Tu indiferencia Actualizado FINAL

¿Será infidelidad, si ya en tu corazón no hay más amor para esa persona que crees traicionar?

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  1. kimmi Chan
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    DIOS! *A*
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    Magnifico capitulo :33
    Oye que mal plan por Akihiko u.u Él si se enamoró, ojalá que Nowaki no le de oportunidad a Misaki y de una vez se desengañe! No quiero ver sufrir más a Hiro :'c

    Espero que no sea tarde para cuando Misaki reaccione y pueda ver que el amor le estuvo golpeando la cara todo el tiempo!
    Quiero saber de Ryu!~ >w<
    Me gustó mucho el capi, espero el próximo *---*
    Besitos :**
     
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  2. Alexx Jackson
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    Puedo tolerar todo en un fic, menos que lastimen a mi Usagi jaja ( que se note el favoritismo )

    Misaki estupidooo!! jumm ... una aventura?? ¬¬ que se cree!!!


    magnifico Lemmon... lastima que la ultima frase no me dejo dormir jajajaja que crueeeeeeeel!!!!!!!!!!!!

    y coincido con Kimmi... quiero ver a Ryu :3 y a Haru con Keii añskldfjakñl <3 hermosos.


    contiii rapido pls!!!! te adoro ♥
     
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  3. BlackLady713
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    AAAAAA!!!!

    una nueva historia!!!! :=duouou: :=duouou: :=duouou: :=duouou: :=duouou: despues de... mucho, al fin una nueva historia!!!! :=yeahyie: :=yeahyie: :=yeahyie: :=yeahyie: :=yeahyie: :=arribarriba: :=arribarriba: :=arribarriba: :=arribarriba:

    Dios!! hay tantas cosas q no se x donde empezar a comentar... :=nuse: :=nuse: :=nuse: a falta de ello solo dire que....

    ESPERO LOS CONTY SENSEI!!!

    LB :=wozardd:
     
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  4. Fransela_r
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    Hola mis niñas preciosas, con un enorme placer paso a dejarles el siguiente capitulo espero les guste. Besitos y millones de gracias por leer.





    Tu pretexto



    La vida iba tan bien, que el tiempo pareció tener prisa. Así, pasaron dos semanas en un abrir y cerrar de ojos. Esa mañana, Hiroki jugaba con su hijo y con su sobrina en el soleado jardín trasero. La piscina estaba tentadora, pero Mizuki tenía un pequeño resfriado y Hiroki no quería que aquello empeorara. Mucho menos estando su hermanito por nacer. Keiichi había salido de cuentas y esperaban el parto en cualquier momento.

    Cuando más distraído estaba, jugando con una pelota que su hijo le lanzaba, llegó su hermano, sentándose en una cómoda silla que estaba protegida del sol por una enorme sombrilla.

    —Pensé que habías ido en el yate con Haru y Nowaki.

    Le dijo con curiosidad, mientras sobaba su redondo vientre. Hiroki le sonrió, lanzándole la pelota a Mizuki, que caminó con agilidad para atraparla entre sus pequeños brazos.

    —Ellos iban a pescar y… la verdad, yo no soy bueno en esas cosas, solo les iba a estorbar.

    Keiichi arrugó el ceño, consciente de que aquella excusa era muy rebuscada y absurda.

    —La idea era pasar un día relajante. Si no querías pescar, pudiste haber ido a nadar a la bahía donde iba a anclar el yate o incluso tomar el sol y distraerte mientras ellos pescaban.

    Hiroki no apartó la vista de los niños, consciente de que si Keiichi miraba su rostro, adivinaría que le estaba ocultando algo.

    —No quería dejarte solo y quería quedarme con los niños un rato. Además tu sabes que no me gusta mucho la playa y…

    —Déjate de excusas. —Le espetó Keiichi con molestia. —Llevas dos semanas caminando de puntitas alrededor de Nowaki ¿crees que no lo he notado? Si hasta le dijiste que podía regresar al hospital, si era eso lo que quería.

    —Tú no entiendes. —Murmuró Hiroki. Y ante el resoplido de frustración de su hermano, decidió exponerle su punto de vista. —Es verdad que he estado siendo cuidadoso con Nowaki, pero es porque no quiero que pase lo de antes. No quiero que se aleje de mí de nuevo. Tú sabes lo doloroso que fue para mí. Si preferí quedarme hoy, fue porque quería que él se distrajera un poco, que estuviera con alguien con quien comparte intereses. Haruhiko y él se ponen a hablar de negocios, de acciones en la bolsa, de compra de propiedades y ¿a que voy a ir yo? ¿A hablar de recetas de cocina, de fertilizante para jardines?

    —Hiroki por todos los cielos…

    —No Keiichi…No. Entiéndeme, es cierto que Nowaki vino hasta aquí y también es verdad que se tomó unas vacaciones por mí, pero…pero no está feliz. Yo lo conozco Kei, lo he amado toda mi vida, sé lo que significa cada gesto, sé mirar más allá de sus ojos. Nowaki siempre ha amado ser un médico, se sacrificó mucho para lograrlo y hoy en día goza de los privilegios que ganó con tanto esfuerzo.

    Hiroki se puso de pie y caminó hasta sentarse al lado de su hermano.

    —Nowaki hizo algo muy hermoso por mí, al abandonarlo todo por venir a buscarme. Me ha regalado días muy felices y yo quiero retribuirle ese amor, yo quiero que él sea tan feliz como soy yo.

    Keiichi no dijo nada más. No le gustaba el camino espinoso que estaba escogiendo su hermano. Anteponiendo la felicidad de su esposo a la suya, iba en camino hacia un desastre. No quería romper las ilusiones de Hiroki ni mucho menos su felicidad, pero la inseguridad de su hermano estaba causando un triste camino de autodestrucción. Hablar con Nowaki era lo más sensato, sentar nuevas bases en su matrimonio, hacer nuevos compromisos, donde ambos tuvieran una porción de respeto, compresión, amor y tolerancia.

    Nowaki no había hecho más, que lo que debía haber hecho desde un principio. Pero Hiroki en vez de verlo con el cristal correcto, lo había convertido un acto desinteresado y heroico ¿Qué ganaba Hiroki con aquello? ¿Acaso no contribuía a engrandecer sus inseguridades? Ahora no solo tenía a un esposo perfecto, sino que además era un héroe ¿Qué momento iba a conseguir ahora Hiroki, para llenar sus carencias? ¿Cómo se iba a atrever a pedir concesiones para sí mismo, si ni siquiera creía merecerlas? Keeichi temió que las lágrimas que había llorado Hiroki aquellos días, no serían sino el principio de muchas que habría de llorar más adelante, cuando de sus ojos enamorados y fieles, cayera finalmente la venda.

    En medio de todo el caos de sus pensamientos, sintió una enorme tristeza. Hiroki estaba más allá del alcance de su ayuda. Estaba ciego, enamorado y cerrado a cualquier opinión negativa acerca de Nowaki. Así no podría ayudarlo, aconsejarlo, pues no lo iba a escuchar. Con el corazón dolido, pensó que tendría que dejarlo caer y estar allí para sostenerlo cuando se derrumbara. Con esperanza, rogó para que Nowaki supiera valorar aquel amor incondicional, fuerte, abnegado, que le daba Hiroki y le diera la vida feliz que se merecía.

    Keiichi suspiró con tristeza. Tomó la mano de su hermano y besándola le habló amorosamente.

    —Quiero que me prometas que intentarás aunque sea un poco, pensar en ti. Que recordaras que en la vida, llega un momento en el que tienes que ser egoísta y ponerte tú de primero, tú de segundo y tú siempre. También quiero que me prometas que recurrirás a mí, sea lo que sea. Si el mundo se cae a pedazos ven a mi Hiroki, no olvides nunca que yo te amo, más que un hermano, más que un amigo, más allá de la sangre en nuestras venas, te amo desde el alma y ese amor es para siempre.

    Hiroki se arrodilló a su lado y lo encerró en un fuerte abrazo. Su querido hermanito menor, que a veces parecía ser el mayor y el más sabio.

    —Yo también te amo.

    Le dijo besando su cabello. El momento dulce fue interrumpido por una patada certera de su sobrino, que al parecer se había cansado de la posición que tenía su mami.

    —Ya quiero que nazca.

    Murmuró Keeichi con un gesto de cansancio. Los últimos días eran los más duros y ya estaba adolorido y agotado. El embarazo era una hermosa experiencia, pero también una prueba muy dura para el cuerpo.

    —Falta poco. —Lo animó Hiroki, acariciando su vientre. —Ya verás cómo este travieso nos da pronto la sorpresa.

    Al medio día, Hiroki recostó a los niños con ayuda de la niñera. Se dio un bañó y pasó un ratito con su hermano en su habitación. Keiichi se durmió y de pronto él se encontró sin nada que hacer. Salió a caminar por los amplios jardines, hojeó algunas revistas en la biblioteca y hasta miró un poco de televisión. Al cabo de una hora estaba aburrido. Salió a la enorme terraza de la mansión y miró la hermosa vista con curiosa atención. A lo lejos, el enorme puerto parecía moverse con una vibrante energía. Los grandes barcos entraban y salían de los embarcaderos. El espectáculo multicolor de los pequeños negocios a lo largo del puerto, era encantador y la gente, la gente parecía salir de todas partes, como pequeñas hormigas encerradas en una caja de cristal. También podía observarse algo de la ciudad, con sus grandes edificios, con sus calles intrincadas.

    Hiroki sintió una necesidad que no había sentido nunca. Quiso meterse en aquellas callecitas, deambular entre los negocios, unirse al ir y venir de la muchedumbre, ser una más de aquellas hormiguitas. Como si de esa forma pudiera ser alguien, formar parte de algo, vivir algo diferente a lo que ya había vivido.

    Sonriendo, corrió a su habitación y se puso una ropa fresca, para soportar el calor de la tarde. Los zapatos blancos y cómodos que usaba para andar en casa, eran la mejor opción para caminar, así no fueran finos y elegantes como los que siempre usaba para salir con su esposo. Tomó un pequeño bolso y metió dinero y su teléfono en él.

    Antes de irse, le avisó a la niñera que estaría fuera y también a Tanaka. El mayordomo le sugirió que lo llevara el chofer, pero Hiroki quería la experiencia completa y caminar por la ciudad era lo mejor. Le costó un poco decidirse a salir por la verja de la casa, cuando finalmente se armó de valor, bajó rápidamente la pendiente llena de casas y llegó a una parada de autobús.

    Fue una aventura emocionante, recorrer las calles en el autobús. Hiroki miraba encantado, la belleza de las calles, el ir y venir de la gente, el paisaje del mar a lo largo de una enorme avenida. Se bajó en una parada, que según el chofer de la unidad, lo llevaba al centro de la ciudad.

    Hiroki caminó entre el barullo de la gente. Se metió en incontables tiendecitas. Se sentó en un concurrido café y entabló conversación con unas ancianas que contaban historias sobre la ciudad y la llegada de los extranjeros que habían construido las hermosas mansiones en la zona donde su hermano residía.

    Luego de oír por largo rato las encantadoras historias. Se despidió para ir hacia el puerto. El sitio exudaba vida. Todo se movía a un ritmo frenético. Mercaderes gritaban vendiendo sus productos, las bocinas de los barcos sonaban estridentemente a cada rato. Gente llegaba y gente se iba en las embarcaciones. Hiroki se detuvo en muchos de los puestos que exponían su mercancía, compró especias, cajitas de diversas infusiones, unos lindos tapetes bordados y artesanía para llevarle a Himeko. Compró un juguete artesanal para su hijo y una linda chaqueta para su esposo.

    Nunca se había sentido tan excitado, tan libre. Una voz conocida rompió su orgia de compras.

    —Creo que usted está muy lejos de casa, Hiroki sama.

    Hiroki le sonrió a Akihiko, con una inocente felicidad. Usami, no pudo dejar de admirar la belleza radiante del joven que tenía ante él. Estaba ruborizado y su cabello que siempre parecía estar bien peinado, sin nada fuera de sitio, lucia rebelde, con mechones cayendo sobre su frente que brillaban cuando los rayos del sol los iluminaban. Pero fue su sonrisa hermosa e inocente lo que más llamó su atención. Hiroki se veía feliz, como si fuera otra persona. Akihiko se atrevió a pensar que quizás ese era el verdadero Hiroki, y no aquel tímido, comedido y silencioso joven, que había conocido.

    —¡Akihiko-san! —Le saludó Hiroki con emoción. Al ver las bolsas que este llevaba, le sonrió. —¿También estas comprando? Todo es tan bonito aquí y hay tantas cosas. Cuesta decidirse que comprar, hay tantas opciones. Les llevo cosas a los niños, a Kei y a mi nana. Compré un montón de cosas.

    Hiroki pagaba las pequeñas artesanías que había comprado, hablando casi sin respirar. Akihiko rio con una alegre carcajada.

    —Vaya que estás emocionado. Así vas a quedarte sin dinero.

    Hiroki lo miró y luego de unos segundos pensativo, le sonrió con un encantador sonrojo en su rostro. Sabía que se había gastado casi todo el dinero que había llevado y eso era una gran cantidad.

    Caminó al lado de Akihiko mientras este le contaba lo que hacía en el puerto.

    —Vine a comprarle unas cosas a Misaki, recuerdo que le gusta el verde y se ve muy hermoso con bufanda. Ya se acerca el invierno así que quería regalarle algunas.

    —Misaki-san debe estar feliz de que lo quieras tanto.

    —Eso espero Hiroki-san, eso espero. Me muero de ganas por volver a verlo, solo estoy esperando que nazca mi sobrino para ir a Tokio. No quiero dejar a Haruhiko solo, se pone muy aprensivo y eso asusta a Keiichi. Ya me perdí el nacimiento de Mizuki, no quiero perderme este.

    Hiroki asintió sonriendo y sus ojos se posaron en un puesto donde gloriosas prendas de joyería se alineaban primorosamente. Una pulsera azul llamó su atención, con finas cuentas brillantes y lustrosas, engarzadas con un delicado hilo y como único adorno un pequeño árbol de la vida, esculpido en plata. Era sencilla y de todas las prendas que se alineaban, era la menos llamativa. Aun así, Hiroki la miraba como si fuera un diamante de Harry Winston.

    —Son turquesas y el árbol es de plata, la pulsera está hecha a mano por mi tía, ella es una artesana de la localidad.

    Hiroki se asomó tras la vendedora, que le enseñaba la deliciosa pulsera y vio a una anciana que debía pasar los cien años. Sus ojos eran apenas unas finas líneas y estaba concentrada en tejer unas lindas piedras en una fina cadena.

    —Se llama Hana, toda su vida ha hecho joyas. Es de la época de la apertura, cuando los extranjeros vinieron a la ciudad y se abrió el puerto al comercio. Sus joyas son únicas. Ella cuenta que la enseñó un joyero inglés que llegó al puerto en uno de aquellos enormes barcos que vinieron entonces, cargados de extranjeros. En el puerto dicen que fue su único y gran amor. Nadie sabe si es verdad y ella ya casi no habla, solo hace estas cosas. Yo la ayudo a vender las joyas para que ella tenga con que vivir.

    Hiroki tomó la pulsera y lamentó con profunda pena haber gastado todo lo que traía, no le alcanzaba para comprarla. De pronto, Akihiko, le habló a la elocuente vendedora.

    —Nos la llevamos.

    Hiroki había olvidado que Akihiko le acompañaba, inmerso en el encanto de la historia de la anciana y enamorado de la delicada prenda.

    —Akihiko-san, no por favor, que vergüenza.

    —Se parece a ti, es sutil, delicada y muy hermosa. Debes tenerla.

    La vendedora y Hiroki se quedaron mirándolo con sus rostros encendidos ante la sensualidad y galantería de aquella voz, de aquellas palabras.

    Hiroki iba a negarse, cuando su sorpresa se volvió mayúscula, al posarse sobre su mano, unos dedos arrugados y largos, finos como debían ser las manos de un artista. Un rostro pálido y marcado por la huellas del tiempo, lo miró con nostalgia.

    —Acepta…acepta muchacho. Las turquesas son promesas del cielo. Promesas que se cumplen cuando el momento justo llega. Acepta el regalo que el guapo caballero inglés, te hace.

    Hasta Akihiko se quedó sorprendido que la mujer notara el acento, que de tantos años viviendo en Inglaterra, se le había quedado grabado en la voz.

    Hiroki no pudo más que aceptar el regalo, la anciana no dijo nada más y volvió a sentarse silenciosa en su desgastada silla, para seguir tejiendo la prenda que había dejado a medio hacer.

    —Siento mucho la confusión de la anciana, Akihiko-san. Ella… ella creyó que éramos enamorados. Quisiera que aceptaras que te devolviera el dinero que gastaste…

    —No, jamás permitiré eso, es un regalo ¿recuerdas? Además, no tienes por qué disculparte, a mí no me molesta que se haya confundido. Tu eres hermoso y yo estaba a tu lado, era lo más lógico que pensara eso. Quizás si yo no amara a Misaki y tú no amaras a tu esposo y no tuviéramos los vínculos que tenemos con ellos, seriamos una buena pareja.

    Hiroki se puso si se podía más rojo que la grana y Akihiko rio ante la dulce turbación de su joven acompañante.

    Estaban sentados en un colorido café, degustando unas bebidas refrescantes. Ya comenzaba a declinar la tarde, dibujándose deliciosos tonos naranjas en el horizonte. El local estaba a orillas del mar y el paisaje era perfecto para un romance.

    —Es tan hermoso aquí, tan… real, pacifico.

    Hiroki miraba el delicioso atardecer, pero Akihiko lo miraba a él. Miraba como el espectáculo de luces hacían brillar sus ojos color miel, como la brisa mecía sus cabellos, como su sonrisa nostálgica lo hacía ver si se podía más espectacular. Se dijo que de haberlo conocido antes, quizás le habría gustado. Era ciertamente atractivo y tenía ese aire de inocencia, de desamparo, que lo hacía querer mimarlo, protegerlo. Había comprado la pulsera por puro impulso, pero le había gustado hacerlo, las piedras azules brillaban en la fina muñeca, donde la blanca y delicada piel hacia lucir la prenda como una exquisita obra de arte.

    Se sintió de pronto incomodo por sus pensamientos. Aquel era un joven casado y él ya tenía a alguien a quien amaba. Ver era una cosa, pensar más allá de eso, era algo muy diferente.

    —Deberíamos volver.

    —Sí. —Murmuró Hiroki con un dejo de tristeza, mirando de nuevo el espectáculo del atardecer, para guardarlo en su mente como el recuerdo de un perfecto día.

    Lamentablemente el perfecto día terminó, cuando al llegar a casa conversando sonrientes. Dos caras los esperaban con gestos furiosos y Keiichi, en medio del pasillo, los miraba con ansiedad.

    —¿Tienes idea de la hora que es?

    La pregunta de Nowaki fue hecha en voz pausada, pero con una rudeza tal, que casi hubiese sido preferible que gritara.

    Hiroki se puso pálido, sintió que no conseguía su voz. El ambiente de la habitación era tan denso que se podía cortar el aire.

    Keiichi miró la expresión de susto de su hermano y quiso intervenir, pero Haruhiko lo miró con advertencia, recordándole con el gesto que eso no era asunto de él y que no debía intervenir.

    —Akihiko ¿no debiste avisar que ibas a sacar a Hiroki-san de la casa?

    Finalmente Hiroki encontró su voz, no podía permitir que Haruhiko culpara a Akihiko de algo en lo que no había tenido nada que ver.

    —No, Haruhiko-san… Él… Él no me sacó de la casa. Yo…yo quería dar un paseo por el puerto y…

    — ¡Querías dar un paseo por el maldito puerto! ¿Esa es tu excusa? ¿Si querías salir, por qué no me dijiste? ¿Por qué no te fuiste con nosotros en el yate?

    Nowaki había alzado la voz, tanto, que hasta Haruhiko lo miró sorprendido. Cuando Akihiko, harto de la situación absurda, iba a intervenir. Hiroki se le adelantó, tratando de defenderse, con la voz trémula y el rostro más pálido a cada segundo.

    —Nowaki, lo siento. Yo no quise ir al yate porque tú sabes que no se pescar, solo iba a ser un estorbo y…

    Nowaki avanzó hacia él y lo tomó de un brazo con fuerza, mirándolo con una ira apenas contenida.

    —Saliste solo a un lugar que no conoces ¿tienes idea al peligro que te expusiste? Llegué temprano porque quería pasar más tiempo contigo ¿y que me encuentro? Mi esposo desaparecido ¿Ese era todo tu empeño de que pasara más tiempo contigo? ¿Para esto me hiciste tomarme vacaciones en el hospital?

    —Kusama-san, por favor, creo que está sacando las cosas de contexto.

    Hiroki cerró los ojos al escuchar la voz de Akihiko, aquello solo empeoraría las cosas.

    —Yo no le estoy pidiendo su opinión y la próxima vez absténgase de salir con mi esposo.

    Las palabras dichas con rudeza, no hicieron más que caldear los ánimos y Akihiko no se le quedó callado al muy enojado Nowaki.

    —En primer lugar yo no salí con su esposo, nos encontramos en el puerto y lo acompañé mientras terminaba las compras, para regresar con él a casa. Si se le olvidó, le recuerdo que yo también me estoy alojando aquí. En segundo lugar, no veo porque tal alboroto, Hiroki-san es un adulto y como tal tiene derecho a salir a donde se le antoje. Debería dejar de tratarlo como si fuera un…

    —¡Akihiko ya basta, ya causaste bastantes problemas por hoy!

    Haruhiko intervino, previendo que su hermano causara un conflicto mayor. Pero Keiichi no tenía la misma idea que su esposo y finalmente se decidió a intervenir.

    —Pues a mí me parece que Akihiko tiene razón. —Expresó en voz alta, parándose al lado de Hiroki, que permanecía preso por la mano de Nowaki y tenía su mirada fija en el suelo, como si de verdad hubiese cometido un delito.

    —Hiroki le avisó a la niñera y a Tanaka-san que saldría un rato. No veo porque eso tendría que ser un inconveniente. Yo tenía rato diciéndoles que él estaba bien y que pronto llegaría.

    Pero Nowaki no quería dar su brazo a torcer.

    —Hiroki no sale en Tokio sino es conmigo o con Himeko, se pierde con las direcciones y no está acostumbrado a la muchedumbre ¿Te imaginas lo que pudo haberle pasado? Tu hermano es muy confiado y muy ingenuo.

    Esas palabras enardecieron a Keiichi.

    —¿Mi hermano no es ningún idiota? —Gritó exasperado.

    Hiroki lo miró con suplica. —Por favor Kei, deja las cosas así, yo…

    —Keiichi, Hiroki tiene razón, además, no debes estarte alterando. Por qué no subes a la habitación y descansas un rato.

    — ¡Yo no voy a ningún lado!—Le gritó Keiichi a su esposo, furioso porque este no le dejara defender a su hermano.

    —Tienes razón Keiichi-san, estás en tu casa, los que se van somos nosotros. Ya te hemos causado suficientes problemas y es hora de que arreglemos los nuestros, en nuestro hogar.

    Para molestia de Nowaki, fue Akihiko el primero que argumentó su partida.

    —No creo que Keiichi desee que te lleves a Hiroki. Estando tan próximo de dar a luz, él necesita a su hermano a su lado.

    —A mí me importa muy poco lo que tu creas o dejes de creer y porque estamos en casa de tu hermano no te parto la cara, por meterte en lo que no te importa.

    Nowaki se había abalanzado sobre Akihiko, aumentado al máximo la tensión en todos.

    Haruhiko trató de intervenir, alzando su voz. Tanto Keiichi como Hiroki, les pedían que se calmaran. La voz de Akihiko se sobrepuso a las otras que hablaban al unísono.

    —Si quieres partirme la cara ven e inténtalo, pero deja de comportarte como un idiota con Hiroki-san, que finalmente no hizo nada malo.

    Nowaki lanzó el puño y todo pareció no tener regreso, pero el grito agudo de Keiichi los alertó a todos. Hiroki tenía sostenido a su hermano, soportando precariamente el peso de este para no dejarlo caer.

    Haruhiko corrió en seguida hacia él, pero Keiichi lo empujó con violencia, apretando los dientes por el dolor que lo embargaba.

    —Son todos unos imbéciles. El nacimiento de mi bebé debía ser un momento feliz y ustedes lo arruinaron. Tengo contracciones desde la madrugada y solo me estaba preparando para que todo fuera tranquilo. Ustedes trio de neandertales, se pueden quedar dándose golpes en mi casa, mi hermano me llevará al hospital y no quiero verlos allí.

    Hiroki miró a Haruhiko con disculpa, pero se fue dando pequeños pasos con Keiichi, que llamaba a Tanaka para que preparara el auto.

    —Mi amor yo… —Haruhiko trató de seguirlo, pero solo consiguió que Keiichi se enojara más.

    —Cállate idiota, te odio. — Le gritó el joven, saliendo por la puerta principal.

    Akihiko puso su mano sobre el hombro de su hermano. —Ve por la maleta y llama al médico, los seguiremos en mi auto.

    Nowaki, a quien ya se le había bajado el enojo. Le dijo a su cuñado con amabilidad.

    —Yo me quedaré con los niños hasta que se duerman, luego los alcanzo en el hospital.

    Haruhiko asintió, estaba nervioso y conmocionado, su esposo había estado teniendo contracciones y él no lo había notado, se había ido de pesca como si nada y para rematar se había comportado como un idiota. Había estado muy molesto con Akihiko al verlo llegar con Hiroki, sus cuñados estaban pasando por un mal momento en su matrimonio, para que su hermano viniera a agregar más leña al fuego.

    Entendía el disgusto de Nowaki, el también sobreprotegía mucho a Keiichi, pero a diferencia de Hiroki, Keiichi era muy independiente, extrovertido y autónomo. Hiroki siempre había sido muy tímido, inocente. Cuando había conocido a Keiichi había creído que era el mayor de los dos hermanos, por la forma en que todos sobreprotegían a Hiroki. Ahora él era responsabilidad de Nowaki y no había nada de malo en que este se tomara esa responsabilidad muy a pecho. Quizás había manejado mal el asunto, pero ¿quién cuando está asustado, procede de la forma correcta? Nowaki temía que a Hiroki le hubiese ocurrido algo malo, estando solo en la calle. Tal vez no manejó bien las cosas, pero ya tendría la oportunidad de disculparse.

    Hiroki y Keiichi llegaron primero al hospital. El médico ya esperaba en la emergencia y desapareció con Keiichi por unas amplias puertas.

    Hiroki caminaba por la sala de espera cuando llegaron Haruhiko y Akihiko.

    —Ya lo ingresaron, el médico se lo llevó para revisarlo.

    Le informó a su cuñado, apenas este estuvo a su lado. Buscó con la mirada a su esposo, Akihiko le informó con una serena sonrisa.

    —Se quedó con los niños, dijo que vendría en cuanto se durmieran.

    Hiroki asintió con una expresión cansada. El médico salió en ese instante llamándole para que estuviera al lado de su hermano.

    Haruhiko se quedó de piedra, Keiichi no lo quería con él, solo quería a su hermano a su lado.

    —Veras a tu hijo nacer Haruhiko-san, se la pasará el disgusto pronto.

    Las palabras de Hiroki no lo aliviaron, se sentó con el ceño fruncido en la sala de espera. Mirando todo como un niño regañado.

    Hiroki encontró a su hermano en medio de una contracción.

    Con el rostro pálido contra la almohada, se veía muy joven y asustado. Sintió una oleada de ternura y de felicidad por lo que estaba por ocurrir.

    —Haruhiko está afuera, deberías dejarlo entrar. Ahora no es momento para peleas — Le dijo Hiroki, acariciándole el rostro.

    Keiichi lo pensó indeciso, de pronto soltó una maldición cerrando los ojos y respirando profunda y velozmente.

    Su rostro se encogió de dolor mientras decía:

    —¡Él...él empezó! —Gritó y alargó la mano hacia Hiroki—. Quédate conmigo, solo te quiero a ti a mi lado. Nowaki también se comportó como un estúpido. Todos los hombres son unos idiotas.

    Hiroki dejó que se aferrara a su mano y sonrió ante la pequeña pelea de su hermano.

    —Respira profundo, cariño—le dijo con ternura. Cuando el agarre comenzó a aflojar, supo que la contracción estaba cediendo y decidió jugarle una broma—. Nosotros también somos hombres ¿recuerdas?

    Keiichi lo miró, con sus ojitos agotados, asustados y llenos de lágrimas.

    —Nosotros somos diferentes. —Murmuró con un sollozo y un adorable puchero.

    Hiroki le miró a los ojos y Keiichi sintió que su hermano lo leía como un libro abierto y que sabía que quería a su esposo allí con él.

    —Voy por él, aguanta ese muchachito adentro, un poquito más, para que su papá lo vea nacer.

    Keiichi resopló con molestia, como si contener a ese atorado que ya quería salir, fuera tan fácil.

    —Apúrate. —Le rogó con cansancio— y Hiroki, ven con él, te necesito conmigo.

    Hiroki besó su frente y salió corriendo a buscar a su cuñado. Haruhiko lo vio salir y se puso de pie corriendo hacia él.

    — ¿Que paso? ¿Ya nació? ¿Están bien?

    Hiroki le sonrió con ternura—Están bien y no ha nacido aun. Keiichi te quiere a su lado, así que vamos.

    Haruhiko casi corrió hacia la emergencia, Hiroki se quedó rezagado al ver que su esposo llegaba.

    —Dile que ya voy para allá.

    Le gritó a su cuñado y caminó hasta donde Nowaki lo esperaba, mirándolo con seriedad.

    —¿Cómo va todo? —Le preguntó el médico.

    —Bien, aún no da a luz, iba con Haruhiko para estar con él cuándo nazca el bebé.

    Nowaki asintió y vio a Akihiko que estaba sentado en unas sillas, mirándolos con un inexpresivo rostro. Dirigió de nuevo su mirada a Hiroki.

    —Ve con él, yo estaré aquí esperando. Los niños se durmieron rápido y los dejé con la niñera. También llamé a Himeko, dijo que se vendrá mañana.

    —Nowaki yo…lo siento. No pensé lo que estaba haciendo y causé un gran lio.

    Nowaki esbozó un gesto de molestia, pero al contrario de lo que creía Hiroki no era con él, con quien estaba molesto, era consigo mismo. Al irse todo el mundo había recogido los paquetes que había dejado Hiroki en la sala. Consiguió las artesanías, los juguetes y hasta la chaqueta que era para él. Supo que había reaccionado mal y que en su miedo de que algo le pasara a Hiroki, lo había maltratado injustamente.

    —No te disculpes, fui yo el que reaccionó mal. Estaba asustado y molesto porque saliste sin avisarme, nunca lo haces y me acostumbre a que estés seguro en casa. Pero no eres un desvalido y debí confiar en ti.

    Hiroki le sonrió y se puso en la puntas de sus pies para alcanzar sus labios y darle un beso suave.

    —Gracias, mi amor. Perdóname por asustarte, no lo haré más.

    Nowaki lo abrazó con suavidad.

    —Quiero que volvamos a casa Hiroki, ya no me siento cómodo aquí y no quiero traerles más problemas a Haruhiko y a Keiichi.

    Hiroki había esperado esa petición hace días. Asintió resignado, su hermano no necesitaba de su ayuda y él debía salvar su matrimonio. Le sonrió y caminó hacia la sala de emergencia, para por lo menos compartir ese momento con su hermano, antes de marcharse.

    Akihiko miró la escena con disgusto ¿Cómo un cretino egoísta como ese, contaba con el amor de una tan hermosa persona? Eso era algo que Akihiko no podía entender, pues Hiroki no se merecía ser tratado como Nowaki lo trataba.

    Nowaki se sentó en el otro extremo de la sala, manteniendo su vista fija en las puertas de emergencia e ignorando al hombre que en ese momento más detestaba en el mundo.

    En la sala de parto, unos minutos después, las cosas estaban en un punto sin retorno.

    —No empujes todavía —decía una enfermera—. Voy a buscar al doctor.

    — ¿Dónde demonios está? —Preguntó Keiichi entre gemidos—. Es que no ve que ya este niño quiere salir. Los hombres nunca están cuando los necesitas.

    Haruhiko y Hiroki parados a cada lado de él, reían ante la pequeña pataleta de Keiichi, este dejó de maldecir al género masculino, cuando otra contracción lo golpeó sin clemencia.

    —¡Ayyy maldición, este es el último hijo que tengo…!—apretó los dientes contrayendo el gesto antes de terminar—… Si… si me vuelves a embarazar te mato —le dijo a su esposo con un gesto asesino, para luego gritar entre lágrimas— ¿Dónde está el maldito médico?

    Haruhiko besó su frente y aguantó que le clavara las uñas. Por fin apareció el médico y Keiichi pasó una media hora luchando y empujando, antes de que el niño hiciera su aparición. En los segundos en los que el llanto del bebé llenó sus corazones de alegría, Keiichi y Hiroki lloraron de emoción. Haruhiko no paró de darle pequeños besos a su esposo en el rostro, con sus ojos cristalinos por las lágrimas y con una sonrisa enorme que denotaba la felicidad que sentía. La enfermera revisó al bebé y lo dejó sobre el pecho de Keiichi.

    —Es perfecto —dijo el joven, mientras las lágrimas descendían por sus mejillas— Eres hermoso mi pequeño amor —siguió acariciando sus minúsculas manitos—. Papi y yo te amamos.

    El momento era tan íntimo que Hiroki se sintió demás. Haruhiko abrazaba a Keiichi y entre los dos mimaban a su hijo, apenas consientes de quienes los rodeaban. Se sentía fuera de lugar, así que caminó hacia la puerta pensando que era hora de marcharse.

    Pero su movimiento captó la atención de Keiichi, que lo miró y sonrió entre lágrimas.

    — ¿Verdad que es precioso, Hiroki? Ven, ven a ver a tu sobrino.

    Hiroki caminó hasta la camilla y contempló al pequeño bebé. Era hermoso y tan pequeñito e indefenso.

    —Sí, es perfecto. Te felicito Kei, estoy muy feliz por ti.

    —Gracias Hiroki, por todo, por estar aquí conmigo. Te quiero hermano, te quiero mucho. — Le dijo Keiichi sollozando con emoción. Hiroki lo abrazó, besando a su pequeño sobrino y Haruhiko le sonrió con amor. Esbozó un “gracias” silencioso, solo para su cuñado, porque él también estaba feliz de que Hiroki, estuviese allí, en ese momento tan especial de su vida.

    Lamentablemente, la alegría no duró mucho tiempo. Al día siguiente, Keiichi fue dado de alta. Himeko ya lo esperaba en la mansión y el joven no podía estar más dichoso, pero la sonrisa se borró de su rostro, cuando Hiroki le anunció que se marchaba.

    No insistió para que se quedara, pues sabía que sería inútil, pero le dolía que su hermano se fuera tan pronto.

    —Volveré en un mes o quizás menos. Entiende que tengo que arreglar las cosas con Nowaki y no quiero seguir trayendo nuestros problemas a tu casa. Hime-san se queda contigo por un tiempo, ahora tú la necesita más que yo y así me voy tranquilo de que te cuidará la mejor nana del mundo.

    Keiichi le sonrió con un dejo de tristeza. Estaba recostado en la cama donde estaría confinado unos días.

    —Te extrañaré y recuerda que tú no eres culpable Hiroki. Habla con él, pero no asumas culpas que no te corresponden. Espero verte pronto hermanito, llámame todos los días.

    Hiroki lo abrazó y lo besó con ternura.

    —Cuídate y cuida a mis sobrinos. Los amo.

    Besó a sus pequeños sobrinos y bajó a la sala donde ya Nowaki lo esperaba con el equipaje.

    Se despidió de Himeko y de Haruhiko. Se extrañó de no ver a Akihiko por ninguna parte. Le habría gustado despedirse de él. Agradecerle de nuevo por la hermosa pulsera que ahora tenía guardada, muy escondida, como un recuerdo especial que llenaba su corazón de paz.

    En el camino, apenas se dirigieron la palabra. Nowaki habló mucho por el celular. Tsumori lo ponía al tanto de lo ocurrido en su ausencia.

    —Estaré de regreso a Tokio, esta tarde. Mañana iré al hospital, has un informe de todos los casos y mañana lo discutiremos.

    Hiroki suspiró ante aquellas palabras, se asomó en el asiento trasero y miró a su hijo dormir serenamente. Volvía a la rutina de su vida y no había arreglado nada. Pensó que lo que había conseguido avanzar, lo había perdido por una imprudencia suya y ahora tenía que comenzar de nuevo a ganarse a Nowaki. Este, de nuevo había erigido un muro alrededor de él.

    No iba a protestar porque se reintegrara al hospital, llevaba quince días alejado de este. Eso había sido un record en todos sus años de servicio. Pensó que si Nowaki había hecho ese sacrificio por él, él también podría ser tolerante y buscar la manera de vivir con aquella situación.

    Cuando llegaron a la casa. Hiroki sonrió al encontrarla perfectamente limpia y arreglada. Himeko se había ocupado de dejarla perfecta para su llegada.

    —Le dije a Himeko que regresaríamos en lo que ella llegara a casa de Keiichi, deben estar las despensas llenas, así que no debe hacer falta nada. Nos debe alcanzar hasta que ella regrese.

    Hiroki asintió y sacó a su bebé del moisés, para llevarlo a su habitación.

    —Estaré en el estudio revisando el correo. —Le dijo Nowaki besando su frente.

    Y así, lo dejó parado en el medio de la sala, pensando en que definitivamente nada en aquella casa o en su marido había cambiado. Que quizás el único que había cambiado en aquellos días había sido él. Ahora solo tenía que saber qué hacer con todos los planes nuevos que había hecho en su mente.

    Quizas debía empezar por cambiar su manera de pensar, por hacer aquello que no se había atrevido a hacer. Quizás debía demostrarle a su marido quien era y lo que era capaz de hacer y para eso no pensó en un mejor cómplice que Ryu, al que llamaría en la menor oportunidad que tuviera.


    ******



    Muy rápido se corrió en el hospital la noticia de que Nowaki regresaba de su segunda luna de miel. Misaki había pasado dos semanas de insoportable tensión. Un aura oscura lo rodeaba y era tal su mal humor, que incluso aquellos que siempre lo habían tratado con afecto, terminaron por apartarse de su camino.

    Había escuchado de unas enfermeras, los rumores del inminente regreso de Nowaki, pero ni eso había aplacado su furia. Los celos se lo estaban comiendo, de solo pensar lo que había estado haciendo Nowaki en aquellos días. Sentía una frustración tremenda, al imaginar a Nowaki en alguna cena romántica con su esposo. Los imaginaba felices y acaramelados. Nada más de pensarlo sentía nauseas.

    —Idiota Misaki, eres un idiota. —Se reprochó con furia, dándole un fuerte golpe a la pared de donde estaba recostado.

    A esa hora la sala de emergencia estaba abarrotada de pacientes. Él acababa de terminar su turno y había ido a la sala de descanso para cambiarse. No le apetecía ir a su casa, su hermano, con los preparativos de su boda, lo hacían recordar lo que no tenía y eso solo lograba aumentar su mal humor. Ya había tenido varias discusiones con Takahiro y no quería causarle más malestar a su hermano.

    Alguien entró a la sala de descanso cuando él se cambiaba, ni siquiera volteó a mirar quien era. Últimamente todos lo evitaban.

    —Se nota que mis palabras cayeron en un saco hueco, contigo.

    —Vete al diablo Shinobu. — Le espetó Misaki, con una profunda molestia, al único amigo que parecía inmune a su estado de ánimo.

    Shinobu suspiró y se sentó en una de las pequeñas camas.

    — ¿Sabías que mucha gente comenta que tu mal humor es por la ausencia de Kusama-san?

    Misaki se alzó de hombros restándole importancia al comentario. Shinobu no se rindió.

    —Misaki, detente ahora, detente antes de que sea tarde.

    Ya era tarde y Misaki se lo gritó en el rostro.

    —¿Crees que me importa lo que todos esos envidiosos comenten? Que hablen lo que les dé la gana. Al final seré yo quien gane. Yo voy a ser el último que ría, Shinobu. Nowaki Kusama va a ser mío y cuando eso pase, todos ellos tendrán que cerrar sus malditas bocas.

    Misaki tomó su chaqueta, su bolso y antes de salir le dijo a un asombrado Shinobu.

    —Nowaki Kusama es todo lo que quiero en esta vida y lo voy a tener. Si aún quieres ser mi amigo tendrás que aceptarlo.

    Misaki cerró la puerta con violencia y Shinobu se quedó mirándola sin salir de su estupor.

    El caos en la emergencia le permitió salir sin ser observado por nadie, pero lo que no se esperaba Misaki, era la sorpresa que le aguardaba a la salida del hospital.

    Unas enfermeras cuchicheaban acerca de un atractivo hombre recostado a un lujoso deportivo rojo. Misaki alzó su mirada y se encontró una sonrisa que no había esperado ver nunca más.

    Akihiko caminó hacia él, mirándolo con un profundo amor. Sin darle tiempo a reaccionar lo envolvió entre sus brazos y le dio un largo y apasionado beso.

    —No sabes cómo extrañaba el sabor delicioso de tus labios.

    Misaki no salía de su asombro, ni siquiera sabía cómo o por qué había correspondido aquel beso.

    —A…Akihiko ¿Qué haces aquí? ¿Cómo me encontraste?

    Akihiko le sonrió con arrogancia. —Nada es imposible para un hombre enamorado. Y mucho menos si tienes a tu cuñado de cómplice.

    Misaki frunció el ceño sin entender.

    —Tu hermano… Takahiro contestó la llamada que hice esta mañana. Hablamos un largo rato y bueno él fue quien me dijo donde trabajas.

    Misaki pensó que mataría a su hermano en cuanto llegara a casa, pero la culpa había sido suya por dejar el celular en su habitación. Seguramente Takahiro se había cansado de oírlo sonar.

    —No puedo creer que estemos juntos. Te he extrañado mucho.

    Misaki iba a decir algo, cuando las voces de algunos compañeros residentes llamaron su atención.

    — ¡Takahashi ¿De dónde sacaste ese bombón? lo tenías bien escondido!

    Misaki los miró con molestia, cuando varios de estos, pasaron a su lado riendo tontamente y mirando descaradamente a Akihiko. Luego que estos se alejaron con silbidos de admiración y risas estruendosas, volvió su atención a Akihiko. Pensaba en las consecuciones que la aparición de este le traería y entonces le llegó una inspirada idea.

    Después de esa noche, los rumores de que le gustaba Nowaki serían acallados. Akihiko podría haberle hecho un favor apareciendo así, de sorpresa. Esa situación le daría tiempo para trazar un plan con respecto a Nowaki, suspiró cuando miró la emoción reflejada en el rostro de Akihiko.

    “En el amor y en la guerra todo se vale”

    Pensó sin un dejo de remordimiento. Akihiko sería una víctima útil y en ese momento no lamentaba lo que pensaba hacerle.

    —Es…es una sorpresa que hayas llegado hasta aquí Akihiko. Estuve muy ocupado estos días en el hospital, por eso no te había llamado, pero iba a llamarte, en serio…

    Akihiko lo besó de nuevo, esta vez con una dulce suavidad.

    —Ya estamos juntos, eso es todo lo que importa. Ven, te invito a cenar.

    Misaki se dejó llevar de la mano, procurando que todo el mundo le viera subir al lujoso auto. Ya tendría tiempo de pensar que hacer con Akihiko. Por ahora, aceptarle una cena no sería tan malo.
     
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  5. kimmi Chan
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    >w< ¡¡Misaki, hijo de la tristeza!! Temo por lo que pueda hacerle a Akihiko ;n; Él esta tan enamorado y Misaki esta tan ciego. Ojala que se arrepienta y abra los ojos(Sé que no sucederá pero, AHH TnT)

    Nowaki, así no se pinches puede! Comienzo a pensar que solo cayéndole una piedra del cielo va a cambiar TnT lo mismo para Hiroki. Me tienes tan intrigada con todo este asunto :'DD Me encanta el fic /._./

    Espero el próximo capi ;333
    Besitos, chau!
     
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    Los buenos momentos de tu vida, serás recordados como grandes alegrías; los malos te darán las mejores enseñanzas

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    la verdad como dijo kimmi la historia se pone cada vez mejor
    estoy seguro que tanto misaki como nowaki se van a arrepentir de sus decisiones
    por otro lado me gustaría un poco de la historia de los terroristas
    espero la conty con ansias
    nos vemos
    :=PENSDF:
     
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  7. BlackLady713
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    oh por Dios!!! Nooooo!!!!! Akihiko huye corazon, huye!!! ese mokoso te hara sufrir!!!

    ese Nowaki!!! cuando Hiroki sea libre se las va a ver negras x ciego egoista

    espero la conty sensei

    LB :=wozardd:
     
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  8. Fransela_r
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    Perdon por la demora, espero les guste el capitulo, besitos y Gracias por leer.






    Tu oportunidad




    Abrir las puertas de su apartamento esa mañana, fue para Ryu el equivalente al caminar descalzo por la suave grama que debía haber en el paraíso. Después de una semana endemoniada, con un caso de desfalco que a punto estuvo de perder, pero que gracias a su pericia y experiencia ganó, bien se merecía un descanso. La noche anterior había comenzado la celebración, cenando con sus socios. Como buen sábado, los restaurantes y bares estaban muy concurridos. Bebió, bailó, cenó y como de costumbre se fue a un hotel con el guapo hombre con el que coqueteó toda la noche.

    El hombre le contó que era ingeniero, que estaba recién divorciado, que le gustaban las carreras de autos y otro montón de cosas que Ryu no podía recordar, pues estaba más ocupado en hacerlo callar con besos, que en escuchar una historia que no le interesaba. El guapo hombre era solo un cuerpo más con quien joder. Una noche más de sexo sin complicaciones, en su ya larga lista. Cuando se despertó en la mañana, ya no le había parecido tan atractivo el hombre que dormía a su lado y como de costumbre se deslizó silenciosamente de la cama, para huir antes de que su acompañante despertara. Una charla post sexo era lo que menos necesitaba.

    Mientras se despojaba de su ropa y se metía bajo el agua caliente de la regadera, recordó que si le gustaban las charlas post sexo. Solo que nada más con una persona le habían gustado. Cerró los ojos con fuerza intentado alejar aquel pensamiento, pero el recuerdo se iba solo por un rato y volvía luego, persistentemente, acosándolo, día a día, cada hora, cada mes, cada año. Recordándole lo que no tenía.

    Salió de la ducha, se envolvió en un grueso albornoz y se sentó en la cama para cepillar su húmedo cabello, con la mente en blanco intentando no pensar. Después de un largo rato comprendió que la batalla la había perdido él, pues los recuerdos lo asaltaban esa mañana, con una saña perversa. Debería estar feliz, había ganado una importante suma de dinero con aquel caso, además del prestigio que había conseguido al resultar vencedor, pero ni las felicitaciones de sus socios del bufete ni la apasionada noche de sexo, le dieron la satisfacción de sentirse pleno.

    Debería estar contento, él, un muchacho de provincia que se vino a la capital con unos cuantos billetes en el bolsillo y una pequeña maleta cargada de propósitos. Consiguió con sacrificio todo lo que tenía, aquel lujoso apartamento, el automóvil último modelo que conducía, una cuenta con muchas cifras en dinero, las acciones en un prestigioso club social, los amigos de los más altos estratos sociales ¿Por qué se sentía tan vacío?

    Caminó hasta su cómoda y de la última gaveta sacó una caja. Se sentó con ella en un mullido sofá, que reposaba frente a un enorme ventanal, el cual iluminaba con la luz de la mañana toda la enorme habitación.

    Miró con tristeza el paisaje imponente, antes de decidirse a abrir la caja. De ella salieron, fotos, cartas, tarjetas. Tomó una de aquellas tarjetas en particular, la que más le dolía.

    —Nosotros, Asahina Kaoru y Takehama Koutaro, le invitamos a nuestro matrimonio, que se celebrara el día…

    Ryu dejó de leer las palabras que tanto le dolían, habían pasado ya casi cuatro años desde aquel día. Aunque habían terminado en buenos términos, aunque se habían prometido no perder su amistad, él no había podido asistir a aquel matrimonio. Se había ido en el primer vuelo que encontró disponible en el aeropuerto de Haneda. Cuando se dio cuenta, estaba en España. Se encerró por días en la habitación de un lujoso hotel. La ciudad de Madrid estaba hermosa, pero el no paseó por sus históricas calles, ni visitó sus exquisitas atracciones. Lloró, bebió todo el alcohol que pudo y durmió hasta que la tristeza se hubo aplacado.

    Ahora, le parecían lejanos esos días. Aunque el dolor no había menguado ni un poco. No volvió a hablar con él. No contestó sus mensajes y cambió su número de celular. Al volver de España se había mudado de departamento. No frecuentaban los mismos grupos sociales, así que no se lo volvería a topar. El último mensaje que había recibido de él, le llegó con un mensajero a su despacho.

    “Siempre estaré, para cuando me necesites”

    Así decía la tarjeta que acompañaba un hermoso portarretrato de cristal, que enmarcaba una foto suya, de cuando aún era demasiado joven y soñaba con el amor.

    Ese día no trabajó más, se fue casi en carrera del bufete. Caminó con aquella caja aferrada a su pecho por largas horas. Kilómetros y kilómetros, recorridos en silencio, sin lágrimas, solo un profundo y silencioso dolor. Un amargo sentimiento de pérdida. Porque él lo había perdido, era él quien lo había alejado, con su ambición, con su egoísmo, con su miedo a ver más allá de lo que había planeado para su vida.

    Ryu guardó con cuidado la tarjeta dentro de la caja y tomó entonces las fotos, para mirarlas con nostalgia.

    Eran tan jóvenes cuando se conocieron. Él ya tenía dos años en su carrera de medicina, Ryu apenas comenzaba la universidad. Tenía tres trabajos y apenas le alcanzaba el dinero para vivir. Lo conoció una mañana en la cafetería donde trabajaba medio turno. Él siempre le dijo que había sido amor a primera vista. Unos segundos estaban conversando mientras Ryu le servía un café y al siguiente ya tenían una cita para salir al cine. Desde entonces, él iba a desayunar allí cada mañana y Ryu le servía con un encantador entusiasmo.

    Así pasaron seis meses. Llegaron las vacaciones de verano y él lo invito a irse de viaje. Ryu por primera vez hizo algo sin pensarlo y así, se embarcaron en una aventura que los llevó hasta Nueva Zelanda. Recorrieron exóticos paisajes que Ryu jamás pensó ver. Un mes se dedicaron a viajar con las mochilas a sus espaldas, durmiendo en pequeños alojamientos y disfrutando de la belleza de aquel país.

    Ryu comenzó a pensar que debía regresar, cuando el dinero que había llevado comenzó a agotarse. Pero su acompañante desestimaba sus preocupaciones, hasta ese momento Ryu no se había percatado que no había preguntado mucho de la vida de su novio. Quizás los exóticos paisajes y el sexo desenfrenado de cada día lo hacían olvidar cualquier preocupación que tuviera.

    Finalmente regresaron. Ryu volvió a su trabajo y la rutina pareció seguir su cauce. Cuatro meses después, dos grandes descubrimientos hicieron que la magia de aquel dulce amor desapareciera. Ryu abrió los ojos a una realidad que no había podido manejar.

    El primer evento sucedió una mañana, ya tenía casi dos semanas sin ver a su novio, pues la universidad le estaba exigiendo mucho al joven futuro médico. Se hablaban cada noche por largo rato, hasta que Ryu se dormía arrullado por la suave voz de su amante. Nunca falta quien envidie tu suerte y para desdicha de Ryu, fue esa persona la que le abrió los ojos. Una camarera que envidiaba su relación, puso sobre la barra que estaba vacía en aquel momento, un periódico.

    —Ah de ser por esto que tu supuesto novio no ha vuelto más por aquí. Que va a querer el hijo de un rico empresario con alguien como tú. De seguro ya se cansó de acostarse contigo y se está buscando alguien de su mismo estatus social.

    Ryu miró el periódico y algo le dijo que no leyera lo que la malintencionada chica le señalaba. Desgraciadamente pudo más la curiosidad. Con un gesto de desdén tomó el periódico.

    “La familia Asahina celebra la fusión de sus empresas con un consorcio estadounidense. Se consolida así como el mayor grupo empresarial del país. Todas las miradas están puestas en el hijo mayor del anciano Asahina, quien se rumora, tomará las riendas del consorcio muy pronto. Asahina Kaoru se convierte en el heredero más codiciado en el país y ya resaltan varios nombres para consolidar con un matrimonio la bases de un ya enorme imperio económico ¿Se casará pronto Asahina Kaoru? Estos últimos días se le ha visto acompañado por una guapa jovencita hija de un senador y también por el joven Takehama Koutaro, hijo de Takehama Kishimoto, uno de los socios mayoritarios y amigo de la familia Asahina.”


    Ryu no demostró ninguna emoción, su orgullo no se le permitía. Dobló el periódico y lo puso sobre el mesón. Tomó su libreta y caminó a atender a una pareja que entró al pequeño restaurant. Pasó el resto de la mañana en automático. Sabía lo que debía hacer, lo había hecho cientos de veces. Tomar las ordenes llevarlas a la cocina, esperar para llevar la comida a las mesas, llevar la cuenta, limpiar la mesa una vez vacía. Todo era mecánico, no necesitaba pensar para hacer nada de aquello. Aquel día agradeció eso, pues si pensaba aunque fuera un segundo, se derrumbaría.

    Cuando llegó al trabajo de la tarde, ya su cuerpo no aguantaba la tensión. La pequeña tienda donde trabajaba como cajero estaba abarrotada. La gente gritaba porque él se tardaba, unos niños traviesos estaban jugueteando por todo el lugar tirando los productos. Un hombre gritaba cada vez más fuerte preguntándole el precio de un producto. Los ruidos cotidianos comenzaron a hacerse cada vez más y más molestos. El ring de la caja registradora, la campana de la puerta, la música de fondo.

    El otro encargado acomodaba unas cajas que los niños traviesos habían tumbado, cuando vio a Ryu pararse de la silla. El hombre aun gritaba preguntando el precio y entonces el chico se acercó para ayudarle. Le dijo el precio al hombre que finalmente no compró el producto y salió gritando insultos de la tienda.

    Keita, que era el nombre del chico que trabajaba con Ryu, se acercó a este, mirándolo con preocupación. Ryu estaba parado en una esquina respirando con agitación. Keita le extendió un vaso de agua y lo llevó a sentarse. Regresó a la caja y atendió a todos los que estaban en la cola. Luego de desalojar la tienda, la cerró, puso un letrero de “Ya regresamos” en la puerta y fue hasta donde Ryu estaba sentado, con la mirada perdida.

    —Ryu ¿Qué?...

    No logró terminar la pregunta, Ryu lo había mirado con la más desoladora de las miradas.

    —Keita yo…yo estoy…estoy…em...e…embara…Oh cielos.

    Keita pensó que Ryu se iba a echar a llorar, pero solo había desesperación en su rostro. No había lágrimas, más bien un profundo miedo, un marcado dolor.

    Ryu se preguntó como no lo había notado antes. A los hombres fértiles como era su caso, no les venía un periodo en sí. Cuando el útero estaba preparado para ser fecundado, sufrían todos los síntomas de una mujer con su periodo, hinchazón, dolor, sensibilidad y cuando se cumplía el ciclo, el ovulo no fecundado era consumido por el organismo. Ryu no había notado que hacía meses que no había sentido aquellas molestias. Cuatro meses exactamente.

    Cuando lo pensó mejor, se rio con amargura. Claro que lo había pensado, hacía mucho que lo sabía, solo que había tratado de negárselo. Él y Kaoru siempre se cuidaban, pero en el viaje no lo habían hecho con la frecuencia debida. Inmersos en la magia de sus vacaciones, olvidaron ser responsables y ahora él vivía las consecuencias.

    Ese fue el segundo descubrimiento que destruyó su relación con Kaoru. Se sentía traicionado y desvalido. Aquel acontecimiento destruía todo sus planes. No podría terminar la carrera que tanto esfuerzo le estaba constando pagarse. Además tendría la responsabilidad de una vida más, de alguien que dependería de él. Si pensaba en la vida que tenía, sentía aún más miedo de asumir aquella enorme responsabilidad. No tenía nada que darle a aquel niño. Ni siquiera amor en su corazón había para él.

    —Ryu… debes decírselo a tu novio. Estoy seguro que entre los dos pueden solucionarlo.

    Las palabras de Kei lo sacaron de su estupor.

    ¿Decírselo a Kaoru?

    ¡Jamás!

    Ryu se dijo en aquel momento que no quería volver a saber de aquel hombre que tan vilmente lo había engañado. Así, jamás le diría de aquel incidente que el mismo arreglaría tan pronto como pudiera.

    En el hospital le confirmaron lo que ya sabía. Tenía dieciséis semanas de embarazo. El médico le había informado que a esas alturas era muy peligroso realizarse un aborto. Una semana después, Ryu caminaba por el pequeño departamento que había rentado con sus pocos ahorros, había dejado todos sus trabajos, incluso estaba pensando abandonar la universidad y hasta se había cambiado de casa. Kaoru lo había llamado innumerables veces, el jamás respondió.

    No podía abortar a ese bebé que no quería y tampoco podía quedarse con él ¿Con que iba a mantenerlo? ¿Cómo iba a amarlo si lo culparía de la destrucción de todos sus sueños?

    Días largos y amargos transcurrieron en el silencio de aquellas paredes. Ryu estaba resentido, furioso, tenía miedo y se sentía tan cansado. De pronto pensó que aquella carga era demasiado pesada para él, sintió que no era justo que la llevara solo.

    Pensó con amargura que Kaoru tenía dinero, que él debía hacerse cargo también. Su orgullo le gritaba que no lo buscara, pero su corazón cansado le rogó que lo hiciera.

    Esa noche prendió el teléfono por primera vez en días y le llamó.

    —¿Por todos los cielos Ryu, donde demonios te has metido? Llevo días llamándote y…

    —Estoy esperando un hijo. —Le dijo Ryu rápidamente antes de perder el valor. —Además ya se todo sobre ti, que eres…millonario y que piensas casarte con alguien igual a ti…

    Ryu guardo silencio, las palabras le sabían a hiel, el corazón le palpitaba con violencia, las manos temblorosas apenas podían sostener el teléfono. Sentado en el piso de aquel miserable departamento, se vio como era. Un don nadie, un estúpido que se había dejado embelesar por el amor y con ello había cometido el peor error de su vida, destruyendo sus metas. Apretó el teléfono con saña, quería gritar todo su dolor, toda su ira. Ese que estaba al otro lado del teléfono, ya no era más el objeto de su amor. Era la persona que lo había destruido, sintió que había sido un error llamarle, pero ya era tarde, lo necesitaba, necesitaba algo que a él, le sobraba, necesitaba su dinero.

    Si conseguía que Kaoru le diera algo de dinero, desaparecería. Asumiría el error estúpido que había cometido y le daría a su hijo lo mejor que pudiera darle. Después de todo era suyo y de alguna forma, en algún momento aprendería a amarlo.

    —No sé qué es lo que sabes Ryu, pero estoy seguro que deberías haberme preguntado, deberías haber hablado conmigo antes de sacar conclusiones.

    Ryu estalló entonces, dejando salir toda su rabia.

    —¡¿Debí preguntar?! ¡Maldito seas Kaoru! Llevamos casi un año juntos ¿No se te ocurrió que debías decirme que eras millonario? Debí parecerte tan poca cosa, ahorrando cada centavo cuando nos fuimos de vacaciones. Debes haberte burlado mucho de mi ¿Qué hacías conmigo Kaoru? ¿Era un culo para coger y ya? ¿Por qué nunca me dijiste la verdad, maldita sea?

    Ryu estalló en sollozos. Kaoru suspiró pacientemente.

    —Ryu por favor cálmate, dime donde estas para que podamos hablar. Necesitamos arreglar las cosas, quiero que me dejes explicarte y también tenemos que hablar de nuestro hijo.

    Aquellas palabras conmocionaron aún más a Ryu.

    “Nuestro hijo”

    De pronto todo aquello se volvía más real, más aterrador. Ryu se sentía atrapado en una horrenda pesadilla. Apenas tenía diecinueve años, había soñado una vida diferente, había planeado un futuro perfecto para él. Ahora estaba allí, con el mundo cayéndose sobre él. No sabía que hacer ¿Qué podría ofrecerle Kaoru? Quizás lo mantendría como amante, le daría dinero, una casa tal vez. Lo visitaría de vez en cuando y su hijo sería un bastardo ¿Qué clase de futuro era ese? Pero, por otro lado ¿Qué otra salida tenia?

    Ryu sabía que por más que lo deseara, no tenía nada en sus manos para hacerle frente a aquella situación, solo. Pero no quería ser el amante de nadie, no quería depender de Kaoru, no quería ser su sucio secreto, no quería tener ese hijo. Quería su vida de vuelta, estaba entre la espada y la pared y cuando se sintió explotar, lamentablemente la vida decidió por él.

    Iba a gritarle a Kaoru que se fuera al demonio, cuando un dolor lo recorrió con inclemencia. Estuvo a punto de desmayarse por el violento ataque. El teléfono cayó de sus manos y Ryu se recostó en el suelo, retorciéndose. Kaoru gritaba al teléfono, llamándolo, mientras escuchaba angustiado los gemidos de dolor.

    Ryu logró recobrar el aliento y como pudo tomó el teléfono.

    —A...ayúdame. —Le dijo entre gemidos.

    Kaoru, se desesperó aún más. — ¿Dónde demonios estas?

    La ambulancia llegó en cuestión de minutos. Ryu estaba sin sentido, tirado en medio de un enorme charco de sangre. Las siguientes horas fueron desoladoras y espantosas. Ryu recobraba por periodos la conciencia. Kaoru había logrado entrar a la sala de emergencia donde lo atendían, solo porque estaban en el hospital donde hacía su residencia. Tuvo que ver como Ryu lloraba, gritaba, perdía el conocimiento y cuando volvía en sí, todo comenzaba de nuevo.

    Para Ryu fue una experiencia dura, dolorosa y aterradora. Tuvo que dar a luz a su hijo muerto, soportar el enorme dolor, ver entre la bruma de su agonía, las caras de muchos desconocidos. Pero lo peor era que Kaoru estaba allí con él, que estaban viviendo juntos aquella pesadilla. No lo quería allí, lo culpaba por lo que estaba pasando, se culpaba a sí mismo. Pensaba que todo aquello era producto de haberse negado a aquella situación. Ahora era tarde para arrepentimientos, su bebé estaba muerto y él jamás podría pedirle perdón por haberlo rechazado, por no haberlo amado.

    Cuando todo acabó, Kaoru tomó su mano. Ryu tenía la mirada perdida en el bultito inerte que la enfermera había colocado en una pequeña camilla. Sus ojos se llenaron de más lágrimas, cuando la mujer lo cubrió con una mantita y se lo llevó. No lo dejaron verlo y él tampoco tenía valor para pedirlo. Sintió el calor de la mano de Kaoru envolviendo la suya y lo miró. No había odio en su corazón, ni reproches, ni preguntas, solo un profundo dolor, que sabía, ambos estaban compartiendo.

    — ¿Quieres verla? —Le preguntó Kaoru, con su corazón dolido, con la voz estrangulada por las lágrimas que no quería derramar, para ser fuerte para Ryu.

    Ryu negó lentamente con la cabeza, estaba cansado, adolorido, derrotado, desolado. Se fue desmayando lentamente, mientras le susurró tristemente.

    — ¿Para qué? Ya está... muerta.

    Lo sacaron de la habitación, Ryu estaba teniendo una hemorragia. Kaoru estaba como loco, sus amigos y compañeros trataban de calmarlo, de darle esperanza. Esperó por horas en la sala de espera, hasta que una doctora por fin salió a informarlo.

    Ryu estaba en la sala de recuperación. El útero había quedado muy maltrecho por el aborto. Quizás no podría volver a tener hijos, había perdido mucha sangre y la operación había sido muy difícil, tardaría un tiempo en recuperarse.

    Los días siguientes fueron agotadores para ambos. Ryu se sumió en una profunda depresión. Culpabilidad, dolor, ira, lo llenaban. Sentía muchas cosas que lo dejaban exhausto, desvalido, ajeno a todo y a todos. Kaoru le hablaba, lo acompañaba, lo atendía en todo. Cuando le dieron de alta, Kaoru se lo llevó a su casa y Ryu, perdido en una dolorosa apatía, se dejó llevar sin protesta. Pasaron meses para que Ryu se recuperara físicamente y casi un año hasta que logró volver en sí.

    Kaoru siempre había estado a su lado, pero Ryu sentía que ya no lo amaba, que era hora de terminar aquella situación. A Kaoru le costó aceptar que Ryu se marchara, pero no pudo más que dejarlo ir. Nada de lo que le dijo o le propuso logró convencerlo. Ryu no quería estar a su lado.

    Le costó meses volver a retomar su vida, sus estudios. Se desconectó de Kaoru y de todo lo que este le recordaba y un año después había recobrado un poco de su vida. Iba de nuevo a la universidad, había ganado una beca que habían abierto y estaba más desahogado económicamente. Trabajaba en una oficina de abogados como ayudante, el sueldo era bueno y aprendía mucho de lo que en un futuro cercano sería. A veces pensaba que de haber sido así desde un principio, tal vez todo habría sido diferente, pero alejaba aquellos pensamientos, porque eso le llevaría a pensar en Kaoru y él ya no quería recordarlo.

    Solo que el destino no tenía la misma idea y los puso frente a frente, una bonita tarde de verano. Estaban por cumplirse dos años que no se veían. Se cruzaron en un concurrido parque, donde al parecer ambos habían ido a caminar. No fue tan traumático como Ryu esperaba, al contrario, era como si siempre hubiese deseado aquel encuentro. Conversaron como dos viejos amigos, se tomaron varios cafés entre la larga platica y se despidieron con alegría, pero no fue una despedida larga. Después de varias salidas más, lo inevitable sucedió.

    Hicieron el amor la quinta vez que salieron y eso se repitió muchas veces, por mucho tiempo, pero Ryu ya no era el mismo, había cambiado, era duro, frio, indiferente, tenía una meta fija y esta vez no la perdería. Kaoru lo vio convertirse en un prestigioso abogado y lo acompañó en todo el camino de su realización, esperando quizás que cuando él alcanzara la cumbre, volvería a amarlo, volvería a ser el jovencito risueño y soñador del que se enamoró.

    Ryu volvió de sus recuerdos y guardó las fotos de nuevo en la caja. Tomó entonces una más pequeña, que contenía un sueño que jamás había sido suyo. Cuando la abrió, sonrió con tristeza. El anillo era perfecto, con un pequeño diamante que brillaba como el primer día.

    Esa noche Kaoru lo había invitado a cenar. Ryu estaba de buen humor, había ganado un caso muy importante y con eso le habían ofrecido la sociedad en la firma. Kaoru lo llevó a un elegante restaurante y entre risas bebieron una finísima champaña, ya tenían dos años en aquella relación abierta. Ryu sabía que aquella noche terminaría con sexo y creyó que sería más que una noche perfecta, pero Kaoru tenía otra idea y con ello, Ryu sintió que había arruinado lo que tenían, para siempre.

    Kaoru había deslizado ante su mirada estupefacta, el pequeño anillo en su dedo.

    —Cásate conmigo Ryuichiro, hagamos un hogar, juntos. Yo te amo y…

    —Basta. —Le había dicho Ryu, quitándose el anillo. Salió del restaurant seguido por Kaoru que tiró su tarjeta de crédito en la mesa ante la mirada atónita de un mesonero.

    —Ryu por favor…

    — ¡No! —Le gritó Ryu, soltándose de su agarre. — ¿Por qué lo arruinaste? Todo estaba bien, todo era como debía ser.

    —Yo te amo Ryu. —Le dijo Kaoru con impotencia. —Esta…relación que tenemos, no nos lleva a ningún sitio.

    —Y es así como debe ser. Tú y yo no tenemos futuro. Se arruinó hace muchos años Kaoru. Se arruinó antes de que… ella muriera.

    Ryu no había recordado a su hija en mucho tiempo, sin embargo jamás había podido olvidarla, jamás olvidaría aquella espantosa noche y era eso lo que quizás no lo dejaba avanzar con Kaoru. No lo había perdonado, no se había perdonado a sí mismo. Los sentimientos de culpa y de dolor, seguían en su corazón, escondidos. Aunque Kaoru le había contado su historia, le había aclarado que no tenía nada que ver con las empresas de su padre, que jamás había estado, ni estaría comprometido con aquellos de los que había escrito el periódico, aunque estuviera allí, diciéndole que lo amaba. Ryu no podía, no podía olvidar y estaba negado a amar.

    —No puedes negar lo que tenemos. —Kaoru le hablaba esta vez con molestia. Odiaba que Ryu se cerrara a él.

    —Sexo, Kaoru, solo es sexo. —Le espetó con indiferencia. —Si tú viste algo más, entonces te equivocaste. Te amé alguna vez, cuando era ingenuo e inmaduro, pero ya no lo soy y ya no creo en el amor.

    Kaoru lo besó entonces con una infinita pena. Cuando sus labios se separaron, Ryu supo que ese era el fin.

    —Yo…no puedo seguir así, Ryu. Yo quiero mucho más.

    Ryu negó con la cabeza, esbozando una amarga sonrisa.

    —Entonces este es el fin de nuestra aventura.

    Así se despidieron, Ryu sintió que había perdido algo valioso, pero no se dejó amilanar. De vez en cuando hablaban por teléfono. Con el tiempo y las ocupaciones de ambos, se hizo más fácil aceptar la situación. Ryu no podía negar que lo extrañaba, pero comenzó a cubrir aquella carencia, durmiendo con otros. Las llamadas no se terminaron, hablaban como dos viejos amigos, hasta el día en que Ryu descubrió la verdad que duramente había tratado de ocultar. Cuando recibió la invitación para la boda de Kaoru y aquello le dolió más que nada, supo que lo había amado desde siempre y ahora que lo perdía definitivamente, aquella verdad venia para atormentarlo por haberlo dejado ir.

    Ryu guardó la cajita con el anillo en su caja de recuerdos y caminó hacia la cómoda para guardarla de nuevo. A veces deseaba escuchar su voz, ese día sobre todo, lo extrañaba como nunca, pero Kaoru tenía su vida hecha y de seguro sería muy feliz, pues lo merecía. Él, tenía que aprender a vivir con ese error cometido y seguir adelante con su vida, donde tenía casi todo, menos lo que más deseaba.

    El teléfono sonó y Ryu sonrió, solo alguien lo llamaba los domingos y en ese momento agradeció como nunca esa llamada. Quería olvidar aunque fuera por unas horas, el recuerdo de esa persona.

    —Ryu ¿estás en casa? Tengo que verte.

    La voz de Hiroki se oía risueña, pero casi siempre era así. Quizás era eso lo que más le gustaba de su amigo, esa forma ingenua y optimista que tenia de ver la vida. Claro, Hiroki tenía que ser muy ingenuo y muy optimista para aguantarse a un marido tan egoísta como el que tenía.

    —Vente, latoso, te prepararé el almuerzo. —Le dijo sonriendo al imaginar su cara de disgusto, Hiroki odiaba que le dijera latoso.

    —Pero Ryu, yo… tengo que llevarme a Iseei. Hime-san está con Kei y…

    —Vente de una vez y tráete al mocoso antes de que me arrepienta. —Le dijo Ryu con un fingido desdén, sonriendo al oír la risa feliz de su amigo.

    Hiroki le dijo que estaba saliendo y Ryu se dispuso a hacer algo de comer. Al contrario de lo que se pensaba, a él no le molestaba que Hiroki fuera a visitarlo con su hijo. Adoraba al pequeño, era dulce, hermoso y muy inteligente. Hiroki decía que se parecía mucho a su papá, pero Ryu veía mucho más de Hiroki en él. Quería mucho a su amigo.

    Lo conoció en su último año en la universidad, donde habían compartido varias clases, a pesar de que Hiroki estudiaba su primer año de Literatura y él, el último año de Derecho. Hiroki era un muchachito de dieciocho años, tímido e introvertido, pero habían hecho amistad casi en seguida.

    Ryu admiraba la abnegación de Hiroki, el amor incondicional que le demostraba a Nowaki, a pesar que desde la universidad ya Nowaki era un cretino. Nunca le había caído bien Nowaki, le parecía demasiado arrogante, no lo podía creer cuando supo que Hiroki y él eran novios. Nowaki también estaba cursando su último año en medicina y Hiroki hacia lo posible para no importunarlo con nada, lo que casi siempre sacaba de quicio a Ryu.

    Por eso, ahora, Ryu quería que Hiroki saliera de su caparazón y demostrara todo el potencial que tenía. No quería verlo sufrir, pero desde fuera como un espectador, veía que Hiroki estaba destrozando su vida. Tenía apenas veinticuatro años, era profesional y muy inteligente, además tenía una fortaleza interior que muy pocos conocían. Él la había conocido en el año que Nowaki estuvo fuera del país. Hiroki se mantuvo fiel a sus sentimientos, se mantuvo optimista. Todo el mundo apostaba a que Nowaki no regresaría y aun así, Hiroki no se derrumbó jamás.

    Ahora, Ryu deseaba que usara aquella entereza, aquella valentía, para vivir su propia vida. No la del esposo, ni la del padre, la de Hiroki el hombre, el profesional. Ryu quería que Hiroki viera la otra cara de su moneda y descubriera todo lo que podía ser.

    Un rato después, sonó el timbre. Cuando Ryu abrió la puerta le sonrió a su amigo y este, le dijo sin pensarlo mucho, quizás temeroso de que si no lo hacía en ese momento, tal vez no tendría el valor de hacerlo.

    —Quiero enseñar Literatura en la universidad y quiero que tú me ayudes a hacerlo.

    Ryu rio con emoción, quizás para su amigo aun había esperanza y él lo ayudaría a realizar sus sueños, porque alguien como él, si merecía ser feliz.

    ******



    Cuando Tsumori vio a Nowaki entrar al hospital, negó con la cabeza, frunciendo el ceño con desaprobación.

    —Nowaki, Nowaki… es domingo ¿no podías quedarte en casa descansando y disfrutando de tu familia?

    Nowaki le pasó por un lado ignorando la reprimenda.

    Se dirigió a su consultorio y se sentó frente a su escritorio poniendo manos a la obra. Tsumori entró unos minutos después. Nowaki lo miró fijamente, retándolo a que le dijera alguno de sus comentarios mordaces. Cuando Tsumori se sentó frente a él, sin decir nada. Nowaki le advirtió con desdén.

    —Espero que vengas a ponerme al día con el trabajo, de lo contrario márchate. Ya he descansado suficiente y quiero adelantar trabajo antes de comenzar mañana con las guardias.

    Tsumori suspiró, Nowaki era inflexible y él ya estaba cansado de intentar que abriera los ojos.

    —Tenemos dos pacientes en terapia intensiva con…

    Tsumori le relató poco a poco todo lo ocurrido en aquellos días, mientras Nowaki tomaba notas y revisaba las historias de cada paciente, que su colega le iba señalando en la computadora.

    Mientras los dos médicos se ponían al día. Misaki estaba en emergencias asistiendo al cirujano de turno. Estaba suturando una herida cuando una enfermera habló un poco más alto de lo normal.

    —Kusama sensei llegó hace rato al hospital.

    A pesar de que los rumores habían cesado, cuando por todo el hospital se corrió el chisme de que Misaki tenía novio, aun había ciertas dudas con respecto al favoritismo de Nowaki con el joven interno. Misaki sabía que el comentario de la chica había sido para él, pero no mostró el más mínimo interés y siguió suturando la herida.

    Un rato después, ya había terminado y le daba unas recomendaciones al paciente, cuando este se fue, comprobó que no había más casos que atender y caminó a la sala de descanso. Solo allí se permitió sonreír con alivio y con dicha. Nowaki estaba allí, por fin podría verlo después de tantos días. Sacó su celular del locker y le escribió un mensaje a Akihiko, con el que había quedado para ir a cenar ese día.

    —Tengo varias emergencias en el hospital, creo que lo de hoy no podrá ser. Te llamo mañana.

    Apagó el teléfono sin esperar respuesta. No quería ver las palabras cariñosas de Akihiko y también sabía que su novio no protestaría por la cancelación repentina. Akihiko sabía que Misaki se tomaba muy enserio su trabajo y respetaba eso.

    Una vez cancelada su cita, solo le quedaba esperar que Nowaki se cruzara en su camino o le llamara para cualquier asistencia. Podría haberse pasado por el consultorio para saludarlo, pero eso solo alimentaria las sospechas que con gusto había logrado aplacar. No, no iba a arriesgarse, si había esperado quince días para verlo, podía esperar unas horas más.

    Nowaki se tomaba un café, casi habían terminado con la revisión de los casos. Quería visitar a uno de los pacientes en terapia, era un caso que ya había atendido con anterioridad y del que no esperaba una recaída. Levantó el teléfono y marcó rápidamente.

    —Enfermera, por favor ubíqueme al interno Takahashi, dígale que lo espero en mi consultorio.

    Tsumori lo miró con una sonrisa sarcástica.

    —Y yo que pensé que los rumores iban a parar. —Espetó Tsumori entre dientes.

    Nowaki lo miró sin entender. Tsumori se rio sin ganas, antes de sacar a Nowaki de la duda.

    —¿Sabías que Takahashi kun tiene novio? Un tipo que se ve que tiene dinero, lo ha venido a buscar casi todos los días.

    —No veo que tiene que ver eso conmigo o con el trabajo.

    Nowaki seguía sin entender.

    Tsumori se puso de pie, presto a salir del consultorio y dejar que su amigo finalmente se estrellara contra el muro que lo estaba esperando para destruir su vida. Pero no pudo dejar de decirle con cierta advertencia.

    —En el hospital se rumora que tienes cierta preferencia por Takahashi kun. Cuídate Nowaki, del rumor a la verdad, hay un corto trecho.

    Nowaki lo vio salir y no le dijo nada, porque no se recuperaba del asombro que le habían causado sus palabras. Era verdad que prefería trabajar con Misaki, pero porque Misaki era muy competente, porque trabajaba con diligencia, con unas feroces ganas de aprender, de ser el mejor. Eso no tenía ninguna connotación sentimental, solo era trabajo.

    La puerta sonó y Misaki entró al consultorio.

    —Buenas tardes Kusama sensei. Bienvenido.

    Nowaki decidió ignorar las palabras de su amigo, después de todo, eran solo estúpidos rumores sin sentido. Le sonrió a Misaki y le extendió una carpeta.

    —Hola Misaki Kun, me alegra estar de vuelta. Revisa ese caso, ya hemos trabajado en él. El paciente está en terapia intensiva y quiero que me acompañes a verlo, necesitamos saber por qué el tratamiento no está haciendo efecto, antes de someterlo a otra cirugía.

    Misaki asintió con su rostro más profesional, pero por dentro moría de alegría, no había tenido que esperar mucho para estar al lado de quien amaba.


    ******



    —Iseei se quedó dormido. —Dijo Hiroki con cansancio mientras se sentaba al lado de Ryu en el cómodo sofá de la sala.

    Su pequeño hijo había dado guerra todo el día. Hiroki había tenido que perseguirlo por todo el departamento de Ryu para evitar que rompiera algo valioso. Estaría más agitado de no ser porque su amigo le había dicho que dejara de preocuparse, a Ryu parecía no importarle que el pequeño ángel causara destrozos en su casa.

    —Cada día se parece más a ti, latoso y travieso.

    Ryu rio con la cara de disgusto de Hiroki y para compensarlo por sus burlas, le puso un papel en la mano.

    —Tienes que buscar una niñera. Concerté una cita con el decano de la Facultad de Literatura en la Universidad de Nihon, quiere verte mañana a las dos de la tarde, necesitan un profesor asistente en Literatura Japonesa.

    Hiroki tenía sus enormes ojos avellana, abiertos de par en par. No sabía cómo reaccionar. Tenía la certeza de que Ryu se movía rápido, pero aquello era irreal, al día siguiente tenía una cita, una cita para un trabajo soñado.

    Sintió un algo frio contra su mano. Ryu lo miraba entre divertido y preocupado.

    —Tomate ese vaso de agua, creo que lo necesitas.

    Hiroki asintió con la cabeza y se tomó despacio el transparente líquido.

    —¿Es…es así de fácil? —Preguntó en un murmullo.

    Ryu asintió sonriendo. Entonces, Hiroki puso el vaso sobre la pequeña mesa frente a él y se puso de pie. Caminó despacio hasta el balcón y respiró profundamente. Sus ojos estaban enfocados en la ciudad, pero en realidad miraban hacia dentro de él. Se miraba a sí mismo, sintiendo un poco de angustia y temor. Había dado un paso importante al tomar la decisión y ahora que obtenía lo deseado ¿qué? ¿Sería capaz de hacerlo? Por primera vez miró sus miedos desnudos, sin máscaras, sin justificaciones. La verdad pura y cruda estaba frente a él.

    Ryu se paró a su lado y lo escuchó desahogar sus verdaderos temores.

    —Siempre pensé que no me lo merecía. Él era tan fulgurante, tan inteligente, tan emprendedor. Todo lo que se proponía lo lograba. Se graduó de la escuela de medicina siendo tan joven, obtuvo sus postgrado y ascendió en su carrera con una gran rapidez ¿sabías que ya es jefe de cirugía? Solo tiene veintiocho años, Ryu y ha triunfado en casi todo. Me sentía tan poca cosa al lado de él y aun así, él me amaba, me amaba tanto que se casó conmigo. Conmigo que era tan poquita cosa, comparado con él. Me conformé con mi papel en nuestro matrimonio, porque sabía que eso era lo que se esperaba de mí. Pero lo cierto es que tenía miedo, miedo de salir y ejercer mi profesión, miedo de que no lograra brillar tanto como él.
    Es estúpido lo sé, pero por lo menos en nuestra casa era yo el protagonista principal. Yo la decore a mi gusto, yo coordinaba todo el movimiento de mi hogar, era el anfitrión perfecto para recibir a sus colegas y siempre me gustaba que las personas alabaran mi buen gusto, la belleza de mi tan cuidado jardín, la perfección de mi hogar. Por lo menos en eso yo estaba a su altura. Era el esposo perfecto en todos los aspectos, pues dios sabe que me esforcé.

    Ryu acarició su cabello y lo siguió escuchando con atención.

    —Tengo miedo Ryu, miedo de lo que se ha despertado en mí. Miedo de este deseo que tengo de ser algo más que ese esposo perfecto. Temo fallar en mi empeño por demostrar que puedo estar a su altura, pero lo que más temo, es que… es que nada de eso funcione. Temo que Nowaki no haya dejado de amarme porque no estoy a su altura a nivel profesional, sino porque simplemente el amor que sentía por mí, se terminó. Si esa es la realidad, le temo más que nada a las consecuencias, porque no hay nada en mi vida que no gire en torno a él. Porque él es mi…vida y si ha dejado de amarme ¿Cómo podré respirar? ¿Cómo comer, caminar, despertar cada mañana, si ya no lo tengo?

    Ryu suspiró y lo abrazó despacio, el amor era un sentimiento demasiado intenso. A veces no podía distinguirse la fina línea que lo separaba de la dependencia. Ryu pensó que debería haber un “despechados anónimos”, porque el amor también era una droga de la que había que desintoxicarse.

    —No trates de abarcarlo todo de una vez Hiroki. Camina con pasos pequeñitos. Vamos a comenzar con el cambio que tu corazón desea. Ponte primero a ti en este momento. Prueba esa faceta nueva de ti, ve que sientes enseñando lo que te gusta. No lo hagas por demostrarle nada a Nowaki, hazlo por ti, porque mereces intentarlo.

    Ryu lo separó de su cuerpo y lo miró con cariño.

    —En cuanto a Nowaki, ya te dije que lo mejor es hablar con sinceridad. Dile cómo te sientes, háblale de tus temores. Nowaki es un idiota, pero te ama y tú lo sabes. No permitas que la inseguridad te sabotee.

    Hiroki asintió y escuchó su teléfono sonar. Corrió a la sala para tomarlo de la mesa donde lo había dejado.

    — ¿Dónde estás?

    —En casa de Ryu, te dije que vendría un rato. —Respondió Hiroki un poco nervioso.

    Nowaki frunció el ceño, no recordaba que Hiroki le hubiese dicho aquello.

    — ¿Que era tan importante que no podía esperar a que regresara Himeko? Saliste con Iseei, solo…

    —Lo se Nowaki, pero tú estabas en el hospital y yo no quería estar solo en la casa. Extraño a Hime-san y además quería hablar un rato con Ryu.

    La excusa era muy válida, así que Nowaki dejó la discusión.

    —Está bien. Quédate allí, pasaré a buscarte e iremos a cenar.

    —Si…gracias. Te espero.

    Hiroki colgó con una deslumbrante sonrisa.

    —Nowaki viene a buscarme, vamos a ir a cenar. Creo que me estoy preocupando por tonterías. Nowaki me ama, me ama como yo a él.

    Ryu sonrió, aquel era el Hiroki que le gustaba, risueño y optimista.

    —¿Ves? eres un tonto latoso. Aprovecha esa cena para hablarle a Nowaki de tu entrevista. Yo despejaré mi agenda para mañana en la tarde y así te acompaño a la universidad. Si todo sale bien, salimos por allí a celebrar.

    Hiroki asintió y se sentó en el mueble pensando en su cita de esa noche con su esposo, mientras Ryu le preparaba una taza de té.

    ******



    Nowaki llegó a buscarle casi dos horas después, estaba serio y turbado. Hiroki sentó a Iseei en su pequeño asiento y saludó a su esposo con un ligero beso, que Nowaki apenas respondió.

    —¿Dónde vamos a ir cenar? —Preguntó Hiroki tratando de aligerar el ambiente tenso.

    Nowaki lo miró por unos segundos y luego apartó la mirada de aquel rostro dulce y sonriente.

    —No…no quiero ir a ninguna parte, estoy un poco cansado. Espero que no te importe que pida algo para que lo lleven a casa.

    A Hiroki no le importaba por supuesto, pero si le extrañaba el estado de su esposo.

    — ¿Cómo te fue en el hospital? — Con esa pregunta buscaba indagar si algo malo había pasado desde el momento que habían hablado, haciéndolo cambiar los planes.

    Nowaki parecía ido y Hiroki pensó que ni siquiera había escuchado su pregunta. Cuando iba a decir algo más. Nowaki encendió el reproductor y la música impuso el silencio entre ellos. Silencio que Nowaki necesitaba, pues después de lo que había ocurrido en las últimas dos horas, no tenía cara para mirar a su esposo, ni respuestas para darse a sí mismo, del por qué los acontecimientos habían tomado aquel peligroso rumbo.
     
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    Los buenos momentos de tu vida, serás recordados como grandes alegrías; los malos te darán las mejores enseñanzas

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    Mi querida Fransela_r el capi te quedó genial
    no te preocupes por haberte tardado siempre puedes tomarte tu tiempo
    por otro lado de verdad que sentí tristeza por la historia de ryu
    su niña murió y el perdió el amor pero quien sabe si eso cambie
    por otro lado estoy segura que la pared con la que se chocarán misaki y nowaki
    va a ser muy dura y espero que les duela mucho
    mi sexto sentido me dice que nowaki hizo algo muy malo
    y que tiene que ver con misaki
    mientras me gusta saber que hiroki quiere ser algo más
    espero la conty con ansias
    nos vemos :=PENSDF:
     
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  10. kimmi Chan
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    NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!

    AGGG, no sé que decir pero me dejas con un hueco enorme, puras fallas con estos hombres >< No sé que pensar ¿Pasó lo que creo que paso? ¿Misaki lo logró? Nu TnT Nowaki, estúpido debería hacer caso a Tsumori, ¡No engañes a tu Waifu(wife), cretino!

    Me encanta que Hiroki comience a presentar iniciativa con respecto a su carrera, y que acuda a Ryu para que lo apoye pero ¿Qu´hay de Ryu?
    Su pasado fue amargo :'(( Pobrecillo, después de tanto dolor se cerró las puertas a todo. ¿qué fue de Kaoru? ¿sigue casado? ;n; Fueron tantas cosas tristes y al final se quedó solito, exitoso pero solo / :
    Necesito saber más, me tienes enganchadisima!

    Espero el próximo capitulo ;DD
    Nos leemos~
     
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  11. noquichinda
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    ahhah cuerno y mas cuernos .. misaki la zorra mañosa minimo ataco.. ahahah me has dejado con las uñas mordidas.. ahhah quiero saber que paso nanananana
     
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  12.     +1   -1
     
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    You're born this way baby You are beautiful in your way cause god makes no mistakes ♥♪Lady Gaga♪♥

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    en mis nubes, escuchando Rock y escribiendo historias de amor trágicas...

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    Te amo mi vida, sos perfecta ♥
    qué decirte? La narración genial, la trama genial. La historia de Ryu, desgarradora, pero le comprendo dentro de todo.
    Simplemente no hay nada que no me guste de esta historia, uff, bueno, si se me ocurre algo más que decirte, te lo comento.
    Simplemente maravilloso y demasiado emocionante.


    Gracias. Te amo.
    ánimos!
     
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  13. Kajika Sama
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    Franselar Sensei

    Saludandola y pasando a comentar cada capitulo

    Tú conciencia

    Sensei en verdad yo amo mucho a la pareja romántica, pero en esta faceta Misaki que cae super mal, en verdad no se da cuenta de lo que hace, bueno sé que su infancia lo ha marcado, pero espero de todo corazón que se reivindique y que acepte el amor que le brinda akihiko.
    Por fin nowaki recapacito y volvió al lado de quienes debe estar, por fin hiroki se siente feliz, lleno y muy pleno, espero que el muy baka de nowaki se tome un mes de vacaciones y borre esas sombras que lo atormentan.

    Tu pretexto

    En este capítulo en verdad me dieron unas ganas de golpear a nowaki, Misaki y akihiko.
    Por kami-sama, cuando pensé que por lo menos la cosas iban a mejorar, se pusieron peor de lo que estaban, hiroki en verdad no se da cuenta de tiene que amarse a sí mismo, y bueno de ahí amar mucho a nowaki, pero parece que la venda está fuertemente amarrada a su ojos, ya quiero ver cuando se caiga.
    Nowaki sí que es un nerdental, entiendo la preocupación, pero no era para ir se le encima a Akihito por dios, en verdad eso iba a terminar muy mal por cualquier lado, que se le viera.
    Y sobre todo el mal momento que le hicieron pasar al pobre de keiichi, no tiene nombre en verdad.
    Al final como siempre el pobre de hiroki regreso a su jaula y estoy segura que pronto abrirá las alas por los consejo de ryu.
    Al Misaki en verdad eres un hijo de yegua porque tú no tiene madre en verdad, tú ya caíste en el averno más profundo, espero que akihiko te pueda salvar, aunque no te lo mereces.

    Tu oportunidad

    Pobre ryu en verdad sí que ha sufrido mucho y sobre todo lo marco la muerte de su hija.
    Pero fue un tonto al no aceptar el amor de kauro, espero que el destino los vuelva a unir y al final tengan dos hijos (niña y niño).
    En verdad sensei espero de todo corazón que nowaki se vaya al mismísimo infierno y ahí se quede en verdad, él no ama a hiroki lo considera un adorno más de su casa.
    Por fin hiroki gracias a la ayuda de ryu por fin va a empezar a abrir sus alas, y estoy segura que él va a brillar más que nowaki.
    La última parte en verdad ha sido muy desgarradora, haya pasado lo que haya pasado en verdad me imagino que es inconfesable, así que debe ser algo tan miserable como los que lo han cometido.

    Espero ver que mas pasara en el fick

    nos leemos :=BIENODOE:
     
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  14. BlackLady713
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    VergÜenza.... eso s lo que el maldito de Nowaki esta sintiendo, desgraciado!!!! :=grrrrs: :=grrrrs: :=grrrrs: :=grrrrs:
    lo mas seguro sq le haya dado paso al mugroso de Misaki, o minimo se lo besuqueo!!! :=WTFf: :=WTFf: :=WTFf: :=WTFf:
    aaarrggh!!!! me da un coraje pensar que asi fue!! cualquiera que haya sido. pero te vas a arrepentir stupido Kusama, te vas a arrepentir :=uuum: :=uuum: :=uuum: :=uuum:

    spero la conty sensei

    LB :=wozardd:
     
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  15. Fransela_r
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    Bueno, poco a poco la historia va tomando forma. Espero les guste el nuevo capitulo, las espero por aqui y un millon de gracias por leer.





    Tu secreto





    Estaba por finalizar su día, unas horas más e iría a buscar a su familia. Se sentía un poco cansado y desanimado. Su paciente estaba muy grave y se sentía culpable. Le agradaba aquel hombre, era amable y siempre estaba sonriente, a pesar de que su enfermedad lo estaba consumiendo lentamente. Le gustaba su historia, cuarenta años de matrimonio y muchas anécdotas que contar. Su esposa era una mujer suave y delicada, que parecía que iba a quebrarse cada vez que él empeoraba.

    Nowaki le estaba dando unas instrucciones a la enfermera, cuando Misaki llegó corriendo a su lado.

    —Kusama sensei, venga, venga rápido.

    Nowaki ya sabía lo que pasaría y aunque lo intentó con todo su empeño. El hombre murió después de veinte minutos de frentica lucha.

    —Hora de la muerte las seis con veinte minutos de la tarde.

    Murmuró Nowaki, sintiendo un enorme peso en su corazón. Le gustaba aquel hombre, le gustaba su vida feliz, le gustaba su fortaleza, el amor con que miraba a su esposa. Ahora tendría que salir y decirle a aquella frágil mujer, que el hombre que amaba había perdido la batalla. Debía destrozar el corazón de aquella hermosa persona, debía, con la voz serena y el rostro inexpresivo, decirle que su mundo se había derrumbado.

    Nowaki sabía que su profesión exigía aquellos sacrificios. No mostrar apego hacia los pacientes era una regla, una manera de proteger su cordura de los crueles escenarios de la vida. Su profesión le permitía salvar vidas, pero perder la batalla contra la muerte, también era una constante en su camino como médico.

    —Kusama sensei. —Le llamó Misaki, mirándolo con inquietud.

    —Por favor Misaki, encárgate de los detalles aquí, tengo que ir a hablar con su esposa.

    Misaki asintió y sus ojos se quedaron fijos en el apuesto médico, que caminaba melancólico y desganado hacia la sala de espera.

    Misaki hizo todos los preparativos para que el paciente fuera llevado a la morgue, luego de que su esposa lo viera por última vez. Nowaki había estado al lado de la llorosa mujer todo el rato. La abrazó con ternura, la confortó hasta que llegaron sus familiares y fue el turno de ellos de confortarla. Cuando todo terminó y el hombre había sido llevado a la morgue, Misaki buscó a Nowaki. Le llevaba una taza de té, pero no lo encontró en su consultorio.

    Comenzaba a preguntarse si el médico se habría marchado, cuando pensó en la sala de descanso, que en aquellos momentos, con el poco personal que trabajaba los domingos, debía estar vacía.

    Nowaki estaba recostado en una de las pequeñas camas. Tenía los ojos cerrados, pero no dormía. Estaba pensando, pensaba en su vida. Perder a aquel paciente le había ocasionado una enorme tristeza. Las lágrimas de aquella mujer lo conmovieron en lo más profundo y entonces pensó en su esposo y en su hijo.

    Le había gustado la historia de aquel hombre, porque se parecía un poco a la suya. Se había enamorado de su esposa desde que eran muy jóvenes, igual que él se enamoró de Hiroki el día en que lo conoció, siendo apenas unos adolescentes. Nowaki se preguntaba si su matrimonio duraría tanto como el de aquel hombre, si Hiroki o él, tendrían que pasar por aquel dolor de que uno de ellos se marchara primero.

    Las cosas habían estado tensas entre ellos, pero él lo amaba. Solo que a veces era difícil compaginar los escenarios de su vida diaria, ser esposo, padre y profesional, era a veces tan complicado como duro. Ahora que había estado alejado de su esposo y desde el día que este le llamara, suplicándole que no dejara de amarlo. Nowaki no había dejado de preguntarse qué había hecho que las cosas se enfriaran entre ellos.

    Analizar su matrimonio no era difícil, tenía una vida que cualquiera soñaría. Dinero no le faltaba, tenía una casa grande y hermosa, tenía una profesión que amaba y lo tenía a él. Tenía a la persona que había deseado desde siempre, el que sabía desde el primer momento, se convertiría en su esposo y seria suyo. Cuando traspasaron, recién casados, el umbral del primero departamento que tuvieron, Nowaki no habría podido sentirse más satisfecho, ni más pleno. Así fue los tres primeros años de su matrimonio. Cuando compraron la casa que ahora habitaban, Hiroki se había desvivido en convertirla en un hermoso hogar, los primeros meses fueron una locura de desenfreno y pasión. Nowaki le había hecho el amor en cada rincón. Se dormían rozando el alba, saciados, exhaustos, plenos. Nowaki no se cansaba de amarlo, de poseerlo, de reafirmar su posesión sobre aquel hermoso tesoro que era su esposo.

    Entonces llegó el embarazo y con él, el desenfreno dio paso a un calmado amor. Nowaki no resintió el embarazo de su esposo, al contrario, Hiroki en aquellos meses se había vuelto más deseable, más perfecto, más hermoso. Fue el despertar a la madurez que conllevó aquel embarazo, lo que lo llevó a mirar pequeños detalles de su vida que no había visto antes.

    Hiroki siempre había sido muy dependiente y eso no le había molestado nunca. Le gustaba que Hiroki dependiera de él, lo hacía sentirse fuerte, útil, amado. Pero no supo por que en aquellos meses, la dependencia de Hiroki se le hizo pesada, agobiante. Quizás fue porque en aquel momento comenzaba a tener más responsabilidades en el hospital. El nuevo director se había fijado en sus habilidades como cirujano, le encomendaban cirugías cada vez más complejas y él, saltaba todos los obstáculos con un asombroso éxito.

    Pero cuando llegaba a su casa, lleno de orgullo por sus logros. Se encontraba a un Hiroki cansado por no haber dormido o con una sonrisa enorme por los movimientos del bebé. Otras veces eran conversaciones sobre los muebles de la habitación de su hijo o de alguna tarea domestica que Nowaki estaba muy cansado para realizar. Los éxitos del médico se quedaban en la entrada de la casa y debía entonces ser Nowaki, el esposo, el futuro padre. Hiroki se interesaba por su trabajo, era cierto, no podía culparlo de desinterés, pero cuando Nowaki trataba de explicarle sobre la increíble y complicada cirugía que había tenido que realizar, lo sentía tensarse, como si temiera preguntar algo incorrecto o decir alguna tontería.

    Después de un tiempo, Nowaki había preferido no hablar sobre su trabajo con su esposo. Nowaki había aprendido, que Hiroki era muy inseguro cuando de él se trataba. Muchas veces había tratado de hacerlo ver que él lo amaba por quien era, que no cambiaría nada de él, pero perdió la batalla en hacerlo entender eso. Hiroki caminaba de puntitas a su alrededor, siempre buscando hacer todo de la manera correcta.

    El día que nació Iseei fue hermoso y muy especial, pero no así los días siguientes, los meses siguientes. Iseei era un bebé y como tal tenía muchas exigencias y ellos muy poca experiencia. No contaban con ayuda, pues los padres de Nowaki ya no estaban para ayudarlos y los de Hiroki estaban fuera del país. Keiichi también estaba lejos de la ciudad y con una hija pequeña y Himeko se dividía entre las dos casas.

    Las peleas habían comenzado cuando Hiroki comenzó a adelgazar rápidamente y a verse cada día más pálido. Nowaki quería contratar a una niñera para que lo ayudara, pero Hiroki se había negado. Estaba decidido a hacerlo todo por sí mismo. Iseei dormía pocas horas en la noche, Hiroki se despertaba continuamente para alimentarlo, para arrullarlo, para tratar de que durmiera. En el día caminaba en la casa como un zombi. El esfuerzo de mantener la casa al día, cuidar al bebé y aparentar que todo estaba bien, lo estaba acabando.

    Nowaki lo encontró una noche, que llegó más tarde que de costumbre, comiendo despacio una taza de cereales. Estaba sentado en el comedor de la cocina. Iseei dormía sobre la mesa en un pequeño moisés. Esa había sido la más grande de todas sus peleas. Nowaki estaba harto de ver a su esposo en aquel estado de agotamiento.

    — ¡Vas a dejar la maldita terquedad y vamos a contratar una niñera! Mírate, pareces un maldito zombi.

    Hiroki lo había mirado con sus ojos muy abiertos por la sorpresa. Más que porque Nowaki le hubiese gritado, fue su observación sobre su aspecto lo que más le dolió. Estaba claro que estaba haciendo un enorme esfuerzo para atender a su bebé lo mejor que podía, dada su falta de experiencia. Pero su esfuerzo más grande era aparentar que podía hacerlo solo. Se arreglaba lo mejor que podía para que Nowaki no notara su agotamiento, siempre trataba de sonreír y de estar animado, para que Nowaki no viera el miedo que tenia de no estar haciendo las cosas bien. Había tratado de mantener la casa en perfecto estado para que Nowaki se sintiera orgulloso de él y finalmente lo que había conseguido es que Nowaki lo gritara comparándolo con un zombie.

    —Tú…Tú eres un maldito imbécil. —Le había gritado entonces, lleno de resentimiento, de dolor. —Mira la hora que es ¿Acaso has estado aquí el tiempo suficiente para ver porque me he convertido en un maldito zombi?

    —Tu sabias que yo tenía guardia hoy en el hospital.

    — ¡No hablo de este maldito día! —Le gritó Hiroki con el rostro desencajado por la ira. —Habló de los seis meses que tiene tu hijo ¿Cúantas horas has pasado aquí Nowaki? ¿Cuántas?

    Nowaki no podía creer que Hiroki le estuviese echando en cara aquello.

    —Tengo meses diciéndote que contratemos una niñera. Tú eres el que por terquedad se ha negado. Ahora no me vengas a reprochar que no hago nada para ayudarte. Tu eres el que se ha empeñado en hacerlo todo solo, estas empeñado en demostrar que puedes y mira el resultado, estas a punto de enfermarte.

    Hiroki sintió su ira extinguirse como la llama de un fosforo, dando paso a una profunda tristeza.

    —Eso es porque soy un inútil ¿Verdad? ¿Es eso lo que me quieres decir? —Murmuró con la mirada apagada, con los hombros caídos, sintiéndose derrotado. Tanto esfuerzo y no había servido de nada, Nowaki seguía viéndolo como un inútil.

    —Deja de malinterpretar todo lo que digo Hiroki, solo estoy preocupado por ti. —Le dijo Nowaki, suspirando con cansancio e intentando armarse de paciencia.

    Iseei, que había despertado con los gritos de sus padres, comenzó a llorar. Hiroki lo sacó del moisés y lo acunó amorosamente, tarareando una suave tonada, mientras lo mecía para que se calmara.

    —Dámelo, ve a la habitación y descansa un rato. Yo lo cuidaré hasta que se duerma. —Le dijo Nowaki, mientras extendía sus brazos para recibir a su hijo.

    Hiroki lo había mirado con ira.

    —Yo puedo atender a mi hijo, al contrario de lo que tú creas de mí.

    Tras aquellas palabras se había marchado despacio y se había encerrado en la habitación del bebé, donde durmió aquella noche y muchas noches después de aquella.

    Nowaki pensó que no habían superado aquella pelea. Pasaron días sin hablarse y cuando Himeko había regresado de casa de Keiichi, las cosas seguían tensas entre ellos. Hiroki había dado el primer paso, muchos días después, al hablarle una noche y como si nada hubiese pasado, las cosas retomaron el rumbo. Pero estaba claro que nada era igual y ahora, dos años después, estaban afrontando las consecuencias de no haber resuelto sus desavenencias en aquel momento.

    Nowaki sintió que la cama se hundía un poco y cuando abrió los ojos, vio que Misaki estaba sentado a su lado, mirándolo con una suave sonrisa.

    —Le traje un té, Kusama sensei.

    Nowaki se sentó en la cama y tomó la taza entre sus manos.

    —Gracias. —Le dijo, sorbiendo el caliente y relajante líquido.

    Misaki lo miró con atención. Su rostro se veía cansado y triste.

    —Hizo todo lo que pudo por él, Kusama sensei. Le dio unos días más con su familia, era hora de que él descansara.

    Misaki le hablaba dulcemente, con su voz suave como una cinta de seda. Era relajante escucharlo o simplemente estaba demasiado casando y abatido y necesitaba aquellas palabras de aliento. Le sonrió al chico y evocó en aquella dulce mirada, el recuerdo de alguien que lo hacía sentirse siempre bien, con una sola mirada.

    Hiroki y Misaki se parecían mucho y también eran muy diferentes. Con Misaki podía hablar de su profesión, el chico era extrovertido y muy seguro de sí mismo. Entusiasta, alegre, competitivo, ávido de conocimientos. Nowaki pensaba que Misaki sería muy difícil de atar a un hogar, a una vida tranquila.

    —Gracias Misaki kun, estuviste muy bien hoy. Vas a ser un gran médico.

    Misaki tomó su mano, mirándolo esta vez con una profunda adoración.

    —Es por usted Nowaki san. Es usted quien me ha inspirado.

    Nowaki apretó la mano con cariño, hasta ese momento no había visto más que agradecimiento en aquel joven. No había notado el descarado coqueteo, hasta que fue demasiado tarde.

    Misaki fue rápido en sus movimientos y sin saber cómo, en un segundo estaba besándolo. Todo en Nowaki se preparó para el rechazo, pero los segundos pasaron y este no llegó. Sus labios se entreabrieron más, aceptando la tibia caricia de los labios de Misaki.

    ¿Era confusión? ¿Era deseo? Nowaki no lo sabía, quizás era parte de lo que le había estado faltando en aquellos meses. Carencias que tenía y que no sabía. Hiroki y él ya no hacían el amor como antes. En aquella tensa tregua de dos años, apenas si se habían tocado contadas veces y los quince días que habían estado en casa de Keiichi, habían hecho el amor, sí, pero no habían resuelto sus problemas. Todo estaba allí, latente y ahora venía aquella tentación, vestido en traje de ángel, con unos incitantes labios que lo estaban volviendo loco. Con unos hermosos ojos verdes que lo miraban con deseo, con admiración, con… ¿Amor?

    Todo fue tan rápido. Nowaki había perdido el sentido bajo el embrujo de aquellos besos.

    —Por favor…por favor no me lo niegues. Hazme el amor Nowaki…hazme el amor. No pienses en nada, solo siente…solo siénteme.

    Nowaki solo escuchaba aquellas palabras susurradas entre gemidos. Misaki lo besaba, lo masturbaba. Lamentablemente no escuchó la voz de su conciencia, solo aquella hipnótica voz. No supo cómo terminaron desnudos sobre las sabanas revueltas de aquella pequeña cama, urgidos por el deseo. Misaki estaba sobre él, su piel tersa y blanca derramando gotas de sudor. Su culo sobre la ingle de Nowaki, con el erecto miembro del médico, hundiéndose en su caliente agujero. Misaki estaba cabalgándolo, con sugestivos movimientos de sus caderas.

    Nowaki lo masturbaba, mientras Misaki se movía cada vez más rápido, más duro. Los gemidos ahogados en susurros. Hasta que el éxtasis los alcanzó. Misaki gimió su liberación derramándose sobre el pecho de Nowaki. El médico lo llenó con su caliente semen unos segundos después y cuando Misaki cayó exhausto sobre su pecho, con el pene de Nowaki aun entre su culo, le dijo con una exultante felicidad.

    —Es aún mejor que como lo soñé.

    ******



    Nowaki le dio un puñetazo a la pared de su estudio, pero no sintió el dolor del golpe, ni se preocupó por si su valiosa mano había sido herida. Solo oía las voces de reproche en su mente. Hiroki estaba en la sala, llamando para pedir comida en el restaurant japonés que tanto les gustaba. Nowaki no sabía cómo mirarlo, no sabía si podría volver a mirarlo alguna vez.

    “¿Qué hice maldición? ¿Qué hice?”

    Se preguntaba con el rostro entre las manos. Aun recordando el rostro de Misaki.

    Cuando Misaki había dicho aquellas palabras, lo había sacado de su embrujo. La realidad lo había alcanzado como un balde de agua helada. Estaba desnudo y había tenido sexo con Misaki. Con Misaki, a quien hasta hace poco no había mirado sino como a un interno más, un estudiante a su cargo.

    ¿Qué había hecho?

    Misaki debió notar su tensión, pues se había parado y se había vestido ante su horrorizada mirada.

    —Misaki yo…yo… lo siento. Esto no debió suceder.

    Nowaki hablaba nerviosamente mientras se vestía. Pero Misaki no parecía molesto, ni nervioso. Cuando estuvieron ambos vestidos, Nowaki lo miró con preocupación.

    —Misaki…

    —No, Nowaki san. No lo eches a perder diciéndome que fue un error. Lo deseabas tanto como yo. Tus palabras pueden decir que no, pero tu cuerpo, tu reacción, la forma en que me hiciste el amor, eso no miente.

    Misaki sonreía con serenidad, pero Nowaki se estaba volviendo loco. Negó con la cabeza, pero Misaki no lo dejó hablar. Puso un dedo en sus labios diciéndole con suavidad.

    —No se preocupe Kusama sensei, esto no va a volver a pasar. Se lo prometo. No volverá a pasar a menos que usted así lo quiera, en cuyo caso, estaré feliz de volver a hacer algo tan perfecto como lo que paso esta noche.

    —No volverá a pasar Misaki. —Le dijo Nowaki, esta vez con aplomo y seriedad. —Lo siento, siento haberte hecho esto.

    Misaki caminó hacia la salida, aun con la sonrisa pegada a su rostro.

    —Yo no lo siento, jamás me arrepentiré. —Le dijo antes de abrir la puerta y marcharse, dejándolo en medio de aquella habitación, con el corazón lleno de culpa.

    El toque a la puerta del estudio lo alertó.

    —Nowaki…ya pedí la comida, llegará pronto.

    —Ya…ya salgo, Hiroki. Estoy viendo unos correos. —Gritó Nowaki, mirando la puerta desvalido. Agradecía de corazón haberla cerrado con llave, no se sentía con fuerzas para mirar a su esposo a los ojos en ese instante.

    Hiroki estaba de pie frente a la puerta, mirándola con aprensión. Había intentado abrirla y se sorprendió al encontrarla cerrada con llave. Nowaki estaba actuando muy extraño y aquello ya era el colmo.

    —Nowaki ¿te pasa algo? ¿Por qué la puerta está cerrada?

    Nowaki se sintió de pronto acorralado, la voz de Hiroki se escuchaba preocupada, pero ¿Qué iba a decirle? ¿Cómo abrir aquella puerta y enfrentarlo después de lo que había hecho?

    —¡¿Qué no puedo tener un poco de privacidad? Estoy ocupado ¿puedes entender eso?!

    Dicen que la mejor defensa es el ataque y Nowaki recurrió muy a su pesar, a aquel método. Necesitaba ordenar sus ideas, necesitaba pensar que hacer, antes de enfrentar a su esposo.

    Hiroki se encogió al escuchar las molestas palabras de su esposo. Miró con tristeza la puerta cerrada, como si ya se hubiese acostumbrado a aquella barrera entre ellos. Caminó despacio al cuarto de su hijo, para bañarlo y acomodarlo para dormir, antes de que la comida llegara.

    Nowaki se hundió en el sofá de su estudio y cerró los ojos con fuerza, deseando que aquello fuera una pesadilla. Estaba cansado, física y mentalmente. Aquello había pasado en un momento suyo de debilidad, en un momento en el que estaba perturbado por la muerte de un ser que había apreciado. Pero eso no era una excusa. Faltó a sus promesas, a sus votos, Hiroki jamás le perdonaría algo así.

    Se sentó de golpe en el mueble, sintiendo que todo en aquella casa lo asfixiaba, sintiendo que cada objeto, cada rincón, cada buen recuerdo, le gritaba enojados reproches. Pero los reproches estaban en su mente, era él quien se gritaba.

    “¿Por qué lo hiciste? ¿Cómo pudiste hacer algo así?”

    Hiroki estaba en la sala, jugando con su hijo, sentados sobre la alfombra. El pequeño traía ya su pijamita puesta y Hiroki esperaba la llegada de la comida, para que comieran todos juntos antes de acostarlo a dormir. Escuchó la puerta del estudio abrirse y sonrió al sentir a Nowaki acercándose, pero su esposo ni siquiera lo miró. Pasó a su lado rápidamente y tomó las llaves de su auto de la mesita donde siempre las dejaba.

    —Tengo que volver al hospital. No me esperes, no volveré esta noche.

    Hiroki se puso de pie rápidamente, pues Nowaki casi había corrido a la salida.

    —Nowaki…Nowaki ¿qué pasa? ¿Por qué tienes que volver al hospital? Nowaki…

    Hiroki lo había seguido, le llamó a gritos. Nowaki se encerró en el auto y entre la prisa de largarse, no lograba meter la llave. Hiroki golpeaba con frustración la ventana del copiloto. Increpándolo.

    —Nowaki ¿Qué demonios te pasa? Mirame Nowaki… Nowaki…

    El estruendo de algo al quebrarse, hizo que Hiroki se pusiera lívido y corriera al interior de la casa. En su desesperación por saber qué demonios le pasaba a su esposo, había dejado a su hijo solo en la alfombra. En los segundos que le tomó llegar a la sala, sintió que había envejecido mil años, tantas cosas espantosas podrían haber pasado y él solo rogaba porque su pequeño bebé estuviera bien.

    Hiroki llegó con Nowaki casi pisándole los talones. Iseei estaba en medio de la alfombra, llorando desconsoladamente. Una repisa de la biblioteca había cedido con sus esfuerzos por tomar los pequeños objetos que había en ella. Alguno de los objetos debió golpear su cabecita, causándole una herida que sangraba profusamente. Hiroki lo tomó en sus brazos, hablándole dulcemente, con los ojos desorbitados por el terror y la angustia.

    Nowaki los subió al auto y agradeció de todo corazón que no hubiese sido la repisa la que golpeara a su hijo, de haber sido así, ahora no estarían angustiados por verlo herido, lo estarían llorando por estar muerto. Hiroki estaba en estado de shock, su mirada estaba perdida en el rostro ensangrentado de su hijito, su voz rota y dolida le hablaba con suavidad, con ternura. Sus labios besaban la frentecita llena de sangre y lo mecía con ternura.

    Cuando llegaron al hospital, Nowaki bajó corriendo del auto, ayudando a su esposo a bajar. Hiroki tenía a su hijo apretado a su pecho. Iseei había dejado de llorar y miraba a su mami con atención, cuando este le hablaba amorosamente. Cuando el pediatra llegó. Nowaki tuvo que hacer un gran esfuerzo, para tratar de quitarle al bebé de los brazos a su esposo. Hiroki no quería dejarlo ir, tenía un miedo enorme, lo quería seguro en sus brazos, como siempre debió estar.

    —Mi amor, el médico tiene que ver a Iseei, déjaselo un momento para que lo revise.

    Hiroki lo escuchaba lejos, entre la bruma de su horror. No podía, no podía dejarlo ir. Sorprendentemente no fue Nowaki, quien logró que Hiroki dejara que revisaran a su hijo.

    Tsumori había corrido a la emergencia, nada más escuchar a las enfermeras hablar del incidente. Cuando vio el rostro pálido de Hiroki, sintió un dejo de dolor. Le sonrió a Nowaki con amabilidad y se arrodilló frente a Hiroki.

    —Hiroki san. Déjame ver a Iseei, no lo voy a quitar de tus brazos, solo quiero ver cómo está su herida.

    Hiroki fijó sus ojos en el médico. En aquel momento no lo vio como el pedante y odioso hombre que tanto detestaba, pues Tsumori lo miraba con una increíble ternura. Aflojó un poco los brazos y despejó la carita de su hijo, quitando el cabello manchado de sangre. Tsumori le sonrió y luego le hizo algunas muecas graciosas a Iseei, mientras revisaba la herida.

    —Mírate, pareces un mapache. — Le decía sonriéndole, pues el pequeño tenía su carita manchada de sangre. —No me digas, andabas por allí curioseando ¿verdad? Eres un chico listo y tendrás una herida de guerra, para presumirles a tus novias cuando seas grande.

    Hiroki, que hasta ese momento no había llorado, sintió el calor de las lágrimas corriendo por sus mejillas. Iseei estaba sonriendo, mientras Tsumori le hacía muecas y revisaba la pequeña herida.

    Tsumori miró a Hiroki con serenidad.

    —Es una herida pequeña, solo serán dos puntos. La cabeza es escandalosa cuando de sangrar se trata. De todas formas le haré una tomografía, para estar seguro que todo está bien en esa cabecita dura ¿estás de acuerdo?

    Hiroki apenas pudo asentir.

    —¿Pu…puedo estar con él? —Preguntó haciendo acopio de toda su fuerza, para no desmoronarse.

    Tsumori lo ayudó a levantarse.

    —Claro que sí. Así él estará más calmado mientras le hago la sutura.

    Hiroki siguió a la enfermera que lo llevaba a un cubículo, sin mirar a ninguna parte, solo concentrado en su hijo. Nowaki hizo el ademan de seguirlo, pero Tsumori era muy perceptivo, sintió nada más llegar, la tensión entre aquellos dos. Quería a Hiroki calmado, para que el bebé también estuviera bien.

    —Tú no, quédate aquí. Ya vendré a buscarte cuando pongamos a Iseei en una habitación. Lo más seguro es que tenga que quedarse esta noche.

    Nowaki apretó los dientes con frustración. Quería estar con su familia, pero Tsumori era muy capaz de no dejarlo entrar y no quería iniciar un escándalo. Se sentó a esperar como cualquier paciente, poniendo su mente en blanco para no pensar en el caos que él mismo había causado.

    Tsumori trabajó rápidamente. Iseei apenas lloró cuando le hicieron los puntos. Hiroki, más relajado, dejó que la enfermera se lo llevara para hacerle la tomografía.

    —Toma esto, te hará bien. —Le dijo Tsumori, sentándose a su lado, mientras veían por el cristal, como la chica jugaba con Iseei, mientras lo metía en la enorme máquina.

    Hiroki sorbió despacio el caliente té y se permitió un segundo para mirar a Tsumori.

    —Gracias. —Le dijo suavemente.

    —No siempre soy un cretino. —Le respondió Tsumori sonriéndole.

    Hiroki esbozó una tenue sonrisa y volvió su mirada hacia su pequeño.

    Cuando ya estaban instalados en una habitación. Hiroki miraba con amor, a su bebé dormido. Tsumori le había prestado una de sus camisas, para que se cambiara la que llevaba llena de sangre. Ya no había rastros físicos de lo que había ocurrido, pero las huellas en su corazón estarían por siempre. Se había descuidado, él, que siempre había sido tan cuidadoso con Iseei, se había descuidado y por ese motivo casi lo pierde. Aquello podría haber sido una tragedia y todo por qué.

    ¿Qué esperaba para abrir los ojos?

    Hiroki pensó en la escena que había montado, corriendo tras Nowaki, suplicando una explicación ¿Que tan patético podría ser? Debía poner su vida en perspectiva, tenía que madurar. Tenía que de una buena vez dejar su dependencia hacia Nowaki. Era hora de crecer.

    Nowaki entró a la habitación y Hiroki ni siquiera hizo el intento de mirarlo ¿para qué? De todas formas, aunque lo mirara, ya no estaba allí la persona que él había amado. Era como si ahora fueran dos extraños que vivían juntos, pero que no se conocían.

    —Tsumori dice que la tomografía salió perfecta. Iseei no tiene nada, solo fue el golpe.

    Hiroki asintió sin mirarle y siguió acariciando la pequeña manita de su hijo. Nowaki suspiró y se sentó al otro lado de la cama, acariciando la carita de Iseei.

    —Sé que lo he dicho mucho en estos días Hiroki, pero lo siento, siento lo que pasó esta noche.

    Hiroki no lo miró, suspiró y recostó la cabeza de la cama, cerrando los ojos con pesadez.

    —Vete Nowaki, ve a casa. Mañana me puedes traer algo de ropa y también para Iseei.

    Las palabras de Hiroki eran frías, apenas unos murmullos. Nowaki se sorprendió al no sentir la nota amorosa que siempre había en aquella voz. Habría querido protestar, decirle que quería quedarse, pero la verdad es que él tampoco quería quedarse. Todo aquello era su culpa y aunque Hiroki no se lo dijera, sabía que estaba resentido con él.

    Besó las mejillas de su hijo y se acercó hasta Hiroki, cuando hizo el ademan de abrazarlo, este se apartó, encogiéndose más en la incómoda silla donde estaba sentado. Hiroki no quería que Nowaki lo tocara, en aquel momento, lo menos que deseaba era su contacto. Nowaki suspiró y se marchó silencioso, tenía tanto que pensar, que estaba seguro que esa noche no dormiría.

    Hiroki no durmió nada en toda la noche. Cuando despuntó la mañana, Tsumori entró a ver a su paciente. Hiroki sonrió con alivio cuando este le dijo que su pequeño hijo estaba bien y podía marcharse. En la noche había hecho todos los arreglos. De cierta forma se sentía aliviado de poder tomar por primera vez, las riendas de su vida.

    Nowaki tampoco había dormido, entre las paredes de su casa se sentía aún más culpable. Pero la noche en vela le había servido para tomar decisiones, para mirarse internamente y analizar los errores que había cometido. Su matrimonio era importante para él, Hiroki era su amor y su pequeño hijo, su más preciado tesoro. Por primera vez entendió que con su actitud los estaba perdiendo. Que había tenido sus prioridades mal enfocadas, que su primera y única prioridad era su familia. Eran ellos los que le daban las mayores satisfacciones. Eran ellos los que lo hacían sentirse feliz, pleno, orgulloso de sí mismo.

    Lamentablemente para Nowaki, abrió los ojos demasiado tarde y cuando llegó aquella mañana no lo esperaba una buena noticia. La primera señal de que algo andaba mal fue la presencia de Ryu en la habitación, donde ya su hijo, despierto, jugaba y reía con su mami.

    El gruñido de Ryu le dio la bienvenida.

    —Ufff, me voy a tomar un café, Hiroki, el ambiente de pronto su puso pesado. Avísame cuando estés listo.

    Ryu le pasó por un lado a Nowaki, mirándolo sin ocultar su desdén.

    —Pa…pá. —Llamó Iseei a Nowaki.

    —Hola mi príncipe ¿Cómo estás hoy? Dormiste bien. —Le dijo Nowaki a su hijo, mientras lo cargaba y lo llenaba de besos.

    Issei señaló la herida en su frente, diciéndole con un adorable puchero.

    —Duele…mamá soba.

    —¿Tu mami te sobó? ya verás que pronto se te quita el dolor. Mamá tiene poderes mágicos.

    Iseei rio con los besitos de su papá, pero ni aquella hermosa escena, quebró la determinación que llenaba a Hiroki esa mañana. Nowaki lo miró esbozando una suave sonrisa.

    —Te ves casando. —Le dijo con dulzura. —Cuando lleguemos a casa, iras directo a acostarte, yo pedí el día para quedarme a ayudarte con Iseei.

    Hiroki miró a su hijo y le sonrió cuando este le tiró los bracitos para que lo cargara. Después de darle un beso, se armó de valor para mirar a Nowaki directamente a los ojos.

    —No hacía falta que hicieras eso. No voy a volver a la casa, por lo menos no, hasta que tú te hayas ido.

    Nowaki lo miró con sorpresa. Hiroki continuó impasible.

    —Ryu vino a buscarme, me quedaré unos días con él, mientras tú recoges tus cosas. Haruhiko san, traerá a Hime san esta tarde, para que me ayude con Issei.

    Nowaki se acercó a él, mirándolo con preocupación.

    —No estoy entendiendo nada de lo que me estás diciendo ¿me quieres explicar que te pasa? ¿De qué demonios estás hablando?

    Hiroki no perdió en ningún momento su entereza, ayudado quizás por los acontecimientos de la noche anterior.

    —Me cansé Nowaki, eso pasa. Quiero que nos separemos. Necesitamos un tiempo para pensar si nuestro matrimonio debe seguir adelante. Puesto que casi no pasas tiempo en la casa, me pareció lo más lógico que yo me quede en ella. Tu puedes buscar un departamento cerca del hospital, de todas formas es aquí donde prácticamente vives.

    Hiroki sintió la puerta abrirse y vio a Ryu entrar. Le sonrió y a pesar de que el abogado vestía un fino traje de diseño, extendió los brazos para tomar Iseei.

    —Te espero en el auto. —Le dijo sonriente y salió de la habitación, dejándolos solos.

    —No me puedes hacer esto, Hiroki. — Le dijo Nowaki con dolor.

    Hiroki no se conmovió, ni siquiera sintió pena, en aquel momento se sentía ajeno a sí mismo. Como si no fuera él, quien estuviera allí.

    —Yo no te lo estoy haciendo Nowaki, te lo hiciste tú mismo. Yo llevo abandonado dos años. Era hora de que abriera los ojos a la realidad. Nunca nos recuperamos de aquella discusión y a pesar de que yo di el primer paso, jamás lo hablamos. Necesitamos tiempo separados Nowaki, necesitamos plantearnos si podemos seguir adelante. Nuestro matrimonio está muriendo y cada vez parece más lejano el poder salvarlo.

    Nowaki lo tomó por los hombros, mirándolo con vehemencia.

    — ¡Yo te amo! —Le gritó desesperado.

    Hiroki lo miró como si frente a él, estuviera un extraño.

    —Yo…ya no sé lo que siento por ti.

    A Nowaki le dolieron aquellas palabras. Le dolieron como nada. Hiroki se soltó de su agarre y caminó hacia la puerta.

    —Por favor, haz esto por nosotros, danos el espacio que ambos necesitamos. Puedes ir a ver a Issei cuando quieras y… cuando estemos preparados volveremos a hablar.

    — ¿Cuándo será eso? —Le preguntó Nowaki con un nudo en la garganta.

    Hiroki negó con la cabeza sin mirarlo.

    Abrió la puerta y antes de marcharse le dijo con suavidad.

    —No sé Nowaki… no lo sé. Ahora solo sé que necesito tiempo. Anoche estuve a punto de perder a mi hijo por correr detrás de ti. Estoy cansado de correr detrás de ti…Siento que jamás podré alcanzarte.

    Nowaki se quedó en blanco tras aquellas palabras, tuvo que dejarlo ir ¿Qué podía decirle para retenerlo?

    No le quedaba más que apartarse, solo que eso quizás lo haría perderlo y esta vez seria para siempre.
     
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