Buenas intenciones (Continuación de "Mi suerte" Tai X T.K) Cancelado

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  1. shingiikari01
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    no te preocupes desde que no nos dejes con la historia a medias soy feliz, pero si me uviese gustado que matt le uviese dejado a tai el ojo morado XD
     
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  2. danielXD
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    Ño hubo sangre??

    Matt:no >:v >:T

    Ahh bueno~ tai eres un burro o te haces como vas a pensar eso de TK por dios el es mas fiel que un perro y esa tipa solo juega a la popular

    Matt yo soy tu y hubiera dicho a TK que.... si me dejan grabar cuando le estén dando :

    Duro contra el muro, marciso contra el piso y estrecho contra el techo 7u7r chao

    Edited by danielXD - 15/2/2017, 02:46
     
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  3. danielXD
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    Pa' cuando la conty??? >:V te voy a denunciar >:vvv a menos que subas la conty en 2 horas ahí te la vez
     
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    Yaoizando
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    Hola gente! aquí reportandome luego de bastante tiempo. Les traigo el capitulo 7, espero que les guste.

    Una cosita rápida: recuerden que el ídolo de T.K se llama Manu Finóbili, el cual el nombre es una parodia (para nada disimulada XD) de un famoso jugador de basquetball de la Argentina. Solo tomé el nombre del jugador como referencia, ya que el jugador que inventaré aquí en los próximos capítulos no tiene nada que ver con el original, son completamente diferentes.

    Ah una ultima cosa :P :P El apellido del personaje que abre este cap lo saqué de un libro que se llama "Terapia" de un autor alemán. Lo recomiendo mucho, es un thriller psicológico muy bueno. Me gustó el apellido je, así que decidí agregarlo aquí :P


    *Ali-nii: jajaja, y bueno... a veces uno se puede dejar llevar por lo celos. A veces pasa XD, gracias por leer y comentar! hasta la proxima!

    *shingiikari01: Hola! no te preocupes, no la dejaré inconclusa. La terminaré tome el tiempo que tome. Muchas gracias por pasarte! un abrazo!

    *danielXD: Noooo no me denuncies :=omgdf: :=SHOROO: prometo que nunca volverá a pasar (es mentira, pero bueno XD) jaja dije que tardaría, pero en fin aquí estoy :D Gracias por comentar y no denunciarme! saludos!




    Capitulo 7: ¿Será posible...?

    Paul

    Paul Larenz era una persona de negocios, así que lo que le había sucedido no le hacía gracia en absoluto. ¿1 día? ¿1 día entero tenía que esperar para volver a la capital por culpa de un “error” en la planificación de su vuelo? La rabia le invadía. A él no le temblaba el pulso para insultar a medio mundo a los gritos, pero aun así supo que no valía la pena enojarse. Los pobres diablos que trabajaban en ese intento de aeropuerto no tenían la culpa. La culpa era de algún inepto de la empresa, seguramente algún joven nuevo, que había planificado mal su cadena de vuelos de negocios.
    Ahora, en vez de estar volando de regreso hacía la capital para una reunión con inversionistas, tenía que quedarse estancando en ese pueblucho que se hacía llamar “una ciudad”. Los pocos vuelos que partían hacía la capital ya estaban agotados, así que tuvo que comprar un boleto para el día siguiente.

    Mientras viajaba en el taxi al hotel, se imaginó lo que le haría al infeliz que había cometido el error en la planificación de sus vuelos. Pensó en cobrarle del sueldo todos los gastos provocados por el error, más un plus por las molestias, una quita del 40% del sueldo durante algunos meses y aumento de carga horaria. “Vaya que me he ablandado” pensó sorprendido de sí mismo, con una sonrisa. En otra época simplemente le hubiera despedido y comenzado acciones judiciales por incompetencia. Sin rodeos. Sus abogados podían ganarle un juicio hasta al estado por pintar la vereda de su casa de un color que no le gustaba.

    Llegó al lujoso hotel y depositó una jugosa propina en el bolsillo del enclenque joven encargado de llevarle las maletas hasta la habitación. Luego de registrarse en el lobby, el cual obviamente era pagado por la empresa, se fue a su habitación todavía masticando ira. Mediante llamadas enojadas e idas y vueltas de emails, había logrado organizar su alocada agenda de nuevo. “No te preocupas Paul, yo me encargaré de la reunión de hoy, cálmate y tómate un día de vacaciones, trabajas demasiado” le dijo uno de sus colegas, el de más confianza, cuando llamó a su oficina de la empresa.

    ¿Él? ¿Descansar? Era parte de la empresa de ropa deportiva más grande del país y de aquella región del continente. ¡No podía darse el gusto de descansar sin razón! Pero de todas formas, aunque aborrecía la idea de descansar tanto como aborrecía al idiota que había provocado ese error, supo que desde donde estaba ya no podía hacer nada.

    Se recostó sobre la cama, viendo el techo. La tranquilidad y la soledad de la muy cara habitación le envolvió. No le gustaba. Sacó del bolsillo de su traje el franco que su padre le había regalado hace más de 35 años. Como cada vez que necesitaba pensar, paseó la gran y pesada moneda de un nudillo a otro de su mano derecha. “Un día de vacaciones” se dijo a sí mismo. Ya no recordaba cuando había sido la última vez que tomó vacaciones. No sabía qué hacer.

    Luego de unos minutos en silencio, la necesidad de movimiento fue ganando terreno en su cuerpo. No podía quedarse allí echado en la habitación del hotel todo el día. Su vuelo hacía la capital era a las 8 Am del día siguiente.

    Se levantó de la cama y tomó su gabardina negra. Salió de la habitación. No sabía que haría, pero de seguro aquella ciudad habría de tener algo para él, aunque lo dudara bastante. Al salir a la calle, lo primero que hizo fue observar el cielo. Las nubes grises formaban un manto desmoralizador que se extendía hasta donde alcanzaba la vista. Aquello le pareció extraño. Durante todo el vuelo en el avión, como en sus cortas visitas en ciudades medianamente cercanas, el cielo se había mostrado azul y radiantemente despejado. Era como si las nubes hubiesen elegido específicamente esa ciudad para estar, como si hubiera algo allí que las atrajese. “Tristeza” fue la primera palabra que se le vino a Paul a la mente al ver el firmamento.

    A pesar de la ausencia de sol, se calzó sus gafas oscuras. Eran una parte de él, a tal punto que se le hacía extraño y hasta incomodo no ver todo de un tono verdoso al estar al aire libre. Comenzó a caminar sin rumbo, observando los edificios cercanos de lo que parecía ser “la mejor parte de la ciudad”. Los miró sin interés. Eran la mitad de altos de los edificios estándares que solía ver en la capital. Lo que si lo sorprendió fue lo pequeño que había resultado ser la “mejor parte de la ciudad”, ya que solo le bastó caminar 2 calles para encontrarse en lo que parecía ser un pueblo fantasma. Calles desiertas, locales cerrados, clausurados o con un cartel de “Se vende” en el frente, señalizaciones de transito dobladas adrede o manchadas con grafitis. Las pocas personas que caminaban por ahí lo hacían rápido, nerviosas, como si intentaran ser sombras que pasan desapercibidas.

    Paul miró toda aquella decadencia con asco y pensó que el cielo gris y apagado estaba en perfecta consonancia con lo que sucedía en esa ciudad. “Pero que porquería, ¿Por qué tuve que estancarme justo aquí?” se quejó mientras continuaba caminando. Arrepintiéndose de haber salido a pasear donde no había nada que valiese la pena, llegó a una avenida. El movimiento de gente y autos le dio un mínimo pero reconfortante sentimiento de familiaridad. Sin embargo, luego de compararlo con la efervescencia que solía ver y vivir en la capital, se dijo a si mismo que aquel movimiento era un lamentable espectáculo de gente que no le quedaba otra que vivir allí, presos de su realidad.

    Con ayuda del viento que soplaba de frente, se peinó para atrás su cabello prematuramente encanecido. Su pelo ya prácticamente blanco le hacía ver mucho más mayor de lo que sus 46 años demostraban.

    Con cada paso se convencía a sí mismo que salir a caminar había sido una mala idea. Aquella ciudad no tenía nada para ofrecer, nada que le llamara la atención. Solo veredas con adoquines rotos, calles céntricas con el asfalto agrietado y rotoso, alcantarillas sin tapas de donde se elevaban vapores hacía el aire. Pura decadencia.

    Justo cuando estuvo a punto de levantar su mano y llamar a un taxi para volver al hotel, algo le llamó la atención. “Micro-estadio municipal” pudo leer en letras muy grandes al frente de la única estructura sobresaliente en esa parte de la ciudad. Paul se acercó con las manos en los bolsillos de la gabardina, más impulsado por el aburrimiento que por el interés. En la puerta del estadio, un afiche anunciaba el enfrentamiento de dos escuelas por el inicio del campeonato regional de básquet.

    -Básquet-dijo para sí mismo con una media sonrisa ¿Acaso el destino se burlaba de él?

    El basquetbol era el deporte en el que se había especializado en los últimos 15 años, conocía muy bien el ámbito. Sin embargo… ¿En serio estaba pensando en entrar? ¿Él, quien estaba acostumbrado a presenciar partidos de la liga nacional desde el vip con importantes empresarios o figuras del deporte como compañía? ¡Hasta hubo un momento en el que tenía su propio lugar reservado en los estadios de la NBA! ¿En serio pensaba en entrar a ver ese encuentro de juveniles, solo por no tener nada que hacer? Vio su reloj. Eran apenas las 14:45 hs, aun quedaba mucho tiempo por desperdiciar. Tiempo que transcurría exageradamente lento para él. Con un suspiro que contenía un tremendo odio hacía el idiota de la compañía que había organizado mal sus vuelos, entró y pagó su entrada.

    Buscó un asiento que estuviese alejado del grueso de la muchedumbre y se dedicó a responder desde el celular los mails atrasados. Ante su indiferencia, el partido comenzó. De vez en cuando, desviaba su vista del celular y miraba el juego. Tal como había imaginado, nada le llamaba la atención. Solo eran adolecentes enclenques. Muchos tiros fallidos, jugadas aburridas, pocas individualidades por miedo a fallar y comprometer la posición del balón. Nada interesante, aunque eso a Paul no le desilusionó, ya que había entrado sabiendo que solo vería un partido de básquet sin importancia.

    Así siguió por los dos primeros tiempos del encuentro, con su vista más en su celular que en el partido. Los bostezos eran cada vez más regulares en él. La diferencia de puntos entre un equipo y otro era mucha, haciendo aun más aburrido ese bodrio. Comenzó el tercer tiempo, y mientras terminaba de escribir una respuesta para un mail que había recibido del departamento de marketing de la empresa, escuchó algo que no había escuchado en todo el tiempo que llevaba ahí sentado: exclamación de la gente.

    Giró sus ojos hacía al campo, por mera curiosidad, y entonces lo vio. Un chico rubio tomaba la pelota y tras una carrera a toda velocidad anotaba para su equipo. Por primera vez en lo que iba del encuentro, a Paul le pareció ver algo de calidad. Siguió con sus mails, pero tal fue su sorpresa al darse cuenta que sus ojos se enfocaban cada vez más en la cancha que en su celular. Y era que aquel muchacho recién ingresado, a quien el uniforme le quedaba estúpidamente suelto, había cambiado todo.

    Para su propia sorpresa, guardó su celular en el bolsillo y se dispuso a observar al “93”. Sus movimientos, sus habilidades, sus expresiones. Tuvo la necesidad de analizar todo. Pero no solo lo que hacía aquel blondo en la cancha, sino lo que provocaba también afuera de esta. Cuando ese chico tomaba la pelota, daba la impresión que algo genial sucedería, y la gente lo dejaba en claro con sus exclamaciones y gritos. Antes de su ingreso las personas aplaudían, si, pero con él en cancha la euforia se había apoderado de ellos. Incluso el equipo que vestía de azul había cambiado de actitud. Aquel rubio había hecho eso, él solo.

    Paul se acomodó en su asiento, teniendo la sensación de ya no estar ante un partido de basquetbol en el que había entrado a ver por aburrimiento, sino ante algo más. Algo muy importante.

    “¿Será posible…?”

    El tercer cuarto terminó, y al peliblanco se le hizo eterno el tiempo de descanso. No podía creer su ansiedad ¿Cuándo había sido la última vez que se sintió de esa manera viendo a un joven desconocido jugar basquetbol así? Creyó tener la respuesta, pero no la quiso aceptar. Todavía no, aun era muy apresurado.

    Cuando comenzó el último cuarto del partido, Paul estaba al borde de su asiento. Solo tenía ojos para aquel muchacho. Necesitaba estar seguro de lo que sentía. Con cada minuto que pasaba, creía encaminarse a una respuesta.

    De vez en cuando, desviaba su atención al ambiente en las gradas. Al igual que él, la gente estaba pendiente de ese muchacho. Se notaba.
    ¿Cuál era su secreto? ¿Acaso eran sus habilidades? ¿Su apariencia? ¿O acaso su actitud había cautivado al público? ¿Una mezcla de las tres cosas? No importaba la respuesta. Ese chico tenía eso que hacía que la gente le tuviese empatía. Y Paul sabía muy bien que ese eso, manejado de una forma correcta (como solo él sabía hacer), podía significar una cosa: mucho dinero.

    “¿Será posible que…”

    -Oye muchacha…- le dijo a una chica que pasaba a su lado, llevaba un sombrero-… ¿Sabes cómo se llama aquel chico rubio, el 93?- preguntó señalando al blondo.

    -Claro, es Takeru Takaishi- contestó la adolecente con una sonrisa.

    -¿Estás segura?- preguntó Paul serio, necesitaba saber el nombre de ese chico como fuese.

    -Por supuesto que sí, es compañero mío de clases.

    -Muchas gracias.

    El peliblanco sacó su celular y anotó ese nombre en un borrador.

    -Takeru Takaishi- dijo en voz baja, para después anotar también el nombre de la escuela de aquel muchacho.

    Continuó viendo el partido, o mejor dicho, a Takeru. A la cancha entró otro jovencito que también el uniforme le quedaba exageradamente suelto y grande. Uno castaño quien, al igual que el rubio, animó al partido. Empalidecía en comparación al blondo, pero de igual manera Paul notó algo en él.

    De repente, Takeru cayó. La sangre salía de su nariz y el partido se detuvo. El peliblanco se levantó de su asiento sin despegar su vista del muchacho.

    -Sigue jugando…-susurró, observando cómo atendían al menor a un costado de la cancha-…no te acobardes, vamos.

    Se le hizo raro sentirse feliz al ver que el rubio entraba de nuevo al terreno de juego. Eso confirmaba sus ansiosas sospechas, y él lo sabía. Takeru lanzó los tiros libres de forma perfecta, y luego de unos minutos más el partido terminó. Sentado de nuevo en su asiento, Paul vio como el rubio respondía con una sonrisa tímida a los saludos y felicitaciones de sus compañeros.

    Con una sonrisa que no podía evitar aunque quisiera, sacó del bolsillo su moneda y la hizo pasear por sus nudillos con agilidad. Ya no tenía dudas. La última vez que había sentido ese mismo extraño presentimiento, fue cuando descubrió a un desconocido Manu Finóbili jugando al basquetbol en una cancha publica a la par de la playa, hace más de 15 años.

    “¿Será posible que haya descubierto por accidente a la nueva figura del deporte y de nuestra empresa?”

    Después del partido

    Las ansias le habían dominado el cuerpo y la cabeza, y Tai sabía que se le notaba. Afortunadamente no había nadie allí que lo viera. Esperaba por T.K en el codo de uno de los pasillos de la parte interna del micro-estadio, lejos del público, donde estaban los vestuarios y algunas oficinas administrativas del complejo. Allí nadie los vería, ya que esa curva del pasillo solo conducía a un cuarto sin uso. Nadie tenía necesidad de ir allí. Pero él tenía una gran necesidad: la de ver al rubio urgentemente. No era un capricho, era una necesidad. Continuaba anestesiado por las emociones que lo habían sacudido durante al partido. Lo único que su mente y su corazón querían en ese momento era estar frente al ojiazul, aun sin saber si estaría preparado para eso. Si su cordura aguantaría.

    -Recibí tu mensaje ¿Que sucede?- escuchó decir a aquella voz que tanto le tranquilizaba, para después ver aparecer al rubio doblando el codo del pasillo.

    Continuaba con ese uniforme azul con detalles naranjas, el cual le quedaba grande. Su cabello estaba perfectamente despeinado y ya no tenía el algodón en la nariz.

    Tai no supo que decir.

    Bien terminado el juego le había mandando al blondo un mensaje pidiéndole que se encontraran allí, pero sin tener en claro el porqué. Solo se dejó llevar por el impulso.

    -Eeemm nada, jejeje…- dijo entre una risita nerviosa.

    Completamente dominado se acercó al blondo y lo abrazó lentamente, apoyando su mejilla en esos mechones rubios.

    -Solo quería felicitarte, lo hiciste muy bien- dijo con voz suave, mientras cerraba los ojos y se dejaba derretir en ese abrazo.

    -¿Enserio? ¿Viste todo el partido?-escuchó decir al ojiazul, entre emocionado y alegre, mientras sentía como este le abrazaba también.

    -Por supuesto, fue genial- le dijo separándose para verle a la cara- sinceramente me sorprendiste, sabía que jugabas bien pero ¡Vaya! Animaste tu solo a la gente. Muchas chicas te gritaron cosas desde la tribuna, me puse celoso- agregó con una sonrisa.

    T.K hizo girar sus ojos y lanzó un resoplo.

    -Oye- dijo Tai tomando la mano del menor- ¿Qué te parece si inventamos un saludo especial, eh?

    -¿Saludo especial?- preguntó el rubio perplejo.

    -Claro ¿Por qué no?- dijo el moreno, riendo nerviosamente mientras chocaba la palma y luego su puño contra la mano inerte del ojiazul.

    Se sintió tonto ante la mirada confundida de T.K y al ver que el menor no respondía con el saludo. Pero no podía decirle que si Andy tenía un saludo especial, él también quería uno ¿Qué clase de loco celoso parecería?

    -Pero si tú y yo ya tenemos un saludo especial- le contestó el blondo.

    -¿Lo tenemos?- preguntó el castaño, sin entender.

    Sonriendo, T.K se acercó a él y parándose en la punta de sus pies le dio un rápido beso en los labios que lo sorprendió. El menor dio unos pasos para atrás, sonriéndole. Tal como Tai había imaginado su cordura no aguantó.

    -Mierda, es verdad- dijo con la respiración pesada para luego abalanzarse sobre el rubio y encerrarlo con su cuerpo contra los adoquines blancos.

    Lo miró a los ojos, esos ojos azules que hacían que perdiese la cabeza. Dejándose caer en la contemplación observó sus hombros, y recordó algo que quería hacer desde el momento que vio a T.K con ese uniforme. Sin decir una palabra, como si ya tuviera permiso de antemano o como si no necesitase permiso en lo absoluto, introdujo sus dedos por debajo de las tiras del uniforme de básquet y las deslizó para los costados. Debido a lo grande que le quedaba el uniforme al menor, en conjunto con la gravedad, se deslizaron hacia abajo por los brazos del rubio, dejando su deleitoso pecho al descubierto.

    -¡¿Pero qué haces, idiota?!- le gritó T.K completamente rojo mientras se subía de nuevo las tiras.

    -jaja perdón, no pude contenerme- rio Tai, para luego unir sus labios con los del ojiazul bruscamente.

    Saboreó esa boca con tanto ahínco, como si no lo hubiera hecho en años. Sus manos disfrutaban por separado de despeinar aun más ese cabello rubio y de sostener esa agradable cintura. Pudo escuchar como la respiración del menor se aceleraba.

    -Tai, alguien… alguien podría venir- susurró sin aire el blondo, separando los labios de los suyos. Aquello sonó tan lascivo a los oídos del castaño, que en vez de ser una advertencia para parar fue un incentivo para seguir.

    -Nadie vendrá- contestó para volver a arremeter contra esos deliciosos labios.

    Mientras lo besaba, Tai pudo sentir las manos del rubio en su espalda, agarrándole con fuerza de la ropa. Nada podía gustarle más. Sabiendo de lo que provocaba en el menor, trasladó sus besos al cuello. T.K se lo merecía.

    -No…No Tai, estoy…todo transpirado- dijo el ojiazul como pudo, sin embargo, su cuerpo hacía todo lo contrario a las intenciones de sus palabras.

    El rubio sujetaba fuertemente al moreno y lo atraía hacía si, como si lo último que quisiese fuese soltar al mayor.

    -T.K, te devuelvo tu rodillera, muchas graci…

    Ambos, blondo y castaño, giraron su cabeza lentamente hacía la persona que apareció en la curva del pasillo. Con la cara encendida, un pecoso de ojos verdes los observaba pasmado.

    -Eh…pe-perdón, mejor vuelvo al vestu-tu-tuario…

    -Andy…- dijo T.K, saliendo del asedio de Tai-…pareciera jeje que estas destinado a encontrarnos en situaciones…particulares jejeje- dijo con una risa nerviosa que iba acorde con lo rojo de su cara.
    >Oye Tai- se giró hacía el moreno sonriendo- él es Andy, Andy él es Tai, bueno supongo que ya lo conoces.

    Los dos castaños se miraron a los ojos, aunque Andy no pudo sostenerle la mirada por mucho tiempo. Había algo en esos ojos marrones que le daba miedo. La forma como le miraba ese chico le hacía entender que no le agradaba mucho. Que no le agradaba nada. Con un miedo que no podía disimular, estrechó la mano del oji-café, el cual respondió con poco entusiasmo.

    -Ya le expliqué como son las cosas, y que tú no tienes nada que ver con los idiotas amigos de Erick- dijo T.K depositando su mano en el hombro de su compañero notoriamente incomodo y nervioso.

    -Debería volver al vestuario- dijo Andy viendo al rubio a los ojos- muchas gracias por la rodillera- agregó entregándole la prenda y dándose media vuelta.

    -Espera…- le detuvo el rubio tomándole del brazo antes de que se alejase-…ahora que no estamos rodeados de gente… ¿Me dirás el verdadero motivo de esos moretones?

    T.K no lo podía dejar pasar. Ese día Andy se había aparecido con marcas moradas en sus brazos, y un pequeño moretón en la mandíbula, debajo de la oreja.

    -Ya te lo dije, me caí mientras andaba en bicicleta- le contestó el castaño menor desviando su mirada al suelo.

    El blondo, a pesar de sentir que aquello era mentira, asintió y soltó del brazo al ojiverde, que se alejó por el pasillo.

    -¿Era necesario que lo vieras con esa cara de odio?- preguntó girándose nuevamente hacía Tai- pareces mi hermano.

    -Perdón- contestó el castaño normalizando su rostro- es que aun sospecho que ese enano hará involucrarnos con Erick nuevamente.

    -Ya te dije que no viven juntos y que apenas se hablan, así que trata de ser más amable con él la próxima vez… ¡Y no le digas enano, tiene mi misma estatura!- agregó con enojo- si le dices enano a él, me estás diciendo enano a mí.

    -¿Y dónde estaría el error?- le preguntó el oji-café con una sonrisa burlona.

    A T.K le hirvió la sangre. Ya tenía suficiente con sus propias dudas sobre su estatura y el ritmo de su crecimiento para tener que estar aguantando esa clase de bromas.

    -¿Estas buscando problemas?- dijo golpeando el vientre de Tai con sus puños.

    -Jeje es broma, es broma- le contestó el mayor riendo, agarrándole de las muñecas.

    A pesar de intentar zafarse, no podía liberarse del agarre del moreno ¿Acaso siempre perdería en cuanto a fuerza contra Tai?

    -Oye ¿Y que fue eso, en la cancha?- le preguntó el castaño con una sonrisa sugerente, sin soltarle.

    -¿Eso qué?- dijo el rubio deteniendo el forcejeo.

    -Eso lo que hiciste antes de lanzar el tiro libre- le contestó el mayor acercándose más a él- besar mi regalo.

    -Ah, eso…- dijo T.K, desviando su mirada de los ojos marones de Tai, sintiendo como la vergüenza ganaba lugar en él-… es algo que comencé hacer en las practicas, no me di cuenta que lo había hecho en el partido…siento que me da suerte.

    -Me encantó que lo hicieras- dijo el mayor, acercándolo lo suficiente para besarlo con lentitud.

    Una vez le soltó de las muñecas, T.K no pudo hacer otra cosa que depositar sus manos en la cadera del moreno. Por dentro le molestó que el castaño pudiera hacerle cambiar del enojo al cariño tan fácilmente, a voluntad, sin embargo sabía que no podía resistirse. El calor que desprendían juntos era tan reconfortante, que no le encontraba comparación con nada antes conocido.

    -Ya debería volver, necesito ducharme- dijo al castaño, recuperando la noción del tiempo y lugar.

    Le dio otro beso que marcara el final de ese encuentro y se perfiló hacía el pasillo.

    -Está bien- dijo Tai comprensivo- que suertudos tus compañeros, quisiera poder bañarme contigo.

    T.K ladeó su cabeza riendo, mientras caminaba de vuelta al vestuario.

    Doloroso descubrimiento

    Kari se alistó y salió de su casa. Iría al cine con dos chicos. Sabía que aquello se oiría raro, y que escandalizaría a cualquier persona conservadora, pero su conciencia estaba más limpia que un quirófano. No era una cita doble ni mucho menos, y su actitud calmada era la prueba.

    Llegó al cine. Los dos muchachos la esperaban en la puerta. Al ver a T.K, se dijo a si misma que sus sospechas habían sido correctas. Allí estaba ese chico, el más lindo que había visto en su vida, con su rostro de ángel, sonriéndole. Se veía más guapo que nunca. Sin embargo no sintió nada. Esa era la prueba que la fascinación por ese chico había mermado hasta el punto de desaparecer, como si el paso del tiempo hubiese llevado inevitablemente ese enamoramiento inicial al cofre del olvido. Eso, lejos de desilusionarla, le llenó de alegría. Había encontrado en el blondo una clase de amistad nunca antes experimentada. Podía ser más feliz con T.K como un amigo fiel que como un novio o pretendiente perfecto, y eso estaba bien.

    Allí también se encontraba aquel chico moreno, quien conoció aquel día cuando fue a alentar al ojiazul en su primer partido de basquetbol: Davis. Ya se habían juntado en varias ocasiones los tres. También le había tomado un fuerte cariño, a pesar de que fuese algo charlatán y pesado con sus bromas. Solo mucho tiempo después, Kari se daría cuenta que esas bromas y esa charlatanería eran una forma extraña y torpe de coqueteo.

    Consientes de estar transitando los últimos días antes de que los exámenes en las escuelas se pusieran verdaderamente pesados, los tres jóvenes disfrutaron de la película y de su mutua compañía. Luego decidieron ir a almorzar en un local de comidas donde el poco dinero que tenían en los bolsillos fuese suficiente. Ya que tomar un taxi no era una opción, caminaron juntos por una zona de la ciudad que no inspiraba mucha seguridad, aunque en realidad ya eran pocas las zonas que lo hacían. El local de comidas no estaba muy lejos.

    T.K, quien se reía desmesuradamente con Kari a causa de las ocurrencias de su moreno amigo, se detuvo y enmudeció al darse cuenta del lugar por donde pasaban. Se quedó observando ese local abandonado, con las vidrieras hechas añicos.

    -¿Por qué te detienes aquí, T.K?- le preguntó Davis por detrás- ah, ya reconozco este lugar- exclamó como quien recuerda algo después de pensarlo mucho- aquí fue donde apalearon a esos dos chicos, el caso que salió en las noticias.

    -Solo quiero ver algo, no tardaré mucho- contestó el blondo caminando hacía el local, sin esperar una respuesta.

    Davis, en vez de protestar el haber detenido la marcha hacía el almuerzo, aprovechó para quedarse en la acera junto a Kari, llenándola de cumplidos que no surgían efecto pero que no molestaban tampoco.

    T.K se acercó a la tienda, observando todo con triste curiosidad. Los trozos de vidrio continuaban esparcidos tanto adentro como afuera de la tienda abandonada. Como si a nadie le importase que aquello siguiese así después del ataque. Como si a nadie le importase el ataque en realidad. El solo hecho de imaginarse como esos dos chicos eran golpeados le estrujaba el corazón. Se identificaba con ellos. Pudo imaginarse el miedo, la desesperación, la impotencia de esos chicos al momento de la golpiza. Chicos que al igual que él se habían enamorado de alguien de su mismo sexo ¿Ese había sido su “error”, su pecado? ¿El caminar en público de la mano con la persona que amaban? Que injusto ¿Por qué tenía que ser así, de esa forma? se preguntó. El solo imaginar que a Tai le hicieran algo malo por estar en pareja con un chico le crispaba los nervios. No podría soportarlo.

    El blondo sabía que todavía uno de los chicos golpeados seguía en terapia intensiva a causa de sus lesiones. Pensó en la familia de esos chicos, en como estarían sufriendo. De inmediato se imaginó a su propia familia en esa misma situación. No. No podía permitirlo.

    Suspirando, dio un último vistazo de aquel triste escenario, y algo en el suelo le llamó la atención. Algo negro, que contrastaba entre los vidrios rotos, descansaba en ese desastre.

    "¿Será posible...?"

    Se agachó y lo observó más detenidamente. Cuando se dio cuenta lo que era, se le congeló el alma.

    “No por favor, que no sea eso”pensó, rogando al cielo que sus ojos estuviesen viendo mal.

    Movió cuidadosamente los cristales rotos que lo cubrían y al verlo mejor, cerró los ojos a causa el dolor punzante en su interior. Un trozo de cuero negro. Pero no cualquier trozo de cuero, sino el que le faltaba a la campera de Matt. Aun sin poder creerlo, tomó el trozo de cuero y lo miró fijamente. No tenía dudas, podía reconocer el aspecto del cuero, además tenía la forma exacta del pedazo faltante en la espalda de la campera.

    -T.K ¿Estás bien?- le preguntó Kari desde la acera- ¿Qué estás viendo?

    -Ah, nada- contestó simulando normalidad, mientras se levantaba del suelo guardando el trozo de cuero en el bolsillo trasero del jean- vayamos a comer.

    --------------------------------*-------------------------------



    -Ahg, mierda- se quejó Matt, dejando de tocar el bajo.

    Ya habían pasado 3 semanas desde que se había lastimado la mano al intentar golpear a Taichi, sin embargo de vez en cuando el dolor seguía visitándole. Resignado a que no podría seguir practicando, se levantó de su asiento y depositó cuidadosamente su bajo en un soporte en el suelo.
    Caminó hacía la cocina y se sirvió una taza de café mientras veía por la ventana el paisaje gris de la ciudad. Hacía rato que había dejado de prestarle atención al pronóstico del clima, si de igual forma siempre era lo mismo: las nubes grises dominaban el paisaje, negándose a irse. Al blondo siempre le habían gustado los días nublados y fríos, pero incluso él comenzaba a extrañar la energía que despertaba en uno el cielo azul.

    Vio hacía abajo, a la calle. Una familia de un edificio contiguo cargaba sus pertenencias en un camión de mudanzas. Otra familia de esa zona que se iba, seguramente a otra ciudad. Ya había perdido la cuenta de cuantas habían hecho lo mismo, como una coreografía que no acababa nunca, y que no tenía intenciones de acabar. Lo que si estaba seguro era que en esa zona, como así también en cierta medida la ciudad entera, había cada vez menos gente y más casas vacías.

    Terminó su café y se fue al baño. Luego de orinar, mientras se lavaba las manos, se observó en el espejo. Había perdido su pendiente negro. Le dio igual, luego compraría otro. Ojala solo hubiera perdido su pendiente el día anterior, pensó, eso hubiese hecho todo mucho más fácil. Suspiró al ver los raspones que cruzaban su rostro y su cuello y recordó los gritos pelados de su padre por volver a la casa todo herido. No podía explicarle a Hiroaki
    que esos lastimados a veces eran necesarios para lo que quería hacer. De hacerlo, seguro le detendría por la fuerza.

    Estaba solo, así lo había decidido y así tenía que continuar. No tenía que involucrar a nadie más. No importaba que su padre se volviese loco cada vez que llegara a casa lastimado, no podía saberlo.

    Mientras se secaba las manos, escuchó la puerta de entrada del departamento abrirse y volver a cerrarse. Con la seguridad de que era T.K, salió del baño y caminó hacía la sala para recibirlo. Justo cuando estaba por abrir la boca para bostezar, algo parecido a una tela le impactó de lleno en la cara.

    -¡¿Qué carajo?!- exclamó sobresaltado, mientras daba unos pasos hacia atrás quitándose lo que tenía en la cara.

    Al observarlo, pudo darse cuenta de lo que era al instante. El pedazo que le faltaba a su campera desde “ese día”. En su cabeza se formó la pesada idea de que algo grande se le venía encima. Sin ganas, levantó su vista hacía al frente y vio a T.K en el medio de la sala. Su rostro era el de alguien que veía algo despreciable.

    -¿Por qué lo hiciste?- le preguntó el menor con furia.

    -¿Hacer qué?

    T.K lo miró con una cara que lo ponía nervioso.

    -Encontré eso donde apalearon a golpes a esos dos chicos hace más de un mes- T.K miró a su alrededor como si aun no creyera lo que pasaba, como buscando una explicación donde no lo había - ¿Por qué lo hiciste?

    Matt suspiró, mientras enrollaba y desenrollaba el pedazo de cuero con sus dedos. Le bastó con ver el ardor en la mirada celeste de su hermano para saber que no podía seguir haciéndose el desentendido.

    -No comprenderías- dijo en voz baja desviando su mirada.

    -¿Qué no comprenderé? ¿Qué te gusta pelearte y maltratar a chicos indefensos en tu tiempo libre?- T.K levantaba su voz cada vez más y más, preso de una creciente rabia mezclada con dolor- ¡¿Qué tu pasatiempo es golpear “maricones”?!

    El menor caminó hacía él y lo empujó, gritando:

    -¡Pues golpéame entonces! ¡Vamos, diviértete! ¡Aquí tienes un objetivo más!- Matt retrocedió mientras T.K le seguía pegando empujones, sin hacer ni siquiera el intento de detenerlo. Su espalda tocó la pared de la sala- ¡Vamos! ¡¿Qué esperas?! ¡Mándame al hospital, para que puedas sentirte satisfecho!

    A Matt eso se le hizo tan irreal que dudó si aquello era un sueño. Su hermanito nunca se le había plantado así, tan desafiante. Aunque más que sorprendido, el dolor cobró más peso en su interior. T.K se veía notoriamente decepcionado. El mayor sabía que el único responsable de tanta tristeza, la suya como la de su hermano, era él. Si T.K le golpeaba en la cara, no tendría nada que objetar.

    -Sabes que nunca te haría daño- fue lo único que pudo contestar, sin siquiera tener el coraje de ver a los ojos a su hermano.

    T.K se separó de él y se pasó la mano por el cabello mientras ladeaba su cabeza en negación.

    -¿Por qué lo hiciste?- preguntó nuevamente, ahora con más aflicción que enojo en su voz - ¿Cómo fuiste capaz de algo así? No lo entiendo ¿Así que por eso estas herido constantemente? Por favor, dímelo.

    -No es lo que tú piensas, T.K- fue lo único que se le ocurrió decir al mayor, más que nada empujado por las ganas de hacer sentir mejor a T.K.

    -¿Entonces qué es?- le preguntó el menor consternado, como si no pudiera seguir soportando tantas dudas.

    Matt miró esos ojos. Sintió como su voluntad comenzaba a torcerse, y hasta pensó en la forma más conveniente de decirle la verdad. Sin embargó sacó fuerzas de donde no supo y se mantuvo firme.

    -No puedo decírtelo- suspiró- pero por favor créeme, tengo buenas intenciones.

    Se dio cuenta de lo ridículo que había sonado eso, pero no se le había ocurrido otra cosa.

    -¿Buenas intenciones? ¿Cómo puedes decir algo así?- preguntó T.K aturdido.

    Matt vio como su hermano se dio media vuelta y caminó unos pasos en silencio, como si necesitase alejarse de él para poder intentar acomodar sus pensamientos y emociones. El silencio era tal, que se podía escuchar claramente el tic tac del reloj que colgaba en la pared de la cocina. El mayor no se animaba a decir ni una palabra.

    -Por favor- dijo T.K dándose media vuelta, siendo la viva imagen de la preocupación-prométeme que no harás algo así nunca más, y que ya no vendrás a casa lastimado.

    Matt quiso decir que si automáticamente, quería hacer que la tristeza saliera eyectada lejos de su hermano. Las cosas no debían ser así, T.K no tenía que verse involucrado de ninguna manera. Su hermano no merecía eso.

    Aun así, supo que decir que si a esa promesa solo empeoraría las cosas. No podía prometer algo así, aunque quisiese. Tenía que seguir con su plan a toda costa, T.K luego lo entendería... cuando llegase el momento.

    -No puedo prometerte eso, pero te prometo que todo saldrá bien T.K, ya verás- dijo intentado sonar creíble. Inmediatamente tomó conciencia que no lo había logrado- confía en mí.

    T.K lo miró perplejo, como si el solo hecho de estar en esa situación fuese cada vez más irreal para él. El menor caminó hacía uno de los sillones de la sala y se sentó pesadamente, viendo el suelo.

    Matt no supo si hablar o quedarse callado. Sabía que T.K estaba triste por su culpa, así que no sabía si era más conveniente apartarse o intentar solucionarlo. Con más ilusión que racionalidad dominándole el pensamiento, pensó que el menor solo necesitaba tiempo para asimilar el desagradable descubrimiento de ese día. Esperaba que así fuese.

    -Ayer cambié las sabanas y las almohadas de tu cuarto- dijo en un intento de romper el denso silencio, mientras guardaba el trozo de cuero en su bolsillo- y ordené un poco tu armario, solo algunas cosas.

    -No quiero quedarme aquí contigo- dijo el blondo menor levantándose, sin dirigirle la mirada- le preguntaré a papá si quiere ir a cenar a algún lado esta noche, nosotros dos solos, pero no vendré a dormir.

    Abrió la puerta de salida del departamento y se fue, dejando a Matt en un silencio que nunca antes había sentido. Resopló pesadamente mientras se peinaba para atrás con ambas, apoyándose sobre la pared.

    -Perdóname T.K pero debo seguir, lo hago por los dos.




    ----------------------------*-------------------------





    Bueno hasta ahí nomas. Poco a poco se irán descubriendo todos esos misterios que hasta ahora son incógnita. Tenganme paciencia jeje. Hasta el mes que viene!! :=DANCING:

    Edited by exerodri - 23/7/2017, 12:29
     
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    ¡Yahoo-hoo~! ¡Al fin! Aunque me quedé con muchas más dudas que al principio... Pero es bueno ue actualices
     
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  6. shingiikari01
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    aun me quede con ganas de mas, pero me late que tai se le pondran las cosas dificiles si es que t.k se vuelve un sport star
     
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    Hola!! Como va todo? Buen sabado a todos y todas. Aquí les traigo el octavo cap de la historia. Antes que todo, es cortito. OK. Es cortito. Pero déjenme explicarle porque. A la historia la tengo medianamente diagramada. Y se podría decir que la tengo dividida en 5 partes o segmentos, posiblemente haya una sexta ya que todavía no diagramé el final. Y pasa que la "Primera parte" de la historia termina en este cap, ya que la parte que sigue ya dejo establecido que pasa cierto tiempo cronológico en la historia. Eso no significa que cada parte tenga 8 capítulos, la proxima puede tener 15, 8 de nuevo o 5, depende de como se me de escribir lo que tengo planeado je. :=BIENODOE:
    No es algo que debería interesarles en realidad jaja, es más que nada para guiarme yo, pero bueno, quería decirlo para explicar por que este cap quizás es más corto para lo que los tengo acostumbrados.
    Bueno, mucha chachara, espero que les guste.

    Intento de lemón a la vista.


    *Ali-nii: Lamento dejarte con más dudas jaja, pronto se esclarecerán, en parte jiji. Hasta la proxima!

    *shingiikari01: Hola!, sí, las cosas se pondrán algo turbulentas, pero para eso falta un poco, espero que te guste el cap. Gracias por comentar, saludos!


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    Capitulo 8: Complicidad

    Matt despertó agitado. Tardó algunos segundos en tranquilizarse y auto convencerse de que todo había sido un sueño. Otra vez aquel sueño.
    Observó su habitación rodeándolo, aun con la respiración alborotada y se dejó caer en la cama, cubriéndose el rostro con las manos.
    Aquel sueño se le hacía cada vez más real. El miedo en los rostros de los dos chicos, las suplicas del mayor de ellos para dejarlos ir, el forcejeo, el cristal de la vidriera rompiéndose sobre ellos, las risas y burlas de los idiotas a su alrededor. Todo aquello volvía durante las noches, como si su propia conciencia se le hubiera puesto en contra.

    Se levantó y salió de su cuarto, esperanzado en que el empezar con la rutina le hiciera olvidarse de eso. Vio el termostato del sistema de calefacción de la casa prendido. Lo apagó. Para él, aquello era un gasto innecesario, así que siempre que podía se aseguraba de apagarlo. Con abrigarse bastaba para escaparle al frio matinal.

    Pasó por frente del cuarto de su padre, el cual tenía la puerta abierta dejando ver que no había nadie allí. El mayor de seguro se había ido temprano a trabajar; ahora lo hacía incluso los sábados hasta bien avanzada la tarde. Caminando por el pasillo pasó por el frente de la puerta de la habitación de T.K. La abrió intentado no hacer ruido y pudo ver a su hermano menor durmiendo mansamente. El volver a verlo allí, en su casa, era un alivio. Sonrió por dentro y cerró la puerta.

    La discusión que había tenido con T.K la semana pasada le había conmovido, no porque le hubiera afectado en sus planes o en su forma de pensar, sino porque había visto la más triste decepción en la mirada de su hermano. A pesar de no prometer que no lo volvería a hacer, pidió perdón y mediante atenciones y tratos amables con el menor durante toda la semana intentó recuperar su confianza. Sabía que a T.K no lo compraría con favores ni cosas por el estilo, pero no le quedaba otra alternativa. Y al principio parecía ir inevitablemente al fracaso, ya que era como si el menor se hubiese olvidado por completo de tener un hermano. El de 14 años le esquivaba, no contestaba las llamadas ni los mensajes. Era como si para el rubio menor él ya no existiese. Aun así, dolido y culpando a nadie más que a sí mismo, siguió.

    Tal fue su sorpresa, que el pasado jueves por la tarde T.K le llamó preguntándole si deseaba comer con él en el centro de la ciudad.

    Así comenzó el proceso de reconstrucción de su vinculo como hermanos, envuelto en un silencioso dolor que los acompañaba todo el tiempo. Matt sabía que T.K aun pensaba en aquel penoso descubrimiento, se podía sentir. Pero también sabía que su hermanito no era lo suficientemente cruel como para romper aquel lazo que los había unido durante toda su vida. Impulsado por su incondicional amor fraternal, T.K había accedido a seguir adelante, aunque sin olvidarse por completo del ataque sobre los dos chicos. Aquello era algo que molestaba, como una piedra en el zapato, pero Matt estaba dispuesto a soportarlo con tal de reconstruir y cuidar su vinculo con el menor.

    Esperó hasta que T.K despertase para preparar el desayuno. Mientras desayunaban, el menor no despegaba su vista de su celular. Se lo veía ansioso, sin parar de sonreírle a la pantalla. Matt le indicó que no era bueno para sus ojos el usar el celular tan cerca de la cara.

    -Tú te irás en breve ¿Verdad?- le preguntó el blondo menor, sin darle importancia a su advertencia.

    -Sí, tengo que ensayar con la banda ¿Por qué?

    -Por nada- le contestó sin dejar de escribir en el móvil.

    Al mayor se le hizo extraño, y no pudo negar que sentía curiosidad. Pero esa curiosidad se evaporó al pensar que T.K podría estar chateándose con Yagami. Si bien todavía no digería la idea de que su hermano estuviera saliendo con un chico, había decidido quedarse al margen. Por lo menos lo más que pudiera.

    Se vistió y decoró su oreja con el nuevo pendiente negro que había comprado durante la semana. Guardó el bajo en el estuche, se lo colgó al hombro y saludó a su hermano para luego salir del departamento. Tenía 20 minutos para llegar a la sala donde ensayaba con su banda, pero si tomaba el colectivo de la línea 8 llegaría en 15.

    Bajó por las escaleras del edificio ya que el elevador seguía averiado (y se veía que seguiría averiado algunos meses más). Tarareaba concentrado la nueva canción que se le había ocurrido durante la semana, la cual todavía no había terminado de definir la melodía. Cada vez que creía haber conseguido un buen final para la canción, la melodía se le escapaba de la cabeza antes de que pudiera grabarse con el celular. Tenía la esperanza de solucionar eso con el resto de la banda.

    Iba tan concentrado que no vio el rostro de la persona que pasó a su lado subiendo las escaleras, como una simple mancha de su periferia visual.

    -Hola- escuchó que le dijo esa persona al pasar.

    -Que tal- contestó de forma automática, continuando la canción en su cabeza. Tenía la melodía en la punta de la lengua.

    Sin embargo, como si tuviese una especie de delay mental, reprodujo ese "hola" en su mente y reconoció aquella voz. Esa voz que había aprendido a odiar. Se detuvo súbitamente y giró sobre sí viendo hacía arriba. Era Yagami.

    -¿Qué haces aquí?- preguntó en un tono que parecía más un reto que una pregunta en sí.

    El moreno detuvo su asenso y giró hacía él. A pesar del frio, vestía solo un uniforme de futbol todo embarrado. Un bolso deportivo colgaba de su hombro.

    -¿No te dijo T.K? Como las duchas de mi escuela se estropearon, él me dijo que podía venir a ducharme aquí después de la practica- dijo subiendo los escalones de nuevo- desde la escuela, tu casa queda mucho más cerca que la mía.

    Matt abrió los ojos de par en par por la indignación. Había aceptado quedarse al margen de la relación de su hermano con ese tipo, pero dejar que estuviesen solos era algo que no podía permitir. No cuando podía evitarlo.

    -¡No puedes!- gritó por puro instinto, sin siquiera pensarlo.

    -¿Ah no?

    A Matt le pareció ver al oji-café sonreírle burlonamente, mientras lo miraba de forma picara por sobre su hombro mientras subía lentamente los escalones. ¿Aquel desgraciado le estaba provocando?

    El rubio apretó los dientes con ira y presionó el pasamos de metal tan fuerte que revivió ese ya viejo dolor en su mano. No confiaba en Yagami. Sin pensarlo subió los escalones con la vista en aquel tipo, dispuesto a hacerle entender que no, no podía hacer eso. Pero se detuvo de golpe. Por el frente de sus ojos pasó el compromiso con su banda. Si se perdía el colectivo que pasaría en algunos minutos por frente del edificio, llegaría tarde a la sala de ensayo; y si llegaba tarde, perderían el turno que habían alquilado y pagado. Además, se imaginó el enojo de T.K por intentar alejar a Yagami de allí.

    Quedó flotando en la indecisión de si seguir bajando para llegar a tiempo al ensayo o subir y evitar que su hermanito quedase a solas con aquel sujeto.

    El moreno seguía viéndolo con esa sonrisa burlona, subiendo con exagerada lentitud los escalones. El blondo lo miró con aun más odio. Se imaginó al colectivo acercándose velozmente por la calle, no podía perder más tiempo. Deseó poder separarse en dos para hacer las dos cosas. Amagó con seguir bajando, pero luego se arrepintió y amagó con subir. No sabía qué hacer. Los segundos pasaban.

    Furioso y resignado a aceptar que en esa ocasión tendría que mantenerse al margen por la fuerza, hizo una exclamación de rabia mesclada con impotencia y bajó rápidamente por las escaleras, rogando llegar a tomar el bus a tiempo.

    -------------------------*---------------------



    -jaja ya te lo dije mil veces, no hay forma que ese disco gane algún premio- dijo Matt riendo desde el cómodo puff, en la habitación de su amigo- ¿Escuchaste siquiera la mayoría de las canciones? parecen canciones infantiles.

    -Solo porque no te gusten no significa que las demás personas no puedan encontrarle algo bueno, Matt- contestó el muchacho de lentes con una sonrisa, mientras seguía resumiendo ese libro de biología que tenía el grosor de una biblia antigua.

    -Está bien Joe, sé que cuando se te planta algo en la cabeza es difícil persuadirte, así que no discutiré- contestó el blondo sonriendo mientras terminaba de resolver el cubo de rubik por segunda vez. Lo desarmó y comenzó de nuevo.

    Matt había salido satisfecho del ensayo con su banda. Habían podido terminar entre todos la nueva canción y mejorar bastante las otras que ya tenían en su repertorio propio. Si seguían así, podían grabar su demo más pronto de lo que habían pensado. Aunque no todo había sido color de rosa. Durante todo el ensayo, parte de su cabeza no pudo dejar de pensar en su hermano; en como estaba, si se encontraba bien estando a solas con Yagami ¿Y si aquel moreno intentaba propasarse con T.K? En un descanso del ensayo, llamó a T.K, sabiendo que corría el riesgo de subir en la "escala de cretino" frente al menor. Este le atendió y le dijo que todo estaba bien, y que había salido con el castaño hacía el centro. Matt no se esperó eso, pero no pudo negar que le tranquilizaba el saber que saldrían de la casa.

    Más tranquilo, después del ensayo decidió ir a la casa de su amigo Joe. Era uno de las pocas personas que conocía con las que podía tener una conversación interesante. Pero sobre todo... era una de las pocas personas con las que se sentía realmente cómodo. Prefería estar allí que en cualquier otro lado, aun si Joe tuviese que estudiar durante su visita. Pero eso no importaba. El de lentes era capaz de estudiar y conversar al mismo tiempo.

    Sin embargo, sentía que pronto esa comodidad se vería perturbada por una pregunta que él mismo haría, y que no podía evitar.

    -Joe, quería preguntarte algo, ya que estas preparándote para ingresar a la carrera de medicina y todo eso- dijo el ojiazul enseriando su cara,
    viendo fijamente el cubo de rubik en sus manos. Tenía que ser lo más discreto posible.

    -Pregunta- dijo el mayor con tranquilidad, mientras pasaba de pagina en su libro.

    -¿Por qué crees que...- Matt hizo una pausa para acomodar las palabras en su cabeza-...alguien puede sentirse atraído por otra persona de su mismo sexo?

    Silencio. Joe levantó la vista del libro y giró su silla de escritorio hacía el blondo, con el rostro lleno de confusión.

    Matt le evitó la mirada, sabía que esa pregunta había caído como algo demasiado inesperado.

    -Matt...¿Estás dudando de tu sexualidad?- le preguntó el mayor sorprendido.

    -¡¿Qué?! ¡Por supuesto que no!- contestó el rubio rápidamente mientras las palabras se le atoraban en la boca - te pregunto por un conocido mío.

    -Claro...- dijo Joe mirándolo de forma analizadora.

    -¡Que no soy yo!

    -Está bien, está bien- el mayor le sonrió y levantó sus manos intentando calmarlo- ¿Quien es entonces?

    -Es...

    Matt se obligó a no seguir hablando.

    Si bien le interesaba ayudar a T.K, no sabía cómo este tomaría saber que él divulgó su secreto, aun si Joe era alguien de confianza. La relación su hermano menor estaba muy sensible, no quería hacer un paso en falso.

    -No lo conoces- dijo desviando su mirada de la de su amigo- solo te pregunto por si leíste algo sobre eso, si se conoce una razón biológica, y si es posible revertirlo, ya sabes... si hay alguna pastilla o un tratamiento médico para que te deje de atraer otro chico.

    Joe se reclinó sobre su asiento, pensativo.

    -Mmm, no sabría decirte- le dijo frotándose la barbilla- pero creería que no, creo que eso es más del área de la psicología o psiquiatría.

    Matt no pudo evitar suspirar desilusionado. En realidad había tenido esperanzas de que Joe le indicara que hacer con T.K, de ayudarlo de alguna forma.

    -De igual manera, no hay nada de que estar avergonzado, Matt- agregó el de lentes.

    -¡Ah! ya te dije que no soy... ¿Sabes qué? Fue un error hablar de esto contigo- contestó el ojiazul furioso, levantándose del puff - eres un idiota, me voy.

    -Ya Matt, solo bromeaba, siéntate- le dijo Joe con una sonrisa.

    El rubio tomó su bajo, se colgó el estuche en el hombro y se perfiló a la puerta.

    -Solo estoy perdiendo el tiempo aquí, no sé para que vine- rabió el rubio- continua con tu estúpido libro y no te molestes en levantarte, conozco la salida.

    Salió del cuarto y azotó la puerta como si hubiera tenido la intención de romperla.

    Una vez el estruendo del portazo pasó, Joe cerró los ojos y concentró su atención en su sentido de la audición. Escuchó atentamente los sonidos del otro lado de la puerta, o mejor dicho, los sonidos que no fueron. Pasado unos segundos, sonrió. Cerró su libro después de marcar la pagina donde se había quedado y se levantó de su asiento. Como si no tuviera ningún tipo de prisa, se estiró perezosamente y caminó hacia la puerta de la habitación. La abrió. Allí estaba Matt, parado frente a la puerta en un silencio sepulcral, con el bajo colgando del hombro. El rubio miraba hacia abajo, en un intento para nada disimulado de evitarle la mirada. Joe no quiso decírselo en ese momento, pero su amigo lucía como un cordero arrepentido, dispuesto a tragarse su orgullo y unirse de nuevo al rebaño. Con una sonrisa en sus labios, se movió hacía un costado dejando espacio para que el blondo entrase.

    Sin hablar y aun con la mirada baja, el ojiazul entró y se perfiló de nuevo hacía el puff. Joe cerró la puerta, feliz de que su amigo siguiera allí con él. Sin embargo, confirmó una hipótesis que anteriormente había formulado en su cabeza, pero que ahora era clara. Matt se encontraba muy solo.

    Ilegal

    Tai no podía parar de reír. En realidad no podía. La cara de Matt al encontrarlo en las escaleras quedaría para el recuerdo. El moreno entendía bien
    porque el rubio mayor se había alterado tanto. Pero él más que nadie sabía que Matt se preocupaba en vano. No iba allí con otra intención que no fuese solo bañarse.

    Durante los días anteriores, Tai había reflexionado sobre su modo de actuar en la relación con T.K ¿Y si estaba forzando demasiado al menor a besarse y acurrucarse cada vez que podían? Al castaño esa idea no le gustaba nada. Si bien T.K nunca se negaba y participaba gustoso de la ronda de besos y caricias a escondidas, siempre era él el que las iniciaba. Tai pensó que tal vez se había dejado llevar demasiado por aquel hechizo que el rubio provocaba en él. Quizás, el ojiazul esperaba que la relación se basara más en compartir momentos juntos que en dejarse llevar por la carne; y él lo estaba estropeando.

    Su miedo era que al blondo le podría llegar a incomodar tanta fogosidad. Después de todo, era la primera vez que el menor estaba en una relación. Si bien era cierto que nunca había sentido la necesidad de besar y acariciar a una persona de esa manera, eso ya no era excusa. No podía dejarse ganar por sus impulsos tan fácilmente. Temía que T.K pudiese pensar que solo estaba con él por su apariencia, y no había nada más alejado de la
    realidad. Amaba todo de T.K, no solo su cuerpo, y estaba dispuesto a hacérselo notar.

    T.K le abrió la puerta y se saludaron con un beso. El darle un solo beso, teniendo en cuenta que estaban solos, fue una prueba de fuego para el castaño. Más difícil de lo que pensó. Para no dejarse llevar por las ganas, mientras depositaba su bolso en la mesa del comedor, le habló al rubio sobre lo que había hecho el día anterior: visitar a su entrenador, quien lamentablemente no demostraba mejoría alguna. El menor lamentó la noticia. Después de algunos minutos de entretenida charla donde Tai tuvo que resistir ese aspecto dulcemente desaliñado del blondo, como de alguien que acaba de despertar, el ojiazul le mostró el baño. Le explicó cuál era la llave del agua fría y la caliente y lo dejó solo.

    Tai se quitó la ropa embarrada y se introdujo en la ducha cerrando la cortina. Niveló la temperatura del agua. Dejó que esta limpiara todas las partes de su cuerpo embarradas por haber entrenado con el equipo bajo una molesta llovizna matutina que había transformado el campo de juego en una especie de pantano.

    Mientras el agua tibia y relajante caía sobre su cara, mentalmente se dio fuerzas. Si, se sentía capaz de resistir el encanto del ojiazul. Lo importante era demostrarle a T.K, a pesar de nunca habérselo pedido, que amaba estar con él y que irían al ritmo que él quisiese. Demostraría ser la persona más fiel que el blondo haya conocido, sin la necesidad de que la sexualidad interfiera en cada ocasión en las que se encontraran solos. Podía hacerlo, por el rubio haría cualquiera cosa.

    Pero, de repente, sus pensamientos fueron interrumpidos con un sonido que no esperaba en lo más mínimo: la puerta del baño abriéndose y cerrándose nuevamente, esta vez con seguro. Tai inevitablemente sonrió, sabiendo y sobre todo deseando lo que se avecinaba. Cerró los ojos. Un cómodo calor le invadió el cuerpo, inundándolo de seguridad.

    Con el sonido de la cortina moviéndose lentamente, abrió los ojos. La imagen de T.K allí parado, con solo una toalla en la cintura, le llenó la vista de gusto. Los ojos claros del menor viajaron por sobre su cuerpo desnudo, todo su cuerpo, y se posaron sobre los suyos. Pero luego volvieron a recorrer su anatomía otra vez, como si el menor necesitase chequear todo de nuevo, sin culpa. Y estaba bien que el rubio no sintiese culpa de mirarlo, después de todo... él era suyo.

    -¿Y esto?- preguntó el moreno sin dejar de sonreír, mientras se escurría el agua del cabello peinándose hacia atrás con ambas manos.

    T.K levantó su vista hacía sus ojos, con el color de la atrevida vergüenza adornándole la cara. Tai pensó que tener esos ojos celestes debería ser ilegal, la forma en cómo lo incitaban a pecar no tenía perdón.

    -¿No me dijiste después de mi primer partido... que querías bañarte conmigo?- le dijo el menor.

    Esa fue la única explicación que Tai necesitó para comprender que la complicidad era tanta entre ellos dos, que sus vibraciones y deseos se complementaban. Gustosamente hipnotizado vio como el rubio se liberó de la toalla. La sangre de ambos ya fluía a toda velocidad por sus venas, y se notaba exteriormente, para excitación de ellos.

    El blondo entró con él a la ducha, y mientras el agua recorría sus cuerpos desnudos, sus labios se encontraron en un hambriento beso. Tai sintió la necesidad de recorrer el cuerpo del menor con sus manos de una forma más eficiente de lo que lo hacía el agua. Atrapado por esa boca que le hacía perder la cordura, deslizó sus manos por la suave espalda del ojiazul. Disfrutó cada milímetro de esa dulce expedición, sobre todo cuando llegó a su destino más al sur. La boca de T.K explotaba dentro de la suya como un rayo, una tormenta. Entre beso y beso, sus manos no titubearon en tomar la hombría del otro y masajearse mutuamente envueltos en éxtasis.

    El agua caía sobre ellos electrizando sus sentidos, alimentando la necesidad de tocar al otro. El moreno separó su boca de la del blondo y lamió aquel cuello mojado. Sintió como T.K crecía en su mano con cada beso en el cuello. Descendió lentamente hasta el pecho. Quería beber al rubio gota a gota, solo así calmaría su sed. Continuó bajando, beso a beso, por ese abdomen que ante él se rendía. Al llegar a la pelvis abrió los ojos. El miembro del blondo palpitaba en su mano. El verlo tan de cerca, pudiendo visualizar cada detalle como nunca lo había visto, con el agua descendiendo eróticamente por toda su extensión, le voló lo poco que le quedaba de autocontrol. Quedó hipnotizado, más de lo que ya estaba. Como si un ente lujurioso le controlara, fue acercando su jadeante boca al pene de T.K.

    El pensar en lo que hacía no era ni una remota posibilidad. La respiración le pesaba, pero no le era incomodo. El sonido del agua fluir se le hizo muy distante, como si el deseo de sentir y hacer sentir más al rubio le hubiese puesto en otro plano. Solo se podía dejar llevar.

    Pero cuando estuvo solo a milímetros, los dedos del menor le tomaron con suavidad la barbilla y le hizo ascender, reincorporase de nuevo, para encontrarse en un hambriento beso con aquellos labios que lo llamaban. Llegó un momento en que ninguno podía soportar más las caricias del otro.
    No querían que aquello se terminara, pero no seguir no era una opción. Entregados al funcionamiento de la naturaleza, explotaron en un desenlace blanco de placer. Cansados pero al mismo tiempo felices, se miraron a los ojos, dejando que el agua cayendo sobre ellos fuese el único sonido que los envolviese. No necesitaban otro mensaje que el que sus ojos y su sonrisas se decían mutuamente.

    --------------------*----------------



    Vestido solo con ropa interior, al igual que Tai, T.K se encontraba sentado en el regazo del moreno frente a este, sobre la cama en su habitación. Se secaban el pelo uno al otro.

    -Hay que secar bien detrás de las orejas- le dijo el castaño sonriendo, mientras con su toalla dejaba de secarle el cabello para refregarle las orejas- sino pueden llenarse de mugre y bichos.

    -Solo a ti puede pasarte eso- replicó el blondo, sin dejar se secar con otra toalla aquellos mechones marrones que olían a menta por el champú que habían compartido en la ducha - es más, los bichos podrían confundir tu cabeza con una caverna hueca y hacer un nido.

    -Oye, eso fue demasiado cruel- le dijo el mayor fingiendo ofenderse.

    -De igual manera, sabes que te querría con bichos y todo.

    El mayor lo miró a los ojos, frunciendo gustosamente los labios. Este acercó lentamente su rostro al suyo. T.K automáticamente cerró sus ojos y preparó sus labios para recibir a los del oji-café. Cada beso era como si fuese el primero, cada uno despertaba un torrente de sensaciones y emociones que el blondo desconocía tener. No importaba cuantas veces lo hicieran, no perdía aquel efecto tan embriagador. Estar entre los brazos de Tai le llenaba el alma de calidez y confianza. No había mejor lugar. Si le llegasen a hacer elegir entre un castillo en una isla paradisiaca para él solo, y una noche entre los brazos del moreno, la elección para el blondo sería muy fácil ¡Demasiado fácil! Así lo sentía.

    Una melodía que destruyó el cómodo silencio, trayéndolos de nuevo a la realidad. T.K interrumpió el beso y giró su rostro hacía su izquierda con fastidio. Su celular era el que sonaba, y por la melodía especifica sabía quién era.

    Tomó el móvil y atendió la llamada, sin darse cuenta que Tai le había dejado la toalla sobre la cabeza como si fuera la túnica de un monje.

    -Hola Matt- dijo el ojiazul, haciéndole seña al moreno para que se quedara callado- ¿Dónde estás?...ah, no... ahora mismo estamos bajando las escaleras, con Tai nos estamos yendo al centro de la ciudad, así que no es necesario que vuelvas ahora mismo...¿Con Joe? Qué bueno, dale saludos de mi parte... está bien, adiós.

    Cortó el llamado.

    -Era mi hermano- dijo bloqueando su celular de nuevo- tuve que mentirle porque si no, conociéndolo, hubiese venido inmediatamente para que no estemos solos. Es mejor que no sepa la verdad en esta ocasión.

    -Oye T.K...-escuchó decir al mayor en un tono completamente diferente al tono jocoso de hace unos instantes atrás.

    Al ver a los ojos al castaño de nuevo, se dio cuenta que su expresión también había cambiado. Se mostraba sería, dubitativa. Sus ojos marrones miraban hacía un costado.

    -¿Cuando...vamos a... decirle nuestra verdad a los demás?- le dijo tomándole de las manos- a nuestras familias y amigos.

    T.K abrió los ojos de par en par, no esperaba esa pregunta, no en ese momento. Por poco se atragantó con su propia saliva.

    Sabía que algún día había que hacerlo, era inevitable. Pero aun era demasiado pronto. El solo hecho de imaginar el momento de blanquear su relación frente a sus padres le hacía temblar. Si tendría que hacerlo al próximo día, no sabría qué decir, como afrontar la situación. Sencillamente lo veía como algo muy fuera de sus capacidades, no se veía haciéndolo. Todavía no.

    Dolido por no poder darle una respuesta al moreno, solo bajó la mirada.

    -Yo... no lo sé- dijo suspirando, deseando contestar otra cosa- ósea, sé que tendremos que hacerlo algún día...pero...

    -Te comprendo- le interrumpió Tai, rozándole los dedos con los suyos aun tomados de las manos, T.K subió la vista- yo también tengo miedo, no sé cómo pueden reaccionar en mi casa.

    -Pero tus padres parecen ser tranquilos- dijo el blondo viendo aquellos ojos de chocolate- podríamos tratar con ellos primero.

    -Son tranquilos, sí, pero no sé... creo que jamás consideraron que algún día aparecería con un chico en la casa diciendo que es mi novio- Tai ensayó una sonrisa triste viendo hacía un costado- me dolería que se sintiesen....

    T.K observó el rostro de Tai y supo cual era la palabra que el castaño no quería decir, así que decidió completar la frase él:

    -Decepcionados.

    El mayor le vio a los ojos. En la mirada del moreno, T.K pudo ver el deseo de Tai de negar lo que acababa de escuchar, pero admitiendo al mismo tiempo que, muy a su pesar, esa palabra era la acertada.

    Un silencio triste los rodeó, abriendo paso para que la lástima por ellos mismos los acompañara en la habitación. Cada vez que lo pensaban, su realidad se mostraba tan discordante con sus deseos que preferían no pensar en ello. Pero muy en el fondo sabían que eso, no pensarlo, no era una solución sino un autoengaño.

    -¿Y qué hay de Hiroaki? Parece un buen tipo- el moreno rompió el silencio en un intento de acercar algo de esperanza a la situación- o tu mamá, es verdad que no la conozco aun, pero quizás sea una alternativa ¿No?

    T.K vio por la ventana del cuarto, ladeando su cabeza indicando que aquello ultimo no era una buena opción. Cerró los ojos con fuerza y bajó la cabeza.

    -Soy un desastre- dijo en voz baja- te quiero tanto que debería estar dispuesto a pasar por ese momento, pero al mismo tiempo el miedo me paraliza... que imbécil.

    -Ya T.K- dijo Tai colocando las manos en los hombros del menor intentando darle ánimos. No soportaba verlo así- no es necesario que nos obliguemos a hacerlo aun, podemos esperar.

    T.K se dejó caer suavemente hacía él apoyando la frente en su pecho.

    -¿Estaremos listos algún día?- le preguntó con desgano.

    El castaño solo pudo rodear al ojiazul con sus brazos y apoyar su mejilla sobre la cabeza de este, aun cubierta por la toalla.

    -Espero que sí.




    ------------------------------------*--------------------------------------




    Hola de nuevo, cortito no? Pero hay una buena noticia. Como este cap me tomó menos tiempo en hacerlo, ya tengo casi la mitad del cap 9 hecho, así que posiblemente en dos semanas pueda reaparecerme de nuevo por aquí. Bueno, eso sería todo. Si tienen algo que decirme sobre lo que les gusta, no les gusta, o alguna idea, no duden en hacermelo saber. Me gusta contestar sus mensajes e intercambiar opiniones. Bueno nada. Hasta la proxima, espero que sea pronto.

    www.youtube.com/watch?v=WOAy6RtrSa4

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    Las imagenes nada que ver con lo del fic, pero me dio mucha gracia XDXD
    el blog de donde saco las imagenes (o la mayoria de ellas) es http://varichina.tumblr.com/
    Todos los creditos a la autora del blog y las imagenes.

    Edited by exerodri - 15/5/2017, 17:20
     
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  8. danielXD
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    Primer comentario prros Bv

    Me encanto el casi lemon pero que mas se quiere pedir >:v/

    No semanas ya lo dijiste cintaré los días y como no actualizes


    Yo: -<- matadlo

    Tu:perihelio seyior :'v -se lo llevan y lo matan-

    Ya sabes
     
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    ¡Owww~! Yo quería que ya hubiera un avance... Y con avance me refiero a Matt
     
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    Hola!! Bueno, como mencioné antes, en compensación al capitulo relativamente corto de la ultima vez, ahora les traigo el siguiente en tan solo dos semanas de espera :=hurrahrr: (No creo que vuelva a pasar en mucho tiempo) jajajaja
    Con este cap comenzamos, por decirlo de alguna manera, la segunda parte de la historia. Segunda parte de lo que son, por ahora, 5 partes.
    Así que bueno, nada, espero que les guste, muchas gracias por seguir la historia!


    *danielXD: jajajajajajaja me hizo reir mucho tu comentario XDXD, espero no morir D: y que la conty te guste. Hasta la proxima!

    *Ali-nii: Pero te gusto alguito siquiera? :=BUABUA: :=SHOROO: :=nuse: jaja, te entiendo. Pronto habrá avances, o mejor dicho avanzotes con respecto a Matt. Por ahora no jeje, pero ten paciencia. Gracias por comentar! hasta la proxima!

    ---------------------*------------------------



    Capitulo 9: Interrupciones

    Curiosidad

    Tres meses habían pasado desde el rencuentro con T.K, y Tai sentía la abrumadora y feliz seguridad de haber vivido los mejores meses de su vida, a pesar del ataque a su profesor. La potencia de su felicidad al pasar el tiempo con el rubio se llevaba a todo por delante, incluso el hecho de que su equipo de futbol favorito en el campeonato nacional hubiese empatado la mitad de los partidos jugados y perdido la otra mitad.

    Ambos utilizaron esos tres meses para conocerse lo más posible en todos los sentidos, ya sea conversando o dejando las palabras de lado y dejándose llevar por los besos y las caricias: de arriba a abajo, con o sin prenda de vestir. Cada ocasión que podían hacerlo era única. El tocarse uno al otro los enloquecía como si fuera la primera vez, disfrutando de ese espiral de placer que giraba y giraba como si no tuviera fin.

    Pero inevitablemente, a pesar del hechizo de la eterna fascinación y deleite ante el cuerpo desnudo del rubio, el bichito de la curiosidad alojó en la mente del moreno deseos de subir la intensidad de los encuentros. Probar cosas nuevas. Cosas nuevas que no sabía cómo hacerlas y las cuales no podía preguntar a nadie conocido al respecto.
    Un día en el que se encontró echado en su cama sin nada que hacer, se le vino a la mente una posible solución a su ignorancia.

    “¡La computadora de papá!” pensó como si la idea fuese una obvia pero a la vez brillante respuesta. Internet. Ese recurso, que usaba todos los días con su celular, podía darle las respuestas que buscaba.

    Se levantó de la cama y salió de su habitación, asomándose por el pasillo. La casa parecía completamente vacía, pero era una ilusión. Sus padres no estaban, trabajaban, pero su hermana permanecía en su habitación y sin hacer ninguna clase de sonido.
    Sin hacer ningún ruido, el moreno cruzó el pasillo y entró al estudio de su padre cerrando la puerta, deseando que la menor siguiera encerrada en su cuarto mucho más tiempo.

    Nervioso pero a la vez ansioso, se sentó al frente de la PC de escritorio y la encendió. Al tener al frente el buscador listo para ser usado, dudó de escribir sus inquietudes. Vio la puerta detrás de él por sobre su hombro. Temía que Kari entrara y le descubriera. Para colmo, la computadora estaba de frente a la puerta, así que si alguien entraba el no tendría tiempo de hacer nada. Maldijo que esa puerta no tuviese llave, o un cerrojo para trabarla.
    Aun así, podían más sus ganas de husmear que tenía el internet para enseñarle y usarlo con T.K.

    Vio el cursor titilar en la barra de búsqueda. No supo que poner específicamente, como formular su petición. Luego de unos momentos de pensarlo, escribió lo primero que se le vino a la mente.

    “Consejos para hacer buen sexo oral”

    Al presionar “Enter”, el buscador le tiró varias páginas adonde entrar, con enunciados que lo hacían ruborizar como no se lo había imaginado. Lo que le resultaba raro era que no eran páginas pornográficas que buscaban “entretener" (a las cuales no tendría problemas en entrar, ya lo había hecho varias veces) sino paginas donde la gente hablaba de esos temas como si fuera algo serio, como si estuviesen dando una clase en algún tipo de instituto. Nunca había entrado a sitios así.

    Aparte del pudor por estar buscando esa clase de información en internet, una extraña sensación de estar siendo observado le picaba la nuca. Al dar un paneo visual por el cuarto, pudo ver quién era.

    -Miko, bájate de ahí, afuera.

    Pero no hubo caso. El gato familiar se estiró perezosamente sobre unas carpetas que descansaban sobre un escritorio, para luego volverse a enrollar gustoso y seguir durmiendo. A su alrededor, pilas de papeles, clips metálicos y algunos bolígrafos dispersos daban la impresión de que aquel lugar era oficialmente la cama del gato, en vez de un lugar de trabajo.

    Si bien no era una persona que pudiese juzgarlo o entender que era lo que veía en la pantalla, a Tai le incomodó aquella compañía durante esa “tarea”. Resoplando, se levantó del asiento, tomó al gato, el cual tenía la rigidez de un trapo de piso, y lo llevó fuera del estudio. Una vez lo dejó en el pasillo, este lo vio a los ojos, pero el moreno cerró la puerta antes de que pudiera decir “miau”.

    Ahora sí, ya completamente solo, entró a las opciones que el buscador arrojaba, abriéndolas en diferentes pestañas.

    “Los secretos del sexo oral”

    “Enamora a tu hombre con tus habilidades con la boca”

    “Todo lo que tienes que saber del sexo oral”

    Tai leyó atentamente la información que mostraban las paginas, con el rostro ardiendo por la vergüenza. Algunas cosas que leía le parecieron obvias, otras lo sorprendían. Los textos parecían estar hechos por profesionales sobre el tema, si es que existían profesionales sobre eso. Siempre tenía el cursor en la "X" de la esquina derecha superior del navegador, por si necesitaba cerrarla rápidamente si alguien entraba al estudio. Una de las páginas, además de párrafos y párrafos de "instrucciones", ofrecía un video explicativo. El castaño dudó en reproducirlo en un principio, pero luego se dijo que si ya había entrado allí debía hacerlo. Al hacer clic en “Play”, el video comenzó con una mujer de mediana edad y piel morena saludando a la audiencia y explicando que lo que iba a hacer era “enseñar todo lo necesario para satisfacer a su hombre en la intimidad”.

    El castaño se desesperó al bajarle el volumen a los parlantes, reconociendo que el reproducir el video sin fijarse antes en ese detalle había sido muy estúpido. Pensando que lo había estropeado todo, minimizó la ventana del video y miró hacia la puerta por sobre su hombro. Intentaba escuchar si Kari, aletada por aquella “bienvenida” del video, se acercaba por el pasillo, pero para su tranquilidad aquello no sucedió. Al parecer su hermana no había oído nada. Procurando ser más cuidadoso, continuó viendo el video con un mínimo de volumen.

    La mujer hablaba con un acento caribeño que a Tai le hacía gracia, al frente de una mesa donde había un pene de goma.

    "Primero vamos a estimular a nuestro hombre, así de esta manera" dijo la señora tomando el pene con las dos manos y acariciándolo suavemente.

    Tai imitó la forma del agarre, imaginando tener a T.K entre sus manos. La mujer del video explicaba lenta y pausadamente como proseguir, mientras él imitaba los movimientos al frente del monitor.

    "No vamos a chupar directamente, no señor" dijo la mujer caribeña enérgica y despreocupada, como alguien que está enseñando a cocinar un pastel en vez de hablar de temas sexuales "Vamos y besamos a nuestro hombre" dijo besando los testículos de goma, y subiendo lentamente con besos cortos a lo largo del pene "Besos cortitos, amorosos, tiernitos, háganle saber a su hombre que lo quieren"

    Tai tuvo la necesidad de taparse la cara con una mano por la vergüenza ajena, pero sin dejar de observar.

    "¿Por qué dice esas cosas?" pensó en un intento de disminuir la incomodidad en su interior.

    "Chica, hay que usar la lengua, sin miedo" dijo la señora viendo a la cámara, como quisiera dejar en claro que aquello era importante "Lame esta zona, eso le encantará" dijo señalando el cuello del glande.

    El moreno se sentía muy raro por estar tomando notas mentales de lo que decía esa tipa, sin embargo no podía dejar observar y prestar atención.
    Quería saber más.

    Finalmente, el video terminó.

    "Muchas gracias por todo, señora caribeña apasionada por el sexo" pensó sonriente Tai, aliviado de que el video se haya acabado, pero reconociendo que había tomado varios datos importantes. Continuó leyendo otras páginas, pero se dio cuenta que muchas decían lo mismo y eran repetitivas.

    Sentado allí, al frente de la PC, al adolecente se le vino una idea para buscar, pero que le daba aún más inquietud que buscar "sexo oral". El máximo escalón al que podría llegar con T.K, la ultima forma, para él, de consumar el amor entre dos hombres: Sexo anal.

    ¿Se animaría a buscar aquello, con la intención de aprender sobre el tema? Sabía que para eso todavía faltaba bastante, primero tenía que ir poco a poco con T.K.

    Lo pensó por unos instantes. Decidido, se dijo a si mismo que ya que estaba allí, sería mejor saciar su curiosidad de una vez por todas ¿Que daño le haría informarse sobre el tema?

    "Consejos sobre sexo anal" escribió en el buscador y presionó "Enter".

    "Como practicar sexo anal sin dañar a tu pareja"

    "El ABC del sexo anal"

    "Cuidados y consejos a tener en cuenta cuando la diversión viene por detrás"

    Abrió las opciones que le tiró el buscador en diferentes pestañas. Se dispuso a leer, y para su sorpresa, algunos datos lo consternaron aun más que la información sobre el sexo oral.

    "¿Como puede ser que el punto G del hombre esté en...?"

    El ruido de la puerta abriéndose detrás de él le interrumpió los pensamientos y le congeló el alma. Su reacción automática fue levantarse del asiento para tapar lo mayor posible la pantalla. Su cerebro, debido a la conmoción, no fue capaz de ordenarle a su mano que deslizara el ratón y cerrara el navegar. En vez de eso, guiado por la desesperación, desenchufó el CPU sin miramientos. Aquello era más rápido.

    -Tai, me voy al centro de la ciudad ¿Me acompañas hasta la parada del ómnibus?- le preguntó su hermana con una sonrisa desde la puerta.

    -Ah, claro, no hay problema- contestó el oji-café, intentando disimular que el corazón no se le salía por la boca- yo también tengo que salir, deja que me aliste.

    -¿Por qué dejaste a Miko en el pasillo? A él le gusta dormir aquí- dijo la menor abriendo un poco más la puerta para que el gato entrase de nuevo.

    El felino entró y se perfiló directamente hacía las carpetas en las que dormía antes de que el adolecente lo sacara. Se estiró perezosamente y se echó a dormir, adueñándose de su cama nuevamente.

    -Ah, jaja no me había dado cuenta que había quedado afuera. Gato tonto.

    Amenaza

    Frio. Siempre frio. Tai no recordaba cuando había sido la última vez que disfrutó de un día de sol. Tenía la creencia que la última vez que había visto el azul del cielo fue cuando se tiró con T.K en la plaza al frente de su casa. Pero eso era imposible, no podía haber pasado dos meses y un poco más sin que hubiera un día de sol ¿O sí? Por más que intentase, no podía encontrar un recuerdo cercano en donde el sol brillara. Si bien ya el otoño se había afirmado en el calendario, parecía invierno. El castaño no quiso imaginar cómo sería cuando fuese verdaderamente invierno. Si el otoño daba un aspecto deprimente a la gris ciudad, no quería imaginarse en un futuro, cuando los días fuesen más cortos y oscuros y el frio crudo golpeara la piel con aun más fuerza.

    Caminaba por la acera, con la campera bien cerrada hasta el cuello, hacía la casa de Hiroaki a buscar a T.K para ir juntos a tomar algo en una cafetería en el centro de la ciudad. Cafetería que aprovechaba para hacer todo el dinero posible con una maratón de precios rebajados antes del cierre definitivo. A pesar de ser día de semana, T.K se encontraba con su padre porque su madre había salido de viaje de trabajo y no quiso dejar al menor solo, para reproche de este. "Eso está bien" le había contestado Tai por chat al rubio cuando este le contó la decisión de su madre "Aun eres chiquito". T.K le contestó con una serie interminable de insultos y emoticones groseros.

    Tai entró al complejo de apartamentos, subió las escaleras y llegó a la puerta de los Ishida. Tocó el timbre.

    -¿Tai?- escuchó que preguntó T.K desde adentro.

    -El mismísimo- contestó desde afuera.

    -Abre, está abierto.

    El moreno abrió la puerta y entró, chocándose con el calor de la calefacción. Algo que nunca había sentido allí. Por lo general cuando él iba, el ambiente siempre era frio y para nada acogedor. Un ambiente en concordancia con el carácter del mayor de los hermanos de ojos azules, pensó.

    -¿T.K?- preguntó después de cerrar la puerta tras de sí- ¿Dónde estás?

    -Aquí- escuchó que le contestó el ojiazul, más cerca de lo que esperaba, pero no lo pudo ver.

    -¿Donde?

    -Aquí, en el suelo.

    Extrañado, el moreno bordeó la mesa de la sala y entonces lo encontró. T.K hacía su tarea, acostado sobre la alfombra de la sala, pansa abajo.

    El rubio siempre había tenido esa costumbre, la de tirarse en el suelo para hacer sus deberes. Lo hacía desde muy pequeño, independientemente si se encontraba en la casa de su madre o de su padre. Era como si se sintiese cómodo hacer su tarea así, y prefería eso a sentarse en una mesa o en un sillón cómodo. Incluso su madre, indignada por esa particularidad (la cual de seguro, para ella, había forjado en la casa de Hiroaki) le había comprado un escritorio propio, con la esperanza de cambiar aquel habito. Pero no le tardó mucho en darse cuenta que lo había comprado en vano, ya que el adolecente lo usaba para dejar la ropa usada, mientras continuaba haciendo la tarea en el suelo.

    Tai sonrió al ver esa escena, pero lentamente la sonrisa se le fue borrando, dejando paso a una expresión de estupor y encanto.

    T.K llevaba puesto un short viejo y desgastado, el cual usaba para dormir y estar entre casa. Un short que por lo cortito que era, no dejaba mucho a la imaginación. Y Tai tenía mucha imaginación.

    El moreno quedó inmerso en las piernas del blondo. Observó cada milímetro de estas. Desde la punta de sus pies, pasando por su tobillos, sus pantorrillas. Subió con sus ojos por la parte trasera de sus muslos, hasta llegar al borde de ese pantaloncito, que lo separaba por escasos centímetros de aquellas redondeadas y mullidas colinas.

    Torpemente se sacó el abrigo, sin dejar de mirar esa radiante imagen, que para él irradiaba más calor que la calefacción misma.

    -¿Te falta mucho?- preguntó, intentado sonar no tan atontado.

    -No, solo unos ejercicios más y término- le contestó el menor, sin despegar los ojos de su cuaderno.

    -¿Y Matt e Hiroaki?

    -Ninguno de los dos está, estoy solo- contestó el blondo, continuando con su tarea de matemáticas.

    A T.K solo le faltaban 4 ejercicios de polinomios. Si los terminaba esa misma tarde, se vería libre de toda tarea por el momento, por lo menos hasta que le dieran de nuevo. Le había costado entender como era aquello de las aplicaciones de factor común y las resoluciones de ecuaciones de segundo grado, pero ya le había agarrado la mano. Cada ejercicio se le hacía cada vez más fácil, era como si su cerebro por fin se hubiera aceitado para ese tipo de cosas.

    Sin embargo, ocurrió algo que no esperaba. Sintió el cuerpo de Tai sobre el suyo, apoyándolo suave pero firmemente. La presión de la cadera del moreno contra la suya le resultó extraña, pero al mismo tiempo cómoda.

    -Eh...¿Qué haces?- preguntó, dejando de escribir.

    -Me estoy poniendo cómodo- le dijo el mayor de forma juguetona, apoyando el mentón en su hombro- sigue con tus ejercicios, yo te supervisaré.

    T.K intentó volver a la multiplicación donde había quedado. Solo le faltaba multiplicar 24x15 para terminar el antepenúltimo ejercicio. Pero ni bien comenzó a hacer la operación en su mente, se dio cuenta que no podía concentrarse. Toda su atención había fluido lejos de las matemáticas, y desembocado en las sensaciones.

    El cuerpo de Tai sobre el suyo, su calor, su cercanía, todo le hacía sentir agradable pero inoportunamente extraño. Por más que intentase, no podía resolver esa simple multiplicación. Era como si su cerebro, que hace instantes estaba aceitado y al 100%, ahora se había herrumbrado y oxidado de repente.

    Su rostro se calentó de sobremanera al sentir algo duro apoyándose en su trasero. Dudó si se trataba del celular de Tai en su bolsillo, o de otra cosa. Lo que si no tuvo duda fue que una parte de su propio cuerpo despertaba presionada contra el suelo, lo cual le hacía aun más difícil concentrarse.

    -¿Qué pasa?- le susurró el oji-café al oído - ¿Quieres que te ayude? ¿Qué te de un empujón?

    T.K sintió como el castaño empujó la cadera contra la suya. Un suspiro de sorpresa luchó por salir por su boca, pero logró reprimirlo. Con ese movimiento pudo sacarse la duda: aquello no era el celular de Tai.

    -No...- contestó, tratando que no se notase que su sangre había comenzado una carrera loca por sus venas-...puedo solo.

    Volvió a intentar concentrarse en la condenada multiplicación de primaria que tenía que resolver, solo para darse cuenta que su cerebro todavía no reaccionaba.

    -T.K, te dije que no prendieras la calefacción, abrígate en todo caso. Es un gasto innecesario.

    Ambos se petrificaron al oír la voz de Matt detrás suyo. Habían estado tan "concentrados", que no lo escucharon entrar al departamento.

    Tai le quitó el lápiz de la mano al menor y dijo en voz alta:

    -Como te decía, 24x15 es... es... 300 y algo ¿Ves? intenta hacer el próximo solo ¿Sí?

    Rodó hacía un costado sentándose sobre la alfombra. Trató de esbozar su mejor sonrisa y miró a Matt, imaginándose la cara de odio del rubio mayor

    -jejeje solo estaba ayudando a...

    Tai se calló de repente.

    T.K, quien por la vergüenza no había levantado la vista de su cuaderno, tuvo el súbito presentimiento de que algo andaba mal. El abrupto silencio del castaño se lo dijo. Giró su rostro por sobre el hombro y vio a su hermano. Inmediatamente se levantó del suelo, y aunque hubiese querido no pudo evitar que el rostro se le llenara de desesperada preocupación.

    Un corte, rodeado de sangre seca, adornaba la frente de Matt al borde del cuero cabelludo. Se notaba que este se había intentado limpiar inútilmente.
    Un pómulo inflamado combinaba con su labio partido, y con toda su ropa embarrada. Se sujetaba el brazo derecho.

    -¿Que te pasó?- exclamó T.K, acercándose a su hermano- ¿Estás bien?

    Este le esquivó la mirada.

    -No es nada grave- contestó a secas.

    Matt intentó caminar hacía el pasillo que llevaba a los dormitorios, a su cuarto, pero el menor se interpuso, sorprendiéndolo.

    -Por favor…- le dijo el rubio de 14 años, con un hilo de voz, viéndolo a los ojos.

    El mayor pudo ver en esa mirada toda la preocupación y dolor de su hermanito. No le gustaba, T.K no lo merecía. Pero ante la falta de una respuesta, aun si esos ojos celestes se lo exigían, y con derecho, no pudo decir nada.

    T.K, ante su silencio, bajó la cabeza. Matt le quedó observando, esperando a que el menor le insultase o algo por el estilo. Pero se sorprendió al ver que el ojiazul comenzaba a sollozar al frente suyo. Eso fue demasiado.

    “Oh no T.K, por favor, eso es jugar sucio” pensó, mientras la tristeza y la culpa le acuchillaban en el vientre.

    -T.K…- dijo avanzando hacía el menor.

    Tenía que intentar convencerlo de que todo estaba bien, o por lo menos intentar contenerlo o animarle de alguna manera. Era lo menos que podía hacer.

    Pero entonces, cuando no había hecho ni dos pasos, T.K levantó su mirada de nuevo, esta vez furioso, y le golpeó con su puño en el hombro izquierdo. Matt retrocedió hasta tocar la pared de la sala con su espalda, no por la fuerza del golpe, que fue enclenque y mal hecho, sino por la sorpresa.

    Jamás su hermano le había levantado la mano, no de manera seria. Aun sin poder creerlo, Matt observó al menor, tocándose el hombro izquierdo con su mano derecha. No sentía dolor físico, sino dolor emocional. No le dolía el hombro, sino el alma.

    Tai también se sorprendió. Nunca hubiese esperado a que T.K hiciera eso, no a Matt. Pudo observar como una solitaria lágrima se paseó por la mejilla del menor, mientras este giraba sobre sí para irse rápidamente a su habitación y cerrar la puerta de un solo golpe. El moreno, comprendiendo que a veces una sola lágrima dice mucho más que todo un llanto, decidió tomar cartas en el asunto y dejar de estar al margen de todo eso.

    Depositó toda su ira en una mirada hacía Matt, quien todavía no reaccionaba. Sin absolutamente nada de sutileza, Tai tomó al rubio de la ropa y lo aventó hacía la pared. El brusco golpe de su cabeza contra esta hizo que el ojiazul saliera de su letargo y le observara desafiante a los ojos.

    -Escúchame imbécil- dijo acercando su rostro al de Matt, viéndolo con furia- me importa una mierda en que andas y porque sueles aparecerte herido, si quieres matarte o estás tratando de probar algo, adelante, me da igual, pero no voy permitir que sigas haciendo sufrir a T.K

    Usando toda su fuerza, volvió a aventar al blondo contra la pared, el cual hizo una mueca de dolor.

    -Deja de hacer lo que estás haciendo, o por lo menos asegúrate que T.K no se entere de tus estupideces, sino, yo mismo me encargaré de ti ¿Entendiste?

    El rubio lo miró a los ojos. El odio emanaba de esos ojos azules, pero al moreno no le importó. Necesitaba asegurarse que aquel imbécil no hiciera llorar otra vez a T.K, tenía que protegerlo.

    -¿Entendiste, estúpido?- preguntó con énfasis, zarandeando agresivamente a aquel imbécil.

    Matt se mantuvo en silencio, sin desviar la vista de sus ojos. Sus labios se movieron. Pero cuando Tai pensaba que iba a recibir una respuesta, solo recibió un escupitajo en medio de la cara.

    -Hijo de…

    Tai preparó su puño, deseando más que nunca romperle la nariz a ese cretino. Sin embargo, al oír el sonido de la puerta del cuarto de T.K abriéndose en el pasillo a su espalda, bajó su brazo. Devolviéndole con la mirada el mismo odio que Matt proyectaba hacía él, tomó la playera del ojiazul y se limpió el rostro. Lo soltó, no sin antes darle otro empujón contra la pared.

    -Tai, vayámonos ya- escuchó decir al menor detrás suyo.

    Tai se dio medio vuelta y pudo ver que T.K ya se había abrigado para salir. Su rostro se mostraba serio, triste, pero decidido a no seguir sufriendo, a pesar de tener los ojos aun hinchados e rojizos.

    El menor caminó hacia la puerta, ignorando por completo a su hermano. Tai le siguió. Cuando T.K abrió la puerta para salir del departamento, se sorprendió con una figura más alta que él parada del otro lado. Su padre.

    -Hola hi…

    -Hola papá me voy al centro de la ciudad con Tai nos vemos luego recuerda tomar la pastilla para la presión adiós- dijo T.K de forma rápida y sin respirar, esquivando al adulto rápidamente y sin establecer contacto visual.

    -Adiós Hiroaki- dijo el castaño por detrás, saliendo del departamento ante la confundida mirada del mayor.

    Cuando se alejaron unos pasos del departamento, se escuchó el grito de Hiroaki después de cerrar la puerta: “¡Pero qué carajo te pasó, Matt!”
    T.K, cabeza gacha, apresuró su paso hacía las escaleras del complejo habitacional para evitar que Tai viera que otra lagrima se le escapaba.

    Más dudas

    Sora no entendía. Allí estaba, parada en la vereda del frente al edificio donde vivía Tai, como si necesitase tomarse un tiempo antes de visitar al moreno. Pero ¿Tiempo para qué? Había pactado con el castaño ir a su casa y ayudarle a estudiar historia. Había ido infinidad de veces a ese hogar, tanto para estudiar como para pasar el tiempo cuando no tenía nada que hacer. Infinidad de veces.

    “¿Qué es diferente ahora?” se preguntó viendo el edificio, como si entrar en él fuese ahora una prueba o un reto.

    ¿Acaso las palabras de sus amigas habían calado en ella más profundo de lo que había pensado en un principio? Aquello era ridículo. O por lo menos… eso pensaba. Ya no estaba tan segura ¿Cómo podía estarlo después de lo que le había pasado unos días antes, en una cita?

    El fin de semana pasado había salido con un chico un año mayor a ella, un amigo de una amiga con el que había congeniado en una fiesta hacía un tiempo. Sentados en una cafetería que servía toda clase de postres y delicias artesanales, el muchacho le hablaba entusiasmado sobre una experiencia divertida que había tenido hace algunos días. Ella lo miraba atenta, pero no le escuchaba. Observaba pensativa la apariencia del chico, sus expresiones.

    “Que lindos ojos” pensó mientras le miraba “verdes, pero le quedaría mejor tenerlos marrones”

    Fijó su vista en el cabello negro del muchacho, e inmediatamente pensó que se vería más bonito castaño. Luego, volvió a concentrase en el rostro de este.

    “Es lindo, pero que bien le haría tomar algo de sol, verse más moreno”

    -¿Practicas algún deporte?- preguntó descolocando al chico, ya que poco y nada tenía que ver con lo que él estaba hablándole.

    -Eh…sí, rugby- le contestó el muchacho, reponiéndose del cambio abrupto en la conversación- ya sé que no soy muy grandote que digamos jeje, pero juego de “wing” que son los jugadores más rápidos del…

    -…ah- dijo desinteresadamente la peli naranja, tomado de su capuchino.

    “Que lastima que no fuese futbol”

    Sora no se dio cuenta hasta llegar a su casa después de la cita, pero cuando lo hizo se escandalizó, aparte de sumirse en un precipicio de confusión. Ojos marrones, pelo castaño, piel morena, futbol si, rugby no… ¿Acaso había estado anhelando que ese chico se pareciera más a Tai? Al principio se lo negó a sí misma, pero después de muchas idas y vueltas mentales, se dijo que solo se estaba auto engañando.

    Quizás si… sus amigas habían planteado esas tontas ideas en ella… ¡Pero no se iba a dejar llevar por esas patrañas! Sabía que mediante el auto control acabaría con esas tontas dudas acerca de lo que sentía por Tai. Era lo lógico. Era lo que correspondía.

    Se obligó a cruzar la calle hacía el edificio, sabiendo que si seguía pensando en el asunto solo se confundiría más y más.

    -------------------------*-----------------------



    -Ah… que pereza tengo… ¿Tenemos que seguir?- se quejó el moreno hachándose pesadamente para atrás en el sillón de la sala de estar, tapando su cara con el interminable libro de historia.

    -Vamos Tai¬, apenas empezamos- dijo Sora arqueando una ceja, sentada al lado del castaño- intenta llevar la tarea al día en al menos una asignatura, historia no es tan difícil. Ya suficiente tienes con los retos y la tarea extra que Shiffer te asignó por no cumplir con los deberes.

    -No es mi culpa que esa vieja me odie- murmuró Tai, aun con el libro sobre la cara.

    -Sí, pobre de ti- contestó ella, girando los ojos- vamos, sigue leyendo.

    Tai se sacó el libro de la cara y se sentó correctamente, con los movimientos perezosos de alguien que hace las cosas de mala gana.

    -En 1804, Napoleón Bonaparte se autoproclama emperador...-el moreno levantó la vista del papel-...Bonaparte, ese apellido no suena muy francés.

    -No importa lo que pienses sobre el nombre, sigue leyendo- contestó Sora, intentando no perder la paciencia.

    -Suena a italiano

    -Pero era francés, continúa.

    -Bonaparte, Bonaparte... ¿Segura que no era italiano?

    -Sí, digo... quizás... no sé…

    -¿Será verdad que era tan enano?

    -¡Sigue leyendo!

    Tai volvió a posar sus ojos en el libro, pero antes de que abriese la boca, su celular vibró en la mesita frente al sillón. El castaño, como si no pudiera esperar ni un segundo, soltó el libro y tomó el móvil.

    Sora bajó su libro y suspiró. Al principio se exasperó por la poca importancia que Tai demostraba al estudio y a su ayuda. Pero entonces notó el rostro del oji-café mientras este veía su celular. No era un rostro desinteresado, ni mucho menos feliz. Si una palabra debía describir esa cara, que por lo general era sonriente, sería "preocupación".

    El moreno, después de ver la pantalla de su móvil por unos segundos, suspiró y dejó el dispositivo de nuevo en la mesita.

    -Tai ¿sucede algo?- preguntó Sora, ante lo evidente que era el oji-café. No lo podía dejar pasar.

    -Ah…no nada- le contestó el castaño, con una sonrisa demasiada falsa- sigamos…estábamos con nuestro amigo Napo- agregó tomando el libro y sosteniéndolo lo suficientemente alto para taparse la cara.

    Aquello solo hizo confirmar a Sora sus sospechas.

    -Anda Tai, dímelo- dijo la peli naranja, bajando suavemente con su mano el libro al frente del rostro de Tai, para poder verle a los ojos- por favor.

    Tai el sostuvo la mirada unos segundos, como si dudara. Suspiró de nuevo y dejó el libro de historia en la mesita, a la par del celular. Sora se prestó a escuchar.

    -Veras… resulta que yo… jeje, se te hará gracioso… bueno, tal vez no… la cosa es que…- balbuceó el oji-café, en una oración que parecía no comenzar nunca.

    Sora trató de no demostrarlo, pero le llamó la atención el nerviosismo que invadió a Tai. La forma en cómo evitaba decir de una sola vez que le pasaba, las constantes risas nerviosas, y la forma en cómo el moreno se refregaba el brazo le hizo entender que al castaño le costaría abrirse con respecto a lo que le preocupaba ¿Qué sería?

    -¿Sí?- dijo, en un intento de hacer arrancar por fin al castaño.

    Tai tomó aire y depositó su mirada en el libro de historia frente suyo.

    -Lo que me pasa es… a mi me gus… jaja verás, estoy salie…

    El moreno parecía no poder seguir. A Sora le sorprendió tanta timidez en el oji-café, pero más le sorprendió lo que su mente pensó en ese momento. ¿Acaso Tai estaba saliendo con alguien? ¿Le gustaba alguien? ¿Ese era el problema? Entró en una especie de shock. Un vacio se presentó dentro de ella, como si le hubieran arrancado algo de un solo tirón ¿Tai tenía un nuevo amor? Sí era así, no quería oírlo, no quería saber nada.

    Se sorprendió de sus propios pensamientos. No era un tema que debiera afectarla, no tenía porque sentirse así. A pesar de intentarlo, no podía apartar esas extrañas sensaciones. Disimuló su creciente ansiedad.

    -…sucede que…-Tai la miró a los ojos de nuevo, luego los desvió hacía un costado-… tengo un primo que quiero mucho, el cual tiene un hermano mayor que se está metiendo en problemas y por eso aquel primo sufre y se preocupa… me preocupo por él.

    Sora quedó estática, observando fijamente al moreno, mientas sentía como un peso inmenso se levantaba de su pecho. Alivio.

    “Sora, tienes que calmarte, te estás dejando llevar”

    -Además Shiffer me sigue molestando, dándome castigos y tareas, a mis padres les preocupa mucho sus trabajos, cada vez hay más despidos, mi entrenador todavía no despierta de su coma…- soltó el moreno de forma automática, como si un grifo que soportaba mucha presión se hubiera abierto-…perdón, son problemas tontos, hay gente que la pasa peor, no tengo que quejarme- sonrió, como si se sintiera tonto por haber dicho todo eso.

    -No, está bien Tai, cada persona tiene sus propios problemas y sus propias complicaciones, ademas, las cuestiones familiares siempre son difíciles- contestó ella de forma amable, mientras dejaba su libro de historia junto con el de Tai- y dime…- dijo mirándolo a los ojos-… tu primo, el mayor, el que se mete en problemas, también es muy querido ¿Cierto?

    -¿Ah? No, por mi puede tirarse de un puente ¡Es más! Me encantaría hundirle el puño en la cara por ser tan idiota…- dijo el castaño golpeando su puño contra la palma, como si el solo hecho de recordar a ese primo le enfureciera- …pero no puedo, porque eso haría entristecer aun más al primo que quiero.

    -Ya Tai, sabes que peleando no se resuelve nada- dijo ella, tomando del hombro a su amigo.

    Al hacerlo, se sorprendió de lo tenso que se encontraba el moreno. Sabía reconocer cuando alguien portaba tensiones en su cuello y sus hombros. Se sentía bien siendo la masajista sin título de sus amigos y familiares.

    -Vaya, estas muy tenso, Tai- dijo con una sonrisa- deja que te de un masaje.

    Tai le vio de reojo y sonrió. Ella sabía que el castaño no se podía resistir a sus masajes. Como un niño entusiasmado, se posicionó dándole la espalda para que ella empezase. Sora posicionó sus manos en cada hombro y masajeó lentamente con sus dedos. Pudo sentir como el moreno poco a poco iba relajándose gracias a ella, gracias a sus atenciones. Respaldada por la experiencia de haber practicado con gran cantidad de familiares y amigos, con sus dedos pulgares presionó en puntos estratégicos de la espalda de Tai. Puntos que liberaban gran cantidad de presión. Los suspiros aliviados del oji-café eran la prueba de que no había perdido el toque.

    -Acuéstate, te masajearé las sienes- pidió la peli naranja.

    El moreno, como si estuviese anestesiado, se echó hacia atrás recostándose en el sillón, apoyado la cabeza en sus piernas, con los ojos cerrados. Con sus dedos índices y medios, Sora masajeó con movimientos circulares las sienes de su amigo. Mientras lo hacía, se quedó observando el rostro del castaño. Este demostraba tanta paz, tanta comodidad, que incluso la propia Sora se sintió más relajada. No podía dejar de observarlo. Esa piel morena, ese cabello marrón desordenado, esas facciones de ese rostro que conocía hacía muchísimos años, pero que en esa ocasión se le hacía bastante bonito. Si, tenía que admitir que el moreno se había convertido en alguien atractivo, sobre todo si se encontraba sereno y tranquilo.

    -Ahh Sora…- balbuceó el castaño, sin abrir los ojos-… no sé qué haría sin ti, eres la mejor.

    Sora abrió los ojos de par en par. No detuvo sus masajes ya que sus manos siguieron moviéndose de manera automática, pero su cerebro ya no las dominaba. Luchaba por procesar esas palabras. Era como si la hubieran descolocado, sorprendido, atolondrado, pasmado. Todo al mismo tiempo.

    “Eres la mejor” “No sé qué haría sin ti”

    Esas palabras retumbaron en su cabeza una y otra vez. Su temperatura aumentó desmedidamente. Su corazón aumentó la potencia de su trabajo. Para su sorpresa, quiso que esas palabras fuesen ciertas, siquiera por un instante. Se sintió… ¿Feliz? ¿Emocionada? No sabía decirlo. Lo que si no pudo ignorar, fue que eso se sentía muy real, fuese lo que fuese. Muy intenso.

    Se quedó tan absorta por esas sensaciones, que solo pudo escuchar cuando la puerta de entrada de la vivienda se cerró. Alguien había llegado a la casa. De forma automática, y despertando de su letargo, giró su rostro hacía la puerta. La madre de Tai estaba parada en la entrada, cargando con varias bolsas de mercadería.

    -Ups perdón, perdón, no quería interrumpir- dijo sorprendida la señora, girando hacía la cocina rápidamente.

    Sora levantó sus manos en el aire, mientras el rostro le quemaba. La madre de Tai la conocía desde que era una niña, así que le llenaba de pudor el que ella creyese que estaba haciendo “algo” con su hijo.

    -No no, jaja no interrumpe nada- dijo en voz alta, con una voz tan nerviosa e irregular que la sorprendió.

    Tai levantó la cabeza de las piernas de su amiga, resoplando, dispuesto a reprochar en forma de broma a su madre el haber interrumpido su “sesión de masajes”. Pero no pudo hacerlo. Al verla, se le fueron todas las ganas de bromear. Se veía extenuada, con los hombros caídos y la expresión en el rostro de alguien que solo quiere acostarse a dormir. Esa imagen tan extraña en su mamá, inundó al moreno de dolorosa pena.

    -¿Sucede algo?- preguntó el castaño, sin intentar esconder su preocupación- ¿Por qué llegaste tan tarde?

    A pesar de su desazón, no era la primera vez que Tai veía a su madre así. Últimamente había ocurrido con más frecuencia.

    -Ah, nada hijo- suspiró la mujer dejando las bolsas en la mesa- solo que en el trabajo las cosas se están complicando bastante, entre otras cosas… pero no pasa nada- la castaña sonrió, en un intento nada evidente de maquillar su pesar.

    Sora presenció la escena en silencio, percibiendo la buena intencionada falsedad de esa sonrisa, pero sobre todo, sintiendo pena por su amigo. Esos ojos marrones no escondían su tristeza, y su enojo. Conocía muy bien al moreno. Sabía que este sentía frustración de no poder ayudar de alguna forma, tanto a sus padres como a ese primo suyo, o incluso al entrenador en el hospital. Tai era así. Ya se había ganado en el pasado golpizas por ayudar a los demás, como si ayudar a alguien necesitado fuese más importante que su propio bienestar.

    Sabiendo que el castaño ya no estudiaría aunque se lo pidiese (y a decir verdad, ella tampoco tenía ganas), guardó el libro de historia en su mochila.
    Se levantó del sillón, y con toda la intención de ayudar le preguntó a la castaña:

    -¿Quiere que le ayude a preparar la cena?

    La madre del moreno respondió con una sonrisa sincera de alivio y agradecimiento.

    Oportunidad

    Tai salió del hospital, cerrándose la campera hasta el cuello. Otra visita a su entrenador, donde lo único que podía hacer era leer una revista vieja al lado de la cama, o conversar con el médico de turno, había terminado. Así había sido desde el ataque. Nada cambió. Ya había perdido la fe de que la policía diese con los culpables, como así de ver a alguien más visitando al entrenador. Al parecer, este no tenía muchos amigos ni familiares.

    Era consciente que no había certezas de cuando su entrenador despertaría del coma, pero sabía que, pasase el tiempo que pasase, él seguiría visitándolo periódicamente.

    Las enfermeras se conmovieron tanto por la lealtad que el muchacho mostraba hacía su profesor, que lo invitaron a comer con ellas en varias ocasiones. Pero este nunca aceptó. Su culpa con sigo mismo no se lo permitía.

    Un viento frio sopló sorpresivamente contra su mejilla derecha, recordándole que tenía que irse. Bajó las escalinatas del hospital y caminó por la acera hasta la esquina. Una ambulancia a todo trapo y con la sirena encendida pasó a su lado, pero el oji-café iba tan pendiente de sus pensamientos que ni hizo por mirarla. Llegó a la esquina. Esperó hasta que el semáforo se pusiera en rojo y cruzó la calle, o así lo hubiera hecho si algo no hubiese llamado su atención. Rápidamente cambió de dirección con un movimiento de pies y se escondió detrás de un árbol bastante golpeado por el otoño invernal. Del otro lado de la calle, Matt se apoyaba sobre la vidriera de un local comercial, con las manos en los bolsillos. Tai le espió asomando su cabeza por un costado del tronco. Al parecer, el ojiazul no lo había visto.

    El rubio veía hacía todas direcciones, calmado pero a la vez atento a todo. Sus heridas del otro día ya casi no existían.

    Sí bien el blondo lucía como cualquier chico de 16 años haciendo tiempo por algún motivo, a Tai se le hizo sospechoso. No podía concebir en su mente a ese tipo como alguien normal. Se quedó observándolo, mientras la curiosidad crecía en él. ¿Acaso esperaba a un amigo? Seguramente no, con aquel carácter, era difícil imaginar que aquel cretino tuviera amigos. Ni que hablar una novia. Tampoco esperaba un autobús o un taxi: por aquel punto no pasaban los colectivos. ¿Que esperaba?

    "¿Acaso estará haciendo "eso"? Eso que no le quiere decir a T.K, en donde se lastima" pensó mientras observaba como el rubio estornudaba y se limpiaba la nariz con un pañuelo.

    De repente, Matt sacó el celular. Alguien lo llamaba. El moreno hizo un intento de escuchar pero le fue imposible por el tráfico que pasaba por la calle que los separaba. Cuando el rubio cortó la llamada, inmediatamente se puso en marcha.

    Tai lo siguió, respetando una distancia prudente. No estaba dispuesto a perderlo de vista y perder la oportunidad de conocer la verdad.


    -------------------------*-----------------------



    Ahora sí, no me haré el bondadoso diciendo que apareceré pronto jaja. Tengo que empezar el cap 10 desde cero, y para colmo aun me estoy reponiendo del shock que fue para mi ver lo que tengo que estudiar para este cuatrimestre en la universidad. Así que que a esperar hasta fines de mayo (con suerte)
    Hasta la proxima! gracías por leer!

    Edited by exerodri - 23/7/2017, 12:30
     
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    ¡Primero que nada si me gustó el capítulo anterior! Y segundo... Mucha suerte en la universidad, pero no olvide no sobrepasarse.

    Cuidese, besos.
     
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  12. shingiikari01
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    que alegria nada mejor que una actualizacion de tu fic para escucharla antes de dormir
     
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  13. Killer_Cookie
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    Hello, it's me...XD Por fin acabé de leer hasta donde te quedaste. Me está gustando en demasía, pues, siempre ponen en las historias cosas muy "fantasiosas" y trágicas con los personajes, en este caso es algo más realista, me agrada eso. Cabe decir que el manejar las cosas a ese ritmo es genial, creíble, no donde todo pasa a la carrera. Un gusto leer tus fics. Nos estamos leyendo.

    P.D.: Por favor no dejes la historia. Suerte en la universidad, entiendo tu "dolor" por ella :'v Espero con ansias la continuación. Ciao.
     
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    :=deeaaah: Buenas! Como están? Yo feliz de poder traer el cap 10 de esta historia. A pesar del asedio del estudio, disfruté de escribirlo. Un día agarré la notebook y sin darme cuenta escribí como la mitad del cap, de un solo tirón. Días después, otra buena parte. Otro día, la parte final. Aunque me vea obligado a escribir cada tanto, cuando lo hago, lo hago con todas las ganas :=RINRUM: , al parecer jaja.
    En este cap nos distanciamos de la pareja (por lo menos al principio) para poder entender mejor los hechos relacionados con uno de los personajes en el futuro.
    Me pregunto que personaje les gusta más (de la pareja) :=nuse: Si Tai o T.K.
    Espero que lo disfruten, o que esté pasable siquiera je.

    *Moi Moi: Hola, gracias por comentar! Me alegro que te haya gustado :) Gracias por los buenos deseos también... pero no me trates de Ud. jajaja me hace sentir viejo :P Un saludo!!

    *shingiikari01: jaja está bueno que leas mi historia antes de dormir, espero que no sea porque te aburra y te de sueño jajaja. Gracias por tu comentario!

    *Killer_Cookie: Hola! te está gustando? Que bueno :D Yo no tengo nada en contra de las historias fantásticas o de esas que mezclan situaciones poco comunes con el romance, pero bueno... siempre me gustó, para este tipo de historias "románticas", el realismo. Igual, en los proximos caps la cosa empieza a tomar algo de "velocidad". Ya había advertido que esta historia será algo diferente a las demás que escribí. No todas las situaciones tan cotidianas y normales. Espero que caiga bien XD. Gracias por tomarte el tiempo de comentar! hasta la proxima! NO la dejaré!! odio cuando dejan historias inconclusas, así que me odiaría eternamente hacer eso. Tal vez tarde algo en actualizar, pero siempre lo haré.




    Capitulo 10: Descubrimientos

    La construcción de una estrella

    La oficina de Paul Larenz era una de las más grandes y vistosas de toda la compañía que producía ropa e insumos deportivos. Exquisitos muebles, decorados en madera caoba, primorosas estatuillas de diferentes materiales preciosos de diferentes partes del mundo y demás lujos adornaban la imponente habitación. Además tenía una secretaria propia. Sin dudas, para la mayoría que visitaba la oficina por alguna circunstancia de trabajo, lo mejor era la hipnótica vista que se disfrutaba por estar en los últimos pisos de uno de los edificios más altos de la ciudad capital, aunque Paul raramente se detenía a contemplarla.

    En realidad, él no había pedido nada de esa oficina. Todo se le había entregado por las máximas autoridades de la compañía como premio por sus impagables esfuerzos. Agradecía los reconocimientos, pero a Paul solo le importaba trabajar y hacer de su labor, que no era poco, cada vez más eficiente.

    No era un funcionario más de la compañía. Si había que armar un top 5 de las personas más importantes de la empresa, aparte del presidente, él estaría sin dudas en esa lista. Hacía y deshacía a su voluntad, se había ganado ese poder. Sus decisiones en el pasado siempre fueron correctas y dejaron en ridículo tanto a la competencia como a propios compañeros que no creyeron en él. Y las pocas veces que se equivocó, lo supo solucionar con una audacia y un tacto que hacían pensar que él había nacido para ser un empresario de renombre. Gozaba de la tranquilidad que su propia disciplina para el trabajo le suministraba.

    Pero ese día, esa tranquilidad se veía temporalmente interrumpida. Así había sido en muchas ocasiones desde que visitó accidentalmente por primera vez esa ciudad olvidada. Un hormigueo en el estomago lo visitaba frecuentemente cuando pensaba en su posible nuevo proyecto. En la posibilidades.

    Sentado en su silla de escritorio, observaba por el inmenso ventanal de su oficina en completa oscuridad. Era una de las pocas veces que Paul se dispuso a observar el paisaje urbano. Desde su privilegiada vista podía ver un importante monumento en el medio de una de las avenidas más importantes de la capital. El puerto también se lucía, adornado por imponentes rascacielos alrededor, todo bajo un purpureo atardecer otoñal.

    El franco que le había regalado su padre se paseaba sobre los nudillos de su mano derecha, con una agilidad que hacía parecer que la moneda tuviera vida propia.

    El chirrido del teléfono en su escritorio rompió la meditativa paz. No le molestó. Eso era lo que esperaba. Giró sobre el eje de la silla y presionó el botón del altavoz.´´'

    -¿Sí?

    -Señor Larenz, ya llegaron las carpetas que pidió- escuchó por el dispositivo la voz de su secretaria cincuentona. Cincuentona por solo unas cuantas semanas más.

    -Perfecto, hágame el favor de acercármelas- soltó el botón.

    Afuera de la oficina, la secretaria se levantó de su escritorio y carpetas en mano entró abriendo las pesadas puertas de madera. Le sorprendió ver la silueta del señor Larenz a contraluz del atardecer al otro lado de la extensa habitación en penumbras. En realidad, le sorprendía el solo hecho que el señor Larenz estuviera en su oficina siquiera. Aquel hombre vivía trabajando, pero no sentado cómodamente en esa habitación llena de lujos. No. Él solía ir de oficina en oficina, de sector en sector, de departamento en departamento de la compañía, aun cuando no le correspondía. Era como si necesitara hacer las labores correspondientes a su sector él mismo ¡Y manejaba varios sectores! Desde marketing a logística de ventas, financiamiento y administración de quien sabe qué cantidad de productos. Nunca en sus 50 años de vida había conocido a nadie con ese fervor por el trabajo y hacer dinero.

    Guiándose con la luz que entraba a su espalda desde la puerta abierta que se estiraba hasta el escritorio del señor Larenz, la secretaria caminó hasta él.

    -Aquí tiene- dijo depositando las carpetas en el escritorio.

    -Muchas gracias, ya puede irse a casa- le contestó el peliblanco con una sonrisa, sin dejar de hacer pasear esa extraña moneda sobre los nudillos.

    -Todavía falta 1 hora para que termine mi turno- dijo, no era la primera vez que el señor Larenz le hacía salir más temprano del trabajo. Lo había hecho infinidad de veces- ¿Desea que llame al departamento de ventas para preguntar si ya tienen el informe que Ud. pidió?

    -No gracias, lo haré yo mismo después.

    La secretaria suspiró sonriendo. Ya sabía que su jefe iba a contestar aquello; incluso hacía las llamadas que una simple secretaría tendría que hacer, por más nimia que fuese.

    -Ya sé que se lo vengo repitiendo hace 10 años- dijo ella ladeando la cabeza, sacando su lado maternal- pero tiene que depositar más tareas en sus dirigidos, incluso en mi. Ud. hace todo, señor Larenz, deje que le ayudemos.

    El hombre sonrió como hacía siempre, ya habían tenido esa charla cientos de veces.

    -Lo único que hago es recibir llamados y tomar mensajes por Ud.- agregó- si bien gano lo mismo que si hiciera mil tareas, me siento inútil.

    El peliblanco carcajeó.

    -Le agradezco su predisposición al trabajo, en serio- le dijo sin dejar de sonreír y guardando la moneda en el bolsillo de su saco- se necesitan más personas así en este país- mencionó como si fuese un afectuoso cumplido- pero sabe como soy ¿No? no debería sorprenderse después de 10 años trabajando juntos.

    La mujer sonrió condescendientemente.

    -No se quede durmiendo en la oficina, es lo único que le pido- dijo la secretaria.

    -Jeje no lo haré de nuevo, ya se lo dije muchas veces- rió el hombre- vaya con cuidado.

    La mujer saludó con una sonrisa y se dio media vuelta, de nuevo hacía la luz. Sabía que el señor Larenz era muy estricto y mandón con sus subordinados, e incluso iracundo con los que cometían algún error. Pero con ella siempre se había portado amable. Agradecía conocer el lado humano de ese hombre de pelo blanco que todos temían y admiraban al mismo tiempo.

    La secretaria abandonó la oficina cerrando la puerta tras de sí. Solo de nuevo, con la tenue luz natural que regalaba el atardecer entrando por el ventanal, Paul observó las dos carpetas. Al fin las tenía en su poder. Su posible nuevo proyecto.

    Se levantó y tomó la que más le interesaba. Se acercó al cristal para que pudiera leer mejor su contenido con la luz del día que a esa hora comenzaba a escasear. Al abrirla, se topó con una foto de archivo que evidentemente necesitaba actualizarse, pero eso no era importante.

    -Takeru Takaishi- dijo leyendo el nombre que encabezaba el archivo.

    Había obtenido esa carpeta gracias a la escuela adonde asistía el chico. Si bien al principio se negaron, diciendo que brindar información de sus alumnos a terceros no estaba permitido, el abrumador poder del dinero había logrado persuadirlos. Nada era demasiado caro para él cuando se disponía a lograr sus metas. Y esta era una importante, sino la más importante de los últimos años.

    Ojeó el resto de información que le brindaba la primera de las pocas páginas de ese expediente. Pudo leer el nombre de la madre, la tutora legal de Takeru, y su número de teléfono. Aparecía el numero del padre como otra opción de contacto, pero nada más. "Evidentemente sus padres están separados" pensó mientras seguía leyendo, ya que no había otra información del padre. Tenía su dirección. El registro de sus notas: un poco más arriba que el promedio. No era un estudiante brillante pero tampoco uno de los peores. Sus aficiones escolares. Los clubes donde había participado, que no eran muchos pero de seguro era debido a su corta edad. Un historial de los chequeos médicos realizados en la escuela a lo largo de los años: todo normal.

    Paul sonrió al tener esa información en sus manos, aunque fuese poca. Necesitaba conocer a ese chico lo mejor posible, era su obligación si deseaba llevar a cabo lo que planeaba. Nada era demasiado en esas circunstancias. Había mucho en juego.
    Desde que vio jugar al rubio por primera vez hacía dos meses, no se había perdido ni un solo juego. No importaba aplazar temporalmente sus obligaciones y tomar un vuelo todos los fines de semana desde la capital hasta aquella horrenda ciudad. Aquello era más importante que cualquier cosa.

    Preguntando en la escuela del muchacho, siempre supo donde ir para presenciar el partido si no era que jugaban en el micro estadio municipal de la ciudad. Y si necesitaba tomar un bus para viajar a otra localidad cercana porque jugaban de visitante, no había ningún problema. Lo hacía. No podía perderse el ver al ojiazul jugar. Cada partido se la pasó en la grada, solo, en silencio, observando únicamente al chico de 14 años.

    Necesitaba sacarse la duda de que si lo que había presenciado la primera vez no había sido un hecho aislado. Y para su tranquilidad, se dio cuenta que no lo había sido. Muy lejos de eso. Cada partido que presenció, Takeru brilló como en la primera vez que lo vio. El rubio, aparte de demostrar habilidades que lo distinguía del resto, mostraba esa presencia, esa impronta y ese carisma que atrapaba al publico de momento. Aquello era lo que a Paul le fascinaba, como una polilla atraída por la luz de un foco.

    Cerró la carpeta y se apoyó sobre el cristal del ventanal, viendo como las luces de un edificio cercano poco a poco iban prendiéndose, a la vez que el sol se apagaba en el horizonte. El hormigueo seguía en su estomago.

    Los recuerdos lo invadieron. Cerró los ojos y se dejó llevar por las imágenes del pasado que volvieron a su mente. Imágenes de hace 15 años.

    Recordó cuando era un don nadie, quejándose de su mala suerte apoyado sobre su destartalado auto, en la costanera de una ciudad costera lejana de la capital del país. Había viajado hasta allí en representación de la empresa para cerrar un trato con inversionistas, pero había fallado. Llorando sobre la leche derramada veía como la gente se divertía en la playa mientras caía el sol.

    "Y así es como se pierde un trabajo" pensó, mientras veía el cielo anaranjado, cuya belleza no lograba mitigar la tristeza en su interior.

    Cuando estuvo a punto de subirse al auto para volver a casa y seguramente ser despedido cuando llegara, un distante sonido llegó a sus oídos: exclamación de una multitud. Sin entender porque aquello le llamó tanto la atención, se dejó guiar por la curiosidad y se dirigió al tumulto de personas que se encontraba ladera abajo, en el límite del concreto y la playa. Abriéndose paso entre el grueso de personas, desentonando a más no poder por ser el único que usaba camisa y corbata en la playa, llegó al núcleo de la muchedumbre.

    Entonces lo vio.

    En una cancha callejera al borde la playa, un joven jugando al basquetbol humillaba a sujetos mayores a él, además de más altos. Paul se quedó shockeado. No solo por los movimientos, sino por como ese chico cautivaba a la gente que se había juntado espontáneamente a presenciar el encuentro. Se lo podía sentir. La gente no estaba allí por el partido en sí, estaba por él.

    Paul sacó su franco del bolsillo del pantalón y lo paseó entre sus nudillos, sin dejar de presenciar el encuentro.

    Aparte de la habilidad y el carisma, estaba la imagen. Aquel chico, de cuerpo torneado y pelo negro, corto y en puntas, atraía las mirada. Aun siendo un hombre casado que ya había pasado la barrera de los 30, Paul pudo reconocer que aquel era un mocoso atractivo. Los rasgos rectos y varoniles del chico, pero a la vez armoniosos y suaves, le daban una apariencia de alguien sacado de una revista de adolecentes. Reía, disfrutaba de jugar, de su juego, y así hacía disfrutar a los que lo miraban.

    Entonces, mientras observaba a ese muchacho de ojos oscuros y sonrisa resplandeciente, a Paul Larenz se le ocurrió la idea que le cambiaría la vida. A él y a ese muchacho que todavía no conocía.

    Los referentes deportivos existían desde el principio del deporte. Siempre hubo algún líder que sobresalía en los equipos de diferentes deportes: futbol, hockey, rugby, vóley. Pero con el fervor del capitalismo, aparte de demostrar su talento dentro del campo de juego, los referentes, los lideres, también adquirieron otra función producto de su fama: ser la imagen de las marcas deportivas.

    En ese momento, durante esos años, el puesto de referentes importantes estaba cubierto en los diferentes deportes. Pero en basquetbol... ¿Había alguien que se pudiese denominar una estrella? Al preguntarse eso, Paul se dio cuenta que no. No por lo menos en el ámbito nacional. El básquet había sido dejado de lado por parte de las grandes empresas y marcas del deporte. Al parecer, no veían un terreno productivo para invertir. Pero eso podía cambiar, pensó Paul. Y en ese momento, él estaba ante ese posible "cambio".

    Una vez el partido terminó, Paul se quedó parado al borde de la cancha, mientras el viento le llenaba de arena los zapatos. Sostenía su saco por sobre su hombro. En silencio, observó como el chico que había llamado su atención tomaba agua de una botella, mientras hablaba con sus compañeros de equipo improvisado. El pelinegro cruzó la mirada con él por un segundo. Paul no perdió tiempo y le llamó con su mano, mostrando una sonrisa. El muchacho al principio dudó, pero la curiosidad pudo más y este se acercó.

    -Chico, buen partido- dijo Larenz una vez el muchacho estuvo lo suficientemente cerca.

    -Gracias- le contestó el pelinegro, tomando otro trago de su botella- estuvo reñido.

    -Nada de eso, les pasaste por encima- contestó Paul, con la intención de despertar intriga en el chico. Por la mirada que este puso, supo que lo había logrado- tu eres demasiado bueno para desperdiciar tu talento aquí, mereces algo mejor.

    Ni siquiera el mismo Paul se reconocía. El fugaz pero poderoso presentimiento de estar ante una gran oportunidad le había dado una energía y una vitalidad impropios. Se olvidó por completo de la reunión fallida con los inversionistas y de sus penas.

    -¿Y tú eres algún tipo de cazatalentos o algo?- le preguntó el muchacho sin entender que significaban esas palabras.

    -Puedo ser más que eso, si me das la oportunidad- los ojos del joven mostraron todavía más curiosidad- trabajo para una empresa de ropa deportiva, seguramente la conoces- dijo entregándole una tarjeta con el logo de la marca.

    "¡Pero claro que la conozco!" Fue la expresión del chico al ver el logo en el papel. Eso era lo que Paul justamente quiso lograr, que el muchacho se
    sorprendiera. ¿Cómo era posible que alguien joven no conociera esa marca? Paul se había dado cuenta que las zapatillas del muchacho eran de esa marca, al igual que su short. Sus calzoncillos seguramente eran de la misma marca incluso.

    -Si te interesa, podría conseguirte una prueba para un equipo importante de la liga nacional ¿Te imaginas como profesional? Yo si- sonrió el peliblanco, que por aquel entonces su pelo todavía conservaba su castaño claro natural.

    El muchacho se quedó catatónico, con la tarjeta en la mano, como si todo fuese demasiado irreal para ser verdad.

    -Te dejo mi tarjeta, ahí está mi numero- agregó ante la cara de sorpresa del pelinegro- ¿Eres de jugar aquí seguido?

    -Sí, todos los viernes- le respondió el chico como si le faltara el aire.

    -Bien, si no te decides en llamarme y decirme tu decisión, vendré el próximo viernes, pero será tu última oportunidad- dijo ofreciendo estrechar la mano- me llamo Paul, tu eres...

    -Manu- le dijo el muchacho estrechándole la mano y viéndolo a los ojos- Manuel Finóbili.

    Solo cuando volvió a la capital, Paul Larenz se dio cuenta de la locura que había hecho. Había vuelto sin éxito de su junta con los inversionistas ¿Y para colmo tendría el descaro de pedirle a la junta directiva fondos para llevar a cabo su descabellado plan? ¿Con que cara lo haría? Si no lo despedían por haber fallado con los inversionistas era un milagro, pero no se acobardó. Estaba decidido a seguir su corazonada, era lo único que le quedaba para dejar de ser un don nadie.

    Nunca supo porque, si fue por su desmedido entusiasmo, por su seguridad al momento de exponer su proyecto, por su desesperación, o si los funcionarios estuvieron de buen humor ese día, pero aprobaron su idea. Paul se los agradeció como si le hubieran dado la mejor última oportunidad de la historia, sabiendo que si fallaba, él mismo debía presentar la renuncia.

    Los días pasaron y la llamada del muchacho nunca ocurrió, sin embargo no se permitió desilusionarse.

    Llegado el viernes, llenó el tanque de gasolina con su propio dinero y viajó de nuevo a la ciudad costera, sin siquiera saber si su destartalado auto soportaría el viaje. No le importó conducir 5 horas de ida para consumar su idea, sabía muy bien que debía presentarse como había prometido para hacerle entender al joven que su propuesta iba en serio.

    Al llegar a la costanera, vio otro amontonamiento de gente en la misma canchita al borde la playa. No necesitó preguntárselo, supo que allí estaría el pelinegro. Y así fue. Paul vio durante todo el partido a Manu, confirmándose a sí mismo que ese chico tenía algo que era justo lo que él necesitaba. No supo ponerle un nombre, tan solo le llamó Eso. Sí, Manu tenía Eso. No había sido una casualidad su actuación el viernes anterior.

    Cuando el partido terminó, el muchacho le buscó con la vista entre la multitud que se dispersaba. Ni bien lo vio, caminó hacía él sin titubear.

    -Hagámoslo- le dijo viéndolo a los ojos.

    Paul sonrió.

    Así comenzó su historia juntos.

    Primero, Paul se encargó de conseguirle al chico un contrato profesional. No fue difícil. Un equipo de la liga nacional de básquet tenía a la empresa de ropa como principal sponsor y proveedor de indumentaria . Solo necesitó de la ayuda de algunos contactos para "obligar" a la institución a contratar al joven de 17 años como jugador. Era eso, o el club se vería privado de una buena parte de dinero proveniente de publicidad. Con la presión de esa misma amenaza, el entrenador del equipo no tuvo otra opción de hacerlo debutar en el campeonato.

    En su primer partido, el cual jugó contados minutos, Manu no defraudó a Paul. No hizo una gran diferencia, pero había causado un efecto en la gente. La había cautivado. Eso era lo importante. Y con la ayuda de la televisión, Larenz supo que la cosa ya se había puesto en marcha.

    A su vez, Paul movió sus demás piezas. Sabía que solo con el talento no alcanzaba. Manu necesitaría una ayuda, y él y sus contactos (o mejor dicho, los contactos de la empresa) serían los encargados de brindársela.

    Muchos diarios y radios tenían a la empresa de ropa deportiva como importante sponsor y apoyo económico. Aprovechando eso, esta no se privó de influir lo más que pudo en la información que esas cadenas de noticias brindaba al público.

    "Joven promesa del básquet"

    "¿Nace una estrella?"

    "Finóbili ¿Quién es este chico?"

    Fueron algunos de los encabezados en los diarios, que poco a poco fueron incrementando sus palabras de elogio para el juvenil. Lo mismo con los relatores de los partidos. Estos entendieron rápido lo que tenían que hacer si deseaban conservar sus trabajos. Los elogios hacía el chico no se hicieron esperar. Así, bajo la meticulosa y benefactora vigía y tutela de Paul, Manuel Finóbili se fue ganando el visto bueno de la opinión popular, sin siquiera saber porque.

    Su popularidad creció y creció. La prensa influía en la gente, y la gente influía en el entrenador del equipo, obligándolo a poner a Manu cada vez más minutos. Un circulo vicioso, el circulo que la empresa quiso establecer. En tan solo 5 meses de haberse convertido en profesional, el juvenil ya era titular. Incluso los propios jugadores de su equipo y los equipos contrincantes comenzaron a pensar en Finóbili como un jugador "diferente", como una especie de flamante estrella a la cual tener respeto. Después de todo ¿Algo tenía que tener para que todo el mundo estuviera hablando de él? ¿No?

    Paul nunca se perdió ni un solo partido de su "proyecto". Estaba atento, pendiente de cualquier circunstancia que podía pasar. Se encargaba todos los días de llevarlo a las practicas, de su alimentación, de que no se enfermase, de sus chequeos médicos, incluso de que terminara el colegio. Fue su sombra, nada malo podía pasarle. Cumpliendo varios roles a la vez, siempre estuvo al lado de Manuel, cuidándolo de los peligros que la repentina fama podría traer. E incluso cuidándolo de sí mismo, de que no hiciera alguna estupidez propia de la juventud. Supo lidiar con berrinches y provocaciones de adolecente malcriado, prohibiéndole fumar o emborracharse en fiestas. Por lo menos lo más que pudo. No iba a dejar que nada, ni siquiera el propio Manu, le arruinara su plan.

    Con el tiempo, influenciado por los elogios y el calor de la gente, Manuel Finóbili fue ganando seguridad en sí mismo: comenzó a ser más audaz en la cancha; tal como lo había sido toda su vida jugando al borde de la playa con sus amigos, con la brisa proveniente del mar como compañera. Poco a poco fue creyéndose el mejor, tal como lo pintaban los diarios y el clamor popular, lo que hizo que sus habilidades mejoraran. Tal vez no era el mejor jugador de basquetbol del país, pero para todos ya lo era, con tan solo 18 años. Eso era lo que importaba.

    Así, comenzó lo que Paul Larenz había predicho aquel día que encontró a Manu en la playa. Las ventas de las camisetas de Manu Finóbili explotaron. Los locales comerciales reclamaban desesperados nuevos pedidos a la empresa, por que se acababan en cuestión de días. Igual con el modelo de tenis que usaba el muchacho. Igual las muñequeras. Todo lo que tenía el nombre de Manu Finóbili era comercializable.

    El departamento de la empresa encargado de hacer todo lo referido al basquetbol tuvo que cuadruplicar su personal para cumplir con la demanda. El dinero entraba a caudales gracias al chico, mientras Paul Larenz se llenaba de elogios y reconocimientos por parte de sus superiores.

    La empresa exploró nuevos horizontes. Mochilas, bolsos deportivos, útiles escolares, camperas, gorras; todo lo que podía tener la cara o el nombre de Manuel, servía para ser vendido, y se vendía mejor que todo. La empresa se había asegurado de conservar el derecho de imagen de su estrella, así que todo los ingresos iban a parar a la marca.

    Paul se encargaba de manejar la agenda del muchacho. Era su consejero, manager, asesor de imagen, publicista, amigo y hasta padre en algunas ocasiones. Le indicaba a que emisora de radio aceptar una entrevista, a cual no. A que programa de televisión asistir, a cual no. Sabía que su éxito personal dependía de que tan bien le fuera a Manu, y este todavía no tenía techo que detuviera su crecimiento.

    Sabiendo que Manu tenía potencial para traspasar el ámbito del deporte y llegar a otro tipo de público (y con eso a otros mercados), Paul no desaprovechó la buena apariencia del muchacho. Las revistas para adolecentes se peleaban por hacerle notas y sesiones de fotos para sus ejemplares. Toda y cada una de las ediciones que lograron hacer un nota o una sesión de fotos a Manuel fueron un éxito de ventas. Rumores de un romance con una estrella pop juvenil catapultaron al joven a estar en todos los programas de chimentos y farándula en general.

    Manu había entrado en el grueso de la cultura general. Las chicas lo amaban, los chicos querían ser como él.

    A los 19 años Manu ganó su primer título: su equipo se alzó con el campeonato nacional de Basquetbol después de muchos años de sequía. Si bien todo el equipo había logrado un buen rendimiento, los ojos del mundo deportivo se posaron sobre le juvenil. Todo había sido "gracias a él", ya sea por lo hecho adentro del campo, como por el envión anímico que significaba tener a Finóbili en el equipo. La rueda tomó aun más impulso.

    A los 20 años, Manuel Finóbili se había convertido en lo primero que aparecía en el inconsciente colectivo cuando alguien escuchaba la palabra "básquet". A su vez, el deporte en sí se benefició de aquella "fiebre" que la popularidad de Manu trajo. Creció a nivel nacional. La gente se interesaba más por esa actividad, que hace unos años solo era un deporte más a la sombra de otros deportes más populares. El ministro de deporte de la nación lo nombró "Ciudadano ilustre".

    A los 21 años de edad, llegó la primera convocatoria a la selección nacional. Si bien el entrenador creía que había otros jugadores con más habilidad o trayectoria que Finóbili para ser convocados, no pudo negar que el joven era "el jugador de la gente". Ese título tenía peso.

    A los 23 años, el rostro de Manu ya estaba por toda la ciudad capital. Las diferentes empresas se peleaban para que fuera la imagen de algún producto nuevo; desde dentífrico, pasando por ropa interior, cremas para dolores musculares, aceite de motor, hasta electrodomésticos. Si Manuel aparecía en la publicidad del producto, cualquiera que fuese, entonces era bueno. Así lo percibía la gente y se reflejaba en el mercado. La fiebre por Finóbili parecía no tener fin.

    Otro título con el club potenciaron de nuevo la imagen del jugador. Del campeón. Del mejor.

    El arte audiovisual también supo aprovechar la fuerza de la ola. Apariciones cortas en películas, series o video clips musicales hicieron de Manuel alguien aun más conocido.

    La empresa ya no solo vendía sus productos deportivos en el país, sino también en los países limítrofes. Esta se posicionó como una de las marcas más importantes del continente, mientras Paul Larenz era ascendido y recibía una nueva oficina.

    Entonces, a los 24 años de Manu, Paul logró lo más trascendental en la carrera de su jugador y en la suya. Había logrado que un equipo de la NBA quisiera fichar a Manuel Finóbili. El contrato por dos años se firmó y el pelinegro fue noticia nacional otra vez. Había entrado en la historia del deporte nacional.

    Era la primera vez en muchos años que un compatriota lograba tener el talento suficiente para jugar en la NBA. El boom de ventas de todo lo que tuviese algo que ver con Manu Finóbili no tuvo precedentes. Pocos meses luego de que Manu fuese fichado, otros jugadores más jóvenes fueron fichados también por diferentes equipos de la NBA. Pero Manu había sido el primero, él había abierto el camino. De eso nadie se olvidada.

    Durante el tiempo que el jugador formó parte del plantel en el equipo de la NBA, Paul Larenz tuvo su propio palco en cada encuentro, de vez en cuando acompañado de empresarios y representantes de todas partes del mundo. Se codeaba con los grandes. Aun así, nunca dispuso que otro hiciera su trabajo. Él mismo se encargaba de todo lo que tuviese que ver Finóbili, tal como desde el primer día. No podía relajarse, necesitaba controlar todo. Y supo que todo su esfuerzo no había sido en vano cuando logró alejar a Manuel de algunos excesos que la exuberancia de la NBA trajo.

    Los 5 años en los que Finóbili jugó en la liga de básquet más importante del mundo, pasó sin pena ni gloria. Cumplió con lo mínimo y necesario para que el equipo norteamericano no le rescindiera el contrato y se molestara a buscar otro que completara la planilla de profesionales. En ningún momento fue titular indiscutible ni muy influyente en su equipo, pero eso no importaba para Paul y la empresa. En su país de origen, la figura de Manu, el compatriota que había logrado sus sueños, se acrecentó.

    Ni siquiera cuando el equipo de la NBA no quiso renovarle más el contrato fue algo negativo para su transcendental imagen. Volvió a su país como un héroe. La fuerza de la ola todavía seguía intacta. Los titulares de los diarios en vez de decir: "Finóbili ya no tiene lo que se necesita para jugar en la NBA" o "Fin de camino", decían: "Vuelve Manu por amor a su país" o "La liga nacional se llenará de magia otra vez".

    Manuel Finóbili firmó un nuevo contrato con el club donde debutó y continuó su carrera, ya establecido como una leyenda viviente del basquetbol.

    Pero Paul Larenz sabía que todo ciclo tiene un final. Si bien Manu todavía generaba mucho dinero para la empresa por toda la indumentaria con su nombre que se vendía, la cosa parecía haberse estancado. Y era lógico, pensó Paul. Manu ya había pasado los 30. Cada vez se distanciaba más y más de la nueva juventud. Los adolecentes y jóvenes podían tenerlo de referente, de ídolo, pero ya no se identificaban con él. Además, su equipo hacía mucho tiempo que no peleaba cosas importantes en lo deportivo. Todo el peso que el apellido Finóbili poseía, era producto de lo que había sido, no por su presente. Ni que hablar de su futuro. La fiebre que despertó Manu Finóbili había tocado techo, y solo tenía una dirección de ahí en más: hacía abajo.

    Si bien Paul sabía que no podía detener el debacle natural de su estrella, no podía ver aquello con pasividad y resignación. Necesitaba focalizarse, apuntar hacia el futuro.

    Con el dinero que había ganado podía retirarse y no volver a trabajar en su vida, pero eso a Paul no le interesaba. No estaba en sus planes dejar de trabajar, era una locura. Un pecado. Su personalidad, su esencia era la de un trabajador. Tenía que lograr que la rueda siguiera girando, por lo menos por otros 15 años más. Allí es donde Takeru entraría.

    Para Larenz no era casualidad el haberse encontrado con Takeru en ese momento de su vida. Encontrarse por accidente con alguien joven, con la misma chispa (aunque el chico todavía no lo supiese) que Manu, no podía ser coincidencia. Incluso el rubio era igual o más apuesto que Manu en su juventud. Demasiada coincidencia. Demasiado potencial para ser ignorado.

    La llama de Manuel Finóbili se apagaba, pero la de Takeru Takaishi podía encenderse y continuar con aquella luz, con esa euforia popular. Takeru tomaría el lugar que Manuel dejaría vacio al momento de retirarse. Paul ya se imaginaba los titulares de los diarios, con la foto de Manuel y Takeru juntos en el último partido del pelinegro. El encabezado diría "Pupilo y maestro" o "El heredero", o "Hay talento para rato". Seguramente alguna babosada se les ocurriría a los del diario, las posibilidades eran infinitas.

    A Paul le emocionaba la idea. En caso de que el ojiazul aceptara, haría todo lo que hizo con Manu de nuevo, pero incluso mejor. Ya tenía experiencia, había aprendido del pasado. No cometería los mismos errores, aunque pocos, que hizo con Manu.

    El futuro se veía demasiado prometedor. El boom de la informática, de los dispositivos móviles, de las redes sociales, de la híper conectividad, mostraban una nueva y fascinante oportunidad de implantar al "nuevo astro del deporte" en la sociedad. Lograría que la imagen de Takeru Takaishi estuviera aun más presente en la gente de lo que estuvo Manuel Finóbili.

    Si bien el rubio aun era muy chico para hacerlo debutar en la liga y exponerlo de esa manera, Paul sabía que tenía que "atraparlo" desde ahora. Lo tendría bajo su ala, enseñándole de modo disimulado como es el mundo al cual entraría cuando estuviese listo. Haría que entrenase duro mientras dure su anonimato, para mejorar aún más sus habilidades, mejorar su físico, y de esa forma facilitar su "Boom" al momento de saltar a la fama.

    Tanto potencial.

    Un avión cruzando el ya oscuro cielo sacó a Paul Larenz de su sueño despierto. Todavía inmerso en el apetitoso futuro, dio un suspiro y dejó la carpeta de nuevo el escritorio.

    Aun apoyado en el cristal, se quedó observando la otra carpeta que le habían traído.

    Paul no podía creer su suerte. Durante varios meses se había paseado por las canteras y equipos juveniles de los principales equipos de la liga nacional de basquetbol, buscando sin éxito lo más parecido a un sucesor de Manu. Y cuando lo consiguió, no solo encontró al “indicado”, sino también a una posible segunda opción. Un plan B.

    Tomó la otra carpeta y la abrió, aprovechando la ya casi inexistente luz del sol para leer.

    -Andrew Ivanovic- susurró.

    Aquel chico pecoso, de la misma estatura y edad de Takeru, también le había llamado la atención. Aunque la primera opción era el rubio, aquel castaño también poseía “Eso”, además de también ser atractivo. Si bien Larenz al principio no creía que el destino le había mostrado dos posibles reemplazantes de Finóbili a la vez, a medida que fue pasando el tiempo y los partidos, fue aceptándolo. No estaba de más hacerle también un seguimiento al muchacho de ojos verdes. No todos los días se encontraba con alguien que reuniera los requisitos para ser parte del proyecto.

    Mientras leía los datos en el papel, Paul sintió pena por el castaño. Si no fuera por el ojiazul, de seguro él hubiese sido el elegido. Andrew hubiese sido el afortunado de recibir tan grandiosa oportunidad, tan inigualable regalo. Cambiar su ordinaria vida y obtener lo que todo el mundo quiere: fama, reconocimiento, dinero… todo. Pero eso ya estaba reservado para Takeru.

    Pero… ¿Había algo más sobre aquel joven de pelo castaño y pecas?

    El peliblanco observó la foto registro del ojiverde, que a diferencia de la de Takeru si estaba actualizada. A pesar de que una parte de su mente se obligaba a no mesclar los asuntos personales con el trabajo, a Paul se le cerró el pecho. Analizó la foto con un empeño que le dolía. No quería hurgar en los recuerdos, en su pena…pero no pudo evitarlo.

    Ese pelo marrón claro, esas pecas, esas facciones. Ya lo había notado antes, al ver a Andrew por primera vez. Si no fuera por los ojos claros, aquel muchacho era una copia exacta de… era idéntico a…

    “Alan…hijo”

    Cuando los ojos se le humedecieron demasiado y los recuerdos fueron un golpe muy duro, Paul cerró rápidamente la carpeta y la tiró junto a la otra sobre el escritorio. Peinándose con una mano, bordeó el escritorio y caminó de manera firme y apresurada hacía la puerta. Se obligó a enseriar su rostro.

    Estaba cansado, no tenía que hacerse caso. No había que mesclar lo personal con el trabajo. Nunca.

    El turista

    Tai tenía sus ojos fijos en aquel rubio, que caminaba entre la gente sin saber que era seguido. Guardaba una distancia prudente, pero se encargaba de tenerlo siempre a la vista. Sabía que esa era la oportunidad de saber el secreto de aquel idiota, no podía desaprovecharla.

    Su propia curiosidad fue ganando terreno con cada minuto que perseguía al blondo. Este se dirigía a la zona más pintoresca de la ciudad; el lugar donde vivían los políticos, los empresarios y toda la gente con suficiente dinero para poder costearse vivir en los presumidos edificios del centro.

    Cuando vio que el ojiazul se metió en una mercería, Tai esperó, disimulando ver la vidriera de un local de celulares al otro lado de la acera. Siempre pendiente. Cuando pasaron algunos minutos, dudó si acercarse al local donde había entrado Matt o seguir esperando ¿Y si lo perdía? ¿Y si Matt salía por otra salida de la mercería? No, no podía permitirlo.

    Sin embargo, cuando estuvo a punto de cruzar la calle, el rubio salió del local. El moreno giró sobre sí y se pegó desesperadamente de nuevo a la vidriera de los celulares, maldiciéndose por casi estropear todo. El susto le había hecho transpirar en frio.

    Contó unos segundos y se animó a ver sobre su hombro. El hermano de su novio seguía parado al frente de la mercería, abrochándose algo en su campera a la altura del corazón. Tai se apoyó sobre un poste de luz para poder estar más cerca y ver mejor. Cuando el rubio apartó sus manos del pecho, el oji-café pudo ver que era: una banderita, aparentemente de plástico. No supo ubicar de que país exacto era esa banderita, la geografía no era su fuerte, pero supo con seguridad que era de algunos de esos países al norte de Europa. De esos países donde la gran mayoría de la gente era rubia y de ojos claros. Tai no entendía nada.

    Matt se acomodó la banderita en su pecho y continuó su caminata. Mientras le perseguía, el moreno intentó imaginar una posible explicación para lo que Matt hacía, pero no se le ocurría nada. Solo supo con seguridad que su curiosidad crecía y crecía.

    La próxima parada del blondo fue uno de los innecesarios puestos de información turística que los funcionarios del gobierno esparcieron por la ciudad para los turistas que nunca fueron y que nunca irían. El ojiazul tomó un mapa de la ciudad del mostrador ante la mirada aburrida de una promotora, que no hizo ni el mínimo intento de hablarle, y continuó caminando. Mientras abría el mapa con una mano, se acomodó el pelo con la otra, cambiándose el peinado a uno completamente diferente al que solía usar.

    "¿Que mierda estás haciendo, Matt?" preguntó Tai en su mente, mientras seguía al rubio de cerca, esquivando a las personas.

    Llegaron a la plaza en el corazón de la zona adinerada de la ciudad, en donde Tai usó un árbol como escondite. A unos metros, algunos niños jugaban en el césped. Observaba fijamente a Matt, quien, en la acera que bordeaba la plaza, sostenía el mapa de la ciudad desplegado y lo examinaba minuciosamente. El ojiazul observó a su alrededor, tranquila y lentamente.

    "Algo busca" pensó el castaño, asomando su cabeza por un costado del árbol, siempre listo a esconderse rápidamente para cuando Matt viese hacía él.

    Matt dio una segunda pasada con su vista a su alrededor, con el rostro más serio que una estatua. La fijó en una pareja que se había detenido en la esquina de la plaza.

    Tai observó con curiosidad a esas personas que parecían haberse robado la atención de aquel idiota.

    El hombre era un sujeto mayor, con el bigote igual de blanco que su pelo. Vestía su obeso cuerpo con un traje que a simple vista parecía ser lo suficientemente caro como para ser de diseñador. A pesar de la distancia, el moreno pudo ver detalles, como el reloj dorado que adornaba la muñeca de aquel sujeto, los adornos del mismo color en su corbata y muñecas. Estaba acompañado de una mujer que parecía tener 40 años menos que él, pero que aun así, tenía más cirugías en la cara y el cuerpo que neuronas en la cabeza. A pesar de que Tai no tenía idea sobre el tema, calculó que solo los zapatos de esa mujer costaban más que todo lo que él llevaba puesto en ese momento. Ni que hablar de la chaqueta de piel que la rubia presumía.

    El ojiazul caminó hacía esa pareja.

    Tai, ante la atenta mirada de un niño que jugaba con sus muñecos en el césped, se cambió de árbol por uno peligrosamente más cercano a la escena, pero donde podría ver y oír todo.

    -Unnskyld meg…disculpe- dijo Matt con un acento muy marcado, mientras le tocaba el hombro a aquel sujeto- poder…ehh… ¿poder ayudarme?… estoy… ¿Cómo decir? estoy…- mencionó mientras chasqueaba los dedos, como si no supiera cómo seguir hablando- tilgivelse, no soy de aquí.

    -¿Estás perdido?- le preguntó el hombre del bigote con una sonrisa, a lo que el rubio contestó con un “Ja”- ¿De dónde eres?
    -De Noruega, Mr.

    “Mierda, es bueno” pensó Tai “si no lo conociera y me dijese esas palabras raras y hablase así de mal, creería que es extranjero”

    -Bebé, no visitamos Noruega cuando hicimos el tour por Europa- dijo la rubia que acompañaba al viejo en un tono infantil, haciendo un puchero y dando saltitos que hacían rebotar sus enormes senos.

    -Podemos ir cuando tú quieras, bebé- le contestó el del bigote, dándole un beso en la mejilla. Volvió su vista hacía Matt- pero primero debemos ayudar a nuestro amigo ¿Adonde quieres ir?

    -Ja…si, no sé donde está la iglesia…este mapa es… difícil- respondió Matt con “dificultad”, extendiendo el mapa.

    -Mira, es fácil, solo tienes que hacer así y así…- le dijo el hombre mientras le señalaba las calles en el mapa.

    -Deretter… ¿Tener que ir para allá?- dijo el ojiazul señalando hacía la esquina de la plaza, como para confirmar haber entendido las instrucciones.

    -Claro, tienes que ir hacía esa esquina, doblar a la derecha…- le contestó enérgicamente el bigotón mientras le señalaba y le nombraba las calles por donde tendría que caminar. El rubio se apegó a él.

    Entonces Tai observó, como si su atención se hubiera colocado automáticamente en las manos de Matt por alguna razón, algo que lo dejó tieso de la sorpresa.

    Mientras el hombre señalaba hacía la esquina y le indicaba cómo hacer para ubicarse, "el turista" deslizó suavemente una mano por dentro del costoso saco y extrajo el celular del sujeto, para luego guardárselo en el bolsillo. El mapa había ayudado a esconder sus movimientos. Lo había hecho con una discreción y una rapidez, que cuando Tai quiso volver a mirar para confirmar lo que vio, el rubio ya había acabado y fingía prestar atención a lo que el adulto le decía.

    -Muchas gracias señor, ya sé donde ir- dijo el rubio cerrando el mapa- muchas gracias, takk, tusen takk- agregó para luego alejarse hacía la dirección que el sujeto le había señalado, mientras el bigotón y la rubia de plástico le saludaban para luego subirse a un auto que parecía salido de una exageradamente lujosa exhibición.

    Tai salió de su escondite y le siguió, todavía sin poder creer como el blondo había engañado y robado a esa pareja, en menos de 3 minutos y sin despertar ni la más mínima sospecha.

    Mientras caminaba a paso ligero, Matt se desabrochó la banderita del pecho y la envolvió con el mapa. Lo arrugó sin cuidado y lo tiró en un bote de basura a la pasada. Cuando pasó por una vidriera, usó el reflejo para acomodarse el cabello sin detenerse.

    Tai pensó que el rubio caminaría hacía su casa, así que se sorprendió al ver que este giró en una esquina en la dirección opuesta.

    "¿Adónde va? ¿Acaso seguirá robando?" Se preguntó Tai, apresurándose para aprovechar la luz roja de un semáforo.

    Persiguió presuroso a Matt por 4 calles; el rubio parecía tener en claro muy bien adónde ir y no quería perder tiempo. Pero de repente, el ojiazul detuvo su ligero andar.

    Sorprendido, y temiendo que el blondo se hubiera dado cuenta de su presencia, Tai se escondió de un salto detrás de una vieja camioneta estacionada. Lo que notó al ver por un costado se le hizo muy extraño.

    El blondo parecía muy nervioso de repente, con movimientos que rozaban la desesperación. Parecía haber visto al mismo demonio a la distancia entre la gente que caminaba en aquella acera. Trastabillando, volvió sobre sus pasos y se paró al frente de un puesto callejero de diarios y revistas, el cual ignoró por completo cuando pasó pero que ahora parecía ser lo más interesante del mundo. Tomó una revista sin siquiera fijarse de que se trataba y la abrió al frente de su rostro, para después casi hundir la cara en el papel, dándole la espalda al grueso de la gente que caminaba por la acera.

    A Tai le tomó algunos segundos descifrar que veían sus ojos, y lo que dedujo le hizo poner nervioso.

    "¿De quién te ocultas, idiota?"

    Permitiéndose estar más expuesto, se separó de la camioneta y trató de adivinar quién era la persona de quien el rubio se escondía. No vio a nadie en particular entre la muchedumbre, nadie que le diera una pista. ¿Un policía? No, no había ningún policía cerca, por lo menos no de uniforme. ¿Alguna clase de enemigo?

    Por la forma en cómo Matt se tapaba la cara, fuese quien fuese el que rondaba cerca entre la gente que iba y venía, no debía ser alguien muy ameno para el ojiazul. Incluso la forma en cómo fruncía los hombros daba la impresión que el blondo quería desaparecer dentro de la revista.

    Pasado unos segundos, Matt separó sus ojos del papel y miró tímidamente hacía su alrededor mientras Tai se escondía de nuevo tras la camioneta. El rubio dejó la revista de nuevo en el puesto y continuó.

    Frustrado por no saber de quién se ocultó su "cuñado", Tai lo siguió. Tenía el presentimiento que tarde o temprano lo descubriría...

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    Bueno hasta aquí nomas. Gracias por leerme, espero que haya estado pasable. Una ayudita por si se perdieron: recuerden que el diminutivo del nombre Andrew es Andy.
    En el proximo cap ya volvemos de lleno a los personajes principales. Hasta la proxima!

    Edited by exerodri - 23/7/2017, 12:31
     
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  15. Killer_Cookie
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    -OuO- Genial, como siempre, me encanta cuando no me lo ponen fácil; ahora tengo varias teorías de lo que viene y, del futuro desenlace. Se que acabas de actualizar -valió la pena la espera-, ahora muero por lo que acontecerá, espero la continuación con ansias renovadas. Nos seguimos leyendo, ciao. :=BIENODOE:
     
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62 replies since 12/12/2016, 04:04   5324 views
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