Mi pequeño amante (Akihiko X Misaki). CERRADO

Takahashi Takahiro ha vuelto a Japón luego de 16 años de ausencia, pero no llegó solo: trajo consigo a la persona que -de alguna manera- le arruinó la vida. ¿De qué forma cambiará esto su vida?

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  1. »Hitch 74 no Danna«
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    Hehehey!!! Seguro quieren asesinarme por dejar este fic sin actualizar por tanto tiempo, pero me pasa que en vacaciones tengo menos inspiración que cuando estoy a mitad de una clase. En fin, aquí les traigo el cap. En esta ocasión está dividido en tres, aunque neta no me gustó mucho cómo quedó. A ver si para cuando regrese a clases ya se me ocurre algo mucho mejor.


    Disclaymer: Junjou Romantica es de su autora Shungiku Nakamura-sensei.



    XVIII.-


    Un mes. Transcurrió un mes desde la primera vez que poseyó a su corazoncito. Si bien era cierto que las citas y los encuentros pasionales con el ojiverde eran limitados, al menos hacía que cada uno de ellos valiera tanto como una vida entera.


    Como cada miércoles desde hace un mes, se encontraba en su departamento dándole clases de Matemáticas a su amorcito. Aunque su mejoría ya era considerable no dejaba de enseñarle, pues amaba ver ese infantil puchero que hacía cuando se le dificultaba algo: daba unos cuatro o cinco golpecillos con el lápiz contra el papel, luego se ponía la gomita sobre el labio inferior de una forma inocentemente sexy, escribía lo que le venía en mente, borraba, inflaba los mofletes y resoplaba hacia arriba, haciendo que los rebeldes cabellitos castaños se levantaran y volvieran a caer sobre su frente. Sí, simplemente adorable.


    Suspiró. Los últimos dieciséis años los había pasado entre fiestas, alcohol y juegos pasionales de una noche, todo por olvidar aunque fuera una noche ese amor silencioso no correspondido que día a día le carcomía el alma; aunque sus novelas y su extraña afición por coleccionar toda clase de juguetes y otras curiosidades le ayudaban un poco, no alejaban esa soledad perpetua que se instaló en su casa y su vida desde que podía recordar… tanto así que se volvió una persona fría, amargada, frívola y demasiado hermética. De hecho nunca llevaba a sus amantes al apartamento, pues tenía la firme teoría de que si no entraban ahí, no lo harían en su vida y mucho menos en su corazón.


    Y sin embargo ahí estaba frente a él el único que logró entrar directo al corazón, el único que le hacía sentir como adolescente enamorado a pesar de sus 36 años. Si hace cuatro meses le hubieran planteado que terminaría enamorado del causante –no culpable– de que Takahiro Takahashi se hubiera marchado a Estados Unidos por dieciséis años, se lo habría tomado como una broma de muy mal gusto… lástima que su situación actual distaba mucho de ser eso.


    –Etto… sensei… –la vocecilla de su pequeño amante lo sacó de sus pensamientos–… ya he terminado.


    Revisó los ejercicios y un rato más tarde le daba el ya habitual premio por su buen trabajo: un profundo beso de amor acompañado de un chocolate relleno de jalea de fresa.



    XIX.-


    Fin de semana. Un conjunto de niños, ninguno por arriba de los 10 años, se encontraba en el patio trasero de la casa Takahashi jugueteando entre risas; dentro de la casa se encontraba una pareja de edad ya avanzada, otras dos que tocaban los 32 o tal vez 33 años, y otra más que andaba por los 36, hablando en la sala; en tanto en una de las habitaciones un grupo de adolescentes entre 14 y 17 años, en su mayoría hombres, veían uno de tantos episodios de Los Simpson.


    »–…señor ¿Por qué esperó hasta última hora para pagar sus impuestos?

    –¿Impuestos? ¿Qué no es la cola para el concierto de Metallica?«
    (1)


    Eventualmente todos se echaron a reír al término de esa línea. Sí, la mayoría de ellos eran nada más ni nada menos que la familia Kajiwara, quienes habían ido de visita al enterarse que Manami Kajiwara volvía a Japón después de dieciséis años, casada y con dos hijos.


    –Y dime, Takahashi-san –decía el patriarca Kajiwara, un hombre bastante bien conservado a pesar de sus ya 65 años de edad– ¿Qué los hizo volver a Japón si ya tenían la vida prácticamente resuelta allá en Seattle?

    –Bueno, como usted dijo, el trabajo era bueno, la paga era buena, la educación de los niños prácticamente se pagaría sola, pero no quise exponer a mi familia ante la ola de violencia que se ha desatado en los últimos años… simplemente no lo valía.


    Un breve pero incómodo silencio se hacía presente: Takahiro Takahashi tenía semblante serio, pero por dentro estaba hecho un mar de nervios y el movimiento de sus dedos contra la tacita de té que sostenía lo delataba; Manami miraba fijamente a sus progenitores y a sus hermanos, en tanto que sus dedos se entrelazaban con los de su marido.


    –Takahashi-san –el hombre hizo una seña y al instante todo mundo se puso de pie. Luego le indicó a él que se acercara, quedando ambos de frente. La tacita de té fue puesta sobre la mesita, Manami no soltó su mano en ningún momento– Debería hundirte por embarazar a mi hija cuando ella ya tenía la vida asegurada con un hombre adinerado con el que yo mismo la comprometí –Takahiro se tensó y tragó saliva al sentir el peso de las miradas de sus cuñados– pero… has cuidado de ella mucho mejor de lo que hubiera hecho ese inútil, además que se ve feliz –soltó un suspiro cansado– así que no me queda de otra más que decir… bienvenido a la familia.


    Un abrazo fraternal de toda la familia Kajiwara fue suficiente para devolverle a Takahiro Takahashi el alma al cuerpo.



    XX.-


    –Nee, Misaki –le decía uno de sus primos, un pelinegro de ojos café claro de unos 16 años, que tenía algo en sus manos– Hagamos un intercambio.

    –¿Qué clase de intercambio, Sai-san?

    –Emm… yo soy Sai –espetó otro muchacho idéntico al primero– Él es Kai.

    –Etto… yo… emm… lo siento… –Misaki sonaba apenado.

    –Déjalo así –dijo una chica de unos 15 años, rubia, cabello rizado y largo, del mismo color de ojos que los varones, y unos anteojos de armazón rojo. Ella se llamaba Sayuri– Todo mundo los confunde, menos nosotros ni los abuelos.

    –En fin –dijo Kai– ¿Qué te parece el último volumen de The Kan por dos de tus CD’s de My Chemical Romance?

    –¡¿De verdad?! –el ojiverde pintaba cara de fan enamorada. Kai asintió– ¡Okay, escoge los dos que más te gusten!

    –Nee, Misaki –ahora era Sai– ¿no estás algo grande para peluches?


    En una pequeña repisa junto a aquella donde conservaba los primeros trabajos de su sensei y amante, había varios peluches de todos colores y formas, todos ellos menos grandes que un manga.


    –Etto… son regalos de un amigo de mi padre –farfulló, rojo de vergüenza.


    En efecto Akihiko Usami le había obsequiado todos esos peluches una vez que fueron al parque de diversiones. Sonrió como bobo enamorado y eso no pasó desapercibido para su primo mayor Minoru, un joven de unos 17 años, cabello rubio y corto, ojos gris oscuro –a diferencia de los otros–, piel clara y de aspecto serio.


    –Traté de decirle que no me gustan mucho, pero no quise herir sus sentimientos, así que…

    –Bueno, bueno, ya entendimos.


    “¡Vaya, se la creyeron!”


    –¡OMFG! –exclamó una pelirroja del mismo aspecto que la rubia, excepto por el color de ojos, que era igual al de Minoru. Ella tenía 14 y se llamaba Mika– ¡Tienes los primeros trabajos de Usami Akihiko!

    –¡¿De dónde los sacaste?!

    –¡Son imposibles de conseguir incluso aquí en Japón!

    –¡Yo creía que ya estaban extintos!

    –…


    El pequeño suspiró con cansancio. No era que le molestara que sus primos hurgaran entre sus cosas como niños en una dulcería, era más bien el hecho de no poder decir abiertamente que todas esas cosas eran regalos o recuerdos de su sensei y amante, y mucho menos que se trataba del afamado escritor Usami Akihiko, ganador de varios premios, entre ellos el Naomori a la más corta edad. No, definitivamente no podría… aunque lo hiciera, nadie creería que un simple estudiante promedio de clase media tendría rendido a sus pies a nadie de tal magnitud como el escritor.


    El tema Jesus of Suburbia, de Green Day, lo sacó de sus pensamientos pesimistas.


    –Moshi moshi –hizo señas a sus primos de que enseguida volvería.

    –Hola, mi niño ¿Cómo estás? –apenas reconoció esa profunda y seductora voz, salió como alma que lleva el diablo directo al desván de la casa.

    –Etto… bien, creo…

    –Te oyes nervioso ¿ocurre algo?

    –Emm… bueno… mis primos y abuelos están de visita… –hablaron de cosas triviales por unos minutos, hasta que vino algo importante– etto… Akihiko-san… el próximo miércoles no podré ir a su casa… tengo algunas tareas pendientes…

    –Puedo ayudarte con eso, por favor…

    –De verdad no puedo… Hattori-sensei nos atrapó a Kisa y a mí enviándonos notas en clase, y ahora estoy castigado hasta el viernes que viene… además no quiero causarle molestias.

    –¡Nee, Misaki! –la voz de Minoru interrumpió la conversación– ¡Kai y Sai acaban de descomponer tu consola!

    –¡Rayos! …etto… Akihiko-san, debo cortar…

    –¡Espera, Misaki…!

    –Hasta la otra semana, Akihiko-san.


    “Odio mentirle así, Akihiko-san, pero es necesario”





    CONTINUARÁ…






    Notas finales:


    1. Del capítulo 20 de la novena temporada: Misión deducible (latino)


    Bien, de momento es todo. Chaito.

    Edited by »Hitch 74 no Danna« - 30/12/2014, 13:12
     
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