// Cazadores del Mar Celestial // [Varias parejas] [CAPÍTULO FINAL] [Historia/Mitología, Acción]

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    El de los drabbles era algo corto, pero esto madre mía, ¡es larguísimo! He tardado varios días en leerlo jeje la verdad es que el tema histórico siempre me cuesta un poquito, y sé cosas que me enseñaron en el insti y tal, pero me hace ilusión ver personajes que conozco con un tema que no requiera aprender mucho. Además, con las notas ayudas mucho jeje aunque no sé si se hace en las novelas, probablemente no... SE NOTA QUE ERES PROFESOR jajaja

    No parece que sea yaoi, esto, quiero decir... que las parejas se pueden ver y tal, pero no es como si tuvieran un desarrollo constante. Tienen escenas juntos (como en el interludio 7v7 o en TakuRan del inicio 7v7), muchas de ellas tiernas, pero... bueno, en fin, se nota que no están en la escuela XDD que están en una guerra y no hay tiempo para sexos y cosas así XD a mí me parece bien, aunque seguro que hay quien se queja XD de momento la pareja que más veo que vaya a suceder pronto es la de Goneji x Fubuki, es que está al caer jeje esperemos que realmente sea así juju esos dos parecen muy unidos.

    En fin, me reservaré más comentarios para el siguiente, ya sabes que haciendo esto no soy muy buena... XD hasta luego :)
     
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    JELOOOOU!! GAMARÚS HERE!!!

    Perdona'm que trigués TAAANT a comentar-te aquest fanfic de Grècia, però ja saps els meus motius de pes, però en fi, al menys ja sóc aquí, deixant-te aquesta possible PEDAZO DE BIBLIA pero Biblia no religiosa, ojo :V

    Principalment... apa que quin títol més simple oi?? Em fa pensar en: "mira, es que el nano no tenia res millor com a títol i ha triat aquest i vinga, a seguir con lo suyo con un par de huevos". No sé, m'ha fet gracia el títol per la simplesa que té :V.

    Per cert:

    QUOTE
    Goenji y Fubuki eran los que más lo demostraban, pues les encantaba pasar un rato cada noche a solas

    LOS COJONES EN VINAGRE!!! La puta mare de Déu joder, he malpensat però al màxim. Si es que no canvio! NO CANVIOOOOO!!!! JAJAJAJAJA

    Cada vegada que apareix en Tenma, tant al meu cap com al text, no puc evitar imaginar-me al Tenma de Saint Seiya The Lost Canvas, jajajaja, maleït univers!!! Últimament està molt en contra meva!! qué le haremos, Tenma es un nombre precioso

    QUOTE
    Tenma era muy distraído y quizás algo inocente, pero Hikaru (que veía algo raro, con esa inocencia tan característica) y, sobre todo, Ichiban, Shindou y Kirino miraban al perro lobo y al guerrero con otros ojos. Ellos intuían que no era solamente cuestión de familia, pese a lo que hubiera dicho Ichiban.

    MENOS MAL!!! HAY GENTE QUE PIENSA COMO YO! NO SOY UN PUTO ALIEN!!!

    Ains, mai em queda clar qui son alguns personatges de Inazuma Eleven GO me cago en la puta, SOY ANORMALMENTE RETRESADA

    QUOTE
    El que estaba más fastidiado era Tsurugi, que solía verse inmerso en conversaciones, en su opinión, absurdas entre su compañero y el resto de humanos jóvenes. No prestaba atención a las bromas ni le interesaba entenderlas aunque las viera. Lo peor era que no podía huir de ese contacto con los humanos a excepción de cuando le tocaba guardia o explorar, así que tuvo que hacer un esfuerzo para aceptar esas conversaciones como un ruido incesante y cargante.

    Tsurugi en plan: "soy Zuko y nunca soy feliz, nada ni nadie me hace feliz, todo es una mierda". Molt bé Tsurugi, vas pel bon camí nano *aplaudiments de fons*; com no, havia de ser Tenma el que l'estigués liant i fent que Tsurugi el vegi algo escandalitzat o molt xocat :V, aquest parell son una bona parella per lo oposats que son.

    QUOTE
    Éste no dijo nada, estaba concentrado y reservaba sus fuerzas para dar el siguiente paso. Tsurugi le rió la gracia y siguió ese juego con Tenma, pero él no se contuvo tanto:

    —¿Ah sí? ¡Pues toma, carga con esto! —le replicó, aunque sin enfadarse. Más bien quería que lo entendiera.

    Tsurugi recibió un escudo volador y, de la sorpresa, retrocedió unos pasos y por poco no se cayó. El pobre quedó muy sorprendido de que cargara con ese plomo.

    Molt bé Tenma!! Així m'agrada!! Que n'aprenguin aquesta colla de pallassos el que es té que suportar pujant una pendent amb algo que pesa molt!! JAJAJAJAJA.

    Aquesta puta escena m'ha encantat, en serio. Els caçadors aprenent de valent, molt bé, hagués estat encara millor que Kariya es menjés el terra, adoro quan un personatge se'l menja!!! Em fa molt de riure :V

    Com no, Shindou i Kirino allà de lujo, oi?? Com no carreguen res de pes i a sobre van al darrere de tot pues mira tu que bé. Encara que per alguna raó penso que es deuen d'avorrir una mica :V

    QUOTE
    Aquella predicción fue como darse un baño en un día caluroso. Los guerreros desafiaron con la mirada la pendiente y aceleraron el paso. Les llevó media hora pero, cuando por fin sintieron que la cuesta acababa, respiraron, se detuvieron y se dejaron caer al suelo.

    —Por Zeus, esto sí que es vida —soltó Tenma, mirando al cielo, sonriendo.

    Saps? Comprenc perfectament a en Tenma, ell és dels meus!! Jo faig justament el mateix :V, sempre em deixo caure encara que sigui de culs per quan he caminat molt, carregant un pes important per a mi :V.

    Tenma te entendemos :V

    QUOTE
    —Ártemis me está poniendo a prueba, y para superarla he tenido que hacer algunos sacrificios. Salimos de Esparta en una marcha pacificadora por la costa, poniendo en orden las poblaciones que negaban a nuestros dioses. Dejamos una parte de nuestras tropas en Tirea a modo de puesto de avanzada. De paso, queda ahora defendida.
    —Bien. Espero que este altercado acabe pronto y nuestros soldados vuelvan a casa con sus familias.

    Y Hikaru aprendió una forma educada de decir que se largaran de su ciudad natal. Cleómenes se irguió con autoridad y tardó nada y menos en ejecutar su contraataque:

    JAJAJAJAJAJA!!! M'encanta les puntilles per dir les coses indirectament i no perdre el respecte, encara que jo ho he aprés per ma pare, a ell li agrada per fotres de la gent de mala manera però jo ho faig per pasar una bona estona i trollejar una micona :V, però ha sigut bona el puntillazo de Kidou :V (crec que ha sigut ell; segur que en Kidou deu estar pensant en: "genial, ha llegado el parguela del momento").

    Menys mal que hi ha algú (l'Hiroto) que és amable dintre de tota aquesta colla de desgraciats que, des de ma punt de vista, tenen un aire d'arrogància al seu entorn que no puc :V, crec que entenc perfectament a l'Hiroto (con semejante padre) i també a Kidou (con semejante gilipollas al que tratar :V).

    hoy no es mi día, no me hagas caso, digo gilipollez tras gilipollez, con incoherencia incluida :V

    QUOTE
    —Pues parece que hacéis cosas importantes para el ejército —comentó Tenma, algo indignado—. ¿Por qué tengo la sensación de ser un grano de arena?

    JAJAJAJAJA! Ay pobret! El meu estimat Tenma es sent com un granet de sorra!! Caram! Pos si que et sents petitet nano! TENMA ES MOSTRA ADORABLE!!!

    QUOTE
    La otra cosa era que Midorikawa e Hiroto se iban mirando con cierta regularidad, y que el tireano no había dicho o hecho absolutamente nada desde que habían sabido que eran espartanos. Hikaru era muy inocente, pero el resto empezaban a sospechar que el de pelo verde y el hijo de Cleómenes se conocían de antes, y muy bien.

    Me huelo algo MUUY CHUNGO pero también algo MUUY SABROSO; es la perversión mental!!! JAJAJAJAJA ay cielos, como estoy hoy :V

    Vale, ja ho he pillat (crec). En Midorikawa també és espartà, però va passat algo, tot se'n va anar a la merda i Midorikawa... va haver de fugir o algo per l'estil. Pobrets, quin drama que han viscut aquest parell, espera... drama??? DRAAAAMA!!!! JAJAJAJAJAJAJA.

    Collons jo especulant abans de llegir l'explicació... CARAM! QUÈ GENIAL QUE SOC!!! En serio, que vingui algú i em foti dos òsties, les necessito (?), però al menys he acertat en que tot entre Midorikawa i Hiroto se'n va anar a la merda i un va tenir que fugir!!! WIIIIIIII!!!! esta se ha vuelto loca :V

    QUOTE
    El abrazo se mantuvo durante un largo rato, hasta que pudieron mirarse como si nada hubiera pasado durante esos dos años. Nada había cambiado en sus corazones, estaba ahí, intacto, el amor que sentían el uno por el otro. Ninguno de los dos supo si fue él o el otro el que se lanzó a los labios ajenos, pero sucedió y, cuando empezaron ya no pudieron parar.

    Y es aquí cuando mi mente pervertida se pone en plan: "y comenzaron con los besos, no pararon y se oían ruidos extraños" :V, me cago en la puta... *facepalm a lo Sokka*

    Sokkas_Facepalm_first_0

    Bueno, he rigut moltíssim (i no és per menys després de aquest pedazo de review, en serio, estic perdent la cordura :V, tants problemes familiars alimenten la meva bojeria de gamarús, suposo); jo pensava que havies publicat més (per lo menys 2 capítols més, pensava i volia deixar-te una PEDAZO-SEÑORA-ULTRA-MEGA-MARAVILLOSA BIBLIA-NO-RELIGIOSA!!!, però sembla que no serà possible :V crec que de totes maneres ja te la he deixada, oi? JOJOJO).

    Ja em tocava comentar-te el fic de Grècia així que esperaré a que publiquis un altre cop la nova actualització i quan pugui te la comentaré :V. Apa, fins un altre Pardalet!!

    #Sly'sRules!

     
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    Buenas, ya vuelvo a estar aquí :) nos ha costado, pero por fin tenemos nuevo capitulito para todos vosotros, espero que os guste jeje ¡las cosas se ponen peliagudas! Gracias a Sly D. Cooper por el megareview <3

    [----------------------------------------------------------------------------------------------]


    13. Los antiguos bosques de Arcadia



    Hikaru notó unas pequeña pataditas en su costado. Se levantó de golpe, irguiéndose como una estatua, esperando otro golpe más fuerte de algún espartano creído, pero se dio cuenta de que solamente era Tenma, moviéndose en sueños a su lado.

    Se relajó un tanto, viendo cómo amanecía. La mayoría de soldados estaban aún despertando. Otros estaban levantados, como pasando revista a sus compañeros. Algunos se encontraban en las lindes del bosque, probablemente vigilando la zona ante una posible emboscada.

    Kidou ya estaba levantado, también oteando el horizonte. No tenía un posado seguro. Más bien parecía tantear el suelo, como si en cualquier momento se fuera a hundir bajo sus pies.

    —¿Qué crees que haremos hoy, Kidou? —le preguntó Hikaru.
    —¿Qué…? ¡Oh! Hikaru, te has despertado… —Hasta se había sorprendido. Kidou tenía la cabeza en otra parte, seguro—. Pues no lo sé, le tendremos que preguntar al capitán Hiroto.
    —Oh, por los doce (1), no me llames así… —gruñó el susodicho, con voz de recién levantado. Resultó que estaba enterrado bajo una de las mantas que parecía que solamente contenían comida. Hikaru dio un paso atrás por instinto mientras Hiroto salía de su escondite—. Solamente toca hacer un reconocimiento rutinario. Nos internaremos en el bosque y buscaremos un camino seguro hasta Licosura.
    —¿Licosura?
    —Es la ciudad del rey Licaón y sus hijos. Son los culpables de la herejía en Arcadia y no solamente por traicionar a los Olímpicos sino por… bueno, “actos” aún más horrendos. Os advertiré cuando estemos todos listos.

    Poco a poco el campamento se fue despertando. Era una curiosa calma la que reinaba allí, pese a estar en guerra. Los cazadores estaban despiertos hacía rato, pero sencillamente no se movían, estaban tumbados cada uno a su manera en la hierba.

    —¿Habéis dormido? —preguntó Hikaru a Kariya.
    —No, nunca dormimos. Descansamos solamente.

    El cazador parecía distraído y quizá estuviera perezoso esa mañana, así que Hikaru prefirió no molestar más. En cambio, entre él y Tenma (que se acababa de despertar también) vieron cómo Fubuki se asustaba momentáneamente al encontrarse la cara de Goenji tan cerca de la suya. El susto despertó al rubio, que no entendía qué pasaba.

    —¡Oh, dioses, es todo un espectáculo verles! —susurró emocionado el revolucionario amigo de Hikaru.

    Cuando todo el equipo de reconocimiento se hubo despertado, Hiroto contó el plan para ese día. Como ya había dicho a Hikaru y a Kidou, era explorar el terreno y encontrar un camino seguro hacia la ciudad de Licosura.

    Mientras marchaban hacia el bosque, algunos espartanos se rieron de ellos, en especial de los recién llegados. En ningún momento el padre de Hiroto salió a defenderles, lo que a Hikaru le pareció una falta de respeto total.

    Por suerte, los bosques quedaban cerca y no tuvieron que escuchar muchas burlas. Algunos de los que patrullaban por las lindes tuvieron el decoro de disculparse y todo, pero nadie del grupo tenía claro que fuera sincero.

    —Vamos a dividirnos en dos grupos —propuso Hiroto—. Cubriremos más espacio y será fácil emboscar a nuestro enemigo si nos topamos con él.
    —Cierto, pero necesitamos una forma de comunicarnos rápido —añadió Kidou. Miró a Fudou directamente—. Necesito que un par de tus cazadores vayan con ellos. Si pasa algo, vuestro poder nos ayudará a reencontrarnos rápidamente.
    —Fubuki, Tsurugi, con ellos —ordenó éste.
    —A la orden.

    Empezaron a estructurar los dos grupos. Los tireanos eran minoría, así que el grupo de Hiroto era todo espartano a excepción de los dos cazadores, y en el de Kidou, además de los suyos, había compañeros de Hiroto también. Nadie rechistó durante las divisiones, lo que al parecer era muy propio de espartanos.

    —Antes de que nos dividamos debo explicaros algo importante —añadió Hiroto—. Estas son las tierras de Licaón, el actual rey de Arcadia. Su herejía es la más salvaje, pues creen en otra forma de ver a los dioses que nadie más comparte. Fue un rey bueno en su momento, pero se dejó llevar por su propia religiosidad y se convirtió en un monstruo. En su honor, sacrifican seres humanos, sobre todo extranjeros, y llaman a criaturas de los bosques para que luchen para ellos, así que cualquier criatura que veáis cerca de la ciudad no es de confianza.
    —¿Hu-humanos? —se aseguró Tenma, temblequeando con Hikaru—. ¡Yo no quiero que me sacrifiquen!
    —No os pasará nada mientras no os capturen. Licaón y su ejército no esperan esta expedición, esperan la que viene de Corinto, solamente tenemos que ser discretos.

    Hikaru no dejó de temblar con unos pocos ánimos y agarró su amuleto con fuerza. Luego desvió la mirada accidentalmente hacia Kidou y vio que estaba sorprendido. El de pelo morado había aprendido a ser observador desde que se quedó sin familia, así que intuyó que era porque no esperaba que el espartano tuviera esa información sobre los refuerzos que Kidou había pedido.

    El grupo se dividió definitivamente. Fue entonces que Kariya pasó al lado de los dos atemorizados tireanos y dijo con sorna:

    —No temáis, ya estoy yo para proteger a los corderitos.
    —¡No soy un corderito! ¡Sé defenderme solo! —replicó instantáneamente Hikaru, desafiante. Tenma se había relajado un tanto por esa salida.
    —Como sea. Vigila tus espaldas, corderito —le recomendó, esta vez con una sonrisa amable. Hikaru se quedó sin habla por unos instantes y Kariya se rio de su carita adorable—. Ay, Hikaru, es que te ganas ese apodo a pulso…

    Y se fue. La vergüenza había bloqueado al pobre chico, y solamente consiguió moverse cuando los grupos se dividieron definitivamente. Además, escuchó una pequeña conversación sin querer, aprovechando que los espartanos se habían avanzado un poco.

    —¿Crees que podemos fiarnos de Hiroto? Sabía lo de tus refuerzos —susurró Goenji a Kidou.
    —¡Pues claro que podemos! Esto es cosa de su padre, que lo ha hecho a propósito —sururró de vuelta Midorikawa, defendiendo a su amante secreto.
    —¿Y tú qué sabes de ello?
    —Es… largo de contar. Yo sé que es de confianza.

    Kidou no quiso opinar, solamente reflexionaba. Quizás buscaba una explicación o alguna forma de confiar en Hiroto. Eso pensó Hikaru.
    El grupo siguió un caminito estrecho entre los árboles. Pasaron horas sin encontrar otro llano, y tampoco sabían nada del segundo grupo. Tenma se buscó una distracción: chinchar a Goenji.

    —Oye, ¿crees que Fubuki estará bien? Bueno, y Tsurugi.
    —Pues claro, son capaces de lo que sea. Son más fuertes que nosotros —dijo, sin reaccionar apenas.
    —A mí me preocupan un poco… ¿a ti no?
    —¿Qué pasa? ¿Te gusta Tsurugi? Estás en la edad ideal para tu primera experiencia —sonrió mordazmente el rubio. Eso acalló las preguntas de Tenma al instante—. Lo que pensaba. Disfrútalo mientras puedas.
    —¡Pues eso haré! —renegó, mosqueado. Goenji se rio un poco y Tenma le sacó la lengua como toda respuesta y volvió a su sitio, con Hikary e Ichiban—. Mierda, no he podido hacerle la puñeta como yo quería.
    —¿De verdad te gusta Tsurugi?
    —Pff, ya ves, gustarme, no gustarme, ¿qué diferencia hay? Es guapo y nos llevamos bien. ¿No me digáis que no os da el gusanillo?
    —Pues no —dijo simplemente Ichiban.
    —A ver si te han disparado una flecha de la aversión a ti (2)…

    Hikaru no dijo nada. Sus dos amigos se giraron nada más notar la ausencia de respuesta y Tenma sonrió de oreja a oreja.

    —¡Pero Hikaru! ¡No sabía que tuvieras esos pensamientos!
    —¡¿Soy humano, vale?! No… Ahora no puedo hablar.

    Sus dos amigos se giraron directamente hacia Kariya, que estaba tan solo unos metros por delante, sonriendo como siempre, con Fudou. Tenma decidió que no era sensato hablar de Kariya y cambió de tema.

    —¿Y qué pensáis de Shindou y Kirino? ¿Están juntos?
    —Tenma, eres un cotilla —le regañó Ichiban.

    De nuevo, Hikaru calló, pero alguien se avanzó a decir lo que pensaba el de pelo morado:

    —Ya os lo podemos decir nosotros. —Era Kirino. Probablemente habría oído (o incluso predicho) la conversación y prefería acallar rumores cuanto antes—. Estamos juntos desde hace mucho tiempo.
    —¡Pero así pierde la gracia! —se quejó Tenma.
    —Pues eso —sonrió Shindou.
    —De todas formas… tendríais que demostrarlo.
    —Tenma, no es de buen decoro exigir eso, y menos en público. —Midorikawa se había sumado también a la conversación—. Te tendría que valer con su palabra, ya es todo un paso que lo admitan abiertamente.
    —Gracias —dijo sencillamente Shindou.

    Tenma se disculpó con ellos y el tema no volvió a salir. Él y Hikaru estaban pensando lo mismo sin saberlo: ¿cómo podían llevarlo de forma tan ligera? No parecían tener vergüenza alguna y tampoco se estaban todo el rato pegados. Además, a Hikaru le entraba menos en la cabeza aún, después de lo que vio en su cuarto de invitados aquel día.

    Al cabo de poco, Kidou ordenó un descanso. Los más fatigados eran los tireanos, obviamente, por llevar la panoplia de armamento completa. Fudou y Kariya se quedaron dando vueltas por los alrededores.

    —¿Algún peligro? —preguntó Kidou al líder de los cazadores.
    —No lo creo. Más adelante hay un claro con un río, podríais recoger agua de allí.
    —Bien, gracias.

    La tropa se fue desplazando en pequeños grupitos a recoger agua, siempre con uno de los cazadores escoltándolo, por si necesitaban ayuda fugaz.

    Cuando llegó el turno de Hikaru, él, Ichiban y Tenma fueron acompañados por Kariya hasta el río. Se sentaron con calma a beber agua y a rellenar las cantimploras. El cazador vigilaba los alrededores, pendiente de una posible emboscada. Entonces Ichiban levantó la cabeza un segundo. Había oído un susurro. No dijo nada, pero se repitió:

    Ven a mí

    —¿Habéis oído?
    —¿Qué pasa?
    —Yo no he oído nada.
    —Alguien habla en susurros.
    —Te ha afectado demasiado el sol.

    Ichiban no se atrevió a decir nada más, pero de nuevo la frase se repitió, más claramente. Y algo en su interior no podía evitar negar esa proposición.

    —¿Y ahora?
    —Nada…
    —¿Kariya?
    —No se ve nadie a la vista —negó él.
    —¡No me lo estoy imaginando!

    Ichiban, no te creen. Ven conmigo. Voy a satisfacer todos tus deseos…

    La voz era femenina, era sensual y le alteraba hasta lo más profundo de su ser, pero el hecho de que solamente él lo oyera le preocupaba.

    —Tiene que ser un dios, o una criatura que se pueda esconder… Kariya, ¿alguna idea?
    —Existen criaturas capaces de meterse en tus pensamientos, pero son raras de encontrar.
    —No, es que me habla como si estuviera en…

    Y entonces, una tercera frase sensual le indicó dónde estaba la voz exactamente. Ichiban no dudó en seguirla, desobedeciendo las órdenes de Kidou (y los reclamos de Kariya).

    Sí, ven, quiero que veas con tus propios ojos lo que vas a desear todos los días de tu vida”.

    —¿Quién eres?

    La voz no respondió, pero no hizo falta. Había una figura desnuda bañándose en un recodo profundo del río. Tenía una melena rubia muy bien cuidada que le llegaba hasta los hombros, un cuerpo parecido al de Ichiban, delgadito y, y… “un culo para perder el sentido”, pensó sin querer el tireano.

    —Hola Ichiban —dijo con la misma voz sensual aquella criatura—. Me alegra verte.
    —¿Cómo me conoces? ¿Quién eres? ¿Eres… una ninfa?
    —Lo soy.

    La mujer se hundió en el agua, se giró y nadó hacia él. Se levantó lo justo para dejarse ver el torso y dejar totalmente mudo a Ichiban.

    —Una ninfa castigada en un cuerpo de hombre.
    —Y-y… ¿por qué? —Ichiban estaba usando todo su autocontrol para no caer ante esa sonrisa traviesa constante que tenía el rubio.
    —Fui demasiado lujuriosa con mis compañeras oceánides. (3)
    —Por qué será que no me extraña… ¿Pero por qué un hombre?
    —Las ninfas huyen de los hombres de forma natural, así no pudo molestarlas —contestó contrariada—. ¿Te gusta lo que ves? ¿Por qué no te liberas de toda esa carga y me acompañas?

    La oceánide se acercó a Ichiban, alargando sus brazos y levantándose un poco. Ichiban no fue capaz de retroceder por ese hipnótico cuerpo hasta que Hikaru, Kariya y Tenma le encontraron.

    —¡Ichiban! ¡Por fin!
    —Espera… ¿no es eso una ninfa? Ichiban, los dioses te pueden castigar por ello —dijo mordazmente Tenma.
    —No es lo que pensáis…
    —Claro que lo es —soltó la ninfa con una risita.
    —¡Pero Ichiban…! —exclamó Tenma, falsamente alterado.

    Entonces otro susurro resonó en el bosque. Kariya se giró hacia el origen. La ninfa hizo lo mismo, pero se apartó bastante de Ichiban, descendiendo un poco por el riachuelo, en una zona profunda.

    —Ichiban, ¡tienes que venir conmigo! —dijo la oceánide con prisa. Nada quedaba ya de esa sensualidad.
    —¿Qué…?
    —¡Nos atacan! —exclamó Kariya, flotando en el aire con su estela celestial.

    Hikaru tuvo la visión de su amuleto instantáneamente: cinco jabalinas proviniendo del bosquejo, dos de ellas atravesando a Ichiban, dos fallando y otra impactando en la pierna de Hikaru. No dudó un instante y saltó hacia Ichiban para empujarle hacia la ninfa, protegiéndose él con el escudo.

    —¡Vete con ella! —le gritó. Las imágenes de ataque se seguían sucediendo en la mente de Hikaru y todas acababan con Ichiban muerto—. ¡Tenma, escóndete detrás de un árbol!
    —¡Pero Hikaru…! —se quejó Ichiban, intentando levantarse.
    —¡Tenemos que irnos! —chilló la ninfa, histérica.
    —¡Que te vayas con ella!

    Dos jabalinas más aparecieron. Una rozó a Ichiban en un brazo y la otra se clavó en el escudo de Hikaru. Entonces, Kariya se lanzó a por los enemigos invisibles dando un rodeo y, por otro lado, Ichiban acabó resbalando al agua con la ninfa. Ambos desaparecieron como si nunca hubieran estado allí.

    —¿Dónde se ha metido? —le preguntó Tenma. Hikaru no tenía ni idea, pero tuvo que ponerse a cubierto junto a él—. ¡Tenemos que avisar al resto!

    Entonces vieron volar a Fudou entre los árboles para secundar a su compañero y, detrás, aparecía el resto del grupo.

    —¿Cómo estáis todos? —los llamó Kidou, desde la distancia.
    —¡Todo bien!

    Los exploradores espartanos hicieron su trabajo y usaron su agilidad para seguir a los cazadores pero, al cabo de unos segundos, todo el ruido de batalla finalizó.

    —¡Podéis venir!

    Tenma y Hikaru se acercaron hacia el origen del ataque. Eran seis soldados bien armados, pero con linotórax, la armadura ligera. Kariya informó:

    —Son exploradores de Licaón.
    —Y nos los llevaremos al campamento —añadió Kidou—. Tenemos preguntas para ellos. O por lo menos los usaremos de rehenes.

    Kariya los levantó a pulso a los seis en una enorme red típica suya.

    —¿Dónde está Ichiban? —preguntó Midorikawa.

    Tenma y Hikaru bajaron la cabeza.

    —Una oceánide le ha salvado y se lo ha llevado.

    [----------------------------------------------------------------------------------------]


    NOTAS:
    (1): “Los doce”… dioses Olímpicos, claro. Había muchas formas de soltar un “por Dios” en esa época XD
    (2): Eso de la “flecha de aversión” es cosa de Eros. En la mitología griega, Eros podía disparar dos flechas (en algunas versiones más): una de oro, la que enamora, y otra de hierro, que causa aversión hacia una persona. El ejemplo más claro es el desamor/acoso entre Apolo y Dafne, donde el primero estuvo enamorado y la segunda le odiaba (todo surgió porque Apolo desafió a Eros diciéndole que era más poderoso que él).
    (3): ¿Os acordáis que dije que había muchos tipos de ninfas? Pues las oceánides son las ninfas de los ríos (sí, habrá alguien que me dirá que no tiene sentido, que tendrían que ser del mar o el océano, pero no XD son hijas del titán Océano, en particular, de ahí el nombre. Para las ninfas del océano ya están las nereidas (hijas del dios Nereo)).
     
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    Ya vuelvo a tener una actualización para vosotros, mis fans, gracias por el comentario lindo jeje y ahora vamos a por algo que lleváis tiempo deseando y que sí, viene a cuento para la historia ;)

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    14. Seducción



    Todo había pasado tan rápido…

    En segundos había pasado de hablar con una criatura a recibir una herida de lanza en el brazo. Sentía su cuerpo hundirse sin explicación en el río, como si fuera el fondo del oceáno, y no un riachuelo de montaña. Tenía ganas de dormir y esperar que todo fuera un sueño.

    —No, no te duermas —le dijo la ninfa, apareciendo en medio de la nada acuática—. No te querrás perder esto.

    Qué facultad tenía aquella criatura para tentarle irremediablemente. Su mente debilitada pensó en algo bastante pervertido y la ninfa rio por ello, pero no le dijo qué se encontraría. Cuando pudo fijarse, se estaba acercando a la superficie del agua, en lugar de hundirse, pese a todo el peso que llevaba.

    Había perdido su lanza…

    —Deja de preocuparte por lo que ya no puedes solucionar —canturreó la ninfa.
    —Es una deshonra perder tu arma en el campo de batalla.
    —No vas a tener que luchar en un tiempo —dijo menos alegre, ella (o, bueno, él)—. Mira esto.

    Ichiban ya podía sentir la brisa del mediodía en su rostro. Le daba la impresión que habían pasado días desde que cayó en el agua, pero la ninfa se encargó de aclararle que apenas habían pasado unos minutos.

    —Estamos en mi casa. Los humanos no pueden encontrarlo, está bien resguardado gracias a los dioses. Solamente quien yo desee puede entrar.

    Era una laguna pequeña, bastante clara, y protegido por un pico bastante empinado y un bosque denso. No recordaba haber oído nunca nada al respecto en ninguna de las historias que los mayores solían contar.

    Un ardor profundo en el brazo le obligó a distraerse de la vista. La herida sangraba aún, y no tenía intención de parar, pese a que no era nada grave.

    —¿Tienes algo para curarme?

    La ninfa sonrió de forma perspicaz y le acercó a la orilla de la laguna. Ichiban se quedó sentado sobre las piedras y la criatura estaba decidida a ponerse encima.

    —¿Qu-qué haces?
    —Curarte, tontito —sonrió ésta.

    El pobre tireano se quedó horrorizado y sorprendido a la vez cuando vio que la ninfa se acercaba a la herida y lamía el doloroso contorno de la carne separada. Su lengua caliente probó la sangre del humano, que soltó un quejido leve de dolor. La ninfa acabó de reseguir el contorno y se separó ligeramente de la herida. El resto se hizo solo: la herida empezó a cicatrizar y a dejar de sangrar, pero no se cerró así como así.

    —Tienes dotes curativas… no sabía que las ninfas…
    —Los humanos no deben saber todos los poderes que tenemos. Ya estamos en suficiente peligro normalmente como para que nos persigan.
    —Gracias… ¿me llevarás de vuelta con mis compañeros?
    —¿Te ofrezco diversión y paz en mi casa y tú quieres morir? ¿Acaso debo enseñarte las otras dotes que tengo con mi lengua? —acabó insinuando, sonriendo, acercándose más a la cara de Ichiban y poniendo sus manos en el torso del griego.
    —Y-yo…
    —¿Sí?
    —Quiero saber que estarán bien.

    La ninfa se rio, feliz de la decisión de su invitado. Se lo había tomado como que se quedaba, ante la duda.

    —Lo están. Me aseguré de ello antes de traerte aquí. Sé que tú, campeón armado de Tirea —canturreó sensualmente, sin dejar de manosear el pecho de Ichiban—, quieres volver y luchar con los tuyos. Pero si lo haces…
    —¿… moriré? —dedujo, intentando no pensar en nada que tuviera que ver en él y la ninfa tumbados en la hierba haciendo el amor salvaje.
    —Sí. Estás herido, eres una carga y, bueno, sé cosas que tú no sabes.
    —¿Me las contarás?
    —A su debido tiempo. Un poder superior a mí me obliga a retenerte hasta que Arcadia quede libre de nuevo. No podemos hacer nada más que…
    —¿C-cómo te llamas? —soltó, para hacer tiempo, notando que la criatura se acercaba mucho.
    —Mm… tienes razón, no me he presentado —dijo, separándose otra vez—. Me puedes llamar Yoichi. Me prohibieron usar mi antiguo nombre. Esta es mi casa y, hasta que llegue el momento, pasarás un tiempo conmigo y no podrás hacer nada para impedirlo.

    Esa curiosa presentación le dejó claro a Ichiban que no podría huir de esos instintos salvajes que le ordenaban domeñar a la criatura. No quería ni que se enfadara por ignorarla ni tampoco quería hacerle daño. Era tan bella… era imposible que se atreviera a ser malo, a decir que no, a que su perfecto cuerpo sufriera ningún desperfecto. Hasta llegó a sentir miedo de que la ira de algún dios cayera sobre él por siquiera pensar lo que estaba pensando.

    —¿Me ayudas a quitarme la armadura? —le preguntó el tireano, intentando calmarse—. Si tengo que estar aquí mucho tiempo será mejor reposar.
    —Claro —se rio Yoichi—. Por fin mi invitado se deja llevar un poco.
    —Espero que no te arrepientas de ello.

    Ese comentario iba cargado con algo que Yoichi esperaba ya hacía mucho rato. Mientras Ichiban se desprendía con cuidado de su escudo y se desataba algunas de las protecciones con cuidado de no mover demasiado el brazo herido, la ninfa le ayudó a quitarse la coraza, que estaba atada por los lados.

    —Llevo unos días observándote, Ichiban —susurraba la criatura, de mientras—. Eres bello, eres fuerte, eres joven, eres calmado y paciente… Sabes pasar desapercibido, pero no a mis ojos. Y quiero ser tuyo por unos días ni que sea. ¿Podré serlo?

    Las manos de Yoichi abrazando por la espalda a Ichiban, la idea de pasar días disfrutando del placer y de ese cuerpo fuera de lo humanamente posible y la imposibilidad de escapar de esa situación fueron suficientes para ceder. El abrazo por la espalda pasó a ser una forma de acorralar en la hierba a la ninfa, que quedó tumbada boca arriba, totalmente desnuda y visiblemente excitada.

    —Veo que eres de pocas palabras… —dijo Yoichi con una mirada sensual—. Vamos… no tengas miedo… No pienses.

    Yoichi tenía claro que quería desatar a una bestia que llevaba dormida mucho tiempo y no le importaban las consecuencias. Solamente lo deseaba… Igual que Ichiban lo estaba deseando desde que oyó la voz de la ninfa por primera vez.

    Y se liberó… Ichiban atacó los labios de la criatura como si fueran un manjar de los dioses. Los quería besar, los quería lamer, los quería dejar llenos de toda su lujuria contenida, y no dudó más de un segundo en buscar la lengua de Yoichi para hacerla suya también. Aquello no era una dulce danza, era una batalla más fiera que las de verdad por invadir la boca del contrario.

    No quisieran los dioses detener ese momento, no lo quisieran. Yoichi era un experto y fue capaz de empezar a quitarle otras prendas de ropa a Ichiban sin abandonar esa lujuria. El torso desnudo del humano incitó más a Yoichi y sus manos se pasearon por el pecho, por sus duros abdominales, hasta llegar a las caderas. No sintió que Ichiban le fuera impedir dejarle definitivamente desnudo, y ni se inmutó cuando sintió que su miembro era liberado. La ninfa apretó el cuerpo de Ichiban contra el suyo para sentir el calor de ambos miembros, erectos y húmedos, apretando su piel. El roce contínuo entre ambos, la miel que viajaba de boca en boca y las manos apretándose mutuamente contra el cuerpo del otro provocaban en Yoichi un calor que pareciera que se expandiera y quemara todo a su alrededor. Justo lo que estaba deseando.

    —Eres mi invitado y estás herido. Quiero que me dejes satisfacerte a mi primero —dijo.
    —¿Por qué?
    —Llevas mucho tiempo aguantando. Primero tengo que quitarte las ansias y luego pasaremos a lo interesante —sonrió con picardía.

    Ichiban se dejó tumbar en la hierba, con cuidado de no reabrir la herida, y su pareja de juegos se sentó encima de su barriga, con las piernas a los lados. Ichiban no pudo resistir la tentación de pasear las manos por ese cuerpo: le entreabrió la boca a Yoichi con un dedo para que lo chupase y lo mordiese todo lo que quisiera, mientras que con la otra mano exploraba su pecho y sus rosadas puntitas. La ninfa no estaba sin hacer nada, estaba cumpliendo su palabra y ya estaba estimulando al tireano como era debido con su mano.

    —Me encanta cómo pierdes el control de tu expresión, Ichiban, me complace tanto…

    Y era cierto. Nada quedaba de la seriedad habitual del humano. Todo lo que reflejaban sus ojos y sus mejillas era placer, lujuria y deseo. Y no se atrevía a decir nada, que quizás ese sueño se rompería y despertaría solamente con la entrepierna mojada.

    Ahora tenía la mano de la boca libre. Aunque sabía que él mismo no duraría mucho más, la usó para probar el tacto del pene de Yoichi y moverlo a su voluntad. No sería él el único que sintiera una oleada de placer.

    —Mm… tienes un tacto muy suave… Tú y yo nos lo pasaremos muy bien estos días.

    Y le quitó de su alcance el objeto de deseo. Se echó para atrás, se sentó hacia la pelvis y puso expresamente el miembro de Ichiban entre sus nalgas. Quería darle un avance de lo que estaba por venir. Empezó a moverse hacia adelante y hacia atrás, como si fuera una mujer la que lo estuviera cabalgando, y puso una cara de deseo especialmente lujuriosa para que Ichiban acabara de perder la cabeza con el roce y con la estrechez. Sonreía la ninfa cuando oía que el humano respiraba de forma más acelerada y soltaba aire más bruscamente. Pero parecía que no era suficiente con eso para hacerle llegar al clímax.

    —Cierra los ojos —le susurró Yoichi, tumbándose un poco encima de su amante—. Y piensa en mí en la posición que tú quieras, la más pervertida que se te ocurra.
    —No pares… —se limitó a decir él, incapaz de decir más.
    —No pararé.

    Ichiban se encontraba incapaz de imaginar nada, pero cuando notó un calor húmedo muy intenso envolviendo su miembro y jugueteando con él, solamente pudo ver a la ninfa otorgándole su posición más salvaje mientras el humano le hacía precisamente lo que le estaban haciendo a él.

    —No puedo más… —alcanzó a decir.

    Justo después, ese calor envolvente y húmedo desapareció y notó una mano rápida y agradablemente violenta mover su miembro velozmente mientras notaba que toda su esencia salía sin límite alguno de su cuerpo.

    —Aaah… dioses… —soltó, sin ninguna vergüenza. Yoichi se rio de forma traviesa.

    Además, la ninfa se conocía bien el cuerpo de un hombre: sabía que su orgasmo duraría unos segundos después de derramar su esencia, así que no se detuvo hasta que Ichiban soltó un buen suspiro de tranquilidad.

    —Mmm… esta vez no ha habido premio doble.
    —¿Cómo?
    —A veces, si el sexo es realmente bueno, un hombre puede llegar dos veces al orgasmo en menos de un minuto. Me pareció que era buena idea intentarlo. —Ichiban se sintió un novato, pues le había parecido que su cuerpo efectivamente iba a llegar una segunda vez, pero se detuvo a medio camino. Pese a eso, estaba satisfecho, a la vez que quería jugar más con Yoichi—. Y como hace tiempo que no te liberas, voy a darte un regalo de bienvenida.

    Yoichi se mojó un dedo con la lengua de forma realmente traviesa y lo pasó del pecho hasta la ingle de Ichiban. De repente, todo el agotamiento hormonal desapareció y volvió a sentirse como antes de empezar.

    —¿Qué me has hecho?
    —Voy a limpiarme un poco en la laguna. Cuando vuelva, seguiremos jugando, mi caballito.

    La simple imagen de Yoichi contoneándose hasta llegar al agua y mostrando esas nalgas perfectas fue suficiente para que el miembro de Ichiban volviera a eguirse como un resorte. Y quiso sorprender a la criatura. El humano se levantó, caminó hasta el agua y se metió un par de metros hasta abrazar a Yoichi por la espalda. Él no dijo nada, pero dio un bote de sorpresa, pese a que le había oído. Ichiban encajó de nuevo su miembro entre las nalgas de Yoichi y sus manos apretaron los pezones de la ninfa. Su boca atacaba al cuello sin piedad.

    —Hah… Me encanta tu fogosidad…

    Una de las manos se desplazó hasta el miembro de Yoichi, como tanteando el terreno, acariciando cada rincón de esa entrepierna. Las manos de la ninfa buscaron las nalgas de su amante, esperando sentir aún más de cerca ese cuerpo fornido. Y, cuando tuvo ocasión, se giró cara a Ichiban y le besó, haciendo chocar a propósito ambos miembros. Ahora era él el que parecía que fuera a perder el control.

    —A la hierba… —susurró.

    Agarró de un brazo a Ichiban y ambos acabaron rodando por la hierba, con los pies aún tocando el agua de la hierba. El humano movió la mano de nuevo por la entrepierna de Yoichi, mientras dedicaba sus labios a estimular el pecho de la ninfa, pero rápidamente desvió sus dedos hacia la entrada trasera. Yoichi no se quejó al notar los dedos de su amante, más bien le gustó sentir cómo entraban y hacían espacio para lo que vendría.

    El pasatiempo principal, mientras Yoichi se preparaba, fue de nuevo el contacto cuerpo a cuerpo, miembro a miembro, de ambos. A Ichiban se le despertaban los deseos más lujuriosos y carnales solamente sintiendo el tacto de la piel tersa de la ninfa. Ya estaba deseando entrar en su interior.

    —Acércate a mí un segundo con la cadera —le sugirió Yoichi.

    Ichiban hizo caso sin saber que la intención de la ninfa era invadir de nuevo el pene del humano con su boca. La lengua mojó cada recoveco de su pene y todo el lubricante se mezcló con la saliva, haciéndolo más resbaladizo. Yoichi se separó y fue momento para Ichiban de lucirse.

    Él no se lo pensó dos veces, hizo un espacio entre las piernas y las nalgas y entró con su cuidado. De nuevo, Yoichi no se quejó y se rio de puro nerviosismo al notar la placentera incomodidad de tener ese cuerpo extraño en su interior. Ichiban no esperó a que le avisaran y empezó a embestir a la ninfa a un ritmo normal, pero acelerando cada poco rato.

    —Mmm… aah… así… —iba soltando Yoichi, sin pensar.

    El movimiento le producía un escalofrío agradable que le recorría todo el cuerpo, y tenía ganas de que no se quedara agotado su compañero. Lo que no esperaba era que él se cansara. Allí estaba un Ichiban que deseaba ver en la posición más erótica y placentera a su amante, no simplemente un momento de sexo normal. Quería algo más estimulante. Yoichi se encontró al cabo de nada de cuatro patas y de espaldas a Ichiban. Él no tuvo compasión y embistió todo lo bien que pudo empujando las caderas de la ninfa contra las suyas, incluso haciendo ruido.

    —Mmm… ¡aah! Dioses… ¡Sigue! —gemía Yoichi, complacido por esa agresividad.

    Ichiban no se detenía, aunque se le oía empezar a respirar de aquella manera cercana al orgasmo. Los empujones hacían que Yoichi se doblara hacia la hierba, agarrándose a ella como si fuera un cojín, y no sabía encontrar la manera de ver mejor a Ichiban, pues le parecía que se correría enseguida si veía las caderas de su amante embestir las suyas.

    —Aah…
    —No pares… estoy a punto de llegar…

    Ichiban estaba desbocado, incluso sobrepasaba a Yoichi y ya empujaba realmente como los perros, oliendo la espalda de su amante. Ambos se encontraban gimiendo y no pudieron evitar llegar al clímax dando una última estocada que desmontó totalmente a la pareja. El semen se esparció por la hierba y en el interior de Yoichi sin control y los amantes quedaron unidos y derrotados al mismo tiempo allí, tumbados.

    —Tú y yo nos lo vamos a pasar muy bien estos días —susurró Yoichi, cuando se pudo recuperar un poco.
    —Eso es lo que espero —sonrió Ichiban, complacido, mientras salía del cuerpo de la ninfa y se acomodaba a su lado.

    Qué más daba la guerra. Qué más daba dónde estuviera. Aquello era el paraíso, o poco le faltaba. Los ojos de Yoichi eran todo lo que Ichiban quería ver en ese momento.

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    jejeje espero que esta actualización os haya gustado MUCHO :P
     
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    Oooooooh ·¡¡· mi nariz no deja de sangrar, oh dios, me ha encantado! Sabía que habría capítulo sobre estos dos pero no ESTO <3 ay el buen lemon... se encuentra poco *-* aunque... no han hablado mucho estos dos? XD pensaba que Ichiban sería más silencioso XD bueno, de todas maneras ya me puedo ir cambiando de panties jajaja -c va-
     
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    Toda moneda tiene dos caras. En el capítulo anterior vimos la cara, y ahora toca la cruz. No es que sea todo malo, alerta XD pero, bueno, aparecen ciertas pegas XD espero que os guste :)

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    15. Mentiras


    Lejos de aquella laguna del deseo, el grupo de soldados y cazadores volvía al campamento espartano con sus prisioneros. Éstos habían estado callados y sin quejarse durante todo el viaje, pese a que los espartanos les habían increpado, insultado y humillado varias veces. Hiroto no era capaz de mantener orden entre los suyos y los tireanos eran aún menos importantes en esa escena.

    —Son despreciables incluso siendo los de rango más bajo —renegó Goenji, que siempre era el primero en quejarse de los espartanos.
    —No busques pelea —le advirtió Kidou.

    Hikaru estaba ausente de esa escena. Se había pasado un buen rato intentando sacar la lanza enemiga de su escudo. Necesitó la ayuda de Kariya para deshacerse del arma. Y, al final, resultó que había recibido una herida superficial en la zona abdominal, un arañazo que sangraba poco. Tenma le ayudó a ponerse una venda provisional mientras no se ponían en marcha, pero Hikaru fue sufriendo esa maldita herida enana durante todo el viaje.

    Primero él, molesto por el rasguño, y luego Tenma. Era el segundo amigo que perdían ambos, pero era Tenma quien lo sentía más en sus carnes. No estaba acostumbrado a ver caer a sus amigos, aun sabiendo que seguían vivos. No podía dejar de pensar en cómo estaría y no podía esperar a saber quién era esa ninfa, pues su intuición le decía que había sido una trampa preparada por los arcadios.

    —¿Es la de Ichiban? —le preguntó Tsurugi, acercándose al afligido.
    —Lo es.

    Se refería a la lanza del desaparecido. La perdió cuando resultó herido y cayó al agua. No había sido capaz de dejarla allí ni de soltarla en todo el viaje. La conservaría hasta que le volviera a ver, con vida y con su posado serio de siempre.

    Tsurugi nunca fue experto en las emociones, pero sabía qué era ver cómo un compañero se alejaba de su lado. Fue todo el rato al lado de Tenma y, en las pocas pausas que hicieron, le tocaba el hombre con compasión. En la última pausa, el tireano se derrumbó y se dejó caer sobre el pecho de Tsurugi, sin llorar, sin cerrar los ojos, solamente… derrumbado.

    —Volverá. Está a salvo con esa ninfa.
    —¿Quién me lo asegura?
    —No era una criatura malvada. Seductora, pero no malvada. Apuesto lo que quieras que deben estar haciendo cosas prohibidas allí donde esté su casa.
    —Con lo inmutable que es Ichiban, no sé yo si lo habrá conseguido —sonrió, casi sin querer.
    —Oh, vamos, ¿ya no recuerdas vuestra estancia en el Olimpo? Ninguno de vosotros pudo resistir esa belleza—se rio, algo más suelto.
    —También tienes razón —acabó Tenma. Recordar el Olimpo también era recordar a Hinano. Procuró no mostrarse afectado, por una vez que Tsurugi hacía algo por él—. Gracias.

    Fue débil y casi imperceptible, pero sonrió. Esos ánimos le resultaron suficientes para terminar el viaje de vuelta al campamento.

    Cuando por fin llegaron, no hubo risas ni burlas. La tropa caminó en silencio hasta Cleómenes, que se irguió imponente. Hiroto tenía un posado muy similar, igual de duro y sin ganas de cobrarse ninguna venganza por las burlas. La suya había sido una gesta a tener el cuenta.

    —¿Son arcadios? —preguntó el rey, con un saludo breve y sin contemplaciones.
    —Nos emboscaron, pero los cazadores los atraparon.
    —¿Alguna baja?
    —Una, tireana.
    —Lo siento —hizo una breve pausa. Pese al desprecio que parecía tener hacia todo el que no fuera un soldado espartano hecho y derecho, una vida era una vida, y lo lamentó—. Debemos interrogarlos. Lo dejo a tu cargo. Es tu oportunidad.

    Hiroto contuvo las ganas de saltar de alegría, saludó a su padre como uno más y volvió a su sitio con sus compañeros y los prisioneros. Allí no pudo evitar echar su sonrisa, que animó a sus compañeros espartanos. Los únicos que no sonreían eran los cazadores, que les daba igual, y los prisioneros, evidentemente.

    —Creo que no es difícil deducir qué es lo que viene ahora —les dijo Hiroto a los prisioneros, recuperando su dureza—. Empezad a responder nuestras preguntas y os dejaremos libres.
    —¿Para qué? —bufó uno, mirando al suelo—. Sois espartanos. Lo destruís todo, lo invadís todo, no creo que vaya a quedar nada por lo que luchar después de que paséis por arcadia.
    —¡Eso no es verdad! ¿Quién te ha contado esa mentira? —replicó Midorikawa, en defensa de su amante.
    —Todo el mundo conoce los propósitos de Cleómenes.
    —Entonces sabíais desde el primer momento que Esparta atacaría Licosura —señaló Hiroto.
    —El rey Licaón estará loco, pero no es tonto ni ingenuo.

    Kidou se acercó a los prisioneros para mirarlos a la cara. Les contó la situación en la que se encontraban ellos mismos, la de su ciudad, para que no se sintieran tan abandonados.

    —A nosotros no nos importa nada más que vivir tranquilos. Podemos intentar protegeros, pero debemos acabar cuanto antes con esto. Licaón debe caer.
    —Licaón no caerá por más que lo queramos todos —se quejó otro—. Está embrujado por un dios. Y todas las criaturas de la región le hacen caso por ello.
    —Un momento, ¿todas? —intervino Tenma—. ¿Y esa ninfa que se llevó a nuestro amigo?
    —¿Ésa? ¡Es una traidora y una mentirosa! Dijo que nos ayudaría a emboscaros atrayendo a alguno de vosotros y cuando vio al chico ese perdió la cabeza y nos abandonó. A saber lo que hará… o lo que le harán, si la encuentran.
    —Lo sabía, era todo una trampa —susurró, enfadado. Hikaru y Tsurugi le apoyaron en silencio.
    —Cuéntanos más. ¿Hay criaturas de los dioses cerca? —siguió Hiroto.
    —Las hay. Los antepasados de Arcadia, la Osa Mayor y la Osa Menor, Calisto y Arcas (1). Nos vienen a castigar personalmente por la locura de Licaón. Están permanentemente luchando contra las fuerzas leales al rey.
    —¿Y no pudisteis desertar? —preguntó Kidou—. Estabais en una misión solos, podíais haber huido.
    —Todos tenemos familia y una casa, no podíamos abandonarlos. Es todo un gran chantaje —repuso el primero de los prisioneros, abatido.

    Lo que la guerra siempre olvida: la retaguardia, la familia, el hogar, la calma. Se lucha por todo ello, para defenderlo, se lucha para la paz, pero todo cambia en la batalla. Todo se olvida por unos instantes.

    —Recuperaremos vuestras casas y salvaremos a vuestras familias —intervino Tenma, decidido de nuevo—. Derrotaremos a Licaón y a cualquier criatura que esté a su favor.

    Los prisioneros asintieron. Les contaron que la ruta que siguieron hasta la emboscada era segura, que solamente esa ninfa traidora y ellos la protegían porque un ejército entero no podía cruzar cómodamente la zona. Les contaron también que la ruta principal daba un rodeo hasta Licosura y estaba protegida por parte del ejército espartano.

    —Los refuerzos de Corinto nos ayudarán con eso —pensó Kidou.
    —No lo harán, han hecho un pacto temporal con Licaón. Se van directamente a la Élide a por la constelación del Escorpión —negó uno de los prisoneros.

    Otra mentira más al saco. Kidou se sintió traicionado, aunque siguieran siendo aliados. Negar la ayuda a otro griego era lo peor que se podía hacer.

    Cuando acabaron de hablar con los prisioneros, Hiroto fue a hablar con su padre. Él se mostró extrañamente contento y felicitó delante de todo su ejército a su hijo y sus exploradores por la tarea tan eficaz que habían llevado a cabo.

    —Estamos preparados para una batalla frente a frente con el ejército de Licaón —aseguró— pero no podemos jugárnoslo todo a una carta. Hiroto, necesito que tú y los tuyos toméis la ruta del bosque de nuevo. Llevaos a los prisioneros como guías. Hay que hacer salir a Licaón de su palacio para derrotarle y acabar con su locura.
    —Bien.
    —¡Mañana por la mañana levantamos campamento! ¡Es hora de la batalla!

    Todo el mundo vitoreó a su rey, excepto los cazadores, los tireanos y los prisoneros. Con la experiencia que tenían los tireanos con los dioses y las criaturas, no se creían que todo fuera a ser tan sencillo. Había algo allí que olía mal, que no estaba en su sitio. Faltaban piezas. ¿Cuáles eran todas esas criaturas que Licaón podía dominar?

    * * *


    Ichiban despertó, tumbado en la hierba, como los dioses le trajeron al mundo. Se sentía agotado, y feliz, y agotado de nuevo. La energía de Yoichi pasaba factura en su cuerpo, pero sonreía por ello. Hacía años que no se sentía tan liberado. Probablemente el destino le hubiera reservado algún tipo de castigo solamente por estar en esa situación, mientras el resto estaba probablemente en batalla.

    —¿Ocurre algo? —susurró Yoichi, que reposaba en su pecho, sonriendo tranquilamente. El atardecer le daba en la espalda y no podía ver bien sus ojos.
    —Me preocupan mis compañeros.
    —Ya te he dicho que no tienes que preocuparte por ellos.
    —También me preocupa cómo es que sabías que estábamos en peligro —dijo, con un tono más acusador e incorporándose.
    —Ya veo, primero el sexo y luego las preguntas incómodas… Bueno, supongo que me lo he buscado —se rio la criatura. Ya no parecía tan encantadora—. Lo sabía porque yo preparé la emboscada con los que os atacaron.
    —¡¿Qué?! —gritó, apartándolo y levantándose. Ya estaba pensando en armarse—. ¡Nos has mentido!
    —Cálmate, tiene una explicación.
    —¡Más te vale que sea buena!
    —Me envía un amigo tuyo, rubio, serio y tímido. Vive en el Olimpo.

    Ichiban suavizó toda su postura y su cara al ver descrito a Hinano en labios de la ninfa.

    —¿Está bien? ¿No le han hecho nada?
    —No, no, está bien —le tranquilizó—. Mira, no te llamé a ti precisamente porque me gustaras. —Ichiban sintió una punzada en su interior—. Bueno, eso en realidad vino luego, cuando te pude ver de cerca. No creas que lo que ha pasado hace un rato era solamente un juego —aclaró, poniendo una cara complicada. Se estaba liando con sus palabras por miedo a decepcionar a Ichiban—. Te llamé porque un amigo de tu amigo, un dios, obtuvo un mal presagio sobre tu cuerpo. Ambos se presentaron ante mí en sueños y me pidieron como favor personal que te protegiera hasta que acabara la batalla contra Licaón.
    —Pero… ¿solamente yo? ¿Y el resto?
    —No dijeron nada al respecto. Pero mírate, casi mueres incluso con la advertencia. Suerte que has salido con un rasguño.

    Ichiban se miró la herida que había sido medio curada por la ninfa unas horas antes. Hikaru también había tenido visiones sobre su muerte, por eso confió ciegamente en Yoichi y le empujó a ir con él, aunque al final sucediera involuntariamente.

    —Has evitado la muerte —dijo Yoichi, muy seriamente—. Los dioses y el destino no suelen estar de acuerdo en que un humano evite su muerte, la verdad, pero aquí estás. Es más, tu amigo y el dios ése dio con la única criatura en toda Arcadia que no estaba de parte de Licaón ciegamente.
    —¿Qué quiere decir eso?
    —Licaón es un rey poseído. Se volvió loco por ello. Lo causa un objeto mágico que lleva siempre consigo. Nadie sabe cuál de los muchos que lleva puesto es, pero contiene un poder ancestral de un dios antiguo que pone a la naturaleza a su favor a cambio de un alto precio: la cordura y la civilización.
    —El peor destino para un griego (2).
    —Supongo. Los que os emboscaron lo sabían. Si tus compañeros les capturaron, a estas alturas ya sabrán lo que hay que hacer. Solamente tienes que esperar a que ganen esa batalla. Y, a juzgar por los poderes que tienen varios de tus compañeros, creo que no tendremos que preocuparnos.
    —Me siento impotente.
    —Pero si sales allí, morirás sin remedio. No quiero que mueras, ¿entiendes?

    La cara de Yoichi se veía afligida. No tenía otro remedio que creerle, pese a que había ido sumando mentiras. Además, le daba la impresión que hacía más tiempo que le observaba del que Yoichi admitía.

    —Vale, esperaré —sonrió, al final—. ¿Hinano está bien?
    —¿Así se llama el rubiales? —preguntó más alegre—. Pues se le veía muy… “resuelto”, con ese dios a su lado, así como tu conmigo.

    Ichiban rompió a reír. Supuso que ser presa de cualquier criatura fuera de lo humano era ser perseguido sexualmente, como si para los humanos fueran unas vacaciones eróticas. Ese mundo estaba lleno de pervertidos.

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    NOTAS:
    (1) En el capítulo 3 ya lo conté (nota 7), pero era uno de esos mitos trágicos y otra de las bajadas de bragueta de Zeus. El dios se enamoró de Calisto, y para protegerla de la ira de los dioses, la transformó en osa. Antes tuvo un hijo, Arcas (o Árcade), que se la encontró en un bosque. Zeus decidió no tomar más riesgos y, sabiendo que Arcas ya tenía descendencia, subió a las estrellas a madre e hijo, en forma de las constelaciones de la Osa Mayor y la Osa Menor.

    (2): Los griegos eran muy especialitos con eso. Todo lo que no fuera la ciudad y los hombres, específicamente (la mujer era parte de la salvaje naturaleza, según ellos. Sí, eran muy machistas) era considerado una vergüenza para cualquier habitante. Los instintos eran naturaleza, la locura era naturaleza, la barbarie era naturaleza. Los griegos valoraban el orden, la civilización, la racionalidad y el pensamiento como distintivos del ser humano, más específicamente del hombre (aunque en este punto admitían que las mujeres también formaban parte de ello, si podían vivir en ciudades), y veneraban a los dioses de la naturaleza no por gusto, sino por la protección que creían recibir cuando salían de sus ciudades.

    Espero que os haya gustado y no dudéis en comentar o en buscar otra de mis muuuuuuuuuuchas historias XD que mayoritariamente son de Inazuma Eleven Go jeje
     
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    Es interesante, es realmente esa cruz que decías. Me ha sorprendido eso de meter a Hinano de por medio... ¿lo explciarás mejor? tengo curiosidad por saber cómo él contactó con Yoichi jeje
     
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    Ya tenemos aquí el nuevo capítulo, espero que os guste jeje es un inpass para los siguientes capítulos, con alguna cosita buena de por medio jeje ya os daréis cuenta que no hay nada al azar en este capítulo :P

    [---------------------------------------------------------------------------]


    16. Interludio – El futuro



    Unos días atrás, en el Olimpo

    —¡Quiero saber qué les está pasando a mis amigos! ¡Déjame verlo!
    —Igualmente no podrás hacer nada por ellos. Vamos, Hinano, juguemos un rato…

    Desde que Hinano quedó retenido en las salas de Apolo, notó el cambio de ambiente respecto a tierra firme. El hechizo de adaptación de Kirino había servido a medias, y no tardó en quedar más expuesto a sus emociones, positivas y negativas. Estaba más alterable y también se cansaba más rápido. Por eso, cuando conoció al hijo de Apolo supo que estaba perdido: era apuesto, parecía joven, con una melena de fuego brillante y lo peor de todo, era un dios también, con lo que su cuerpo reaccionó “positivamente” de forma natural.

    Ese dios, Taiyo (como le gustaba que le llamaran), tenía algunos poderes heredados de su padre y otros que simplemente siempre había tenido. Era un símbolo del sol y del día en toda regla, tenía dotes de visión de futuro y de presagios y podía (como muchos dioses) presentarse en sueños a toda criatura que él deseara visitar por cualquier razón. La primera noche se aprovechó de eso último para provocarle un sueño erótico a Hinano y despertar su interés (aunque realmente no hacía falta). Desde entonces, Hinano sucumbía una y otra vez a sus deseos carnales con el dios y cada noche dormía plácidamente por el cansancio del sexo constante.

    O bueno, no del todo. El primer día que Taiyo se aprovechó de la debilidad del humano le dejó claro que no quería hacerle daño:

    —No puedo complacer del todo los deseos de ambos, por mucho que quiera —le dijo, extremadamente cerca de Hinano—. Si te penetro podría destruirte. Un humano no puede resistir la potencia de un dios. El último que lo intentó fue Ganimedes con Zeus y aún sigue herido y traumatizado, después de décadas (1). No quiero que pases por eso.

    En ese instante, Hinano tragó saliva, algo atemorizado, pero nada les impidió seguir la fiesta fuera de las nalgas del rubio.

    En los pocos momentos en los que el humano no estaba inhumanamente caliente, se centraba y recordaba el porqué de su estancia en el Olimpo y, sabiendo de los poderes de Taiyo, le presionaba para que intentara contactar con sus amigos.

    —Ahora no quiero, lo que quiero es ver a mis amigos.
    —No puedo, no debo inmiscuirme en los asuntos de los dioses mayores. Sería castigado…
    —¿Se pueden dar cuenta?
    —Mi padre sí.

    Hinano bajó la cabeza. Taiyo sintió una punzada en el corazón al verlo de esa manera. No pudo evitar tocarle la mano con su poder de visión, el único que podría pasar desapercibido. Inmediatamente tuvo una visión clara de un humano joven, con el pelo más rojizo que el suyo y con una coleta, muriendo en una sangrienta batalla contra un ejército muy superior, lleno de bestias.

    El humano supo inmediatamente lo que había hecho Taiyo y preguntó:

    —¿Qué has visto? No es bueno, ¿verdad?
    —Uno de tus amigos morirá. Pero se puede evitar.
    —Eso no iría en contra de los dioses y de las Moiras? (2)
    —Si no ha ocurrido algo ya, si no he sido castigado, es que no es destino de tu amigo morir. Pero debemos actuar rápido.
    —¿Se te ocurre algo?
    —He visto que la batalla es contra Licaón. Deben estar ya en Arcadia, y conozco a la única criatura que no estará bajo su cruel yugo.

    Así fue como, gracias al poder de entrometerse en los sueños de Taiyo, ambos contactaron con Yoichi y le convencieron para que ayudara a Ichiban. Pasaron días tranquilos, llenos de risas (y sexo), sin preocupaciones, esperando el encuentro entre la ninfa y el amigo de Hinano. Taiyo se enteró enseguida cuando sucedió, y calmó a su compañero de juegos con toda alegría, pensándose ambos que todo había acabado bien.

    Pero sí que hubo consecuencias. Una muerte menos en la batalla se notaría, aunque Ichiban acabara por no participar en ella, y una cadena de sucesos en el Olimpo impulsó de nuevo a Taiyo a cruzar la línea solamente por su Kinsuke, su rubiales.

    —Los dioses hablan de Licaón constantemente —le contó Taiyo, tumbado en la cama con su humano favorito—. Han descubierto algunos de los horrores que ha cometido y no les parece suficiente el castigo que querían imponerles.
    —¿Lanzar dos meteoritos y desatar a las Osas no es suficiente? Pues qué crueles.
    —Para ellos no es nada. Dentro de una hora va a haber una reunión con los dioses mayores para decidir qué se hace con él.
    —¡Tienes que ir! ¡Podrían poner en peligro a mis amigos!
    —Me temo que eso ya lo han contemplado. Si deciden un castigo de grandes dimensiones podría desaparecer Licosura entera.

    Hinano se quedó devastado ante la noticia. No supo hablar durante un buen rato. Taiyo le prometió que se enteraría de los planes de los dioses e intentaría convencer a su padre de no llevarlos a cabo.

    —Cuando acaben la reunión le insistiré.

    Taiyo dejó a Kinsuke en su cama por un buen rato. El dios menor se desplazó con sigilo hasta la sala principal (donde días atrás había estado deambulando el Toro), donde encontró a casi todos los dioses mayores sentados, unos pensando, otros exponiendo su opinión. Apolo estaba allí y, aunque Taiyo estaba bien escondido, notó su presencia al instante, algo que el resto no hizo.

    Por desgracia, su oculta posición no le daba una buena acústica, y oía las cosas a medias…

    —¡Taiyo! —se sorprendió Hinano, al verle volver con una cara apagada, después de casi una hora ausente—. ¿Qué ha ocurrido? ¿Qué han decidido?
    —Zeus y Hermes se harán pasar por invitados para juzgar a Licaón en persona. Si su decisión es negativa… No han dicho qué harán (3).
    —Y ¿has probado de hablar con tu padre?
    —Sí, he hablado con él… Pero no pude hacer nada. Zeus y Hermes han partido ya. Llegarán mañana por la noche. —Hinano bajó la cabeza—. Además tenemos otro problema. Mi padre ha considerado que espiar la reunión era un acto de descortesía y falta de respeto profundas.
    —¿¿Qué quiere decir eso??
    —Me ha echado del Olimpo, y a ti también. Y todos los dioses han estado de acuerdo con la decisión.
    —¡Eso es una crueldad! ¡No pueden…!
    —Sí pueden. Lo han hecho millones de veces. Si creías que los dioses eran algo mejor a los humanos, te equivocas. Son mucho peores y son extremadamente vengativos y rencorosos (4).
    —Lo siento…
    —No todo está perdido. Apolo ha sido benévolo y me ha dicho que si, pese a la debilidad por la herejía, sobrevivo a todos los castigos que los dioses han lanzado a los humanos y vuelvo con tus amigos al Olimpo, me dejará volver a casa.
    —¡Pues vamos a hacer que se cumpla! ¡Esto es una prueba de valor de tu padre, no un castigo!

    Hinano apartó a empujones a su deprimida pareja, se vistió con toda la armadura y salió de su instancia para chocar directamente con la pantorrilla de un dios enorme. El mismísimo Apolo.

    —Tú, humano, has sido el culpable de esta desobediencia —le dijo, tajantemente—. No puedo arrebatarle los poderes a mi hijo, ni tampoco puedo tocarte a ti, por el pacto que hizo Zeus con tus amigos, pero espero no tener que volver a sentir vuestra presencia cerca de mí en mucho tiempo.

    Hinano, pese a lo enfadado que estaba, no se atrevió a contestar a tal autoridad divina. Bajó la cabeza, apretando los dientes, agarró a Taiyo de un brazo y salieron corriendo hacia la salida del palacio, rumbo a un futuro incierto.

    [---------------------------------------------------------------------------]


    Gracias por leer y como siempre espero comentarios, likes, tomatazos, lo que sea jaja

    NOTAS:
    (1): Si os gusta el mundo griego y el yaoi conoceréis la historia de Ganimedes. El único capricho de Zeus en hombre. Ganimedes era un joven atleta apuesto al que Zeus le echó el ojo de casualidad, así que el dios se transformó en águila y se lo llevó al Olimpo para que sirviera como su copero (y otros lujos 7v7). Lo de la penetración me lo he medio inventado (Javier Negrete, en su novela “Señores del Olimpo” hizo algo similar).
    (2): Las tres Moiras son unas diosas con aspecto de anciana, cubiertas con ropa vieja y algo holgada, que se encargan de tejer y cortar muchos hilos. Cada hilo es una vida humana y, cuando se corta, la vida acaba. Básicamente son el símbolo del “destino” entre los griegos. Ir en contra del destino suele acarrear graves consecuencias.
    (3): A partir de este instante, toda acción que concierna a Zeus y a Hermes es un mito real sobre cómo acabó Licaón. No os hagáis spoiler leyendo la Wikipedia XDD
    (4): Eso es cierto. Los dioses, para los griegos, representan todo aquello que no pueden alcanzar, pero también todo lo que nunca deben llegar a ser. Sádicos, violentos, abusones (en todos los sentidos), arrogantes, orgullosos, caprichosos… cualquiera que sepa un poco de mitología griega se dará cuenta de cuán crueles son.
     
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    Vaya, este ha sido más corto, pero bueno, hay cosas nuevas... ¡por fin sabemos de Hinano! Me tenía preocupada su ausencia jaja aunque vaya desastre han montado, ¿no? Por lo menos tenemos la explicación de porqué Yoichi ayuda a Ichiban XD a ver cuándo vuelven a aparecer, porque tal como estaban las cosas no parece que sea pronto... XD
    PD: vaya con el sexo olímpico no? 7v7
     
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    Bueno, hice este capítulo intentando inspirarme a trancas y a barrancas y ha salido medianamente bien, pero lo mejor es que me da pie para el siguiente, que es el realmente importante en este acercamiento a la región de Arcadia, así que... este es para meter problemas y llegar a alguna parte (literalmente XDD). Espero que os guste :)

    [---------------------------------------------------------------------------------]


    17. Las criaturas de Licaón


    Nada más ver aparecer los primeros rayos solares, el ejército espartano se puso en marcha, en completo silencio. A parte del ritual de inicio de combate, que fue bastante ruidoso, parecía una marcha fúnebre. Lo único que mantenía despierto a Hikaru era el ruido de las armas y las armaduras y escudos entrechocándose unos con otros. Él iba mirando a sus compañeros. Los jóvenes y los cazadores parecían igual de incómodos que él, mientras que los veteranos entendían esas caras largas y serias.

    Por suerte, el desvío hacia el bosque de la ninfa se hizo pronto, y todos los tireanos, exploradores, cazadores y prisioneros por fin pudieron respirar algo de aire limpio.

    —Los espartanos sabrán luchar, pero saben aún mejor salir a escena (1) —comentó Kidou a Fudou, que estaba a su lado.

    El ambiente tenso pasó factura en especial a Tenma, que se le veía impotente, cargando con la lanza de Ichiban. Hikaru se mantuvo todo el rato a su lado para tener una presencia amiga en la que respaldarse. De hecho, él y Tsurugi se miraron para que Tenma se quedara con quien quisiera. Prefirió a Hikaru.

    Los prisioneros guiaron sin ningún intento de huir a sus captores por los bosques. Cogieron atajos que solamente ellos conocían y cortaron media hora de viaje. Llegaron al riachuelo donde Ichiban había desaparecido el día anterior a media mañana, y descansaron.

    —¿Tenma? —preguntó Hikaru, cuando vio que su amigo se dirigía al lugar exacto donde había visto desaparecer a su amigo.
    —No pasa nada —le arropó Tsurugi con sus brazos—. Volverá sano y salvo.
    —Lo siento —susurró Kidou.
    —No, no, ellos… le salvaron la vida. Está vivo por ellos —dijo, mirando a Kariya y Hikaru.

    Se sentó de nuevo al lado de su mejor amigo y descansó. Entre tanto, Fudou designó a Kariya y a Fubuki como patrulla, para vigilar los alrededores mientras descansaran. Éste último se mostró enormemente agradecido por ello. Solamente Goenji vio que estaba a punto de llorar.

    —Voy a adelantarme un poco —avisó Goenji al resto.
    —Ve con cuidado —contestó Midorikawa.

    Goenji solamente se alejó unos metros, pero los justos para que nadie le pudiera ver, a parte de los cazadores que patrullaban. Al cabo de unos minutos, Fubuki le vio allí de pie, solo, y su instinto de conservación le hizo acercarse para protegerle.

    —¿Qué haces aquí solo? Es peligroso. Hay varias criaturas de Licaón por los alrededores.
    —¿Cómo lo sabes?
    —Están encantados por un dios también.
    —Tienes que luchar —atajó Goenji firmemente, yendo al grano—. No puedes dejar que todo te afecte. Desahógate y luego lucha.

    Como si hubieran disparado una flecha, la tensión se deshizo en Fubuki y se echó a llorar en silencio. Goenji le abrazó, suspirando un poco. Era una escena que se repetía bastante. Le costaba de creer que un cazador como él no pudiera soportar una simple desaparición, aunque fuera temporal y fuera su hermano.

    Y aun así, le dolía también a él. Mucho. Siempre se pensaba que lo había superado, pero ver a Fubuki en su misma situación reavivó viejos recuerdos.

    —Vamos a luchar juntos, ¿vale? —le aseguró. Luego hizo algo que nunca había hecho con nadie más que con su hermana: le besó una mejilla. Nunca se había sentido tan necesitado de hacerlo como en ese momento—. Prométeme que lucharás.

    Fubuki se separó levemente, sorprendido por la acción del tireano, y asintió. Estuvo tentado de repetir esa acción, pero no fue capaz. Goenji le miraba demasiado fijamente y le intimidaba.

    —Perdona —dijo Goenji, bajando la mirada—. He hecho algo que no debía. No es momento para esto.
    —N-no pasa nada…

    Goenji dio media vuelta para irse. El cazador estuvo a punto de pararle para retractarse y pedir lo que estaba deseando, pero un aullido cercano distrajo a ambos.

    —¿Qué ha sido eso? —se alarmó el rubio.
    —¡Avisa a tus amigos y formad! —Goenji dudó un instante, cuando vio a docenas de ciervos y lobos corriendo entre los árboles hacia ellos—. ¡Date prisa!

    El resto de cazadores se unió a la repentina pelea, cruzándose con Goenji por el camino, mientras que las fuerzas humanas formaron como pudieron a la retaguardia. El rubio se puso en el centro, con Kidou.

    —¿Qué ha pasado?
    —¡No lo sé, simplemente los ha detectado!

    La mayor parte de la jauría de lobos rodeó a los cazadores, que peleaban fieramente alejándolos como podían. Los lobos que quedaron y los ciervos embistieron la pared de lanzas que formaron los humanos, metros más atrás. Shindou y Kirino, que apenas iban armados, quedaron encajados en el centro de la formación, para más protección.

    —¡Necesito espacio! —se quejó Kirino—. ¡Haced un círculo y resistid!
    —¿Qué planeas? —le preguntó Hikaru.
    —Consígueme espacio y nos libraremos de la jauría.

    Al oír esa buena noticia, el círculo de guerreros se ensanchó considerablemente y Kirino empezó a recitar los versos mágicos de Hécate. Sus ojos se iluminaron de aquel color mezclado entre verde y azul, y cayó como una cascada de éstos al suelo. Unas finas líneas se trazaron, saliendo del círculo, y atraparon como lianas a todos los animales que les atacaban. Éstos se detuvieron en seco, como si hubieran despertado de una pesadilla, y huyeron en desbandada.

    —¡Es la nuestra, hay que salir del bosque! —ordenó Kidou.
    —¡Y que lo digas! —gritó desde lejos, Fudou—. ¡Ésta solamente era la primera línea de defensa!

    Los humanos no entendieron hasta que empezaron a ver árboles duplicados, demasiado juntos para sobrevivir, y en cada pareja uno tomaba aspecto de mujer.

    —¡Son dríades(2)! —alucinó Tenma—. ¡Pensaba que era un cuento de niños!
    —Creo que hemos superado hace rato el límite de cuento de niños, chaval —se rio Hiroto, corriendo.

    Las dríadas eran veloces y estaban consiguiendo barrar el paso entre los cazadores y los humanos. Kirino apenas podía quitar unas pocas de en medio con su poder, pues sus fuerzas no eran infinitas y, al parecer, las criaturas de Licaón sí.

    —¡Kirino! —exclamó Shindou. Hikaru se giró, desobedeciendo las órdenes de no distraerse y correr, y vio a Kirino desmayado en brazos de su pareja—. ¡Sigue corriendo, lo tengo!

    El grupo alcanzó a los cazadores y formaron un círculo más grande que avanzó más rápidamente gracias al poder de éstos. No tardaron en dejar atrás el bosque y las dríades (que no se atrevieron a alejarse de su hogar) y a ver Licosura entera.

    La ciudad estaba encajada por completo en la montaña, como en una escalera. Apenas había espacio plano para maniobrar, con la muralla y el bosque tan cercano. El ejército espartano no se encontraría en su mejor campo de batalla.

    —¡Están allí! —exclamó Hiroto, avistando al ejército de su padre.
    —Tenemos mejores cosas de las que preocuparnos —señaló Midorikawa.
    —¡Formación cerrada! —ordenó Kidou.

    Todos se apretujaron, conservando a Kirino en el centro, para resistir la embestida de nada menos que una docena de jabalíes embrujados y la escasa caballería de Licaón, con sus jinetes gritando a pleno pulmón.

    Unos rugidos intensos provenientes del bosque, entre el grupo de tireanos y los ejércitos espartano y de Licosura, alertaron a todos.

    —¡Resistid! ¡La ayuda ya llega! —anunció Kidou, con más energía.

    Los jabalíes chocaron contra los escudos y desestabilizaron el grupo lo justo para que luego la caballería pudiera dar golpes certeros, pero los cazadores tenían trampas preparadas, con su poder, que frenaron y desviaron la carga directa. Ambos bandos se enzarzaron en un combate impredecible y en constante movimiento en el que Hikaru solamente sabía estar mareado de tanto animal rodeándole.

    De lejos, unos osos enormes aparecieron, del mismo tamaño que el Toro. Y eran dos, corriendo hacia el diminuto grupo que batallaba de forma confusa. La Osa Mayor y la Osa Menor alteraron a los jabalíes, que empezaron a huir despavoridos y se enfrentaron cara a cara contra la caballería. Era una batalla muy desigual.

    Hikaru entonces tuvo una lluvia de imágenes provenientes de su Amuleto Alado. Eran demasiado rápidas para percibirlas todas y comprenderlas. Solamente supo que tenía que dar dos pasos fuera de la formación y que le iba a doler. Mucho.

    —¡Hikaru!

    Todo el grupo se dispersó ante un zarpazo involuntario de la Osa Menor, que habría acabado con la vida de Hikaru. A varios de los jinetes se les dio una buena oportunidad de huir, y uno usó el cuerpo mareado del pobre tireano como protección. Sin saber de dónde le vino, algo rebotó contra el escudo de Hikaru, y el escudo dio de lleno en su cabeza poco protegida y cayó como un peso muerto. Otro de los jinetes lo agarró sorprendentemente rápido y lo cargó al lomo de su caballo.

    —¡No! —gritó Tenma.

    Ya había abandonado la formación, así que no tenía nada que perder, excepto a su mejor amigo. Persiguió por unos metros a la caballería, esquivando las patas de los osos gigantes, pero solamente pudo rezar para que las patas delanteras de esas criaturas no aplastaran precisamente al jinete que se llevaba a Hikaru.

    —¡No te vayas, Tenma! —casi le suplicó Kidou.
    —¡No puedo quedarme solo! —Estaba a punto de llorar ya.
    —Yo voy con él. Me entregaré como prisionero —se ofreció Kariya—. Así le protegeré.

    Nadie contestó a eso, lo que el cazador se tomó como buena señal y persiguió a los jinetes, huyendo de las zarpas de las Osas, que aún atacaban a los de Licosura.

    —Tenemos que reencontrarnos con mi padre —les aconsejó Hiroto—. Tendrán un frente estable y podremos dejar descansar a vuestro amigo. Por la noche urdiremos un plan para infiltrarnos.

    El silencio fue de nuevo la respuesta, y marcharon todos hacia el frente espartano, que no quedaba demasiado lejos tampoco. Las Osas les cubrieron con su cuerpo de las flechas que disparaban de lejos los guardias de la ciudad enemiga.

    —Dioses, qué bien nos va ser sus aliados por esta vez —agradeció Fudou, sonriente a pesar de todo.
    —Mejor no lo digas muy alto… —le replicó uno de los prisioneros arcadios, que sorprendentemente seguían con ellos.
    —Si no os importa, os usaremos de nuevo para entrar en la ciudad —dijo Hiroto, dándose cuenta de que aún tenían posibilidades esa misma noche.
    —Mejor. Quiero volver a casa sin que la encuentre en llamas —soltó otro de los prisioneros.

    El grupo llegó a paso ligero hasta el frente de la batalla. Al ver el pequeño grupo, el ejército de Licosura se replegó un tanto y retrocedió un poco hasta la ciudad, como si rezaran para que acabara ese día lo más pronto posible (3).

    Fue entonces que el ejército espartano también retrocedió, para más sorpresa. Espartanos y arcadios se gritaron mutuamente treguas y la batalla se detuvo justo cuando Hiroto se encontraba cerca de uno de los generales de Cleómenes, en la retaguardia.

    —¿Qué pasa? ¿Por qué se detiene la batalla?
    —Hemos tenido muchas bajas, más de las esperadas (4) —anunció con pesar—. Entre ellas tu padre.
    —¡¿Qué?!
    —El rey Cleómenes ha muerto. ¡Larga vida al rey Hiroto!
    —¡Larga vida! —vitorearon todos los espartanos.

    Y el silencio invadió el campo de batalla.

    [---------------------------------------------------------------------------------]


    Hasta aquí hoy, mañana más, pero no mejor, porque es imposible :V es broma, no tengo nada para mañana XDD

    NOTAS:
    (1) Desde tiempos de Homero, las batallas se libraban básicamente con un inicio digno de cantante de heavy metal, pues mientras no había contacto físico, los bandos intentaban asustarse unos a otros gritando a pleno pulmón. Solía funcionar bastante bien. Los espartanos eran los únicos (en especial a partir de la época de luchar contra persas) que marchaban en silencio. El ruido de las armas y el silencio tenso causaba un efecto de “gigante” entre los enemigos gritones y se solía ver a los espartanos como “fríos, fortalezas e imbatibles” por su gran capacidad de resistencia al temor y al primer choque.
    (2): Las ninfas de los robles, en concreto. Sí, ninfas por todas partes. No son violentas, pero aquí juego con la posesión del rey Licaón para volverlas agresivas.
    (3): Los griegos tenían muy claro cuando se tenía que luchar. Solamente durante el día, preferentemente por la tarde, y siempre en verano y primavera como mucho, nunca en invierno. Eran batallas bastante ordenadas para que fueran contiendas no excesivamente largas. En este caso, tampoco lo será.
    (4): Reitero, los griegos tenían batallas muy ordenadas. En este caso pongo una nota para decir que habían pausas entre las batallas, si eran duraderas, para una tregua temporal para honrar a los caídos. Si alguien ha visto la película “Troya” (con su Brad Pitt de por medio), lo habrá notado, allí también sucede. Por eso se detiene la batalla. Por motivos religiosos y funerarios.
     
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    Duuuude! Pero qué nos haces? Qué dolor ver a Hikaru! TT además! ya pensaba que tendríamos acción de goenji x fubuki y vas y lo cortas! Pues muy mal hombre! XD y encima se muere el padre de Hiroto! Porque iba a decir que "menos mal que no me has matado a nadie", PERO NOOOO XD jope, ahora que su padre le empezaba a valorar va y la palma! ARREGLA ESTO PRONTO! jajaja
     
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    Me ha costado, pero por fin he parido el buen siguiente capítulo de este fic jajaja espero que os guste, perdonad la enorme demora XD

    PD: Todos los acontecimientos que estén relacionados con un dios en este capítulo son mitos reales (a no ser que se señale lo contrario).

    [--------------------------------------------------------------------]


    18. No somos héroes



    Hikaru despertó de golpe, como si le hubieran echado un cubo de agua encima. Abrió los ojos, intentó incorporarse rápido y la respuesta de su cuerpo fue enviarle un pinchazo tremendamente doloroso en la cabeza.

    —¡Au!
    —Ya te has despertado.
    —Kariya… ¿qué ha pasado?
    —Te diste un golpe y los arcadios te secuestraron.

    Hikaru notó mareo de golpe y la visión se distorsionó unos segundos.

    —El amuleto no es infalible… —balbuceó.
    —El amuleto encontró la mejor opción.
    —¿Dónde estamos? —preguntó finalmente. Ya ni recordaba haber hablado del amuleto.
    —En las celdas del palacio de Licaón.

    El mareo iba y venía como el viento y cada vez le azotaba desde un lado distinto. Se agarró con fuerza al suelo y apretó su cuerpo contra la pared, para intentar sentirse estable. Eso ayudó un poco.

    —Hace frío…

    Y eso que le habían dejado conservar el linotórax. A saber dónde estarían el resto de sus armas. Y entonces miró a Kariya. Iba vestido como siempre, con esas pieles de ciervo y esa armadura ligera debajo, pero no tenía sus armas. A Hikaru le pareció raro que se hubiera entregado, y no simplemente le hubiera rescatado a él.

    La confusión le llevó a palpar su pecho.
    —¿Y mi amuleto?
    —Te lo han quitado. Probablemente Licaón ya lo lleve puesto. Le encantan esas baratijas.

    Hikaru intentó buscar alguna fuente de luz natural, pero no había más que una pequeña ventana a lo lejos, varias celdas más allá. No tenía claro si era de día o de noche.

    —¿Qué va a pasar con nosotros?
    —Nada.
    —¿Cómo lo sabes?
    —Cuando tenga oportunidad, mataré a Licaón con mis propias manos. Era el objetivo de entregarme.

    El tireano no pensaba que fuera a ser tan sencillo, si tenía el Amuleto Alado. Tampoco esperaba que nadie les rescatase, porque no se oía el estruendo de la batalla. Todo parecía muy ambiguo, toda solución era lejana.

    —No somos héroes —meditó en voz alta—. Yo creía que era especial, que Tirea lo era por la cantidad de cosas asombrosas que nos están ocurriendo últimamente. Pensaba…
    —No digas tonterías. Claro que no sois héroes. Ni nosotros. Somos parias, somos prisioneros, somos peones en la partida de los dioses. Si hemos llegado hasta aquí ha sido porque ellos han querido. Probablemente tengan otro plan para nosotros, o puede que simplemente decidan sacrificarnos. Ni siquiera sé si vale la pena intentar mi plan.

    No había rescate. No había un milagro. Probablemente ni hubiera dioses cerca. Estaba solo con una peligrosa criatura celestial a su lado a la que conocía de prácticamente nada, encerrado en una celda de otro peligroso y loco enemigo. No era ni adulto y de nuevo la desgracia acechaba.

    —Solo soy un niño…

    Empezó a llorar. Miedo, tristeza, soledad, incluso el dolor físico del golpe de su cabeza, todo queriendo salir a relucir de golpe. Se abrazó con las piernas encogidas simplemente para sentir un poco de calor, para sentirse seguro, pero no sirvió de nada. Luego notó los brazos de Kariya rodearle en silencio y éste le obligó a serenarse y a inclinarse hacia su pecho. Necesitó un buen rato para calmarse.

    —No te preocupes, saldremos de aquí —le dijo el cazador al final.

    Hasta entonces todo había estado en silencio. Parecía que ellos eran los únicos que estaban en esa prisión. Por eso, cuando entraron los guardias, el dolor de cabeza de Hikaru volvió con fuerza. Hacían todo el ruido que podían, esos desgraciados. Iban parloteando sobre dos invitados misteriosos que querían pasar la noche en palacio.

    —Uno es bastante viejo —decía uno—. Seguro que Licaón se aprovecha de su debilidad para sacarle algo.
    —Si no fuera mi hogar, saldría por patas de este sitio.

    Hikaru no se sorprendió de oír palabras en contra del rey de Licosura. Parecía que aterrorizaba tanto a la ciudad como a sus vecinos. Se aferró a la esperanza que algún disidente fortuitamente consiguiera matarlo, pero recordó que el propio rey estaba cargado de amuletos, de magia y tenía a muchas criaturas poderosas a su disposición. Si el rey no estaba muerto era por algo.

    Estrechó el abrazo con Kariya para darse esperanzas.

    Un portazo asustó a todos los presentes, incluidos los guardias.

    —¡¿Dónde están esos prisioneros?! —gritó un hombre de voz desgarrada y ronca. Parecía apurado.
    —¡M-mi señor! Están en esa celda.
    —¡Bien, bien! A ver qué tenemos.

    Hikaru se encogió tanto como pudo para intentar pasar desapercibido, pero no pudo evitar clavar la mirada en la figura del rey Licaón: era una persona enorme, era parecido a uno de los cazadores, pero con cuarenta años. Era tan alto como la puerta de la celda, iba vestido con todo tipo de pieles mal colocadas y llevaba tres coronas y decenas de colgantes, amuletos y anillos colgando de cualquier parte de su pecho, o brazos. Solamente una de las coronas la llevaba en la cabeza.

    —¡Tú! ¿Dónde les has cogido? —le espetó al mismo guardia. Éste balbuceó y, curiosamente, Licaón esperó unos segundos a que se decidiera, pero no era como si le estuviera prestando atención. Miró dentro de la celda como si estuviera persiguiendo algo invisible hasta que clavó la mirada en Kariya—. ¡¡TÚ!!

    Hikaru sintió que Kariya deshacía su abrazo protector. Parecía prepararse para algo.

    —S-se entregó voluntariamente —dijo con voz queda el guardia, refiriéndose a Kariya—. Quería proteger a su amigo.

    Licaón se giró contra el pobre infeliz que le informó y le mandó al suelo de una bofetada.

    —¡¡INSENSATO!! —gritó, totalmente fuera de sí. Hikaru oyó que le temblaba un poco la voz—. ¡¡ECHAD INMEDIATAMENTE A ESA CRIATURA DE MI PALACIO!!
    —¿Se-señor?
    —¡¡O MATADLA, PERO QUE SEA YA!!

    Licaón empezó a marcharse antes de que los guardias reaccionaran, a paso ligero. Éstos empezaron a abrir la puerta, momento que Kariya aprovechó para usar su poder de cazador y salió disparado hacia el monarca, dejando esa estela estrellada. Pero todo se detuvo un instante. Hikaru se arrastró hasta volver a ver a Kariya, dos segundos habían pasado, y Licaón había conseguido agarrarle por el cuello y levantarlo del suelo como si fuera un trapo.

    —Ya me advirtieron que criaturas como tú, basura inmunda de otra era, vendríais a matarme. —Lo dijo con una voz extrañamente calmada, para ser que hace segundos estaba gritando a pleno pulmón—. Pero eso no va a suceder. Te voy a decir lo que va a suceder. Me voy a quedar a tu amigo como esclavo y te voy a dejar vivo, para que los dioses no se den cuenta de nada. Cualquier cosa que intentes, lo sufrirá él, ¿está claro?

    Kariya intentaba resistir el agarre de Licaón, apenas si se movía, y lo siguiente fue acabar rodando por el pasillo de la prisión, de nuevo contra los guardias. Estaba tremendamente aturdido, porque no se resistió a que se lo llevaran.

    —Y tú, pequeño… Creo que nos llevaremos bien. Ven conmigo —le instó el rey a Hikaru. Éste no se atrevió a moverse, más bien se encogió en un rincón. Licaón no perdió los nervios, simplemente dio dos zancadas y levantó de un tirón al pobre chico, agarrándole del brazo—. Hoy tenemos invitados importantes. Hay que darles la hospitalidad que se merecen y tú serás presente.

    Hikaru oyó una risa nerviosa complementar esa tétrica frase del rey. Se olvidó de que su agarre le dejaría un morado cuando empezó a darse cuenta del aspecto cercano de Licaón: estaba completamente loco y cuerdo a la vez. Todas sus pieles y vestimentas parecían llenas de mugre, apestaban, como si se estuvieran pudriendo. Todas las baratijas que llevaba parecía que se aguantaran como por arte de magia, pues parecía que en cualquier momento se fueran a desprender todas. Y, por encima de todo, había algo que envolvía al rey. Le otorgaba una sensación de agresividad y rechazo, y producía una especie de susurro continuo que parecía atormentar al mismo Licaón.

    El rey Licaón oía voces. Era todo verdad. Estaba poseído. Estaba loco. Y podía pensar como un rey (cruel) a la vez.

    El miedo y el asco se juntaron en Hikaru. Quería pensar una forma de escapar, pero solo de recordar la facilidad con la que se había deshecho de Kariya empezaba a temblar de nuevo. ¿Dónde estaría el cazador? Le echaba de menos. Por lo menos tendría en quien apoyarse. Rezaba para que solamente le hubieran echado.

    —Te vas a sentar aquí —le ordenó Licaón. Sin darse cuenta, Hikaru había cruzado medio palacio y estaba en una gran sala con un banquete y un trono. Allí, dos viajeros, uno de ellos muy viejo, miraban al compungido prisionero. Había más gente, pero Licaón le tapó la vista para tentarle, enseñándole el Amuleto Alado—: Apuesto a que quieres esto. Y seguro que te ha salvado de muchas batallas. —Hikaru no tuvo valor para reclamarlo, apenas balbuceó. Las voces al alrededor de Licaón le aplacaron—. Pobrecillo… Pero quiero que sepas que este amuleto tiene una contrapartida que casi nadie conoce. La desgracia le persigue y condena a todo el que esté al alrededor de su portador. Por eso Sísifo se quedó solo. El amuleto le protegía a cambio de las vidas de sus allegados. Es un clásico del poder divino, siempre tiene un precio. Piensa si aún lo quieres.

    Y se fue hacia su trono, dejando totalmente atónito a Hikaru. Hinano, el hermano de Fubuki, Ichiban… y seguro que otras muchas desgracias desde que se lo puso. Todas eran culpa suya.

    No supo qué le impulsó a levantar la cabeza y mirar al rey de nuevo. Quería hacer algo, quería decir algo, pero nada salió de su cuerpo. Solamente sabía mirar con furia a ese monstruo. Pero fue justamente por levantar la mirada que se dio cuenta que los sirvientes le pasaban una daga de combate al rey. Llegó a oír la palabra matar. E inmediatamente miró a los viajeros (1).

    —Mi señor, no parecen viajeros corrientes —le susurró su criado. Hikaru apenas estaba unos metros lejos de Licaón, así que pudo oírlo—. Parecen preparados. No deberíamos matarles.
    —Tienes razón… Usa al chico. Que tus hermanos lo maten y se lo sirvan a los huéspedes.

    A Hikaru se le heló la sangre. El sirviente se puso delante de él, con cara de pena, y Hikaru se levantó él mismo. El pobre sirviente, que temblaba como una hoja, le dejó pasar hacia las cocinas. Allí había muchos cocineros y ayudantes, y parecía que se lo estaban pasando bien.

    —¿Qué haces con ese esclavo, Níctimo? —le preguntaron al sirviente—. ¿Es otra víctima? ¡Pero no pongas esa cara, hermano! ¡Ni que te gustara!

    Allí dentro parecía haber docenas de personas y parecían todos hermanos entre ellos. Todos tenían miradas igual de perversas y locas que la de Licaón. Y se parecían a él. Menos el tal Níctimo.

    —Vuelve a Licaón y dile que la comida está en camino, que he encontrado una solución a su problema —le susurró el sirviente a Hikaru—. Voy a solucionar esto.

    Hikaru salió corriendo de las cocinas, aliviado, aunque sin saber lo que pasaría. Cuando se acercó a Licaón, éste puso cara de enfado hasta el punto de acallar las voces por unos segundos.

    —Níctimo dice que tiene una solución, que la comida está en camino.
    —Ese hijo mío pagará por su desafío. O quizás ya lo haya hecho. Vuelve a tu sitio.

    Hikaru corrió a sentarse en la misma silla. Desde ahí solamente se veía la entrada a las cocinas, que estaba cerrada. ¿Qué había querido decir con “quizás ya lo haya hecho”?

    —Supongo que ambos querréis comer, viajeros.
    —Solamente él, gracias —dijo el más joven.
    —Por supuesto. La comida llegará en un rato.

    Se hizo un silencio incómodo en el que Licaón observaba a los viajeros y ellos a él. Era como si estuvieran manteniendo una batalla silenciosa. Los susurros y voces al alrededor del rey parecían potenciarse, porque se oían desde la silla de Hikaru, en el rincón de la sala. El pobre chico estaba temblando violentamente.

    Al cabo de una media hora, los cocineros salieron todos en tromba con un gran caldero, lleno de estofado de carne. Algunos iban cubiertos de grasa, incluso tenían manchas de sangre. Hikaru quiso vomitar, pero se aguantó solamente para no provocar la ira de Licaón.

    —¿Habéis matado un cerdo a última hora? —preguntó Licaón, tranquilamente.
    —No teníamos suficiente carne para el estofado —dijo uno de los cocineros, que Hikaru ya había visto en las cocinas.
    —Servidlo.

    Los cocineros obedecieron, con toda la calma del mundo, y le pusieron un bol con estofado delante del viajero más anciano. Este se lo miró durante unos minutos, susurrando algo a su compañero. Ni siquiera probó bocado, antes de que se levantara y se descubriera.

    —He sido demasiado indulgente con este reino. No tienes suficiente, rey Licaón, con tener hijos exiliados, con tener a tu propia familia convertida en osos atacando tu ciudad(2), ¡¿que tienes la osadía de servirme la carne de tu propio hijo Níctimo como comida?!

    Fue como si el hombre se hiciera enorme de golpe, sin cambiar su forma. El fuego de la estancia le dio un aspecto imponente y todos retrocedieron un paso, incluso el propio rey, que parecía muy nervioso.

    —¡Eres un dios! —exclamó él, asustado—. Pero tengo mis protecciones de la mismísima tierra. Ella me ayudará.
    —No te va a servir de nada. ¡Por tu salvajismo, por sacrificar humanos, por todos los horrores que esta ciudad ha vivido por culpa de tu linaje, seréis castigados! —El hombre y su compañero cambiaron de forma. El primero convirtió sus facciones desgastadas en una cara perfecta, de mediana edad, con barba y pelo totalmente blancos y bien arreglados. El otro era mucho más joven, sin barba, tenía un casco alado y un bastó con serpientes enrolladas en él—. ¡¡SOY ZEUS, DIOS DE DIOSES, Y ESTE SERÁ TU CASTIGO!!

    Los truenos retumbaron en el cielo, por encima de sus cabezas, y un rayo hizo caer todo el techo sobre el salón, casi aplastando a dioses y a hombres. Zeus se puso encima de la mesa para acobardar a todos con su presencia, alzó el brazo y reclamó los rayos como suyos, agarrándolos como si fueran armas normales.

    —¡Atacad, inútiles! —ordenó Licaón con la poca voz que le quedaba.
    —¡¡TÚ Y TUS INFAMES HIJOS VAIS A SER DERROCADOS!! —gritó Zeus, como respuesta.

    Los rayos que tenía en la mano se juntaron en uno solo, crepitante y mortífero, y recorrió por la sala atravesando a todos y cada uno de los hijos de Licaón por el corazón. Los gritos agónicos quedaban apagados por los truenos que provocaba cada choque del rayo con un cuerpo. Hikaru esperaba el momento en el que le tocara a él, pero los truenos cesaron y solamente quedó un Licaón arrinconado en otra punta de la sala, con Zeus imponente delante de él.

    —No tengo suficiente con tu muerte como precio por tu salvajismo. Hundiré tu palacio, reviviré a tu hijo Níctimo para que gobierne en él con la justicia que se merece Arcadia y tú volverás a tu naturaleza salvaje bajo otra forma.

    Hikaru vio como Zeus convertía en lobo al rey, que veía como las pieles que llevaba encima se convertían en la suya. Todos los amuletos, las coronas, los colgantes, todo quedaba destruido y fundido en la transformación. Un aullido débil indicó el final de la horrible transformación y Licaón huyó despavorido.

    —Humano, ¿te encuentras bien? —dijo el dios joven. Hikaru le reconoció. Era Hermes, mensajero de los dioses e hijo de Zeus(3). Solamente llegó a asentir—. Te voy a sacar de aquí. Sé que eres un protegido de mi padre, te vi en el Olimpo, así que te llevaré fuera, antes de que el palacio se hunda.

    Hikaru se dejó agarrar como un saco de patatas y Hermes ascendió, gracias a su casco y botas aladas, por el agujero del techo. El cielo estaba tormentoso y todos los rayos caían encima del palacio de Licosura, que ya estaba en llamas. El ensordecedor sonido de los truenos hacía sufrir al pobre tireano, que estaba tremendamente chocado por el horror que había presenciado.

    Hermes dejó a Hikaru en tierra a pocas calles del palacio y se despidió con premura, prometiendo que se volverían a ver. Apenas dos segundos después, Kariya apareció con el resto de cazadores y con las armas de Hikaru. Las dejó caer solamente para recibir el abrazo del aterrorizado chaval.

    —¡Suerte que estás bien! —suspiró Kariya, devolviendo el abrazo. Hikaru se había echado a llorar, sin llegar a decir nada—. Tenemos que irnos.

    Tsurugi cargó con las armas de Hikaru y Kariya cargó con el pobre humano. Con la velocidad de los cazadores, llegaron al campamento espartano en muy poco tiempo, pero el suficiente para ver el palacio caer sobre su propio peso.

    Licosura había caído(4).

    [--------------------------------------------------------------------]


    Y con esto llegamos A LA MITAD DEL FIC! O por lo menos de la trama jaja espero que sigáis conmigo, ¡esto va para largo!

    NOTAS:
    (1): En el mito real solamente había uno, pero tiene su sentido.
    (2): Y uno de esos hijos, fundador de Tirea. En teoría, el mito dice que se exiliaron después de lo que va a ocurrir, pero hay tantas versiones, que mejor ponerlo antes. // Lo de los osos es cierto, Calisto y Arcas son hija y nieto de Licaón.
    (3): Lo dicho, en el mito, en cualquier versión, Zeus aparece solo, pero tiene su sentido aquí, puesto que Hikaru tampoco forma parte del mito.
    (4): Al final he acabado mezclando mitos. Hay muchas versiones (por lo menos nueve), pero las principales dicen o que los hijos cocinan a Níctimo, lo sirven a Zeus, y éste les fulmina a todos con un rayo, o Licaón cocina a un esclavo cualquiera y como castigo es convertido en lobo. Yo he fundido ambas versiones en una sola y le he dado un futuro a la ciudad, que es revivir a Níctimo para que reine (que de hecho es lo que pasó).
     
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    ME CAGUEN ZEUS, ME PENSABA QUE ME MATABAS A HIKARU!! Madre mía, lo eh sufrido, te juro que se me para el corazón. Pero ha sido brutal el mito, dios, vaya manera de acabar con todo. Realmente los humanos no somos nadie en este fic XD de verdad, que sangrientos eran todos estos... XD a ver cómo haces seguir el fic después de esto XD
     
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    Por todos los dioses, hace miles de años que no actualizo este pobre desamparado! XD bueno, he conseguido ponerme las pilas... es que putos otros fics, me tenían absorbido XD bueno, allá va otro capítulo :)

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    19. Secuelas



    Espartanos, arcadios y tireanos vieron desde la distancia cómo los rayos destruían e incendiaban el palacio de Licosura. Se podía oír gente gritando, u ordenando la extinción del fuego. Algunos de los habitantes huían de la ciudad en la noche, sin nadie que se lo impidiera.

    El ejército arcadio, que esperaba en la parte más alta del campo de batalla, respiraba con inseguridad por los tiempos venideros. Muchos de ellos incluían en sus pensamientos que por fin la pesadilla había terminado, aunque no tenía ni idea de si alguno de los hijos de Licaón tomaría el relevo y seguiría con ese reinado del terror.

    Por otro lado, Hiroto y sus exploradores se acercaron al ejército enemigo para establecer pactos. Los arcadios se habían retirado de la batalla, cansados, y estaban dispuestos a negociar condiciones de ésta, pero Hiroto, en consenso con los veteranos de su ejército, no había venido para eso:

    —Hemos acordado establecer una alianza con vuestro nuevo rey, si está dispuesto a ello —anunció—. No estaba dentro de los planes de mi padre anexaros a Esparta y no pienso tener ahora a mi primer enemigo como rey.

    Los arcadios le ovacionaron discretamente, como si no les interesara la alianza. Estaban pensando, obviamente, en sus familias. Luego, se levantaron y marcharon de vuelta a la ciudad, a ayudar al resto de habitantes, sabiendo que los espartanos ya no tenían intenciones de atacar. Éstos, incluyendo a los tireanos, se asentaron fuera de las murallas con el permiso del general de Licosura.

    Fue entonces cuando Kariya y los demás cazadores aparecieron en el campamento, cargando con Hikaru.
    —¡Hikaru! —Tenma corrió a abrazarle. Su amigo apenas reaccionó—. Hikaru, ¿cómo estás?
    —Está en shock, necesita descansar —habló Kariya por él.

    El joven tireano miraba los árboles, con ojos asustados, esperando que nadie más le preguntara. Cualquier visión de un humano implicaba recordar lo que acababa de ver. No le apetecía nada el contacto que hacía ya rato que sentía.

    —Dejadle espacio —ordenó Kirino, con autoridad, apareciendo con Shindou—. Que sienta libertad.

    Tenma miró al hijo de Hécate a medias entre indignado y suplicando respuestas. Necesitaba el cariño de su amigo, pero éste parecía no responder a nada. Al cabo de unos segundos, empezó a querer coger sus armas, que Tsurugi había dejado en el suelo, así que Tenma le dejó. Hikaru juntó la lanza, la espada, la armadura y el escudo y, con éste último, se cubrió, como si tuviera miedo de nada que no fuera la vegetación o el suelo.

    —Hikaru…
    —Acaba de presenciar una escena traumática. Voy a ayudarle a conciliar el sueño —dijo Kirino. Cerró los ojos, se concentró, y un pequeño haz de luz verde y azul apareció bajo el escudo, donde Hikaru se encontraba resguardado. Éste no reaccionó, y finalmente acabó tumbado, soltando sus armas, quedando dormido con tranquilidad. Kirino oró por él—: Que Hécate te otorgue un sueño apacible.

    Tenma, Tsurugi y Kariya quedaron por unos segundos en silencio, más tranquilos, hasta que el tireano cargó contra los itacenses:

    —¿Por qué has hecho eso? ¡Necesitamos saber qué le ha pasado! ¡Tenemos que ayudarle!
    —¿Y qué hay que saber? Los dioses han destruido a Licaón y su palacio. La guerra contra Arcadia ha terminado —replicó Tsurugi, con frialdad.
    —¡Me importa una mierda eso, quiero ayudar!
    —Calma, Tenma, por favor —pidió Kirino—. Ahora no le habríamos sacado nada, rehuía el contacto humano, estaba aterrado. Lo que necesitaba era descansar.
    —¿No puedes hacer nada más para saber? —le insistió.
    —Mi intención era usar mi don de la visión para ver lo que él ha visto. Así él no se vería forzado a contar nada.

    Kirino miró un segundo a su pareja, como si se pidieran mutuamente permiso, y luego se arrodilló al lado de Hikaru. Le puso una mano en la frente, y ese punto emitió la misma luz azulada y verde. Los demás rodearon al de pelo rosa, expectantes de lo que tuviera que decir, pero, pese a la noche y la poca luz que brindaban las antorchas, pudieron ver claramente las muecas de sufrimiento que iba poniendo. Desde luego, no eran unas visiones agradables. Cuando la luz se esfumó, Kirino se sentó, cansado, y Shindou se sentó a su lado, para comprobar que estuviera bien.

    —Es… horrible.
    —¿Qué has visto?
    —Iba a ser sacrificado. Iba a ser la comida de Zeus, pero uno de los hijos de Licaón se interpuso y sus hermanos le mataron en su lugar. —El resto puso la misma cara aprensiva y sufrida que tenía Kirino—. Zeus se dio cuenta y atravesó a todos con el rayo, excepto a Licaón, al que transformó en lobo, con todos sus ropajes y joyas. El Amuleto Alado estaba entre ellos. Luego, Hermes le sacó de allí, y justo después Kariya aparecía.
    —Por todos los dioses…
    —No me extraña que no pueda mirar a nadie a los ojos —suspiró Tsurugi, más afligido esta vez.
    —Le dejaremos descansar el tiempo que haga falta —dijo Kirino, para finalizar. Él y Shindou se fueron para traer sus equipajes hasta el grupo.
    —Me quedo con él —dijo Tenma.
    —Yo también —se sumó Kariya.

    Los jóvenes construyeron un círculo al alrededor del pobre tireano. Cuando los mayores se acercaron a ver (pues habían estado debatiendo sobre su próximo paso) y supieron lo que había pasado, se apiadaron de todos ellos y también se incluyeron. Todo apoyo era bienvenido.

    En el momento de más paz en días, una luz se alzó detrás de la ciudad asediada. Dos osos rugieron con fuerza en la lejanía, y esa luz ascendió hasta desaparecer entre las estrellas. Las osas protectoras de Arcadia habían vuelto a su sitio.

    —Zeus en persona debe habérselas llevado —comentó Kirino—, ahora que ya no son necesarias.
    —A Hikaru le hubiera gustado ver esto —susurró Tenma, con tristeza—. Adora mirar el cielo.

    * * *


    Hacía años que no tenía un sueño tan placentero como aquél. No soñó nada, y eso era lo mejor. Nada que le atormentase, que le persiguiese, ni muerte, ni dolor, ni sufrimiento… Ojalá hubiera durado más. Cuando empezó a sentirse de nuevo sobre la tierra, las horribles imágenes y el recuerdo del estruendo del rayo de Zeus atacaron de nuevo sus tímpanos y sus ojos, levantándose de golpe.

    —¡Ah!
    —¡Hikaru! —Tenma ya estaba despierto. Era de día, aunque un tanto gris por las volutas de humo que ascendían de Licosura—. ¿Cómo te encuentras?
    —Bien —mintió, en un susurro.

    De repente, toda la atención se había centrado en él y se sintió incómodo. Se vio rodeado de todos sus amigos, que le transmitían su calor y su agobio a la vez. En contra de todo pronóstico, se acercó a Kirino primero, como si fuera un perro aterrorizado y cauteloso.

    —Gracias por dormirme. Cuando vi esa luz me sentí en paz.
    —Lo necesitabas.

    Hikaru iba a decir algo más que se le acababa de pasar por la cabeza, pero sabía que no era posible, así que se quedó en silencio. Kariya y Tenma le preguntaron más veces cómo se encontraba, pero no conseguían otra respuesta que no fuera ese “bien” tan frío. Los mayores ni lo intentaban. El tireano no se movió del lado de Kirino en toda la mañana.

    Entre tanto, las cosas en Licosura avanzaban. Hiroto informó al grupo de cazadores y tireanos que la ciudad estaba ya bajo control. El ejército arcadio había podido volver a sus casas sin problema y, pronto, el nuevo rey bajaría a recibirles. Cuando Midorikawa intervino, fue para dar una mala noticia:

    —Chicos, voy a irme con Hiroto.
    —¡¿Qué?! —se quejó Tenma.
    —Creo que no estamos en posición de perder más soldados de nuestra formación —razonó Kidou, mirando a Goenji—, pero tampoco podemos decidir por ti. Imaginaba que este momento llegaría.

    Midorikawa abrazó a sus compañeros de armas y le aseguró a Tenma que se volverían a ver. Por todos era sabido el temor del pequeño a quedarse solo, sin sus amigos.

    —Antes, los exploradores y yo pasaremos por casa —añadió—. Tenemos que dar órdenes al capitán espartano que la vigila de que ya puede volver a Esparta. Así que si tenéis algún mensaje para la familia, dádmelo antes de iros.

    Hikaru no encontró nada que decir a nadie. Era sorprendente que se diera cuenta que no tenía verdadero contacto con nadie que no fueran los amigos que ya estaban con él o que habían ido perdiendo por el camino. El resto sí que dio sus mensajes a Midorikawa, en cambio, mientras el de pelo morado vigilaba las puertas de la ciudad: esperaba ver salir a su rey.

    —Ya viene el nuevo rey —observó Hiroto, al cabo de unos minutos—. Voy a recibirlo.
    —¡Te acompaño! —se apresuró a decir Hikaru.

    El resto quedaron sorprendidos, pero, aparte de Tenma, nadie vio impedimento a que se fuera con el rey espartano.

    Varios guardias escoltaban a ambos reyes. Hikaru deseaba ver al nuevo rey, con la esperanza de que se tratara de quien pensaba, y que su última esperanza en esa ciudad maldita no se desvaneciera. Mantenía ese pensamiento muy fijo, pese a que el ruido de las armas y armaduras le estaba taladrando el cerebro. El repiqueteo del metal le recordaba vivamente la escena de la noche anterior.

    —¿Qué esperas del nuevo rey? —le preguntó Hiroto, viendo que el tireano se iba revolviendo, nervioso.

    No respondió, no quería gafarse. Y, cuando vislumbró esa cara algo alargada y firme de Níctimo, abrió mucho los ojos y tuvo el impulso de correr hacia él. Níctimo también se dio cuenta de que conocía al acompañante de Hiroto:

    —¡Eres tú! ¡Has sobrevivido!

    Señal suficiente para Hikaru para correr hacia él. Los guardias arcadios fueron detenidos por Níctimo para que éste pudiera recibir el abrazo del chico con toda libertad.

    —¡Pensaba que tú…! ¡Me salvaste!
    —Zeus premió mi acción. Me devolvió a la vida.
    —Entonces… tú…
    —Sí, morí. Pero estoy aquí. Me alegro de que sirviera de algo mi sacrificio.

    Hikaru respiró bastante aliviado y con una calma parecida a la que había sentido antes de despertarse.

    Hiroto se acabó de acercar con sus guardias, bastante sorprendido por la reacción de Hikaru. Sabía cosas de lo que había pasado, pero no esa parte. Bueno, el chico tampoco lo había sabido hasta ese momento.

    El joven no quiso ser impedimento para las conversaciones, así que se apartó y volvió al lado de Hiroto, disfrutando del día soleado, de ver a un amigo con vida y de que el metal no rechinara. No se enteró de lo que hablaron ambos reyes, pues estaba concentrado en atesorar ese momento: sabía que no encontraría otro igual en mucho tiempo.

    Cuando las conversaciones acabaron y Hikaru volvió con los suyos, todos notaron la diferencia.

    —¿Qué ha pasado?
    —El nuevo rey, Níctimo, dio su vida para proteger a Hikaru —explicó Hiroto, mientras el de pelo morado por fin se lanzaba a abrazar a Tenma y a Kariya a la vez—. Zeus le revivió por ese acto.
    —Gracias, gracias por todo —susurró Hikaru a ambos amigos, casi llorando.
    —Uau, eso no sucede todos los días —comentaba Goenji—. Me alegro de saber que habrá alguien digno de los dioses al mando de Licosura.
    —Por lo menos le ha aportado algo de paz a Hikaru —añadió Kidou, sonriendo apaciblemente.

    Hacia el mediodía, cuando se aseguraron de que Hikaru estaba en condiciones, Kidou anunció que se pondrían en movimiento al día siguiente a primera hora. Nadie se quejó por ello, ni Hikaru, aunque pensó que lo pasaría bastante mal escuchando cada paso de la marcha hacia el oeste. El resto miraba a Midorikawa con ojos de despedida.

    —¿A dónde os dirigís? —preguntó Hiroto.
    —A la ciudad de Elis —dijo Fudou, estremeciéndose un poco—. Es el último baluarte de los descreídos. El ejército de Corinto se está dirigiendo hacia allí.

    Hikaru, al ver la reacción del cazador, recordó que allí les esperaba un aliado peligroso para esos seres celestiales: el escorpión, el asesino de Orión. No le importaba tanto esa criatura como la forma en la que llegarían hasta allí.

    Durante el resto del día, la extraña agrupación se dedicó a hablar, a descansar y a dormir. Hikaru estaba perdiendo ya el brote de alegría que había recibido viendo a Níctimo con vida, y empezaba a aislarse de nuevo de sus amigos. Prefería pensar en una manera de no escuchar los rayos en su cabeza y en el metal de sus compañeros. No tenía ni idea de cómo reaccionaría cuando se viera envuelto en una batalla de nuevo.

    —No te encierres —le recomendó Kariya. Tenma observaba de cerca. Hikaru no contestó, casi ni le miró—. Te lo digo en serio. Tienes que hablar, distraerte, sino te atormentarás con tus recuerdos siempre por delante.
    —Y supongo que tú lo sabes porque has matado a mucha gente —le replicó el afectado tireano, malhumorado.
    —No, lo digo porque he pasado mucho tiempo solo, allí arriba, en las estrellas. Éramos uno, y eran tantos pensamientos y recuerdos resonando a la vez que es un milagro que no nos volviéramos locos todos.
    —Lo intentaré —suspiró, avergonzado de su dura crítica.

    No volvió a abrir la boca en todo el día, ni para desear buenas noches a sus amigos.

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    Espero que os haya gustado :) comentad, mirad links en mi perfil, lo que deseéis :)
     
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