Tu indiferencia Actualizado FINAL

¿Será infidelidad, si ya en tu corazón no hay más amor para esa persona que crees traicionar?

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  1. Fransela_r
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    Wiiii regrese rapidito, espero les guste. Besos.


    Mientras trato de olvidar tú…




    ******




    Sintiéndose valiente, como tenia años sin sentirse, Ryu colocó sus manos en las caderas de Kaoru y lo acercó. El médico colocó sus brazos en el cuello de Kaoru y levantó el rostro, entonces su boca estaba en la de Isaka, húmeda y caliente y sus lenguas se curvaban juntas en una dulce danza.

    Kaoru deslizó ambas manos hacia abajo y acunó el redondo y firme trasero de Isaka entre sus palmas. Ryu gimió, bajo y dulce, sus manos se aferraron al cabello de Kaoru, y su cuerpo luchaba contra la necesidad imperiosa de correrse.

    ―Deja de jugar y jodeme, Kaoru ― murmuró Ryu entre los besos de Kaoru.

    Las rodillas de Ryu se debilitaban, su piel estaba húmeda de sudor, su corazón palpitaba desenfrenado.

    ―Pero…pero tu… Ryu no te hice venir para…para...— Kaoru balbuceaba intentado ordenar sus ideas. Estaba igual de excitado, deseaba volver a tenerlo, como hace mucho no lo hacía.

    ―Deja de balbucear y hazlo maldita sea. No hables…no… no lo eches a perder. —Ryu jadeaba y gemía entre los besos de Kaoru, sintiendo como el medico metía las manos entre su pantalón y masajeaba la piel desnuda de sus nalgas.

    Ciertamente aquello no debía estar pasando, pero a Ryu en aquel momento no le importaba, asumiría las consecuencias después, cuando despertara de aquel sueño.


    Cuando Kaoru bajó los brazos y lo tomó en ellos llevándolo a la habitación, Ryu sintió su corazón palpitar con más fuerza. En algún momento, en el camino, se dio cuenta que ya no tenía regreso. Sus pantalones y su camisa desaparecieron apenas tocó la cama. Kaoru lo despojó frenético de su ropa y ahora estaban desnudos y deseosos. No le molestaba. De alguna forma no le molestaba lo que estaba ocurriendo, supuso que era algo que tarde o temprano iba a ocurrir.


    Kaoru deslizó ambos brazos alrededor de la cintura de Ryu y lo besó de nuevo. Mordió el labio inferior de Ryu y se apartó mirándolo con excitación.


    ―No voy a dar marcha atrás. —Le dijo con una voz ronca velada por el deseo.

    La respuesta de Ryu fue pasar las palmas de sus manos por el plano abdomen de Kaoru, hasta llegar a su erecto miembro. ―No lo hagas.


    Kaoru le dio una larga y evaluadora mirada que derritió el interior de Ryu. Sabía que Kaoru le estaba dando tiempo para arrepentirse, pero él no lo necesitaba. Quería aquello, quería lo que estaba pasando. Lo había querido todo el tiempo que tenían separados.

    Ryu abrió sus piernas con descarada suavidad. Viendo fijamente a Kaoru, la esquina de su boca levantada con una suave sonrisa en clara invitación. El calor subía entre las piernas de Kaoru. Se inclinó y plantó un tierno beso en los labios húmedos de Ryu. Otro detrás de su oreja. Dejando un rastro de besos desde su cuello hasta su pecho. La piel se sentía caliente y sedosa entre los labios de Kaoru.

    Cuando Kaoru recorrió los pezones de Ryu con su lengua, probó el sudor salado y con un débil sabor a dulce. Gruñendo hundió sus dientes en el duro pezón. Ryu se arqueó y siseó. ―Kaoru. Por favor.


    Había una deliciosa necesidad en la voz de Ryu, que Kaoru encontró increíblemente sexy. Tomó una botella de aceite, que descansaba en la mesita de noche y vertió una generosa cantidad en su palma.

    Kaoru ya se imaginaba enterrado profundamente dentro de Ryu y aquella anticipación lo estaba enloqueciendo. Tomó la base de su pene lubricándolo suavemente. Soltando su pene, Kaoru masajeó las nalgas de Ryu y las abrió, esparciendo el aceite sobre el pequeño círculo de su culo.

    Ryu movió las caderas sugestivamente, empujándose hacia el dedo que circundaba su entrada. Gimió cuando Kaoru lo complació penetrándolo con dos dedos y haciéndolos circular en el interior del ajustado agujero.


    Kaoru quería oír más de aquellos deliciosos gemidos. Con eso en mente, introdujo un tercer dedo y presionó lentamente, suavemente, pasando por el anillo de músculos y entrando completamente en el culo de Ryu. Este jadeó. Su columna se arqueó, sus dedos se encajaron en las blancas sabanas.

    ―Oh, si ―Murmuró entre dientes.

    ― ¿Me sientes? ¿Quieres más? —Preguntó Kaoru, penetrándolo con sus dedos mientras mordisqueaba sus pezones.


    ―Si.― Murmuró Ryu sin aliento, retorciéndose de placer.


    Kaoru empujó cuidadosamente sus dedos dentro y fuera, dentro y fuera. Encontró la próstata de Ryu en uno de aquellos movimientos, sonriendo cuando Ryu se retorció en un grito agónico y cayó sin fuerzas sobre las sabanas.

    ―Sí, así me gusta Ryu, que disfrutes, que desees más.

    ―Mmmm, oooooh, maldición…siiii. ―Ryu se aferraba al respaldo de la cama, gimiendo y murmurando palabras inentendibles. Los músculos de su espalda rígidos y tensos, su piel brillaba.

    —Haz… Hazlo de una maldita vez. —Rogó entre gemidos.

    Kaoru agregó un cuarto dedo dentro del culo de Ryu, que lo hiso gritar tan fuerte como para causar un profundo eco en la habitación. El agujero de Ryu se aferraba a los dedos de Kaoru tan duro, que el médico podía sentir el pulso en la punta de sus dedos.

    Ryu se mordía el labio y trataba de controlar los gritos y los gemidos que salían de su boca. Kaoru sintió como el agujero de Ryu se abrió para recibirle. Su pene estaba grueso y rígido sobre su abdomen. Incluso en la penumbra de la habitación, Kaoru pudo ver el rubor de deseo colorear las mejillas de Ryu.


    Él también lo deseaba, sacó los dedos provocando un gemido de protesta en su amante, que lo hizo sonreír. Tomó el aceite, lubricó su pene, lo dirigió hacia el pequeño espacio que lo invitaba entre las nalgas de Ryu y se enterró profundamente con un solo empujón.

    Era increíble, después de tanto tiempo y aún se sentía como la primera vez. Ryu cerró los ojos con fuerza, aguantando la emoción. Kaoru agarró las caderas de Ryu y comenzó a moverse siguiendo un suave compas. El culo de Ryu se apretaba a su alrededor y él pensó que quizás estaba muerto y había llegado al cielo.

    Ryu apoyó sus pies en el pecho de Kaoru, haciendo la penetración más profunda. ―Más… más duro. — Rogó en un gemido.

    ―Como tú desees, mi amor.

    Aquella palabra habría aplacado la lujuria de Ryu, de no ser porque Kaoru comenzó a moverse a un ritmo vertiginoso, haciendo que Ryu perdiera el sentido de la realidad. Ryu casi se salía de la cama, azotado por los poderosos empujones de Kaoru. Su cuerpo se estremeció y gimió hasta que su voz perdió la tersura, mientras detrás de sus ojos cerrados solo podía ver estrellas.


    Ryu dejó escapar un tembloroso medio sollozo. Cuando Kaoru tomó su pene, masturbándolo al ritmo de sus embestidas.

    ―Kaoru…cielos…

    Él estaba acercándose. Todo su cuerpo se lo gritaba, el tibio hilo de fuego que subió por sus pies se iba transformando en una fabulosa llamarada, destinada a estallar en su ingle. Kaoru también podía sentirlo. El movimiento en ondas en el interior de Ryu, lo envió casi al orgasmo.

    Puso más empeño en el pene de Ryu y comenzó a jalarlo más duro y rápido, como el frenético ritmo de sus empujes.

    ―Vamos, amor. Córrete.

    Los ojos de Ryu se abrieron. Pero ya era tarde para protestar. El incendio se había desatado en su interior. Se miraron intensamente por un interminable segundo, entonces Ryu cerró los ojos, arqueó la espalda y gritó mientras se corría violentamente sobre su abdomen y la mano de Kaoru. Su culo apretó el pene de Kaoru, este se corrió gimiendo roncamente y todo su cuerpo se estremeció.

    Kaoru se derrumbó sobre Ryu, lo jaló a un profundo beso y Ryu no pudo más que perderse en el sabor de la boca de su amante, cansado, exhausto, saciado y seguro de que, aquello no sería el final.

    Tal como Ryu lo predijo, Kaoru lo mantuvo cautivo del deseo todo el fin de semana, donde apenas tuvieron tiempo de pensar entre cada intimo encuentro, que pareció resarcirlos del tiempo que tenían sin tocarse.


    *****



    Cuando Ryu cruzó las puertas de su departamento el domingo en la noche, ni siquiera alcanzó a llegar a la sala. Se dejó caer en el pasillo de la entrada y apoyó su rostro en sus rodillas. Todo su cuerpo temblaba y lágrimas amargas colmaban sus mejillas.

    —Que hice…que hice…—Murmuró una y mil veces.

    Se suponía que solo había aceptado aquel encuentro por Hiroki. Kaoru lo había llamado para preguntarle por su amigo. Le había estado esperando desde que Ryu le había llamado para pedirle que lo atendiera. Ryu tampoco había podido localizar a Hiroki ese viernes y aceptó reunirse con Kaoru en un restaurant, que estaba en un lujoso hotel de la ciudad. Hasta ese momento, no sabía que lo había motivado a aceptar aquella invitación.

    Ryu debió saber que todo terminaría así. Siempre que se encontraban, cada vez que se veían, no podían evitar que lo que había existido entre ellos los envolviera. Sin darse cuenta, en un momento habían estado compartiendo una cena, en medio de una conversación superflua y un poco tensa y al siguiente estaban besándose como dos adolescentes hormonales y desenfrenados en el interior de una de las enormes suites del hotel.

    ¿Qué había pasado? o ¿por qué había permitido que todo aquello ocurriera? Eran preguntas para las que Ryu no tenía respuestas. Aun en aquel momento, Ryu sentía que lo envolvía una especie de bruma. Quizás era el aroma de Kaoru que aún perduraba en su piel o las huellas de sus manos que aún podía sentir recorriéndolo.

    Lo cierto era que no podría olvidar aquel encuentro. Toda su piel evidenciaba las marcas de lo ocurrido. Magulladuras adornaban su torso, sus nalgas, el interior de sus muslos y hasta su cuello. Todos los sitios donde Kaoru lo lamió, lo mordió y lo chupó como si de alguna forma, quisiera comérselo. Ryu sonrió amargado, porque a pesar de su reticencia, él lo disfrutó. Su culo aún estaba expandido, adolorido y húmedo, esperando deseoso otro encuentro, porque él lo había permitido. Por qué él así lo había querido.

    Kaoru le había dado muchas oportunidades para huir, Ryu sabía con certeza que si él lo hubiese deseado, Kaoru lo habría dejado ir, sin poner objeciones. Pero no lo hizo y ahora estaba allí, adolorido en cuerpo y alma, lamentándose de algo que había sido solo su culpa.

    Sollozó tristemente y se dejó caer por completo en el desnudo suelo, ocultado su rostro entre sus manos. Recordó el rostro de Kaoru, su suplica para que no se marchara. Su mirada triste cuando él se negó a quedarse, a escucharle, poniendo las mismas excusas de siempre. Lloró abiertamente cuando recordó sus últimas palabras.

    —Siempre te esperaré. Tú lo sabes Ryu. Siempre te amaré.

    ¿Por qué Kaoru lo hacía sufrir de aquella manera? y ¿Qué pasaba con su matrimonio? ¿Acaso lo quería como su amante?

    Ryu estaba confundido, cansado y muy dolido. La debilidad le ganó al dolor y poco a poco se fue quedando dormido, mientras pensaba en lo que no podía tener. Porque Kaoru no era suyo, no era libre y aunque lo fuera, su corazón jamás lo aceptaría de nuevo. No podía perdonarse por lo ocurrido con su hija. Sentía que le debía algo a Kaoru, sentía que se lo debía a ella y esa deuda debía pagarla con esa infelicidad, esa amargura que lo envolvería siempre.


    ******



    Kaoru entró a su departamento y tiró las llaves sobre una mesita. Estaba exhausto, física y emocionalmente. Ryu le quitaba mucha energía y en medio del sexo que era el único terreno donde parecían entenderse, él trataba de hacerle llegar sus sentimientos, sin conseguir que Ryu los entendiera.

    Se recostó de una pared, restregando sus ojos con cansancio. No le quedaba más que seguir esperando, aunque a veces lo que deseaba era secuestrarlo, llevárselo muy lejos y encerrarlo hasta que entrara en razón. Ryu ya no podía decir que no lo quería, sus gestos, su cuerpo, sus emociones, decían más que sus palabras. Aquel fin de semana hubiese sido perfecto si Ryu hubiese decidido por fin, darse una oportunidad. Pero, Ryu estaba cerrado, se negaba a ser feliz y con ello, lo arrastraba a él a ese amasijo de emociones turbulentas que los rodeaban.

    Kaoru suspiró y fue a la cocina a prepararse un té. Entonces reparó en que su casa estaba muy silenciosa.

    —Ishi. —Llamó desde la cocina y al no recibir respuesta, caminó hasta la habitación de su hermano.

    Estaba vacía y al revisar toda la casa, comprobó que ciertamente su hermano no estaba.

    ¿A dónde podría haber ido?

    Se habría preocupado de no ser porque un mensaje titilaba en el contestador de la sala.

    —Kaoru…estoy en casa…digo en casa de Kyo…Yo…estoy bien Kaoru. Te llamaré el lunes para explicarte. Espero que te haya ido bien y que por fin tengas a tu amor contigo. Yo por mi parte estoy cruzando los dedos, deséame suerte, hermano mayor.

    Tal parecía que su hermanito había encontrado la forma de conquistar de nuevo el corazón amado. Kaoru se alegró por eso. Preguntándose ¿Cómo lo habría logrado.

    ******



    El primer signo de que algo andaba mal, lo sintió al comenzar la madrugada. Era un malestar que recorría todo su cuerpo. A punto estuvo de llamar a su hermano, pero lo pensó mejor. Kaoru ya había hecho tanto por él y no quería importunarlo en la que esperaba fuera la reconciliación con la persona que Kaoru había amado siempre.

    Se metió bajo la ducha y con agua tibia trató de relajar su cuerpo. Su vientre de casi siete meses le pesaba un poco. Pero él amaba sentir ese peso, sabiendo que su bebé crecía allí, sano y seguro. Lo acarició, enjabonándolo con un suave masaje, podía sentir el vientre tenso y lo que más le preocupaba es que su hijo tenía unas horas sin moverse.

    Cuando salió del baño recordó los consejos de Kaoru, se sentó en la cama y comenzó a acariciarse el vientre.

    —Buenos días cariño ¿tienes hambre? Son las seis de la mañana, pero podemos comer algo de frutas mientras esperamos que se haga más tarde.

    Suspiró un poco aliviado, cuando sintió un ligero movimiento en su interior. Las lágrimas colmaron sus ojos. Se sentía tan solo ¿Qué haría si Kaoru se reconciliaba con su novio? No podía quedarse a vivir con su hermano y pensar en vivir él solo con su bebé, lo aterraba.

    Limpió sus lágrimas, tratando de esbozar una sonrisa. Tenía que ser valiente, se había metido en aquel lio y debía enfrentarlo con valor.

    —Estás llorando porque estás hormonal. Estás en la semana veintisiete de tu embarazo y es normal sentirse emotivo.

    Se repitió con confianza las palabras que le decía Kaoru cada vez que lo veía lloroso o afligido. Se puso de pie y caminó a la cocina para buscar algo de comer. Kaoru se había asegurado de dejarle mucha comida preparada, el médico no sabía si su plan iba a funcionar, pero había querido estar preparado para no dejar a su hermanito descuidado.

    A medio camino sintió que sus piernas cedían ante un dolor que le quitó el aliento. Se arrodilló en el suelo respirando con agitación, mientras trataba de contener el miedo. El dolor se fue tan rápido como había llegado. Ishi se quedó sentado en el suelo, esperando con aprensión a ver si volvía. Unos minutos después, confiado en que podría hacerlo, se puso de pie y caminó hasta su dormitorio.

    Se vistió despacio, poniendo cuidado en no hacer mucho esfuerzo. Llamaría un taxi y se iría él solo al hospital, no tenía por qué molestar a Kaoru, él podía hacerlo, podía con aquello, solo. Pero el miedo se apoderó de él, cuando sintió un ligero mareo acompañado por unas molestas nauseas. Llorando tomó el teléfono y comenzó a marcar, no había terminado de poner el número del celular de Kaoru, cuando con frustración lanzó el teléfono a la cama.

    “No puedo, no puedo llamar a Kaoru. Sino regresó es porque está bien, es porque las cosas le salieron bien con su novio”

    Ishi se recostó en la cama, respirando profundamente para calmarse. Tomó el teléfono de nuevo y marcó resueltamente. Cuando consiguió que le contestaran, gritó con frustración, sollozando quedamente.

    — TU…TU, IDIOTA. YO NO ME HICE ESTE BEBÉ SOLO. TÚ TAMBIÉN COLABORASTE. ASÍ QUE HAZTE RESPONSABLE.

    Ijuuin se había sorprendido al escuchar su teléfono sonar tan temprano, pero su sorpresa fue mayor al ver quien le llamaba. Pensó que algo malo debía ocurrir para que le llamaran a esas horas. Por un momento pensó en no contestar, después de todo, él le había dicho a Kaoru que no le llamaría más para preguntar por Ishi y además estaba cansado de los sermones de su ex cuñado. Finalmente respondió y su enfado inicial al escuchar los gritos de Ishi, se transformó en preocupación al oír su llanto.

    Con paciencia, trató de que le dijera lo que estaba ocurriendo.

    —Ishi, por favor deja de llorar y dime que está pasando. — Su voz sonaba suave, con un ligero toque de preocupación. Lo que hizo que finalmente Ishi le respondiera entre sollozos.

    —Creo…creo que…que tengo…contracciones.

    Ijuuin suspiró, cubriendo sus ojos con impotencia.

    — ¿Dónde está Kaoru? ¿Por qué no está contigo? ¿Por qué no te ha llevado al hospital?

    El tono despectivo que usó Ijuuin, sacó de quicio a Ishi.

    —MI HERMANO NO ESTÁ AQUÍ. Y ÉL NO ES EL PAPÁ DE MI BEBÉ. ERES TÚ, IDIOTA. TU ERES EL QUE DEBERIA ESTAR AQUÍ. TU ERES EL QUE DEBERIA LLEVARME AL…AYYY…

    En medio de los gritos, Ishi sintió que su barriga volvía a tensarse, el dolor volvió, aunque con menos intensidad.

    —Voy para allá, Ishi. Voy para allá, estaré allí en unos minutos —Espetó Ijuuin con angustia, cuando lo escuchó quejarse por el dolor.

    No fueron más de diez minutos los que tardó Ijuuin en llegar. Ishi se había trasladado a la sala cuando el dolor cedió. Se había recostado en el sofá, esperando que Ijuuin llegara.

    El profesor usó la llave de emergencia que tenía desde que él e Ishi eran novios y entró a la casa, llamándolo a gritos.

    —Estoy aquí. —Murmuró Ishi con cansancio, el dolor no había vuelto a aparecer, pero se sentía mareado, aletargado y somnoliento.

    Ijuuin se arrodilló frente al mueble, tocando su frente con ternura.

    — ¿Aún te duele? —Preguntó preocupado.

    Ishi negó con la cabeza. Suspirando cansadamente intentó sentarse, lográndolo con la ayuda de su esposo.

    —Estoy…mareado. —Susurró, cerrando los ojos para contener el mareo.

    —Vamos. —Dijo Ijuuin con rapidez, tomándolo en brazos y saliendo casi en carrera del departamento. —Te llevaré al hospital.

    En la clínica donde le indicó Ishi que lo llevara, los atendieron rápidamente. Un doctor de mediana edad, muy amable, que era mentor de Kaoru, fue el encargado de atender a Ishi. Ijuuin tuvo que esperar casi una hora en la sala de espera, mientras el hombre revisaba a Ishi. Cuando finalmente salió, Ijuuin lo abordó con impaciencia.

    —Doctor ¿Cómo está Ishi?

    El médico le respondió con una sonrisa bonachona.

    —Están bien, ambos. En efecto fueron contracciones lo que sintió, pero son normales a esta altura del embarazo. Lo estaremos monitoreando a ver si se repiten, pero no creo que suceda. El problema de Ishi kun es que está muy nervioso y estresado, eso no le hace nada bien a su embarazo. Estos eventos que son normales, son para él, en su estado de agitación, motivos de mucha preocupación. Le puse un calmante y lo tengo en mi consultorio para hacerle una ecografía ¿quiere usted venir a ver? Estoy seguro que le hará bien tenerlo a su lado. Ishi es un muchacho muy dulce y muy emotivo, necesita de su apoyo en este momento.

    ¿Cómo negarse? El médico estaba siendo bastante conciso a pesar de la suavidad de sus palabras. Y ¿acaso no era él culpable del estado de Ishi?

    Ishi estaba sentado en una camilla, con sus pies desnudos y una bata verde cubriéndolo. Acariciaba su barriga con una expresión nostálgica en su rostro, mientras veía el montón de fotografías de bebés, que tenía el médico en su consultorio.

    — ¿Cómo serás, bebé? ¿Te parecerás a tu papá o te parecerás más a mí? Ojala te parezcas a mí, así no sentiré tristeza o nostalgia cuando lo vea a él reflejado en ti. Tu mamá es un cobarde bebé, pero no te preocupes si ahorita estoy un poco sensible y lloroso. Cuando nazcas me volveré fuerte, para cuidarte y hacerte feliz.
    El médico le había señalado a Ijuuin su consultorio y le había pedido que se adelantara mientras él buscaba unos medicamentos para Ishi. Al entrar había escuchado las palabras de Ishi, estas habían llegado a su corazón. Pues la verdad es que no era justo que el chico estuviese pasando por aquello solo, cuando él también era responsable.

    Entró al cubículo donde Ishi estaba y este lo miró con sus ojos llenos de lágrimas.

    —Hola. —Lo saludó limpiando sus lágrimas. —Pensé que ya te habías ido. —Trató de sonar indiferente, pero el dolor y la nostalgia que sintió al ver a su esposo allí, no lo dejaron esconder sus emociones. Su anheló de que todo fuera diferente a como era.

    Apartó la mirada, observando de nuevo las fotos de los bebés y concentrándose en no llorar.

    —El médico dice que estamos bien, así que ya puedes irte, si quieres. Gra…gracias…por haberme…traído.

    “Por favor, quédate…Por favor, no me dejes solo…por favor…por favor, perdóname”

    Ishi sentía aquellas palabras gritando en su cabeza, pero se había prometido que no le rogaría más, ya se había disculpado suficiente. Aunque fuera solo, era hora de que siguiera su camino y se diera por vencido.

    De pronto, se sintió cobijado por el calor de los brazos de Ijuuin y sin poder evitarlo se recostó en su pecho, dejando salir toda su pena.

    —Lo siento…lo siento. —Murmuró muchas veces, sollozando tristemente.

    Ijuuin lo abrazó con fuerza, dejándolo llorar y dejando ir con aquel dolor, parte de su molestia. El médico había vuelto al consultorio, pero salió silencioso, dándoles un tiempo a aquella pareja, para que recobraran el equilibrio, en favor del bebé que esperaban. Sabía por Kaoru lo que los atormentaba, pero también había visto amor y preocupación en los ojos de Ijuuin. Si ambos se esforzaban un poco, lograrían superar los problemas.

    El llanto cesó lentamente, luego de un largo rato. Ijuuin separó a Ishi de su cuerpo, cuando lo sintió más calmado.

    — ¿Te sientes mejor? —Le preguntó mirándolo con una tierna sonrisa.

    Ishi asintió despacito, con sus ojos enrojecidos por el llanto.

    —Voy a buscar al médico para que te revise y cuando diga que todo está bien, te llevaré a casa para que descanses.

    Nada había cambiado, pensó Ishi. Ijuuin lo había abrazado y dejado llorar en su pecho por pura compasión. Ishi suspiró, por lo menos se había relajado, aquel desahogo le había servido para drenar sus miedos, su angustia. Decidió no pensar en cuando Ijuuin lo dejara solo de nuevo en la casa de su hermano, como quien se despoja de un estorbo. Prefirió concentrarse en aquel momento, en el que Ijuuin seguía a su lado.

    Unos minutos después, estaban haciéndole la ecografía. Para sorpresa de Ishi, Ijuuin se quedó con él. No habló, ni cambió su expresión seria en ningún momento, pero tampoco se apartó de su lado.

    —Bien Ishi, como ves el bebé está perfecto. Si lo sientes moverse menos, es porque está más grande y el espacio es reducido. Además ya está colocado en posición para nacer y eso también le dificulta los movimientos. Pero todo se ve bien, así que no hay nada de qué preocuparse.

    Ishi sonrió con alivio, cuando el médico limpiaba el gel de su barriga. Su bebé estaba bien y eso era lo único que importaba.

    —Ya puede llevárselo a casa. — Le dijo el médico a Ijuuin, estrechando su mano con un poco más de fuerza de lo necesario.

    Ijuuin entendió la velada advertencia. Mientras Ishi se vestía, el médico le entregó a Ijuuin la ecografía y las recetas médicas.

    —Le dejaré todo esto a Kaoru en su consultorio, para que lo ponga en tu historia médica. Si vuelves a sentir dolor llámame.

    Ishi le sonrió al médico y se despidió agradeciéndole mucho su ayuda.

    Era casi medio día cuando se subió al auto de Ijuuin. Cerró los ojos, mientras este conducía. Estaba muy cansado y lo menos que quería era entristecerse recorriendo el camino que lo llevaba a casa de su hermano.

    Debió dormirse, porque cuando abrió los ojos, Ijuuin estaba estacionando su auto, pero no en casa de su hermano, sino en su casa.

    —E...Esta…Estamos… en…

    —Casa. —Terminó Ijuuin por él. —Te dije que iba a traerte a casa.

    Ishi se quedó mirándolo con duda. Pero Ijuuin no estaba preparado aún para dar respuestas.

    —Mira…no sé…no sé qué va a pasar, pero sí sé que no quiero seguir así. Dame tiempo, ambos lo necesitamos. El médico dijo que necesitas descansar y estar sereno y aquí puedes hacer ambas cosas. Vamos despacio ¿Si?

    Ishi asintió lentamente ¿Cómo decir que no? Todo lo que quería era recuperar aquel amor y ahora tenía una oportunidad. Por nada del mundo iba a desaprovecharla.


    ******



    Ishi había pasado el resto del fin de semana descansando en la que fue su casa y esperando que aquel milagro durara eternamente. Y como fue un fin de semana de oportunidades, Shinoda también había aprovechado la oportunidad que tenia de conquistar al dulce joven que había llevado al lujoso club donde era accionista.

    El domingo amaneció estupendo para dar un paseo. Según lo planeado, Shinoda había llevado a Hiroki a un muy exclusivo club. El joven profesor se sentía un poco cohibido y fuera de lugar, pero sus aprehensiones fueron desapareciendo a medida que Shinoda fue haciéndole más y más placentero el paseo.

    Caminaron un rato por las enormes instalaciones. Hiroki admiró la belleza de la vegetación y se quedó fascinado con unas exquisitas aguas termales, enclavadas en pozas hechas en roca y encubiertas por el frondoso follaje. Eran íntimas y evocadoras, lo que más de una vez lo hizo sonrojar ante la mirada picara de Shinoda.

    Afortunadamente, Iseei iba en sus brazos riendo feliz por el paseo. Desayunaron en una elegante terraza y luego se fueron a la piscina. El clima estaba cálido y el agua parecía invitadora, por lo que Hiroki aprovechó la propuesta de Shinoda y con un traje de baño tipo short se animó a meterse al agua.

    Iseei pataleaba con sus pequeñas y gorditas piernitas, riendo con locura, mientras sus manos chapoteaban el agua. Hiroki se sentía relajado, evitando pensar en nada más que la risa hermosa de su hijo. Después de un rato jugando en el agua, Shinoda se acercó a su lado quitándole al niño de los barzos. Hiroki lo miró interrogante, todo el tiempo había estado a su alrededor, nadando por la enorme piscina con largas y elegantes brazadas. El cuerpo masculino y fornido se veía realmente tentador y provocativo en aquel ajustado traje de baño deportivo. Hiroki había bloqueado de todas formas, la erótica visión de aquel cuerpo húmedo y bronceado.

    —El sol está muy fuerte y tu piel es muy blanca, sino te pones protección te vas a quemar. Además llevas un rato en la piscina jugando con tu hijo, recuerda que el médico dijo que debías descansar.

    Hiroki sonrió ante el tono paternalista del abogado, pero la verdad ya sentía sus barzos cansados. Iseei pesaba y él llevaba rato cargándolo e intentado nadar con él. Aun así no dudó en protestar.

    —Pero si solo estamos jugando…

    —Déjamelo a mí un rato, ve y recuéstate en una de las poltronas y nos ves nadar. — El tono de Shinoda no admitía replica, así que Hiroki le dio un beso a su hijo en la frente y se fue, dirigiéndole una mirada de disgusto a Shinoda.

    —Mandón. —Le dijo antes de salir de las piscina, lo que ocasionó que Shinoda largara una estruendosa carcajada.

    Hiroki se cubrió con una toalla y se recostó en una cómoda poltrona, que reposaba bajo un enorme sobrilla. Protegido del sol y descansado, miró a Shinoda levantar a su hijo y sumergirse en el agua. Ambos reían con emoción, lo que hizo que Hiroki recordara un incidente similar. Era en el parque de un restaurant, pero esa vez era Tsumori el que jugaba con su hijo. Iseei era un niño muy cálido, hermoso y dulce. Todo el mundo se encariñaba con él. Hiroki acarició su vientre con nostalgia, preguntándose como seria su bebé, si sería una dulce niña o tendría otro valiente varoncito.

    Se preguntó cómo sería su futuro, ahora que Nowaki ya no sería más parte de su vida. No pudo evitar que los ojos se le llenaran de lágrimas. Hasta hace unos días había sido tan feliz. A lo mejor hubiese sido más fácil no saber nada. Hubiese seguido viviendo en un engaño, pero, no tendría aquella opresión en su pecho, aquel dolor que intentaba esconder con toda su fuerza.

    Volvió a mirar a Shinoda y a su hijo. Ahora el abogado lo enseñaba a nadar, instalándolo a que moviera con fuerza sus piernitas. Iseei lo miraba concentrado, haciendo lo que este le decía, metiendo sus manitas en el agua y sonriendo.

    Nunca se había percatado de su físico. Ryu le había dicho muchas veces que él era muy hermoso y sensual, su hermano también se lo decía. Pero él no había mostrado interés en su aspecto, ni tampoco en el hecho de que algún otro hombre lo mirara con fines románticos. Tsumori le había dicho que le gustaba y Shinoda…Shinoda no lo decía con palabras, pero sus gestos, sus miradas, eran más elocuentes que mil palabras. Aunque el abogado no había cruzado la raya, Hiroki presentía que en cualquier momento daría el primer paso.

    El lunes se había propuesto salir de casa de Shinoda. Esperaba haber recobrado las fuerzas para ese momento, pues no estaba preparado para un ataque frontal de ese hombre, que era toda una fuerza de la naturaleza y se veía, no aceptaba un no por respuesta.

    Hiroki pensó en Akihiko y en que el lunes le vería. Rogaba tener el valor para ocultarle sus emociones, para no sucumbir al dolor delante de él. Pues quizás con Shinoda o con Tsumori tendría el valor de negarse, pero dudaba que con Akihiko tuviera la misma fortaleza. Y entonces ¿qué sería de él? Akihiko era un imposible, ni siquiera tenía la certeza de que el profesor tuviera los mismos sentimientos y ¿si así era? ¿Qué haría con lo que sentía por Nowaki? ¿Aún amaba a su esposo?

    —Te va a dar dolor de cabeza de tanto pensar.

    Hiroki levantó el rostro y se encontró con la mirada seria de Shinoda. No había notado cuando habían salido de la piscina. Le sonrío y extendió los brazos para recibir a su agotado hijo.

    —Estaba pensando que es muy bonito este lugar. —Mintió y por el gesto de Shinoda, supo que el abogado no le había creído ni una sola palabra.

    —Va a haber un partido de wáter polo ¿te importa si me uno? —Shinoda no tenía deseo alguno de alejarse, pero sabía que Hiroki necesitaba pasar un rato a solas.

    Hiroki negó con la cabeza, aliviado de que el abogado lo dejara a solas, pero una vez que este dejó a Iseei sobre otra de las poltronas, rodeado de sus juguetes y se metió de nuevo en la piscina, Hiroki se sintió de nuevo invadido por los pensamientos que no quería escuchar. Tal vez sería mejor que el abogado se hubiese quedado conversando de cualquier cosa con él.

    Iseei se quedó dormido sobre una cómoda y mullida toalla. Justo cuando el partido empezó. Hiroki había acercado la poltrona, para poder vigilar de cerca a su hijo dormido. Estaba hojeando unas revistas que le había dado Shinoda, cuando los gritos en la piscina lo distrajeron. El agua estaba llena de testosterona pura, los hombres que jugaban se comportaban como chicos. Tuvo que apartar la revista y observar el particular espectáculo. Mala idea, pensó después, pues el cuerpo musculoso y bien definido de Shinoda, se estiraba y contraía con una gracia felina. Sus barzos largos golpeaban la pelota con elegancia y potencia y su rubio cabello húmedo y alborotado caía sobre la frente del hombre dándole un look desenfadado y juvenil, que lo hacía lucir muy guapo.

    Hiroki, cuando sintió su rostro arder, tomó nervioso la revista, perdiéndose como pudo en los superfluos artículos. Sin notar que alguien había mirado con mucho interés su reacción. Shinoda estaba provocándolo con toda intención y se divertía mucho en aquel juego de seducción.

    Pasaron el día en aquel lugar, almorzaron, disfrutaron la piscina. Hiroki se durmió un rato, con su hijo en brazos, a mediados de tarde. Shinoda lo observó complacido por largo rato. Imaginándolo en un futuro, imaginándolo en su vida, con quizás dos hijos más. Quería una familia grande, en una casa espaciosa, hermosa y con Hiroki engalanando sus días y seduciendo sus noches.

    Finalmente regresaron a casa. Estaban todos agotados. Hiroki acostó casi al instante a Iseei, que estaba moreno por el sol y todo lo que había jugado con ambos en la piscina. Cuando salió con rumbo a la cocina para beber algo de agua, se encontró a Shinoda en la sala.

    —Voy a pedir la cena ¿quieres comida china? ¿O prefieres algo italiano?

    Hiroki le sonrío tímidamente.

    —Escoge lo que quieras para ti. Yo creo que me voy a acostar temprano. Estoy agotado y mañana tengo que ver que voy a hacer, a donde voy a mudarme. Quiero levantarme despejado y con fuerzas.

    Shinoda lo alcanzó en la cocina, cuando se servía un poco de agua.

    Se recostó del mesón, mirándolo intensamente.

    — ¿Por qué no te quedas aquí? Podemos buscar casas, juntos. Ya te dije que conozco un buen agente inmobiliario. Yo puedo ir a buscar tus cosas y las del niño y…

    —Shinoda no…por favor. Esta vez no va a resultar tu voz de mando. No puedo quedarme aquí. —Hiroki sabía por dónde iba el abogado y aquel camino era peligroso.

    — ¿Por qué? —Le preguntó Shinoda acercándose a él y tomándolo por los hombros suavemente.

    Hiroki se estremeció, cuando el abogado acercó su rostro a escasos milímetros de sus labios.

    —No tienes por qué tener miedo. Yo no pienso hacer nada que tú no desees. —Hiroki podía sentir el aliento de Shinoda rozar dulcemente su rostro. —Al contrario, yo quiero que tu desees que yo te haga todo lo que he deseado hacerte. Te quiero en mi cama, sí, pero también te quiero en mi vida. Creo que ha sido así desde el momento en que te vi por primera vez.

    —E…estoy casado. —Murmuró Hiroki, perdido en aquellos grandes y hermosos ojos verdes.

    —Con un cretino que no supo valorarte y del que yo te liberaré en poco tiempo. —Shinoda deseaba besarlo, pero quería que él viniera por decisión propia a su cueva, donde lo devoraría sin piedad.

    —Y…y mis hijos…

    —Hermosos como tú, perfectos como tú y serian igual de queridos y cuidados por mí. No habrá diferencia en el amor que les tenga a ellos o a sus hermanos. —Las palabras de Shinoda eran resueltas, pintándole todo el panorama a Hiroki.

    — ¿Hermanos? —Murmuró el joven profesor con asombro, pensando en que no imaginaba que los planes del abogado hubiesen llegado tan lejos.

    Shinoda sonrío, enviando una corriente eléctrica a través de Hiroki. Estaba demasiado cerca. Shinoda estaba peligrosamente cerca y él se sentía muy vulnerable en aquel momento. No solo el embarazo, todo lo que había ocurrido los últimos días, lo tenía con las emociones a flor de piel.

    Shinoda miró en sus ojos la angustia y el miedo. Haciendo acopio de toda su fuerza, lo soltó, alejándose prudentemente de la tentación.

    —Te dije que voy en serio contigo, Hiroki. Yo no hablo a medias, quiero el matrimonio, la fiesta, la casa y los niños. Creo que con dos más sería suficiente. Tendríamos cuatro diablitos a quien amar.

    Shinoda quería tener hijos, quería una familia grande y eso le hizo pensar a Hiroki, en la renuencia de Nowaki a tener otro hijo. Que diferentes eran las cosas cuando las mirabas a través de los ojos de otro hombre. A Akihiko también le gustaban los niños, siempre hablaba de tener una gran familia. Hiroki miró al abogado sintiéndose vacío. Por primera vez miraba su matrimonio con objetividad y se sintió tan frio. Se había casado tan joven y Nowaki había sido su primer todo, su único todo. Mirar la vida a través de los ojos de Shinoda, le causó congoja, pues quizás si lo hubiese conocido antes, si él hubiese sido su esposo, a lo mejor, a lo mejor aún sería feliz.

    Hiroki puso una mano en su vientre, buscando fuerzas en su hijo. Shinoda, cuando lo vio tan perturbado, le habló suavemente.

    —Hiroki, lo siento, no debí ser tan brusco, ni precipitarme tanto con las cosas. Te prometo que no diré nada más acerca de esto, sino hasta que la tormenta haya pasado. Solo te pido que pienses lo de quedarte en mi casa, aquí estarás seguro hasta que consigamos algo que te guste ¿Lo pensarás?

    Hiroki asintió luego de unos segundos, pues no tenía idea de que hacer. Sin mirarlo, pasó por un lado del abogado y se encaminó a la habitación, donde se metió bajo las sabanas, acurrucándose en el tibio cuerpecito de su hijo y le dio rienda suelta a las lágrimas que lo estaban ahogando.

    Shinoda escuchó el llanto a través del monitor para bebés y se maldijo por ser tan idiota e insensible. Pensó que quizás había dañado sus oportunidades con Hiroki, por no esperar el momento adecuado de exponer sus sentimientos. Apagó el monitor para no escuchar más los tristes sollozos que le dolían y se encaminó a la sala para tomarse un whisky, mientras pensaba que hacer para recuperar el terreno perdido.

    ******



    Otro que se enfrentaba a la toma de decisiones y que también deseaba recuperar lo perdido con Hiroki, era Nowaki. Pero, lamentablemente para él, el panorama estaba muy oscuro y sombrío. Llevaba dos días durmiendo en la incómoda silla de la habitación donde habían trasladado a Misaki. La situación seguía igual. Misaki estaba entre la vigilia y el sueño profundo. Había llorado tanto que Nowaki no sabía cómo aún le quedaban lágrimas. Las pocas ocasiones en las que estaba sereno, lo miraba con miedo, con angustia. Como pidiéndole que no lo abandonara.

    No lo haría ¿Cómo pensar en dejarlo solo con aquel dolor? Los médicos se esmeraban en atenderlo, buscaban alternativas y las consultaban con Nowaki. Hasta el director del hospital se había ofrecido para ayudar, llamando a un amigo suyo que era especialista en embarazos de alto riesgo. El obstetra le había dado setenta y dos horas de prueba para superar la crisis. Si lograba pasar ese tiempo estable, a lo mejor tendrían una esperanza. Ya habían transcurrido dos días, uno más y quizás la vida les sonreiría.

    Nowaki se paró frente a la ventana, mirando el atardecer de aquel domingo. Hiroki le había dicho que esperaba un hijo. Sonrió con ironía, quizás de no haber abierto la boca estarían celebrando o quizás no. Quién sabe si aquello hubiese sido el detonante de más discusiones, de más desavenencias entre ellos. Nowaki había estado claro en que no quería más hijos por el momento, entonces se miró en el cristal de la ventana y esbozó una mueca de tristeza. Ahora tendría tres hijos.

    Se dio la vuelta y miró a Misaki, que dormía con una expresión triste en el rostro pálido. A lo mejor tendría tres hijos, pensó con dolor y regresó su mirada a la calidez de la tarde.

    —Nowa…Nowaki…san.

    Corrió enseguida a atender el llamado de Misaki.

    — ¿Quieres un poco de agua? —Le preguntó solícito.

    Misaki asintió y este lo ayudó a incorporarse un poco, para posar en sus labios resecos un vaso con agua.

    —Gracias. —Le dijo Misaki, extendiendo su mano hacia él.

    Nowaki arrimó la silla y se sentó a su lado, tomando la fría mano y besándola con ternura.

    —Te ves cansado… ¿Por qué no te vas y duermes un rato?

    Misaki estaba triste por aquel rostro demacrado y contraído por las penas. Se sentía culpable, quizás las cosas hubiesen sido diferentes si él no se hubiese enamorado de Nowaki, si no se hubiese metido en su camino. Ahora, de aquel joven médico, reluciente, guapo y maravilloso, solo quedaba una sombra. Un hombre cansado y abatido. Eso le dolía a Misaki, le dolía haber apagado con su ambición, aquella hermosa luz. Así como estaba apagándose la luz que vivía en su vientre.

    Nowaki limpió con dulzura las finas lágrimas que corrían por las mejillas de Misaki.

    — No llores más, por favor, Misaki. No es tu culpa, nada de esto es tu culpa. No te voy a dejar solo, aquí me quedaré contigo, hasta que salgas con nuestro bebé sano y salvo, creciendo fuerte en tu vientre. Todo va a estar bien, ya verás.

    Nowaki también se sentía culpable y sus palabras, que trataron de sonar optimistas, no lo lograron. Besó las manos de Misaki y acarició su cabello.

    Misaki respiró profundo y lo miró dulcemente.

    — ¿Cómo eras de niño? ¿Siempre quisiste ser médico? ¿Eras travieso?

    Nowaki le sonrió. Sí, buscar un ancla a la que asirse era mejor. Hablar de otra cosa, conservar la calma, pues aquella espera los estaba matando lentamente.

    —Me subía a los árboles y mi madre vivía regañándome…

    Nowaki inició un relato de su vida, contándole a Misaki sus más íntimos momentos, los más felices, los más tristes. Abriéndole una parte de su corazón que solo Hiroki conocía.

    Y mientras Hiroki lloraba intentando olvidar. Nowaki lo evocaba en sus recuerdos. Ocultando de quien lo escuchaba, aquellos momentos donde fue verdaderamente feliz.
     
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    Los buenos momentos de tu vida, serás recordados como grandes alegrías; los malos te darán las mejores enseñanzas

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    la verdad me duele ver sufrir a nowaki por muy imbecil que se haya portado
    y misaki que tarde se dio cuenta que no debió meterse en esa felicidad
    me encantó la parte de kaoru y ryu son tan lindos juntos
    pero ryu debe aprender a perdonarse y ser feliz con el hombre que ama
    mientras que ishi tambien hizo avances y espero que ijjuin entienda que lo que tienen ellos es un amor muy puro
    espero ver que va a pasar en el siguiente capi
    nos vemos mi querida Fransela_r :=PENSDF:
     
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  3. kimmi Chan
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    AHHH Siempre me dejas como loca, de seguro que ya te cansaste de ver tantos "AH"al inicio de mis comentarios xD pero es que que tremendo nudo en el estomago se me hace cada que te leo, mujer!

    Precioso capitulo, tuvo de todo! >w< ¡Me encanto! ¡Go Kyo, GO GO! Vas por buen camino, no seas pendejo y recupera todo lo que Ishi tiene que ofrecerte! ¡Me llegó la escena del hospital! Mi niño.. ;u;


    La situación de Ryu sigue preocupandome... ¿Hasta cuando? ¿Hasta cuando se va a permitir ser feliz? TTwTT Kaoru es un hombre de oro, debe amarlo mucho </3

    ¡¿Por qué pones tan condenadamente sexy a ese Shinoda?! ¡¿AH?! Ahora, me reparto entre Shinoda, Akihiko y hasta el último momento, a Nowaki :'c Mi pobre Nowaki, siento feo que sufra, y Misaki... No sé que onda con el bebé, ¿Morirá? ¿Vivirá? TnT


    Yo ya no sé que pensar, espero el próximo capitulo!
    Te mando un abrazo grande y muchos besos! :33 Nos leemos!
     
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    Como siempre un capitulo muy intenso y emocionante. Vamos ruy date una oportunidad y perdonate por lo de tu ebbe y ama a kaoru. Bien que ijuuin ya esta dandose otra oportunidad a ishi. Menos mal que nowaki ya esta cambiando.esperare la conti con ansias.
     
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  5. ayumi1
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    Mmmm ya no se que pensar' creo que me siento mucho mas alibiada con que misaki se haya dado cuenta de todo' al principio lo odiaba con todo mi corazón , pero con todo lo que va pasando me doy cuenta de que solo tenia confundidos sus pensamientos y como cualquiera merece otra oportunidad.
    No se si decir lo mismo mismo de nowaki , es que simplemente creo que se le ha dado demaciadas oportunidades y no las supo aprovechar , pero recalco que me gusto la parte de el que aun cuando su hijo con misaki no estaba planeado el quiere ser un buen padre y eso aunque es mínimo es muy consciente de su parte

    Hiroki como siempre causando impacto jejeej es muy lindo el amor que les da a sus hijos , lo admiro demaciado

    Al fin mas mistake !! Es una de las parejas que más me gustas jajaja

    En fin ~~ simplemente creo que con cada capitulo me arte mas la historia .

    Espero la actualización

    Cuida te , bye
     
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  6. BlackLady713
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    (suspiro profundo) la verdad ya no se que pensar con Misaki y el estupido de Nowaki... ok, muchas equivocaciones, muchas malas decisiones, malas reacciones y demas pero... no se, aun siento cierto recelo con ellos, mas con Kusama, por que apesar de todo lo que esta pasando con Misaki, el hecho de saber que espera otro bebe con Hiroki le hace pensar que quizas tambien sea malo por que el simplemente no quiere mas bebes....estupido egoista.

    la verdad si que diferencia con Shinoda... yo quiero uno de esos. Guapo, inteligente, soñador (porque el sueña una vida ya hecha con el castaño), perseverante, kizas tb lo mandon se le perdona por lo que esta haciendo con Hiroki y aunque no es su hijo tambien espera el bebe del demonio con ansias y quiere cuidarlo y protegerlo como a Iseei. Y tambien esta Akihiko, que esta vez no hizo acto de aparicion!!! Aunque siento que el amor de Akihiko es mas dulce que el de Shinoda

    Bello muy bello el fin de semana de Ryu con Asahina, tambien quiero bebe de ellos!!! Es hora que Isaka deje el pasado en el pasado y siga adelante por el bien de ambos.

    Ya lo sabia!!! Nadie puede ser tan piedra de corazon para no querer a un hijo y mas si viene de la persona que amas!! Espero de verdad que Ijuuin e Ishi se arreglen.

    Continua asi, sensei.
    Espero todas tus actus

    LB :=wozardd:
     
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    Valla almenos las cosas mejoran para ishi :3

    y pobre ryu y el medico tambien u.u ojala se resuelva...

    por alguna razón la idea fe que Hiroki se quede con el abogado o con Akihiko me gusta... Aunque no se... Que logre arreglar las cosas con Nowaki finalmente se que haría que su matrimonio esta vez fuese irrompible, aunque podría tambien desencarar mas adelante el que se saque todos los errores del pasado en cara. XD muchas cosas muchas cosas!!!!! Espero continuación.
     
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  8. Fransela_r
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    Actualizando rapido jejejejeje paraque Alex no me regañe. Besos a todas y gracias por leer






    Cuando en mi corazón termine el dolor, tu…





    —Buenos días. —Saludó Shinoda, con una inocente sonrisa.

    Hiroki tenía los ojos hinchados de tanto llorar, pero Shinoda pudo notar una expresión serena en su hermoso rostro. Quizás llorar le había hecho bien.

    —Preparé desayuno. —Le dijo, señalándole una silla para que se sentara. — ¿Quieres un poco de té?

    Hiroki lo había saludado con una tímida sonrisa y asintió cuando este le ofreció una taza de té. Shinoda se sentó frente a él y comieron en silencio unos segundos.

    —Te…tengo que ir a mi casa a buscar ropa. — Murmuró Hiroki, inquieto. La idea de volver a su hogar no le apetecía nada.

    Shinoda le sonrió, con aquella sonrisa ganadora y sensual.

    —No te preocupes por eso. Yo me encargué de eso anoche. Deben estar por llegar las cosas que pedí.

    Hiroki abrió los ojos con sorpresa y un ligero enfado, pero antes de que pudiera decir nada. Shinoda negó con la cabeza, hablándole con completa seriedad.

    —Antes de que protestes, piensa ¿querías ir a tu casa para remover esos recuerdos que te tuvieron llorando toda la noche?

    Hiroki cerró los ojos, incapaz de mirar el rostro de Shinoda, pues se avergonzaba de que el abogado lo hubiese escuchado llorar. Luego de unos segundos, negó con la cabeza. La verdad era que no quería volver a aquella casa, ni siquiera a recoger sus cosas.

    Sintió la mano de Shinoda cobijar la suya con ternura. Y su voz suave fue como un bálsamo para su corazón.

    —Lo hice porque quería evitarte una molestia. No quería que tu o el bebé que esperas, sufrieran un percance, por enfrentarte a cosas para las que aún no estás preparado. Así que solo te compré unas cosas para que puedas pasar unos días, sin necesidad de volver a tu casa.

    Hiroki descubrió más tarde, que la frase “unas cosas” de Shinoda, era muy diferente a la que él imaginaba.

    El abogado había pedido a una de las tiendas más prestigiosas de Tokio, una selección de ropa impresionante. Tanto él como Iseei, tenían un montón de ropa de donde escoger. Dos vendedoras muy atentas acompañaban el envío. Ayudando diligentemente al joven profesor, a escoger lo que deseara.

    Hiroki ni tiempo tuvo de protestar, pues cuando llegó el cargamento, Shinoda se despidió dulcemente.

    —Escoge lo que quieras para ti y para Iseei. Estaré en la oficina, si necesitas algo llámame. No olvides llamar a tu hermano y la agencia de niñeras debe estar por comunicarse, para enviarte la persona que cuidará a Iseei mientras estés en el trabajo.

    Hiroki lo había seguido hasta la puerta, intentando hablar, pero Shinoda iba de prisa, dando órdenes como era su costumbre.

    —Si no te sientes en condiciones para manejar, no lo hagas. Mi chofer estará a tu disposición para llevarte y traerte.

    Hiroki se quedó de pie frente a la puerta, mirando impávido, como Shinoda besaba su frente y se marchaba, sin dejarlo decir nada. Cuando reaccionó, ya el abogado abordaba el ascensor. Lo último que vio Shinoda, fue a Hiroki abrir la puerta del departamento y gritarle con indignación.

    — ¡No siempre te vas a salir con la tuya! ¡Tu…tu…prepotente, mandón!

    Hiroki se quedó con la boca abierta por la rabia. Cuando escuchó resonar dentro del ascensor, la sonora carcajada de Shinoda. Lo que le restregaba en el rostro, que Shinoda siempre se salía con la suya.

    No tuvo tiempo de rumiar su rabia. Las vendedoras fueron muy atentas y la ropa era muy exclusiva y hermosa. Hasta Iseei se dio gusto modelando para las cariñosas mujeres, que estaban encantadas con el bebé. Cuando finalmente, Hiroki compró todo lo que necesitaba, insistió en cubrir él, los gastos. Una de las vendedoras le dijo con una sonrisa cómplice.

    —Su esposo ya pagó todo, él estaba muy empeñado en que usted tuviera lo mejor. —La chica le hizo un giño con picardía. —Debe ser increíble tener un marido así de atento y…guapo.

    La otra chica la regañó entre risas y se fueron casi inmediatamente, lo que no le dio tiempo a Hiroki de aclarar el malentendido. Hiroki aún estaba pensando en el incidente, cuando llamó la agencia de niñeras. La encargada de la agencia fue muy profesional y amable. En menos de una hora, una chica joven y enérgica estaba en casa de Shinoda, conociendo a Iseei. Era una prueba para que Hiroki mirara el trabajo de la chica y evaluara si estaba conforme. No tuvo quejas y el resto de la mañana, lo que le quedaba era relajarse y llamar a su hermano.

    La conversación con Keiichi fue corta y contundente. Le contó lo que había pasado y lo que había decidido hacer. Keiichi entendió su necesidad de no extenderse en el tema y le ofreció su casa como refugio, pero Hiroki quería resolver sus problemas sin involucrar a su hermano. Cuando colgó, luego de haber hablado también con Himeko, se sentía más tranquilo.

    Mientras su nueva niñera jugaba con Iseei en la habitación, él recorrió el departamento de Shinoda con curiosidad. La habitación donde el abogado estaba durmiendo, era espaciosa también y bien equipada. Shinoda había traslado parte de su ropa y zapatos y también todos sus efectos personales. Hiroki se preguntaba por qué el abogado le había cedido su cuarto, si él muy bien habría podido dormir allí. Pensó con malicia que tal vez era una estrategia del abogado, para que él se sintiera más envuelto con su presencia.

    Cuando estaba en el estudio, curioseando los libros de la biblioteca, sonó el teléfono, lo pensó para responder, pero finalmente lo hizo.

    —Residencia Shinoda.

    Shinoda rio alegremente.

    —Si supieras lo que me encanta escucharte responder mi teléfono.

    Hiroki no pudo más que sonreír, aquel hombre sabía cómo salirse con la suya.

    —Eres un resbaloso. —Le dijo sonreído.

    — ¿Te gustó la ropa?

    —Muy bonita y la niñera también es un amor. Muchas gracias. —Hiroki sabía cuándo debía ser agradecido y el abogado había hecho mucho por él.

    — ¿Qué haces ahora?

    —Estoy en tú estudio. Espero que no te moleste, quería mirar tus libros. Falta un poco para ir a trabajar y la niñera está con Iseei…

    —Todo lo que está en mi casa tiene vía libre para ti. —Le dijo Shinoda, con una voz suave y envolvente. —Yo sería feliz si miraras todo el departamento con intenciones de hacer algunos cambios. Cambios que estuvieran enfocados en que tú y los bebés fueran felices allí.

    — Shinoda…

    —Ya…ya, no me culpes por intentarlo. Ya hablé con mi contacto de la inmobiliaria. Irá mañana para enseñarte lo que tiene.

    —Gracias. —Le dijo Hiroki con una suave sonrisa, agradecido de que dejara de coquetearle.

    —Mientras estés en mi departamento, déjame hacerme la ilusión de que será permanente. Te haré la cena esta noche y te esperaré a que regreses.

    Hiroki negó con la cabeza y a punto estuvo de regañarlo, cuando la niñera entró al estudio, con el celular de Hiroki en la mano.

    —Hiroki san, lo llama Isaka sama.

    Hiroki tomó el celular y antes de responderle a Ryu, le dijo a Shinoda.

    —Me llama Ryu, nos vemos en la noche.

    —Afortunadamente. —Respondió Shinoda. —Cuídate y cuida al bebé, te veo en casa.

    Hiroki se quedó mirando el teléfono con cierta nostalgia, ojala todo fuera tan fácil, ojala pudiera aceptar lo que tan galantemente se le ofrecía.

    —Ryu…

    —Me vas a contar en diez minutos como es que estás en casa de Shinoda. Estoy llegando al edificio.

    Hiroki sonrió cuando Ryu le colgó el teléfono.

    —No puedo creer que ese cretino fuera capaz de eso. —Dijo Ryu unos minutos después, cuando sentando junto a Hiroki en el sofá de la sala, degustaba un café.

    —Lamento no haber estado para ayudarte. —Ryu tomó la mano de Hiroki con sentida disculpa.

    —No te preocupes Ryu. Estoy bien, Shinoda ha sido muy bueno conmigo.

    Ryu miró a su amigo con cierto recelo.

    — Casi me da un paro, cuando me contó que te estabas quedando en su casa ¿Sabes que Shinoda está interesado en ti? Me parece maravilloso que haya sido tan amable y todo el cuento, pero ten cuidado. Ese hombre es un depredador nato. Es un lobo muy feroz y te comerá como a un conejito sin que ni cuenta llegues a darte.

    Hiroki rio alegremente, era la descripción perfecta para Shinoda y para él. El lobo y el conejito. Pero Shinoda hasta ahora había sido muy respetuoso y eso había que agradecerlo.

    —Anoche me dijo sus intenciones sin ningún tapujo. Es muy directo y me tomó por sorpresa, pero también ha sido demasiado amable y…no sé cómo decirlo. Creo que me siento seguro a su lado. Sé que no hará nada que me pueda lastimar.

    Ryu apretó sus manos y le sonrió con emoción.

    —Yo había venido a buscarte para llevarte a mi casa, pero pensándolo mejor te dejaré aquí.

    —Ryuuu…

    —No…no, Hiroki. Escúchame, llevas muchos años amarrado a un amor, que te dio dos hermosas bendiciones, es verdad, pero que te ha quitado todo lo demás. Es hora de que empieces a vivir. Es hora de dejar de ser Hiroki de Kusama y ser Hiroki Kamijou. Hora de que tengas mucho sexo con otro hombre, de que hagas lo que te gusta y te arregles y vivas, solo para ti.

    Hiroki lo miró con sorpresa, pero Ryu continuó.

    —No…no me mires así. Siempre has sido el perfecto muñeco de fina porcelana, comedido, elegante, fino, sosegado. Pues llegó la hora de soltarte el pelo, llegó la hora de vivir para ti y no para impresionar a Nowaki, pues él ya no es parte de tu vida.

    Se despidieron unas horas después. Ryu le dijo con cariño, antes de que Hiroki subiera a su auto para ir al trabajo.

    —Si quieres irte a mi casa…

    —Aquí estoy bien. No te preocupes. —Lo tranquilizó Hiroki. — Además tienes razón, debo comenzar a vivir por mí mismo. No me quedaré muchos días en casa de Shinoda, él es… es…

    —Un lobo feroz. No lo olvides. Sé que no va a forzarte a nada, pero eso no quiere decir que no hará todo lo posible para que seas tú quien dé el primer paso. Después me contarás si es tan impresionante en la cama, como dicen los rumores. —Le dijo Ryu, riendo pícaramente.

    —Ryuchiro. — Lo regañó Hiroki, con el rostro encendido por la rabia y la vergüenza.

    Ryu subió a su auto riendo a carcajadas y Hiroki, ya sentado frente al volante, también sonrió.

    Cuando llegó a la Universidad, pensó que debía enfrentarse a otra cosa. Su relación con Akihiko. No se sentía preparado, así que se estacionó muy lejos de donde usualmente lo hacía y aprovechando que había llegado temprano, tomó el camino más largo para llegar a su oficina.

    Ijuuin no había llegado y no había visto señas de Akihiko, por lo que se relajó. Unos minutos después, recibió una llamada.

    —Hiroki ¿cómo estás? espero que te sientas mejor. Te llamaba porque...

    —Kyo...Kyo, ayúdame a bajar las galletas.

    Ijuuin sonrió. Había sido un fin de semana muy movido, con un pequeño y embarazado dolor de cabeza, que lo tenía caminando de puntas. Pero no se quejaba, pues se sentía mejor de lo que se había sentido en meses.

    —Estoy haciendo una llamada, siéntate y espérame. No te estés montando en ninguna silla.

    Le gritó a Ishi desde la sala.

    —Tengo hambre. —Se quejó el chico desde la cocina, lo que lo hizo reír.

    —Hiroki, como te decía, no voy a poder ir hoy y quizás tampoco mañana. Ya informé al decano, por favor encárgate de las clases.

    Cuando Hiroki colgó, sintió aquello como una oportunidad. Estaría muy ocupado y así podría evitar a Akihiko.

    Aunque Akihiko tenía otros planes. Pasó todo el fin de semana tratando de llamarle, al ir a su casa la había encontrado vacía. Llegó incluso a llamar a Keiichi, que le contó lo poco que sabía. Entonces, la única información que tenía de Hiroki, era que había enviado a buscar a su hijo con un abogado y que nadie sabía dónde se estaba quedando. Keiichi le había dicho que creía que estaba con su amigo Ryu Isaka, pero al abogado tampoco habían podido localizarlo.

    Akihiko no tuvo más remedio que esperar y confiar en que vería a Hiroki en la universidad.

    No podía quitarse la imagen de Misaki y Nowaki, abrazados. Le daba ira, asco. No podía creer que Misaki hubiese sido capaz de meterse con un hombre casado. Nowaki le parecía aún peor, un tipo sin escrúpulos, un miserable capaz de hacerle tal bajeza a su esposo.

    Cuando pensó en el dolor que eso podía haberle causado a Hiroki, sintió mucha impotencia, por no haber podido evitarle aquella pena. Todo el fin de semana pensó en sus sentimientos por Hiroki ¿tenían nombre? ¿Podía ser que lo que sentía por Misaki era sólo una ilusión? Nada provocaba más emoción en él, que la sonrisa hermosa de Hiroki, su dulce voz, su mirada ingenua y brillante. Tenían tanto en común y lo mejor de todo es que ya no había obstáculos.

    Se sintió un poco culpable con aquel pensamiento. Pero después de todo, Nowaki no se lo merecía y Hiroki tenía derecho a una vida feliz, a tener a su lado alguien que lo amara.

    Había llegado ese lunes, resuelto a conquistar a Hiroki. Se desanimó un poco al no encontrar el auto de Hiroki donde este siempre lo estacionada, pero al ir camino a su oficina, escuchó a unos alumnos cuchicheando.

    —Hoy va a dar clases el bombón de asistente de Ijuuin sensei.

    —Es guapo sí, pero bastante serio.

    —Escuché que está casado y tiene un hijo, y la chica de enfermería dice, que cree que él está en la dulce espera. Y yo creo que es verdad, el otro día lo vi en el cafetín atiborrándose de dulces y también tiene una barriguita sospechosa, que cubre con esos abrigos que se pone.

    —A mí no me importa que tenga hijos, yo me caso con él.

    Akihiko escuchó las risas de los muchachos y sus cuchicheos, por unos minutos. Un tiempo precioso que perdió, pues al correr al aula donde Hiroki debía dar clases, este ya había comenzado a impartir la lección. La tarde tampoco se puso de su lado, ya que le fue imposible hablar con Hiroki. Cada vez que salía de una clase e intentaba buscarle, Hiroki se desaparecía y la única vez que logró encontrarle a solas, fue interrumpido, sin poder hacer nada, por el decano, que se lo llevó para conversar sobre las clases.

    Así pasaron varios días. Ijuuin había pedido la semana entera y Hiroki estaba más ocupado que nunca. Akihiko estaba frustrado. Hiroki no contestaba sus llamadas y no había logrado ni una vez, alcanzarlo en la salida del trabajo. El joven era un experto escapándose. Afortunadamente, ese día la vida jugó a su favor.

    Se pasó por el aula donde debía estar Hiroki dando clases y solo encontró al presidente de la clase.

    —Oyama kun ¿Dónde está Hiroki sensei? —Preguntó, entrando al aula de improviso.

    —En la enfermería Usami sensei, de repente se sintió mal y lo acompañé hasta allá.

    A Akihiko no le importaron sus clases y mucho menos ser reprendido por ausentarse. Corrió a la enfermería y cuando entró, Hiroki estaba sentado en la camilla, esperando sentirse mejor para marcharse.

    — ¡Ah! Usami sensei, que bueno que vino, estaba convenciendo a Hiroki sensei para que descanse un poco más. Está muy pálido y no es bueno conducir así. Mucho menos en su estado.

    La enfermera hablaba con picardía, como contenta de poder por fin, confirmar el secreto. Hiroki se veía realmente pálido y consternado.

    —No se preocupe, yo me encargo de llevarlo a casa.

    Hiroki levantó el rostro y por primera vez en días, sus miradas se encontraron. Akihiko le sonrió con cariño, lo que debilitó las defensas de Hiroki. Sus ojos se llenaron de lágrimas y Akihiko inmediatamente lo sostuvo de la cintura, para ayudarlo a salir de la enfermería, antes de que la chica indiscreta, notara su llanto.

    —Yo puedo conducir. —Protestó Hiroki con un murmullo, cuando vio que Akihiko lo llevaba hasta su auto.

    —De eso estoy seguro, pero hoy te vas en mi auto. Se te acabó el show de escapismo. —Akihiko se oía muy decidido y Hiroki no tenía ganas de oponerse, había retardado lo más que podía aquel momento, era hora de rendirse.

    Hiroki se recostó del asiento y miró distraído por la ventana. Permanecieron en silencio todo el camino. Cuando llegaron a su destino, Hiroki miró la hermosa casa. Era ciertamente perfecta, tal y como a él le gustaban. Quizás era coincidencia o Akihiko y él, tenían corazones tan similares, que hasta aquella casa, parecía sacada de los sueños de ambos.

    — ¿Esta es tu casa? —Preguntó Hiroki, cuando Akihiko le abrió la puerta y le tendió la mano para ayudarlo a bajar.

    No se la dio, al contrario, se encogió en el asiento. No quería salir de la seguridad que le ofrecía aquel auto, no quería entrar en aquella casa. No quería volver a tener sueños, ni quería pensar en el amor, ni en las emociones que Akihiko despertaba en él.

    — ¿Por qué me trajiste aquí? Lle…llévame a mi casa.

    A Akihiko le molestó el temor en la mirada de Hiroki, su vulnerabilidad. El que se negara a hablar con él.

    — ¿Dónde es eso? He estado varias veces en tu casa y allí no hay nadie ¿Dónde estás viviendo Hiroki? Yo no lo sé, no te has dignado a decírmelo, no has querido hablar conmigo.

    Hiroki se encogió ante el evidente enfado de Akihiko. No quería que se enfadara, no quería discutir con él, pero tenía que defenderse de aquel sentimiento. Él no debía estar allí.

    —No…no es de tu incumbencia donde estoy viviendo. —Le espetó con toda la frialdad que pudo reunir. —Por favor, llévame hasta donde pueda tomar un taxi. Esta conversación no tiene sentido.

    Tal vez si hubiese logrado hacer creíbles sus palabras, Akihiko se hubiese dado por vencido. Pero su rostro estaba pálido, sus labios temblaban visiblemente, al igual que sus manos, que parecían inquietas.

    Akihiko se arrodilló frente a él, mirándolo con seriedad.

    — ¿Vas a entrar por las buenas o voy a tener que cargarte?

    Hiroki levantó la mirada, sus ojos estaban opacados por la pena. Sabía que Akihiko cumpliría su palabra y al encontrarse con aquel atractivo rostro, no pudo seguir negando lo que sentía.

    —No quiero hablar de esto, Akihiko. —Murmuró, las lágrimas ya corrían por sus mejillas. —Si…si lo hago, será real. No quiero que sea real. Tengo miedo de que todo sea real.

    Akihiko maldijo de todas formas a Nowaki. Lamentó no haberlo golpeado hasta sacarle el alma. Hiroki no merecía aquellas lágrimas y Nowaki no merecía ese amor. Pero su sorpresa fue mayúscula, pues las siguientes palabras de Hiroki, lo sacaron de su equivocada percepción de aquellas lágrimas.

    —Lamento sentir lo que siento por ti, Akihiko. Lamento no haber querido hablarte estos días. Nowaki me hizo algo horrible, estoy confundido y dolido. Estos días, cuando he pensado en todo lo que me ha pasado yo… No sabía cómo enfrentar mis sentimientos. Yo sé que tú amas a otra persona y yo todavía tengo que enfrentarme a un divorcio. Tengo que aceptar que Nowaki me fue infiel y siempre que siento mis fuerzas flaquear, cuando creo que no voy a poder con esto. Yo pienso en ti y…

    La carcajada de Akihiko lo hizo levantar el rostro y mirar al profesor como si este hubiese enloquecido.

    —Oh, me alegro que mis sentimientos te causen tanta gracia. Supongo que por eso Nowaki también se burló de mí, porque doy pena.

    Hiroki salió del auto e intentó alejarse de Akihiko, pero este lo tomó por los brazos con fuerza y lo besó con tal intensidad, que Hiroki pensó que jamás había sentido algo así. Sin poder evitarlo sus brazos rodearon el torso de Akihiko y se entregó a la apasionada caricia. Akihiko lo tenía atrapado en un potente abrazo y su boca lo devoraba con ansiedad.

    —Tonto…tonto…tonto…—Le decía entre besos. — ¿es que no lo sabes? Eres tú, siempre has sido tú. Desde el puerto, desde la primera vez que vi tu sonrisa. No sabes como deseaba besarte, como he sufrido sabiéndote prohibido. Creo que la vida me hizo un favor quitándome la venda de los ojos y evitando que cometiera el peor error de mi vida. Porque mi futuro, eras tú.

    Akihiko lo miró riendo con emoción.

    —Siento que estoy soñando. Dilo otra vez. Di que sientes lo mismo que yo.

    Hiroki le sonrió y tomando su mano la puso en su corazón. Akihiko pudo notar como este latía fuera de control. Entendió la silente respuesta. Sabía que Hiroki aún no podía poner en palabras el tipo de sentimiento que había entre ellos. No lo culpaba, con todo lo que le estaba pasando, no era fácil para él definir sus sentimientos.

    Después de un rato, conversaban tranquilamente en la sala de Akihiko.

    —Fue una locura, me confesó que me había sido infiel y yo sentí tanta ira. Ahora lo que siento es dolor. Tantos años, tantas cosas que vivimos. Él no se ha puesto en contacto conmigo, ni una vez. No le ha importado si Iseei ha preguntado por él, ni siquiera se ha molestado en llamar para saber de mi embarazo. Es como si nunca hubiésemos existido para él y eso duele.

    Hiroki limpió sus lágrimas con rabia, era la primera vez que hablaba abiertamente de Nowaki y su traición. Hacerlo con Akihiko, era en cierta forma un consuelo, pues el hombre no lo juzgaba. Más allá de los sentimientos que ambos compartían, eran amigos y eso era lo que estaba siendo Akihiko en aquel momento, su amigo. Un amigo que tenía cosas que revelar, pero que no sabía cómo abordarlas.

    —De seguro estará con el residente ese con el que se acostaba. Él dice que lo hizo durante nuestra separación, pero ¿quién sabe desde cuando estaban juntos?

    Hiroki se puso de pie, pues la ira le revolvió el estómago, causándole nauseas. Caminó inquieto por la sala y Akihiko se paró a su lado, envolviéndolo en un suave abrazo.

    —A lo mejor con él si quiere...tener hijos. A lo mejor a esos hijos no los va a rechazar como ha hecho con los míos. No ha llamado ni una sola vez para saber de los niños, Akihiko. Que no me llame a mí no me importa, al fin y al cabo a mí me da hasta asco pensar en escuchar su voz, pero Iseei, mi pequeño ángel no tiene la culpa.

    Hiroki se aferró al pecho de Akihiko. Todo su cuerpo temblaba y a Akihiko le dolía escuchar sus sollozos.

    —Cuando Iseei me mira con aquellos ojitos tan grandes, tan expresivos y… me pregunta por su papi. No…no sé qué decirle. Me rompe el corazón.

    Akihiko decidió que no era momento para decirle nada. Hiroki estaba muy alterado y decirle que él conocía al amante de Nowaki y que además este esperaba un hijo, no era algo que Hiroki debía escuchar. Por lo menos no por ahora.

    — ¿Has ido al médico a que te revisen? —Akihiko decidió cambiar de tema.

    Hiroki lo miró con un poco de culpa. Solo había ido una vez al médico, en el tiempo que estuvo viviendo de nuevo con Nowaki. Ryu le había recomendado uno y hasta le había hecho una cita, pero no había tenido tiempo de ir a esa consulta. Por lo que visitó a uno que le quedaba de camino a la universidad y como no le gustó, no había vuelto.

    —La última vez que fui, todo estaba bien con el bebé, pero no, tengo como un mes que no voy.

    Akihiko acarició su rostro cariñosamente.

    —Entonces es por allí por donde debemos empezar. Buscaremos un buen médico para ver cómo está el bebé y para que te hagas chequeos mensuales. Estás muy delgado y muy pálido también.

    —No estoy delgado. —Protestó Hiroki, acariciando su ya evidente vientre.

    Akihiko también acarició la suave curva con emoción.

    —Sí, ya se te nota. Pero eso no quiere decir que estés gordo. Solo tienes pancita.

    Hiroki sonrió y Akihiko lo besó tiernamente.

    —Tienes que dejar de hacer eso. — murmuró Hiroki, con los ojos cerrados y los labios entreabiertos y húmedos.

    —No puedo. — Le dijo Akihiko, besándolo nuevamente con deliciosa lentitud.

    Las manos del profesor, acariciaron suavemente la estilizada espalda de Hiroki y bajaron insinuantes hasta la deliciosa curva de sus nalgas.

    — Akihiko. —Murmuró Hiroki, entre un suspiro y un gemido.

    Akihiko hizo un esfuerzo sobrehumano, para no cargarlo y llevárselo a la habitación. Quería hacerle el amor hasta que ninguno de los dos tuviera fuerza ni para respirar. Pero aun no era el momento.

    —Lo siento.

    Hiroki lo miró, su respiración estaba agitada y sus ojos llenos de deseo, pero también había temor en su corazón.

    — ¿A dónde nos va a llevar todo esto? —Le preguntó, acariciando su simétrico y varonil rostro. Hiroki no podía creer que existiera algo más perfecto que aquel hombre, que lo miraba con intensidad, con… amor. Amaba aquellos ojos misteriosos y profundos.

    —Sé que necesitas tiempo, ambos lo necesitamos. Haruhiko e incluso Keiichi no se van a tomar esto muy bien y tenemos que hablar con ellos primero que más nada. Así que no voy a presionarte. Vamos despacio, tenemos todo el tiempo del mundo. Y quiero que sepas una cosa, no voy a abandonarte, ni a dejarte solo en todo esto. Ahora que por fin sé, que sientes lo mismo por mí, voy a luchar hasta que finalmente te tenga conmigo, hasta que consigamos ser una familia. En esta casa, en otra, en Londres o aquí en Tokio. Haremos una vida juntos. Sé que voy a amarte hasta que se me acaben los días y me esforzaré mucho para que tú me ames igual.

    —Sino nos hubiésemos encontrado en el puerto…

    —Igual me habría enamorado de ti. —Le interrumpió Akihiko. Lo besó y le sonrió con amor. —Ese día solo sellamos nuestros destinos. Lo dijo la anciana ¿lo recuerdas? Cuando te puse la pulsera, ella dijo que las turquesas eran promesas del cielo, promesas que se cumplen cuando el momento justo llega. Este caballero ingles estaba destinado a amarte y esa promesa se cumplirá ahora.

    Hiroki le sonrió.

    —Estás loco Akihiko, tengo dos hijos, me voy a divorciar y… No soy el mejor partido que podrías encontrar, además ¿Qué pasó con el joven que habías venido a buscar?

    Akihiko se tensó un poco, si Hiroki supiera la verdad.

    —Lo encontré y lo tengo en este momento entre mis brazos. Vine a Japón a encontrar el amor y lo encontré en tu corazón. Por los niños no te preocupes. Adoro a Iseei y a este bebé también lo amaré. Seremos una gran familia, podríamos tener dos hijos más.

    Hiroki rio consternado.

    —Por dios… tú también ¿que acaso tengo cara de fábrica de bebés?

    Akihiko lo miró confundido. Hiroki lo sorprendió dándole un tímido beso.

    —Olvidalo. — Le dijo con una enigmática sonrisa y Akihiko ciertamente lo olvidó, perdido en la belleza de aquel rostro.

    Muy a su pesar, Akihiko lo llevó hasta donde ahora se estaba quedando. Tenía que ir despacio, pero eso no quería decir que fuera fácil hacerlo. Además, tampoco le gustaba que Hiroki se estuviese quedando con su abogado, pero no demostró sus celos, no tenía nada que temer y en su corazón lo sabía.

    Cuando Hiroki subía en el ascensor, con el sabor de los labios de Akihiko, aún es su boca, pensó que era hora de salir de su cascaron y tomar decisiones. Lo primero era salir de casa de Shinoda, no podía darle esperanzas al abogado, cuando en su corazón solo había amor para Akihiko.

    —Hola… Qué bueno que ya llegaste, me tenías preocupado.

    El recibimiento cálido de Shinoda, su sonrisa, su evidente preocupación. Le hicieron ver a Hiroki, que aquello no sería tan fácil como pensaba ¿Por qué tenia que ser aquel hombre, tan extraordinariamente apuesto y gentil?

    —Iseei está con la niñera. Ya comió y ella dice que se portó maravillosamente.

    Shinoda tomó su mano y lo llevó a sentarse a su lado en el sofá. El abogado presintió que Hiroki le diría algo que no quería escuchar.

    —Dilo, creo que he esperado esto desde hace días.

    Hiroki le apretó la mano con cariño.

    —Lo siento Shinoda, pero creo que es hora de que me vaya. No puedo seguir aquí.

    —Lo sé. — Dijo Shinoda con desilusión. —Lo bueno no dura por siempre.

    Le entregó una carpeta a Hiroki, diciéndole con una suave sonrisa.

    —Me tomé la libertad de escoger varias casas que podrían gustarte. Están en excelentes zonas y son perfectas para ti. Revísalas y escoge la que te gusta, cuando la tengas avísame. La tendrás mañana mismo, si así lo quieres.

    Shinoda se puso de pie para marcharse y dejar a solas a Hiroki, pero antes de irse, le dijo besando su mano dulcemente.

    —Quiero que sepas que el que te deje ir de mi casa, no significa que me daré por vencido.

    Hiroki le sonrió negando con la cabeza y Shinoda se fue sin decir más.

    Las casas eran todas hermosas y Hiroki podía imaginar su vida allí. Tenía que comenzar de nuevo y debía hacerlo por el mismo. Aun no tenía una relación con Akihiko, ni siquiera sabía que tenía con Akihiko. Solo sabía que tenía que empezar a hacer las cosas de la forma correcta y lo primero era lograr su independencia. No podía meterse de cabeza en una relación, cuando ni siquiera se había divorciado de Nowaki. Cuando pensó en su esposo, apretó las manos en puños. Tanto rencor en su corazón, por un hombre por el que una vez, había sentido un amor que creyó invencible.

    Nowaki ya no merecía sus lágrimas y mucho menos su odio, sería un desperdicio de energía. Se dijo que ya no lo recordaría con las imágenes de los momentos hermosos que habían vivido. Esos recuerdos los guardaría en su corazón. Muy pronto serian ex esposos, dos extraños que alguna vez compartieron un vínculo. Estaba claro que a Nowaki no le importaban sus hijos y lo irónico era que había dos hombres, dispuestos a amarlos incondicionalmente, aunque no fueran suyos.

    Hiroki alzó los hombros con gesto despectivo, tomando en su mano la foto de la casa que había escogido para comenzar a vivir de nuevo. Nowaki se lo perdía, era él quien estaba perdiendo. Hiroki tendría el amor de sus hijos siempre. Y eso, se lo haría saber en la primera oportunidad que tuviera.

    ******

    Como Shinoda había dicho, la casa que escogió Hiroki, estuvo a su disposición a la mañana siguiente. El abogado le acompañó a visitarla y Hiroki estaba que irradiaba alegría. Era una casa hermosa, la casa perfecta para su nueva vida. Antes de llegar el medio día, ya tenía los muebles más esenciales. Las maletas con su ropa y la ropa del niño, estaban también allí. Shinoda le había contratado temporalmente un ama de llaves y a la niñera, mientras Hiroki se asentaba y enviaba por Himeko.

    Cuando llegó el turno de despedirse. Shinoda besó su cien amorosamente.

    —Estoy a solo una llamada, para lo que necesites.

    Hiroki le sonrió, tenía la certeza de que así seria.

    Llegó el fin de semana y Akihiko lo ayudó a acomodar las cosas. Parecían dos recién casados en su nuevo hogar, pero Akihiko no dormía en la casa y su relación no pasaba de dulces besos. Iban despacio, pero bien encaminados. Himeko llegaría en una semana, cuando Hiroki tuviera ya todo listo en la casa y Keiichi también tenía programado quedarse unos días con su hermano. Hiroki temía aquel momento, pero para Akihiko, era motivo de alegría, por fin podría gritar a los cuatro vientos que Hiroki era suyo.

    Lamentablemente y por una decisión precipitada de Hiroki, aquella alegría iba a sufrir un descalabro.

    El lunes fue su primera cita con Kaoru Asahina. El medico fue de lo más atento y maravilloso. Hiroki estaba feliz de que su amigo se lo hubiese recomendado. Su bebé estaba perfecto y las ecografías en su bolso lo tenían radiante de alegría. Llamó a Akihiko para contarle todo y este, feliz, le pidió que llevara las fotos a la universidad, para verlas. Le describió la noche romántica que pasarían entre velas y deliciosa comida, con una buena película para terminar. Hiroki ya había decidido que Akihiko esa noche no se marcharía, era hora de que dieran un paso adelante. Muy pronto el divorcio estaría encaminado y él llevaba casi dos semanas sin saber nada de Nowaki.

    Fue tal su rabia, porque el médico ni siquiera hubiese llamado para saber de Iseei, que a pesar de toda lógica, encaminó su automóvil al hospital donde Nowaki trabajaba. Era hora de decirle todo lo que se tenía merecido a aquel cretino.

    ******

    Misaki estaba vistiéndose lentamente. Después de quince largos días, por fin podría ir a casa. Tenía reposo absoluto y un montón de medicamentos. Aun no estaba cien por ciento recuperado y la amenaza de aborto seguía latente. Pero los médicos determinaron que podía estar en casa, en un ambiente menos deprimente que un hospital. Así quizás recuperaría más sus fuerzas y él bebé, que parecía estarse aferrando con fuerza a la vida, ganaría finalmente la batalla.

    Nowaki estaba metiendo en una pequeña maleta, todo lo que se llevarían a casa. El médico no se había separado de Misaki un segundo. Hacía una semana que el chico había tenido una hemorragia y había sido la peor noche de sus vidas. Ambos pensaron que el bebé no se salvaría, pero su hijo había resultado ser un guerrero. Aquellos amargos días, los habían unido en un propósito, proporcionarle a aquel pequeño valiente que se aferraba con amor a la vida, un futuro donde fuera feliz.

    Nowaki se esforzaba porque Misaki estuviera cómodo, sereno, bien cuidado. Aquellos días habían hablado por largos periodos. Tal parecía que se conocían de toda la vida, de tanto que sabían ahora el uno del otro. Misaki le agradecía la dedicación, agradecía que no lo hubiese abandonado. Pero se sentía triste por el dolor que veía reflejado en sus facciones, el cansancio, la frustración.

    —Takahiro me dijo que se quedaría conmigo hasta que el bebé este bien. —Le dijo Misaki, proporcionándole así, una salida a aquel tormento.

    —Yo hablé con tu hermano ayer. Le dije que se quedara tranquilo en Osaka, que yo me encargaría de cuidarte a ti y a mi hijo.

    Nowaki le sonrió con ternura y eso encendió una luz de esperanza en el corazón de Misaki. Sabía que no debía tener esperanza, sabía que no debía desearlo, pero no podía evitar pensar que a pesar de todo aquel dolor, a pesar de que no había actuado de la forma correcta y había hecho mucho daño con sus acciones, él de alguna forma conseguiría ser feliz.

    —Gracias. —Murmuró emocionado.

    Nowaki besó su frente y tomó la maleta.

    —Vamos, la doctora quiere verte antes de que nos vayamos.

    Hiroki llegó al hospital, estacionó su auto y entró caminado resueltamente. Las enfermeras de recepción lo miraron con asombro y temor. No podía ser una buena cosa que el esposo de Kusama estuviera allí, el día que daban de alta a Misaki.

    —Buenos días, soy el… el esposo de Kusama sensei ¿podrían decirme si está en su consultorio?

    Las chicas se quedaron sin palabras. Hiroki iba a decir algo, cuando a lo lejos vio a Tsumori. Caminó hacia él, ignorado a las aturdidas enfermeras. Iba a llamarlo, cuando a unos metros de él, salió Nowaki de un consultorio, en compañía de un joven al que tenía abrazado cariñosamente.

    —Cuiden bien a su bebé y Kusama, cuida mucho a Takahashi kun, mira que queremos que su angelito nazca sano y perfecto. —Les dijo una doctora que salió después de ellos.

    Nadie había notado su presencia.

    Hiroki vio como el chico sonreía acariciando su vientre. Nowaki iba a decir algo, cuando Tsumori, que ya había visto a Hiroki, pasó al lado de él, corriendo como un loco. Cuando Nowaki miró en dirección a donde Tsumori corría, se quedó congelado. Hiroki lo miraba con un dolor, que jamás deseo ver en aquel dulce rostro.

    Nowaki sintió a Misaki tensarse, aquella situación podía volverse potencialmente peligrosa. Pero Tsumori no tenía intención de dejar que Hiroki saliera más lastimado de lo que ya estaba.

    —Vamos, salgamos de aquí. — Le pidió a Hiroki, abrazándolo suavemente.

    Hiroki asintió y se dejó llevar, ahora lo entendía todo. Ya no había más nada que decir.

     
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  9. kimmi Chan
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    TTwTT Que boneeto y feo :c puro pinche sentimiento encontrado con este fic, me sentí feliz cuando Akihiko y Hiroki por fin se besaron y luego el rechazo de Shinoda :c y luego esto!!

    Mi corazón es fuerte pero... ¡NO ABUSES! xDD

    Me encantó, estuve genial, tengo el estomago hecho un nudo! xD Dios, pero si Nowaki n o siente nada por Misaki ¿Cómo chingados le va a hacer? ¿Esta destinado a estar solito? ¿Y Misaki? ¿Qué va a ser de él? ¿Y el baby? AHH, tengo tantas preguntas.

    Mi esperanza egoista murió hoy. No me siento feliz con eso... pero tampoco estoy molesta y es que Akihiko es perfecto para Hiroki, pero... NOWAKI!
    Me voy con mis lagrimas TTuTT
    Espero al conty, nos leemos!
     
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  10.     +1   -1
     
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    Los buenos momentos de tu vida, serás recordados como grandes alegrías; los malos te darán las mejores enseñanzas

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    quiero que sepas mi querida Fransela_r que me haces sufrir, emocionarme e ilusionarme al mismo tiempo
    bueno sufro porque no estoy acostumbrada a que las parejas originales se separen
    pero me emociona ese cambio con la misma intensidad
    la verdad ya no se que va a pasar
    me gusto el avance en la relación de ijjuin e ishi
    ryu es muy chistoso y desinhibido
    pero ya no quiero que hiroki o misaki sufran más
    se me rompe el corazón
    espero la conty con ansias
    nos vemos :=PENSDF:
     
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  11. ayumi1
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    Muchas emociones en un solo día ......... Joder me duele que ya no esten las parejas iniciales pero también me hace querer seguir leyendo tu historia
    Como siempre nowaki cadavez se un de mas , pero lo que de verdad me intriga es saber que ocurrirá con misaki y hiroki , aunque siendo sincera akihiko acompaña muy bien a hiroki jeje
    Que bueno que la relacion de ishi con ijuuin avanze , se ven tan lindos juntos

    Y bueno de nuevo me encanto el capitulo jeje , aunque haces qque me de un infarto

    Y eso, cuidate mucho bye
     
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  12. Marcela Garcia Herrera
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    dolor puro dolor ahh pero tocaba que se enterara de eso... auch que no le pase nada a mi princesa de la barriguita de hiro chan... lo ruego.. ahh no es justo quiero xxx entre aki y hiro.. nowaki... definitivamente no puedes ser mas de malas... cada vez mas matas mas a hiro chan.. espero pronto la conti
     
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    Maestr@ en Yaoi
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    Maravilloso capitulo. Pobre hiroki todavia sufrira con esta noticia, Menos mal que tiene akihiko para ayudarlo. Esperare la conti con ansias.
     
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  14. BlackLady713
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    tu juegas bien y bonito con mis emociones....

    primero, los momentos dulces y cariñosos de Shinoda con Hiroki, despues todo es amor y amor con Akihiko y Hiroki, y despues destruyes toda la vida con los encuentros de Nowaki y Hiroki!!!!

    VALGAME EL SEÑOR!!! YA KIERO VER EL MOMENTO EN QUE LE DEN CALABAZAS AL IDIOTA DE KUSAMA!!!

    No se merece ni sikiera el despresio ni el odio ni sikiera una mirada de tan hermosa criatura como "el bombon del asistente de Ijuuin-sensei" me dio mucha gracia esa frase.

    Me dolio, si me dolio, pero esto es camino libre para el conejo!! un hermoso amor llamando a Kamijou!!

    espero la continuacion sensei!!!

    LB :=wozardd:
     
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  15. Fransela_r
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    Holaaaaa, les dejo con todo mi cariño el antepenultimo capitulo, a dos para el final, estare feliz de que compartan conmigo los ultimos trazos de esta historia. Abrazos grandes, se les quiere.



    Sin ti…sin mí




    Tsumori se subió con Hiroki en el auto, le quitó las llaves y condujo, saliendo del hospital.

    —Tsumori, yo puedo…puedo ir a casa…solo.

    Tsumori tomó su mano con cariño.

    —Déjame acompañarte. Te prometo que me iré en lo que me cerciore de que estarás bien.

    Hiroki no protestó, le dio a Tsumori su nueva dirección y se recostó del asiento, cerrando los ojos.

    “Un hijo. Nowaki esperaba un hijo con su…amante”

    Era un pensamiento doloroso que le helaba la sangre. Tsumori se paró frente a la casa y lo ayudó a bajar. Lo siguió hasta el interior y lo instó a sentarse, mientras buscaba la cocina para servirle un vaso de agua.

    —Bebe un poco. —Le dijo suavemente, poniendo el vaso en sus manos y sentándose a su lado.

    Hiroki sorbió despacio el líquido. Cuando la niñera apareció en la sala. Tsumori le pidió que se quedara en la habitación con Iseei.

    —Me…me dijo que había tenido un amante, pero no…no mencionó que esperaban un hijo. —Murmuró Hiroki, todavía conmocionado por el descubrimiento.

    Tsumori se quedó asombrado ¿Cómo había sido capaz Nowaki, de confesarle tal verdad a su esposo embarazado? ¿Es que acaso no tenía conciencia? Cada vez le daban más ganas de golpear a su amigo.

    — ¿Cómo se llama? ¿Desde cuándo está pasando esto Tsumori? ¿Tú lo sabias?

    Hiroki lo miraba con desesperación, pero Tsumori no quería responder aquellas preguntas.

    —Hiroki por favor…no te hagas más daño. Eso ya no tiene importancia.

    Hiroki se puso de pie mirándolo con dolor, con ira, con angustia.

    — ¡¿No tiene importancia?! —Gritó consternado. —Va a tener un hijo con ese…ese tipo y no me dijo nada. Fue tan retorcido que me dijo que se había acostado con alguien más, pero omitió el pequeño detalle de que además iba a ser padre con esa persona.

    Hiroki se cubrió los ojos desesperadamente. Quería borrar la imagen de aquel chico sonriendo feliz. Quería borrar la imagen de Nowaki sosteniéndolo cariñosamente.

    —Por favor dímelo. —Le rogó a Tsumori, con sus ojos llenos de lágrimas.

    —Takahashi…Takahashi Misaki. No…no sabía nada hasta hace poco y no sé cuánto tiempo han estado juntos.

    Hiroki se sentó en una silla, mirando a Tsumori sin verlo.

    “Takahashi Misaki”

    Ya había oído aquel nombre. Forzó a su mente a recordar donde.

    “Ese es Takahashi Misaki. Es un interno a cargo de tu marido, el pequeño lo sigue como perrito faldero. Yo que tu tendría cuidado, la sangre nueva siempre es más dulce…”

    Eso había sido hacía unos meses, el día de su aniversario. Tsumori le había dicho aquellas palabras con malicia, pero no estaba lejos de la realidad.

    —Por eso le sonreía así—Murmuró para él. —No…no fue en nuestra separación, eso ya llevaba tiempo.

    Tsumori se arrodilló frente a él y tomó sus manos, sosteniéndolas cariñosamente.

    —No te hagas daño, no tiene sentido. Él no vale la pena. Piensa en tu bebé.

    Hiroki sollozó con dolor.

    — ¿Es que no lo ves Tsumori? Tú me lo advertiste…el…el día de nuestro aniversario. Tú me lo advertiste. Ellos estaban allí, riéndose. Se veían felices, hacía tanto tiempo que Nowaki no me sonreía a mí de la misma forma que lo estaba haciendo con él. Me dio tanta envidia y tus…tus palabras. Debí hacerte caso, debí saber que algo pasaba. Nowaki olvidó nuestro aniversario y ahora sé por qué.

    Tsumori lo abrazó cuando comenzó a llorar y Hiroki se dejó envolver por aquel abrazo consolador, pues por dentro se sentía destrozado.

    Su mente se llenó de recuerdos, sentía tanta desolación. No lo podía creer, no lo quería creer. Pasó mucho rato llorando y recordando, cuando un pensamiento vino a su mente. Más bien fue un recuerdo, algo que le decía que había escuchado ese nombre más de una vez.

    “Lo conocí en Londres. Él estaba de vacaciones, fue amor a primera vista. Es hermoso Keiichi, se llama Misaki, Misaki Takahashi.”

    “Es un mentiroso, Hiroki san. Misaki no es lo que yo creía. Todo este tiempo ha estado engañándome con otro hombre.”


    Hiroki se tensó de repente ¿podría ser una coincidencia? ¿Sería Misaki Takahashi la misma persona de la que había estado enamorado Akihiko? Y si así era, si eran los mismos ¿Cuánto de todo aquello sabia Akihiko? ¿Por qué no le había dicho nada?

    Se desprendió del abrazo de Tsumori y se puso de pie. La tarde estaba bien avanzada. Akihiko debía estar en clases. Con todo aquel lio él había faltado a su trabajo, esperaba que Ijuuin se hubiese reintegrado y si no, pues igual no le importaba. En aquel momento solo quería una cosa, saber la verdad.

    No llegó a marcar el teléfono de Akihiko, pues cuando tomó su celular, alguien tocó el timbre de su casa. Imaginaba quien era y eso le sobresaltó el corazón, las respuestas estaban muy cerca.

    Tsumori lo miró ir a la puerta, caminando como autómata, pálido y desencajado. Se sentó en el mueble, decidido a no irse de allí hasta que Hiroki estuviera bien.

    — ¿Qué pasó? Ijuuin me dijo que ni siquiera habías llamado para avisar que no ibas. Me tenías preocupado ¿Pasó algo en la consulta?

    Akihiko lo abordó a preguntas, apenas este abrió la puerta, pero Hiroki no tenía respuestas. Solo una pregunta que requería inmediata respuesta.

    —Misaki Takahashi…ese…ese es el nombre del chico por el que regresaste a Japón ¿verdad?

    Akihiko no tenía que ser adivino para saber que ya Hiroki lo había descubierto todo.

    —Sí. —Respondió serenamente.

    Hiroki lo miró impasible, en el fondo lo sabía, sabía que le habían mentido.

    — ¿Es el…es el amante de mi… de Nowaki?

    Akihiko asintió, rompiendo en pedazos lo que quedaba del corazón de Hiroki.

    — ¿Desde cuándo lo sabias? — Murmuró con el rostro desencajado por la decepción. — ¿También sabias que están esperando un hijo?

    Cuando Akihiko asintió nuevamente. Hiroki lo empujó con toda la fuerza que pudo reunir, pues este había hecho el intento de abrazarle y Hiroki no deseaba tenerlo cerca.

    — ¿No se te ocurrió pensar que yo debía saberlo? Tenía derecho a saberlo, Akihiko ¿Cómo fuiste capaz de ocultarme algo así?

    —No quería que te pusieras así. Ya tenías suficiente con saber que tu esposo te había engañado, como para agregar que estaba esperando un hijo con esa persona.

    Akihiko se acercó a Hiroki, mirándolo con disculpa.

    —Y no se te ocurrió mejor cosa que ocultármelo. Yo confiaba en ti Akihiko…confiaba en ti. —Hiroki se sentía decepcionado, habían sido muchas cosas pasando al mismo tiempo. No quería entender. No quería escuchar. Él, que odiaba las mentiras, había sido engañado muchas veces por aquellos que pensó, lo amaban.

    —Disculpen. —Dijo Tsumori, sorprendiendo a Akihiko y haciendo que Hiroki recordara su presencia. —Hiroki, me parece que deberías intentar descansar. Todo este estrés no es bueno para el bebé.

    Y también estaba muy harto de que le dijeran que hacer.

    Caminó hacia la puerta y la abrió de par en par.

    —Vayanse. — Pronunció lentamente, pero con un tono que no admitía replica.

    —Hiroki, por favor…

    — ¿Qué no oíste? Quiero que te vayas, que se vayan ambos. No los necesito. No necesito a nadie. Salgan de mi casa… Ahora mismo.

    Akihiko se sorprendió ante la violenta reacción. Hiroki estaba furioso y no era para menos. Quizás habría sido mejor hablarle con la verdad desde un principio.

    El primero en salir fue Tsumori. El médico estaba consciente de que Hiroki no debía alterarse más y si su presencia lo alteraba, lo mejor era marcharse.

    —Lamento lo que pasó, de verdad lo siento. Soy tu amigo, no lo olvides. Solo tienes que llamarme si necesitas algo. —Se despidió con suavidad y salió, mirando a Akihiko con curiosidad.

    —No lo hice para herirte, quería evitarte este dolor. —Le dijo Akihiko con disculpa.

    —Es muy tarde para eso Akihiko y finalmente lo que hiciste fue empeorarlo todo. Vete…por favor.

    Akihiko, bajó la mirada y salió cabizbajo de la casa. Lo que menos quería era irse, pero no tenía alternativa.

    Le pasó por un lado a Tsumori que estaba parado en la acera, como esperándolo.

    —Disculpa la curiosidad, pero ¿tú quién eres?

    La pregunta tomó por sorpresa a Akihiko. No tenía sentido responderla, porque en aquel momento, no sabía que era para Hiroki, si su pareja o la persona que más odiaba después de Nowaki.

    — ¿Cómo se enteró del bebé? —Preguntó en cambio, buscando tener una pista de lo que había ocurrido.

    —Fue al hospital. Se encontró con Nowaki y con…Takahashi kun.

    Akihiko asintió y se subio a su auto, dejando a Tsumori parado allí, con más preguntas que respuestas.

    Hiroki entró a su habitación y se cambió rápidamente, un jean, una camiseta holgada, unos cómodos zapatos deportivos, un suéter ligero y muy pronto estuvo listo. Entró a la habitación de su hijo y lo encontró jugando con la niñera.

    Lo tomó en brazos, besándolo dulcemente. Mirándolo con amor lo depósito de nuevo en la cama.

    —Voy a salir, cariño, pórtate bien. —Le susurró con la voz entrecortada.

    Reuniendo fuerzas, le habló a la niñera, intentando aparentar serenidad.

    —Quizás regrese un poco tarde ¿podrías quedarte esta noche?

    La chica asintió sonriendo, le gustaba aquel trabajo. La casa era hermosa, su jefe era una encantadora persona y lo mejor era que adoraba cuidar a aquel bebé precioso y bien portado.

    —Vayase tranquilo Hiroki sama, yo cuidaré a Iseei. No es molestia quedarme.

    Hiroki asintió y antes de que las lágrimas ganaran la batalla, besó a su hijo y salió rápidamente de la habitación.

    Condujo despacio, pues las lágrimas apenas lo dejaban ver el camino. Tuvo que detenerse varias veces para poder respirar y calmarse. Hasta que finalmente llegó a su destino.

    La casa estaba oscura, se respiraba la soledad en ella. Era una lástima, una vez había sido una casa llena de felicidad. Hiroki recorrió cada espacio, mirando a través de sus recuerdos. Escuchándose reír, suspirar, gemir. No se oía nada, solo su respiración, pero Hiroki podía escuchar las voces. Su esposo conversando, las risas de Iseei. Los susurros enamorados. Podía mirar también las sonrisas, el rostro apasionado de Nowaki, sentía sus besos, sus caricias.

    Habían hecho el amor en cada espacio de aquella casa, habían sido felices ¿cuándo murió aquel amor? Hiroki se sentó en su cama, mirando su habitación con nostalgia. Cuanta pasión, cuanto amor, cuantas…mentiras, se anidaban en aquellas paredes.

    Había sido un ciego, cerró los ojos a lo evidente. Nowaki Kusama jamás lo amó. Quizas antes de irse a Estados Unidos, cuando aún eran unos niños, quizás al principio lo había amado. Pero cuando regresó, cuando se convirtió en una cometa que ascendía más y más hacia el cielo azul, lleno de oportunidades, Nowaki lo dejó atrás. Él era como decía Ryu, el perfecto muñeco de porcelana, pero ni así consiguió alcanzar aquella rutilante estrella.

    Quizas Nowaki se había casado con él porque lo amaba, pero cuando dejaron de tener cosas en común, la brecha se abrió irremediablemente. Por más que el corriera, por más que tratara, jamás iba a lograr alcanzarlo. Nunca fue lo suficientemente bueno para los estándares de su esposo y la prueba había estado frente a sus ojos. Sonreía ahora para alguien más, celebraba la llegada de un hijo con esa persona y a él, a él lo había dejado atrás. Allí donde siempre había estado, tras él, nunca a su lado.

    La casa, los besos, las caricias, los sueños, los recuerdos, el amor. Todo en ese momento le pesaba, lo asfixiaba, le dolía. La vida que había tenido se había roto en pedazos frente a él. Como una fotografía que se descarta, una carta que se rompe, una promesa que no se cumple.

    Comenzó despacio, una cosa a la vez. Sacó la ropa del armario, los zapatos, las corbatas. El remolino en su interior creciendo en intensidad, pues lo perturbaba el perfume que colmaba el ambiente, tan lleno de recuerdos, de dolor. Las cosas iban formando una pila. Perfumes, bufandas, libros, fotos. De pronto tenía su vida frente a él y la rabia estalló en su corazón.

    Se volvió loco de dolor, de ira. Estaba perdido, devastado. Se sentía enfermo, agotado, lleno de odio, de rencor. Caminó por la casa, imbuido en su locura y la destrozó mecánicamente. Sin lágrimas, sin gritos, con la mirada perdida en los recuerdos del pasado.

    Unas horas después, parado en la acera del frente, la vio arder. Su mirada cristalina, fija, rota y sin vida, se regodeó en el rojo incandescente de las altas llamas, que se llevaban con ellas los recuerdos malditos que habían marcado su vida. Subió a su auto y se marchó, oyendo a los lejos las sirenas de los bomberos. Cuando llegaran, ya no quedaría nada de aquella bonita casa de la colina.

    Isaka acababa de llegar del bufete, cuando sonó el teléfono.

    —A…ayu…ayúdame.

    La sangre de Ryu se congeló en sus venas. Podía sentir el miedo atenazando su corazón.

    —Hiroki ¿Dónde estás?

    —A…abajo… en…en mi…auto.

    Ryu salió en carrera del apartamento. Lo encontró recostado en el asiento del auto, pálido y casi inconsciente. Lo cubrió con su chaqueta y llamó a gritos al portero del edificio, para que lo ayudara a moverlo.

    —Hay sangre Isaka sama. —Dijo el portero, haciendo que la tensión de Ryu subiera hasta la cima.

    —Gra…gracias. — Se despidió del hombre, arrancado con tal fuerza, que los cauchos del auto chirriaron en el pavimento.

    —Resiste Hiroki…resiste. — Murmuraba, mientras trataba de conducir rápidamente y hacer una llamada sin tener un accidente.

    — ¿Estás en la clínica?…Voy, voy para allá… ¡No preguntes maldita sea, solo espérame en emergencias!

    Cuando colgó. Isaka pisó el acelerador a fondo.

    — Ya vamos a llegar, pronto…pronto llegaremos. Resiste por favor, Hiroki.

    Estaba llorando. En su mente revivía momentos amargos y una vez más, vivía su dolor a través de su amigo.

    Kaoru lo esperaba en la entrada de emergencia. Caminaba nervioso de un lado a otro. Cuando vio llegar a un auto que se estacionó violentamente, supo que allí llegaba.

    —Ayúdalo Kaoru…ayúdalo. — Gritó Ryu, bajando del auto con el rostro desencajado por el dolor y la angustia.

    Kaoru bajó a Hiroki y lo puso en una camilla, una enfermera y el médico residente, se lo llevaron a la sala de emergencias. Ryu tenía las manos manchadas de sangre, de cuando intentó moverlo. Se las miró con horror. La angustia lo estaba sobrepasando, el miedo llenó su corazón, tantos dolorosos recuerdos.

    Kaoru tomó sus manos mirándolo con amor. Cuando Ryu fijo su mirada en él, lloró con desconsuelo. Rogándole con vehemencia.

    —Sálvalo Kaoru, no lo dejes morir. Es… es un bebé…no…no merece morir. Sálvalo por favor…Hiroki se volvería loco si algo le pasa…Hiroki no lo soportaría…Yo lo sé…yo lo sé…Por favor Kaoru…por favor, no la dejes morir, que no se muera…Otra vez no…otra vez no.

    Kaoru le hizo señas a una enfermera y la chica desapareció, volviendo casi de inmediato. Ryu lloraba histérico entre sus brazos, había por fin desahogado la pena que no había llorado en aquella época. Lo último que sintió, fue un ligero pinchazo en su brazo y luego oscuridad. Kaoru lo cargó, poniéndolo en una camilla.

    —Llévenlo a una habitación, que alguien se quede con él hasta que yo llegue.

    Kaoru besó su frente y corrió a la emergencia. Tenía una vida que salvar.


    ********


    Nowaki estaba acomodando las cosas de Misaki en el armario. Luego de llegar a la casa había recostado a Misaki en la cama.

    —Ve a hablar con él. Debe… debe estar muy mal y yo no quiero…

    Nowaki acalló las palabras de Misaki con sus dedos. Por mucho que le doliera lo que había ocurrido con Hiroki, por más que quisiera salir corriendo en su busca. No podía dejar a Misaki solo.

    —No te preocupes por nada que no sea nuestro bebé. Duérmete un rato, mientras preparo algo de comer.

    Dejó todo listo y lo miró. Estaba profundamente dormido. Suspiró, por lo menos su bebé estaba bien. En medio de todo aquel caos, por lo menos había una esperanza. Se sentó en la sala y recostó su cabeza del mueble. Silenciosas lágrimas llenaron sus mejillas. Hacía días que no escuchaba la dulce voz de su hijito, que no veía su sonrisa hermosa. Había podido notar que ya el embarazo de Hiroki era evidente. Ya no podría tocar aquel vientre suave y redondo, no podría besarlo, ni sentir a su hijo moverse.

    Mil veces había querido llamarlo, hablar con él, intentar disculparse. Pero con el bebé de Misaki entre la vida y la muerte, con lo frágil que estuvo Misaki aquellos días, no pudo, no pudo tener un minuto de paz para llamarle. Tampoco se sentía digno de hablar con Hiroki y mucho menos con su hijo, aquel inocente al que también le había vuelto la vida un caos.

    ¿Qué estaría pensado Hiroki ahora? De seguro lo odiaría más de lo que ya lo odiaba. Había arruinado su vida completamente. Las estúpidas decisiones que había tomado lo habían apartado del camino correcto y ahora no tenía nada en las manos. Si respiraba, si aún vivía, era porque tenía un hijo que lo necesitaba, pero nada más lo aferraba a la vida, todo lo había perdido cuando perdió a Hiroki.

    Aquella madrugada, recibiría otro duro golpe. La policía le había localizado a través del hospital, para informarle que después de tres horas apagando el incendio, su casa había sido reducida a cenizas.

    ******

    La noticia llegó hasta Keiichi, también en la madrugada. Haruhiko, se movilizó hasta Tokio, con su esposo hecho un lio de nervios. Al llegar a la casa nueva de Hiroki, fueron recibidos por una también alterada niñera. Hiroki estaba desaparecido desde esa tarde y nadie sabía nada.

    Eran las cinco de la mañana cuando arribó Akihiko a la casa. Haruhiko le había llamado con la esperanza de que supiera algo. Cuando se sentaron a conversar y les contó todo lo que había ocurrido hasta esa tarde. Tanto Keiichi como Haruhiko, querían la cabeza de Nowaki en bandeja de plata, pero lo primero era saber dónde estaba Hiroki. Haruhiko salió de la casa a las seis de la mañana, iba a la jefatura de policía a encargarse de lo del incendio. Keiichi y Akihiko permanecieron en casa, esperando por si Hiroki regresaba.

    Akihiko fue a revisar a Iseei, mientras Keiichi llamaba una vez más al celular de Hiroki y al de Ryu. Se cubrió el rostro con las manos, llorando silenciosamente. Los celulares estaban apagados y la angustia se lo estaba comiendo.

    — ¿Dónde estás Hiroki? ¿Dónde estás? —Murmuró desconsolado.

    Akihiko arropó al bebé que dormía inocentemente, ajeno a todo aquel dolor. Si se hubiese quedado, si no lo hubiese dejado solo. Se reprochaba, pues se sentía culpable de todo aquello. No debió dejar a Hiroki solo, sabiendo por lo que acababa de pasar. Temía por la salud de Hiroki, temía por su bebé. Tenía miedo de perderlo en aquel irreparable caos. Si hubiese hablado antes, sino le hubiese ocultado la verdad.

    Cuánto daño habían causado Nowaki y Misaki, a la vida de una persona que el único mal que había causado, había sido amar.

    ******


    Ryu parpadeó varias veces antes de abrir los ojos. Kaoru estaba a su lado, mirándolo con ternura.

    — ¿Dime que no le pasó nada? —Murmuró con miedo.

    Kaoru le sonrió dulcemente. Acarició su rostro y besó sus labios con suavidad.

    —Es una niña y está perfecta. El sangrado debe haberse detenido antes de que lo trajeras. Estaba delicado, pero no grave. Mucho reposo y tranquilidad y todo seguirá un curso normal.

    Ryu, rio con emoción y extendió sus brazos a Kaoru. Este se acomodó en la cama a su lado, abrazándolo amorosamente.

    —Gracias. —Murmuró Ryu contra su pecho.

    Kaoru solo besó sus cabellos, aprovechando aquella dulce intimidad.

    Minutos después. Ryu hacía unas llamadas. Ya la familia estaba enterada y venían en camino. Hiroki seguía dormido, pero Kaoru había dicho que era normal. Parecía haber sufrido un gran trauma y era mejor dejarlo descansar.

    Ryu había llamado a Shinoda para que se ocupara de lo del incendio. Cuando Keiichi lo había informado del incidente, había atado cabos y por los restos de hollín en la camisa de Hiroki, imaginaba lo que este había hecho. Pero solo eran suposiciones y había que esperar que Hiroki despertara para saber qué había ocurrido. De cualquier forma, no quería a su amigo involucrado en nada que le causara estrés. Habiendo recobrado su aplomo, con la certeza de que Hiroki estaba bien, se dedicó a coordinar con Shinoda, la manera de que Hiroki no se viera involucrado en aquel lio.

    —Si hay que pagar para comprar silencios avísame. Moveré mis cuentas y usa a todos los contactos que tenemos. Los bomberos llegaron a tiempo y dado que la casa estaba sola en la colina, no hay nada que lamentar, así que no podemos descansar hasta que Hiroki se vea libre de todo eso.

    Kaoru lo veía ir y venir por la habitación. Hablaba bajito para que Hiroki no se despertara, pero no quería salir por si su amigo despertaba y se asustaba por no ver ninguna cara conocida. Cuando terminó de hablar con Shinoda, Kaoru avanzó hacia él, dándole una taza de café.

    — ¿Crees que fue él?

    Kaoru ya sabía lo de la casa. Pero no imaginaba a Hiroki incendiando su propio hogar. Era un joven tan dulce, tan comedido.

    —No lo sé y no me importa. —Respondió Ryu decidido. —Lo único que quiero es que nada de eso llegue hasta Hiroki. No quiero que lo perjudique de ninguna forma y si tengo que llegar al soborno, lo haré.

    —Hiroki es afortunado de tenerte como amigo. — Le dijo Kaoru, tomando su mano con ternura.

    Ryu sonrió. — Y a ti como médico. — Le dijo, apretando su mano cálidamente.

    Cuando Kaoru iba a decir algo. La voz de Hiroki los alertó.

    — ¿Ryu?

    —Aquí estoy, contigo, siempre contigo. —Ryu corrió a su lado y se sentó en la silla, tomando su mano y besándola dulcemente.

    — ¿Mi bebé? —Hiroki tenía miedo de aquella respuesta, los acontecimientos de la noche anterior eran un borrón para él, pero si tenía claro una cosa. Había puesto su embarazo en peligro.

    —Ella está muy bien. Es una niña fuerte y está esperado que su mamá se porte bien, para que en cinco meses, pueda conocer como son las cosas afuera.

    Tanto Hiroki como Ryu, le sonrieron a Kaoru. Ambos aliviados, ambos tranquilos. Kaoru los dejó a solas, mientras hacía unas rondas.

    —Me asustaste. — Le dijo Ryu, besando cariñosamente sus manos.

    Hiroki lo miró con un dejo de vergüenza, de inquietud.

    —Anoche me volví loco, Ryu. No sé qué me pasó.

    —Cada quien tiene un límite. Tú alcanzaste el tuyo. Imagino que Nowaki es el culpable de todo esto. —Ryu de verdad quería matar a Nowaki.

    Hiroki asintió lentamente. —Su amante, Ryu. Su amante está esperando un hijo también. Fue…fue horrible verlos juntos. No sé qué sentí.

    Ryu chistó con molestia.

    —Lástima que el infeliz ese no estaba dentro de la casa. Se habría librado la sociedad de una lacra.

    Hiroki recordó el incendio, pero no sintió nostalgia por aquella casa. Quizas si un poco de temor, por las consecuencias que aquello acarrearía.

    Ryu pudo adivinar sus pensamientos.

    —Nada malo va a pasarte. Yo me encargo de todo. Tú preocúpate por ella.

    Ryu acarició su barriguita con nostalgia, pero sin dolor, feliz de que aquella niña estuviera bien. No había notado que aquella noche algo había cambiado en él.

    Cuando llegaron Keiichi, Haruhiko y Akihiko. Ryu salió a comer algo y a hablar con cierto médico, del que por ahora no quería separarse.

    —Hermano…hermano… Estaba tan asustado.

    Keiichi lo abrazó compulsivamente. Recobrando un poco de tranquilidad. Hiroki le sonrió y también le sonrió a Haruhiko, que estaba parado al lado de la cama. Preguntó por su hijo y al estar tranquilo de que el bebé estaba seguro, buscó con su mirada a Akihiko, pues había escuchado su voz. Lo encontró recostado en un rincón, como tratando de pasar desapercibido. Si bien aún no lo perdonaba por haberle ocultado cosas, en cierta forma lo entendía, había querido evitarle un dolor. Ese dolor que lo llevó a cometer tantas locuras, entre ellas poner en riesgo a su bebé.

    Cuando Keiichi lo soltó, él le sonrió a su hermano y volvió su mirada hacia Akihiko. Extendió su mano, llamándolo en silencio y este se acercó con una tímida sonrisa. Keiichi le cedió su lado en la cama y se metió en los brazos de su esposo. Akihiko se sentó y besó la mano de Hiroki, amorosamente.

    —Lo siento. —Murmuró con tristeza.

    Hiroki acarició el hermoso rostro de su esposo san, diciéndole dulcemente.

    —Es una niña.

    Akihiko rio emocionado y sin importarle que sus hermanos estaban allí. Llenó de besos sus labios y también su vientre.

    —Te amo…te amo…te amo. —Repitió mil veces.

    Quizas así, después de todo, había sido buena aquella pesadilla. Pues ya Hiroki era suyo y nada ni nadie los separaría.

    Unos minutos después, todos conversaban intentando no tocar el tema de aquella relación. Keiichi miraba Akihiko entre la fascinación y la preocupación. Haruhiko, como hermano mayor, ya estaba deseando estar a solas con Akihiko, para conversar seriamente. Pero no estaban en desacuerdo, al contrario, ver a sus hermanos tan felices y compenetrados les complacía. Solo que había temas que resolver, como el divorcio y el futuro de los niños, que eran un vínculo que Hiroki y Nowaki siempre tendrían.

    Kaoru entró abruptamente a la habitación con el rostro serio.

    —Disculpen, no quiero interrumpir pero, afuera hay alguien que dice se llama Kusama Nowaki y quiere hablar con Hiroki. Tuve que encerrar a Ryu en mi consultorio para que no se diera de golpes con él ¿podría ser que es tu esposo, Hiroki?

    Cuando Hiroki iba a decir algo, Haruhiko se adelantó.

    —Yo me encargo de él.

    —No. —Dijo Akihiko muy seriamente. —Déjame a mí, Kusama y yo tenemos una conversación pendiente.

    — Akihiko…no. —Le rogó Hiroki reteniendo su mano.

    Haruhiko tampoco estaba de acuerdo.

    —No quiero tener que sacarte de la comisaria por liarte a golpes con ese cretino. Yo tengo mis escoltas afuera. Bien les puedo ordenar que lo saquen de aquí sin hacer escándalo.

    Akihiko negó con la cabeza, besó la mano de Hiroki y se soltó poniéndose de pie.

    —Hiroki y yo ya decidimos nuestro futuro, Haruhiko. En lo que salga el divorcio nos vamos a casar. Esta conversación se va a dar tarde o temprano.

    Haruhiko suspiró y renuente le dio la razón a su hermano. Akihiko besó con ternura los labios de Hiroki.

    —Vuelvo en seguida, te amo. No te preocupes por nada.

    Akihiko salió de aquella habitación serenamente, pero no tenía ninguna intención de portarse como un caballero. Aquel día, él y Kusama iban finalmente a medirse frente a frente.
     
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