Mi pequeño amante (Akihiko X Misaki). CERRADO

Takahashi Takahiro ha vuelto a Japón luego de 16 años de ausencia, pero no llegó solo: trajo consigo a la persona que -de alguna manera- le arruinó la vida. ¿De qué forma cambiará esto su vida?

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  1. »Hitch 74 no Danna«
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    Hola, hola, mis fanseses!!! XD… he aquí con la siguiente entrega de este fic. Las razones de la demora ya las expliqué desde la actualización pasada. Aunque aun así me siento mal por tardarme tanto, pues de cierta manera siento que les fallo a ustedes.

    En fin, dejando mi aburrido choro mareador, ¿se acuerdan de que en los primeros caps menciono a alguien que vigila a Misaki? Bueno, ahora saldrá en este episodio y a partir de aquí su participación será importante.

    Bien, por otra parte, agradezco de corazón sus reviews, me alientan muchísimo a seguir escribiendo, y de verdad me alegra que les esté gustando esta humilde historia. De verdad mil gracias.


    Disclaymer: Los personajes de Junjou Romantica son de su creadora, Shungiku Nakamura.


    XIII.-


    El trino de los pajaritos anunciaba la llegada de un nuevo día. Los rayos del sol se colaban en los espacios entre las persianas, despertando a cierto escritor con su característico mal humor. Sin embargo el aura pesada que emanaba se disipó cuando contempló la carita de su pequeño, tan apacible e inocente; su respirar pausado y acompasado, los rebeldes cabellos castaños revueltos sobre su cabecita, su desnudo y frágil cuerpo únicamente cubierto por una sábana. De inmediato al ver tan linda pose, el mayor sintió cómo las ganas de nuevamente hacer suyo a su niño abordaron su mente y su ser; sin duda, la noche anterior no había sido suficiente para calmar todos y cada uno de los deseos que ese pequeño angelito despertaba, pero como todo en esta vida, el encanto se rompió con el sonido del teléfono.


    –Moshi moshi –respondió una vez que se hubo vestido, con esa pesada aura de nuevo.

    –¡Ah, hola Usagi! –era Takahiro. Aunque fue sólo una décima de segundo, pudo sentir la adrenalina recorriendo todo su cuerpo. Sabía lo que vendría– ¿Misaki está contigo?

    –Sí, pero ahora mismo está dormido –o al menos eso creía– Con el entrenamiento y las clases, es razonable.

    –Tienes razón, pero ya son las ocho de la mañana, perderá la escuela…

    –Despreocúpate, hombre. Yo lo llevaré.

    –¡¿De verdad harías eso?!

    –Claro, para eso están los amigos. Tú tranquilo, Misaki está bien.

    –¡Gracias, gracias! ¿Cómo podría pagártelo?


    Mientras tanto, en la habitación de Usami, cierto jovencito abría sus ojos verdes a la vida. Observaba la exorbitante cantidad de juguetes que había, así como las decoraciones que bien podrían ser propias del cuarto de Mahiro. Sin embargo una ligera brisa le caló el cuerpo haciéndolo caer en cuenta de la condición en la que se encontraba. Entonces recordó lo sucedido después de su primera clase de matemáticas con Usami-sensei: su torso desnudo en contacto con el propio; sus experimentados labios recorriendo su aún pequeña piel, llevándolo a un vórtice de emociones y sensaciones nunca antes experimentadas; sus labios sobre los suyos, y sus lenguas danzando loca y apasionadamente; sus respiraciones entrecortadas y agitadas; las manos revolviendo los cabellos del otro; las estocadas en su interior… en fin, todo un idilio sellado con dos palabras antes de dormir: te amo.


    Notó que el novelista no se encontraba a su lado y un sentimiento de soledad caló hondo su corazoncito. Sin embargo aquello le duró poco, pues aquel ocupante de sus pensamientos entraba. Una sonrisa boba se dibujóen sus labios y salió a relucir sobre sus mejillas ese adorable rubor, en cuanto hicieron contacto visual, sin darse cuenta que así iniciaría un nuevo juego pasional.



    XIV.-

    Sábado por el medio día. Adentro, en los vestidores, los chicos se ponían el uniforme. Afuera, en las gradas, decenas de voces gritaban al unísono el nombre del equipo de soccer del instituto: Majhestics. Entre el eufórico público se encontraban los padres y hermanito de Misaki Takahashi.


    –¿Vinieron sus padres? –preguntaba Onodera mientras se ataba los cordones de los zapatos.

    –¡Nah! Yo ni les dije a los míos –Shinobu fue el primero en hablar.

    –¿Por qué? –inquirió Chiaki.

    –Están demasiado ocupados como para venir a ver un simple partido de soccer –encogió los hombros, quitado de la pena– En fin ¿Qué hay de ustedes?


    Un rato de charla más tarde, la formación salía a la cancha y por ende el volumen de los gritos de la tribuna aumentaba. Luego del silbatazo y el lanzamiento del balón, comenzaba el juego.


    »La pasa a Yuuto… se la roba Takeshi y la pasa a Takatsuki, pase largo para Onodera, Motozöwa es más rápido y la roba, tira y… ¡La falló! Rebota, turno de Yoshino para tomar el control del esférico, corre, pase corto para Kamijou, la recibe de pecho, se la da a Kisa, se posiciona, tira y… ¡También la falló: Takumo la paró a tiempo!«


    Podía escucharse a los cronistas dentro de una cabina. El principio no era muy alentador para el equipo de Misaki y compañeros ya que al parecer, el otro equipo los aventajaba en experiencia. Silbatazo, fin del primer tiempo: 1-0 en contra de los Majhestics. Todos ellos se encontraban en la banca.


    –Takahashi-kun –le llamaba su entrenador– Tomaras el lugar de Shiraiwa-kun.

    –¡¿Qué?! –preguntaron ambos.

    –¡Pero Takahashi es defensa! –replicó el tal Shiraiwa.

    –Lo sé –aquel hombre dibujó una sonrisa aterradora para el gusto de todos excepto Misaki.

    –Etto… hai.

    –Takahashi-kun, ve a cambiarte la playera.

    –Hai.


    Silbatazo. Iniciaba el segundo tiempo.


    »Kisa la pasa a Yoshino, éste se la da a Takatsuki, Takatsuki se la devuelve, pase corto de Yoshino a Onodera, Onodera corre a la zona de tiro, pase largo para Kamijou, Kamijou intenta acercarse a la portería, pero la defensa se la pone difícil… se descuida, le roban el balón, pero Takahashi lo intercepta y se lo pasa a Takatsuki. El rubio está siendo marcado por dos de los defensas…«


    El segundo tiempo transcurría y los Majhestics no lograban empatar hasta que…


    –¡Gooool! –gritaba el público.


    Hiroki había logrado robarle el balón al equipo contrario, y ahora hacía un pase largo a Kisa. Este había logrado evadir a los defensas y en un abrir y cerrar de ojos empataron. Sin embargo, todavía no podían festejar, ya que quedaban 5 minutos para que acabara el juego. Misaki parecía buscar con la mirada a alguien. En la tribuna sus padres tenían un cartel con su nombre y su hermanito daba de saltos como pulga echando porras. El juego transcurría sin que los Majhestics pudieran desempatar y…


    »Takahashi se distrae y Motozöwa lo empuja intencionalmente… ¡esto va directo a penal! Suena el silbato. Turno de Takahashi para marcar la diferencia«


    Cientos de miradas se centraban en el chico, pero él sólo quería sentir una, una que no había percibido desde que inició el partido.


    “Él es un hombre muy ocupado, no puedo quitarle su tiempo por nimiedades. Sin embargo…”


    Volteó a ver por inercia, y ahí lo encontró, sentado en las gradas junto a su familia. Una mirada silenciosa y una sonrisa de aquél hombre al que le entregó su inocencia fueron suficiente para inspirarle toda la confianza que necesitaba. El silencio reinaba en la cancha, todo estaba listo. Misaki corrió y de una patada logró lanzar ese balón hasta la portería y…


    –¡Goooool!


    Se volvían a escuchar las voces gritar, y en ese momento también se escuchó el silbato del árbitro. El juego había terminado. Y el resultado del marcador era: Majhestics 2– Strangers 1. Los Majhestics cargaban a Misaki, Kisa y Hiroki. Las porristas gritaban los nombres de los tres guerreros que habían hecho posible la victoria. Los familiares de los jugadores bajaban de las gradas para felicitar a sus hijos por su esfuerzo en la cancha.


    –¡Mamá, auxilio, no respiro! –hablaba entrecortadamente cierto castaño, que era abrazado efusivamente por un muchacho de unos quince años, más alto que él, de tez clara, cabello corto azul oscuro y unos brillantes ojos azul zafiro.

    –¡Hiro-san! ¡Hiro-san! ¡Hiro-san! –repetía sin cesar ese muchacho.

    –¡No-wa-ki! ¡Ya-suél-ta-me!

    –¡Se ven tan lindos! –decía emocionada una mujer castaña, de finas facciones y hermosos ojos color avellana, con cámara en mano– ¡A ver, otra foto!

    –¡Mamá!


    En las gradas ya vacías sucedía otra cosa.


    –¿Por qué tan solo, Shinobu-chin? –le preguntaba uno de los profesores que asistió al juego, sentándose a su lado– ¿No vinieron tus padres?

    –Nunca lo hacen –pensó el rubio en voz alta.

    –¿Por qué? –eso preocupó al catedrático.

    –Tienen cosas más importantes que hacer –se encogió de hombros, quitado de la pena.

    –Eso no está bien…

    –Está bien para mí… ya me acostumbré.

    –Emm… –el mayor notó que el muchacho se portaba evasivo, así que dejó el tema de lado– ¿Te gustaría que tomemos juntos un helado?

    –Etto… ¡h-hai! –el chico se emocionó y un ligero tono rosado tiñó sus mejillas.

    –Bien, vamos.

    –Hai –ambos se levantaron de las gradas y empezaron a caminar.

    –Por cierto, jugaste bien hoy.

    –¿En serio?

    –Por supuesto.

    –Gracias, Miyagi-sensei.


    Algunos más no quisieron quedarse con el uniforme, por lo que se encontraban solos en los vestidores.


    –¡Uf, buena esa, Misaki! –le decía Kisa.

    –A-arigato… aunque tú también lo hiciste bien al meter el primer gol.

    –¡Hey, Misaki, Kisa! –Chiaki les llamaba– ¡Llueven ositos de goma!

    –¿Ah? –los otros dos arquearon una ceja, extrañados.

    –Están lanzando ositos de goma desde el quinto piso ¿quieren venir?

    –¡Sí! –gritaron los dos.


    Los tres iban saliendo, pero Misaki se detuvo.


    –Ahorita los alcanzo, olvidé mi sudadera.

    –Okay.


    El pequeño volvió a su casillero y tomó la prenda. Sin embargo, cuando ya iba a salir, fue interceptado por un muchacho de cabello gris oscuro, tez clara, ojos negros como noche bajo unos lentes, un poco más alto que él.


    –¡Sumi-sempai! –exclamó el menor, un poco nervioso de la impresión.

    –Misaki-kun –el tal Sumi se apoyaba sobre el casillero– Sabía que te encontraría aquí.

    –Etto… ¿se te ofrece algo?

    –Déjalo –dijo, así sin más.

    –¿De qué hablas?

    –Sé que sales con Usami Akihiko…

    –¿Cómo…?

    –El día de la convención de anime y manga los vi… él te besaba –ciertamente Misaki se puso rojo y eso no hizo más que confirmar lo dicho– Por tu bien, es mejor que te alejes de él… te romperá el corazón y lo tirará a la basura como lo ha hecho con otros tantos.

    –¡Mientes! –Misaki estaba contrariado– ¡Usami-san sería incapaz…!

    –¡Vamos, Misaki! Tiene treinta y seis y tú quince ¡es obvio que sólo quiere divertirse contigo! –cual fuera su objetivo, lo estaba logrando, pues Misaki le prestaba atención y se veía atónito– ¿Por qué crees que a sus treinta y seis no se ha casado ni comprometido? ¿Por qué crees que ha rechazado a las mujeres más bonitas y afamadas que se le han insinuado?

    –Pero…

    –Él no toma a nadie enserio, y no esperes que haga lo mismo contigo… aléjate de él antes de que sea demasiado tarde.

    –¿Cómo sé que el que me está mintiendo no eres tú?

    –Te lo dice la voz de la experiencia.


    Dicho esto aquel muchacho se fue, con una expresión ladina en su rostro.


    “Akihiko-san…”


    Misaki sólo se quedó ahí, de pie, estático, sintiendo que la duda acuchillaba de a poco su corazón.



    CONTINUARÁ…
     
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