Un viaje hacia la vida: Epílogo

Autora: Zafy (NC-17) - DRARRY

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  1. Kari Tatsumi
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    CAPÍTULO 15



    —¿Recuerdas haber jugado con este tiempo? —preguntó Draco, tiritando un poco de frío y pegándose a Potter, iban caminando detrás de Julie y Lissa, en el grupo que encabezaba Cyprian, bordeando una montaña a varios metros de donde el campamento estaba, el piso era resbaloso y sus botas y pantalones estaban ya llenos de lodo, al igual que sus manos e impermeables, pues habían tenido que sujetarse de algunas rocas para no perder el equilibrio.

    —Sí, pero eso era en el cielo, esto es diferente.

    —No se supone que lloviera hasta dentro de unas tres semanas, entonces no hacemos este tipo de tours —explicó Cyprian, mientras iluminaba el camino.

    —No se supone que se alejara del campamento—opinó Julie.

    —Es un gran estúpido, imagínate que perderse así —agregó Lissa.

    —Probablemente estaba borracho —dijo Harry, aunque sólo hacia Draco, que negó con la cabeza.

    —Descenderemos un poco —anunció Cyprian, girando e iluminándolos con la potente linterna, cada uno tenía una de esas colgada al cuello, e iluminaba el camino conforme avanzaban.

    —¿Hacia dónde? —preguntó Julie, mirando hacia todos lados.

    —Hay un pequeño barranco varios metros delante, lo mejor será que no bajemos todos, tal vez Harry y Daniel...

    —¿Por qué no podemos bajar nosotras? No somos débiles, ¿saben? —se quejó Lissa, cruzándose de brazos y haciendo titilar la luz de su linterna.

    —Nadie ha dicho que lo sean, pero si bajamos todos, entonces, ¿quién avisará si algo pasa? —explicó Cyprian, parecía buscar paciencia.

    —Pueden bajar ellas —se encogió de hombros Draco, no deseoso de ensuciarse más aún ni de iniciar una discusión acerca de que las mujeres eran o no más débiles que los hombres.

    —Sí, pero...

    —Potter, pueden bajar ellas —rumió Draco, Harry lo miró de reojo y asintió, mientras Cyprian ponía los ojos en blanco.

    —De acuerdo, ustedes dos quédense aquí y estén atentos, si es que lo encontramos entonces les llamaré a la radio —explicó Cyprian, mientras le entregaba a Harry un gran radio de color negro —mételo en el bolsillo, que no se moje, con este tiempo a veces las comunicaciones fallan.

    —¿Por qué no podría subir el solo? —preguntó Julie, mientras se sujetaba el arnés que Cyprian le entregaba.

    —Porque si está abajo probablemente está herido —explicó Harry.

    —Oh... ¿tú crees que...?

    —Vamos, hay que bajar —interrumpió Cyprian, se veía bastante concentrado mientras dirigía el camino hacia el barranco.

    —Así nunca lo encontrarán —comentó Draco, parado junto a Harry y mirando hacia las luces de las linternas de sus compañeros que iban descendiendo cada vez más por el barranco.

    —¿No es peligroso que bajen así? —preguntó Harry, con el ceño fruncido.

    —Nah, todos firmamos un documento que testificaba que éramos campistas con experiencia.

    —¿Todos? Yo no firmé.

    —Sí, lo hiciste.

    —Claramente recuerdo no haber firmado nada.

    —Bueno, tú firma es bastante simple.

    —Nunca has visto mi firma.

    —Justamente por eso.

    —¡Malfoy!

    —¿Qué? No me dirás que este tipo de paseo es un problema para ti, después de todo tienes experiencia en el campo.

    —Ya, puede que sí, pero ¿y tú?

    —Yo me adapto con facilidad —declaró Draco, con una gran sonrisa.

    Harry negó con la cabeza y por un rato más ambos permanecieron en silencio, la lluvia parecía no querer dar tregua y sus compañeros seguían descendiendo con lentitud.

    Era extraño, debía reconocer Harry, poder estar juntos y hablando casi como antes, como si no se hubieran peleado a golpes unos días antes.

    —Escucha, Potter, sobre lo que pasó el otro día… —tanteó Draco, que había estado meditando también al respecto.

    —Lo lamento, tenías razón, no fue correcto que me entrometiera así —se apuró a interrumpir Harry.

    —Yo no debí haberte golpeado.

    —Yo tampoco, espero no haberte hecho daño.

    —Sólo me dejaste un poco adolorido —reconoció Draco, con una media sonrisa.

    —Lo lamento.

    —Yo también, yo fui el que te atacó en primer lugar.

    —Pero yo te golpeé.

    —No fue para tanto, no es la primera vez que nos agarramos a golpes.

    —Ya no es tan satisfactorio como en la escuela, ¿sabes?

    —Cierto —asintió Draco —, supongo que ahora las cosas son diferentes.

    —Sí que lo son... —se encogió de hombros Harry, dándole una mirada de reojo a Draco, que permanecía atento al grupo que descendía.

    —No creo que esté abajo —comentó Draco, cambiando el tema, no quería que esa conversación los llevara a un camino más difícil de afrontar.

    —Y eso, ¿por qué?

    —En realidad, si hubiera caído desde aquí, no hubiera sobrevivido...

    —Eso no es alentador para el pobre Elías.

    —No, no lo es, pero es su culpa, no debió alejarse del campamento, o no solo al menos —aceptó Draco.

    —Hay un hechizo... —Harry inclinó un poco la cabeza —¿Traes tu varita, verdad?

    —Por supuesto.

    —Hay un hechizo para revelar personas... no lo he probado nunca en el aire libre, sólo en casas, supongo que si lo lanzas hacia abajo podría funcionar...

    —¿El homenum revelio?

    —¿Lo conoces?

    —Sí, pero no lo he practicado en mucho tiempo.

    —Podrías intentarlo, sí está abajo podríamos llamar por ayuda y sacarlo, y si no, podríamos buscarlo en otro lado.

    —Primero tendríamos que explicarle a los muggles como es que descubrimos que no está abajo.

    —Bueno... un paso a la vez —se encogió de hombros Harry.

    Draco miró alrededor y luego hacia abajo, asegurándose que nadie los miraba, antes de sacar la varita, Harry hizo un asentimiento y entonces la agitó hacia el barranco, murmurando el hechizo, tres luces azules iluminaron el lugar, lo que provocó un jadeo de parte de sus compañeros.

    —¡Rayos! —gruñó Harry, apartándose inconscientemente del barranco.

    —¿Cómo pudimos olvidar que ellos podrían ver las marcas?

    —Nunca lo había practicado con muggles —se excusó Harry.

    —Al menos sabemos que no está allí.

    —¡Harry! —gritó una voz, Harry tardó un poco en darse cuenta de que se trataba del radio que Cyprian le había dado unos momentos antes, y la sacó con manos temblorosas.

    —Te escucho —respondió Harry tratando de parecer calmado.

    —¿Vieron algo raro? —preguntó Cyprian, su voz sonaba alterada.

    —No, nada —contestó Harry rápidamente, mientras Draco negaba con la cabeza y se alejaba unos pasos.

    —Hubo unas luces... fue algo raro.

    —No vimos nada, Cyprian —repitió Harry, tratando de sonar convincente.

    —Qué extraño — suspiró el guía —; seguiremos descendiendo, no nos queda mucho y aparentemente no está aquí, pero nos aseguraremos.

    —Está bien, aquí esperamos —respondió Harry un poco más tranquilo y esperando haber engañado realmente al guía.

    —Hey, Potter, mira —dijo Draco, llamando su atención.

    Harry giró para ver a Draco, estaba a varios metros lejos de él, la lluvia no lo dejaba distinguir más que su silueta, y aún así, lo vio con la varita levantada.

    —¿Qué haces?

    —Allí —señaló Draco, hacia un punto azul en lo alto de unas rocas.

    —¿Tú crees que...?

    —Ninguno de nosotros puede andar solo, todos estamos en grupo, sin embargo allí hay alguien solo.

    Harry miró hacia el barranco y luego hacia Draco, antes de asentir.

    —Asegura la cuerda con un hechizo, no creo que tardemos más de lo que ellos tarden en subir.

    —De acuerdo —dijo Draco.

    Draco lanzó un hechizo para fijar la cuerda y luego se alejó con Potter, trepando por algunas rocas, manteniéndose juntos y caminando lento, para evitar caerse, hasta que lo pudieron distinguir, gracias al impermeable anaranjado que usaba, aunque estaba tan escondido que, de no haber lanzado el hechizo Draco, seguramente no lo hubieran podido encontrar.

    —¿Elías? —preguntó Draco en cuanto estuvieron cerca, casi resbaló en la húmeda roca, pero Potter lo sujetó de un brazo.

    —Cuidado.

    —Gracias.

    —¿Elías? —llamó ésta vez Harry, acercándose al chico, que permanecía inmóvil. Draco y él intercambiaron una mirada de pánico mientras se arrodillaban a su lado.

    —¿Está...? —preguntó Draco en un susurro, mientras apartaba su cabello oscuro, estaba completamente empapado y pálido.

    Harry se inclinó un poco más y tocó su cuello, luego le giró un poco el rostro y, cubriéndolo con su cuerpo, le abrió los párpados para ver sus pupilas.

    —¿Qué haces?

    —Verifico sus señales de vida —explicó Harry con tono serio.

    —¿Sabes hacer eso?

    —Claro que sé —negó Harry —. Creo que está politraumatizado, al parecer se lastimó mucho —continuó, mientras con las manos le examinaba las costillas y los brazos —Costillas cinco y seis... Golpe abdominal... tal vez hemorragia interna... —Harry suspiró y miró hacia Draco, no esperaba encontrarse con aquella expresión de sorpresa.

    —¿Qué has dicho?

    —¿De verdad quieres que lo repita? —preguntó Harry, extrañado, mientras empezaba a tocarle las piernas. —Ajá, un tobillo doblado —miró hacia arriba —, no sería raro que hubiera subido un poco más —dijo, señalando hacia las rocas altas que los rodeaban —, seguramente se perdió y trató de ubicarse, pero por la humedad del piso resbaló y cayó... Necesitamos ver si es que tiene una hemorragia interna, no sabemos cuánto tiempo lleva aquí.

    —¿Cómo sabremos...? es decir, ¿cómo sabrás...?

    —Préstame tu varita... no estoy acostumbrado a usar la varita de otro para algo así, pero no nos queda de otra.

    —¿Estás seguro que sabes lo que haces? —preguntó Draco, demasiado asombrado por todo, pero aún así extendiendo la varita hacia Harry.

    —Ha pasado algo de tiempo, pero sí, esto no se olvida —aseguró Harry, mientras tomaba la varita con una mano y la agitaba un poco, pero no dirigió el primer hechizo hacia el chico, sino hacia un grupo de hierbas, cambiándoles el color.

    —¿Qué...?

    —Verifico, no vaya a ser que no funcione correctamente y luego todo sea peor...

    —Ah...

    —Mira —señaló Harry, mientras se inclinaba un poco y, frunciendo el ceño, comenzaba a susurrar hechizos que llevaba demasiado tiempo sin practicar.

    —Vaya —Draco se inclinó hacia delante, viendo la estela de luces verdes que su varita emanaba sobre el cuerpo del chico, a la altura del abdomen el fluido se detuvo, comenzando a pintarse de rojo.

    —Allí está, se lastimó internamente —Harry negó con la cabeza —, este tipo de hemorragias son letales, tendría que recibir ayuda médica inmediatamente.

    —El punto de llegada aún está a un día de camino —razonó Draco, mirando cada vez más preocupado a Elías.

    —Lo sé... De acuerdo, esto lo puedo detener, pero necesito concentrarme un poco más, es diferente curar muggles que curar magos.

    —¿Cómo con las medicinas?

    —Así es —asintió Harry, y sonrió un instante a Malfoy, antes de concentrarse en Elías y pasar la varita sobre su abdomen, en el punto exacto en que la mancha roja aparecía, debía dominar la cantidad de magia, pues un exceso lo podría matar.

    Draco se quedó muy quieto, apreciando la concentración de Potter y la forma como dirigía la varita y movía una mano sobre el abdomen del chico, reduciendo lentamente la mancha roja, nunca lo había visto así de concentrado y serio. No podía negarse que esa faceta de Potter también le gustaba, y bastante.

    Harry apenas y respiró, hasta que finalmente sintió que la hemorragia se había detenido, sólo entonces se dejó caer hacia atrás, respirando entrecortadamente, mientras el fluido verde marcaba que ahora todo estaba curado.

    —¡Harry! ¡Daniel! —gritó la voz desde el radio, lo que hizo que Harry saltara, y Draco diera un respingo.

    —Mierda, los había olvidado —jadeó Harry.

    —Yo voy por ellos, tú quédate aquí —se apresuró a decir Draco, Harry asintió y extendió la varita hacia Draco, pero éste negó con la cabeza, tomando en su lugar la radio, que sobresalía de uno de sus bolsillos.

    —Mejor quédatela hasta que volvamos, así no tardemos más de diez minutos, no sabemos si es que hay algún peligro.

    —De acuerdo.

    —Esperen allí, ya vamos —contestó Draco hacia la radio, empezando a alejarse, pero en el último instante volteó, observando a Potter, que se había inclinado nuevamente hacia delante y observaba a Elías con detenimiento.

    —¿Tú estás bien, verdad?

    —Sí, de maravilla —asintió Harry, sin apartar la vista del chico y recordando lo genial que se sentía aquello, llevaba más de dos años sin intentarlo, ahora comprendía que no debería haberlo dejado nunca.

    *O*O*O*



    Se convirtieron en los héroes del campamento, claro que en realidad ninguno sabía qué era lo que habían hecho además de encontrar a Elías, que permanecía en una camilla que los guías cargaban por el camino rumbo al punto de llegada: Granvalira, un grupo vacacional en la entrada de Andorra la Velle. Todos estuvieron de acuerdo, al día siguiente luego de que las lluvias por fin se detuvieran, que lo mejor era retomar el viaje por el camino más corto, al parecer el tiempo se había puesto raro y no querían tomar más riesgos. Elías recibió, pese a todo, una reprimenda por su comportamiento tan inapropiado y el chico permaneció en silencio, dopado por las medicinas para el dolor, hasta que una camioneta del grupo turístico lo recogió en el lugar más accesible.

    Los demás continuaron el camino a pie, disfrutando del final del paseo, tomando las últimas fotografías, hasta que por fin llegaron a Granvalira. Un grupo de chicas muy atentas los recibió, dándoles botellas de agua e instándolos a tomarse una gran fotografía grupal, asegurándoles que les darían una copia a cada uno dos días después, cuando partieran a casa.

    El problema vino cuando repartieron las habitaciones, estaban ubicados dentro de un bungaló de cuatro dormitorios, que compartirían con los dos chicos italianos y un chico irlandés con el que no habían hablado mucho; y de acuerdo al pedido de Draco les habían dado sólo una habitación para los dos, pero con una cama, en lugar de dos.

    —No lo entiendo... no pedí una sola cama —protestó Draco en recepción, luego de que les mostraran las habitaciones, Harry estaba a unos pasos de él, escuchándolo hablar mientras la señorita que atendía el counter tecleaba rápidamente.

    —Lo lamento, señor, supusimos que usted y su... novio no tendrían problemas en...

    —No es mi novio.

    —Es que usted pidió una sola habitación y supusimos que...

    —¿Qué se supone que haremos ahora?

    —No tenemos otra habitación ni cama disponible, estamos llenos y... lo lamento tanto señor, no sé qué podemos hacer para enmendar este error.

    —Malfoy... ya, déjala, no es su culpa.

    —¿Qué se supone que haremos ahora? —repitió la pregunta Draco hacia Harry, sintiéndose de pronto medio tonto por hacerla.

    Harry sonrió forzadamente hacia la señorita, que estaba bastante sonrojada y apartó a Draco un poco.

    —Podríamos dividir la cama con un hechizo, transfigurarla...

    —Pero para eso tendría que quedarme despierto, no podría mantener el hechizo mientras duermo —gruñó Draco, lo cierto era que su magia andaba algo descontrolada, producto de las pociones y el cáncer, por eso que no hacía tantos hechizos como estaba acostumbrado.

    —Claro que puedes, aunque tienes razón en que dormirías poco... tal vez yo pueda hacerlo por ti, tu varita parece hacerme caso...

    —No quiero que te esfuerces, me parece que ya has hecho mucho con curar a Elías.

    —No es para tanto... vamos, no hay nada que podamos hacer, no lo han hecho apropósito.

    Draco bufó, pero finalmente asintió, Potter tenía razón, no era como si hubiera sido un error del hotel, quizá él debió ser más específico al respecto.

    *O*O*O*



    Luego de almorzar, pasaron la tarde junto a sus demás compañeros de campamento, en una sala de juegos y televisión; Draco jugando con Pedro y Giuseppe al billar, llevaba demasiado tiempo sin hacerlo, y aunque en un inicio había perdido, parecía estar entrando en forma nuevamente. Harry conversaba con Julie, Lissa, Norman, Marshall y Edgar, mientras veían un programa musical en la televisión, todos excepto Harry bebían cervezas heladas y compartían sus aventuras durante esos días de campamento.

    —¿Y vas ganando? —preguntó Harry, acercándose a Draco y mirando hacia la mesa de billas, luego de mucho rato.

    —Sí, pero aún no estoy seguro de ganar la partida.

    —Ah... parece entretenido —observó Harry, mientras Pedro hacía entrar dos bolas, una detrás de otra, dentro de uno de los agujeros.

    —Es cuestión de maña —aseguró Draco, jalando de un brazo a Potter para hacerlo moverse un poco, pues Pedro usaría ese lado de la mesa.

    —Y se la pasan todo el tiempo caminando —suspiró Harry.

    —¿Quieres intentarlo? —preguntó Draco, mientras Pedro empezaba a refunfuñar en italiano por haber perdido su turno.

    —¿Yo?, pero, te haré perder...

    —Nah..., no es la gran cosa, es bastante fácil, ven —le animó Draco.
    Harry asintió y escuchó como Draco hablaba en rápido italiano con los dos chicos.

    —Les he dicho que te sedo mi turno.

    —Gracias —Harry arrugó un poco la nariz, mientras tomaba el taco y lo apuntaba a la mesa.

    —No, no —Draco soltó una risita y se acomodó detrás de él —, debes inclinarte un poco y sostenerlo de ésta manera —explicó con paciencia, posicionando a Harry mejor. —Le debes dar a la bola blanca, ¿de acuerdo?

    —Sí —asintió Harry, sintiendo todos sus músculos tensarse por la cercanía de Draco.

    —Si le das con el efecto correcto podrás hacer entrar esa bola roja en el agujero...

    —Ajá...

    —Puedes darle a los lados de la mesa para conseguir golpearla…

    —Ajá…

    —¿Me estás prestando atención?

    —Claro... golpear la bola blanca, efecto correcto, bola roja en el agujero —explicó Harry, tomando una corta bocanada de aire y tratando de no demostrar su incomodidad cuando Malfoy se apartó de él unos pasos.

    Escuchó a Giuseppe decir algo en italiano y reír, mientras Draco enrojecía un poco y negaba con la cabeza, para contestar también en italiano, al parecer la conversación no terminó allí, pues Giuseppe continuó, a lo que Draco respondió, según creyó él, de manera cortante.

    —¿Qué?

    —Tú concéntrate en la bola —refunfuñó Draco, mientras señalaba la mesa; Giuseppe le había dicho que su coqueteo era demasiado descarado, a lo que Draco había respondido que no estaba coqueteando, pero Giuseppe entones había dicho que estaba ciego, pues evidentemente Harry si estaba dispuesto a dejarlo coquetear. Draco había respondido a eso con una terrible grosería que no pensaba traducirle a Potter.

    —Ya. —Harry se inclinó hacia delante e intentó darle a la bola blanca, pero sólo consiguió golpearla tan fuerte que ésta se elevó un poco y rodó fuera de la mesa.

    —¡Potter!

    Giuseppe y Pedro rieron, mientras Harry, abochornado se alejaba para buscar la bola.

    —Lo lamento —farfulló, dejándola en el mismo lugar y entregándole el taco a Malfoy.

    —Vamos, inténtalo de nuevo.

    —No quiero que pierdas tu turno.

    —No importa, trata de darle más suave ésta vez, no es cuestión de fuerza, sino de...

    —Ya, de maña —negó Harry, no le gustaba verse tan incompetente delante de Malfoy.

    —No seas mal perdedor.

    —Si te escucharas —sonrió Harry, recordando que peor perdedor era Malfoy, pero concentrándose en el juego nuevamente. Ésta vez no hizo la bola saltar, pero apenas consiguió darle a la bola roja.

    —No está mal —aseguró Draco, mientras Giuseppe se acomodaba para lanzar.

    —Has perdido tu turno.

    —¡Oh, sí —se burló Draco —, qué gran tragedia!

    Harry sonrió y por un par de horas más permaneció, compartiendo turnos con Draco, la primera vez que embocó una bola, ambos sonrieron y Draco le dio un golpe en el brazo, felicitándolo, luego de eso todo fue más fácil, hasta que llegó la hora de cenar y decidieron que se sentían lo suficientemente hambrientos como para dejar de lado la partida. Pedro y Giuseppe decidieron quedarse un rato más, así que se fueron solos.

    El comedor quedaba en otro edificio, alejado a unos metros, tenían que atravesar unas calles empedradas, iluminadas por farolas blancas, el lugar, Draco y Harry reconocieron, se veía muy bello, rodeado por las montañas, con sus pequeñas casas amarillas y de techos a dos aguas.

    Se acomodaron en una de las últimas mesas, solos, y en cuanto les trajeron la comida, ambos empezaron a comer con velocidad.

    —Hay algo que te he querido preguntar, pero no he podido porque no hemos estado solos… —comenzó Draco, cuando casi habían terminado la cena, Harry dejó de cortar su carne y lo miró seriamente.

    —¿Qué cosa?

    —Ese hechizo... o mejor dicho, todo lo que hiciste allí, ¿cómo es que lo sabes?, ¿lo aprendiste en la guerra? —preguntó en un murmullo, no queriendo que nadie más los escuchara.

    —¿Qué? No, claro que no, eso lo estudié.

    —¿Lo estudiaste?

    —Bueno, tuve mis primeras prácticas durante la guerra, es cierto, pero luego... cuando todo acabó, empecé a estudiar, te lo conté.

    —No lo hiciste —negó rápidamente Draco, mientras apartaba el plato.

    —¿En serio? Estaba seguro que sí lo había hecho... —Harry se encogió de hombros, no podía asegurar habérselo contado, después de todo, recordaba cuando le había hablado de la guerra, había sido un gran torrente de verdades saliendo de él, posiblemente había omitido algunas cosas.

    —¿Entonces...?

    Harry suspiró y masticó rápidamente el último trozo de carne, antes de apartar el plato también.

    —¿Podemos hablar fuera?

    —Claro, una caminata sería genial, aprovechando que no está lloviendo.

    Se pusieron en pie y de salida Julie y Lissa los detuvieron, y no los dejaron salir hasta que prometieron que volverían para la fiesta que harían luego de la cena, la fiesta de despedida del campamento, y se alejaron por el camino de piedras, hasta que encontraron un banco que parecía hecho del mismo tipo de piedras que había en la montaña, ambos se sentaron allí y Draco sacó un cigarro, ésta vez Harry declinó el ofrecimiento y miró hacia el cielo.

    —Deberíamos sacar a Tobby más tarde.

    —Alonso dijo que lo sacaría él durante la tarde —explicó Draco, refiriéndose a uno de los ayudantes, que se había hecho cargo del perro, pues no podían tenerlo en los bungalós y no era recomendable que durmiera fuera por la evidente amenaza de lluvia.

    —Ah...

    —Si este tema no es de tu agrado...

    —Durante la guerra —comenzó Harry, obviando ese último comentario —aprendí, como todos, creo, a hacer hechizos curativos, era una obligación hacerlo, más de una vez resultamos heridos, algunas veces yo, otras mis amigos... Era insensato no saber cómo curar.

    —¿Es así como te hiciste esa cicatriz en la espalda? ¿Durante la guerra?

    —Sí, durante una de las batallas cuando estuvimos en Hogwarts, fue la hermana Carrow, me dio con una espada durante la batalla final... ni siquiera me di cuenta del corte hasta que Hermione gritó espantada por la sangre y luego me curó —Harry negó con la cabeza, recordaba no haberse preocupado en lo más mínimo por esa cicatriz, pensando que moriría esa misma noche.

    —Oh... Existen pociones...

    —No, fue con una espada maldita, es magia negra, no hay cura para las cicatrices de ese tipo, creo que muchos conservan ese tipo de cicatrices.

    —No me parece que sea una cicatriz fea —sonrió Draco, no sabiendo si el tema afectaba o no a Potter.

    —Sólo es una huella más de la guerra, realmente nunca me he preocupado mucho por ella…

    —Qué bueno —admitió Draco.

    —En fin… Durante la guerra, ya sabes, no me planteé un futuro a largo plazo, era vivir el día a día, yo creía que no saldría vivo de esa, así que no le di mucha importancia al hecho de que me gustaba curar, y puedes reírte de esto... sé que lo harás.

    —¿Por qué dices eso? No me estoy riendo.

    —Porque siempre decías que me gustaba hacerme el héroe.

    —Eso fue cuando éramos chicos... Supongo que me gustaba molestarte.

    Harry sonrió un poco.

    —A mí también me gustaba molestarte. Como sea... luego de la guerra, cuando no sabía qué hacer con mi vida, recordé que no era tan malo haciéndolo, busqué información y no fue tan difícil entrar a la escuela de medimagos... tienen un curso muy estricto de siete años, no todos se estudian, son cuatro años de estudio, y tres de prácticas, pero desde el segundo año comienzas a hacer turnos de dos horas en San Mungo, es una carrera que exige una gran cantidad de dedicación, pero sabía que lo que me sobraba era tiempo... Sin embargo, sabes que no estaba bien, fingía estarlo, pero las pesadillas, pese a Laica y todas las horas que pasaba estudiando, no se apartaban, vivía durmiendo mal, tomando pociones para dormir, para despertar... drogándome... —Harry negó con la cabeza.

    —Todo se desbordó cuando tres meses después de iniciar con las prácticas me enviaron a emergencias, era una noche tranquila y estaba a punto de volver a casa, pero se dio la alerta de que algo muy grave había pasado y todos fuimos allí, se trataba de un hechizo mal ejecutado, al parecer un hombre, demasiado borracho, había tratado de encender la chimenea de su casa, vivía en las afueras de un condado muggle, en una urbanización de varias casas de magos, y el incendio se había propagado hacia ambos lados, no era fuego común...

    —Los aurores trataron de sacar a todos los que pudieron, a mí me enviaron junto a una medibruja que trataba de salvar a una niña pequeña: Rosalyn, tenía siete años, y era muy bella, nunca la vi abrir los ojos ni decir nada, apenas estuvo unos minutos en la sala, mientras la medibruja trataba de sacar todo el humo de sus pulmones, pero hay situaciones en las que simplemente es imposible hacer algo... Ese día lo aprendí, como estudiante no hice nada más que mirar, observar sin poder hacer nada, mientras los signos vitales caían hasta convertirse en nada... y me quedé allí, de pie, mirando cuando la medibruja declaraba la hora del deceso y una de sus tías, una mujer mayor que había salido con sólo unas quemaduras, lloraba, observando como la cubrían con una sábana...

    —Lo lamento —susurró Draco, no sabiendo que más decir.

    Harry negó con la cabeza y apoyó los codos en las rodillas, escondiendo la cabeza entre las manos un instante, antes de mirar a Draco nuevamente.

    —Desde allí todo fue peor... no estaba preparado para eso, pensé que podría ayudar y curar, me gustaba hacerlo, pero fui tan estúpido que no pensé que no siempre podríamos curar, que algunas veces la muerte estaría presente, que el que la guerra hubiera terminado no implicaba que no volvería a toparme con situaciones como esas...

    —No sé qué decirte —susurró Draco, apoyando una mano en la espalda de Potter y acariciándolo lentamente —, sabes que hay cosas contra las que no puedes luchar, sin embargo si es algo que te gusta hacer... al parecer tienes un don, y nadie te garantiza que salvarás a todos, pero sí que podrás sentirte útil usando lo que sabes hacer para salvar a cuantos puedas.

    Harry suspiró lentamente y asintió.

    —En la madrugada, mientras curaba a Elías, me di cuenta de que aún me gusta hacer eso... el curar a la gente, y tomé una decisión.

    —¿En serio?

    —Sí —Harry sonrió y se enderezó completamente. —Varias veces dije que no sabía qué hacer con mi vida una vez volviéramos, pero ahora lo sé, volveré a la escuela y seguiré intentando... conseguiré el título, sé que será difícil, pero estoy seguro de que ahora ya estoy más preparado...

    Draco le sonrió en respuesta.

    —Definitivamente lo estás, ten por seguro que esta vez será diferente.

    —Todo esto que ha pasado... el tiempo que anduve perdido... no quiero volver a sentirme así, no quiero sentirme de esa manera nunca más... Tú lo dijiste, es mi vida, y tengo la oportunidad aquí, y la tomaré.

    —Serás un gran medimago, tienes todo lo necesario, en verdad, Potter. Allá, con Elías, estuviste asombroso, sabías qué hacer, y no perdías la calma...

    —Llevaba tiempo sin sentirme así de útil y seguro.

    Draco asintió, mirándolo a los ojos y sintiéndose contento por esas palabras, por esa declaración y esa muestra de recuperación, ahora estaba completamente seguro de que Potter podría seguir adelante, que cuando muriera no tendría que preocuparse por su futuro. Y también comprendía esos detalles, la forma en que lo trataba de examinar cuando se sentía enfermo. Es más, tal vez el chico habría comenzado ya a sospechar... y siendo un estudiante para medimago, y más aún, habiendo sido tan honesto con él durante todo ese tiempo, ¿no sería justo que él lo fuera también? ¿Qué le dijera lo que pasaba de una vez por todas?

    —Potter, yo...

    —¡Allí están! —gritó Lissa, interrumpiéndolo, ambos giraron, sobresaltados, para encontrarse con un gran grupo: Marshall, Edgard, Giuseppe, Pedro, Lissa y Julie, que venían a su encuentro.

    —Hola —saludó Harry, apartándose un poco de Draco.

    —Vamos, nos espera la fiesta —animó Pedro, mientras señalaba una de las pequeñas casas.

    Harry y Draco se dieron una mirada y asintieron, Draco sintiéndose frustrado, pero pese a eso sonrió, tratando de parecer animado, mientras se unían al grupo y caminaban hacia la casa que les habían señalado.

    *O*O*O*



    La fiesta se realizaba en una pequeña discoteca, con las luces bajas y una pista de baile al centro, bastante concurrida pese a que la fiesta se había iniciado poco antes, las luces se movían al ritmo de la música, acelerada y desconocida para Harry y Draco, a un lado había una gran mesa con botellas de agua, de licores y algunos bocaditos, y a los lados, rodeando casi toda la pista de baile, había pequeñas mesas altas, con lámparas azules que iluminaban precariamente.

    Se acomodaron rápidamente con sus amigos en una de esas mesas pequeñas, y la conversación derivó rápidamente en Elías, se pusieron de acuerdo para ir al día siguiente en la mañana a visitarlo, ya que el chico había tenido que quedarse internado por un par de días más; Edgard y Marshall, que viajaban con él, dijeron que se tendrían que quedar allí hasta que el médico le diera el alta a Elías y pudiera volver a casa, pues tenía un brazo roto y varias contusiones y lo mejor era regresar y guardar reposo. Pronto Pedro y Giuseppe argumentaron tener deseos de bailar y se alejaron de la mesa, buscando a quien invitar.

    —Nosotros seguiremos subiendo, iremos a Francia —admitió Edgard, con una gran sonrisa.

    —Nosotros venimos de allí —comentó Harry, mientras observaba a Draco.

    —Nosotras también venimos de allí —dijo Julia —, ahora nos toca España, luego regresaremos a casa... Aún nos queda una semana más.

    —¿Ustedes hacia donde van? —preguntó Marshall, mientras servía más cerveza en cada uno de los vasos, Draco, para evitar incomodar a Harry, había dicho que ninguno de los dos bebía, y cada uno tenía una botella de agua mineral, le alegró que al menos ellos no se portaran pesados con el alcohol.

    Harry miró hacia Draco, que se encogió de hombros.

    —Creo que seguiremos aquí por un tiempo más —Draco dio un sorbo a su botella de agua antes de continuar —, no tenemos en realidad un itinerario, pero no creo que podamos llegar a España...

    —Tal vez para la próxima —opinó Edgard —, nosotros estuvimos allí, tiene ciudades muy interesantes.

    —Eso esperamos —rieron Lissa y Julia.

    —¿En verdad no sabes a dónde iremos después de aquí? —preguntó Harry, en un susurro, aprovechando que Edgard y Marshall comenzaban a relatarles a Julia y Lissa los lugares más apropiados para hospedarse.

    Draco suspiró lentamente, había intentado contarle la verdad a Harry unos momentos antes, ahora difícilmente aquel lugar podría ser adecuado para hacerlo.

    —Creo que volveremos a casa, tenemos que recuperar tu varita.

    —Ah... —Harry se sintió desalentado por la perspectiva de poner fin al viaje.

    —Y además, prometiste enseñarme a andar en moto, ¿recuerdas? —continuó Draco, tratando de animarlo.

    —Cierto —Harry asintió, aunque no tan contento, tal vez su amistad sólo se prolongaría hasta eso y luego... Draco tendría que volver con su esposa y su vida y él... él tenía ya planeado qué hacer, pero le hubiera gustado incluir a Malfoy en sus planes.

    —¿Qué? —preguntó Draco.

    —Pensaba en Tobby...

    —¿En Tobby? —Draco se sintió francamente sorprendido.

    —En que está acostumbrado a verte y... —Yo también, pero se guardó la última parte de su comentario para sí mismo.

    —Potter, escucha, creo que tú y yo ya hemos admitido que somos amigos, no te preocupes por qué pasará al llegar a casa, nos seguiremos viendo —mintió Draco, pues planeaba dejar a Harry y Tobby instalados y luego regresar a Andorra, a esperar que todo terminara de la manera más digna posible.

    Harry sonrió y asintió.

    —Yo también creo que somos amigos —dijo, aunque quería que fueran algo más.

    —Ustedes también deben bailar —exclamó entonces Lissa, llamando la atención de ambos, habían estado tan metidos en su conversación, que no habían notado que sus compañeros se habían puesto en pie y estaban dispuestos a salir a la pista de baile.

    —¿Con quién se supone que bailaremos? Marshall y Edgard las tienen ya comprometidas —respondió Draco, con una sonrisa amable.

    —Pues entre ustedes, por supuesto —opinó Julia, jalando de un brazo a Harry para que se pusiera en pie.

    —No, de ninguna manera —dijo Harry, negando con la cabeza.

    —¡Oh, vamos! —protestó Edgard —, no sean aguafiestas, miren, la pista está llena, podemos bailar todos juntos en el centro... al fin terminaremos bailando entre todos.

    —No creo que sea apropiado que... —opinó Draco.

    —Sí, además dudo mucho que a Daniel le guste bailar —sonrió Harry.

    —Yo sé bailar, Potter, el que no sabe hacerlo eres tú —contraatacó Draco, algo ofendido por el tono condescendiente que había usado Potter.

    —En verdad deberías empezar a llamarme Harry, Daniel.

    —De acuerdo, Harry, no creo que tú sepas bailar —dijo Draco arqueando una ceja y con tono engreído.

    Harry sonrió un poco más.

    —¿En serio, eso crees?

    Draco abrió la boca para contestar, pero Lissa los interrumpió, soltando una carcajada, seguida por los otros chicos.

    —¿Qué? —preguntó Harry, mirándolos enfadado también.

    —Es que es chistosa la forma en que pelean, me recuerdan a mis abuelos —explicó Julia entre carcajadas.

    —¿Tus abuelos? Vaya, qué alentador —negó Draco.

    —Están juntos por más de cincuenta años —rebatió ella rápidamente.

    —¿Más de cincuenta años? Wow, eso sí que es mucho tiempo —razonó Harry.

    —Sí, creo que son el ideal que tengo de una buena relación —suspiró la chica.

    —Ya, pero no tienes que compararnos con ellos —negó Draco.

    —¡Miren! —exclamó Edgard, interrumpiendo su conversación y señalando al centro de la pista, donde Pedro y Giuseppe bailaban animadamente con un par de chicos que seguramente eran de otro de los campamentos.

    —¿Ven? Nadie pone pegas — animó Marshall.

    —¿Pegas? —preguntó Draco.

    —Reparos —explicó Harry.

    —Entendí eso.

    —No se hagan de rogar y muévanse —apuró Edgard, jalando a Julia hacia el centro, Harry y Draco se miraron incómodos antes de suspirar y dejarse llevar por Marshall y Lissa hacia la pista de baile, donde se unieron a Pedro, Giuseppe y sus parejas, que los recibieron con exclamaciones de alegría.

    Harry no recordaba haber bailado sobriamente con nadie en mucho tiempo, es más, ni siquiera estaba seguro de ser capaz de llevar el ritmo correctamente, pero la mirada inquieta de Draco lo alentaba a relajarse y demostrarle que no tenía por qué preocuparse.

    Ayudó que la sala estuviera medio iluminada, y también el juego de luces que se combinaba con la acelerada melodía que estaba sonando, fue cuestión de unos segundos antes de que le encontrara el ritmo a la música y se comenzaran a mover cómodamente, además sus compañeros, que reían e intercambiaban parejas, hacían que todo fuera mucho más simple.

    Pronto se encontraron formando un gran grupo, con los amigos de Pedro y Giuseppe, e intercambiaron parejas por mucho rato, de tal manera que, para cuando Malfoy volvió a estar delante suyo, había pasado mucho rato y se sentía realmente acalorado, pero divertido por las cosas que los demás estaban haciendo, siguiendo a voz en cuello las canciones y saltando y dando vueltas.

    Sin pensarlo mucho, Draco jaló de las caderas un poco a Harry, para tenerlo más cerca, mientras la melodía comenzaba a acelerar más aún y su grupo comenzaba a saltar con las manos en alto, lo que provocó que alguno de ellos, Draco no supo cual, empujara a Harry contra él y lo tuviera que sujetar con fuerza, para evitar que diera contra el piso, el resultado fue que ambos terminaron completamente pegados, atrapados entre la masa de cuerpos que sus amigos formaban, mirándose a la cara y bastante acalorados.

    Harry no se apartó de él, al contrario, con una seguridad que realmente no sentía, colocó sus manos en los brazos de Draco, presionándolo con fuerza para evitar que se alejara.

    —Potter —susurró Draco, aunque sabía que no lo oiría, por la gran bulla que había alrededor.

    Pero Harry si vio la forma como sus labios se movieron, como exhalaba lentamente, y aquello lo provocó más aún, y no conteniéndose, se inclinó hacia delante, tratando de capturar sus labios, pero el beso le fue negado una vez más, cuando Malfoy giró el rostro y soltó sus caderas. Aquel movimiento lo dejó sorprendido, tristemente sorprendido.

    Draco, espantado por lo que casi había pasado, retrocedió un paso lentamente, y luego otro más, haciendo que Potter soltara por fin sus brazos, apartándose de él con pesar y dolor.

    —Draco —susurró Harry, tratando de tomarlo nuevamente de los brazos, de cualquier parte que permitiera que estuvieran cerca nuevamente, alrededor sus amigos seguían saltando y bailando, ajenos a todo lo que pasaba entre ellos.

    Draco observó a Harry con detenimiento; observó su mirada herida y resentida y negó con la cabeza, no pudiendo resistir mucho más estar en su presencia, se dio la vuelta, tratando de apartarse de él y de todos los demás, no supo si Harry lo seguía mirando o no, mientras sorteaba a todos los de la pista de baile y llegaba hasta la salida; y aún allí no se detuvo, sus piernas le temblaban y su respiración se sentía agitada, mientras atravesaba el camino que llevaba hasta su bungaló, tal como esperaba, no había nadie dentro, siguió de largo hasta su habitación y se dejó caer sobre la cama, respirando mucho más agitadamente por la carrera que había pegado, mientras su mente no dejaba de recrear la mirada herida que Harry le había dado, sintiéndose frustrado por tener a mano lo que deseaba con tantas ansias y sabiendo que no era apropiado tomarlo.

    No había pasado más que un par de minutos desde que había llegado cuando sintió la puerta de la habitación abrirse con fuerza, dio un respingo y se encontró con Harry, lucía furioso, el hechizo que los unía le decía que estaba mucho más que enfadado. Inconscientemente tragó grueso, mientras se sentaba lentamente.

    —¡Tú! —gritó Harry, también agitado por la forma en que había corrido para alcanzarlo.

    —Potter —reaccionó Draco, poniéndose en pie; aún demasiado asombrado por la rabia que emanaba Harry.

    Harry cerró la puerta con la misma fuerza con que la había abierto y avanzó hasta el centro de la habitación para alcanzarlo.

    —Es descortés marcharse de esa manera —recriminó Harry, molesto por haber sido despreciado una vez más.

    —Mira, sabes muy bien que... —Draco cerró los ojos un momento, tratando de calmarse, un mareo lo hizo apoyarse contra el borde de la cama.

    —¿Qué? ¿Qué es lo que sé muy bien?

    —Potter...

    —Y deja de decir Potter cada dos por tres, mi nombre es Harry, no sé por qué es tan difícil para ti decirlo.

    —Harry —suspiró Draco, paladeando lo bien que se sentía decir ese nombre, no lo había hecho más que en contadas ocasiones, y en ninguna se había sentido así de bien —, creo que mejor será que me vaya, buscaré a Alonso para ver si está cuidando bien a Tobby y...

    Harry entrecerró los ojos un poco, mientras apretaba los puños.

    —¡Tobby y un cuerno! —gritó, lo que hizo que Draco se interrumpiera —, tú y yo vamos a hablar.

    —Hablamos todo el tiempo —se justificó Draco, retrocediendo instintivamente ante el enojo de Harry, el hechizo lo hacía sentir sus vibraciones, pero eran diferentes a las que había sentido antes, cuando se trataba de ansiedad por las drogas, ahora era distinto, es más, nunca, en todo ese tiempo había visto a Harry emanar tal cantidad de energía, casi era como estar junto a su compañero de escuela en una de las peleas en el pasillo de Hogwarts, y no al desconocido que se había encontrado en la carretera.

    —Me refiero a hablar de esto —explicó Harry, haciendo un gesto con las manos que abarcaba a ambos.

    —No hay ningún esto.

    —Sí que lo hay.

    —No, no lo hay ni lo puede haber, ¿acaso no lo entiendes?, ¿no te lo he dejado en claro ya?

    —Pues sí, el dejarme en medio de la pista de baile, delante de todos, me lo dejó claro —admitió Harry, avanzando más hasta él, lo suficiente para tomarlo de los brazos y sujetarlo.

    —Po... Harry, déjame.

    —No.

    —Basta, no está bien.

    —¿Por qué? —Harry dejó de gritar, y ésta vez habló en un susurro, pegándose más a Draco y buscando sus labios una vez más.

    —Porque no... —evadió Draco, apartando un poco el rostro, aunque debía admitir que con pesar.

    —¡Esa no es una razón! —rebatió Harry empujándolo y apartándose de él.

    —¡Hey!

    —Dime porqué —exigió Harry, volviendo a acercarse a él, pero sin tocarlo ésta vez —¿es por tu esposa?; Draco, en verdad que me decepcionas —negó con la cabeza —, no puedes dejar que te digan qué hacer con tu vida, si quisieras la podrías dejar y hacer lo que se te venga en gana, pareces tan independiente y, sin embargo no eres capaz de plantarle cara a tus padres y decirles que no quieres seguir casado con ella... Si quisieras podrías anular el matrimonio, dijiste que no habían hecho nada, después de todo.

    —No es eso —negó Draco, apartándose de él y caminando hasta el otro lado de la habitación, sabía que mientras más lejos estuviera de él sería mejor, pues habría menos tentación.

    —Mira, yo tengo oro, y sé que no es la gran cantidad de fortuna que los Malfoy tienen, que probablemente no llega ni a la centésima parte, pero seguramente podremos hacer algo con eso… no necesito ponerme a estudiar inmediatamente, puedo producir más oro, y tú dices que eres bueno en los negocios, no te será difícil salir a flote y…

    —Harry…

    —Tú mismo has dicho todo este tiempo que el oro no es importante.

    —¡Que no es eso! —negó Draco, cada vez más alterado.

    —¿Entonces qué es? Tú ocultas algo más, ¿verdad? —increpó Harry.

    —No oculto nada —replicó Draco rápidamente. —Simplemente esto no puede ser y punto, no debes hacerme más cuestionamientos, no tienes ningún derecho.

    —¿Entonces es por mí? —preguntó con voz dolida Harry —, aún te doy asco, como dijiste en tu departamento. Pese a todo lo que ha pasado... a que siempre dices que me estoy recuperado y que soy una persona con muchas oportunidades, te doy asco por lo que fui antes... por haber sido un drogadicto a punto de morir que te encontraste en una carretera y...

    —¡No! —desmintió Draco rápidamente, volviendo a acercarse a él, Harry había agachado la cabeza y su tristeza era tan palpable que ni siquiera necesitaba del hechizo para percibirla. Lo tomó de los hombros, para obligarlo a mirarlo, pero recibió un empujón en respuesta.

    —¡No me toques! —gritó Harry, más herido aún —, no te me acerques, no quiero que te vayas a contaminar conmigo.

    —No digas tonterías —Draco intentó tomarlo de los hombros de nuevo, pero Harry no se lo permitió —, ¿cómo se te ocurre decir eso? Jamás he pensado que...

    —¡Claro! No lo has pensado, pero no soy lo suficientemente bueno para ti, ni siquiera para dejarte besar.

    —Harry, no es...

    —¿Entonces qué? ¡Dímelo, por todos los demonios, porque no te entiendo! —interrumpió Harry, alejándose de él, nunca pensó que esa habitación fuera tan pequeña como en ese momento, en que quería poner cielo, mar y tierra de distancia entre ambos, apartarse de él para no verlo a la cara, para no sentirse así de dolido.

    —Yo... no puedo tener nada contigo porque te aprecio demasiado y...

    —Y yo estoy enamorado de ti, pero no soy tan imbécil como crees; tuviste algo con ese guía turístico en Ámsterdam, y casi con Elías, pero yo, que estoy aquí, prácticamente regalándome a ti, no soy digno de ser tocado por tus manos... ¡Claro! ¿Quién querría al pobre ex drogadicto al que salvaste de una muerte casi segura? No soy más que tu obra de caridad de vacaciones, cuando regresemos a Inglaterra seguramente te jactarás de esto delante de todos tus falsos amigos, contándoles como no sólo conseguiste salvarme, sino incluso hacer que me enamorara de ti, para luego...

    —¡Idiota! —interrumpió Draco, dándole un empujón para hacer que se callara —¡Todo siempre tiene que ser acerca de ti! Pues vamos a ver si te enteras, Harry, que no todo gira en torno a ti —Draco sentía su corazón latir con violencia, y no estaba seguro de si es que eran los síntomas de su enfermedad o la rabia que los comentarios de Potter le provocaban, ¿acaso no le había demostrado en todo ese tiempo que él no era la clase de persona que imaginaba?

    —¿Así? ¿Entonces con qué grandiosa justificación me saldrás ahora? ¿Algún otro secreto no revelado, como el de tu esposa?

    —Tú y yo no podemos estar juntos, eso es todo, si es que confías en mí deberás...

    —No debo nada —interrumpió Harry —, ni siquiera eres capaz de decir algo que tenga coherencia, crees que con decir no debemos y ya, todo está resuelto, pero no es así, porque...

    —¡Me voy a morir! —gritó Draco, no conteniéndose más —Por eso no podemos estar juntos, porque me voy a morir, en dos o tres meses, quizá menos, me moriré, y no hay nada que pueda hacer al respecto, así que no hay un maravilloso futuro que te pueda ofrecer, por más que lo quiera, no lo hay.

    Harry se quedó con la boca abierta, a media frase, mientras las palabras de Draco se colaban en su interior y tomaban forma, se iba a morir... eso había dicho, pero...

    —¿Cómo?

    —¡Mierda! —bramó Draco, pateando el pie de la cama, la expresión de Potter era de asombro, y no se quiso quedar más tiempo, no para ver su mirada de pena o de compasión, sin pensarlo mucho, simplemente metió la mano en el bolsillo, donde tenía la varita, y se desapareció.

    *O*O*O*

     
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