Investigando el Yaoi
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Capítulo uno: "Tu sonrisa me persigue hasta en mis sueños"
Aquella mañana recuerdo que me desperté debido al fuerte sol que se colaba por las cortinas que cubrían a duras penas las ventanas, recordaba también con lujo de detalles lo que, horas antes, había sucedido en la cama en la que descansaba. Como había perdido toda sensibilidad de mi cuerpo y como se consumían mis lujuriosos deseos bajo las manos de, el... como mi cuerpo ardía, mis manos temblaban por la culminante desesperación, mis ojos no podían estar tranquilos ya que intentaban registrar cada ínfimo detalle de su piel, haciendo del encuentro algo único. Si, esa cama fue testigo de nuestra hazaña más intima.
Necesitaba una ducha matutina, pero como no era mi departamento dudaba en si era lo correcto que la usará, por lo que me decidí a despertarlo aun que mis intentos no dieron resultado, se notaba que dormía de manera tan profunda que ni un disturbio podría despertarle, aun que claramente por su carácter no me recibiera con la mejor de las sonrisas sino que me echaría de un puñetazo para así poder retomar su descanso. Por lo que decidí, que una ducha rápida era lo más optimo para las circunstancias en que me encontraba en ese entonces.
Mientras las tibias gotas de agua provenientes de la ducha teléfono iban posándose y resbalando por mi piel, unos pasos en el apartamento me hicieron girar en mis talones dentro de la ducha y buscar la razón de ellos, lo vi osadamente mirándome desde el umbral de la puerta del baño con un semblante confiado lo que causo que un escalofrió corriera por mis vertebras, sabía lo que estaba por ocurrir pero me negaba a aceptarlo en lo más profundo de mi ser. Le conozco lo bastante bien como para predecirle y, en aquel entonces mis ideas no fueron erradas.
Di un suspiro pesado que lo acompañé de un elegante movimiento de caderas que lo atrajeron hasta la ducha, aun que no quisiese debido a mis sentimientos, no podía negar que hacerlo con el era delicioso. Se sacó el bóxer que era lo único que traía puesto y sin hacerme esperar se metió en la ducha buscando una segunda ronda, le complací en todo lo que quiso hasta que mis piernas ya no pudieron más y mi acelerado corazón apenas y podía con la presión. La ducha terminó, el se fue con una toalla tapándole desde el torso para abajo, dejándome rendido en el suelo de la ducha; cuando pude oír que el contestaba una llamada me quebré en un silencioso llanto mientras me abrazaba a mi mismo buscando consuelo, ¿hasta cuando podría aguantar esos encuentros?, era lo que me cuestionaba en el interior de mis pensamientos.
Mi autoestima era y siempre ah sido altísima, pero cuando se trataba de el flaqueaba. Su maldita sonrisa, esa que me carcomía hasta el fondo, era mi objetivo verla siempre que pudiera y para conseguirla debía de complacerle aun que de eso dependiese enterrar mis sentimientos.
—¡Kuroko! Espérame, se me caerá el helado.— Ya eran incontables las veces que llevaba a Kuroko a ese parque, era nuestro favorito y por debidas razones el mejor. Desde ahí quedaba cerca el local de las hamburguesas, ahí fue donde el se me confesó, ahí vendían unos helados fantásticos. ¿Que otras razones necesitaba para proclamarlo el mejor? Ninguna a mi parecer, aun que Kuroko siempre decía que yo era demasiado simple para mis asuntos eso no quitaría el hecho de que ese parque siempre sería nuestro favorito.
El día era soleado y el viento cálido, como siempre Kuroko me pidió que le comprase un helado de vainilla, su sabor favorito, y como mi padre siempre me depositaba un exceso de dinero lo derrochaba en hacer feliz a Kuroko.
Se nos paso el día muy rápido, habíamos dejado el parque a eso de las cinco de la tarde para tener tiempo suficiente para ir con calma hasta mi departamento, que quedaba un tanto lejos pero que con mayor razón nos dábamos el tiempo de sobra para recorrer sin prisas el trayecto.
Había notado que la mirada de Kuroko no se despegaba del suelo y no daba palabra alguna para entablar una conversación, aun que fuésemos en silencio el ambiente estaba lejos de ser tenso, pero no me causaba buena impresión lo cabizbajo que el andaba, por lo que sin medir mi fuerza le detuve su andar tomándole del hombro y posesionarme frente a el, le cuestione si algo pasaba a lo que el negó y sonrió ligeramente, no me tragaba esa fingida sonrisa así que algo más pesado le insistí si estaba seguro para cerciorarme.
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