Ironía. (FubukixYukimura) (One-Chot)

"-La vida es muy impredecible ¿o no? Fubuki-sempai.-

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  1. @Valz
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    Hola, hola, hermosos ¿cómo están? es la primera vez que publico en esta sección (extrañamente nunca cambio a un personaje) Pues, esto es algo que surgió de repente, ya saben, en horas de sueño. En fin, es algo largo, así que tómense su tiempo ;)




    Titulo: “Ironía”.

    Género: Romance/Yaoi

    Parejas: FubukixYukimura.

    Serie: Inazuma Eleven Go.






    Ironía.





    Esta es una historia, un poco diferente al resto, tenía la intensión de que ella muriera conmigo, en mis recuerdos. Aunque luego de estar aquí, he decidido que lo mejor era relatarla. Nunca fui bueno expresando mis sentimientos o lo que yo quería decir, así pues, he decidido escribirlo, escribir esta historia que por nombre le he dado “Ironía”. Sí, no había mejor palabra que describiera mi historia de amor. Nuestra historia de amor.



    ….Una historia de amor… que jamás sucedió…




    Vivía en un pequeño pueblo al Sur de Japón, Hokkaido. Donde siempre nevaba y hacía mucho frío, en aquel lugar los recursos y las oportunidades eran escasos, efímeros. Sin embargo todos sus habitantes eran personas sonrientes, amables y cariñosas. Era un pueblito bendecido en amor. Yo era un estudiante de 2do año de secundaría, recuerdo que eran los inicios de clases, porque me sentía emocionado. Llegue como costumbre, directo a mi salón y alzando mi mano para saludar a unos cuantos amigos que se cruzaban por mi camino. Yo no me consideraba el chico más popular del instituto, pero lo era. Cuando llegue a mi salón, vi lo que todos los adultos recuerdan en sus años de estudiante; un salón con muchos otros chicos desastrosos. Yo me dirigí a mi asiento y me quede allí hasta que uno de mis amigos se acercó y se sentó en el asiento vacío a mi lado.


    —¿Te enteraste Yukimura? —me preguntó, mirándome con sus intensos ojos oscuros y una sonrisa.


    —¿De qué hablas?—pregunté sin mucho interés, enfocando la mirada al frente, con mi cara apoyada a en mi mano.


    —La señorita Kira se ha negado a ser nuestra tutora este año.—respondió él.

    Yo lo miré crédulo.—¿Y cómo no? Si el año pasado pegaste su taza de “La mejor profesora” al escritorio.—dije y él se partió en risas, supongo al recordar aquella anécdota.


    —Lo sé, todo el año tuvo que flexionarse para poder beber de ella.—dijo aún ahogado de la risa. Yo entorne mis ojos y negué con la cabeza.
    —Lo que significa que tendremos un nuevo conejillo de India, ¡Digo! Tutor.—y comenzó a reír otra vez. Si era sincero, sentía pena por el pobre iluso que tendría que dar clases a un grupo de antisociales como lo éramos nosotros.



    En la última asamblea el director nos había nombrado a nosotros el grupo más difícil de todo el año del instituto, que no había tenido a un grupo tan revoltoso desde hace épocas, y que todos nosotros terminaríamos en la cárcel como los vándalos que NO éramos. Y a nosotros, a nosotros nos valía muy poco todo eso.



    Volví a enfocar la vista, ahora en la puerta, esta se abría lentamente y una serie de eventos se manifestó en esa milésima de segundos; todos fueron a sus lugares, mi amigo a mi lado sonrió con malicia, otro chico en los últimos puestos froto sus manos –Dios sabe en qué estaría pensando- y yo, yo me incorporé. Pronto entro por aquella puerta corrediza lo que parecía ser un ¿Hombre? ¿Joven? ¿Niño? Era difícil describirlo. Él era alto a nuestros ojos, pero en realidad no era la estatura comúnmente vista en un hombre de 24 años. Su cabello era corto, le llegaba hasta los hombros, de un tono platinado y peinado desordenado. Sus ojos eran de una fuerte gama de colores fríos y su piel era pálida, pálida como la nieve que ahora caía del cielo. Vestía una camiseta blanca y sobre esta una chaqueta azul, pantalones verdes militar y zapatillas marrones. Por ese el mundo pareció congelarse, todos allí estábamos congelados, inmóviles y con las miradas puestas en quien parecía ser nuestro tutor.


    —Buen día chicos, soy Shirou Fubuki y desde hoy seré su profesor.—dijo él, presentándose y luego sonrió… estaba seguro de que su sonrisa era la más bonita que nunca antes había visto.


    —Oye, Miyabino.—llamé, él hizo un sonido para que supiera que me escuchaba.—Este año, nada de bromas.


    —Concuerdo contigo.—respondió sin apartar la mirada del joven.


    Desde ese momento supe, que este sería un año diferente, ciertamente nada sería igual de ahora en adelante.




    “Mi acta de nacimiento lleva la fecha equivocada, ciertamente yo nací el día en que te conocí”. Era una frase que había escrito en la tapa de mi cuaderno aquel día, con su voz de fondo. Estaba tan ensimismado en la musa que me había tocado para crear esa frase y plasmarla en aquel lienzo de cartón –propiamente dicho no era un lienzo como tal, pero en ese momento lo era para mí- que no noté cuando el profesor tomo mi cuaderno y comenzó a leer lo que había escrito en él. Ya saben, lo que hacen todos los profesores cuando te ven garabateando en tu cuaderno y no prestando atención a lo que suponen es importante. Vi con horror como sus ojos se pasaban por mi cuaderno, leyendo lo que yo había escrito. Me miró serio.



    —¿Cuál es tu nombre?—me preguntó, aún sin devolverme lo que sostenía en sus manos.



    —Yukimura Hyouga.—respondí en un hilo de voz y con un fuerte rubor en las mejillas.



    Él se dio la vuelta, tomo la libreta que había traído, tomo un marcador y me volteo a ver.—¿No te molesta que tome tu frase, Yukimura-kun?—preguntó con una sonrisa. La sonrisa.



    —Ah, no. Adelante.—respondí sin entender muy bien.



    Él la escribió en su libreta y luego en la parte de arriba de la pizarra, la escribió en inglés –aunque no era la clase que él enseñaba- con letra legible y hermosa, y justo debajo de ella escribió –Yukimura Hyouga-




    Mi nombre nunca había sido tan bonito, hasta que él lo escribió. Hasta que él lo trazo con delicadeza, con finas líneas negras… nunca antes había amado tanto mi nombre como aquel día.




    Si bien, desde la primera vez que yo vi a Fubuki-sempai entrar por aquella puerta, me pareció la persona más bonita del mundo. Sus facciones femeninas en su rostro me parecían únicas, pero eran su sonrisa y sus ojos en sí lo que más me habían capturado. Sin embargo fue al día siguiente cuando confirme que él era espectacular en todo sentido.


    —Bien chicos, como su profesor de Ciudadanía queda a mi cargo el proyecto escolar de este año.—empezó. Ese día era lunes, sin embargo el simple hecho de ver a Fubuki-sempai era motivo suficiente para levantarme temprano y sonriente todas las mañana. —El proyecto de este año trata de un cambio, algo de éste mundo que quieran cambiar y lo reemplazaran con algo bueno.—escribió en la pizarra “Puedo cambiar el mundo”.—Ustedes dirán, “soy un niño ¿qué puedo hacer yo para cambiar el mundo?” es cierto, son niños. No tienen la edad suficiente para votar, ni la decisión propia de ir a los lavados sin que yo se los autorice.—y todos comenzamos a reír.—pero, aquí no estamos en “El mundo” propio como lo conocemos, aquí estamos en “Nuestro mundo”, todos tenemos un mundo propio, yo al mío lo llame “Shiroulandia”.—y volvimos a reír.—ahora, ¿cómo llamaran ustedes al suyo?—



    Así pues salí ese día con un conocimiento nuevo: Shirou Fubuki era el tipo más genial del mundo, con un sentido del humor y un ingenio voraz. Eso ciertamente me cautivaba. Y también había salido con una nueva tarea: “Crear mi propio mundo”.





    ……………………”Shiroulandia”……………………………………………






    Si bien a mi me había costado darme cuenta que yo estaba enamorado, y no de cualquier persona, yo estaba enamorado de un HOMBRE. Aunque era fácil saberlo, solo imagina, has entrado a tu grupo, eres de baja estatura, piel suave y facciones femeninas. Era comprensible que todos tus amigos pensaran que tarde o temprano se te pasaría el arroz, sin embargo todas sus teorías y acusaciones de “Yukimura es gay” se fueron literalmente al carajo cuando te vieron coquetear con féminas. Y ahora, esas teorías de “Yukimura es gay” resonaban de nuevo en mi cabeza.—Vale, si era gay después de todo.—pensé. En fin, a mi me costó un mundo darme cuenta que yo estaba enamoro de mi profesor. Y no era porque yo fuese tonto o algo así, era porque a mí me costaba adaptarme a todas estas situaciones nuevas que traen consigo la adolescencia.



    ¿Recuerdas cuando dije que este año sería diferente? Pues sí, si era diferente, porque ahora yo era todo un Stalker profesional. Seguía a Fubuki-sempai a todas partes y pasaba horas extras estudiando para ser el más sobresaliente de mi clase y que cuando me entregara la prueba me sonriera acompañado de “Buen trabajo Hyouga”, yo me iba de allí siendo la persona más feliz que ha pisado la tierra porque ÉL ha recordado mi nombre. Procuraba también, estar en las nubes porque así era que me llegaban frases de improviso que terminaba escribiendo en la pizarra solo para que ÉL lo viera, porque yo sabía lo mucho que le gustaban. Me gastaba toda la mesada comprando libros que luego le obsequiaba porque sabía lo mucho que le gustaba leer. Mirarlo a la distancia en los comedores y cerciorarme de lo que le gustaba comer con y lo que no. Mire mi querido lector, yo había llegado a esos extremos en que yo YA sabía hasta sus horarios de llegada y salida del instituto. Con quienes acostumbraba hablar y cuáles eran los profesores que él no toleraba. Así es, lo más impresionante de todo era que yo no me atrevía a hablarle más que cuando estábamos en clases y hacía una pregunta, yo alzaba mi mano para responderla y que él pensara que yo era un súper dotado –cosa que no era cierta- pero ya de ahí, no podía. Es decir ¿qué podía hablar un niño de 15 años con un adulto de 24?



    Fue solo hasta aquel día que yo me di cuenta que la edad eran solo cifras…



    Cuando vives en un pueblo tan pequeño como el mío, hay varias ventajas, pero sin duda la mejor de ella es que TODO te queda cerca. Era una de esas tardes de domingos en los que las horas pasan lentas, el día se extiende y el aburrimiento se intensifica. Yo había salido de mi casa con destino a una heladería, sí, un helado aún cuando la nieve caía y el frío era intenso. No me tomos más de tres calles llegar allí, abrí la puerta con el tintinar de la campana que me decía “Bienvenido” e ingrese. El lugar era cálido, aunque había aire acondicionado y la decoración era alegre y colorida. Yo tenía una costumbre, una costumbre un tanto común; mirar al suelo mientras caminaba. Pero ese día, no lo hice, mantuve la mirada en alto todo el tiempo y allí fue cuando lo vi, sentado en una de las mesas, leyendo un libro y degustando un helado de vainilla con galletas. Mi corazón se acelero al mil y se me dificultaba respirar. Era algo parecido al miedo, pero a ese miedo que te hace sudar frío. O, cuando el ascensor deciente y sientes ese vacío en el estomago. Al así era lo que yo sentía… algo así era estar enamorado.



    Pude notar cuando levantó la cabeza y enfocó sus ojos en mí, yo no los había apartado ni un segundo de él. Y entonces pasó, me regalo una sonrisa, una sonrisa solo para mí. Usted dirá, “Sí, mi amigo. Lo has visto muchas veces sonreír en clases ¿qué tiene eso de emocionante?”. En realidad valía el cielo, porque cuando yo lo veía sonreír en clases, él nos sonreía a todos. Sin embargo en ese momento… él solo me veía a mí. Esa sonrisa era para mí. Esa sonrisa era mía. Él alzó una mano y la movió en un ademán de saludo, y yo como pude le correspondí. Luego me di la vuelta y pedí mi orden a la joven que llevaba más de 10 minutos preguntándome que iba a llevar, lo sabía porque en el momento en que vi a Fubuki-sempai la voz de la joven se escuchaba distante: “—Joven, ¿puedo tomar su orden?—“, sin embargo yo no pude responder.



    —Sí, amm… lo siento.—me disculpé.—un Banana Split.—y le sonreí. Ella asintió con una sonrisa y fue a prepararlo, luego de unos segundos ya estaba de vuelta aquí. Lo tome, musite un “Gracias” y busqué una mesa en donde sentarme. Yo solo quería que me invite a sentarme a su lado y hacerle compañía.



    —Yukimura.—escuché. Mire hacía donde él estaba y vi como me hacía un ademán con la mano para que fuera hasta donde estaba. Nadie allí lo notó, pero yo estaba muy emocionado, estaba feliz y me sentía dichoso. Me acerqué y le sonreí.—Vamos, no te quedes ahí. Toma asiento.—dijo, y rápidamente le obedecí.



    —¿Qué hace por aquí, Fubuki-sempai?—pregunté para iniciar una conversación.



    —Pues… como un helado.—respondió como si fuera lo más obvio de este mundo.—Oye, puede que sea un maestro, pero también soy una persona que sale y esas cosas. Deja de mirarme como si estuvieras mirando a Woldemort con nariz.—dijo, y no pude evitar reír.


    Así pues, pasamos toda una tarde hablando de nuestra vida. Algo superficial. Algo de solo tocar por encima, pero sin duda era un inició.



    “Mi nombre es Shirou Fubuki, tengo 24 años y soy la persona más feliz del mundo”.


    “Mi nombre es Hyouga Yukimura, tengo 15 años y estoy enamorado de la persona más feliz del mundo”.





    Descubrimos que podíamos encajar perfectamente, éramos amigos, muy buenos amigos. Y para mí eso era mucho más de lo que hace unos mese hubiera esperado.



    Cuando los años pasaron yo comprendí que él era el amor de mi vida, porque, no importaba cuanto tiempo había pasado ya (2 años o 3) él siempre estaba allí, era él, Fubuki Shirou y nadie más. Yo no podía ver a otras personas como yo lo veía a él. Yo lo amaba con toda mi alma. Cuando la noche llegaba yo las tomaba para tejer historias donde él y yo éramos protagonistas del más hermoso amor que ningún otro escritor allá escrito antes. Y cuando despertaba, quería llegar lo más pronto a la secundaría, dar lo mejor de mí y que se sintiera orgulloso. Yo quería ser aquel chico por el que suspirara, por el que no pudiera dormir porque siempre estoy en sus pensamientos. Cuando mis días se tornaban oscuros, él, indirectamente, me tomaba de la mano y me ayudaba a levantarme. A avanzar. ¡Yo detendría balas por él! ¡Yo moriría por él! Sin dudarlo, lo haría. Porque yo lo amaba. Porque él era mi universo.




    Es complicado plasmar todo eso aquí, primero porque no soy un escritor. Jamás en mi vida había hecho esto que hago ahora. Y segundo, porque los sentimientos –los verdaderos- son algo tan puro e intocable que no los puedes escribir. No los puedes tomar por el trasero, echarles pegamento y estamparlos en una hoja y decir “—¡Listo!”—. No, no es así de sencillo. Era algo más profundo y complicado que eso. Y yo lo sé.



    El amor no puede ser descrito con palabras, el amor es… Amor.




    Pasar los fines de semana con él era sin duda una de mis mayores bendiciones desde que yo había llegado a este mundo. Él ciertamente Una Bendición. Solíamos hablar de tonterías, tonterías que eran muy significativas para mí. Tal vez para él, no lo sé, pero para mí lo eran.



    —¿Qué pasaría si alguien le dijera que gusta de usted?—pregunté, mirándole fijamente con una sonrisa. Aquello pretendía ser una pregunta inocente de un adolescente de 15 años. Pero no lo era, yo quería estar preparado para cuando yo decidiera confesarme.



    —No puedo imaginarme eso.—respondió. Alzo su mirada al cielo y sonrió.—Primero que nada le preguntaría si está loca.—



    —¿Por qué?—pregunté curioso.



    Él bajo su mirada, aún sonriente… no hubo respuesta de su parte.



    Estoy loco, Fubuki Shirou, estoy loco por ti…




    Las estaciones pasaron y con ellas llegó el final de mi camino en aquella secundaría, en aquella secundaría donde había conocido amigos maravillosos, donde había cultivado los mejores recuerdos que desenterraría una vez que creciera. Se los relataría a mis hijos cuando yo fuera adulto… adulto. Eso me recordaba algo… que aparte de amigos increíbles, conocí a quién sería mi primer amor.



    Sin embargo, siempre fue el más puro de todos los amores. Siempre fue un amor platónico…




    Cuando nos entregaron nuestros diplomas, en ese entonces tendría 17 años, fue el día más emotivo que haya vivido. Para todos los fue. Pero más que nada para mí. Porque ese día yo me había decidido a declarar mis sentimientos. Sí, lo había decidido. Porque de nada valdría ya, llevar a mi adultez un sentimiento de niño, un sentimiento de joven.



    Esa noche Fubuki me llevo a una playa, era un picnic a la luz de la luna y la salada brisa del mar. Ante la luz de las velas, su sonrisa y su amable personalidad, fue como un “Me gustas” tosco y violento salió de mis labios. Una vez leí en una revista que había personas que se les dificultaba expresar sus sentimientos. Cuando leí las características que describían a aquellas personas, me di cuenta que yo encasillaba perfectamente con el perfil. Sin embargo, lo que yo acababa de hacer en esos momentos, era una acción que lograba a mí sacarme de aquel reglón de “Personas Inexpresivas”.



    —¿Perdón?—dijo él, sin entender lo que había dicho.



    —Tú me gustas… no. Yo estoy enamorado de ti, Shirou Fubuki.—dije seguro de mis palabras. Mantuve mi mirada clavada en él, sin titubear y con una expresión de serie enmarcada en mi rostro. Sentía miedo, pero debía ser bizarro.



    Él parecía atónito, sin entender lo que acababa de pasar, no lograba asimilar mis palabras. En un repentino acto tomo mi rostro con sus manos y con la angustia y preocupación impregnada en sus ojos me miró directo a los mío.—¿Te has vuelto loco?—me preguntó. Yo reír .—Sí Fubuki-sempai, creo que he enloquecido.—respondí sonriendo.



    —Yukimura-kun, esto es del todo incorrecto e inmoral.—recalcó.—Tengo 26 años y tú… aún eres un niño.



    —Tengo 17, ya soy casi un adulto.—repliqué.



    —¡Pero no lo eres!—exclamó, deslizando sus manos por mis mejillas hasta dejarlas caer en la arena.



    —Por favor Fubuki, déjame entrar en Shiroulandia.—pedí, rogué. Imploré.



    —Yukimura, lo siento. Pero no puedo corresponderte.—me dijo, mirándome a los ojos con una sonrisa vergonzosa.


    “Silencio… es lo único que puede escuchar la persona que te ha rechazado. Vidrios romperse, es lo que TÚ puedes oír desde lo profundo de tu alma. Era tu corazón, no, tu alma haciendo pedazos”.





    Yo me levanté de golpe de la arena, con mis ojos clavados en él. Sentí frío en mis mejillas, mucho frío. Era por las lágrimas que ahora descendían de mis ojos. Me aleje de allí lo más rápido que pude, solo voltee una vez para decirle “Te amo”. Caminé por las desoladas calles nocturnas de mi pueblo, me sentía destrozado. Como si el cielo se hubiera derrumbado sobre mí. Sí tú, lector, haz pasado por esto, seguro sabrás que es algo que no le desearías a nadie. Ni a esa chica creída de tu salón de clases. Ni a ese chico brabucón que molesta a todos. Simplemente es tan terrible, que nadie debería sentirlo. Si al contrarío, tienes la dicha de nunca a ver pasado por esto antes, solo puedo decirte que es terrible. Sientes como toda tu vida pierde el sentido y en solo cuestión de minutos pasas de ser la persona más feliz a la más desdichada del mundo.



    No volví a verlo, ni a saber nada de él.



    Había ganado una beca para irme a estudiar a Inazuma Towm, obviamente acepte y emprendí mi viaje. Dejando así, mi pasado en aquel pequeño pueblo invernal.




    *Años más tarde*





    Yo era un adulto hecho y derecho, dueño de una empresa y de una familia. En Inazuma las oportunidades abundaban, de eso no cabía duda. Pues yo había encontrado allí una vida feliz. Junto a una mujer maravillosa y dos hijos esplendidos.



    “El primer amor jamás se olvida”.






    Fue hasta aquella noche, cuando llegue a casa luego de un tortuoso día de trabajo, mis dos hijos Izumi (14) y Shirou –sí, Shirou. Ese era su nombre-. Me recibieron como era costumbre, con abrazos y besos.


    —Papi, papi.—llamó varias veces y de manera enérgica Shirou.



    —¿Qué pasa amiguito?—pregunté, alzándolo.


    —Alguien te envió una carta.—me dijo, extendiéndome un pedazo de papel. Yo la tomé.



    —A ver, ¿de quién será?—la ojee, baje al niño y la abrí. Comencé a leerla, y sin importar la presencia de los infantes… comencé a llorar, a llorar como nunca antes en mi vida había llorado.


    “Buen día alumnos, soy Shirou Fubuki y desde hoy seré su profesor”.


    “¿No te molesta que tome tu frase, Yukimura-kun”.


    “Crea tu propio mundo”.


    “Lo siento. No puedo corresponderte. Soy mucho más grande que tú”.





    *Actualidad*





    Y aquí estoy, arrodillado en la nieve, observando tu nombre escrito en aquella lapida de mármol. Yo no lo sabía, pero después de irme para Inazuma, Fubuki-sempai había sufrido un accidente de tránsito que, inmediatamente, le quito la vida. En ese entonces él tendría 27 años. 26 años. Recuerdo que, la noche aquel en que, sin querer, rompió mi corazón había deseado a las estrellas se más grande. Tener unos años más que él, regresar a su lado y ser felices juntos. Como era de esperarse, nada de eso paso. Yo seguía teniendo 17 años en ese entonces.



    Ahora era diferente.



    —Que irónica es la vida, ¿no, Fubuki-sempai?—pregunté alzando mi cabeza al cielo.—Ahora yo soy mayor que usted.






    Bye, bye..... Valz








    Bueno, eso es todo, espero que lo hayan disfrutado... Bye, bye.... <3

    Edited by @Valz - 25/9/2015, 21:25
     
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  2. SHIRINO_GO
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    QnQ
     
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  3. †¥üsë»T€m-chan~yaÕi‡ º^º)†
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    kami...sama... esta bellisimo, no sabes como estoy llorando ahora mismo con esto... es simplemente hermoso, pero fubuki :=SHOROO: no puedo soportarlo
    sayoo..
     
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2 replies since 31/8/2014, 19:48   131 views
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