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  1. Volkov.
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    “Me engañé a mí mismo para no tener que hacer esto... No quiero hacer esto...” “N-no puedo...”



    -¿Por qué…? – pregunté, sorprendido. De pronto sentí como Iago me hacía un corte superficial con el cuchillo y luego lo dejó caer al suelo, mientras correspondía a mi beso con desesperación y pasaba sus brazos alrededor de mi cuello. Nuestros encuentros siempre habían sido violentos y lujuriosos, pero este mismo estaba cargado de pasión y desesperación. Yo presioné mis labios contra los suyos en un arrebato, pero luego entreabrí mi boca para capturar su lengua con deseo, entretanto que cerraba los ojos y profundizaba cada vez más el beso. Y entonces decidió terminar, mientras se le caían las lágrimas, y escondía su cara por vergüenza, sin dejar de llorar. A diferencia del resto de mis víctimas, ni disfruté ni encontré ningún placer al ver a Iago de aquella forma. Hice caso omiso a su palabrería y aparté las manos de su cara, luego limpié sus lágrimas con el dedo pulgar y me llevé una de ellas a la boca para saborearla – No lo sé, yo iba a hacerte la misma pregunta. Si no te mato aquí y ahora, me meterás entre rejas y después me llevarás a la silla eléctrica, y sin embargo estoy aquí besándote y consolándote con caricias, mientras despiertas nuevas y extrañas emociones en mi interior que nunca antes había sentido por ninguna otra persona. Así que, dime, ¿qué debo hacer? ¿te mato y me libro de la cárcel? o ¿te dejo con vida y me detienes? – di un suspiro, resignado – Por cierto, no creas que con tu explicación me he olvidado de tu compañero; me da exactamente igual el motivo por el que lo besaste (aunque no llego a entender bien por qué), pienso matarle igualmente… si vuelves a acercarte a él con ese tipo de intenciones. No me gusta cómo te habla, no me gusta cómo te mira, no me gusta… – y entonces callé, de repente, al darme cuenta de una cosa más importante; yo estaba celoso y los celos eran un sentimiento que nunca antes había sentido por nadie. ¿Acaso mi vecino había despertado esa parte en mi cerebro que anulaba mis emociones?

    Tal vez, porque cuando acabó de relatar la historia de su vida y aunque mi rostro no tenía ningún tipo de expresión, parpadeé repetidas veces notando una incómoda molestia en mis ojos cuando, de pronto, derramé una única lágrima por el ojo izquierdo que fue a parar directamente al rostro de Iago. ¿Acaso... acaso era esta la reacción que esperaba mi médico por aquel entonces cuando vi aquel cadáver? ¿acaso… era esta la emoción al sentirse triste? – Es la primera vez que… lloro – admití, asombrado, pero no tuve tiempo para disfrutarlo porque mi vecino cogió el cuchillo y volvió a colocarlo bajo mi cuello, aunque a decir verdad no me importó en absoluto porque primero yo ya me había encargado de psicoanalizar a Iago para saber que no podría hacerlo y segundo porque en realidad mi vida no me importante tanto como sentirme amenazado por hombre que ni si quiera era capaz de acabar conmigo cuando tuvo la oportunidad de hacerlo – No debe de ser fácil, supongo, no lo sé, no puedo sentir las emociones como tú o cualquier otro, pero lo que sí sé es que no puedo imaginarte con otro hombre que no sea conmigo, no quiero, me niego, tú eres sólo mío. Iago, si tú me lo pides, sólo si tú me lo pides, les haré pagar a cada uno de ellos por todo lo que te hicieron en el pasado, en especial a ese hombre del que me has hablado hace un momento – callé, acongojado, viendo como llevaba el cuchillo a su propio pecho, antes de mirarme fijamente a los ojos para poco después recibir una caricia en mi rostro. No me lo pensé dos veces y rodeé su mano con la mía haciendo una leve presión por si se le ocurría la brillante idea de acabar allí mismo muerto – Iago, yo no te beso porque te quiera o mato porque sienta odio hacia los demás, es algo difícil de explicar, pero que no pueda sentir nada no significa que no sepa distinguir lo que realmente quiero en mi vida, y lo que quiero es que dejes de clasificar lo que está bien de lo que está mal y te olvides aunque sólo sea por esta noche de quienes somos en realidad. Joder, definitivamente eres…idiota, pero yo lo soy todavía más; ¿de verdad piensas que aún quiero matarte, cuando estoy aquí encima de ti besándote? ¿de verdad piensas que no “siento” nada hacía a ti después de haberte podido matar tantas veces?

    -Deja de morderte el labio de ese modo… – cogí mi cuchillo y volví a meterlo en el sitio correspondiente de su cinturón –… ese es mi trabajo – cogí su cara entre mis manos y volví a besarlo, aunque esta vez mis besos tenían otra clase de intención y no dudé en morder sus labios con pequeños bocados – Tengo hambre, ¿por qué no cenamos? – le propuse haciéndome a un lado y lo decía muy en serio. Me levanté de encima suyo y le ayudé a ponerse en pie, antes de coger la silla que había estampado contra el armario y volver a ponerla en su sitio para que se sentase. Pero en cuanto me llevé el primer bocado a la boca me di cuenta de que la comida se había quedado fría y que no valía nada, además en frente mía tenía una comida deliciosa y no me refería precisamente ni al salmón ahumado ni a las copas de chocolate que había guardado en la nevera – Suficiente, “pasemos al postre” – me levanté de mi asiento y me detuve a medio camino, para quitarme el cinturón de cuchillos y la pistola con silenciador que tenía pensado utilizar contra Iago – Sin trucos, ¿de acuerdo? voy desarmado, “no puedo hacerte… daño” – dije levantando las manos en alto – No quiero hacerte daño, quiero hacerte sentir bien conmigo, quiero que disfrutes de esto, quiero… hacerte “olvidar” tu pasado – después me acerqué hasta mi vecino y me incliné hasta él para volver a besarlo, pasé la mano por detrás de su nuca con la intención de que se pusiera en pie de nuevo y con el brazo que tenía libre tiré al suelo la comida para después tumbarlo sobre la mesa del comedor – ¿Qué piensas de todo esto, Iago? – mis besos pronto te convirtieron en mordiscos por su mentón, mientras empezaba a desabrocharle la camisa – ¿Está disfrutando, agente? – bromeé, susurrándole al oído, antes de notar el chaleco anti balas que llevaba debajo – ¿Te gusta cuando te toco? – insistí, descendiendo por su cuello, entretanto que mi mano ahora se deslizaba libremente por su pecho desnudo – O… ¿prefieres que detenga todo esto? – aunque no esperé una respuesta por su parte y seguí mi camino hacia abajo para pasear mi boca por su pecho y sus pezones… hasta que, de pronto, me detuve – No, así no. No aquí.

    Tiré de su muñeca para llevarlo a su dormitorio y deshacerme tanto de su camisa como del chaleco antibalas que llevaba puesto, dejándole únicamente con los zapatos y los pantalones del trabajo – Pero bueno, Iago, ¿qué os enseñan hoy en día en la universidad? me decepcionas, ¿en realidad pensaste que te mataría tan fácilmente de un disparo en la cabeza? – no sé que me ofendía más; si el hecho de que pensara lo simple que eran mis crímenes o que no me conociera tan bien como yo a él – Lo siento, no quería decir eso, déjame compensarte por mi error; quiero besarte y acariciar tu cuerpo, quiero que te relajes y disfrutes mientras te hago el amor – pero se me escapó una risa irónica que hizo tambalear mi mentira – Perdona otra vez, te estoy mintiendo, aunque te prometo que lo he intentado; ¿sabes? no paro de pensar en coger tus esposas y atarte a la cama, déjame un minuto para pensar, mi imaginación es muy amplia como ya has podido comprobar – y con toda la desfachatez le quité las esposas que llevaba en el cinturón del uniforme y apresé sus muñecas para atarlas al cabezal de la cama con el fin de inmovilizarle – No me malinterpretes; me encanta que me acaricies, pero esta noche tengo otros planes para ti – y mientras volvía a besarlo con la intención de tranquilizarlo, sucedió lo peor. Una mirada rápida en el espejo de su cuarto me mostró a mí mismo apuñalando a Iago en aquella posición, mientras la imagen del espejo no dejaba de sonreírme a placer, hecho por el que me aparté bruscamente de mi vecino y rompí el beso apartándome rápidamente de él – No, no, no, no… ahora no – retrocedí hasta que mi espalda tocó contra la pared y me deslicé hacia abajo hasta sentarme en el suelo, me llevé las manos a mi rostro y mecí mi cuerpo con la intención de recuperar el control de mi mismo – Iago, tienes que irte cuanto antes… – dije sin darle más explicaciones.

    Me acerqué rápidamente a la cama con la intención de desatarle y busqué a tientas por los bolsillos de su uniforme hasta que encontré la llave… sin embargo, cuando estaba a punto de llevarla a la cerradura, sonreí cínicamente, y tiré la llave al otro extremo de la habitación – ¿Creías… que te librarías de mí tan fácil, agente? Qué lástima que no me acompañaras a por las pastillas antes – me levanté de la cama y salí de la habitación para dirigirme a mi apartamento y traer conmigo tanto el fonógrafo con el disco de vinilo de Pachelbel Canon en D mayor como el cinturón de cuchillos – Te contaré un secreto, ¿de acuerdo? yo siempre escondo unas pastillas de repuesto en el último cajón de la mesita, lástima que no me acordara – de pronto, el timbre de la puerta sonó – ¿Iago? Soy Jack, sé que no son horas de molestar y que no debería haber venido a tu casa sin llamar, pero… – yo le dediqué una fría sonrisa a mi vecino – Y hablando del rey de Roma, por la puerta asoma – pero justo en ese preciso momento, volví a recuperar el control de mi mismo, recogí la llave que había tirado y liberé a Iago – Vístete y vete con él – después me dirigí al recibidor para abrirle la puerta la dichoso Jack, quien no le hizo ninguna gracia verme a esas horas en aquella casa – Tú… ¿qué estás haciendo aquí? – me preguntó, acusatoriamente – Nada, nada, yo ya me iba – pero entonces su compañero me pegó un empujón y a punto estuvo de darme un puñetazo, por suerte le agarré su mano a tiempo y le retorcí la muñeca hasta que le hice hincar la rodilla en el suelo. Estaba dispuesto a rompérsela y durante un segundo una sonrisa apareció en mi cara, aunque acabé por soltarle antes de que me arrepintiera y me dirigí a grandes zancadas a mi casa.

    Del portazo que metí no se cerró bien la puerta y se quedó entreabierta. En aquel momento se desató una tormenta con la mala fortuna que cayó un rayo en el edificio contiguo y nos quedamos toda la calle sin luz. Yo estaba en mitad del comedor de camino a mi dormitorio cuando me quedé a oscuras y mi primera reacción al no ver nada fue gritar, le tenía fobia a la oscuridad y no podía soportarla. Los recuerdos de mi padre y las palizas que me pegaba en aquel sótano volvieron a mi cabeza, y como no había tomado mis pastillas parecían reales e incluso podía verlos delante de mí como si se tratase de una película. Vi a mi padre golpearme a mí con ocho años y cuando se cansó de pegarle a mi yo menor se dio la vuelta en mi dirección, yo retrocedí un paso y corrí a esconderme a mi habitación. Me hice un ovillo en un rincón y abracé mis rodillas con mis brazos, mientras escondía mi cara en mis muslos y escuchaba pasos acercándose hacia mi posición – Iago… – susurré, asustado. Para colmo la alucinación no se detuvo y ahora podía escuchar a la perfección las voces de las víctimas que había matado a lo largo de todos estos años susurrándome al oído, me decían que tenía que matar a mi vecino y a su compañero – Iago, Iago ¡Iago! – grité, buscándole en la oscuridad. Mientras tanto, en el apartamento de Iago, Jack se dirigió al dormitorio de su compañero y cuando lo encontró no dudó en abrazarlo – Iago, gracias a Dios, estás bien. Escúchame, si el beso que me has dado ha significado algo para ti, quédate conmigo, no vayas con él.

    Edited by † Miss Skull † - 30/7/2014, 17:54
     
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