// Cazadores del Mar Celestial // [Varias parejas] [CAPÍTULO FINAL] [Historia/Mitología, Acción]

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  1. Mare Infinitum
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    Shut your mouth and let me speak

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    Buenas a todos, I'm back!! Traigo el 4to capítulo jeje espero que os haya gustado el anterior, ¡porque este va a mejor! Os van a dar escalofríos como a mí me dieron ayer cuando revisé el capítulo XD

    Sly D. Cooper: Fuck, els colors... mai penso de canviar-los XD Llàstima que Hikaru no es "consolés" ell sol, sí, pro ho havia de fer fidel XD I espero que aprenguis molt més i t'ho passis molt millor :) En realitat, aquest capítol te'l dedico! Té varies coses que són típiques de tu jaja i a més sé que t'agradarà :) *abrazo espontáneo*

    Música, maestro:
    SPOILER (click to view)
    Tulimyrsky (lluvia de fuego en finlandés) - Moonsorrow


    Espero que os guste :)

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    4. Lluvia de Fuego



    Era el día de la competición contra Kageyama para recobrar el amuleto. Shindou no estaba para nada nervioso. Era bueno en muchos deportes y si además conseguían añadir el tiro con arco en la competición seguro que la ganaría, pues, como era tradición en Ítaca, el manejo del arco era su especialidad (1).

    Respirando suavemente mirando en el techo, recordaba cómo era su vida antes. Pacífica, tranquila, sin muchas más presiones que las que el control de la isla y la rivalidad con las islas vecinas conllevaban. Pasaba un tiempo agradable con Kirino, aprendiendo cosas sobre su magia, y éste sobre las cualidades de la familia. Desataban su pasión sin miedo.

    Pero la historia se repitió y los enemigos de palacio ocuparon la casa, le echaron a él y lo que quedaba de familia (matando a todos ellos menos a la pareja) y empezaron a desobedecer el orden divino. Era mucho peor que cuando su antepasado Odiseo tuvo que echar a los pretendientes. Esta vez estaba solo.

    —Shindou —le susurró Kirino, con una voz de medio dormido—. Tus pensamientos me perturban.
    —Lo siento. No puedo evitarlo. Me lleno de ira cuando me viene a la cabeza.

    Kirino tenía un defecto con su magia: la energía negativa era demasiado fácil de percibir con alguien que tuviera cierto contacto. Hasta el punto que si Shindou se enfadaba como en ese momento y Kirino estaba durmiendo, éste se despertaba sobresaltado. Era como un río que le arrastraba con fuerza.

    —He estado pensando —dijo Kirino—. Puede que no sea buena idea hacer la competición.
    —¿Cómo que no? Es nuestra única manera de tener la suerte de nuestro lado.
    —El comentario del amigo de Kageyama, sobre que nos podemos proteger y tu familiar no, me obligó a buscar otra manera. No quiero hacerle daño. Es tu familia. —Shindou no perturbó su mirada, pero anteriormente había pensado lo mismo—. He pensado que… podríamos simular la competición.
    —¿Qué quieres decir?
    —Mientras vosotros empezáis alguna prueba, yo puedo tocar el amuleto mientras lo guarde uno de sus amigos. Y podré saber qué ocurre en tu casa.
    —Parece buena idea. Así, si nos demoramos más a volver a Ítaca, podemos seguir a Kageyama por un tiempo y estar al tanto.

    Kirino tuvo una buena idea. Y compasiva para Kageyama. Shindou se sintió mejor solamente jugando una treta que no simplemente arrebatándole el amuleto.

    Con la mente más despejada de malos pensamientos y con mejor ánimo, la pareja salió de su habitación, preparada para la competición, y esperaron a que Hikaru saliera también.

    —Buenos días —les saludó el anfitrión, con educación—. Espero que hayáis dormido bien.
    —Sí, gracias.

    Poco tiempo les dio de charlar más, pues Tenma llamó a la puerta con su ánimo habitual y fue delante en todo momento en el camino hasta la planicie a las afueras de la ciudad. Allí les esperaba parte de la ciudad. Había corrido el rumor de la competición entre los amigos de Hikaru (culpa generalmente de Tenma) y hasta los mayores se habían apuntado. Endou y toda su generación estaban presentes y cargaban con los instrumentos para la competición.

    —Bienvenidos —les saludó Kidou a los dos participantes—. Hemos decidido cinco pruebas para que se resuelva esta competición. Lanzamiento de jabalina, de disco, carrera, lucha y salto (2).
    —De acuerdo —asintieron ellos.
    —Endou y tu compañero guardarán el amuleto mientras se realicen las pruebas. Así nos aseguraremos que ninguno de vosotros huye con el premio.

    Hikaru asintió, algo nervioso por tener que desprenderse de lo que estaba seguro que le salvaría la vida en más de una ocasión. Pero no tenía opción. Se quitó el colgante y se lo entregó a los dos guardianes, que tenían una mesa preparada para dejarlo expuesto.

    Shindou, aliviado porque su plan fuera tan bien, empezó con el lanzamiento de jabalina, y luego lo siguió Hikaru. Midorikawa era el encargado de comprobar los resultados. El resto aplaudía a cada tiro, sobre todo los amigos de Hikaru, que le vitoreaban constantemente.

    Distraído de la competición, Kirino se miraba insistentemente el amuleto. No sabía si sería de mala educación preguntar directamente por el amuleto, pero era necesario. Entretanto, preparó su energía para liberarla al contacto con el artefacto y así obtener su visión. Su bisbiseo alertó a Endou, que se lo miró con recelo, pero con algo de ternura, y pensó que el mago era demasiado tímido.

    —Tranquilo, puedes tocarlo, si solamente es con un dedo —le dijo, con una sonrisa segura. Kirino le miró por un instante y se sintió aliviado. También le supo algo mal lo que sabía que diría a continuación—: Mientras no lo robes no habrá problemas.

    Era normal desconfiar de un viajero, pero aun así se sintió mal.

    Mientras Kageyama y Shindou se preparaban para el lanzamiento de disco, Kirino puso un dedo sobre el Amuleto Alado. Su mano empezó a emitir esa luz entre verde y azul y se alejó del mundo, pese a las preguntas quejumbrosas de Endou.

    Kirino vio entonces un montón de imágenes: su casa, el palacio, la ciudad, todas en relativo orden pese a que sus ciudadanos protestaban entre ellos. Entonces la imagen se trasladó al mar y pudo ver un meteorito caer a la costa de delante de palacio. Un enorme monstruo marino salió de ese meteorito y no tardó en arrastrar con grandes brazos a media ciudad con él, sin distinguir entre personas y edificios. Grandes olas impactaron con lo que quedaba de ciudad, que estaba en llamas e inundada a la vez.

    —¡¡No!! ¡¡No, no!! —gritó, negando las visiones con todas sus fuerzas.

    Cuando Kirino volvió a ser él mismo, se forzó a abandonar la energía y rompió a llorar sonoramente, arrodillándose en el suelo. Todos se giraron de repente hacia él y Shindou corrió a socorrerle.

    —¿Qué te pasa? Kirino, ¡háblame! —le instó su compañero. Luego se dirigió a Endou—. ¿Qué ha pasado?
    —No lo sé, solamente ha tocado el amuleto, su cuerpo se ha iluminado y… han sido unos segundos solamente.

    Shindou se giró de nuevo cara Kirino, que tenía las manos en la cabeza y los ojos cerrados, intentando dispersar esas horribles imágenes. Todos los espectadores empezaron a acercarse a ver qué ocurría.

    —Shindou… yo… no queda nada… ¡No queda nada!
    —¿Qué es lo que no queda? ¿Qué has visto? —le insistió, aunque imaginaba a qué se refería. Y le estaba alterando rápidamente.
    —¡Ítaca…! ¡Ítaca ha sido arrasada hasta sus cimientos! —gritó, sin dejar de sollozar. Muchos de los presentes se asustaron y empezaron a correr la voz del pánico—. Cetos, el monstruo marino de Poseidón, ha sido el que ha causado tal catástrofe.
    Shindou se arrodilló y le abrazó, llorando él también, pero en silencio.
    —¿Cetos? —se preguntó Kidou, hablando a parte con Endou y Goenji—. ¿Pero no fue puesto en los cielos por los dioses? ¿Cómo ha sido liberado?
    —Tenemos que preguntar más al joven —apuntó Goenji.

    Los habitantes fueron volviendo a sus casas, preocupados por si la cólera de los dioses caía sobre ellos también. Los amigos de Kageyama, jóvenes y adultos, se quedaron cerca y acompañaron a los afligidos viajeros hasta el centro de reuniones. Allí consiguieron calmarles un poco. Endou conservaba el amuleto, a la vista de todos.

    —Este joven acaba de tener una visión de destrucción —anunció Kidou ante el consejo—. Según dice, Cetos, el monstruo marino de Poseidón, ha arrasado Ítaca él solo.
    —¡Eso es imposible! —exclamó uno de los miembros.
    —¡Lo he visto! —gritó Kirino enfadado, a punto de llorar de nuevo, levantándose. Entonces dejó entrever su tatuaje y el consejo se tensó un tanto en sus sillas. Reconocían el símbolo de Hécate—. ¡El meteorito ha caído del cielo y se ha convertido en Cetos! ¡Lo ha destruido todo!
    —Espera, ¿qué has dicho? ¿Un meteorito? —preguntó alarmado Kidou. Kirino asintió en silencio. Entonces el mayor dio un paso al frente, con sus ideas claras—. Era esto a lo que se refería el Oráculo de Delfos. La tormenta de estrellas. Cetos ha sido la primera.
    —¿Qué estás diciendo, Kidou? ¿Qué debemos esperar más meteoritos? —cuestionó otro miembro del consejo, alterado.
    —Eso me temo. Es el castigo por el descuido a los dioses. —Entonces se giró y se dirigió a Kirino, que se había arrodillado de nuevo al lado de Shindou, que tenía la mirada totalmente perdida—. ¿Joven, has visto algo más? ¿Alguna pista de dónde podrían caer?
    —No… lo siento mucho, yo… —El pobre estaba colapsando otra vez pero, entonces, repasando las horribles imágenes, vio una diferente al resto. Era… su madre. O eso creía. Una mujer vestida de colores oscuros y con la marca laberíntica que él llevaba como tatuaje por todas partes. Le decía que debía abandonar Grecia. Veía desaparecer parte de su cuerpo de vez en cuando—. Los dioses… están débiles… Necesitan ayuda. Hécate me ha aconsejado que abandone el país, porque estoy en peligro.
    —¡No puedes hacer eso! —se giró de repente Shindou, despertando de su letargo—. ¡No puedes abandonarme!
    —Nunca lo haría.
    —Debemos ayudar a los dioses a restablecer el orden en Argos —propuso Kidou—. Eso los pondría a nuestro favor. No hemos dejado de hacer nuestros rituales, nos harán caso si combatimos a Argos. Y ya tenemos a Tebas y Corinto de aliadas. Es nuestra oportunidad.
    —¿Pero de dónde sacaremos armas y guerreros? No tenemos capacidad de combate, no somos ni dos centenares en total —le rebatió Endou, preocupado.
    —Para eso tengo solución…

    Y se disponía a contarlo, pero entonces un terremoto sacudió los cimientos de la ciudad. Lo primero que se les ocurrió a todos fue salir fuera. El temblor fue demasiado breve. Usando su intuición, Endou y Kidou guiaron a los demás, incluyendo a los chicos, a la parte más alta de Tirea, desde donde se podía ver el mar y la llanura de Argos, a lo lejos.

    —Mirad el cielo de Argos—dijo Kidou, casi como un susurro.

    Todos abrieron los ojos como platos, con horror al ver una enorme columna de humo en los campos de Argos. Y del cielo caían tres meteoritos, los cuales impactaron apenas unos segundos después de avistarlos. Éstos cayeron algo más cerca de Tirea, en los bosques del sur de Argos. El terremoto resultante tumbó de inmediato a todos los observadores, pese a la distancia (que estaría a medias entre Argos y Tirea).

    Mirando hacia la ciudad de nuevo, que aún temblaba, Hikaru vio varios edificios desplomarse, el centro de reuniones quedarse sin una parte del techo, muchos de los habitantes salir de sus casas, horrorizados, hasta que el suelo paró de temblar y empezaron a buscar heridos.

    —Vamos, rápido, bajemos —les instó uno de los miembros del consejo.

    El grupo se dividió para comprobar que sus casas estaban en pie aún. Al parecer, solamente unas pocas casas cerca del centro de reuniones se habían desplomado. Eran las más viejas y no estaban ocupadas, afortunadamente. El resto de la ciudad tenía algunos desperfectos, pero afortunadamente no eran importantes. Y tampoco había heridos.

    En casa de Kageyama, después de comprobar que lo único roto que había eran los jarrones y los objetos que no estaban sujetos, el anfitrión quiso acercarse a la pareja viajera.

    —Lo siento mucho… todo esto… yo…
    —No es culpa tuya —le tranquilizó Kirino—. Esto es obra de los que han insultado a los dioses.
    —Tendréis que quedaros aquí por un tiempo, me parece —comentó, abogando por la ciudad—. Kidou parecía necesitar vuestra ayuda.
    —No tenemos a dónde ir —dijo en un susurro Shindou—. No nos queda nada más que lo que llevamos. Ya nada importa.
    —¡Shindou, no digas eso! —le replicó Kirino—. Estamos juntos, ¿no?
    —Te puedes quedar el amuleto —se resignó Shindou, hablándole a Hikaru—. A mí ya no me sirve. Tú lo vas a necesitar pronto.

    El estado depresivo de Shindou estaba atormentando también a Kirino, que recibía como un mazazo sus malas vibraciones. Pero a diferencia de su compañero, el mago se escudaba de ellas abrazando a Shindou como podía. Hikaru decidió darles un poco de tiempo a solas y se marchó.

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    NOTAS:
    (1): Para los que no conozcáis la Odisea ni a Ulises/Odiseo, el final de la historia se salda con una prueba con arco. Penélope, la mujer de Odiseo, la propuso para por fin desposarse con uno de los pretendientes que habían invadido el palacio de Ítaca, sabiendo que nadie la superaría, pues solamente su propietario podía tensarlo y disparar una flecha. Solamente Odiseo, que entonces tenía forma de mendigo viejo, consiguió hacerlo y encima con una precisión milimétrica (el disparo no rozó ninguna de las doce anillas de 5 cm de diámetro que se habían dispuesto para la prueba, algo inhumano). Shindou es heredero de este arte, aunque no tenga un arco en esta ocasión.

    (2): El Pentatlón tradicional en Grecia, incluida desde 709 aC en los Juegos Olímpicos. El filósofo Aristóteles consideraba la perfección en un hombre poder superar estas pruebas adecuadamente.

    Espero que os haya gustado :3 y como siempre, podéis encontrarme buscando en mi perfil, en Mundo Yuri (sí, Yuri XD) y en www.facebook.com/kaikufics
     
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56 replies since 12/12/2016, 01:51   1444 views
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