido a Potter. Se detuvo en la puerta de un bar y miró a ambos lados, supuso que no sería tan raro ver a alguien bebiendo algo a esa hora. El sitio no parecía tan malo, después de todo. Estaba a punto de empujar la puerta cuando algo, o mejor dicho alguien, llamó su atención, doblando por la esquina venía caminando un hombre alto y de cabello oscuro, casi cortado a rapé, sus ojos escrutaban hacia todos lados y Draco no necesitó más que una mirada para reconocerlo: se trataba de Hieb1, uno de los hombres que utilizaba su padre para librarse de los problemas que el oro y las buenas maneras no podían arreglar. Nadie sabía su nombre en realidad, le decían Hieb, era alemán, y no hablaba casi nada de inglés, pero era muy bueno golpeando y aplicando maldiciones que lindaban en lo ilegal. Antes de darle tiempo a que lo notase, se empujó dentro del bar, con la respiración acelerada y el corazón martillándole con fuerza. Si Hieb estaba allí significaba que su padre lo estaba buscando, es decir, que estaba en serios problemas.

    —¿Qué le sirvo? —preguntó el hombre de la barra, mirándolo extrañado.

    —Un whisky. Solo —respondió rápidamente Draco, dejando un billete en la barra. Cambiaba el peso de un pie al otro mientras el hombre dejaba caer lentamente el líquido dorado en el pequeño vaso.

    —¿No va sentarse?

    —No.

    Draco levantó el vaso y se lo bebió de un solo trago, sintiendo como el calor quemaba su pecho y de alguna manera lo tranquilizaba.

    Respiró profundamente, no podía perder más tiempo, debía moverse y…

    —¡Rayos! —exclamó, recordando a Potter, solo en su departamento, sin una varita ni ninguna protección, seguramente durmiendo… pero Hieb no podía entrar allí, estaba lleno de hechizos y encantamientos. Pero si estaba tan cerca… No, no podía arriesgarse.

    Sin siquiera mediar palabra con el hombre de la barra, que lo miraba cautelosamente, caminó hacia el baño, ni siquiera verificó si había alguien más cerca, en cuanto la puerta se cerró, sacó la varita y se apareció en el departamento. Revisó con la mirada todo el lugar, dando gracias a Merlín por haber escogido un lugar tan pequeño. Luego de eso dejó la comida en el refrigerador y caminó hacia su habitación, la maleta que había preparado casi tres semanas antes estaba ya completamente deshecha, corrió por todos lados, empaquetando pociones, libros y algo de ropa, no necesitaría mucho de ella, pues podría comprar más en el lugar en el que estuviera. O estuvieran, se recordó nuevamente, pensando en Potter. Luego de hacer la maleta la dejó en la sala, y fue hasta la habitación de Potter, éste seguía, ¡oh novedad!, durmiendo.

    —Vamos, Potter, arriba —dijo firmemente y sin muchos miramientos, mientras que con la varita hacía que las cortinas de la ventana se descorrieran, la luz llenó la habitación y Potter se movió hacia un lado, enterrando la cabeza en la almohada.

    —¡Potter! —llamó nuevamente, jalando con las manos la sábana que lo cubría, lo vio aovillado, abrazándose a sí mismo y tratando de encogerse más aún.

    —No tenemos todo el maldito día, es suficiente, tienes que levantarte.

    —No quiero —contestó al fin Potter, su voz seguía sonando ronca mientras abría los ojos y lo miraba perplejo.

    —No es cuestión de lo que quieras, sino de lo que tienes que hacer, y en este momento te meterás al baño, te darás una ducha y luego te vestirás —ordenó mientras le lanzaba sobre la cama un par de pantalones, una camiseta y unos calcetines.

    —Dije que no quiero —suspiró Harry, apartando con una mano la ropa que había caído sobre él y cerrando los ojos nuevamente.

    —Y yo que no he pedido tu opinión, si no te levantas, te obligaré a hacerlo, y créeme que no te gustará la manera en que lo haré.

    —¿Qué es lo que quieres? —preguntó Harry entonces, al parecer algo vencido y sentándose completamente.

    —Debemos irnos, ahora mismo.

    —¿Por qué?

    —Porque yo lo digo —Draco levantó un poco más la varita, no pensaba contarle a Potter lo que pasaba, ni siquiera sabría explicárselo correctamente sin revelarle su estado de salud; pero sí pensaba que estaban perdiendo demasiado tiempo, tal vez debería obligarlo a vestirse y meterlo en el auto, luego tal vez podría darse una ducha, podría alquilar una habitación en un hotel, o en el Ferry que pensaba tomar…

    —De acuerdo —asintió Potter, interrumpiendo sus pensamientos y poniéndose en pie.

    Draco se quedó quieto, observándolo caminar hacia el baño y escuchando la ducha abrirse, aún no creyéndose que Potter le hubiera hecho caso.

    Potter salió sólo unos minutos después, venía con una toalla envuelta en la cintura, su cabello largo estaba mojado y goteando por todos lados, Draco, que estaba mirando por la ventana en ese momento, tratando de encontrar a Hieb, se giró al escucharlo caminar.

    Entonces Potter, sin ningún tipo de pudor, dejó caer la toalla al suelo, mostrándose completamente desnudo, mientras ordenaba la ropa sobre la cama. Draco se dedicó a observarlo, su pecho y su espalda estaban ya sin casi ninguna marca o señal de golpes o mordidas, sólo sus brazos tenían marcas muy pequeñas de los piquetes que se debía haber dado para inyectarse la droga. Estaba delgado, demasiado delgado, sus costillas se marcaban contra su piel y una larga cicatriz se deslizaba por su espalda. Se sonrojó y apartó la vista cuando se encontró con la mirada de Potter.

    —Tal vez deberías rasurarte —dijo, simplemente por decir algo, apuntando con la cabeza hacia su barba de varios días, antes de girar nuevamente hacia la ventana, era ya más del medio día y la calle estaba llena de gente y de autos. Su auto no pasaría de ser percibido, aunque en realidad nadie sabía que lo tenía, esperó no llamar demasiado la atención con él.

    —No tengo cómo hacerlo —declaró Potter sin mucho interés, mientras se terminaba de vestir.

    Draco suspiró, había estado lanzándole hechizos de limpieza durante los últimos días, pero no se había preocupado por afeitarlo, pero ahora lo que más quería era pasar de ser percibido y Potter, con una pinta de naufrago, no lo iba a conseguir.

    —Tengo algo con lo que puedes hacerlo… es muggle —dijo, mientras hacía levitar del cuarto de baño de la otra habitación una navaja de afeitar y un frasco de espuma, Potter no pareció asombrado observando a los objetos volar hacia él. —Tiene un hechizo, para evitar que te cortes.

    Harry le dio una mirada fastidiada y tomó ambos objetos, metiéndose nuevamente en el baño.

    Draco resopló, necesitaban salir rápidamente de allí, pero no creía adecuado hacer que Potter se apurara más, no quería ponerlo nervioso ni alterarlo. Durante varios minutos se dedicó a observar alternativamente la ventana hacia la calle y la puerta del baño cerrada, hasta que Potter, ya completamente afeitado y sin ningún corte, salía por la puerta, su aspecto no había vuelto a ser el de antes, pero definitivamente la falta de barba lo hacía lucir mejor.

    —Vamos —ordenó, mientras cerraba las cortinas y se dirigía hacia la salida; tras él, Potter simplemente asintió y lo siguió en silencio.

    *O*O*O*



    Si es que Potter se asombró del lugar donde se encontraban, no dio ninguna muestra de ello, mientras lo seguía obedientemente por el pasillo hacia el elevador. El silencio entre ellos era bastante pesado, pero Draco por lo pronto se encontraba creando planes en su mente, y la incomodidad con Potter había sido deslizada hacia otro lugar en su mente.

    En el estacionamiento del sótano Draco pudo ver la primera señal de vida de en Potter, cuando abrió mucho los ojos, asombrado al ver el automóvil, estacionado de cualquier manera en el medio.

    Draco abrió las puertas con el control remoto de la llave y metió el maletín en el asiento trasero, mientras le hacía un gesto a Potter para que se metiera en el asiento del copiloto. Potter rodeó el auto con lentitud, observándolo con detenimiento, antes de acomodarse en el asiento que le indicó.

    —El cinturón, por favor —pidió Draco, recordando que llevaba mucho tiempo sin llevar un copiloto.

    Encendió el auto y una música estridente llenó el lugar, sintió a Potter removerse en su asiento, seguramente se había asustado por ella, al igual que él. Bajó el volumen al mínimo e hizo tronar sus dedos, antes de activar los hechizos de invisibilidad y de aproximación.

    Avanzó lentamente, mientras la puerta de la cochera se iba abriendo, los recibió la luz del sol, el hechizo de enfriamiento fue lo siguiente que conjuró, mientras doblaba por la primera esquina y se detenía frente a un semáforo, mirando alrededor con preocupación, golpeteando con sus dedos el pequeño volante y rogando para que la luz les diera el pase de una vez por todas.

    Potter seguía quieto y silencioso, mirando hacia ambos lados, tratando, seguramente, de ubicarse.

    —Estamos en York —le dijo, parecía necesitar una respuesta.

    —Ah —respondió Potter, luego de eso se apoyó de lado en el asiento, mirando hacia la calle, dándole la espalda y se quedó en silencio.

    Draco corrió por las avenidas y calles transitadas, evitando vehículos y luces rojas, hasta que salió a la carretera, donde le exigió mayor velocidad al auto, miraba de reojo a Potter, que permanecía quieto en su asiento, imaginaba que probablemente se había dormido nuevamente, al menos le alegró que no protestara o sobresaltara por la velocidad.

    Hizo el mismo recorrido que había iniciado semanas atrás, sólo que esta vez no se detuvo a buscar ningún sitio dónde comer, por el momento sólo tenía en mente salir de Inglaterra lo más pronto posible, luego seguramente ya ambos podrían comer algo.

    Cuando abandonó York deshizo el hechizo de invisibilidad, pero no bajó la velocidad.
    Potter se removió y pareció despertar cuando ya habían llegado a Newcasttle y estaban avanzando por Howdon Rd, parecía algo confuso mientras Draco hacía girar el volante y entraba por Coble Dene; al fondo se podía ver el muelle y los autos entrando y saliendo. Draco miró hacia el reloj de la radio, casi eran las tres de la tarde, estaba seguro que encontraría un Ferry para esa misma noche.

    —¿Qué hacemos aquí? —preguntó Potter, mirándolo por un instante, antes de mirar hacia el frente nuevamente, entrecerrando los ojos por el sol.

    —Tomaremos un Ferry —informó Draco, mirando con atención las señales, hasta llegar a la entrada que indicaba “North Shields: Newcastle Ferry Terminal”

    Potter pareció querer replicar, pero se quedó en silencio, con las manos sobre las piernas y observando todo de manera curiosa, Draco se dedicó un instante a mirarlo, no parecía contento, sino resignado. Tendría que esforzarse mucho por conseguir que Potter se recuperara.

    Nunca había hecho ese tipo de viaje, pero tenía la teoría en la mente, ya había leído al respecto antes, algunos años atrás y aún ahora le seguía pareciendo la mejor opción.
    Llegó hasta el estacionamiento y luego de indicarle a Potter que lo siguiera, entró a la estación, miró hacia todos lados y vio que había un Ferry que partiría en sólo dos horas.

    —Bien, ese es —suspiró contento, caminando hacia la ventanilla de tickets, pero a medio camino se detuvo y giró hacia Potter, que se paralizó también, mirando alrededor a toda la gente que se movía con rapidez, seguramente pensando que algo más pasaba.

    —¿Tu pasaporte? —preguntó preocupado —¿Algún documento muggle de identidad?

    —Eh… —Potter pareció dudar un momento y luego negó con la cabeza —, nunca he sacado ningún documento muggle.

    —¡Genial! —resopló Draco, mirando a todos lados, hasta que pudo ubicar los baños —Vamos, hacia allá —señaló.

    Harry lo siguió en silencio, esquivando personas y maletas, hasta que se metieron al baño, habían unos cuantos hombres allí, algunos lavándose el rostro e incluso afeitándose. Draco resopló enojado, si haría magia necesitaría un poco de calma. Miró hacia el fondo, hacia los cubículos, sabía que no se podría meter en uno de ellos con Potter pues seguramente los de seguridad llegarían antes de que pudiera hacer algo. Luego de meditarlo un poco decidió que se arriesgaría.

    —Métete allí —le indicó, hacia el cubículo del fondo. Potter abrió los ojos, algo asombrado, pero igual le hizo caso. Draco se sentía extraño al lado de un Potter tan obediente.

    Luego de que Potter se metiera allí; miró hacia ambos lados y susurró un par de hechizos, de pronto todos se sintieron ansiosos por salir de allí, sin ninguna razón aparente, el hombre que estaba a medio afeitar limpió lo que le quedaba de espuma con una toalla de papel y salió dando un sonoro portazo. Draco no perdió el tiempo y susurró un hechizo más, alejando a los muggles.

    —Ya puedes salir.

    —¿Qué has hecho? —preguntó Potter, mirando alrededor, al notar que ya no había nadie.

    —Magia —se encogió de hombros Draco, fijando la mirada en él —. De acuerdo, necesitamos hacerte un carné, y un pasaporte.

    —Lo que digas —fue la respuesta de Potter, realmente parecía poco interesado en lo que pasaba alrededor.

    —No te muevas —pidió mientras apuntaba con la varita hacia él, si el gesto lo asustó, Potter no lo manifestó, y se quedó quieto mientras Draco capturaba una imagen de él; luego de eso copió el carné de identificación muggle que tenía y también el pasaporte. Era un truco que había aprendido en New York, cuando sus amigos querían irse de fiesta y no los dejaban entrar a los clubes por ser menores de edad. En esos momentos era una gran ventaja ser un mago.

    Potter miró casi de manera ausente sus nuevos documentos de identidad, le había puesto James Smith, a falta de imaginación para crear un mejor nombre, tal vez luego se le podría ocurrir qué ponerle.

    La compra de los tickets fue simple, así como arreglar todo para pedir la cabina que usarían, tuvo que tomar una doble, pues no se arriesgaría a dejar a Potter solo durante tantas horas; el transporte del auto mereció un poco más de trabajo, pero al fin, faltando ya media hora para abordar, tuvo en la mano todo lo necesario para partir y el auto colocado en la bodega del Ferry.

    No perdió tiempo paseando por la estación, entraron al Ferry rápidamente, cargando la maleta pequeña de Draco, y luego se dirigieron a su habitación. Los pasillos eran estrechos, pero al menos aún no había demasiada gente.

    La habitación era en tonos marrones, había dos camas, separadas por una pequeña mesa de noche con una lámpara encima. En el medio de la pared había un cuadro con una imagen del enorme Ferry que habían abordado: m.s. Princess of Norway; La habitación estaba separada por una pared de vidrio pavonada, al otro lado había un par de sofás y una mesa de centro, y al fondo un, según pensó Draco, muy pequeño baño.

    —Debemos ir a comer algo.

    —No tengo hambre —respondió Harry, sentándose en la cama más próxima a la mampara e inclinándose para desatar las zapatillas de deporte que usaba.

    —¡Ah, ni lo creas, Potter!, no te dejaré morir de hambre.

    —¿Por qué? —preguntó Harry, levantando la mirada hacia él, por primera vez en días parecía haber un pequeño brillo allí, Draco no había pensado jamás en que alguna vez extrañaría ese desafío cuando lo miraba.

    —Porque no, así que ni te acomodes, que debemos comer algo, luego daremos una vuelta.

    —Puede que me lleves hasta allá, pero no me obligarás a comer.

    —Ya, ya —le restó importancia Draco, mientras le indicaba con una mano que se apresurara —empieza a moverte, luego veremos todas tus quejas.

    Potter, pareciendo nuevamente resignado, caminó un par de pasos detrás de él, recorriendo nuevamente el pasillo y saliendo hacia el interior del barco; había varios bares, restaurantes, tiendas y hasta un casino. Draco observó todo con detenimiento y finalmente se detuvieron en el Latitude Café.

    Rápidamente tomaron una mesa, cerca del fondo, y un mozo se les acercó de manera muy amable, Potter apenas y le prestó atención mientras Draco ordenaba para ambos un par de tazas de té y unos club sándwich.

    —Deberás comer —recriminó en cuanto el mozo les dejó todo sobre la mesa.

    —Deberé, deberé —suspiró Potter —, ¿En qué maldito mundo paralelo he caído que debo hacerte caso en todo lo que digas?

    —En el que tú mismo has creado —recriminó Draco, dejando de lado la taza de té y recordando que pronto tendría que tomar una nueva dosis de poción. Potter abrió la boca para replicar, pero no lo dejó hacerlo —; y si tanto quieres salir de este mundo en el que me tienes que hacer caso, demuestra que verdaderamente vale la pena dejarte libre, que estás sano y recuperado, mientras no me convenzas de ello, no te librarás de mí.

    Potter lo observó durante un instante, y luego miró hacia el plato con el enorme sándwich frente a él, Draco podía ver la indecisión en su mirada, y se quedó completamente quieto por lo que le pareció una eternidad, hasta que la mano de Potter, algo temblorosa, se inclinó hacia el plato y tomó una de las mitades, llevándosela luego a la boca y dándole una pequeña mordida, todo eso lo hizo sin mirarlo a él, fijando su vista en el fondo del restaurante, mientras la voz de una amable señorita anunciaba por los parlantes que el viaje hacia Ámsterdam se estaba iniciando.

    *O*O*O*



    Abrió los ojos con rapidez, su corazón estaba algo acelerado y sentía que empezaba a sudar, estudió con lentitud el techo blanco, no conocía esa habitación, le demoró a su mente un par de minutos recordar que se encontraba en medio del océano, en un Ferry que los llevaría, aparentemente, hasta Ámsterdam. Giró un poco y pudo ver a Malfoy durmiendo en la cama del lado, cubierto con las mantas y totalmente relajado. Suspiró profundamente, su mente no acababa de entender qué había pasado, cómo es que había llegado hasta esa situación.

    En silencio, intentando no hacer nada de bulla para no alertar al que consideraba su carcelero, se puso en pie y caminó hasta el baño, aunque era un baño pequeño, demasiado pequeño había declarado Malfoy, no le pareció nada feo, pensó en que nunca había estado en ese tipo de transportes y en que ni siquiera había pensado en que de esa forma se podía llegar al continente cómodamente, es más, meditó mientras habría el grifo de agua y la dejaba caer sobre la loza del lavabo blanco, no había pensado ni analizado nada durante mucho tiempo.

    Se mojó la cara y se miró al espejo, había un espejo enorme sobre el lavabo, que le dejaba ver la mitad de su cuerpo, se puso las gafas y se apreció a conciencia, después de mucho tiempo: su cara estaba pálida, nada extraño durante los inviernos aunque, sino se equivocaba, estaban en verano; su cabello le caía casi sobre los hombros, igual de alborotado que siempre; recorrió su cuerpo poco a poco, sabía que estaba delgado, pero no había pensado en cuán delgado hasta ese momento; dudando un poco levantó la camiseta de mangas largas que usaba y se la quitó; su torso demostraba que realmente sí estaba delgado, sus costillas se marcaban bajo la piel, y sus brazos ya no eran tan musculosos como al acabar la guerra, con un par de dedos tanteó su antebrazo izquierdo, ese era su favorito cuando…

    Negó con la cabeza, era imposible recordarlo sin sentirse ansioso y no quería sentirse así… llevaba días sin sentirse ansioso, sin sentir ese deseo superior a cualquier otro de meterse un poco más de drogas… llevaba ya muchos días sin percibir ninguna emoción más que la pena infinita y las ganas de perderse en el oscuro mar que ella representaba.

    Cerró los ojos y tomó una profunda bocanada de aire, tratando de calmarse, pero ello no ocurrió, a su mente acudió aquel recuerdo, aquella imagen que Malfoy le había enseñado días atrás, ¿o habían sido semanas?, no estaba seguro de eso y de nada realmente, sólo que cuando abrió los ojos se pudo ver, como se había visto más de una vez, sus brazos estaban sangrando, la droga no cabía en sus venas y se desbordaba, impregnada de sangre, resbalando por sus antebrazos hasta sus manos… manos manchadas de sangre. Su respiración se hizo mucho más trabajosa y la voz de aquel tipo: “Hey, Max, aún no es tu turno” rompió el silencio. Asustado se puso rápidamente la camiseta, deseando no mirarse, no verse nunca más, eso estaría bien, decidió, no ver lo que era, en lo que se había convertido. No mirarse ni dejar que nadie lo mirara nunca más.

    *O*O*O*



    Se removió en su cama, algo lo había sacado del sueño, y abrió los ojos, no se sorprendió al no encontrar a Potter en la cama del lado. Suspiró, fastidiado y se puso en pie, mirando alrededor, Potter tampoco estaba en la pequeña salita, y menos en el baño.

    Sabiendo ya que no podría continuar durmiendo si no lo encontraba, se puso un par de zapatos y sacó un abrigo del armario, había comprado un par esa noche, antes de volver a la habitación, y al menos le daría un buen uso. Dudando por un instante, tomó el otro abrigo, el que había comprado para Potter, y lo llevó también, por si es que era necesario.

    Casi podía apostar dónde se encontraba Potter, no sentía nada extraño, no había ansiedad ni excitación, por lo que sabía que no se estaba drogando ni teniendo un ataque por la abstinencia a las drogas. Avanzó entre los pasillos, cruzándose con algunos pasajeros más alegres, seguramente volviendo de la discoteca que también había abordo, y continuó hasta que pudo salir a la cubierta; ya habían visto, en su paseo luego de los sándwich que habían cenado, ese sitio, y no le extrañó del todo encontrarlo allí.

    Estaba apoyado contra la baranda, inclinado hacia delante, el cabello agitándose por el fuerte viento que corría, su mirada estaba en el horizonte, parecía mucho más relajado de lo que lo había visto los últimos días. Vestía los pantalones vaqueros que le había obligado a usar esa mañana y una sudadera que realmente no debía protegerlo mucho del frío. Dudó un poco entre acercarse o no a él, pero decidió que era mejor abrigarlo un poco.
    Cierto que había cenado esa noche pero, después de días de no comer correctamente, sus defensas seguramente estarían demasiado bajas.

    Caminó con lentitud hacia él, no queriendo asustarlo ni sobresaltarlo. Potter giró el rostro un poco, la luz de los faroles alrededor iluminaron sus lentes por un instante, antes de que retomara la vista hacia el horizonte una vez más.


    —Es mejor que te abrigues un poco —recomendó Draco, sostenía el abrigo con una mano, Potter demoró en contestar, pero finalmente hizo un asentimiento y lo tomó, sus manos se rozaron y sintió lo frío que estaba Potter.

    —De acuerdo —respondió Harry, poniéndose el abrigo y mirando nuevamente hacia el horizonte.

    —¿Te quedarás mucho rato más? Realmente temo que te resfríes o algo así —suspiró Draco, apoyándose sobre la baranda y dándole la espalda al mar.

    —¿Sabes que eso que haces es muy peligroso? —preguntó Potter, mirándolo directamente al rostro.

    Draco inclinó la cabeza un poco y lo miró curiosamente.

    —Si la baranda se rompiera no tendrías posibilidades de salvarte; caerías al mar y con esta velocidad, sería muy difícil rescatarte.

    —Ah… —Draco se apartó de la baranda y giró, mirando hacia el mar y quedando junto a Potter.

    —Eso es extremista, no creo que la baranda se rompa.

    —¿Quién sabe? —suspiró Harry, no parecía muy interesado en continuar con la conversación.

    —Sí… quién sabe —replicó Draco. El cielo estaba cubierto de estrellas, y aunque sólo se podía ver una parte de la luna, la noche no parecía tan oscura. El mar se veía negro, con la espuma blanca alrededor, conforme avanzaban. Entonces Draco se preguntó qué harían al llegar a Ámsterdam, había sacado a Potter a toda velocidad de Inglaterra, pero sin ningún plan más en mente.

    —¿Por qué lo haces? —preguntó de pronto Potter, Draco tenía que reconocer que su voz seguía sonando muy baja y cansada, como si el hablar le costara un tremendo esfuerzo.

    —Porque sí, ya te lo he dicho —respondió Draco.

    —Me refiero a escapar —Potter dejó de apoyarse en la baranda y se giró completamente, para encararlo.

    —¿De qué hablas?

    —De esto, por supuesto —indicó, levantando las manos y abarcando el océano —, de salir huyendo de tu casa, para luego subirnos a un Ferry, es obvio que estás escapando de algo.

    —Tal vez sea así.

    —Y yo te estorbo.

    —Probablemente —admitió Draco —, pero no por eso te librarás de mí.

    —Te estoy generando un gasto y…

    —El oro se hizo para gastarse, total, no me lo llevaré a ningún lado cuando muera —interrumpió Draco —, y no me importa que vayas conmigo, no me sentiré tranquilo, ya te lo he dicho antes, hasta saber que estás realmente recuperado.

    —Te desconozco —reconoció Potter, volviendo a apoyarse contra el barandal y mirando hacia el mar, Draco lo imitó también —, no pareces actuar como siempre.

    —Tú y yo nunca hemos interactuado lo suficiente como para que sepas cómo actúo —negó Draco.

    Harry se encogió de hombros y pareció meditar un poco antes de volver a hablar.

    —No, no lo hemos hecho, pero aún así sé como actúas, estudiamos juntos por casi seis años; tuvimos suficientes confrontaciones en los pasillos y nos buscamos molestar durante todo ese tiempo, aunque no puedo negar que lo que hiciste antes de la guerra me asombró un poco, creo que algo sí debo saber de ti, y ahora actúas diferente.
    Simplemente no te comprendo.

    —Yo tampoco te entiendo —admitió Draco.

    El silencio se expandió entre ambos, obviamente ninguno quería hablar, ni decir nada que lo pudiera comprometer o hacer ver vulnerable, ninguno estaba listo para hacer ningún tipo de confidencia.

    —¿Y a dónde iremos ahora? —preguntó finalmente Potter.

    —No lo sé —reconoció Draco, mirando hacia el cielo y la forma cómo iba cambiando de color.

    —Ah —Potter se inclinó un poco más hacia el frente, aparentemente dando por concluida la conversación.

    Draco metió las manos en los bolsillos de su abrigo, encontró la cajita cuadrada de cigarros y sin pensarlo mucho sacó uno y lo encendió, dándole una larga calada antes de dejar escapar el aire lentamente.

    Potter volteó a mirarlo.

    —¿Quieres? —ofreció, extendiendo la cajetilla hacia Potter.

    —No —Potter negó con la cabeza y volvió su vista hacia el mar —, no me apetece.

    —¿Te molesta que lo haga?

    —Me da igual —se encogió de hombros Potter.

    Draco lo miró un instante, el viento seguía desordenando su cabello, y su piel seguía luciendo demasiado pálida, aún en esa semi-oscuridad.

    —Si nos quedamos más rato, podremos ver amanecer, ¿te gustaría? —preguntó Draco de pronto, recordando que no había visto amaneceres desde hacía muchos años, y nunca en un barco en medio del mar.

    —Estaría bien —afirmó Potter, mirando hacia el cielo y la forma como todo iba aclarándose cada vez más.

    Y entonces Draco recordó el porqué de toda esa travesía, como es que todo había empezado en su mente.

    —Hey, Potter —llamó, Harry giró, con una mirada interrogante —, ¿sabías que la Torre Eiffel tiene todo un mundo mágico dentro?

    *O*O*O*



    El Ferry llegaría a Ámsterdam a las nueve y media de la mañana, lo que les dio tiempo suficiente de desayunar, Potter no lo hizo con mucho ánimo, pero al menos comió un poco más de lo que había estado comiendo en los últimos días, ambos se dieron una ducha y Draco aprovechó para tomar las pociones que debía tomar. Durante el desayuno la cabeza había comenzado a dolerle nuevamente, lo cual lo desanimaba por completo, pues había momentos, pequeños momentos en que dejaba de recordar que moriría, que tenía una enfermedad incurable y esos dolores no eran más que una cruel llamada de la realidad.

    Recordó entonces, sentado en la pequeña sala de la habitación, mientras Potter terminaba de vestirse tras la mampara, la segunda visita que había hecho a un medimago unos días después del primer diagnóstico:

    —Efectivamente, señor, la imagen que le sacaron muestra una glioblastoma multiforme, es un caso muy avanzado, algo extraño, pues usted es aún muy joven, sin embargo, es mucho más agresivo justamente por su juventud.

    Draco asintió seriamente, maldiciendo a todos los dioses que alguna vez había escuchado nombrar a lo largo de su corta –nunca le había parecido tan corta- vida.

    —Gracias, es eso lo que necesitaba saber —respondió, poniéndose en pie mientras la imagen se guardaba nuevamente en la cajita que el primer medimago le había dado.

    —Necesitaría tomar algunas pociones —recomendó el hombre, levantándose también, Draco pudo ver en sus ojos pena, y eso sólo le dio más rabia.

    —Ya las tomo.

    —Bien… supongo que sólo estaba buscando una confirmación al diagnóstico.

    —Así es —afirmó Draco, guardando el frasco en uno de los bolsillos de su túnica y recordándose que no podía demorarse mucho más tiempo, pues tenía una junta.

    —Lo lamento —masculló el hombre —, debe saber que no le queda mucho tiempo, que con el pasar de los meses los síntomas irán incrementándose hasta que…

    —Sí, hasta que no haya nada que los calme —interrumpió Draco. —Lo tengo en claro, gracias.

    El hombre asintió, parecía sentirse derrotado ante la frialdad con que Draco le hablaba, pero eso a él no le interesaba en lo más mínimo, y salió rápidamente de allí, esperando no llegar tarde a su reunión.


    El pequeño dolor de cabeza que estaba iniciando fue acompañado por el agudo zumbar en sus oídos. Se masajeó las sienes, al momento que emitía un pequeño siseo y cerraba los ojos. Vamos, se dijo, acabas de tomar la poción, no se convertirá en un dolor, sólo es cansancio.

    —¿Malfoy? —llamó la voz de Potter. Draco tomó una gran bocanada de aire y abrió los ojos, Potter estaba al lado del sillón, ya completamente vestido con una camiseta de mangas largas y unos vaqueros, aunque iba descalzo.

    —Dime —respondió, apretando un poco los dientes.

    —¿Estás bien? —preguntó Potter, acercándose un poco más a él.

    —Sí —mintió Draco —, sólo un dolor de cabeza que ya pasará, ve a terminar de prepararte, en cuanto el Ferry ancle, saldremos de aquí.

    —¿Seguro que sólo es un dolor de cabeza? —cuestionó Potter, inclinando la cabeza hacia un lado y mirándolo con más atención aún. Atención que Draco detestaba.

    —Sólo es un dolor de cabeza —repitió, apretando los dientes.

    —Estás sudando —Potter pareció dudar un instante, y luego levantó la mano y la puso sobre la frente de Draco —, no tienes temperatura pero tal vez sea buena idea que te recuestes un rato, falta aún más de una hora para que lleguemos.

    Draco se quedó quieto, sintiendo la tibia mano de Potter sobre su frente, recién notando que, efectivamente, estaba sudando frío.

    —Bien, creo que debo hacer eso, aún puedo dormir un poco —aceptó, en parte para que Potter dejara de observarlo tanto, y también porque suponía que un poco de descanso le haría bien.

    Potter se apartó de él un par de pasos y Draco rogó por no sentirse mareado, se puso en pie con lentitud y arrastró los pies hasta la cama, donde se dejó caer.

    —Quizá deba buscarte algo de la farmacia —comentó Potter, sentándose sobre su propia cama y aún mirándolo con detenimiento, sus ojos reflejaban algo diferente esta vez, pero Draco no estaba seguro de qué.

    —¿Medicina muggle? —suspiró Draco —, no creo que surta mucho efecto en mí.

    —Hay medicinas muggles hechas por magos —contradijo Potter —, e incluso muchas de las medicinas enteramente muggles hacen efectos en los magos, para casos pequeños, como un dolor de cabeza.

    Draco giró el rostro hacia Potter, extrañándole el tono paciente y calmado que había usado, cierto que su voz seguía sonando baja, pero había algo diferente en ella.

    —Si no se me pasa en un rato aceptaré probar algo muggle —aceptó, antes de cerrar los ojos y acomodarse contra la cama, esperando que efectivamente, en un momento más el dolor se alejara.

    Cuando abrió los ojos lo hizo sobresaltado por la voz de una mujer por los parlantes, indicándoles que habían llegado a su destino y agradeciéndoles su preferencia por usar el m.s. Princess of Norway.

    Se sentó con lentitud, ya no le dolía la cabeza, aunque se sentía algo mareado y cansado.

    —¿Te sientes ya mejor? —preguntó Potter, Draco giró hacia él, permanecía sentado en su cama, tenía unos cuantos folletos turísticos de Ámsterdam que habían encontrado sobre la mesa de noche.

    —Sí —asintió Draco, apoyando los pies en el piso —, al parecer sólo estaba cansado.

    —Supongo que sí —respondió Potter, dejando los folletos a un lado y mirándolo mientras se movía a través de la habitación, camino al baño.

    —Estaré listo en un momento —informó mientras jalaba la pequeña maleta de la sala y se metía en el baño.

    Los trámites para salir de la terminal internacional no fueron muy complicados, Potter permaneció en silencio a su lado, obedeciendo a todo lo que él decía, hasta que finalmente ambos pudieron meterse en el auto y arrancar hacia las calles de Ámsterdam.

    El sol estaba en lo alto, y alrededor todo se veía bastante colorido, anduvieron en silencio por un rato, Draco mirando con atención a todos los lados, tratando de encontrar un lugar en el cual quedarse, pues pese a que tenía ganas de llegar ya a Paris, pensaba que mejor era tomarse ese día y marchar al día siguiente. Además necesitaba pronto encontrar un sitio donde hacer el hechizo que cambiaba el timón de su auto, pues allí todos conducían al revés, el tráfico era distinto a lo que estaba acostumbrado, pero no era la primera vez que conducía en ese sentido, así que era cuestión de mantenerse alerta.

    Se admiró de la cantidad de gente que caminaba por las calles, de los diversos canales y puentes, hasta que finalmente se detuvo delante de un gran edificio color ladrillo. Rápidamente un hombre, con el uniforme de portero, se acercó a ellos, Draco bajó la ventanilla y lo miró con atención:

    —Goedemorgen2—saludó el hombre, mirándolos cortésmente.

    —Buenos días —respondió Draco, lentamente, y mirando nuevamente hacia las puertas del hotel.

    —Oh, ¿inglés? —preguntó el hombre.

    Draco asintió.

    —Puede usar el estacionamiento de abajo —les indicó el hombre, señalando hacia una entrada, a sólo unos metros de ellos.

    —Gracias.

    En cuanto entraron al estacionamiento encontraron un sitio, no había muchos autos allí. Luego de sacar las maletas, y mirando a todos lados, Draco agitó su varita, el auto emitió un resplandor, que hizo que Potter jadeara y retrocediera unos pasos, un instante después el timón estaba en el lado izquierdo.

    —Será más fácil así —explicó Draco, mientras le indicaba a Potter que se movieran hacia el ascensor que llevaba a la recepción.

    —Claro —susurró Potter, siguiéndolo lentamente, a Draco le desesperaba que Potter actuara así, pero al menos era mejor que tener que jalarlo y obligarlo con amenazas a moverse.

    Se registraron rápidamente, una señorita muy amable les indicó el número de su habitación y la forma de llegar mientras les daba una tarjeta para abrir la puerta, y además les dio un par de mapas y unos cuantos folletos sobre el turismo del lugar.

    Draco se dejó caer inmediatamente en la cama, le desesperaba sentirse tan agotado, le hacía sentir más enfermo aún.

    —¿Dormirás? —preguntó Potter, estaba apoyado en el marco de la puerta que llevaba al baño. Draco se inclinó un poco para verlo, con sus gafas redondas y su camiseta de mangas largas, jalando con una mano el puño del otro brazo mientras en la otra sostenía con fuerza los folletos turísticos que le había dado la mujer de recepción.

    —Sí, lo siento, aún estoy cansado —Potter asintió, pero no se movió de su lugar, lo que hizo a Draco sentir un poco mal —, pero si tú deseas salir…

    Potter abrió los ojos, parecía realmente sorprendido. Draco sabía que no podría atar a Potter a su brazo y tenerlo vigilado durante todo el tiempo, es más, en algún momento tendría que dejarlo suelto, y aunque parecía muy pronto, tampoco le podía pedir que se quedara porque él estaba cansado. El libro sobre la depresión, que el medimago Marton le había dado, explicaba que no debía tenerlo encerrado, sino que debía impulsarlo a hacer cosas nuevas, cosas que lo animaran y obligarlo a quedarse allí sería incentivarlo a dormir como cuando estaban en el departamento. Además, recordó, aún no le había escrito al medimago sobre su salida de Inglaterra.

    —¿Estás diciendo…? —tanteó Potter, caminando un par de pasos hacia él.

    Draco suspiró y se sentó, mejor era aclarar algunos puntos primero.

    —Sí, pero no creas que te libras de mí, Potter, tenemos el hechizo de rastreo, así que sabré si es que estás haciendo algo malo, dormiré un poco y luego te alcanzaré para almorzar; en la tarde tal vez podamos colarnos en el barrio mágico para mandar una lechuza.

    —¿Barrio mágico? —preguntó Potter, al parecer relegando el hecho de que Draco le había advertido sobre hacer “cosas malas”.

    —Claro, las ciudades más importantes lo tienen, Europa es el continente con más lugares mágicos… ya sabes —se encogió de hombros Draco, le dio una mirada a los folletos que tenía Potter en la mano —, sólo no… —iba a decir no hagas nada que haga que me arrepienta, pero se contuvo —, no te metas en líos.

    —Yo… —Potter miró hacia los folletos y luego hacia la ventana.

    Draco suspiró cansado y se metió la mano al bolsillo, rápidamente sacó unos cuantos billetes y se los tendió:

    —Toma, usa esto.

    —No, claro que no —protestó Harry, luciendo avergonzado, aunque Draco pudo percibir cierto orgullo en su mirada, aunque fue sólo un chispazo.

    —Es en caso de que los necesites.

    —No los necesitaré.

    —No saldrás a la calle sin un poco de dinero muggle. Es absurdo que lo hagas.

    —Podría tener mi propio dinero. ¿Lo has pensado?

    —Claro… escondido en algún lugar de tu maleta. ¡Ah!, pero si tú no tienes maleta —replicó Draco, poniéndose en pie completamente, realmente necesitaba descansar y Potter se lo estaba poniendo difícil, aunque era mejor que pelearan a que el chico se pusiera a dormir nuevamente.

    —Eso es porque tú me arrastraste hasta aquí sin más.

    —Entre tus ropas tampoco había nada de dinero.

    —Ah… además estuviste revisando mis ropas —bufó Harry, parecía mucho más incómodo.

    Draco le dio una mirada más y luego suspiró, tratando de encontrar paciencia, después de todo si había algo en lo que era experto era en las negociaciones difíciles.

    —Mira —dijo, acercándose a la pequeña mesa de fondo, donde unas hojas con el membrete del hotel y un lapicero estaban puestas; se sentó y escribió rápidamente, aunque Potter no hizo ningún gesto por acercarse —, prometo no decirle a nadie que te presté dinero, y que cuando tengas la oportunidad, de regreso a Inglaterra, aceptaré la devolución. Puedes llevar la cuenta y todo.

    —¿Eh? —preguntó Potter extrañado, caminando finalmente hacia él y mirando su letra y su firma sobre el papel.

    —Sí, pero el viaje, la comida y los hospedajes los pago yo, igual no es un gran gasto, iba a hacer el viaje solo de todas formas y tú comes tan poco que casi no cuenta.

    —Pero…

    —Ahora toma los… —miró un instante los billetes —, los quince euros, que no son nada en realidad, y si quieres ir a pasear, pues te alcanzo luego, si tienes hambre, pide algo en la cafetería del hotel, pero lo que es yo, realmente necesito dormir.

    Y dejando los billetes sobre la mesa se dio la vuelta, se deshizo de los zapatos, de los pantalones y la camiseta y, sólo en ropa interior, se metió a la cama; hacía algo de calor y no quería perder más tiempo buscando algún pijama cómodo que ponerse. Luego de acomodar la almohada, cerró los ojos y rápidamente se quedó dormido.

    *O*O*O*



    Cuando despertó lo hizo tranquilamente, sin sentirse mal en absoluto, sólo por si las dudas se quedó quieto en su cama por un momento, con los ojos cerrados y escuchando el silencio. Abrió los ojos con lentitud y vio que ya era mucho más tarde de lo que había pensado despertar.

    En cuanto se puso en pie notó la ausencia de Potter, pero también de los quince euros que le había dejado sobre la mesa, en el papel que había escrito aquel ridículo compromiso, con letra desordenada estaba anotado:

    15 Euros, 31 de agosto 2001.

    Negando con la cabeza se metió al baño, riendo de Potter, si tan sólo supiera que en realidad nunca le podría pagar…

    Se dio una ducha corta y rápidamente se vistió, ya eran más de las tres de la tarde y no tenía idea de dónde estaba Potter o desde qué hora había salido.

    En la recepción, la señorita que los había registrado lo interceptó antes que pudiera salir, comentándole que había visto a Potter dos horas atrás, que le había preguntado sobre algunas direcciones y que al fin parecía bastante animado por ir hacia la calle Prinsengracht, en donde se encontraba la casa de Ana Frank, que Potter le había pedido que en cuanto bajase le indicara eso.

    Draco, que en realidad no requería que ella le informara, asintió y luego salió a la calle, no se había animado a aparecerse desde su habitación porque era probable que Potter estuviera rodeado de muggles en ese momento.

    Miró hacia el cielo azul, completamente despejado y con el sol brillando en todo lo alto y luego hacia las calles transitadas y los ciclistas, que parecían estar por todos lados. No había forma de que caminara todas esas calles que la mujer le había indicado. En cuanto subió al taxi y vio la distancia que había entre el hotel y ese museo, se arrepintió de haberle dado tan poco dinero a Potter, pero había pensado que lo mejor era no tentarlo en una ciudad tan llena de turistas y diversión.

    El taxista lo dejó al lado de uno de los canales de agua, delante de una casa de ladrillos, había una gran fila de turistas, esperando por ingresar, miró hacia ambos lados, imaginando la cantidad de tiempo que le tomaría poder entrar y, arriesgándose un poco, caminó de frente hacia la ventanilla de entrada. El hombre que estaba allí le dio una mirada extrañada y desconfiada, pero fue bastante fácil lanzarle un “confundus” y poder colarse.

    En el interior había bastante gente también, se quedó quieto por un instante, tratando de concentrarse en Potter, y por fin supo dónde se encontraba.

    Recorrió con rapidez la casa, que le parecía un laberinto, con sus paredes amarillas y pasajes estrechos, se detuvo un momento, observando asombrado hacia el librero que escondía la verdadera entrada hacia el hogar de Ana Frank, y luego de agacharse un poco, por fin pudo entrar.

    El lugar estaba oscuro, y lleno de gente, admirando las fotografías y uno de los manuscritos, encerrado en un estante transparente.

    Se quedó admirando las fotografías de todos los que habían vivido en esa casa, y leyendo algunas de las frases que aparecían en el libro; le pareció un lugar muy triste como para que Potter, a quien trataba de sacar de una depresión, recorriera.

    Avanzó por varias habitaciones más, entreteniéndose un rato en una que estaba completamente vacía, a excepción de un gran televisor, que mostraba un video acerca del holocausto.

    Cuando por fin salió de allí, desembocó en una cafetería, al lado había una pequeña tienda de suvenires, Potter, ya sin ningún folleto en la mano, hablaba con un chico alto y de cabello claro, que lo miraba atentamente, mientras él jalaba su manga sobre la muñeca, como si la quisiera hacer más larga aún.

    Se quedó quieto, mirando cómo Potter negaba con la cabeza y el chico continuaba hablando, no era muy experto en las actitudes de Potter, pero parecía algo incómodo. Pensando que era obvio que el chico no estaba haciendo nada malo y que ya era hora de marcharse, lo alcanzó.

    —Aquí estás —exclamó en cuanto se puso a su lado, Potter se sobresaltó y lo miró algo preocupado; el chico con el que hablaba le dio una mirada a Draco y luego se encogió de hombros.

    —Sí, ya he terminado el recorrido —explicó Potter, metiendo una mano en su bolsillo, aparentemente guardando algo.

    Draco sabía que no se trataba de nada ilegal, nada de drogas o algo parecido, porque de lo contrario lo hubiera sentido por el hechizo. Supuso que tal vez el chico había estado coqueteando con él y al fin le había dado su número telefónico. La idea le hizo algo de gracia y sonrió.

    —¿Entonces, no te animas por el libro? —preguntó el chico, en inglés forzado y sonriendo.

    —No, no, está bien, gracias —masculló Potter alejándose un par de pasos.

    —¿Qué libro? —preguntó Draco, arqueando una ceja.

    —Ninguno, olvídalo, vamos ya… seguro que debes querer almorzar.

    —El Diario de Ana Frank, por supuesto —intervino el chico, Draco se dio cuenta de que se trataba de un vendedor y que parecía contento porque tal vez la venta no se perdería.

    —Ah… —Draco miró alrededor, hacia las estanterías llenas de libros, las camisetas, cuadros y tarjetas; y luego hacia Potter, que parecía más incómodo aún.

    —Vamos —pidió nuevamente. Draco asintió e hizo un gesto de despedida hacia el chico, mientras ambos caminaban hacia la salida.

    Ya en la calle, ambos caminaron con lentitud, sin ningún destino en realidad, mirando hacia los canales de agua y las casas que había sobre ellos, hasta que Draco se detuvo, a unos cuantos metros de doblar la esquina.

    —¿Querías el libro? ¿Por qué no lo has comprado?

    Potter se encogió de hombros y miró con más atención hacia un pequeño bote, lleno de personas en la cubierta y que avanzaba lentamente.

    Draco se dio cuenta de que probablemente a Potter no le alcanzaría con los quince euros que le había dado, aunque no estaba seguro de cuánto costaría la entrada.

    —Si quieres que…

    —No necesito que hagas cosas por mí, Malfoy —interrumpió Potter, había más resentimiento en su voz que en la mañana, cuando le había dado el dinero.

    —Potter…

    —No, no tienes que darme dinero, ni comprarme cosas, ni alimentarme, ni mucho menos querer curarme. No eres mi amigo, ni nadie para siquiera darte las confianzas de querer analizar mi vida.

    Y dicho eso se alejó, caminando con pasos largos.

    Draco suspiró vencido, y él que pensaba que las cosas con Potter estaban mejorando.

    Por un momento más lo vio avanzar por la avenida y luego de una calle más, doblar a la izquierda. Se apoyó en la baranda de metal y resopló, si que para algunos era difícil recibir ayuda. Como él, tuvo que reconocer, que no había dejado que nadie se enterara de su problema, y mucho menos lo compadeciera o ayudara. Aunque con Potter las cosas eran diferentes. Potter estaba en esa situación porque él mismo se lo había buscado; y más aún, él sí tenía salvación.

    Dudando un poco, regresó hacia la casa de Ana Frank, se coló por el lado de la cafetería y encontró al chico amable que estaba hablando con Potter, el libro no era tan caro, apenas once euros, pero estaba seguro que la entrada costaba más de cuatro euros. Si Potter no fuera tan cabezota, tendría ya su libro y ambos podrían estar almorzando.
    En su rudimentario inglés el chico de la librería, mientras envolvía el libro, le preguntó si él y su novio planeaban quedarse mucho tiempo allí. Draco levantó la mirada, asustado y algo sonrojado, tratando de entender a qué se refería. Cuando el chico le respondió que se refería a Potter, soltó una carcajada, aunque inmediatamente se aseguró de aclarar que no era su novio, pero que no se quedarían mucho más. El chico pareció desalentado por eso. Era gracioso que aún en ese estado de depresión, Potter encontrara la forma de hacerse de fans.

    Siguió los pasos de Potter, sólo estaba a un par de calles de allí, apoyado sobre un enorme triangulo color rosa3 y mirando hacia el canal, con los brazos cruzados. Decidido a no hacer que la pelea durara más tiempo, caminó hacia él y se sentó a su lado, Potter no dio muestras de haberlo notado, y Draco miró también hacia el canal, donde unas escaleras llevaban a otro triangulo rosa, similar, pero más pequeño, con flores encima.

    —Escucha —dijo, sin dejar de mirar hacia el triangulo rosa y a la gente que se fotografiaba sobre él —, hagamos esto, yo necesito hacer este viaje, y la idea de que alguien me acompañe no me parece tan mala, tú necesitas cambiar de ambiente, ver sitios diferentes… comprenderás que en realidad es un favor por otro.

    —Claro —bufó Potter, sin mirarlo aún.

    —Nunca te sacaría en cara esto, ni el dinero, ni —dudó un poco antes de continuar, en un susurro —, ni lo de antes.

    —Y por supuesto, yo te debo creer.

    Draco se quedó en silencio por un momento más, mirando hacia un grupo particularmente ruidoso de chicos, que posaban sobre el triangulo pequeño, mientras una señora les tomaba unas cuantas fotos.

    —Tal vez pienses que fui cruel al mostrarte ese recuerdo —empezó a explicar, Potter se removió un poco en su sitio y Draco lo miró de reojo, sus mejillas se habían puesto algo rosadas, sabía que Potter se sentía avergonzado y humillado por lo que había pasado antes —, y que disfruté al hacerlo, pero no fue así, tampoco fue divertido sacarte de ese asqueroso lugar —Draco pudo ver como los dedos de Potter se apretaban más sobre sus brazos, hasta casi quedar blancos —, pero no encontraba otra forma de que te dieras cuenta…

    —No quiero volver a escucharlo —interrumpió Potter, con los dientes apretados.

    —Ya te dije que no le diré a nadie nada de esto, y me refiero a nada en absoluto, por lo que se refiere a mí, ese recuerdo y todo lo que pasó ha quedado olvidado, no lo mencionaré más… pero aún así quiero que lo recuerdes, que medites sobre eso, que entiendas… —Draco negó con la cabeza, sintiendo que no podía llegar hasta él —. Me haces sentir incapaz ¿sabes?, porque no puedo hacerte ver que si sigues de esa manera, con las drogas y todo eso, podrás acabar muerto muy pronto, que desperdiciarás lo que tienes la suerte de tener: una oportunidad y una vida.

    Potter lo miró por un instante, sus mejillas seguían sonrojadas y sus manos apretando los brazos.

    —¿De verdad no le enseñarás a nadie ese… —Potter dudó un instante y dejó de observarlo, para mirar hacia los edificios de enfrente —ese recuerdo? —concluyó en voz muy baja.

    —No. No lo haré.

    Potter asintió lentamente, pudo ver como sus manos se relajaban un poco.

    —Pero tú deberás hacer este viaje conmigo.

    —Mira, Malfoy, si en verdad crees que podrás analizarme y tratar de…

    —No es esa mi intensión —interrumpió rápidamente Draco —. No sé qué es lo que puede haberte sucedido para que terminaras de esa forma, y estoy seguro de que es algo que no me contarás, tampoco te exijo que lo hagas, pero sí que intentes recuperarte, es por eso que este viaje puede ser bueno para ti, porque podrás hacer otras cosas diferentes a permanecer tendido en una cama dejando que la vida se te pase.

    —Yo necesito recuperarme, es lo que dices desde que salimos de tu departamento, sin embargo, yo no sé por qué estás escapando. No creo que este sea simplemente un viaje turístico.

    Draco suspiró y miró nuevamente hacia el triangulo, maldiciendo no haber traído sus gafas oscuras, pues el sol lo hacía entrecerrar los ojos.

    —No estoy escapando, simplemente… necesitaba alejarme de casa —se encogió de hombros cuando Potter volteó al fin a mirarlo —, es complicado, pero… realmente necesitaba salir de allí, alejarme de todos, sólo que ellos no están encantados con la idea de que deje todo de lado por darme un tiempo.

    Potter lo miró por un momento, como si estuviera estudiándolo y luego negó con la cabeza.

    —¿Me dirás que estás en tu etapa de rebeldía?

    Draco sonrió por el comentario.

    —Sí, algo así.

    Potter no comentó nada más, y por un rato más se quedaron allí, mirando a la gente y los ciclistas pasear, hasta que Draco supo que era hora de marcharse.

    —Debemos almorzar algo.

    —No tengo muchas ganas…

    —Ya, pero igual lo harás —resolvió Draco poniéndose en pie y dejando el libro, envuelto en papel azul, sobre las piernas de Potter, que lo miró molesto.

    —Tómalo como un regalo —explicó, antes de que Potter pudiera decir algo —, supongo que leer un libro es bueno para ti, no sabía que te gustara leer.

    —No me gusta mucho —admitió tomando el libro y poniéndose en pie —, pero la historia de esa niña parecía muy interesante.

    —¿No tiene un final feliz, verdad? —preguntó Draco, mientras comenzaban a caminar en busca de un lugar en el cual comer.

    —No, lo cierto es que no.

    —No creo que sea el tipo de libro que debas leer, pero si te llama la atención, no tienes por qué dejar de hacerlo.

    —Gracias —masculló Potter, luego de un momento más, mientras rompía el papel en que el libro venía envuelto.

    —De nada —asintió Draco, sonriendo internamente, mientras señalaba hacia la entrada de un restaurante con mesas en el exterior.

    *O*O*O*



    QUOTE
    Notas de la autora:

    1: Hieb: significa golpe en alemán.

    2: Goedemorgen: Buenos días en holandés.

    3: El lugar donde Draco encuentra a Harry sentado es el Homomonument, es un monumento conmemorativo en el centro de Ámsterdam, la capital de los Países Bajos. El monumento recuerda a todos los homosexuales, gays y lesbianas, que han sido sujetos a persecuciones por su condición sexual. Inaugurado el 5 de septiembre de 1987, tiene la forma de tres grandes triángulos rosas realizados en granito, colocados en el suelo formando los vértices de un triángulo mayor en la orilla del canal Keizersgracht, cerca de la histórica iglesia de Westerkerk. Pueden ver más de él aquí: http://es.wikipedia.org/wiki/Homomonument
     
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  8. Kari Tatsumi
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    CAPÍTULO 6



    La tarde se hizo realmente corta y Draco, que le había estado contando acerca del pasaje mágico de Ámsterdam a Potter durante el almuerzo, sintió que sería injusto dedicarle tan poco tiempo, así que decidió no visitarlo hasta el día siguiente.

    Acceder al mundo mágico de Ámsterdam no era tan difícil en realidad, o por lo menos eso esperaba Draco, que nunca había ido allí de manera muggle, sino en trasladores.

    Cerca de la plaza Dam, la cual habían recorrido la tarde anterior, encontraron, entre dos edificios, un pequeño filtro mágico. Draco sabía ya, por lo que había leído, cómo entrar, así que, mirando hacia ambos lados a los muggles que pasaban sin siquiera percatarse de su presencia, levantó con una mano la varita y con la otra jaló a Potter de una manga.
    En menos de medio segundo se vieron inmersos en una luz brillante, sintió el cuerpo de Potter tensarse ligeramente y lo sujetó con más fuerza, unos instantes después ambos estaban en la entrada de un amplio callejón, lleno de magos y brujas, vestidos con túnicas de verano la mayoría, y levitando paquetes; un par de lechuzas ulularon cerca de ellos, sorprendiéndolos.

    Potter dio un pequeño salto y retrocedió un par de pasos, mirando alrededor y soltándose de Draco, él ni siquiera recordaba que aún lo sujetaba de la muñeca, cubierta por otra de las camisetas de manga larga que Potter había escogido cuando habían ido de compras la noche anterior.

    —¿Aquí es? —preguntó Potter finalmente, mirando hacia el gran arco bajo el cual estaban de pie.

    —Sí, hay que movernos antes de que alguien más desee aparecer y nos empuje —explicó Draco, haciendo un gesto con la cabeza y comenzando a caminar mientras guardaba la varita en el bolsillo.

    Por lo general Potter siempre caminaba detrás de él, con lentitud, sin embargo esta vez iba a su lado, siguiendo sus pasos rápidos y mirando todo de manera, pensó Draco, temerosa.

    —Parece que hay mucha gente, pero no te preocupes, es un lugar seguro —aseguró Draco, tratando de calmarlo y deteniéndose delante de la vitrina de una tienda de deporte donde una escoba, la nueva Fire 2002, se exhibía, flotando en el aire, alrededor de ella, pequeñas imitaciones de la escoba volaban llevando carteles que enumeraban todas sus nuevas ventajas.

    —Vaya —suspiró Potter, pegándose más a la vitrina y mirando el precio en un cartel de madera a la altura del piso.

    —Tal vez pida una luego —aseguró Draco, inclinando el rostro hacia un lado, un momento después recordó que no tendría mucho tiempo para pedirla, y menos para usarla. ¡Maldición! ¡Cómo odiaba no poder olvidar por mucho rato aquello!

    —¿De verdad? —preguntó Potter, aunque no parecía muy interesado en su respuesta —, aquí dice que puede acelerar de cero a cien kilómetros en tan sólo dos segundos.

    —De verdad —respondió Draco, Potter volteó a mirarlo, confuso por su respuesta, pero Draco no comentó nada más, lo sujetó de un brazo y lo jaló hacia el interior de la tienda.

    —Espera —jadeó Potter, en cuanto la puerta se abrió el sonido de una campanilla hizo eco en la tienda vacía y una chica bastante guapa salió de entre los estantes, con una amplia sonrisa, mientras agitaba su cabello.

    —¡Hola! —saludó, acercándose a ellos.

    —Buenas tardes —asintió Draco, Potter se volvió a soltar de él y retrocedió unos cuantos pasos. Draco giró a verlo confuso, Potter parecía algo enfadado.

    —No me gusta que me jales —masculló Potter cruzándose de brazos, pareció querer decir algo más, pero se contuvo en cuanto la mujer estuvo ya a su altura.

    —Ustedes no son de aquí —aseguró la chica —, ¿Ingleses? ¿Escoses?

    —Ingleses —informó Draco, no entendiendo la razón al interrogatorio.

    —¡Eso es genial! —dijo ella, aplaudiendo un par de veces —, justamente tenemos una oferta magnífica en cera para escobas, para la gente de Inglaterra.

    —No me diga —respondió Draco, arqueando una ceja hacia Potter, que bufó y negó con la cabeza.

    —Así es —asintió ella, señalando hacia uno de los estantes —, los productos de Flagran Flagrantis son conocidos alrededor del mundo por su eficacia en conservar las escobas, además si ustedes compran dos envases de su presentación de larga duración, les obsequiamos un kit de mantenimiento de cerdas, para que puedan recortarlas y de esa manera…

    —Bien —interrumpió Draco, no deseando seguir escuchando a la chica —, dame dos de esos envases, quiero dos kits de mantenimiento…

    —¡Claro, señor!

    —… y dos escobas Fire 2001 —completó Draco.

    La chica congeló su sonrisa y miró hacia Potter, seguramente buscando los indicios de alguna broma.

    —¿Dos Fire 2001? —preguntó lentamente.

    —Eso dije —se encogió de hombros Draco y señaló hacia la vitrina —, son esas de allí.

    —¿Te volviste loco, Malfoy? —preguntó en un susurro Potter, mientras la chica los seguía mirando incrédulamente.

    —¡Vamos, Potter! —exclamó Draco, negando con la cabeza.

    —¿En verdad necesita…?

    —Pues sí, pero si no nos las quieres vender, estoy seguro de que encontraremos otro sitio donde…

    —No, por supuesto que no —interrumpió la vendedora con voz más aguda y recomponiendo su sonrisa —, sólo… deme un momento para sacarlas del almacén.

    —Claro, aquí esperamos —aseguró Draco, mirando alrededor, a los estantes llenos de cajas de balones de Quidditch y escobas en modelos anteriores.

    La mujer desapareció rápidamente por una pequeña puerta al lado opuesto de la tienda y Potter se giró hacia él, con los brazos cruzados y mirada enfadada.

    —Ya, lo siento, no pensé que jalarte te molestaría, en mi defensa diré que no lo hacía de mala fe, sólo quería que te apresuraras y que no te perdieras, hay mucha gente por aquí. —explicó Draco rápidamente, aunque sabía que esa no era la razón por la cual Potter lo miraba de esa manera.

    —De acuerdo —dijo a pesar de todo Potter —, pero, ¿es que te volviste loco? ¿Qué se supone que harás con dos escobas tan caras?

    —Pues volar, por supuesto —explicó Draco en tono paciente, dando unos pasos al interior de la tienda.

    —¿Con dos escobas?

    —Ah… de acuerdo, te puedo prestar una si prometes no malograrla.

    —Yo no… —Potter negó rápidamente con la cabeza, parecía contrariado.

    —¿Hace cuanto que no vuelas? —preguntó entonces Draco —, yo no lo hago desde hace un par de años —rememoró, recordando que luego de su matrimonio había dejado eso de lado.

    Potter se encogió de hombros y miró alrededor, como si quisiera evitar la pregunta. Por un instante Draco pensó en tensar más las cosas, pero se abstuvo, le había dicho a Potter que no estaba ansioso de que le contara su vida, y tenía que ser consecuente con sus promesas.

    La mujer estuvo de vuelta casi inmediatamente, cargando una escoba en cada mano y sonriendo ampliamente. Las puso sobre el mostrador y le explicó a Draco todo lo necesario sobre ellas, incluyendo la opción de comprar un seguro contra accidentes, el cual Draco rechazó amablemente.

    Salieron unos minutos después, Draco con mucho menos oro en el bolsillo y con una escoba en la mano, mientras Potter lo seguía con la otra escoba en la mano también, luciendo callado y alejado nuevamente.

    Draco se maldijo por haber arruinado el día con él, pues esa mañana, aunque no se había mostrado alegre ni nada parecido, parecía de mejor humor.

    Avanzaron por la ancha avenida, deteniéndose delante de algunas tiendas de libros y de ropa, hasta que encontraron la lechucería, Potter se mantuvo nuevamente alejado, mirando hacia las lechuzas que permanecían en los percheros, mientras Draco discutía en un holandés mesclado con inglés, con el encargado acerca de la dirección y lo cara que esa lechuza le iba a costar. Completamente vencido, finalmente pagó el importe del envío y ató en la pata de una lechuza marrón con mirada hosca, la nota que le había escrito al medimago la noche anterior, explicándole que Potter y él habían empezado un viaje por el continente, y que no se preocupara por ellos, que las cosas iban mejorando.

    —Ocho galeones por una lechuza —bufó Draco en cuanto salieron de la lechucería —¿Puedes creerlo? Es una estafa en toda ley. Un robo.

    —Hace un momento no te importó pagar mucho más por dos escobas —contestó Potter, luciendo desinteresado y encogiéndose de hombros.

    Draco lo miró un instante y negó con la cabeza, no iba a discutir con él, por más que Potter se esmerara en ello.

    —Vamos por este lado —pidió, asegurándose de no tocar a Potter para no enojarlo más, y señalando hacia una de las calles trasversales.

    —La salida no queda por este lado —respondió Potter, caminando de todas maneras tras él.

    —No, ya lo sé, pero quería dar una vuelta.

    —Ah… —suspiró Potter en respuesta, mirando desinteresadamente los locales que habían en esa calle, varios restaurantes con mesas y sillas en la parte de afuera, resguardados por sombrillas. Entonces fue que Harry se dio cuenta de que había sol, levantó la vista y pudo ver el cielo azul, casi sin ninguna nube, y el sol en lo alto.

    —Son hechizos de techo —explicó Draco, que se había percatado de la mirada de Potter.

    Potter giró hacia él, e inclinó el rostro un poco, parecía dispuesto a replicar algo, pero al final se quedó callado.

    —Ya sabes, como los que habían en Hogwarts. Como te expliqué, este lugar, a diferencia del Callejón Diagon, se encuentra bajo tierra, o mejor dicho, bajo mar.

    —Sí, lo recuerdo —asintió Potter, aunque de manera poco amable. Draco frunció los labios pero se contuvo y le hizo un gesto para que siguieran caminando.

    Avanzaron un par de calles más, todas ellas plagadas de restaurantes, cafeterías y heladerías, hasta que por fin pudieron divisar la pared que limitaba aquel pasaje mágico.
    Ambos, casi a la vez, se quedaron quietos, asombrados y mirando hacia el azul océano, con sus peces nadando y sus plantas flotando. Draco, que había estado ya antes en Ámsterdam mágico y había visitado también ese callejón, nunca había podido ver aquello, pues el viaje que había hecho era de negocios y en compañía de su padre y varios socios más, todos interesados en cerrar rápidamente el trato y no en dar un paseo.

    Draco fue el primero en dar unos cuantos pasos hacia el frente, lentamente y sin dejar de mirar la enorme pared de agua; ni siquiera lucía como si se tratara de un acuario, él había visto acuarios antes, con sus enormes muros transparentes, esto era diferente, estaba seguro de que podría tocar el agua si es que apoyaba la palma sobre la pared y de que si metía el brazo un pez lo rozaría.

    —¿Es… se sostiene sólo por magia? —preguntó Harry, Draco se dio cuenta recién que estaba a su lado, con el cuerpo inclinado hacia delante y mirando fijamente a la pared de agua.

    —Eso creo —susurró Draco, viendo un pez particularmente colorido nadar delante de ellos.

    —Vaya —exclamó Harry, apartándose un poco por la presencia de un pez mucho más grande.

    —Vamos, hay que recorrerlo —llamó Draco, entusiasmado e indicando uno de los extremos del callejón, esta vez Potter no puso ningún reparo y lo siguió al mismo ritmo.

    Ambos avanzaron una calle más, admirando el hechizo que permitía al callejón mágico de Ámsterdam permanecer bajo el océano, hasta que llegaron a lo que era al parecer una tienda turística. Pese a no querer alejarse de aquella pared azul y colorida, ambos entraron y conversaron con el encargado, un chico de cabello castaño y ojos oscuros que le sonreía de manera mucho más que insinuante a Draco, éste les entregó un pequeño folleto explicativo, sobre la historia del callejón y les contó que les podría alquilar una nave pequeña, para hacer un recorrido debajo del mar, alrededor del callejón.
    Potter, que miraba al chico de mala manera, se encogió de hombros cuando Draco le preguntó si se le apetecía hacer eso.

    —Vamos, Potter, un poco de diversión no te va matar —insistió Draco.

    Harry lo miró de mala manera nuevamente, y luego hacia el chico de cabellos castaños, que se había apartado unos cuantos pasos, seguramente dándoles algo de privacidad.

    —No tienes que cambiar tus planes por mí —dijo finalmente —, si quieres ir…

    —Contigo —interrumpió Draco —, vamos entonces, sé que eres medio apático y todo eso, pero estoy seguro de que sí te gustará —aseguró, sonriendo un poco y volviendo con el chico de cabello castaño.

    Harry resopló en su sitio, mirando a Draco hablar con el otro muchacho y negó con la cabeza, ¿es que acaso Malfoy no se daba cuenta de que ese chico estaba coqueteando con él de manera descarada?

    —Vamos, hay que darnos prisa —le apuró Draco, mientras el chico de cabello castaño hablaba con una mujer mayor, que había salido de la oficina del fondo.

    Luego de que ella le explicó los costos de los paquetes turísticos, Draco se decidió por el más caro de todos, el recorrido más largo además; dejó las escobas nuevas a cargo de la señora y pagó el importe por ambos; mientras el chico de cabello castaño tomaba un par de cosas del mostrador y se preparaba para salir.

    Harry no les prestó atención, ni siquiera se interesó en saber qué era lo que el recorrido incluía ni mucho menos los sitios que verían, simplemente se limitó a obedecer a Malfoy cuando éste le pidió que firmara la forma de registro.

    Los tres se encaminaron hasta el final del callejón, mientras el chico de cabello castaño, que hacía llamarse Sean, les explicaba que en mil seiscientos veinte los magos y brujas de Ámsterdam habían decidido que era importante tener un lugar oculto de los ojos de los muggles; entonces se llamó a que todos los que quisieran participar entregaran sus ideas, para que se escogiera la mejor. Finalmente había ganado la idea de Anteries: una bruja bastante impopular por sus ideas liberales y adelantadas a su tiempo, que se presentó para el concurso con el nombre de un hombre, y no fue hasta que la idea se puso en práctica y el callejón fue completamente construido que ella reveló su verdadera identidad, haciendo que muchos de los presentes se enojaran.

    —Chica lista —sonrió Draco, imaginando divertido la escena de la inauguración del callejón mágico y a la mujer diciendo que no era un hombre sino una chica y a todas las grandes autoridades al borde del colapso nervioso.

    —Y muy lista, ya verás —aseguró Sean, mientras llegaban a un pequeño muelle, que consistía en una gran cantidad de naves estacionadas de cara a una de las paredes de agua, Sean los guió, esquivando grupos de magos, hasta una nave, era redonda, pequeña, con apenas cuatro asientos, y completamente transparente.

    —¿Tú la piloteas? —preguntó Draco, dejándole el paso a Potter para que entrara.
    Harry miró hacia el interior, en la primera fila estaba el asiento del piloto y el copiloto, y en la segunda un amplio asiento para dos pasajeros más, sólo por molestar, pensó en sentarse al frente, como copiloto.

    —Sí, es muy sencillo —respondió Sean —, puedes sentarte conmigo adelante y te enseñaré algunas cosas.

    Draco sonrió, mordiéndose el labio inferior por un instante, algo ronroneando en su pecho, los coqueteos de ese chico eran más que prometedores, si estuvieran solos tal vez sería más fácil, le dio una mirada más a Potter, que estaba con el ceño fruncido, ya moviéndose hacia el asiento de atrás.

    —Si es que a tu novio no le molesta —apresuró a aclarar Sean, luciendo poco preocupado de que en verdad Harry fuera su novio; no tenía pinta de ser muy amable y además no quería problemas con los clientes.

    —No es mi novio —respondió rápidamente Draco, sentándose en el asiento de adelante y girando un instante a ver a Potter, con los brazos cruzados y mirando hacia el otro lado.

    —Genial —sonrió el chico, sentándose tras el volante y moviendo unos cuantos botones para que las puertas se cerraran.

    —¿Todo bien, Potter? —preguntó Draco, moviéndose un poco hacia atrás, lo cual era incómodo en un vehículo tan pequeño.

    Potter no contestó, apretó más las manos sobre sus brazos y volteó el rostro, ignorándolo completamente.

    Draco resopló, empezando a cansarse de tener que adivinar de qué iba el humor de Potter a cada instante y se giró cuando sintió aquella mano rozando su muslo, apenas un instante, antes de apartarse a presionar otro botón del panel de control.

    —Oh, lo siento… —dijo entonces Sean, arqueando una ceja y demostrando que en realidad no lo sentía, Draco se olvidó de Potter, no se iba a amargar el día sólo por él, y sonrió de lado, acomodándose nuevamente sobre el asiento.

    —No importa.

    —Entonces, en marcha —anunció el chico.

    Entrar debajo del mar era asombroso, decidió Draco, incluso Potter, que había estado reacio a hacerlo, parecía sorprendido, pegado a una de las paredes de la nave y mirando todo con atención, mientras Sean les explicaba los nombres de algunos de los grupos de peces con los que se cruzaban, o los nombres de las plantas, muchas de ellas mágicas, y sus propiedades.

    Durante el recorrido, Sean no había perdido oportunidad para rozar a Draco nuevamente, cada vez de manera más descarada, mientras presionaba algunos botones o señalaba algunas cosas, hasta que terminaron de recorrer todo el alrededor del callejón y se alejaron de él, adentrándose más en el mar. Por un instante todo se quedó a oscuras, podían escuchar el sonido del agua agitándose por el paso de la nave, pero nada más. Draco sintió la mano de Potter, estaba seguro que era la de él, presionarse sobre el respaldo de su asiento y rozando su hombro, y estuvo tentado a levantar su propia mano y tomarla para tranquilizarlo, pero entonces otra mano, una mucho más aventurera, se posó sin mayor recató sobre su entrepierna, presionando con los dedos alrededor, marcando la forma exacta de su pene, que empezó a responder rápidamente, por las caricias brindadas.

    Soltó un jadeo bajito, y sin darse mucha cuenta de lo que hacía, levantó la mano para alcanzar la de Potter, que se tensó un instante, antes de relajarse, aunque él no lo estaba en absoluto, no con esa mano acariciando con lentitud y sin prisas su miembro, que cada vez se levantaba más y más.

    —Lo siento —dijo la voz suave de Sean, Draco sintió los dedos de Potter crisparse y entonces se dio cuenta de que estaba sujetándolo con mucha fuerza mientras el otro chico jugueteaba con él, se sintió demasiado sucio y osado —, en un momento más la luz regresará, es un hechizo que necesita algo de tiempo, no podemos simplemente invocarlo, va contra las reglas del mar —continuó Sean, hablando como si no pasara nada.

    Pese a que su voz sonaba calmada, Draco sabía que la velocidad con que esa mano se movía mostraba su ansiedad; pero no se quería arriesgar a más, no con Potter a un costado y en medio de la oscuridad. Con algo de pesar usó su mano libre para acariciar el brazo del chico y luego apartarlo con lentitud, esperando encontrar otra oportunidad más adecuada. Sean no se mostró ofendido, apretó su mano suavemente y se retiró, un instante después las luces aparecieron, pese a que pensaban que había pasado bastante tiempo en la oscuridad, no se habían movido mucho, y aún se podía ver el callejón, ahora más pequeño, con sus tiendas, luces de colores y personas moviéndose, como una pequeña ciudadela de esas que venían en las bolas de cristal, sólo que sabían que no había nada envolviendo a esta. Potter alejó su mano casi inmediatamente las luces se encendieron, Draco no se ofendió por ello, ni vio su ligera incomodidad, sino que se preocupó en mirar hacia el exterior y calmar su propia excitación mientras la voz de Sean les anunciaba que se adentrarían un poco más aún.

    —Tras la creación del callejón mágico, muchas personas pensaron que aquella era una muy buena idea, sobre todo porque los muggles se mostraron un poco más agresivos cuando el secreto mágico estuvo en peligro debido a un muggle bastante curioso que aseguraba que la magia existía y parecía dispuesto a todo con tal de probarlo. Pese a que eso no pasó a mayores, los magos pensaron que lo mejor era tener lugares secretos dónde vivir, y alejados de los muggles, la idea de Anteries fue entonces comprada y realizada en varios lugares alrededor del callejón mágico —explicó Sean, señalando con una mano hacia el fondo, donde una ciudadela, bastante más grande que la del callejón mágico, iluminaba el medio del mar, esta a diferencia del callejón, tenía muchas más luces e incluso jardines y casas.

    —Vaya… ¿La gente vive allí? —preguntó Potter, parecía ya menos molesto, mientras se inclinaba hacia delante, apoyando la mandíbula en el respaldo del asiento, entre Draco y Sean.

    —Sí, yo vivo allí, muchos lo hacen, no es un lugar muy barato que digamos… es decir, la superficie siempre es más económica, pero mi familia es de allí, llevamos generaciones viviendo allí, fuimos de los primeros en habitarla.

    —¿En serio? —preguntó Draco, girando el rostro para verlo, aunque se encontró con el rostro de Potter, demasiado cerca de él, rozando su mejilla con la nariz, lo que provocó que Potter se espantara y retrocediera, girando para mirarlo asombrado.

    —Lo siento —susurró Draco, Potter lo miró un instante más y luego encogió los hombros.

    —Está bien —asintió Harry, dejándose caer en el asiento de atrás y mirando hacia el frente.

    Draco se giró un poco más, para verlo nuevamente, al parecer preocupado por haberlo ofendido, pero él estaba ya ocupado mirando por uno de los lados hacia el banco de peces multicolores que los rondaba.

    —¿Y entonces… todos tienen naves como estás para entrar y salir de ese sitio?

    —No —sonrió Sean hacia Draco, al parecer contento con haber llamado su atención nuevamente —, por lo general usan los trasladores y chimeneas; no en todos sitios está permitida la aparición. Algunos tienen naves, pero más que nada es para pasear, para admirar el camino y la ciudad desde afuera.

    —Ah…

    —Entraremos en unos minutos —anunció el chico, presionando más botones en el tablero y girando un poco el volante, haciendo que la nave se inclinara hacia un lado, lo que provocó que las piernas de ambos se rozaran. Draco sonrió de manera insinuante hacia él mientras ponía su mano en la pierna del chico, cubierta por la delgada tela del pantalón.

    —Genial, justo para la hora del almuerzo —aceptó Draco, mientras la nave comenzaba a acercarse más hacia aquella ciudadela.

    Atravesaron el agua, y la nave hizo un extraño sonido de succión, mientras aterrizaban en un largo descampado, detrás de ellos se veía el mar y el muro de agua, similar al de callejón pero a mayor escala, el cielo estaba encantado, pero a diferencia del techo del callejón, este mostraba el océano, muchos peses nadando alrededor de ellos, ignorantes de la presencia de toda una gran ciudad.

    —Vaya —susurró Potter, saltando de la nave hacia el pasto y fijando la mirada en el cielo.

    —El cielo aquí depende del día —explicó entonces Sean, con voz profesional, mientras les indicaba que lo siguieran —, la gente no se ponía de acuerdo en qué era lo que querían que apareciera, así que los encargados de mantenimiento renuevan el hechizo cada día, un día es el cielo y al siguiente el océano. Particularmente me gusta más el cielo —se encogió de hombros el chico, guiándolos por lo que, descubrieron debido a las diversas naves, el estacionamiento, hasta salir a una calle amplia e iluminada, no dejaba de mostrar parecido con el mundo muggle de Ámsterdam.

    —Se siente medio claustrofóbico —aceptó Draco, mirando un momento más hacia el cielo y luego hacia las casas.

    —Cierto… pero es cuestión de acostumbrarse, yo he estado toda mi vida aquí, así que no es tan difícil para mí.

    —¿Te sientes bien? —preguntó Draco, acercándose a Potter y mirándolo fijamente.

    —Por supuesto —respondió Potter, en voz baja, por un momento le había parecido algo pálido.

    —¿Habrá algún sitio donde comer algo por aquí? —preguntó Draco hacia Sean.

    —Sí, justamente vamos hacia el centro de la ciudad, donde podremos comer algo en el exterior, o si lo desean en el interior de restaurantes ambientados en la época en que esta ciudad se construyó, en mil setecientos…

    Ambos, Draco más entusiasmado que Harry, siguieron al chico mientras éste les explicaba algunos datos de interés sobre el barrio por donde caminaban, señalando casas, datos históricos, y hasta un castillo, más pequeño que Hogwarts, pero bastante imponente a lo alto de una colina, el lugar donde los chicos hacían su educación mágica, aunque no era un internado, Sean declaró haber estudiado allí.

    —Nosotros estudiamos en Escocia, en Hogwarts —contestó Draco, estaban ya sentados en la terraza de un restaurante, con platos de comida y una gran jarra de jugo de naranja, y Sean, retomando el tema de la educación, les preguntó dónde habían estudiado ellos.

    —Oh, ¿entonces de allí es de donde se conocen? ¿Son amigos de escuela?

    Draco miró hacia Harry, que jugaba con su comida, notándose poco interesado en el tema y asintió.

    —Nos conocimos en la escuela, es cierto…

    Harry estuvo tentado a decir que en realidad no habían sido amigos entonces, y que dudaba, pese a estar viajando juntos, que fueran amigos ahora, pero se abstuvo, metiéndose una buena cantidad de puré de patatas a la boca para resistir la tentación de decir algo malo.

    Draco asintió, complacido con ver a Potter alimentarse un poco más que de costumbre y continuó con su conversación con Sean, evitando mencionar cualquier cosa importante o demasiado privada que delatara quiénes eran realmente, no que supusiera que el mundo entero estaría al tanto de ellos, pero lo mejor era no dejar pistas de su paso por allí.

    Por la tarde, mientras el calor iba menguando, recorrieron un museo, con cuadros y explicaciones acerca de la historia particular de ese país, hasta la creación de varias ciudades más bajo el mar, vanagloriándose de ser el país pionero en esconderse de esa manera.

    Potter continuaba alejado de ellos, mirando todo de manera desinteresada y no interfiriendo entre sus constantes coqueteos, que cada vez eran más descarados.

    —Mi familia tiene un pequeño hotel, tal vez podríamos salir esta noche de fiesta y luego podrían quedarse a dormir allí —sugirió Sean cuando empezó a oscurecer y las calles se llenaron de poderosas antorchas y faroles que, combinados con el mar que había alrededor, hacían ver como si se encontraran en un mundo de cuentos.

    —¿En serio? ¿Y el hotel es muy lejano?

    —No, nada de eso, está a sólo unas calles de aquí, y los clubes también —explicó el chico, su sonrisa era mucho más incitante que antes y Draco sintió su deseo crecer mucho más.

    —Eh… no somos chicos de clubes —respondió al fin, dándole una mirada a Potter, no podría meterlo a uno de esos sitios y vigilarlo, peor aún si es que iba con Sean.
    Potter alzó la vista hacia él y frunció el ceño.

    —Oh, es una lástima, uno se la pasa bastante bien por aquí —suspiró Sean, mirando hacia Potter, al parecer, tratando de convencerlo, creyendo que seguramente él era al que no le gustaba salir de fiesta.

    —Estoy seguro de eso, pero…

    —¿Nos disculpas un momento? —interrumpiendo Potter; mirando de mala manera al chico, antes de hacerle un gesto a Draco para que se acercara a él.

    —Claro, claro… por mí no se preocupen —se apresuró a decir Sean, alejándose unos pasos de ellos, entretenido, aparentemente, en la fachada de una casa de color ladrillo.

    —Escucha —empezó Draco, antes de que Potter pudiera decir algo —, no te obligaré a entrar a uno de esos sitios, no estoy tan loco, pero sería divertido que pusieras un poco más de tu parte para disfrutar el paseo; estoy seguro de que eso no te mataría —lo último lo dijo sarcásticamente —; además, de todas maneras es bastante tarde, podemos quedarnos aquí esta noche y mañana regresar al hotel; luego del desayuno marcharemos hacia Paris.

    —¿Y tú te irás de fiesta con él? —preguntó Harry, apretando una mano sobre la manga larga de su camiseta, tirando de ella con fuerza; gesto que Draco había descubierto, hacía cada vez que se sentía sobrepasado por la situación.

    Draco lo miró un instante y luego giró para ver a Sean, con sus pantalones marcando perfectamente la curva de su respingado trasero. De verdad que le gustaba ese chico, pero también tenía que ser consciente de sus compromisos. Ya en el pasado había sacrificado mucho por hacer lo que era correcto, y ésta vez sentía que el sacrificio le costaba menos, después de todo no le parecía correcto dejar a Potter toda la noche solo; aunque quizá podría arreglar algo para escaparse cuando el chico se hubiera dormido ya.

    —No lo haré. Pero nos quedaremos; tal vez podamos ir a tomar algo y luego…

    —¿Es que no te das cuenta? —le interrumpió Harry, no creyendo que Malfoy fuera así de despistado.

    —¿Qué? —preguntó Draco extrañado, alejándose unos pasos más de Sean, que había volteado a verlos algo preocupado.

    —¡Está coqueteando contigo! —reprochó Harry, cruzándose de brazos.

    Draco abrió la boca, pero no supo qué decir al respecto, no sabía si Potter estaba bromeando, o las razones de su reproche.

    —Desde que entramos a su tienda ha estado sobre ti todo el tiempo, ¿para qué crees que te quiere llevar de fiesta?

    Draco negó con la cabeza y contuvo una carcajada.

    —Por supuesto que sé que está coqueteando conmigo, tonto, ¿es que acaso crees que soy así de despistado?

    —¿Tú…? —Harry se sintió mucho más confuso, y lo miró por un largo momento, incapaz de decir nada más.

    —¿Si soy gay? —Draco arqueó una ceja, bastante perdido en la conversación; en realidad no estaba acostumbrado a andar admitiendo eso, cierto que Blaise lo sabía, y que Crabbe también, pero el tener que aclarárselo a Potter había parecido innecesario desde el primer momento; supuso que ambos simplemente se habían reconocido.

    —¿Lo eres? —preguntó suavemente Harry, inclinando el rostro hacia un lado.

    —Pensé que lo sabías —respondió Draco, pegándose más a él, buscando privacidad y que Sean, ni nadie más, escuchara su conversación —; aquella tarde en el departamento, al día siguiente de que el medimago Marton se marchara…

    —Yo sólo estaba… —Harry negó con la cabeza, recordaba eso, vagamente, aunque no muy consciente de lo que lo había llevado a realizar tremenda insinuación —, yo sólo estaba tentando suerte para poder… ya sabes, escapar.

    —Ah —Draco entrecerró los ojos y luego soltó una pequeña carcajada —; muy listo de tu parte querer seducirme sin saber siquiera si estoy o no en tu mismo equipo.

    Harry, contrario a lo que Draco había esperado, no río, simplemente se cruzó de brazos, mientras sus mejillas se sonrojaban más y más.

    —No me estoy burlando de… —Draco levantó una mano y lo tomó de un hombro, apretándolo suavemente, en parte porque no quería que saliera corriendo, y también porque quería hacerlo sentir reconfortado —, lo siento; sé que dije que no hablaría más del asunto.

    Potter se encogió de hombros y desvió la mirada.

    —No importa, soy yo el que lo ha mencionado.

    —¿Tú eres gay? —preguntó entonces Draco, al parecer estaban en el momento de las confesiones, al menos las de índole sexual.

    Potter simplemente asintió, ambos se quedaron quietos y callados, mientras los envolvía el ruido de la noche, de familias de magos y brujas pasando cerca de ellos y saliendo del museo cercano.

    —Supongo que entonces quieres… —dijo al fin Potter, dándole una mirada más a Sean, que parecía ya algo impaciente.

    —No quiero dejarte solo, no me parece correcto hacerlo, tampoco obligarte a ir a un club lleno de…

    —¿Tentaciones? —terminó Potter, no parecía realmente molesto por lo que Draco había dicho, parecía más bien abatido.

    —No debo dejarte solo, no es justo —dijo Draco, sin responder que sí, que lleno de tentaciones, y que aún no confiaba en él lo suficiente.

    —Puedo quedarme una noche solo —suspiró al fin Potter, alejándose un par de pasos de él, sólo entonces Draco notó que su mano seguía sobre el hombro del chico. Draco frunció los labios y negó con la cabeza.

    —No es necesario.

    —De verdad, no pasa nada —insistió Potter, encogiéndose de hombros —, además tienes el hechizo, supongo que aunque la aparición esté prohibida aquí, podrás encontrarme si es que decido largarme a hacer algo malo.

    —No creo que te vayas a largar a hacer cosas malas, pero dejarte solo…

    —De verdad, ve, después de todo, el chico ha estado detrás de ti durante toda la tarde, tiene su mérito.

    Draco se mordió un labio y asintió rápidamente, para luego ir a hablar con Sean, no tenía interés en irse de fiesta, cierto que aquello le gustaba, pero no tanto para dejar de lado a Potter, sin embargo, le pidió que los llevara al hotel de su familia y que luego tal vez podrían ir por una copa.

    Sean, que parecía encantado con la idea, miraba preocupado a Potter, mientras los llevaba al hotel de su familia, una hermosa casa antigua de cuatro pisos con amplios balcones: habitaciones de techos altos, paredes claras y cortinas oscuras. Se mostró algo confundido cuando Draco pidió una habitación doble, pero no hizo ningún comentario mientras los dejaba en su habitación y acordaba encontrarse con Draco en un par de horas en el lobby.

    *O*O*O*



    Harry había conseguido unas cuantas revistas en recepción, y se había sentado en uno de los cómodos sillones que había en el balcón, hojeándolas sin interés, mientras escuchaba a Draco moverse en el baño. Cuando el chico salió, un vapor con olor a shampoo y jabón llenó la habitación. No estaba seguro de en qué momento Malfoy había comprado una camisa nueva, pero esa no se la había visto antes, era de color oscura y bastante ceñida, su cabello húmedo caía desordenadamente sobre la frente y los hombros y sus mejillas estaban algo sonrojadas.

    En cuanto sus miradas conectaron, Potter desvió los ojos hacia la revista, recostándose completamente sobre el sillón y tratando de lucir francamente interesado en los chismes sobre la conductora de un programa de radio.

    —Bien —dijo finalmente Draco, luego de haber tomado las pociones de la tarde, que siempre cargaba en un bolsillo, con un hechizo de conservación, y haber quedado satisfecho con su apariencia —, ya me voy; no creo que llegue muy tarde, pero si es que tienes sueño, no te preocupes por esperarme despierto.

    —Claro —masculló Harry.

    —Y si tienes hambre o quieres algo del hotel, puedes pedirlo, no hay ningún problema.

    —Ajá.

    —¿De verdad vas a estar bien? —preguntó Draco, más preocupado y sentándose en otro de los sillones, junto a Harry, la vista era bastante agradable, pues estaban en una calle poco concurrida y desde esa altura se podía ver el límite con el océano y un pequeño bosque de árboles altos.

    —Sí, claro que sí —asintió rápidamente Harry, mirándolo fijamente por un instante, la idea de que Draco era gay le había rondado cuando lo había visto en el departamento, durante los días que habían precedido a su segundo intento de escape, pero cuando fue rechazado pensó que se había equivocado; trató de pensar que el que Draco, pese a ser gay, hubiera dicho que le daba asco, no lo hacía sentir del todo dolido.

    —Si te sientes mal, o solo, o cualquier cosa…

    —No haré nada malo, Malfoy —interrumpió Harry rápidamente, mirando nuevamente hacia el jardín de en frente.

    —Lamento no haber previsto que nos quedaríamos aquí… hubiera podido traer tu libro para que te entretuvieras.

    —No estoy aburrido, además el libro lo guardaré para luego, aún nos queda mucho camino por recorrer hasta Paris.

    —Así es —sonrió Draco, poniéndose en pie y mirando al reloj de pulsera que usaba —, nos vemos entonces.

    —Adiós —susurró Harry, viendo cómo salía de la habitación.

    Pasó un rato más en silencio, observando la calle y las pocas personas que andaban por allí, caminando solas o en grupos, riendo e incluso algunas discutiendo; hasta que la ansiedad pudo más que él y se levantó, caminó a través de la habitación y bajó hacia el lobby, en cuanto intentó salir a la calle “algo” lo detuvo, simplemente no pudo poner un pie en la calle, una fuerza mayor tiraba de él hacia el interior.

    —Maldito Malfoy —masculló, había sido muy iluso al creer que él simplemente confiaría en que no escaparía o haría algo malo.

    Vencido, volvió hacia la recepción, la misma señorita que los había atendido cuando llegaron, estaba allí, con una amplia sonrisa.

    —¿Puedo ayudarlo en algo?

    —¿Tiene Vodka? —preguntó, golpeando con sus dedos de manera ansiosa el mostrador. La sonrisa de la señorita desapareció, mientras negaba con la cabeza.

    —Lo lamento, no estoy autorizada a venderle alcohol.

    —¿No está…? —Harry tomó una gran bocanada de aire y negó con la cabeza, sus mejillas se sonrojaron un poco al imaginar a Malfoy advirtiéndoles que no le dieran alcohol —¿Tiene cigarros?

    —Sí —asintió rápidamente la mujer —Eso sí tenemos.

    Se giró y sacó un paquete de Lucky Strike, y una caja de fósforos con el logo del hotel.

    —Malf… mi compañero —se corrigió —dijo que podía cargarlo a la cuenta.

    —Sí, no se preocupe por eso, señor, si desea algo de comer también se lo podemos subir a su habitación, o puede tomarlo en el restaurante —sugirió, señalando hacia una gran puerta de madera brillante.

    —No… sólo esto, gracias —respondió, antes de darse la vuelta y subir a su habitación nuevamente, abatido y angustiado.

    No recordaba cuando había sido la última vez que había fumado, pero tampoco recordaba muchas cosas, demasiadas cosas, como se había encargado de recordarle Malfoy. Prendió un cigarro y se dejó caer en el sillón nuevamente, sintiéndose encerrado y molesto. Dio una profunda calada al cigarro, tratando de controlarse; lo había hecho bien durante todos esos días, incluso el día anterior, cuando Malfoy le había dado algo de dinero y lo había dejado ir solo por la ciudad.

    Le tardó varios cigarrillos más calmarse, hasta que finalmente la ansiedad fue pasando, dejando sólo una estela de remordimiento y pena, pena por él mismo, por haber terminado de la forma en que había terminado, alejado de sus amigos y de su vida, encerrado en la habitación de un lujoso hotel, a merced de Malfoy y sus hechizos de control.

    —Realmente estoy enfermo —gimió, subiendo los pies al sillón y abrazándose a sus piernas, apoyando la cabeza en las rodillas y mirando hacia el cielo, aunque luego de un instante apartó la vista, ese “techo”, que era el océano, no le parecía agradable y ni reconfortante, y miró hacia el bosque verde, rememorando los jardines de la escuela, cuando podía volar y sentirse libre. Se preguntó si es que realmente Malfoy le prestaría la segunda escoba que había comprado, y si es que sería pronto. Negó con la cabeza, pensando en el chico, en lo extraño que era todo.

    —Malfoy si que está loco —suspiró, mientras se ponía en pie, quería darse una larga ducha y meterse a la cama, después de todo, mañana sería otro día, y si había sobrevivido a este, podría sobrevivir al siguiente… Un día a la vez, se dijo, desnudándose y metiéndose bajo el chorro de agua caliente; un día a la vez...

    *O*O*O*



    Draco volvió pasando la media noche, cuando ya las calles estaban vacías e incluso el hotel parecía demasiado silencioso. Sin hacer mucho ruido se metió en la habitación y se despojó de los zapatos, los calcetines, la camisa y el pantalón, quedando sólo en ropa interior, observó la cama que Potter había escogido, la que estaba más cerca de la ventana, la puerta que daba al balcón estaba abierta y supuso que el chico se había dormido observando el jardín de enfrente.

    Caminó hacia el baño, dispuesto a darse una rápida ducha antes de dormirse; no podía negar que se había divertido, finalmente Sean lo había invitado a su apartamento, a unas cuantas calles de allí, habían picoteado una cena y bebido unas cuantas copas, antes de terminar en la cama del chico, y sí, había sido complaciente y liberador, pero su mente estaba en Potter, incluso por un rato se había sentido ansioso, y no había sabido si atribuir esa ansiedad a Potter o a él mismo, pero esa sensación desapareció pronto, aunque no dejaba de sentirse algo culpable por dejarlo solo, pese a todos los hechizos e instrucciones que había dejado, y al llegar y verlo durmiendo tranquilamente había sentido mucho alivio.

    Cuando regresó a la habitación, envuelto en una toalla, miró nuevamente hacia el chico, que permanecía inmóvil bajo las sábanas, sabiéndose a salvo, se desprendió de la toalla y se aplicó un hechizo de secado, antes de jalar los pantalones de algodón que había comprado en una tienda a unas calles de allí, para él y para Potter, y ponérselos, cuando giró hacia la cama, se sobresaltó al ver a Harry, sentado y con mirada somnolienta.

    —Lo lamento —se excusó, no queriendo preguntar si es que había estado observándolo mientras se cambiaba —, no quise despertarte.

    —No pasa nada —le tranquilizó Potter, dejándose caer en la cama nuevamente —, de todas maneras quería estar atento a que llegaras bien.

    —Ah… —Draco se metió en la cama y se tendió de costado, distinguiendo la figura de Potter, que también le daba la cara, aún en la oscuridad. —No tenías que preocuparte.

    —Supongo que después de tantos días de tenerte siempre cerca, se sentía raro.

    Draco sonrió un poco y asintió.

    —Gracias por preocuparte, sigue durmiendo.

    Harry se encogió de hombros.

    —Descansa —dijo Harry con voz suave, antes de girarse y abrigarse un poco más.

    —También tú —susurró Draco, cerrando los ojos y quedándose dormido casi inmediatamente.
     
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  9. Kari Tatsumi
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    CAPÍTULO 7



    Abrió los ojos con un terrible dolor de cabeza y la sensación de algo ácido subiendo por su garganta, se puso en pie como pudo, y tambaleándose y sujetándose de las paredes, llegó al baño, dejándose caer de rodillas delante del retrete, donde vomitó.

    —¿Malfoy? —llamó Harry desde la puerta, pero Draco estaba demasiado ocupado vaciando su estómago para intentar siquiera responder.

    Se sobresaltó un poco cuando sintió aquellas manos apartándole el cabello y sosteniéndolo, hasta que las nauseas terminaron y se dejó caer a un lado, apoyado contra la pared, como pudo levantó la mano y jaló la palanca para hacer correr el agua, mientras una toalla mojada se posaba en su frente.

    —¿Qué te pasa? —preguntó Harry, había estado sentado en la terraza cuando había escuchado a Malfoy correr hacia el baño.

    —Gracias —masculló Draco, la habitación daba vueltas a su alrededor, sin embargo, la toalla húmeda sobre su frente, y otra más, recién reparó en ella, limpiando su rostro con gentileza, lo hizo sentir reconfortado.

    —Te ves muy pálido —comentó Harry, arrodillado delante de él y mirándolo con atención; Draco estuvo a punto de replicar, pero las nauseas volvieron y se tuvo que girar hacia el inodoro nuevamente.

    —Ya… ya… —susurró Harry, con una mano sobre su espalda y apartándole el cabello nuevamente; Draco jaló la palanca y se recostó contra la pared una vez más, tratando de tomar grandes bocanadas de aire para sentirse mejor, pero era muy difícil, la cabeza le dolía demasiado, era como si estuviera latiendo, al mismo ritmo que su acelerado corazón, y todo se veía demasiado borroso.

    —Necesito —logró decir al fin —un momento… déjame solo.

    —Pero, ¿estás bien? —preguntó Harry sin apartarse de él, aún sosteniendo la toalla húmeda sobre su frente —no parece que tuvieras temperatura, aunque es normal que tengas frío después de haber vomitado.

    —Sólo necesito un momento —repitió Draco, mirando hacia Harry con atención, su ceño fruncido, su mirada preocupada, se sintió extraño bajo ese escudriño y apartó la mirada lo más a prisa que pudo, pese a la habitación dándole vueltas.

    —¿Es una resaca? No pensé que habrías tomado tanto… anoche parecías muy bien.

    —Debe ser algo que comí —se obligó a responder Draco, aunque sí Harry no lo dejaba pronto perdería la paciencia —, ya me siento mejor.

    Harry le dio una mirada desconfiada y se puso en pie lentamente, apartando las toallas húmedas de la frente de Draco y le tendió una mano. Draco pareció dudar un poco en tomarla, pero finalmente lo hizo, presionándola con fuerza. Harry pudo ver sus ojos desenfocados y la forma como su otra mano temblaba al apoyarse del lavabo mientras se ponía en pie y no le pareció que realmente se tratara de una indigestión, tal vez una resaca, pero si Malfoy hubiera estado borracho la noche anterior, él se hubiera dado cuenta.

    —¿Quieres que consiga algo en recepción?

    Draco recordó que había instruido a los del hotel en no venderle nada que no fueran cigarrillos o comida a Potter, ni siquiera medicinas, por suerte no las necesitaba.

    —No, estoy bien —negó mientras enfocaba su mirada en el espejo del baño, realmente lucía fatal, no le gustaba que la gente lo viera débil, enfermo… moribundo. Negó con la cabeza nuevamente, con más fuerza ésta vez. No soy un moribundo, aún no lo soy, sólo es un mal momento.

    —¿Te duele la cabeza? —susurró Harry, mirándolo a través del espejo y retrocediendo hasta apoyarse contra la pared opuesta.

    —Un poco —respondió mirándolo a través del espejo, la preocupación en su mirada le hizo sentir algo extraño. No imaginó el día en que Potter se preocuparía por él, menos después de haberlo encerrado en su departamento y luego haberlo obligado a viajar con él. —¡Acco Varita! —llamó, apartando la vista de Potter y levantando una mano, la varita, que estaba en la mesa de noche, voló hasta su mano con rapidez.

    —Bien… estaré afuera —asintió Harry, mirando hacia la mano en que Draco sostenía la varita, antes de salir.

    —Potter —pidió Draco, antes de que éste cerrara la puerta —, por favor, ve a recepción y diles que le digan a Sean que aún tardaremos un poco en bajar, dijo que nos esperaría para desayunar y luego regresarnos al callejón.

    —Claro… ¿No quieres que te traiga un café? Eso es bueno para las resacas…

    —No tengo resaca —recitó Draco —, pero un café no sería mala idea… si no te molesta, claro.

    —No, ya vuelvo —al fin Potter cerró la puerta y Draco escuchó un instante después la puerta de la habitación cerrarse también, entonces aplicó un hechizo para sellar la puerta del baño y abrió el estante que estaba sobre el lavabo, conjuró unas cuantas palabras y éste se removió, dejando a la vista una hilera de pociones, etiquetadas con fechas, horas y efectos. Podía ser que quisiera ser un poco alocado e ir dónde lo llevara el viento, pero no por eso sería irresponsable, no las dejaba en ningún lado, y tampoco al alcance de Potter.

    Bebió las pociones que le correspondían para la mañana, y también la que servía para quitarle esa sensación de vértigo y mareo, la que era para las nauseas era la que más detestaba, sabía precisamente a eso, pero conocía su efectividad así que, sin pensárselo mucho, la bebió. En cuanto lo hizo apoyó ambas manos en el lavabo y aguardó un instante, tal como sabía que pasaría, los síntomas comenzaron a desaparecer con rapidez. Cuando se sintió mejor levantó la mirada nuevamente hacia el cargamento de pociones que tenía allí, y por primera vez no sintió rabia, o frustración, sintió pena por sí mismo, por tener que estar atado a todo ese procedimiento, porque sabía que pronto, las mil y un pociones que tomaba al día no le servirían para nada.

    Levantó la varita y susurró un par de hechizos, las pociones fueron alineándose y guardándose en un gabinete pequeño que había al lado, uno encantado para caber en su bolsillo, el proceso demoraba al menos un par de minutos, pero era lo más efectivo que había para trasladarlas sin echarlas a perder. En cuanto tuvo el gabinete con todas las pociones y cerrado, lo tomó en la mano y puso el armario tal como había estado antes. Antes de salir del baño miró nuevamente hacia el piso, las toallas húmedas que Potter había usado para confortarlo ya habían desaparecido y en su lugar, colgadas junto a los albornoces con el logo del hotel, habían otras, secas y limpias. Eso tenían de bueno los lugares mágicos.

    Potter aún no volvía de la recepción, pero eso no lo preocupó, se quitó los pantalones sudados y los dejó sobre el piso, guardó el gabinete de pociones en el bolsillo de sus pantalones y dejó todo listo sobre la cama; para luego meterse nuevamente al baño, que ahora estaba ya completamente limpio y con olor a pino, y darse una ducha.

    Bajo el agua caliente se relajó mucho más, la pena que había sentido un momento antes era sólo un recuerdo, no debía sucumbir a ella, no debía pensar en eso, no tenía caso porque no había nada que pudiera hacer y debía aceptarlo.

    Sintiéndose mucho mejor, de ánimo y de salud, salió del baño, arropado con el albornoz, Potter estaba sentado en la terraza, pero había girado el sillón para mirar hacia el interior de la habitación; delante de él, en una pequeña mesa, había dos tazas de humeante café y una azucarera.

    —¿Te sientes mejor?

    —Sí, mucho mejor, gracias —respondió Draco, tratando de sonreír amablemente mientras llegaba al balcón y hacía girar un sillón también, para sentarse junto a Potter.

    —Que bueno, ¿seguro que es algo que comiste?

    —Probablemente, tengo un estómago muy delicado —declaró Draco, levantando un poco más el rostro e imitando al chico arrogante que era en la escuela, no que hubiera dejado de serlo del todo, pero ahora por lo menos era un poco más inteligente y sabía cuándo y con quién comportarse de esa manera.

    —Vaya, debí imaginármelo —suspiró Potter, dándole un sorbo a su taza de café, no parecía muy interesado realmente en seguir con la conversación.

    —Sabes, normalmente la gente usa los balcones para mirar hacia el exterior, no hacia el interior —hizo notar Draco, levantando su taza de café y aspirando el olor por un momento.

    —Eso está sin azúcar —advirtió Potter.

    —Así lo tomo, gracias.

    —Ah… —Potter se encogió de hombros y paseó la mirada por la habitación, las camas ya estaban tendidas, pese a que se habían levantado solo media hora antes. —Ya me aburrí de ver el bosque de enfrente —comentó, recordando la observación de Malfoy —aunque hoy toca hechizo de cielo, aún así no se me olvida que en verdad no es el cielo.

    —No te preocupes, desayunaremos y volveremos a tierra muggle, entonces tomaremos el auto y seguiremos por la carretera —medio consoló Draco, Potter parecía más contento en la superficie que en esa ciudad inframarina, se preguntó si es que acaso se sentiría encerrado y claustrofóbico.

    Potter solo se encogió de hombros, sin mirarlo realmente, y dio un sorbo más a su café antes de ponerse en pie.

    —Bien, entonces iré a ducharme también.

    *O*O*O*



    Sean los esperaba ya en recepción, saludó a ambos con un apretón de manos, Potter lo miraba de manera extrañada, seguramente imaginando que era una forma poco normal de interactuar entre amantes, pero Draco era así, y se lo había dejado claro a Sean la noche anterior, no quería que eso se convirtiera en un día de manitas tomadas o besos ocultos, menos delante de Potter.

    Sean, luego de preguntar si es que habían dormido cómodamente en el hotel, los llevó a un bonito lugar, estilo siglo XVIII, uno que tenía una gran historia de familias enfrentadas por amor y oro, la cual Sean relató mientras les traían un gran desayuno.

    Draco no se sorprendió de lo poco que Potter comió, tampoco de que se negara a comprar algo más de ropa antes de volver al hotel, pero, como ya estaba cansado de verlo con esas camisetas de mangas largas, las cuales se ponían cada vez más largas ya que no dejaba de jalarlas con insistencia, le compró unas cuantas camisetas de manga corta, además de pantalones, calcetines, ropa interior y una mochila amplia, para que pudiera poner todo allí.

    —No necesito todo esto —declaró Harry, cansado de que Draco quisiera comprarle cosas, ¿por qué no entendía que no quería?

    —Lo necesitarás —negó con la cabeza Draco, dejando la mochila, una mágica y especial, como decía la tienda dónde la habían comprado “para aventureros”, con muchísimos bolsillos y hechizos de agrandamiento y espacio —, no puedes andar sólo con esas dos camisetas que usas.

    —Ya te dije que no me gusta que me compres cosas, ¿por qué es tan difícil para ti entenderlo?

    —O para ti aceptar un favor —replicó Draco, estaban ya de vuelta en el hotel muggle de Ámsterdam, luego de despedirse de Sean en la tienda de turismo, recoger sus escobas y dar unas cuantas vueltas más por el callejón, donde habían comprado la mochila, además de algunos implementos como botas y hasta una tienda de campaña, aunque Draco dudaba que la usaran, le hacía gracia tener una en el auto.

    —Iré a ducharme y cambiarme —respondió Potter, tomando algo de ropa entre las manos y metiéndose de nuevo al cuarto de baño.

    Cuando salió a Draco no le sorprendió que usara nuevamente una de las viejas camisetas con mangas largas, puso los ojos en blanco pero no quiso seguir discutiendo, era cerca de medio día y quería empezar a moverse nuevamente.

    *O*O*O*



    Puso algo de música en la radio y se fueron alejando del hotel y también de la ciudad, ninguno de los dos habló por un largo rato, mientras Draco miraba a los letreros y entraba finalmente en la autopista, con camino a la siguiente ciudad en la que pararían: Bruselas.

    Cierto que quería llegar a Paris, pero eso no significaba que inmediatamente, aún tenían tiempo y podían detenerse a conocer más cosas aún.

    —Oye, Potter —dijo, bajando un poco el sonido de la radio. Potter que estaba mirando hacia uno de los lados, viendo los grandes arbustos que delimitaban la carretera, giró dando un respingo.

    —¿Sí?

    —¿Tú tienes casa?

    —¿Qué? —preguntó Harry, extrañado por la pregunta.

    —Casa, departamento, un lugar donde vivir.

    —Ah… sí, tengo una casa en Londres y un departamento en Bristol —respondió rápidamente Harry.

    —Estabas lejos de ambos sitios cuando nos encontramos.

    Harry se sonrojó un poco y Draco pensó que tal vez había cruzado la línea nuevamente con él, mientras lo observaba jalar las mangas de su camiseta.

    —Lo siento, no lo quise decir como un reproche —se justificó, tratando de tranquilizarlo.

    —Está bien… yo no tenía muy en claro dónde estaba siquiera.

    Draco arqueó una ceja, extrañado por eso, pero no agregó nada más, no quería presionarlo para que le contara que había perdido la noción de hasta el lugar dónde se encontraba debido a las drogas.

    —¿Desde cuándo vives en York? —preguntó Harry luego de un rato más, en que se la pasó meditando, o mejor dicho, tratando de recordar, qué estaba haciendo en York y cómo había ido a parar allí, pero por más que lo intentó, no lo consiguió.

    —No vivo en York, vivo en la mansión, con mis padres y… —Draco se detuvo, mejor era no recordar a su esposa y toda la cantaleta de: “Tengamos un hijo antes de que mueras” —, en Wiltshire.

    —Ah…

    —Ese departamento lo uso cuando tengo que alejarme un poco de casa.

    —¿Era un lugar escondido? —preguntó extrañado, por lo que sabía la mayoría de sus amigos ya no vivía con sus padres y le pareció raro que Draco, siendo al parecer tan autosuficiente, sí lo hiciera.

    —Algo así —sonrió Draco.

    —¿Te estabas refugiando allí de tus padres?

    —Sí, pero sólo por un día, en verdad estaba rumbo a Newcastle cuando nos… cruzamos.

    —¿En verdad choqué contigo? —preguntó Harry, luego de un momento de silencio, Draco lo miró de reojo, antes de reparar en que pronto necesitaría agregar algo de combustible al auto.

    —En realidad saltaste sobre mí, con la moto.

    —Ah… ¿Y no te lastimaste?

    —Nah, tu moto, por más grande que sea, no puede contra mi automóvil —se ufanó Draco.

    —Es bueno saberlo —suspiró Harry, mirando hacia el camino nuevamente.

    —Está escondida en York, me refiero a tu moto —aclaró Draco, desviándose de la carretera para llegar a una estación de servicio.

    —Tal vez esté dañada.

    —Cuando volvamos podrás verla.

    —¿Y eso será pronto? —preguntó Harry, un poco más interesado, meditando en que Malfoy no le había dicho cuándo volverían.

    —No creo… —se encogió de hombros mientras bajaba la velocidad para entrar a la estación de servicios —, creo que en cuatro meses.

    Harry abrió la boca asombrado, no había esperado que aquello durara tanto, pero la mirada de Draco había cambiado, había algo extraño allí.

    —Compremos algunas cosas allí dentro —propuso Draco luego de que el tanque fuera rellenado, aparcando en uno de los estacionamientos de la tienda pequeña que formaba parte de la estación de servicios.

    Harry se encogió de hombros mientras se quitaba el cinturón de seguridad.

    El interior estaba fresco y no había nadie, a un lado, la cajera leía una revista bastante colorida, ella levantó la vista hacia ellos en cuanto la campanilla de la puerta sonó, les hizo un ligero asentimiento y volvió a su lectura.

    —Busca un poco de agua… y algo para comer —pidió Draco —, yo ya vuelvo.

    Harry lo miró alejarse hacia los baños y se preguntó si es que acaso se sentiría mal nuevamente, desde el incidente de aquella mañana en el hotel de la zona mágica de Ámsterdam no había vuelto a verse tan enfermo, pero habían pequeñas cosas, como el dolor de cabeza que había tenido en el Ferry y lo cansado que se veía luego, que le daba a entender que quizá Draco no estaba siendo completamente honesto con él.

    Luego de tomar un par de botellas de agua y unos emparedados de uno de los refrigeradores, estuvo entreteniéndose entre los estantes con guías turísticas y libros, recordó el libro de Ana Frank, que aún iba a la mitad, no había podido terminarlo aún, pero esperaba hacerlo durante esa noche, aunque no estaba muy seguro de su destino final. Levantó un libro pequeño, que en realidad era un enorme mapa, con señales en los lugares más populares de Europa y se entretuvo mirando las marcas y datos, hasta que alguien le tocó el hombro. Giró sobresaltado, casi dejando caer el mapa al piso, y suspiró aliviado al ver que sólo se trataba de Malfoy.

    —¿Estás… asustado? —preguntó Draco, no sabiendo exactamente cómo formular su pregunta.

    —No, sólo estaba concentrado y me has sorprendido.

    —Ah… vamos a sentarnos un momento —pidió Draco en voz baja, señalando hacia el otro lado de la tienda, hacia unas mesas y sillas plásticas de color rojo.

    —¿No deberíamos primero pagar esto?

    —Cierto —asintió Draco, había tomado unas cuantas pociones en el baño, pero quería esperar un poco a que los mareos terminaran antes de ponerse en marcha nuevamente —. Lleva eso también, se ve interesante —dijo cuando Harry ya dejaba la guía nuevamente en el estante.

    Una vez que hubieron pagado, ambos se sentaron frente a frente en una de las mesas plásticas, la más pegada al exterior de la tienda, podían ver los autos entrando y saliendo, y algunos otros cruzando la autopista a gran velocidad.

    —¿Todo está bien? —preguntó Harry prudentemente, mientras observaba de reojo las manos temblorosas de Draco levantar la botella de agua para darle un sorbo.

    —Sí... claro que sí —Draco dio una profunda bocanada de aire y sonrió un poco —, a ver, vamos a ver ese mapa.

    —¿Para qué?

    —Pues para ver dónde vamos a ir.

    —Pensé que habías dicho que iríamos a Paris.

    —Sí, lo dije, e iremos, pero pienso que tal vez nos podamos detener en algunos sitios antes, y ver otras cosas más, había pensado en Bruselas… —se encogió de hombros Draco, mientras extendía el mapa sobre la mesa, buscando su ubicación actual.

    Pese a que intentó hacerlo participar, Harry no se mostraba demasiado entusiasmado con ayudarlo a elegir un lugar al cual ir, así que al final decidió que pasarían la noche en Turnhout (1), además que ya se moría de ganas de poder probar las escobas nuevas y debía buscar un lugar lo suficientemente amplio y aislado para hacerlo.

    —¿Y entonces? —preguntó Harry, cuando los dos estaban ya metidos en el auto y Draco arrancaba.

    —Ahora conoceremos Belgica —anunció Draco con una sonrisa. Harry entrecerró los ojos un poco y luego negó con la cabeza.

    —Ni siquiera sé qué idioma hablan allí —masculló.

    —Bueno… ya lo veremos, ¿no?

    *O*O*O*



    Turnhout era un sitio bastante agradable, con muchos árboles y bosques a los lados, parecía una ciudad mucho más tranquila que Ámsterdam; Harry y él se hospedaron en un hotel pequeño, con pocas habitaciones y que en realidad era una gran casa antigua reconstruida, nada que ver con los finos hoteles que habían visto en Ámsterdam, pero que le daban una sensación de hogar bastante agradable.

    Llegaron casi al anochecer y se instalaron en una habitación con camas dobles; Draco sabía que Potter se sentía algo raro compartiendo habitación, pero no podía dejarlo completamente solo aún, sabía bien que había tenido un tipo de ataque de ansiedad la noche en que habían estado en la ciudad acuática de Ámsterdam y no podía ir por todos lados pagando para que lo detuvieran, ese, después de todo, era su trabajo, su compromiso, y a veces sentía que el tiempo no le alcanzaría para lograr que se recuperara.

    Durante la primera noche que pasaron allí, Harry se quedó en la pequeña antesala de la habitación, leyendo; al parecer la lectura estuvo muy entretenida, pues ya era muy avanzada la madrugada cuando Draco lo sintió caminar hacia el interior de la habitación y meterse en la cama.

    Al día siguiente Draco despertó primero, cosa que no le sorprendió, considerando que Potter se había acostado tan tarde. No quiso despertar ni perturbar a su compañero, así que se bañó y vistió en completo silencio, aprovechando para tomar sus pociones diarias también. Luego de eso tomó el libro que Potter había dejado sobre la mesa de la antesala y se sentó en la cama, con la espalda apoyada en el cabecero, para darle una hojeada a lo que a Potter le había parecido tan interesante como para quedarse hasta tan tarde.

    Mientras hojeaba el libro y recordaba la historia que había leído en el museo, le daba algunas miradas a Potter, estaba recostado de lado, sobre la cama, con las sábanas, pese al calor, envolviéndolo completamente, sus labios expulsaban el aire con lentitud y su semblante era bastante sereno. Visto así, Potter no parecía tener ningún problema, parecía tranquilo y pacifico… tal vez era eso lo que necesitaba, encontrar paz y tranquilidad, serenidad… Recordó entonces los libros que el medimago Marton le había dado y dejó a un lado el libro de Ana Frank y buscó el tema que tenía en mente, recordaba haber leído el título pero no haber tenido el tiempo suficiente para leerlo, no quería hacerlo delante de Potter y las cosas habían ido algo rápidas desde que el medimago se había ido a Estados Unidos.

    Encontró el capítulo que hablaba de la relación de traumas emocionales y psicológicos con las adicciones a drogas y alcohol, leyó atentamente todo lo que ponían allí, y les dio la razón, él no había estado allí durante la guerra, sólo había tenido las noticias que sus amigos –Blaise principalmente— le contaban por cartas, y aún así le parecían desalentadoras y aterradoras, en ese entonces ni siquiera había intentado imaginar cómo habrían sido las cosas realmente, y ahora que lo pensaba, Potter debió haber visto y hecho cosas espantosas… Le parecía mentira que, tras cinco años, la guerra aún siguiera cobrando víctimas, como Potter, que era una víctima de las circunstancias y que aún arrastraba las cadenas y los pesares de ella.

    Inclinó el rostro un poco más, mirándolo con atención, tratando de memorizar esa expresión, su rostro completamente plácido, esa era su meta, hacer que él tuviera paz, que fuera lo suficientemente feliz como para no desear arruinar su vida, que tuviera la fuerza necesaria para no caer nuevamente en ninguna adicción, que quisiera vivir.

    Harry abrió los ojos, parpadeando confuso y Draco se lanzó hacia atrás, algo sobresaltado.

    —¿Malfoy? —susurró Harry sentándose lentamente y buscando los lentes de la mesa de noche.

    Draco tomó los libros de la cama y se sentó correctamente, tratando de que el sonrojo en sus mejillas, por haber sido pillado mirando a Potter, desapareciera.

    —Hola, te has quedado dormido.

    —¿Y me estabas observando?

    —No. Para nada —negó poniéndose en pie y guardando el libro del medimago en su maleta y dejando el de Harry sobre la mesa de noche —, sopesaba la mejor forma de despertarte.

    —Ah… —Harry frunció el ceño y miró alrededor un momento, el día ya estaba bastante avanzado y las ventanas abiertas dejaban entrar el sol, calentando la habitación.

    Draco vio la expresión de Harry tornarse nuevamente triste y cansada, y suspiró, pensando en que realmente tendría muy poco tiempo para ayudarlo a superar todo ello, sobre todo porque ni siquiera estaba seguro de cuál era su problema realmente, pero como dicen, si no lo intentas…

    —Ya que has despertado, hay que ir a desayunar, luego tengo ganas de pasear —empezó a planificar Draco, caminando hacia el otro lado de la habitación y abriendo completamente las cortinas, para que la luz del sol entrara por completo.

    —No tengo…

    —Ya, ganas ni hambre —interrumpió Draco con un bufido —, Vamos, Potter, ¿cuántos días mantendremos esta conversación? Ya sabes la respuesta.

    —En realidad iba a decir ropa limpia —contestó Harry, sentándose sobre la cama con lentitud —quería saber si podíamos dejar unos pantalones y unas camisetas en la lavandería antes de irnos… para que las laven, supongo que no debe ser muy caro y…

    —Ah… —Draco sonrió un poco, el primer día que Potter aparentemente no iba a poner reparos en colaborar, él ya lo estaba resondrando —, no es problema, déjalo sobre la cama y se lo decimos a la recepcionista antes de salir, sin embargo, sí que tienes ropa, compramos bastantes cosas en Ámsterdam.

    —Tú las compraste, no yo —suspiró Harry —y bueno… prefiero estas camisetas —tomó una camiseta del armario, una de las que tenían mangas largas y dejó otras dos, también de mangas largas, sobre la cama, junto con dos pares de pantalones, antes de meterse al baño.

    Draco miró hacia la puerta cerrada y luego hacia la ropa, si hacía desaparecer esas camisetas Potter no tendría más opción que usar las nuevas, aunque era algo un tanto infantil, tan infantil como sólo querer usar siempre las mismas camisetas teniendo más ropa a mano. Negó con la cabeza, Potter parecía con ganas de ser amable hoy y no tenía deseos de arruinarlo.

    Luego de desayunar, (Potter seguía comiendo poco, pero no tan poco como antes), y consultar con la recepcionista, se hicieron de un pequeño tríptico de lugares turísticos, tomaron el auto y unas cuantas botellas de agua, que Draco se encargó de congelar y mantener con un hechizo de enfriamiento en el asiento trasero, y partieron, dispuestos a aprovechar el día al máximo. Al menos más Draco que Harry, que miraba siempre hacia la ventanilla, pareciendo bastante ausente, aunque Draco debía reconocer que su actitud cada vez era más positiva.

    Visitaron la Plaza Mayor, el Ayuntamiento y la Iglesia de San Pedro, del siglo XV. Su interior estaba decorado con preciosos cuadros del siglo XVII y Harry y él pasaron mucho rato admirándolos, en silencio. Draco tenía que reconocer que le sorprendía que Potter se mantuviera entretenido con arte. Cerca de allí encontraron el Castillo de los Duques de Brabante, rodeado por un foso, un castillo construido en el siglo XIV y que hoy albergaba el Palacio de Justicia.

    —Mira, aquí hablan de un museo de naipes, parece interesante… —propuso Draco, mientras señalaba al tríptico que tenía entre manos y queriendo guardar la tarde, luego del almuerzo, para volar.

    —¿De naipes, dices?

    —Eso dice aquí —indicó Draco, extendiendo el folleto para ponerlo en la cara de Potter, que arrugó la nariz y retrocedió un poco.

    —No entiendo nada de lo que dice allí —rebatió Harry.

    —Ah… —Draco inclinó la cabeza hacia un lado y miró hacia Harry —¿Entonces, vamos?

    —Claro —suspiró Harry, agotado y algo hambriento, por lo general era Draco el que marcaba las horas de desayuno, almuerzo y cena, y siempre a horarios más o menos similares, que esta vez no se quisiera detener a almorzar era raro.

    El museo de Naipes fue bastante entretenido para ambos, y pasaron mucho más rato del esperado admirando las diferentes imágenes y formas de hacer los naipes, Draco se sorprendió y maravilló un poco cuando Potter incluso hizo un par de preguntas al guía turístico al que habían sido asignados, por un estúpido momento estuvo a punto de preguntar si es que también tenía problemas con el juego, pero se contuvo y en lugar de eso escuchó atentamente a las respuestas y explicaciones que el anciano muggle les daba.

    Almorzaron bastante tarde, en un restaurante cerca del centro de la ciudad, en la terraza, dejando que los rayos de sol los calentaran.

    —Mañana partiremos a Amberes —anunció Draco, dándole un sorbo a su taza de café.

    —¿Amberes? —Harry arrugó la nariz y sacó el mapa que tenía en el bolsillo trasero de los pantalones, cuidando de voltear las tazas y platos.

    —Sigue en Belgica, Potter —se burló Draco, mirando hacia la ciudad, hacia la gente caminando, los autos pasando y sintiéndose completamente tranquilo.

    —Lo sé —bufó Harry. Draco arqueó una ceja, de manera divertida, y Harry entrecerró los ojos, una cosa era que lo llevara a rastras por toda Europa por el simple capricho de hacerlo, y otra que se burlara de él. —No soy un ignorante, ¿sabes?

    —Yo no he dicho tal cosa —se defendió Draco, percibiendo el tono agresivo de Harry —, en fin, guarda eso y tómate tu té de una vez por todas, que tengo más planes.

    —¡Claro! —respondió Harry con sarcasmo, mientras doblaba el mapa de la mejor manera posible —, lo que el señor ordene.

    —¿Es mi imaginación, o hoy has amanecido más agresivo?

    Harry entrecerró los ojos, pero no le contestó, comenzó a beber su té con lentitud, haciendo que el ambiente se pusiera mucho más pesado.

    —Vamos, Potter, ¿no puedes, por una sola vez, tratar de andar de buen ánimo?

    Harry no contestó y siguió tomando a sorbos pequeños su té, el que le había parecido bueno hasta sólo unos instantes antes.

    —De acuerdo, no quise decir que eras ignorante, después de todo no nos enseñaban geografía en la Escuela… —Draco se encogió de hombros —, eso es algo que normalmente hacían en casa, antes de que llegara la carta de Hogwarts. ¿Estudiabas en casa antes de la carta de Hogwarts? —preguntó curioso, mientras recordaba los días que pasaba metido en el pequeño estudio que le habían creado en la Mansión, rodeado de tutores y libros.

    —No.

    —Ah… —Draco arrugó la nariz y levantó la mano para que le trajeran la cuenta —, ¿en una escuela entonces?, he escuchado que algunos lo hacían.

    —¿Estás intentando averiguar sobre mi pasado? —preguntó Harry de manera seria, al momento que un hombre vestido de negro les traía la cuenta en una pequeña bandeja plástica, su tono debió ser más agresivo de lo pensado, pues el hombre arqueó una ceja y se alejó rápidamente, seguramente no deseando presenciar una discusión personal.

    —No, claro que no —Draco negó con la cabeza para darle mayor énfasis a su respuesta —, no pensé que te ofendería… yo estudié en casa, tal vez hubiera sido divertido hacerlo en una escuela —reflexionó en voz alta, sopesando que tal vez la habría pasado mejor con otros niños.

    —No me interesa dónde estudiaste, Malfoy —reprochó Harry con rabia, rabia que en realidad no sabía de dónde provenía, sintió sus manos empezar a sudar y dejó la taza de té de mala manera sobre la mesa, provocando un sonido estridente, a la vez que su corazón empezaba a bombear con más fuerza. —No me interesa saber nada de ti, ni siquiera estar aquí.

    Draco no contestó, pensando que lo mejor era alejarse de la mira de la rabia, inexplicable, debería añadir, de Potter. Pagó la cuenta y dejó una suculenta propina mientras se ponía en pie, mirando a su acompañante de reojo.

    Harry pasó las manos sobre los pantalones, tratando de secarlas y se puso en pie, jaló las mangas de su camiseta un poco más y escondió las manos en ellas, mientras su mente le decía que tal vez necesitaba algo para relajarse, algo pequeño, sólo una vez, una sola toma para calmarse, sabía que lo había estado haciendo medianamente bien durante ese tiempo, pero una pequeña ración de cualquier calmante sería lo ideal en ese momento.

    —Ni lo pienses —criticó Draco, cuando ambos ya caminaban por la calle, mirándolo enfadado, los ojos de Harry se abrieron un poco más, asombrado —¿crees que no lo siento? ¿Ansiedad? ¿Rabia? ¡No, Potter, mierda, no! —no le interesó levantar la voz en medio de la calle.

    —No sabes de lo que hablas —Harry se cruzó de brazos y, pese al sol que aún había en la calle, sintió algo de frío.

    —Claro que lo sé —contradijo Draco —, crees que necesitas tomar alguna cosa, estás ansioso, tu corazón bombea más rápido de lo normal, te falta el aire y piensas que todo se solucionará si es que consigues algo que te alivie.

    —Yo… no…

    —Pero no es así —interrumpió Draco —, de ninguna manera lo harás, no habrá un poco de nada para ti, una pequeña dosis de cualquier cosa sólo te hará caer nuevamente en lo mismo, y no lo permitiré, ¡demonios que no! —concluyó con los ojos entrecerrados, rabioso porque una simple discusión pusiera a Potter en ese estado.

    Harry pareció más enfadado aún y negó con la cabeza.

    —Ese hechizo es una mierda, no te puede decir tanto de mí.

    —Sí que puede, y debes acostumbrarte —contestó Draco, cierto que el hechizo sólo le decía que Potter se sentía ansioso, pero había leído los libros del medimago Marton un poco y conocía los síntomas de la ansiedad.

    Harry frunció más el ceño, pero no replicó, Draco sabía que la batalla no había terminado, podía sentir su furia y sabía que, pese a no haber querido, se había puesto en la mira de su rabia.

    —Vamos, quiero hacer algo —dijo Draco luego de un momento más, hablando con calma, tratando de dejar atrás el mal momento.

    —Como lo dije, lo que el señor ordene, se hará.

    Draco le dio una mirada de rabia pero no contestó, caminaron hasta el automóvil y se metieron en el en silencio, arrancó y puso la música alta, se sentía extraño, era raro poder percibir la ansiedad que emanaba de Potter, sentir lo que alguien más sentía, en este caso rabia, y no entender de dónde provenía.

    Avanzaron por el centro de la ciudad, acompañados únicamente del sonido de la radio de música electrónica que había sintonizado, un ritmo repetitivo que le recordaba a algunas discotecas a la que había sido asiduo un par de años antes, la rabia en Potter no había mermado ni un poco cuando salieron de la ciudad y se internaron por una de las carreteras secundarias, el paisaje cambió poco a poco, dejando ver ahora sólo campos verdes a los lados y casas amplias y blancas, con rejas de madera en frente, hasta que éstas comenzaron a ser más espaciadas aún y llegaron a un lugar que parecía deshabitado.

    —Debes combatirlo —dijo Draco, deteniendo el auto por completo, y silenciando la música —, eso no puede ser más fuerte que tú —recitó lo que había leído en otro de los libros que el medimago Marton le había dado.

    Harry no giró a mirarlo, continuó observando el campo verde y la forma como los rayos de sol iluminaban todo, en apariencia era un paisaje feliz, pero él no podía sentirse de esa manera.

    —Vamos, esto te animará —continuó Draco, abriendo las puertas del auto y saliendo, mientras sacaba las escobas observó de reojo a Harry, que permanecía con los brazos cruzados y completamente rígido.

    —Volaremos un rato, esa sensación apartará cualquier cosa negativa en la que estés pensando —explicó mientras daba la vuelta al auto para encararlo, cargando las dos escobas, aún envueltas en sus papeles de compra.

    —¡Qué sabrás tú de lo que me animará o no! —increpó Harry, saliendo al exterior y dándole un empujón a Draco, que provocó que las escobas cayeran de sus manos.

    —No mucho, a decir verdad —reconoció Draco con calma, conteniéndose, mientras se inclinaba a recoger una de las escobas y le señalaba la otra a Harry, sin esperar ninguna reacción de parte del chico, le quitó la envoltura a la suya —, pero porque tú no me lo dejas saber, sin embargo sí sé que el ir a buscar drogas o algo parecido no solucionará nada.

    —No quiero volar —respondió Harry, trató de recordar cuándo había sido la última vez que lo había hecho, pero muchos de sus recuerdos estaban extraviados, tenía esa sensación desde mucho tiempo atrás, y era frustrante, sólo lograba ponerlo más ansioso y necesitado.

    —No te dejaré ir a perderte —refutó Draco, mientras se montaba en su escoba, en un claro intento de hacerle saber que si no quería volar no se lo rogaría.

    —Oh, que loable de tu parte. Seguramente te sientes muy poderoso al querer alejarme de mi descarriada vida, querer decirle al mundo que fuiste tú el que logró hacerme ser mejor persona, regodearte de esta situación, contarlo a tus amigos y reír de lo patético que me veía, pero eres tú el que luce patético, fingiendo que podemos pasarla bien y que me puedes… ¿cómo es que dices? ¡Ah, sí!, curarme, pero te diré algo, no eres lo suficientemente bueno como para conseguirlo.

    Draco miró hacia Harry, su mirada rebalsando de odio y rencor, y sintió que algo amargo, sobre la sensación de rabia y deseo de drogas de Harry, subía por su pecho, la indignación y la desesperanza por pasar los últimos meses de su vida en medio de una misión que definitivamente estaba perdida, tal vez lo podría mantener a raya por un tiempo, pero cuando ya no pudiera cuidar de él, ni siquiera de sí mismo, seguramente Potter volvería a lo de antes, e incluso moriría antes que él de alguna sobre dosis. Qué inútil que era todo.

    —Vete a la mierda —respondió Draco, dando una patada en el piso y elevándose un poco —, total, no te debe ser un sitio muy desconocido, ya has estado allí muchas veces, y seguro será a donde volverás.

    Vio, no sin algo de placer, la expresión de Potter descomponerse ante esas palabras, y antes de darle tiempo a replicar, se elevó mucho más, lo más alto que pudo, probando que, efectivamente, la escoba era bastante veloz. No se detuvo hasta que el auto y Potter eran una mancha borrosa.

    —Vamos, ven por mí —pensó, dando una vuelta en el aire sobre él, antes de alejarse, sobrevoló sobre las copas de los altos árboles, sintiendo la maravillosa manera en que el viento daba contra su rostro y el sol le calentaba la piel de las manos y brazos, su cabello agitándose sin control. Volar siempre era el éxtasis para él, y se reprochó por haber dejado de lado ese pasatiempo, sumergiéndose demasiado en la vida de hombre serio y casado. Sin embargo, la ansiedad que Potter sentía no disminuía y no podía saber si la rabia que sentía estaba enfocada solamente a él. Trató de alejar ese sentimiento extraño y ajeno y por primera vez se arrepintió de haber permitido la creación del hechizo que unía sus sensaciones, y que en ese preciso momento no le permitía disfrutar de algo tan simple como un vuelo en escoba.

    Un rato después, entendiendo ya que, pese a todo lo que se habían dicho poco antes, su responsabilidad era cuidarlo, responsabilidad que, tenía que admitir, había tomado él solo sin ningún tipo de coacción, decidió volver, dándose cuenta recién de lo mucho que se había alejado. No fue sino hasta que estuvo a unos cuantos metros de distancia que notó que Potter no estaba allí. Su corazón se agitó de pánico mientras bajaba a imprudente velocidad hacia el pasto, esperando que Potter se hubiera metido en el auto. Pero sabía que no era así.

    —¡Mierda! —gritó con frustración, mientras lanzaba su escoba al asiento trasero, percatándose que la que le había dejado a Potter no estaba tampoco.

    Se metió en el auto y trató de calmarse, Potter debió haber ido en dirección contraria, pero si estaba sobre una escoba le sería imposible aparecerse delante de él, porque probablemente caería al vacío, y sí, podría entonces emplear un hechizo para evitar hacerse daño al caer, pero eso no lograría detenerlo, sin contar la posibilidad de que no fuera lo suficientemente rápido para conjurar el hechizo, o el lugar dónde podría caer. Encontró entonces la falla en el hechizo.

    Sus manos comenzaron a temblar, mientras lanzaba un hechizo sobre el techo de su vehículo, haciendo el techo transparente, y arrancaba a toda velocidad hacia la dirección que, por alguna razón, sabía, Potter había tomado. Una gama de emociones lo rondaban, ansiedad, necesidad, rabia, y más necesidad, era evidente que Potter se moría de ganas de probar algo que lo calmara, y lo peor de todo es que no sabría en qué preciso momento aparecerse como para no arriesgar su vida en ello. Mi vida, bufó, lo poco que me queda de ella.

    Conforme el tiempo pasaba, su instinto, tal vez el hechizo, lo llevó por un camino extraño, hasta la carretera de vuelta a la ciudad, los sentimientos de Potter seguían a flor de piel. Rendido a que no podía hacer mucho, y cuando el sol estaba ocultándose, enrumbó hacia el hotel, pero de pronto el sentimiento de ansiedad desapareció, y se convirtió en infinita tristeza, recordó cuándo había seguido a Potter a ese antro de drogas, la sensación era diferente, era algo como alivio mezclado con ausencia, algo muy difícil de explicar, pero completamente diferente a lo que sentía en ese momento.

    Entró al estacionamiento del hotel y sin preocuparse de lo raro que se vería que su auto entrara, pero que la recepcionista no lo viera pasar por el lobby, se apareció en medio de la habitación que ocupaban. Todo estaba a oscuras, pero no le fue difícil adivinar que Potter estaba allí. Sus ojos tardaron un instante en acostumbrarse a la penumbra, hasta que lo encontró, en una de las esquinas, casi escondido entre las cortinas, con la espalda apoyada a la pared y abrazado a sus rodillas, el medallón que había notado el primer día que lo había visto sin ropa, estaba a la vista y brillaba gracias a las luces de los autos que se colaba entre las cortinas delgadas, le era imposible ver su rostro, escondido entre sus piernas. El sentimiento de pena se incrementó más aún, y no supo qué hacer ante ello, una parte de él le decía que se alejara y lo dejara reponerse, mientras otra parte le decía que debía acercarse y abrazarlo, como había hecho mucho tiempo atrás, cuando había estado llorando sobre la cama.

    Mientras se debatía en qué hacer, Potter levantó la mirada, sus ojos estaban rojos, pero secos, tragó duro y dio un par de pasos tentativos hacia él, al ver que Potter no tenía intención de detenerlo, recorrió la distancia que los separaba y se dejó caer a su lado, durante todo el tiempo los ojos de Harry lo seguían, con una mirada vacía y extrañada.

    —¿Estás bien? —preguntó luego de un rato de silencio.

    Harry negó con la cabeza, no sabiendo qué responder a eso: ¿estar bien?, no recordaba cuándo había sido la última vez que se había sentido bien, incluso más de un año atrás, cuando había pensado que su adicción estaba superada, no se había sentido bien.

    —¿No te pasó nada malo, cierto? —Draco hizo un mohín de descontento, no sabiendo cómo hacer aquella pregunta, temía que Potter se hubiera metido en el lugar equivocado, aunque parecía completamente bien, la sensación en su pecho era muy rara de asociar con algo.

    Harry negó nuevamente con la cabeza y luego se giró un poco para ver a Draco a la cara, viendo su desconcierto y preocupación. Era extraño, había visto esa actitud en sus amigos, en los Weasley, y en algunos medimagos y doctores que lo habían atendido, y aunque le habían conmovido en el momento, nunca ninguno lo había hecho tanto como Malfoy en ese instante. Rendido, sin saber qué más hacer, sintiendo que era lo que necesitaba en ese momento, se recostó un poco sobre él, lentamente y dándole el tiempo necesario para apartarse si es que no quería aquel contacto, pero ello no ocurrió, uno de los brazos de Malfoy pasó sobre sus hombros y lo jaló con determinación, hasta que sus cuerpos se rozaron completamente, brazos y piernas entrando en contacto, apoyó la cabeza sobre su hombro, percibiendo el olor a shampoo que sabía que el chico usaba, suspiró lentamente, y se relajó un poco, mientras el otro brazo de Draco terminaba de envolverlo, abrazándolo con fuerza.

    Quiso decir que lo sentía, que lamentaba haberse comportado de esa manera, que no sabía por qué lo había hecho, que no sabía porque actuaba o decía cosas casi todo el tiempo, que necesitaba ayuda, pero de su garganta sólo salió un ronco gemido, y los brazos de Draco se apretaron más fuerte en torno a él.

    —Está bien —susurró Draco, con voz que pretendía ser un calmante para su estado, sintió a Harry negar con la cabeza, y suspiró —, estará bien… —repitió, tratando de convencerlo y convencerse a sí mismo.

    Pasaron mucho más rato en esa posición: Harry, sin saber exactamente por qué, aferrándose al cuerpo de Malfoy y tratando de calmarse, sus músculos se sentían entumecidos y pese a la sensación de seguridad que ese abrazo le daba, se tuvo que apartar de él. Malfoy al parecer se encontraba de la misma manera, pues hizo sonar su cuello en cuanto se vio libre del peso de Harry.

    —Lo siento —masculló Harry, mirando hacia la habitación oscura y no queriendo encarar a Malfoy, ahora se sentía un poco avergonzado por haberse comportado de aquella manera.

    —No hay nada que sentir —respondió Draco, con voz más firme, tratando de transmitirle confianza, mientras se ponía en pie y estiraba la espalda, aquella posición había logrado tensar demasiado sus músculos. Dudó por un instante en encender las luces, pero la actitud de Harry, con la cabeza inclinada hacia el piso, le dio la pauta de que a lo mejor era adecuado mantener la oscuridad. Extendió una mano hacia él —Vamos, Potter, en la cama estarás mejor.

    Harry se mordió el labio y asintió, mientras se dejaba levantar, algo tambaleante se dirigió hacia la cama y se dejó caer en ella, Draco permanecía en pie, a su lado, observándolo atentamente.

    —Supongo que debes tener hambre y sé que te molesta que no coma, pero en verdad quisiera no tener que moverme de aquí por ahora —explicó Harry, aún asombrado por su necesidad de hablarle de aquella manera a Malfoy, pese a que luego de su encuentro en la carretera habían tenido discusiones, ninguna lo había hecho sentir tan mal como esta.

    —Está bien, puedo pedir algo a la habitación, o sólo quedarme aquí. Yo también estoy agotado —reconoció, dejándose caer sobre su propia cama, por un instante más se dedicó a mirar el techo, calculando que tal vez Potter no tardaría en quedarse dormido y que entonces podría pedir un emparedado a la habitación.

    —Creo que dejé que un par de muggles me viera —contó Harry, luego de un momento más, giró hacia la cama de Malfoy en el momento que éste giraba el rostro para mirarlo también —, no lo hice apropósito, por supuesto, es sólo que no tengo varita para hacer los hechizos desilusionadores y necesitaba llegar aquí, no sabía de qué otra forma atravesar la ciudad con una escoba en la mano.

    —Bueno, nos iremos mañana, y de todas maneras, si es que se hubiera dado algún aviso ya nos hubieran buscado. No te debes preocupar por eso, lo importante es que ya estás aquí.

    —¿No me preguntarás…? —comenzó a preguntar Harry, extrañado de la ausencia de reclamos por parte de Malfoy.

    —¿Si realmente conseguiste lo que buscabas? No —Draco negó con la cabeza y se recostó de lado, apoyando el codo sobre la cama y la cabeza sobre la mano, para ver mejor a Potter —, sentí lo que sentías… como la vez anterior, y sé que no lo hiciste. ¿Estuviste cerca?

    Harry asintió tímidamente, y suspiró.

    —¿Aún tienes cigarros?

    —Pensé que no fumabas —respondió Draco, mientras sacaba la varita del bolsillo del pantalón y la agitaba, una cajetilla de cigarros y un cenicero se elevaron hasta las manos de Potter.

    —Es un vicio que había dejado, pero ahora creo que necesito un cigarro, si no te molesta.

    —Para nada —asintió Draco, observando la expresión de Potter relajarse tras dar la primera calada al cigarro. El humo se elevó y Draco agitó la varita nuevamente —. Es un hechizo desvanecedor, el humo no se quedará en la habitación.

    —Oh… no lo conocía.

    —Cosas que aprendes cuando no quieres que los demás sepan que fumas.

    —Muy útil —aceptó Harry, pensando en si es que alguna vez Malfoy le enseñaría a hacer ese encantamiento, y claro, también si le devolvería su varita. Se había preguntado por ella un par de veces, y sabía que no estaba allí porque la había invocado y nada había pasado. Supo que mejor era no preguntar por algo que sabía le sería negado.

    Draco suspiró y se sentó, se inclinó hacia Harry y sacó un cigarro, encendiéndolo y disfrutando del sabor a tabaco, Harry tenía razón, un cigarro lo calmaría un poco, sobre todo después de todos los sobresaltos de esa noche.

    —Encontré un sitio —empezó a narrar Harry, con voz suave y lenta, pensando que al menos Malfoy se merecía una explicación —en las afueras de la ciudad, está escondido, es un barrio feo a decir verdad, no necesité mucha intuición para saber que podía conseguir lo que buscaba allí —le dio una mirada más a Draco, que asintió, invitándolo a continuar —, había varios hombres y mujeres en las veredas, prostitutas y ladrones, pero también vendedores… —negó con la cabeza —, los podría reconocer a la distancia… Me acerqué a ellos, estaba muy cerca, y tenía algo de dinero —se metió la mano al bolsillo y sacó unos cuantos billetes arrugados —, los he estado sacando cuando no te dabas cuenta, lo lamento.

    —No importa, te los puedes quedar, es bueno que tengas dinero, pero que lo uses de manera adecuada —respondió Draco rápidamente, reprochándose haber sido tan diligente con el cuidado de su dinero y empezando a buscar una mejor forma de esconderlo.

    —No está bien, robar no lo está, me avergüenza decir que lo he hecho muchas veces antes… no es que pensara en conseguir algo con ese dinero, no cuando lo tomé, no como las otras veces que lo he hecho… de todas maneras te lo devolveré —Harry dejó el dinero sobre la mesa de noche y se sentó también, con las piernas cruzadas y jugando con el cigarro sobre el cenicero.

    —En verdad, guárdalo, luego me lo podrás dar.

    Harry negó con la cabeza, pero no insistió, en lugar de eso miró hacia la ventana, las luces de los autos pasando se filtraban por las cortinas cerradas, iluminándolos por momentos.

    —Dejé la escoba escondida, no soy tan tonto, después de todo, y me acerqué a ellos, vi en sus rostros el reconocimiento, ellos sabían lo que buscaba, y las ofertas no se hicieron esperar, pero entonces me acordé… —Harry negó con la cabeza y hundió un poco más los hombros.

    —No tienes que contármelo, lo importante es que no lo hiciste —se apresuró a decir Draco, pensando que tal vez era demasiado para Harry.

    —Sí, debo hacerlo —Harry tomó una bocanada de aire —, no recuerdo casi nada de lo que he hecho el último año, no recuerdo siquiera lo que pasó en tu casa, solo algunas cosas, como esa discusión que tuvimos, cuando me mostraste… eso.

    —Potter…

    —Y lo siento, en verdad lo hago, me avergüenza tanto… el solo pensar en todo lo que estuve haciendo… en actos que no… que no son…

    —Está bien —dijo Draco, poniéndose en pie y sentándose a su lado, con algo de cautela, sin saber qué más decir.

    —No lo está, yo no quiero ser… eso, pero a veces siento que no podré, que no seré capaz de lograrlo, que… que no vale la pena —concluyó con un susurro.

    —Claro que lo vale, es tu vida, tu vida vale la pena —rebatió Draco rápidamente. —Yo no soy la persona más adecuada para dar este discurso, porque no he sido un ejemplo de la forma cómo uno debe llevar su vida, pero sí te diré que vale la pena que luches por ella, por mantenerte sano, por seguir avanzando… no sé qué es lo que hacías antes, o qué fue de tu vida luego de la guerra, pero estoy seguro que el poder estar al lado de tus amigos, de la gente que te quiere, el poder disfrutar de una tarde tranquila en casa, o un gran partido el fin de semana… el poder sonreír, ser feliz… todo eso vale la pena, Potter, y debes metértelo en la cabeza. Tu Vida Vale La Pena —recalcó, mientras le daba un golpe en el brazo —, no has pasado tantas cosas para darte por vencido ahora que tienes la oportunidad de al fin ser feliz y libre.

    Harry miró hacia Draco, sintiéndose aturdido por sus palabras, tratando de procesarlas, sin saber si asentir o negar.

    —Vamos, recuéstate —le pidió Draco, mientras tomaba el cenicero y lo ponía sobre la mesa de noche, Harry le mantuvo la mirada mientras lo hacía, y, luego de dudar un poco, se dejó caer a su lado, apenas con sus brazos y piernas rozándose y sus rostros enfrentados. —Mañana será otro día, has pasado este día, has sobrevivido y por cualquiera que haya sido el motivo, has logrado no caer en la tentación, es una victoria y hay que alegrarse por ella, y sacar fuerzas para que mañana puedas conseguirlo también. No te abrumes, un día a la vez, ¿de acuerdo?

    —Suenas a un psicomago, como los de las clínicas.

    Draco sonrió un poco, y negó con la cabeza.

    —Espero poder ayudarte más que esos psicomagos.

    —Yo también —asintió Harry, cerrando los ojos y dejando que el cansancio se apoderara de su cuerpo, desplazándose hacia el mundo de los sueños, relajado y algo contento porque Malfoy tenía razón, había estado cerca, pero había aguantado la tentación, se había detenido a tiempo, porque había recordado aquella vergonzosa y denigrante escena, y mañana, o cualquier otro día en que se sintiera tentado, tendría que recordarla también, recordar qué era lo que las drogas producían en él y de eso sacar fuerzas para negarse a usarlas.

    *O*O*O*



    NOTAS DE LA AUTORA

    1: Turnhout: Pequeña ciudad industrial a 40 km de Amberes, tiene 40,000 habitantes y se dedica mayormente a la industria del papel. http: // sobrebelgica . com / 2008 / 06 / 10 / turnhout-la-ciudad-de-los-naipes /
     
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  10. Noel
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    Waaa *-*

    El primer coment de este fic *~*

    Me encanta este fic!

    Cuando ocurrio lo de la moto,el accidente dije automaticamente "es Po-potter" y salio,mira que lo sabia e.e

    Dragon no mueras T.T

    Sin ti que hara Harry,y tus futuros hijos,James,albus y scorpius y ni que hablar de la inolvidable Lily :_:

    Conty!
     
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    por merlin

    adoro este fic lo juro

    me lo he leido todo en una sola tarde

    me ha dolido un poco ver a harry en tal estado pero por lo menos

    draco ha tomado la iniciativa de vivir

    asi que no me hagas esperar mas por favor

    espero conti ansiosamente

    bye bye
     
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  12. Kari Tatsumi
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    Me alegra muchisimo que les haya gustado, estoy segurisima que Zafy tambien estara contenta, ademas les aviso que hay un regalito en el fic "Harry Potter y el Fabricante de Pociones" publicado en esta seccion.

    Sin mas les dejo el capi.

    CAPITULO 8



    Harry abrió los ojos lentamente, sintiéndose mucho más relajado de lo que se había sentido en mucho tiempo, lo primero que registró fue el rostro de Malfoy, apacible, que dormía aún a su lado, poco a poco fue tomando conciencia del resto de su cuerpo, estaba acostado sobre su costado, al igual que su compañero, y sus piernas, de alguna manera inexplicable, se habían enredado, sentía algo de fastidio por los vaqueros ajustándose sobre sus piernas, y reparó en que se habían dormido con las ropas puestas y sin siquiera meterse bajo las sábanas. Sus brazos estaban libres así que, con cuidado de no despertar a Malfoy, jaló las mangas hasta cubrir sus manos y elevó un poco el rostro. Las cortinas seguían cerradas, pero claramente ya era de día.

    Suspiró lentamente y dejó caer nuevamente la cabeza sobre la almohada, pese a la falta de sus anteojos pudo ver claramente el rostro de Malfoy, su cabello rubio estaba desordenado, y un mechón largo caía sobre la mejilla, mientras sus labios exhalaban lentamente. Nunca había visto a Malfoy tan de cerca, pese a todo lo que habían pasado juntos las últimas semanas no se había dedicado a observarlo con tanta atención y tranquilidad. Sus pestañas eran tan claras como su cabello y se necesitaba estar así de cerca para ver lo largas que eran en realidad, su nariz respingada hacía perfecta armonía con la forma de su rostro…

    Las piernas, que aún permanecían enredadas, se movieron un poco, apretándolo, mientras Draco emitía un pequeño gemido y se movía, apartando inconscientemente con la mano el mechón que antes había estado sobre su mejilla. Harry entrecerró un poco más los ojos y se concentró en él, su piel, bien sabía que era pálida, ahora lucía algo más pálida, pese a estar viajando y estando al sol más fuerte que el que normalmente había en Inglaterra, esa palidez era extraña, era de alguna manera enferma… y lamentablemente conocida para él. Recordó entonces que Malfoy no se había estado sintiendo bien unos días atrás, y se preguntó si es que en realidad seguía un poco enfermo y no se lo decía para no hacerlo sentir mal, o, lo más probable, porque no se le daba la gana de compartir ese tipo de cosas con él. Levantó una mano, de manera lenta y precavida, y la llevó hasta la frente de Malfoy, su piel estaba caliente, pero no con temperatura, eso era bueno, que no hiciera fiebres, si es que seguía enfermo. Cabía la posibilidad de que no lo estuviera y él simplemente estuviera exagerando. El contacto pareció terminar de despertar a Malfoy, que abrió los ojos de golpe. Harry tiró su mano hacia atrás, como si de pronto la piel del chico quemara, mientras éste desenredaba las piernas que habían estado apresándolo y retrocedía un poco.

    —Eh…

    —¿Nos quedamos dormidos? —preguntó Draco, algo extrañado, y queriendo creer que esa mano cerca de su rostro sólo había sido con la intención de despertarlo.

    —Aparentemente —respondió Harry, dejándose caer de espaldas sobre la cama.

    —Vaya… ni siquiera nos pusimos los pijamas —Draco se sentó y se estiró un poco, antes de poner los pies en el piso alfombrado y mover el cuello de un lado al otro.

    —No, creo que estaba demasiado cansado.

    —Yo también —aceptó Draco, empezando ya a planear los movimientos del día, mientras Potter permanecía recostado sobre la cama y sin mirarlo.

    —Esto de dormir con la ropa puesta es una tortura —se quejó Draco, un momento después, sacándose la camiseta y mirándola con algo de asco antes de dejarla caer a un lado, sobre la cama. Se desabotonó los pantalones y tiró de las zapatillas, teniendo que saltar un poco sobre cada pie para lograr zafarlas, cuando se giró hacia el baño pudo ver el rostro de Potter, algo sonrojado.

    —¿Quieres usar el baño primero? —preguntó algo confundido, Potter negó con la cabeza rápidamente y apartó la mirada.

    —Puedes ir tú, yo estoy bien —respondió Harry, durante casi todo el tiempo que habían estado juntos en ese viaje, Malfoy, al igual que él, habían casi siempre usado el baño para cambiarse de ropa, era raro que se exhibiera de esa manera delante de él.

    —Genial. Si tienes hambre puedes pedir el desayuno, ¿o prefieres desayunar fuera? De todas maneras nos iremos en un rato más.

    —Ajá —Harry asintió, decidiendo que sentarse y ponerse en movimiento era mejor que quedarse tendido en la cama —, hacia Amberes, que aún está en Bélgica —comentó.

    —Vaya, veo que las clases han funcionado —se burló Draco, no sin algo de cautela, mirando de reojo a Potter, mientras recogía algunas cosas para poder ducharse.

    Harry se movió hacia la ventana y abrió las cortinas, el sol de la mañana entró en la habitación, iluminando todo.

    —Hace mucho calor.

    —Cierto —Draco tomó sus cosas entre los brazos y miró a Potter una vez más —, entonces, ¿qué decides?

    —¿Ah? —preguntó Harry, mirando distraídamente hacia la calle.

    —¿Desayuno en la habitación?

    Harry pareció dudar un poco y luego negó con la cabeza, girando hacia él.

    —Me gustaría poder salir…

    —Genial, no demoro entonces, ve ordenando tus cosas —y dicho eso Draco se metió al baño, sellando la puerta con un hechizo.

    *O*O*O*



    Llegaron a Amberes a medio día, pese a lo que había pasado la noche anterior, y el grado de intimidad que aparentemente habían desarrollado al dormir juntos luego de lo que Potter le había contado, Draco trató de actuar como si nada hubiera ocurrido, y se instalaron en un hotel bastante lujoso, cerca al muelle.

    Harry trató de actuar de manera más amable, no poniendo mala cara cuando Malfoy le indicaba los lugares que visitarían antes de partir al día siguiente, para ese momento él ya tenía en claro que si bien era cierto que llegarían a Paris, Malfoy quería ver un montón de cosas antes, estuvo tentado a preguntarle cómo, con la gran cantidad de oro que tenía y lo aparentemente desenvuelto que parecía en el mundo, no había conocido todos esos sitios antes, pero se abstuvo, no quería que Malfoy comenzara a preguntarle cosas de su vida también.

    Esa tarde anduvieron por la plaza mayor, Draco tenía un par de trípticos para los turistas, donde lo más recomendado eran los bares que habían en el centro, aparentemente el lugar tenía cerca de ciento cincuenta tipos diferentes de esa bebida y era uno de los mayores atractivos de la ciudad. Sabía que Potter no debía beber, y él no tenía por pasatiempo ir a los bares a menos que estuviera con ganas de ligar o de calmarse por algún problema con alguna de las empresas, y como ninguno de ellos era el caso, no lamentó no entrar a los bares.

    —Aquí dice —explicó Draco, señalando hacia una estatua en el centro de la plaza —que esa estatua es en honor a Silvio Brabo(1), a quien se debe el nombre de la ciudad, según cuenta la leyenda un gigante, llamado Druoon Anitigoon, habitaba el río, y le cobraba un peaje a los barcos que querían pasar, si un barco no pagaba entonces el gigante le cortaba la mano al capitán y la arrojaba al río Schelde. También dicen que un día un centurión romano, harto ya de la situación, le cortó la mano al gigante, lanzándola al río, por eso la ciudad recibe el nombre de Antwerpen, que significa mano y lanzar.

    —Vaya —susurró Harry, mirando la estatua del gigante y arrugando un poco los ojos —, supongo que se lo tenía bien empleado por andar cortándole la mano a los capitanes.

    Draco soltó una pequeña carcajada, por el comentario de Potter.

    —No deja de ser del todo cierto —comentó Draco, indicándole a Potter que se alejaran —, pero el gigante sí existía, sólo que no pedía ningún tipo de pago, simplemente atacaba los barcos, un grupo de magos se organizó para poder combatirlo, y créeme, la mano no fue lo único que le cortaron.

    —¿En serio? —preguntó Harry, mirando nuevamente hacia la estatua.

    —En serio —aseguró Draco.

    Para la hora de la cena, escogieron un lugar apartado del centro y de los bares, habían pasado cerca de uno de ellos, luego de recorrer la Catedral, según decía el cartel, era el más antiguo de la ciudad y ofrecía paquetes para turistas, con degustaciones de todos sus tipos de cerveza. Para alivio de Draco, Potter no se mostró siquiera un poco entusiasmado por la idea de beber, así que no le fue difícil pasar de largo.

    —Hay un chico observándote desde hace mucho —susurró Harry, mientras cortaba su carne con algo de rabia, trataba de canalizarla, de apartarla de él, aunque seguía sin entender claramente de dónde provenía, aunque ésta era diferente a la que normalmente sentía.

    —¿Qué? —preguntó Draco, que en ese momento le daba un trago a su vaso de soda.

    —Un hombre, detrás de ti, se ha pasado mucho rato observando. Realmente es incómodo.

    Draco entrecerró los ojos y Harry arqueó un poco las cejas, suspirando se giró para ver a un hombre alto y rubio, bastante fornido, que bebía una cerveza en la barra del restaurante.

    —Ya veo, ¿quieres que nos vayamos?, si es que te incomoda podemos irnos y continuar la cena en otro lado.

    —No… además ya casi termino —Harry se metió un trozo de carne a la boca y lo masticó con fuerza —, pensé que tal vez estarías interesado, como con ese otro chico.

    Draco bufó y levantó la mano para pedir la cuenta.

    —No, gracias, se ve demasiado dominante para mi gusto.

    Harry dejó los cubiertos sobre la mesa, contento con no tener que seguir comiendo, pues no tenía más apetito, y miró hacia el hombre, no le parecía poco atractivo, y luego hacia Draco.

    —¿Qué es lo que quiere decir eso exactamente?

    Draco, ocupado sacando algo de dinero muggle para dejarlo sobre la mesa, se encogió de hombros.

    —Creo que entiendes cual es la diferencia entre dominante y pasivo.

    —Claro que entiendo eso —aclaró Harry, enfadándose por la respuesta de Malfoy.

    —Pues entonces allí lo tienes, no me gustan los dominantes.

    —¿Tú no…? —empezó a preguntar, pero se detuvo cuando notó que el hombre caminaba hacia ellos, Draco, distraído, levantó una mano, esperando la bandeja con la cuenta, y volteó a verlo asombrado, cuando se dio cuenta que se trataba del hombre que los había estado observando, según Potter, mucho rato antes.

    —Lo siento —saludó el hombre, haciendo una pequeña inclinación con la cabeza hacia ellos —mi nombre es Mark, no pude evitar notar que ustedes son turistas, y justamente estaba pensando en ir a reunirme con un grupo de amigos en un bar cerca al centro, se la pasa muy bien allí, y tal vez ustedes quisieran venir también, será entretenido.

    Draco notó que su acento no era inglés, y que pronunciaba las palabras de manera más dura.

    —Gracias, pero ya tenemos planes, Mark —contestó Draco, poniéndose en pie, en el momento en que el mesero traía al fin la cuenta.

    —Oh, pero quizá tú sí quieras venir —preguntó el hombre directamente hacia Harry, que también se estaba poniendo en pie.

    —¿Yo?

    —Sería divertido —explicó el hombre lentamente, Draco suponía que estaba buscando las palabras para hablar, al no ser el inglés su primera lengua.

    Harry parpadeó, confuso, mientras observaba a Draco, no se había dado cuenta de que a quien había estado mirando todo ese tiempo había sido a él.

    —Tenemos planes —dijo rápidamente, mirando hacia Malfoy de manera desesperada y rogando para que se apresuraran en salir de allí.

    —Oh, lo lamento, no pensé que a ti y a tu novio les molestaría…

    —Él no… —empezó Harry, pero Draco lo interrumpió.

    —No nos molesta, en serio, —sonrió Draco tensamente —, pero ya tenemos planes, gracias de todas maneras.

    Y dicho eso tomó a Potter de un brazo y lo jaló un poco, haciéndolo caminar, no fue sino hasta que llegaron a la calle, que lo soltó.

    —Lamento haberte jalado —se justificó Draco, ambos caminando lentamente por la calle iluminada y llena de gente entrando y saliendo de los establecimientos —, es que parecías un venado en medio de la carretera y delante de un automóvil a toda velocidad —agregó, mirando a Potter de reojo y esperando no tener una pelea más.

    —Yo… —Harry negó con la cabeza —, me sorprendió ese chico, eso es todo.

    —No tendría porqué —llegaron al auto y Draco abrió las puertas para ambos con el control remoto —, no será el primer chico que se te acerca tratando de ligar.

    —No, pero… hace tiempo que no… —Harry sintió sus mejillas arder y ni siquiera estaba seguro de qué era lo que quería decir.

    —El chico de la librería, en Ámsterdam, también estaba algo interesado en ti, me lo dijo, bueno no directamente, pero lo dejó caer cuando compré el libro.

    —¿En serio?

    —Claro, se le notaba desde antes, pensé que te había dado su número o algo así.

    —No… bueno, sí, dijo que si quería podía llamarlo, pero pensé que sólo quería convencerme de comprar el libro.

    Draco soltó una carcajada, a la vez que arrancaba el auto, lo que hizo que Potter se sonrojara más.

    —No era un libro tan caro como para eso, y ya te lo dije, no tiene nada de raro, después de todo, feo no eres.

    Harry se giró a mirarlo, sorprendido por esa declaración.

    —¿No pensarás que lo eres, o sí? —preguntó Draco, extrañado, mientras se acercaban ya al hotel.

    —No lo he pensado, simplemente —se defendió Harry, tratando de mostrarse menos abochornado y más enfadado.

    —Bueno, no quiero que te molestes, sólo olvídalo.

    Harry asintió y se cruzó de brazos, dedicándose a mirar el camino por el resto del trayecto hacia el hotel.

    Antes de abandonar Amberes, fueron hacia los muelles, y pasaron la mañana viendo las embarcaciones, e incluso una zona de exposición libre sobre los almacenes, era medio día y el sol estaba en todo lo alto, Draco podía ver a Potter sonrojado y acalorado, pero reacio a abandonar aquellas camisetas de manga larga que le estaban ya cansando, sin embargo, desde la noche anterior, Potter había estado más callado y apático que antes, así que no quiso tensar más las cosas con él y lo dejó pasar.

    Al atardecer llegaron a Eeklo, donde Draco descubrió que había una gran cantidad de bosques y lugares donde seguramente podrían volar, pero no se arriesgaría aún a proponerle a Potter algo así, sobre todo porque la última vez que había intentado que volaran juntos éste había escapado.

    Contrataron en una agencia uno de los tours por los bosques y ambos se levantaron bastante temprano y se unieron a un grupo de turistas e hicieron un recorrido, bastante agotador, por Het Leen, una región rural de zonas boscosas, donde habían canales y arroyos, todo el paisaje era perfecto, pensó Draco, y cuando el guía les preguntó si querían que les tomara una fotografía, no dudó en aceptar.

    —¿Estás seguro que quieres una fotografía conmigo? —preguntó Harry, acalorado y apretando los tirantes de su mochila, posando delante de uno de los arroyos, junto a Malfoy.

    —Claro, ¿por qué no?, ¿tú no quieres?

    Harry se encogió de hombros y el guía les pidió que sonrieran, Harry ya había olvidado cómo hacer eso en realidad, así que hizo una mueca que pretendió ser una sonrisa y se quedó quieto, mientras el guía les comentaba que era un fotografía muy buena y que al volver a la ciudad se las daría impresa, como cortesía del tour.

    Draco, luego de cruzar junto a Potter, uno de los arroyos, descalzo, y sintiendo el agua helada correr bajo sus pies, descubrió que algo que le gustaba mucho era la naturaleza, el olor a bosque, la calma que había allí, la perfecta armonía de los elementos.

    En el centro de la ciudad se detuvieron en una librería, donde Malfoy insistió en que comprara un libro nuevo que leer, Harry que aún no estaba de acuerdo con que él le solventara los gastos, aceptó solamente cuando éste le prometió que aceptaría que lo pagara al llegar a casa.

    Cuando partieron hacia Brugge, donde también pasaron un día entero, Harry tenía ya para leer “Los Miserables”, un libro enorme, que Draco había mirado con cierto recelo, argumentando que si es que sólo le atraían las historias trágicas, Harry no le quiso contestar, pero pensó que sí, que su vida siempre había estado rodeada de tragedias y que no se le hacía extraño que los libros que escogiera tuvieran algo de eso.

    —He estado pensando… —empezó a decir Malfoy, mientras conducían hacia Ostende, su siguiente destino —sobre ese chico, Mark…

    —¿El del restaurante? —preguntó Harry, apartando la mirada de la ventana.

    —Ese mismo. Pensé que tal vez te había enojado que yo me inmiscuyera cuando te propuso salir y…

    —No, para nada, yo no podría salir con él, es decir, ¿qué haría con él?

    Draco arqueó las cejas un poco y su expresión se tornó divertida.

    —Bueno, supongo que debes saber qué cosas exactamente podrías hacer con él —Draco no pudo negar que disfrutó del bochorno de Potter, era interesante poder ver en él algo distinto a la indiferencia o la rabia.

    Harry entrecerró los ojos y miró nuevamente hacia la ventanilla, se sobresaltó cuando sintió la mano de Draco sobre la pierna, llamando su atención.

    —¿Qué haces? —preguntó, pegándose más a la puerta del auto y apartándose de él.

    —Te estaba hablando, no es buena educación darle la espalda a alguien cuando te habla —acusó Draco, retirando su mano y tomando el timón.

    —Pues no me apetece esta conversación, menos que te burles de mí.

    —Yo no me estoy burlando de ti, sólo trataba de ser amable y hacerte sonreír.

    —Eso no es ser amable, es burlarse —reprochó Harry, abrió los ojos sorprendidos cuando el auto dio un giro brusco y se detuvo junto a la carretera, la expresión de Draco se había tornado molesta.

    —¿Sabes qué? No, no me estaba burlando de ti, me cansa ver tu cara de depresión todo el tiempo —increpó Draco, algo agitado y girando completamente hacia él —, lo único que intento es que te sientas mejor, pero no colaboras, ¡demonios! Ni siquiera lo intentas un poco, y es frustrante y cansado.

    —Pues si te cansa tanto…

    —¡Mierda! —interrumpió Draco, golpeando el volante con las manos antes de abrir la puerta y salir, dejando a Potter dentro del auto, con una expresión de asombro.

    Harry se quedó quieto, en el interior del auto, viendo a Draco apartarse un poco, encender un cigarro y fumar lentamente delante de él, con los ojos entrecerrados y el viento de la tarde agitando su cabello, el sentimiento de culpabilidad lo invadió nuevamente, algunas veces pensaba que estaba siendo demasiado cruel con Malfoy, que sólo trataba de hacer que se recuperara, pero generalmente no podía, simplemente no podía con los recuerdos, con la ansiedad… con todo lo que se aprisionaba en su interior y que le parecía imposible dejar salir, no sabía ni siquiera cómo hacerlo, y le daba temor intentarlo, porque sabía que lo más probable era que una vez que empezara, no terminaría jamás.

    Draco lanzó el cigarro al suelo y lo piso con rabia, regocijándose al imaginar el rostro de Potter allí. ¿Qué es lo que estaba haciendo?, ¿desperdiciando los últimos meses de su vida en una estúpida campaña para rehabilitar a alguien que no quería ser rehabilitado, a alguien que probablemente saldría en busca de drogas apenas él muriera y se viera libre de su vigilancia? Tal vez si le hacía jurar, sobre su muerte, que no se drogaría más… pero no podría hacer eso, ni siquiera admitir que se moriría, no delante de él. No sabía qué haría luego, cuando las cosas se pusieran difíciles y no pudiera cuidar más de él, pero confesar la verdad no era lo correcto en ese momento.

    —Malfoy… —llamó con cautela Harry, saliendo del auto y mirando alrededor, en la autopista los automóviles pasaban a gran velocidad, dejando un sonido en el aire, Draco le dio una mirada molesta, y aunque dudó un poco, finalmente se decidió a dar ese par de pasos hacia él, pero el movimiento de Malfoy lo hizo permanecer quieto.

    —Métete al auto, Potter —gruñó Draco, caminando hacia él, y no le dio nada de pena la mirada herida que Potter le dio, se metió en el auto y cerró la puerta, encendió el motor, mientras que Potter se sentaba a su lado, parecía mucho más tímido que antes.

    —Lo lamento…

    —No tienes de qué, soy yo el que lo lamenta —resolvió Draco, incorporándose al tránsito —, después de todo soy yo el que trata de hacer algo que aparentemente es imposible.

    —No digas eso —susurró Harry, preguntándose si es que Malfoy se enojaría si le pedía un cigarro.

    —Claro, otra cosa más que no puedo decir —Draco negó con la cabeza y le subió el volumen a la música, acelerando más aún, quería llegar antes del anochecer a Ostende y sobre todo, alejar las ganas que tenía de mandar de una vez por todas al diablo a Potter.

    Una vez que llegaron a Ostende, recorrieron la ciudad con lentitud, pero lo que más había llamado la atención de Draco era la idea de poder estar cerca al mar, así que, luego de mucho buscar, encontró un lugar que le pareció perfecto.

    Se hospedaron en un complejo de bungalows en la playa, unas hermosas casitas de un piso, con terraza de madera y una habitación con camas dobles, podían escuchar el mar, mientras dejaban las cosas en la habitación y el encargado les explicaba todo sobre el lugar y las cosas que podían hacer por allí.

    Draco inmediatamente se instaló en la terraza, donde unos cómodos sofás para dos personas estaban colocados, y se dedicó a mirar el mar, mientras fumaba lentamente, lamentando no tener un trago a mano, ni siquiera tenía ganas de salir a ningún lado, aunque tal vez sí de ver el ocaso.

    Potter no apareció hasta mucho rato después, con una manta entre las manos y el gran libro de “Los Miserables”, le sorprendió que Potter tuviera el marcador de libros en la mitad, había avanzado bastante con la lectura mientras había permanecido en la habitación.

    —Pronto hará frío —comentó Harry, hablando con cierta prudencia y enseñándole la manta a Draco —, el encargado ha dicho que…

    —Ajá —masculló Draco, interrumpiéndolo y encendiendo otro cigarro. Por un momento se reprochó por lo mucho que estaba fumando últimamente, pero luego decidió que era una estupidez hacerlo.

    —Lo lamento —susurró Harry, sentándose a su lado y dejando el libro sobre el piso, Draco lo miró un instante, antes de volver a mirar hacia el mar.

    No quería ser mezquino, tampoco se trataba de hacerse el orgulloso con él, pero esa tarde se sentía demasiado sobrepasado por todo, quizá para la mañana siguiente se sentiría mejor, pero en ese momento no estaba listo para aceptar disculpas que sabía que no eran sinceras.

    —Ni siquiera sabes exactamente porqué lo sientes.

    —Por… por hacerte enojar —aseguró Harry, extendiendo la manta y tratando de hacerla pasar sobre ambos.

    Draco negó con la cabeza y se trató de apartar, pero en cuanto hizo el intento de levantarse, la mano de Harry se cerró en torno a su muñeca.

    —No te vayas —pidió Harry, no muy seguro de porqué lo hacía, ni siquiera se entendía a sí mismo, por momentos quería que Malfoy se hartara de él y lo dejara solo, pero en otros, como en ese, se sentía demasiado culpable por hacerlo enojar —, ya casi es el atardecer, y si has venido hasta aquí, seguramente querrás verlo, el verano está acabando ya y pronto empezarán las lluvias, será bueno verlo.

    Draco se quedó quieto por un instante, asombrado por el tono que Potter estaba usando, pero finalmente asintió y se sentó nuevamente, se dejó cubrir por la manta y contestó con un gesto afirmativo cuando este tomó el paquete de cigarros y pidió mudamente uno.

    Ambos se quedaron allí, viendo como el sol se ocultaba, sin ser capaces de decirse mucho, simplemente acompañándose, hasta que la noche llegó por completo y el cielo se llenó de estrellas.

    *O*O*O*



    A la mañana siguiente, cuando abrió los ojos, no se sorprendió de no encontrarlo, después de todo, la noche anterior no se habían dicho nada más, Malfoy no lo había disculpado y él no había intentado hacer las paces nuevamente, sabía que no tenía caso, que Malfoy no lo disculparía rápidamente, en el fondo tenía que mostrarse sorprendido de que le hubiera aguantado tantas cosas, no sólo durante el viaje, sino desde antes, desde que ambos habían chocado en la carretera.

    Se sentó y miró alrededor, no habían señales de Malfoy, ni una nota ni nada que le indicara que pronto volvería; por un loco momento temió que lo hubiera dejado allí, harto ya de cargar con él y aguantarle sus desplantes, y entonces el pánico de quedarse solo lo invadió; saltó hacia el piso y abrió el armario, soltó un suspiro de alivio cuando vio aún las prendas de vestir de su compañero colgadas y ordenadas.

    Avanzó hasta la puerta y la abrió, Malfoy tampoco estaba en la terraza; entrecerró los ojos, tratando de divisarlo en la playa, pero la vista, pese a tener los lentes puestos, no le daba para tanto, había varias personas en el mar y en la orilla, pero era imposible que distinguiera si alguno de ellos era Malfoy. Esperando que Malfoy no tardara mucho tiempo en volver, se metió a la habitación de nuevo, jaló sus cosas y se encaminó al baño, dispuesto a darse una larga ducha y a convencerse de que debía tener una mejor actitud, que debía ser amable y por lo menos colaborar un poco con él… pero es que a veces todo era tan difícil.

    *O*O*O*



    Sabía que estaba actuando de mala manera, que se estaba comportando como un chiquillo caprichoso y vengativo, pero, pese a que en un principio había pensado que el enojo se le pasaría luego de dormir, lo cierto era que no había podido dormir casi nada, y durante el tiempo que se mantuvo despierto se dedicó a observar a Potter, tratando de entender, de comprender qué estaba haciendo mal, qué era lo que el chico necesitaba y no podía darle, y finalmente había llegado a la conclusión de que tal vez Potter necesitaba muchas cosas, pero no a él.

    Por un momento pensó en dejarle el suficiente dinero para que pudiera volver a Inglaterra, romper el hechizo y continuar con su viaje, pero su mirada recayó en una de esas camisetas de manga larga, luego su vista volvió a Potter, aún para dormir usaba camisetas de manga larga, e incluso dormido, jalaba de las mangas, escondiendo sus manos. Era como si se tratara de un pobre chico asustado queriendo esconderse del mundo bajo las capas de su ropa ancha, y no le gustaba verlo así, en realidad la idea de ver a Potter en cualquier grado de debilidad era una idea bizarra, Potter no era así, y aunque no había podido hacer, aparentemente, mucho para hacerlo mejorar, al menos le daría una lección antes de dejarlo ir.

    Su varita le alertó de que Potter ya se había metido en el baño, sólo entonces abandonó su lugar en la orilla del mar, donde estaba hablando con uno de los guías que le explicaba sobre los parapentes que volaban en todo lo alto, prometiendo que al día siguiente lo intentaría; y se metió en la habitación, se cambió el bañador mojado por un pantalón de algodón y una camiseta de mangas cortas, se colocó las zapatillas con calma y luego miró alrededor, buscando su objetivo. Tomó las camisetas mangas largas de Harry, todas las que habían, y las desapareció, mandándolas hacia el océano. Lo siguiente que hizo fue estar atento hasta que escuchó el agua de la ducha correr, en cuanto el ruido inició, abrió la puerta con un hechizo, y sin hacer ruido, entró al baño, miró por un instante la silueta de Potter, protegida por la puerta de vidrio pavonado y por un loco momento se molestó de que fuera así de gruesa y pavonada como para no dejar ver el interior. Negó con la cabeza mientras tomaba la camiseta que Potter había usado para dormir y la que había escogido para ese día, y salió hacia la habitación, seguramente el no dormir lo hacía pensar tonterías.

    En cuanto la última camiseta mangas largas desapareció, el ruido de la ducha se detuvo, Draco se acomodó en uno de los lados de la habitación, con la varita sobre las piernas y los brazos cruzados, como un espectador preparándose para ver una buena función.

    Pasaron unos cuantos minutos antes de que escuchara la puerta abrirse, arqueó las cejas, algo sorprendido al ver a Potter, ya con los pantalones puestos, pero con una toalla blanca y larga cubriendo sus hombros, y por ende sus brazos, era increíble que aún así buscara esconderse. Draco empezó a preguntarse si es que Potter no tendría realmente algo malo en los brazos y por eso trataba de ocultarse, aunque sabía que era imposible, lo había visto ya desnudo antes de partir de Inglaterra y en ese entonces no tenía nada más que unos cuantos moretones que revelaban los piquetes anteriores, tal vez no había sido lo suficientemente cuidadoso y Potter había hecho algo más. Esa idea lo aterró y por un instante vaciló en su plan.

    —¡Malfoy! —exclamó Harry, sorprendido por la presencia del chico y sujetando con más fuerza la toalla, cerrándola en el pecho y sintiéndose idiota por haber olvidado su camiseta, aunque estaba casi seguro de haber tomado una cuando entró al baño.

    —Buenos días, ¿qué haces? —preguntó Draco, queriendo parecer casual, mientras lo observaba atentamente.

    —Yo… me olvidé la camiseta —se justificó, mientras avanzaba hacia la habitación y buscaba con la mirada las camisetas, no había ninguna cerca y era raro, estaba casi seguro de haber dejado más de una a mano, ni siquiera el pijama que había usado y que estaba completamente seguro haberse sacado en el baño, estaba, y la mirada de Malfoy le hizo empezar a sospechar.

    —En el armario tienes muchas camisetas —respondió Draco, indicando con una mano el armario abierto, donde efectivamente, muchas camisetas de mangas cortas y diversos colores, se mostraban.

    —Pero yo quiero… —Harry recorrió la habitación con un poco más de pánico, revolviendo algunas cosas y sintiéndose incapaz de soltar la toalla para tener más comodidad —¿Dónde están?

    —¿Dónde están, qué?

    —Sabes perfectamente bien de lo que hablo —se quejó Harry, rendido a que sus camisetas habían desaparecido y colocándose en el extremo opuesto de la habitación, sus deseos de comportarse correctamente con Malfoy se esfumaron tan rápido como se habían esfumado sus camisetas.

    —No, Potter, no lo sé —respondió Draco, poniéndose en pie y dejando la varita en uno de los bolsillos de su pantalón, avanzó lentamente unos cuantos pasos hacia él, y pudo ver como su mirada verde se tornaba a cada instante más enfadada.

    —Hablo de las camisetas.

    —Tienes muchas en el armario.

    —Yo no quiero esas que me has comprado.

    —Las otras también te las compré yo.

    —Vaya, ya era hora de que me lo sacaras en cara, te estabas tardando, ¿sabes? —replicó Harry, subiendo un poco más la voz.

    Draco arqueó una ceja, así que Potter si podía enojarse más aún.

    —No te lo estoy reprochando, fuiste tú el que mencionó que las había comprado yo, sólo te estaba aclarando que las otras también las había comprado yo, y que no te molestaba usarlas.

    —No quiero usar esas camisetas —respondió Harry, haciendo un gesto con la cabeza hacia el armario —, quiero las otras, las que siempre me pongo.

    —¿Por qué?

    —Porque sí.

    —Vaya, una razón muy válida —se burló Draco, quedando finalmente delante de él, Harry entrecerró los ojos y apretó más la mano en torno a la toalla.

    —Es la misma razón que me diste para traerme contigo a este estúpido viaje.

    —No es un estúpido viaje —masculló Draco, apretando los dientes.

    —Sí que lo es, es un capricho tuyo, un capricho sinsentido, simplemente por andar diciendo que pudiste arrastrarme por todos lados como si yo fuera una mascota.

    —¡Cállate, Potter! —gritó Draco, aunque eso no intimidó a Harry en lo más mínimo.

    —No, no me callaré, te estoy diciendo la verdad, no eres más que un niño caprichoso y engreído, harto de su maravillosa vida, escapando de sus padres y creyéndose mucho porque me puedes tener preso con un estúpido hechizo y… —Harry cerró la boca en cuanto el puño de Draco golpeó la pared, junto a su rostro, parpadeó mientras observaba a Draco enrojecer, su mirada era peligrosa, se maldijo por haberlo llevado nuevamente a perder la paciencia.

    —¿Qué es lo que le pasa a tus brazos? —susurró Draco, no podía hablar más fuerte porque la rabia lo hacía respirar agitadamente, y trataba de controlarse, antes de mandarle una maldición a Potter.

    —Nada —respondió Harry, aunque su voz era un poco más temblorosa ahora.

    —Nada —repitió Draco, bajando su mirada hacia la toalla, cerrada firmemente por una de sus manos sobre el pecho.

    —Malfoy… —pidió, pero Draco no lo escuchó y le tomó la mano que apretaba la toalla, tirando de ella para quitársela —. No…

    —¿Qué es lo que tienes en los brazos? —preguntó nuevamente Draco, jalando su mano con más fuerza, y sabiendo que en el forcejeo Potter no le ganaría.

    —Ya… ya te dije que nada —jadeó Harry, luchando inútilmente contra esa mano, hasta que no le fue posible mantener su agarre y su brazo fue estirado, sintió la toalla resbalar por sus hombros y se pegó más a la pared, en un tonto intento de que la toalla no cayera completamente.

    Draco observó como la toalla caía y lo jaló nuevamente, hasta que ésta terminó de resbalar hasta el piso, dejando el torso desnudo de Potter, la medalla plateada seguía allí, brillando un poco por los rayos de sol que se colaban por las cortinas casi transparentes.

    —Déjame —pidió Harry, retorciendo su brazo para apartarse del escrutinio de Malfoy, un sonrojo se había instalado en sus mejillas y su respiración se hacía cada vez más dificultosa, se preguntó si es que estaría entrando en un ataque de pánico.

    —No —Draco jaló su brazo, para poder examinarlo, aunque no encontró nada que examinar, la piel estaba completamente lisa y blanca, sin marcas, golpes ni cicatrices, levantó la mirada hacia Potter una vez más, pero este tenía la cabeza gacha, retorciéndose ya sin energía para librarse de él. Antes de darle tiempo a pensar, soltó ese brazo y jaló el otro, que había permanecido sujetando su propia mano y tratando de apartarla.

    —Por favor… —jadeó Harry, mientras Malfoy extendía su otro brazo, el bochorno era aún mayor, no quería que lo viera, que nadie lo viera, nunca.

    —No tienes nada —corroboró Draco, no sin algo de asombro, dada la fijación de Harry por cubrirse incluso había pensado que los piquetes por las drogas habían dejado feas cicatrices que no sabía cómo curar y que por eso las escondía.

    Harry negó con la cabeza y se retorció un poco, tratando de hacer que lo soltara.

    —Déjame, ya basta —pidió Harry con voz ahogada, Draco sentía su miedo, su pánico, y miró nuevamente hacia el brazo, no había nada, en ninguno de los dos.

    —No mires, sólo… suéltame —continuó Harry, y Draco creyó comprender algo.

    Jaló con un poco más de fuerza el brazo de Harry, sujetándolo por la muñeca y lo elevó hasta la altura de sus ojos.

    —No tienes nada —ratificó —, mira, no hay nada, Potter —la mirada de Harry se alzó un poco, observando el brazo con algo de temor.

    —Basta —pidió nuevamente Harry, cerrando los ojos, no quería verlo, realmente no quería ver sus brazos, o su cuerpo, o que nadie lo viera, menos Malfoy.

    —No —Draco se pegó un poco más a él, lo que hizo que Harry abriera los ojos y temblara un poco, pero no se dejó amilanar por eso y, con la mano libre paso los dedos sobre la piel del antebrazo de Harry, sorprendiéndose por la suavidad de la misma.

    —¿Qué…? Malfoy, no…

    —Shh… ¿ves? No hay nada allí —explicó Draco, usando un tono de voz más dócil y conciliador, acariciando casi con reverencia la piel suave, llegando hasta la parte interna del codo y subiendo hasta los bíceps, mientras sentía como Potter se estremecía por ese toque —, no tienes nada que esconder, porque no hay nada, no han quedado cicatrices ni cortes… nada.

    Harry observó los largos dedos de Draco recorriendo su brazo y contuvo el aliento, mientras sus dedos seguían subiendo, hasta su hombro y rozando la cadena de plata, antes de darse cuenta, su brazo fue soltado y su otro brazo levantado, donde hizo el mismo recorrido, con lentitud y algo muy cercano al cariño.

    —¿Lo ves? No tienes nada que esconder… lo que pasó antes, las marcas de antes ya no están —continuó hablando Draco con la misma voz calmada, sus dedos llegaron hasta el hombro y acariciaron nuevamente la cadena de plata, pero no se detuvo allí, y siguió bajando, muy despacio, pensando en lo caliente que se sentía esa piel y la forma como se estremecía a su paso. Sus dedos bajaron por el mismo sendero que la cadena de plata, hasta llegar a la medalla cuadrada, y luego un poco más abajo, por el centro del pecho, y deteniéndose al inicio del abdomen.

    —A veces —susurró Harry, tratando de respirar y calmarse, tratando de no sentirse perturbado por esa mano sobre su cuerpo de manera tan íntima —, a veces las veo… están allí, todas las marcas que tenía y que… que yo me había provocado.

    Draco apartó la mirada del pecho de Harry y lo miró a los ojos, aún bajo los lentes podía ver su miedo, su temor, su piel temblando con más fuerza… Se pegó un poco más a él, apartando un poco la mano hasta colocarla en uno de los costados, sintiendo la cintura de Harry y su respiración agitándose, aunque alegrándose de que ya no estuviera tan delgado como antes, sentía el calor que el cuerpo de Potter emanaba y de alguna manera era demasiado atrayente.

    —Ya no están, Harry —susurró, fue consciente del cuerpo de Potter agitándose un poco, seguramente tan sorprendido como él por haberlo llamado por su nombre, estaba casi seguro que era la primera vez que lo hacía —las marcas se han ido, todo eso se ha terminado…

    Harry tragó grueso y miró hacia el frente, antes de enfocarse nuevamente en él, tan cerca que era perturbador, que invadía su espacio personal, pero aún así, era incapaz de pedirle que se alejara.

    —Sueño con ellas… sueño que aún las tengo, que estoy lastimado… que me he metido tanta droga que la piel se me caerá y luego, cuando me despierto, no quiero ver mis brazos, ni nada de mí, siento que lo he dañado todo, que no queda nada bueno en mí, que todo lo que soy ahora es feo y desagradable, repugnante y… no puedo —negó con la cabeza, su corazón oprimiéndose contra su pecho de manera más dolorosa aún.

    Draco levantó la mano libre y acarició el cabello aún húmedo de Harry, tratando de reconfortarlo, mientras terminaba de pegarse a él para abrazarlo.

    —No hay nada malo en ti, nada repugnante, no tienes nada que esconder —susurró, y sin saber bien porqué, giró un poco el rostro y dejó un pequeño beso en el cuello, sintió a Harry estremecerse nuevamente y supo que estaba haciendo algo incorrecto, o por lo menos lanzando las señales incorrectas, no quería que Potter pensara que se quería aprovechar de él en ese estado tan vulnerable.

    Harry se sintió raro por la ausencia del cuerpo de Malfoy, en sólo dos pasos todo ese calor que lo reconfortaba se había terminado, y aunque una parte de él se sentía aliviada, otra parte de su cuerpo pedía a gritos que no lo dejase apartarse.

    Draco le dio una mirada más y retrocedió otro par de pasos, aclarándose la garganta para parecer más firme de lo que se sentía en ese momento.

    —Tienes razón —dijo, Harry lo miró asombrado, pero no intentó interrumpirlo —, en lo que respecta a obligarte a ir conmigo por todos lados, no soy quien para hacerlo, había pensado que sería más simple… que las cosas funcionarían, pero es evidente que no, y que estoy haciéndote daño al retenerte.

    —¿Qué quieres decir?

    —Terminaré con el hechizo, te daré dinero para que puedas comprar un boleto de regreso a Inglaterra y…

    —¿Ya no quieres que vaya contigo? —preguntó Harry, por un momento pensó en recoger la toalla del piso y cubrirse nuevamente, pero no quería que Draco pensara que todo era en vano, así que puso mucha fuerza de voluntad en quedarse quieto.

    —Eso es irrelevante, el punto aquí es lo que te estoy obligando a hacer. En verdad quiero que permanezcas bien, que no caigas de nuevo, pero…

    —No me estás obligando —interrumpió Harry, asombrado de sí mismo, unos días antes había esperado esa declaración con ansías, sin embargo en ese momento sólo era capaz de pensar que no quería que Malfoy se alejara de él, que no apartara esa sensación de cuidado y cariño que estaba aprendiendo a relacionar con él.

    —Ambos sabemos que no estás aquí porque quieres.

    —Sí, pero yo… yo pensé que tú habías dicho que no me dejarías hasta que estuviera bien y…

    —Y lo he intentado, pero ya lo dijiste, no soy quien para…

    —Lamento haber dicho eso —le atajó Harry, recobrando poco a poco la fuerza para hablar con decisión —, lamento ser lo que soy, pero lo cierto es que sólo tú ha conseguido que me quede limpio durante tanto tiempo, sólo tú eres capaz de hacer que no quiera ir a drogarme, de perseguirme y tratar de mantenerme a raya, y ya sé que soy mal compañero, y que muchas veces digo cosas que no tienen sentido y que ando enojado… quisiera no andar así, quisiera ser como era antes, cuando no dejaba que las cosas malas oscurecieran por completo mi vida, pero llegó el punto en que todo lo malo cubrió lo bueno y desde entonces no sé… —Harry se retorció las manos y negó con la cabeza, dando una patada en el suelo —¡Mierda! De verdad quisiera saber cómo hacerlo, en serio, quisiera saber cómo hacer para no sentirme así… ¡y lo intento! Dios sabe que lo intento, pero no puedo… y nunca había esperado que te rindieras conmigo… cierto que muchos se han rendido conmigo, que los he lastimado tanto que ya no quieren estar cerca de mí, pero pensé que tú eras de los que no… —su monólogo sin sentido se vio interrumpido por unos brazos jalándolo y apretándolo, presionándolo mientras unas manos acariciaban con cariño su espalda, sintió un escalofrío cuando esos dedos rozaron la cicatriz que había quedado en su espalda, pero aún así se trató de relajar, apoyando la cabeza en el hombro de Malfoy y sujetándolo de los costados de su camiseta.

    —Respira, Potter, respira —susurró Draco, no era experto, pero si antes había sentido que probablemente Potter había estado cerca de un ataque de pánico, esta vez estaba seguro de que era inminente, y no era justo empujarlo a tanto.

    —Malfoy…

    —Cálmate… no lo dije en serio —mintió, no había esperado esa reacción en él.

    —Sé que no es cierto —negó Harry, sin apartarse de él y apretando más fuerte la camiseta de Draco, queriendo aferrarse a él y no soltarlo.

    —Pero he cambiado de opinión, ya sabes que soy así de sorprendente —quiso bromear Draco, sintió a Potter negar con la cabeza.

    —De verdad lo lamento, no quise…

    —De acuerdo —interrumpió Draco, apartándose de él un poco, para mirarlo a los ojos —empecemos el día de nuevo, ¿te parece?

    Harry inclinó un poco el rostro, mirándolo con curiosidad.

    —¿Qué te parece si terminas de vestirte y luego vamos a dar una vuelta por la playa, al fondo está el restaurante del hotel, es muy agradable, y podremos desayunar mientras vemos el mar. ¿Te gustaría?

    —¿Y luego? —preguntó Harry, temiendo aún que Malfoy lo dejara.

    —Y luego iremos al puerto, y ya veremos qué más, creo que este lugar me gusta para quedarme un par de días, solo descansando, antes de partir hacia Paris —continuó Draco, no entendiendo bien dónde había quedado toda su resolución de dejar a Potter, tal vez el verlo de esa manera lo había hecho darse cuenta de que no podía dejarlo solo, después de todo él lo había llevado hasta allí, y de alguna manera le había hecho creer que realmente podía ayudarlo, no era correcto dejarlo a la deriva en un momento así.

    Harry asintió lentamente, y entonces Draco se apartó de él y jaló una camiseta color rojo con la imagen de un león, similar a la de un logo de autos, del armario, y se la pasó.

    Harry miró la camiseta y luego a Draco, y sin pensar más, se la puso, se sintió extraño y casi desnudo, sin poder cubrir sus brazos. Como un auto reflejo, levantó sus brazos y los miró con atención, estaba tan seguro de poder ver allí las marcas, los puntos llenos de sangre y droga, los morados por las inyecciones anteriores…

    Draco lo observó de reojo y tiró de uno de sus brazos, sacándolo de sus pensamientos y haciéndolo apartar la vista de su escudriño.

    —Efectivamente, si hay alguien que puede llevar bien el rojo Gryffindor, eres tú —dijo con tono burlón.

    Harry lo miró sorprendido y luego asintió, mirando hacia su camiseta y alisándola con las manos, tratando de luchar con la sensación de que “algo” le faltaba, después de todo no podría jalar esas mangas cortas.

    —Ahora vamos, que el día parece estar bueno —animó Draco, abriendo la puerta e indicándole a Potter que saliera, ambos se encaminaron con lentitud por el camino de piedras que bordeaba la playa y los demás búngalos y que los llevaba hasta el comedor, mientras el sol, pese a ser temprano y el verano casi estar terminando, brillaba ya en todo lo alto.

    *O*O*O*



    Notas de la autora:

    1 Estatua de Silvio Brabo: El nombre de la ciudad proviene de la leyenda de Silvio Brabo, cuya estatua puede verse en Grote Markt (Plaza Mayor). La leyenda cuenta que un gigante llamado Druoon Antigoon habitaba el río, cobrando un peaje a los barcos que quisieran pasar. Si un barco no pagaba, el gigante cortaba la mano del capitán y la arrojaba al río Schelde (Río Escalda). Un día, un Centurión Romano, cansado ya, cortó la mano del gigante y también la lanzó. De ahí surge el nombre de Amberes (Antwerpen), Ant = Mano, Werpen = Lanzar. http : / / es . wikipedia . org / wiki / Amberes.

    Edited by Kari Tatsumi - 7/10/2013, 22:21
     
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    interesante muy interesante
    debo decirte que por un momento temi que enserio draco
    fuera adejar al pobrecillo potter abandonado
    pero regreso mmi alma al cuerpo cuando no fue asi
    hasta ahora creo que este a sido mi capitulo favorito ya que se asercaron mas
    eso es genial
    y espero ansiosamente el siguiente cap XD
    bueno bye bye
     
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  14. Kari Tatsumi
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    CAPÍTULO 9



    La sensación de vértigo era impresionante, el viento golpeaba su rostro y lo hacía sentir, de alguna manera, vivo y poderoso, mientras observaba la playa, la ciudad y las personas, pequeñitas desde esa altura.

    Sintió a su guía: Herb, tocarle el hombro un poco, era la señal de que pronto bajarían, resignado, asintió, era su segundo vuelo y sabía que no duraban mucho tiempo, pero aún así se sintió satisfecho y contento.

    Giraron un poco, descendiendo lentamente, mientras la playa se hacía mucho más grande y se podía ver ya los búngalos y todo el complejo hotelero. Aterrizaron sin problemas y se quedó quieto mientras Herb lo ayudaba a deshacerse del arnés y del mono que tenía que usar para volar, quedando únicamente en traje de baño.

    —¿Te la pasaste bien? —le preguntó Herb, mientras le entregaba a un asistente todo lo que habían usado.

    —Sí, genial, mañana lo repetiremos —asintió Draco.

    —Me parece bien, ojala puedas convencer a tu amigo de intentarlo también, seguro que le gustará.

    Draco puso los ojos en blanco, por más que Potter tratara de portarse mejor, no lo había podido convencer de subirse al parapente, argumentaba que era peligroso y que no le hacía gracia subirse a un armatoste del cual no tendría control. Draco también lo había pensado, pero considerando su condición, lo peor que podría pasar era que todo terminara mucho más rápido de lo esperado.

    —No lo creo, me parece que tiene algún tipo de fobia a las alturas y que no lo quiere reconocer —argumentó Draco, negando con la cabeza.

    —No hay nada peor que tener a una persona en las alturas y que empiece a tener un ataque de pánico —le comentó Herb, mientras ambos se encaminaban hacia los búngalos.

    —¿En serio? ¿Qué haces si algo así ocurre?

    —Tratar de bajar, o de dejarlo inconsciente —Herb soltó una risita —, depende del grado de pánico que tenga, pero no te preocupes, si tu amigo no quiere subir, no lo debes presionar.

    —No, presionarlo no funciona bien siempre —comentó Draco, más para él que para el guía, llegaron al punto en que se separarían y se despidió de él con un apretón de manos.

    —Te veo mañana entonces —aseguró Herb.

    —Sí, aunque esta tarde iremos a navegar… hay un paquete de buceo —explicó Draco.

    —Oh, es que esta tarde tengo libre, el tour lo harán otros guías.

    —Bueno, entonces te veo mañana al amanecer.

    —Sí, muchacho madrugador, al amanecer —asintió Herb, Draco sabía que era uno de los pocos huéspedes que pedía el vuelo en parapente al amanecer, pero había descubierto que le fascinaba ver cómo el cielo iba cambiando de color hasta clarear completamente, pese al frío de la mañana, era genial verlo.

    Caminó con lentitud por el pequeño camino que lo llevaba hasta donde su bungaló se ubicaba, pensando que verdaderamente ese era un lugar muy agradable, y aunque había pensado en un inicio quedarse sólo un par de días, su estancia iba ya por el cuarto día, y aún no estaba apurado por retomar el viaje; desde la distancia pudo ver a Potter, estaba en la terraza, sentado en la sombra, con una expresión concentrada, leyendo el libro que habían comprado unos días antes: “Los Miserables”, era un libro muy grueso, pero se notaba que lo había atrapado por completo, pues estaba a poco de terminarlo. Lo miró con atención, mientras con una mano sujetaba el libro y con la otra acomodaba sus gafas, que habían resbalado un poco, sonrió al ver sus brazos libres de esas estúpidas camisetas de mangas largas y no podía negar, ni dejar de sentirse orgulloso además, de que su expresión y su carácter había mejorado un poco desde “aquel incidente”, unos días antes.

    Harry suspiró, pensando que tal vez eso de la lectura –por lo cual molestaban a Hermione constantemente— no era tan malo en realidad, pues le permitía abstraerse de la realidad y transportarse a una completamente diferente. Miró hacia el cielo, hacia el grupo de parapentes coloridos que volaban en ese momento y pensó en Malfoy, se levantaba al amanecer para hacer ese vuelo, le extrañaba que le agarrara el gusto a un deporte muggle, considerando que ellos podían volar con escobas. Al menos no había sido muy insistente en querer hacerlo volar. Harry no estaba seguro de querer dejar que un extraño manipulara un vehículo de ese tipo, y para evitarse problemas prefería quedarse en tierra, leyendo y mirando de vez en cuando hacia el cielo, tratando de adivinar cuál de todos esos puntos coloridos sería el que Malfoy estaría usando.

    Inclinó un poco el rostro al notar a Malfoy volviendo ya y se apresuró en jalar el marcador de páginas y ponerlo en donde se había quedado, antes de cerrar el libro y ponerse en pie.

    —Hola, ¿qué tal tu vuelo? —preguntó Harry en cuanto Draco llegó a la terraza.

    —Muy bueno, la verdad. Entonces, ¿listo para desayunar? —propuso Draco, que ya sentía hambre, pues se levantaba muy temprano, pero no quería probar bocado hasta después del vuelo, sólo por si acaso.

    —Sí, ya —asintió Harry, se metió a la habitación para dejar el libro y jaló una camiseta del perchero, cuando salió a la terraza se la lanzó a Draco, que sonrió en agradecimiento.

    —¿Tienes planes para hoy? —preguntó Harry, ambos caminando hacia el comedor, y entonces Draco empezó a explicarle la idea de navegar en la tarde, como le dijo a Potter que no era necesario que se metiera al mar, éste aceptó complacido y ambos comenzaron a conversar sobre si verían los mismos peses que habían visto en Ámsterdam, unas semanas atrás.

    En el camino se cruzaron con Joseph, un chico al que había conocido la tarde anterior, cuando ambos se habían animado a ir hasta la orilla del mar a ver el ocaso.

    —Hey, chicos —saludó el chico con una inclinación de cabeza.

    —¿Qué tal? —preguntó Draco, siendo educado, y miró hacia Harry, sabiendo ya que la presencia de Joseph conseguiría hacerlo sonrojar.

    —Aquí… pasándola, los chicos del búngalo diez y las chicas del búngalo doce están pensando en salir a recorrer el muelle esta noche, beberemos algunas cervezas y escucharemos buena música, pensé que tal vez se animarían a venir.

    Harry, que se sentía algo incómodo en su presencia, desvió la mirada hacia el mar, tratando de relajarse y de que el calor que se había instalado en su rostro bajara un poco.

    —Tal vez nos demos una vuelta —aceptó Draco, casi suelta una carcajada cuando vio la expresión de terror en el rostro de Harry.

    —Genial… en el muelle, como a las diez —dijo el chico, antes de hacer un gesto con la cabeza y alejarse hasta su propio búngalo.

    Se sentaron en la misma mesa que habían ocupado los tres días anteriores, Herman, el mesero tan amable y sonriente que los atendía siempre, se les acercó ya con el desayuno en una gran bandeja, mientras les preguntaba educadamente qué tal se encontraban esa mañana.

    —¿En verdad irás hacia el muelle? —preguntó Harry, en cuanto Herman se alejó.

    —¿Eh? —preguntó Draco, pensando ya en la carta que le había escrito al medimago Marton la noche en que Harry había tenido ese casi ataque de pánico, le había costado mucho conseguir la ubicación de un punto mágico, había esperado a que la noche llegara y que Potter se quedara dormido para arriesgarse a salir, regresó en la madrugada y aparentemente el chico no se había dado cuenta de nada.

    —Lo que dijo Joseph, del muelle, en la noche.

    —Ah… ¿Tú quieres ir?

    —No —negó rápidamente Harry —, pero eso no significa que tú no vayas, es decir, seguramente te aburres por las noches, yo tengo aún un poco que leer, en cambio tú…

    —Yo estoy bien, simplemente estoy descansando, se siente muy bien, ¿sabes?

    Y Harry le dio la razón, ahora él lucía mejor, su piel tenía mejor color y no lo había escuchado quejarse de dolores de cabeza, ni visto temblar, como en otras ocasiones; tal vez era que las cosas entre ellos estaban medianamente mejor, cierto que en algunos momentos aún se sentía demasiado destrozado como para intentar salir adelante, pero al menos ya no había sentido la necesidad imperiosa de salir en busca de “algo” que lo pudiera tranquilizar, o rabia canalizada hacia Malfoy.

    —Sólo decía que no te debes quedar encerrado si no quieres —se encogió de hombros Harry.

    —Ni tú tampoco —rebatió Draco, dejando el vaso con jugo de naranja sobre la mesa e inclinándose un poco más hacia el frente, para estar más cerca de Harry.

    —¿Qué? —preguntó extrañado Harry.

    —Es obvio que la invitación no era con la intención de que yo fuera, le gustas un poco a Joseph, y es a ti a quien quiere ver en la noche… ya sabes, pasar un rato juntos, divertirse…

    —Beberán cerveza —criticó Harry rápidamente.

    —Ellos beberán cerveza, tú no tienes que hacerlo, eso pondría a prueba tu fuerza de voluntad, te podrás demostrar lo mucho que has avanzado… y quién sabe, tal vez convenzas a Joseph de ir temprano a la cama —agregó, arqueando una ceja y consiguiendo un simpático color rosado en las mejillas de Potter.

    —No creo estar listo… no me gusta Joseph tampoco y no… —Harry tomó una bocanada de aire y negó con la cabeza. —No quiero, eso es todo.

    Draco pensó en meterse un poco más con él, pero luego se abstuvo, el que las cosas estuvieran yendo bien entre ellos al fin no era razón para tensarlas más, y además Potter tenía razón, tal vez no estaba listo, aunque pensaba vigilarlo de cerca, no quería empujarlo a una situación en la que tuviera que poner a prueba su dominio y perdiera.

    —Bueno, tienes razón, pero quiero aclararte algo, si es que tú quieres, ahora, o cuando quieras, ya sabes… pasar la noche con alguien, no tienes que preocuparte, al contrario, yo te animo.

    Harry entrecerró los ojos y miró hacia el océano, tranquilo y calmado, y negó con la cabeza. ¿Cómo decirle a Malfoy que en realidad no sentía siquiera un poco de ganas de tener sexo con nadie? Que entre todo lo que había dentro de su cabeza, el sexo era un tema olvidado, que lo más cercano a un poco de deseo que había sentido, había sido cuando lo había abrazado en la habitación unos días antes, y claro que entendía que no había sido la intención de Malfoy excitarlo, pensaba que simplemente había sido la falta de contacto íntimo lo que había estremecido su piel de esa manera.

    —Y no te devanes la cabeza pensando en eso —continuó Draco, un poco más serio ya —, entiendo que tal vez no estés preparado para eso ahora, pero cuando suceda…

    —Ya… yo, creo que… —Harry negó con la cabeza y deseó meterse bajo la mesa, o poder ocultarse en algún lugar —simplemente no se me apetece, ni con Joseph ni con nadie.

    Draco sonrió un poco, tratando de transmitir confianza, y asintió nuevamente.

    —Vaya lugar y hora para tener una charla acerca de sexo —exclamó.

    Harry bufó y se metió una tostada a la boca, mientras negaba con la cabeza y recordaba a aquel chico que se les había acercado en el restaurante: Mark, al que Draco había llamado demasiado dominante para su gusto.

    —Tú dijiste que no te gustaban los dominantes —soltó, mientras Draco daba un sorbo a su jugo de naranja, casi se ahoga con su jugo y Harry no pudo negar que disfrutó haberlo pescado con la guardia baja.

    —¡Potter! —exclamó Draco, medio avergonzado y medio divertido —pensé que al haber dicho que no era el momento de tener este tipo de charlas dejaba por sentado que pasaríamos a otro tema.

    —Yo sólo lo recordé.

    —Pues es cierto, no me gustan.

    —¿Por qué? —preguntó Harry, dejando una cuarta parte de su desayuno, Draco notó que su apetito aunque iba mejorando, lo hacía con lentitud, se dijo que tenía que sentirse aliviado de que al menos no hubiera dejado de comer ni adelgazado más aún.

    —Porque no.

    —Vaya… esa es la respuesta que tienes a todo: porque sí y porque no.

    Draco entrecerró los ojos, preguntándose cuándo el molestar un poco a Potter se había puesto en su contra y negó con la cabeza.

    —No le cedo el control a nadie.

    —Puedes tener el control siempre, desde cualquiera de las dos posiciones —rebatió Harry rápidamente, sinceramente se sentía un poco más curioso respecto al tema de Malfoy y el sexo.

    —No tengo nada contra los pasivos, al contrario, me caen muy bien —explicó Draco, y pasó por alto el bufido de Potter —, pero no creo poder tener la confianza como para dejar que alguien más… ya sabes…

    —Es decir que tú no… ¿nunca?

    —Potter, realmente te estás volviendo insolente —criticó Draco, sintiéndose ya un poco incómodo por la conversación.

    —Lo lamento —se disculpó sinceramente Harry —, fuiste tú el que empezó con el tema y…

    —No, nunca, ¿contento?

    —Difícilmente podría estar contento por eso —aclaró Harry, con voz calmada —, es tu forma de ser, supongo, pero creo que tal vez deberías intentarlo alguna vez, sólo para afirmar con pruebas que te gusta o no hacerlo.

    Draco bufó y negó con la cabeza, y por suerte el mesero apareció para llevarse los platos ya vacíos, dando por terminada la conversación.

    *O*O*O*



    Harry giró el cuello de un lado a otro e inconscientemente se acarició el brazo, mientras veía al fondo un grupo de chicos y chicas, sentados sobre el muelle, bebiendo y riendo. La música estaba lo suficientemente fuerte como para escucharla desde esa distancia.

    —No tenemos que ir, Potter —advirtió Draco nuevamente, era la tercera, o quizá cuarta vez que lo repetía, desde que habían salido de la habitación.

    —Parece que se la están pasando bien, me gustaría que te divirtieras.

    —No necesito un grupo de bulliciosos muggles para divertirme —respondió Draco, mirando hacia el lado opuesto del muelle, donde un pequeño boulevard de restaurantes iluminaba la playa.

    —Ya… —Harry miró hacia Draco y luego hacia el boulevard y negó con la cabeza —, lo siento, no creo ser capaz de estar rodeado de tanta gente —dijo en susurro.

    —¿Qué tal si vamos a comer algo y tomar una cerveza? Conozco un hechizo para quitarle alcohol a la cerveza.

    —También venden cervezas sin alcohol —meditó Harry, mientras lo seguía hacia el boulevard, alejándose del muelle y la bulla.

    —¿Y son ricas?

    —No lo sé —negó Harry —, pero será más fácil que intentar invocar un hechizo en medio de un lugar muggle.

    —Tienes un buen punto.

    Ambos se metieron a un restaurante pequeño, con luz tenue en el interior, pese a que el exterior iluminaba hasta casi la orilla, y con mesas de madera rústica, como trozos destrozados de botes que habían acomodado para darle la forma de sillas y mesas.

    Ordenaron una gran pizza y dos cervezas sin alcohol, Draco dijo que no tenía ganas de beber cerveza real, y que por lo pronto probar la cerveza sin alcohol no era mala idea.

    Como ocurría normalmente, se quedaron en silencio por un largo rato, mientras les traían la orden, era extraño que a veces pudieran desarrollar un grado de intimidad tal como para hablar de sexo o abrazarse en momentos de pánico, pero que no consiguieran hablar en una comida común y corriente.

    Luego de un momento más, mientras les traían ya su orden, empezaron a comentar acerca del paseo que habían dado esa tarde, al final Harry se había animado, por insistencia de Malfoy, en meterse al agua con el grupo de turistas y los tres guías, y había sido bastante interesante, habían podido ver muchos peces multicolores de cerca e incluso tocar algunos.

    —Creo que pasado mañana podremos partir a Paris —dijo Draco, tomando la última tajada de pizza, y pensando que Potter había comido bastante también, lo cual era algo que lo hacía sentir contento.

    —¿Qué planeas hacer luego de Paris?

    —No lo sé… Recorrer Francia, España, ¿llegar a África?

    —África… eso es lejos.

    —Me alegra saber que tus conocimientos en geografía van aumentando —comentó Draco, aunque dudaba mucho que pudiera llegar tan lejos realmente.

    —¿Y qué pasará cuando vuelvas a casa? —preguntó Harry, obviando el comentario de Malfoy y dándole un sorbo más a su cerveza sin alcohol, la cual, debía ser sincero, no sabía tan mal como había esperado.

    Draco parpadeó confuso, ¿qué pasaría cuando llegar a casa? Tal vez decidía no llegar más, sabía que en la Mansión había un árbol genealógico, todas las familias de sangre pura lo tenían, y éste les avisaría que había muerto, luego no sería difícil para su padre ubicar su cuerpo y llevarlo a casa, pero entonces sería un cuerpo vacío, él ya no estaría allí, él habría… partido.

    —No te esfuerces, no es necesario que me cuentes —continuó Harry, mirando dudoso hacia Malfoy —, yo tampoco sé que haré al regresar… —suspiró lentamente y se dejó caer hacia atrás, apoyándose completamente en la silla —, a veces pienso que es mejor no regresar, no tengo ya nada por qué hacerlo, después de todo.

    —No digas tonterías, Potter, y siéntate bien —reprendió Draco —, pareces un niño.

    Harry negó con la cabeza y se acomodó sobre la silla.

    —Pobre de tus hijos, si es que alguna vez los tienes, claro, ya los veo comportándose igual de estirados que tú en la escuela.

    —El comportarse adecuadamente no es comportarse de manera estirada —refutó Draco, mientras levantaba la mano para pedir la cuenta, negándose a pensar en sus hijos.

    Aún era temprano, y decidieron recorrer el boulevard para estirar las piernas, antes de volver al hotel, lo hacían a pasos lentos, escuchando la música que salía de alguno de los locales y cruzándose con grupos de chicos y chicas que sonreían contentos, disfrutando de las últimas semanas de verano.

    —¿Por qué dices que no tienes porqué volver a casa? —preguntó Draco, mirando de reojo a Potter, esperando que la conversación no se pusiera tensa.

    Harry se encogió de hombros y observó hacia un perro negro, que estaba de pie, al final del boulevard, mirando alrededor, como si estuviera extraviado.

    —No tengo razones para volver porque… no tengo amigos, familia, ni nadie que me extrañe allí, tal vez estar en otro sitio sea mejor, sería un empezar de nuevo.

    —Vamos, Potter, estás pecando de modesto —negó Draco, mientras se detenía junto a Harry, delante del enorme perro negro —, estoy seguro que tus amigos están preocupados por ti, no creo que te hayan dejado suelto mucho tiempo.

    Harry se inclinó un poco, mientras el enorme animal agitaba su cola y se movía hacia él, agachando la cabeza lo suficiente para dejarse acariciar.

    —¡Hey! —exclamó Draco, algo asombrado de ver a Potter acariciar al animal —, ese no es tu perro.

    —Ya, ¿y? —preguntó Harry, arrodillándose completamente y acariciándole el rostro, mientras el animal parecía deshacerse bajo sus toques —Eso es, bonito, ¿te gusta, no? —preguntó hacia el perro, mientras éste se dejaba caer con la panza hacia arriba, dispuesto a tener más caricias.

    —¡Merlín y Morgana! —chilló Draco, apartándose un poco de él, no le gustaban mucho los perros, o los animales en general, y menos estar cerca de uno que probablemente tenía dueño y quizá uno no muy amistoso.

    —Ya, no seas tan dramático —suspiró Harry, dándole un último golpe en la cabeza al animal antes de ponerse en pie —, sólo es un perro.

    —Un perro que no es tuyo —aclaró Draco, mientras tiraba de él para que se alejasen y caminasen de vuelta al hotel.

    —Adiós, amigo —dijo Harry, antes de dejarse arrastrar por Malfoy, alejándose del animal.

    —Esa medalla que tienes siempre contigo… —empezó a comentar Malfoy, cuando ya habían avanzado unos cuantos metros.

    —Ah… la medalla —interrumpió Harry, sacándola fuera de la camiseta y levantándola un poco para verla.

    —¿Es la de la guerra? Pensé que tendría hechizos de ubicación y todo eso… que tus amigos te podrían encontrar o algo así.

    —Sí, la medalla de la guerra los tiene, entre otras cosas —asintió Harry, sintiéndose algo triste y escondiendo la medalla nuevamente dentro de la camiseta —, esta es una copia, la hice yo; aún así no me la he podido quitar.

    —¿Y la original está guardada en tu cámara de Gringotts?

    —No, en la de Hermione —aclaró Harry, frunciendo el ceño y recordando ese bochornoso incidente.

    —Oh…

    Harry miró hacia Malfoy y negó con la cabeza.

    —La tiene guardada para evitar que la venda —susurró, avergonzándose por ello.

    —¿Venderla? ¿Cuánto pagarían por ella?

    —Yo sólo saqué droga suficiente para cinco días —continuó Harry, notando la forma en que Malfoy lo miraba.

    Draco no esperaba una confesión, ni que las revelaciones acerca de las cosas que habían llevado a Potter a ese punto continuaran luego del otro día, pero si él quería hablar, no se lo iba a impedir, así que asintió, tratando de lucir abierto y dispuesto a que continuar.

    —Fue hace más de un año… no recuerdo exactamente cuándo… muchas veces no logró conectar bien las fechas y los tiempos —negó con la cabeza —, en fin, Ron y Hermione estaban tras de mí en ese entonces, y me encontraron como una semana después de que les perdí el rastro, estaban furiosos, y cuando descubrieron que vendí la medalla, Hermione invocó los hechizos de ubicación y fue por ella, junto con Ron, y cuando volvieron me dijeron que habían tenido que pagar mucho oro por ella, y que era vergonzoso la clase de “amigos” que tenía.

    —Oh… me lo imagino —dijo Draco, sólo por llenar el vacío que el silencio había dejado.

    Harry lo miró una vez más y comprendió.

    —Claro, tú ya has visto a alguno de ellos… bueno, hice una copia de la medalla original, porque me sentía raro sin ella, y luego ella la guardó en su cámara de Gringotts, dijo que era lo mejor, que alejaría tentaciones de mí.

    —Es cierto —asintió Draco.

    —¿Tienes cigarros?, por favor.

    —Claro —Draco extendió el paquete de cigarros y el encendedor muggle y observó a Harry aspirar profundamente, su mirada se había tornado muy triste.

    —¿Hace cuánto que no los ves? —preguntó un momento después.

    —Más de un año, esa fue una de las últimas veces que los vi —Harry negó nuevamente con la cabeza y dio otra calada al cigarro —. ¿Recuerdas que dije que ya antes había robado?

    —Sí.

    —Pues fue a ellos, entre otros… me llevé muchas cosas de su casa, ellos pensaban que me estaba recuperando, que estaría bien, no era la primera vez que me encontraban y me trataban de curar, había estado ya en rehabilitación antes, en un sitio muggle que ellos escogieron para evitar que la prensa mágica se enterase, pero esta vez querían hacerlo ellos mismos, aduciendo que los lugares muggles no funcionaban bien. No sé si se les ocurrió antes hacer un hechizo de rastreo como el tuyo, si lo hubieran hecho no me les hubiera escapado… —suspiró lentamente, pensando en sus amigos y preguntándose qué sería de ellos —. Me llevé muchas cosas de su casa y dejé todo lo mío allí, de tal forma que les fuera difícil ubicarme, luego de eso compré el apartamento en Bristol, con lo poco de oro que me quedaba en mi cámara, la cual clausuré, y desparecí completamente del mundo mágico… encontré lugares y amigos muggles que me podían proveer de droga y no los volví a ver… Ni siquiera sé si me siguen buscando.

    —De seguro que sí —afirmó Draco, pensando que eso era precisamente lo que Harry quería escuchar —, no creo que se den por vencidos tan fácilmente.

    —Por mucho tiempo ni siquiera usé mi varita, para que no pudieran rastrear mi magia… Realmente espero que no me estén buscando, que me hayan olvidado.

    —Vamos —animó Draco, pasando una brazo por sobre sus hombros —, sabes que eso no es cierto, que no es lo quieres, ni lo que ellos harían, cuando vuelvas a Inglaterra los podrás buscar, les dirás y demostrarás que estás muy bien ahora y empezarás de nuevo, buscarás qué hacer, un trabajo, o algo que estudiar y todo irá de maravilla.

    —Qué fácil suena…

    —Nadie dijo que sería fácil, pero… —se interrumpió cuando “algo” rozó sus piernas, haciéndolo apartarse de Harry de un salto.

    Entre ellos, agitando nuevamente la cola estaba aquel perro enorme y negro que Harry había acariciado mucho rato atrás, los miraba expectante, parecía incluso feliz.

    —Hey, ¿qué haces aquí? —preguntó Harry, agachándose para acariciarlo y de paso buscar la medalla con forma de hueso que había visto cuando lo había acariciado.

    —Claro, anímalo a que se quede —bufó Draco, retrocediendo unos cuantos pasos y alejándose de él.

    —Estoy buscando esto —explicó Harry, jalando un poco la medalla mientras hacía que el perro se volviera a caer con la panza arriba, seguramente esperando más caricias.

    —¿Y qué es eso?

    —Su nombre, supuestamente debería estar su nombre y la dirección de su dueño, ¿qué nunca viste un perro?

    —No me gustan los animales —respondió, inclinándose para ver lo que Potter trataba de leer y recordando a los pavos albinos.

    —A ver… tu nombre —susurró Harry, inclinándose más hacia la medalla, al igual que Draco.

    —Tobby —leyó Draco en voz alta, y entonces el perro ladró, lo que hizo que Draco cayera hacia atrás, sobre su culo y en una forma muy indigna.

    El perro ladró nuevamente, lanzándose sobre Draco antes de que Harry pudiera detenerlo, dándole un largo lengüetazo en la mejilla, mientras éste trataba de apartarlo, haciendo ruidos que Harry jamás pensó que un Malfoy podría emitir.

    —Perro —gruñó Draco, tratando de apartarlo, aunque era bastante pesado como para lograrlo, peor aún en esa incómoda posición —. Tobby —jadeó y fue recompensado con otro lengüetazo más, que lo hizo chillar, asqueado al sentir la tibia saliva del animal sobre su rostro, y entonces pasó lo que jamás pensó que pasaría, al inicio no se dio cuenta, o no lo entendió, hasta que giró el rostro lo suficiente, pudiendo mantener más o menos a raya al animal: Potter estaba riendo, no era una sonrisa –una que tampoco había visto—, no, se trataba de carcajadas, carcajada tras carcajada, y parecían incontenibles.

    Harry se dejó caer sobre sus rodillas y se apretó el estómago, imposible ya de parar, mientras reía divertido de Malfoy y sus chillidos por el ataque del pobre perro que sólo quería ser cariñoso con él.

    —¿Te estás…? —jadeó Draco, mientras Tobby parecía haberse aburrido de él y retrocedía un poco, observando a Harry, casi estaba seguro, con la misma alegría que él sentía.

    —Lo siento —resopló Harry, aunque no había forma de que se detuviera —… es que…— tomó una bocanada de aire, tratando de calmarse —tú… el perro…

    Draco arqueó una ceja y miró hacia Tobby, que agitaba la cola de un lado a otro y jadeaba, con la lengua afuera, mientras observaba a Harry, como si se tratara de algo muy interesante. Realmente Draco tenía que admitir que sí era algo interesante, y antes de darse cuenta, empezó a reír también, no porque encontrara graciosa la situación de ser atacado por un perro gigante, sino porque Harry estaba riendo, allí, apoyado sobre la arena, tomando su estómago con fuerza, y tenía que reconocer que no había escuchado una carcajada tan contagiosa y honesta en mucho tiempo.

    Harry finalmente se inclinó hacia delante, pensando que tal vez los músculos de su abdomen terminarían seriamente dañados, suspirando de manera satisfecha, hacía tanto que no sentía nada satisfactorio…

    —¡Potter! —protestó Draco, limpiando su rostro con un pañuelo y aún riendo —no es tan gracioso.

    —Es que tú no viste tu cara —se defendió Harry, poniéndose al fin en pie y ofreciéndole la mano a Malfoy para ayudarlo.

    —Es imposible que haya visto mi cara, estaba ocupado tratando de detener el ataque del “Señor Babas”

    —Se llama Tobby —informó Harry, como si aquello fuera lo más obvio del mundo.

    Draco lo miró por un momento más, sus ojos aún brillaban y la sonrisa de su rostro no se había borrado, visto así, Harry lucía mucho mejor que triste o abatido, mucho mejor de lo que jamás había pensado verlo. Negó con la cabeza y suspiró.

    —Espero que al menos hayas visto la dirección —dijo al fin, mientras miraba alrededor y sacaba la varita para limpiar los rastros de arena de ambos.

    —No, pero puedo intentarlo de nuevo —respondió Harry, recordando que apenas había podido leer el nombre —, pero creo que tú le caes mejor que yo.

    —Imposible, no le gusto a los animales.

    —Ya… —Harry soltó una risita, y Draco se preguntó si es que sería tan malo acostumbrarse a las bromas a costa de él, con tal de escucharlo reír más —, ¿algún animal te dijo alguna vez que no le simpatizabas?

    —Por supuesto que no —negó Draco, pensando en lo ridículo de aquella declaración, pero, ¿acaso no era ridícula toda esa situación? —; aunque una vez los pavos albinos de mi padre me atacaron, y eso era porque no les caía bien.

    Harry detuvo su sonrisa y lo miró asombrado.

    —¿Te atacaron unos pavos albinos?, ¿qué era, toda una legión?

    —Estoy seguro de que esa no es la forma de denominar a los grupos de pavos, pero sí, eran muchos. Y no cambies el tema, ¿debemos dejar este…?

    —Tobby —corrigió Harry, el perro ladró nuevamente e instintivamente Draco dio un paso hacia atrás, mientras Harry volvía a sonreír.

    —Lo que sea, ¿debemos dejarlo en su casa?

    —No lo sé, por lo general ellos vuelven solos.

    —Ah… no me digas ¿le caes bien a los animales?

    —No lo sé, no he tenido muchas conversaciones con ellos.

    —Oh, qué gracioso —masculló Draco.

    —No seas quejón, vamos al hotel, seguro se cansará de seguirnos y luego volverá a su casa, y no te preocupes, si te trata de atacar de nuevo, yo te protegeré.

    Draco le dio una mirada resentida, pensando en si es que había pasado algo extraordinario en los últimos quince minutos que él no había notado y el Potter que lo acompañaba había sido reemplazado por el original.

    *O*O*O*



    Tobby, pese a los pronósticos de Harry, no se fue, los siguió hasta el bungaló, y se instaló en la terraza, acostado sobre sus patas, y mirándolos fijamente, como pidiéndoles que lo dejaran entrar.

    Draco se hizo el desentendido por mucho rato, e incluso se metió a la habitación, advirtiéndole a Potter que no le diera más confianzas al perro y lo mandara de regreso a su casa, pero una hora después, cuando ya estaba listo para dormir Potter aún no había vuelto a la habitación. Suspiró vencido y salió a la terraza, Tobby estaba sentado y mirando hacia el mar, Harry estaba también sentado en el piso, casi apoyado sobre él, acariciándole la cabeza con cariño.

    —Potter —gruñó, y cuando Harry volteó, lo miró de manera algo temerosa, pensando en que tal vez el buen momento se había terminado.

    Draco suspiró nuevamente y caminó hacia ellos, sentándose al otro lado de Tobby y procurando no sentirse tenso ante la posibilidad de que el tan cariñoso animal brincara nuevamente sobre él.

    —Sabes que debe tener un dueño —dijo simplemente.

    —Sí, hay una dirección en su collar, pero no sé…

    —Hagamos algo —interrumpió Draco, sintiéndose culpable por quitarle a Potter algo que aparentemente lo ponía de buen humor —, dejémoslo entrar, mañana buscaremos la dirección y lo llevaremos de vuelta a su dueño, seguramente que en su casa deben estar preocupados.

    —¿Lo dejarás dormir dentro? —preguntó Harry hacia él, mientras Tobby movía la cabeza de un lado al otro, como si siguiera su conversación.

    —Claro, ¿no pensabas dejarlo fuera toda la noche? Le puede dar frío.

    Y entonces otra carcajada se dejó escuchar, Draco parpadeó confuso, empezando a creer que lo único que hacía reír a Potter era burlarse de él.

    —No se congelan, por lo menos no él y aquí, pero será genial que duerma dentro —agregó, poniéndose en pie e indicándole al perro que entrara antes de que Malfoy se arrepintiera.

    Aquella noche, Draco no durmió bien, algo intranquilo con la presencia del animal, que se instaló entre la cama de ambos, recostado sobre sus patas, luego de dar unas cuantas vueltas sobre la alfombra, resoplaba y hasta roncaba, y Draco no sabía si es que no los atacaría mientras ambos estuvieran con la guardia baja.

    A la mañana siguiente Draco tuvo que explicarles a los del hotel que el perro los había seguido y que no se habían podido librar de él, pero que si les brindaban un mapa podrían llevarlo a casa ese mismo día.

    —Al menos dijeron que no había problemas con las mascotas mientras no destrocen nada —comentó Harry, de manera nerviosa, ya subido en el auto de Draco, en el asiento de atrás, ocupándolo casi todo, estaba Tobby, parecía contento con la perspectiva de un viaje.

    —No me molesta que se haya quedado —tranquilizó Draco, imaginando que Potter se empezaba a sentir algo culpable —y podré anotar esto en mi libro de la vida: “Hoy un perro me atacó”, a ver qué propone.

    —Diario, querrás decir —corrigió Harry, mirando hacia el perro un instante, antes de desviar la mirada hacia el camino, mientras se alejaban del grupo de bungalós y los muelles y se metían en la ciudad, tenía un mapa extendido sobre las piernas y Draco había trazado con una lapicera el camino que debían seguir.

    —Libro de la vida —rebatió Draco, recordando que llevaba mucho tiempo ya sin verlo, desde que había tropezado con Potter, tal vez si hubiera escrito ese acontecimiento allí, le habría dicho algo como: “corre en la dirección contraria”

    —¿Qué?

    —¿No conoces los libros de la vida?

    —No… ¿así se llaman?

    —Ah… Potter —suspiró Draco, no pudiendo dejar de encontrar divertida la situación, y mientras avanzaban lentamente por las soleadas calles de Ostende, le fue explicando la tradición de dar un libro de ese tipo al heredero Malfoy, para ayudarlo a tomar mejores decisiones, al menos en el tema de negocios y estudios.

    —Pero… ¿eso dirige tu vida?

    —Claro que no, sólo negocios, y te da consejos, no tienes que hacerle caso, aunque es mejor que sí.

    —Es raro.

    —Es raro que no tengas uno —rebatió Draco. Harry negó con la cabeza y arrugó un poco la nariz.

    —Esta es la calle.

    —A ver, número cincuenta y siete —murmuró Draco, aminorando más la marcha y mirando la numeración, Tobby, detrás de ellos, comenzó a agitarse y a ladrar.

    —Hey, ¿qué te pasa? —preguntó Harry.

    —¿Crees que te contestará? —se burló Draco, pensando que al menos le tocaría un poco de bromas también, ya que Harry se había reído tanto de él la noche anterior, sonrió recordando nuevamente esa risa, tal vez debería darle un premio al perro por haber logrado eso.

    —Pues sí, lo estoy calmando y sus reacciones dirán que me entiende —replicó Harry, soltando el cinturón de seguridad y volteando para acariciarlo.

    —Estoy seguro de que eso está prohibido —criticó Draco, mientras se detenía delante de una casa que ponía el nombre de “Thompson” y que parecía algo abandonada.

    —¿Aquí es? —preguntó Harry, mirando hacia la casa, Tobby ladró nuevamente y se lanzó hacia adelante, dispuesto a bajar.

    —Creo que te está contestando —río Draco, abriendo la puerta para salir y de paso dejar salir al animal.

    Harry bajó, algo inseguro por el lugar tan poco cuidado y caminó junto a Draco por el camino de piedras, mientras el perro los seguía de cerca, extrañamente silencioso.

    Tocaron la puerta por varios minutos, pero nada ocurrió.

    —Tal vez salieron a comprar —suspiró Harry, mientras se sentaba en el borde de la acera, el perro se sentó a su lado y lanzó un aullido, levantando el rostro. Harry abrió los ojos con asombro, y se iba a girar a decirle a Draco su deducción, cuando una pareja bastante joven se acercó a ellos.

    —Hola, ¿buscan al señor Thompson? —saludó la mujer, con una inclinación de cabeza y en francés.

    —Hola —Draco arrugó un poco la nariz, no le gustaba mucho expresarse en idiomas que Potter no entendía —Sí, creo que encontramos a su perro.

    —Malfoy…

    —Preguntan si estamos buscando al señor Thompson —explicó Draco, girando hacia él, que ya se ponía de pie para alcanzarlo, el perro se había quedado al borde de la vereda, con expresión triste.

    —Es que… —intentó explicar Harry, pero la chica, al parecer se le adelantó.

    —Él murió hace dos semanas —informó la mujer con pena.

    —¿Murió? —preguntó Draco, indeciso, tal vez estaba entendiendo mal —¿falleció?

    —Sí, estaba enfermo… Matt… —dijo la chica mirando a su pareja, que asintió con aire compungido.

    —Así es —explicó el hombre en inglés marcado —falleció hace dos semanas, estaba enfermo, tenía cáncer.

    —Cáncer —masculló Draco.

    —El perro siempre estaba con él, no tenía más familia, cuando murió tardamos dos días en encontrarlo, lo estuvo cuidando, pero ahora no hay quien se haga cargo del animal, el día que recogieron el cadáver del señor Thompson, huyó —el hombre miró de reojo al perro y negó con la cabeza —, lo lamento, es que ya sabe cómo es la ley, si nadie lo reclama lo llevarán a la perrera y… —se encogió de hombros, dándole a entender que todos sabían lo que pasaba cuando los llevaban a la perrera, sólo que Draco no sabía qué pasaba cuando los llevaban allí.

    —De acuerdo, gracias por su información —se adelantó Harry, antes de que Draco pudiera preguntar nada más, Draco lo miró confuso, Harry por lo general era algo más tímido.

    —Potter…

    —Vamos, ya nadie vive aquí —le dijo a Draco, esperando que captara su mirada.

    Draco entrecerró los ojos y asintió, ambos se despidieron de la pareja y caminaron lentamente hacia el auto, el perro dio una mirada más a la casa, antes de seguirlos.

    —No entiendo —comentó Draco, apoyándose sobre el auto, Tobby se pegó a él y se sentó sobre sus cuartos traseros.

    —La perrera —suspiró Harry —¿no las conoces?

    —No

    —Si no lo adoptan en un tiempo determinado… —bajó un poco el volumen de su voz, como si quisiera evitar que Tobby los escuchara, lo cual le pareció gracioso a Draco —los ponen a dormir.

    La media sonrisa de Draco se borró de su rostro, mientras miraba al animal.

    —¿Dormir?

    —Con una inyección, ¿me entiendes, verdad?

    —¿Y entonces…? —Draco negó con la cabeza.

    —No puedes dejar que lo lleven a la perrera.

    —Lo pueden adoptar.

    —Es muy grande para que lo adopten, debe tener un par de años, quizá tres…

    —Tal vez en una tienda de mascotas… —razonó Draco.

    —¡No lo venderemos! —exclamó Harry, horrorizado.

    —No seas tonto, Potter, no lo venderemos, lo podemos dar para que… —se detuvo, ¿para que ellos lo vendan?, ¿a quien lo venderían?, ¿qué pasaba si no lo vendían y sólo les generaba gastos?

    Harry suspiró, vencido y negó con la cabeza, inclinándose para acariciar nuevamente al perro.

    Draco se quedó quieto por un rato, observando a Potter y al perro, que respondía a sus caricias, y se sintió peor, ¿ahora tenían que preocuparse por un perro también? A ese paso su auto quedaría pequeño para albergar a todos los seres vivientes necesitados de cuidado.

    Pero, Potter se veía tan bien con el animal…

    Negó con la cabeza, pensando que definitivamente estaba perdiendo la cabeza, cosa poco rara, considerando su condición.

    —De acuerdo, súbelo al auto, buscaremos a un veterinario.

    —¿Qué es lo que harás?

    —Ponerlo a dormir, definitivamente no, pero al menos que alguien que sepa nos diga que está sano y qué podemos hacer con él.

    Encontraron una clínica veterinaria a veinte minutos de la casa del señor Thompson, aguardaron en una sala pequeña, llena de personas con gatos, loros y perros, hasta que los llamaron.

    La doctora Vilvard les dijo que el perro tenía tres años y medio, aproximadamente, que no tenía ninguna enfermedad y que estaba en perfecto estado, les recomendó ponerle una correa si es que lo querían sacar a la calle, pues por ley no podían llevarlo suelto.

    —¿Y ahora qué? —preguntó Harry, ansioso, luego de que Malfoy le tradujera el diagnóstico.

    Draco entonces le explicó rápidamente el problema a la mujer, que lo escuchó con paciencia, asintiendo.

    —Bueno, aparentemente se lleva bien con su novio.

    —No es… —Draco negó con la cabeza, aparentemente era imposible que alguien creyera que no eran novios, y no tenía ganas de dar más explicaciones.

    —Podrían adoptarlo, pero ¿no son de aquí, cierto?

    —No, estamos viajando por Europa, en auto —explicó Draco.

    —Oh… —la mujer negó con la cabeza y miró nuevamente al perro, que parecía enamorar a todos los que se le acercaban, pues lo acarició un momento antes de continuar —, es una pena, parece buen perro…

    —No queremos dormirlo —rebatió Draco.

    —Si no lo adoptan, o encuentran quien lo haga, es lo que pasara, pues si lo dejan en la calle, puede enfermar, y de todas maneras será llevado a la perrera, es una suerte que hay estado tantos días sin ser atrapado, luego… es poco probable que lo adopten, es ya mayor para eso.

    Harry miraba atento hacia ambos, lamentando no poder entender nada de lo que decían, mientras Tobby seguía junto a él, tan confiado y contento, que se le partía el corazón de pensar que pronto lo abandonarían.

    Draco se mordió el labio inferior y se sintió peor, viendo la mirada de Potter y la cola que se agitaba de un lado al otro de Tobby.

    —Bien… ¿cree que nos pueda dar un momento? No sé qué quiere él y…

    La mujer sonrió complacida.

    —Por supuesto, atenderé a otro paciente, pero le diré a la enfermera que les tenga listos los procedimientos para adopción, sólo por si acaso, sin presiones, pero necesitarán esos documentos si quieren salir del país.

    Draco bufó, claro, sin presiones.

    —Vamos, Potter —ordenó, haciendo un gesto con la cabeza.

    Harry asintió y sonrió a la veterinaria, antes de salir junto a Tobby, detrás de Draco.

    —¿Qué pasó?

    —Vamos a dar una vuelta —propuso Draco, no se le pasó por alto la mirada de la enfermera, que seguramente estaba preparando los papeles para la adopción y pensaba que ellos no volverían.

    —Pero…

    —Oh, vamos, no pensarás que le haré algo al perro.

    —No, claro que no, pero…

    —Vamos.

    Salieron hacia la calle, en frente a la clínica de animales había un parque, Tobby corrió contento entre los árboles, mientras Harry y Draco lo seguían de cerca.

    —¿Qué sabes de los perros? —preguntó directamente.

    —¿Qué ladran? —contestó Harry, encogiéndose de hombros y no queriendo dejar que recuerdos tan desagradables lo invadieran.

    —Potter —siseó Draco, mirándolo de reojo, sabía que había algo más allí.

    —Sé cuidar de ellos, un poco —dijo, aún sabiendo que no era del todo cierto.

    —Entonces no queda de otra que entregarlo, no podremos cargar con él por toda Europa, sería cruel para el pobre animal.

    —¿Y te parece más piadoso dejarlo morir?

    —Pues…

    —¿Por favor? —interrumpió, ambos se detuvieron, y Draco lo encaró —¿Por favor? —repitió más suavemente.

    —Potter…

    —Es que no puedes dejarlo morir, yo no puedo dejarlo morir… no podría, no me gusta que los animales inocentes… —empezó a argumentar, de esa forma que Draco ya conocía, revelaba algo oculto, algo que le estaba costando trabajo encarar.

    —¿Qué estás escondiendo ahora? —interrumpió.

    —Yo… —Tobby ladró y corrió hacia ellos, metiéndose entre sus piernas y alejándolos un poco, Draco entrecerró los ojos, y Harry suspiró, inclinándose nuevamente para acariciarlo.

    —Sabes que yo hago por ti muchas cosas, pero un perro…

    —Yo ya tuve uno —confesó al fin Harry —, mejor dicho, una.

    —¿Y dónde está?

    —Se murió —Harry negó con la cabeza, Draco sintió que su estómago se revolvía al ver nuevamente la mirada triste de Potter, sintiendo que retrocedían mucho —, mejor dicho, yo la maté.

    —¿Tú?

    Harry negó con la cabeza y se alejó unos cuantos pasos, tanto Tobby como Draco, lo observaron en silencio, parecía inapropiado acercarse. Draco sintió a Tobby pegarse más a sus pies, y cuando agachó la mirada, el perro lo observaba atentamente.

    —Potter…

    —Estaba muy mal… yo, yo estaba muy mal, no ella; fue hace tres años… —Harry negó con la cabeza —¿podemos sentarnos en algún sitio? —sentía sus piernas temblando y no quería ponerse triste, verdaderamente no quería, pero es que Malfoy insistía, y luego estaba Tobby, siendo tan cariñoso con él, como lo había sido ella…

    —Ven —lo jaló Draco, guiándolo hacia un banco, ambos se sentaron, uno junto al otro, mientras Tobby se alejó nuevamente, corriendo entre los árboles.

    —Tendríamos que ponerle una correa, antes que alguien se quejé.

    —Cierto —afirmó Draco, y mirando a ambos lados, que no hubiera ningún muggle, invocó un hechizo, el perro jadeó y movió la cabeza de un lado al otro mientras una larga cadena plateada se enganchaba al collar.

    —No les gustan las correas, se sienten prisioneros así.

    Draco lo miró confuso, y por un momento estuvo a punto de protestar, se trataba de no llamar la atención, no de querer ser cruel con el pobre animal.

    —Yo tenía una perra: Layca, era muy fiel y cariñosa, Bill y su esposa me la regalaron luego de la guerra… pasaron muchas cosas feas en esa época, y yo estaba muy mal, ya tenía algunas costumbres… —se encogió de hombros, esperando que Malfoy entendiera.

    —Ajá…

    —Y bueno, por un tiempo fue buena idea, era mi responsabilidad y cuidaba de ella, pero luego… algunas otras cosas malas pasaron y… me volví más adicto a las pociones para dormir sin sueños… fue lo primero que tomé luego de la guerra y las había dejado —explicó —, pero de pronto no podía dormir sin dejar de ver rostros… Y por un tiempo lo manejé bien, pero entonces cada vez necesitaba más poción… y sabía que no debía tomarlas, pero no quería tener pesadillas, fue así como empecé a descuidar todo… dormía días enteros, ni siquiera pensé en ella, hasta muchos días después… —Harry jadeó, incapaz de poder contar eso, había creído que podría, pero no era así, se inclinó un poco más hacia delante y se cubrió el rostro con las manos, tratando de esconderse.

    —Oh —y Draco no necesitó más explicaciones, podía imaginar la escena: Potter despertando luego de quién sabe cuántos días, quizá después de haber estado semanas en semiinconsciencia y encontrar a Layca… No sabía cuánto tiempo podría aguantar un animal sin alimento o agua.

    —Tienes razón, llevarlo sería una locura y yo, obviamente no estoy capacitado para cuidarlo, no tengo derecho a imponértelo —suspiró finalmente Harry, apartando las manos de su rostro.

    —¿Tú lo quieres?, al perro.

    —Me gustan los perros…. Me llevo bien con ellos y…

    —Pregunté si lo querías, es decir, a mí también me da pena, pero…

    —Me gusta su compañía.

    —Aparentemente es mejor que la mía —reprochó Draco, no en serio, pero sí algo resentido de que el cuatro patas lo hubiera hecho reír, y es más, lo hubiera impulsado a confesar más cosas, cosas que, era obvio, no quería siquiera recordar.

    —No, claro que no, es que… —¿le gustaba la compañía de Malfoy?, se preguntó, interrumpiéndose, se dio cuenta que, aunque no tenía a nadie más, sí le gustaba estar con él, por eso le había pedido que no rompieran el hechizo, que no lo abandonara, porque de alguna manera sabía que su compañía era buena, necesaria para él.

    —Vamos, no hablaba en serio —ayudó Draco, pensando en que Potter se lo estaba tomando a pecho.

    —No me molesta tu compañía —susurró Harry, sólo para aclarar el tema, pero siendo incapaz de mirarlo.

    Draco miró hacia el enorme perro… ¿Por qué no pudo ser algo más pequeño? Había visto perros que hasta cabían en carteras… pero claro, no es que hubiera tenido mayor opción.

    —No te dejaré acercarte a ningún otro animal en lo que dura el viaje —resolvió, poniéndose en pie y caminando hacia Tobby, que los miraba contento.

    —¿Qué?

    —No permitiré que conviertas mi auto en un arca de refugio para animales sin hogar.

    —¿Estás diciendo…? —preguntó Harry, inseguro, alcanzándolos y tomando a Tobby por la correa.

    —Que tenemos que llenar los papeles de adopción para que nos lo dejen sacar del país, aún tenemos que ir a Paris —explicó Draco, no creyendo que realmente fueran a adoptar, entre ambos, un perro —, al menos será un interesante suvenir.
     
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    genial el capitulo estuvo genial
    espero ansioso el proximo enserio XD
     
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