Quinto para mi calaverita [Junjou Romantica] Cap. VI - FINALIZADO

Otro especial de Día de Muertos -atrasado, XD- con mi pareja favorita. Romance, misterio, muerte de un personaje, drama...

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  1. »Hitch 74 no Danna«
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    Hola, hola! Heme aquí. En esta ocasión serán dos entregas de este fic, pues ya lo he terminado y no quería dejar pasar más tiempo… además sigo trabajando en mi fic especial de Navidad que dejé en hiatus en enero. Aquí les dejo la primera parte, la segunda la estaré subiendo en breve.


    ADVERTENCIA: Esta primera parte está un tanto azucarada. Quiero pensar que si han llegado hasta esta parte del fic, es porque no tienen problemas al respecto, pero hago la advertencia por si acaso.


    En fin, de nuevo perdón por el retraso. Disfrútenlo.


    Disclaymer: Los personajes de Junjou Romantica, así como la tradición de Día de Muertos y Halloween, no me pertenecen.



    V.-


    El suave silbar del viento, el crujir de las hojas secas y el canto de una que otra cigarra, eran todo lo que se escuchaba en esa fría noche. Las pocas velas sobre las tumbas iluminaban débilmente el cementerio, las flores naranjas, amarillas, rojas y blancas engalanaban algunas tumbas, dando así un aire más cálido y hasta cierto punto romántico. Tal vez, de seguir vivo, también se hubieran escuchado los acelerados latidos de su corazoncito.


    —¡Usami-san! —farfulló tímidamente, al sentirse entre los brazos del mayor.

    —Al fin te encuentro —Akihiko lo estrechaba más, y el susurro pronunciado a su oído no hacía más que ponerlo nervioso— No tienes idea de lo mucho que me angustié cuando te fuiste.

    —Pero…

    —Misaki… —el corto silencio que vino después de esto se sentía una eternidad para el menor— Te quiero…

    —¡Pero…! ¡Esto no puede ser! ¡Yo no…! ¡Usted no…! —Misaki hablaba atropelladamente y su voz empezaba a quebrarse— ¡¿Tiene idea de lo que está diciendo?! ¡No me conoce, ni yo a…! ¡Además yo ya estoy muerto!

    —Lo sé —sin soltar al menor, con una de sus manos Akihiko tomó el mentón del muchacho para hacer que lo mirara a los ojos— También sé que mi vida se redujo a la mitad por ser la segunda vez que nos vemos… y sé que de esa mitad no me queda mucho tiempo…

    —¡¿Entonces qué hace aquí conmigo si sabe que le hago daño?!


    El escritor sólo sonrió y deslizó sus largos dedos sobre una de las mejillas del ojiverde, tocando también algunos de sus cabellos. Con el pulgar limpió una lágrima que se deslizaba sobre su suave piel. Si bien era cierto que estaba sucia de tizne y sangre tal como el año pasado, a sus ojos el chiquillo no dejaba de ser hermoso. Sin más miramientos, rompió el distanciamiento entre los dos en un recatado y etéreo beso que duró apenas unos segundos. Se separaron lentamente, hasta que verde y violeta se encontraron. El brillo en los ojos del más joven, así como un ligero temblor en el labio inferior, delataban que ese había sido su primer beso. Aunque se sentía el hombre más afortunado por haber sido el primer beso de Misaki, también sentía cierta tristeza por él, pues la muerte se lo había llevado de este mundo antes de que pudiera experimentar las delicias y los gajes del amor.


    —Misaki… es cierto que la gente le teme a la muerte porque ama la vida, pero… ¿Qué sentido tendría mi vida si no puedo compartirla con la persona que quiero?

    —T-tal vez t-tenga a-algo d-de razón, pero… —agachó la mirada, aun acuosa— ¿Cómo puede querer a alguien que apenas conoce?

    —Amar es conocer, y para eso tengo toda una eternidad ¿no crees?


    De seguir vivo, los latidos de su corazón hubieran opacado a las cigarras, al crujir de las hojas y el soplar del viento. Asimismo recordaba vagamente que en las telenovelas que veía Flora-san a veces, los protagonistas siempre se confesaban amor hasta un tiempo después de haberse tratado, y el que Akihiko lo hiciera apenas conociéndose, no entraba dentro de lo que consideraba lógico o normal.


    "Pero conversar con los muertos tampoco es muy normal que digamos ¿o sí?"


    —¿Está seguro? Es decir…

    —Misaki… —se separó de forma lenta de él, pero nunca lo soltó— Sabes que las Leyes de la Vida y la Muerte son absolutas (1), y entre ellas está la que dice que en el corazón no se manda… —Misaki le miró, no entendiendo de qué iba eso—…nadie, ni siquiera tú o la muerte, pueden impedirme que te quiera más de lo que puedo amar la vida… por ti soy capaz de morir de ser necesario, con tal de estar contigo aunque sea unos minutos.


    Tiernas lágrimas bajaron por el rostro de Misaki ante esa hermosa confesión, y no detuvo al escritor cuando éste tomó entre sus manos su cara y volvió a juntar sus labios con los suyos. Muy al contrario, por primera vez en estos tres años que llevaba de muerto, sintió una verdadera paz, tal como lo prometía aquel lugar al que las almas llegaban a descansar luego de morir. De seguir vivo, tal vez hubiera vuelto a morir, pero esta vez sería por ese cúmulo de cálidos sentimientos que se alojaban en su alma. Rodeó el cuello del escritor con ambos brazos y se apegó un poco más a él, mientras las manos de éste descendían lentamente hacia su cintura. De a ratos abrían levemente los ojos para mirarse el uno al otro, los volvían a cerrar y volvían a unir sus labios.


    —Quédate conmigo… —le pedía el mayor en un murmullo— aunque sea sólo esta noche.

    —H-hai…


    Tomados de la mano, Misaki y Akihiko salían del cementerio. Sin embargo, y una vez fuera, Misaki tuvo que soltarlo para hacerse invisible.


    —¿Misaki? —inquirió el mayor.

    —Aún sigo aquí —susurró muy despacito el pequeño— No hable o pensarán que está loco.


    Caminaron por un buen rato hasta dar con el auto del escritor, que había sido aparcado no muy lejos de ahí. Una vez que abordaron, Misaki volvió a su estado visible y Akihiko aprovechó para robarle un beso. Se miraron a los ojos y se sonrieron mutuamente. Mientras el escritor conducía rumbo a su apartamento, Misaki le hablaba de algunas cosas de cuando estaba vivo, por ejemplo el día que su verdadera familia murió en un accidente cuando él tenía la tierna edad de cinco años; como sus verdaderos tíos nunca quisieron hacerse cargo de él, fue dado en adopción en cuanto se celebró el funeral de sus padres. De igual forma Akihiko le contó un poco de su vida: el típico hijo de la típica familia importante, que pasó su infancia sumido en una soledad rodeada de lujos y riquezas, que se independizó de ellos en cuanto pudo, y que salió adelante por sí mismo. En fin, conversaron amenamente hasta que llegaron a la residencia del escritor.


    —Misaki —Akihiko abrazó al pequeño por la espalda, sacándole un pequeño grito por el susto— Tranquilo, no hay de qué preocuparse… —soltó lentamente al chico e hizo que le tomara la mano— Vamos, quiero mostrarte algo.


    Subieron por las escaleras que daban a la terraza y lo condujo hasta el jardín, donde se erguía orgullosamente la primera generación de la legendaria veinte flor, nacida de aquella florecita que le regaló el año pasado.


    —¡Wow! ¡Están hermosas! —exclamó el muchacho. Aunque las luces de la ciudad alumbraban de forma tenue, eso era suficiente para apreciarlas— ¿No tuvo problemas para sembrarlas?

    —No, fue realmente sencillo.

    —¿Le digo algo, Usami-san? —el castañito se agachó para tomar una y, sin arrancarla, aspiraba su característico aroma. El mayor asintió— A los vivos no les gusta que les regalen estas flores porque les recuerdan a la muerte, demo… a nosotros los muertos nos encantan…

    —¿Ah, sí? ¿Por qué?

    —Porque nos recuerdan que seguimos vivos en la memoria y los corazones de las personas que amamos…


    Al fin había sido respondida aquella pregunta que se venía haciendo desde el año anterior. Acercó su mano a la de Misaki, que aún sostenía esa flor, e hizo que entre los dos la cortaran. Akihiko hizo que el de ojos color esmeralda se pusiera de pie y, sin soltar su mano ni la flor, juntó sus labios con los suyos de nueva cuenta. Después de eso lo condujo hasta su habitación, sin emitir palabra alguna, no era necesario. Cuando llegaron, hizo que se sentara sobre la cama, mientras sacaba algo de un cajón. Un poco dudoso, Misaki observó que se trataba de un botiquín más pequeño.


    —¿Puedo? —el menor sólo asintió y se dejó hacer.


    De igual forma que el año pasado, Akihiko le quitaba su suéter roto, curaba sus heridas y limpiaba las manchas de tizne y sangre. Al final le entregó una camisa y un short, pues no tenía ropa de talla tan pequeña como la del niño.


    —Gracias por todo, Usami-san —farfulló despacito el muchacho.

    —Por favor llámame por mi nombre.

    —E-está b-bien… A-Akihiko-san —balbuceó, rojito como fresa.

    —Eso está mejor… —el peliplata lo abrazó por la espalda— Vamos a dormir ¿quieres?

    —H-hai.


    Abrazados, el uno frente al otro, sin nada más allá que unos cuantos besos y caricias inocentes, durmieron juntos esta noche. Para Misaki, si bien no era algo desconocido, sí le resultaba un tanto nuevo este sentimiento: era tal su emoción que incluso no pudo dormir, sino que se quedó observando al mayor toda la noche. Aunque el daño ya estaba hecho, empezaba a replantearse si realmente valía la pena que el mayor sacrificara la mitad de su vida sólo para estar con él, y llegando a una conclusión contundente, se levantó sigilosamente de la cama en cuanto el reloj sobre la mesita de noche marcó algunos minutos antes de las doce del día. En silencio, se quitó la ropa del mayor y la dejó a un lado, para después volver a ponerse su ropa sucia y rota. Desgraciadamente otra de las reglas del Mundo de los Muertos establecía que no podían llevarse nada del Mundo de los Vivos, además de lo último que llevaban antes de morir (2). Buscó un lápiz y un papelito y escribió una nota para después dejarla sobre la mesita.


    —Nos veremos en la eternidad, Akihiko-san.




    CONTINUARÁ…






    Notas de la autora:


    1. Las leyes de la Vida y la Muerte
    son un concepto que he venido introduciendo desde mi fanfic del año pasado, y como se habrán dado cuenta, aluden a cosas que casi siempre pasan (aunque en el primer fic se hablaba más de la muerte, ahora fue el turno de la vida, por decirlo de alguna manera). Eso de que son absolutas lo puse meramente para darle algo qué decir a Akihiko, pero como saben no todo aplica para todos (paradójicamente vendría siendo otra de las leyes de la Vida y la Muerte, XD).

    2. También es de mi invención eso de que se llevan lo último que tenían antes de morir.


    Bueno, espero que haya sido de su gusto. La última entrega la estaré subiendo en breve.
     
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16 replies since 11/11/2014, 00:06   497 views
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