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  1. Volkov.
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    Me apoyé en el cuerpo de Iago para entrar dentro de su apartamento y aunque cojeaba de la pierna izquierda no descargué todo mi peso en él por miedo a aplastarlo, luego me hizo sentarme en el sofá mientras me regañaba por mi ¿imprudencia? como si fuese un niño pequeño y me desvistió de arriba abajo para que entrase en calor con unas mantas que trajo previamente de su dormitorio. Después me abrazó y me besó sin ningún pudor, entre tanto que yo me dejaba hacer, me hubiese gustado que se quedara a mi lado en aquel momento, pero en cambio volvió del baño con un botiquín entre las manos para curar heridas superficiales – Lo siento, te estoy poniendo en un aprieto; si la policía descubre que estás ayudando a un fugitivo a escapar no sólo te convertirás en mi cómplice y te retirarán la placa, sino que además puedes acabar en la cárcel o… en la silla eléctrica por culpa de mis crímenes, tengo que irme – me levanté, desnudo, y caminé en dirección hacia él para apartar las manos de su rostro, luego le tomé por la barbilla y le obligué a mirarme a los ojos antes de darle un beso de despedida en la frente. Después me dispuse a vestirme otra vez para marcharme cuando, de pronto, sentí una fuerte presión en mi cabeza como un zumbido tan molesto que me obligó a sentarme en el sofá mientras me sujetaba la cara entre mis manos y ponía la cabeza entre las piernas – Perdón, ya me voy…– pero nada más me puse en pie perdí el equilibrio y me caí encima de Iago, empujándolo sin que fuera mi intención y cayendo ambos al suelo. Yo volví a llevarme una mano a la cabeza mientras masajeaba suavemente mis sienes, sin embargo el dolor era cada vez más intenso por momentos y ahora aquel zumbido era como un grito desgarrador en mi cerebro – Me duele… me duele la cabeza, Iago…– le confesé, mientras intentaba hacerme a un lado y le ayudaba como buenamente pude a ponerse en pie, entonces aquel grito calló para dejar paso a una voz, una voz grave y oscura que conseguía erizarme todo el vello del cuerpo y que me producía escalofríos. Y tal como “él” me dijo lo solté de malas formas y lo empujé contra el sofá, no sé porque pero, de repente, su cercanía, besos y caricias me molestaban, incluso los aborrecía, me producían aprensión –… haz que pare, por favor, ¡HAZ QUE PARE! – grité, desesperado, arañándome las sienes y haciéndome sangre. A continuación me levanté y tomé a mi vecino por los brazos, haciéndole daño, antes de soltarle de nuevo y caer de rodillas a sus pies, cabizbajo – Iago, no puedo más, mis pastillas, ¿dónde están? necesito mis pastillas…– me levanté a toda prisa y corrí en dirección hacia mi piso donde miré por todas partes, abrí cajones e incluso rompí muebles para encontrar las dichosas pastillas, pero al no hallar nada volví a casa de mi vecino con las manos vacías. Yo estaba muerto de miedo, nervioso y angustiado por la situación y, sobre todo, cuando vi a Joe en el apartamento de Iago apuntándole con una pistola en las sienes tras él – ¿Buscas esto? – me preguntó, enseñándome el bote de pastillas antes de darme un golpe contundente en la nuca con un objeto que nunca llegué a saber a ciencia cierta ni quien blandía ni de que se trataba, pero que me dejó noqueado durante al menos un par de horas mientras todo se sumía en una completa oscuridad.

    Cuando desperté estaba atado de pies y manos a una silla con correas de cuero, al igual que Iago, quien se encontraba a mi lado. A juzgar por la estructura del edificio debíamos encontrarnos en algún polígono abandonado y bastante alejado de la civilización pues, a fuera, no se escuchaba ni un alma ni se oía ningún ruido de coche – Iago, ¿estás bien? – le pregunté, agitado, cuando de pronto Joe me dio un golpe con la culata de su pistola que me dejó tan aturdido y fuera de sitio que no me di cuenta de cómo un líquido rojizo y caliente bajaba por mi cara y se deslizaba por mi mentón hasta el suelo. Observé con miedo y nerviosismo como aquel maldito condenado arrastraba la silla de mi vecino para situarla en frente de mí, mientras a un lado había todo un repertorio de artilugios médicos de operación; bisturís, sierras, alicates, martillos y clavos – ¿Ya has despertado? Bien, porque quiero que veas, escuches y sientas lo que voy a hacer con Iago – yo me debatí con rabia e impotencia para intentar liberarme inútilmente de mis ataduras cuando lo vi coger unas pinzas y es que por más que yo gritara o pataleara desesperadamente me fue imposible evitar que le arrancase la uña del dedo gordo de su mano izquierda. El muy cabrón empezó a reírse como un maníaco y me miró con una sonrisa en los labios, incitándome a seguir su juego, invitándome a participar en aquel macabro espectáculo – ¿Quieres probar, Ramsay, o es que acaso se te ha olvidado cómo hacerlo? – Joe me ofreció los alicates, retándome, a sabiendas de que no podía cogerlos porque estaba maniatado, yo lo miré con absoluto desprecio y negué con la cabeza de un lado para otro con desaprobación. Reacción que le llevó a saltarle la segunda uña sin ningún tipo de miramiento mientras los gritos de Iago me torturaban los oídos, y fue en aquel momento cuando comprendí que no estaba fustigando a mi vecino sino a mí con su sufrimiento… ¡tenía que pensar en algo y rápido! – Lo estás haciendo mal, ¿y tú quieres trabajar conmigo? ¿por qué iba a colaborar con alguien tan incompetente como tú? sólo eres un aficionado – y esto fue el detonante para que Joe me intercambiara por Iago; mi plan había funcionado. Sólo tuve que buscar dentro de mí y preguntarme qué es lo que más rabia me daba, que es lo que peor me hacía sentir cuando mataba, daba igual que cualquier persona apelara a la buena bondad (que no tenía), no, a mí lo que realmente me molestaba era que criticaran o se burlaran del trabajo que durante tanto tiempo me había costado maquinar minuciosamente.

    -Sé lo que estás pensando, Ramsay; crees que si criticabas mi trabajo te intercambiaría por Iago, piensas que has conseguido tu objetivo pero lo que tú no sabes es que yo ya lo tenía todo planeado, estás equivocado si piensas que voy a torturarte por ese motivo, no, voy a traer a Ramsay Black de vuelta para que vuelvas a ser tu mismo. Creo que has olvidado lo que es el dolor y lo bien que nos hace sentir por dentro, así que déjame ayudarte a recordar para que te liberes de esos absurdos sentimientos y acabes tú mismo con Iago – maldito hijo de puta pensé, apretando puños y dientes cuando me empezó a quitar alguna que otra uña tanto de la mano como el pie derecho, también me hizo múltiples cortes por todo el cuerpo e incluso me llegó a taladrarme algún hueso, por no mencionar las descargas eléctricas y las quemaduras con fuego. Todos aquellos aparatos de tortura me dejaron agotado y malherido, pero no lloré ni grité y mucho menos supliqué mientras hacía por mantenerme sereno… pues, en el fondo, Joe sabía tan bien como yo que no me desagradaba tanto – Dime quien eres – me dijo muy serio – Vete a la mierda – y eso me hizo ganarme otro maratón de tortura en el que ya no pude más y grité e incluso forcejeé hasta que empecé a reírme con histeria mientras se me saltaban las lágrimas de alegría. Joe había conseguido lo que quería, traerme de vuelta… o al menos eso era lo que yo le había hecho pensar, ¿funcionaría? – ¿Cómo te llamas? – me preguntó para asegurarse – Yo soy… Ramsay Black – lo que él no se esperaba era que nada más aflojó las correas de seguridad, le di tal puñetazo en la cara que cayó al suelo de espaldas y, como venganza, Joe cogió un bisturí para rebanarle la garganta a Iago, algo que nunca ocurrió cuando tomé uno de los cuchillos y caí sobre él para apuñalarlo con saña. No sé cuánto tiempo pasó ni cuantas puñaladas le di en el pecho, pero cuando terminé con él estaba manchado de sangre de la cabeza a los pies; cara, camisa y manos – Alto, si me matas volverás a ser el de siempre – yo sonreí con cinismo – No, te equivocas, ahora tengo a alguien a quien proteger – le aparté la mano de un empujón y le rebané el pescuezo, mientras la sangre salía a borbotones de su cuello. Y no sentí lástima, dolor o remordimiento, simplemente me quedé mirándolo con indiferencia antes de levantarme del suelo.

    Aún con el cuchillo en la mano y manchado de sangre, arrodillado en el suelo y sobre Joe levanté la mirada hacia Iago. Era extraño porque aunque lo miraba, no lo veía y, si me hablaba, su voz sonaba lejana como un eco en la montaña, a decir verdad yo sólo olía a sangre fresca y sentía la adrenalina corriendo a través de mis venas después de acabar con la vida de una persona – Tienes que irte, aún no estás a salvo… – le avisé, guardando el cuchillo en el cinturón de cuero que Joe me había robado y que no dudé ni un segundo en ponerme de nuevo, antes de acercarme hasta mi vecino para liberarlo de las correas de cuero. Miré su mano ensangrentada y rompí mi propia camisa para vendar con cuidado tanto su dedo pulgar como anular, luego lo solté de nuevo sin demasiados ánimos, mientras mi mente gritaba que volviera a maniatarlo –…vamos, márchate, Iago, por favor, ¡MÁRCHATE…! – poco a poco sentí como iba perdiendo el control de mi mismo; mis cambios de humor, la forma agresiva de hablar a mi vecino o los gestos toscos sólo eran el principio de algo mucho peor. Le di un empujón para alejarlo de mi lado y rebusqué en la chaqueta de Joe para coger el bote de pastillas, antes de abrirlo y… en vez de tomarlas las tiré al suelo –… o mejor quédate conmigo, ¿por qué no nos divertimos un rato, Iago? – no le di tiempo a reaccionar, corrí en dirección hacia él y lo derribé contra el suelo, antes de darle una patada en el estómago y colocarle el mismo cuchillo que había utilizado para matar a Joe bajo el cuello. Luego le invité voluntariamente obligado a volver a sentarse en la silla, donde volví a atarlo de pies y manos mientras pensaba en cómo iba a matarlo – Dime, Iago, “¿qué coño hago yo ahora contigo?”

    -Me tenéis hasta los cojones… – dije mientras me paseaba de arriaba abajo, alterado – Joe; intentando plagiar mis crímenes, me tenía hasta la polla con sus malditas imitaciones, por no mencionar que quería acabar contigo, algo que sólo YO tengo derecho. Jack; el eterno segundón, siempre metiéndose por medio, la próxima vez que lo vea le contaré lo bien que nos los pasamos follando… antes de rebanarle el cuello. Y en cuanto a ti, Iago; voy a hacerte pagar por hacerme sentir débil y haberme humillado de este modo, creías que podrías domarme y tenerme bajo tu control como a un perro… pero te equivocas, esta noche voy a acabar lo que debí haber hecho hace ya mucho tiempo atrás – yo saqué el cuchillo con la intención de acabar con la vida de Iago pero, entonces y como salido de la nada, Jack se abalanzó contra mi espalda, deteniéndome y forcejeando para que soltara el cuchillo mientras ambos rodábamos por el suelo. Entonces su maldito compañero quedó encima de mí e hizo algo que jamás me hubiera imaginado, primero me pegó un puñetazo aprovechando que yo estaba malherido para dejarme desorientado y luego cogió un puñado de pastillas del suelo para metérmelas en la boca a la fuerza, a presión. Yo, asombrado, me lo quité de encima de un empujón y tosí repetidas veces para intentar regurgitar las pastillas sin ningún resultado, de modo que me levanté rápidamente y con furia empecé a propinarle una patada tras otras hasta que al final lo dejé inconsciente en el suelo – Más tarde me ocuparé de ti – entonces volví a coger el cuchillo y me acerqué peligrosamente a Iago, mientras lo blandía en el aire dispuesto a matarlo pero… algo extraño ocurrió en el último momento. Y es que en vez de hendir la hoja en el cuerpo de mi vecino, me detuve en seco, como si mi mano no quisiera hacerme caso, entre tanto que yo forcejeaba conmigo mismo como si dentro de mi persona fuésemos dos seres luchando por el control de mi cuerpo. Cuando, de repente, uno de los dos tomó el control y el cuchillo descendió hacia abajo, pero en vez de apuñalar a mi vecino, me lo clavé yo mismo en el estómago antes de caer de rodillas al suelo mientras me desangraba rápidamente y todo se volvía cada vez más negro por segundos… ¿por qué hacía tanto frío?

    Si sigo vivo, lo ignoro, y si estoy muerto, no entiendo porque siento tanto dolor. A lo lejos oigo voces de gente que no conozco, movimientos rápidos, todo el mundo parece nervioso, pero yo estoy tan tranquilo que vuelvo a cerrar los ojos – No sobrevivirá, es una lástima que las pastillas le hicieran efecto a última hora… – escucho cuando vuelvo a abrirlos, hay alguien a mi lado, vuelvo a sentir calor en mi cuerpo, sobre todo en la mano derecha. Intento girar la cabeza, pero siento que me pesa más que nunca, así que permanezco quieto como una estatua, mientras todo vuelve a sumirse en completa oscuridad –…lo necesitamos una vez más para atrapar al pederasta, no quiero que participe en este caso porque podría tomárselo como algo personal, señor Zenatti…– un momento, ¿de qué están hablando? ¿se trata del pederasta del que Iago mencionó en su pasado? ¿está suelto? ¿lo sabe mi vecino? Yo intento moverme, pero mi cuerpo no me responde, intento abrir los ojos, pero siento los párpados cansados – ¿…ha perdido el juicio? ¿cómo vamos a reinsertar a un psicópata en la sociedad? O peor, ¿cómo piensa hacer para que vuelva a trabajar en el cuerpo de policía si es que sobrevive a sus heridas? – no sé cuánto tiempo ha pasado desde entonces pero, de repente, logro abrir los ojos y ahora entiendo que por culpa de las correas que me atan a la cama no podía moverme. Siento un profundo dolor en el estómago, siento que me falta el aliento, me ahogo y no puedo evitar empezar a gritar cuando descubro que la habitación está a oscuras y, a fuera, hay una tormenta de rayos… tengo miedo – ¿¡Dónde estoy!? ¿¡Qué es lo qué ha pasado!? ¿¡Dónde está Iago!? ¿Por qué… por qué estoy atado?

    ...


    Aquel día entré en el programa de rehabilitación sin pensármelos dos veces por Iago; por la mañana daría clases de criminología forense a los agentes de policía ya que suponía un peligro público relacionarme aún con civiles en sociedad, podría elegir una actividad de ocio cerca de la población siempre y cuando estuviese acompañado en todo momento por un agente, es decir, mi vecino, por las tardes iría al psicólogo para que el experto pudiese determinar si les estaba mintiendo o verdaderamente estaba progresando en mi recuperación y, por las noches, me libraría de dormir en la cárcel si me quedaba en un piso piloto acondicionado previamente para mí por las fuerzas de la ley y, por supuesto, vigilado por Iago. En fin, todo un paripé a mi modo de ver, pero necesario al fin y al cabo si quería demostrarle a mi vecino que podía cambiar en la medida de lo posible y llevar medianamente una vida normal sin matar a nadie. Como iba diciendo entré en clase vestido con un traje chaqueta de color gris, también llevaba un chaleco del mismo color al igual que la corbata en un tono más oscuro, una camisa blanca, pantalones, cinturón de cuero y unos zapatos de piel, no hacía falta decir que todo estaba planchado al milímetro, limpio e impoluto. Al igual que mi aspecto, llevaba el pelo con la raya a un lado y perfectamente peinado, me había afeitado e, incluso, me eché colonia para dar una buena impresión. Pero, a pesar de que estaba dando clase desarmado y con mi juramento por bandera de que no haría daño a nadie, allí estaba Jack apostado en la puerta con una muleta por culpa de la paliza que le di el otro día y Iago velando por la seguridad de los novatos por si la situación se me iba de las manos. Y lo cierto es que poco faltó cuando dejé el maletín sobre la mesa de madera y descubrí que estaba sucia, yo me miré la mano con cara de asco e hice acopio de todas mis fuerzas para sacar un pañuelo y limpiarlo todo en un momento bajo la mirada atenta de los cadetes que me observaban extrañados. Luego mi mirada fue a parar a uno de aquellos pobres desgraciados a quien lo vi tragar saliva y ¿retroceder un paso? mientras me acercaba en su dirección con tranquilidad y me paraba delante suya mirando fijamente la camisa de su uniforme – Tienes un botón desabrochado, abróchatelo – el alumno me miró, extrañado, sin comprender la situación – Pero es que me ahoga, señor – yo giré la cabeza a un lado, sonriendo de medio lado, antes de coger y abrochárselo por mi mismo – ¿Aún respiras? – el muchacho asintió enérgicamente con la cabeza arriba y abajo ¿estaba temblando? – Entonces no te estás ahogando.

    La clase fue tan intensa como extraña, yo no estaba acostumbrado a relacionarme con más personas que con mi vecino y como tal a cada pregunta que me hicieron contesté de forma fría, seca y precisa mientras sentía como la policía escurría mis conocimientos como si estuviesen exprimiendo zumo de naranja – “Todo esto lo haces por Iago” – me recordé mentalmente para mis adentros. Pero no todo pasó tan rápido y bien como yo esperaba, y es que cuando empecé a leer en voz alta las características de un psicópata, no pude evitar desviar la mirada de vez en cuando hacia mi vecino para ver las caras que ponía – Gran capacidad verbal y encanto superficial, falta de control sobre su conducta, escasa fiabilidad, falta de sinceridad, remordimiento o vergüenza, carencia de empatía, insensibilidad en las relaciones afectivas, vida sexual frívola, incapacidad para tener un futuro de vida…– de pronto, sentí como se me formaba un nudo en la garganta que me obligó a guardar silencio, me faltaba el aliento y me sudaban las manos, ¿así era como me veía mi vecino? –…existen diferentes niveles de psicopatía, un estudio realizado en la escala de Stone dice que existen 22 clases; los 7 primeros son impulsivos, celosos, narcisistas y sólo han matado en una o dos ocasiones, los 7 siguientes son peligrosos ya que son egocéntricos, homicidas, asesinan cuando se sienten acorralados y ya han experimentado lo que es matar eventualmente, sin embargo los 7 restantes son los peores de todos, llegando a ser el último grado el más peligroso… son personas que matan a sangre fría por diversión, torturan a sus víctimas como principal motivación, tiene un apetito sexual voraz inclinado al dolor y al sufrimiento ajeno y... y... son asesinos en serie incapaces de dejar de matar durante el resto de sus vidas…– de pronto, la alarma del reloj de pulsera comenzó a sonar para indicarme que me tenía que tomar la medicación cada dos horas, antes de que volviese a perder el control de mi mismo y me convirtiese en la clase de persona que acababa de leer, ¿o es que nunca había dejado de serlo en ningún momento? –…expertos recomiendan que se alejen todo lo posible de estos individuos cuanto antes mejor, no mantengan ninguna clase de contacto y corten todos los lazos que los unen antes de que usted o sus seres queridos puedan salir heridos o muertos en el mejor de los casos.

    Aquella tarde rechacé mi actividad de ocio con Iago y estuve estudiando sin si quiera parar a comer en una sala sólo y en silencio el caso del pederasta en cuestión rodeado de montañas de papeleo y expedientes con fotografías explícitas de los casos. Mi semblante impasible no se vio perturbado en ningún momento incluso cuando vi como aquel individuo amordazaba, violaba y mataba a sus víctimas hasta que di con las de mi vecino, y fue entonces cuando mi cara se deformó en una mueca de enojo, tenía el ceño fruncido y los labios apretados. Con el expediente aún en la mano me levanté de mi asiento tirando de malas maneras la silla al suelo y paseándome de arriba abajo, encolerizado, en aquella sala que cada vez se me asemejaba más a un cubículo estrecho y pequeño. Por aquel entonces Iago tan sólo sería un adolescente, no tendría más de quince o dieciséis años, pero las fotografías revelaban el infierno por el que había tenido que pasar su cuerpo sucio y maltrecho después de haber sido violado – ¡Cálmese, Ramsay! ¡Siéntese! ¡Que se siente! – me gritó un policía, arma en mano, y a pesar de tener ya una edad avanzada no tuvo ningún miedo o reparo de entrar dentro de la habitación y sentarse en frente mío – ¿Quién cojones eres tú, viejo? – yo lo miré por encima del hombro, como si fuera una insignificante cucaracha perturbando mi descanso, ¿quién cojones era aquel tipo? ¿por qué lo habían dejado pasar aún sabiendo que no estaba esposado de pies y manos? – Soy el inspector de policía Karl Thompson, llevo estudiando este caso desde hace más de ocho años y te aseguro que no hay nadie en este mundo más que yo que quiera ver a ese cabrón metido entre rejas, así que colaboremos juntos; yo quiero que ese individuo pague por sus crímenes y aunque aún no entiendo las razones por los que colaboras con nosotros tú tendrás tus propios motivos. ¿Estamos de acuerdo? – yo asentí con la cabeza obedientemente y me senté a un lado suyo, este tipo podría contarme acerca del pasado de Iago y al mismo tiempo me ayudaría a atrapar al pederasta antes de que volviese a hacerle daño a mi vecino – Se lo advierto; no es santo de mi devoción y como intente algo raro le pego un tiro aquí mismo, alegaré que fue en defensa personal y créame cuando le digo que antes se pondrán de lado de un viejo como yo, a un psicópata con serios problemas de autocontrol cuando se trata de su “amigo” ¿Me ha entendido, señor Black? Bien, veo que está ojeando el caso del señor Zanetti; yo llevé ese caso, aún lo recuerdo, si, su madre no quiso hacerse cargo de él y desconocemos el paradero de su padre, fue dado en adopción en un orfanato y cuando cumplió la mayoría de edad perdimos su rastro hasta que el pederasta fue denunciado y encontramos las fotografías que ahora tienes en las manos en su apartamento. ¿Tiene alguna pregunta al respecto? – dejé las fotografías en la carpeta y miré a ese tal Thompson fijamente a los ojos, yo no sería santo de su devoción, pero él se había convertido en el mío – Si, ¿prefiere apretar usted el gatillo o deja que me encargue yo?

    Después de la entretenida conversación que tuve con el señor Thompson me obligaron a ir al psicólogo, quien me hizo tumbarme en un futon de cuero negro esposado de pies y manos mientras él se sentaba en un taburete a mi lado y me volvían a colocar aquellas dichosas ondas celébrales alrededor de mis sienes – Buenas tardes señor Black, voy a mostrarle unas fotografías del pederasta y sus víctimas, no tiene que hacer nada solo mírelas – y así fue como me fue mostrando las imágenes de niños y adolescentes violados y muertos mientras yo los miraba a todos y a cada uno de ellos con la misma cara de inexpresión, por lo que el monitor seguía de color azul. Así estuve al menos durante alrededor dos o tres horas hasta que el doctor se cansó y se dio por vencido en aquella sesión, se levantó de su asiento con un suspiros resignado e hizo pasar a Iago para informarle de mis resultados negativos, sin embargo, el monitor se coloreó de rojo haciendo un estrepitoso estruendo en el monitor cuando vi a mi vecino – No logro entenderlo; llevo horas poniéndote imágenes que a cualquier persona normal le removería el estómago y ahora que la pantalla está en blanco consigo que tengas un estímulo externo en tu retorcido cerebro. Dímelo, por favor, ¿qué es lo que te hace reaccionar…? – pero yo guardé silencio, mientras las zonas rojas de mi cerebro desaparecían del monitor poco a poco hasta que, de un momento a otro, volvió a ser de color azul, a excepción de un punto minúsculo que podría pasar inadvertido perfectamente si no prestaba la suficiente atención –…a veces pienso que juegas conmigo; creo que tienes la capacidad para mentir al polígrafo y controlar tu cerebro hasta el punto que dictaminas cuando dejas que te afecten estímulos externos, eso o la medicación que tomas es tan agresiva que te deja tan sumamente sumiso y aturdido que puedes llegar a reaccionar como cualquier de nosotros…– él médico hablaba y hablaba sin parar, más mi vista estaba fijada en mi querido policía, pensando que en tan sólo unas horas podría volver a estar con él a solas –…¿por qué, Ramsay, por qué nos ayudas? ¿qué beneficio sacas tú en ayudar a la policía? ¿por qué mataste a Joe? y, ¿por qué no huiste cuando tuviste la oportunidad para seguir matando y torturando a más personas? Me imagino que no vas a decírmelo por las buenas, ¿verdad?

    Esa misma noche le preparé a mi vecino una velada especial, quería demostrarle que a pesar de lo que decían los libros de criminología yo podía cambiar si me lo proponía, por él, hablarle de lo que me producía el estar cerca suya y preguntarle si me había perdonado desde lo que sucedió en la fábrica, yo quería… yo quería decirle tantas cosas que no sabía por dónde empezar – Iago, ¿cómo estás? Me gustaría hablar contigo un momento sobre lo que sucedió hace unos días; perdóname por favor, siento si te hice daño en tu piso o cuando Joe te arrancó las uñas de los dedos, nunca debí permitirlo, lo siento mucho, sobre todo cuando le di la paliza a Jack o cuando casi te mato… no era yo, es decir, sí era yo pero no sabía bien lo que hacía – y sin poder contenerme por más tiempo caminé en su dirección para pasar los brazos por encima de sus hombros y abrazarlo antes de buscar su boca con desesperación y darle un beso, necesitaba sentirle cerca de mí, arañar su piel, morder sus labios, hacerlo mío…– Quiero que sepas que si hago todo esto es por ti, Iago, yo… he preparado algo especial para esta noche; quería salir a cenar contigo a solas, pero como no puedo he pedido que nos traigan sushi y comida japonesa, luego la gente de internet me sugirió que te llevara al cine a ver una película de terror como Saw o Hostel y como tampoco puede estar aún en espacio públicos compré ambas, elige la que más te guste, yo no he visto ninguna, para terminar, debería haberte llevado a un hotel, a ser posible y si mal no recuerdo, para darte un masaje relajante y meternos en uno de esos jacuzzis donde se supone que debería hacerte el amor... pero ni puedo salir de este piso ni sé hacer el amor. ¿Qué desastre, no? – como era de esperar la cena fue con palillos ya que a mí no me dejaban utilizar tenedores o cuchillos, y tengo que decir que mientras que yo era torpe y se me caía la comida cada dos por tres al plato a Iago no se le cayó en ningún momento – ¿Me enseñas a cogerlos? – le pedí y creo que si no llega a ser por él me hubiese ido a la cama sin cenar. Más tarde le conduje hasta el sofá donde me arrebujé junto con él bajo las mantas y me abracé como si fuera un oso de peluche a su cintura para empezar a ver la película, a decir verdad yo estaba más pendiente de él que nada y para una vez que desvié la mirada hacia la pantalla deduje por el tema de la sangre y muertes horribles que quizás no había sido una buena idea – Mmm, ¿por qué no… nos saltamos la parte de la película? – yo me apresuré a quitar el maldito blue-ray, no quería que mi velada se estropeara por semejante estupidez, que conste que literalmente hablando tiré el dvd por el balcón. Sin embargo lo peor estaba aún por llegar y es que si seguíamos el recorrido de mi lista ahora venía esa parte de la noche en la cual yo no tenía ni idea de nada, y no pude hacer otra cosa que volver al sofá, abrazarme a su cintura y esconder mi cara en su cuello – Iago yo… tengo algo importante que decirte, pero no sé muy bien cómo expresarme; verás desde que te conozco no he dejado de pensar en ti en ningún momento, me gustas, me gustas mucho, tanto como para que deje que me metas en la cárcel o jugarme el tipo cuando Joe intentaba matarte, tengo que confesar que tuve miedo, tuve miedo a perderte Iago, no quiero que nadie, ni incluso yo, pueda hacerte ningún daño porque tú…tú… despiertas en mí nuevas y extrañas sensaciones que no puedo ignorar, pero que tampoco sé muy bien cómo manejar, me gusta… me gusta la forma en la que me miras, tu sonrisa, tus caricias, me dan ganas de abrazarte, besarte y cuidar de ti – de pronto sonó la alarme de mi reloj para recordarme que tomara mis pastillas, pero yo chasqueé la lengua con disgusto y apagué ese fastidioso ruido para continuar hablando, sin tomarme la medicación – lo que quiero decir es que… tú eres la única persona en este mundo que me ata a la realidad y mantiene a salvo mi cordura, me protege de mi mismo y, a pesar de saber todo lo malo de mí, se mantiene a mi lado… no sé cómo explicar que contigo me siento bien y en paz, no tengo la necesidad de matar o hacer daño a nadie… todo lo que quiero es pagar por mis crímenes y poder hacerte feliz, quiero… quiero estar contigo, despertarme a tu lado, vivir juntos, comprar un perro y… y… construir una caseta para el perro… Iago, no sé si esto se le puede llamar amor o si yo puedo llegar a sentir algo por alguien pero quiero que sepas que tú eres la persona más importante para mí, yo… creo que te quiero de algún modo. Y por eso mismo, hoy quiero que me enseñes a hacer el amor contigo.

    SPOILER (click to view)
    Yo me imagino el momento del princicpio como algo así xD



    Edited by † Miss Skull † - 12/1/2015, 23:09
     
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67 replies since 19/6/2014, 18:06   1048 views
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