Mi pequeño amante (Akihiko X Misaki). CERRADO

Takahashi Takahiro ha vuelto a Japón luego de 16 años de ausencia, pero no llegó solo: trajo consigo a la persona que -de alguna manera- le arruinó la vida. ¿De qué forma cambiará esto su vida?

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  1. »Hitch 74 no Danna«
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    Quiúbole, fanseses! He aquí otra entrega de Mi pequeño amante. Qué bueno que les siga gustando esta historia, aunque siento que los últimos capítulos que he lanzado han quedado un poco forzados, pero como en mis demás fics, no tengo algo concreto y escribo conforme se me ocurren las cosas. Por ejemplo hoy estaba en clase cuando me vino la inspiración, y justo cuando acabó me vine corriendo a las compus de la escuela a terminarlo. Por fortuna teníamos clase de dos horas libre y por eso aproveché. En fin, basta de mis quejas de señorita.

    Este capítulo consta de dos partes que ocurren en diferentes tiempos, como lo he venido manejando desde el principio. Se llevarán sorpresas con la segunda. Espero sea de su agrado.


    Disclaymer: Los personajes de Junjou Romantica no me pertenecen.



    XXIV.-


    No lo podía creer. Con los ojos abiertos de sobremanera, con los labios levemente separados y una rabia latente circulando por sus venas, el escritor contemplaba la escena propia de una pesadilla, como si fuera en cámara lenta, mientras varias preguntas se agolpaban en su mente como abejas molestas, todas con un cómo, cuándo o por qué… por supuesto estaba consciente de que su pequeño Misaki estaba en la plena primavera de sus 15 años, edad en que la mayoría de los adolescentes no poseen un concepto claro de lo que significa el amor, pero le dolía de sobremanera aquello que sus ojos estaban contemplando. Asimismo se sentía molesto consigo mismo porque a sus 36 años se estaba comportando como colegiala acosadora al seguirlo hasta ahí, y por ese otro asunto que creyó haber resuelto ya hace tiempo.


    –¡¿Por qué hiciste eso?! –el reclamo del más pequeño hacia su superior lo trajo de vuelta a la realidad.

    –Ya te lo dije, Misaki-kun, te quiero –el odioso ojinegro envolvía posesivamente al pequeño.

    –¡Y yo te dije que solo como amigos!


    El ojiverde se deshacía del agarre del mayor y le daba la espalda dispuesto a irse, pero en cuanto verde y violeta chocaron, el castañito paró en seco y empalideció. Por su parte Sumi observaba la escena con ¿satisfacción?


    –A-Aki-hiko-san –farfulló su adoración aun en estado de shock.


    Akihiko avanzó, pasando de largo al menor, hasta quedar de frente al odioso sempai de Misaki.


    –Ven conmigo –dicho esto le tomó por la muñeca y lo haló sin que el otro se opusiera. Después de esto el ojivioleta murmuró al oído de su pequeño amante– Misaki, por favor ve a casa –el menor solo atinó a asentir, sin entender absolutamente nada de lo que sucedía.


    Una vez que Sumi y Akihiko estuvieron dentro del auto, este arrancó dejando ahí parado al pequeño Takahashi, lento para reaccionar y con el corazón colgando de un hilo.


    –¿A dónde vamos, Usami-san? –inquirió con falsa inocencia el muchacho ojinegro.

    –Eso no importa –murmuró el mayor con rabia contenida.


    El camino transcurrió en un silencio tan asfixiante para el escritor, pero no quería romperlo, no aún. Condujo cerca de unos veinte minutos hasta llegar prácticamente a las afueras de la ciudad, donde comenzaba la zona boscosa. Frenó de golpe una vez que se encontraron lo suficientemente lejos de personas que oyeran cualquier conversación.


    –Basta –espetó así sin más, con voz autoritaria.

    –¿Ah?

    –No te hagas el inocente conmigo… sé lo que pretendes, así que sólo lo diré una vez: aléjate de Misaki.

    –Lo siento, Usami-san, pero no puedo hacer eso –respondió Sumi sin amedrentarse ni un poco– Quiero mucho a Misaki y no voy a…

    –Podrás engañar a todos, incluso a él, pero a mí no me engañas. Te conozco lo suficiente y sé tus verdaderas intenciones.

    –Y, según usted ¿Cuáles son mis intenciones?


    El novelista apenas si pudo reaccionar cuando el chico se posicionó sobre él, con las rodillas puestas al lado de sus caderas y las manos tras su cuello, mientras sus caras estaban a escasos centímetros de distancia y los ojos de ambos se fijaban los unos sobre los otros. Le tomó las muñecas con fuerza y deshizo el agarre.


    –Es cierto, Usami-san, me atrapaste… –se acercó al oído del peliplata– a quien quiero en realidad es a ti.



    XXV.-


    Aproximadamente ocho meses atrás. Recién había terminado otra de sus novelas, por lo que tenía tiempo para malgastarlo en cualquier cosa que le hiciera olvidar aquel amor no correspondido que día a día y por casi 16 años le carcomía el alma. Había decidido irse a un antro que frecuentaba cada vez que terminaba una novela, para seguir al pie de la letra la rutina: tomarse unos cuantos tragos, encontrar a algún hombre o mujer joven que tuviera buenos atributos –por decirlo de alguna manera–, invitarle una copa, hacerle conversación –aunque no le prestara atención realmente–, tomarse otras cuantas copas, lanzarle insinuaciones cada vez menos sutiles y luego de otras copas más irse al mismo hotel de siempre, pasar la noche entre juegos pasionales, sin sentimentalismos de por medio, y desaparecer por completo de su vida al día siguiente.


    Como siempre el barman le servía un mojito cuando un jovencito de entre 16 y 17 años se apareció por ahí, con un grupo de amigos de su misma edad. Estos se divertían entre chistes –demasiado subidos de tono para su edad– y sus carcajadas se alcanzaban a oír a pesar que la música estaba al máximo volumen y el lugar a reventar. Se preguntaba cómo los habían dejado entrar. En fin, un rato más tarde la música electrónica, relativamente tranquila hasta entonces, cambió a una más sugerente. Todos los que estaban sentados, entre ellos el chico y sus amigos, se levantaron de sus lugares y comenzaron a moverse, sacando a flote la sensualidad que no mostraban en otro lugar que no fuera de la naturaleza de donde se encontraban ahora mismo. Como el lugar estaba a reventar, era inevitable que hubiera roces insinuantes entre hombres y mujeres. Él permanecía en la barra, pues no le gustaba mucho estar en medio de toda esa gente… tan solo pensar en eso le provocaba cierto sentimiento de asfixia. Sin embargo aquella perspectiva cambió cuando vio que el chico y dos de sus amigos eran subidos por otros seis, cada uno a una mesa de billar, desde donde podían ser apreciados por todos ¡Y no era para menos! Las casi imperceptibles líneas que se dibujaban sobre el torneado abdomen de cada muchacho se asomaban bajo las camisas entalladas, que estaban desabrochadas casi en su totalidad, y sobre estas corrían algunas gotas de agua, cuyo origen era una botella de agua que uno de los tres destapó y echó sobre los otros dos y algunos de los clientes del antro; los tres llevaban unos jeans dolorosamente ajustados y además rotos de los muslos. Dentro de las reglas de sus juegos –por decirlo de alguna forma– estaba el no involucrarse con chicos o chicas menores de 21 años, pero ya había transcurrido un buen rato y no encontraba a nadie que llenara sus criterios, así que probaría suerte con ese chico. Esperó a que este bajara de la mesa de billar para abordarlo y llevar a cabo su plan.


    Algunos tragos y unas horas más tarde, se encontraba en la misma cama de hotel, completamente desnudo, con el chico a un lado suyo, cubierto únicamente por una sábana. A decir verdad no le había representado gran reto, pues el chico resultó ser un fan suyo llamado Sumi Keiichi: casi diecisiete años, estudiante de instituto, décimo grado (1), hijo único… en fin, nada relevante para él. Quizá lo único que había hecho la diferencia respecto a sus otras tantas aventuras de una noche era el hecho de que el chico conservaba un poco de la inocencia propia de la adolescencia, y que él se había encargado de arrancar –por decirlo de alguna manera–. Se levantó con cuidado para evitar despertarlo, y luego de darse una ducha rápida y arreglarse, ordenó un desayuno para el chico.


    –Bueno, fue divertido mientras duró –susurró, robándole al jovencito un beso, sin medir las consecuencias de ese acto.


    Estaba a punto de irse cuando sintió que aprisionaban su muñeca. Por inercia volteó a ver, encontrándose con unos ojos negros que le miraban con cierta incertidumbre.


    –Sensei… por favor quédate conmigo.



    CONTINUARÁ…




    Notas de la autora:

    1. Décimo grado es el equivalente a primero de preparatoria.


    De momento es todo. Gracias por leer, chaito.

    Edited by »Hitch 74 no Danna« - 30/12/2014, 13:14
     
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