Un viaje hacia la vida: Epílogo

Autora: Zafy (NC-17) - DRARRY

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    CAPITULO 10



    Partieron hacia Paris dos días después, con mucho más equipaje, Draco tuvo que empezar a usar el maletero del auto, ya que el asiento de atrás era ahora ocupado por un muy contento Tobby, que lucía un nuevo collar, antipulgas, según le había ofrecido en la veterinaria, y de color rojo, el mismo medallón con que le habían encontrado seguía colgando de su cuello, sólo que ahora además tenía un hechizo de protección y de ubicación, que había conjurado Draco la noche anterior, temiendo que el perro, en medio de ciudades que no conocía, se despistase y perdiese.

    Harry parecía de mejor humor, había momentos en que parecía abatido y cansado, pero Tobby aparentemente era una buena cura, pues se acercaba a él y lo empujaba o lamía y eso lo hacía sonreír. Draco no estaba del todo cómodo con el perro aún, pero reconocía en él a un aliado y miraba todo con interés y fascinación, no creyendo todavía todo el cambio positivo que ese cuadrúpedo había conseguido en tan poco tiempo.

    —¿A qué hora crees que llegaremos a Paris?

    —Aún para el atardecer —respondió Draco, que iba manejando por la carretera que los llevaba hacia Wevelgem —, pararemos para almorzar y para que el… Tobby —se corrigió —, pueda hacer las cosas que debe hacer, además de comer.

    —Genial —aceptó Harry, llevaba consigo un libro que habían comprado la tarde en que adoptaron a Tobby, lo había anotado en la lista de cosas que le devolvería al volver a Inglaterra, por un momento Draco había olvidado esa dichosa lista, y se sorprendió de lo larga que era ya, pero no intentó persuadir a Potter de tirarla a la basura, ¿para qué fastidiar el ambiente, después de todo?

    Draco miró por el espejo retrovisor hacia el perro, iba sentado cómodamente sobre sus patas traseras y jadeaba un poco, mirando hacia la ventanilla del lado de Harry, parecía como si entendiera qué debía comportarse y que el viaje sería largo. Harry le había dicho, luego de leer en el libro que habían comprado, que su raza era terranova o landseer, que crecería aún un poco más y que eran animales bastante juguetones, fieles y cariñosos, y que además eran nadadores. Aunque se negó en redondo en dejarlo entrar al mar antes de salir del hotel. Draco se había reído bastante de Potter tratando de jalar al animal para que lo obedeciera y no continuara hacia la orilla, hasta que finalmente se apiadó de él y lo ayudó. En momentos como esos Tobby le caía mucho mejor aún.

    Tenía en el bolsillo de su pantalón una muy abultada carta que el medimago Marton le había enviado, había llegado por medio de un águila esa misma mañana, cuando estaban preparando todo para marcharse, sabía que Potter había notado la entrega del correo, pero no había preguntado de qué se trataba, y él no había podido leerla aún, esperaba poder hacerlo a la hora del almuerzo.

    Pasaron el peaje que les daba acceso a Francia al medio día, el hombre que cobraba le dio una mirada curiosa a Tobby, y les pidió los papeles del animal antes de dejarlos pasar.

    —Y esto es Francia —comentó Draco, estacionándose en un pequeño restaurante de carretera que no tenía ningún letrero que prohibía animales, de todas maneras bajó y fue a preguntar, mientras Potter y Tobby lo esperaban fuera, junto al auto y estirándose, parecían algo cansados.

    —¿Qué te dijeron? —preguntó Harry, ansioso, realmente sí tenía hambre.

    —Que el… Tobby —se corrigió nuevamente —no puede entrar.

    —Oh…

    —Vamos, busquemos otro sitio.

    —Gracias —asintió Harry, mientras se metía al auto, Draco sonrío, dejando entrar a Tobby y luego metiéndose él.

    Al final terminaron comiendo en un McDonalds con mesas afuera, con Tobby sujeto por la correa a una de las puertas y comiendo en su plato, el cual también habían comprado, la comida alta en proteínas que les habían dicho que debía comer, mientras ellos devoraban sus hamburguesas y patatas fritas, observándolo atentamente, como si temieran que le pasara algo o simplemente desapareciera.

    —Nunca imaginé que te vería comiendo una hamburguesa con tanta naturalidad —comentó Harry, apartando la bandeja y sorbiendo de su refresco.

    —¿Con tanta naturalidad? —preguntó Draco, mientras limpiaba sus manos con la servilleta.

    —Como si supieras cómo se hace.

    —Todos saben comer una hamburguesa —río Draco —, el que me tengas en tan bajo concepto ofende, ¿sabes?

    —Sabes que no te tengo en bajo concepto —negó Harry, mirando como Tobby casi terminaba su comida.

    —¿Querrá más?

    —Probablemente, pero no le daremos, sólo lo que se supone que debe comer, sino se pondrá gordo.

    —Oh…

    —Ellos pueden comer toda la cantidad que les des, son algo golosos —río Harry —, pero no significa que sea bueno para ellos.

    —De acuerdo, lección aprendida —asintió Draco, recordando de pronto la carta del medimago.

    —Y entonces… ¿comes muchas hamburguesas por Inglaterra? Honestamente sólo te imagino en restaurantes de muy alta categoría.

    —No, en Inglaterra no —negó Draco —, no he tenido muchas oportunidades a decir verdad, pero en New York lo hacía todo el tiempo, los chicos de la universidad y yo salíamos constantemente a comer.

    —¿New York?

    —¡Claro! —asintió Draco —¿No supiste dónde me refugié durante la guerra?

    —No, honestamente, no pregunté, pensé que habrías ido con tus padres a Francia.

    —Ellos hubieran querido eso, pero las cosas no salieron bien, para cuando le entregué la información a Dumbledore ya no era posible ir a Francia, había algunos mortífagos allí y sabían que era el lugar que escogería, porque había vivido allí ya antes, entonces se me ocurrió América, me gustó la idea de New York, la ciudad que nunca duerme y todo eso… —Draco soltó una risita, negando con la cabeza. —Mi padre estuvo algo enojado por eso, porque cuando salió de Azkaban ya todo estaba hecho y su hijo estaba en New York y su esposa en Suiza.

    —Vaya… —suspiró Harry, lo cierto es que no había pensado en Malfoy mucho durante esa época, se había dedicado, al igual que sus amigos, a rebatir la información que el chico le había dado a Dumbledore, hasta que éste demostró que era cierta y luego pasado a otra cosa, a tratar de ganar la guerra. —¿Por qué no te fuiste con tu madre?

    —Por tiempo —Draco le dio un sorbo más a su refresco y se dejó caer hacia atrás —, todo ocurrió en sólo un par de días, en un inicio la idea era que mi madre me siguiera, y luego mi padre, pero después que salí de Inglaterra, al día siguiente, las conexiones a New York estaban ya plagadas de mortífagos, creo que no fueron por mí porque la distancia era muy grande y tenían cosas más importantes que hacer que perseguirme por medio continente; mi madre, al igual que mi padre, tuvo que hacer un gran recorrido por Europa antes de poder llegar a Suiza, y se refugiaron en una casa que nadie conocía, oculta; pensaron que lo mejor era no revelar el punto exacto en el que me encontraba, cierto que había partido a New York, pero nada les aseguraba que me había quedado allí. Estuve carteándome con ellos, y con algunos amigos, durante el tiempo que la guerra duró, luego entré a la universidad, sabiendo que si esperaba a que las cosas se calmasen en Europa demoraría demasiado en ponerme a estudiar lo que se necesitaba para administrar las empresas, fue un tema práctico. Cuando mis padres pudieron ir a New York coincidieron conmigo en que lo mejor era que me quedara y culminara la carrera allí y que luego los alcanzara en Inglaterra, ellos se encargarían de despejar el camino y limpiar nuestra reputación, para el regreso triunfal del heredero.

    —Todo un plan de vida, ¿te lo dictó tu cuaderno de la vida? —preguntó irónico.

    —Sí, Potter —refunfuñó Draco —, y fue correcto y adecuado, ya ves, todo salió bien… —pensó en que el tema de que luego le dijeran que se iba a morir era algo que no podía ser previsto por nadie o nada, por más mágico que ese objeto fuera.

    —Parece que sí —Harry giró a ver a Tobby, mientras un niño de unos siete años salía corriendo del local, hacia el animal, con claras intenciones de tocarlo.
    El perro, que ya había terminado su comida, empezó a mover la cola y correr, enredándose con su correa, alrededor del niño, que reía divertido, al tiempo que una mujer salía con prisas y hablaba en rápido francés.

    Draco se puso en pie y saludó a la mujer, explicándole que Tobby era un perro muy amable y cariñoso, y que no tenía que temer por él, entonces el niño se arrodilló y comenzó a acariciarle la cabeza, mientras hablaba enredosamente hacia la mujer, que aparentemente era su madre.

    Harry permaneció quieto, observando todo el intercambio de palabras, sin entender absolutamente nada, pero sonriendo por la forma como Draco hablaba hacia el niño y pensando que tal vez el francés si era un idioma que le podía gustar, porque sonaba distinto y de alguna manera… sexy en Malfoy. Negó con la cabeza, alejando aquellas conclusiones tan tontas, mientras la mujer tomaba al niño y ambos, aparentemente, se despedían de Draco.

    —No entendí nada —admitió Harry, cuando Draco se sentó nuevamente y sacó la carta del medimago.

    —Sólo les gustaba el perro, pero la madre pensaba que podía ser peligroso —se encogió de hombros Draco, rompiendo el sello del sobre.

    —Ah…

    —¿Quieres algo más? —preguntó Draco, dejando la carta de lado y mirando a Potter —¿un postre?

    —No… ¿quieres que te deje solo mientras lees tu carta?

    —No, claro que no, es de Marton, sólo preguntaba…

    —Ya… ¿Y qué dice?

    —Que aún no cree que no nos hayamos matado el uno al otro —bromeó Draco, Harry entrecerró los ojos y negó.

    —Eso es porque no me has dejado aún.

    —Claro, claro…

    —Te dejaré leer, iré a darle una vuelta a Tobby, debe estar aburrido de estar sentado en el auto.

    —Es buena idea… no quiero que haga… ya sabes qué en el asiento de atrás.

    —Ni yo —arrugó la nariz Harry, mientras jalaba la correa de Tobby para hacerlo caminar, el perro avanzó unos cuantos metros y le dio una mirada a Draco, Harry sonrió y le acarició la cabeza. —Vamos, amigo, sólo daremos una vuelta y volveremos, él nos estará esperando.

    Draco sonrió.

    —Anda, Tobby, sé un buen perro y ve con Potter —dijo Draco, hacia el perro, no creyendo que actuara de esa manera, tal vez tanto andar con Potter le estaba pegando lo ñoñesco de Gryffindor.

    Observó a Potter hablar con el perro mientras se alejaban con lentitud por la vereda iluminada por el sol de la tarde y pensó que en el fondo sí era agradable pasar los días así, sin peleas, sin gritos o sentimientos de frustración.

    Estimado señor, Malfoy:

    No sabe lo que me alegra saber que, a pesar de todo, ustedes están bien. Me quedé algo preocupado al no tener más noticias suyas, ya sabe que me siento en algo responsable por la salud de su amigo.

    He leído detenidamente su carta, le agradezco la confianza al contarme todo eso, y alabo su inteligencia al poner el juramento de silencio, pero debo decirle que es una preocupación inútil, pues en mi profesión, como debe saber, mantenemos en estricto privado la historia clínica de nuestros pacientes.


    En ese punto Draco bufó, recordando como el otro medimago no se había reservado el diagnóstico y se lo había contado a Katrina.

    Como le comenté, en la recuperación de una persona con la adicción de su amigo, las cosas no siempre son fáciles, la confrontación es un paso muy importante, es un método muy recurrente, hacer que el paciente se encare con las consecuencias de su adicción, que vea el daño y dolor que ha ocasionado en sus seres queridos, y en él mismo, por supuesto. Por lo que me cuenta, aunque sólo ha encarado el daño que se ha hecho a sí mismo, el método ha surtido un buen efecto, pese a que al inicio se haya visto envuelto en una depresión, la forma en que usted logró manejarlo, y obligarlo a salir de donde estaba, ha sido otro gran paso, estoy seguro que el cambio de ambiente y el viaje en sí logrará distraerlo y, aparentemente, ha logrado pasar la etapa de la depresión con bastante éxito.

    En cuanto al ataque de pánico que dice que sintió luego de que usted lo hiciera encarar con sus miedos, es lógico que estos miedos permanezcan en él por un tiempo más, en sí es parte de la misma depresión, ocasionada porque aún no logra perdonarse el haberse lastimado de esa manera, el repudio a su propio cuerpo y aspecto va ligado directamente a las imágenes que le hizo presenciar, es como se dice, una cura dolorosa, pero necesaria.

    Sobre la crisis que me comentó, es probable que aquella no sea la última ocasión en que él sienta deseos de consumir nuevamente, sin embargo, el que haya combatido a esos deseos y haya vuelto a usted demuestra su deseo de curarse. Los cambios de humor se irán espaciando con el tiempo, por ejemplo momentos de ira, de rabia, de tristeza y de desesperanza, que posiblemente ni él mismo entienda. Al parecer hasta ahora usted ha sabido manejar muy bien la situación, y es obvio que está surtiendo un muy buen efecto en él. Debo agregar que el que le haya ofrecido la libertad y él se haya negado, habla de la necesidad que tiene de compañía, de no quedarse solo porque sabe que de hacerlo es fácil que caiga en lo mismo nuevamente, además que es probable que también lo considere ya un amigo cercano, que la relación entre ustedes esté mejorando, y eso me hace sentir muy aliviado.

    Le recomiendo que continúe con el viaje tal como tiene previsto, y que además encuentre actividades, además de la lectura, que puedan realizar, el ejercicio es siempre recomendable, los largos paseos por paisajes naturales, y, de ser posible, alguna responsabilidad que lo haga sentir útil.

    Le repito que va muy bien, y que está demostrando lo mucho que se preocupa por su amigo, es una gran labor la que está realizando, y es realmente admirable.

    Estaré en Inglaterra desde la semana que viene, regreso al consultorio y a la rutina de antes, tiene ya usted mi dirección flú y a donde enviar la correspondencia, por supuesto que puede escribir cuantas veces crea necesarias, para cualquier duda o problema que surja.

    También agradezco su interés por mi familia, tanto mi hija como mi nieto están muy bien, por suerte, pese a que el parto fue antes de tiempo y complicado, todo salió muy bien y ahora ambos están en casa.

    Le he enviado junto con esto una pequeña nota para nuestro amigo, espero que se la pueda entregar y que ambos sigan disfrutando de sus vacaciones.

    Marton.


    Draco dejó la nota sobre la mesa y suspiró, de alguna manera se sentía aliviado de que el medimago no haya reprochado nada de lo que había pasado, pese a que él pensaba que había sido demasiado duro con Potter en algunos momentos. Levantó el pequeño sobre cerrado con las iníciales de Potter, que venía junto con la carta y se preguntó qué le podía decir el medimago. Suponía, y realmente esperaba, que no le mencionara nada que delatara lo mucho que le había contado acerca de todo lo ocurrido en las semanas de ausencia.

    Harry regresó, con Tobby jadeando y caminando contento a su lado, habían paseado por mucho rato, dejando que Malfoy pudiera estar tranquilo revisando lo que fuera que Marton le hubiera enviado, esperaba que no fueran malas noticias o problemas. Cuando se acercaron al restaurante lo vio, sentado en la misma silla en que se había quedado mucho rato atrás, tenía un sobre cerrado en la mano y parecía meditar seriamente acerca de algo.

    Por un momento más dudó entre acercarse o darle más tiempo, pero Malfoy levantó la vista hacia él y sonrió, agitando la mano para pedirle que se acercara.

    —¿Y ya hizo todo lo que tenía que hacer? —preguntó Draco, mientras se ponía en pie y recogía la carta que el medimago le había enviado, junto con la de Potter.

    —Eso espero —asintió Harry.

    —Bien, vamos entonces, debemos llegar a Paris y buscar un lugar donde poder quedarnos y que admita perros —apuró Draco, mientras caminaba hacia el auto.

    No fue hasta que estuvieron ya acomodados que, en completo silencio, le pasó el sobre cerrado a Potter.

    —¿Para mí?

    —Tiene tus iníciales afuera.

    —¿Por qué me ha escrito?

    —No lo sé, tal vez para decirte que le agrada saber que aún no me has asesinado —bromeó Draco, mientras encendía el auto, Tobby, tras él, ladró y se movió en su asiento, algo intranquilo.

    —Hey —llamó Harry, girando hacia Tobby y acariciándole la cabeza —, vamos, sé que te gusta pasear en el auto.

    Finalmente Tobby pareció más relajado y mientras Malfoy se encaminaba hacia la autopista, Harry abrió el sobre, era una nota bastante pequeña, sólo una página:

    Estimado señor Potter:

    Gracias a su amigo sé de todos los avances que está haciendo en cuanto a su tratamiento, y me alegra mucho saberlo, tanto él como yo tenemos mucha fe en que todo saldrá bien y que al regresar a Inglaterra se podrá incorporar a la sociedad, tal como usted mismo dijo que quería hacer hace un tiempo, cuando conversamos.

    De más está repetirle la suerte que tiene de tener un amigo tan preocupado como él, que no escatima en esfuerzos por tratar de hacerlo sentir cómodo y protegido, y aunque usted alega que lastima a los que se le acercan y que de esa manera ha perdido a todos los que se consideraron sus amigos en el pasado, confío en que esta vez las cosas serán diferentes y éste viaje será un muy buen recuerdo, una especie de renacimiento.

    Como le comentaba a su amigo, es recomendable que continúen de la manera en que lo están haciendo, que sigan con los paseos y los recorridos turísticos, que se relaje y la pase bien, y ya sabe, si es que en algún momento se siente sobrepasado por algo, rabioso o triste, no piense que está solo, tiene al lado a un buen amigo que lo escuchará, y, aunque parezca mentira, estará dispuesto a todo con tal de ayudarlo, tal como ha demostrado hasta ahora.

    Cuídese mucho, señor Potter, espero que a su regreso nos podamos reunir para conversar.

    Marton.


    Harry terminó de leer la nota y no pudo evitar desviar la mirada hacia Malfoy, que conducía con toda la atención puesta en el camino, la tarde estaba llegando ya a su fin y se notaba que el verano también, pues unas cuantas nubes grises ya se podían apreciar en el cielo. Tobby se removió detrás de él, aparentemente cansado y dejándose caer completamente sobre el asiento, y entonces recordó cuando habían firmado los papeles de adopción del perro, lo habían puesto a nombre de los dos, con los nombres muggles que Malfoy les había conseguido, pero al fin y al cabo a nombre de ambos, aunque él había dicho que al volver a casa se lo podía quedar. Marton tenía razón, por alguna razón que no alcanzaba a comprender, Malfoy parecía bastante comprometido con él, sabía que no le negaría nada, que una de sus prioridades era hacerlo sentir cómodo, que disfrutara del viaje… que se recuperara. Suspiró lentamente, lo que hizo que Malfoy lo mirara un instante, antes de regresar la mirada al camino.

    —¿Todo bien?

    —Sí —asintió Harry, guardando la carta en el bolsillo delantero de sus pantalones y extendiendo luego los brazos para verlos hacia la escasa luz que quedaba, ya no podía ver allí los golpes, marcas o señas de droga y sangre, hacía días que no lo hacía, casi desde que Malfoy lo había abrazado y demostrado que en verdad no tenía nada. A veces se asustaba por lo que su mente era capaz de crear, creía que tantas drogas y desmanes lo habían conseguido volver loco, pero Malfoy siempre estaba cerca, anclándolo a la realidad y demostrándole que no, que no estaba loco, sí enfermo, en vías de recuperación, o eso esperaba, pero no loco.

    —Llegaremos a Paris en sólo unos minutos —comentó Draco, mirando de reojo a Potter y su extraña actitud.

    —Será genial conocer ese mundo mágico del que tanto hablas, el que está oculto en la torre Eiffel —respondió Harry, sonriendo hacia él.

    Draco parpadeó confuso y luego asintió.

    —Sí, ya lo creo.

    *O*O*O*



    Pese a que Draco conocía una buena cantidad de nombres de hoteles de primera clase en los que probablemente no pondrían pegas porque se quedara con el perro en la habitación, decidió buscar un lugar más apartado y menos llamativo, pues muchos de sus familiares lejanos y amigos eran de Francia, al menos de parte de su padre, y no quería tener la mala suerte de que alguno los viera y esparciera el rumor de que se encontraban allí.

    Finalmente encontró una casa bastante grande y antigua, a veinte minutos del Place de L´toile, de nombre Montparnasse, que contaba con suites amplias e iluminadas, divididas en dos ambientes, y que le permitían tener al perro y que incluso les recomendaron una guardería de animales para poder dejarlo cuando sus paseos no le permitieran llevarlo con ellos.

    Potter, que desde que habían entrado a la ciudad no había dejado de mirar todo maravillado, iba silencioso a su lado, mientras el encargado les enseñaba el lugar y les comentaba que estarían muy cómodos allí.

    —¿Te parece bien aquí? —preguntó Draco, cuando el encargado los dejó al fin solos. Harry, que había estado mirando por la ventana hacia la imponente torre Eiffel, lo miró asombrado.

    —¿Yo?

    —No, Potter, le preguntaba a Tobby —se burló Draco, mientras se sentaba en la cama y observaba hacia el perro, el cual ya parecía haber escogido un rincón en la habitación para dormir.

    Harry miró hacia Tobby y luego hacia Draco y negó con la cabeza, caminando hasta su propia cama.

    —Me gusta aquí —afirmó —, me parece que esta ciudad es enorme… tiene muchas cosas y luces y…

    —La Ville de Lumière —canturreó Draco en francés, no le pasó inadvertida la mirada que Potter le dio, y aclaró en inglés —: La ciudad de la luz.

    —Ah… es que no entiendo nada de francés.

    —Pues es fácil, lo que debes decir es Je ne parle pas français.

    Harry repitió en un susurro lo que Draco le dijo y luego, dada la ensanchada sonrisa que Draco le daba, preguntó:

    —¿Qué significa?

    —Yo no hablo francés —admitió Draco —, es lo que debes decir para que te hablen en inglés.

    —Oh… supongo que servirá.

    —Ya lo creo. ¿Quieres ducharte primero?

    —No, está bien, ve tú, después de todo debes estar agotado, has conducido casi todo el día.

    —Pues sí, pero Paris no es un lugar en el que nos pasaremos durmiendo, luego de ducharnos podremos descansar un rato y después ir a ver aquel lugar que nos recomendaron para Tobby, luego tenemos que cenar y planificar qué vamos a hacer.

    —Pensé que conocer el mundo mágico de la torre Eiffel.

    —Claro, pero hay mucho más que ver, siempre quise, por ejemplo, ir al Mouling Rouge, sé que ofrece funciones completas y…

    —¿Mouling qué?

    —Ay, Potter —negó Draco, poniéndose en pie y jalando el maletín de viaje —, también compraremos un libro de turismo, se nota que lo necesitas.

    —No te burles —reprochó Harry.

    —Y tú no te enfades, que no aguantas bromas —continuó Draco, acariciando un momento a Tobby, antes de caminar hacia el baño —, confía en mí, esta ciudad te encantará, Paris tiene más de ciento cincuenta museos, operas, exposiciones al aire libre, los campos Elíseos, la catedral de Norte Dame…

    —Espero que no pienses recorrer los ciento cincuenta museos —interrumpió Harry, pensando que tal vez cuatro meses no serían suficientes para todo lo que Malfoy tenía planeado.

    —No, claro que no… pero sí un par.

    —Pensé que tu familia era de aquí —comentó Harry, pese a que Draco estaba ya en la puerta del baño, no parecía apurado por concluir la conversación.

    —Lo son, hay muchos de la familia de mi padre en Francia.

    —¿Y cómo es que no has recorrido todos estos lugares?

    Draco le dio una mirada a Potter y luego hacia la ventana, donde la torre Eiffel iluminaba la ciudad y negó con la cabeza, volviendo hacia su cama y dejando el maletín en el suelo.

    —Mi padre siempre consideró que era más importante que me dedicara a estudiar o a los negocios que a pasear, siempre decía que luego tendría tiempo para hacerlo, que entre mis prioridades no estaba el perder el tiempo.

    —¿Perder el tiempo?

    —Sí… —Draco se encogió de hombros —cosas de familia, tu deber es velar por la fortuna familiar, hacerla crecer, mantener el buen nombre en la sociedad, comportamiento adecuado y una serie más de idioteces que ya ni quiero recordar.

    —Debe ser muy estresante vivir así —reconoció Harry, empezando a creer que, aunque Malfoy se viera tan seguro de sí mismo todo el tiempo y pareciera haber, pese a la guerra, tenido una buena vida, no había sido tan feliz como imaginaba.

    —Lo es —admitió Draco, pese a que sabía que debía dejar de fumar tanto, buscó entre sus ropas un cigarro y lo encendió —, la otra vez me preguntaste por qué estaba escapando, dijiste que era mi etapa de rebeldía.

    —Lo recuerdo, me pareció gracioso —asintió Harry, sintiéndose ya agotado y dejándose caer de espaldas sobre su cama.

    Draco soltó una carcajada triste y se recostó de lado, para continuar observando a Potter.

    —Mi etapa de rebeldía, estabas en lo cierto. Simplemente me cansé de hacer lo que todos esperan que haga y decidí que quería disfrutar de…—titubeó, a punto de decir de la poca vida que me queda —, de la vida, antes de que se acabe.

    —No seas derrotista, que no es el tipo de compañía que necesito —replicó Harry, girándose un poco para encarar a Draco, al ver su mirada sombría, sonrió —, sólo bromeaba… es que parece que el tema te afecta tanto que… —intentó excusarse.

    —Oh, mira Tobby, ahora Potter bromea —respondió a la broma Draco, sonriendo también.

    —Payaso.

    —Tú eres el bromista —continuó Draco, poniéndose en pie, de camino acarició el hombro de Harry y sonrió —. Sí, a veces me afecta —admitió —, gracias por tratar de evitar que pase —y dicho eso se metió al baño, no se había sentido del todo bien durante la tarde y sabía que no debía jugar con el horario de las pociones.

    Harry se quedó sentado, mirando por un largo rato la puerta cerrada y pensando en qué otras cosas estarían pasando con Malfoy, porque sabía que no podía ser sólo la presión familiar lo que lo impulsara a escapar de ellos y atravesar Europa al modo muggle, tal vez estaba algo paranoico, pero casi podía apostar que Malfoy escondía algo más, algo mucho más grande.

    *O*O*O*



    Madame Pauline, una mujer mayor, que vestía un traje deportivo que parecía bastante cómodo, los recibió con una sonrisa, y les dio las tarifas para cuidar a Tobby, incluso por días enteros, Tobby pareció congeniar bastante bien con ella, lo que les dio cierta tranquilidad.

    —Mira que eres un vendido —se burló Draco, que iba sujetando a Tobby de la correa mientras caminaban por la iluminada calle, luego de decirle a Madame Pauline que llevarían al perro al día siguiente, Harry, a su lado, soltó una carcajada.

    —No estés celoso, Malfoy, estoy seguro que Tobby también te quiere.

    —Jo, jo, Potter —replicó Draco, mientras Tobby avanzaba mirándolos de manera interesada, muchas veces Draco se preguntaba si es que el animal los podía entender perfectamente.

    —Entonces… ¿el lugar te pareció bien? —preguntó Harry, mientras miraba a todos lados, tratando de ubicarse.

    —Sí, bastante bien, es agradable, y podemos dejar a Tobby con un hechizo de seguridad, para asegurarnos de que se encuentra bien.

    —Es decir, tú lo podrás dejar con un hechizo de seguridad —rebatió Harry, en cuanto ya entraban nuevamente al hotel. Draco le dio una mirada preocupada, pero no le dijo nada, saludó al encargado y subieron las escaleras en silencio.

    Harry se encargó inmediatamente de poner algo de comida en el plato de Tobby, mientras observaba de reojo a Draco agitar la varita sobre el animal y podía sentir la magia vibrando.

    —Ya está —anunció Draco, en cuanto el perro se acercó a su plato.

    —Genial —masculló Harry.

    —Vamos a cenar —animó Draco, Harry, manteniéndose en silencio nuevamente, lo siguió de vuelta al pasillo y ambos salieron a la calle, anduvieron un rato más, hasta que encontraron un restaurante que parecía agradable y entraron.

    —Ordena tú, yo no entiendo nada de lo que dice aquí —suspiró Harry, dejando de lado el menú y mirando alrededor.

    —De acuerdo —Draco llamó al mesero y ordenó la comida hablando en rápido y fluido francés.

    Harry, pese al fastidio que sentía, se quedó mirándolo nuevamente, empezando a preguntarse si es que se sentiría así por cualquiera que hablara francés, o sólo por Malfoy.

    —Ahora, Potter, ¿qué es lo que te pasa? —preguntó Draco, mirándolo con el ceño fruncido, estaba seguro que el medimago se había referido a periodos más largos entre cambios de humor.

    Harry parpadeó y por un instante no supo de qué hablaba Draco, hasta que su mente hizo conexión y dejó de mirar sus labios de una manera, que estaba seguro, era inapropiada.

    —Lo siento —suspiró —, yo sólo quería preguntar hace tiempo y… ahora al hablar de los hechizos lo he recordado y…

    —¿Qué es?

    —¿Dónde está mi varita?

    —Oh… —Draco se mordió el labio, ya había pensado en eso antes, y lo cierto era que sabía que Potter se enfadaría por la respuesta que le tenía preparada.

    —Ya sé que seguramente piensas que aún no estoy listo para tenerla, o hacer magia, pero sería reconfortante saber que por lo menos algún día la recuperaré, porque…la recuperaré, ¿no es así?

    —Pues sí, la recuperarás, pero… Potter, lo lamento, todo pasó tan rápido y yo…—Draco tomó una bocanada de aire, antes de admitir: —la dejé en York.

    —¿La dejaste? ¿Cómo que la dejaste?

    —Lo lamento —masculló, pese al elevado tono de voz que Potter estaba usando.

    Harry lo miró enfadado y suspiró, cubriéndose el rostro con las manos, por un momento más le pareció que el mundo enmudecía, hasta que unas cálidas manos se posaron sobre las suyas, haciéndolo sobresaltar.

    —No lo hice apropósito —se justificó Draco, apartando las manos del rostro de Potter y colocándolas sobre la mesa, sin soltarlas.

    —Lo sé.

    —Mira, si quieres te puedo prestar mi varita, esta noche la podrás usar para hacer un par de encantamientos, si es eso lo que quieres, y te la puedo dejar cuando quieras… siempre que prometas que no…

    —Que no te atacaré ni haré nada estúpido.

    —O cómico —agregó Draco, queriendo hacer que la tensión entre ambos desapareciera —, como alguna broma que tú consideres graciosa y que implique humillarme o mortificarme.

    —Yo no… —Harry se detuvo ante la ceja arqueada de Draco y sonrió un poco más —, de acuerdo, prometo no hacer nada de eso.

    —Genial.

    —¿Es en serio?

    —¿Qué?

    —¿Me dejarás tu varita por un rato?

    —Claro, ¿por qué no?

    —Porque es tuya y es algo…

    El carraspeo del mesero les hizo levantar la mirada, sólo entonces ambos notaron que sus manos permanecían unidas y, algo avergonzados, se apartaron, para permitir que los platos de comida fueran dejados en la mesa.

    Harry escuchó el intercambio de palabras en francés entre el mesero y Malfoy por un momento, hasta que el hombre se alejó.

    —¿Qué te dijo?

    —Qué si deseábamos vino… seguro que pensó que estamos en una cita o algo así —comentó Draco, encogiéndose de hombros.

    —Oh…

    —Y sobre la varita, sí, lo decía en serio, es mi culpa que no la tengas, no lo hice adrede, aunque seguramente podríamos comprarte otra en el lado mágico…

    —No, eso no será necesario, no quiero otra varita, sólo la mía, pero… ¿me dejarás usar la tuya un rato?

    —Por supuesto, ya te dije que sí.

    —Vaya… de verdad, gracias, extraño hacer magia, no que te vea haciéndolo mucho, quizá por eso no te lo había dicho antes, pero en verdad me gustaría hacer un par de cosas, solo para estar seguro de…

    —Aún tienes tu magia, Potter —interrumpió Draco, antes de darle un bocado a su plato —, la he sentido y debo agregar que está mucho más estable ahora.

    —¿La has sentido?

    —Cuando te enojas, es una sensación rara, por el encantamiento, supongo, pero ahora está mucho más estable, incluso cuando te molestas, como hace un rato, ya no está fuera de control.

    —Genial. Que ya no te moleste, digo.

    —Es genial que esté en control —corrigió Draco —, a mí no me molesta, viene con el hechizo, pero sentirla estable es un síntoma de que estás mejorando.

    Harry sonrió y empezó a comer, apreciando a Draco y la forma como cortaba la carne, dándole vueltas nuevamente a la carta de Marton, dándole la razón, tenía suerte de que él estuviera allí ahora, de que no lo hubiera dejado abandonado a su suerte, ni en la carretera, cuando chocaron, ni después, cuando supo que tendría que cargar con él para hacer que se recuperara.

    *O*O*O*



    Su primera noche en Paris la culminaron paseando lentamente por los alrededores del hotel, mientras Draco le explicaba a Harry algunas de las cosas que, además del mundo mágico dentro de la Torre Eiffel, deseaba ver.

    Harry tenía que reconocer que Malfoy no se había visto así de entusiasmado antes, y que la forma en que sonreía y agitaba las manos mientras explicaba los lugares que visitarían, era realmente agradable.

    Draco, por su lado, disfrutaba con la atención que Potter le brindaba, como lo escuchaba atentamente y hacía preguntas sobre lo que le decía, por primera vez parecía estar colaborando completamente, no como si estuviera en una de sus fases de “ser amable”, sino como si realmente estuviera divirtiéndose con el paseo.

    Cuando volvieron al hotel ya era más de media noche, y Harry se sentía algo confundido respecto a Malfoy, estaba seguro que el mirar fijamente los labios de alguien cuando hablaba francés no era normal, más aún sentir ese deseo extraño que no acababa de comprender.

    Caminaron en silencio por el pasillo del hotel, Draco hizo girar la llave y abrió la puerta, habían dejado una lámpara encendida, para que Tobby no sintiera miedo, y antes de poder ver claramente la habitación, se dio cuenta que el perro se había levantado de su rincón y corría hacia él. Por instinto intentó retroceder, chocó contra el cuerpo de Potter, que se había quedado de pie detrás de él, y sintió las manos del chico sobre sus caderas, seguramente deteniéndolo, al tiempo que Tobby, entusiasmado, se lanzaba sobre él y lo empujaba con sus patas delanteras, haciendo que finalmente tanto él como Potter cayeran al piso, con el perro sobre él, tratando de lamerle la cara.

    —Hey —jadeó Harry, siendo apresado entre el piso y el cuerpo de Draco, apretando la cintura de Malfoy para tratar de quitárselo de encima, mientras Tobby se movía de tal manera que hacía que Malfoy se retorciera, seguramente tratando de apartarlo también.

    —Tobby —gruñó Draco, apoyando los pies en el piso y buscando un punto de apoyo para liberarse del animal y del cuerpo de Potter —Tobby —llamó de nuevo, girando la cara para evitar un lengüetazo más.

    —Malfoy… —gimoteó Harry, sintiéndose extraño bajo ese cuerpo y también empujando para acomodarse y poder liberarse, sin embargo el cabello largo de Malfoy le cubrió el rostro, dejándolo sentir su aroma y su suavidad, mientras podía sentir el calor de la piel de su cuello muy cerca de él.

    —Basta —ordenó Draco, no sabiendo qué más hacer para que Tobby, que parecía complacido con la situación, se recostaba más sobre él.

    —¡Tobby! —reprochó Harry, en ese momento Tobby se movió hacia un lado, lo que hizo que Malfoy se moviera también, rotando sus caderas, y por ende, frotando su culo, contra su entrepierna, y entonces lo sintió, algo que no había sentido, ni extrañado, en mucho tiempo.

    —Perro malo —regañó Draco, frotándose un poco más y tratando de sentarse, con tal mala suerte que Tobby, al parecer nada amedrentado por las llamadas de atención, lo empujó de vuelta, haciendo que su cuerpo se restregara contra… soltó un pequeño jadeo al notar que “algo” más, que estaba seguro no había estado allí un instante antes, abultaba el cuerpo de Potter.

    Harry encontró fuerzas en lo avergonzado que se sentía, y logró empujar a Malfoy de manera poco cortés, y al perro con él, hacia un lado y se puso en pie, jadeando y con las mejillas ardiendo, evitó la mirada de Malfoy y corrió hacia la puerta que daba a la habitación, entró en ella y no se detuvo hasta el baño, donde se encerró con un sonoro portazo.

    Draco miró hacia la espalda de Potter, desapareciendo tras la puerta del baño y luego hacia Tobby, que se había sentado en el piso y lo miraba con la cabeza ladeada.

    —Si te vas a portar así cada vez que volvamos, terminarás enojándonos —protestó Draco, poniéndose en pie y haciéndole una seña al animal para que entrara a la habitación, miró hacia el pasillo, aparentemente nadie se había despertado por el alboroto y eso lo hizo sentir tranquilo, lo último que necesitaba era que los echaran de ese lugar.

    Se metió a la habitación y se quedó sentado sobre la cama, mirando hacia la puerta del baño con atención, no podía percibir ningún sentimiento de Potter en ese momento, cosa que era extraña, al final decidió que tal vez no había pasado nada y que el chico simplemente había querido ir al baño, fastidiado por el comportamiento de su mascota.
    Y sobre el bulto en los pantalones de Potter… pudo ser cualquier cosa, por supuesto, era imposible que algo más hubiera pasado con una situación de ese tipo.

    En el baño, Harry miraba su reflejo en el espejo, se había echado agua fría a la cara y respiraba irregularmente, sus manos sosteniéndose del lavabo para evitar, como fuera, el bajar hasta el cierre de su pantalón y abrirlo, y sobre todo, desfogar su excitación.

    —Vamos… —se reprochó Harry delante del espejo, pensando en lo incorrecto de toda la situación, no podía sentirse excitado, no por un roce casual de parte de Malfoy, no por Malfoy.

    Se mordió el labio inferior y cerró los ojos, tomando una profunda bocanada de aire, no recordaba la última vez que se había sentido excitado, realmente excitado, sin ayuda de drogas, a veces ya ni recordaba cuando había sido la última vez que había estado con alguien en esa forma y completamente limpio. Negó con la cabeza, mientras su mano soltaba el lavabo y bajaba hasta su pantalón, acariciando el botón, ese día todo había sido muy extraño, él y Malfoy se habían llevado bien, pese a la pequeña discusión por la varita, habían conversado, y reído y… y había descubierto que Malfoy era más entretenido de lo que creía, y que le gustaba la forma en que su voz soltaba palabra tras palabra en francés…

    Sabiendo que no había nada más que pudiera hacer, abrió el botón y bajó el cierre, colando su mano dentro del pantalón y tomando su dura erección, mientras su mente empezaba a recrear el cuerpo de algún desconocido, apretó los labios, recordando que Malfoy estaba muy cerca y tratando de no hacer ningún ruido. Misteriosamente la idea de que Malfoy estuviera a pocos metros de él, logró hacer que la velocidad de su mano creciera, mientras que con la otra se sujetaba con más fuerza del lavabo y su mente le ponía un rostro a aquel cuerpo desconocido.

    Se corrió rápidamente y con un siseo, apretando más fuerte los ojos y los labios, rogando para que realmente Malfoy no lo escuchara, jadeando. Una sonrisa se instaló en sus labios, una sonrisa boba que le recordaba tiempos mejores, mientras sus piernas temblaban y su cuerpo entero se sentía completamente relajado.

    Draco, que se había dejado caer en uno de los sofás de la habitación anterior a la habitación, levantó la mirada cuando escuchó la ducha abrirse, frunció el ceño, extrañado, y cuando Potter finalmente salió, envuelto en una toalla y con el cabello aún goteando, se puso en pie.

    —¿Todo está bien?

    —Muy bien —asintió Harry, sin mirarlo, era vergonzoso que la última imagen que había visto antes de culminar fuera la de él.

    —¿En serio?

    —En serio —Harry tomó su pijama y se dirigió al baño nuevamente, pero se detuvo en la puerta y giró hacia él, tratando de no parecer en absoluto culpable —, aunque ahora que lo dices… ¿recuerdas que dijiste que sí me podrías prestar tu varita?

    —Claro… ¿la quieres en este momento?

    —Si no es molestia…

    —No lo es —asintió Draco, acercándose a él —¿para qué la usarás?

    —Preferiría… ¿privacidad?

    Draco frunció el ceño y trató de encontrar algún sentimiento de culpa en él, pero no lo pudo encontrar, decidió al fin que le daría algo de confianza y privacidad y se la tendió, pese a que ya le había dicho que se la daría, se sorprendió de la mirada de asombro que Potter dio, mientras la tomaba.

    —Gracias —murmuró Harry, mirando hacia la varita y sintiendo la magia brotar de ella, sabía que probablemente no sería compatible con él, después de todo es la varita la que escoge al mago y ya había visto casos en que las varitas no funcionaban para nada bien con magos ajenos a ellas, pero esperó que la varita de Malfoy no se opusiera a hacer un simple encantamiento de limpieza sobre sus ropas.

    —No hagas nada complicado, ¿de acuerdo?

    —Sí —prometió Harry, antes de darse la vuelta y cerrar la puerta.

    —Qué extraño —masculló Draco, mirando hacia Tobby, que ahora que ellos habían vuelto, parecía mucho más tranquilo y ya dormía en la esquina de la sala.

    *O*O*O*

     
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