Un viaje hacia la vida: Epílogo

Autora: Zafy (NC-17) - DRARRY

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  1. Kari Tatsumi
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    CAPÍTULO 18



    Cuando enrumbaron a Francia ya era la tercera semana de diciembre, y el invierno estaba llegando con toda su fuerza. Antes de partir, Draco había cambiado su auto deportivo por una camioneta todo terreno: Terios color acero, de segunda mano, pero bastante bien cuidada y que además le parecía más cómoda para el grupo, para poder moverse por lo que les quedaba de viaje y también para heredársela a Harry, pues era menos llamativa como para que la usara en Inglaterra, aunque claro, eso no se lo mencionó.

    Dejaron a Marshall, Edgard y Elías en Marsella, donde tomarían un vuelo para volver a casa, intercambiaron direcciones, teléfonos y correos electrónicos; Draco se maravilló al descubrir que Edgard era un experto en el tema informático y la última noche, antes de separarse, pasó varias horas conversando con él respecto a ese rubro que se le hacía tan desconocido.

    Harry se dedicaba a vigilar a Draco, a observar cada una de sus reacciones, en parte porque quería comprender todos esos síntomas que se le hacían extraños, y por otro lado porque quería memorizar su imagen, cada uno de sus gestos y costumbres, sin atreverse a pensar que en poco tiempo no lo vería más. No había podido aún hacerse del libro de medicina que estaba buscando, pero no perdía las esperanzas de conseguirlo pronto.

    Ambos trataban de aprovechar el tiempo al máximo, ninguno admitía que la razón era que pronto las cosas acabarían, pero era un tema que los dos tenían presente siempre. En las noches, mientras se amaban con fiereza y pasión, o en los paseos que daban, relatándose su vida, sus gustos y sus experiencias, cada minuto era valioso y ambos lo entendían.

    Aquella noche, en el hotel de Mónaco, Harry no podía dormir, estaba a un lado de la habitación, sentado sobre la alfombra, observando a Draco dormir apaciblemente, mientras fumaba un cigarro y revisaba su cuaderno nuevamente; anotaba rigurosamente cada vez que Draco se sentía mal, los síntomas que éste le dejaba saber y sus propias ideas, y sabía que ese tipo de enfermedad era algo que no había estudiado a profundidad, pero aún así había algo que lo hacía dudar, aunque no sabía en realidad qué.

    Suspiró profundamente y movió el cuello de un lado al otro, Draco se movió un poco en la cama y los cobertores cayeron, revelando su pálido y desnudo cuerpo; Harry rememoró la forma en que, unas horas antes, ambos habían saltado a la cama, llenos de deseo y entusiasmo y acarició con lentitud la parte interna de su codo, donde tenía una mordida algo notoria, la sensación de pequeño dolor lo hizo sonreír, era un recordatorio de Draco, de que habían hecho el amor poco antes. Apagó el cigarro con un poco de fuerza, recordando ya no lo bueno de todo eso, sino lo malo, lo cruel y lo desagradable, mientras se ponía en pie y se apresuraba a abrigarlo, se repitió una vez más que no debía mostrarse triste, Draco sufriría si es que viera ese dolor en él, no era justo plagar sus últimas semanas de vida con eso.

    —Oye… —Draco bostezó y sujetó un poco más el cobertor, empezando a tener frío, parpadeó extrañado al encontrar a Harry junto a la cama.

    —Despertaste —murmuró Harry, dándole la vuelta a la cama para meterse en ella.

    —Traes mucha ropa —señaló Draco, haciendo una gesto hacia los pantalones de pijama de Harry.

    —¿Qué acaso nunca te cansas? —bromeó Harry, desprendiéndose de los pantalones de todas maneras y metiéndose en la cama.

    De ti, nunca, pensó Draco, aunque no lo dijo en voz alta, simplemente lo jaló un poco y lo besó, queriendo expresar de esa manera sus ideas.

    Cuando se separaron, Harry sonreía, y se enroscaron rápidamente, abrigándose todo lo posible con los cobertores y el calor de sus cuerpos. Fuera ya había empezado a caer la primera nevada.

    —Navidad está a la vuelta de la esquina —suspiró Draco, con los ojos cerrados.

    —Lo sé, no puedo creer que todo pase tan rápido —asintió Harry, hablando en voz baja también.

    —Quiero que lleguemos a Italia antes de Navidad.

    —Estamos muy cerca de Italia, ¿qué parte exactamente?

    —No lo sé… ¿Has escuchado hablar de Verona?

    —Ajá… En algún lado.

    Draco soltó una pequeña carcajada.

    —Te compraré otro libro, quizá podamos ir mañana a la librería antes de partir.

    —Genial, tengo ganas de buscar algún libro también.

    —Claro… el libro que quieras —Draco sentía su cuerpo cada vez más ligero, y el calor que emanaba el cuerpo de Harry lo reconfortaba, hasta que se quedó dormido.

    Harry estaba últimamente desarrollando un serio caso de insomnio, aunque no sentía la necesidad de tomar ninguna poción para dormir, simplemente llenaba sus madrugadas observando a Draco, como si se tratara de su más valioso tesoro y tuviera miedo de que alguien se lo quitara.

    *O*O*O*



    A la mañana siguiente fueron, junto a Tobby, hasta La Condamina, paseando sobre las terrazas que daban al mar, y tomando algunas fotografías, entraron a varias librerías, hasta que Draco pudo conseguir una donde habían libros en inglés, le compró a Harry Romeo y Julieta y se lo regaló, para que se entretuviera leyendo aquellas noches en que no podía dormir. Entonces descubrió que Harry quería comprar algo más.

    —No necesitas ese libro —reprochó Draco rápidamente, quitándoselo de las manos, era un libro enorme de medicina, dedicado a los diferentes tipos de cáncer.

    —Por supuesto que sí —rebatió Harry, arrebatándoselo para pagarlo con el poco de dinero que tenía en el bolsillo.

    —Potter —siseó Draco.

    —No —negó Harry rápidamente —, necesito saber, entender cosas, el que tú te niegues a ir a un medimago para que te examine no quiere decir que yo no pueda investigar.

    El encargado de la tienda, un anciano con el cabello completamente blanco y unos lentes muy gruesos los miraba con el ceño fruncido.

    Draco quiso seguir protestando, pero desistió, reconociendo en Harry una terquedad que no había visto en mucho tiempo, y finalmente pagó el libro con su dinero, advirtiéndole que si quería dar por zanjada la discusión lo dejara pagar a él.

    Ahora el que conducía era Harry, otro de los síntomas que había notado en Draco era la excesiva cantidad de sueño y debilidad que le seguían a esas siestas, recordaba que ya antes de estar juntos había notado eso, pero ahora que observaba todo desde otra perspectiva, no dejaba de darle vueltas a cada cosa que anotaba en su cuaderno.

    Salieron de Mónaco casi al anochecer, luego de pasear por el boulevard costero Alberto I, donde visitaron el Museo Oceanográfico, en el cual pasaron casi toda la tarde, maravillados por las raras especies de flora y fauna marina; y no se detuvieron hasta que llegaron a Milán, estaban a tres días de navidad y las calles estaban rebosantes de adornos y decoraciones alegóricas, la mayoría de hoteles estaban llenos y finalmente, contrario a la costumbre que tenían últimamente, tuvieron que hospedarse en uno muy fino: El Hotel Spadari al Duomo, tuvieron suerte, pues alguien había cancelado una reservación y por una suma que a Harry le pareció excesiva, alquilaron el penthouse.

    Llegaron cuando era bastante tarde, así que luego de registrarse, partieron en busca de un lugar donde comer, todas las calles y restaurantes estaban llenos, así que decidieron volver al hotel y pagar por comida en la habitación. Aquello fue divertido, ambos se sentaron delante del enorme televisor a ver una película: Mouling Rouge, comentando cuando habían ido a ver el espectáculo unas semanas antes, mientras comían, Tobby estaba acomodado en una de las esquinas y se quedó rápidamente dormido.

    Cuando la película terminó ambos decidieron que era mejor darse un baño y se metieron a la enorme tina, relajándose con el agua caliente y el agradable olor del jabón, Draco estaba apoyado contra uno de los lados, mientras Harry estaba de espaldas a él, entre sus piernas, Draco aprovechaba para acariciar sus hombros y sus brazos.

    —¿Qué haces normalmente en navidad? —preguntó Harry, con los ojos cerrados y apoyado completamente contra Draco, cavilando en la posibilidad de quedarse allí por muchas horas.

    —Oh, la navidad nunca es agradable, está llena de fiestas, listas interminables de regalos y luego notas de agradecimiento… —Draco suspiró —, escribo notas de agradecimiento desde que tengo uso de razón… casi siempre dicen lo mismo.

    —Debe ser divertido, tantas fiestas, digo.

    —No tanto… —Draco arrugó la nariz un poco —. ¿Te acuerdas de Blaise?

    —¿Zabini?

    —Ese mismo, nunca ha seguido el protocolo, le gusta darle la contra a la sociedad… en fin, hace tres años, cuando todavía estaba en New York, me acompañó durante la navidad, logré engañar a mis padres, aduciendo que tenía aún mucho que estudiar y que hacer ese viaje sólo me quitaría tiempo, y ellos aceptaron. Ese año la pasé muy bien, pues ambos compramos una gran cena y bebimos, conversando tranquilamente hasta el amanecer… A veces quisiera haberle hecho caso, ¿sabes?

    —¿Caso en qué?

    —Él fue la noche antes de mi boda, a pedirme que no me casara, que no me ciñera a lo que todos esperaban de mí, que en su lugar hiciera lo que a mí se me diera la gana…

    —Es un buen consejo, creo… ¿Te gustaba él, cierto? —preguntó queriendo parecer desinteresado.

    —¿Blaise? —Draco se encogió de hombros, dudando entre confesarle a Harry lo que había pasado con su amigo.

    —Oh… Te acostaste con él —afirmó Harry, la languidez por el baño desapareció, dejando en su lugar una sensación de celos.

    —¿Cómo…?

    Harry se giró rápidamente y arqueó una ceja, de tal manera que Draco sabía que no podría mentir.

    —¿Por qué importa eso ahora?

    —No importa —negó Harry rápidamente, dándole un beso en los labios —, solo preguntaba, es curiosidad… supongo que se gustaban un poco, para pasar la navidad solos y por lo que te dijo antes de tu boda, casi imaginé que te pedía que no te casaras para que no te apartaras de él.

    Draco abrió la boca para replicar, pero no supo qué decir, ¿acaso su amigo de verdad había tenido esa intención?

    —Vamos, no me dirás que no lo pensaste nunca —continuó Harry, observándolo con detenimiento.

    —No, yo no… ¿en verdad lo crees?

    —No lo sé —se encogió de hombros Harry —, no me sé la historia completa ni nada de eso…

    —Oh… —Draco se sintió incómodo de pronto, dándole vueltas a lo que Harry le había dicho.

    —Creo que debemos ir a la cama —dijo entonces Harry, sacando a Draco de sus pensamientos y poniéndose en pie delante de él, su cuerpo aún tenía un poco de espuma y sonrió maliciosamente al notar la mirada de Draco en él.

    —Pues, sí, ya es hora —afirmó Draco, sin dejar de apreciar el cuerpo de Harry.

    —¿Me sigues? —preguntó Harry, saliendo de la bañera y sin buscar alguna toalla o nada con que cubrirse, caminó lentamente, contoneándose un poco y sabiéndose observado, hasta la habitación.

    Draco jadeó ligeramente, ante la imagen del cuerpo de Harry y se puso en pie con tanta rapidez que salpicó agua en el piso, pero eso no le importó, sólo el seguir a Harry y besarlo, morderlo y hacerlo suyo una vez más.

    *O*O*O*



    El día siguiente no fue muy agradable, pues Draco despertó sintiéndose enfermo y, según Harry, que pese a los reproches de Draco, lo examinó, con algo de fiebre. Harry se hizo con algunas medicinas muggles que aseguró funcionarían, y ambos pasaron todo el día en el hotel, Harry leyendo y vigilando a Draco y éste último, durmiendo, hasta el anochecer, cuando declaró sentirse ya completamente recuperado.

    —Quizá sea mejor partir mañana —comentó Harry, ambos estaban sentados delante de la chimenea, usando una mesa ratona para comer mientras Tobby comía a uno de los lados, las ventanas estaban cerradas pero habían dejado las cortinas abiertas, para poder ver la nieve caer, según los encargados del hotel cada vez eran menos las veces que nevaba.

    —Con este clima es mejor no salir —aceptó Draco, mientras daba cuenta ya del postre.

    —Terminé con el libro —dijo Harry, sacando de uno de los lados el libro de Romeo y Julieta y entregándoselo a Draco.

    —Oh… ¿Tan rápido?

    Harry se encogió de hombros.

    —Bueno, te diré que es muy trágico.

    —Lo sé, lo leí hace muchos años.

    —Me gustó, pero le tengo bronca al Fray Lorenzo

    Draco soltó una carcajada, mientras hojeaba el libro.

    —Yo también le tengo rabia, mira que pienso que por su culpa todo acabó mal al final.

    Harry negó con la cabeza y, mientras Draco seguía pasando las hojas del libro, se mordió el labio, cavilando sobre el siguiente comentario.

    —¿Qué? —preguntó Draco, dejando el libro a un lado.

    —También leí el libro de medicina.

    — Ah… —Draco frunció el ceño y de pronto pareció mucho más interesado en su pastel de hojaldre.

    —Y hay cosas que no entiendo…

    —Ajá…

    —Necesito ver un libro mágico, porque hay síntomas que no me cuadran mucho..., como la pérdida de dominio de magia y todo eso.

    —Estamos lejos de algún punto mágico, y como sea —suspiró Draco —, si te pido que dejes el tema, ¿lo harás?

    —Pero, Draco…

    —No, escucha, es suficiente con saber que voy a… que moriré, que estoy enfermo, no quiero pensar más de lo necesario en eso; hoy hemos perdido todo un día por sentirme mal, tendremos suerte si mañana encontramos un lugar dónde quedarnos en Verona, y realmente, pero realmente, estoy harto de pensar en el cáncer y lo que sucede o no en mi cuerpo.

    —No hemos perdido un día —masculló Harry, sintiendo sus mejillas arder por el reproche de Draco.

    —Y hay algo más; quiero terminar con el enlace —continuó Draco, pasando por alto el comentario de Harry.

    —¿Qué?

    —Tú mismo lo has dicho, mi magia está descontrolada, últimamente me es difícil crear algunos hechizos y creo que… —Draco suspiró y se movió hasta estar completamente cara a cara con Harry —. El objetivo del hechizo era vigilarte, una vez, hace mucho, te dije que terminaría con el hechizo cuando estuviera seguro de que no caerías nuevamente, cuando pudiera confiar en ti, y ahora es así, creo firmemente en ti, y no necesitamos más este hechizo.

    —¿Y lo harás ahora?

    —Es lo mejor.

    —Yo…

    —No lo necesitamos, en serio.

    —De acuerdo —asintió Harry, tomando la mano de Draco y sabiendo que no lo convencería de lo contrario.

    Draco le sonrió y atrajo su varita, cerró los ojos un instante, recordando las palabras del medimago Marton, últimamente le costaba mucho trabajo recordar algunas cosas, y cuando estuvo completamente seguro de cómo realizar el hechizo, comenzó.

    *O*O*O*



    Draco abrió los ojos, sabiéndose solo en la cama, se sentó con lentitud y escuchó un sonido a la izquierda, no fue difícil ubicar a Harry, sentado sobre la alfombra y junto a la ventana, con la varita siendo usada de linterna y leyendo aquel libro de medicina.

    —¿Te sientes mal?

    —No, más bien solo —respondió Draco, apartando los cobertores.

    —No quise despertarte… no podía dormir.

    —Sí, he notado eso en ti últimamente, ¿por qué no puedes dormir? Pensé que habrías quedado suficientemente cansado después de lo de hace un rato.

    Harry no le quiso decir que no podía dormir porque temía por él, y en su lugar sonrió un poco y se puso en pie, apagando la varita y dejando la habitación a oscuras.

    —Me meteré ahora a la cama —aceptó, caminando hasta la mesa de noche y encendiendo una de las lámparas.

    —Eso me agrada más —murmuró Draco, jalándolo de una mano para llevarlo a la cama.

    Harry se dejó llevar y recostar sobre la cama, antes de que pudiera jalar los cobertores, Draco estaba sobre él, besándolo con lentitud; como siempre ocurría, se apoderó de él el deseo y la ansiedad, la necesidad de amarlo antes de que todo terminara, y rodeó con sus brazos el cuello de Draco, para pegarlo más a su cuerpo, mientras su lengua trataba de obtener el control.

    Draco jadeó, sorprendido, al sentir completamente el cuerpo de Harry en contacto con el suyo, y luego de un instante se apartó, apoyando las manos en el colchón para poder verlo a la cara, sus mejillas estaban sonrojadas y respiraba agitadamente. Con lentitud estiró una mano y le quitó las gafas, había descubierto que le gustaba más ver sus ojos de esa manera, mucho más brillantes que escondidos tras los anteojos.

    —Draco —suspiró Harry, levantando el rostro lo suficiente para insinuarle que quería seguir siendo besado, pero no recibió un beso en los labios, sino en la frente.

    —Despacio —susurró Draco, dejando un camino de besos desde la frente hasta la mejilla y terminando con un muy insuficiente beso en los labios, antes de abrir las piernas y acomodarse a horcajadas sobre Harry.

    —¿Qué?

    —Hoy lo haremos despacio —repitió Draco, inclinándose para besar lentamente el cuello de Harry, sintiendo su piel estremecerse y la fuerza de sus manos apretándole los brazos.

    —¿Despacio? —masculló Harry, sin entenderlo aún.

    —Tenemos toda la noche, no tenemos que correr, siempre estamos corriendo, hoy quiero hacerlo diferente —continuó explicando Draco, metiendo sus manos dentro de la sudadera de Harry y acariciando la piel caliente.

    —Oh… —Harry se arqueó un poco por la sensación de aquellos dedos sobre sus tetillas —¿es acaso una queja?

    Draco soltó una pequeña risita y levantó la sudadera un poco más, instando a Harry a sentarse un poco para quitársela.

    —Por supuesto que no, tonto.

    —Me sonó a… —Harry se interrumpió cuando la cálida lengua de Draco comenzó a bajar por su pecho, con lentitud, lamiendo cada porción de piel, hasta detenerse sobre una de las tetillas.

    —Déjame hacerlo a mí manera esta vez —susurró Draco, soplando sobre la piel húmeda y siendo recompensado con otro gemido más. No que se quejara de sus faenas amorosas con Harry, pero ciertamente ambos siempre estaban ansiosos y de alguna manera desesperados, y entendía perfectamente la razón: los síntomas iban cada vez peor y el tiempo se les estaba agotando, pero eso no quería decir que no se tomaran su tiempo para conocerse más a fondo; tenía deseos de recorrer el cuerpo de Harry por completo, de llevarse con él el sabor, el aroma y la textura de su piel, de memorizar cada rincón de su cuerpo.

    Harry se dejó hacer, sintiendo los labios de Draco succionar una de sus tetillas, para luego morderla ligeramente y cambiarse al otro lado, imitando el tratamiento. La lengua de Draco recorrió su abdomen y se presionó contra su ombligo, lo mordisqueó y jugueteó un poco más, antes de descender, dejando una fila de besos hasta la cinturilla de su pantalón, contrario a lo esperado, no avanzó más, en cambio subió nuevamente, besando sus hombros y sus brazos, mordisqueando sus muñecas y acariciándolo con un cariño que casi se sentía como veneración. Le bajó los pantalones con inusitada calma, recorriendo con sus labios sus piernas y sus caderas, acariciándolo apenas un par de veces sobre su necesitada erección, antes de bajar hasta los pies, donde besó y mordisqueó cada uno de sus dedos, mientras con sus uñas arañaba suavemente sus piernas.

    —Voltea —pidió Draco con voz ronca, cuando terminó de besar el último de los dedos del pie de Harry, haciéndose a un lado para darle espacio.

    Harry, envuelto en una sensación absoluta de placer y deseo, era incapaz de decir nada, cada vez que abría la boca solo gemidos y lloriqueos escapaban de su garganta. Se giró con lentitud, dejó que Draco le acomodara una almohada bajo el abdomen, de tal manera que su erección, ansiosa y caliente, no fuera aplastada, y separó un poco más las piernas. Sintió a Draco gatear hacia él y luego esa lengua y esos labios, que estaban despertando en él sensaciones que ni siquiera conocía, empezaron recorriendo su nuca, provocándole más estremecimientos de placer. Apretó las sábanas con las manos y pidió ansioso que Draco lo tomara de una vez, que estaba mucho más que listo; pero Draco no le hizo caso, y continuó besando y mordiendo su espalda, recorriendo con la punta de su lengua la cicatriz que cruzaba toda su espalda, descubriendo sitios que hacían soltar carcajadas a Harry y otros que lo hacían retorcerse y jadear, mordió con más fuerza el final de la espalda, sintiendo su propia erección apretarse dolorosamente dentro de los pantalones, pero no se apresuró y siguió bajando, lamiendo y besando cada una de las nalgas y bajando más aún, por las piernas y la parte interna de las rodillas. Sus uñas recorrieron las pantorrillas y Harry se arqueó de una manera que le pareció deliciosa y encantadora, y no soportándolo más, separó sus nalgas con ambas manos, mientras sus labios subían por la parte interna de sus muslos, instándolo a abrir más aún las piernas.

    Harry levantó más las caderas y gimió, completamente perdido entre las sensaciones de placer que Draco le brindaba, mientras esa lengua iba humedeciendo su entrada, empujando y besando. No supo cuanto tiempo pasó así, en el limbo del placer, empujando sus caderas de arriba hacia abajo, para darle el encuentro a esa pecaminosa boca y a la almohada, que frotaba su erección de manera aliviadora, hasta que sintió a Draco moverse a sus espaldas y un instante después era penetrado con lentitud.

    —Mmm… Draco… —jadeó, acomodando sus caderas un poco más arriba y girando el rostro para intentar verlo.

    —Harry… mi Harry —suspiró Draco, inclinándose hacia delante y empezando a besarle la espalda, antes de comenzar a entrar y salir lentamente, sentía el interior de Harry apretándolo y soltándolo mientras una sarta de palabras entrecortadas escapaban de los labios de su amante.

    De pronto la necesidad de mayor velocidad, de mayor fuerza, se apoderó de Harry, que empujó más las caderas hacia arriba, Draco entendiendo su necesidad, lo tomó con ambas manos y lo jaló hasta tenerlo de rodillas, empezando a moverse con mayor ímpetu, pero Draco quería más, quería verlo, seguir besándolo y acariciándolo, y se apartó de él con rapidez.

    —No… no te pares —pidió Harry con un gemido ahogado, pero no pudo replicar más, pues antes de darse cuenta, era girado contra la cama, quedando de espaldas.

    —Me gusta verte —explicó Draco, acalorado, mientras le separaba las piernas y se introducía en él nuevamente.

    Harry se arqueó y levantó las piernas un poco más, hasta rodearle las caderas y poder jalarlo hasta él. Se fundieron en un beso descuidado, mientras sus cuerpos se agitaban el uno contra el otro en la búsqueda desesperada de la culminación.

    Draco estaba apoyado con una mano en el colchón mientras que con la otra acariciaba a Harry con rapidez, percibiendo su húmeda polla endurecerse más a cada instante, hasta que sintió una mordida particularmente fuerte en su labio inferior, las uñas de Harry se clavaron sobre su espalda y como si eso fuera un detonante, se corrió ruidosamente, consciente de que Harry también estaba corriéndose en su mano y arqueándose de manera increíble.

    Se dejó caer sobre él, mientras Harry dejaba caer sus piernas y continuaron besándose por un rato más, agitados por el orgasmo y la increíble sensación de placer, hasta que se apartaron a la vez, mirándose a los ojos y sonriéndose.

    —Te amo, Harry —dijo entonces Draco, dejando ir por fin las palabras que había estado guardando por tanto tiempo.

    Harry lo miró con asombro por un instante, antes de tomar su rostro entre las manos y besarlo con lentitud.

    —Yo también te amo —respondió con una sonrisa apretada, en cuanto se separaron.

    *O*O*O*



    Efectivamente, Harry no se despertó por el resto de la noche y cuando por fin abrió los ojos, ya era muy entrada la mañana.

    Draco se sentía de mejor ánimo, así que salieron a tomar desayuno al centro, junto a Tobby, y luego de recorrer la ciudad un poco más, partieron hacia Verona.

    Harry tenía sobre las piernas el mapa que había trazado con la ruta que tomaría, y había puesto una música suave, de una emisora italiana, a la que no le entendía nada, mientras avanzaban por la carretera, estaba cayendo aguanieve, por lo que iba a una velocidad relativamente lenta, con los limpiaparabrisas funcionando. Tobby se había acomodado en el asiento trasero, demostrando que disfrutaba más el espacio que había en la camioneta, y miraba por la ventana con las orejas caídas; Draco estaba dormitando en el asiento del copiloto.

    Cuando recién partieron, Draco pareció querer permanecer despierto y hacerle la conversación a Harry, pero luego de media hora el cansancio pudo con él. Harry se detuvo a un lado de la carretera por un instante y de la parte de atrás, donde tenían un maletín de mano, sacó una manta, para cubrir a Draco, que pese a usar el abrigo y usar la calefacción de la camioneta, parecía tener frío. Harry le tocó la frente y las mejillas, depositó un beso en sus labios y lo cubrió hasta el cuello, preocupado por la falta de respuesta de Draco. Pidiendo que realmente sólo se tratara de otra de esas siestas interminables que el chico estaba acostumbrándose a tomar, continuó con el camino, tarareando algunas de las canciones del radio, hasta que perdió la señal y pudo ver el peaje que le indicaba que habían llegado a Verona.

    Se sorprendió de sí mismo al poder hacer todo el trámite solo, pese al rudimentario inglés del encargado, que sólo le puso trabas preguntándole porque Draco parecía inconsciente; Harry le explicó que había pescado un terrible resfriado y finalmente el hombre los dejó pasar.

    El aguanieve seguía cayendo, los autos en la carretera iban y venían con las luces encendidas y a velocidad extremadamente lenta, encontró otra emisora con música más alegre, aunque seguía sin comprender absolutamente nada. Miraba de reojo a Draco y a Tobby por el espejo retrovisor, tratando de mantenerse concentrado en el camino y en el mapa, sería demasiado vergonzoso perderse; Draco, que había conducido casi todo el viaje, no lo había hecho y seguramente que se burlaría mucho de él si lo hacía.

    En un inicio no se dio cuenta, mientras miraba de reojo a Draco, percibió algo rojo a uno de los lados, pero entonces dio una segunda mirada y lo vio: el rostro de Draco estaba ensangrentado. Se asustó e hizo lo único que se le ocurrió, giró el volante rápidamente, con la mala suerte de que las llantas patinaron, mientras el coche que iba detrás le tocó la bocina, lo que hizo que Draco finalmente abriera los ojos, asustado.

    —¡Qué! —gritó Draco, sentándose de golpe, un mareo lo hizo entrecerrar los ojos, pero todo giraba demasiado rápido a su alrededor para poder obtener una respuesta.

    Por su lado Harry giraba el volante y trataba de detener el vehículo, sin mirar ya a Draco, hasta que por fin, a varios metros de la carretera y en sentido contrario, se detuvieron, Tobby aullaba y él sentía que su corazón se le saldría por la boca de lo rápido que latía.

    —Dios —jadeó finalmente, mirando hacia Draco.

    —¿Dios? Potter, ¿Qué…? —pero entonces se detuvo, sintiéndose algo extraño, llevó una mano hacia sus labios y sintió algo tibio y húmedo; levantó la mano a la altura de sus ojos y pudo ver la roja sangre en ellos.

    —Perdón, estás sangrando y… —Harry negó con la cabeza y movió el auto hasta un lado de la carretera, presionó el botón para que las luces de emergencia parpadearan y se inclinó hacia Draco moviéndole el asiento para que quedara casi echado, cosa por la que Draco protestó.

    —No… ¿qué haces?

    —Échate, estás sangrando —indicó Harry, sacando de la misma maleta de mano una toalla de color claro y acercándola al rostro de Draco.

    —Pero…

    —Por una vez, ¿me puedes hacer caso, Malfoy? —interrumpió Harry, empujando a Draco hacia atrás y presionando la toalla sobre la nariz de mala manera.

    —No es para que te enojes —masculló Draco, pero se abstuvo de comentar más nada, pues su voz sonaba nasal, y era desagradable sentir la sangre deslizándose por su garganta.

    —Bien… Tranquilo —Harry sacó la varita de Draco y ejecutó un simple hechizo de cicatrización, luego retiró la toalla y ejecutó un hechizo más, absorbiendo toda la sangre que se estaba secando ya sobre el rostro.

    —Gracias —murmuró Draco, no animándose a levantarse aún, su cabeza daba vueltas y temía ponerse a vomitar. Sintió a Tobby, metiendo la cabeza entre los asientos, muy cerca de él.

    —Tobby, para atrás —ordenó Harry, acariciándole la cabeza al animal, que soltó un pequeño aullido pero aún así hizo caso.

    —Ahora siéntate despacio, sólo para ver si es que ya está curado —pidió hacia Draco, mirándolo con atención.

    —Eres un mandón cuando estás en el papel de medimago —reclamó Draco, sentándose lentamente, contuvo el aliento un instante, pero el sangrado no volvió.

    —Bien, bien —Harry asintió y le acarició la mejilla, antes de darle un casto beso en los labios —, parece que ya está curado, ahora recuéstate de nuevo.

    —Pero…

    —Debes estar mareado, es normal, y lo mejor es que estés cómodo.

    Draco no respondió, se volvió a recostar y dejó que Harry le cubriera nuevamente con la manta, la cual estaba también manchada, Harry ejecutó otro hechizo de limpieza sobre ella y suspiró, mirando hacia el exterior.

    —Lamento lo de antes, me asusté y no pensé claramente —se justificó Harry, poniendo en marcha el motor nuevamente.

    —No es para tanto, no pasó nada…

    —¿Es la primera vez que te pasa? —preguntó Harry, sin animarse a avanzar.

    —¿Qué me asusto? —replicó Draco, con una sonrisa.

    Harry arqueó una ceja y le dio una mirada de impaciencia.

    —Ya, ya, qué carácter… —bufó Draco —. Odio cuando te pones así. Y sí, es la primera vez.

    —Tal vez sólo haya sido el viaje…

    —Sí, tal vez —suspiró Draco, volteando a mirar hacia la ventana, mientras Harry maniobraba para incorporarse al tránsito una vez más, en la radio sonaba una balada en italiano, una muy triste al parecer de Draco, pero estaba seguro de que Harry no la entendía, y no lo quería importunar más, así que se quedó quieto y en silencio mientras continuaban avanzando hacia Verona.

    *O*O*O*



    Draco usó todas las influencias que el dinero muggle podía comprar y un par de hechizos, para conseguir un lugar privilegiado la noche de navidad, y así, a las once de la noche obligó a Harry a usar un traje muggle de diseñador, de color oscuro, con corbata verde botella que hacía juego con sus ojos y ambos disfrutaron de una elegante cena en uno de los restaurantes más caros de Verona.

    Durante la tarde habían paseado por el centro, donde Draco había obligado a Harry, so pena de abandonarlo, a comprar aquellas costosas ropas, habían recorrido la Piazza delle Erbe, el ayuntamiento de Verona, el Palazzo del Comune y la Torre dei Lamberti, desde donde observaron la ciudad y tomaron muchas fotografías.

    Habían dejado a Tobby en la habitación de la pequeña pensión que habían conseguido, un edificio antiguo de cuatro pisos que tenía en el último un pequeño apartamento, el cual tomaron gustosos.

    —Es un lugar muy caro —murmuró Harry, en cuanto el mesero se retiró, luego de servirles un poco de vino a cada uno.

    —No lo es tanto, ¿no te gusta acaso?

    —Sí, claro que sí, es sólo que creí que habías dicho que te gustaría pasar la navidad de una manera más tranquila…

    —Y claro que lo haré —aseguró Draco, elevando su copa —, pero hoy me apetecía comer en un buen sitio y brindar contigo.

    Harry aceptó y levantó su copa, chocándola con la de Draco, le dio una pequeña probada al vino y la dejó a un lado, mientras los primeros platos llegaban ya.

    —Además, he decidido otra cosa —continuó Draco, agradeciendo que la mesa que compartían fuera lo suficientemente pequeña para poder estar bastante cerca.

    —¿Sí? ¿Debo asustarme?

    —No todo lo que decido es para asustarse —rebatió Draco.

    Harry puso los ojos en blanco, pero no comentó nada, esperando que Draco siguiera con su conversación.

    —Este no es el momento ni la ocasión, pero temo… —Draco suspiró y luego dejó los cubiertos a un lado, acercándose más a Harry y tomándolo de una mano —, tú estás al tanto de lo mal que estoy últimamente, sobre todo con eso de recordar cosas, así que prefiero hacerlo ahora que estoy lúcido…

    —No digas eso, por favor —le pidió Harry, entrelazando sus dedos con los de Draco, incapaz de verlo a la cara.

    —Lo he puesto por escrito también —continuó Draco —, porque sé que se te olvidan las cosas o que probablemente harás como si no las supieras, pero es algo que quiero que cumplas, ¿de acuerdo?

    —Draco…

    —¿De acuerdo?

    —No puedes obligarme a aceptar algo que no sé de qué trata.

    —Te gustará —Draco tomó con la mano libre la barbilla de Harry y le obligó a levantar la mirada, sus ojos verdes estaban brillosos bajo los lentes.

    —Claro —aceptó Harry, cerrando los ojos un instante y tomando una profunda bocanada de aire.

    —Después de año nuevo, a la media noche exactamente, la cuenta muggle que tengo, así como la camioneta y mi edificio en York, pasarán a tu nombre.

    —¡Draco!

    —No me lo puedo llevar a ningún lado, y es algo que obtuve con mi propio trabajo, y quiero que sea tuyo, quiero estar tranquilo sabiendo que te quedarás protegido.

    —Tienes razón —rebatió Harry, soltándose de sus manos y lanzándose hacia atrás —, no es el momento ni el lugar, ni algo de lo que quiera hablar.

    —Harry…

    —No —Harry levantó una mano, pidiendo silencio —. No lo hagas, no me arruines la noche así, no quiero pensarlo ni escucharlo.

    —Pero…

    —¡No!

    Draco parpadeó, confuso por la creciente rabia en Harry, pero antes de decir algo más, el mesero se les acercó, preguntando si es que necesitaban alguna cosa o si todo estaba bien. Draco, obedeciendo a Harry, ordenó los postres y por un buen rato ambos se quedaron en silencio. Draco pateándose mentalmente por haber arruinado tan bella cena y Harry tratando de apartar su mente de lo inminente: Draco estaba cada vez peor y, según había leído en el libro de medicina, faltaba ya muy poco para que las funciones básicas de su organismo comenzaran a fallar.

    —Lo siento —murmuró Draco finalmente, cuando ambos tenían sus platos de postres, adornados y elegantes, delante.

    Harry apretó los labios un instante, antes de sonreírle.

    —Yo también lo lamento… pero no quiero que hablemos de esto.

    —En algún momento lo tendremos que hacer —suspiró Draco, extendiendo la mano un poco, Harry puso su mano sobre ella y la apretó un poco.

    —Ven prueba este… Está muy bueno —dijo entonces, cambiando completamente la conversación.

    —Claro —aceptó Draco, dejando de lado la conversación previa y permitiendo que la velada continuara tranquilamente.

    La media noche los sorprendió al final de sus postres, mucha de la gente alrededor comenzó a abrazarse y felicitarse, Draco jaló un poco a Harry y le dio un beso en los labios, antes de abrazarlo muy fuerte, queriendo retenerlo a su lado para siempre, aunque sabía que aquello era imposible.

    — Buon Natale, amore mio —masculló Draco.

    Harry se apartó de él, no entendiendo en realidad lo que le decía y le sonrió.

    —Feliz navidad —dijo, pensando que eso era lo que Draco le había dicho.

    *O*O*O*



    Pasaron todo el día veinticinco dentro del apartamento que habían alquilado, haciendo el amor, comiendo, viendo películas y volviendo a hacer el amor, Draco declaró que en toda su vida nunca había pasado una mejor navidad que esa, y Harry estuvo de acuerdo con él, declarando que él tampoco había sido más feliz en su vida.

    De mutuo acuerdo habían decidido no comprarse ningún obsequio, aunque Draco había faltado a su promesa y tenía algo para Harry, pero pensaba que, dada su discusión la noche anterior, lo mejor era dárselo en otra ocasión.

    Al anochecer, en medio de bromas y risas, Draco consiguió un gorro navideño y luego de luchar mucho, logró ponérselo a Tobby, los dos, con el animal en el medio, se sentaron en el enorme sofá oscuro de la sala y se tomaron un par de fotografías, para que Harry las agregara a su cuaderno, aquel que había empezado como un itinerario de viaje y que ahora tenía fotografías, entradas y muchos recuerdos más de las ciudades que estaban visitando juntos.

    *O*O*O*



    —Tranquilo —susurró Harry, mientras le acariciaba la espalda con lentitud, tratando de confortarlo, mientras Draco seguía vomitando en el baño.

    —¡Mierda! —gritó Draco entonces, levantando una temblorosa mano para hacer correr el agua.

    Era de noche y ambos habían pasado un muy buen día, levantándose temprano y yendo con Tobby hasta la Piazza dei Signori, entreteniéndose en la Loggia del Consiglio y en las famosas Tumba de los Scaliger, donde Draco le había relatado a Harry la historia de aquella familia, que había gobernado la ciudad. Además habían ido finalmente a la casa de Julieta, donde habían visto el famoso balcón y entrado al número 21 de Vía Capello, recorriendo el túnel lleno de inscripciones de parejas. Habían reído de lo cursi que era poner allí sus nombres y luego habían terminado el paseo en la Basílica San Zeno Maggiore; antes de ir a cenar, cuando Draco había empezado a sentirse enfermo, teniendo que regresar mucho antes de lo planeado.

    —Draco… —suspiró Harry, alcanzándole una de las toallas húmedas y mirándolo con cautela, no se le había pasado por alto lo irritable que era cuando se sentía enfermo.

    —Déjame solo —ordenó Draco, de mal talante, sin mirar a Harry y poniéndose en pie.

    —Te puedo ayudar…

    —No quiero un enfermero, Potter, si lo quisiera hubiera contratado uno.

    —Vamos, te ayudaré con las pociones.

    —¡Largo!

    Harry le dio una mirada más y, apretando los labios, salió, arrastrando los pies y sintiéndose triste.

    En la habitación estaba Tobby, recostado sobre sus patas delanteras, en cuanto lo vio se puso en pie y caminó hasta él, siguiéndolo hasta uno de los mullidos sofás, donde se dejó caer, sintiéndose triste y vencido. Acarició con cariño al perro, mientras permanecía mirando fijamente la puerta, cavilando en qué podía hacer ahora, Draco cada vez estaba peor y ni siquiera lo dejaba ayudarlo con las pociones.

    Draco bebió el contenido de uno de los frascos de poción y se metió a la ducha, el vapor y el agua caliente lo relajaron bastante, cuando cerró la llave de agua y se envolvió con las toallas, se sintió demasiado culpable por la forma en que le había hablado a Harry.

    Miró su reflejo en el espejo, su cabello estaba creciendo y su piel estaba cada vez más pálida, no necesitaba ver como sus costillas se marcaban para saber que estaba adelgazando demasiado; se encontró feo, moribundo y desagradable, sin darse cuenta el espejo se rompió, estallando en mil pedazos.

    —¡Draco! —gritó Harry, empujando la puerta con fuerza, mirando hacia el espejo y luego hacia un agitado Draco, que permanecía de pie, envuelto sólo en una toalla y mirando todo asombrado.

    —Yo no…

    —No puedes ir destruyendo las cosas así porque sí, ni gritándome ni… —Harry negó con la cabeza y jaló a Draco de un brazo, para pegarlo a su cuerpo y apartarlo de los vidrios —. ¿Te has hecho daño?

    —No —susurró Draco, apretándose contra Harry y escondiendo su cabeza en el cuello de éste —, lo siento.

    —No importa, sólo es un espejo… lo puedo reparar.

    —Me refiero a lo otro, no debí gritarte.

    —Ya, no pasa nada, vamos a la habitación —instó Harry, jalándolo un poco para hacerlo caminar.

    Pese al frío que había fuera, la habitación estaba a una temperatura agradable, y Draco se dejó recostar en la cama y cubrir con algunas mantas, para luego observar en silencio a Harry ir hacia el baño con la varita y reparar el espejo.

    —Yo no lo he querido romper —aclaró, en cuanto Harry volvió con él.

    —¿Qué?

    —El espejo, yo no lo he querido romper, me estaba mirando en el y de pronto estalló —explicó mientras levantaba las mantas para que Harry se metiera en la cama también.

    —Oh… —Harry abrazó a Draco y agitó la varita para que las luces se apagaran, dejando todo a oscuras y por un rato más en silencio.

    —Ya no puedo controlar mi magia, ni mi cuerpo, y… —dijo entonces Draco, amparándose por la oscuridad y escondiendo la cabeza en el pecho de Harry, le costaba tanto admitir eso.

    —Lo sé, lo sé —asintió Harry, pasando una mano por su cabello suave —, es… —se detuvo, no sabiendo qué decir: ¿es normal?; que un chico de veintidós años esté a punto de morir, definitivamente no era algo normal.

    Draco tragó duro y se apretó más fuerte contra Harry.

    —Tengo miedo —susurró finalmente.

    —Yo también —admitió Harry, mordiéndose los labios para no comenzar a llorar, recordándose su promesa de no mostrarse triste delante de él, de no hacerlo sufrir con su propio dolor y no queriendo pensar en lo que haría cuando lo dejara solo.

    *O*O*O*

     
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