TU PROPIA CANCIÓN DE CUNA [UsaguixMisaki] by: Lady T. & Sora Takahashi (10/JUN/15)

La noticia más hermosa de todas llega a sus vidas, poniendo a prueba su relación. ¿Cuál es el regalo que Misaki dejó, con tanto amor? Tiene ocho meses para transmitir sus sentimientos.

« Older   Newer »
 
  Share  
.
  1.     +3   +1   -1
     
    .
    Avatar

    You're born this way baby You are beautiful in your way cause god makes no mistakes ♥♪Lady Gaga♪♥

    Group
    Escritor intermedio
    Posts
    885
    Location
    en mis nubes, escuchando Rock y escribiendo historias de amor trágicas...

    Status
    Anonymous

    Saludos.

    Esta vez, traigo un short fic, escrito junto a una amiga, Sora Takahashi.

    Las actus estarán disponibles, entre un periodo máximo comprendido de diez días, cada capítulo.
    Hacemos nuestro mayor esfuerzo, se los aseguro.

    Esperamos sea de su agrado.

    Disclaimer: Ni Junjou Romantica ni sus personajes nos pertenecen, son propiedad de Shungiku Nakamura, nosotras sólo los tomamos prestados para crear nuestra historia.

    Usami Kazuki y Hasegawa Akira sí son personajes creados de nuestra invención.

    Este fan fic contiene: Romance, Drama, Muerte de un personaje, mpreg.

    Gracias por leer.





    TU PROPIA CANCIÓN DE CUNA

    Capítulo 1







    A
    través de los años, los momentos vividos a tu lado se van borrando.

    Pero es tu sonrisa, y tu amor sincero los que cobijan a esta añejada alma.

    Oh cariño, tengo esta fe en que el sentimiento que nos unió aún no se ha ido, de que no te lo has llevado contigo, y me lo has dejado como una manera de mantenerme seguro, aun cuando lo perdí todo.

    Lo perdí todo, en el justo momento en que me diste el regalo más grande y maravilloso de todos.

    Gracias, gracias por haberme dejado algo que me diera más miedo de lo que nunca nada ni nadie me había dado, al mismo tiempo que me entregaba la fe que creía se había ido contigo.

    Gracias por tanto amor.






    ~.~.~.~.~.~.~.~.~.~







    Las hojas del cerezo floreciendo con inusitada rapidez y revoloteando en el aire me recordaban el paso del tiempo, de que nada más hacía poco había culminado el invierno para darle la bienvenida a la primavera.
    Suspiré con cansancio y con sentida profundidad, mirando al cielo, y llevando una mano al pecho, no pude evitar pensar.


    “Una última primavera, Misaki... Muy pronto nos veremos. Sólo espérame, amor mío. Sólo un poco más.”


    Una tarde más, sentado en el patio de este tranquilo lugar, donde puedo relajarme y recordar viejos tiempos. Traer a colación recuerdos de mi años fenecidos no había sido precisamente una de mis actividades favoritas en toda mi vida, hasta que inevitablemente llegó aquella diabla pero sabia compañera de la soledad: La vejez.


    —Papá, ¿Cómo estás? —Su abrazo es cálido, su aroma suave y casi hasta nostálgico. Lo miro de nuevo y toda una vida pasa delante de mis ojos. Mi corazón palpita con fuerza y añoranza.


    Llevo mis manos a su rostro.


    —¿Misaki? —Sus ojos son tan perfectamente... Esmeraldas. Es su viva imagen. Es la misma pasión indescifrable e indomable la que se encuentra pintada en su mirar tan joven. Sin embargo soy testigo fiel de la tristeza abrazada de una preocupación cariñosa reflejada en ella, inútilmente disfrazada dejándola detrás de una sonrisa. Una pena que repentinamente opaca la hermosa luz que llevan sus ojos.

    —No papá... Kazuki. Soy Kazuki. Tu hijo, ¿Me recuerdas? —Es tan efímero el sueño, y tan agridulce la realidad que de golpe caigo a ella, al presente ineludible y tan dolorosamente solitario.


    Con esa mirada y esos cabellos castaños, es tan fácil y hermosamente comprensible confundirlos.

    Es exactamente como él.

    Pero él no es mi Misaki.



    —Kazuki, estoy viejo, no idiota. —Si bien mi salud no era la mejor de todas en los últimos tiempos, con mis juveniles cincuenta y seis años, tampoco podría decirse que tenía alzhéimer o algo parecido. Mi mente era aún bastante lúcida como para distinguir entre la realidad y lo que era falso.


    —Jajaja... Me alegra verte también. —Sus ojos vuelven a ser despejados de las nubes de preocupaciones, dejándome ver su alegría y transmitiéndola sobre mis manos una vez que son tomadas entre sus finos dedos, luego de sentarse a mi lado. —¿Cómo has estado?


    —No me puedo quejar. ¿Me trajiste comida? —Si bien era mi propia elección haberme quedado en este lugar, él aún venía cada atardecer a verme. Era algo en lo que; por más que le dijera un millón de veces que era innecesario, no me iría a obedecer. Obstinado y terco como él solo. —Sabes que a todo lo que hacen acá le ponen pimientos. Es un horror. Todo lo demás es bueno. La comida es un asco.


    —Papá... Te deberías de comer tus verduras. —Para nada raro. Mi propio hijo me regañaba. Luego de una perorata para nada resumida acerca de cómo debo cuidar mi salud, me mostró un pequeño canasto que hasta entonces lo traía a sus espaldas. —Pero aquí te traje lo que me pediste. Diferentes comidas en base de salmón, y sin nada de verduras. Especialmente sin pimientos. —Mi humor huraño hasta entonces desapareció casi al instante por una sincera sonrisa.

    —Gracias.

    —Lo que sea por ti. —Tan dulce... Tan amable, eso definitivamente no lo había sacado de este lado de la genética. Así que tenía que decirlo una vez más.



    “Gracias Misaki.”



    De pronto, saliendo de mis propios pensamientos, me percaté del temblor ligero en sus manos, y su mirada cabizbaja, casi huidiza. Aquel tic era un poco bastante conocido para mí. Algo lo preocupaba, y no sabía cómo ocultarlo o mentirme respecto a ello. Era pésimo para aquello, como cierto castaño del que en algún tiempo me enamoré.


    —Kazuki... ¿Qué pasa?

    —No es nada.

    —No mientas. —Lo obligué a mirarme, levantando su rostro con mis manos. Y cuán grande fue mi asombro y el sentir de una espina clavada justo en el medio exacto de mi corazón al notar lágrimas asomadas en sus dos preciosas esmeraldas, que tanto amaba y de las que, con tanto recelo en toda mi vida resguardaba su luz e inocencia para que nadie nunca se las arrebatara. Protegerlo ha sido en los últimos veinte y cinco años de mi vida mi única labor.

    Y ahora, me sentía, casi como un fracasado en ello.

    No podía resguardarlo de todos los dolores de esta vida.


    —Papá... Tengo miedo... —dijo finalmente.



    Conozco ese sentimiento de perder lo más preciado, lo más amado.
    Por esa razón, quizá pueda decir que conozco sus miedos y sus inseguridades.


    —¿Miedo de qué, pequeño? —Hace tanto que no lo llamaba así, pero tanta era la necesidad en ese momento. Tan sólo parecía un niño asustado por la tormenta en busca de un refugio. —¿Te ha hecho daño alguno ese tal Akira?

    —Al contrario papá. Él... —Entonces antes que decirlo, por alguna razón, decidió que era mejor mostrármelo. Y reparé; por primera vez en esa tarde, en el dedo anular de su mano derecha, en cuanto me la mostró colocándole por delante de su rostro.

    —Oh, por todos los demonios...

    —Sí... Me ha pedido que nos casemos. Yo... —Entonces volví a tomar sus manos entre las mías, buscando darle un poco del confort que tanto le hacía falta. El brillo en sus ojos parecía no querer extenderse por todo su rostro.

    —Puedes decirme lo que sea.


    Sin decir más se escondió en mis brazos, sollozando en silencio, pero con libre albedrío, y una tan urgente necesidad de ser consolado, de encontrar las palabras que fueran necesarias para poder calmarlo.

    —No era precisamente la manera en la que “Soñaba decírtelo”, pero... —De nuevo callaba, y aunque el llanto había parado, no entendía cómo seguiría aquello. Aunque un presentimiento se clavó en mi pecho con inesperada calidez; una extraña pero hasta buena, quizá.

    —¿Kazuki? —Él, tomó mi mano y la colocó con nerviosismo sobre su plano vientre.

    —¿Qué? ¿Kazuki? Esos gruñidos... Vaya, ¿Pasas hambre? Ese noviecito de pacotilla tuyo no te alimenta bien, ¿Cierto?



    Él sólo se limitó a reír por lo bajo.



    —Su nombre es Akira, papá. Y me alimenta bien. Bueno, hace lo que puede, sabes que él prefiere comer lo que mis manos preparan. Y no era lo que trataba de decirte. Aunque bueno, sí. Últimamente, tengo el doble... —enfatizó esa palabra acentuándola, más que las otras. —...de apetito que antes.

    —...

    —...

    —...

    —¿Kazuki?

    —Ay, papá... Vas a ser abuelo.

    —...

    —...

    —...

    —Ah, ya... —un momento. —¡¿Qué?! —ahora las lágrimas que se asomaban eran las mías. Pero de confusión, emoción, excitación, y... ¿Felicidad? —¿En serio? —Él sólo se limitó a asentir con su cabeza, y dibujando una sonrisa perfecta e imborrable, que cubría todos sus pesares. —Oh... Kazuki... —Lo abracé, ¿Qué más podía hacer? Sentía que era arrastrado por un remolino de emociones, y las fuerzas ya no eran las mismas de antes para hacer una algarabía de ello. Aunque claro está que debía organizar una fiesta a nivel nacional por ello, y los planes deberían empezar ya.



    Misaki. Mi pequeño y adorable Misaki debería ser quien compartiese conmigo esta felicidad inundando mi corazón. Y espero lo esté haciendo desde donde quiera que esté.


    Y de un momento a otro, reparé en ello.


    —¿Akira lo sabe?

    —Sí. Papá, él está muy feliz... —Aunque no fuera muy sensible, pude percatarme casi de inmediato del tono melancólico en su voz, apañando su más grande felicidad.

    —¿Pero?

    —Es su familia... Todavía no son capaces de aceptarnos. —Ay mi niño. Tan fuerte por fuera, tan vulnerable y frágil por dentro. Intentando por todos los medios de sobrellevar sus propias cargas él solo. Pero yo no lo podría permitir... ¿Qué diría Misaki en una situación como ésta? Él era tan inseguro tratándose de sí mismo, pero era un roble imposible de hacer caer cuando se trataba de cuidar, proteger y amar a sus seres queridos. Cuidándome como siempre lo hizo, sosteniéndome siempre... Amándome siempre.


    El corazón me dolió, y es que tanta era la necesidad que teníamos de él. Tanto yo como Kazuki, a ambos nos hacía falta su valentía y convicción para hacer frente a las duras pruebas que la vida nos daba.


    Entonces un pequeño atisbo de luz se me vino a la cabeza, en medio del túnel de oscuridad en la que nos hallábamos.
    Claro. Mi Misaki, él tenía las respuestas a todas mis interrogantes, al fin y al cabo él había sido mi pilar, mi sostén, mi vida, mi todo.


    Él había sido mucho más que el amor de mi vida.


    —¿Papá? ¿Pasa algo?

    —Vamos, tengo algo que mostrarte. —El peso de los años habían sentenciado de que aun cuando todavía me faltara lo necesario para ser un viejo decrépito, mis piernas ya no tuvieran la fuerza suficiente para andar mucho tiempo por mi propio andar. Así que, con la ayuda de una silla de ruedas, Kazuki me llevó a la que era mi habitación en ese lugar “lujoso”, para morir en “paz”, en donde la mayoría eran más que personas, tratados como harapos viejos y olvidados por sus propios seres alguna vez “amados”. Bendición o no, no era mi caso.





    ~.~.~.~.~.~.~.~.~.~






    La habitación era enorme. Tal cual como yo la quería.


    Una oficina pequeña de cuatro por tres sólo para que ocupara un escritorio con una laptop encima, la que aun de vez en cuando era tecleada para hacer lo que siempre se me daba mejor: Expresarme en letras, lo que con la boca nunca fui capaz de hacer medianamente bien. Esa pequeña oficina se encontraba delante de la ventana principal y conectaba por medio de una puerta, con una pequeña sala con dos cómodos sofás que componían el living, junto a una mesita y un televisor.


    Luego de pasar por la que sería “la sala de estar”, y un pequeño comedor con una modesta cocina (no tenía idea de porqué la tenía... ah, sí, por el café... al menos eso había aprendido a hacer) llegábamos finalmente hasta mi habitación, propiamente dicha la cual no tenía más que un armario, una cama tamaño queen size con tan sólo la poquísima cantidad de veinte Suzuki-san, y el buró donde tenía un solo retrato de fotografía de mi pequeña familia adornándola junto con la lámpara de noche.


    Las puertas corredizas hacia el balcón le daban cierto toque especial, gracias a ella podía salir a observar el mar tan abrumado de emociones, y a la vez tan silencioso. Siempre podía recurrir a él cuando quisiera tener un poco de inspiración (era lo mejor de estar retirado, escribir por gusto, y no por obligación), o cuando simplemente no quería hacer nada más que escuchar la voz de Misaki, o incluso cuando no quería escuchar mis propios pensamientos.


    Era la salida de emergencia perfecta, y la más bella que pudiera tener jamás.



    —Kazuki, alcánzame por favor esa caja que está sobre el armario.

    —Sí, claro. —Luego de hacerlo, volvimos a la sala y le pedí que se sentara, mientras yo abría la caja, saqué algo de ella, para luego dejar nuevamente la caja, esta vez sobre la mesita y me acerqué finalmente al televisor plasma y la prendí, luego de haber colocado el VHS para que se reprodujera.

    —Papá... ¿Qué es...?

    —Es un pequeño regalo... de tu papá.


    Le dije con una sonrisa de la que siquiera fui capaz de percatarme. No hablaba de él a menudo. Sólo lo hacía cuando Kazuki era pequeño, pero había sido tan rápido el correr de los años que fácilmente podrían haber pasado incluso diez años sin que habláramos de Misaki.


    Y no fui el único golpeado por las emociones.


    Él se llevó ambas manos sobre el pecho, casi como queriendo detener que su corazón saliera de su lugar.


    —¿Papá...? Pero él... Tú no... Es decir... ¿Un regalo dices? ¿Por qué ahora? Yo no... no quiero abrirte viejas heridas. —Volví hasta donde estaba él, y tomé su mano, en ese sencillo acto donde quisiera hacerle transmitir y que lograra entender mis sentimientos.

    —No son heridas. Son hermosos recuerdos. Misaki y tú, son el milagro en mi vida, uno que nunca esperé y del que estoy convencido, ni aun en el día de hoy, me merezco. Kazu, hice lo que pude porque pudieras sentirte cercano a él, justamente por lo pequeño que eras cuando él se marchó. Pero sabía perfectamente que nunca iba a poder lograrlo. No importaba todos los regalos que te hiciera, todo el amor que te pudiera dar o incluso todas las historias que te pudiera contar. Siempre supe que a tu corazón le faltaría la mitad del amor del que pudieras necesitar.

    —Papá, yo...

    —Déjame terminar... —Llevé un dedo a la cadena de oro que colgaba de su cuello, el cual había sido regalo de Misaki, cuando estaba embarazado de él. Era tan solo un dije pequeño con las letras en Kanji de “Kazuki” que significaba precisamente “Esperanza”. —... Puede que todo lo que te haya dado no fuera suficiente Kazu. Pero quiero que sepas que fue todo lo que tenía para darte.


    Él me abrazó con ahínco.


    —Y nunca podré agradecértelo del todo. —Poco a poco deshice el agarre, pero no porque quería, sino para que llegaran de mejor manera mis palabras.

    —Ahora, más que nunca, querría ser esa persona ideal para decirte lo que tienes que oír. Pero una vez más, sólo puedo darte mi apoyo incondicional y mi amor. Nada más. Hijo, es necesario que comprendas ahora, que yo... no, que tanto Misaki como yo comprendemos lo difícil que puede ser llevar la carga que ahora soporta tu corazón. Esa sensación... de no poder proteger como debes tu más preciado tesoro, casi como si fuera que te encontraras al borde de un precipicio. La podemos entender. Y quiero que entiendas que no se hará menos difícil, pero que sin embargo no estás solo. Es por eso, y por las razones, que luego tú serás capaz de comprender, que te muestro ahora esto.


    La caja en la que estaba guardado el VHS que había sacado, contenía, además de ése, otros ocho videos más y enumerados del 1 al 9, algunas cartas y algunas fotografías, que hasta ese momento en su vida, Kazuki no había visto jamás.


    Todas eran de cuando Misaki estaba embarazado. Llevando su más preciosa carga, a él, a Kazuki, dentro de su vientre.


    Y todas llevaban el mismo título.



    “Tu propia canción de cuna”



    Entendió entonces que; sin más explicaciones, eran su más preciado legado.

    Un regalo cargado de amor, para él, de la persona que más lo atesoró desde siempre.



    Mil emociones se agolparon en su corazón entonces, inútil fue intentar descifrarlos y las lágrimas debían ser retenidas de momento, para apreciar su obsequio de la manera más clara posible.

    Con una sonrisa tan bella como nostálgica, entonces le dijo, preso de una felicidad y ansiedad inmensas, y tan profundas como el mar.


    —¿Qué esperamos, entonces? —Akihiko se acomodó con ayuda de su hijo en el sofá, a su lado, y sin más anuncios le dio play a la videocasete.





    ~.~.~.~.~.~.~.~.~.~






    Encendió la cámara, las manos aun le temblaban por la discusión previa pero estaba completamente decidido, no había marcha atrás, en su mente sólo podía pensar que en tan sólo ocho meses más conocería a su hermoso y pequeño bebito. Deseaba con el alma poder conocerlo, verlo una sola vez siquiera.

    Oh, lo deseaba mucho más que su próximo respirar.

    Él también tenía miedo y mucho, no quería irse, no quería apartarse del lado de Usagi-san y deseaba ver crecer a su bebé… pero según el médico, las probabilidades eran tan pequeñas que prácticamente estaba muerto.

    Una punzada de dolor le invadió, era cruel, muy cruel, cuando ocurría lo más bello en sus vidas... tenía que ser opacado por aquella carta de muerte recibida junto con el resultado positivo a embarazo. Un mes, tenía un mes llevando consigo una vida nueva. Una maravillosa y hermosa vida que era mitad suya y mitad de Usagi-san. ¿Había algo más hermoso? A su parecer no. El escritor estaba fuera, fumando, y manejando a algún lugar lejano seguramente y por más que deseaba que estuviera con él y lo abrazara para decirle que todo iba a estar bien, decidió que le daría tiempo, estaba seguro de que él mismo se daría cuenta de que era lo correcto porque Misaki moriría de tristeza si le quitaban a su bebé. Akihiko lo conocía mejor que nadie y a la larga notaría que más bien nunca debió siquiera sugerirlo porque el menor jamás podría abortar algo que crearon por medio de un acto de amor.


    Pulsó el botón de grabar y tomó aire, preparándose unos pocos segundos, para comenzar.



    —Estoy nervioso... Bueno, empecemos. Hola bebito, ¿Cómo estás? Espero que tu padre te esté cuidando bien... Aunque conociéndolo probablemente tengas que cuidarlo tú a él, es una persona un tanto difícil pero tiene mucho amor para dar, sé que te ama tanto como yo y que hará todo lo que esté a su alcance para que seas feliz. —Las lágrimas no tardaron en acudir a sus ojos, le dolía mucho estarle hablando sabiendo que para cuando su pequeño lo viera, él ya no estaría más allí.


    —Yo... yo no podré estar con ustedes, no podré cuidarte, levantarme en la madrugada a darte de comer, ni llevarte a la escuela o hacerte el desayuno, no podré abrazarte ni besarte tanto como quisiera y... no sabes... cuánto lo lamento, lo siento, lo siento mucho, pero te amo tanto que no puedo quedarme aquí con ustedes, todo... lo que tengo para darte... es esto, tu vida es lo mejor que podré hacer por ti, no me odies, no te sientas culpable, esta es mi decisión, tu padre estará triste por un tiempo, sonríe tanto como puedas. —Una sonrisa cargada de amor abrazada a una pena se dibujó en sus pequeños labios. —A Usagi-san le gusta que sonría, lo sé, me mira de reojo cuando lo hago así esté ocupado o no. —Mantuvo esa ligera sonrisa, controlándose un poco y haciendo una pausa.


    —Hoy, sólo quiero decirte que te amo, te amo más que a nada en el mundo y por ello voy a grabar una serie de videos en el tiempo que tengo contigo, estaremos tú y yo por un tiempo, así que hablaré contigo todo lo que pueda. Sé que me escucharás. —suspiró sonriendo más ampliamente, con sinceridad, colocando sus manos sobre su aun plano vientre.


    —Yo soy Takahashi Misaki, de veinte y un años de edad, he vivido con Usagi-san desde los dieciocho años. Cuando recién ingresé a la universidad, durante mucho tiempo estuve dudando de mí mismo sin atreverme a expresar mis sentimientos hacia tu padre abiertamente, pero no era necesario porque él ya lo sabía, así como yo sé que él también me ama. Estudié Economía en la Universidad Mitsuhashi. Mi hermano mayor, Takahiro me cuidó después de que tus abuelos fallecieran en un accidente de auto, estoy seguro de que él también te querrá mucho. —Sentía que ya había hablado mucho pero no era suficiente, había tanto por decir, tantas cosas... —Hijito mío, por favor sé valiente, no importa cómo vivas tu vida, pero siempre hazlo de la manera correcta, se quién y como quieras ser, que nadie te detenga, ama tanto como puedas y siempre recuerda cuánto te amo, nunca estarás solo aunque no esté contigo para abrazarte. Te juro, que jamás te abandonaré. —No sabía cómo podía seguir hablando tan tranquilo y sonriendo pero las lágrimas se mantenían a raya, con esas últimas palabras cortó el vídeo y lo guardó cuidadosamente.





    Sentado en el sillón esperó y esperó el regreso de Akihiko pero amaneció y él no regresaba, temblaba de frío y miedo pero no se movió de su lugar, apenas y fue capaz de dormir. ¿Dónde estaba? ¿No se había ido para no volver jamás, verdad? No, él lo dijo, lo juró. Usagi-san le juró que siempre lo amaría, que siempre lo protegería y que no lo dejaría solo. ¿Dónde estaba entonces?


    “¿Cómo puedo transmitirte mis sentimientos?”
    “Si tan solo pudiera hacerte ver...”



    Estaba tan aterrado que ni el hambre consiguió moverlo de allí y no fue hasta la tarde cuando el mayor por fin regresó, pero no lo miró. Sólo vagaba por la casa de un lado a otro sin hablar y Misaki comenzó a llorar, cada vez más alto hasta que definitivamente el escritor reaccionó y lo miró.

    Pálido, ojeroso, con una expresión aterrada y llena de dolor, temblando solo en el sillón ¿Cuánto tiempo llevaba allí?

    —Misaki...

    —Te fuiste... Me dejaste solo... ¡Me dejaste solo! ¡Yo también tengo miedo! ¡Tengo mucho miedo y tú... tú te fuiste! —Comenzó a golpearlo débilmente en su pecho y Akihiko pensó que nunca había sido más frágil que en ese momento, que nunca había estado más delicado y necesitado de cuidado y protección hasta en ese entonces, lo sostuvo contra su pecho entre sus brazos y sólo lo abrazó. —Usagi-san… —Los golpes se habían detenido, y sólo lágrimas y amor quedaban allí.




    "...que, Usagui-san, no puedo hacer esto sin ti..."





    Su voz rota le llegó tan profundo, que supo que jamás lo olvidaría, ese momento, ese día en el cual destrozó el corazón que juró proteger y que por alguna razón aun le pertenecía, ahora tenía que sanarlo.


    —No quiero perderte, Misaki no me dejes, no lo hagas... —suplicó también con la voz rota manteniéndolo contra su pecho.

    —Siempre estaré contigo, pero no puedo, no puedo dejarlo ir Usagi-san... es nuestro. —murmuró sin moverse ya. —Tengo hambre. —pronunció apenas con la voz cansada y un rubor hermoso en su rostro.


    Lo tenía que aceptar, no tenía otra opción, tal vez en el camino encontrarían alguna solución pero ahora, lo más importante era que Misaki y el bebé estuvieran bien, simplemente lo llevó hasta el baño y tras ayudarlo a bañarse pidió ayuda a Aikawa para conseguir comida sana para el menor. No sabía a quién más podría recurrir, sino a ella. No sabía qué hacer más que seguir amándolo y cuidar de él lo mejor que pudiera.



    Porque por ese hecho regresó.

    No podía concebir la vida sin Misaki.

    Simplemente, no podía.



    —Te amo. —Le susurró mientras dormía. Aún les quedaba tiempo, lo resolvería, y podrían estar juntos por siempre, tenía que intentarlo.







    "No podría ser más feliz, que en estos momentos. Es eso lo que quiero que sepas, y que, compartas conmigo esta felicidad, hasta el último momento."






    CONTINUARÁ-------------------------




    Ambas escritoras tenemos proyectos en proceso, antes de que quieran matarnos, pues bueno.... La verdad no hay excusas, xD, más que es un poco más fácil trabajar en conjunto que cada una en sus propias historias [Porque ambas nos metemos presión xD]

    Esperamos traerles novedades próximamente, si seguimos vivas.


    :)


    Un abrazo.

    Edited by Lady Trifecta - 10/6/2015, 02:34
     
    Top
    .
  2. princessa
        +1   +1   -1
     
    .

    User deleted


    kiaaaaaaaaaaaaaaaaa sempaissss.........hola hola bueno primera en comentar su finc esta genial me encanto esperare mas que ansiosa la conti sempais bueno sin mas muchos besos y abrazos a mis sempais de su fan(bueno si quieren) bye bye :=KITTIYN:
     
    Top
    .
  3. Sora-Takahashi
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Hahahahahahaha yo se que me odiarán por que hago esto en vez de actualizar lo que ya tengo pero... no pude negarme xD tenía esta idea en mente desde hace un buen tiempo y gracias a Nathy podemos traerla para ustedes :3 la hicimos con mucho amor y esperamos que les guste :=WIJIS: :=WIJIS: :=WIJIS: :=WIJIS: :=WIJIS: :=WIJIS: :=WIJIS:
     
    Top
    .
  4. Musubi-chan
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Esta muy triste ToT....casi lloro casi...CONTI!!
     
    Top
    .
  5. Alexx Jackson
        +1   +1   -1
     
    .

    User deleted


    oh! por Dios...L. Trifecta

    PERFEECT!!!


    otro fic por el cual sufrir y amar... TT_TT casi lloro casi casi...

    mi Misakito...muerto :=BUABUA: ...CRUELES! pero me gusta :3

    espero continuación con ansias hermosas... me encanta la pareja romantica y ahh... Usagi </3 me han partido el corazón


    son maravillosaaas! estaré acosándolas wii.... éxitos!





     
    Top
    .
  6. kassim-criss
        +1   +1   -1
     
    .

    User deleted


    aHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHHH ME TRAUMAN ¡¡¡¡ MATAN A MISAKI_CHAN ¡¡¡¡ USTEDES ¡¡¡¡¡ AHHHHHHHHHHHHHHHHHHH
    pero esta hermosamente bueno ¡¡¡ así que terminenlo ¡¡¡¡ >o< ¡¡¡¡¡



    muy , muy bueno , ya soy fan ¡¡ XD
     
    Top
    .
  7.     +1   -1
     
    .
    Avatar

    You're born this way baby You are beautiful in your way cause god makes no mistakes ♥♪Lady Gaga♪♥

    Group
    Escritor intermedio
    Posts
    885
    Location
    en mis nubes, escuchando Rock y escribiendo historias de amor trágicas...

    Status
    Anonymous
    Disculpen la demora, fueron por problemas técnicos.
    -.-
    Sora y yo les agradecemos por leer y comentar este trabajo [nada fácil, pero sí apasionante para nosotras]

    Espero les guste el capítulo que con amor, sangre (? , sudor (? y lágrimas (eso sí) les traemos :)

    Un abrazo.
    Las locas escritoras de esta historia.
    Lady Trifecta y Sora Takahashi.



    Escuchen esta música para con el capi:



    www.youtube.com/watch?v=22aS65sHgDY

    Brooke Fraser - Lifeline





    Ah, espero no les confunda la narración combinada entre primera y tercera persona. Es que son dos estilos de narración [somos dos escritoras] en un solo fan fic. Además, nos pareció lo mejor y como que ajustaba cada estilo, dependiendo del momento de la historia.
    Cualquier duda, nos lo hacen saber, ¿Ok?




    [QUOTE]

    —CAPÍTULO 2—




    www.youtube.com/watch?v=22aS65sHgDY

    Brooke Fraser - Lifeline







    Un mes.
    Exactamente el tiempo que llevaba Misaki embarazado en el momento en que grabó aquella primera memoria tan atesorada y preciosa para su pequeño. Para el más grande amor de su vida.
    Para su hijo.
    Su más preciado regalo. Su pequeño bebé. Su milagro, su todo. Su esperanza.
    Una pequeña esperanza, transformada en la bendición más grande en la vida del castaño.



    El aire puro entraba y salía de sus pulmones con agitado fluir. No podía evitarlo. Sus manos en su vientre se hallaban temblorosas, buscando con urgente necesidad aquella cálida sensación de paz y seguridad que lo cobijaban como nadie ni nada en todo el mundo y que; en momentos como aquél, el único que podía transmitírselo era el pequeño ser que crecía en su vientre.

    El día era espléndido. Nubes blancas y esplendorosas decoraban el cielo rodeando a un impotente y soberbio astro que brindaba calor y alimentaba vida. Podría describirse exactamente como un perfecto día primaveral; a excepción de su estado de ánimo casi melancólico, los pájaros revoloteaban y cantaban felices por doquier. Las hermosas flores de distintos colores y de todos las especies adornaban los parques, las calles, los balcones en las casas o departamentos y... Los cementerios. Aquellas irradiaban color, alegría y un embriagante y dulce aroma por donde fuera que pasearas. El ambiente, en todas partes, se hallaba impregnado en el aire y hasta en cada uno de los sentidos de las personas abrumando sus corazones con el prepotente aviso de que la primavera había llegado para quedarse; y se había instalado victoriosamente. La estación traía renovadas fuerzas consigo; y por qué no, inclusive algunos nuevos y no pocos sueños por realizar, a punto de cumplir o simplemente empezando a nacer.

    Sin embargo, parecía que las flores no eran la única “novedad” por esta época del año, ni mucho menos por esta época de su vida. También habían sido desempolvados viejos recuerdos nunca pertenecidos y un sentimiento de profunda y tan sentida nostalgia, casi tan antigua como la humanidad misma; pese a que quizá la había llevado consigo desde el mismo día de su nacimiento.

    Parecía que de pronto había crecido de golpe, y el sentimiento hubiera tomado vida propia decidiendo que, era en esos días en los que debía aparecer por primera vez y arrasar con brutal fuerza todo su ser, barriendo con todas sus creencias, con todos sus recuerdos, con todos sus sentimientos, con todo lo que era y no era, lo que le pertenecía y nunca tuvo, lo que tanta falta le hacía, casi matando en el proceso todas sus fuerzas.

    Fuerzas que, ahora, las sentía perdidas, ahogadas, moribundas.

    —Mi amor, ¿Estás bien? —Quizá fuera el hecho de que no había dicho nada desde el preciso momento en que se hallaron frente a la lápida que rezaba una simple leyenda“Takahashi Misaki, Te amamos. Para siempre”, o quizá se debía a algunas lágrimas traicioneras anidadas en sus orbes esmeraldas; de las que ciertamente no se había percatado hasta que un pulgar secó las fugitivas gotas de su blanca y suave mejilla, pero ciertamente el joven que lo acompañaba; de una envidiable estatura de 1.90, ojos azules y cabellos negro azabache hasta el hombro, lo había estado mirando con aprensión, preocupación, una tristeza sentida como propia, pero por sobre todo con un amor tan sincero y añorado hasta por el más talentoso de los poetas.

    Así era Hasegawa Akira. De una para nada humilde familia, siendo único heredero de grandes compañías, entre ellas, una de automóviles de una de las mejores marcas japonesas, entre otras. Un hombre de veinte y nueve años, atractivo en demasía, pero con un corazón tan simple, dulce y soñador como de los que ya casi se habían extinguido. Conocía nada más hacía seis meses a Kazuki, sin embargo; desde los primeros segundos en los cuales lo había visto por primera vez en una convención de mangas en Osaka debido a que Akira era dueño de una de las acciones de Marukawa (y ciertamente, no adoraba menos los mangas y las novelas) y Kazuki trabajaba como editor allí, podría jurar que había encontrado a su alma gemela en cuanto cruzó su mirada con las más hermosas esmeraldas que jamás haya visto en toda su vida. Cursi y cliché tal vez, pero su Kazuki era su primer, único, último y verdadero amor desde entonces. Tan simple como respirar, así nada más.

    —Estoy bien, Aki. —Y aun así, se aferró a los fuertes brazos que lo rodeaban por la cintura, desde atrás. Era ese amor tan suyo que lo mantenía, en momentos como ese, con la fuerza necesaria para permanecer en pie y hacer que no se hundiera en la soledad que estaba ahogando a su corazón. Tal vez fuera que su estado lo hubiera “sensibilizado” todavía más de lo que pudiera sentirse; pero había una certeza tan verdadera en su pecho como el silencio que inundaba el cementerio en esos momentos. Y ésa era, que más que nunca, con toda su alma, y con todos los deseos de su corazón quería sentir el amor de su papá. Todo ese amor que Misaki le había dado durante el poco tiempo que compartieron juntos. Él amaba a su padre. Pero ciertamente, con toda la confianza del mundo que le tenía a Akihiko, él sabía perfectamente que ciertas cosas sólo las podría entender la persona que lo amó más que nadie; que incluso fue capaz de dar su vida por la de él. Y la dio feliz.

    —Hola papá. —comenzó con un pequeño saludo, cada vez que venía, cada semana desde siempre, tenía la costumbre de hablar a solas con su papá. Pero ahora no estaba solo. —Vine a presentarte al amor de mi vida. Papá, él es Akira. Akira, él es mi papá.

    —Hola, es gusto conocerlo. —saludó con una sonrisa tan sincera y natural el pelinegro, que Kazuki sintió que su corazón se derretía. Pero no se detuvo allí. —Kazuki me ha hablado tanto de la maravillosa persona que le dio la vida. Gracias. Debe saber que lo amo profundamente, y que es mi vida entera. Lo cuidaré cada día, cada hora, cada minuto y cada segundo hasta el último aliento de mi vida. Y si me lo permite el cielo, aun luego de ella.

    En respuesta, Kazuki sonrió y prosiguió. Y en silencio, con un ligero apretón de manos le transmitía, desde su corazón un “Gracias por darme tanto amor.”

    Quizá fuera por el inmenso cariño que estaba recibiendo, quizá fueran las hormonas debido al embarazo, o quizá, simplemente se debía a la urgente necesidad de su corazón el descargar un poquito de toda la soledad que lo estaba abrumando; y con el que había estado cargando desde siempre, pero sin detenerse a analizar mucho en las razones; finas lágrimas cayeron por sus mejillas.

    —Hey... —Akira acunó su mejilla, haciendo que levantara la mirada que tanto adoraba hacia él. —¿Qué sucede pequeño?

    —Nada.

    —Pues ese “Nada” te está lastimando. Y te había prometido que, nunca, nada ni nadie, podría lastimarte. Yo no lo permitiría. —inhaló y exhaló profundo. Podía sentir correr por sus venas el amor que le profesaba con una perpetua devoción su novio. Su amante. Su amigo. Su primer y verdadero amor. Y supo entonces, que tenía la guerra perdida antes de siquiera intentar alzar sus armas para pelear una batalla. Y mirando hacia el lugar donde descansaba Misaki, se dirigió al que nunca sintió corporalmente; tan sólo en su corazón.

    —Papá... perdóname. —Aun sin palabras, aun sin verlo de frente, Kazuki sintió la incertidumbre y la preocupación en el agarre firme de su pareja. Demonios, ni aunque hubiera sido la última cosa del mundo, el deseo de apartarlo para que no sintiera su dolor, sabía que no podría hacerlo. No era una cosa que deseara tampoco. En un mudo pero tan necesario sollozo, continuó, sujetando la mano de Akira entre sus dedos, sobre su vientre, sólo en el caso de que ambos necesitaran sostenerse. Podrían hacerlo gracias a ese enigmático pero eterno amor que sentían por su bebé.

    >>—Sólo tenías un mes cuando supiste de que me estabas esperando. Yo, durante todo estos años, he deseado; más que ninguna otra cosa en el mundo, más de un millón de veces, o incluso más de las veces que inhalé el aire para poder vivir, preguntarte directamente, ¿Qué se sintió?, ¿Cómo fue? Sin dudas, mayor fue mi deseo cuando supe que estaba esperando a mi hijo... Mi hijo… ¿Cómo suena eso? Quizá sea tan tonto, pero yo... De verdad sentí tanta tristeza como alegría cuando supe que lo estaba esperando. Y en absoluto fue por miedo. Fue por el vacío inmediato que sentí inundó mi ser, casi opacando el sobrepeso de alegría que mi corazón anhelaba sentir con tanta premura. Sin embargo, no pude hacer otra cosa que sentir nostalgia de tu amor... Tanta fue la necesidad en ese momento de poder compartirlo con nadie más que contigo. Todavía lo recuerdo, como si fuera que me lo dijeran en este mismo instante. Y aún podría hacerlo, estoy completamente seguro de ello, en los años venideros. Cuando finalmente escuché lo que ya sospechaba, no fue como ninguna otra cosa que me haya podido imaginar antes en mi vida: Las noticias de ese día anunciaban un gran y profundo cambio en mi vida. Cerré mis ojos, comencé a rezar mientras lágrimas de una infinita alegría y desconocida calidez se mezclaron y se ahogaron en mi pecho, junto con la necesidad de que tú, papá, me pudieras ver, y me pudieras abrazar en ese preciso y maravilloso instante... —En ese momento, Kazuki, se detuvo, por las abrumadores emociones que lo estaban atacando.


    —¿Mi amor, te sientes mal? —preguntó preocupado, un nervioso pelinegro, al observar la palidez absorber el rostro del castaño; y notar cómo respiraba casi con demasiada agitación.

    —Quizá deba sentarme. —dijo, una vez que abrió los ojos y con una sonrisa débil. El ojiazul, temeroso ante una posible caída no sólo lo sostuvo entre sus brazos, sino que lo alzó de inmediato causando una leve impresión en Kazuki, con una pequeña risa.

    —Eres un exagerado.

    —No pienso tomar riesgos contigo. —Y entonces, lo ayudó a sentarse en una banca, no tan alejada de la lápida, quizá unos cuatro o cinco metros a lo mucho era la distancia que los separaba. Habían dejado las rosas blancas junto a Misaki y prendido una vela. Pero aún no tenían ni las ganas ni las intenciones de alejarse demasiado, era como si fuera que el propio Misaki los estuviera reteniendo en ese lugar, por algún motivo.

    Luego de acomodarse y unos breves minutos en silencio, tratando de colocar los sentimientos en su lugar, inútilmente; Kazuki sacó de su bolsillo derecho una carta, por el color se podía apreciar que era un poco vieja.

    —¿Qué es eso, mi amor?

    —Es una carta de mi papá. Todavía no la he leído.

    —¿Quieres hacerlo ahora? —como si no se lo hubiera imaginado, o pensado; o como si fuera la cosa más loca que hubiera escuchado por un momento puso los ojos en blanco. Entonces levantó su esmeralda mirada a los ojos del hombre que le prometió la vida entera; y sonrió, pero esta vez con un tono de ansiedad abrazada a una alegría tan natural; en lugar de pena y tristeza. Y asintió.



    Desde que había visto hace unas semanas el primer video que Misaki le dejó, no había podido dejar de pensar en ello, ni por todos los milagros del cielo. Él sabía que Misaki había fallecido por tener una salud delicada, pero su padre se había olvidado mencionarle el pequeño detalle de que; había sido luego de dar a luz, que Misaki se había ido para siempre.

    El parto fue lo suficientemente peligroso como para que no se pudieran salvar ambas vidas.

    Y Kazuki estaba aquí, disfrutando de la primavera, junto a su prometido; disfrutando de los colores del amanecer y el atardecer junto con el trinar de los pájaros.

    Y Misaki no estaba.

    A la corta edad de veintidós años había dejado el mundo; sin vivir lo suficiente, y sólo para hacer; lo que según Misaki era su objetivo en la vida: traerlo a este mundo.

    ¿Por qué la vida debía haber sido así de injusta, como para decidir separarlos, sin darles opciones?

    Sin embargo, por muy triste que sonara, Misaki sí había tenido opciones. Misaki había elegido morir, para darle la vida. ¿Cómo de posible sería para él no culparse por el sólo hecho de que, si ahora se encontraba respirando, se debía a que Misaki; por sobre su vida, había decidido amarlo y que pudiera conocer el mundo? Aun cuando ello significara perderlo todo; incluso al amor de su vida.

    Akihiko no había querido aceptarlo nunca en frente de él; pero él seguía extrañando a Misaki cada día, cada hora, minuto y segundo a través de los años, con la misma intensidad de siempre. Si se pudiera decir que el tiempo y la distancia sólo son amigas y no enemigas del amor; Akihiko era el ejemplo vivo de aquello. Él adoraba a Misaki; y lo extrañaba cada segundo de su vida. Él no lo había dicho, pero se notaba en sus ojos. Pues un amor con una historia tan arraigada no podía ser simplemente cortada desde la raíz, cuando en verdad la historia de Misaki y Akihiko era la de un amor sincero y verdadero. El amor cuando es de verdad, no entiende ni de leyes, ni del paso del tiempo. El amor cuando es de verdad, es para siempre, así de sencillo.



    Y Kazuki no quería discutirlo con nadie. Ni con Akira, ni con su padre; quizá ni consigo mismo.

    Pero él sentía la innegable culpa de haber separado a dos personas que se amaran como sus padres lo hacían. Pero más doloroso era el hecho de que; muy probablemente, él lo entendía mejor que nadie. Él ahora tenía una pequeña vida; por la que, de ser necesario, daría absolutamente todo por proteger.

    Y ese hecho le dolía como malditamente, ninguna otra cosa podría dolerle jamás; ni aunque se estuviera quemando vivo.



    —Lo leeré. —Sacó el papel doblado cuidadosamente del sobre y con las manos ligeramente temblorosas, más por la emoción de “escuchar” las palabras de su papá, por vez primera; que por ninguna otra cosa. Y antes de empezar a leer las líneas acarició el papel consciente de que aquellas letras fueron escritas por la persona que le dio la vida; y más amor, de lo que jamás nadie pudiera ser capaz de darle. Y se percató de que la hoja estaba ligeramente arrugada en algunas partes, no en su totalidad. Y de que, algunas letras, estaban ligeramente manchadas... Supo entonces que las lágrimas de Misaki fueron selladas para siempre en esas palabras.



    “Kazuki:

    Tu nombre significa “Esperanza”, ¿Sabes? Lo chistoso es que, por mucho que me duela admitirlo, en el momento en que me enteré de que crecías dentro de mí y el médico nos dijo a tu padre y a mí todo lo que conllevaba, se podría decir que no teníamos ninguna chance de salir bien de ésa. Pero aun cuando no lo sabía, mi corazón pudo entender de inmediato que la única esperanza a la que necesitaba aferrarme era a tenerte entre mis brazos.

    Cuando me enteré de tu existencia... No supe cómo reaccionar. Lágrimas cayeron por mi rostro. Pero la sensación más extraña, una que nunca había sentido antes, me abrumó por completo... Eran lágrimas de felicidad.

    Y empecé a hacer todo tipo de planes. Jaja, ni siquiera estaba pensando en si estaba listo o no para tremenda cosa, pero yo ya estaba haciendo planes sobre qué iría a comprarte, cómo se lo diría a tu tío o dónde iría a celebrar tu primer cumpleaños.

    Qué tonto.

    Estoy llorando.

    Y es que, lo más probable es que yo no esté ni para tu primer cumpleaños, y eso me hacer sentir como la peor “madre” del mundo... ¿Dije “madre”? Quizá ya he perdido la razón... Pero, qué diablos, la estoy perdiendo tan felizmente, que no me importa en estos momentos enfrentarme al mundo entero con tal de poder tenerte en mis brazos.

    Ni siquiera me importa lo que diga tu padre. Sé que lo lamentaré luego; y no es que lo ame menos; es sencillamente que ahora que estás tú... Nada importa más.

    Perdóname por fallarte. Perdóname por no poder tomar tus manos entre las mías, ni poder estar allí para espantar todos tus miedos o enseñarte a andar en bicicleta o escuchar tu primera palabra o tu primera rabieta. Perdóname por no poder mostrarte las cosas más simples de la vida; y por estar haciendo desde ya promesas que no podré cumplir.

    Ésa, es la parte que más me duele; no el hecho de que probablemente ya no estaré aquí dentro de unos meses (no te mentiré, sí tengo miedo, y mucho); pero lo que más me pesa son las lágrimas de tus preciosos ojos (como estoy seguro lo serán, sin importar del color que sean) que no podré secar. Y no sé si sea capaz de abrazarte siquiera un momento; pero hay una cosa que sí te prometo; y esa es, que sin importar cuándo nos encontremos ni las circunstancias en que eso ocurra; yo te estaré esperando con los brazos abiertos.

    Te amo.

    Misaki.”




    No supo en qué momento; pero ahora no sólo estaba abrazado a su amor; sino que se encontraba acurrucado fuertemente entre sus brazos, llorando como nunca lo hizo, a través de todo este tiempo. Y es que nunca había sentido la necesidad de hacerlo. No así. No es como si doliera menos cuando no tuvieras recuerdos. Era algo mucho más profundo y complejo que eso.

    Era como sentir las manos de Misaki en las suyas a través de unas sencillas palabras; y como si al terminar de leer la carta; de pronto se viera solo y perdido en un parque como un niño pequeño que pierde de vista a su madre.

    Dolía como el infierno; y sin embargo, estaba tan infinitamente agradecido de que pudiera doler, de que pudiera llorar la pérdida de su padre. Porque eso significaba de que; aunque sea por unos pocos minutos al leer la carta; lo había perdido; es decir, lo había tenido. Tan solo un instante en el tiempo, pero lo había sentido abrazándolo. Y eso era preferible mil veces, antes que no tener nada.

    Tan pronto como había desahogado su corazón tanto como sus fuerzas le permitían, se quedó irremediablemente dormido en los brazos de Akira. El hombre apartó los mechones de su rostro, como si fuera un crimen ocultar tanta belleza y llenó el rostro cansado de su amor con tantos besos suaves como pudo, para evitar despertarlo. Esa tarde se volvió a prometer una cosa; y ésa era regalarle mil sonrisas por cada lágrima derramada. Si había una sola persona en el mundo que mereciera ser feliz, ése era Kazuki. Y el pelinegro haría lo que fuera por una sonrisa suya; aunque ello implicara pelear contra el mundo entero; o contra el cielo, o contra el infierno; donde sea y contra quien sea.




    ~.~.~.~.~.~.~.~.~.~






    Mala espina.


    El sujeto que acompañaba a mi hijo, y con una mano sosteniendo la suya me daba eso; muy mala espina. Bien vestido, (con una camisa negra de Armani, jeans azules desaliñados pero no mal vistos en él, y unos zapatos de vestir negros italianos, los reconocí porque eran mi marca favorita) pero mala espina al fin y al cabo. No es que fuera un padre maniático celoso psicótico que quiere a su hijo para sí solo y no compartirlo con nadie nunca. Ni que fuera a convertirme en un asesino ni nada, aunque ligeramente podía sentir un instinto de sed de sangre. Sólo un poco. No, ese no era mi caso. Es sólo que siempre he sido, un poquito sobreprotector.



    —Hola papá.

    —Hola. —Compuse la mejor de mis sonrisas, mientras mi Kazuki me abrazaba en un saludo. —¿Cómo has estado? ¿Te da muchos problemas mi nieto? —Sonreí, esta vez, con un poco más de entusiasmo, permitiéndome una caricia sobre su vientre todavía plano, con sus dos meses de embarazo, aunque sólo al tocarlo pude darme cuenta de una pequeña curva, ésta era casi imperceptible e invisible ante la vista de cualquiera.

    —Los mareos y las náuseas matutinas son ahora parte de mi rutina. Pero no son tan constantes.

    —Ya veo. —quizá había llegado el día preciso para que desempolvara cierta caja. —Puedes tomar té de jengibre(1), es muy bueno para las náuseas matutinas. Misaki llevaba consigo a todas partes una botella con el té, todo el transcurso de los primeros meses. De veras que no eran los mejores días de tu papá... —repentinamente Kazuki me miraba con la sorpresa pintada en su mirar.

    —Papá...

    —¿Qué?

    —Tú... —Pero no terminó la oración, debido a mi interrupción en el momento exacto en que reparé en su para nada apuesto acompañante. Mi entusiasmo no me dejaría ver en esos momentos que era la primera vez en muchos años; a excepción de la última visita de Kazuki, en que pronunciaba el nombre de mi más preciado amor con una sonrisa, y con tanta facilidad y naturalidad. Como si fuera que nunca se hubiera ido. No era nada propio en mí, quizá sólo se deba un poco a los abrumadores pero maravillosos sentimientos que empezaron a inundarme en el momento exacto en que supe que sería abuelo.

    Tomé de su mano; alejándolo del tipo con complejo de Johny Depp, tan perfecto y sin darse cuenta de ello, tssk, tan molesto, y lo atraje hasta poder estrecharlo entre mis brazos.

    —¿Te sientes bien, papá?

    —¿Yo? Perfecto como un roble. —Simplemente tenía esa necesidad de sostener fuerte a mi pequeño niño y que fuera como Peter Pan, pero que nunca se alejara de mí. —¿Por qué? —pregunté con una; ahora un poco abatida, sonrisa.

    —No. Por nada. —Él sonrió con incredulidad y una ligera extrañeza, soltándose de mí; y tomando de vuelta la mano del muy princeso. —Papá, él es Hasegawa Akira. Mi prometido y padre de mi bebé. Aki, él es mi papá. El grandioso escritor Usami Akihiko. —Las palabras pronunciadas con tanto orgullo y un ligero pero visible sonrojo me llevó a ser abrazado por dulces reminiscencias en donde aún podía protegerlo y cargarlo entre mis brazos; y convencer a mi niño de que no se lo comerían los monstruos del clóset luego de ver Monster Inc.(2) Qué tiempos aquellos.

    —Es un gusto conocerte, finalmente Hasegawa-kun. —pronuncié tan formalmente las palabras que hasta casi yo me las creí. Ay, qué buen actor soy, debería haber aceptado alguno de los tantos papeles que me habían ofrecido como actor de cine a lo largo de mi vida. Nah, mi vida no podía ser más perfecta. Primero Misaki; y luego Kazuki, cada uno de ellos representando momentos en mi vida tan magníficos que ningún Oscar podría simplemente compararse a una sola sonrisa, un solo beso, o a un solo te amo de las dos personas más importantes de mi vida. Siempre supe que había sido un ganador, con el mejor premio entre las manos. Y tuve la fortuna de ser inmensamente feliz y de poder cuidar de esa felicidad durante el tiempo que la vida me había regalado.

    —El placer es mío. —Maldita sonrisa de Colgate. —Soy un fan fiel de cada uno de sus trabajos Usami-sama. —¿en serio? Bueno, quizá, el muchacho de la propaganda de pasta dental me cayera ahora un 1% menos mal. —Por favor, llámeme sólo Akira.

    —Siempre es agradable conocer a un fan. —“molestosamente” agradable. "Pero... Quizá, no sea tan malo...quizá esta vez fuera distinto. Repito. Quizá” —Está bien “sólo Akira”, pero te llamaré de esa manera sólo si dejas se ser tan formal conmigo. Me haces sentir como si fuera un viejo. ¿Sabías que aún puedo ir de caza? Oh, sí, es un deporte muy divertido he de admitirlo. Mirar fijamente a tu presa y sentir esa sensación de adrenalina que te envuelve el vigilarlo tan cerca que no se lo imagina y... ¡Bum! Disparar en el momento menos pensado, dando en el blanco. Es una sensación maravillosamente satisfactoria. Eso sí, debes estudiar los movimientos de tu presa, hasta el punto en que sientas que la conoces perfectamente. Que no te engañe la silla de ruedas eh.

    —Por supuesto que no Usa...

    —Akihiko. Sólo Akihiko.

    —Lo siento. Por supuesto que no...te subestimaría, Akihiko. Conocer al escritor es una cosa, pero al hombre es otra cosa muy distinta. Kazuki me ha hablado bastante de ti, y me ha sorprendido.

    —¿Ah, sí? —Tal vez el muchacho fuera un poco más interesante después de todo. Sería un reto divertido conocerlo. —¿Cuántos años tienes?

    —Veintiocho años.

    —¿De veras? Parecieras más joven.

    —Se lo dicen muy a menudo. —Kazuki se colgó del brazo derecho de su pareja con una sonrisa que hasta ahora no había visto en su rostro. Estaba irremediablemente enamorado.

    —Así es. —había demasiadas mariposas revoloteando en el aire; y no me refiero precisamente a los pequeños insectos.

    —Bueno, bueno... ¿Qué les parece si pasamos a mi habitación? Es la hora de la merienda; y la verdad es que llegaron a la hora exacta para acompañarme, no me gusta comer con los demás. —Les guiñé el ojo en una señal de complicidad bastante rara e inusual, pero bueno, me estaba dejando llevar por mis instintos. —Ya tendremos todo el tiempo del mundo para charlas y conocernos mejor Akira, entre ellas quisiera que encontraras la oportunidad de relatarme cómo es eso de que le pediste matrimonio a mi hijo, y yo me haya enterado luego.

    —Esto...Akihiko...Sí, como no.

    —¡Papá...! ¡Lo estás poniendo nervioso!

    —Oh, qué bien. Logré mi objetivo. —dije, con una sincera sonrisa. —Y Kazuki.

    —¿Sí?

    —Una recomendación extra. Para evitar el cansancio y las náuseas matutinas, puedes evitar tener sexo.

    —¡Papá! —protestó con su rostro adorable hirviendo en una extraña vergüenza acompañado por el carmesí en las mejillas de su novio, ¿Por qué será? —Hablamos con el médico, y me dijo que todo estaba bien con eso. No intentes nada raro. —me encogí de hombros ante mi inevitable fracaso.

    —Valía la pena intentarlo.




    ~.~.~.~.~.~.~.~.~.~





    Luego de acomodarse para la merienda, y unos cuantos chistes espantas novios por parte del suegro, y de algunos regaños por parte de Kazuki se dispusieron a ver el video que Misaki había hecho en su segundo mes de embarazo...



    ~.~.~.~.~.~.~.~.~.~






    Usagi-san azotó la puerta después de salir dejando a Misaki más pálido de lo que estaba antes, después de aquel día en que les dieron la noticia de que serían padres el humor del mayor comenzó a ser cada vez peor y de hecho aumentaba cuando lo veía acariciar ensimismado su vientre aún plano, y era aún peor cuando lo escuchaba decirle “Te amo” en voz baja al bebé aún en formación, justamente eso acababa de suceder. Misaki, creyéndose solo en la sala de estar comenzó a hablar con su pequeño, y el mayor al escucharlo simplemente tuvo un ataque de cólera y se marchó sin más.

    El ojiesmeralda sólo contuvo sus lágrimas y se dijo que debía grabar su siguiente video aprovechando la ausencia del mayor, aunque de todos modos últimamente tenía mucho tiempo a solas, ni siquiera dormía ya con el escritor pues irremediablemente temía que intentara dañar al bebé.

    ¿Cómo de mal podían estar las cosas al punto de tener... Miedo del amor de su vida?

    Y eso era lo que más le dolía, tenerle miedo a la persona que amaba cuando lo único que él deseaba era estar entre sus brazos a salvo, sentirlo acariciar su vientre con el mismo amor y la misma emoción que él sentía, pero Misaki no se sentía más protegido por el mayor y desgraciadamente comenzaba a considerar la idea de simplemente marcharse, no quería pero tal vez fuera lo mejor, sus miedos aunados a las hormonas no le ayudaban en nada pues comenzaba a creer que el mayor en vez de amarlo comenzaba a sentir odio hacia su persona.



    Pero no, tal vez aun podían solucionar las cosas, Usagi-san también estaba asustado ¿no? Porque lo amaba y no quería perderle, sí, eso debía de ser.


    Encendió de nuevo la cámara y la posicionó en el lugar adecuado.


    “—¡Hey! Soy yo de nuevo pequeño Usagi. —Comenzó llamándolo por aquel apodo que también usaba para referirse a Akihiko, no tenía la más mínima idea de cómo se llamaría, aunque de todos modos tampoco sabía si sería niño o niña.

    —Ya tienes dos meses viviendo aquí. —Señaló su vientre. —¿Como está? ¿Es cómodo? Espero que sí, porque todavía te faltan algunos meses para que podamos conocernos, pero ¿Sabes? Yo ya te amo tanto y nunca te he visto, pero estas aquí. —sonrió con aquella dulzura que lo caracterizaba y continuó.

    —Sé que apenas estás en camino, pero ya he comprado algunas cosas, no son muchas ni muy costosas porque no me alcanza para mucho pero son para ti, y de verdad espero que te gusten... Aunque tal vez para cuando seas lo suficientemente mayor como para admirarlas debidamente tu padre ya se haya deshecho de ellas y te haya comprado unas de acuerdo a tu edad, espero crezcas mucho, se más alto que yo por favor. —pidió en un tono de broma.



    No se atrevía a pedirle a Usagi-san que comprara algo para el bebé, también temía una reacción violenta ante eso, así que usaba sus ahorros de la universidad y todo eso puesto que ya no importaba.



    —¿Sabes? Los mareos matutinos ya han comenzado pero he encontrado buenos métodos para mantenerlos a raya, te los dejaré todos en una cajita y algunas cosas más para cuando tengas una linda esposa y estén esperando su primer bebé. Hmmm...Jajaja...—Se vio así mismo asombrado por lo que ya daba por hecho, y recién él mismo lo había descubierto. —Es una corazonada. Pero creo que eres niño... Espero no equivocarme, pero lo que más espero es que estés sano, sin importar qué seas. —Por supuesto ni de lejos imaginaba que su bebé tendría las mismas preferencias sexuales que él...Bueno no, Misaki no era homosexual, “Sólo amaba a Usagui-san, quien de casualidad era hombre.”



    No sabía que más decir ¿De qué hablar? Había tantas cosas que no sabía qué hacer. Lo que más deseaba gritar en ese momento era el nombre de su amor pero no podía porque él se había ido, tal vez más lejos de lo que quisiera admitir y seguía alejándose cada vez más.



    —Bebito...Prométeme una cosa, nunca dejes a tu padre solo, por favor, cuida de él, es una persona un poco complicada, nadie entiende cómo es que puedo vivir con él, las razones por las que lo amo, es un hombre quejumbroso y no hace nada más que escribir, pero tiene mucho amor que dar, sé que te lo dará a ti, sé que él también te ama, solo tiene miedo, pero él realmente es la persona más amable que haya podido tener la bendición de conocer y él es...La persona que amo con todo mi corazón... —Su voz se quebró en ese momento.



    No podía soportarlo más. El cielo que estaba seguro era donde vivía estaba siendo asechado por oscuras sombras. No existían las fuerzas necesarias para atravesar por todo aquello solo. No cuando él ya sabía lo que se sentía ser amado por su Usagui-san. No cuando sabía lo que era sentirse tan profundamente amado, en cuerpo y alma, cada vez que le hacía el amor y le hacía sentir como si Misaki fuera la cosa más maravillosa y hermosa, y delicada del mundo. No cuando ya era indispensable el amor que le profesaba, mucho más inclusive que el próximo aire que necesitaba para poder vivir.



    La puerta del departamento en ese momento se abrió.



    Misaki dio un salto y miró asustado al hombre que hacía dos meses estaba cien por ciento seguro de que lo amaba, tembló.



    —Misaki... —El mayor se acercó un poco, viéndolo pálido, ojeroso y con tanto temor. Su instinto de protegerlo se activaba al instante pero la situación lo detuvo a tan sólo unos pasos. Misaki extendió, por inercia, una mano en el aire, esperando alcanzar ese cielo que creía perdido.



    “¿Por qué no se acerca?
    ¿Ya no me ama?
    Soy... ¿Una abominación?
    Ya no... ¿Ya no merezco ser tocado por sus manos?”





    Todas sus inseguridades florecieron por culpa de todos aquellos sentimientos negativos que Akihiko expulsaba al exterior. Alejándolo, apartándolo, dañándolo.

    Matándolo incluso antes que cualquier otra cosa que pudiera hacerlo.



    —U- Usagi-san... —“Ven”



    ♪Tengo esta sensación de naufragio.
    Algo pesado en mí se hunde.
    Estoy completamente saturado.♪





    El de ojos amatistas no sabía qué hacer. La cámara seguía encendida, pero Misaki sólo podía mirar al hombre frente a él y las lágrimas se derramaron al instante, comenzó a temblar y a sollozar con los brazos ligeramente extendidos hacia el contrario casi suplicándole que lo abrazara.




    ♪Las olas chocan cerca.
    Mis pies ya están completamente hundidos.
    Haciendo la cosa que me dije que odiaba.♪





    Era una oración silenciosa que imploraba un poquito de amor para poder tomar el siguiente respiro. Sin él, su corazón se comenzaba a marchitar como flores secas que no son regadas, que ya no son amadas.


    Y con ese acto la ira e incluso los miedos de Akihiko se vieron eclipsadas por la necesidad de proteger al menor, a su niño, quien evidentemente estaba tan aterrado como él, o incluso más.


    ¿Qué tan imbécil había sido durante DOS largos meses, para no haberlo visto antes?
    Su pequeño amor estaba siendo lastimado, dañado y herido fatalmente, pero no por el embarazo. Sino por los miedos de Akihiko.



    Misaki se levantó y cayó de rodillas al suelo, sin poder evitarlo.
    Era demasiada la debilidad de su cuerpo, pero la de su alma dolía mucho más.



    ♪Han estado nadando en el agua incorrecta.
    Ya están halándome hacia abajo.
    Pero estoy aferrado a ti, nunca te dejaré.
    Porque sé que tú me vas a levantar.♪





    Miró la cámara un segundo antes de correr a acogerlo entre sus brazos, su cálido y delgado cuerpo, tan débil y tan fuerte a la vez, Misaki era sin duda, una de las personas más complicadas que existían y para él era tan fácil leerlo, todo era extraño.



    —¡Misaki...!—Akihiko se acercó con premura, se sentó en el sofá, luego de tomar con sumo cuidado a Misaki, levantarlo, para luego sentarlo en su regazo. A continuación, lo abrazó y acunó entre sus brazos. Sosteniendo sus lágrimas. Sosteniendo el mundo que Misaki ya no podía sostener y se venía encima de él. Justo a tiempo. —Mi Misaki. Mi amor, mi vida, mi cielo. Mi milagro, mi todo.



    ♪Tienes tu manera aquí.
    Mantenme a flote, porque sé que...
    Voy a hundirme sin ti.
    Toma este océano de dolor que es mío.
    Tírame una cuerda de auxilio.♪






    Besó sus cabellos, besó sus manos, besó su rostro, su cuello, y cada pedacito que estuviera a su alcance, llorando también. Pero no de tristeza, sino de alivio.


    Casi pierde a Misaki. Por su culpa. Y no la de nadie más.



    —¿Ya no me quieres?



    ♪Despierto, sintiéndome condenado,
    Sé que algo no anda bien.
    Vuelvo a poner mis rodillas en la alfombra.
    Tengo que conseguir esto.
    Porque sé que eso se interpone,
    Secaré esos mares que nos tienen separados.♪





    Y eso, lo juró, dolió como ninguna otra cosa pudiera doler jamás.



    —¡NO! —El menor tembló en sus brazos. Akihiko frotó su espalda y lo sostuvo más fuerte contra sí. Apoyó su mentón encima de la cabeza de Misaki, y habló con el corazón.


    —Perdóname. Tú, Misaki, eres la razón de mi existencia. Perdóname. Mi temor a perderte hizo que todo se viniera abajo, que todo fuera absurdo y sin sentido. Porque si yo te pierdo Misaki... —Hizo todo el esfuerzo del mundo para no romperse allí mismo, con la sola idea de que pudiera pasar. —...Yo me muero Misaki. Perdóname por amarte tanto. Perdóname por no saber vivir sin ti.


    La primera vez que lo vio jamás imaginó que llegaría a amarlo tanto, más de lo que amó por tantos años a Takahiro, más que a sí mismo. Estaba siendo egoísta y lo sabía, le hacía daño a Misaki cuando él no tenía la culpa de nada, el bebé tampoco, nadie la tenía y aun así.


    —Usagi-san... —“Tengo tanto miedo.” Repetía su nombre una y otra vez, en una agridulce letanía, mientras lloraba escondido en el pecho del mayor. Qué bien se sentían sus brazos, su aroma, la calidez que poseía ese cuerpo que lo había amado tantas veces. Allí era el único lugar donde estaba a salvo ¿Irse? ¿A dónde? ¿Con quién? Si nunca nadie más lo amaría de la misma forma, con la misma intensidad y él tampoco jamás le daría ese corazón suyo a nadie, les pertenecía a ellos. Su bebé y Usagi-san eran los únicos que sabrían cuántos años tenía dentro de él y siempre, les pertenecería.

    El video seguía corriendo y al percatarse de ello el escritor simplemente lo paró y continuó abrazando con fuerza a su pequeño amor ¿Cómo soltarlo? Si lo hiciera sería lo mismo que soltar su propia vida. No quería alejarse de él, nunca, de ninguna manera, pero el destino ya había marcado la hora y tendría que dejarlo ir, lo perdería de todas formas si lo obligaba a acabar con la pequeña existencia que ahora crecía en su interior. Pero a pesar de eso, no iba a rendirse, aun no, todavía tenía tiempo.


    Y si no lo tenía quería asegurarse de atesorar cada segundo a su lado.



    —Lo haremos juntos Misaki. Lo haremos juntos mi amor."






    CONTINUARÁ---------------------
    [/QUOTE]



    Notas:
    1) Para quienes favorecen remedios naturales como método de alivio para las náuseas del embarazo, el jengibre puede ser una excelente opción. El té de esta raíz es muy efectivo. Sin embargo, no es recomendable ingerir cápsulas de jengibre, ya que pueden ser dañinas durante el embarazo.
    2) Monsters, Inc. (Monstruos, S.A. en España) es una película animada producida por Pixar y estrenada en cines por Walt Disney Pictures y Buena Vista Internacional el 2 de noviembre de 2001. Fue reestrenada en 3D en 2012.


    Edited by Lady Trifecta - 1/2/2014, 00:28
     
    Top
    .
  8. Alexx Jackson
        +1   +1   -1
     
    .

    User deleted


    No llore físicamente, pero casi lo hago créeme...

    tocan mis sentimientos chicas, como bien saben algunas...
    mi pareja favorita es la romántica en Junjou... y ver este tipo
    de historias es un deleite de placer y sufrimiento combinados sádicamente...
    y me encanta asi que les agradezco por ello.

    Usagi... aun viejito es tan Usagi, lo amo ♥ lo amo cada vez mas ♥

    espero conti con mi corazoncito llorando y sollozando de tanto amor.


    las adoro ♥
     
    Top
    .
  9. Musubi-chan
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Waa.. que triste TT.TT u.u... por que matan a misaki por que?? hay quiero llorar T.T quiero conti
     
    Top
    .
  10. noquichinda
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    tan emotivo... ahahah espero que a kazuki no le pase lo del papa o te mato nathy chan.. hermoso
     
    Top
    .
  11.     +1   -1
     
    .
    Avatar

    Y ahora intenta decir que me amas sin miedo a que parezca mentira otra vez ... https://web.facebook.com/Btalkrajo

    Group
    Escritor experto
    Posts
    2,233
    Location
    Perdido

    Status
    Offline
    QUOTE
    pues no se publico mi comentario original

    bueno solo decirles que me gusto mucho y que el hecho de la muerte de Misaki me gusta porque nos muestra un Akihiko mas maduro y mucho mas sensible que con un Misaki vivo, lo de Kasuki me asusta, es conocida mi opinion sobre el embarazo en hombres, pero lo han manejado de una manera tan pulcra que me parece maravilloso el desarrollo


    comprendiendo la dificultad de escribir un fic entre 2 principalmente por el tiempo de cada una de las partes, espero puedan coordinarse para continuar porque deseo mucho continuar y descubrir hora que mas sucedera.

    mi otro comentario era mas bonito, pero no se porque no se cargo. resumo que me gustan muchos fragmentos de la historia

    btalkrajo
     
    Top
    .
  12. †Alice-Miu (Müller)†
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Que hermoso T-T simplemente llore ;-;

    waaaaa :'c odio ver a Misaki sufrir

    esperare ansiosa la conty

    Adiós~
     
    Top
    .
  13. payola-chely
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    La verdad me hizo llorar pero aun asi me fasino el capitulo, amo a usagi sige siendo el mismo XD espero con ansias la continuacion de esta bella historia
     
    Top
    .
  14.     +1   -1
     
    .
    Avatar

    You're born this way baby You are beautiful in your way cause god makes no mistakes ♥♪Lady Gaga♪♥

    Group
    Escritor intermedio
    Posts
    885
    Location
    en mis nubes, escuchando Rock y escribiendo historias de amor trágicas...

    Status
    Anonymous
    Sora y yo les agradecemos infinitamente que lean esta historia, y simplemente ofreciéndoles este capítulo les pedimos nuestras sinceras disculpas por haber tardado tanto. Haremos nuestro esfuerzo por no tardar demasiado esta vez.

    Disfruten. Muchas gracias.






    Capítulo 3: Lazos



    https://m.youtube.com/watch?v=XL8cHakQ1PU
    Wish You Were Here - Avril Lavigne










    Todavía recuerdo su perfecto rostro enfebrecido de ira, rabia, angustia y desesperación. Pero mierda si no me había fijado en que todo aquello era una simple fachada, y que en sus ojos se reflejaba la única y más pura verdad de todas: Estaba inmensamente solo. Estaba terroríficamente asustado, y tenía grabado a fuego sobre el corazón un dolor que casi se pudiera comparar con la intensidad del amor que nos unió. Casi. Recuerdo bien que fue la primera y única vez que lo vi desgarrarse del dolor.


    El dolor en ese momento fue más grande que el amor.

    Y fue mi culpa.

    Él estaba muerto de miedo.

    Y yo no estaba allí, para acunarlo entre mis brazos.

    Y oh, por todos los demonios del infierno. Cómo y cuánto no daría todo porque ahora pudiera hacerlo. Poder abrazarle contra mi pecho y susurrarle un simple “Te amo” hubiera sido mucho más fácil que abarcar el mundo entero. Él era mi mundo entero.

    Pero fui un completo imbécil, y hoy todos los años que no pude sentir su calor quisiera poder cambiarlos por cinco segundos manteniéndole, sosteniéndole contra mi pecho.


    Si tan solo pudiera hacerlo, sería la única cosa, el único deseo que le pediría a un Dios inexistente.


    Pero nadie regresa de la muerte.


    Palabras horribles.


    Y en sus ojos dibujada la desolación más solitaria del mundo. Una que no quise, que me negué a ver. Por puro y estúpido egoísmo.


    ¿Me perdonarías Misaki?


    ¿Me perdonarías mi amor, hoy que ya no te tengo, todo el dolor que te causé?







    *.*.*.*.*.*.*












    —¿Por qué, Akihiko? Dime por qué. Dame una razón para no agarrar mis cosas y largarme de una maldita vez.


    “Si tan solo supieras cuánto dolor me causas con tus acciones"


    —¡Entiéndelo! ¡No existe una maldita garantía de que “esto” salga bien! ¡¿Por qué rayos no lo puedes entender?!


    —¿“Esto”? —El ojiesmeralda sostenía su vientre con fervor, con las manos temblorosas, como si fuera que, de aquella manera, podría proteger a su milagrito de todos los males del mundo, como si fuera que de esa manera, no le alcanzaría el infierno de dolor que estaba atravesando en ese momento exacto de lado a lado su corazón.


    Quería creer en aquello.


    Necesitaba hacerlo.


    “Puedo ser duro, puedo ser fuerte, pero contigo no es así en absoluto"


    —¡¿Por qué te quedas callado?! ¡MALDITA SEA AKIHIKO, HABLA DE UNA VEZ! —En serio que él luchó con todas sus fuerzas para contener la calma huidiza, pero con un demonio si su corazón ya no estaba allí. Él todo lo que quería era proteger a la personita que llevaba en su vientre y era el fruto de su más preciado amor— ¿Por qué te me quedas viendo? ¿Cómo pretendes que me quede tan calmado, sin hacer nada, sin protestar, luego de lo que me has dicho?


    —No puedes tenerlo —Su voz era firme pero su resistencia trémula. Sus ojos amatistas reflejaban el cansancio, uno que podría ser incluso más antiguo que la historia de la humanidad misma— Lamento si tengo que elegir. Pero si tengo que hacerlo. Te elijo a ti. No quiero tener a ese bebé. No lo quiero.


    Ambos necesitaban ser escuchados.

    Ambos necesitaban ser comprendidos.

    Ambos se necesitaban el uno al otro.

    Ambos necesitaban ser amados.

    Pero pudo más el sentimiento egoísta; hermano gemelo del amor, opacar todas sus necesidades.

    Es tan difícil amar como se debe.

    Y tan fácil romper un corazón enamorado.



    “Pero contigo pierdo todas mis fuerzas. Sin ti, no soy nadie, no tengo nada. El universo entero es un poquito más que nada”.


    “Ahora mismo cómo desearía que estuvieras aquí".


    “Todas las cosas que compartimos, ¿Sabes? No pensé en ellas. Sólo se fueron".




    Fueron demasiadas puertas cerradas. Y la única que deseaba con el alma entera que permaneciera abierta fue cerrada de un portazo frente a sus propias narices.

    Eso fue todo. No hacía falta decir nada más.

    Misaki perdió la conciencia.


    Fue demasiado el agotamiento. Y fueron tan pocas las ganas de compartir la carga, una carga tan preciosa como maldita, al parecer.






    *-*-*-*-*-*-*









    —¡¿Dónde está?! —Ella coloca su mano sobre su brazo, intentando darle todo el apoyo que su amor fuese capaz de darle. Lo ama con cada fibra de su ser, y sus miedos y angustias forman parte tanto de su corazón como le pertenecen al hombre del que se enamoró y con el que decidió unir su vida para siempre.


    —¿En qué puedo ayudarlo, señor? —pregunta amable la enfermera recepcionista al otro lado del escritorio, al otro lado del mundo tambaleante y casi sin sentido en el que Takahiro tenía los pies puestos.

    Antes de que él pudiera responder, su esposa lo hace por él.


    —Takahashi Misaki. Deseamos poder verlo, soy Takahashi Manami y él es mi esposo, Takahashi Takahiro. Somos sus hermanos —Tan cierto como que el pequeño Misaki formaba parte de su vida, de su familia, de su corazón, aunque fuera por los lazos a través de Takahiro, no, era mucho más que eso. Misaki supo ganarse su pedacito de lugar dentro de ella.


    La joven enfermera, del otro lado de la recepción, se dispuso a buscar en la computadora los datos necesarios. Ajena completa a su dolor y desesperación, pero quizás con un poco de compasión, ella también tenía un pequeño hermano, y se moriría si le llegase a pasar algo.


    —Aquí está. Lamento decirles que está en terapia intensiva. Llamaré al doctor encargado de su caso, es... —De nuevo revisó el computador, para asegurarse— Yamamoto sensei. Él les hablará de Misaki.


    —De acuerdo. Muchas gracias —La que respondió fue Manami, mientras Takahiro todo lo que podía hacer era caminar de un lado a otro, alborotarse los cabellos, resoplar con impaciencia e intentar no morir en la urgencia de no saber qué pasaba con su pequeño hermano.


    —No se preocupe —Sonrió la enfermera, sinceramente, mientras hacía su llamada.


    —Misaki...Oh, Misaki, ¿Qué pasó contigo? —murmuraba para sí mismo un desconsolado Takahiro.


    —Mi amor, tienes que ser fuerte...por él. Te necesita —Entonces él se detuvo a contemplarla. No eran palabras de un consuelo inexistente e inútil, eran sinceras palabras de apoyo y amor. Por eso la eligió, por eso la ama tan desbocadamente. Ella tomó de sus manos, en su afán de sostenerlo y comunicarle a través de su corazón, que pasara lo que pasara, lo atravesarían juntos.


    —Dios, no sé qué haría sin ti Manami —Él se refugia en sus brazos, ocultando su rostro en su cuello, inhalando la esencia de su mujer, su esposa, su amante, su amiga, su compañera de vida. Maldición, el peso que llevaba sobre su corazón en ese mismo instante lo atormentaba y flagelaba como ninguna otra cosa en su vida desde la muerte de sus padres. Y estaba tan seguro, como de que podía seguir respirando, de que, si no fuera por ella, ya se hubiera muerto solo de la angustia— Es mi hermano pequeño, me muero Manami, me muero si le sucede algo malo a Misaki.



    —Lo sé. Lo sé —Ella sólo se mantuvo allí, sosteniéndole, ayudándole a soportar su propia carga, su propio dolor. Compartía su desesperación en silencio. Un silencio que solo puede ser compartido entre dos almas que se compenetran una con la otra sin necesidad alguna más que la de sentirse una junto a la otra.



    —Yamamoto sensei estará aquí en un minuto —informó de pronto la enfermera, sacándolos por un breve, casi inexistente instante de su suplicio.


    —Muchas gracias —Fue Takahiro quien esta vez habló, con cansancio, aferrado a la única posibilidad que quería creer y que debía ser: Que Misaki se recuperaría, de lo que fuera.






    Quince minutos más tarde, ambos estaban sentados frente a Yamamoto sensei, quien llevaba el caso de su hermanito. Se encontraban en su consultorio, y acababan de ser informados de todo cuanto había pasado con Misaki en los últimos tres meses.


    Tres meses.


    Misaki tenía tres meses de embarazo.




    —¿Pero cómo...cómo eso es posible? —Luego de mirar atónito hacia la nada lo que pareció una eternidad de momento, el suave contacto de los dedos de Manami entrelazados con los suyos le devolvieron a la realidad. Una muy surrealista, y muy dolorosa realidad, en todos los sentidos. Bueno, quizá sólo no tan doloroso en un sentido.


    —Pues verá, Misaki no es el primer caso. Esto se debe a una anomalía en la genética... —Y así, paso a paso, de la manera más simplificada posible, Yamamoto intentó explicarle todos los detalles del embarazo de Misaki. Manami parecía con una mayor entereza, y sin embargo Takahiro solo sentía morirse con cada segundo que pasaba. Estaba acá sentado, escuchando de las palabras de un médico, que Misaki albergaba una vida. Y aunque no podía entender la mayoría del procedimiento, una cosa era demasiado espantosamente clara: Misaki no sobreviviría al embarazo. Era muy peligroso albergar al feto dentro de su cuerpo, y las expectativas desde un principio nunca fueron buenas. Esto llevaría al cuerpo de Misaki a un colapso de las funciones de sus órganos, e incluso todo su sistema nervioso. Era una situación de vida o muerte. Y Takahiro no había visto más allá de lo que su propio corazón no lo dejaba ver: una sentencia de muerte segura para su pequeño hermano.


    Y eso no era lo peor. Lo peor estaban a punto de escucharlo.


    La mano libre la lleva sobre su boca, y reprime con todas las fuerzas de su cansado corazón las lágrimas que le exigen salir con desesperación.


    —Misaki. Mi hermano...Mi pequeño hermano —“No pude protegerte".



    “No puedo protegerte".


    “No te podré proteger".



    "Te fallé"




    Finalmente una lágrima tan rebelde como fugitiva se escapa por la esquina de sus ojos, y cae por su mejilla, mientras levanta su rostro hacia Yamamoto.



    —Sensei, debe haber algo que podamos hacer. Quizás un aborto sea la mejor solución —De inmediato la que es su compañera de vida y lo ama más que nadie en el mundo suelta su mano, asustada, horrorizada. Takahiro no siente el abandono y no es capaz de mirarla.
    Yamamoto mira de reojo a Manami, no dice nada. Sólo se dedica a escuchar y responder con paciencia la cuestión planteada por esa persona que teme perder lo más importante en su vida.


    —El feto ya está completamente formado. Sería muy peligroso para el joven. Además...


    —¿Qué? ¿Además qué, sensei? —Lo apremia, pero esta vez es Manami al ver que el doctor no continuaba y que Takahiro estaba muy hundido en sus propios pensamientos. Pero ambos lo miran con atención una vez que Yamamoto se decide a continuar.


    —El joven Takahashi no desea poner término a su embarazo —No escucha bien, no quiere escuchar bien. No le está permitido a su corazón darle crédito a tan surrealista noticia— Deben saber que el embarazo de Misaki es doblemente riesgoso. Pues presenta un desprendimiento de placenta, y debe guardar reposo durante los meses venideros. También les anotaré los cuidados correspondientes.
    Una pequeña pero profundamente falsa risa emerge al exterior, surgida desde sus entrañas.


    El médico lo mira algo confundido, luego mira a su esposa, preguntándole con la mirada preocupada si acaso su marido no estaba perdiendo ya la razón.


    Su esposa lo mira atónita, sorprendida, anonadada, preocupada como nunca antes lo había estado en su vida.


    —¿Takahiro?

    —Es un chiste. Un muy mal chiste.

    —Takahiro

    —Es un chiste.

    —Takahiro.

    —Uno muy malo.

    —Takahiro.


    —¡UN JODIDO Y MALDITO MAL CHISTE!


    Una sonora cachetada cae sobre su rostro devolviéndolo a la realidad.



    —¿Ma...nami?



    Él la observa, por vez primera, de verdad, desde la noticia que Yamamoto sensei le acababa de dar.


    —¡No tienes derecho!


    Lágrimas copiosas, rabiosas y tan dolorosamente sinceras caen por los ojos castaños de su amada esposa.


    —¿Manami?


    —¡No tienes ningún derecho a actuar de esta manera! Como si fuera que eres tú quien debe sufrirlo, como si fueras tú Misaki. A ti no te dijeron que estás esperando la más preciada bendición que cualquier, escúchame bien Takahiro, que CUALQUIER persona en este mundo, con un corazón tan amable, dulce, inocente y enamorado como Misaki; anhelaría con todas las fuerzas de su corazón tener, y poder protegerlo. A ti no te dijeron que tendrías lo más preciado que pudieras tener, pero a cambio de tu vida. Aun así fuera contra el mundo entero en tu contra. Aun cuando fuera contra la persona más preciada en este mundo para ti.


    —¿Qu-qué quieres decir...?


    —Sí. Esa persona eres tú, Takahiro. Su hermano, la única familia que le queda a Misaki. La persona más preciada para Misaki.


    —Usagui...


    Ni siquiera habían tenido tiempo de reaccionar ante todas las noticias, mucho menos de analizarlas.


    —¡Misaki perdió a sus padres Takahiro! ¡Todo lo que ha tenido desde sus ocho años ha sido tú, tú lo has cuidado, lo has criado, le has enseñado todo lo que sabe, Misaki es tu responsabilidad! ¡TU RESPONSABILIDAD! Y ahora él... él está tan solo, tan asustado... Dios... —Ella se muerde los labios, intenta recuperarse del nudo en su garganta, de la opresión en su pecho— Él en estos momentos está tan perdido, tan triste porque no podrá ver crecer a su pequeño bebé, y además de todo eso, de no tener a su hermano, y de quien sabe todas las demás razones por la que está atravesando un estrés del que casi pierde a su pequeño y única alegría en todo esto, tiene que soportarlo todo solo en estos momentos. Y aun así, aun así, él eligió... eligió cuidar de su hijo. SU HIJO, Takahiro, dime, ¿Qué harías tú si Mahiro depende de ti para vivir, o morir? Dime, ¿Qué camino elegirías?


    —¡Eso es completamente distinto!


    —Takahiro —Abrió sus ojos de par en par, echó una mirada al techo, sin mirar ningún punto en particular, luchando, peleando contra todo.
    Contra que no le arrebataran a su pequeño hermano.


    Por el que peleó toda su vida, al que protegió contra todo y todos.


    Su razón para continuar cuando creyó que ya no podía hacerlo.


    El motivo de su vivir cuando creyó que no lo tenía.


    La personita que iluminó su vida cada día, de todas las maneras posibles durante todos esos años. Desde siempre.


    ¿Pero cómo protegería a Misaki, de Misaki?


    Y el castaño enfebrecido de rabia, furia, ira, impotencia y una profunda tristeza de la que no podría liberarse ya nunca más, supo la respuesta. La única respuesta que había.


    —Todo. Lo daría todo por mi hijo.



    Iba a perder a Misaki. No era una duda. Era una afirmación anticipada.


    Y no había nada que pudiera hacer por evitarlo.









    ~.~.~.~.~.~.~.~.~.~.25 años después.~.~.~.~.~.~.~.~.~.~











    Una sonrisa esbozaba su rostro algo cansado por desvelarse, mientras hojeaba las páginas del viejo álbum de fotografías. Pero bien que valía la pena aquellas noches de insomnio. Llevó su mano a su vientre acariciándolo con amor y fervor.



    —Me pregunto si te parecerás más a tu padre, o quizás te parezcas más a alguno de tus abuelos. ¿Te cuento un secreto? Aunque tu abuelo Akihiko, o tu propio padre quisieran que tuvieras ojos del color de las esmeraldas, yo sinceramente espero que puedas tenerlos amatistas como tu abuelo. Son unos hermosos ojos.


    En ese momento tocaron el timbre.


    —¡Ya voy…! —Salió de la habitación y con cuidado bajó las escaleras. Aunque a simple vista aún parecía que su vientre no había crecido en absoluto, una pequeña curva en su bajo vientre se comenzaba a formar y con la camisilla que llevaba en esos momentos no dejaba nada a adivinar fuera de la vista. Su cuerpo poco a poco se iba amoldando para acoger al pequeño pedacito de vida que llevaba creciendo en su interior.


    Revisó por el mirador de la puerta y una gran sonrisa que casi dolía se dibujó en todo su rostro. Nada más en cuanto abrió la puerta un poco, Akira ya lo tiene sujeto por la cintura, estrechándolo contra sus brazos y dándole una o dos vueltas alrededor como a un niño pequeño.


    —¿Cómo están mis amores?


    —¡Aki..., bájame! —protestaba un algo mareado castaño, entre risas— ¿Por qué tan contento?


    A continuación, el pelinegro bajó a sus amores en el suelo. Besó apasionadamente los labios del ojiesmeralda, sosteniéndolo contra su cuerpo con las manos en su cintura, y arremetiendo su lengua en el interior de Kazuki. Era un beso profundo y necesitado, pero sin prisas. Salvaje, y al mismo tiempo, suave, explorador. Con un leve jadeo de protesta ante el abandono de sus labios, Kazuki lo observó cuando Akira se agachó y arrodilló frente a su vientre para poder subir su camisilla y besar su vientre.


    Mirándolo hacia arriba, contestó.


    —¿Por qué no estarlo, teniéndolos a ambos? —Un cariño inmenso desbordaba de sus ojos. Y Kazuki sintió por poco el infierno arder solo en sus mejillas. Hacía un poco de frío, y había calefacción en el apartamento, pero por alguna razón, ahora se encontraba mucho más caliente que en el segundo anterior.


    —Tonto cursi adulador —dijo sin poder borrar con éxito el rastro de su sonrisa en sus labios.

    Akira se levantó y luego se acercó para dejar solo un beso pequeño en aquellos labios hambrientos. Un largo bostezo le fue recibido.


    —Hey, ¿Estás cansado?


    —Tu hijo no me deja dormir por las noches.


    —¿Todavía tienes náuseas? —Akira tomó las manos más pequeñas entre las suyas. —Kazuki, sé lo que piensas, pero por favor, ven a vivir conmigo. Me dejas muy preocupado las noches que no puedo estar contigo, y estar solo no es bueno para ti ni para nuestro hijo. ¿Y qué si sucede algo malo? ¿Y si decide nacer en medio de la madrugada, y simplemente no te puedes comunicar?

    Kazuki rompió en sonoras carcajadas, mientras colocaba un dedo índice sobre los labios de Akira.


    —Primero. Sí, todavía tengo náuseas, pero es normal. Y al menos ya no vomito como en las primeras semanas. La receta que me pasó papá funciona realmente bien. Es solo que este pequeño revoltoso, aunque aún no se mueve, parece solo querer descansar por las mañanas, hábito que seguro lo heredó de mi padre. Segundo. Faltan seis meses para que nazca nuestro hijo, y para entonces ya estaremos juntos. Has pedido las vacaciones correspondientes, y sé que estarás a nuestro lado. Sé que puedes tomar esas vacaciones cuando quieras y por el tiempo que desees, pero te necesitan en la empresa Akira. Y tercero, tu padre quiere que estés al frente manejando sus negocios. Y estos meses son muy importantes para él, por los negocios que debe cerrar con los empresarios de Estados Unidos acerca de la subasta de los automóviles de colección. Es una importante ganancia para sus empresas. Tu padre confía en ti.


    —Tskk —Hizo una pequeña mueca para demostrar un gran disgusto— Sabes muy bien con qué motivo lo hace.


    —Y yo también lo hago.


    —Ahora, eso es chantaje.


    —No. No lo es. Solo deseo lo mejor para ti —Llevó sus manos entrelazadas con la suya sobre su vientre— Y por nuestra familia. Otra cosa. Todavía no decido qué quiero hacer con el apartamento —Echó una mirada casi con sabor a nostalgia— Es donde crecí. Y donde mis padres vivieron mientras estaban juntos. Hay demasiados recuerdos aquí. Y aunque mi papá dice que no le importa que lo venda, lo conozco lo suficiente como para decir que miente. Aun cuando me mudara, no quiero tener que dejar este lugar para siempre. Tal vez pueda dejarlo para un lugar de descanso, ya sabes, cuando quiera venir a escribir, o simplemente para pasar el rato.


    —Lo entiendo. Es solo que te extraño demasiado.

    —Nos vemos todos los días.

    —No es suficiente. Quiero también todas las noches.

    —Aki... —Esta vez Akira fue el que lo calló colocando su dedo índice sobre los labios del menor para callar todas sus quejas.

    —Al menos déjame venir entonces aquí contigo.

    —No, no quiero causarte problemas con tu madre. Tu padre incluso parece soportar mi presencia en ocasiones, pero tu madre, creo es otro asunto muy distinto.


    Akira soltó sus manos, repentinamente, y se dio la vuelta, comenzando a caminar en pequeños círculos, y echando la cabeza hacia atrás en un largo suspiro, para luego alborotar sus propios cabellos, intentando amilanar sus nervios.


    —Maldita sea, Kazuki, todavía no puedo darte todo lo que mereces. Entiendo tu posición, pero no debería causarte tantos problemas mi familia. Más temprano que tarde deben comprender que eres el hombre que amo. Mi madre siempre ha querido controlarme e incluso... —

    Un largo suspiro, esta vez cargado con rabia y frustración salió al aire.


    Unos brazos pequeños lo rodearon.


    —Tranquilo Aki, estamos juntos. Confío en ti, me amas, y yo te amo. Creo, que considerando las circunstancias estamos haciéndolo muy bien, ¿No te parece? Un día a la vez, ¿Recuerdas?

    Akira sonrió con cansancio pero con sinceridad, y se dio la vuelta para transmitir, o más bien para guardar un poco de la tranquilidad y el sosiego que le estaba dando Kazuki. Tomó sus manos, y besó sus nudillos.


    —Eres increíble. Te quiero tanto.


    —Te amo.


    Se besaron brevemente, por el puro acto de necesitar sentirse.


    —¿Vienes conmigo a ver a mi padre?

    —Oh, mi vida... —La propia frustración dibujada en su rostro lo decía todo— Perdóname.

    —Tu padre, ¿no?

    —Sí. Hay un almuerzo con los ejecutivos... —Kazuki tomó de nuevo sus manos.

    —No tienes que darme explicaciones. Ve. Yo iré en taxi.

    —Kazuki, no. Puedo llevarte. Y luego irme.

    —No. No debes llegar tarde y hacer esperar a tu padre. Además si te ve mi papá y sabe que simplemente te fuiste a un almuerzo de negocios, no lo entenderá y se pondrá furioso contigo. Sabes muy bien que Usami Akihiko siempre ha sido un gran aficionado de las reuniones de trabajo.

    Ambos se miraron durante un breve rato que fue roto por sus risas acompañadas.

    —Definitivamente no puedes ir.

    —No.


    Kazuki se colocó de puntillas, en busca de esa boca que le pertenecía, y sin poder evitarlo, mientras la lengua de Akira exploraba despacio, gimió bajito aunque con ganas. Cuando la maldita necesidad de aire los interrumpió, con un puchero Kazuki, se quejó, no antes de morder suavemente esos húmedos y calientes labios sabor a café.

    —¡No puedo creer que el médico nos prohibiera tener sexo! —Akira rió despacio sobre su boca, sin intención de ir lejos.

    —Me vas a matar, ¿Lo sabes? ¿Qué diría Usami Akihiko, si sabe que su pequeño niño le ruega a su novio por tener relaciones sexuales?

    —En primer lugar, no te ruego. En segundo, ¡Iuuuk! ¡No vuelvas a poner el nombre de mi padre y la palabra que empieza con "s" en una misma oración. Promételo.

    —Lo prometo. —Akira sonrió un poco maliciosamente y sujetó con sus manos las nalgas de su novio, al tiempo que se inclinaba y besaba su cuello por pedacitos. Kazuki jadeaba despacio, y reía al mismo tiempo. Una cosa curiosa que su zona erógena también le produjera cosquillas—. Pero... ¿sabes, amor? Hay otras cosas que están permitidas.

    —¿Ah, sí? —Akira asintió con leves gemidos, y una pequeña mordida en el cuello— ¿Me las enseñas?



    Justamente en esa imperiosa labor se encontraba, cuando tocaron el timbre de la casa.



    —¿Esperas a alguien?


    —Hmmm, no. —Un aletargado Kazuki respondió con los ojos vidriosos, y el juicio nublado, hecho papilla en los brazos de su prometido.


    Akira lo cubrió con su saco de vestir para cubrir las recientes marcas dejadas en su cuerpo. Kazuki, con el rostro hirviendo le agradeció apenas en un suspiro.


    Grande su sorpresa cuando su novio fue a abrir la puerta y dejó entrar a las visitas.




    —Hola Akira... —saludó jovialmente el joven de cabellos castaños oscuros al cruzar la puerta— ¡Kazuki!


    —¡Mahiro! ¡Tío!


    El primo de Kazuki había crecido sus buenos veinte centímetros más alto que Kazuki —bueno, estatura promedio, teniendo en cuenta de que Kazuki medía lo que Misaki— y eran ya algunos años desde la última vez que veía a su familia.


    Mahiro sonrió con perspicacia al notar de inmediato que había roto un ambiente muy íntimo en la pareja. Kazu le rogó desesperante en una fugaz mirada, y acto seguido su primo le mandó un guiño, acomodó mejor el abrigo de Akira sobre sus hombros, y deslizó su mano por la espalda de su adorado primo, en una manera de decirle que se tranquilizara.


    —Vinimos tan pronto como recibimos una llamada de Usagui.


    —¡No! ¿Papá...? —De pronto, Kazuki cayó en cuenta, y fue suficiente para disminuir aunque fuera un poco el rubor de su anterior estado de ánimo—¿Lo saben?


    Ambos castaños asintieron.


    —No debería sorprenderme, ¿no?


    —Sabes cómo es Usagui chichi, Kazu, tan pronto como se enteró que sería abuelo, llamó a todo un ejército para que pudiera resguardarte. Ok, en sentido figurativo. Pero sabes que sería capaz. No te ofendas Akira, no es que no confíe en ti.


    —Lo sé. No te preocupes. Es que Kazuki es una pequeña cosa que todos vemos con la necesidad de proteger. ¡Ouch! Amor, eres más fuerte ahora por algún motivo. No hagas eso.

    —Entonces no me hagas enojar —replicó Kazuki mientras Akira se sobaba las costillas, donde el menor lo había golpeado con el codo, “inofensivamente”— Oh, pasen, pasen, perdón mi torpeza. Tío, Mahiro, pasemos a la sala, ¿quieren algo de tomar? ¿de comer?

    —Pero Kazuki no debes preocuparte por nosotros —Cuando todos se acomodaron en los sillones del salón, Takahiro lo detuvo de levantarse para ir por unas botanas a la cocina.

    —¿Cómo te has sentido? ¿Duermes bien? ¿Te alimentas bien? ¿Cuánto tiempo tienes? Oh, Kazuki, ya sé que Usagui ya no vive contigo, pero no hace falta que te quedes en este apartamento solo —Miró de soslayo a Akira, y se dirigió a éste. —Porque no lo has podido convencer de lo contrario, ¿no?

    —Uh-uh. Es todo un necio testarudo —respondió el aludido— Bueno, me tengo que ir. Ellos te acompañarán donde Usami ¿no?

    —¿Eh?

    —Pasa que tengo un almuerzo de negocios.

    —¿Un domingo? —preguntó algo, casi a la defensiva, Mahiro, mirándolo con inquisición.

    —Larga historia —intervino Kazuki— ¿Me acompañan a ver a papá?

    —Claro —respondieron los dos al unísono.

    —Nos vemos a la noche para cenar, ¿no?


    Akira se acercó a él y besó sus labios, y luego se despidió de su hijo depositando un beso sobre su propia mano y luego sobre el vientre de Kazuki. No era un saludo tan íntimo como el de hace rato, pero cargado del mismo intenso cariño.


    —Por supuesto. Extráñenme mucho.

    —Sabes que ya lo hacemos —soltó en un casi puchero Kazuki.

    —Los amo.

    —Te amamos más.


    Akira se despidió de los demás y salió del departamento por su propia cuenta, con una expresión no muy feliz ni menos satisfecha.


    —¿Problemas en el trabajo? —Empezó Mahiro.

    —Más o menos.

    —Se trata de sus padres, ¿no? —Más que una pregunta, era una declaración. Kazuki casi podía ver el humo salir de las orejas de Takahiro mientras sentía sus malas vibraciones. Ellos sabían perfectamente que los padres de Akira aún no habían aceptado a Kazuki como su yerno, y que se oponían rotundamente a que fuera el esposo de Akira.

    —¡Oh, ese anillo es alucinante, Kazu! —expresó de la nada Mahiro, distrayéndolos del tema. Debió haber puesto muy mala cara para que lo hiciera. Mahiro era quien siempre enfrentaba los problemas de frente y odiaba que hubiera uno en sus propias narices que no pudiera resolver, aunque no interfiriera con él en lo más mínimo, y mucho menos si uno de sus familiares estaba involucrado.


    Amaba profundamente a su primo por una de esas razones. Era así, todo diplomático y mediador en todos los casos. Pero también sabía cuándo no debía interferir, al menos de momento— Veo que por fin el gran empresario se ha decidido echarse la soga al cuello, uy, es una lástima que haya perdido mi oportunidad. Pues bueno, creo que me adelantaron.


    —Mahiro, eso no es para nada simpático. Si tu mamá...

    —Ay, relájate papá. Ella es menos estresada que tú. Además, estamos con Kazu.

    —De todas maneras, que digas esas cosas a tu primo.

    —Era broma papá.

    —Ah.

    —O tal vez no... Y tal vez, todos estos años solo he estado guardando un amor apasionado, prohibido, y oculto por mi hermoso, maravilloso e increíblemente sexy primo.

    —¡Mahiro! —Para ese entonces ya Takahiro pintaba su rostro de todos los colores imaginables y no imaginables posibles.


    Kazuki solo rompió a reír. Las lágrimas incluso le llegaron a salir debido a su impetuoso ataque. Era una discusión tan tonta y sin sentido. Y ahí estaba el chiste. No se había dado cuenta de lo abrumado que estaba por tantas preocupaciones puesto que intentaba contenerlas todas y guardarlas lo más en el fondo que fuera posible. Y no se había dado cuenta de que simplemente lo que necesitaba era esto: un poco de muy malos chistes, para poder disipar tanta tensión colocada en sus hombros.


    Tanto Takahiro como Mahiro también se le unieron en esas risas. Parecía que después de todo, un poco de compañía no le haría mal.






    Una hora después, los tres estaban visitando a Akihiko en el lugar de descanso para personas de tercera edad. Takahiro aún no podía creer que fuera la mejor decisión. No, lo que no podía creer era que fue decisión de Akihiko. Bueno, tal vez, con el paso de los años algunas cosas tienden a ser un poco diferentes.


    El mismo Akihiko le había llamado para pedirle que vinieran de visita, no tardó mucho para aclarar su verdadera preocupación: Kazuki. No es como si no confiara el cuidado de su único hijo a un recién conocido y muy extrañamente galante caballero como lo era Akira. Era solo que tenía esta necesidad de sobreprotección corriendo por sus venas y que le pedía a gritos que cuidara de todas las maneras posibles de Kazuki.


    Disipó su mente de aquellos recuerdos dolorosos de la época en la que estaba distanciado de Misaki. Aquellos recuerdos siempre le traían dolor de cabeza. Y una sonrisa automática se dibujó en todo su rostro cuando vió a Kazuki llegar.



    —Papá, ¿Cómo has estado? —Lo saludó con un beso en cada mejilla, afectuosamente.

    —Guapo, famoso, millonario, irresistible. Uff, ya sabes, pero ahora que te veo, sí me siento bien.

    —Por lo menos estás sano eh.

    —Veo que has traído compañía.

    —Tío, tú siempre de buen humor.

    —Y tú siempre con ese sarcasmo Mahiro, ¿de dónde lo habrás sacado? Tu padre nunca fue bueno en ello.

    —Hola para ti, también Usagui —respondió con una sonrisa perspicaz Takahiro.

    —Aún no estás muerto. Eso es fantástico.

    —Y yo ya extrañaba tu afectuosa manera de mostrar tu amistad y cariño amigo.


    Akihiko sonrió de nuevo, extrañaba poder conversar con su viejo amigo, literalmente, en todas las palabras. Era bueno poder ver a alguien que le conocía de toda la vida. Recordando con un poco de tristeza que Hiroki ya había fallecido hacía unos cinco años, y que desde el funeral no había visto a Takahiro tampoco. No era culpa de nadie más que de la soledad de Akihiko. Él necesitaba tiempo para sí mismo. De cierta manera, siempre fue de esa manera. A excepción de Misaki, y luego Kazuki.


    Luego de unos pocos minutos y bocadillos traídos de contrabando, que se habían servido para la merienda, Takahiro y Mahiro se predisponían a despedirse, sabiendo de antemano que Akihiko quería compartir tiempo a solas con su hijo. Para sorpresa de todos, los invitó a quedarse para ver el vídeo de ese mes.


    Sí, Misaki había dejado un total de nueve vídeos junto a un montón de otros recuerdos en una caja, como regalo para Kazuki. En cada uno de ellos había mensajes para su hijo. Aunque Misaki lo llevaba en el vientre y aún no podía verlo, eso no impedía que sintiera que ya lo conociera de toda la vida.


    —¿Están seguros de que quieren que nos quedemos? No sé... —Takahiro dudaba de aquello, por obvias razones. No quería sentirse “entrometido” en lo que parecía un asunto más bien de ellos tres.

    —Hey, también eres mi familia tío. Además papá y yo queremos que vean esto. Es como si pudieras ver a tu hermano de nuevo, ¿no es algo maravilloso? Quizás pueda tener un mensaje para ti.

    —¿Eh? ¿En serio?


    Sonaba como si no se lo esperara en absoluto. Y sin embargo una esperanza más bien parecida a la felicidad se dibujó en sus orbes.


    —Vamos papá. También quiero ver al tío Misaki. Estoy ansioso por ello. Además son ellos los que insisten.


    Mahiro también estaba muy ilusionado de ver a Misaki. Él era apenas un niño de casi tres años cuando su tío había fallecido, pero todavía podía recordar las veces que lo cuidaba con tanto fervor y amor, que aquella calidez de los cuentos, canciones, y relatos de su tío se habían instalado en su corazón y memoria, para tatuarse permanentemente.


    —Los muchachos tienen razón Takahiro. Acompáñanos.


    —Realmente yo... —suspiró con una sonrisa— Está bien —Casi se había olvidado de que se trataba de su pequeño hermano. Misaki. Oh, cómo lo extrañaba, cada día, y en cada momento de su vida en que tanta falta le hacía. Misaki no lo sabía, pero resultaba que era él quien había sido el más fuerte de los dos. Y Takahiro más que extrañarlo, todavía lloraba su pérdida, todavía lo buscaba, y todavía lo necesitaba. Y es que existen ese tipo de dolores, de lo que nunca se van, solo te acostumbras a llevarlos contigo.


    —Vamos a ver ese vídeo.






    *-*-*-*-*-*-*







    Pese a que se habían reconciliado, ciertamente la relación entre ellos se había visto atrincherada. Ya no era la misma, y él tenía que cargar con toda la paciencia y el valor que se requerían para cuidar de su pequeño.


    Misaki se sentía terrible, estaba agotado y le habían dicho que debía descansar y no moverse, pero claro, era Misaki y ¿Cuándo había el hecho caso a nadie? Exacto, nunca. Akihiko había salido y al parecer tardaría muchas horas, tal vez días. Desde que regresaran del hospital parecía cada vez más distante y había llegado a irse hasta por un par de días, de todos modos, Misaki preparaba la comida para los dos cada día, la servía y esperaba todo lo que podía por si llegaba a casa, pero no lo hacía así que cubría el plato con plástico y lo guardaba en el refrigerador, casi siempre tenía que tirarlo y eso hacía que su corazón estuviera más y más despedazado. Usagui no quería nada suyo. Tal vez... incluso no lo quería más allí, si se iba, tal vez era porque no soportaba más su presencia. Lloró, tantas veces que no supo cómo es que no estaba seco aún. Pero su amor jamás lo vió, porque no estaba a su lado, porque ya no lo sostenía y su mundo comenzaba a desmoronarse poquito a poco.


    ¿Dónde habían quedado las promesas de permanecer siempre juntos? ¿Eran acaso meras palabras vacías que se producían en el calor del momento? De todas maneras, dolía. Quería, profundamente en su corazón, entender a Usagui, pero, su vida había cambiado tanto y ahora... ahora solo debía permanecer fuerte, porque debía hacerlo. Había alguien dependiendo de ello. Si como decía Usagui, era cuestión de elegir, con el corazón hecho pedazos, él, Misaki, ya había elegido hace tiempo.


    Al menos Takahiro estaba de su lado, no parecía feliz con su decisión y estaba asustado por la idea de perderlo, pero al ver el inmenso amor que Misaki le profesaba a su bebé no tuvo más opción de aceptarlo y comenzar a prepararse mentalmente para ello. Ganaría un sobrino, el amor más grande en la vida de su hermano, tan grande que daría su vida por él. Era su decisión, como había dicho Manami e iba a respetarla. Disfrutaría los últimos meses de vida del castaño aunque sufriera una herida insanable, lo haría.


    Sabiendo cómo estaba la situación con Usagui, decidió ir a visitarlo ese día. Se sorprendió mucho cuando un Misaki cansado y pálido le recibió y se apresuró a llevarlo al sillón. El menor tenía allí preparada una cámara lista para grabar y un par de cosas que usaría en su vídeo. Le explicó brevemente a Takahiro lo que estaba haciendo provocando un ataque de llanto del mayor al saber que su hermano nunca podría hablar con su hijo directamente y aquella sería la única manera en que el pequeño algún día podría escuchar su voz.



    —Vamos, vamos, todo estará bien ¿sí? —Le miró a los ojos, tristes, pero aún llenos de ternura y amor, Takahiro pensó que estaría mejor si se lo llevaba, en casa no le faltaría nada y estaría en paz, pero separarlo de Usagui de esa forma sería mucho más doloroso para él. Tras calmarse aceptó participar en el vídeo.


    Comenzaron a grabar.



    Misaki estaba sentado y ahora quien se alejaba de la cámara, habiéndola echado a andar claramente, era Takahiro. El menor sonreía, de forma desgastada y un poco melancólica, no como antes que parecía más entero y sano, sobre todo sano, pero seguía siendo Misaki.



    —Hola, pequeño Usagui. Hoy está conmigo Onii-chan, tu tío ¿sabes? Él es muy bueno y trabajador. Toda su vida se la pasó cuidándome hasta que vine a vivir con Usagui-san y aun así me cuidó desde lejos, a pesar de que él tenía a su propia familia ya. Así que se bueno con él, respétalo y hónralo, es tu familia, es todo lo que yo tuve desde que tus abuelos murieron, él jamás te va a abandonar.


    —Misaki... —decía su hermano sonrojándose por las palabras tan bellas que decía el menor. Tal vez no podría soportarlo. Después de todo, una vida como la suya, no podía simplemente desaparecer.


    —Vamos, es la verdad. Lamento no habértelo dicho antes, pero serás un gran tío, así como eres un gran padre. Por cierto, Mahiro, cuando veas esto, cuida bien de mi niño ¿sí? No dejes que lo lastimen, sea quien sea, hombre o mujer, protégelo, después de todo tú eres el mayor. Aunque sé que Usagui-san lo cuidará bien. Demasiado bien tal vez. —Ignoró la extraña mirada de su hermano pues sabía lo mal que estaban las cosas con el escritor, pero no dijo nada.


    Misaki sabía que todo iba a estar bien, al menos debía creerlo porque de otra forma no tendría fuerzas suficientes para sobrevivir a todo eso por seis meses más.


    —De acuerdo, de acuerdo. —aceptó Takahiro con una sonrisa leve.


    —De acuerdo. Entonces, pequeño Usagui, hoy quiero hablarte un poco sobre el amor y la familia. —haciendo acoplo de las energías que su hijo le daba, tomó un profundo respiró y continuó.


    >>—El amor es muy poderoso ¿sabes? No sé qué edad tendrás exactamente cuando veas esto pero seguro ya serás lo suficientemente mayor. Dudo que tu padre te deje salir mucho y menos tener pareja, ella o él tendrá que hacer mucho antes de ganarse su confianza y aprobación y aun así no creo que te deje ir del todo. Pero él es así. Es su forma de demostrarte lo mucho que te ama.


    >>—Ahora, quiero que sepas que a pesar de todo eso, sé que él jamás hará algo para lastimarte y eso incluye el no separarte por ningún motivo de alguien a quien ames. Él sabe que ser separado de la persona que amas es lo más doloroso del mundo y no lo hará. Te aseguro que no. —Tuvo que detenerse un momento y tragar saliva para contenerse y no estallar en llanto en ese mismo instante, debía resistir.


    —Así es —intervino Takahiro— Tu padre es un hombre necio, terco e infantil. Créeme, ha sido mi amigo durante mucho tiempo y nadie lo conoce tan bien como yo, excepto Misaki, claro. Pero es una buena persona y te amará mucho durante toda tu vida.


    —¿Lo ves? Incluso tu tío te lo asegura, así que no tienes que preocuparte por eso. Usagui-san solo se asegurará de que la persona a quien le entregues tu vida sea alguien que lo merezca realmente, no más. Pero, sobre lo que quiero hablarte es sobre la familia de tu pareja. Sé que las cosas no siempre son fáciles y hay muchas razones por las que podrían no aceptarte. Eres mi hijo y sé que estarás bien educado. Sé que serás una persona amable y honesta, dulce incluso, pero para algunas personas eso no es suficiente. No debería decirlo pero la verdad es que yo he tenido algunos problemas con tu abuelo, el padre de Usagui. Sé que una relación entre dos hombres no es lo normal, sé que no es aceptado, pero ¿me culparías? ¿Me culparías porque el amor de mi vida resultó ser un hombre? Nadie puede culparme por ello. Quiero que lo tengas bien claro. No tiene nada de malo, si la persona a la que amas no es una mujer, o no es de tu misma clase social, o no tiene la misma posición en el trabajo, absolutamente. El amor es amor y viene de muchas formas, colores y tamaños. Tú decides la manera correcta de amar. Puedes intentar ser aceptado por ellos pero si no lo consigues, en serio, no sufras por ello. Encontrarán la forma de sobrellevarlo. Respétalos, nunca les faltes al respeto. Siempre trátalos con amabilidad pero jamás permitas que te humillen o te hagan menos. El hecho de que no te acepten no es razón ninguna para que te traten de esa forma. Tienes un lugar en este mundo, un lugar único y especial que te pertenece. Yo te lo daré, así que protégelo, no permitas que nadie te lo quite ¿sí? —Misaki miraba intensamente la cámara, como si de esa forma su amor pudiera conservarse en ella y transmitírselo a su hijo, sonrió y después de algunos comentarios más y recomendaciones para lidiar con los problemas del embarazo finalizó el vídeo.





    —Me ha hecho bien hacer esto —comentó Misaki.


    —Creo que he quedado como tonto.


    —No lo hiciste. Yo creo que quedó muy bien pero si no te gusta puedo borrarlo y hacer otro.


    —No te preocupes. Mejor ve a descansar, has hecho suficiente esfuerzo por hoy.


    —Pero, Usagui-san...


    —Yo me quedaré a esperarlo. Tengo que hablar con él. No. No te preocupes, no pelearé con él. Lo prometo.



    Con esa promesa en el corazón, Misaki aceptó irse a dormir, en realidad, nunca supo si Takahiro vió a Akihiko esa noche y menos de qué hablaron.






    *-*-*-*-*-*-*









    La cinta se terminó de reproducir, pero la sonrisa en los labios de Akihiko se extendía por todo su rostro, pese a la inmensa añoranza dibujada en sus ojos. Los años no minimizan el amor, muy por el contrario, las raíces logran arraigarse con mayor fuerza al alma.
    Kazuki se limpió las lágrimas con la manga de su suéter, y una vez, creyendo haber recuperado su voz, se dirigió a su primo.


    —¿Salimos fuera Mahiro? Hay algunas cosas de las que me gustaría hablar contigo —En verdad Kazu solo quería darle el espacio necesario a los viejos amigos para poder hablar con tranquilidad.


    —Claro que sí Kazu. Es más, te invito a unas exquisitas galletas de la cafetería de enfrente.


    —Es un plan. —Ambos muchachos se despidieron brevemente de sus progenitores, Kazu con el habitual beso en la frente a su padre. A continuación salieron, dejando a los hombres solos.


    Las gotas saladas empañaban ahora los jeans casuales que llevaba esa tarde Takahiro.

    Akihiko, sin pensar en otra cosa, simplemente, se acercó a su amigo y colocó su mano por encima de la suya, allí donde fueron a estacionar las lágrimas fugitivas.


    —Él nos dio tanto. —Una simple afirmación que contaba mil historias en cuatro simples palabras. Ellas contenían tanto.

    —Tú hiciste de él, el hombre que fue. —Takahiro llevó la manga de su camisa a su rostro, para intentar sacudirse los pedazos de recuerdos desperdigados en gotitas saladas. Negó con la cabeza.

    —No. Misaki me hizo a mí. Yo simplemente tomé de su mano. No hubiera podido llegar a ninguna parte sin él. Usagui, sabes muy bien, tanto como yo, y tanto como él nunca lo supo, que era él el más fuerte de los dos.

    —Lo sé, mi amigo, lo sé. Pero definitivamente, lo hizo por ti. Para que te sintieras orgulloso de él, para cuidarte. Es lo que era Misaki. Siempre preocupado por quienes amaba, siempre anteponiendo su felicidad a la nuestra. Incluso cuando por una vez estaba tomando una decisión enteramente suya, fue por nuestro niño.

    —Es un muchacho extraordinario. —admitió Takahiro con el orgullo impregnado en su voz.

    —Lo es. Es mi muchacho, ¿no?


    Ambos hombres se miraron un momento para luego romper en carcajadas que contaron la ligera tensión de la tristeza en el aire.


    —Has hecho un excelente trabajo, Usagui. Quién lo hubiera dicho. Usami Akihiko, padre orgulloso de un joven escritor prometedor de un brillante futuro, y un increíble presente.


    —Lo sé. Lo sé. Soy genial, ¿no?


    Ahora era el turno de Takahiro de tomar la mano de su mejor amigo, y darle todo su apoyo y comprensión. No es que no lo hubiera hecho antes, pero era el momento preciso.


    —¿Cuándo le dirás a Kazuki? Tiene derecho a saberlo. Lo sabes.


    Los ojos atónitos de Akihiko casi salieron de sus cuencas. Pero rió ligeramente, sabía que con el tiempo Takahiro, pese a ser todavía algo despistado, podía leer perfectamente sus emociones.


    —Sabía que no podía engañarte.


    —¿Y bien?


    —No voy a hacerle eso a mi hijo. Y no. No hay punto de discusión. Todavía queda tiempo. Mi corazón no cansa de henchirse de amor y orgullo por él con cada paso que da. Ahora, solo estoy esperando a ver si Akira es merecedor de su corazón. Mientras tanto... no te preocupes, Takahiro. El tiempo es un preciado regalo que debemos devolver, ¿no?


    Takahiro lo miró con nostalgia y cariño. Haciendo un repaso por sus años de amistad, todavía le resultaba tan increíble como si fuera ayer que resultara este hombre en frente suyo, el gran amor de su Misaki. No era de extrañar que Misaki se hubiera enamorado. Lo verdaderamente sorprendente era el cómo Misaki se las había ingeniado no solo para permanecer, sino para seguir cuidando de todos ellos, incluso muchos años después de su partida.


    —Así es, Usagui.






    *-*-*-*-*-*-*









    —¿Eres feliz, Kazu?


    —¿Hmm? —El joven le sonrió con ganas mientras engullía la galleta en sus manos, luego de mojarla en la chocolatada.


    —Lo soy, Mahiro. —Mahiro rió, y limpió con una servilleta la comisura de sus labios. Kazu se sonrojó pero siguió en lo suyo, tras un breve puchero.


    —Pero hay algo que empaña esa felicidad.


    Kazuki terminó su galleta, antes de responder. E incluso esperó unos minutos. Mahiro no lo apuró.


    Suspiró.


    —Eso es cierto... Verás... —Brevemente, Kazuki le narró todos los hechos a su primo. Y más que los hechos, sus miedos, y hasta la incesante culpa con la que seguía viviendo. Mahiro tomó sus manos en todo momento, dejando que las lágrimas necesarias corrieran por las mejillas de su pequeño primo, mientras el corazón de su Kazuki se mostraba todo cual como era y estaba. Asustado, inseguro, frágil en su fortaleza. Bello en su tristeza.


    —¿Confías en él?


    Kazuki estaba logrando calmarse, recuperando de a poco el ritmo normal de su respiración.


    —Lo hago... y es justamente por eso que tengo miedo.


    —Hey, hey... —Con toda la paciencia y cuidado del mundo, Mahiro se levantó para ir a sentarse a su lado, colocándose de frente a él. Se acercó y con pequeños besos secó la humedad de sus mejillas. Con sus manos ordenó los mechones ya largos y desperdigados de su rostro infantil—. Está bien. Está perfectamente tener miedo, ¿lo sabes, verdad? Lo que te da valor, es lo que decides hacer con ese miedo.


    —No tengo ni la más pálida... idea... —admitió, avergonzado entre pequeños hipos.


    —Y eso está genial. ¿Acaso te has rendido? ¿Detestas a Akira? ¿Estás cansado, harto de él? ¿Ya no te hace feliz?


    —¡No! Es decir... sí... Yo no. No estoy cansado de él ni lo quiero lejos. Jamás podría hartarme de él. Lo amo tanto. No sabes todo lo que me ha apoyado en estos tiempos, Mahiro.


    —Y ahí, pequeño. Tienes tu respuesta. Eres tan fuerte, como cada vez que sonríes. Le dices sí al amor. Le dices sí a la vida. Le dices sí a cada día. Le dices sí a la lucha. Todo tiempo malo pasa, y nos pasa por una razón. Pero por sobre todo, quiero que entiendas, Kazu, que no estás solo. Con o sin Akira, y... ahora hay alguien para quien eres su máximo héroe.
    Kazu se llevó su mano a su vientre. Mahiro le sonrió en respuesta. Ambos rieron.


    —Tienes razón.


    —Siempre la tengo.


    —Engreído.


    —Caprichoso.


    —Gra-gracias.


    —Hey, eso no. Nada de eso. —Mahiro tomó la nariz de Kazuki entre sus dedos y fingió sacárselo—. Ahora tengo tu nariz, por llorón.


    —¡Mahiro!


    El aludido soportó los golpes de su primo entre risas, débiles amenazas y otras tantas cosquillas en manera de contraataque, mientras ignoraban las miradas extrañas de algunos cuantos aficionados a hurgar e envidiar los momentos felices de otros, en la pequeña cafetería decorada de manera antigua.


    El peso en su corazón se alivianó enormemente. Es sorprendente cómo la simple compañía de quien amas, o las palabras de un ser querido pueden cambiarte el estado de ánimo en cuestión de unas pocas galletas, y narices robadas.


    Más sin embargo, la gracia del momento fue abruptamente cortada por el mareo del castaño, nada más al levantarse.


    Mahiro lo sostuvo a tiempo.



    —Hey, Kazu-chan, ¿te encuentras bien?


    Pasado el susto, y en sus brazos sostenido, el chico pasó a reírse sin poder parar.


    —S-sí, yo creo que sí.

    —Oook... de todas maneras te voy a llevar a un médico. Porque si no necesitas ver a tu médico, necesitas un psiquiatra, eh.


    —Exagerado. No hace falta. No he dormido bien, y además, ha sido un día de muchas emociones.
    Un poco más serio, su primo le replicó.


    —Uh-uh. Vamos con un médico, Kazu. Esto no es normal. Estás por entrar en tu cuarto mes. —El menor no supo cómo discutir aquello, y de todas maneras, iba a ser llevado, quiera o no. Era menos mortificante pelear al respecto.


    —Ok, ok, señor ladrón de narices. —Todo el camino fue un festín de risas y bromas extrañas por parte de Kazuki. Mahiro no fue tan cruel como para recriminarle esos pequeños momentos de necesitada locura.







    *-*-*-*-*-*-*









    Por otro lado, un joven empresario, con los cabellos negros ébano revueltos por la frustración y el enojo, reprochaba, golpeando con el puño cerrado sobre el escritorio, en donde, del otro lado, un hombre impávido y de mirada glacial lo contemplaba con la más temerosa tranquilidad.



    —¡No puedes hacerme esto!


    —Puedo y lo estoy haciendo. Akira. Es tu deber. Está todo listo y preparado. Incluso el pasaje, la estadía, el cronograma de actividades. El tiempo mínimo son tres meses. Sabes muy bien que hay otros negocios que hay que cerrar. Pero la subasta es lo más importante, y lo primordial en estos momentos. Dentro de dos semanas estarás en Estados Unidos. Uno de los propietarios debe ir, y como yo no puedo, y no confío en nadie más, irás tú en mi lugar.


    —¡NO! ¡CON UN CARAJO! ¡Tengo una vida, un prometido y un hijo que atender acá!
    Apenas una ceja fue levantada por el hombre.


    —Lo hubieras pensado mejor antes de mezclarte con esa clase de gente.


    Akira con un manotazo tiró todo lo que había encima del escritorio de su padre, haciendo añicos unos vasos y una botella de vino tinto, junto con el desastre desparramado en el suelo. Su padre no se inmutó ni por un segundo.


    —¡¿Qué clase de gente?! ¡¿Inmoral, indecente, gay?! O, ¡¿Amable, inteligente, hermoso, incomparable, gentil, y el hombre que me ama?! ¡Soy un hombre adulto, maldita sea! ¡Ni siquiera sé por qué tengo esta discusión contigo! Ah, ya sé, ¡¿Será porque el hombre que amo, y padre de mi hijo, tu nieto, me pidió que respete a mi familia?!


    Por vez primera el hombre dio señales leves de perturbación, o quizás simple incredulidad.


    —¿Es todo? O, aquí hay otras cosas que puedes romper. Hijo...


    —¡No me llames así!


    —Akira. No pienso volver a discutir el punto de tu... —La expresión de su rostro de absoluto asco solo arrugaba aún más su decrépita apariencia—... unión con ese... muchacho. Te he llamado por tus deberes. Tus obligaciones para con tu familia, tu patrimonio, y tu empresa deben ser tu prioridad número uno en tu lista de actividades. O acaso, ¿quieres dejar en la ruina a tu bastardo? ¿De qué vas a vivir sino? ¿De la fortuna del anciano asqueroso de Usami? Ya quiero verte con el mismo orgullo, cuando te quedes sin absolutamente nada, y ese... muchacho no tenga con qué darle de comer a ese...


    En menos de un parpadeo, Akira tenía a su progenitor, contra la pared, con los pies a escasos centímetros del suelo, y el cuello de la camisa arrugada, tomada de los puños de aquel con mirada furibunda, y el azul de sus ojos como el color de una noche enfurecida antes de la tormenta.


    —NO.TE.ATREVAS.A.VOLVER.A.HABLAR.DE.MI.HIJO.O.DE.MI.FAMILIA. —Akira escupió a un lado, sobrecargado de ira, y un puño fue a dar contra la pared, al costado de la cabeza de aquél quien imperturbable lo miraba con nada más que humillación en los ojos.
    Porque sí. La familia de Kazuki era más su familia, que sus padres... o lo que eran en verdad, una sociedad de negocios.


    Con el enojo hirviendo en sus venas, y antes de que tomara el valor suficiente para olvidarse de sus principios, o del hermoso rostro de Kazuki frente a sus ojos pidiéndole que no lo haga, y pudiera golpear a gusto al que tenía en sus manos en estos momentos, lo soltó sin más, dejándolo caer al suelo, solo porque no podía caer más bajo.


    Al salir cerró con furia desmedida la puerta, importándole una mierda la mirada asustada de la secretaria.


    No podía creer el nivel de bajeza de su propia sangre. Incluso rió con amargura, mientras bajaba por el ascensor e iba camino al estacionamiento. Nunca pensó que iba a ser fácil enfrentarse con su familia, pero esto sobrepasaba cualquier paciencia humana.

    Kazuki. Solo tenía que pensar en él para recuperar su sosiego extraviado. Pero es que ciertamente no podía dejar de pensarle en ninguna situación, y menos recordando sus palabras, sus consejos acerca del trato para con su familia.



    —¡NO! —Golpeó el volante de su auto, una vez en él. No iba a ir por ese camino. ¿Cómo podría incluso solo llegar a pensar en echar sobre Kazuki, el hecho de que no pudiera enfrentar como era debido a sus padres por su cobardía? Esto solo le confirmaba lo imbécil que era.


    Como si fuera cosa de llamarlo con la angustia de su mente y la quemazón en su pecho, el celular sonó, indicándole que su novio lo estaba llamando.


    Akira solo tomó dos inhalaciones profundas, antes de contestar.



    —¿Mi am...?



    Todo rastro de cólera se evaporó al instante, siendo reemplazado por una sobrecogedora preocupación al escuchar los sollozos del otro lado del teléfono y la respiración entrecortada de Kazuki.



    —A...Aki... ven... ven, por... por favor....




    Continuará...


    Edited by Lady Trifecta - 10/6/2015, 03:46
     
    Top
    .
  15. Misaki_Nya
        +1   -1
     
    .

    User deleted


    Me encanta, amo el fic, es muy buena la historia ya quiero la conty!!!
     
    Top
    .
19 replies since 15/9/2013, 17:31   1318 views
  Share  
.