La fruta prohibida {ČÅP 2 / 5}

Eran hermanastros. El problema es que sólo sus padres y el lo sabían, a lo que tenía un debate mental entre dejarle creer que eran hermanos o decirle la verdad, cosa que aunque haría posible una relación, haría que ha Kinsuke se sintiera engañado y le dolería mucho el hecho de no pertenecer biológicamente a su familia. Y no quería eso, quería verlo feliz.

Perfecto, era de esperarse del mejor alumno de esta clase- sus ojos tan fríos como su voz se clavaron en él y por un momento en su mirada se reflejó tranquilidad, paciencia y sabiduría mezclado con dolor, fuerza y pasión, después volvieron ha volverse glaciares- puede sentarse.

Shindou había tenido muchos profesores pero ninguno había ejercido tanta admiración en él. De hecho, ninguna persona lo había logrado. En ese momento se empezó a dar cuenta de que Kirino Ranmaru era diferente. A todos.

Oye... ¡¡¡Vamos a bailar!!!- le dijo arrastrando a su callado acompañante. Eso no sabía a que había venido, pero tampoco le dio mucha importancia, siempre había seguido sus impulsos y le había ido bien.

-¿Eh? ¿Qué?- logró decir el otro antes de ser arrastrado por el desconocido que cogiéndole de la cintura empezó a dar vueltas hasta que se cayeron por el mareo al suelo entre risas.

-¡¡¡Hacía mucho tiempo que no me reía tanto!!!- decía el de moñitos enjugándose una lágrima, nunca nadie se había atrevido ha hacerle eso, ese chico era realmente impulsivo

-¡¡¡Jaja y yo!!!- el moreno chico se agarraba la tripa de tanta risa

Ese niño (sólo un año menor que él, según los archivos) iba ha hacer un dolor de cabeza severo, en vez de estar triste, frustrado o furioso, el mocoso estaba feliz, incluso más que él. Había tratado con muchos pacientes pero nunca había tratado con alguien tan alegre a pesar de sus dolencias, y es que la enfermedad de su paciente no era cualquiera, era la proliferación incontrolada de una población anómala de células de la sangre, más bien conocida como leucemia.

Y ahora venía el problema: ¿Cómo se debía tratar un paciente que no tenía los factores psicológicos normales en el proceso de una enfermedad?

<<parece como si hubiesen exprimido un zumo de naranja con extra de colorante del supermercado en el cielo, por cierto, tengo que ir a por uno>> como siempre sus pensamientos fueron extremadamente "románticos"

En el paso de peatón que tenía que cruzar a continuación se puso parpadeante para las personas, por lo que cruzó corriendo pero antes de llegar a la acera contraria un coche que iba a gran velocidad no reparó en él, por lo que al verlo Kurama se le paralizaron las piernas y cerró los ojos esperando el doloroso impacto. Que nunca llegó. Al abrir lentamente sus ojos negros pudo ver que estaba encima de alguien.

Emh, si, este es mi baka mejor amigo, Furetsu Hayami- el chico, ahora que se fijaba bien, tenía unos exóticos ojos, que dirigían un brillo asesino a Tsurugi

-Un placer- Furetsu aceptó con gusto la mano que le extendía el Tsurugi más mayor, estrechándola

-¿Bueno que os parece que invite a una merienda?-

-¡Es una grandiosa idea!- exclamó relamiéndose los labios Furetsu, a lo que Yuuichi solo rió, pensando que era un gesto realmente adorable de parte de ese chico, al que sacaría como unos ocho años.

Encantado me llamo Fei Rune y este es mi hijo Azurei Rune- no parecía afectado por la voz contraria- nos acabamos de mudar

-Encantado- ahora que pensaba había visto unos camiones, pero no les había dado importancia

-¿Me podrías decir donde hay un lugar de comida?-

-In the restaurant La Alegría de la Huerta, les enseño donde esta- no sabía porque había dicho eso pero poco le importaba, por muy contrario a sus creencias fuese

-¡Gracias!- mientras el más pequeño pensaba que ese koala era sin duda la cosa más rara que había visto en sus cinco años de vida

Se acercó por la espalda sorpresivamente y le soplo en la oreja de quien le había llamado la atención. El más pequeño se estremeció. Tsurugi le enseñó una cantidad de dinero, y retirándose a una de las habitaciones, se dejaron caer sobre la cama, y entre beso y beso que Tsurugi le propinaba a su cuello, el otro soltaba un sonidito de placer. Paró un momento. El chico ya sin camisa, y con las mejillas rojas, le parecía excesivamente erótico.

-¿Cómo te llamas?- preguntó

-Tenma Matsukaze- ya no sabía que quería; seguir o no seguir, perder o ganar la apuesta