Conexión

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    El día del destino

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    Uno, este one shot consta de dos perspectivas, ¿a qué me refiero? El one shot está divido por cuatro partes, digámoslo así. Cada parte está narrada bajo los ojos de un personaje, o sea, una parte estará narrada por Yamato, mientras que otra está por Taichi. Dos, es algo largo el one shot, pido perdón, jasjd.

    Este one shot/escrito fue realizado por haber visto Kizuna hace casi un mes, y dije: WEY, NECESITO ESCRIBIR DE ESTOS DOS AHORA y por eso nació este one shot. Tenía tiempo de no inmiscuirme en el fandom de Digimon, hace casi 8 años escribí un taito (del cual no me enorgullezco tanto) y pues para reavivar la llama del taito/taiyama, pues aquí me tienen, además que me vi Digimon Tri también, y pues los feels de amistad y valor fueron grandes.

    Vamos a ver qué nos depara este one shot que hice con cariño y para sentir los feels de regreso</3 Lloremos juntitos.

    Verán párrafos en cursiva, estos párrafos narrarán flashbacks, para que los tengan en cuenta.
    Sin más dilación, ¡les comparto este escrito!):

    Pareja: Yagami Taichi / Ishida Yamato.
    Contenido: Rated G.
    Advertencias: Palabras malsonantes. Spoilers de Digimon Last Evolution y referencias a Digimon Tri.
    Género: Romance.
    Tipo: One-shot.
    Palabras: 5,622.
    Disclaimer:Los personajes no me pertenecen, pertenecen a Toei Animation y Hiroyuki Kakudō, yo sólo los ocupé para este escrito.



    C O N E X I Ó N
    _________________________


    Ojos llorosos, sus manos seguían temblando mientras que el sol de la tarde comenzaba a caer en el horizonte y se perdía en aquellas nubes que avecinaban una gran tormenta para aquella noche. En el balcón había sentido algo que jamás imaginó poder sentir, sin embargo…

    “Mierda”, se repitió para sí.

    Sus sentimientos por aquel amigo del mundo digital seguían ahí y eran aquellos que le ardían por dentro, sin embargo, no se sentía vacío. ¿Por qué?

    Cuando sus lágrimas cesaron y sólo hubo sollozos ligeros, pudo respirar con más tranquilidad. ¿Por qué? Cerró sus ojos para calmar aquellos sollozos y controlar su cuerpo que temblaba. Quizá era el aire frío, quizá no era eso.

    El apartamento estaba vacío, callado, solitario, oscuro. Al entrar, prendió la luz de la sala-comedor y aquella luz le hizo cerrar sus ojos. Con pesadez se retiró al baño para enjuagar su rostro. Rastro de lágrimas estaban ahí, su ropa estaba sucia, tenía pequeños rasguños en su rostro y brazos que llevaban sangre seca, rastro de aquella última batalla con-

    Suspiró de inmediato.

    Abrió el grifo y con el agua fría que salía, salpicó su cara. Se sentía refrescante. Dejó correr el agua, su mirada se levantó y frunció el ceño. Ojeras se estaban formando, estaba algo pálido y la sensación de soledad lo invadió.

    —Mierda —golpeó la cerámica del lavabo.

    Necesitaba un buen baño caliente.

    Cerró el grifo y se encaminó fuera del baño para preparar sus cosas y tomar aquella ducha que realmente necesitaba.

    El gran ventanal, las ventanas tenían las primeras marcas de gotas de agua. Estaba lloviendo, otro motivo para aquella ducha.

    Cuando iba directo a su habitación, el timbré de su apartamento sonó, escuchándose estruendosamente cuan trueno. Quería ignorar el sonido, pero este era insistente. Con pesadez, abrió la puerta.

    —¿Taichi…? —sus ojos se abrieron completamente. —¿Qué-? —al momento suprimió aquella pregunta al ver el semblante de su amigo.

    Su ropa seguía sucia, tenía polvo por todas partes y estaba rasgada, y se permitió recordar: una explosión se había dado en lo que era el “Digimundo”, pero aquella explosión no sólo le afectó a él, también a Yagami, quizá él estaba más lejos cuando ocurrió la explosión-

    —Mierda —notó el pequeño camino carmesí que se extendía por toda su mejilla.

    Tomó la mano de su amigo, quien se dejó llevar. Lo llevó hasta la sala, donde el castaño tomó asiento. Su vista seguía en el piso. El rubio simplemente arrugó un poco su sien y salió corriendo al baño para tomar un par de botellas de alcohol y agua oxigenada, y algo algodón para limpiar las heridas.

    Al volver a la sala, su amigo seguía en la misma posición en la que estaba.

    Sus manos comenzaron a temblar y una opresión en su pecho apareció, algo que no sintió luego de la desaparición de- ¿Era nerviosismo? ¿Qué significaba?

    Se sentó en la pequeña mesita de centro, dejó las cosas a un costado de él, acercó una mano al mentón de su amigo para levantarle la cabeza. Al hacerlo, aquellos ojos color avellana se notaban tristes y no tenían aquel resplandor que antes tenían.

    Con esa simple mirada, supo que no simplemente habían perdido a su compañero, era algo más que también él había sentido en aquel momento.

    La lluvia era tranquilizante, el sonido de las gotas de agua, el viento. A pesar de ser catalogado como tristeza aquel clima, para Yamato era tranquilizante, sin embargo, algo le estaba inquietando. Cuando llegó su amigo, esa pizca de tristeza que había sentido horas atrás, había resurgido.

    Taichi se había quedado en la habitación para invitados. En todas las dos horas que estuvo, no había movido un solo pelo del sofá. Y con esto, hasta se tomó la libertad de tomar aquella ducha que realmente necesitaba.

    Cuando la noche acrecentó, la pesadez de su cuerpo le recriminaba que se fuese a acostar, pero al llegar a la cama y cobijarse, no pudo cerrar sus ojos. Se levantó de la cama, a pesar de que la noche inundaba su apartamento, sabía a dónde ir. Tomó la perilla de la habitación para invitados, pero antes de dar vuelta a la misma, esta se abrió por completo.

    —Taichi…

    —¿No puedes dormir? —en todo el tiempo que estuvieron en su apartamento, no había pronunciado ni una sola palabra. Su voz ahora sonaba ronca.

    —No —a pesar de que sus miradas no estuvieran encontradas, desvió esta para no sabotear la inquietud que sentía por su amigo.

    —Tú también lo sientes, ¿no es así?

    —¿A qué-? —pero supuso que su amigo también sentía lo que él.

    Aunque no tenía palabras para describir aquel sentir, sabía que Taichi lo comprendía.

    Se quedaron en el sofá, sentados, separados. Mordía su labio de vez en vez, la lluvia todavía no cesaba. Se quedaron callados por un buen rato, mientras sólo escuchaban el sonido de la lluvia caer con más fuerza que antes. Relámpagos adornaban la ciudad y la iluminaban cada cierto tiempo.

    —Algo se quebró —el armonioso sonido de la lluvia caer en el balcón seguía. —Pero ahí sigue. La tristeza que sentí… no fue por la partida de Agumon. A pesar de que él haya… —quedó en silencio algunos segundos, y el rubio soltó un suspiro. —A pesar de que haya desaparecido, no me sentí vacío. Sé que lo entiendes, no sé ponerle palabra alguna, pero sé que tú también sientes… —y el rubio alzó la mirada para observar a su amigo. —Aquí —terminó poniendo su mano en su corazón. —Es algo que nunca he sentido. Tal como si me hubieran arrebatado algo, tal como si…

    —Como si tú no estuvieras conmigo —completó el rubio. —¿Por qué? —se preguntó más para sí. —¿Por qué yo? ¿Por qué nosotros? —apretó ligeramente sus puños y unas cuantas lágrimas comenzaron a brotar de sus ojos.

    Esto no era desesperación. No era tristeza. Sabía a lo que se refería Taichi. ¿Por qué Gabumon y Agumon? ¿Por qué ellos?

    —¿Sientes algo por Taichi, Yamato? —había preguntado Gabumon, luego de aquella batalla ardua contra Meicomoon. Habían pasado solamente dos días, los eventos recientes seguían presentes en el rubio.

    —¿Huh? —estaban en el apartamento de Hiroaki, padre de Yamato y Takeru.

    —Agumon es mi compañero de pelea y mejor amigo. Cuando estamos cerca y peleamos juntos, siento una vibra inimaginable. Es agradable. Y es porque estamos conectados con ustedes, con Taichi y contigo —su pequeño amigo Digimon había dicho de la nada, una sonrisa enorme se hacía relucir.

    —Somos… mejores amigos.

    —¿Sí? Porque siento algo más que amistad, un lazo…

    —No hay nada más que eso, Gabumon —un ligero rubor apareció en sus mejillas al escuchar aquellas palabras. Además, era simplemente amistad…

    Amistad.



    Tenía exactamente dos semanas de haber tenido aquella plática con Taichi y no lo había visto otra vez.

    La puerta del apartamento se abrió por completo.

    —¿Yamato? —la voz de su hermano resonó en todo el solitario apartamento.

    Solitario.

    —Takeru, ¿qué haces acá?

    Había terminado de hacer un par de pendientes de la universidad, faltaba poco para fin de semestre. La carga de proyectos, tareas, la entrega de tesis, entre otras estaban en su lista de pendientes. En sus ojos azules se notaba el cansancio, sólo dormía cuatro horas, y eso era un buen día.

    —¡Llevar a mi hermano a un lugar genial! Acaban de abrir un restaurante de comida mexicana por el puerto, y acabo de hacer una reservación, no me defraudes. Deja los pendientes por unas horas, mañana es sábado y puedes descansar al menos hoy, ya mañana podrás terminar todo eso.

    ¿Acaso se iba a resignar? Además, su hermano siempre estaba con él cuando más lo necesitaba, y en aquellos momentos claro que lo necesitaba.

    Con un suspiro, se levantó del escritorio, la computadora de escritorio la dejo hibernar y, sin previo aviso, su hermano lo tomó de la mano para llevarlo afuera del apartamento, como pudo tomó una chaqueta y las llaves de la casa antes de salir por completo.

    —¿Quiénes irán?

    —¡Oh! Joe dijo que estaba en prácticas todavía y no salía hasta noche, Mimi se fue de viaje a Estados Unidos, Koushiro tuvo pendientes en la compañía y una reunión supuestamente importante —se escuchó la risa de su hermano entre la multitud de la ciudad. —Sora dijo que seguía en cursos con su madre, y los toma en la tarde. Los únicos que pudieron fueron Hikari y Taichi —cruzó de brazos el menor de los Ishida. —Aunque por lo que me dijo Hikari, dudo que Taichi pueda —encogió de hombros.

    Cuando escuchó el nombre del castaño, un pequeño hueco en su estómago se formó. Aún no dejaba de pensar en la última conversación que tuvieron.

    —Nuestro esfuerzo allá —refiriéndose a “Neverland”. —Se esfumó ahora, por eso ya no te siento, Yamato. Sé que lo comprendes. Nuestra conexión no era con Agumon o Gabumon solamente… —el castaño se quedó en silencio por algunos segundos. —También… —suspiró. —También se trataba de nosotros. Nosotros creábamos esa conexión.

    —¿Por qué se esfumó? —ya sabía la respuesta, no tenía valentía de decirlo.

    —Tú lo sabes, Yamato. Sabes por qué se quebró.

    Aquella noche, ambos terminaron durmiendo en el sofá. Taichi se quedó en el pequeño sillón de una persona, mientras que él, Yamato, se quedó durmiendo en el más grande.



    Algún día iría a aquel continente y país. Tacos, picante, salsa, y bastante calidez. Al menos eso recibió de parte de aquel restaurante. Al haberse sentado en la mesa que Takeru había reservado (muchas personas iban, claro, por ser nuevo restaurante), no dejaba de mirar la entrada del establecimiento.

    Cuando nadie llegó, su hermano revisó su celular para leer el nuevo mensaje que le había llegado, y a pesar de que su rostro tenía un deje de tristeza, una sonrisa media se formó en sus labios: Hikari ni Taichi iban a ir, sin embargo, ambos disfrutaron de aquel momento entre hermanos.

    Era un sábado por la mañana. Había dormido mejor que noches anteriores. La comida, había pensado. Se quedó acostado, mirando al tacho como si fuera lo más entretenido del mundo.

    Su mente, aunque su mirada estaba en blanco, estaba poniéndole imágenes de Taichi.

    Sabía a lo que se refería Taichi aquella noche.

    El distanciamiento que habían tenido por las responsabilidades de la universidad los dejaba fuera de las salidas con los demás chicos. No se volvieron a encontrar luego de aquel suceso con Parrotmon, pero eso no era todo.

    Aquella noche que llegó Taichi, en sus ojos podía notar la desesperación de sacar lo que sentía en aquellos momentos, y no era enojo, era algo que también sentía muy por dentro.

    Los sentimientos… era amor. Sabía que Gabumon no malinterpretaba nada de lo que él sentía por Taichi. Ese lazo que él y Taichi tenían era algo fuerte y no se comparaba con el de los demás chicos. A pesar de los roces que tenían ambos…

    Tomó su celular, con algo de nerviosismo, apretó la agenda de contactos, iba a apretar el nombre del mayor de los Yagami, pero una llamada entrante lo detuvo.

    “Taichi”, recriminaba el ID de aquella llamada entrante.

    —Parece que algunas cosas no cambian —habló con una sonrisa el rubio.

    Algo me dijo que necesitaba llamarte. De hecho, voy en camino —con esto último, el castaño había cortado la llamada dejando a un impresionado y un sonriente Yamato.

    ———————————————


    Un sentimiento le había dictado el llamar al rubio. Habían pasado demasiados días luego de aquel encuentro después de lo sucedido en “Neverland” que no había tenido contacto con él y es porque no tuviera tiempo o porque no quería. La escuela, su tesis, pendientes y proyectos se acumulaban día a día.

    Takeru los había invitado a comer comida mexicana, algo que siempre había querido probar luego de aquella inauguración que vio desde la televisión. Seguramente-

    Recordaba con ternura a su compañero Digimon.

    —¿Piensas en Yamato otra vez, Taichi? —su pequeño dinosaurio de color amarillo lo distrajo de sus pensamientos.

    Estaba en su habitación, en el escritorio, intentando hacer la tarea que habían encargado aquella semana. Odiaba matemáticas, pero claramente su mente no estaba en los números, estaba en-

    —¿Yamato? —no era bueno mintiendo, pero tampoco quería mentirle a su amigo Digimon. Le tenía demasiada confianza. —Parece que sí. Aunque en los demás también. En la escuela nos vemos, pero no tocamos el tema de- bueno, de Meicoomon, y me pregunto cómo se estarán sintiendo —y aunque no era del todo mentira, pensaba muchísimo más en Yamato.

    Había pasado no menos de una semana de todo lo acontecido en Odaiba, los Digimon podían salir y entrar al Mundo Real cuanto quisieran, pero sabía que no siempre iba a ser así, tanto humanos como Digimon debían tener un espacio para ellos mismos.

    Además…

    —Sé que todos están bien y no te debes sentir mal, Taichi. Hicimos un buen trabajo con Gabumon —tal como si su compañero le leyera la mente, comentó aquello. —Además, ambos sentimos la energía que los dos emanaban hacia nosotros, era precisión, era… impresionante —los ojos de su compañero resplandecieron. —Taichi…

    —¿Hm?

    —No quiero que dejes de sentir eso por Yamato, Taichi. Los dos separados no funcionan.

    La inocencia de su compañero se percibía, pero aquellas palabras…



    Subió las escaleras, no quería esperarse más tiempo. Aunque fuese en el último piso. Llevaba una bolsa con comida para llevar. Ok, su plan no había sido el mejor, pero un pequeño presentimiento le indicó que fuera por comida y llamara al rubio.

    Ahora, agitado, con pequeñas gotas de sudor rondando su frente, llegó a la puerta. Respiraba agitadamente, su pecho subía y bajaba con rapidez, intentando estabilizar su respiración. Era julio, el sol ardía durante las mañanas, pero en la tarde, las nubes grisáceas oscurecían la ciudad y el canto de los pájaros era sustituido por truenos.

    Había pasado por ramen, era lo más cercano y barato. Se enderezó y tocó el timbre un par de veces. Cuando la puerta se abrió de inmediato, aquello le sorprendió, pero no le quiso tomar demasiada importancia.

    —Traje comida.

    Una sonrisa cálida se formó en sus labios cuando el rubio lo miró con algo de extrañeza a la par de sorpresa. Tanto tiempo conociéndolo, sabía perfectamente que tanto la llamada como haber llegado minutos después de aquella llamada le había sorprendido en lo absoluto al mayor de los Ishida.

    Ambos no habían retomado la conversación que se tenía pendiente. Dos semanas y ninguno había tenido la valentía de llamar al otro para aclarar las cosas.

    Con un resoplido, se sentó en la silla de la pequeña mesa para cuatro personas que estaba perfectamente en medio de la cocina y de la sala. La bolsa de ramen la dejó encima de la mesa de madera.

    Estaba sumido en sus pensamientos que no se había percatado de su amigo, quien estaba con brazos cruzados sobre su pecho desnudo. Con una ceja alzada y una sonrisa maliciosa, pronunció con total descaro.

    —No me importaría tenerte así al comer —encogió de hombros. —Es una linda vista, mejor que la televisión.

    Y, por el rabillo de su ojo, notó el sonrojo formado en las mejillas ajenas. Aunque se refería al gran ventanal, era algo gracioso ver sonrojar a su amigo.

    ¿Desde cuándo dejaron de sentirse tan… cercanos? ¿Cuándo fue la última vez que tuvieron una comida juntos? Recordaba que siempre llegaba a la casa de su amigo, con comida chatarra en mano, películas en su mochila junto a un cambio de ropa para el día siguiente. Las desveladas que tenían, los chismes que ocurrían dentro de la escuela.

    Todo había dejado de ser…

    —Como antes —completó con un susurro.

    Su mirada se fijó en su amigo quien había tomado asiento justo delante de él, había sacado los vasos de unicel que contenían el ramen.

    —Taichi… —respondió con aquel mismo susurro que el mismo castaño.

    —¿Uh? Oh, no es nada, pensaba- —negó su cabeza rápidamente. —No es nada. ¡A comer! —su semblante sonriente apareció, aunque sabía que era una fachada nada más.

    Su pensar le estaba engañando y no quería volver a meter sus sentimientos en todo esto. Su compañero dinosaurio estaba en lo correcto: él tampoco quería que aquella conexión con Yamato se terminara, pero-

    —No has tocado tu ramen —la voz de su amigo lo volvió a traer a la tierra. —¿Todo bien?

    Y se escuchó un sorbido. Yamato estaba comiendo y él solamente estaba viendo al vacío su ramen. Los fideos flotaban junto con algunas verduras por ahí, el color anaranjado no le apetecía en lo absoluto.

    Ok, esto tampoco era parte de su plan. Esto no era parte de su plan.

    Mordió su labio inferior, intentaba no pensar en nada, quería que su mente quedara en blanco, sin embargo, sus manos comenzaron a temblar ligeramente. Es el frío, pensó, aunque francamente el sol estaba en su esplendor aquel día, por algo llevaba solamente una playera blanca de manga corta y un pantalón de mezclilla.

    Soltó un resoplido.

    —Deberías decirle, Taichi —su amigo Digimon comentó con una reluciente sonrisa. —Es tu mejor amigo, y lo entenderá. Gabumon y yo siempre estaremos al pendiente de ustedes.

    —No es sencillo, Agumon —una sonrisa de tristeza apareció en sus labios.

    —¿Por qué? ¡Sé que funcionarán muchísimo mejor! —sus patas las alzó causando una ligera risa de parte del castaño. —Gabumon lo siente tanto como yo lo siento, ¿por qué ustedes no?


    Volvió a soltar un resoplido, aquel hizo que el caldo de su ramen salpicara fuera del recipiente de unicel, manchando la mesa de madera.

    —Lo estás haciendo demasiado difícil, Ishida —refunfuñó, volteando a ver a otro lugar que no fuera la vista a su amigo sin playera que seguía sentado enfrente de él.

    —¿Qué?

    —Que lo estás haciendo demasiado difícil —rodó sus ojos, esta vez echó su cabeza hacia atrás, soltando un quejido por el estiramiento de su garganta.

    —Yo- —pausa. —Yo no sé a qué te refieres, Yagami —odiaba que lo llamasen así, más su mejor amigo.

    —¡Sabes a lo que me refiero! —saltó esta vez en su defensa.

    Yamato podía ser testarudo, tan testarudo como lo era él.

    —¡No! —un golpe en la mesa le hizo voltear a su amigo. —¡Esto no es justo! —y eso le hizo abrir un poco más sus ojos. Impresionado y con demasiadas preguntas en su cabeza se estaban formulando. —¿Por qué siempre eres tú? ¡Maldita sea! No puedo tener una decente cita con alguien, porque siempre estás tú ahí, presente. El puto tiempo no ayudaba en nada, pensé que, si me alejaba de esos pensamientos, si me alejaba completamente de ti, podía al fin sentirme aliviado, ¡pero no! Siempre estabas ahí, ¡maldita sea!

    —Yamato…

    —Gabumon me lo dijo, me lo advirtió aquel día cuando tuvimos esa pelea con Parrotmon. “La conexión entre tú y Taichi se ha estado desmoronado, me alegra que me hayas llamado por ayuda” —cerró sus ojos, y pudo notar que, de sus mejillas, comenzaban a resbalar lágrimas. —Al principio no lo entendía, pero esa tarde, cuando él desapareció, lo supe. Ellos sólo eran un vínculo entre nosotros y- —sus puños estaban temblando ligeramente en la mesa. —Y nosotros, vilmente destruimos eso…

    Una sonrisa media apareció en su rostro. Él lo comprendía, él lo entendía. Agumon tenía razón: Yamato lo iba a entender.

    Mordió su labio inferior y se levantó de su asiento para caminar hasta donde el rubio. Su cabeza estaba agachada, mirando a sus piernas, su respiración estaba algo agitada por el esfuerzo de contenerse.

    No se habían dado cuenta, no hasta aquel día contra Menoa que lo entendieron, pero el miedo y encubrir cada centímetro de su propio sentimiento hizo que todo lo que habían construido se desmoronara fácilmente.

    —Imbécil —dijo el castaño con una sonrisa. —Eres un maldito imbécil —había escondido su rostro en el sedoso cabello del rubio.

    Quedaron en silencio algunos segundos. Estaba abrazando la cabeza de Yamato, la cual la había atraído a su pecho, en este caso, estaba a la altura de su estómago.

    —Te odio —aunque era una palabra desagradable, de esta manera ambos se demostraban el cariño, aprecio y amor que se tenían mutuamente.

    —Eres un idiota —entre ligeros sollozos escuchó a su amigo.

    —Soy tu idiota —completó, haciendo que su amigo se removiera de su agarre y mirara hacia arriba. —¿Necesitas ponerle nombre a eso? No seamos tan cursis, no te quedaría con ese porte de lobo solitario que te cargas.

    —Imbécil —a pesar de sus ojos ligeramente rojizos al igual que su nariz y mejillas, pudo notar una pequeña sonrisa.

    ———————————————


    —¿En serio? —una voz, exageradamente emocionada, estaba del otro lado de la línea. —¡Al fin! ¿Y qué? ¿Se dieron sus besos? Porque esa tensión sexual que se sentía en el ambiente cuando ustedes estaban, estaba asfixiándonos.

    —¡Takeru! —a pesar de que no pudiera verlo su hermano, estaba ruborizado.

    Aquel día simplemente se quedaron en la cama de él, el calor inundaba la habitación, porque lo que su… novio<7i> había optado por quitarse aquella playera blanca que era un estorbo, según él. Y aunque vivieron demasiadas cosas juntos, y entre esas <i>cosas juntos estaba el haberse visto desnudos, y aunque no fuese por completo (gracias a la magia de la toalla), el ver al castaño con su torso desnudo, le había hecho subir la sangre hasta su cara.

    Luego de aquella plática, hubo besos fugaces que simplemente los guiaron a la cama del rubio, fue ahí donde se acomodaron para tomar una siesta.

    Los sentimientos que se dieron a relucir aquella mañana, los había agotado. Quizá por haberlos retenido por bastante tiempo.

    —Y bien, cupido, ¿ya son novios?

    —Uhm… —eso no lo habían decidido, pero a Taichi no le importaba en lo más mínimo que él lo llamase “novio”. —Sí —¿era cierto?

    Un resoplido se escuchó. Takeru lo conocía demasiado bien y sabía cuándo dudaba o mentía, sin embargo, aquello lo dejó pasar. Tenía 22 años, podía con esto. Había peleado con monstruos en un mundo diferente al real y no tuvo miedo. Era un adulto ahora, podía con esto.

    —Ok, hermano —del otro lado de la línea se escuchó un ruido estruendoso. —Necesito irme, Pa- —se detuvo, sabía que diría Patamon, pero suponía que su hermano seguía sintiéndose mal por él, aunque le hubiese dicho mil veces que estaba bien hablando del tema. —Necesito irme, ¡hablamos pronto!

    Y con esto último, colgó.

    Se recargó en el respaldo de su silla y masajeó su cien.

    Algo le irritaba, aparte de los proyectos y tesis que todavía faltaban por entregar, era…

    —Tsk —chasqueó la lengua.

    Y sin más precipitaciones, siguió escribiendo en su computadora. Ojos cansados y bostezos adornaban su rostro. Botellas de agua, taza de café tras taza de café. No se había permitido dormir, no después de haber dormido aquel día con Taichi.

    Eran los finales. Exámenes estaban a la vuelta de la esquina, los proyectos y exposiciones que estaban a punto de finalizar lo estaban agotando cada vez más y más. Las ojeras estaban demacrando sus ojos. Había cansancio. Su cabeza estaba tumbando fuertemente, hacia dos horas estaba molestándole aquel dolor de cabeza, pero no se permitía irse de su escritorio por más de dos segundos.

    Mordía con ansia su labio inferior, no le estaba prestando atención a las acciones que estaba tomando hacia su cuerpo. Sus dedos tenían ligeros rasguños debido a sus uñas, su labio inferior llevaba ligeras marcas de sangre por haber mordido con rudeza, su cuello ya no soportaba más que no podía moverlo de un lado a otro sin soltar un quejido.

    Cerró sus ojos.

    Era de noche ya. Era un jueves por la noche, mañana tendría que despertarse temprano para ir a la escuela y exponer el tema que le había tocado a inicios de semestre.

    Masajeó su sien. Gruñó por el dolor.

    Un sonido proveniente de su celular le hizo casi dar un brinco; le había espantado. Su corazón estaba latiéndole con fuerza y rapidez. Miró su celular con enojo y un refunfuño soltó, tal como si el celular le fuera a escuchar.

    Al revisar la hora, notó que no pasaban más allá de la media noche. Se había quedado inmerso en su habitación que no notó que desperdició su día encerrado, sin mover un solo pelo.

    Y otro sonido notificándole que había llegado un mensaje lo volvió a sacar de sus pensamientos.

    ¿Estarás libre mañana por la tarde?
    xx


    Era lo que le faltaba. Gruñó. No sabía porqué le estaba irritando el tema de Taichi y su relación que tenían, no es que estuviera dudando de lo que sentía el castaño por él, ¡pero por qué no le había dicho nada! ¿Acaso estaba apenado? ¿Acaso no le gustaba estar con él? ¿Por qué carajos estaba escribiendo casi una biblia como respuesta?

    —Tsk —volvió a chasquear su lengua y borró en esos momentos lo que le estaba dictando su mente.

    Probablemente, ¿tienes algo planeado?

    Había respondido.

    Mañana, a las cuatro de la tarde te veo en el restaurante de siempre, no olvides llevar tu semblante de lobo solitario. Es sexy (;

    Su celular sonó de inmediato, llegando a leer la notificación que, en su pantalla, se podía visualizar. Un sonrojo apareció, sabía perfectamente que Taichi estaba sonriéndole, aunque no lo estuviese viendo.

    —Idiota —resopló dejando su celular en el escritorio a un costado de su computadora.


    —Por favor, Yamato, no seas tan aguafiestas —una sonrisa del castaño lo reconfortó. —Tómalo como una cita —movió sus cejas de arriba-abajo.

    —Necesito preguntarte… —a pesar de su sonrojo, el cual no pasó desapercibido del castaño, desvió su mirada.

    —Yamato, eres demasiado fácil de leer. Me costó trabajo al principio. Cuando nos conocimos, no entendía nada, aunque entendía a los demás… —hizo una ligera pausa y echó su cabeza hacia atrás. —Pero a ti no, no llegaba a comprenderte como me hubiera gustado. Sin embargo… —al enderezar su cuerpo en el respaldo de la silla, su mirada conectó con la del rubio. —Gracias a Omegamon pude hacerlo y gracias a ello pude descubrir más de lo que yo llegaba a sentir… por ti. Entonces, sí, si eso era lo que ibas a preguntar.

    Ambos chicos se quedaron mirando, Taichi estaba tomando el vaso de cerveza que había pedido, mientras que él, Yamato, estaba más rojo que antes.

    Claro, haber estado hombro a hombro con Taichi por más de una década, era fácil que su novio supiera lo que estaba pasando por su cabeza, además… estaban conectados.

    —Te gusta Taichi, ¿no es así? —Sora había preguntado.

    Se habían quedado de ver en el parque estaba cerca de la bahía. Era un ambiente relajante. Por más de medio año habían estado saliendo, aunque no como pareja, aunque muchos los consideraban así. Estaban por terminar la preparatoria.

    La chica pelirroja llevaba un hermoso vestido blanco que le llegaba hasta los tobillos, resaltaba su figura delgada. Una diadema de listón rosado estaba alrededor de su cabello liso. Era una hermosa chica, tristemente él no sentía nada más que amistad por ella.

    —¿Cómo-?

    —No eres tan discreto que digamos —soltó una risita. —Aunque sería demasiado cliché que le dijeras cómo te sientes cuando estamos a punto de salir, aunque tampoco pierdes nada al intentarlo. Sabes que tendrás mi apoyo.



    Sábado por la mañana. Ya era algo habitual. Taichi se quedaba a dormir el viernes y por la mañana del siguiente se iba sin despertar a Yamato. Y ya había pasado un mes después de esa conversación y donde Taichi le había confirmado lo que tanto le estaba irritando saber.

    Esta mañana fue algo diferente.

    Al abrir sus ojos adormilados, se encontró con mechones castaños por todas partes. Una sonrisa se formó en sus labios y se quedó admirando la figura que estaba dormida en su cama junto a él.

    ¿Acaso esto era un complemento? ¿Acaso esto…?

    —Una foto dura más —sí, algo demasiado cliché viniendo de él.

    —Arruinas el momento.

    —¿Cuál de todos?

    —Idiota.

    —Al menos soy tuyo.

    Un almuerzo bastaba. Pan francés, con fruta picada y un par de tazas de café. Mañana cálida, tranquila. Luego de todo el trabajo hecho en todo el semestre, en todo el año, esto era algo que necesitaba y, gracias a su novio, podía disfrutar de la mejor compañía.

    Era un premio que deseaba conversar.

    Las risas de ambos chicos resonaban en todo el apartamento. La calidez, el confort, estar junto al otro. Era una calidez que no deseaba que se esfumara, era como una pequeña brisa afelpada, era como si Gabumon estuviera presente.

    Con una sonrisa melancólica, recordó a su compañero Digimon y, cuan susurro, llegó a escuchar: te lo dije.

    ———————————————


    —No hemos llegado a ese punto.

    —¿Acaso mi hermano tiene miedo? —un pequeño empujón en sus costillas le hizo soltar una risa.

    —¡Hikari! ¡NO!

    La menor de los Yagami sabía de la relación con el hermano mayor de su novio. Toda la familia y amigos lo sabían. En vísperas de año nuevo, ambos habían llegado con manos entrelazadas a la cena que todos los chicos habían preparado.

    Habían oficializado por completo la relación, pero la menor de los Yagami sabía que una pizca de algo faltaba, y su querido hermano no había dado ese gran paso.

    Era febrero, el viento tocaba una sonata para las personas que caminaban por las calles, arrastrando así pequeñas hojas de árboles, pétalos de flores que se enredaban eternamente en los mechones de aquellas desafortunadas personas.

    —¿Taichi, por qué los humanos se besan? —su pequeño dinosaurio amarillo preguntó.

    Era época del día de los enamorados, un día que no le importaba mucho al castaño, pero no podía dejar de ver cómo distintas parejas a su alrededor se enredaban en sus brazos, dejando ver el cariño y amor que se tenían fundiéndose en pequeños besos discretos.

    —Es para demostrar el aprecio que se tienen.

    —¿Por qué no demuestras ese aprecio con Yamato?

    —¡AGUMON!


    Su mirada se halló en el cielo despejado. Era cierto que no habían dado ese paso, ¡pero no era su culpa! Los trabajos interminables, la tesis, las clases particulares y el trabajo eran cosas que no se hacían de un día para otro y el tiempo que podían pasar “a solas” eran los sábados.

    A pesar del sabor amargo que le dejaban estas fechas particulares de febrero, no podía pasarlas por alto. Con un suspiro de resignación, compró comida y se encaminó al apartamento de su novio. Fue ahí donde comenzó a sentirse nervioso. No era común en él sentir nervioso por algo que hacía de corazón.

    A cada escalón que subía, más su corazón se aceleraba. Parecía que había corrido 100 metros planos al llegar al piso donde estaba el apartamento del rubio. Sus manos estaban algo sudorosas, su brazo ya no aguantaba el peso de la bolsa donde estaba la comida que pidió. Inhaló y exhaló.

    —Bien… —mordiendo su labio inferior, tocó a la puerta.


    —¿En serio? —una sonrisa se formó en sus labios.

    El gran Yamato Ishida estaba preparándose para entrar a la NASA, y con apenas 23 años, aunque le faltaba experiencia y demás, para su edad era un logro grandioso.

    La sonrisa del rubio era magnífica, su sonrojo era un toque que denotaba la alegría. Parecía que era al primero en decírselo, y eso le alegraba más aún.

    Se levantó de la silla y rodeó la mesa para llegar a su novio y abrazarlo con total fuerza. Siempre se sentaban de esa manera, frente a frente. Ayudaba a leer las facciones del otro con total naturalidad, sin mentiras, ni nada.

    —Mierda, estoy demasiado feliz —comentó el castaño tras esconderse entre la cabellera rubia de su novio. —Me alegra que hayas compartido esto conmigo.

    —Iba a hablarle a mi hermano, pero quería estar un ciento porciento seguro. Apenas ayer me hablaron; iban a confirmarme esta mañana mandándome un correo, y así fue.

    La felicidad era parte fundamental. La euforia del momento se podía sentir en cada parte de su cuerpo, era como si le hubiesen inyectado adrenalina y deseaba correr, gritar a los cuatro vientos lo feliz que estaba.

    Al dejar de abrazar a su novio, este levantó su rostro y mirarlo con una media sonrisa y aquel sonrojo que tanto adoraba ver en sus mejillas pálidas, creando un hermoso color en éstas.

    Fue ahí donde su corazón comenzó a latir con rapidez, tal como aquella mañana que llegó al apartamento del rubio. La euforia, aunque estaba consumiendo su cuerpo, podía sentir aquella conexión con el rubio.

    Poco a poco fue acercándose al rostro de su novio, dejando escasos centímetros de diferencia. Las barreras, el miedo, se derrumbaban conforme los milisegundos pasaban. El portador del emblema de valor estaba quebrantando cada miedo, permitiéndose escuchar su corazón, permitiéndose disfrutar de ese momento.

    Su mano acarició la mejilla ruborizada del rubio.

    Te amo.

    Y sintió una inconmensurable felicidad llenar cada parte de sus entrañas. Su cuerpo temblaba de emoción. Pudo haber peleado contra la oscuridad muchas veces, pudo haber visto cosas que ni en sueños podía imaginar, pero esto… esto era algo que realmente había contenido por mucho.

    Sus labios se habían unido con los de su novio en un beso que ambos habían estado deseando.

    —No sé a qué hora lo ibas a hacer —murmuró el rubio una vez se separaron.

    —No es como si fuera tan valiente, y creo recordar que siempre que intentaba acércame a ti para darte un beso cambiabas de tema o me empujabas. Estamos a mano.

    —¿Sabes? Siempre quise hacerlo. Creo que es una buena forma de demostrar el aprecio hacia una persona a la que amas, pero este fue el momento más adecuado, ¿no crees?

    —Sí… —acarició el cabello rubio.

    ¿Siempre había sido tan transparente para su compañero Digimon?

    —Ambos nos equivocamos desde un inicio, ¿no es así, Ishida?

    —Ni qué lo digas, Yagami.
     
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    Diría eso de "¡¿pero cómo no vi esto antes?!" Pero es que sí lo vi cuando lo publicaste PERO por esa época todavía no había visto Kizuna y claro, no quería auto-spoilearme. Que, bueno, también te digo que mi vida era mucho más alegre y bonita antes de verme la película. Que de recordarla vuelvo a llorar, pero llorar así con mayúsculas, que casi me ahogo con mis propias lágrimas. Eso es sufrimiento puro hecho final.

    PERO volviendo al fic (o realmente yendo porque todavía no dije nada de él xd) ¡me encantó! Ay que me encanta leer a estos dos ya como adultos~ porque no importan los años que tengan, seguirán siendo dos idiotas enamorados. Y eso es: bonito < 3333 ¡Como bonito fue tu fic! Me alegra tanto coincidir en ship aquí, pura delicia leerte~
    ¡Muchas gracias por publicarlo! ya siento haber tardado años en venir a leerlo pero ¿la intención es lo que cuenta?
    <3

    PD. Estoy cruzando muy fuerte los dedos para que Kizuna II nos arregle el corazón. Niños elegidos de la segunda generación, tenéis una misión y es devolvernos las ganas de vivir a todos, por favor. Me niego a vivir en un mundo donde los Digimon no envejezcan junto a sus compañeros ;;
     
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1 replies since 1/8/2021, 20:42   798 views
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