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    “Me engañé a mí mismo para no tener que hacer esto... No quiero hacer esto...” “N-no puedo...”



    -¿Por qué…? – pregunté, sorprendido. De pronto sentí como Iago me hacía un corte superficial con el cuchillo y luego lo dejó caer al suelo, mientras correspondía a mi beso con desesperación y pasaba sus brazos alrededor de mi cuello. Nuestros encuentros siempre habían sido violentos y lujuriosos, pero este mismo estaba cargado de pasión y desesperación. Yo presioné mis labios contra los suyos en un arrebato, pero luego entreabrí mi boca para capturar su lengua con deseo, entretanto que cerraba los ojos y profundizaba cada vez más el beso. Y entonces decidió terminar, mientras se le caían las lágrimas, y escondía su cara por vergüenza, sin dejar de llorar. A diferencia del resto de mis víctimas, ni disfruté ni encontré ningún placer al ver a Iago de aquella forma. Hice caso omiso a su palabrería y aparté las manos de su cara, luego limpié sus lágrimas con el dedo pulgar y me llevé una de ellas a la boca para saborearla – No lo sé, yo iba a hacerte la misma pregunta. Si no te mato aquí y ahora, me meterás entre rejas y después me llevarás a la silla eléctrica, y sin embargo estoy aquí besándote y consolándote con caricias, mientras despiertas nuevas y extrañas emociones en mi interior que nunca antes había sentido por ninguna otra persona. Así que, dime, ¿qué debo hacer? ¿te mato y me libro de la cárcel? o ¿te dejo con vida y me detienes? – di un suspiro, resignado – Por cierto, no creas que con tu explicación me he olvidado de tu compañero; me da exactamente igual el motivo por el que lo besaste (aunque no llego a entender bien por qué), pienso matarle igualmente… si vuelves a acercarte a él con ese tipo de intenciones. No me gusta cómo te habla, no me gusta cómo te mira, no me gusta… – y entonces callé, de repente, al darme cuenta de una cosa más importante; yo estaba celoso y los celos eran un sentimiento que nunca antes había sentido por nadie. ¿Acaso mi vecino había despertado esa parte en mi cerebro que anulaba mis emociones?

    Tal vez, porque cuando acabó de relatar la historia de su vida y aunque mi rostro no tenía ningún tipo de expresión, parpadeé repetidas veces notando una incómoda molestia en mis ojos cuando, de pronto, derramé una única lágrima por el ojo izquierdo que fue a parar directamente al rostro de Iago. ¿Acaso... acaso era esta la reacción que esperaba mi médico por aquel entonces cuando vi aquel cadáver? ¿acaso… era esta la emoción al sentirse triste? – Es la primera vez que… lloro – admití, asombrado, pero no tuve tiempo para disfrutarlo porque mi vecino cogió el cuchillo y volvió a colocarlo bajo mi cuello, aunque a decir verdad no me importó en absoluto porque primero yo ya me había encargado de psicoanalizar a Iago para saber que no podría hacerlo y segundo porque en realidad mi vida no me importante tanto como sentirme amenazado por hombre que ni si quiera era capaz de acabar conmigo cuando tuvo la oportunidad de hacerlo – No debe de ser fácil, supongo, no lo sé, no puedo sentir las emociones como tú o cualquier otro, pero lo que sí sé es que no puedo imaginarte con otro hombre que no sea conmigo, no quiero, me niego, tú eres sólo mío. Iago, si tú me lo pides, sólo si tú me lo pides, les haré pagar a cada uno de ellos por todo lo que te hicieron en el pasado, en especial a ese hombre del que me has hablado hace un momento – callé, acongojado, viendo como llevaba el cuchillo a su propio pecho, antes de mirarme fijamente a los ojos para poco después recibir una caricia en mi rostro. No me lo pensé dos veces y rodeé su mano con la mía haciendo una leve presión por si se le ocurría la brillante idea de acabar allí mismo muerto – Iago, yo no te beso porque te quiera o mato porque sienta odio hacia los demás, es algo difícil de explicar, pero que no pueda sentir nada no significa que no sepa distinguir lo que realmente quiero en mi vida, y lo que quiero es que dejes de clasificar lo que está bien de lo que está mal y te olvides aunque sólo sea por esta noche de quienes somos en realidad. Joder, definitivamente eres…idiota, pero yo lo soy todavía más; ¿de verdad piensas que aún quiero matarte, cuando estoy aquí encima de ti besándote? ¿de verdad piensas que no “siento” nada hacía a ti después de haberte podido matar tantas veces?

    -Deja de morderte el labio de ese modo… – cogí mi cuchillo y volví a meterlo en el sitio correspondiente de su cinturón –… ese es mi trabajo – cogí su cara entre mis manos y volví a besarlo, aunque esta vez mis besos tenían otra clase de intención y no dudé en morder sus labios con pequeños bocados – Tengo hambre, ¿por qué no cenamos? – le propuse haciéndome a un lado y lo decía muy en serio. Me levanté de encima suyo y le ayudé a ponerse en pie, antes de coger la silla que había estampado contra el armario y volver a ponerla en su sitio para que se sentase. Pero en cuanto me llevé el primer bocado a la boca me di cuenta de que la comida se había quedado fría y que no valía nada, además en frente mía tenía una comida deliciosa y no me refería precisamente ni al salmón ahumado ni a las copas de chocolate que había guardado en la nevera – Suficiente, “pasemos al postre” – me levanté de mi asiento y me detuve a medio camino, para quitarme el cinturón de cuchillos y la pistola con silenciador que tenía pensado utilizar contra Iago – Sin trucos, ¿de acuerdo? voy desarmado, “no puedo hacerte… daño” – dije levantando las manos en alto – No quiero hacerte daño, quiero hacerte sentir bien conmigo, quiero que disfrutes de esto, quiero… hacerte “olvidar” tu pasado – después me acerqué hasta mi vecino y me incliné hasta él para volver a besarlo, pasé la mano por detrás de su nuca con la intención de que se pusiera en pie de nuevo y con el brazo que tenía libre tiré al suelo la comida para después tumbarlo sobre la mesa del comedor – ¿Qué piensas de todo esto, Iago? – mis besos pronto te convirtieron en mordiscos por su mentón, mientras empezaba a desabrocharle la camisa – ¿Está disfrutando, agente? – bromeé, susurrándole al oído, antes de notar el chaleco anti balas que llevaba debajo – ¿Te gusta cuando te toco? – insistí, descendiendo por su cuello, entretanto que mi mano ahora se deslizaba libremente por su pecho desnudo – O… ¿prefieres que detenga todo esto? – aunque no esperé una respuesta por su parte y seguí mi camino hacia abajo para pasear mi boca por su pecho y sus pezones… hasta que, de pronto, me detuve – No, así no. No aquí.

    Tiré de su muñeca para llevarlo a su dormitorio y deshacerme tanto de su camisa como del chaleco antibalas que llevaba puesto, dejándole únicamente con los zapatos y los pantalones del trabajo – Pero bueno, Iago, ¿qué os enseñan hoy en día en la universidad? me decepcionas, ¿en realidad pensaste que te mataría tan fácilmente de un disparo en la cabeza? – no sé que me ofendía más; si el hecho de que pensara lo simple que eran mis crímenes o que no me conociera tan bien como yo a él – Lo siento, no quería decir eso, déjame compensarte por mi error; quiero besarte y acariciar tu cuerpo, quiero que te relajes y disfrutes mientras te hago el amor – pero se me escapó una risa irónica que hizo tambalear mi mentira – Perdona otra vez, te estoy mintiendo, aunque te prometo que lo he intentado; ¿sabes? no paro de pensar en coger tus esposas y atarte a la cama, déjame un minuto para pensar, mi imaginación es muy amplia como ya has podido comprobar – y con toda la desfachatez le quité las esposas que llevaba en el cinturón del uniforme y apresé sus muñecas para atarlas al cabezal de la cama con el fin de inmovilizarle – No me malinterpretes; me encanta que me acaricies, pero esta noche tengo otros planes para ti – y mientras volvía a besarlo con la intención de tranquilizarlo, sucedió lo peor. Una mirada rápida en el espejo de su cuarto me mostró a mí mismo apuñalando a Iago en aquella posición, mientras la imagen del espejo no dejaba de sonreírme a placer, hecho por el que me aparté bruscamente de mi vecino y rompí el beso apartándome rápidamente de él – No, no, no, no… ahora no – retrocedí hasta que mi espalda tocó contra la pared y me deslicé hacia abajo hasta sentarme en el suelo, me llevé las manos a mi rostro y mecí mi cuerpo con la intención de recuperar el control de mi mismo – Iago, tienes que irte cuanto antes… – dije sin darle más explicaciones.

    Me acerqué rápidamente a la cama con la intención de desatarle y busqué a tientas por los bolsillos de su uniforme hasta que encontré la llave… sin embargo, cuando estaba a punto de llevarla a la cerradura, sonreí cínicamente, y tiré la llave al otro extremo de la habitación – ¿Creías… que te librarías de mí tan fácil, agente? Qué lástima que no me acompañaras a por las pastillas antes – me levanté de la cama y salí de la habitación para dirigirme a mi apartamento y traer conmigo tanto el fonógrafo con el disco de vinilo de Pachelbel Canon en D mayor como el cinturón de cuchillos – Te contaré un secreto, ¿de acuerdo? yo siempre escondo unas pastillas de repuesto en el último cajón de la mesita, lástima que no me acordara – de pronto, el timbre de la puerta sonó – ¿Iago? Soy Jack, sé que no son horas de molestar y que no debería haber venido a tu casa sin llamar, pero… – yo le dediqué una fría sonrisa a mi vecino – Y hablando del rey de Roma, por la puerta asoma – pero justo en ese preciso momento, volví a recuperar el control de mi mismo, recogí la llave que había tirado y liberé a Iago – Vístete y vete con él – después me dirigí al recibidor para abrirle la puerta la dichoso Jack, quien no le hizo ninguna gracia verme a esas horas en aquella casa – Tú… ¿qué estás haciendo aquí? – me preguntó, acusatoriamente – Nada, nada, yo ya me iba – pero entonces su compañero me pegó un empujón y a punto estuvo de darme un puñetazo, por suerte le agarré su mano a tiempo y le retorcí la muñeca hasta que le hice hincar la rodilla en el suelo. Estaba dispuesto a rompérsela y durante un segundo una sonrisa apareció en mi cara, aunque acabé por soltarle antes de que me arrepintiera y me dirigí a grandes zancadas a mi casa.

    Del portazo que metí no se cerró bien la puerta y se quedó entreabierta. En aquel momento se desató una tormenta con la mala fortuna que cayó un rayo en el edificio contiguo y nos quedamos toda la calle sin luz. Yo estaba en mitad del comedor de camino a mi dormitorio cuando me quedé a oscuras y mi primera reacción al no ver nada fue gritar, le tenía fobia a la oscuridad y no podía soportarla. Los recuerdos de mi padre y las palizas que me pegaba en aquel sótano volvieron a mi cabeza, y como no había tomado mis pastillas parecían reales e incluso podía verlos delante de mí como si se tratase de una película. Vi a mi padre golpearme a mí con ocho años y cuando se cansó de pegarle a mi yo menor se dio la vuelta en mi dirección, yo retrocedí un paso y corrí a esconderme a mi habitación. Me hice un ovillo en un rincón y abracé mis rodillas con mis brazos, mientras escondía mi cara en mis muslos y escuchaba pasos acercándose hacia mi posición – Iago… – susurré, asustado. Para colmo la alucinación no se detuvo y ahora podía escuchar a la perfección las voces de las víctimas que había matado a lo largo de todos estos años susurrándome al oído, me decían que tenía que matar a mi vecino y a su compañero – Iago, Iago ¡Iago! – grité, buscándole en la oscuridad. Mientras tanto, en el apartamento de Iago, Jack se dirigió al dormitorio de su compañero y cuando lo encontró no dudó en abrazarlo – Iago, gracias a Dios, estás bien. Escúchame, si el beso que me has dado ha significado algo para ti, quédate conmigo, no vayas con él.

    Edited by † Miss Skull † - 30/7/2014, 17:54
     
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  2. •Shena
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    Le observé confuso tras el gesto amable de apartar mis manos y limpiar mis lágrimas con su dedo pulgar "¿Está jugando con mi mente?"Eso fue lo único que pensé al respecto mientras escuchaba sus palabras, manteniéndome en silencio... Yo no podía darle una respuesta, como policía estaba claro que la opción dseada era la de que se djase atrapar, aunque como Iago la opción de mi muerte era mucho más sencilla. Lo que menos me esperaba después de la planteamiento de la situación fueron sus comentarios posesivos y celosos por mí -Entonces es cierto... estás celoso...-Susurré, más para convencerme a mí mismo que para que lo escuchase él mientras le observaba, perplejo; incluso él se había quedado callado al darse cuenta. Que ironía, un psicópata, que se supone que debería estar desmenbrándome ahora mismo, estaba celoso por el modo de actuar de un compañero del trabajo estando jodidamente borracho para conmigo.

    Después de relatarle la parte más cruda de mi vida sentí algo húmedo caer sobre mi rostro, era una lágrima, y no era mía. Le miré, sin poder dar crédito a lo que veía, se supone que alguien con tal problema mental no era capaz de sentir ningún tipo de dolor o tristeza, mucho menos una pena tan grande por algo que ni siquiera tenía que ver con él como para conseguir derramar una lágrima y su afirmación sobre la evidencia no hizo más que conseguir asombrarme todavía más, si era posible. Incluso rodeó mi mano con la suya, ejerciendo una leve presión para evitar que bajase más el cuchillo; como si no pudiese superar esa fuerza. Desvié la mirada mientras continuaba escuchándole sin pronunciar palabra al respecto, todo aquello estaba haciéndome un tremendo daño y continuaba sin saber por qué, porque no era como si yo sintiese algo más por él que una especie de aprecio retorcido, porque todo aquello no estaba bien, para nada bien...-No lo se, no se qué o cómo pensar sobre ti y tu forma de actuar, todos mis esquemas sobre como creía que eras están rotos... Por eso soy idiota y por eso no entiendo nada. Para mí no hay grises, solo blanco y negro-Hablé, cansado de mí mismo y cansado de tratar de entender lo que me pasaba, estaba claro que nunca podría entenderlo... y aun así mi cabeza seguía dando vueltas y más vueltas.

    -¿Ha?-Luego me arrebató el cuchillo del todo, tomando mi cara entre sus manos y apoderándose de mis labios de nuevo, en ese momento la poca intención que me quedaba de resistirme a él volvió a esfumarse y me apegué a su cuerpo de nuevo, dejándome llevar por mis instintos y no por mi mente por una vez en mi vida, recibiendo los pequeños mordiscos a mis labios mientras trataba de hacer lo mismo con los suyos, mas se separó, saliendo con un tema completamente diferente y recordándome que la comida seguía encima de la mesa. -Está bien...-Suspiré, levantándome con su ayuda y, aun sabiendo que nada de aquello era correcto, me senté en la silla que él había levantado del suelo después de estamparla contra el armario, lo único que me sorprendía era que no se hubiese acabado de romper bajo mi peso... Aunque tampoco es que pesara mucho. Me dispuse a comer, pero en cuanto me llevé el primer bocado a la boca supe que no podría acabarlo... se había quedado frío "Que desperdicio..."Aun así me aguanté y traté de continuar comiendo sin dar queja alguna, sin embargo él no pensó igual; no hacía falta ser muy listo para darse cuenta del doble sentido en sus palabras -Así que esto va a acabar así..-Suspiré, observando como se ponía en pie, dejando sus armas de lado antes de comenzar a acercarse. Mis ojos se llenaron de inseguridad, esta podía ser mi última oportunidad de acabar con él, desarmado y sin intenciones asesinas... Debería ser fácil matarlo; aun así mi cuerpo no quiso actuar de esa forma y acabé por dejar el resto de armas que llevaba conmigo sobre la mesa. -Inténtalo si quieres...-Hablé en un comentario irónico, pues cuanto más me tocaba más me lo recordaba. Se acercó y se inclinó, besándome de nuevo mientras yo pasaba mis brazos alrededor de su espalda y él pasaba una mano por detrás de mi nuca, haciendo que me levantase mientras con la otra tiraba la comida para tumbarme sobre la mesa -No te gustaría saberlo-Murmuré entre leves jadeos, sintiendo sus dientes proporcionar leves mordiscos por mi mentón mientras mi camisa comenzaba a ser desabrochada... Reí levemente tras sus palabras en mi oído, aunque no contesté, después de todo ni siquiera estaba seguro de la respuesta. -Mh...-Mi boca quiso delatar lo que sentía mi cuerpo al sentir su boca ir bajando por mi cuello hasta acabar en mis pezones, mis mejillas no tardaron en encenderse. Aunque luego se detuvo de golpe y, pensé que realmente se iba a detener por no responderle, pero nada más lejos de la realidad.

    Me llevó hasta mi habitación a base de tirones de mi muñeca, deshaciéndose de mi camisa y del chaleco antibalas que me había puesto para nada, dejándome desnudo de cintura para arriba-¿Perdona? Antes pude ver claramente como dejabas una pistola sobre la mesa-Burlé, no me hacía ninguna gracia que me desprestigiase de aquel modo. Luego reí con él tras su siguiente palabrería, que nonito sería... si fuese cierto. -¡¿Qué?! ¡Ni hablar!-Me quejé, como era de esperarse, aunque me hizo caso omiso y me quitó las esposas sin que lo pudiese evitar, apresando mis manos al cabezal de la cama mientras yo me revolvía y daba jalones, intentando romperlo, aunque en aquella posición me era complicado reunir la suficiente fuerza así que acabé por dejar de lado aquella idea. -No quiero... no de esta forma-A penas me dio tiempo de acabar la frase cuando ya se había apoderado de mi boca nuevamente... Por una fracción de segundo vi en él a uno de los clientes del burdel, que me había hecho lo mismo que él me estaba haciendo, solo que con un estúpido disfraz de por medio. Reaccioné en cuanto rompió el beso, separándose bruscamente "Sigue sin tomar las pastillas"La deducción fue obvia al ver su modo de actuar -E-está bien..-Tartamudeé, confuso, mientras él rebuscaba en los bolsillos de mi uniforme en su busca, aunque cuando iba a liberarme sonrió y se detuvo, tirando la llave... En ese momento me di cuenta de que su personalidad había cambiado de nuevo, y su forma de hablar lo corroboró, aunque se fue sin dar más explicaciones.

    -Joder-Gruñí, desesperado como nunca antes al tratar de liberarme dabiendo que no tardaría en volver, aunque sin lograr nada. No tardó en volver, con aquel estúpido fonógrafo y los jodidos cuchillos. Fruncí el ceño al escuchar lo de las pastillas, dando un fuerte jalón lleno de rabia, cuanto me habría gustado haberlo golpeado en aquel momento. De repente sonó el timbre, era Jack de nuevo "Joder, este hombre es idiota"Resoplé sonoramente, escuchando a Ramsay, que por alguna razón volvió a normalizarse y acabó por liberarme. Yo no dije nada y simplememte me vestí lo más rápido posible mientras él iba a abrir la puerta y yo agudizaba el oído por miedo a que se peleasen de nuevo, aunque al parecer no llegó a ocurrir nada grave pues poco después escuché un portazo... Para acabar de joderse el día un rayo provocó un apagón -Dios mío..-Me cubrí la cara, estresado, mientras escuchaba a Jack dirigirse hacia mi habitación a paso rápido, lo reconocía por aquella jodida colonia aue se echaba y que podía olerse a kilómetros. Me ericé por completo al sentir sus brazos rodearme mientras por el otro lado Ramsay me llamaba a gritos. Abracé por un segundo al moreno antes de separarlo cuidadosamente -Eres un buen chico y eres atractivo... Pero confía en mí, es mejor que te mantengas alejado, así que vuelve a tu casa, por favor-Como pude fui palpando las paredes hasta llegar a la mesita donde tenía guardada una linterna por precaución, guié a Jack hasta el pasillo, y ahí le hice prometerme que se iría a cambio de que luego hablaríamos de todo aquello(aunque yo lo tuviese bien claro y solo estaba utilizändo sus sentimientos para evitar preguntas).

    Una vez me aseguré de que se fuese entré corriendo a la casa de mi vecino aprovechando de que la puerta se había quedado abierta, buscándole por toda la casa hasta que le localicé acurrucado en un rincón en posición fetal. -¡Ramsay!-Me arrodillé frente a él, abrazándole con fuerza -Tranquilo, todo está bien...-Le susurraba, besándole la cabeza mientras me levantaba para ir hasta la mesita y sacar las pastillas e ir a por un vaso de agua antes de volver con él... Me metí la pastilla a la boca antes de levantarle la cara para besarle y forzarle a que abriese la boca, pasándosela y luego acercándole el vaso -Bebe...-Le indiqué, manteniendo un tono de voz tranquilo mientras rogaba oir que la pila de la linterna nomse gastase hasta que se pasase la tormenta..."Así que si que le tiene miedo a la oscuridad"Resoplé, y pensar que este hombre había estado a punto de matarme tantas veces... Ahora la pregunta es como reaccionaría y rezar porque no escupiese la jodida pastilla.
     
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    De pronto escuché la voz de Iago y no supe si era una alucinación o no, pero cuando me rodeó con sus brazos para darme un abrazo y me dio un beso en la cabeza supe inmediatamente que era tan real como yo – Iago, quédate conmigo, no me dejes solo – yo estaba acongojado y cuando se apartó de mi lado, sentí como se me agitaba la respiración y mi corazón latía a un ritmo vertiginoso. No sabía a dónde había ido ni tampoco lo que estaba haciendo, pero cuando noté como me alzaba la cara entre sus manos, no opuse ningún tipo de resistencia al respecto, y mucho menos cuando me dio aquel beso al que correspondí de buen agrado. Sin embargo en cuanto sentí como introducía pícaramente mi medicación entre mis labios, me aparté de un empujón y le di un manotazo al vaso que llevaba consigo, derramando su contenido por el suelo. Me postré de rodillas y tosí repetidas veces, mientras luchaba por sacarla fuera, pero la pastilla ya estaba deslizándose por mi garganta – Tú… me has engañado – de pronto me abalancé sobre mi vecino y presioné su cuello con mis manos, aunque mi rostro no mostró ningún tipo de emoción, mientras intentaba estrangularlo. Por suerte en cuanto la medicación hizo el efecto deseado y fui consciente de lo que estaba haciendo, lo solté de inmediato y me quedé mirando preocupadamente a Iago – ¡Dios mío, Iago! ¿¡Estás bien!? – tiré de su muñeca para atraerlo hacia mi pecho y darle un abrazo para reconfortarlo, apoyé mi cabeza sobre su pelo y le rodeé la cintura con los brazos – Lo siento, lo siento mucho… – le di un beso en el pelo y lo aparté un poco, entretanto que sujetaba su cara entre mis manos y lo miraba fijamente a los ojos, preocupado – Iago, respóndeme, dime algo… – insistí, consternado – Creo que hay algo que deberías saber; yo no sufro de doble personalidad, soy Ramsay cuando te intento estrangular y cuando me apetece pasar un rato contigo en la cama, pero esas pastillas me ayudan a suprimir las ansias de matar y por eso mismo soy capaz de controlarme a tiempo antes de acabar con tu vida.

    -¿Por qué…? ¿Por qué has vuelo? Estás poniendo tu vida en peligro – y sin más preámbulos cogí su rostro entre mis manos y lo besé, hasta que me quedé sin aliento y no tuve más remedio que separarme de él – Sí, definitivamente eres idiota; deberías haberme matado, deberías haberte ido con tu compañero cuando estuviste a tiempo porque ahora te guste o no quiero hacerte el amor, Iago – aunque mis palabras y mis actos eran bien distintos, yo quería hacerle sentir bien conmigo, pero no sabía cómo sin hacerle daño. Así que le di un empujón contra la cama y me puse encima suya para quitarle toda la ropa a toda prisa; chaqueta, pantalones y ropa interior, camisa, calcetines y zapatos. Besé, mordí y arañé cada rincón de su cuerpo sin ninguna excepción, quería excitarlo, mientras mi boca capturaba sus labios con pasión, para hacerlo mío – Tócame, necesito sentirte una última vez – susurré junto a su oído. Cogí sus manos y las llevé a mis labios para besarlas primero, y luego instarle a que me desvistiera tal y como yo había hecho. Me gustaba tanto sus manos, sus caricias, su boca, sus besos… que era incapaz de pensar en otra cosa que no fuera en Iago – Me gustas, me gustas mucho…– cogí sus piernas entre mis brazos y rodeé mi cintura con ellas antes de entrar dentro de él poco a poco, y darle un beso, para ahogar sus gemidos. Al principio me moví despacio, para no hacerle daño, y seguí besándole, mientras me resignaba tanto a morderle como a arañarle su cuerpo. Di un gruñido gutural y no pude evitar embestirle más deprisa, hasta que finalmente le hice llegar al clímax y terminé yo también dentro suya. Me hice a un lado y lo abracé por detrás atrayéndolo hacia mi pecho, entretanto que rodeaba su cintura con mis brazos y acercaba mi boca a su oído –…pero no vuelvas a cruzarte en mi camino, porque no tendré más remedio que acabar contigo. Iago… tú… eres la persona más importante para mí y por eso mismo tengo que alejarte cuanto antes, me haces sentir débil y provocas emociones en mi interior que nunca, jamás, había sentido por nadie. ¿Lo entiendes? Yo te quiero, a mi manera, y por esa razón no puedo permitir que utilices estos “sentimientos” a tu favor para que me captures y me metas en el mejor de los casos en la cárcel…

    Iago, lo único que voy a pedirte es que no dudes en apretar el gatillo la próxima vez“porque yo soy incapaz matarte”

    A la mañana siguiente me levanté antes que él, recogí todas las pruebas incriminatorias (pastillas, fonógrafo, pistola y cuchillos) de un crimen que nunca tuve el valor suficiente para cometer, y antes de irme le di un beso en la frente y le arropé con las mantas para que no se enfriase – “Adiós, Iago” – en aquel momento fui consciente de dos cosas; una, Iago me gusta tanto como para quedarme si él me lo pedía, incluso estaba dispuesto a entregarme a la policía y dos, estaba dispuesto a volver a ir al psiquiatra, coqueteando con la idea intentar llevar una vida normal – “Maldita sea” – no sabía lo que más rabia me daba; si el hecho de no poder matarle o echarle de menos cuando ya no estuviese, pero lo que si sabía a ciencia cierta era que no podría meterle en el compromiso de elegir entre su obligación para llevarme a prisión y aquellos extraños sentimientos que acabarían por matarlo – “No me busques… P.D: me alojo en un hotel. P.D2: roncas muy fuerte. P.D3: Te he robado la ropa interior, ven a por ella si te atreves” – le escribí un post-it y se lo dejé en la almohada antes de marcharme; ¿por qué costaba tanto dejar de mirarle? ¿por qué “sentía” como si algo en mi interior se debatiese entre la vida y la muerte? En resumidas cuentas Iago era mi amante con el que me acostaba todas las noches y no podía parar de pensar en él, y al mismo tiempo el policía que pretendía meterme en la cárcel y hacerme pagar por mis crímenes.

    ¿Irónico? Lo irónico era que sin aún haberme ido, ya lo estaba echando de menos.

    Hecho por el cual me dispuse a hacer una locura; ir a la agencia de policía donde trabajaba. Me colé en los vestuarios (disfrazado con un uniforme de trabajo) y forcé la taquilla con unas ganzúas que llevaba su apellido, luego puse su ropa interior en uno de los compartimentos y dejé otro post-it; “te echo de menos” pegado en la puerta de la taquilla interior. Para a continuación colarme en su despacho y dejando otro post-it; “detrás de ti” pegado en su ordenador, y justo cuando Iago se sentó en la silla del despacho para leerlo, yo salí del rincón donde estaba escondido para asaltarlo por detrás con un abrazo. Como se había acabado nuestro pacto de no-agresión y volvíamos a ser enemigos; corté un trozo de cinta aislante con los dientes y se lo pegué a los labios para que no pudiese gritar y así dar la voz de alarma, antes de coger sus esposas y atar una de sus muñecas a la pata de la mesa con el fin de que no pudiese escapar – Oh, Iago, no te preocupes, tarde o temprano te encontrarán para desatarte… – después me dirigí a la puerta de su oficina para cerrarla con pestillo –… o tal vez no – me acerqué hasta él y le bajé la cremallera de los pantalones, entretanto que le desabrochaba los primeros botones de la chaqueta y la camisa del uniforme. Después metí mi mano entre su ropa interior y comencé a masturbarlo arriba y abajo, mientras dirigía mi mano libre a sus pezones y besaba (y mordía) apasionadamente su cuello. Y cuando terminó en mi mano, le di un tirón a la cinta aislante para besarlo, mientras le subía la ropa interior y le abrochaba los pantalones – No sabes lo que me pone tu uniforme – y antes de que pudiese coger la llave y desatarse, me fui a paso ligero por la puerta y me escabullí antes de que pudiera alcanzarme para meterme en la cárcel.

    FLASH BACK ON

    Un hombre encapuchado y vestido con un chándal gris siguió a Iago cuando salió del portón del edificio; cruzó vías y carreteras, siguiéndolo bien cerca, cogió el metro y subió las escaleras arriba, hasta que al doblar una esquina le asaltó por detrás con un pañuelo de cloroformo para dejarlo inconsciente. Después lo llevó hasta la nave industrial de la carnicería donde Ramsay trabajaba y lo maniató para colgarlo de un gancho bien afilado cual porcino, había una cinta transportadora donde más de un centenar de cerdos eran descuartizados a diario por una sierra mecánica que se encontraba al final del recorrido, obviamente todos los animales estaban muertos… todos a excepción de Iago.

    FLASH BACK OFF

    Yo estaba a punto de tomar el tren cuando, de pronto, mi móvil comenzó a sonar y recibí un Whassap de un número oculto – “Carnes la fábrica. 12:00 a.m. Tengo un regalo para ti…” – Cuando llegué a la nave industrial de la carnicería a media noche todas las luces del local y la maquinaria se encendieron de golpe, y mis miedos se hicieron realidad cuando vi a Iago maniatado y colgado de aquel gancho en la cinta transportadora que utilizábamos para cortar a los cerdos por la mitad al final del recorrido – “¿Pero que demonios…?” – pensé palpando la culata de la pistola, además del cinturón de cuchillos que llevaba atado alrededor de la cintura – ¿Ramsay? Oh, dios mío, no puedo creer que por fin nos conozcamos en persona. Mi nombre es Joe y soy un fan tuyo desde hace mucho tiempo, quiero convertirme en tu discípulo y por eso mismo te he traído este regalo – yo me quedé en silencio, mirándolo de arriba abajo sin ningún tipo de expresión en mi rostro, antes de desviar la mirada hacia Iago y comprobar que todavía conservaba todos los miembros del cuerpo en su sitio – Dime, ¿te gusta mi regalo? ¿te gusta el espectáculo que he montado por ti? – yo le di la espalda y subí a la cinta transportadora, antes de coger de las piernas a Iago y alzarlo en el aire para dejar descansar sus muñecas – No, no me gusta; Iago es mío y estás intentando plagiar mis asesinatos. Libéralo – Joe se me quedó mirando con la boca abierta, sin dar crédito a lo que oía, mientras titubeaba en hacer lo que le pedía o guiarse por los instintos de su mente igual de retorcida como la mía – Libéralo – y entonces sucedió lo peor; Joe sacó su llave y la tiró en una de las maquinarias para destruirla, antes de liarnos a tiros al comprender que yo ya no era el psicópata que buscaba y que un extraño lazo unía a aquel policía. Activó por un control remoto la cinta transportadora, como yo esperaba, pero entonces se escucharon las sirenas de policía y Joe huyó escaleras arriba.

    Yo hice ademán de hacer lo mismo, pero entonces me quedé mirando a Iago; tenía que elegir entre salvarle la vida de aquella sierra que planeaba cortarle por la mitad o salir huyendo por patas antes de que la policía me capturara – ¡JODER! – apenas tenía menos de veinte segundos para liberarlo, tenía que pensar rápido, así que cogí los huesos de los cerdos de un cubo y los tiré dentro de los engranajes para que hicieran tope entretanto que se me ocurría algo. La cinta se detuvo un segundo, pero luchaba por seguir el recorrido, un hueso se partió por la mitad y Iago avanzó un paso más a la sierra. Había ganado algo más de tiempo, pero ahora tenía que encontrar el modo de liberarlo, cogí uno de los cuchillos y traté de forzar el cerrojo. Pero me quedé con el mango en la mano, cuando se rompió el filo, y la fila transportadora avanzó un poco, cada vez estábamos más cerca de la muerte. Como sabía que no podía abrir el candado, me quedé mirando la estructura de hierro donde estaba colgado, así que en el caso de que alcanzáramos la sierra primero me coloqué delante suyo para colgarme de aquel hierro, mientras trataba de romperlo haciendo fuerza hacia abajo para liberar a Iago. Entonces, en el último segundo, partí la barra de hierro y corrí las esposas de Iago fuera de la cinta transportadora a toda prisa, para luego caer ambos al suelo, antes de que la sierra partiera por la mitad al siguiente cerdo – ¡Iago! ¿¡estás bien!? ¡dime algo! – grité, escuchando los pasos de los agentes de policía acercándose en nuestra dirección, maldito fuera mil veces ese tal Joe…
     
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  4. •Shena
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    Al parecer y, según su posterior reacción, no había notado mis intenciones al besarte "Que ingénuo"Recuerdo que pensé, antes de ser alejado bruscamente de un empujó... pero ya era tarde; ya había conseguido que tragase la pastilla, mas el vaso acabó en el suelo y derramando el líquido que contenía. Entonces me miró de tal forma que consiguó que me recorriese un escalofrío antes de escucharle hablar y que se me abalanzase, tratando de ahorcarme y acabar con mi vida allí mismo. Agarré con fuerza sus manos, tratando de desencajarlas de donde se aferraban, impidiendo el paso de aire a mis pulmones... Llegué a pensar que iba a morirme allí, pero no fue así, la pastilla había hecho efecto. Llevé una mano con cuidado a mi cuello al ser liberado, tosiendo sin poder controlarme; me había faltado poco para ir a ver la luz al final del túnel. "En ocasiones es molesto..."Pensaba al escucharle, como si él no hubiese tenido nada que ver... Pero bueno, era una enfermedad mental, ¿Qué iba a hacer? Tiró de mi muñeca, abrazándome contra su pecho -S-si... en parte-Hablé, ronco y aun con cierta dificultad a la hora de respirar, notandk su cabeza apoyada sobre mi pelo y sus brazos eodeando mi cintura, disculpándose y besando mis oscuros mechones antes de apartarme, con sus manos sosteniendo mi cara y sin dejar de miearme en ningún momento. Yo aun no era capaz de reaccionar bien, no me entraba en la cabeza como podía ser tan físicamente inútil frente a él cuando me sometía a entrenamientos diarios casi diariamente "Quién lo diría"Suspiré, algo más recuperado, sin querer decir nada más al respecto.

    -No lo sé... Supongo que por lo mismo por lo que soy incapaz de matarte o de luchar correctamente frente a ti...-No me dejó continuar, pues tomó mi rostro entre sus manos nuevamente y me besó hasta casi asfixiarme de nuevo, regañándome por mis actos -Claro que lo soy, pero tú lo eres tanto como yo, Ramsay-No me negué a nada, todo habría sido mucho más fácil si me hubiese largado con Jack y así informar de la identidad del asesino ... Si lo hubiese hecho él ya estaría entre rejas pues la policía aprovecharía su estado de debilidad para atraparle sin problemas y tomar las pruebas de su intento de matarme... sin embargo yo no había sido capaz de dejar atrás a un jodido asesino en serie ni de descubrirle. De nuevo me empujó, esta vez contra la cama, desvistiéndome por completo mientras yo permanecía en silencio; chaqueta, camisa, pantalones, ropa interior, calcetines y zapatos fueron retirados mientras yo me dejaba hacer sin quejas entre besos, mordiscos y arañazos a lo largo y a lo ancho de mi cuerpo para que luego se apoderarse de mis labios de nuevo, con pasión, lo peor fue que yo le correspondía con la misma intensidad. Su susurro contra mi oído consiguió que un escalofrío recorriese mi esparda mientras mis manos desataban, temblorosas tras ser besadas por él, los botones de su camisa para después deshacerme de ella tras haber hecho lo mismo con la chaqueta; seguidos de la camisa los pantalones y su ropa interior, después los calcetines y sus zapatos. Acaricié su cuerpo desnudo con vegüenza y una estúpida timidez, sintiendo mis mejillas arder ante el contacto entre ambos cuerpos desnudos y el problema que comenzaba a formarse en mis partes íntimas. Besé su cuello y su mentón, deslizando mis manos por su espalda y su cintura para después hacerlas subir por su pecho, sin atreverme a ir más abajo y repartiendo varios arañazos en lugares lo más visibles posible, hundiendo mis dientes en su piel sin demasiado cuidado. "Deja de mentir..."Eso era lo que mi mente quería pensar, mas mi corazón sabía que era cierto, y es que si no lo fuese ya habría muerto. Tomó mis piernas, cruzándolas alrededor de su cintura, y, poco después, sentí su miembro hundirse en mi interior y causando que mi espalda se arquease ante el dolor de las heridas abiertas en tan privado lugar por él durante todas las noches desde que nos habíamos conocido. Gracias a lo que fuese que hubiese en su mente en aquel momento no entró bruscamente y no lo empeoró, para mi sorpresa no solo entró despacio, sino que se movió gentilmente mientras me besaba para acallar los sonidos que luchaban por escaparse. Al final aceleró sus movimientos, provocándome el placer tan esperado hasta hacerme llegar al clímax, cosa que él mismo hizo en mi interior "No estaría mal que salieses para hacerlo..."Recuerdo que pensaba, acurrucándome poco a poco en la cama como si me hubiesen dado una paliza al ir dándome cuenta de lo que ocurría según iba recuperando la respiración y la claridad en mi mente, con aquella sensación de suciedad siempre presente. Después sentí sus brazos rodear mi estrecha cintura desde atrás, atrayéndome a su pecho para acabar la frase que momentos atrás había comenzado. Cerré los ojos, sintiendo como si un punzante dolor me atacase de nuevo, y esta vez no físico -Como si fuese tan fácil...-Ese fue mi último susurro, antes de caer profundamente dormido, siendo plenamente consciente de que para cuando abriese los ojos él ya no estaría allí... y quizás eso era lo mejor.

    A la mañana siguiente, tal y como había pensado, me encontré solo en su cama. "Joder..."Pensaba, en cierta forma disgustado. Sobé mi retaguardia, adolorido y asqueado ante mi propio olor a sudor y cierto líquido saliendo de mí, notando poco después la nota a mi lado en la almohada. -Serás idiota... no te contradigas-Sonreí levemente, pensando en voz alta y arrugando la nota para quemarla poco después; no me apetecía nada que aquello pudiese ser utilizado contra mí. Me senté al borde de la cama, cubriendo mi rostro y sintiendo ese típico ardor en los ojos que poco después fue seguido por las lágrimas; no sabía que me dolía más, si saber que realmente la próxima vez que le viese era realmente para mantpdarle a la silla eléctrica o mi propio orgullo como policía por tener tles pensamientos hacia un jodido criminal al cual debería haber matado ya.

    Una vez que pude controlar mis emociones me duché en su propio piso, no pensaba salir al pasillo en aquellas condiciones, solo me puse los pantalones ya que el muy capullo realmente se había llevado mi ropa interior, recogiendo zapatos, calcetines, camisa y chaqueta para irme a casa, donde volví a ducharme por segunda vez y a ponerme ropa limpia... Aun así y después de esa segunda ducha continuaba sintiéndome sucio, por mucho que frotaba y frotaba mi piel hasta hacerla enrojecer, esa sensación seguía ahí... quizás las secuelas tras haber tenido que recordar todo mi pasado nuevamente al contárselo se estaban cobrando factura de nuevo. Después de sentirme al menos algo mejor conmigo mismo volví a la casa de Ramsay, rebuscando entre sus cosas y quedándome con una fotografía suya cualquiera y cualquier cosa que me ayudase a la hora de culparle, quizás con aquello no podría hacer mucho, pero era mejor que nada, y además aun podía utilizar a Jack, seguro se había fijado en el estado de mi casa, también en el fonógrafo que el propio Ramsay se había llevado... Luego recogí mis armas, poniéndome guantes a la hora de coger el chaleco antibalas; sus huellas aun debían estar en él... no pensaba llevar mi ropa la cual también había tocado, pues entonces pensarían en algo más que no me convenía, lo de que me hubiera quitado el chaleco lo podía atribuir a que hubiese ocurrido en medio de una pelea prácticamente inexistente pero...¿Qué explicación daría a que me hubiese quitado los pantalones? Hice lo mismo con mi pistola inutilizada al haber sido cortada por uno de sus cuchillos. Ya me inventaría después algo para decir como había escapado. Tras guardar las pruebas improvisadas fui directo al trabajo, yendo a cambiarme cuando, al abrir la taquilla, me di cuenta de que había sido forzada, entonces vi mi ropa interior dentro y una nota la cual leí rápidamente, sintiendo mi corazón bombear con fuerza "Él... ¿Quién es el idiota que lo has dejado entrar?"Pensaba, tenso, aunque supuse que ya se habría ido y me fui a sentar al ordenador, con la intención de revisar si había estado husmeando; para mi sorpresa había otro post-it -¿Pero qué...?-Me tensé al instante, dándome la vuelta lentamente y sintiendo aquellos fuertes brazos rodearme en un abrazo inesperado "¿De verdad soy tan predecible?"Pensaba, dándome cuenta después de lo que posiblemente pretendía y tratando de gritar o golpearle, pero mi boca fue cubierta con un trozo de cinta aislante. -¡Mgfh!-Traté de quejarme mientras mis esposas me eran arrebatadas y ataba una de mis muñecas a la pata de la mesa... "Maldito capullo..."Pensaba, tratando de golpearle con la mano libre, pero cuando fuipe a cerrar la puerta con pestillo me fue imposible. Traté de revolverme, llevando mi mano libre a mis pantalones, rebuscando para tratar de encontrar la llave, pero sus actos detuvieron todos mis movimientos... Y es que me encontraba con la chaqueta y la camisa medio abiertas y los pantalones desabrochados con su mano dentro de la ropa interior. Pateé la mesa, echando la cabeza hacia atrás, completamente abochornado y humillado a la par de avergonzado y excitado... y es que me estaba volviendo loco. Entre su mano en mi erección, la otra en mis pezones y su boca jugueteando a placer con mi cuello no tardé mucho en correrme en su mano -¡Ah!-Me quitó la cinta de un tirón, dejando mis labios enrojecidos y la zona adolorida, pero poco le importó porque tras quitarla se apoderó de mis labios, subiéndome la ropa interior y abrochando mis pantalones. -Maldito... pervertido-Jadeé, extasiado, mientras él se largaba y me dejaba ahí de nuevo... menuda visita. Acomodé mi ropa rápidamente, sacando la llave de mi pantalón y liberándome para ir derecho a culparle para así iniciar su búsqueda y captura... Tal y como esperaba, entregando su foto dieron con quién era y, como era de esperarse, no tardaron en encontrar sus huellas en el chaleco antibalas, las cuales coincidían con las de su ficha, su desequilibrio de cuando era niño parecía ajustarse al perfil de psicópata que poseía hoy en día, también informé de que había visto a su perro destrozar una foto suya con la mujer asesinada en la trituradora. Por otro lado Jack me apoyó diciendo lo que había visto en mi habitación antes de que le dijese que se fuese, después de eso le ignoré durante el restro del dia... tratando de hallar el hotel donde se encontraba aquel hombre que hace horas se había jugado el culo solo para venir a avergonzarme y a burlarse de mi debilidad ante ciertas formas de trato.

    Tras la intensa jornada de búsqueda no logré encontrar nada, quise quedarme para investigar un poco más, pero era huir o quedarme y tener que enfrentarme a lo que quisiese decirme Jack, y no me apetecía nada... así que en cuanto acabó mi turno salí rápidamente de allí directo a casa. Por alguna razón al salir me sentía observado, pero tampoco era algo tan anormal en mí, así que no le di mayor importancia y me fui en taxi a casa, bueno, casi... Pues al doblar una esquina alguien fui asaltado por la espalda, yo traté de revolverme y defenderme, pero el cloroformo del pañuelo que cubrió mi nariz y mi boca me lo impidó, pues perdí el conocimiento al segundo...

    "¿Ramsay...?"

    El fuerte ruido de una sierra mecánica fue el que hizo que poco a poco fuese espabilando... Entonces me di cuenta de que mi cuerpo estaba en el aire y la presión y el fuerte dolor en mis muñecas por las cuales sostenían el peso de mi cuerpo en el aire al estar maniatado y colgado de un gancho... "¿Dónde estoy?"Mi cabeza daba vueltas y mi vista no parecía querer aclararse. Miré hacia abajo, consiguiendo distinguir una cinta transportadora en movimiento, y luego hacia el frente, donde a pocos metros se encontraba lo que producía el ruido que me había hecho despertar -¿Ramsay?-Murmuré al reconocer su voz en medio de una conversación que no conseguía entender... Ppco después el dolor desgarrador de mis muñecas y hombros fue aliviado al ser agarrado por las piernas y alzado. Observé a quien, al parecer, estaba ayudándome, aun a pesar de que mi mente no quería colaborar, acabé por darme cuenta -Ramsay...-Repetí en respuesta a mi murmullo anterior, sonriendo tontamente en medio del tiroteo repentino para que después las sirenas de policía perforaran mis oídos "Si Ramsay no me ha hecho esto... ¿Quién? ¿Por qué?"Pensaba, antes de notar como comenzábamos a avanzar por la cinta transportadora. Entonces fui espabilando -Vete...-Murmuraba, notando el traqueteo que se llevaba entre manos con el candado que me mantenía fuertemente atado, no veía modo de que pudiera sacarme de esta, así que solo podía decirle que se fuera antes de que muriese conmigo... No quería que esto acabase así. Para colmo se colocó frente a mí, colgado también del hierro y haciendo fuerza para tratar de romperlo. A penas a centímetros de la sierra consiguió romper la barra y me liberó, cayendo ambos al suelo tras habernos salvado de un fatal destino. Jadeé, mirando al techo, escuchando sus gritos con claridad -Eres un... maldito idiota-Apoyé mi cabeza en su pecho, apretando los dientes al punto en que se podía escuchar como chirriaban mientras los policías se acercaban en nuestra dirección, posiblemente habrían visto como me había sacado de aquella, pero después de haber comenzado la operación de su captura aquella tarde, no había nada que le pudiese librar de lo que le esperaba. -Debiste haberte largado...-Le susurré antes de que mis compañeros me alejasen rápidamente de él, reconociéndole por la fotografía que había llevado a comisaría y no tardando en esposarle mientras forzaban las esposas que llevaba yo para dejar mis muñecas libres. Las lágrimas se arremolinaron en mis ojos, pero no las dejé salir, y no era por que hubiese estado a punto de morir, no, sino por la culpa de saber que el pelirrojo iba a ser capturado y condenado después de haberme salvado. A mí, a pesar de mis protestas, me dejaron con Jack, el cual no había parado de tocarme innecesariamente, causándome más de una arcada que se atribuyó a la presión tras lo ocurrido; nada más lejos de la realidad. Por otro lado a Ramsay se lo llevaron para interrogarlo, revisando las heridas leves que yo había informado que le había hecho, también los cuchillos y la pistola le fueron requisados desde un principio, también se comprobó que uno de sus cuchillos coincidiese con el corte de la pistola que yo había llevado el día en que se supone que debería haberle matado... No había duda de que era él.

    El juicio fue llevado a cabo, yo tuve que ir a declarar al igual que Jack e incluso su padre había conseguido que le dejaran asistir con cierta ayuda mía, claro que atado, custodiado y alejado del resto de los presentes. Recuerdo que en cuanto acabé de declarar me largué y me eché a llorar como una magdalena, no podía soportar verle sabiendo que estaba allí por mi jodida culpa. ¿El resultado del juicio? Obviamente culpable, sobretodo con su reacción al ver a su progenitor. A penas dos días después del juicio, cuando el día de su ejecución estaba fijado, nuevos asesinatos comenzaron a aparecer aun con Ramsay en la cárcel que seguían en modo de asesinato de este... Yo no dudé ni un segundo: era el que me había llevado al matadero. Me encargué de reunir a mis compañeros y plantear la hipótesis, ninguno se opuso. Pero yo tenía algo más en mente, lgo que quizás podría salvar de la muerte al hombre que anteriormente me había salvado. Tuve que ir a los juzgados de nuevo para pedirle el permiso al juez: Utilizar la mente retorcida de Ramsay para capturar al nuevo psicópata. Mientras yo negociaba con el juez, envié un portavoz para que le llevase directamente una carta al recluso firmada por mí donde le explicaba lo que quería que hiciese a cambio de evitar su muerte y reducir su pena de muerte a condena perpétua. Una vez se dio el visto bueno del preso y con unos cuantos empujones más, el juez acabó aceptando. Incluso aceptó mi petición de llevarlo conmigo a un piso de protección oficial donde ambos estaríamos más seguros a posibles ataques del nuevo criminal, claro que para eso le iba a llevar con un collar de corrientes eléctriccas cuyo mando poseería yo en caso de que tratase de hacerme algo, como si fuese un perro... aunque pensándolo bien sería bastante divertido, bueno, para mí.

    Yo fui el primero en ir al piso, solo se me permitía llevar ropa pues ya había mobiliario y se habían encargado de llevar comida para unas cuantas semanas para así no tener que dar viajes innecesarios. El piso contaba con dos habitaciones separadas, un baño, un salón-comedor y una cocina. La decoración era mayoritariamente gris o de metal, además los cubiertos eran de plástico por mayor seguridad y el encargado de cocinar sería yo. Además, en mi habitación contaba con varios ordenadores con los que podría trabajar sin necesidad de ir y venir de comisaría y las cuchillas de afeitar debería tenerlas bajo llave al igual que bolígrafos u objetos punzantes... también contaba con esposas, por si acaso. Me senté en uno de los sofás a esperar a que la escolta llegase con el recluso al cual supongo que ya le habrían explicado las reglas de la convivencia, mi corazón palpitaba con fuerza, nervioso por como actuaría al verme, estaba claro que muy contento conmigo no podía estar.

    "Por favor, no me odies, porque ya sabes que yo no puedo odiarte..."
     
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    -¿Cuándo, dónde y cómo tiene pensado tu cómplice cometer el asesinato? – me interrogó el tal Jack, leyéndome la nota que les había enviado Joe, el psicópata, a comisaría; “a la bruja, a la bruja voy a quemar, la cara negra en el fuego no le queda tan mal, a la bruja, a la bruja voy a quemar, ni los grillos ni los invitados la oirán gritar” Yo estaba esposado por las muñecas a un mesa, la cadena de mis grilletes pasaba a través de una barra de metal, y mis tobillos estaban atados y separados por las patas de la silla – No es mi cómplice… – el policía me cruzó la cara de un guantazo y me partió el labio inferior, yo le escupí la sangre en respuesta y él me maldijo en voz alta. Después me dio un golpe con el puño cerrado que me hizo tirar la cabeza hacia atrás y sentí como crujían los huesos de mi nariz, antes de que empezara a sangrar por uno de los orificios nasales y volver la cabeza hacia delante para mirarle fijamente con gesto indiferente – ¡Te lo repetiré una vez más! ¿¡Cuándo, dónde y cómo tiene pensado tu cómplice cometer el asesinato!? – Jack estaba alterado y yo disfrutaba con ello, cada golpe que me propinaba me resultaba más placentero que doloroso y no pude evitar sonreír con sarcasmo. Sólo necesitaba que se acercara un poco más a mí, un movimiento en falso y mi plan daría resultado, vamos – Ya te lo he dicho; no es mi cómplice – entonces el policía me cogió de la solapa de la camisa para golpearme la cara y yo aproveché el momento para dislocar mi muñeca, y en un rápido y ágil movimiento arrebatarle la llave del bolsillo del pantalón con mi mano libre y esposarlo a los grilletes. Luego le arrebaté la pistola y le apunté sin titubear, pero los dos policías que estaban apostados en la puerta me apuntaron con sus armas, mientras protegían a Iago – ¡Tira el arma al suelo, Ramsay! – pero yo hice caso omiso de sus advertencias y me quedé mirando fijamente a Jack, mientras veía como una mancha se dibujaba en sus pantalones, se estaba meando encima.

    -Un niño deja de mojar la cama a los 4-5 años de edad, pero un adulto lo sigue haciendo cuando ha pasado por un trauma en su infancia… ¿tu madre te pegaba después de esnifar cristal? ¿o era tu padre cuando volvía borracho a casa? Oh, pobre Jack – uno, enfurece a tu oponente para que puedas predecir su siguiente movimiento, dos, haz su arma la tuya para tener la situación bajo control, tres psicoanaliza su mente para despojarle de todo el coraje o fuerza de voluntad que le quede, ¿resultado? Un hombre meándose en los pantalones – Te lo repetiré una vez más, Jack; no es mi cómplice, yo trabajo sólo, para mí sus crímenes son un juego de niños, no vuelvas a humillarme de ese modo o me veré obligado a explicarte personalmente porque mis crímenes son siempre mejor que los suyos – me acerqué un poco más a él para susurrarle junto al oído – Iago es mío, no quiero que le mires, no quiero que le hables, ¿lo has entendido…? – el policía asintió enérgicamente con la cabeza, mientras se echaba a llorar y suplicaba por su vida, que vergüenza –… porque si lo haces entraré dentro de tu cabeza y te torturaré de la forma más retorcida que se me ocurra hasta que acabes suplicando que te mate aquí y ahora – de pronto empecé a recordar como toqueteaba a Iago más de la cuenta en mi detención y cómo testificó en mi contra en el juicio, por no mencionar el hecho de la humillación que me había hecho pasar al relacionarme con ese aficionado asesino de tres al cuarto y los puñetazos que me había dado hacía apenas un momento. Hecho por el cual estuve tentado de matarlo, podría haber utilizado el cuerpo de Jack como escudo y asesinar a los dos policías para escapar, pero sería una muerte demasiado fácil. Miré a Iago de reojo y no pude evitar “sentir” algo extraño en mi interior que me hizo bajar la pistola y liberar a Jack. Volví a sentarme en la silla y un policía volvió a ponerme las esposas a toda prisa, y una vez maniatado me dio otro golpe en la cara con la culata del arma, mientras el otro apretaba las esposas al máximo para que no pudiera volver a quitármelas – Tsk… puede que sepa cuándo, cómo y dónde está ahora mismo el asesino que andáis buscando, pero no hablaré con otra persona que no sea Iago.

    Y así fue como Jack y los dos policías me dejaron a solas con Iago, no sin antes ponerme un collar eléctrico al cuello por si se me ocurría la brillante idea de matarlo y darle a mi carcelero el control remoto – Voy a liberarme, Iago, no tengas miedo, no puedo hacerte daño – abrí la mano en la que había escondido recelosamente la llave de los grilletes y me liberé tanto de las muñecas como de los tobillos, antes de ponerme en pie y dirigirme en dirección al cuarto de baño. Hice una mueca de dolor, las esposas me habían dejado círculos rojos alrededor de mis extremidades, por no mencionar el hecho de cómo me escocía el labio partido y la nariz rota que no había dejado de sangrar en ningún momento. Así que me lavé la cara con mucho cuidado y me limpié la sangre con papel higiénico, antes de tirarlo por el baño y volver al comedor junto con Iago. Cómo sabía el protocolo de la policía, me deshice de todas las cámaras de seguridad y los micrófonos que había instalado la policía por toda la habitación, incluido el de Iago. Me acerqué a él y le desabroché los primeros botones del uniforme, para después arrancarle cable y micrófono de un tirón. Ahora si estábamos realmente los dos solos – Me llamaste idiota, pero el único idiota eres tú por pensar que te dejaría morir tan fácilmente en esa sierra. Nunca, jamás, me habría largado sin ti – le miré fijamente a los ojos y cogí su cara entre mis manos, mientras pasaba un mechón de pelo por detrás de su oído y acariciaba su cartílago con los dedos – Tuve “miedo”, Iago; sabía que si me quedaba contigo la policía me encontraría, pero tenía más miedo a dejarte morir en aquella sierra a que me condenaran a la silla eléctrica.

    -Perdona por lo de Jack, no era mi intención, pero desde que te vi cómo te tocaba el día de mi detención, tuve ganas de darle un buen… “escarmiento” – después cogí la nota y volví a leerla, hubo dos cosas que me llamó la atención; una era el olor a hollín que despedía aquella carta y la otra unas letras en mayúsculas “…E.P” que había en el borde del papel – Prométeme que no te enfrentarás tú sólo a él; si te digo todo lo que sé, irás a ayudar a esa chica y probablemente acabes muerto, en el mejor de los casos. Pero si no te ayudo me odiarás por ello y yo acabaré muerto, vaya… menudo dilema que tengo por tu culpa, Iago. No quiero perderte, ¿lo entiendes? – dejé la carta sobre la mesa y le di algo parecido a un abrazo, antes de deslizar mis dedos por dentro del cuello de su camisa, en dirección hacia su pecho – Por cierto, ¿te gustó mi visita? – sonreí burlón, antes de empujarlo contra el sofá, momento en el que se le calló el control remoto, pero yo me agaché para recogerlo y dárselo de nuevo – Te doy las gracias por salvarme la vida, pero… no creas que te voy a dar toda la información que sé por las buenas o por la buena bondad de mi corazón, no. Te quiero a ti a cambio, Iago, quiero que seas mío. Tú quieres la información y yo quiero tu cuerpo, así que si quieres mi ayuda, ya sabes cuál es el precio – me subí encima suyo y le di un beso con pasión, al ver que no oponía resistencia, supuse que había aceptado mi trato – De acuerdo, de momento esto es suficiente – pero no pude evitar volver a besarlo, una y otra vez, hasta que pasados unos quince minutos tuve realmente suficiente. Yo no estaba interesado en su cuerpo ahora mismo, era algo más, como un vacío en mi interior, como si estos días hubiesen sido una eternidad sin estar a su lado – Te he echado de menos…

    Después me levanté de encima, para volver a coger la nota y sentarme en la silla, mientras la releía – Ven, aquí, Iago, ¿a qué huele esto? Exacto, a hollín; el hollín es el resultado de una combustión incompleta de materiales, compuesto mayoritariamente por carbón pulveriado, impuro etc. Ahora mira esto – dije señalando las letras “…E.P” que había en el borde del papel – “…E.P” son las siglas incompletas de “D.E.P” en otras palabras; descanse en paz – cogí la carta… – ¿Cuándo cantan los grillos? Al anochecer, pero, ¿cuándo no pueden escuchar? Cuando están durmiendo al medio día –…y seguí leyendo – “…ni los invitados la oirán gritar” los invitados se refiere a las personas muertas y sólo hay dos sitios en esta ciudad donde se acumulan; un cementerio o un tanatorio – me quedé mirando a Iago, a ver si me seguía el hilo de mi razonamiento, antes de dar un suspiro y hacerle un resumen de todo lo dicho – Iago, Joe está en un tanatorio y planea quemar a esa chica en un crematorio al medio día. Déjame ir contigo, no quiero que vayas sólo, es un inepto, pero eso no quiere decir que no pueda hacerte daño… vaya; yo una vez quemé a alguien, deberías haber oído como gritaba… – me eché a reír, pero al ver que Iago no se reía conmigo, se me borró inmediatamente la sonrisa de los labios, adivinando que no era correcto –…lo siento, creo que no debería haber dicho eso.
     
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  6. •Shena
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    Resoplé al escuchar las preguntas estúpidas de Jack hacia un esposado Ramsay "Yo mismo he especificado varias veces que no sin cómplices"Pensaba, irritado y observando fijamente la escena, no podía dar ni la más mínima muestra de debilidad, debía estar preparado mentalmente para lo que ocurriese. La nota del tal Joe fue releida de nuevo en busca de que Ramsay nos diese las pistas que necesitábamos para poder ir a por el nuevo psicópata y capturarle cuanto antes. Fruncí el ceño al ver como el pelirrojo era golpeado por el moreno, aunque más que sufrir parecía disfrutarlo... Supongo que era un sadomasoquista, aunque no eso era de extrañar. El que escupiese la sangre fue suficiente para acabar con la paciencia de Jack, que le propinó un segundo golpe a la nariz, posiblemente rota también. Aquello era como asistir a un teatro de marionetas, el problema era que quien se supone que debería ser la marioneta era el titiritero. "Mal"En cuanto se acercó Black hizo su movimiento y le robó las llaves de las esposas, consiguiendo liberarse y no tardando en arrebatarle la pistola, apuntando al moreno que no tardó en mearse de miedo, literalmente, mientras que los otros dos policías apuntaban al asesino, protegiéndome de un posible ataque por parte de este último con el que hasta hace días me acostaba. Me llevé una mano a la cara, no queriendo ver nada más... todo esto era demasiado penoso. Mi ex vecino no tardó en utilizar sus retorcidos métodos para desmoronar aun más a aquel idiota que había ido de lleno hacia su telaraña y ahora lloriqueaba como un niño y suplicaba por su vida... Lo que ya no me gustó fue aquella amenaza final para conseguir aterrorizarlo por completo, y aun menos cuando le susurró algo que no conseguí escuchar, pero en cuanto acabó el policía asintió con la cabeza rápidamente "Patético..."Decidí ignorarlo para después mirar con desaprobación al causante de tanto revuelo "Después de tanto ajetreo para evitar que te maten y ahora haces esto..."Resoplé, encontrándome con la mirada de este por unos segundos tras los cuales bajó la pistola y dejó a Jack, sentándose en la silla de nuevo mientras yo liberaba un susoiro de alivio. Uno de los policías fue a esposarlo de nuevo a paso rápido, dándole otro feo golpe mientras que el otro le apretaba las esposas más de lo necesario para evitar que se las pudiese quitar... y entonces me metió a mí por en medio.

    Mis compañeros accedieron a dejarnos solos, colocándole un collar eléctrico, por si se le ocurría hacerme lo mismo que a Jack, y dándome a mí el control de este -Bien...-Observé con curiosidad como sacaba la llave y se liberaba manos y tobillos sin la menor intención de detenerle; no creía que intentase hacerme daño y, si lo intentaba, la corriente eléctrica era bastante más rápida que sus piernas o brazos. Sin decirme nada más se puso en pie, yéndose directo al cuarto de baño al parecer para limpiar su maltrecha cara... No me había hecho ninguna gracia ver como le golpeaban, ¿pero qué iba a hacer? ¿Defenderle? Si defendía al hombre que a ojos de la ley era un jodido psicópata que no dudaría a la hora de acabar conmigo posiblemente no se me permitiría hacerme cargo de más casos de aquel tipo. Volvió tras unos minutos, con la cara limpia tal y como yo lo haía deducido, apagando todas las cámaras y los micrófonos, incluso el que llevaba yo bajo el uniforme... mi corazón aun se aceleraba en cuanto se me acercaba más de la cuenta. Le miré fijamente, tenso ante sus palabras, y aun más en cuanto tomó mi cara, pasándome un mechón de pelo detrás de la oreja la cual acarició con suavidad -Y mantengo mi palabra, continúas siendo un idiota... Si me hubieses dejado morir ahora no tendría ningún problema más que afrontar y tú continuarías libre... Tuve que mover cielo y tierra para salvarte el culo-Mi tono era frío, calmado, pero por dentro mi alma se encogía a cada palabra que me dirigía y tenía que ejercer el doble de autocontrol sobre mi cuerpo para evitar tocarle... no podía tropezar de nuevo con la misma piedra, aunque sabía que no seria tan fácil... y menos si quería que colaborase conmigo.

    Mis ojos se abrieron con cierta sorpresa tras su 'disculpa', y es que no me esperaba tal comentario en aquel momento, al parecer era aquello lo que le habia susurrado al oído. -¿Sabes que este incidente no ayudará nada a tu condición actual, cierto?-Suspiré, observando con más interés como ahora tomaba la nota y la releía... Cuando creía que me iba a dar la solución volvió a meter los jodidos sentimientos en medio... no sabía hasta qué punto me hacía daño con aquellas palabras, así que simplemente opté por guardar silencio. Dejó la carta de lado, acercándose y abrazándome bruscamente y de forma para nada comfortable, deslizando sus manos dentro de mi camisa y logrando que todo mi cuerpo se tensase y erizase casi mecánicamente al tacto, el contacto seguía pareciéndome reoulsivo, en especial después de haber estado cierto tiempo alejados. Entonces me espetó aquella pregunta, derrumbando completamente todas mis defensas y consiguiendo que mi cara se pusiese completamente roja, titubeando en busca de una respuesta. De pronto me empujó contra el sofá, para mi mala suerte se me cayó el control remoto del collar cosa que me puso aun más nervioso... para mi sorpresa me lo devolvió. Desvié la mirada, completamente azorado y asqueado por otro lado -En resumen... que vuelva a ser una puta para ti, ¿no?-Me dejé besar, aunque no le correspondí en ningún momento tampoco me negué... No me quedaba otra; mi trabajo para mí lo era todo. Pareció entenderlo, pues después continuó besándome hasta que se aburrió y se separó "Yo también..."

    Luego fue a por la nota, releyéndola en la silla conmigo a su lado, escuchándole atentamente y atendiendo a cada detalle que me señalaba, no tardandl en darme cuenta de la evidencia -Entonces...-Mi frase fue acabada por él, definitivamente aquel hombre tenía una mente brillante... habría sido un excelente policía; pero las cosas eran como eran. Lo que no me gustó fue como acabó su comentario -No, no deberías haberlo hecho-Le miré con desaprobación, pero dejé de darle importancia; ya tenía lo que quería. -Gracias...-Me acerqué a besarle la mejilla antes de activar el control remoto a una intensidad que con suerte lo dejaría inconsciente durante varias horas -...Pero no puedo arriesgarme a que escapes-Finalicé, llamando a mis compañeros para informar de lo descubierto y anunciar que yo mismo me ocuparía "Pienso vengarme, cabronazo"Pensaba, yendo directo a comisaría para comenzar con la búsqueda del tanatorio en el que estaría Joe con la víctima, no tardando demasiado en descubrirlo. En cuanto estuve listo me puse en marcha, armado hasta los dientes y ocultamdo mi identidad por precaución, puede que si se enteraba de quien era se pusiese aun más agresivo... "Puede que consiga matarme, quizás no estaría tan mal"Pensaba según iba acercándome al jodido tanatorio donde esperaba no encontrarme ya con la chica muerta. Lo que no me esperaba era que en aquel tanatorio no hubiese nada "Imposible... ¿Me he equivocado?"Pensaba, aterrado, miemtras corría de vuelta al coche y conducía a toda velocidad a la otra opción que había tenido en cuenta a la hora de decidirme por un tanatorio "Solo espero no llegar demasiado tarde"Por suerte había llegado con tiempo, así que aun me quedaban algunos minutos para que fuese medio día... Lo que no me esperaba fue la situación que vi al llegar al lugar correcto y encontrarme a ambos psicópatas maquinando. -¿Qué cojones pasa aquí?-Hablé sin siquiera esforzarme en modificar mi voz, Black posiblemente me había reconocido desde que había escuchado mis pasos acercarse así que resultaba completamente inútil... Además era de suponer que Joe se esperase que yo hiciese acto de presencia. A final de cuentas el único sorprendido erä yo en el escenario de posible traición por parte del que era mi amante.
     
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    ¿Qué cojones pasa aquí…?



    -Oh, Iago, te diré lo que está pasando…
    – Joe se acercó hasta el susodicho sonriéndole con sarcasmo, mientras yo calculaba todos y cada uno de sus movimientos y reacciones dispuesto a actuar en cualquier momento –…un día un escorpión le pidió a una rana que le ayudase a cruzar el río y le prometió que no le haría ningún daño, por lo que la rana aceptó subirle a sus espaldas, pero cuando estaban a mitad del trayecto el escorpión picó a la rana. Esta le preguntó incrédula "¿cómo has podido hacer algo así?, ahora moriremos los dos" y el escorpión le dijo "no he tenido elección, es mi naturaleza…" – después se echó a reír y se acercó más y más hacia él para susurrarle al oído algo que, desde mi posición, me fue imposible entender –… no trates de engañarte con los demás al creer que son o pueden ser otros y menos engañarte a ti mismo, Ramsay es lo que es y ni tú ni nadie puede cambiarle – después se acercó hasta mí y empezó a planear en voz alta el asesinato de Iago sin ningún tipo de pudor, haciéndome sentir cada vez más incómodo por momentos, mientras desviaba la mirada a un lado – Sabes que quieres hacerlo, Ramsay, te conozco; cada vez que te acercas a él sientes el impulso o la necesidad de hacerle daño, así que deja de reprimir tus instintos y mátalo… – “basta”, yo me llevé las manos a los oídos para no oírle aunque seguía escuchando todo cuanto decía –…¿le has dicho ya cuantas veces sonríes cuando le oyes gritar? ¿le has dicho lo mucho que disfrutas cuando sufre? ¿le has dicho…? – “basta”, pero yo le atajé antes de que pudiese continuar con aquella retahíla preguntas – ¡YA BASTA! – estallé en ira, antes de propinarle un puñetazo en la cara con el que le rompí la nariz y empezó a sangrar, antes de echarse a reír – No será hoy, ni tampoco puede que mañana, pero algún día volverás a ser el que eras y entonces acabará contigo… o tú con él – y sin más preámbulos le dio un empujón a Iago y lo hizo caer directamente en el horno antes de cerrar de un portazo el compartimento de hierro que empezaba a calentarse rápidamente por segundos.

    Yo hice ademán de seguir a Joe escaleras arriba, pero de haberlo hecho Iago habría muerto calcinado allí dentro, por lo que me detuve en seco y di media vuelta para intentar abrir la puerta del horno antes de quedarme con la manivela en la mano. Joe lo tenía todo planeado desde el principio, sabía que cabía la posibilidad de negarme a acabar con la vida de Iago, así que él mismo se encargó de hacer todos los preparativos, y a mí me tocó volver a jugar el papel de “poli bueno” – ¡Joder! – accioné rápidamente el botón de expulsión, pero no funcionó, probé con el control remoto, tampoco funcionó, incluso golpeé la puerta hasta que me disloqué el hombro, y corrí la misma suerte. La temperatura aumentaba a cada segundo, tenía que pensar rápido, no podía bloquearme en un momento como aquel, a Iago no le quedaba mucho tiempo – ¡Aguanta! ¡Voy a sacarte de ahí! – así que, como último recurso, se me ocurrió la idea de cortar el suministro eléctrico del edificio y toda la maquinaria dejó de funcionar instantáneamente, dejándonos a oscuras casi por completo, a pesar de que era medio día. No me lo pensé dos veces y abrí la puerta, quemándome la mano, para sacarlo de allí dentro, mientras lo cogía en brazos. Su ropa me quemaban al sujetarle, pero no lo solté, y su piel desprendía un olor a chamuscado, pero no me importó – ¡Iago! ¡Iago! ¿estás bien? – a correo seguido corrí hasta una de las pilas industriales, donde sin quitarle la ropa, lo deposité con cuidado para aliviar los posibles quemazones, y luego lo envolví en mi chaqueta. Eso fue lo último que hice antes de coger su teléfono móvil y llamar a la policía para que viniesen a recogerlo, yo debía haber huido, sin embargo me quedé todo el tiempo a su lado – Te pondrás bien – le aseguré antes de que sus compañeros entraran por la puerta y me obligaran a alejarme de él otra vez, mientras veía como Jack subía con él en la ambulancia para llevarlo al hospital y a mí me devolvían a una celda de aislamiento a regañadientes. Algo en mi interior estaba cambiando; no podía dejar de pensar en el estado de Iago, lo cierto es que estaba realmente preocupado, pero, por otro lado, empecé a maquinar de manera inconsciente el cómo, cuándo y dónde iba a matar a ese hijo de puta llamado Joe.

    Aquella misma tarde entré en un programa de rehabilitación, sintiéndome como un conejillo de indias esposado a una silla por manos y pies, mientras la psiquíatra se sentaba en frente de mí y tras ese cristal opaco me observaban otros desconocidos – Hola, señor Black, soy la doctora Elizabeth Tylor. Estoy aquí para ayudarle… – yo entorné los ojos hacia ella, estudiándola en silencio mientras ella parloteaba sin parar, ¿quería ayudarme? yo sonreí con malicia – ¿De verdad, doctora? ¿Quiere ayudarme? ¿O está aquí porque debe ayudarme? No, usted no quiere estar aquí, pero no tiene otra alternativa – yo volví mi atención hacia el cristal, buscando a Iago, no me interesaba este estúpido programa, sólo saber si mi vecino se encontraba bien – Señor Black, todo sería mucho más fácil si usted colaborara conmigo, cada uno tiene que aceptar sus problemas personales para poder superarlos… – pero ella insistía en molestarme, yo desvié la mirada hacia ella otra vez, haciendo que se callara de forma inmediata, que pesada –... ¿Con usted? Dígame, ¿Hace cuanto que engaña a su marido? El cambio de color en su piel en el dedo anular denota que engaña bastante bien a su pareja. Espere, ¿Huele eso? Es nicotina, también llamado comúnmente tabaco ¿Le gusta fumar, doctora? ¿O lo hace para aliviar el estrés que le producen todas sus mentiras? ¿Quiere que siga? ¿O considera que ya me ha ayudado bastante? Me pregunto; ¿El título de “doctora” se lo ha ganado con el esfuerzo de su frente? ¿O sólo ha tenido que hacer el esfuerzo de abrirse de piernas? Que le quede claro, “doctora”, no pienso colaborar con una mentirosa compulsiva, además drogadicta, acéptelo, “cada uno tiene que aceptar sus problemas personales para poder superarlos…” – dicho esto me dio un guantazo que me giró la cara y los de seguridad tuvieron que entrar para controlarla, antes de que se la llevaran por la puerta a rastras y apareciera un nuevo doctor para continuar con su trabajo.

    A continuación me pusieron unas ondas cerebrales alrededor de las sienes para medir mi capacidad de reacción ante estímulos externos; si mi reacción era negativa el cerebro aparecía de color azul, pero si reaccionaba la barrera de empatía que separaba el cerebro de las estímulos se volvía de color rojo – Mire estas fotografías – me dijo el nuevo doctor. Vi fotografías de personas muertas, explosiones, guerras y desastres naturales. Pero no pude hacer otra cosa que sentirme indiferente y esperar a que todo aquello acabase de una vez, mientras desviaba la mirada hacia el cristal, de vez en cuando, esperando a que Iago apareciese para saber si se encontraba bien – ¿Espera a alguien? – me preguntó con curiosidad, aquella pregunta me cogió desprevenido y con la guardia baja, de manera que le dije la verdad – No, pero me gustaría saber si el policía de esta tarde se encuentra bien – el hombre me miró con confusión y enarcó las cejas en alto, sorprendido, al ver como el monitor empezaba a colorearse de color rojo poco a poco, respondiendo por primera vez a un estímulo externo – ¿Se refiere al señor Zanetti? – con tan solo pronunciar su apellido, yo estaba nervioso y expectante como un niño de ocho años, mientras las partes azules del monitor ahora ya habían cobrado más de un 50% de color – Iago Zanetti – insistió, mi corazón latió rápidamente, tenía la respiración agitada y me sudaban las manos, por supuesto que me refería a Iago, ¿A quién si no? Por primera vez mi cerebro funcionó como el de cualquier otro ser humano – ¿Qué relación mantienen? – me preguntó, pero yo no respondí – Me han dicho que le salvó la vida, ¿Por qué lo hizo? – guardé silencio al comprender lo que estaba haciendo, y una sonrisita apareció en mi rostro – ¿Le gustaría verle?– hasta que finalmente estallé a carcajadas, antes de que mi cerebro volviese a ser completamente azul – ¿Sabe lo que me gustaría ver, doctor? Me gustaría verle atado a esta silla para cortarle esa lengua que tiene.

    Aquella misma tarde-noche me dejaron volver al piso con Iago, tan sólo porque habían enviado una nueva nota del presunto psicópata, Joe, que Iago debía de traer con él. Pero en cuanto lo vi aparecer por la puerta hice ademán de levantarme para saludarle, darle un abrazo y estrecharla entre mis brazos, cosas que no pude porque las cadenas que llevaba me ataban de pies y manos a la silla, por lo que tuve que volver a sentarme, mientras lo observaba con cara de preocupación – Iago, ¿estás bien? – no me gustaban en absoluto esas vendas que llevaba alrededor de su sien y manos, por no mencionar las que no vería por su cuerpo. Joe, oh Joe, voy a hacerte pagar por esto hasta que me pidas que acabe contigo, tenlo por seguro – ¿Puedo hacer algo por ti? Puedo darte un masaje, puedo... puedo hacer lo que me pidas... – Yo sabía que traía una nota consigo, pero antes de que pudiesen haber malos entendidos, se lo dejé bien claro desde un primer momento – No voy a colaborar con la policía – si resolver un enigma de aquel destartalado suponía perder a Iago, prefería mil veces que murieran mil personas a perder a mi… ¿vecino? ¿amigo? ¿amante? – Libérame, déjame ir y acabaré con todos tus problemas de golpe.
     
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  8. •Shena
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    Miré a aquel jodido asesino con el mayor desprecio y el mayor odio con el que había mirado a alguien hace años, escuchando sus sucias palabras –Yo nunca me he engañado a mí mismo al contrario que tú, tratando de imitar a alguien más-Le respondí, al igual que él, al oído. No pensaba dejar que un niñato que no había vivido ni la mitad que yo y que era un puto loco fanático viniese a menospreciarme o a dejarme por imbécil. Después se alejó, comenzando a recitar diferentes formas sobre cómo asesinarme en frente de Ramsay, al que yo miraba sin comprender… ¿De qué lado estaba? ¿Realmente pensaban matarme entre los dos? No, no podía ser, lo que habíamos tenido… Aunque, ¿Qué demonios era lo que habíamos tenido? ¿Y si solo había hecho un papel para conseguir huir y de paso meterme unas cuantas veces en su cama? Una fuerte punzada de dolor atacó mi pecho al ver que simplemente se tapaba los oídos después de las incitaciones de Joe en lugar de contestarle. Entonces ya no había nada más que hablar allí, aunque, por otro lado, yo no tenía nada que hacer ante aquellos dos “Lo mejor es salir de aquí” Pensaba, bajando la cabeza, hasta que un fuerte grito me hizo alzarla justo para ver a Ramsay propinarle un fuerte puñetazo en la cara a aquel mocoso a tal punto en que le rompió la nariz, que no tardó en empezar a sangrar. Yo estaba tan impactado emocionalmente que casi no podía reaccionar; maldita la hora en la que me había mezclado con aquel hombre, y maldita la hora en la que acepté el trabajo. Este era el resultado de mezclar lo profesional con lo personal. De golpe, recibí un fuerte empujón que me hizo caer directamente en el horno el cual cerró a la rapidez del rayo, la misma rapidez a la que yo entraba en pánico -¡NO! Joder, joder, joder joder…-Repetía, aterrado, sintiendo la temperatura subir rápidamente. Comencé a patear el gran portón con ambas piernas sin resultado alguno, no podía ser, no podía morir de una forma tan humillante.

    RAMSAY!-Gritaba, entrando en pánico a medida de que iba sintiendo más y más calor, golpeando y aporreando la puerta (no logrando otra cosa que quemarme las manos). Entonces noté golpes que venían desde afuera, pero el horno no quiso darme más tiempo para pensar y comencé a quemarme, además las palabras de Ram no hicieron más que ponerme aun más nervioso. -¡AAAH!! ¡JODER! ¡DATE PRISA POR FAVOR!-Mis gritos de dolor debían escucharse hasta en la ciudad de al lado y, cuando pensaba que mi vida llegaba hasta ahí, el calor se detuvo de golpe, pero las quemaduras ya estaban ahí, y según me dolía no eran leves. Parte de mi ropa estaba quemada y las suelas de mis zapatos fundidas. Creo que nunca había tenido tanto miedo (exceptuando ciertas ocasiones). Jadeé con fuerza, observando mis manos que estaban prácticamente en carne viva. Por fin la puerta se abrió, dejándome ver el rostro de mi querido vecino que no tardó en cogerme en brazos, causando que soltase un sonoro alarido; me dolía todo el cuerpo… y realmente ahora mismo preferiría no estar consciente. –Ramsay…-Susurré, sonriendo levemente, aunque tuve que dejar de hacerlo en cuanto me depositó en una de las pilas industriales, liberando un nuevo grito y encogiéndome, sin sabes cómo deshacerme de aquel horrible dolor. Después me envolvió en su chaqueta y tomó mi móvil, llamando a la policía… En ese momento pensé que me iba a dejar tirado, sin embargo y para mi sorpresa se quedó junto a mí todo el tiempo, apoyándome y diciéndome que me pondría bien. Yo traté de agradecerle, pero apenas podía mover los labios. Poco después llegaron mis compañeros, entre ellos Jack. Le alejaron de mí a pesar de que yo extendiese mi mano hacia él, tratando de evitarlo… Quería que estuviese conmigo, no quería volver a sentirme solo; y precisamente solo tampoco me fui, porque Jack sin pedirle permiso a nadie se fue en la ambulancia conmigo.

    Rápidamente llegamos al hospital donde me tuvieron que desvestir con muchísimo cuidado pues la mayoría de la ropa se había pegado a mi piel y al quitarla la piel se iba con ella, multiplicando mi dolor. La mayoría de las quemaduras no tenían gran importancia, pero las de mis manos y las de mi espalda eran terribles. Una vez curado y con vendas por todo el torso, manos, piernas, brazos e incluso en la sien, no conforme con mi mal estado, el universo me castigó con la irritante presencia de Jack acosándome a base de preguntas y acercamientos estúpidos a los que yo me negaba casi por inercia. Tan aburrido me tenía que acabé dormido: la forma más simple y rápida para que dejase de molestarme. Aunque no solo fue por el incordio que representaba aquel hombre para mí, sino que también acabé dormido por el desgaste sentimental y físico. Al despertar me encontré solo en la habitación, aun anestesiado y con un hambre de perros. -¿Jack?-Murmuré, verificando si estaba solo, pero justo cuando estaba a punto de levantarme este apareció frente a mí de golpe, dándome un susto de muerte. Al parecer el pobrecito estaba echándose una cabezadita en el suelo y yo lo había despertado con mis traqueteos. Rápidamente me volvió a tumbar, teniendo sumo cuidado con las quemaduras. Entonces comencé a discutir con él para intentar convencerle de que me dejase irme, claro que me quedé en la cama y, si hubiese sido por él, allí me habría quedado hasta el día del juicio final, pero bueno. Estuvimos hablando sobre cosas triviales hasta que saltó el tema de Ramsay -¿Qué tal… con ‘él’? ¿Ha tratado de 'pasarse' contigo?-Le dirigí una mirada fría que a cualquiera en sus cabales no se le habría ocurrido el volver a preguntar –Perfectamente, ¿y por qué debería pasarse conmigo? Además, si así fuese no es de tu incumbencia-Contesté de mala forma, irritado y a la defensiva. Justo en ese momento me di cuenta; estaba defendiendo a un delincuente a nivel personal “No puede ser” Pensaba, comenzando a entrar en pánico “¿Tan fuertes se han hecho los sentimientos que tengo por él?” El miedo era simplemente inevitable, no quería volverme dependiente de alguien, y mucho menos de un psicópata emocionalmente inestable; mi vida ya era lo suficientemente penosa y retorcida como estaba como para que aquellos sentimientos se apoderasen de mí.

    Tras mi reacción se disculpó conmigo y estuvimos en un tenso e incómodo silencio hasta que alguien entro. Venían a enseñarme en un ordenador la rehabilitación en directo, que estaba siendo grabada desde varios ángulos distintos. Vi a Ramsay sentado y esposado a una silla de manos y pies con la psicóloga en frente la cual no tardó demasiado en comenzar con las típicas e irritantes charlas de ‘estoy aquí para ayudarte’. Me puse unos cascos para escuchar la conversación, no queriendo que Jack escuchase nada por el momento. Según la conversación iba avanzando más tensión había y más empeoraba la cosa… en especial cuando Ramsay hizo uno de sus asertivos y ofensivos análisis sobre el modo de vida de la mujer la cual en un principio trató de mantener la compostura, diciéndole que si colaboraba sería todo más fácil y que cada uno tiene que aceptar sus problemas para poder superarlos; cuanto había oído yo esa jodida frasecita. Entonces él, que se había mantenido más pendiente del cristal desde donde le estaban observando (probablemente en mi busca), volvió a mirarla, provocando el silencio inmediato en la fémina antes de continuar con sus comentarios hirientes y el psicoanálisis, dejando bien en claro que no pensaba colaborar con ella con cierto recochineo. Ella no pudo resistirlo y acabó golpeándole… Por Dios, ¿de dónde coño habían sacado a aquella mujer? Ninguna psicóloga que se preciase caería ante tal estúpida provocación. Los de seguridad de la llevaron arrastras y poco después pasó otro doctor a continuar con el trabajo tan penosamente comenzado.

    Tras su llegada, le fueron colocadas unas ondas cerebrales alrededor de las sienes para medir la capacidad de su cerebro a la hora de reaccionar ante estímulos externos; lástima que yo no podría observar los resultados hasta que pasase por comisaría y me enseñasen una recreación junto a la grabación de voz, pues por la cámara que lo estaba grabando en directo no me era posible ver la pantalla. Comenzaron a enseñarle fotografías que más o menos por lo que podía ver por encima eran fotografías de personas muertas y desastres en general, mas por su estado impasible y las discretas miradas que continuaba dirigiendo al cristal no le importaban lo más mínimo. Al contrario de la primera psicóloga, este se percató y no tardó en preguntarle. Yo, que me esperaba que le respondiese de forma agresiva o fría, me quedé pasmado con su reacción. “Se preocupa por mí” Yo, alguien que estaba acostumbrado a estar solo sin que se preocupasen por mí, aquello me ablandó por completo y mi corazón no tardó en acelerarse, como el de una niña enamorada cuando el chico que le gusta habla sobre ella. Por la sorpresa en la cara del doctor supuse que finalmente su cerebro había reaccionado y entonces se le ocurrió decir mi nombre para ver que había, cosa que fue aun más impresionante para alguien con tal problema psicológico: se tensó, nervioso y expectante como un pequeño niño, como una persona normal cuando se preocupa por alguien querido. Cuando le preguntó por nuestra relación mi corazón se desbocó y mi rostro empezó a acalorarse, si se lo decía sería muy humillante para mí. Entonces Ramsay salió de su lapsus y sonrió con sorna, la suerte del psicólogo se había acabado. Cerré el ordenador, no queriendo ver más con la excusa de que la anestesia estaba perdiendo su efecto del todo y prefería dormir algo más antes de que las quemaduras empezasen a doler de nuevo.

    Para la tarde-noche me habían dado el alta junto a unas cremas que me iba a costar un dolor ponerme, pero bueno, ya había pasado por comisaría para dar mi versión oficial de los hechos y de paso para ver el resultado de las ondas. Como no, para la hora de irme ya me habían encargado una nueva notita de aquel hijo de la gran puta que me había dejado en aquel estado tan penoso. Llegué al piso donde ya tenían esposado a Ramsay de pies y manos, como me irritaba verlo así. Noté su intención de venir hacia mí y también noté su preocupación, ¿Por qué se esforzaban en esposarlo si no iba a hacerme daño? Me encargué de revisar que no quedase ninguna cámara o micrófono oculto por allí, no me interesaba que se enterasen de lo que pensaba decirle. Escuché su pregunta y, antes de que le respondiese, me saltó con que no pensaba colaborar con la policía, pidiéndome que le liberase para seguramente ir y matar a Joe -¿Y luego qué?-Suspiré, acercándome a él y arrodillándome a su lado, apoyando mi barbilla en una de sus rodillas, aquel día estaba siendo demasiado para mí, tanto que mis defensas estaban por los suelos –Estoy bien gracias a ti-Me miré, mis palabras eran sinceras y le habría acariciado la cara, pero no creía que le gustase demasiado el tacto de las vendas. Suspiré con pesadez –No sabes lo que significa para mí todo lo que has hecho y lo que te has arriesgado para salvarme, y lo más penoso es que esta ha sido la segunda vez-Mordí mi labio inferior –Cuando te vi allí a mi lado incondicionalmente a pesar de que tuviste la oportunidad para escapar yo…-Mis mejillas se acaloraron rápidamente, no estaba acostumbrado a ponerme sentimental ni a decirle tales cosas a nadie –Me di cuenta de que ya no me podré olvidar de ti ni de mis sentimientos hacia ti en todo li que me quede de vida, y conociendo mi pasado creo que no tendrás duda de que digo la verdad-Cerré las ojos, tomando valor para continuar hablando –Así que solo voy a pedirte dos cosas, y no para mi, sino por tu bien-Le miré de nuevo, temeroso en cierta parte de su reacción -La primera, por favor, sigue colaborando con la policía… Si no lo haces no podré volver a evitar que te maten, y si te matan yo no podría soportarlo, no podría con más sufrimiento –Tomé sus manos, quitándole las esposas a pesar de que en aquel momento pudiera darle una crisis y matarme allí mismo –Y la segunda, prométeme que no irás detrás de Joe para asesinarlo, si lo haces tu condena empeorará y serás ajusticiado rápidamente-Liberé sus pies y entonces me puse de pie, sin dejar de mirarlo a los ojos, rogando porque me hiciese caso mientras mi cuerpo sufría unas terribles ganas de abrazarme a él que al final no pude ignorar. A pesar del dolor rápidamente pasé mis brazos alrededor de su espalda y besé su boca, tratando de buscar algo de cariño en él. –No sabes cuanto me gustaría dejar de lado todo esto e irme a algún sitio alejado del mundo donde nadie pudiese molestar y llevarte conmigo… Pero ya no puedo, no puedo dejar que Joe mate gente inocente y necesito tu ayuda para evitarlo-Confesé en un susurro a su oído.
     
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    -¿Luego? – pregunté con curiosidad, no sabía a lo que se refería, ¿hablaba de Joe? ¿de él? ¿de mí? Pero en cuanto se arrodilló a mi lado y apoyó su barbilla en mi regazo, entendí que hablaba de nosotros, entendí que su cara estaba muy cerca de mi cuerpo y también entendí que en aquel momento deseé que fuera él quien estuviese atado de pies y manos a mi asiento – Luego buscaré y encontraré a Joe, antes de que caigas en una de sus trampas o te mate de la forma más retorcida que pueda imaginar. Y, cuando lo haga, ten por seguro que le haré pagar por todo lo que te ha hecho, te prometo que nunca más volverá a manipularte de ningún modo, te juro que jamás intentará acabar con tu vida porque, Iago, yo soy capaz de hacer cualquier cosa por ti… si tú me lo pides – vi como se mordía el labio inferior y como sus mejillas cobraban un color rojizo, mientras hablaba de sentimentalismos y cosas que escapaban a mi comprensión. Y, por un momento, ni Joe, ni Jack, ni la policía u otra persona existía a nuestro alrededor, sólo él y yo… hasta que la realidad me golpeó de pleno – Pero, ¿es que aún no te has dado cuenta de nada? si estoy en la cárcel es porque quiero, ¿sabes lo fácil que me hubiese resultado salir corriendo o haber matado a tus compañeros cuando vinieron en tu auxilio? ¿sabes qué fácil resulta engañar a los guardias cuando robas un uniforme de policía en los vestuarios o lo que me costaría ahora mismo asfixiarte con mis manos…? Iago, yo no quiero escapar a ningún lado… que no sea contigo – después me liberó de pies y manos y, para mi asombro, me dio un abrazo al que correspondí con torpeza pasando mis brazos por encima de sus hombros y, aunque me cogió con la guardia baja, respondí a su beso de buena gana como nunca antes lo había hecho. Después me separé un poco de él para mirarle fijamente a los ojos y, sin pensármelo dos veces, volví a besarle mientras ponía mis manos a ambos lados de su rostro para luego separarme escasos centímetros de distancia de él y así poder hablarle en un murmuro sobre sus labios – Juegas sucio; si no colaboro con la policía me matarán y dices que no podrás soportarlo pero, ¿qué pasa si Joe te mata? ¿acaso crees que yo si podría soportarlo? Lo siento, pero no puedo prometerte tal cosa, no tengo miedo a morir, Iago, pero si tengo miedo a perderte… no me preguntes porque.

    Después le di un abrazo, atrayéndolo lentamente hacia mi cuerpo y teniendo mucho cuidado de no hacerle ningún daño, para luego apoyar mi mentón sobre su cabeza mirando en ninguna dirección. Cuando, de pronto, la crema que llevaba en uno de los bolsillos del chaquetón captó mi atención por completo y, sin pedir permiso, alargué la mano y cogí la pomada para comprobar que efectivamente se trataba de un remedio contra las quemaduras que había sufrido en el crematorio – Déjame a mí – le invité a sentarse con amabilidad en la misma silla donde minutos antes había estaba atado, para después deshacerme cuidadosamente del chaquetón que llevaba puesto y empezar a desabrochar los botones de la camisa de su uniforme, Dios mío… tenía vendas por casi todo el cuerpo y lucía muy mal aspecto. Yo torcí el gesto, conmocionado, mientras las aletas de mi nariz se dilataban y fruncía los labios con fuerza. Más me obligué a sonreír con la intención de aparentar que todo iba bien – No te preocupes, te pondrás bien de aquí a unas semanas – desaté los nudos de las vendas y cuando fui a tirar de ellas hacia atrás descubrí con horror como el fuego había hecho estragos en su piel ahora enrojecida, calcinada y con bambollas ensangrentadas. Me unté la mano con aquella crema y deslicé mis dedos por su piel con una delicadeza infinita, aunque aún así intuía que le estaba haciendo daño y tengo que decir que no disfrutaba de su sufrimiento en absoluto – Puede que esto te duela un poco, pero hará que te sientas mejor – luego me arrodillé en el suelo y le desaté las botas antes de quitarle los pantalones, su piel estaba igual de dañada, sobre todo en las extremidades tales como manos y pies. Sin embargo y a pesar del mal estado de su cuerpo, cuando lo tuve semi desnudo y con tan sólo los calcetines y la ropa interior delante de mí… no pude evitar pensar en la última vez que estuvimos juntos – Sé que no es el momento, pero te echo tanto de menos… – y sin poder evitarlo volví a besarle con pasión, mientras mis manos buscaban atarlo a aquellas esposas y mi raciocinio gritaba en mi interior que me estuviese quieto, por suerte o desgracia me detuve en el último momento. Y así es como volví a cubrir su cuerpo con las vendas y le ayudé a vestirse de nuevo, antes ponerme en pie y abrazarme a su cintura.

    Cuando, de repente, la puerta del apartamento se abrió de golpe y ahí, en el umbral de la puerta, vi al pesado de su compañero Jack. Quien desenfundó rápidamente su arma y no dudó a la hora de apuntarme con ella, mientras me gritaba que me hiciera a un lado o no dudaría en coserme a balazos – ¡Suéltale, hijo de puta! ¡Las manos donde pueda verlas! – yo no tuve más remedio que hacerle caso y me separé a regañadientes de Iago, entretanto que levantaba las manos en alto y lo miraba con el más absoluto desprecio. Sobre todo cuando tomó a mi vecino del brazo y tiró de él para protegerlo supuestamente de mí, o mejor dicho para separarlo a la fuerza de mi lado, mientras le carcomían los celos por dentro – ¡Al suelo! ¡Tírate al suelo! – y así lo hice, pero cuando me estaba arrodillando para echarme en el piso me propinó tal patada en el estómago que me hizo doblarme de dolor y escupí un ribero de bilis en sus zapatos, gesto que me hizo ganarme una patada más de propina por mi atrevimiento que ni si quiera hice a propósito. Y cuando hice ademán de levantarme y ponerme nuevamente en pie, su compañero se alejó de mí a toda prisa cual cobarde y me lanzó las esposas a una dejando una prudencial entre ambos sin dejar de apuntarme con la pistola en ningún momento– ¡Ponte las esposas; una a la mano y otra a la pata de la mesa! – pero yo me llevé una mano al estómago y me senté en la silla algo desorientado, ¿por qué tenía que soportar todo aquello? ese gilipollas ya me tenía cansado. Sin embargo, cuando miré a Iago de reojo supe que tenía que hacerlo por él, de modo que di un suspiro resignado y recogí las esposas del suelo, antes de colocarlas tal y como Jack había dicho – ¡No hagas ninguna estupidez o juro que te pego un tiro aquí mismo! – me advirtió antes de llevarse una mano al bolsillo de su camisa, probablemente para asegurarse de que aún tenía la llave de las esposas, no como la última vez que se la arrebaté sin darse cuenta, menudo idiota. Yo sonreí con sarcasmo y ni por todo el oro del mundo hubiera cambiado la expresión de enojo de su compañero cuando comprobó con horror como le enseñaba la llave delante de sus narices – ¿Buscas esto? – pregunté con cinismo antes de devolvérsela.

    Una vez los humos ya estuvieron más calmados, Jack explicó el motivo por el que vino, pues según le dijo a Iago habían dado con el escondrijo del presunto asesino. Yo enarqué una ceja con escepticismo, ¿había subestimado a la policía o en realidad eran tan inútiles como para caer en otra de sus trampas? no lo sé, de lo único que estaba seguro era que uno de los dos bandos era un completo inepto (y, en el fondo, yo apostaba por Joe). Como iba diciendo todo aquello me resultaba demasiado fácil, no es que no tuviese plena confianza en nuestros agentes de la ley… bueno, ¿a quién pretendo engañar? no, no les procesaba ninguna fe. Y más cuando el imbécil de su compañero insistió en que Iago les acompañase para recaudar pruebas que pudieran incriminar al presunto asesino y así meterlo de una vez por todas en prisión – No vayas Iago, por favor – dije alargando el brazo que tenía libre hasta su muñeca y sujetándolo por la fuerza sin darme cuenta, hasta que Jack se metió por medio de los dos y apartó mi brazo de malas maneras – Yo… lo-lo siento – me quedé mirando a mi vecino, confundido, en ningún momento pretendí hacerle daño, ¿verdad? es sólo que tenía miedo a perderlo (o eso es lo que me obligué a pensar después de pasar más de una semana sin tomarme la medicación) – Al menos déjame acompañarle, Jack – pedí, a lo que su compañero me miró sorprendido por un momento, parecía que me iba a llevar la contraria por aquello de no variar, pero sorprendentemente y por primera vez en todo aquel tiempo nos pusimos de acuerdo en algo; proteger a Iago. Yo me sentía realmente culpable por lo sucedido, de veras que no había sido mi intención hacerle daño, sin embargo una pequeña voz en mi interior reía a carcajadas como un niño travieso. En aquel momento tuve miedo de mi mismo, así que sin pensármelo dos veces le pedí a Jack que me atara las dos manos, necesitaba mi medicación, la necesitaba y rápido… antes de que pudiese hacerle daño a alguien o peor aún, a mi vecino, después de todo Joe no iba mal desencaminado con sus vaticinios.

    Y así fue como me trasladaron en un furgón policial, acompañado de un par de coches patrulla y por supuesto maniatado con esposas hasta la caseta del presunto asesino a las a fueras de la ciudad. Yo me detuve un momento para observar el lugar; en frente mía había una pequeña caseta de madera probablemente de caza y no muy bien conservada a juzgar por el aspecto decrépito que lucía la fachada, para colmo no había ni un alma a al menos diez kilómetros de distancia y el tiempo nublado no nos acompañaba aquella mañana. Me mostré reticente a entrar, yo sabía que algo iba mal, por eso mismo le susurré a Iago en el oído que no fuese, claro está que cuando me descubrieron más cerca de lo habitual a un agente de la ley me dieron una patada que me tiró al suelo y por si se me ocurría algún truco también desenfundaron sus armas. En fin, al entrar en la caseta y tal como yo imaginaba las paredes estaban pintadas de sangre con el nombre de mi vecino, de hecho no había ningún espacio en blanco y ahora que me daba cuenta tampoco se había salvado el mobiliario. De pronto, una música infantil empezó a sonar desde un radio casete tras un armario, era la misma canción; London bridge is falling down, con la que había conocido a Iago en nuestro primer encuentro. Y como un acto reflejo, grité y me zafé del agarre de los policías que ahora me vigilaban para correr y empujar a Iago a un lado antes de que abriese la puerta del armario… – ¡No la abras! –…de la que salieron disparados varios cuchillos afilados hacia su persona y se incrustaron directamente en la pared de enfrente… y uno en mi hombro. Uno de los que fueron a parar a la pared llevaba una nota; el gigante, el gigante más alto va a llorar y sus lágrimas de oro de rojo se teñirán cuando la hormiga salte del columpio y se balancee de arriba abajo antes de irse a acostar. ¿Pero qué cojones…? Yo estaba algo mareado por la pérdida de sangre repentina, pero estaba lo suficientemente consciente como para gritar que todos saliesen fuera, antes de que explotara la bomba que había escondido Joe tras la puerta. ¿Qué cómo lo supe? Porque esa idea era mía...

    Tengo vagos recuerdos de lo que sucedió; sé que tiré de Iago hasta afuera y que de pronto una explosión me golpeó en la espalda, antes de cubrir a mi vecino con mi propio cuerpo y que una lluvia de escombros nos cayesen encima… después todo se hizo negro, un pitido infernal me taladraba los oídos, hasta que horas después me desperté en el hospital atado con correas a la cama y con Jack sentando a un lado mío con cara de asco y los brazos cruzados a la altura del pecho – Ya era hora de que despertaras, Cenicienta. Ya estás aclarando esta nota – yo busqué a Iago con la mirada y al no verlo por ningún lado me puse inquieto, Jack quien adivinó mis pensamientos me dijo que había salido un rato, ¿me estaba mintiendo? No me encontraba en mis plenas facultades para saber si decía la verdad o no. Pero, ¿dónde estaba?¿por qué estaba atado en una habitación con ese imbécil? y lo más importante, ¿por qué me sentía tan solo? – Quiero ver a Iago – a lo que Jack me respondió que primero tenía que aclarar la nota del presunto asesino, momento en el que aproveché para liberarme de las correas que por desgracia para él estaba aflojadas y darle un puñetazo en la cara que lo dejó inconsciente en el momento. Yo le quité la ropa y me vestí con su uniforme para salir de allí, antes de dejar a Jack esposado a la cama y correr hacia la puerta – Iago… – pero a quien no me esperaba era ver a mi vecino nada más abrir la puerta delante de mis narices, ¿qué excusa iba a darle? tiré de él y lo metí dentro de la habitación – Lo siento, Iago, pero no puedo dejar que me acompañes – dije al comprobar que estaba bien, y utilizando sus propias esposas lo até a una de las barras de acero de la cama, antes de robarle un beso con la intención de que guardara silencio, pues si montaba algún alboroto estaba claro que no me iban a dejar salir de allí – Iré a verte esta noche – si, dije que iría… aquella noche las noticias retransmitieron una nueva de última hora; una mujer blanca de aproximadamente veinte años de edad iba a ser ahorcada en el árbol más alto de Central Park, pero en el último momento cortaron la cuerda y calló en un montón de hojas que amortiguó la caída. Dos encapuchados se enzarzaron en una pelea, pero ambos huyeron del lugar de los hechos… – Iago, abre la puerta – dije empapado de los pies a la cabeza, más que cansado, herido y a punto de desplomarme en el suelo.
     
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  10. •Shena
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    Le escuché hablar, al parecer le había costado comprender tanto mi forma de actuar, como mis sentimientos y sobre lo que le estaba hablando pero, teniendo en cuenta el perfil psicológico y el nivel de reacción del cerebro de un psicópata, pues obviamente no fue algo a tenerle en cuenta -Pero yo no quiero que lo hagas ni quiero que hagas nada más por mí y mucho menos algo que empeore tu condena, no quiero que vuelvas a matar, la muerte sería algo fácil para él, él debe sufrir su castigo en la cárcel... No quiero que nosotros suframos más por su culpa... por eso tenemos que capturarle, no matarle-Traté de convencerle, aunque sabía que mis palabras serían inútiles y que el que matase a Joe acabaría siendo inevitable y más aun si mi muerte algún día llegaba a ser llevada a cabo por el anteriormente mencionado. Con sus siguientes palabras me dejó frío, aunque en el fondo sabía bien que aquello era cierto... pero por muy cierto que fuese, no dejaba de ser doloroso ni desagradable al oído el saber que al lado del hombre que tenía enfrente no era una más que una marioneta, una marioneta más que trataba de llevarle de vuelta a un buen camino que él no quería pisar y de la que algún día se cansaría y acabaría con ella cuando menos se lo esperase. -Lo sé, claro que lo sé... Pero aunque tú ahora puedas ser más fuerte que ellos, llegará el día en que sea al revés, y entonces no dudarán en matarte... Si eso llega a pasar ¿Qué cojones haré yo Ramsay? Aunque sean hipótesis, yo no puedo soportar más de lo que he soportado hasta ahora-Torpemente correspondió a mi abrazo, produciéndo un terrible ardor en toda aquella zona que tocaban tanto sus brazos como su pecho... La ropa y las vendas raspaban mi piel como una lija y sus brazos la presionaban como apisonadoras, pero aguanté, vaya si aguanté. Correspondió a mi beso con ganas como nunca antes y eso en parte ayudó a aliviar mi sufrimiento, tomó mi rostro entre mis manos y, tras separarse a penas unos centímetros, volvió a hablarme -Lo siento... pero en este caso, debo ser egoista...-Bajé un poco la cabeza, pasando saliva con dificultad y escuchando mi propio corazón bombear con fuerza al punto en que confundía mi cabeza.

    Después volvió a abrazarme, atrayéndome lentamente hacia su cuerpo con sumo cuidado y tratando de hacerme el menor daño posible aunque era inevitable que acabase doliéndome, y, una vez me tuvo abrazado, apoyó su barbilla sobre mi cabeza, como si fuésemos una pareja normal y corriente. Entonces se percató de la crema en el bolsillo de mi abrigo, agarrándola con total descaro y tomando la decisión que este era el momento indicado para aplicármela -E-espera, ahora no-Me quejé, no quería que me viese desnudo y mucho menos en tal estado, no sabía que reacción podría provocarle y si era mala yo no tendría la fuerza necesaria para retenerle. Me senté en la misma silla en la que antes él había estado atado y entonces comenzó a desvestirme. Primero quitó el chaquetón y después desabrochó uno a uno los botones de la camisa del uniforme, dejando a la luz las numerosas vendas que rodeaban la mayor parte de mi cuerpo. Le miré fijamente, temeroso por su reaccion y, por un momento al ver su gesto de enfado llegué a pensar que se descontrolaría, sin embargo pudo controlarse y al final hizo como si nada, forzando una sonrisa -Está bien...-Fue desatando las vendas y dejando mis quemaduras al aire libre, aliviándome un poco... Aquello me iba a dejar unas marcas terribles en la piel, pero eso no era lo más importante ahora. Se untó las manos con la crema y comenzó a esparcirla por las heridas, produciéndome un dolor aun peor por muy suavemente que tratara de hacerlo. Aguanté gritos, gemidos y quejidos como mejor pude, mordiéndome el labio y cerrando los ojos con fuerza, me dolía muchísimo. Después se arrodilló y me descalzó para después poder quitarme los pantalones. Mis muslos y la mayor parte de mis piernas no estaban tan mal, pero mi trasero y mis pies habían salido bastante mal parados. Tras escucharle no oude evitar sonreír, ¿Quién en su sano jucio sentiría atracción por un cuerpo hecho un desastre como el mío en aquellos momentos? Claro que él no estaba en su sano jucio... Correspondí su beso aunque sin demasiadas ganas de pasar a más, por mucho que ya me hubiese acostado con él (Y varias veces no por voluntad propia) mis traumas no se habían esfumado de la noche a la mañana y tampoco estaba en buenas condiciones para hacer aquel tipo de... 'ejercicio'. Al final, volvió a cubrirme con las vendas como a una jodida momia, me vistió, y se abrazó a mi cintura; gesto que correpondí encantado. Me gustaba mucho más así.

    De repente la poca paz que había tenido ese endemoniado día se vio perturbada por Jack, que acababa de entrar por la puerta y no tardó en ponerse en lo peor, sacando el arma y apuntando a Ramsay. Yo me mantuve muy quieto y con los ojos abiertos como platos, era la primera vez que se nos encontraba así... Aunque el muy idiota lo interpretó como si Ramsay se hubiese soltado por sus propios medios y estuviera forzándome a hacer lo que él quisiera (como por ejemplo abrazarnos). Gracias a Dios Ramsay obedeció y se apartó tranquilamente y con calma, obedeciendo a las ordenes de Jack, que me agarró por el brazo sin ninguna delicadeza y tiró de mi -¡Ngh!-El quejido fue inevitable, me había hecho daño... Al parecer el muy idiota estaba más preocupado porque Ram se me acercara que por hacerme daño, pero bueno. La siguiente acción fue de lo más estúpida e innecesaria: Jack le ordenó tirarse al suelo y, según se estaba arrodillando, le metió tal patada en el estómago que escupió bilis, seguida de una segunda por mancharle sin querer. -Basta Jack-Exigí, mirándole con frialdad y hablando en el mismo tono. Me tapé la cara con una mano al ver como Jack retrocedía al levantarse mi vecino, completamente acobardado y tirándole unas esposas para que se autoesposase. Miré a Ramsay, desesperado porque obedeciera y así no hubiese más problemas; aunque lo más penoso fue el ver como este último le restregaba a mi compañero de oficio que le había tirado las llaves junto a las esposas.

    Todos ya más tranquilitos, Jack explicó a qué había venido. Al parecer habían encontrado un supuesto escondrijo de Joe, que seguramente no sería más que otra jodida trampa, pero como todo debía ser investigado pues le tocaba ir al tonto de turno, es decir, a mí. Acababa de salir del borde de la muerte (Otra vez y no por mi propia mano) y ahora querían meterme de nuevo a otra emboscada para meterme en una muerte segura. Suspiré, agotado y sin otra opción más que aceptar... Había venido a trabajar, no de vacaciones. Asenti con la cabeza y, cuando iba a prepararme para irme otra vez, Ramsay intervino, pidiéndome por favor que no fuese y agarrándome fuertemente la muñeca, sacándome otro pequeño quejido, parecía que se creían que era de goma o algo así. -Lo siento, pero debo ir Ramsay-Desvié la mirada, incómodo y evadiendo su mirada; me estaba haciendo daño pero no podía quejarme... Claro que me encantaría no ir y quedarme tumbado toda la noche en la cama con él, abrazados y recibiendo un merecido descando y un buen masaje; pero no podía ser. Entonces le pidió a Jack que si me podía acompañar, sorprendiéndome al punto en que me dejó la boca abierta... ¿De verdad significaba tanto para él como para aceptar colaborar por su propia voluntad sin que se lo pidiese? Lo más sorprendente fue que Jack aceptó sin rechistar y, para acabar de sorprendernos también le pidió a Jack que le atase las dos manos (Aunque supongo que se las habría puesto igualmente).

    Una vez todo explicado, Ramsay fue trasladado en un furgón policial y Jack y yo fuimos delante en un coche patrulla hasta la caseta, situada a las afueras de la ciudad. Bajé del coche con dificultad, inseguro, sabía bien que allí no me esperaba nada bueno y sabía que probablemente lo más fácil era que no saliese vivo de aquella; aun así fui. Caminé con recelo hasta la vieja caseta de madera, temeroso de trampas en el exterior, pero no parecía haber ninguna, así que por esa parte pude reljarme al menos un poco. Pase saliva cuando abrieron la puerta, escuchando la advertencia de Ramsay, que al segundo fue apartado de mí como si tuviese la lepra y tratado de forma agresiva sin causa alguna; los muy bestias después de darle una patada le estaban apuntando con sus armas sin poder alegar nada para su defensa. Yo por mi parte le miré sin poder hacer otra cosa ni entrometerme en el modo de actuar de mis compañeros, tratando de expresarle que estaría bien, aunque eso no convencía a nadie. Al entrar empalidecí al ver las paredes, llenas de mi nombre pintado con sangre que más tarde se descubriría si era de animal o de persona.

    London Bridge is falling down,
    Falling down, falling down.
    London Bridge is falling down,
    My fair lady.

    La musiquita comenzó a sonar desde detrás de un armario, era la misma jodida canción de la primera vez que había tenido un encontronazo con Ramsay, oh Dios, cuanto odiaba y apreciaba ese día al mismo tiempo. Salí de mis recuerdos para obedecer a las órdenes de un superior presente, dispuesto a abrir del armario en sí y sabiendo que no iba a salir nada bueno. Abrí la puerta, dispuesto a tirarme al suelo pasase lo que pasase; pero ese plan nunca fue llevado a cabo, pues el mismísimo Ramsay se encargó de empujarme a un lado antes de que los afilados cuchillos saliesen disparados, clavándose uno en su hombro -¡No!-Recuerdo que grité, observando la sangre manchar sus ropas. Los siguientes recuerdos aun están confusos en mi mente, pero recuerdo perfectamente lo que ponía en aquella nota que colgaba de uno de los cuchillos: «El gigante, el gigante más alto va a llorar y sus lágrimas de oro de rojo se teñirán cuando la hormiga salte del columpio y se balancee de arriba abajo antes de irse a acostar». Recuerdo los gritos de Ramsay diciendo que saliésemos duera y también recuerdo como tironeo de mí para salvarme a pesar de mi estádo de confusión y, por qué no, de miedo... Y no miedo por mí, sino por el que ya era mi héroe oficial. Cuando la bomba explotó nosotros aun no estábamos fuera de su perímetro de alcance, aasí que era inevitable que saliésemos mal de aquella... Sin embargo, cuando ya lo veía todo perdido, Ramsay me protegió con su cuerpo y la explosión le dio de lleno en la espalda. Tras los efectos secundarios de la explosión y aun estando sordo en aquel momento grité como un loco por una ambulancia, desesperado por el estado de Ramsay, que tenía toda la zona del impacto chamuscada. Con la excusa de mi sordera temporal y de que mis quemaduras podrían haber empeorado conseguí que me llevasen en la ambulancia junto a él, al que llevaron todo el tiempo atado de pies y manos con correas de cuero que yo mismo me encargué de aflojar en cuanto se despistaron solo 'Por si acaso'.

    No me separé en ningún momento de él exceptuando cuando llegamos al hospital, que nos separaron a él para curarle en la medida de lo posible y a mí para hacerme una revisión y comprobar que no me había reventado ningún tímpano. Después me pasé las horas muertas sentado a un lado de la camilla del hospital donde le tenían, esperando a que despertase, pero la tranquilidad (por llamarlo de alguna forma) fue interrumpida por Jack, que venía con una nueva nota del hijo de puta de Joe (Al que a cada hora que pasaba me parecía mejor idea matar) y salí, pues sinceramente necesitaba tomar el aire e ir a por algo de comer. Lo que no me esperaba yo era que al volver me encontrara a Ramsay saliendo por la puerta y con un uniforme de policía puesto que seguramente era el de Jack -¿Qué estás haciendo? Tienes que descansar-Si, fue lo primero que se me ocurrió decir. Y lo segundo... -¿Qué has hecho con Jack? ¿Y por qué llevas su uniforme?-Eso ya me asustó un poco más, pero al ser tironeado hacia dentro de la habitación y ver al susodicho tirado en el suelo con una hostia en la cara me di cuenta de que solo estaba inconsciente... aunque en paños menores. -¿Qué? Ni hablar, no puedes ir tú solo... Ramsay, ¡Ramsay!-El muy capullo me ató a la pata de la cama con mis propias esposas y besándome para evitar que siguiese gritando, dejándome rojo como un tomate -¡JODER!-Grité, desesperado, con el traje de Jack puesto los incompetentes de mis compañeros no se darían cuenta de nada. Y ahí me pasé un buen rato, atado hasta que Jack se despertó, enrojeciemdo al verse semi desnudo delante de mí y desatándome rápidamente tras un momento incómodo para sacar las llaves de uno de mis bolsillos, y no diré cual. Esa tarde se molieron los sesos tratando de buscar a Ramsay y olvidándose del tema de Joe, porque supuestamente Ramsay era más peligroso. Yo, cansado de ellos y del mundo, me fui a casa y, tirado en el sofá, vi las noticias de última hora. Una joven blanca estaba a punto de ser ahogada en el arbol más alto de Central Park, pero antes de que muriese la cuerda fue cortada y un montón de hojas la salvó de otra posible muerte contra el suelo. Poco después dos encapuchados comenzadon a pelearse entre sí, aunque acabaron por huir. Para cuando acabaron de retrasmitirlo yo ya estaba con la cara pegada al televisor y justo entonces llamaron a la puerta. "Ramsay"Me levanté casi corriendo, con el corazón en la mano y completamente desbocado al oír su voz. No tardé ni un segundo en abrir la puerta y al ver el estado en que se encontraba me quedé quieto como una estarua -Dios mío, ¿¡Cómo se te ocurre ir solo!?-Le hice apoyarse en mí cuerpo para entrar dentro, cerrando la puerta tras nosotros y corriendo a por varias toallas pues encima venía calado de pies a cabeza. Le hice sentarse en el sofá, desvistiéndole sin pudor alguno por aquella vez y envolviéndole en mantas para que entrase en calor-Maldita sea, no vuelvas a hacerlo, por favor no vuelvas a hacerlo-Le abracé contra mí como si fuese su madre, besándole con sumo cuidado por miedo a hacerle más daño. "Que hago..."Fui a por el botiquín, encargándome yo mismo de desinfectar y curar la mayor parte de las heridas como mejor pude, deteniendo las hemorragias. No podía llamar a ningún médico, lo denunciarían rápidamente pues se supone que había hecho un intento de huida -Qué coño hago yo ahora contigo-Me cubrí el rostro, acelerado y medio histérico, no hacía más que salir herido por mi incompetencia.
     
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    Me apoyé en el cuerpo de Iago para entrar dentro de su apartamento y aunque cojeaba de la pierna izquierda no descargué todo mi peso en él por miedo a aplastarlo, luego me hizo sentarme en el sofá mientras me regañaba por mi ¿imprudencia? como si fuese un niño pequeño y me desvistió de arriba abajo para que entrase en calor con unas mantas que trajo previamente de su dormitorio. Después me abrazó y me besó sin ningún pudor, entre tanto que yo me dejaba hacer, me hubiese gustado que se quedara a mi lado en aquel momento, pero en cambio volvió del baño con un botiquín entre las manos para curar heridas superficiales – Lo siento, te estoy poniendo en un aprieto; si la policía descubre que estás ayudando a un fugitivo a escapar no sólo te convertirás en mi cómplice y te retirarán la placa, sino que además puedes acabar en la cárcel o… en la silla eléctrica por culpa de mis crímenes, tengo que irme – me levanté, desnudo, y caminé en dirección hacia él para apartar las manos de su rostro, luego le tomé por la barbilla y le obligué a mirarme a los ojos antes de darle un beso de despedida en la frente. Después me dispuse a vestirme otra vez para marcharme cuando, de pronto, sentí una fuerte presión en mi cabeza como un zumbido tan molesto que me obligó a sentarme en el sofá mientras me sujetaba la cara entre mis manos y ponía la cabeza entre las piernas – Perdón, ya me voy…– pero nada más me puse en pie perdí el equilibrio y me caí encima de Iago, empujándolo sin que fuera mi intención y cayendo ambos al suelo. Yo volví a llevarme una mano a la cabeza mientras masajeaba suavemente mis sienes, sin embargo el dolor era cada vez más intenso por momentos y ahora aquel zumbido era como un grito desgarrador en mi cerebro – Me duele… me duele la cabeza, Iago…– le confesé, mientras intentaba hacerme a un lado y le ayudaba como buenamente pude a ponerse en pie, entonces aquel grito calló para dejar paso a una voz, una voz grave y oscura que conseguía erizarme todo el vello del cuerpo y que me producía escalofríos. Y tal como “él” me dijo lo solté de malas formas y lo empujé contra el sofá, no sé porque pero, de repente, su cercanía, besos y caricias me molestaban, incluso los aborrecía, me producían aprensión –… haz que pare, por favor, ¡HAZ QUE PARE! – grité, desesperado, arañándome las sienes y haciéndome sangre. A continuación me levanté y tomé a mi vecino por los brazos, haciéndole daño, antes de soltarle de nuevo y caer de rodillas a sus pies, cabizbajo – Iago, no puedo más, mis pastillas, ¿dónde están? necesito mis pastillas…– me levanté a toda prisa y corrí en dirección hacia mi piso donde miré por todas partes, abrí cajones e incluso rompí muebles para encontrar las dichosas pastillas, pero al no hallar nada volví a casa de mi vecino con las manos vacías. Yo estaba muerto de miedo, nervioso y angustiado por la situación y, sobre todo, cuando vi a Joe en el apartamento de Iago apuntándole con una pistola en las sienes tras él – ¿Buscas esto? – me preguntó, enseñándome el bote de pastillas antes de darme un golpe contundente en la nuca con un objeto que nunca llegué a saber a ciencia cierta ni quien blandía ni de que se trataba, pero que me dejó noqueado durante al menos un par de horas mientras todo se sumía en una completa oscuridad.

    Cuando desperté estaba atado de pies y manos a una silla con correas de cuero, al igual que Iago, quien se encontraba a mi lado. A juzgar por la estructura del edificio debíamos encontrarnos en algún polígono abandonado y bastante alejado de la civilización pues, a fuera, no se escuchaba ni un alma ni se oía ningún ruido de coche – Iago, ¿estás bien? – le pregunté, agitado, cuando de pronto Joe me dio un golpe con la culata de su pistola que me dejó tan aturdido y fuera de sitio que no me di cuenta de cómo un líquido rojizo y caliente bajaba por mi cara y se deslizaba por mi mentón hasta el suelo. Observé con miedo y nerviosismo como aquel maldito condenado arrastraba la silla de mi vecino para situarla en frente de mí, mientras a un lado había todo un repertorio de artilugios médicos de operación; bisturís, sierras, alicates, martillos y clavos – ¿Ya has despertado? Bien, porque quiero que veas, escuches y sientas lo que voy a hacer con Iago – yo me debatí con rabia e impotencia para intentar liberarme inútilmente de mis ataduras cuando lo vi coger unas pinzas y es que por más que yo gritara o pataleara desesperadamente me fue imposible evitar que le arrancase la uña del dedo gordo de su mano izquierda. El muy cabrón empezó a reírse como un maníaco y me miró con una sonrisa en los labios, incitándome a seguir su juego, invitándome a participar en aquel macabro espectáculo – ¿Quieres probar, Ramsay, o es que acaso se te ha olvidado cómo hacerlo? – Joe me ofreció los alicates, retándome, a sabiendas de que no podía cogerlos porque estaba maniatado, yo lo miré con absoluto desprecio y negué con la cabeza de un lado para otro con desaprobación. Reacción que le llevó a saltarle la segunda uña sin ningún tipo de miramiento mientras los gritos de Iago me torturaban los oídos, y fue en aquel momento cuando comprendí que no estaba fustigando a mi vecino sino a mí con su sufrimiento… ¡tenía que pensar en algo y rápido! – Lo estás haciendo mal, ¿y tú quieres trabajar conmigo? ¿por qué iba a colaborar con alguien tan incompetente como tú? sólo eres un aficionado – y esto fue el detonante para que Joe me intercambiara por Iago; mi plan había funcionado. Sólo tuve que buscar dentro de mí y preguntarme qué es lo que más rabia me daba, que es lo que peor me hacía sentir cuando mataba, daba igual que cualquier persona apelara a la buena bondad (que no tenía), no, a mí lo que realmente me molestaba era que criticaran o se burlaran del trabajo que durante tanto tiempo me había costado maquinar minuciosamente.

    -Sé lo que estás pensando, Ramsay; crees que si criticabas mi trabajo te intercambiaría por Iago, piensas que has conseguido tu objetivo pero lo que tú no sabes es que yo ya lo tenía todo planeado, estás equivocado si piensas que voy a torturarte por ese motivo, no, voy a traer a Ramsay Black de vuelta para que vuelvas a ser tu mismo. Creo que has olvidado lo que es el dolor y lo bien que nos hace sentir por dentro, así que déjame ayudarte a recordar para que te liberes de esos absurdos sentimientos y acabes tú mismo con Iago – maldito hijo de puta pensé, apretando puños y dientes cuando me empezó a quitar alguna que otra uña tanto de la mano como el pie derecho, también me hizo múltiples cortes por todo el cuerpo e incluso me llegó a taladrarme algún hueso, por no mencionar las descargas eléctricas y las quemaduras con fuego. Todos aquellos aparatos de tortura me dejaron agotado y malherido, pero no lloré ni grité y mucho menos supliqué mientras hacía por mantenerme sereno… pues, en el fondo, Joe sabía tan bien como yo que no me desagradaba tanto – Dime quien eres – me dijo muy serio – Vete a la mierda – y eso me hizo ganarme otro maratón de tortura en el que ya no pude más y grité e incluso forcejeé hasta que empecé a reírme con histeria mientras se me saltaban las lágrimas de alegría. Joe había conseguido lo que quería, traerme de vuelta… o al menos eso era lo que yo le había hecho pensar, ¿funcionaría? – ¿Cómo te llamas? – me preguntó para asegurarse – Yo soy… Ramsay Black – lo que él no se esperaba era que nada más aflojó las correas de seguridad, le di tal puñetazo en la cara que cayó al suelo de espaldas y, como venganza, Joe cogió un bisturí para rebanarle la garganta a Iago, algo que nunca ocurrió cuando tomé uno de los cuchillos y caí sobre él para apuñalarlo con saña. No sé cuánto tiempo pasó ni cuantas puñaladas le di en el pecho, pero cuando terminé con él estaba manchado de sangre de la cabeza a los pies; cara, camisa y manos – Alto, si me matas volverás a ser el de siempre – yo sonreí con cinismo – No, te equivocas, ahora tengo a alguien a quien proteger – le aparté la mano de un empujón y le rebané el pescuezo, mientras la sangre salía a borbotones de su cuello. Y no sentí lástima, dolor o remordimiento, simplemente me quedé mirándolo con indiferencia antes de levantarme del suelo.

    Aún con el cuchillo en la mano y manchado de sangre, arrodillado en el suelo y sobre Joe levanté la mirada hacia Iago. Era extraño porque aunque lo miraba, no lo veía y, si me hablaba, su voz sonaba lejana como un eco en la montaña, a decir verdad yo sólo olía a sangre fresca y sentía la adrenalina corriendo a través de mis venas después de acabar con la vida de una persona – Tienes que irte, aún no estás a salvo… – le avisé, guardando el cuchillo en el cinturón de cuero que Joe me había robado y que no dudé ni un segundo en ponerme de nuevo, antes de acercarme hasta mi vecino para liberarlo de las correas de cuero. Miré su mano ensangrentada y rompí mi propia camisa para vendar con cuidado tanto su dedo pulgar como anular, luego lo solté de nuevo sin demasiados ánimos, mientras mi mente gritaba que volviera a maniatarlo –…vamos, márchate, Iago, por favor, ¡MÁRCHATE…! – poco a poco sentí como iba perdiendo el control de mi mismo; mis cambios de humor, la forma agresiva de hablar a mi vecino o los gestos toscos sólo eran el principio de algo mucho peor. Le di un empujón para alejarlo de mi lado y rebusqué en la chaqueta de Joe para coger el bote de pastillas, antes de abrirlo y… en vez de tomarlas las tiré al suelo –… o mejor quédate conmigo, ¿por qué no nos divertimos un rato, Iago? – no le di tiempo a reaccionar, corrí en dirección hacia él y lo derribé contra el suelo, antes de darle una patada en el estómago y colocarle el mismo cuchillo que había utilizado para matar a Joe bajo el cuello. Luego le invité voluntariamente obligado a volver a sentarse en la silla, donde volví a atarlo de pies y manos mientras pensaba en cómo iba a matarlo – Dime, Iago, “¿qué coño hago yo ahora contigo?”

    -Me tenéis hasta los cojones… – dije mientras me paseaba de arriaba abajo, alterado – Joe; intentando plagiar mis crímenes, me tenía hasta la polla con sus malditas imitaciones, por no mencionar que quería acabar contigo, algo que sólo YO tengo derecho. Jack; el eterno segundón, siempre metiéndose por medio, la próxima vez que lo vea le contaré lo bien que nos los pasamos follando… antes de rebanarle el cuello. Y en cuanto a ti, Iago; voy a hacerte pagar por hacerme sentir débil y haberme humillado de este modo, creías que podrías domarme y tenerme bajo tu control como a un perro… pero te equivocas, esta noche voy a acabar lo que debí haber hecho hace ya mucho tiempo atrás – yo saqué el cuchillo con la intención de acabar con la vida de Iago pero, entonces y como salido de la nada, Jack se abalanzó contra mi espalda, deteniéndome y forcejeando para que soltara el cuchillo mientras ambos rodábamos por el suelo. Entonces su maldito compañero quedó encima de mí e hizo algo que jamás me hubiera imaginado, primero me pegó un puñetazo aprovechando que yo estaba malherido para dejarme desorientado y luego cogió un puñado de pastillas del suelo para metérmelas en la boca a la fuerza, a presión. Yo, asombrado, me lo quité de encima de un empujón y tosí repetidas veces para intentar regurgitar las pastillas sin ningún resultado, de modo que me levanté rápidamente y con furia empecé a propinarle una patada tras otras hasta que al final lo dejé inconsciente en el suelo – Más tarde me ocuparé de ti – entonces volví a coger el cuchillo y me acerqué peligrosamente a Iago, mientras lo blandía en el aire dispuesto a matarlo pero… algo extraño ocurrió en el último momento. Y es que en vez de hendir la hoja en el cuerpo de mi vecino, me detuve en seco, como si mi mano no quisiera hacerme caso, entre tanto que yo forcejeaba conmigo mismo como si dentro de mi persona fuésemos dos seres luchando por el control de mi cuerpo. Cuando, de repente, uno de los dos tomó el control y el cuchillo descendió hacia abajo, pero en vez de apuñalar a mi vecino, me lo clavé yo mismo en el estómago antes de caer de rodillas al suelo mientras me desangraba rápidamente y todo se volvía cada vez más negro por segundos… ¿por qué hacía tanto frío?

    Si sigo vivo, lo ignoro, y si estoy muerto, no entiendo porque siento tanto dolor. A lo lejos oigo voces de gente que no conozco, movimientos rápidos, todo el mundo parece nervioso, pero yo estoy tan tranquilo que vuelvo a cerrar los ojos – No sobrevivirá, es una lástima que las pastillas le hicieran efecto a última hora… – escucho cuando vuelvo a abrirlos, hay alguien a mi lado, vuelvo a sentir calor en mi cuerpo, sobre todo en la mano derecha. Intento girar la cabeza, pero siento que me pesa más que nunca, así que permanezco quieto como una estatua, mientras todo vuelve a sumirse en completa oscuridad –…lo necesitamos una vez más para atrapar al pederasta, no quiero que participe en este caso porque podría tomárselo como algo personal, señor Zenatti…– un momento, ¿de qué están hablando? ¿se trata del pederasta del que Iago mencionó en su pasado? ¿está suelto? ¿lo sabe mi vecino? Yo intento moverme, pero mi cuerpo no me responde, intento abrir los ojos, pero siento los párpados cansados – ¿…ha perdido el juicio? ¿cómo vamos a reinsertar a un psicópata en la sociedad? O peor, ¿cómo piensa hacer para que vuelva a trabajar en el cuerpo de policía si es que sobrevive a sus heridas? – no sé cuánto tiempo ha pasado desde entonces pero, de repente, logro abrir los ojos y ahora entiendo que por culpa de las correas que me atan a la cama no podía moverme. Siento un profundo dolor en el estómago, siento que me falta el aliento, me ahogo y no puedo evitar empezar a gritar cuando descubro que la habitación está a oscuras y, a fuera, hay una tormenta de rayos… tengo miedo – ¿¡Dónde estoy!? ¿¡Qué es lo qué ha pasado!? ¿¡Dónde está Iago!? ¿Por qué… por qué estoy atado?

    ...


    Aquel día entré en el programa de rehabilitación sin pensármelos dos veces por Iago; por la mañana daría clases de criminología forense a los agentes de policía ya que suponía un peligro público relacionarme aún con civiles en sociedad, podría elegir una actividad de ocio cerca de la población siempre y cuando estuviese acompañado en todo momento por un agente, es decir, mi vecino, por las tardes iría al psicólogo para que el experto pudiese determinar si les estaba mintiendo o verdaderamente estaba progresando en mi recuperación y, por las noches, me libraría de dormir en la cárcel si me quedaba en un piso piloto acondicionado previamente para mí por las fuerzas de la ley y, por supuesto, vigilado por Iago. En fin, todo un paripé a mi modo de ver, pero necesario al fin y al cabo si quería demostrarle a mi vecino que podía cambiar en la medida de lo posible y llevar medianamente una vida normal sin matar a nadie. Como iba diciendo entré en clase vestido con un traje chaqueta de color gris, también llevaba un chaleco del mismo color al igual que la corbata en un tono más oscuro, una camisa blanca, pantalones, cinturón de cuero y unos zapatos de piel, no hacía falta decir que todo estaba planchado al milímetro, limpio e impoluto. Al igual que mi aspecto, llevaba el pelo con la raya a un lado y perfectamente peinado, me había afeitado e, incluso, me eché colonia para dar una buena impresión. Pero, a pesar de que estaba dando clase desarmado y con mi juramento por bandera de que no haría daño a nadie, allí estaba Jack apostado en la puerta con una muleta por culpa de la paliza que le di el otro día y Iago velando por la seguridad de los novatos por si la situación se me iba de las manos. Y lo cierto es que poco faltó cuando dejé el maletín sobre la mesa de madera y descubrí que estaba sucia, yo me miré la mano con cara de asco e hice acopio de todas mis fuerzas para sacar un pañuelo y limpiarlo todo en un momento bajo la mirada atenta de los cadetes que me observaban extrañados. Luego mi mirada fue a parar a uno de aquellos pobres desgraciados a quien lo vi tragar saliva y ¿retroceder un paso? mientras me acercaba en su dirección con tranquilidad y me paraba delante suya mirando fijamente la camisa de su uniforme – Tienes un botón desabrochado, abróchatelo – el alumno me miró, extrañado, sin comprender la situación – Pero es que me ahoga, señor – yo giré la cabeza a un lado, sonriendo de medio lado, antes de coger y abrochárselo por mi mismo – ¿Aún respiras? – el muchacho asintió enérgicamente con la cabeza arriba y abajo ¿estaba temblando? – Entonces no te estás ahogando.

    La clase fue tan intensa como extraña, yo no estaba acostumbrado a relacionarme con más personas que con mi vecino y como tal a cada pregunta que me hicieron contesté de forma fría, seca y precisa mientras sentía como la policía escurría mis conocimientos como si estuviesen exprimiendo zumo de naranja – “Todo esto lo haces por Iago” – me recordé mentalmente para mis adentros. Pero no todo pasó tan rápido y bien como yo esperaba, y es que cuando empecé a leer en voz alta las características de un psicópata, no pude evitar desviar la mirada de vez en cuando hacia mi vecino para ver las caras que ponía – Gran capacidad verbal y encanto superficial, falta de control sobre su conducta, escasa fiabilidad, falta de sinceridad, remordimiento o vergüenza, carencia de empatía, insensibilidad en las relaciones afectivas, vida sexual frívola, incapacidad para tener un futuro de vida…– de pronto, sentí como se me formaba un nudo en la garganta que me obligó a guardar silencio, me faltaba el aliento y me sudaban las manos, ¿así era como me veía mi vecino? –…existen diferentes niveles de psicopatía, un estudio realizado en la escala de Stone dice que existen 22 clases; los 7 primeros son impulsivos, celosos, narcisistas y sólo han matado en una o dos ocasiones, los 7 siguientes son peligrosos ya que son egocéntricos, homicidas, asesinan cuando se sienten acorralados y ya han experimentado lo que es matar eventualmente, sin embargo los 7 restantes son los peores de todos, llegando a ser el último grado el más peligroso… son personas que matan a sangre fría por diversión, torturan a sus víctimas como principal motivación, tiene un apetito sexual voraz inclinado al dolor y al sufrimiento ajeno y... y... son asesinos en serie incapaces de dejar de matar durante el resto de sus vidas…– de pronto, la alarma del reloj de pulsera comenzó a sonar para indicarme que me tenía que tomar la medicación cada dos horas, antes de que volviese a perder el control de mi mismo y me convirtiese en la clase de persona que acababa de leer, ¿o es que nunca había dejado de serlo en ningún momento? –…expertos recomiendan que se alejen todo lo posible de estos individuos cuanto antes mejor, no mantengan ninguna clase de contacto y corten todos los lazos que los unen antes de que usted o sus seres queridos puedan salir heridos o muertos en el mejor de los casos.

    Aquella tarde rechacé mi actividad de ocio con Iago y estuve estudiando sin si quiera parar a comer en una sala sólo y en silencio el caso del pederasta en cuestión rodeado de montañas de papeleo y expedientes con fotografías explícitas de los casos. Mi semblante impasible no se vio perturbado en ningún momento incluso cuando vi como aquel individuo amordazaba, violaba y mataba a sus víctimas hasta que di con las de mi vecino, y fue entonces cuando mi cara se deformó en una mueca de enojo, tenía el ceño fruncido y los labios apretados. Con el expediente aún en la mano me levanté de mi asiento tirando de malas maneras la silla al suelo y paseándome de arriba abajo, encolerizado, en aquella sala que cada vez se me asemejaba más a un cubículo estrecho y pequeño. Por aquel entonces Iago tan sólo sería un adolescente, no tendría más de quince o dieciséis años, pero las fotografías revelaban el infierno por el que había tenido que pasar su cuerpo sucio y maltrecho después de haber sido violado – ¡Cálmese, Ramsay! ¡Siéntese! ¡Que se siente! – me gritó un policía, arma en mano, y a pesar de tener ya una edad avanzada no tuvo ningún miedo o reparo de entrar dentro de la habitación y sentarse en frente mío – ¿Quién cojones eres tú, viejo? – yo lo miré por encima del hombro, como si fuera una insignificante cucaracha perturbando mi descanso, ¿quién cojones era aquel tipo? ¿por qué lo habían dejado pasar aún sabiendo que no estaba esposado de pies y manos? – Soy el inspector de policía Karl Thompson, llevo estudiando este caso desde hace más de ocho años y te aseguro que no hay nadie en este mundo más que yo que quiera ver a ese cabrón metido entre rejas, así que colaboremos juntos; yo quiero que ese individuo pague por sus crímenes y aunque aún no entiendo las razones por los que colaboras con nosotros tú tendrás tus propios motivos. ¿Estamos de acuerdo? – yo asentí con la cabeza obedientemente y me senté a un lado suyo, este tipo podría contarme acerca del pasado de Iago y al mismo tiempo me ayudaría a atrapar al pederasta antes de que volviese a hacerle daño a mi vecino – Se lo advierto; no es santo de mi devoción y como intente algo raro le pego un tiro aquí mismo, alegaré que fue en defensa personal y créame cuando le digo que antes se pondrán de lado de un viejo como yo, a un psicópata con serios problemas de autocontrol cuando se trata de su “amigo” ¿Me ha entendido, señor Black? Bien, veo que está ojeando el caso del señor Zanetti; yo llevé ese caso, aún lo recuerdo, si, su madre no quiso hacerse cargo de él y desconocemos el paradero de su padre, fue dado en adopción en un orfanato y cuando cumplió la mayoría de edad perdimos su rastro hasta que el pederasta fue denunciado y encontramos las fotografías que ahora tienes en las manos en su apartamento. ¿Tiene alguna pregunta al respecto? – dejé las fotografías en la carpeta y miré a ese tal Thompson fijamente a los ojos, yo no sería santo de su devoción, pero él se había convertido en el mío – Si, ¿prefiere apretar usted el gatillo o deja que me encargue yo?

    Después de la entretenida conversación que tuve con el señor Thompson me obligaron a ir al psicólogo, quien me hizo tumbarme en un futon de cuero negro esposado de pies y manos mientras él se sentaba en un taburete a mi lado y me volvían a colocar aquellas dichosas ondas celébrales alrededor de mis sienes – Buenas tardes señor Black, voy a mostrarle unas fotografías del pederasta y sus víctimas, no tiene que hacer nada solo mírelas – y así fue como me fue mostrando las imágenes de niños y adolescentes violados y muertos mientras yo los miraba a todos y a cada uno de ellos con la misma cara de inexpresión, por lo que el monitor seguía de color azul. Así estuve al menos durante alrededor dos o tres horas hasta que el doctor se cansó y se dio por vencido en aquella sesión, se levantó de su asiento con un suspiros resignado e hizo pasar a Iago para informarle de mis resultados negativos, sin embargo, el monitor se coloreó de rojo haciendo un estrepitoso estruendo en el monitor cuando vi a mi vecino – No logro entenderlo; llevo horas poniéndote imágenes que a cualquier persona normal le removería el estómago y ahora que la pantalla está en blanco consigo que tengas un estímulo externo en tu retorcido cerebro. Dímelo, por favor, ¿qué es lo que te hace reaccionar…? – pero yo guardé silencio, mientras las zonas rojas de mi cerebro desaparecían del monitor poco a poco hasta que, de un momento a otro, volvió a ser de color azul, a excepción de un punto minúsculo que podría pasar inadvertido perfectamente si no prestaba la suficiente atención –…a veces pienso que juegas conmigo; creo que tienes la capacidad para mentir al polígrafo y controlar tu cerebro hasta el punto que dictaminas cuando dejas que te afecten estímulos externos, eso o la medicación que tomas es tan agresiva que te deja tan sumamente sumiso y aturdido que puedes llegar a reaccionar como cualquier de nosotros…– él médico hablaba y hablaba sin parar, más mi vista estaba fijada en mi querido policía, pensando que en tan sólo unas horas podría volver a estar con él a solas –…¿por qué, Ramsay, por qué nos ayudas? ¿qué beneficio sacas tú en ayudar a la policía? ¿por qué mataste a Joe? y, ¿por qué no huiste cuando tuviste la oportunidad para seguir matando y torturando a más personas? Me imagino que no vas a decírmelo por las buenas, ¿verdad?

    Esa misma noche le preparé a mi vecino una velada especial, quería demostrarle que a pesar de lo que decían los libros de criminología yo podía cambiar si me lo proponía, por él, hablarle de lo que me producía el estar cerca suya y preguntarle si me había perdonado desde lo que sucedió en la fábrica, yo quería… yo quería decirle tantas cosas que no sabía por dónde empezar – Iago, ¿cómo estás? Me gustaría hablar contigo un momento sobre lo que sucedió hace unos días; perdóname por favor, siento si te hice daño en tu piso o cuando Joe te arrancó las uñas de los dedos, nunca debí permitirlo, lo siento mucho, sobre todo cuando le di la paliza a Jack o cuando casi te mato… no era yo, es decir, sí era yo pero no sabía bien lo que hacía – y sin poder contenerme por más tiempo caminé en su dirección para pasar los brazos por encima de sus hombros y abrazarlo antes de buscar su boca con desesperación y darle un beso, necesitaba sentirle cerca de mí, arañar su piel, morder sus labios, hacerlo mío…– Quiero que sepas que si hago todo esto es por ti, Iago, yo… he preparado algo especial para esta noche; quería salir a cenar contigo a solas, pero como no puedo he pedido que nos traigan sushi y comida japonesa, luego la gente de internet me sugirió que te llevara al cine a ver una película de terror como Saw o Hostel y como tampoco puede estar aún en espacio públicos compré ambas, elige la que más te guste, yo no he visto ninguna, para terminar, debería haberte llevado a un hotel, a ser posible y si mal no recuerdo, para darte un masaje relajante y meternos en uno de esos jacuzzis donde se supone que debería hacerte el amor... pero ni puedo salir de este piso ni sé hacer el amor. ¿Qué desastre, no? – como era de esperar la cena fue con palillos ya que a mí no me dejaban utilizar tenedores o cuchillos, y tengo que decir que mientras que yo era torpe y se me caía la comida cada dos por tres al plato a Iago no se le cayó en ningún momento – ¿Me enseñas a cogerlos? – le pedí y creo que si no llega a ser por él me hubiese ido a la cama sin cenar. Más tarde le conduje hasta el sofá donde me arrebujé junto con él bajo las mantas y me abracé como si fuera un oso de peluche a su cintura para empezar a ver la película, a decir verdad yo estaba más pendiente de él que nada y para una vez que desvié la mirada hacia la pantalla deduje por el tema de la sangre y muertes horribles que quizás no había sido una buena idea – Mmm, ¿por qué no… nos saltamos la parte de la película? – yo me apresuré a quitar el maldito blue-ray, no quería que mi velada se estropeara por semejante estupidez, que conste que literalmente hablando tiré el dvd por el balcón. Sin embargo lo peor estaba aún por llegar y es que si seguíamos el recorrido de mi lista ahora venía esa parte de la noche en la cual yo no tenía ni idea de nada, y no pude hacer otra cosa que volver al sofá, abrazarme a su cintura y esconder mi cara en su cuello – Iago yo… tengo algo importante que decirte, pero no sé muy bien cómo expresarme; verás desde que te conozco no he dejado de pensar en ti en ningún momento, me gustas, me gustas mucho, tanto como para que deje que me metas en la cárcel o jugarme el tipo cuando Joe intentaba matarte, tengo que confesar que tuve miedo, tuve miedo a perderte Iago, no quiero que nadie, ni incluso yo, pueda hacerte ningún daño porque tú…tú… despiertas en mí nuevas y extrañas sensaciones que no puedo ignorar, pero que tampoco sé muy bien cómo manejar, me gusta… me gusta la forma en la que me miras, tu sonrisa, tus caricias, me dan ganas de abrazarte, besarte y cuidar de ti – de pronto sonó la alarme de mi reloj para recordarme que tomara mis pastillas, pero yo chasqueé la lengua con disgusto y apagué ese fastidioso ruido para continuar hablando, sin tomarme la medicación – lo que quiero decir es que… tú eres la única persona en este mundo que me ata a la realidad y mantiene a salvo mi cordura, me protege de mi mismo y, a pesar de saber todo lo malo de mí, se mantiene a mi lado… no sé cómo explicar que contigo me siento bien y en paz, no tengo la necesidad de matar o hacer daño a nadie… todo lo que quiero es pagar por mis crímenes y poder hacerte feliz, quiero… quiero estar contigo, despertarme a tu lado, vivir juntos, comprar un perro y… y… construir una caseta para el perro… Iago, no sé si esto se le puede llamar amor o si yo puedo llegar a sentir algo por alguien pero quiero que sepas que tú eres la persona más importante para mí, yo… creo que te quiero de algún modo. Y por eso mismo, hoy quiero que me enseñes a hacer el amor contigo.

    SPOILER (click to view)
    Yo me imagino el momento del princicpio como algo así xD



    Edited by † Miss Skull † - 12/1/2015, 23:09
     
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  12. •Shena
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    -No, ni se te ocurra irte… eso no es lo que importa, de hecho me da exactamente igual, sino curarte… y yo no puedo hacerlo, no tengo conocimientos médicos más allá de lo básico… Pero no tengo a quien pedirle ayuda…-Me eché el flequillo hacia atrás con una mano mientras la otra la apoyaba en mis caderas, buscando una posible solución a todo aquello, el problema es que no tenía a nadie de confianza en aquella ciudad. Sin embargo cuando le vi viniendo desnudo hacia mí dejé de pensar y no pude hacer otra cosa que dejarme hacer por él, recibiendo aquel beso de despedida en la frente. –Quieto, ¿Qué haces? No puedes irte, no estás en condiciones de ir a ningún lado-Regañé al verle vestirse sin embargo para cuando pronuncié la última palabra ya se encontraba sentado en el sofá, sujetándose la cabeza con las manos y poniéndola entre las piernas, disculpándose y diciendo que ya se iba –Te he dicho que…-Me acerqué para volver a sentarle, sin embargo perdió el equilibrio y cayó sobre mí, cayendo ambos al suelo – ¡Aj!–Las quemaduras no tardaron en resentirse con el golpe. Me incorporé como pude con su ayuda una vez se hizo a un lado, mirándole de arriba a bajo para ver si estaba bien –¿Te has dado con el suelo, verdad?–Pregunté, tenso, temiendo que allí pasase algo más y es que ese comportamiento no podía ser debido a una simple jaqueca. De hecho, mis sospechas no tardaron en confirmarse cuando me soltó de muy malos modos y me empujó con fuerza contra el sofá, joder, como dolía. -¡Tranquilo! ¡Relájate, no la escuches! ¡No le hagas caso!-Le hablaba, levantándome para detenerle al ver que se autolesionaba, sin embargo antes de que levantase me tomó con fuerza sin yo siquiera esperarlo por los brazos antes de volver a soltarme, arrodillándose frente a mí y sin dejar que me acercase salió corriendo dirección a su piso y, cuando traté de salir tras de él, recibí un puñetazo en el estómago que me tiró al suelo. –Buenas, Iago, ¿Qué tal tus quemaduras?–La sonrisa cínica en su rostro me hizo levantarme y devolvérsela. Sin embargo, cuando salí corriendo con la intención de ir a avisar a Ramsay, sin embargo en aquel momento me agarró por una pierna y me hizo caer de nuevo. Entonces me puso una pistola en la sien y, sin poder defenderme gracias al mal estado de mi cuerpo, acabé con las manos atadas y como rehén de aquel cabrón que esperó a que Ramsay volviese, enseñándole el bote de las pastillas que había estaba buscando mientras yo le gritaba que saliese de allí. Una vez Ramsay inconsciente a mí me drogó para que no pudiese revolverme ni saber por dónde me llevaba… Solo sé que hubo un momento en el que me dormí y para cuando desperté estaba atado con correas de cuero en una silla con mi querido vecino psicótico al lado, atado de pies y manos al igual que yo.

    Miré a mi alrededor, aun algo atontado, aquel lugar estaba vacío y no en muy buen estado, supongo que sería algún polígono bastante alejado de la ciudad abandonado hace el suficiente tiempo para que nadie se acordase de él –Si, ¿Y tú?-Murmuré, por lo bajo, mirando de mal modo como aquel hijo de puta volvía a golpearle esta vez con la culata de la pistola dejándolo completamente desorientado y con una buena brecha que no tardó en sangrar, sin embargo me mantuve lo más tranquilo que pude, manteniendo la frialdad, pero la cosa se torció cuando agarró mi silla y la arrastró para ponerme en frente de Ramsay, no hacía falta ser muy listo para saber lo que estaba a punto de pasar conmigo en aquel preciso momento, y Joe no se hizo esperar. Observé todo el arsenal de artilugios médicos que había y se desplegaba a mi lado; desde bisturís hasta sierras e incluso martillos. Pasé saliva, tenso tras las palabras del chico, aunque manteniendo un gesto y una mirada impasibles, mirando fijamente a Ramsay, moviendo los labios para pronunciar un silencioso «Tranquilo» antes de que la primera uña me fuese arrancada y, por mucho que lo reprimí, y grito de dolor acabó saliendo de mi garganta entre los gritos y pataleos de mi vecino y la risa histérica de Joe, que le tendía los alicates a Ram a pesar de estar atado mientras le incitaba verbalmente y él negaba con la cabeza. Entonces la segunda uña me fue arrancada mientras yo gritaba y me revolvía en mi asiento con los dedos ensangrentados. Miré con desesperación a Ramsay cuando criticó lo que Joe estaba haciendo, seguro de que la cosa iba a empeorar y es que yo había criticado el suyo en una ocasión y casi no salgo vivo. Irritado por su comentario, Joe le intercambió por mí -¡NO!-Grité, desesperado, para mí era mucho peor verle sufrir a él a que me torturase a mí, no quería, no podía verlo. -¡BASTA! ¡DÉJALE!-Gritaba, desesperado, sin embargo yo parecía invisible pues fui ignorado olímpicamente mientras Joe trataba de comerle la cabeza antes de empezar a quitarle una que otra uña de la mano y del pie, entre múltiples cortes e incluso le taladró un hueso bajo mi aterrorizada mirada, ¿No sería capaz de matarle, verdad? Después del taladrado pasaron múltiples descargas eléctricas y quemaduras que le agotaron por completo; estaba hecho un desastre por mi jodida culpa y yo no podía hacer nada para remediarlo. Sin embargo lo que más me confundió es que no pronunció ni un solo sonido, ¿Acaso era insensible ante aquel dolor? No lo creo, porque en tal caso también lo sería ante la actividad sexual…y eso yo ya lo tenía bien comprobado; aunque no tenía por qué estar estrictamente relacionado y, por alguna razón y siguiendo su perfil psicológico, sospechaba que aquello no le disgustaba del todo. En un principio mantuvo su fuerza de voluntad, pero tras una segunda ronda de torturas y aunque traté de que Joe le volviese a sustituir por mí fui ignorado completamente y llegué a verme muerto al ver que esta vez le decía lo que quería. “Se acabó” Sin embargo en cuanto le aflojó las correas le dio un puñetazo bien merecido que lo tiró al suelo, mas en cuanto se levantó tomó un bisturí y, antes de llegar hasta a mí posiblemente para clavármelo o cortarme la garganta, Ramsay se abalanzó sobre él y lo apuñaló. Pero no se conformó con apuñalarlo una sola vez, oh no, claro que no, lo apuñaló una y otra vez sin descanso hasta que acabó completamente cubierto de sangre y conmigo aterrorizado ante el espectáculo que se desplegaba ante mis ojos. Tuve que cerrar los ojos con fuerza tras el movimiento final y es que no era algo agradable ver la sangre saliendo a chorros del cuello de alguien que momentos antes había tratado de hacer lo mismo conmigo.
    Miré a Ramsay sin saber qué hacer o qué decir, nervioso, seguía con el cuchillo en la mano y mirándome desde el suelo, arrodillado sobre el cadáver. –Ramsay… ¿Estás bien?-No obtuve respuesta, y eso me puso aún más nervioso -¡RAMSAY!-Sin intención de responderme simplemente me dijo que debía irme, que aún no estaba a salvo, mientras se guardaba el cuchillo en su viejo cinturón el cual no dudó en atarse a la cintura antes de acercarse y liberarme. Mi primer impulso fue abrazarle, pero era ver la sangre y todos mis músculos se quedaban estáticos -¿Qué vas a hacer?-Musité, mirando como se rompía la camisa y vendó cuidadosamente mi mano antes de liberarme, aunque yo no sabía bien que hacer. No sabía si quedarme por si era capaz de hacer alguna locura y huía o irme tal y como ahora me gritaba con agresividad y brusquedad que hiciese. A pesar de saber que aquello acabaría mal comencé a andar a paso rápido tras su empujón, aunque tales pasos rápidos acabaron siendo una carrera para salir de allí que acabé perdiendo, y es que en cuanto intenté irme él vino tras de mí y me derribó contra el suelo como si estuviésemos jugando al rugby. De nuevo aquella voz profunda y ronca que tan bien conocía antes de recibir una fuerte patada en el estómago que me hizo escupir la bilis mezclada con un poco de sangre e ir de vuelta a la silla con un amenazante cuchillo bajo mi garganta. De reojo pude observar el bote de las pastillas tiradas en el suelo mientras era atado de nuevo mientras el miedo se apoderaba de mi cuerpo.

    «Dime, Iago, “¿qué coño hago yo ahora contigo?”»


    Bajé la cabeza, disgustado y viendo que todo lo que habíamos avanzado hasta ahora con su comportamiento en segundos se iba a la mismísima mierda y todo por las putas pastillas y aquel maldito mocoso mal imitador. Si aquel cabronazo no hubiese tenido las pastillas desde un primer momento probablemente las cosas habrían sido muy diferentes.-Ya basta Ramsay… Sabes perfectamente que mi intención nunca ha sido ni humillarte ni dominarte. Tú ya no eres así, tranquilízate, ¿Vale?-Traté de hablar con calma y en vano aunque me estuviese muriendo por dentro, sabiendo perfectamente que mi triste y asquerosa vida iba a acabar allí, asesinado por un psicópata con el que mantenía relaciones sexuales. ¿Qué existencia más normal y bonita la mía verdad? Cerré los ojos con fuerza, esperando ya la sensación del cuchillo incrustarse en mi piel, sin embargo aquel momento nunca llegó. Observé estupefacto como Jack se abalanzaba contra él y comenzaban a forcejear… En un primer momento Jack se le adelantó y le pegó un buen puñetazo antes de obligarle a tragar las pastillas; sin embargo en cuanto se lo quitó de encima pobre moreno recibió tal paliza a base de patadas que se quedó inconsciente -¡NO! ¡BASTA! ¡NO TIENES POR QUÉ MATARLE!-Grité, desesperado, sin embargo su intención nunca fue matarle a él primero. Una vez cuchillo en mano se acercó a mí, dispuesto a matarme sin piedad y, cuando me veía muerto, se detuvo en seco y segundos de forcejeo consigo mismo después se autolesionó con el cuchillo el cual se clavó en su propio estómago, dejándome pálido y quieto como una estatua -¡RAMSAY!-Recuerdo que grité, mientras mi corazón se partía en mil pedazos después de años intentando cicatrizarse.

    Tras esta oleada de sucesos traumatizantes para cualquiera, la policía llenó la estancia en segundos, subiendo al pelirrojo en una camilla y metiéndolo en una ambulancia para llevarlo inmediatamente a un hospital. Detrás de él fuimos en otra Jack y yo, con heridas menores, aunque para mí no las psicológicas. Por mi parte, una vez me desinfectaron la mano y me la vendaron correctamente me pasé un par de días siendo atosigado por psicólogos y, en cuanto pisaba la calle, por periodistas que exigían información de lo sucedido como hienas hambrientas. Aun cuando yo ya estaba bien, me pasaba los días en el hospital, cuidando de ambos enfermos, y es que Ramsay seguía en estado crítico y Jack tenía más de una costilla rota por culpa de las patadas recibidas por parte del otro… Ni siquiera tuve el valor de aclarar las cosas con él y decirle que no le quería después de haber arriesgado su vida por mí, no podía hacerle eso aunque no era justo dejar que siguiera pensando en mí de aquel modo. Sumado a todo aquello y como si no fuese suficiente para mi salud mental, un nuevo impacto emocional me hirió de gravedad con la noticia de que aquel cerdo que me había arruinado la infancia estaba en Inglaterra y continuaba haciendo de las suyas a niños inocentes. Recuerdo que cuando me dieron la noticia estaba con Ramsay, sentado a su lado y sujetando fuertemente su mano derecha; conmigo estaban mi superior y Jack, ya más o menos recuperado, que se mostraba reticente a la reintegración de Ramsay tanto para el caso como para la sociedad… Yo, por mi parte, bajé la cabeza y acepté el ser excluido del caso del pederasta aun sabiendo que aquello iba a acabar involucrándome de algún modo u otro… Quién sabe si al final no volvería a ser víctima de aquel cerdo de nuevo y si esta vez no conseguía salir de aquella.

    A partir de aquel día mis únicas intervenciones en asuntos policiales fueron para dar declaración de lo ocurrido el día del asesinato de Joe y para conseguir que se aceptara la reinserción en la sociedad de Ramsay Black, el psicópata y asesino en serie que había salvado a la sociedad de su propio imitador y que la noche anterior había salido de todo peligro y se encontraba vivito y coleando. Sin embargo y por mucho que lo pedí, no me dejaron ir a verle, por si se desestabilizaba de nuevo, mas yo tenía cierto temor de que hubiesen descubierto nuestra especial… ‘relación’, por llamar a aquello de alguna forma y es que, la verdad, nunca nos habíamos parado hablar de lo que podríamos llegar a sentir el uno por el otro… Y por alguna razón yo tenía la impresión de que aquello iba más allá de los simples sentimientos. En fin, a lo que íbamos. Finalmente se había aceptado su reinserción en la sociedad aunque siempre bajo estricta vigilancia y, como no, bajo mi supervisión constante y es que eran más que obvias sus preferencias hacia mí frente a Jack y el resto del cuerpo. Su reinserción consistía en dar clases de criminología por las mañanas a agentes, después, por la tarde, tenía una opción a una actividad de ocio relativamente cerca de la civilización (Siempre acompañado por mí, claro está) y justo después debía pasar una sesión en el psicólogo. Incluso se le había permitido vivir en un piso piloto donde tendría que convivir conmigo de nuevo. El protocolo comenzó ese mismo día, así que me puse el uniforme que no había tenido que ponerme en días y, una vez listo, conduje hasta el edificio donde dentro de unos minutos me reencontraría con Ramsay. Jack y yo entramos algo antes de que se empezaran las clases, rato que aprovechamos para hablar de cosas puramente triviales aunque, por más que mostrásemos normalidad, ambos sabíamos que las cosas entre nosotros no iban bien y aquella situación era de lo más antinatural, pero todo estaba por empeorar. Las clases empezaron y he de reconocer que me aceleré un poco al ver al pelirrojo entrar, parecía otra persona completamente distinta. Iba de traje, bien arreglado y afeitado, incluso me pareció que se había echado colonia, era la primera vez que le veía así; hasta su mirada había cambiado, ahora era más… limpia, y segura, mas era una seguridad distinta a la que tenía antes, era una seguridad esperanzadora y optimista.

    Una vez limpió la mesa ante las miradas incómodas y atónitas de los cadetes comenzó con la clase, aunque no sin antes volver la situación más tensa aún, pues se acercó a uno de los novatos. El pobre chico tragó saliva e incluso retrocedió un poco mientras el psicópata redimido se le acercaba tranquilamente y yo observaba como Jack llevaba disimuladamente su mano hasta sus esposas, dispuesto a actuar en cualquier momento al igual que yo. Al final resultó que la escenita fue causada por un simple botón que acabó bien abrochado y la clase transcurrió; fría, rara, seca y tensa para todos. Mantuve la mirada sobre él en todo momento, orgulloso de sus nuevos progresos y con una imperceptible sonrisita que no tardó en desvanecerse con el último tema a tratar: ‘Las características de un psicópata’. En ese momento cruzamos miradas por primera vez en todos esos días, él me miró intensamente durante aquellos incomodos segundos de silencio y yo me mantenía firme, impasible ante su mirada e intentando mantenerme serio y tranquilo por mucho que crispara mis nervios… Sin embargo cuando empezó a narrar aquel endemoniado texto mientras me miraba tan fijamente comenzó a mermar de tal manera mi sangre fría que incluso tuve que desviar la mirada por momentos para no delatar mis propios sentimientos y pensamientos, sin embargo me sentía como un libro abierto bajo aquellos afilados ojos confesores de los más atroces pecados de su dueño.

    Gran capacidad verbal y encanto superficial, falta de control sobre su conducta, escasa fiabilidad, falta de sinceridad, remordimiento o vergüenza, carencia de empatía, insensibilidad en las relaciones afectivas, vida sexual frívola, incapacidad para tener un futuro de vida…
    ¿Insensibilidad en las relaciones afectivas y vida sexual frívola? Creo que ya estaba demostrado perfectamente que no. ¿Incapacidad para tener un futuro? Por eso mismo estaba luchando en aquellos momentos. ¿Carencia de empatía? No del todo. El resto era relativamente cierto dependiendo de su estado emocional y de si estaba conmigo o no. La verdad todo aquello era muy complicado a mis ojos de verificar, y es que en él había descubierto un segundo perfil totalmente distinto de lo que se espera usualmente de un psicópata. Lo siguiente fue aún más duro de escuchar y, para ser sincero, esta vez no fui capaz de sostenerle la mirada en ningún momento, y es que no hacía falta ser exageradamente listo para saber que él pertenecía a ese último grupo de los psicópatas más peligrosos... Sin embargo con él había una gran diferencia, y es que tenía muchas posibilidades de llevar una vida normal y corriendo, o al menos eso espero. Su lectura fue interrumpida por el reloj, que empezó a pitar para indicarle que debía tomarse sus pastillas para después acabar con una última cosa. “Y esa es mi gran ventaja, no tengo familia o ser querido que se interfiera entre mi trabajo y yo y salgan mal parados”

    Una vez impartida su primera clase supuestamente por la tarde tenía que ir a hacer una actividad de ocio junto a él, sin embargo él la rechazó por lo que me fui directamente a mi ‘viejo’ piso pues a partir de aquella noche estaría en el nuevo piso viviendo junto a él para vigilarle y que no intentase nada raro. Mientras recogía un par de cosas y ropa no podía evitar pensar en él y en la duda con la que me miraba mientras leía aquel fragmento teórico delas clases de psicópatas, ¿Querría verme? ¿Por qué habría rechazado la hora de ocio? ¿Acaso estaba enfadado conmigo? ¿Me… odiaba? Sin embargo mi mente dejó de pensar en eso rápidamente cuando empecé a escuchar una serie de ruidos afuera, poniéndome nervioso y tenso. Casi por reflejo cogí un cuchillo de la cocina y me encerré en el baño, aterrado. Sin embargo al final resultó no ser nada y salí, aun con sumo cuidado, hasta que finalmente comprobé que no había nadie en mi casa. Dejé el cuchillo en su sitio y me apoyé en la mesa, cubriéndome el rostro con las manos mientras mi corazón iba regularizando su carrera; no podía seguir así, por favor, ni siquiera sabía por dónde se estaba moviendo aquel cabrón, no podía encontrarme tan fácilmente. Esa misma razón fue la que me llevó a coger mi portátil y comenzar a buscar los vuelos más recientes hacia Inglaterra y meterme en las listas de pasajeros de estos. Estaría excluido del caso pero a mi parecer tenía derecho a saber dónde estaba y si yo estaba realmente en peligro. Sin embargo no pude seguir con mi búsqueda ya que me llamaron, el tiempo estipulado para la actividad de ocio ya había acabad y ahora Ramsay debía ir a la terapia con el psicólogo y, como no, yo debía estar allí. Así que guardé en una bolsa lo poco que tenía pensado llevarme, cerré la puerta con llave y me subí al coche para conducir hasta allí. Una vez allí presencié la sesión en la sala de observación junto a varios expertos y policías. Esposado y con las ondas puestas comenzaron a mostrarle imágenes de niños víctimas de aquel cerdo, unos simplemente violados y otros ya muertos e incluso mutilados “Si no hubiera conseguido salir de allí ahora mismo yo aparecería en esas imágenes” Pensaba, tenso, más hundido en mis propios recuerdos que atento a lo que ocurría y a los resultados de la sesión. Una vez acabaron (Creo que me tuvieron hasta tres horas allí esperando) el psicólogo me hizo pasar para mostrarme los resultados, claramente negativos como la última vez, sin embargo una vez Ramsay me vio el monitor se coloreó de rojo de golpe y entonces me tensé, pensando que el doctor descubriría que reaccionaba únicamente al verme a mí, sin embargo tras sus palabras me relajé y creo que incluso se me escapó una pequeña sonrisa que de inmediato borré, sin embargo nuestra situación cada vez se acercaba más la luz y aquello era bastante peligroso. Ramsay de inmediato se controló y su cerebro volvió a ser azul, sin embargo llegué a percatarme de cierto puntito rojo antes de que le quitaran las ondas. El pobre del doctor se quejaba del autocontrol de su paciente e incluso llegó a atribuir aquel comportamiento a la medicación, sin embargo el susodicho no apartó la mirada de un segundo de mí mientras era asaltado a preguntas que, como no, se quedaron sin respuesta.



    Aquella noche, una vez instalados ambos en el piso, me encontré con una situación en la que nunca antes me había visto y que me dejó tan descolocado que no pude pronunciar ni una palabra. El pelirrojo se había esforzado por preparar una velada para mí, aunque la comida tuvo que ser japonesa ya que a él no se le estaba permitido utilizar ni cuchillos ni tenedores por mi integridad física, aunque yo confiaba plenamente en que no me haría absolutamente nada; en fin, de no ser porque él había tomado la palabra, por mi parte habría sido capaz de quedarme en el umbral de la puerta toda la jodida noche. Le miré fijamente a los ojos, más atento a él en sí que a lo que me decía, el corazón se me iba a salir del pecho de un momento a otro y cada vez me costaba más respirar, estaba nerviosísimo. Sin ser capaz de responderle aun prácticamente me tiré a sus brazos, correspondiendo aquel beso casi con desesperación y aferrándome a esa fuerte espalda que tantos crímenes cargaba. –No te disculpes, lo sé perfectamente, lo importante es que estamos vivos y unas uñas no van a acabar conmigo… Lo importante es que ya ha pasado todo, ¿Vale? Estoy bien, ¿Y tú? ¿Cómo está tu herida?-Preguntaba, preocupado y algo agitado, recordando aquel terrorífico momento en el que le vi apuñalarse a sí mismo y en el que pensé que le perdería para siempre. Con sus siguientes palabras tuve que aguantar la risa, se me hacía incluso enternecedor el escucharle decirme todo aquello, había armado todo aquello para mí e incluso había estado preguntando por internet; por favor, si la gente supiese quién les preguntaba… -Muchísimas gracias, aunque no lo creas, para mí esto es muy importante, y es mucho más de lo que nadie ha hecho por mí antes, o sea que es más que de sobra, no es ningún desastre-Le sonreí –Y si sigues progresando así, dentro de un tiempo podremos salir a cenar o al cine todas las veces que quieras…-Al ponernos a cenar no tuve problema después de todo el tiempo que había estado viviendo en Japón, y he de decir que aquello me hizo sospechar de que le hubiesen contado que había estado viviendo en Japón lo cual significaría que ya habrían investigado prácticamente toda mi vida y sabrían a qué me había estado dedicando después de haber huido de aquel cabronazo, sin embargo decidí disfrutar de aquel momento que teniendo en cuenta mi suerte no volvería a repetirse nunca. Al final tuve que enseñarle yo como agarrar los palillos y en parte darle de comer o el pobre se habría ido a la cama sin cenar, ¿La verdad? Pues si, me estaba divirtiendo bastante. Tras la cómica cena nos fuimos al sofá donde nos acurrucamos debajo de mantas a ver las películas. Aprovechando mi complexión me acomodé entre sus piernas y él se abrazó a mi cintura tal y como haría una pareja normal, sin embargo al ver el curso que tomaba la película aquella parte fue suprimida rápidamente y el DVD salió volando (Literalmente). Una vez librados de la incómoda situación causada por la película volvió con amigo al sofá, abrazándose a mí como a un peluche y escondiendo su cara en mi cuello mientras yo me dejaba querer por una vez y acariciaba su espalda y su cabello, entretenido con sus mechones mientras escuchaba atentamente, poniéndome rojo como un tomate con su declaración. –Y-yo… En fin, esto… es muy difícil para mí, y creo que no hace falta que te explique el por qué teniendo en cuenta por qué te tienen trabajando con la policía. Me cuesta mucho expresarme y abrirme, tengo mucho miedo de salir mal de esto otra vez, me he pasado una semana muerto de miedo al punto de no ir más que del hospital a casa y ya no solo por ‘ese asunto’, sino porque has estado al borde de la muerte y yo… Yo se que esto que siento puede hacerme sufrir más, pero no quiero perderte y no quiero volver a verte al borde de la muerte… Tú y mi trabajo ahora mismo sois las únicas cosas que me atan a este mundo y ahora que me han apartado de mi trabajo si te apartan de mí me muero. No soy cariñoso y suelo alejarme de la gente, pero tú… tú tienes un efecto tan fuerte en mí que si te pierdo no podría soportar más. Yo… te quiero, me gustas y aunque me cueste quiero estar contigo y aprender a querer y a abrirme contigo. Me gustaría poder ser normal y ser cariñoso contigo y esas cosas que hacen las… parejas, quiero que seas feliz conmigo y poder ser feliz contigo. Tú eres lo único que tengo y quiero estar junto a ti y tener dos o tres perros si hace falta-Sonreí levemente, aferrándome más a él. –Pero tendremos que aprender juntos a hace el amor–Pues sí, yo tampoco lo sabía, porque yo nunca había querido a nadie más que a una anciana y, como es de sentido común, no iba a hacer nada con esa pobre mujer. Las veces que yo había tenido relaciones sexuales eran más que nada puras violaciones y sexo para nada delicado. Dejé pasar el pitido de las pastillas para que viese que confiaba en él y tomé su rostro entre mis manos, besándolo con cierta torpeza, nervios y brusquedad, pero yo al menos lo intenté. Le senté en el sofá y me subí sobre sus piernas sin ejercer peso sobre él al apoyarme en mis rodillas, abrazándole por el cuello e intensificando poco a poco el beso, quería ir con calma, quería intentar disfrutarlo. De los besos en los labios fui bajando en tranquilos y cortos besos por su cuerpo y, mientras le desvestía, recuerdos desagradables comenzaron a llenar mi mente. Sin embargo me forcé a continuar, tratando de hacerlo lo mejor posible y acariciando su entrepierna por encima de la ropa con la intención de provocarle una erección en un inicio mientras me quitaba de encima y esta vez me acomodaba en el suelo entre sus piernas. Le miré a la cara momentos antes de proseguir, dudando de si lo estaba haciendo correctamente o no. Una vez tomé el valor suficiente bajé la cremallera del pantalón y lo aparté junto a la ropa interior, encontrándome con un miembro semi-erecto que empecé a acariciar con una mano antes de pasar a utilizar mi lengua y acabar en una felación que Dios y ayuda me costó llevar a cabo, hacía mucho tiempo que no hacía algo así. Sin embargo, en medio del embrollo mi nerviosismo fue a más, y no por el hecho de estar haciendo aquello, sino porque comenzaba a escuchar ruidos donde probablemente no los habría. La peor parte llegó cuando el móvil que única y exclusivamente utilizaba para el trabajo y que únicamente poseía la policía comenzó a sonar metido en el bolsillo de mi pantalón. En un primer momento traté de ignorarlo, de hacer oídos sordos, mas cuando lo cogí para apagarlo y vi que se trataba de un número oculto me quedé seco; para ponerme aún más de los nervios una musiquita típica veneciana comenzó a sonar desde la calle pero para cuando me puse en pie y abrí la ventana para mirar el exterior se había detenido. Rápidamente corrí a poner el pestillo a puertas y ventanas, aterrorizado y en puro pánico, temblando como una hoja y abrazándome a mí mismo mientras me acurrucaba en posición fetal en una esquina de la casa, dejando a Ramsay con el problema entre las piernas –No puede ser… me ha encontrado, viene a por mí otra vez; me va a matar… Estoy muerto-Susurraba, jadeante, el pasado había vuelto.
     
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    “Yo… te quiero, me gustas…”



    Escuché su discurso con suma atención y me sentí el hombre más dichoso del mundo cuando supe que mi vecino correspondía a mis “sentimientos” del mismo modo que yo, una pequeña sonrisa delataba la felicidad que me embargaba por dentro y creo que, por primera vez en mi vida, me sentí realmente querido. De pronto, tomó mi cara entre sus manos y me dio un beso en el que reflejó su inexperiencia en asuntos de amor, yo por mi parte correspondí de buena gana a sus deseos así que profundicé aquel beso con pasión entrelazando mi lengua con la suya y dando pequeños mordiscos en su labio inferior, no sé si esto era amor, pero si estoy seguro que deseaba, anhelaba y necesitaba por encima de todo (y de todos) a Iago con apremio. Después me hizo sentarme en el sofá y se subió encima de mí mientras se abrazaba a mi cuello e intensificaba nuestro beso, yo me dejé hacer y obedecí sin rechistar entre tanto que acariciaba sus mulos con mis manos y ascendía hacia arriba para apretar su trasero contra mi cuerpo. Luego pasó a darme pequeños besos a la vez que me desvestía sin pudor alguno y me arrancaba algún que otro gemido de placer al sentir sus labios rodando por mi piel, también acarició mi entrepierna por encima del pantalón, gesto que sólo consiguió provocarme una erección al momento mientras se acomodaba entre mis piernas para hacerse un hueco – No tienes por qué hacer esto – le dije, adivinando sus intenciones. Pero cuando sentí aquella mirada tan intensa clavada sobre mí y al ver cómo sus dedos desabrochaban hábilmente la cremallera del pantalón no opuse ningún tipo de pega o resistencia al respecto, sobre todo cuando empezó a masturbarme con la mano y luego utilizó su lengua para hacerme una felación mientras yo cerraba los ojos y tiraba la cabeza hacia atrás extasiado de gozo. Cuando, de repente, se detuvo para apagar su teléfono móvil que no sonó en ningún momento y dirigirse hacia la ventana para cerrarla porque al parecer le molestaba algún ruido del que era completamente ajeno, yo lo miré descolocado y sin comprender la situación. Y aún más desconcertado me dejó cuando lo vi correr hasta la puerta para cerrar el pestillo y se abrazó a si mismo acurrucándose en una esquina muerto de miedo, temblando como una hoja de papel contra el viento y murmurando palabras ininteligibles que escapaban a mi comprensión – Iago, ¿qué ocurre? ¿te encuentras bien? – pregunté, realmente preocupado por él.

    Volví a subirme la cremallera del pantalón y tomé la manta con la que nos habíamos acurrucado momentos antes en el sofá para echársela por encima de los hombros a modo de abrigo y acuclillarme a su lado. Después lo atraje amablemente hacia mí y le acuné entre mis brazos para cogerlo en volandas y sentarlo en el sofá conmigo arrodillado a sus pies. Yo sé en quien estaba pensando; el culpable en cuestión era ese pederasta viejo y degenerado que lo había maltratado y violado en repetidas ocasiones aún siendo un niño, el mismo que ahora andaba suelto por las calles de Londres para robarle el sueño y dejarle al borde de un ataque de nervios como el que acababa de presenciar hace un momento. Así que tomé sus manos entre las mías para besarle los nudillos uno a uno y entrelazar nuestros dedos, quería hacerle sentir seguro conmigo, quería transmitirle que yo siempre estaría a su lado – Tranquilízate, estás desvariando; mira, – dije enseñándole su teléfono móvil – nadie te ha llamado – después abrí puerta y ventana – ¿ves? no pasa nada. Escúchame; sé que estás asustado y que ese hombre te hizo mucho daño aún cuando tan sólo eras un niño, no puedo imaginar lo que has sufrido en sus manos y tampoco creo que tú lo hayas olvidado del todo. Pero eso es cosa del pasado, ya no eres un crío, ahora eres un hombre, un agente de policía entrenado y capacitado para atrapar a ese pederasta antes de que convierta la vida de esos niños en un infierno como hizo contigo. Puedes hacerlo, yo confío en ti, voy a estar a tu lado, juntos podemos hacerlo, ¿de acuerdo? – puse mi otra mano sobre la suya y le di un leve apretón para reconfortarlo de algún modo – No tengas miedo; no sabe dónde vives, no sabe qué aspecto tienes, es prácticamente imposible que te haya encontrado, pero si eso no te tranquiliza escucha esto. Esta ciudad tiene más de cincuenta y tres millones de habitantes, así que según la estadística tienes menos de un cero coma tres por cierto de cruzarte en su camino, además estás en un programa de protección, ni si quiera usas tu nombre verdadero, y en el caso de que te buscase por el registro civil, nunca te encontraría porque ya no existe legalmente ningún hombre llamado Carlos viviendo en tu antiguo piso, asimismo, ¿qué te hace pensar que está interesado en ti? ese viejo degenerado sólo tiene apego hacia los críos. No puedo haberte encontrado, ni tampoco viene a por ti, no te va a matar porque, como lo intente, ten por seguro que antes lo mataré yo a él. Ya no estás sólo, me tienes a mí y no voy a consentir que bajo ningún concepto vuelvas a caer en sus manos porque, ¿sabes? soy capaz de cortárselas antes de que te ponga la mano encima otra vez. Mira, ya sé que no puedo salir del piso y mucho menos puedo poner un pie en la ciudad sin tu permiso, aún no me siento “preparado” para estar rodeado de tanta gente y tampoco tengo pleno control sobre mis acciones. Pero me preocupas, Iago, creo que sería oportuno visitar a un médico de cabecera para que te eche un vistazo rápido y nos dé un diagnóstico de tu situación, si, ya sé que tú eres quien lleva el arma y la placa, pero soy capaz de arrastrarte a la fuerza como no me hagas caso, no tienes elección, así que vamos.

    -Lo siento, pero no puedo dejarle pasar, sólo paso autorizado a familiares, ¿quién es usted? – me preguntó el médico de guardia interponiéndose entre mi vecino y yo, en aquel momento me puse muy nervioso, me notaba claramente incómodo y el estrés me embargaba como una soga al cuello con tan sólo pensar que tenía que separarme de Iago. Miré a mi vecino buscando el refugio que me proporcionaban sus ojos, aquel doctor ignoraba el peligro que corría si se atrevía a separarme de Iago pues, si por mi hubiera sido, me daba exactamente igual pegarle un empujón y meterme con ellos dos dentro que estrangularlo allí mismo e ir a otro hospital – Yo… yo…– tartamudeé, inquieto, era la primera vez que hablaba con una persona que no fuera mi vecino, psicólogos o agentes de policía, así que aquel momento era de crucial importancia para demostrarle a todo el mundo que podía rehabilitarme, aunque para ser sinceros mi yo interior gritaba lo que mejor sabía hacer; matar, mientras que cuando miraba a mi vecino; me embargaba aquella extraña paz interior que me hacía sentir bien conmigo mismo. Y, aunque me sentía más calmado, no sabía muy bien que decir ya que nosotros nunca habíamos definido qué relación teníamos exactamente, así que guardé silencio y miré durante un segundo a Iago antes de responder – Yo soy Erich y él es Carlos, mi novio – el hombre dudó un momento si dejarme pasar o no, pero por suerte para todos (y sobre todo para él) así lo hizo, de manera que pasamos a la consulta y nos sentamos en unos sillones de cuero. Después, pasé a relatarle con una voz neutra y convincente una versión parecida de los hechos, aunque omitiendo nombres y fechas para que no pudiese relacionarle con el presunto pederasta que se anunciaba en las noticias – Bien, señor Carlos, usted lo que sufre es estrés postraumático, en otras palabras; se ha producido un desencadenante en su día a día que le ha hecho volver a recordar su pasado y que, debido a eso, puede llegar a ver, oír o sentir cosas con no son reales, con esto no quiero decir que está usted loco, el miedo es la barrera natural del ser humano para repeler nuestros temores más ocultos. Como experto le recomiendo que coja una o dos semanas de baja, quédese en casa y…– dijo desviando la mirada hacia mí –…sobre todo, no haga nada que le pueda alterar más.

    Aquella noche seguí las instrucciones a raja tabla; le preparé un baño de agua caliente con velas aromatizadas y música clásica, también me ofrecí voluntario para darle un masaje con aceite de coco en la espalda e incluso le arropé en la cama con un porrón de mantas mientras yo me dormía abrazado a su espalda por si necesitaba de mi ayuda. A la mañana siguiente me propuse darle una sorpresa para que se olvidara de los problemas y como era fin de semana y no tenía que ir a “trabajar” me acerqué hasta la ciudad, vigilado en todo momento por otro agente de policía, para volver a casa más tarde cargado con una caja de cartón grande y envuelta con un lazo de color rosa. Sin embargo, antes de que todo esto ocurriese Jack decidió hacernos una visita inesperada y como tenía llave del piso piloto se dirigió, ni corto ni perezoso, en dirección hacia el dormitorio donde Iago dormía plácidamente para darle un beso en la frente de buenos días, aprovechando que yo no estaba. Luego se sentó en el borde de la cama y acortó las distancias que los separaban, mientras que con un brazo acariciaba su mejilla y con el otro se apoyaba en la almohada haciendo de barrera para que no tuviese escapatoria – Iago, lo he estado pensando; mira, Ramsay no te va a dar el futuro que te mereces, yo puedo comprar una casa y vivir contigo sin miedo a perder el control de mi mismo, puedo darte una familia con críos y también podemos envejecer juntos si quieres. Por favor, prométeme que lo pensarás al menos – bien, yo iba a girar el pomo de la puerta, pero me detuve en el último momento cuando, de repente, oí aquella declaración de amor, mi cara que casi nunca dejaba entrever mis “sentimientos” debió de ser todo un poema cuando entré en el dormitorio y vi como a Jack se apartaba de la cama de mi vecino. Digamos que lo fulminé con la mirada y le hubiese vuelto a romper las costillas si las palabras del médico no me hubieran hecho recordar que Iago necesitaba llevar durante un par de semanas una vida normal y calmada sin ningún tipo de sobresalto. Así que cuando su compañero pasó por mi lado para irse en silencio, nos miramos fijamente a los ojos con desprecio, esperando la menor excusa para enzarzarnos en una pelea sin cuartel de la que muy probablemente uno de los dos acabaría mal parado (y tengo que decir que no sería yo). En fin, el caso es que se fue y yo tomé la caja para dársela a mi vecino, de la que salió un cachorro de labrador de color hueso que empezó a darle pequeños lametazos en la mejilla y pegar pequeños saltitos muy contento con su nuevo dueño – Se llama Mr. Willson, pero tú puedes "elegír" el nombre que más te guste…– solté irónicamente antes de salir por la puerta, enojado. ¿Y si decía dejarme? ¿qué haría yo sin Iago? nada tendría sentido, todos los progresos que había hecho no servirían en absoluto porque sé que si me dejaba mi yo interior se apoderaría de mis pensamientos. De pronto, sentí una fuerte presión en el pecho que me hizo llevarme una mano al corazón, era una sensación extraña y dolorosa al mismo tiempo, ¿qué era ese líquido húmedo que caía por mis ojos? Y sin poder contenerme por más tiempo, entré corriendo al dormitorio para abrazarme a mi vecino cual niño pequeño arrepentido de sus actos, mientras lo asfixiaba en un abrazo. No sé porque pero no podía dejar de llorar, estaba asustado, no quería perderlo, no quería volver a estar solo – Iago… sé que yo no puedo darte más familia ahora mismo que este perro y esta caja de cerillas, más aunque no quiera compartirte con ningún estúpido crío y a pesar de que nunca he convivido con nadie estoy dispuesto a darte lo que me pidas si eso te hace feliz pero, por favor, no me dejes…

    Pronto llegó la tarde y convencí a Iago de irnos a dar un paseo con “Mr. Willson”, nombre con el que lo habían bautizado nada más nacer en el criadero y que, aún así, para mí seguiría siendo “Perro”. Íbamos caminando cuando, de pronto, vi a un joven de apenas trece años de edad subido en un coche, al parecer mantenía una discusión acalorada con un hombre mucho más mayor que él, al principio pensé que era su abuelo, pero descarté aquella posibilidad cuando vi al viejo meterle la lengua hasta la garganta y hacerle tocamientos obscenos. No sé qué es lo que me movió a acercarme, quizás fuera porque aquel crío daba tirones hacia atrás como si verdaderamente lo estuviese pasando mal o aquella cara de asco que ponía cada vez que le ponía la mano encima, pero el caso es que dejé a Iago detrás de mí y me acerqué hasta ellos para saber si todo iba bien. El joven salió corriendo en mi dirección y se abrazó a mí como si no hubiese un mañana, yo, sorprendido, lo hice a un lado y le dirigí una larga mirada a aquel viejo, quien al parecer, me estaba ignorando olímpicamente mientras observaba fijamente a mi vecino, antes de arrancar el coche e irse por donde había venido – ¿¡Eres imbécil!? ¡Has espantado a uno de mis clientes! – me reprochó el crío dándome un empujón, enojado, y reparando en Iago por primera vez, mientras el perro no dejaba de ladrar – Pero, ¿quién cojones sois? ¿por qué estáis aislados en mitad de la montaña sin nadie a vuestro alrededor? – nos preguntó claramente confundido – ¿No seréis de centro de menores, verdad? ¡No pienso volver! ¡Qué os quede muy claro, cabrones; antes seguiré chupándosela a viejos como ese antes de volver a esa cárcel! – yo miré un segundo a mi vecino, sorprendido, aquel joven era como una cacatúa hablaba y hablaba sin parar, para colmo no tenía modales y al parecer se había escapado de un centro de menores a saber porqué – Él se llama Iago, es agente de policía, yo soy Ramsay y esa rata de ahí es Mr.Willson. Vivimos en mitad de la montaña porque hasta hace poco me dedicaba a matar mocosos insolentes y descerebrados como tú – el joven frunció el ceño sin comprender si estaba hablando en broma o no, aunque finalmente conseguí sacarle una sonrisa que desapareció tan pronto como se oyeron las sirenas de un coche de policía acercándose en nuestra dirección – ¡Por favor, no quiero volver al centro de menores! ¡es un sitio espantoso! ¡haré cualquier cosa! ¡estoy dispuesto a trabajar de lo que sea! – dijo abrazándose ahora a mi vecino – ¡Quiero sed vuestro hijo! ¡Adoptarme, por favor!
     
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  14. •Shena
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    Voy a morir… no quiero morir ahora…–Susurraba, en puro pánico, ni siquiera veía a Ramsay acercarse, solo veía una oscura sombra difuminada de la que traté de huir en un primer momento, pensando que trataba de atraparme con lo que me había echado por encima, sin embargo luego me abrazó con suavidad y me tranquilicé, aferrándome a él como un gato a las cortinas mientras me llevaba en brazos hasta el sofá. Una vez sentado se acuclilló frente a mí mientras yo temblaba y me cubría mejor con la manta, sintiéndome así más protegido, y no la solté hasta que él tomó mis manos entre las suyas, besando mis nudillos uno a uno y entrelazando nuestros dedos. Entonces y solo entonces le miré a los ojos, escuchando lo que me decía. –N-no puede ser… Yo lo oí– Sin embargo cuando me enseñó el móvil me di cuenta de que ahí no había nada. A continuación abrió puerta y ventana. – ¡Quieto! ¡Si lo haces entrará, no dejes que entre!– Le grité en susurros, como si aquel hombre estuviese escuchándome. –No puedo hacerlo… No pude contigo, no pude con Joe, no valgo para nada, no me sirve de nada estar en la policía… La policía debió detenerle entonces, pero no lo hicieron… Es inútil que intenten hacerlo ahora– Negaba con la cabeza, sin dejar en ningún momento de vigilar la puerta de reojo. –La probabilidad era la misma o menos de cruzarme contigo, y eras mi vecino… ¿Y si me encuentra? ¿Y si está resentido por no haberme matado en aquel entonces? Lui mi troverà e lui ha intenzione di uccidermi Musitaba, haciendo caso omiso a sus palabras de apoyo. Mi cerebro había entrado en aquel círculo vicioso que era el miedo y se negaba a salir. Sin embargo después poco a poco fui controlando mi respiración y a darme cuenta de cómo me estaba comportando y de lo que estaba haciendo. –L-lo siento… ya sé que estás conmigo, no sé qué narices me pasa… No hace falta, solo me he asustado… Ya se me ha pasado, no es nada–

    Sin embargo fui ignorado olímpicamente y fuimos igual a la ciudad directos al médico, donde a pesar de la hora me atendieron amablemente y el médico me recibió enseguida, sin embargo el médico de guardia se interpuso cuando Ramsay iba entrar, preguntándole que quién era y que el paso solo estaba autorizado a familiares. Yo le miré con desesperación, no quería entrar sin él, aún estaba asustado y yo no sabría cómo explicárselo al médico, ni siquiera me atrevería a pronunciar una palabra sin tenerle a él conmigo tranquilizándome… de hecho estaba por salir corriendo en cualquier momento. Cruzamos miradas y, a pesar de que yo estaba con los nervios de punta, intenté tranquilizarle con la mirada para que no se descontrolase e hiciese alguna locura… Finalmente y tras mirarme una última vez con duda, acabó hablando, dando los nombres con los que nos habíamos presentado en el primer encuentro y diciendo que éramos novios, pero… ¿Realmente podíamos considerarnos algo como eso? Es obvio que sentíamos algo el uno por el otro, puede que incluso pudiésemos llegar a amarnos, pero de ahí a ser novios formalmente… ¿Él realmente me veía así? ¿Podía querer ser mi novio a pesar de la situación en la que estábamos? El médico dudó durante un momento pero, finalmente, le dejó pasar y pude tranquilizarme. Nos sentamos en unos sillones de cuero y él contó la historia a su manera mientras yo me quedaba callado, mirando por la ventana y tapándome disimuladamente el oído derecho con la mano aprovechando que tenía el codo apoyado en el brazo del sofá y es que sus voces se difuminaban en la cabeza y comenzaban a atacarme pequeñas migrañas. Espabilé únicamente cuando el médico se dirigió a mí, explicándome mi situación y lo que me pasaba además de recomendarme unas dos semanas de reposo, en casa y sin alteraciones de ningún tipo.

    Esa noche Ramsay no pudo ser más atento conmigo. Me preparó un baño con velas aromatizadas y música clásica que, aunque crispaba mis nervios, le agradecí y no me quejé. Después me dio un masaje con aceite de coco en la espalda y justo después inclusive me arropó en la cama y él se abrazó a mi espalda, quedándose conmigo por si necesitaba algo. Me costó lo mío, ya que yo continuaba viendo cosas sin sentido y oyendo ruidos donde no los había, pero al final caí dormido como un tronco hasta bien entrada la mañana siguiente cuando una visita que no me esperaba para nada me hizo despertar. No era nada más ni nada menos que Jack, que invadió todo espacio personal sentándose al borde de la cama tras haberme dado un beso en la frente, acortando distancias y atreviéndose a acariciar mi mejilla mientras que con el otro brazo se apoyaba en la almohada, evitando cualquier escapatoria posible. Yo aún estaba adormilado y no entendía bien a lo que venía, por lo que únicamente me oculté un poco más bajo las mantas, imponiendo así cierta distancia mientras era metido en una incómoda e indeseada conversación. Yo no pronuncié palabra alguna, miraba la almohada para evitar así mirarle a él y esperé a que se fuera, intentando que comprendiese mi silenciosa negativa a su propuesta. Yo no tenía nada en contra de Jack, era un buen hombre y no sería yo quien dijese que era un mal partido o que era feo, todo lo contrario, pero por una razón o por otra mis ojos habían ido a fijarse en mi vecino, quizás fuese cosa del destino o no, pero lo que sí sabía era que aunque lo intentase nunca conseguiría sentir nada que no fuese amistad por Jack. Justo entonces y para empeorar las cosas la puerta de la habitación se abrió dejando ver a un molesto Ramsay que venía cargando con una gran caja adornada con un lazo rosa y que cruzó una mirada venenosa con Jack, que entonces y solo entonces se apartó de mi cama, devolviéndome mi espacio personal y dejándome un marrón para con el pelirrojo, que al parecer había escuchado la proposición del moreno. Le miré con cansancio, rogando porque allí no se iniciase una pelea innecesaria y sin sentido. En fin, después de unos segundos llenos de tensión Jack se fue por donde había venido y Ramsay me dio la caja, de la que salió un pequeño cachorro de labrador que saltó a mis brazos y no tardó en empezar a darme lametazos antes de que Ramsay me tirase una indirecta muy directa antes de irse, enfadado conmigo. – ¡Ramsay!... Joder– Suspiré, cansado, ¿De verdad creyó por un solo momento que lo aceptaría? ¿Acaso lo que le había dicho el día anterior no significaba absolutamente nada para él? ¿Cómo se le ocurría? Para mi sorpresa volvió corriendo, abrazándose a mí y llorando desconsoladamente. Yo posé al cachorro en la cama para poder corresponderle con la misma fuerza, acariciando su cabello, quería que supiese que estaba ahí para él –Ramsay, tranquilo–Sonreí levemente, tomando su rostro para que me mirase a los ojos –No entiendo por qué te disgustas, ayer te dije que te quiero y lo sigo manteniendo… Nunca te he exigido nada, para mí no es necesaria tener una gran casa ni cinco niños para ser feliz… Me haces falta tú y ahora también tengo a Mr. Wilson… Aquí nadie va a dejar a nadie. Yo no quiero a Jack, te quiero a ti, así que puedes estar muy tranquilo–

    Por la tarde y aunque me mostré reticente por miedo a lo que pudiese pasar o por miedo a montar un espectáculo como la noche anterior en media calle a pesar de que por allí probablemente no habría nadie más, acabé por aceptar el ir a dar un paseo con Mr. Wilson. Yo iba absorto en mis pensamientos, pensando de qué manera iba a decirle a aquel hombre que ni le quería ni nunca lo haría, cuando nos encontramos con un coche parado a la orilla de la acera cosa que me resultó extraña teniendo en cuenta donde estábamos. No me fijé mucho en lo que ocurría (o más bien no me quise fijar en un primer momento) pero al final alcé la mirada al ver que incluso Ramsay se acercaba al coche donde un crío se peleaba con un hombre mucho mayor que él que le estaba manoseando y que salió del coche inmediatamente para correr a abrazarse a Ramsay en cuanto pudo. Yo lo miré horrorizado, viéndome a mí mismo en aquel niño, la única diferencia es que a mí nadie me salvó. Estaba concentrado en el chico pero noté una mirada clavada sobre mí que me hizo estremecer, entonces crucé miradas con el viejo del coche, que me miraba descaradamente… Sin embargo su cara se me hizo tan conocida que incluso retrocedí, aterrado; el cachorro debió notar mi miedo porque empezó a ladrarle como loco. Me quedé paralizado observando el coche alejarse “No puede ser, no puede ser él, estoy alucinando de nuevo, si, debe ser eso” Pensaba, sacudiendo la cabeza mientras me acercaba a mi acompañante y al chico, que le recriminaba que le había espantado un cliente de muy malos modos, enfadado y percatándose de mi presencia en aquel momento, preguntando que quiénes éramos, confundido, y después dedujo por su cuenta y riesgo que éramos del centro de menores, utilizando cierto vocabulario obsceno que me hizo ver que aquel chico y yo en realidad no teníamos nada que ver, y no solo por su forma maleducada y parlanchina de hablar y de ser, sino porque yo nunca habría querido tener que ser violado por aquel viejo y si me tuve que prostituir fue para buscarme un futuro y no por huir del centro de menores. Desvié la mirada, incómodo en aquella situación y controlándome para no gritarle a aquel mocoso insolente e inmaduro. Ramsay le respondió con la mismísima verdad, sin embargo algo así era demasiado difícil de creer y el chaval se lo tomó como una broma, sin embargo un coche de policía acercándose cambió la situación a una desesperada para el chico que comenzó a rogar para que lo adoptásemos, abrazándose esta vez a mí. Yo suspiré, tomándole por los hombros y mirándole fijamente –Solo si juras no volver a ganarte el dinero vendiéndote a esos cerdos–Él me miró, sin comprender del todo por qué le hablaba como si comprendiese lo que se sentí. Tomé al cachorro en brazos y me acerqué a Ramsay, aprovechando a hablarle al oído mientras le entregaba Mr. Wilson –No sé cómo acabará esto, pero tengo que intentar ayudarle– Le susurré mientras el perro lloriqueaba un poco al ser separado de mí y el coche se detenía frente a nosotros.

    Llamé al policía que había acompañado a Ramsay aquella mañana hasta la tienda de animales para que se quedase con él ya que tenía prohibido quedarse solo mientras que yo acompañé al chico hasta comisaría. El proceso llevó bastante tiempo y fue bastante problemático debido a la situación en la que estaba de cuidador de Ramsay, pero finalmente conseguí que se me estableciese como tutor legal del chico, que me lo agradeció infinitamente. Una vez todos los papeles en orden le llevé de compras para que se comprase ropa decente y lo básico para que conviviese con nosotros, ya que una de las excusas que había utilizado es que teniendo al chico ayudaría a la adecuación de Ramsay a las personas y también podría ayudar al caso, a pesar de que yo estaba ‘excluido’ de este. También estuvimos comiendo un helado en la terraza de una heladería, sin embargo no estuvimos mucho tiempo porque yo hacía rato que me sentía observado, y ya no solo por el niño, que no paraba de mirarme, sino por alguien más… Quizás estuviera en otra de mis paranoias, pero el sudor frío de mi espalda me decía que tenía que salir de ahí. Así que en cuanto pillamos un taxi y acabamos el helado fuimos de vuelta al piso donde ya debería estar esperando Ramsay, sin embargo cuando bajamos del taxi y estábamos subiendo las escaleras el chico me hizo parar, mirándome fijamente y con cara seria. – ¿Tú eras como yo, verdad? Por eso no me tratas bruscamente y por eso me miras con esa amabilidad aunque seas poli…– Suspiré con pesadez, realmente el enano hablaba demasiado. –Deberías controlar lo que dices un poco más, ¿No crees que es un poco pronto para preguntar por mi vida si ni siquiera sé cómo te llamas?– El chico puso cara de circunstancias, disculpándose rápidamente puede que por miedo a que lo llevase de vuelta o porque realmente vio que aquel tema no era tan fácil de abordar para mí como para él –Me llamo John…–Yo sonreí un poco, divertido por ese comportamiento –Como ya te dijo Ramsay, yo me llamo Iago– Y maldita la hora en que hablé, porque el chico no paró de preguntar cosas en todo el trayecto hasta la puerta, pero he de reconocer que me resultaba bastante divertido. –Ya hemos vuelto–Anuncié al abrir la puerta, sintiéndome como si en realidad fuésemos una familia y yo viniese de recoger al niño del colegio... Menuda familia, un psicópata en reinserción social, un policía psicótico e incompetente y un niño recién recogido de las calles.
     
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    Nada más Iago abrió la puerta hice una carrera a contra reloj con Mr.Willson para ver quien se hacía antes con la atención de mi vecino, el perro saltó del sofá a toda prisa y yo esquivé aquella rata que ahora se colaba entre mis piernas para tomarme ventaja, maldito fuera. Al final ganó el perro y empezó a dar saltitos alrededor de su amo mientras movía la cola muy deprisa de un lado a otro, sin embargo yo aparté de un empujón al crío que había venido con él e hice lo mismo con el animal que pasó a mordisquear los bajos de mi pantalón para que me hiciera a un lado – ¿Por qué has tardado tanto? me tenías preocupado y ¿por qué… por qué has traído a ese crío contigo? no lo entiendo – le pregunté dándole un abrazo asfixiante de esos que te quitaban el aliento, mientras Mr.Willson iba a por una pelotita de goma para ponerla a los pies de Iago, sí, al parecer allí todos y cada uno de nosotros necesitábamos a mi vecino para continuar rectos y no desviarnos en el camino. Y aquel mocoso no tardó en hacérmelo entender cuando se abrazó a su espalda como una lapa, despertando mi rabia y mi envidia, mientras lo fulminaba con la mirada – Déjame explicártelo mejor para que lo entiendas, papá; de ahora en adelante voy a ser vuestro hijo – me dijo con recochineo. Yo solté a Iago y me hice a un lado mientras lo miraba fijamente a los ojos asustado, nervioso e incapaz de creer las palabras de aquel enano insolente, descarado y malhablado. Tuve que tomarme un par de pastillas para amenizar el estado de ansiedad; tenía la respiración agitada y el corazón me latía con fuerza, de hecho tuve que sentarme el sofá para recuperar la compostura antes de que perdiera los papeles y cometiera alguna locura – Compartir a Iago, compartir a Iago, tengo que compartir a Iago… ¿por qué? – le pregunté sin comprender, así que lo tomé por la muñeca y lo llevé hasta la cocina para que no nos escuchara hablar. Mis dedos repicaban rápidamente la encimera de mármol, tenía un tic en el ojo izquierdo y me empecé a morder las uñas de las manos – Cuando dijiste que tenías que ayudarle de algún modo, ¿te referías a… adoptarlo? ¿No crees que… deberías haberme comentado esta decisión primero? – miré un segundo al niño a través del cristal y volví a fijar mi vista en mi vecino, tengo que admitir que se parecía bastante a él con ese pelo oscuro, piel blanca y ojos oscuros. Me pasé una mano por detrás de la nuca y volví a mirar a Iago a los ojos, ¿es que acaso quería ser padre? ¿acaso… quería formar esa familia conmigo? –Mírame, Iago, y dime la verdad ¿crees que puedo ser padre? yo nunca he tenido una familia y no sé lo que es dar o recibir más cariño del que me procesas, he matado a muchas personas y tengo que tomar pastillas para ser una persona emocionalmente estable… – volví a mirar al chico a través del cristal y durante un momento tuve ese maldito sentido de culpabilidad, así que me acerqué a mi vecino y lo estreché entre mis brazos con fuerza –…pero, por ti estoy dispuesto a cambiar y si quieres ser padre yo intentaré cuidaros cómo mejor pueda, Iago, la verdad es que tengo miedo, tengo miedo a perderte…yo…

    Más no pude seguir hablando y lo único que pude hacer fue tomar su cara entre mis manos y darle un beso apasionado en el que pensaba mostrarle mi compromiso para con él hasta que…– Eh, parejita, ¿vais a tardar mucho o qué? hay un pintamonas en el recibidor que quiere veros – yo di un gruñido en respuesta y lo fulminé con la mirada, mientras lo miraba de reojo y por encima del hombro claramente molesto con su inoportuna injerencia – ¿Puedo matarlo ya, por favor? Te prometo que no le haré sufrir… demasiado – en realidad el pintamonas en cuestión se trataba de mi psiquiatra y concretamente quería hablar con Iago a solas, por lo que yo me quedé en el comedor con John, mientras ellos hablaban con la puerta entornada en el recibidor – Señor Zaneti me alegro de verle, por desgracia no tengo buenas noticias para usted, mire…– dijo sacando un informe con números, letras y estadísticas de mi actividad cerebral –…probablemente se esté preguntando qué es esto, bien, se lo explicaré; esta lectura de aquí es el cerebro de Ramsay cuando lo conocimos por primera vez, como ve no muestra signos de actividad cerebral por lo que su cerebro es completamente azul, y ahora mire este de hace una semana, en el puede apreciar que se ha desarrollado una actividad emocional gracias a estos puntos de color rojo, y se preguntará, ¿qué es lo que está mal…? – el psiquiatra sacó del maletín de cuero la medicación que me estaba recetando y se la dio a mi vecino, mientras miraba receloso el umbral, por si aparecía en cualquier momento –…creemos que ha llegado a desarrollar esa actividad cerebral gracias a un potente componente de su medicación, pero esas emociones que tiene y demuestra no son reales, en otras palabras, sus sentimientos están condicionados de por vida a unas pastillas o volverá a matar indiscriminadamente a cualquiera que se le cruce en su camino, incluido usted. Pero, lo peor de todo, es que si sigue con el tratamiento podría darle un derrame cerebral por lo que me temo que deberemos disminuir poco a poco su dosis diaria o morir…– más el doctor guardó silencio y se puso tenso como una vara cuando me vio aparecer por la puerta, de hecho se le cayeron los informes de la mano y yo me agaché para recogerlos y devolvérselos.

    -Hola doc, ¿cómo está? me alegro de verle por aquí, ¿por qué no pasa y se toma un café con nosotros? estoy seguro que tendrá “muchas historias” que contarle a Iago – el médico intentó negarse en un principio alegando que tenía mucho trabajo, sin embargo le aseguré que tan sólo sería un momento y se quedó con la promesa de probar mi delicioso café colombiano, que previamente había comprado en la ciudad cuando fui a comprar a Mr.Willson – Ramsay, hay algo que quiero contarte…– empezó, titubeante, guardando una distancia prudencial entre ambos, probablemente se estaría preguntando si habría escuchado su conversación, más, ¿por qué estaba tan nervioso? – Si, si, deme un segundo, voy por mis pastillas – de pronto la alarma de mi reloj se puso en marcha y eso me indicaba que debía volver a tomarlas, sin embargo doc me dijo que no lo hiciera y me invitó a sentarme en el sofá –…de eso precisamente quería hablarte, de ahora en adelante y cómo vemos que estás progresando adecuadamente, tan sólo hace falta que te tomes dos pastillas cada seis horas, ¿de acuerdo…? – yo miré a Iago un segundo y después desvié la mirada por mi médico quien me sonreía con nerviosismo y, inconscientemente, me indicaba que me estaba mintiendo – Claro, doc, haré lo que usted me diga que haga, pero, dígame, ¿por qué está tan asustado? le sudan las manos, ¿le pongo nervioso? si continua moviendo su pierna así va a hacer un agujero en el suelo – el médico dejó de sonreír al ver que lo estaba analizando y yo me dirigí a la cocina para preparar café tal y como le había prometido –…ah, no, no tiene nada ver contigo – se defendió, a lo que yo sonreí desde la cocina con sarcasmo, antes de volver al comedor con su café prometido y otro para mi vecino – Vamos, beba, no está envenenado… ¿o tal vez si? – bromeé, pero al médico no le hizo ninguna gracia, de hecho el primer sorbo que dio lo escupió fuera temeroso de que así fuera, a lo que yo me eché a reír con malicia, mientras le acercaba una servilleta – Vamos, vamos, sólo era una broma, sería muy fácil matarle de esa forma, ¿no cree? – más el doctor no aguantó más mis impertinencias y se puso de pie de un salto, mirándome acusatoriamente por encima del hombro y volviendo a dejar una distancia prudencial entre ambos – Basta de juegos, monstruo, si por mi fuera ahora mismo estarías sentado en la silla eléctrica – yo me levanté de mi asiento y me acerqué hasta él lentamente con la mirada sombría y semblante impasible – “Si por mi fuera ahora mismo te sacaría las entrañas una a una y se las daría de comer a mi perro…” – susurré en su oído para que no nos escuchara John desde la habitación – Pero ambos sabemos que eso no es posible, así que, ¿por qué no intentamos llevarnos bien, de acuerdo?

    La respuesta fue un portazo estrepitoso que reverberó por todo el apartamento.

    Yo miré a Iago, borrando todo rastro de sonrisa prepotente, cínica o borde, quería explicaciones y las quería ya, ahora – ¿Le crees…? – le pregunté sin rodeos, por supuesto que había escuchado su conversación, pero lejos de preocuparme por mi bienestar tanto físico como mental, a mí lo que realmente me preocupaba era la opinión que tenía mi vecino al respecto –…Mírame, por favor, sabes que yo nunca te haría daño, ¿verdad…? – le aseguré acercándome lentamente hacia él, cuidando de no asustarle con movimientos bruscos y, una vez lo tuve en frente, no pude evitar darle un abrazo y atraerlo hacia mi cuerpo de forma gentil –…te quiero, Iago – susurré sobre sus labios antes de capturarlos bajo los míos, entrelazando nuestras lenguas en una sola, mientras mis manos se deslizaban traviesamente por debajo de su camisa… hasta que, de repente, una voz en mi cabeza muy conocida me hizo separarme de él a toda prisa – ¡¡¡NO!!! no, no, no, no… – grité, sujetándome mi cabeza entre las manos, y empecé a rebuscar rápidamente por los bolsillos de mi chaqueta en busca de mis pastillas, más sabía perfectamente que aquel maldito doctor se las había dado a Iago para que controlara mi dosis – Da-dame las pastillas, Iago, por favor, dámelas… ¡TE HE DICHO QUE ME DES LAS JODIDAS PASTILLAS AHORA! – en un ataque de ira rompí sin querer la mesa de cristal y caí de rodillas al suelo haciéndome un pequeño corte en la rodilla, Mr.Willson empezó a ladrar y John incluso salió de la habitación para ver que pasaba allí fuera – ¿Qué-qué pasa…? – preguntó, realmente asustado, yo quité las manos de mi cara y me quedé mirándolo sin verlo, había muchos cristales por el suelo y sería tan divertido apuñalarle con uno de ellos…– I-Iago, ¿dónde estás? te necesito…
     
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